Jason Reitman es un genio, es uno de los pocos directores en Hollywood que puede contar historias simples, o que parecen simples pero que en realidad no lo son, y aunque uno pueda imaginarse el desenlace es un verdadero deleite contemplar como él nos lo muestra. Lo hizo con Juno (2007), con Up in the air (2009) y ahora lo vuelve a hacer con Labor day (Aires de esperanza es el pésimo título con el cual entra a la cartelera local). Al igual que todos sus films, la grandeza recae en las magníficas interpretaciones, y en este estreno les toca lucirse a Kate Winslet y Josh Brolin, cada uno impecable en su papel. Él como el convicto duro pero que en realidad es un buen tipo, y ella como la madre soltera/ama de casa con problemas que necesita ser abrazada y salvada. Todo bajo los ojos Gattlin Griffith, a quien ya habíamos visto en algunos papeles pero acá es donde brilla como ese chico e hijo devoto atrapado entre dos mundos. La historia está perfectamente narrada y el guión tiene un par de subplots que se integran de maravilla con el conflicto central. Pero lo verdaderamente maravilloso es el final, de esos que uno desea pero que no cree que van a ocurrir por como se dieron las cosas y de repente la película pega un giro argumental (ya visto) muy efectivo (o efectista podrán decir algunos detractores) para cerrar con lágrimas las casi dos horas de duración. Tampoco hay que olvidarse de la fotografía muy amena que tiene la cinta, da la sensación de que se está viendo un viejo álbum de fotos pero sin estar gastado. Sin dudas es una gran película para los amantes de las buenas historias y de los personajes que pueden llegar al mismísimo corazón
¿Qué se puede esconder detrás de una tarta de durazno? Muchos podrán asegurar que algún secreto que haga especial su sabor, o que quizás el tiempo de cocción debe ser durante determinado lapso de minutos o tal vez que los duraznos deben ser escogidos con algún grado particular de maduración. Todas estas respuestas pueden ser correctas, pero sumaremos una más luego que en “Aires de Esperanza” (USA, 2014) Jason Reitman (“Juno”, “Yound Adult”, etc.) le otorgue un papel principal dentro de la compleja historia entre Adele (Kate Winslet), su hijo Henry (Gattlin Griffith) y un prófugo llamado Frank (Josh Brolin) que cambiará sus vidas radicalmente. Adele hace unos años que vive encerrada entre las paredes de su casa luego de ser abandonada por el padre de Henry (interpretado por Clark Gregg), y pese a los miles de intentos por parte del joven para que su madre salga adelante, sabe que hay algo en ella, relacionado a lo que el llama: “la pérdida del amor”. Entre comics y quehaceres domésticos Henry va conformando una teoría del mundo, como así también una posibilidad de entender aquello que los adultos que lo rodean no le pueden explicar y se hace cargo de su madre con toda la responsabilidad que ello implica. Detrás de ese esfuerzo hay algo que tiene muy en claro, el amor incondicional por su madre. Y sabe que por ella hará todo lo posible para que pueda salir adelante. Porque aún recuerda la alegría y el aura de felicidad que la envolvía. Un encuentro fortuito con Frank, en una de las únicas salidas mensuales que hacen juntos, hará que sus vidas cambien en 180 grados y que una tarea simple como puede ser la de preparar un pastel de durazno, en familia, tiene otra connotación. Porque Frank, más allá que es un preso que ha escapado del hospital en el que lo intervinieron de apendicitis y aprovechó un descuido de la custodia para escaparse, con el consentimiento de Henry y Adele se introducirá en la vivienda de ambos y sin siquiera dudarlo pondrá manos a las obra en todos aquellos pequeños detalles que la falta de un hombre y una figura paterna ha dejado, transformándolos y generándoles la añoranza de algo que puede ser mucho mejor que su realidad. Reitman escoge hablar de esta difícil relación entre secuestrados y secuestrador desde un lugar un tanto osado, el del amor, porque si bien otrora hemos asistido a películas que trabajaban con la temática, como por ejemplo “¡Atame!” (España, 1990), acá lo que se plantea es cómo una ausencia puede ser tan grande que al ser ocupada por alguien, ya no importa si es un reo, un asesino o un torturador, todo miedo puede desvanecerse y el volcarse hacia esa persona es lo que importa. Narrada con un tempo lento y la elección de planos cercanos acompasados por una banda sonora tradicional, que encuentra en los máximos momentos de tensión su poderío (bien podría obviarse, por ejemplo, para marcar escenas “lacrimógenas”), “Aires de esperanza” es una historia, que como pasa con la tarta, se cocina a fuego lento. La digresión llega de la mano del puzzle sobre el pasado de Frank, que deberemos armar a lo largo de todo el metraje y justamente con los flashbacks sucederá algo interesante, más que nada en relación a la afirmación de la empatía que uno llega a generar con el personaje de Frank, hasta el punto de no importarnos por qué estuvo preso, sino que nos interesa cómo acompaña ahora a Adele y Henry. “El mundo se volvió un lugar cruel” dice en un momento el niño en relación a su madre y cómo ella llegó al punto de no salir afuera. Todo el tiempo Reitman trabaja sobre esa dicotomía DENTRO/FUERA, exaltando la necesidad de la protección del “adentro” de su casa. A los protagonistas sólo les bastará un fin de semana para conocerse, el del Labor Day al que se hace alusión en el título original, y toda una vida para amarse. Conmovedora y con grandes actuaciones de Winslet y Brolin.
Jason Reitman es un gran director. Luce, fundamentalmente, en el género comedia ácida y lo recordamos por "Juno" y "Up in the air" (aunque mi favorita es "Thank you for smoking", desde ya), tiernas pero incisivas. Es ahí donde ha tenido sus grandes éxitos y donde mejor entiende la técnica para explotar al máximo a su elenco. Esta vez, decidió cambiar de registro y ofrecernos un drama romántico, más bien clásico, ambientado en los 60 y adaptado de la novela éxito del mismo nombre de Joyce Maynard. Kate Winslet es Adele, una mujer a quien su marido abandonó y vive con su único hijo varón, Henry (Gattlin Griffth) en una casa donde se siente la falta de un adulto varón. Su ex esposo, Gerald (Clark Gregg) formó una nueva familia (ensamblada) y está preocupada por la suerte de la mamá de su hijo: siente que ha caído en la depresión (no sale de su casa) y sólo se mantiene con la mensualidad que él le envía. Cierto día, mientras Adele y Henry están en un supermercado (su única salida del mes) reaprovisionando su casa (viven lejos del centro), se topan con un fugitivo: Frank (Josh Brolin), quien escapó de un hospital adonde había sido derivado por una apendicitis. Con una sentencia de 18 años por homicidio, aprovechó la oportunidad y se lanzó por la ventana en busca de su libertad. Forzados por el acoso policial, él se refugiará en su casa hasta que el peligro pase, esperando retomar la fuga. Pero en esa estadía, descubrirá que esa familia de dos, lastimada y que tiene serios problemas de superviviencia, podría funcionar de tres, en un nuevo espacio y con un proyecto distinto. "Labor day" hace referencia a un período de días hacia el fin del verano antes del reinicio de las clases para escolares. Son varios feriados en los que la acción transcurre en la casa de la familia, en una convivencia que al principio es forzada y luego se vuelve espontánea y placentera. Reitman guía con prestancia la cinta, pero el mayor inconveniente que resiente la acción, es la falta de química entre Winslet y Brolin. Para que el film cautivara, su romance debería ser menos anodino (la pasión brilla por su ausencia) y los acosos de la ley, quizás, más intensos. No hay en "Aires de esperanza" el estado de tensión que consume al espectador. Lo que transmite es una historia esquemática, de un vínculo entre dos seres necesitados que crece y se fortalece desde las palabras. Para destacar, la narración y breve aparición de Tobey Maguire como un Henry adulto, de lo mejor de "Aires de esperanza". Si lo tuyo es las salidas en pareja, se puede convertir en una buena alternativa. De lo contrario, la cartelera ofrece mejores propuestas hoy.
