El milagro de amar. ¿Qué sucede cuando gana el amor? Una verdadera transformación en todos los aspectos de la vida y fundamentalmente el cambio radical al sentirlo por primera vez, sin importar edad ni condición. Jocelyn (Franck Dubosc) es un exitoso hombre de negocios, cincuentón, apuesto e irresistible, quien escapa de la realidad constantemente, bromeando sobre cuestiones de toda índole. Al morir su madre, en medio de una situación confusa, se hace pasar por parapléjico para seducir a una joven; lo que le representa en principio un problema, para luego dar un giro inesperado cuando la señorita le presenta a su hermana Florence (Alexandra Lamy). Florence vive con una profundidad y sentido que llena el enorme vacío de Jocelyn, puesto que detrás de ese exitoso hombre, sólo coexiste un inerte corazón. Ahora deberá conquistarla con la fuerza de su amor, algo que, a su edad, aún desconoce. Él se siente atraído inmediatamente por ella, admira su genuina felicidad y varios talentos. Es que se trata de una luchadora que supo vencer los obstáculos que se le presentaron en la vida y transformarlos en logros. Franck Dubosc es protagonista, director y guionista de esta comedia romántica francesa, que trata un delicado tema como es el de la discapacidad con total respeto, lo cual es muy admirable; y, por otro lado, emocionante transitar junto a él esa real transformación, hábilmente. Tratándose de un proceso y no de un cambio abrupto, el desarrollo resulta creíble. El film es divertido, tierno, sorpresivo, y, en este mundo tan frívolo, -de amores y relaciones vacías y al paso- es bellísimo ver en pantalla grande estos cambios tan dramáticos que ocurren en la vida de los protagonistas y en la vida real, que no pueden pasar desapercibidos por el espectador y nos brindan lecciones sobre la especial sensibilidad que poseen las personas con discapacidad y el milagro del verdadero amor. Son destacables las actuaciones de Franck Dubosc (Disco) y Alexandra Lamy. Nos llevamos varios mensajes, entre los cuales destaco el siguiente: se puede ser feliz con cualquier tipo de discapacidad, siempre y cuando recuerdes usar tu corazón sin miedo ni reglas. Quizás no utilizarlo sea la mayor discapacidad como podría atestiguar el mismo Jocelyn.
Romance lejos de lo trivial. La comedia francesa más comercial tiene una cita con la cartelera desde que Amigos Intocables se convirtiera en uno de los éxitos inesperados más incontestables de taquilla en los últimos años. Funcionando como film seminal, un montón de propuestas similares a rebufo intentan copiar la fórmula con el firme objetivo de hacer negocio a costa del humor blanco con discapacitado incorporado. En ese aspecto, las distribuidoras le disparan con perdigón a todo lo que huela parecido, con la esperanza de que se repita el taquillazo. Jocelyn (Franck Dubosc, visto en títulos como en la aquí inédita Camping o la más conocida Disco) es un exitoso hombre de negocios, misógino y egocéntrico. Para tratar de seducir a una joven cuidadora se hace pasar por parapléjico, pero su plan dará un giro inesperado cuando ésta le presente a su hermana Florence (Alexandra Lamy, auténtica revelación del film quien se está afianzando en este tipo de roles cómicos con títulos similares como Historias de una indecisa o Vuelta a casa de mi madre), que necesita utilizar silla de ruedas por su incapacidad, y se enamora de ella. El tema y la forma superficial de plantearlo hacían muy posible su deriva hacia una comedia empalagosa o zafia. Pero no, la historia transcurre engrasada y coherente, con situaciones y ocurrencias divertidas, con unos buenos secundarios y un romanticismo ligero pero eficaz, gracias sobre todo al atractivo y buena sintonía de la pareja protagonista. Quizá ella roza la frontera del exceso con su actitud positiva y sonriente, pero se le perdona porque no llega a traspasarla. La actuación de los protagonistas roza la excelencia y se ve acentuada por unos secundarios que acompañan a la trama de manera brillante. Cuando piensas que no puede ir a más, en la siguiente escena se supera con creces. El romance entre ambos es real como la vida misma: se cocina a fuego lento sin caer en sobresaltos ni en las típicas tonterías de enamorados. Mención aparte requieren los escenarios y las