Evasión y amor Hay dos clases de historias de evadidos en busca de refugio. Están las de los que fugan en patota, tomando a sus anfitriones de rehenes. Caso paradigmático: Horas desesperadas (1955), donde Bogart y sus compinches aterraban a la familia americana encabezada por Fredric March. Cuando el que se evade lo hace solo, pasa otra cosa, del todo distinta. En primer lugar, va a parar a una casa donde vive una mujer, sola o eventualmente con algún hijo. Pero además, y esto es lo básico, después de los primeros temores, recelos y sospechas, el ama de casa y el evadido entablan alguna clase de relación erótica o amorosa. Es lo que sucedía, por ejemplo, en El evadido (La veuve Couderc, 1971), donde sobre novela original de Georges Simenon, Alain Delon le caía del cielo a una Simone Signoret ya bastante veterana. Basada en una novela de Joyce Maynard, Aires de esperanza pertenece a esta segunda categoría. Un día de 1987, Frank Chambers (Josh Brolin, siempre con gesto bronco) se aparece con una herida en el estómago ante Adele (Kate Winslet, tan sublime y tan rotunda como de costumbre) y su hijo Henry (Gattlin Griffith). Darle alojamiento en la algo derruida granja suena a una de esas ofertas que no pueden rechazarse. “Creo que lo que deprimía a mamá no era tanto la separación como la certeza de que no volvería a enamorarse”, recuerda Henry, en off, varias décadas más tarde. Más que deprimida, Adele parece estar sufriendo un ataque de pánico hecho y derecho: cuando sale de casa le tiemblan las manos, se sube al auto y se queda inmóvil frente al volante. Hijo único, Henry es su sostén, el que siempre está a su lado para ayudarla. Prefiere eso, antes que vivir con su estereotípico padre (Clark Gregg, conocido por la serie The New Adventures of the Old Christine) y su nueva familia. En el papel de Henry, Gattlin Griffith es todo ojos. No porque los tenga particularmente bonitos, sino que son tan expresivos como el sudor que le hace brillar la frente, un poco por el calor de la zona y otro poco por el de la adolescencia. Henry, y sobre todo sus ojos, son, más que el punto de vista de la película, una película dentro de ella. Una película más intensa, más regular, más confiable. No es que Labor Day (título original, que remite al fin de semana en el que transcurre todo) esté mal. En su tramo más parejo –los dos primeros tercios– es un sólido drama convencional. Algo así como una versión menor de Un mundo perfecto y Los puentes de Madison. Pero allí aparecen ya, como indicios de un virus, los primeros flashbacks de una serie que se irá desplegando en el curso del relato, y que tiende a justificar el crimen de Chambers. Justificación que orilla peligrosamente la de la violencia de género. Sobre el final la cosa vira a cierto suspenso (marcado por las dos trilladísimas notas de ese modo dramático) y después del final vienen varios finales más, a cual más tranquilizador y conformista. No hay duda de que Aires de esperanza es el film más convencional de Jason Reitman, realizador de Gracias por fumar, La joven vida de Juno y Amor sin escalas, quien depositó las dosis previas de bilis en un único personaje (una noviecita de Henry, encantadora maquinita de calcular), reservándose en lugar de ello un poco de sequedad y otro poco de sacarina.
Novela cursi salvada por sus actores Si no fuera por una muerte violenta, una depresión aguda y un secuestro en el centro del relato, Aires de esperanza podría ser un cuento de hadas o el argumento de una novela rosa de ésas que ya ni siquiera se producen para las tardes televisivas. Nada de lo que sucede en pantalla a partir del momento en que el dúo de madre agorafóbica e hijo adolescente sobreadaptado se cruzan con un fugitivo de la Justicia resulta creíble o tiene siquiera atisbos de realismo, aunque el director Jason Reitman tampoco se anima a desarrollar su film como una fantasía. Si así lo hiciera, al menos el confundido tono de su historia tendría alguna justificación. Lo cierto es que el realizador de muy interesantes películas como La joven vida de Juno, Gracias por fumar, Amor sin escalas y Young Adult aparentemente agotó su provisión de humor irónico y cinismo en aquellas películas y para ésta sólo pudo cargar las tintas de una cursilería que siempre había esquivado. Adaptada de una novela de Joyce Maynard, la historia de Aires de esperanza transcurre en 1987, en un pueblo donde todo el mundo se conoce y todo el mundo sabe que Adele no sale mucho -casi nada-, de su casa y que su hijo Henry se ocupa de ayudarla en sus esporádicas excursiones. El chico, un adolescente entre asustado y preocupado por la evidente depresión de su mamá, es el responsable de relatar los eventos que cambiarán para siempre su vida cuando Frank, un hombre preso por asesinar a su esposa, escape y se cruce en el camino de ambos. A partir de ese encuentro, lo que parecía ser otro cuento sobre adolescentes aprendiendo a vivir y adultos creciendo junto a ellos vira a ensoñación romántica sostenida por un personaje que podría ser un príncipe azul, si los príncipes azules pasaran 18 años en la cárcel y se escaparan con unas ganas terribles de jugar a la casita con una mujer depresiva y su hijo. Todo es bastante absurdo y la búsqueda de metáforas es demasiado forzada; sin embargo, el film cuenta con una ventaja que compensa muchas-no todas- sus fallas. Se trata de Kate Winslet, una actriz capaz de darle vida hasta al más esquemático y plano de los personajes. Una intérprete que con una mirada, un suspiro y esa belleza tan real consigue hacer algo más creíble la relación que se establece entre su personaje y el Frank que juega Josh Brolin, quien también logra defender a su criatura. Con mucho carisma, el actor hasta consigue otorgarle cierto aire de amenaza que el guión apenas insinúa, pero nunca se anima a desarrollar, al transformarlo en un amo de casa repleto de frases entre tranquilizadoras y seductoras que resultan más incómodas que otra cosa.
Para amantes del melodrama Jason Reitman, hijo de Ivan "Los cazafantasmas" Reitman y director de películas como "Amor sin escalas", ofrece algo que está a mitad de camino entre el policial y el drama romántico, aunque por momentos el espectador podria definirlo como un pesadísimo dramón. Kate Winslet es una madre deprimida luego de la pérdida de varios embarazos y el abandono de su marido, que vive con su hijo preadolescente. Casi sin ejercer violencia, un presidiario recién escapado de la cárcel y que está lastimado en una pierna consigue refugiarse en la casa de la protagonista. Y lo que en principio es una relación tensa y una breve estadía hasta una fuga nocturna, se convierte en el más dulce de los romances a lo largo del fin de semana largo de feriado del Día del Trabajo (a eso se refiere el título original, que no menciona aires de ningún tipo). La escena del encuentro entre el convicto fugitivo con la madre y el hijo en un supermercado es lo menos creíble del film, y tal vez el único momento en el que Kate Winslet no puede con su papel. Toda la situación está muy bien manejada por el talentoso Josh Brolin, que en verdad domina casi toda la película, en parte debido a que su personaje es el que va marcando la acción. Esta es del tipo de película a la que no hay que ir a ver sin haber comido algo, ya que sobre todo en la primera mitad provoca mucha hambre. Es que ni bien llega a la casa, el preso se pone a hacer todo tipo de quehaceres, incluyendo un guiso de carne que parece de lo más apetitoso, y luego un acto entero está dedicado minuciosamente a una receta de pastel de durazno que también parece realmente delicioso y que juega un rol esencial en la historia. Sin embargo los encuentros románticos entre Winslet y Brolin suceden en off, lo que le quita un poco de sal y pimienta al asunto, aunque es entendible dado que todo está contado desde el punto de vista del chico (que luego crece y se convierte en Tobey Maguire, el Hombre araña de Sam Raimi). Sólo al final el film retoma su carácter de thriller con un par de escenas de suspenso. Lamentablemente la película se alarga innecesariamente con varios aparentes epílogos que se suceden uno tras otro hasta un final muy poco verosímil. Sin embargo, las buenas actuaciones y el rigor formal ayudan a que se deje ver, sobre todo si se es fan del melodrama.
Entre erotismo y gastronomía Con algunos momentos de tensión y poco suspenso, correcta en sus planos formales y atractiva la música, "Aires de esperanza" despierta un mediano interés. Todo está contado desde el punto de vista de Henry (Gattlin Griffith), un chico de trece años preocupado por la depresión de su madre Adele (Kate Winslet), hace poco abandonada por su padre. El encuentro con un hombre herido poco después de salir del supermercado, en un feriado -por el Día del Trabajo-, que luego se descubre como prófugo, con asesinato en un pasado más o menos reciente, cambia la historia que se supone podría haberse enfilado hacia la melancolía. Frank Chambers (Josh Brolin) necesita quedarse unos días en la casa de Adele, porque está herido, luego de haberse escapado del hospital. Su convivencia con la mujer joven y el chico adolescente parece producir una mayor serenidad y entre ayudas en las tareas domésticas y arreglos varios, la unión se consolida. ALGO CONVENCIONAL El director de "La joven vida de Juno", Jason Reitman, elige una historia poco verosímil que solamente se mantiene por la profesionalidad de sus intérpretes, la notable Kate Winslet, el niño Gattlin Griffith y Josh Brolin. La historia abunda en flashbacks no siempre ubicados en el mejor de los momentos y el melodrama toma un tono convencional y momentos gastronómicos, con alguna reminiscencia hacia la recordada "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel, en la relación entre erotismo y gastronomía. Con algunos momentos de tensión y poco suspenso, correcta en sus planos formales y atractiva la música, "Aires de esperanza" despierta un mediano interés.
Un emocionante drama de tono intimista, que el interesante realizador JASON REITMAN filma con indudable influencia de cineastas clásicos de los ochentas como Spielberg, Reiner o Clint Eastwood (imposible no pensar en LOS PUENTES DE MADISON). Una película sobre segundas oportunidades, profunda y con actuaciones sobresalientes, sobre todo de KATE WINSLET en su papel de “Madre coraje” apelando a todo su histrionismo y carga emocional. Sin golpes bajos, entretenida y perfecta en todos sus rubros técnicos, es un filme que atrapa y golpea directo al corazón de los espectadores.
Una visita inesperada En el verano de 1987, Adele (Kate Winslet) se encuentra viviendo con su hijo Henry (Gattlin Griffith) de trece años, ya que su esposo la ha abandonado y tiene ahora una nueva familia. A causa de este abandono Adele sufre una profunda depresión, por lo que su hijo trata de contenerla y ocuparse del hogar. En una de las pocas salidas que madre e hijo hacen para ir al supermercado, son abordados por un extraño. No tardan mucho en enterarse que el sujeto(Josh Brolin) que los ha forzado a llevarlo en su auto y esconderse en su casa es un preso que se ha fugado, y la policía ya está tras él. Entre sorprendidos y asustados, madre e hijo solo se limitan a hacer lo que este extraño llamado Frank les dice. Él no ejerce violencia sobre ellos, solo desea esconderse en su casa, hasta poder escapar. Al ser un fin de semana largo, debido al 4 de Julio, en la calle no hay demasiado movimiento, y para no ser encontrado fácilmente, decide refugiarse en la casa, hasta que el lunes todo vuelva a la normalidad y pueda escapar. Frank no parece ser una persona peligrosa, como lo describen en las noticias, más bien todo lo contrario. Durante esa convivencia forzada se convierte en el hombre de la casa; cocina, hace arreglos y es la figura fuerte y contenedora que madre e hijo necesitaban. Tanto Adele como Frank tienen un pasado lleno de tristezas, con sus momentos difíciles, por eso no tardan en conectarse y un fuerte vinculo surge entre ellos. Mientras por un lado parece estar formándose una hermosa familia, por el otro la policía parece estar cada vez más cerca, la tensión crece a cada minuto, y la historia resulta en una mezcla de suspenso y romance. Si bien la película atrapa desde el comienzo por el modo en que está narrada, por momentos cae en ciertos tonos melosos, y pocos creíbles, pero gracias al trabajo de sus protagonistas, ambas actuaciones son excelentes, el resultado es muy bueno y el final, muy optimista.
Un film que tiene problemas. Jason Reitman da un paso en falso en relación a sus otras películas (“La joven vida de juno”, “Amor sin escalas”). La historia del encuentro entre una mujer abandonada, víctima de sus depresiones y ataques de pánico, que vive con su hijo adolescente y un prófugo de la justicia, avanza en carriles románticos forzados. Tiene una enorme ventaja: el gran trabajo de Kate Winslet que le pone toda la capa de matices a su personaje y el sólido Josh Brolin.PUEDE ANDAR (##)
“AIRES DE ESPERANZA”: DON DRAMÓN ¿Rearmar nuestra vida? ¿Es acaso esto posible? Adele (Kate Winslet) y Henry (Gattlin Griffith) viven preguntándose esto todos los días, sufriendo una soledad inusual para dos personas que están juntos permanentemente. Madre e hijo se mimetizan en una misma situación producto de la depresión que afecta a la mujer por las dificultades que tuvo para quedar embarazada y que terminaron con su matrimonio. Sin embargo, lo que cada semana era una rutinaria visita al supermercado termina con la previsibilidad de sus vidas al encontrarse con un preso que logra escapar de la policía. Ocultándolo en su casa, lo que comienza siendo un lugar donde resguardarse se convierte en el nuevo hogar de Frank Chambers, protagonizado por Josh Brolin (Men in Black III y Gangster Squad), que casi pasa a ser un integrante más de la familia. El miedo que en un principio irradia como cualquier criminal, día a día se va perdiendo al mostrarse amable sin llegar a ser nunca una amenaza real. Frank limpia, cocina, arregla, juega y cuida de Henry y Adele; haciendo que la tensión producida por el encuentro inicial se vaya diluyendo en tan solo un par de días. Luego de un fin de semana que transitan los tres juntos, Adele y Frank planean irse a vivir a Canadá con el hijo de ella y quien queda más expuesto es éste último estando a punto de comenzar un nuevo año escolar y con un padre biológico que apenas aparece. Protagonizada por estos dos reconocidos actores que con sus actuaciones hacen de la historia un verdadero drama, a lo largo de los 111 minutos de duración se cuentan los distintos caminos de la vida de tres personas totalmente diferentes, con sufrimientos dispares y que cada uno experimenta lo que le sucede de una forma especial. Dirigida por Jason Reitman, el largometraje retrata a un asesino particular, a una madre sin rumbo y a un hijo sin elección. La relación de estás vidas paralelas que se mezclan y se afectan mutuamente es lo que este film trata de mostrar con gran detalle, volviéndose por momentos un poco lento ante la confusión que pueden generar las primeras escenas sobre cada protagonista por separado. Si bien esta desorientación inicial desaparece con los minutos, la irreal amabilidad en la vida de un preso, la rápida confianza que este inspira y la normalidad con que a veces el chico toma las cosas van en contra del relato que parece dejar aires de esperanza sólo para algunos o permitiendo que se piense que alguien puede no necesitarlos, sin dejar de ser una historia bien contada que mantiene al espectador esperando saber más.
Un amor para toda la vida El tráiler de Aires de esperanza parecía preanunciar una certeza con gusto a desazón: Jason Reitman negoció la frescura, sinceridad y liviandad de gran parte de su obra previa para convertirse en un director “serio”, capaz de hablar de asuntos graves como el amor, la soledad y la maternidad con un tono ídem. Al fin y al cabo, se trataba de una historia de personajes quebrados y derruidos por sus propias circunstancias (una mujer depresiva, abandonada por su marido y a cargo del hijo de ambos; un reo en fuga encarcelado años ha por un crimen culposo, esto dicho en el sentido más legalista del término) más cercana al indie estadounidense habitualmente premiado en el Festival de Sundance que a las que hasta ahora venía desarrollando el realizador en La joven vida de Juno y Jóvenes adultos. Y algo de eso hay, ya que el primer viraje notorio de este film respecto a los anteriores de Reitman es la elección de tono mucho más serio, salvaguardado en parte por la adopción del punto de vista de Henry, el menor de los protagonistas. Lo que muestra que, en el fondo, Reitman sigue siendo Reitman y nada mejor que la inocencia para resguardarse de los avatares de la vida adulta (en ese sentido, es paradigmática la encarnación de una figura romántica en la aparición de una nena con el desparpajo de una “mini” Juno). Herny verá con ojos asombrados cómo su madre (Kate Winslet) empieza un romance tan intenso como repentino con Frank (Josh Brolin), un preso recientemente fugado y buscado por la policía al que alojan, inicialmente por la fuerza, en la casa de familia, convirtiéndose así en una figura paterna para él y masculina para ella. La fórmula suena a caramelo, sí, pero Aires de esperanza no es el melodrama lacrimógeno que podría haber sido porque Reitman revela una faceta hasta ahora no del todo lucida, como es su enorme capacidad para la narración. En ese sentido, el film avanza con una seguridad y tersidad digna del clasisismo del mejor Eastwood, remitiendo, al menos en sus mejores momentos, a esa madre de todas las historia de amores furibundos e imperecederos que es Los puentes de Madison. Los problemas del film empiezan sobre su última media hora, cuando Reitman confunde el cuidado narrativo con la necesidad de clausurar y sobrexplicar todas sus aristas, incluyendo, además, una dudosa capacidad para poner en tela de juicio las razones del asesinato de Frank. Así y todo, Aires de esperanza es un quiebre dentro de filmografía del que, a pesar de todo, sigue siendo uno de los directores más interesantes de su generación.