localizaciones, de los cuales se sirve el director para dotar de una mayor relevancia al drama o a la comedia en función de su espectacularidad (el restaurante en Praga, la catedral de Santa Teresa, la cena en su casa) o sencillez (comida china, partido de tenis…) pero siempre en su justa medida. Es una comedia distinta a todo lo que estamos acostumbrados a ver, la premisa es tan retorcida que el espectador está preparado para cualquier cosa, pero aún así el buen hacer del guion, hace que veamos grandes momentos, la interpretación es muy natural y convincente. Se pasa un buen rato, es graciosa, sutil y divertida. Dejando a un lado la trama, lo mejor de la película es la banda sonora. No suele ser el principal elemento sobre el que incida ni me fije, pero en esta ocasión se supera a sí misma. Hay de todo un poco y de lo poco lo mejor. Baladas italianas, música clásica, pop, rock… hasta hip hop, manteniéndose siempre dentro del mismo tono armónico y dotando a la película de un dramatismo y sencillez épico. Para descargársela en Spotify… Por último vale la pena reivindicar el trabajo de una pléyade de secundarios que funcionan como contrapunto ideal de la pareja protagonista: Elsa Zylberstein (Con los brazos abiertos) como la secretaria del protagonista, Gérard Darmon (Astérix y Obélix: Misión Cleopatra) como un amigo de Jocelyn, Caroline Anglade como Julie, la hermana de Florence y Laurent Bateau (Un seductor a la francesa) en el papel de Lucien.
Las comedias románticas suelen caer constantemente en relatar siempre la misma historia o caer en el cliché constante, con algunas diferencias que las hacen de un modo distintas al resto. El reproducir una narración similar a las anteriores no significa que un film sea malo, sino que la hace perteneciente a un género que tiene sus formas y características que le son propias y, por lo tanto, hay una gran parte del público que a la hora de elegir qué ver busca lo que el estilo tiene para ofrecer. Este jueves llega a nuestras salas “Amor sobre ruedas”, una comedia romántica que responde a su género, pero con un tinte que la hace particular. Después de la muerte de su madre, Jocelyn, un millonario hombre de negocios y mujeriego, quien, al igual que Barney Stinson, es capaz de utilizar cualquier recurso a mano para conquistar a una mujer, se acerca a la casa de su madre para ordenarla y se sienta en la que fue la silla de ruedas de su progenitora cuando la nueva, bella y joven vecina se acerca para ofrecer su ayuda. Mientras él se plantea cómo acostarse con ella; la mujer se empatiza con nuestro protagonista pensando que es discapacitado y lo invita a una reunión familiar para que conozca a su hermana, Florence, quien también sufre de paraplejia. Siguiendo con su actuación de discapacitado, Jocelyn acude a la reunión y comienza una relación amorosa con Florence, con el peligro y duda constante de que ella se entere de que todo surgió de una mentira. Si bien no escapa de la típica trama de la comedia romántica, logra, a través de la secuencia de distintas situaciones de la pareja, que nos mantengamos con interés durante toda la narración sin casi aburrirnos. Los personajes están muy bien construidos y sólidos, logrando que entendamos y acompañemos moralmente sus decisiones por más extrañas que sean. También están muy bien trabajadas las relaciones que mantienen con los papeles secundarios y entre sí acorde a las situaciones que van viviendo, consiguiendo generar en nosotros una gran empatía y hasta cariño. Partiendo de una idea que de por sí es original, cómica y en cierto punto morbosa, el film mantiene este estilo de principio a fin. Con una predominancia del humor de todo tipo, desde gags simples a chistes que juegan con las discapacidades o que requieren agilidad mental para entenderlo, logra que no nos aburramos y disfrutemos por completo el largometraje con una sonrisa que por momentos se convierte en carcajada. En conclusión, “Amor sobre Ruedas” es un film que responde de la mejor manera al género de la comedia romántica sin proponer nada nuevo a éste, pero sí enriqueciéndolo para quien gusta de este tipo de cintas. Su punto fuerte está en la construcción de los personajes, los vaivenes de las relaciones que mantienen entre sí; siendo su mejor elemento el humor.