El lugar vacante El director de La joven vida de Juno (Juno, 2007) y Amor sin escalas (Up in the air, 2009) se embarca en un film distinto, donde el misterio y la tensión son fundamentales en el relato, aunque no por ello novedoso. Aires de esperanza (Labor Day, 2014) cuenta la historia de una madre (Kate Winslet) y su hijo (Dylan Minnette) quienes viven aislados en un pequeño pueblo sureño luego de que el padre de familia los abandonara. Por esas cosas del destino –y de la película- aparece Frank (Josh Brolin) un preso que acaba de escapar de prisión y para ocultarse se inmiscuye en la vida privada de ellos. Lo que parece un problema termina siendo una solución: la madre tiene al hombre que necesita y el niño al padre que lo guíe. Pero tarde o temprano la policía golpeará la puerta. Si uno ve el trailer de Aires de esperanza ya adivina el final de la película. Incluso detecta el tono melodramático pasional que desarrolla. Pero sin embargo el film sorprende, no argumentalmente, sino a nivel tratamiento del relato. El director Jason Reitman busca por todos los medios de darle un trato sensorial al asunto, es decir, prioriza trasmitir sensaciones, y no siempre de amor o paternales, sino sensaciones propias de un film de suspenso con una utilización del sonido puntillosa para dimensionar cada momento con detalle. Así la película se lleva su mejor parte en la elaboración de climas y atmósferas angustiantes, calurosas y densas, donde la desconfianza y la incertidumbre deambulan en el ambiente. El otro recurso interesante del film es centrar el relato en el punto de vista del chico, ya utilizado por el director en La joven vida de Juno. En esta oportunidad busca salirse de la historia de amor convencional y construir una fantasía adolescente, idealizando al personaje de Frank, y mostrando la falta de protección que sufría su madre. La película logra con este procedimiento convertirse en una fábula de aprendizaje tamizada por los recuerdos de juventud. De cierta forma, Aires de esperanza encuentra sus semejanzas con la película de Clint Eastwood Un mundo perfecto (A Perfect World, 1993), otro relato sobre un presidiario en fuga que asume el rol de padre con el pequeño en apariencia secuestrado. Si a la historia de Un mundo perfecto la traicionaba su destino de tragedia, a Aires de esperanza le sucede lo mismo pero con el melodrama redentor. Tal es así que el film no termina de redondear un producto conciso, cayendo sobre el final en los lugares comunes que tanto intentó eludir.
A pesar de ciertos excesos melodramáticos, el último titulo de Jason Reitman mantiene el mismo nivel que sus anteriores trabajos. Jason Reitman es, a mi entender, uno de los realizadores más inteligentes trabajando actualmente. Todas sus películas son narradas con mucho tino, sacándole todo el jugo posible a todas y cada una de las herramientas que tiene para ofrecer el arte cinematográfico, y abarcando (haya escrito o no el guion) temas complejos con mucha sensibilidad. Aunque Aires de Esperanza está lejos de alcanzar la solidez de sus títulos más logrados, es una obra muy bien narrada. ¿Cómo está en el papel? Adele Wheeler es una madre soltera que vive con su hijo de 13 años, Henry. Un día cuando van a comprar ropa, se cruzan con Frank, un convicto que escapo de la cárcel, donde purgaba una condena por homicidio. Este los obliga a llevarlo a su casa para esconderse de la policía por un tiempo. Durante ese tiempo, casi sin darse cuenta y a pesar de tener a la policía comiéndole los talones, empiezan a ser la familia que los tres necesitaban. Paralelamente, también descubrimos, lenta pero seguramente, porque Frank termino en la cárcel. Aunque la película abarca bastante el tema de la sexualidad como sensación, donde se atreve a ahondar es en el rol de la misma como generadora de descendencia, y como el deseo de la misma con tanto afán –al igual que la frustración de ese deseo– puede destruir relaciones y matrimonios, por no decir una herida psicológica difícil de sanar. El guion tiene la inteligencia de encararlo narrativamente, en su mayoría, desde el punto de vista del jovencito que realiza un rito de maduración entre la sugerida historia de amor entre su madre y el ex-convicto, y digo sugerida porque las manifestaciones afectivas entre ambos no surgen sino hasta que se acerca el desenlace; hasta entonces las percibimos todas desde el plano sonoro del punto de vista de Henry, y hasta adquieren más credibilidad de esa manera que cuando Reitman decide materializarlas ante los ojos del espectador. Si bien la peli comete ciertos excesos melodramáticos (a un paso del golpe bajo), mantiene mucho gancho en las subtramas; en particular la de Frank, de quien Reitman esparce solo lo justo y necesario para que nos quedemos hasta el final y sepamos el por qué de su situación. ¿Cómo está en la pantalla? Por el costado actoral Kate Winslet, como es de esperarse, es lo más alto a nivel interpretativo que tiene para ofrecer la película, aunque se debe destacar que Josh Brolin no se queda para nada atrás. El nivel técnico de la película es impecable en todos los rubros: Fotografía con ricas composiciones y utilización de los colores, un montaje estratégico y una utilización del sonido como pocas veces se ve. Párrafo aparte merece la dirección de arte que está plagada de guiños cinéfilos ochenteros. Conclusión Aires de Esperanza es un film muy bien narrado y muy bien actuado. Consigue enganchar al espectador con su conflicto y con las emociones de sus personajes; a pesar de que por momentos ese melodrama le juegue más en contra que a favor. Lo concreto es que estamos ante una película que aunque no tenga destino de clásico, tiene una realización que es de destacar.
Caso atípico el de Jason Reitman: de haber realizado algunas de las películas independientes más interesantes de los últimos tiempos (Juno, Up In The Air) evitando todo tipo de clichés y golpes bajos en el género dramático, pasó a realizar un film completamente opuesto, que abunda en lugares comunes y cursilerías. Por momentos, la melancolía y el lirismo de los personajes resulta tan forzada que desemboca en situaciones risibles, de esas que, de no ser por el tono pretendidamente serio de la película, uno podría jurar que pertenecen a una parodia. El título original del film es Labors Day (o sea, Día del Trabajador, cuyo feriado resulta funcional y clave para el argumento de la película) pero por una vez la intepretación al español termina siendo más acorde a la trama: Aires de Esperanza, título que, sin duda, podría pertenecer a cualquier telenovela de las 2 de la tarde. Ahí radica pues el mayor problema del guión de Reitman: la historia es la fantasía de cualquier ama de casa soltera y aburrida, donde un príncipe azul -oculto tras el disfraz de un reo- aparece de la nada, enamora a la protagonista, y le promete un cambio de vida. Aquí la triste ama de casa es Kate Winslet, divorciada con un serio trastorno depresivo y un hijo que la cuida de sí misma, y el reo es Josh Brolin, un convicto que acaba de escapar de la cárcel y se refugia bajo el techo de esta familia desmembrada. Una tacita de café, masajes, recetas mágicas con sabor a dulzura, y así una cosa lleva a la otra, y el amor florece donde ya no parecía haber tierra fértil. Diálogos como "no puedo darte una familia" (ella) y "ya me la diste" (él), empalagan el resto de la película. Sin embargo, no todo es un desperdicio: la labor de dos grandes actores como Brolin y Winslet, con la indudable química que hay entre ellos, ayuda a salvar -en buena parte- a la película del olvido, mientras que la fotografía de Eric Steelberg (habitual colaborador de Reitman) es impecable en sus tonalidades marrones, pueblerinas, pintando por momentos paisajes que parecen salidos de un pictórico gótico americano. No se entiende el momento en que el realizador de Young Adult perdió el rumbo y se refugió en un hogar de lugares comunes, ni porqué quedó tan asombrado por el poder metafórico (y obvio) de una torta de duraznos, y es por eso que Labor Day queda como un traspie en una filmografía no perfecta, pero sí hasta ahora más interesante que la de muchos de sus colegas contemporáneos. Con algo de suerte, este film será apenas un tropiezo y no caída, pero para saberlo habrá que esperar los próximos dos años, en los cuales el director estrenará sus dos nuevas películas. Habrá que hacer de cuenta (y no será difícil) que aquí no vimos nada.
Del melodrama policial al romanticismo Jason Reitman, el mismo director de La joven vida de Juno (Juno) y Amor sin escalas (Up in the Air) no parece tener suerte con las traducciones de sus títulos, y así es como Labor Day (Día del Trabajo) se estrena aquí como Aires de esperanza. Absurda traducción, obvia en su significado y hasta con opinión acerca de lo que el espectador va a ver. Pero por suerte las películas son más que eso. Aquí, Reitman –hijo del famoso director Ivan Reitman, recordemos– cuenta la historia de Adele (Kate Winslet, siempre poderosa, siempre impecable) una mujer deprimida, aislada de la vida que vive junto con su hijo adolescente. Frente a ellos aparece un fugitivo de la justicia (Josh Brolin, un gran actor recuperado) quien estaba preso por haber asesinado a su esposa. La tensión de la película va entre el policial y el melodrama, pero busca abrirse paso hacia un drama romántico. La combinación de todo esto no siempre da el mejor resultado, pero el talento actoral y el oficio del director consiguen que las cosas se encaminen. En muchos aspectos, eso sí, la película está algo lejos del humor irónico que Reitman trabajó en otras oportunidades. O tal vez aquí hace más evidente lo anunciado desde siempre en su filmografía, y que Reitman no es un director cínico y que de hecho muchos de sus personajes terminan descubriendo que el cinismo es, justamente un callejón sin salida. Rara historia eligió para manifestar abiertamente esta idea, pero tampoco se le puede acusar de haberse traicionado a sí mismo. Quedará para el debate cierta ambigüedad ideológica o posibles contradicciones, pero justamente son material debatible por lo ambiguo. Aquellos que por el contrario renieguen de lo cursi, es posible que no se sientan a gusto con este relato, un relato que tiene sus vueltas de tuerca, sus idas y venidas, pero que sin embargo da un saldo positivo debido a que hay convicción en la forma en que la película se cuenta, así como también existe esa misma convicción en los actores, no solo la pareja protagónica, sino también el pequeño actor (Gattlin Griffith), que observa el mundo que lo rodea con la misma esperanza y angustia con la que seguramente el director quiso que nosotros observáramos su film.
Basada en una novela, el director Jason Reitman logra adaptarla para el cine, con algunos aciertos parciales. Pero finalmente el aire de novela se impone. Jason Reitman, hijo del célebre cazafantasmas Ivan Reitman, pisó con peso propio cuando realizó La joven vida de Juno, una comedia dramática desde el punto de vista de una adolescente embarazada. En Aires de esperanza, retoma la mirada de un chico adolescente, para contar los acontecimientos que le sucedieron a él, Henry, (Gattlin Griffith) y a su madre Adele (Kate Winslet) durante cinco días de feriado por el día del trabajador. Estando en el supermercado son “secuestrados” de manera muy educada por Frank, un hombre herido que escapó de la cárcel (Josh Brolin), con quien terminan estableciendo un estrecho vínculo afectivo. Más allá de la actuación de Winslet, quien ya nos tiene acostumbrados a su estilo camaléonico (desde una joven de clase alta en Titanic, hasta una mujer rebelde en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, pasando por un tempano de hielo en El lector), Reitman comete el buen tino de alterar sutilmente la narración clásica de una novela, al introducir ciertos flashback que parecen no tener relación con el presente narrativo del film. De este modo genera buenos climas de tensión en un film que, por lo demás, es bastante intrascedente. Brolin, quien desde hace unos años trabaja con directores aclamados (los hermanos Coen en Sin lugar para los débiles y Woody Allen en Conocerás al hombre de tus sueños) no es un gran actor, pero su imagen corpulenta es un interesante contrapunto con el bonachón que construye, y hace dudar al espectador (enfatizado por estos flashback) de sus verdaderas intenciones. Otro guiño bien llevado a la pantalla por su sutileza es la relación con la comida: Frank conquista a la depresiva Adele dándole de comer en la boca y realizando tartas de durazno, mientras que Henry conoce a la primer chica que le interesa en un supermercado mientras hace las compras. Así, el alimento se transforma en una metáfora de otros nutrientes esenciales en la vida de una persona, como lo es el amor y la sexualidad. Después de todo, el film está contado desde el punto de vista de un adolescente, quien encuentra en este extraño un rol paterno para él y un rol de marido para su madre, dando cuenta de un vacío de amor y sexualidad en sus vidas.
La posibilidad del amor En un cambio llamativo de perfil estilístico, el realizador Jason Reitman deja atrás la comedia inteligente con toques sarcásticos y chispeantes, con los que desdramatizaba temáticas a veces hondas y complejas, para abordar aquí un drama con todas las letras. Aires de esperanza es un film con ingredientes sentimentales y románticos básicamente arduo en su trama y que busca activar resortes emotivos. Y en el tramo final, especialmente, llega a lograrlo, además de incluir algunos trazos de suspenso. El director de las magníficas La joven vida de Juno y Amor sin escalas hace un brusco rebaje en su carrera y apuesta a la posibilidad de que un amor inesperado entre como un aluvión en las vidas de dos (o tres) personas, pese a los indudables reparos, peligros y desencuentros que traerá aparejado ese vínculo. Porque una joven madre y su hijo se cruzarán con un fugitivo criminal que los forzará a que le brinden ayuda y escondite. A partir de allí, en ese fin de semana largo en el que se celebra el Día del Trabajo, se producirá un encuentro profundo e insólitamente perdurable entre esos tres seres. El film cuenta bien una historia que podría ser difícil de creer, sin llegar a ser una gran película pero aportando momentos logrados y emotivos. Las notables labores de Kate Winslet, Josh Brolin y el niño Gattlin Griffith sostienen dramáticamente su frágil estructura.
Cuando el mundo se torna cruel Depresión, soledad, desesperanza y una profunda tristeza invade la vida de Adele (Kate Winslet), una madre soltera que vive con su hijo Henry en una antigua casa de un pueblo en donde todos se conocen y nada ni nadie pasa desapercibido. Pero todo cambia cuando deciden refugiar a Frank (Josh Brolin), un asesino que se fugó de la cárcel. A partir de este suceso, las vidas de madre e hijo comienzan a vislumbrar un haz de luz, al sentir que se acercan a formar la familia que tanto anhelan. Profunda e intrigante, "Aires de esperanza" es un filme que indaga en las desgracias y posibilidades del ser humano. El director Jason Reitman ("Juno") mantiene un ritmo narrativo en el que no cesa el suspenso, haciendo del final, una pieza indescifrable. En cuanto al papel de Winslet, la actriz luce su talento demostrando que es capaz de transmitir todo con una mirada, una sonrisa y su belleza real, carente de excentricidades. Una película que vale la pena ver y que demuestra que cuando el mundo se vuelve muy cruel, es necesario focalizar en la belleza de los actos simples y cotidianos de los que el ser humano es capaz.
Trascendiendo esquemas A veces la mano de un realizador y su habilidad narrativa pueden verse en sus productos más medianos, aquellos donde el grito autoral no aparece en cada plano buscando una confirmación de su identidad. Si bien estas últimas son las obras definitivas, el legado por el cual serán recordados, es en las obras pequeñas donde a menudo el molde es un esquema ya transitado innumerables veces en el que las libertades están sujetas a un material genérico donde la narración visual fluirá para marcar la diferencia. La mano de un director se nota y pienso, por hablar de casos recientes, en genialidades como El fantástico Sr. Fox, de Wes Anderson, o Minority report-Sentencia previa, de Steven Spielberg, e incluso casos de directores que tienen grandes altibajos, como Ron Howard haciendo joyas como Rush-pasión y gloria. Probablemente no sean los trabajos más representativos de estos directores, pero tienen su impronta y marcan la diferencia. En este caso hablamos de Jason Reitman, director que ya se ha confirmado como uno de los narradores más talentosos de Hollywood, siendo su obra más representativa La joven vida de Juno. Todo este preámbulo es para decir lo siguiente: en Aires de esperanza no estamos ante el mejor Reitman, la novela de Joyce Manard en la que está basada forma un esquema de melodrama del cual los personajes a menudo parecen idealizaciones sin un sustrato humano, cualidad que se nota principalmente en el Frank de Josh Brolin. Pero, y esto es lo maravilloso del cine cuando hay alguien talentoso tras la cámara, ese mismo Frank es quien también logra secuencias de tensión junto a una formidable Kate Winslet que merece un párrafo aparte. Si hay alguien más que sostiene está película, además del realizador, para no hacerla un melodrama a-lo-Hallmark es ella, Winslet, y su personaje, Adele. Lo que amagaba a ser un trabajo donde veríamos nuevamente un registro poco amplio como el de El lector, termina siendo algo mucho más interesante, manteniendo la tensión erótica que respira cada plano y el relato, personificando la sexualidad femenina como algo celebratorio que se opone a la oscuridad inicial. Lo de Winslet es otorgar credibilidad al mapa completo de una mujer, como pocas veces se ha visto en un melodrama de estas características. Pero hablábamos del talento de Reitman, que creo que puede verse confirmado en al menos dos secuencias. La primera es la tensión que se mantiene con fluidez en cada momento del secuestro inicial de los personajes de Adele y su hijo Henry, interpretado en la mayoría del metraje por Gattlin Griffith. Reitman hace hincapié en el tacto, en los primeros planos, en el detalle de las acciones, para dar a entender el subtexto de lo que ocurre. La continuidad y la afirmación de esa relación inicialmente turbulenta muestran un trabajo de dirección, actuación y edición fresco que nos permite apreciar con credibilidad lo que está ocurriendo. En otro momento Henry decide ir a lo de su padre para entregarle una carta donde le indicaba que se iría a Canadá con su madre y Frank. En la vuelta escuchamos cómo el coche de policía se aproxima con un plano que se mantiene con el cartel de buscado en el centro del plano, con el policía sobre la derecha y el niño sobre la izquierda intentando parecer poco sospechoso. ¿Qué es lo maravilloso de esto?: que la secuencia anuncia inevitablemente lo que sucederá, el tono de epifanía recorre cada segundo de este plano sostenido. Lamentablemente esta habilidad no se traduce en la desafortunada elipsis, donde intentan cerrarse varios cabos para darnos un happy ending un tanto forzado que termina de confirmar que, después de todo, lo que vimos es un melodrama. Interesante por segmentos, Aires de esperanza confirma la habilidad de Reitman a pesar de tratarse de una película cuya estructura no es del todo sólida.