El éxito de Amigos intocables, comedia negra de Olivier Nakache y Eric Toledano que tuvo en Inseparables su versión argentina y Hollywood adaptó en el inminente estreno Amigos para siempre, parece haberles abierto una puerta a las comedias francesas en sillas de ruedas. Y tal vez esto inspiró al eterno galán del cine francés Franck Dubosc para debutar detrás de cámara en la romántica Amor sobre ruedas. Dubosc interpreta a un desagradable veterano mujeriego que, para levantarse a una veinteañera que cuida enfermos, aprovecha un malentendido que justo lo encuentra postrado en una silla de ruedas. Pero el chiste le sale mal al machirulo tras conocer a la hermana de la joven, quien realmente tiene problemas motrices. El corazón de la película encuentra al protagonista tratando de escapar de su propia red de engaños tras entablar una relación con la mujer en silla de ruedas. Dubocs demuestra cierta lucidez al utilizar una maratón como metáfora de su personaje tratando de ganar una carrera contra todas sus mentiras, pero esa escena final que busca cerrar la historia con moño termina siendo la más grotesca de una película cursi de principio a fin. La conexión entre la pareja protagonista es demasiado artificial, por más que el único momento en que Amor sobre ruedas escapa de la corrección política abúlica es gracias a cómo la protagonista decide lidiar con el engaño, y Dubocs se inclina más hacia la comedia que al romance, como si supiera que la coprotagonista le queda grande al personaje de él. Pero el problema principal es que el humor, basado en la desubicación del chanta omnipresente que necesita redimirse a la fuerza aunque también incluye a un amigo picarón, un padre descontrolado y una secretaria tarambana como sus acompañantes, jamás consigue alejarse de esa sensiblería ridícula que marca el tono de Amor sobre ruedas.
Es una historia romántica entre un seductor compulsivo, capaz de cualquier engaño y cambio de personalidad por diversión y una mujer inteligente y culta. La idea es demostrar que uno de los protagonistas es el más vivo de todos. Puede jugar a que es el ejecutivo que espera un asistente a la salida de un vuelo, abordar el remise de otro y volver después en taxi al aeropuerto a buscar su auto. Tal es su grado de idiotez que cultiva con ahínco. Como fingir que es paralítico para seducir a su vecina sexy. Pero las cosas se le complican y mucho. La película tarda en encontrar su camino a una cierta empatía con este hombre. En cambio la protagonista femenina esta mejor y más sintéticamente presentada y será la encargada del “twist” argumental que finalmente encauza al filme como para salir con una media sonrisa del cine. Los actores son excepcionales. Frank Dubosc es el protagonista que recurre a todos sus recursos para dotar a su personaje de cierta humanidad. Es también el director no tan efectivo que se demora mas de lo necesario y soportable con ese mismo personaje. Alexandra Lamy derrocha encanto y salva con su composición todo un andamiaje que sin ella rodaría a lo obvio. Los dos secundados por un buen elenco. Un entretenimiento módico.
Como es tradición en muchas comedias románticas, Amor sobre ruedas arranca con un equívoco que su protagonista tratará de sostener hasta el final. Se llama Jocelyn, un maduro tarambana de holgado pasar económico que no tiene escrúpulos en mentir si el objetivo es la seducción de la mujer que lo atrae. La cosa se complica cuando el hombre encuentra la horma de su zapato, representada en este caso por una elegante y muy despierta mujer que es discapacitada motriz, precisamente el recurso del que se vale esta vez Jocelyn para concretar sus planes. Así planteadas las cosas, Amor sobre ruedas enfrenta desde el vamos el riesgo de verse como una fábula con moraleja aleccionadora sobre los costos del engaño, sobre todo cuando la víctima potencial es minusválida y el victimario es un exitoso empresario amante del running que vende zapatillas deportivas. Además, Dubosc (actor, autor y director) luce unos cuantos años más de los 50 aludidos por su personaje. Sin embargo, el múltiple Dubosc sabe escaparle con buen ritmo a la mayoría de las prevenciones. Las alusiones al romance y la discapacidad resultan por lo general honestas, ingeniosas y, a veces, francamente divertidas. En vez de encarnar mensajes moralizantes, los personajes (con la excelente Alexandra Lamy a la cabeza) aceptan plegarse a un juego que a su tiempo derivará en una genuina y jamás forzada toma de conciencia.