Una mujer recién divorciada vive con su hijo adolescente y sus vidas cambian cuando un fugitivo irrumpe en sus vidas. Todo comienza en 1987, con un relato en off del joven Henry (Gattlin Griffith/Adulto Tobey Maguire) que vive con su madre Adele (Kate Winslet) en un pequeño pueblo, donde todos se conocen y saben del otro. Ella sigue mal por la separación con su marido, se fue a vivir con su secretaria, y formo otra familia, ahora Adele vive con su hijo quien la cuida y está preocupado por los estados depresivos de su madre, siempre intenta alegrarla con algún gesto, sus vidas son monótonas y rutinarias y todo se va envolviendo en un ambiente con colores suaves dándole cierta nostalgia y exaltando la soledad. Un día que Adele y Henry están comprando en el supermercado, se encuentran con un hombre misterioso (Josh Brolin), herido y que dice haberse caído, toma a Henry de los hombros y por la fuerza exige a ambos que lo escondan en su casa por unos días, una vez allí se enteran lo que era casi evidente, es un preso que acaba de fugarse, tiene una condena por asesinato de 18 años, dicen que es peligroso y lo están buscando. Mientras se encuentra en la casa, la limpia, realiza algunos arreglos, prepara la comida, les enseña a jugar al baseball, prepara un pastel, entre otras actividades, en fin termina seduciendo a ambos. Adele se siente más animada, Henry ve a su madre más feliz y ambos en tan solo tres días se sienten felices con este fugitivo, tal punto que comienzan a sentir algo más. A medida que se desarrolla la historia se va conociendo el pasado de cada uno de ellos, todo a través de una serie de flashbacks, contiene toques melodramáticos, es una historia de amor de personas quebradas, narrativamente intenta tener algunos puntos de coincidencia con “Los puentes de Madison” (pero aquella es superior), una fotografía estupenda, habla de las relaciones humanas y del amor de un hijo con su madre, tiene suspenso y tensión, las actuaciones son muy buenas sobre todo la de la excelente Kate Winslet, quien tiene mucho oficio. Contiene momentos emotivos al estilo telenovela de la tarde, pero dentro de su desarrollo tiene puntos poco creíbles, caen en lugares comunes. A este fugitivo se lo ve desarrollando distintas actividades en la casa, la cara de Frank sale en la televisión y volantes pegados por los arboles, cuidan Barry (Micah Fowler) un niño con retraso de la vecina Evelyn (Brooke Smith), Mr. Jervis (J.K. Simmons) un vecino que no sospecha; es algo absurda y un final que puede resultar para la polémica.
Es la historia de Adele (Kate Winslet), una madre divorciada que crió sola a su hijo, que está atravesando una crisis depresiva luego de que su marido la haya abandonado por la secretaria. Hasta ahí parece ser el típico caso de divorcio, pero todo cambia cuando ella y su hijo Henry (Gattlin Griffith) conocen en un supermercado a Frank (Josh Brolin), un convicto recientemente escapado del hospital al que fue llevado para ser operado, y se encuentra con la herida abierta. A diferencia de lo que cualquier persona normal haría, pero presionados por temor a partir de la imagen que da el personaje, deciden ayudarlo dándole refugio en su casa Esto ya nos da la pauta de a qué clase de pareja vamos a ver en la pantalla: Una mujer con las defensas mentales bajas y un criminal. Como ninguno de los dos pudo reconstruirse en la nueva situación, el encuentro les da la posibilidad de hacer del otro su propio mundo. Pero como nada es lo que parece, es a partir de allí que Frank resultará un guía para Henry, quien anda buscando completar su familia al tiempo que un verdadero refugio afectivo y sostén para Adele. De los demás personajes se puede decir que aunque a Henry (Toby Maguire) se lo menciona mucho aparece poco, hay otros que sin tener tanto renombre sus intérpretes deslumbran, como la amiga de Henry, Eleanor (Birghid Fleming), que, con sus cortos 13 años, con su mirada escéptica sobre la realidad no sólo conquista a Henry, sino que además será quien lleve adelante el toque de humor que la película necesita, haciendo reír al público con armas leales. Con guión y dirección de Jason Reitman (“Juno”, 2007, y “Up in the air”, 2009), la realización está narrada en presente desde el punto de vista del chico, pero para construir las historias paralelas, como la razón del encarcelamiento de Frank, el motivo del divorcio y posterior enfermedad de Adele, recure adecuadamente el recurso del flashbacks, recuerdos de los adultos que terminan de armar ésta narración, del mismo modo que utiliza Frank cocinando un postre como un gran rompecabezas que queda expuesto sobre la mesada de la cocina de Adele. Una historia que podría haber circulado por el melodrama más anquilosado, a partir de la utilización y conformación de los personajes le escapa un poco al género y a la media promedio de éste tipo de producciones. El film resulta adorable, como la mayoría de las obras de Reitman, pero al mismo tiempo indaga en las profundidades del ser de cada personaje, les saca la careta y muestra sus verdaderas identidades, ya que, como dice Frank: “Nada desorienta más a una persona que decirle la verdad”.
FUGADOS MUY COMPETENTES ¡Estos son presos en fuga, no los que andan por aquí! Adele, una madre soltera y separada, vive con su hijo Henry. Está atravesando un estado de depresión en un sencillo pueblito. Se escapa un preso que acabará metiéndoseles en la casa. El miedo y el recelo inicial va cambiando rápidamente. El evadido es un tipo sereno, laboriosos, diestro, criterioso y de buen trato. Tras la desesperación inicial, el fugado empieza a ganarse un buen lugar en esa casa vacía con una dueña temerosa y sin esperanzas. Es que da gusto encontrar un intruso tan lleno de voluntad y destreza: arregla el techo, cuida el jardín, ordena la casa, enseña deportes y hasta cocina tan bien que el hijo, años después, montará un restaurante con la receta que le dejó ese preso imaginativo y bueno. La historia es muy forzada, pero mantiene el interés en la primera parte. El evadido y la dueña de casa son dos seres maltratados por el amor al que sólo los une la violencia y un futuro incierto. Pero de a poco el film va perdiendo fuerza, sobre todo cuando a fuerza de flashbacks quiere indultar al preso. Pero hay suspenso y, como siempre, el fenomenal trabajo de Kate Winslet hace creíble cualquier relato.