“Amor sobre ruedas, de Franck Dubosc Por Ricardo Ottone Amor sobre ruedas es el primer largometraje como director de Frank Dubosc, humorista, actor y guionista francés, cuyo currículum suma una larga lista de comedias populares en su país natal. Es famoso allí, entre otros éxitos, por la serie de películas Camping. No llama la atención que su debut en la dirección sea en el género que lo hizo famoso, quizás sí el que lo haga en el triple carácter de director, escritor y protagonista. Como si fuera poco ese desafío, este primer film se trata de una comedia romántica con vocación masiva, alardes de incorrección y mensaje supuestamente positivo, de integración y redención. No son pocas pretensiones. Dubosc interpreta a Jocelyn, exitoso hombre de negocios con un puesto gerencial en una empresa de calzado deportivo. Bastante ególatra y desconsiderado en el campo de las relaciones, se la pasa mintiendo de manera indiscriminada. Uno podría tratar de disculparlo diciendo que lo hace de manera compulsiva, pero al verlo actuar nos damos cuenta que miente por deporte y porque puede. Y también para sentirse un poco por encima de aquellos a quienes engaña y sacar alguna ventaja. Por una serie de coincidencias intenta seducir a una joven haciéndose pasar por discapacitado motriz en una silla de ruedas. Esta lo invita a conocer a su familia y Jocelyn, mientras interpreta su papel, se encuentra allí con que la invitación de la chica era en realidad una excusa para presentarle a su hermana Florence (Alexandra Lamy), que también está en una silla de ruedas. Bueno, no también, porque ella si es una verdadera discapacitada. Jocelyn se encuentra atrapado en su mentira, una de la cual no sabe cómo salir, y cuando la relación con Florence continúe y, más aún, el empiece a tener verdaderos sentimientos por ella, sin atreverse revelar la verdad va a seguir prolongando la farsa de forma indefinida. Típica comedia de enredos donde todo gira en torno a un engaño, asistimos a unas cuantas escenas de confusión donde el protagonista tiene que mantener su impostura en todo momento, con las numerosas situaciones en donde está a punto de ser descubierto y tiene que emplear recursos cada vez más disparatados para evitarlo (acá se nos pide una buena dosis de suspensión de la credibilidad). Gran parte de la propuesta se basa en cierto humor presuntamente incorrecto basado en chistes de discapacitados, presentes ya desde el título original, “Todos de pie” (el título local va en el mismo sentido), con comentarios descarados y gags basados en la torpeza del falso paralítico para arreglárselas con la silla de ruedas. Podríamos agregar, para hacernos los graciosos también y porque podemos, que está todo el tiempo a punto de meter la pata. En esto de la incorrección y el humor con discapacitados podemos hacer alguna comparación (aunque sea odiosa) con la recientemente estrenada No te preocupes, no irá lejos con la que tiene esos puntos en común, pero aunque en ambos casos hay una transformación personal del protagonista e incluso cierto mensaje inspiracional, aquella no intentaba ponerse a moralizar. Mientras aquí el fondo de la cuestión, aparte de la historia de amor que sigue casi todos los carriles conocidos, es la redención del protagonista, su conversión de tipo arrogante y egoísta en uno más humano y compasivo, donde la comedia le da paso a la lección emotiva y sensiblera. Hay que reconocerle a Dubosc que consigue contra todo pronóstico hacer querible y simpático a su cretino personaje. Lo acompaña con gracia Alexandra Lamy a quien vimos no hace tanto hacer de indecisa patológica en Dos amores en París. Su Florence es un personaje fuerte y decidido a quien su condición de discapacitada no le resta convicción y ganas de hacer cosas. Un cliché al fin y al cabo pero que funciona la mayor parte de las veces. Aunque el hecho de estar todo el tiempo sonriente y de buen ánimo a veces dan ganas de que se deprima un poco. La duración termina siendo excesiva para un planteo de este tipo. Los chistes de paralíticos se suceden junto a las situaciones embarazosas y en algún momento la cosa se estanca y los chistes empiezan a