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Mensaje alentador acerca de nuevas oportunidades En Aires de esperanza, Jason Reitman sabe generar climas de perversa placidez, en los que el abandonarse al disfrute conlleva el temor de ser traicionada otra vez. Esta película fue titulada al castellano como Aires de esperanza, una proposición que pierde fuerza ante el original Labor Day (Día del Trabajador), otra que transmite el espíritu del relato, centrado en el trabajo personal de renacer, continuar y madurar que deben realizar los personajes, durante un fin de semana largo que esa celebración ofrece, previo al comienzo de clases, mientras el mundo a su alrededor descansa. Adele (Kate Winslet), se sume en la depresión que le generó la separación de su marido, quien hace tiempo rehízo su vida con su secretaria y ya cría una hija pequeña. Es acompañada por su hijo Henry (Gattlin Griffith), un chico de 13 años, que entre las cuitas de la adolescencia llega a percibir que la presencia del sexo opuesto en la propia vida implica mucho más que la activación de órganos y fluidos. El hecho es que Henry procura, con elementos insuficientes, llenar el vacío que dejó el hombre de la casa cuando los abandonó, y acompaña a su madre hasta donde le permite su alcance, proponiéndose como un “marido por un día”. Ese estado de indefensión cobra visos peligrosos cuando, en la salida mensual de compras son abordados por un hombre amenazante (Josh Broslin), y virtualmente obligados a alojarlo en su casa. Frank es su nombre. Está herido, y pronto las noticias revelan que se trata de un convicto fugado del hospital a donde fue llevado para una intervención quirúrgica. La policía lo busca; la gente del pueblo ya ha visto su rostro en los noticieros y Frank es una bestia cercada. En tren de negociar un refugio, él exige y Adele impone sus condiciones para ofrecerle refugio. Conforme pasen las horas, las defensas de estos tres seres, hasta ahora condenados a la supervivencia, irán dejando paso a las criaturas vulnerables que la vida hizo de ellos. Como en La vida de Juno, Reitman construyó en Aires de esperanza un cuento profundamente sensible y humano, con personajes complejos que va revelando entre facetas. También logra un vínculo fluido entre los protagonistas, quienes completan un conjunto sólido. Para dejarse conmover con un mensaje alentador acerca de las nuevas oportunidades.
Aires de esperanza es despareja, fluctúa entre distintos géneros sin crear algo propioyse empantana a la hora de cerrar una historia que podría haber sido más simple. Jason Reitman abusa del flashback parasobre explicar aquello que no logra resolver desde el presente y lo único que consigue es aniquilar ambigüedades y misterios. Es una película tan poco confiable como su título de distribución (Labor Day, el título original es preciso y funcional al relato). El valor de verdad es el que le imprimen los actores. Es creíble Josh Brolin como fugitivo, con una mirada fija y ceñuda que suma al relato temeridad e incertidumbre. Es creíble el pequeño protagonista Gattlin Griffith, candoroso y lejos de la cursilería. Es tremendamente creíble Kate Winslet en su depresión, con una puesta en acto del sufrimiento que se traduce en gestos exactos y patéticos sin gritos ni declamaciones. Pero el margen de libertad de un actor siempre será limitado y la realidad es que Reitman tensa el relato hacia un lirismo poco convincente, tan forzado como cuando idealiza a un fugitivo condenado por el asesinato de su mujer que de golpe es padre ejemplar, amante de los niños y de las tareas domésticas. Como en La joven vida de Juno, los hechos se nos presentan a través de un ser en pleno crecimiento y formación. Es inevitable asociar el nombre del director a esta película y, aunque Reitman cuente con otras cuatro en su haber,Juno es una película de gran entidad, clases sociales y generacionales bien delineadas y buenos diálogos de una guionista probada. Claro que no se trata de poner en escena una fórmula inquebrantable. Menos de recetas eficaces o de libros exitosos. El indiscutido encanto de Juno radica en su extrema lozanía pero también en la habilidad del director para acariciar asperezas. En Aires de esperanza también existe un velo juvenil a través del cual vemos cómo se decantan los hechos. Esta mirada es inocente pero también moral y quizás sea la mayor destreza del cine de Reitman. El diálogo de los hermanos con el padre y su nueva esposa o la elocuente noviecita de Henry (un personaje que daría para otra película) dan cuenta de su gran capacidad para adentrarse sin condescendencias en una mirada preadolescente. También resulta inevitable –quizás por mera afinidad temática– asociar Aires de esperanza a películas como Un mundo perfecto y Los puentes de Madison. Incluso con Más allá de la vida; la escena en la que Brolin enseña a Winslet y a su hijo a hacer un pastel de durazno remite aunque vagamente a la clase de cocina magistral de la película de Eastwood. Pero en Eastwood los hechos narrados tienen valor y existencia por su arrolladora fuerza exponencial, más allá de cualquier significado añadido. En Aires de esperanza, el pastel de durazno reviste un valor metafórico, tan obvio y sobrecargado que el pequeño protagonista terminará transformándose en empresario pastelero.
Lo que el reo nos dejó. Los primeros tres minutos de Aires de Esperanza demuestran la pericia de un gran guionista y realizador, pues no le hacen falta más de dos o tres escenas y una voz en off para pintar el cuadro de situación que viven esta madre depresiva (Kate Winslet) y ese hijo magnánimo (Gattlin Griffith) antes de que la trama se desarrolle. Jason Reitman, responsable de películas muy populares en los últimos años (La Joven Vida de Juno, Gracias por Fumar, Amor sin Escalas) y alejado esta vez del humor ácido y canchero, nos brinda aquí un drama que sin un poco de cuidado en lo formal o narrativo podría haber caído directo al infierno del estreno directo a DVD. La separación a Adele (Winslet) no le pegó del todo bien y pese a que los años pasaron, cada vez se ve más temerosa del mundo exterior. Henry (Griffith) entiende fácilmente que hay un hueco en la familia y busca llenarlo a toda costa -conflictos edípicos mediante- aunque sin demasiado éxito. Esa falta será suplida de modo casual cuando Frank (Josh Brolin), un convicto que escapó de prisión, irrumpa en su casa buscando refugio. La aparición de Frank y la manera en que ambos terminan por aceptarlo bajo su techo es otro gran acierto de Reitman, que logra mostrarnos una situación algo difícil de creer como si no lo fuera. Para ello, el director se vale de una elección de tono perfecta para el personaje y una ejecución sin exabruptos de Brolin: Frank logra que Adele y Henry los ayuden sin utilizar la violencia física, sin necesidad de levantar la voz y con una serie de amables amenazas y sinceros ruegos que resultan convincentes para ellos y para nosotros. Hay miedo en Adele y Henry cuando permiten que un asesino se quede en su hogar, pero también es claro para ellos que ese hombre representa algo más, una bella oportunidad.
Historias para edulcorar las tardes. Si existe una característica que defina las obras del director Jason Reitman, es un desarrollo narrativo original, el mismo que pudimos observar en La Joven Vida de Juno y Gracias por Fumar, dos obras que fueron masivamente acogidas por el público internacional. No podemos decir lo mismo de Labor Day, o en su traducción al castellano Aires de Esperanza, ya que la película rebosa de un romanticismo rosa aptó para televidentes de novelas mexicanas. La trama, que se muestra desde un principio bastante predecible, nos lleva a Estados Unidos a fines de los ochenta con la historia de Adele, una madre soltera que -abandonada por su marido hace varios años- cae víctima de una depresión que se acentúa año tras año, desmejorando su salud. Adele vive acompañada por su hijo Henry, un niño inteligente y condescendiente con su madre que, en sus 13 años, comienza su despertar sexual. El primer giro en la historia se da con la aparición de Frank Chambers, un ex convicto herido que pide que lo auxilien y escondan en el hogar. El espectador podría pensar, una vez aparecido en pantalla Frank, que -víctimas del síndrome de Estocolmo- los protagonistas se irán rindiendo ante el delincuente. Pero no, Reitman no solo nos muestra un ex convicto amable y humanitario que no desea hacerles daño a los protagonistas, sino que quiere también, huyendo de un pasado trágico y de los horrores de la cárcel, formar una nueva familia. Es relevante resaltar el cuidadoso trabajo de imagen al que nos invita Aires de Esperanza, que transforma un pie de duraznos o la transpiración de una piel enamorada en todo un acontecimiento para los sentidos.
El film trata sobre el encuentro de dos personas desesperadamente solas. Por un lado, Adele (Kate Winslet), una mujer deprimida y con trastornos de ansiedad que vive con su único hijo adolescente (Grattlin Griffith) tras haberse divorciado del padre (Clark Gregg). Por el otro, Hank (Josh Brolin), un hombre condenado a 18 años de cárcel por doble asesinato y fugitivo de la justicia, quien irrumpe en sus vidas buscando refugio de la intensa búsqueda policial. Aires de Esperanza es el quinto largometraje del realizador de La Joven Vida de Juno (2007) y Amor sin Escalas (2009), Jason Reitman, quien es a su vez hijo de Ivan Reitman, director de Los Cazafantasmas I y II (1984/1989) y Un Detective en el Kinder (1990), entre otros títulos. Es la película menos personal en su filmografía y probablemente la más ambiciosa en cuanto a nombres propios e intenciones se refiere. Mientras que los trabajos previos de Reitman se destacan por su particular sentido estético y una impronta narrativa desenfadada, en esta oportunidad lo que se distingue es una historia dividida genéricamente por capas bien distantes unas de otras. La proyección comienza con un pulso narrativo compacto y concreto que al pasar los minutos se acelera innecesariamente. El amor entre la pareja protagónica surgirá inmediatamente, como si ambos personajes ya hubiesen leído la sinopsis del relato que iban a protagonizar y decidieran omitir detalles por voluntad propia.