cansar. Y encima toma la posta la parte emotiva. El protagonista tarda tanto en salir de la misma situación circular que uno duda si la redención es realmente merecida. El relato se estira y se estira para que, cuando finalmente la cuestión se resuelva de manera más o menos esperable, el asunto esté agotado y ya no importe demasiado. AMOR SOBRE RUEDAS Tout le monde debout. Francia, 2018. Dirección: Franck Dubosc. Intérpretes: Franck Dubosc, Alexandra Lamy, Elsa Zylberstein, Gérard Darmon, Caroline Anglade. Guión: Franck Dubosc. Fotografía: Ludovic Colbeau-Justin. Música: Sylvain Goldberg, Emilien Levistre, Xiaoxi Levistre, Sylvain Goldberg. Edición: Samuel Danési. Dirección de Arte: Jérémy Duchier. Producción: Sidonie Dumas. Producción Ejecutiva: Yann Arnaud, Marc Jenny. Distribuye: BF + Paris Films. Duración: 107 minutos.
Jocelyn (Franck Dubosc) es protagonista, director y guionista de éste film que narra la vida de un empresario exitoso, vendedor de zapatillas deportivas, que no compromete sus sentimientos en ninguna relación. Sólo se dedica a su trabajo, a verse con su mejor amigo (Gérard Darmon) y a conquistas esporádicas y sin sustento. Es el típico machista que sólo piensa en él y en su satisfacción personal. Ni siquiera tiene una relación fluida con su madre enferma ni con su hermano. Es atractivo y está entrenándose para correr una maratón. Al comienzo muere su madre, quien usaba silla de ruedas y una vecina, Julie, (Caroline Anglade), mientras él hacía una pequeña limpieza, le toca el timbre para presentarse. La cuestión es que cuando lo descubre, Jocelyn estaba sentado en la silla de ruedas de su madre y su despampanante vecina, a quien él no para de mirarle los pechos (basta con esos chistes, son demodé) cree que él es parapléjico. En vez de ir con la verdad, sigue su juego y se va enredando cada vez más cuando se hacen amigos y ella lo invita a la casa familiar y conoce a la hermana mayor de Julie, la atractiva Florence (Alexandra Lamy), que casualmente usa silla de ruedas. Eso no quita que sea una persona súper activa, de hecho juega al tenis, toca el violín y tiene muy asumida su discapacidad, es inteligente, graciosa, culta y profunda. Una luchadora en todo el sentido de la palabra que tiene mucho para enseñarle a una persona como Jocelyn. El tema es que la relación entre los dos sigue creciendo y aunque él quiera decirle su verdad, nunca encuentra el momento, por lo que las cosas se irán complicando. Es la típica comedia de enredos que, a decir verdad, me dio vintage. Lo mejor: las locaciones y buenas actuaciones de todo el elenco. Lo peor: una comedia que bordea el machismo de una manera que, ya es inaceptable. ---> https://www.youtube.com/watch?v=Gjiu8lDGcxo TITULO: Amor sobre ruedas TITULO ORIGINAL: Tout le monde debout TITULO ALTERNATIVO: Rolling To You DIRECCIÓN y GUIÓN: Franck Dubosc. ACTORES: Franck Dubosc, Alexandra Lamy, Elsa Zylberstein. FOTOGRAFIA: Ludovic Colbeau-Justin. MÚSICA: Sylvain Goldberg. GENERO: Romance , Comedia . ORIGEN: Francia. DURACION: 108 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años
Mentira la verdad El vodevil francés sigue vigente en cada una de las comedias que llega a los cines locales, o al menos es lo que más ha desembarcado en nuestras pantallas. El género sabe de la confusión como impulsor de narraciones, puertas que se abren y se cierran, que esconden verdades, pero que, lamentablemente se olvida de preocuparse por los cambios de paradigmas en la sociedad, y las inevitables lecturas que desde allí se pueden realizar. Amor sobre ruedas (Tout le monde debout, 2018) ópera prima del también protagonista del relato Franck Dubosc (Entre tragos y amigos, 2 amores en Paris), narra la desprejuiciada vida de Jocelyn, alto ejecutivo de una empresa de calzado deportivo que teniéndolo todo decide siempre encontrar la vuelta para engañar y sacar rédito de su posición social y poder adquisitivo. Las vueltas de la vida hacen que conozca a una vecina que cree que es discapacitado motriz, y por eso decide presentarle a su hermana Florence, una bella mujer que tras un accidente ha desarrollado toda su vida en una silla de ruedas. Lo que comienza como un juego, en el que sólo Jocelyn busca engañar a Florence para tener sexo con ella y luego revelarle que puede caminar, construye un siniestro panorama en el que la mentira presionará el relato hasta niveles insospechados, siendo la revelación del dato que el espectador posee el único motor narrativo de la historia. Amor sobre ruedas es misógina, y posee un timing incorrecto para manejar cuestiones asociadas al comportamiento del protagonista, un bon vivant que especula hasta último momento todo, y que tiene una particularidad: trata a las mujeres como objetos, despreciándolas, aún en casos en los que debería hacerlo de otra menera. Claro que la vuelta del guion intenta “suavizar” ese rasgo despreciable, castigando al protagonista con la imposibilidad de escapar de Florence, aún cuando ésta no haga nada para hacerlo y lo fleche por completo. Amor sobre ruedas juega con el límite del humor y de lo posible de decir en la pantalla, y si bien nunca se muestra como políticamente correcta, algunas licencias sobre su intención de avanzar con el relato a pesar de todo, configuran una estructura predecible que termina fundiendo con lecciones y moralejas la comedia romántica más almibarada en su adn. En el navegar entre esos dos universos, con una facturación fox export, plagada de tomas aéreas, cafés al aire libre y lujos por doquier, es en donde Amor sobre ruedas pierde fuerza, y pese a los intentos de los protagonistas por enaltecer la trama que interpretan, luego del engaño, no queda posibilidad alguna por recuperar algún punto a favor para su defensa. Amor sobre ruedas llega en mal momento, se ríe de discapacitados, mujeres, y también del espectador, quien inevitablemente terminará por ceder su atención al relato, más no sea por esperar que la revelación de la mentira, al menos, le saque la culpa de ser cómplice de Jocelyn, su odio al diferente y sus artimañas.
Amor sobre ruedas es la opera prima del actor y comediante francés Franck Dubosc, en la que interpreta a Jocelyn, un empresario mitómano que se hace pasar por cuadripléjico para conquistar a Florence (Alexandra Lamy), una violinista en silla de ruedas. Completan el elenco Elsa Zylberstein, Gerard Darmon y Caroline Andrade, todos ellos muy conocidos en Francia, pero no tanto en el exterior. Con un guion escrito también por Franck Dubosc, Amor sobre ruedas es una comedia de enredos clásica, donde su protagonista entra en crisis por tener que sostener una mentira surgida de una equivocación insignificante. Y el precio a pagar es el de perder al amor de su vida, además de pasar por una larga serie de situaciones absurdas convertidas en gags efectivos inspirados en la obra de Francis Veber. El principal logro de esta película es que confía en la historia que cuenta, y no explica lo evidente con bajadas de línea moralistas. Porque el personaje que tiene que resolver un conflicto es Jocelyn, a quien su mitomanía lo lleva a alejarse de las personas y correr el riesgo de destruir una incipiente relación amorosa. Esto es posible gracias a la química que hay en la pareja protagónica, que logran hacer partícipe a un público que espera el final feliz, aunque es consciente que para que sea posible Jocelyn tiene que cambiar su actitud y decirle la verdad a Florence haciéndonos testigos de un mal momento. Pero el problema que hace que esta comedia no resulte una obra maestra está en la falta de desarrollo de las subtramas y sus personajes secundarios. Porque estos cumplen un papel puramente funcional en la historia, asistiendo al lucimiento de Franck Dubosc en esta película hecha por él a su medida. Y es así como se desaprovecha la relación antagónica con su hermano o la complicidad de su amigo, personaje que al saber todo lo que ocurre y no estar de acuerdo ocupa el punto de vista del espectador. En conclusión, Amor sobre ruedases una comedia francesa pensada por Fracnk Dubosc para su lucimiento personal, ya que cumple el rol de director, guionista y protagonista. Pero que funciona porque se apoya en las reglas del género y confía en la historia, dando como resultado una película agradable que genera risas genuinas.