Aires de esperanza es una propuesta perfecta para corazones románticos, y para los que no lo son tanto, es una gran oportunidad para disfrutar de brillantes actuaciones. La química entre Kate Winslet y Josh Brolin es muy buena y el "enganche" emocional entre ambos ya es creíble desde la primer escena juntos. La historia, si bien es previsible, está muy lejos de ser ...
Cada vez más lejos está Jason Reitman de aquella película revelación que fue La joven vida de Juno, la comedia dramática sobre la adolescente que quería entregar a su bebé en adopción compartida con un matrimonio joven y próspero. Toda la presión no pareció ser absorbida por Reitman después de llevarse un Oscar a mejor guion y tres nominaciones. Si bien consiguió algunos beneplácitos más por su trabajo, pareciera estar luchando contra el trauma de haber puesto una vara demasiado alta en su camino. De hecho, en Aires de esperanza hay una búsqueda en ese sentido. Reitman prueba con un género nuevo para él, como es el drama, matizado con suspenso y romance, y la intención de no dejar apagar la llama de su personalidad como narrador está presente y es notoria. En un pequeño pueblo norteamericano, una mujer separada y su hijo se encuentran casi a la deriva; ella algo deprimida; el jovencito, sin la contención necesaria, pero con la entereza necesaria para ir armándose a sí mismo pese a todo. Prueba de ello es que la historia está narrada por él, con asombro, serenidad y temor. Un buen día, se les presenta un desconocido en un supermercado, que se invita a la fuerza a su casa. En el noticiero muestran la foto de ese individuo diciendo que escapó de la cárcel. Está herido y luce como una real amenaza. La película empieza a partir de aquí a perseguir una proeza: convencer al público de que la madre y el niño puedan llegar a querer al fugitivo en tres días de convivencia y éste también a enamorarse de la mujer. ¿Para qué tanto apuro? Según el cineasta, para lograr inmediatez, realismo, palpitaciones. Por eso también el título original de este trabajo: Labor Day, o Día del Trabajo. Un feriado para que la vida de tres personas gire 180°. No que sea imposible, pero difícilmente creíble en esta versión. Quizá esa incongruencia sea la razón del estilo cinematográfico elegido. Las escenas son deliberadamente lentas. No aburridas, pero la cámara se mueve sin prisa casi desde el principio hasta el final, como queriendo extraer la mayor cantidad de sentidos posibles a lo que muestra, sea una manzana mordida sobre una mesa o una gota brillando en la cornisa de un ojo. Esta no es la velocidad a la que vivimos. Cierto es que este ritmo termina generando costumbre (aunque de verdad quizá sobran algunos minutos) y surge la tentación de seguir el hilo de la historia por sus a veces ingenuos y a veces intrigantes senderos. Los actores están extraordinarios, y el espectador tiene tiempo para apreciarlo. Kate Winslet, que hace rato está más allá del formato de belleza de una estrella de Hollywood, afortunadamente, sabe cómo representar a una mujer real. Josh Brolin, el convicto, aporta una intensidad impresionante en su papel.
Nos encontramos ante el primer drama de Jason Reitman, y no es que el director no haya filmado temáticas serias, sino que siempre se tomó las cosas con soltura y el terreno de “Aires de esperanza” es pesado. Hay una mujer sola y deprimida (Kate Winslet) con su pequeño hijo (Gattlin Griffith) hasta que de pronto irrumpe en su vida un fugitivo de la cárcel (Josh Brolin). Una vez más, el trailer engaña. Esta no es sólo una historia de amor y aunque el final endulce un poco las cosas, Reitman logra no juzgar a ninguno de sus personajes. No nos obliga a ponerlos en tal o cual lugar y es el público el que dará su opinión en un film que transita un dilema moral. Lo que perjudica a la película es lo que debe entregar Reitman a cambio. La soltura le trajo al director la ausencia del subrayado; la facilidad para esquivar lo literal. Podríamos atribuir esta cualidad a los ingeniosos guiones de Diablo Cody (“Juno”, “Young Adult”) que tan bien supo filmar, pero “Aires de esperanza” no es la primer adaptación que Reitman hace de una novela. En “Up in the air” manejó un tono predominantemente ligero que emocionaba de a ratos. Bueno, es como si aquí se hubiese llevado a cabo la operación contraria pero olvidando el “de a ratos”. Se me hace que no hay descanso en la pantalla para el temor, la tristeza, la duda, el acecho. La cámara lenta y la música acompañan una puesta en escena que sin ser “12 años de esclavitud” –y por más que la cálida luz solar invada los planos- tiende al sufrimiento naturalmente. Siempre hay una mirada, un gesto que recuerda lo dificultoso de la situación. Y los diálogos lo cuentan todo, y aún así se pierde mucho tiempo reconstruyendo un núcleo de la trama que el espectador precisa conocer pero podría haberse dosificado de otra forma. El flashback y su uso no están aquí dentro de los aciertos. Sí vuelve a estarlo el reparto, una constante en Reitman que está vez se concentra por completo en el contacto físico y visual. Saca lo mejor de la desesperación característica de Kate, le da a Brolin material para divertirse, el nene también está muy bien, y destaca la joven Brighid Fleming. Luego hay actores con participaciones breves, casi irrisorias, como el policía que interpreta James Van Der Beek. ¡Te queremos Dawson!
Las vueltas de la vida. Luego de recorrer variados festivales, llegó a la Argentina esta especie de thriller ‘bonachón’ que gira y gira en torno a una madre separada y su hijo, viviendo una vida sencilla, casi rozando la depresión, hasta que un desconocido los aborda en un supermercado y prácticamente sin explicación termina siendo parte de la familia. Mientras Adele (Kate Winslet) y Henry transitan la única salida semanal en el gran mercado del pueblo, un fulano de nombre Frank (Josh Brolin) se les presenta herido y pidiendo ayuda. No lo pide muy amablemente, pero tampoco es que los amenaza, y así sin darnos cuenta, el trío se sube al auto y regresa a casa como si nada pasara… Frank es un fugitivo de la justicia, intentando escaparle no sólo a los policías sino también a un triste pasado que nos irá siendo presentado con cuentagotas. 2 Me cuesta imaginar que un tipo cualquiera se aparezca de la nada en la vida de alguien, con un aspecto considerablemente peligroso y rápidamente tenga acceso a las comodidades de un hogar decente sin que nadie lo denuncie. Mientras tanto, el pueblo alerta sobre su presencia entre los transeúntes y los oficiales del sheriff pegan carteles de ‘Se Busca’ en cada árbol erigido en sus tierras. Pero ante la imagen desesperada de una madre necesitada de amor y contención, y de un niño sin una verdadera figura paterna presente, me parece más o menos creíble que un fortachón tan manos a la obra, con un costado bastante sensible enseguida logre controlar la situación. Frank es el padre que Henry necesitaba; le enseña a jugar béisbol y a cambiar la rueda del auto, arregla la casa, sabe cocinar, ayuda en las tareas de limpieza y complace a su madre. Y como menos pregunta Dios y perdona, las razones por las cuales el nuevo integrante es presa de los cazadores, pasan a un segundo plano. Entre los tres formarán un grupo feliz y armonioso, pese a esconderse hasta del sol. 3 Me costó bastante encontrar respuestas a algunas cuestiones, pero en general el film es correcto y atrapa; sobre todo porque a cada segundo que pasa, da la sensación de que a alguien le va a saltar la chaveta y la trama se va a ir a la lona. Con un poco de imaginación, podemos sentirnos parte y compenetrarnos en esa historia, cuya presentación recién llegará al final. Hay que leer entre líneas para anticipar las escenas, y si bien ninguno de los actores derrocha actuación, la novela es emotiva, en especial los 30 minutos finales. Aires de esperanza (Labor Day, 2013) es un drama construido un poco a regañadientes, pero con un backup demasiado ambicioso y un mensaje absolutamente reflexivo. En conjunto, podrá resultar algo lento pero valdrá la pena. De hecho, las conclusiones a las que el joven llega, fruto de su floreciente adolescencia, resultan ser muy perspicaces para una película que vagamente pretendía pertenecerle al pequeño Henry.