¿Puede sostenerse una relación amorosa nacida de una mentira? A veces pasa, pero hay que ver cómo, quién miente, o se miente a sí mismo, y quién maneja esa mentira. Porque a veces sucede que un invento se va de las manos. A estas moralejas, y a otras de índole feminista, conduce la comedia romántica francesa. Sucede que el mentiroso de marras ama inventarse personajes distintos para seducir a distintas mujeres. Un día, por un equívoco, su personaje será un discapacitado en silla de ruedas. La cosa se complica cuando conoce a una auténtica discapacitada, que además es hermosa, brillante, inteligente, encantadora, de buen carácter, en fin, una mujer imperdible. ¿Cómo actuar entonces, para no perderla? En su primera película como director y coguionista, Franck Debosc sale más que airoso. Buena intriga aunque medio alargada, estilo liviano y agradable, y sobre todo buen elenco, donde sobresalen Alexandra Lamy, que de sentada nomás se roba la película, Elsa Zylberstein como la secretaria, y el propio Debosc, comediante muy popular en su tierra.
El actor, comediante y artista francés Franck Dubosc dirige su primera película y es el realizador, guionista y protagonista. Trabaja junto a la actriz francesa Alexandra Lamy quien fue nominada a los premios Globos de Cristal como mejor actriz por este film. Vemos los momentos que vive un donjuán, exitoso en los negocios que aprovechando una confusión se hace pasar por discapacitado para conquistar a una mujer. Es una historia sencilla, simpática, divertida, llena de enredos, con un ritmo dinámico, algunos elementos dramáticos y un humor ácido. Te interpela acerca de: ¿que sos capaz de hacer por amor?, además cuenta un elenco secundario conformado por Elsa Zylberstein y Gérard Darmon que logran una muy buena interpretación. Si bien es previsible, tiene algunos clichés y resulta un buen pasatiempo.
Para un Casanova, todo desafío es bueno Amor sobre ruedas (“Todo el mundo de pie”, en el original) es lo que podría llamarse “comedia de reeducación”, variante genérica donde cabría incluir películas como Ninotchka (la comisaria estalinista Greta Garbo se “convierte” a los placeres occidentales), Amor sin escalas (el “despedidor serial” George Clooney se enamora) y ¡Ave César! de los hermanos Coen, donde un arreglador de entuertos termina hartándose de su función y renuncia. El esquema de esta clase de comedias es muy sencillo: una primera mitad para mostrar las canalladas cometidas por el protagonista (Garbo llega a París a controlar a tres “cuadros” que perdieron la disciplina; Clooney despide gente sin que se le mueva una ceja; Josh Brolin es una máquina de reparar, en una inversión del esquema moral habitual de estas comedias, donde el protagonista es culpable de alguna forma de maldad) y recibe un shock ético en la segunda parte, que lo vuelve “bueno”. Amor sobre ruedas responde al esquema clásico: depredador sexual compulsivo se comporta como máquina de seducir en la primera parte, hasta que conoce a alguien que lo sensibiliza. El cincuentón largo Franck Dubosc, en activo desde hace más de 30 años, participó, como actor y/o guionista, de varias comedias de éxito en Francia (la comedia popular francesa no suele ser exportable, tanto como la argentina o la italiana). Amor sobre ruedas es la primera que dirige. La apuesta, como se dijo, va sobre seguro. Por la simpleza muy de fórmula de su estructura en dos partes, y por la garantía de satisfacción para el espectador medio, que aun en las comedias se maneja con valores morales: si ganan los malos no me gusta mucho, si se impone el bien está todo en su lugar. Jocelyn (nombre muy desconcertante, ya que hasta donde sabemos es de mujer), ejecutivo de una empresa de zapatillas y soltero, es capaz de todo cuando ve una chica que le gusta. Y le gustan un montón de ellas, con lo cual su vida es una aventura permanente, no siempre triunfal (detalle interesante de guion, que no hace de él un winner absoluto). Un día, una linda vecina de su mamá lo ve sentado en la silla de ruedas que perteneció a ella, y cree que es él el que la usa. Como un principio del conquistador es “Seguí el juego”, a partir de ese momento Jocelyn anda de acá para allá en silla de ruedas, intentando dar un poco de pena, que nunca viene mal. Efectivamente, la chica lo invita a casa de su familia y le presenta a la hermana… que también anda en silla de ruedas. De aquí en más es boy-meets-girl (o garçon connais jeunne fille), con los inconvenientes del caso. Se supone, por ejemplo, que el único placer que sienten los parapléjicos es cerebral. Mientras que Dubosc es claramente un comediante profesional, que sigue lo que indica el manual, no es ése el caso de su partenaire, Alexandra Lamy, que hace lo mejor que puede hacer una comediante: no actuar “de comediante”. Junto a ellos, tres veteranxs: Elsa Zylberstein, que actuó en películas de Hal Hartley, Gérard Darmon, que lo hizo en Betty Blue, y nada menos que Claude Brasseur, actor octogenario que actuó en películas de Jean Renoir, Georges Franju y Marcel Carné.
Oh la la! Qué frescas son las comedias del cine francés. En este verano bastante atípico en lo climático, bien puede servir para meterse en una sala cinematográfica a ver este filme de Franck Dubosc quien actuó en muchísimos pero es su primera vez como realizador a la vez que actor. La historia nos muestra a un empresario exitoso, guapo, que ya pasó los 50 y sigue siendo un... ¿pirata? Es alguien que hace sufrir a las mujeres, que las seduce y no quiere ningún compromiso. Muere su madre Odette, y Jocelyn, el protagonista, va a la casa a poner algunas cosas en orden. Un hecho fortuito desatará el conflicto y es que Jocelyn esté sentado en una silla de ruedas cuando lo visite una vecinita atractiva. Jojo se siente en su salsa y la vecina se ofrece a ser su acompañante terapéutica, lo que no se imagina es que pronto conocerá a la mujer de su vida y lo pondrá en un aprieto por el que luchará para dejar de mentir sobre todo porque Florence, la hermana de su vecina, debe usar una silla de ruedas todo el día, es parte de su vida. Está muy bueno el título en francés que traducido sería "Todo el mundo de pie" y habla sobre la dignidad de las personas, de aquellas que teniendo todas sus posibilidades físicas plenas se encierran en prejuicios, egoísmo y una incapacidad de comunicación hacia los otros. Y por el otro los verdaderos héroes anónimos: vemos a Florence que es una hermosa mujer, violoncelista, que juega al tenis y hace una vida sin ninguna restricción. Jocelyn queda atrapado en esa fuerza que despliega Florence y que determinará el destino de esta pareja. Una fotografía espectacular: me encantó una escena en la que el escenario sufrirá un cambio extremo que tiene que ver con "Titanic" y una referencia a Hitchcock, más no les puedo contar o perdería la gracia. La banda sonora, con muchos de sus temas en inglés, cuenta con una canción interpretada, por Charles Aznavour, una voz inolvidable y una de Brice Davoli, Amore Mío, que se les quedará pegada si no es que no se ponen a bailar o a seguir el ritmo con los pies. Muy divertidas interpretaciones de Elsa Zylberstein, como Marie, una secretaria incomprendida por Jojo, Claude Brasseur, como el papá de Jocelyn y Gérard Darmond, como Max, el médico y confidente del personaje central. Para pasar un lindo rato y si no la ven en sala, espérenla on demand.
Se trata de la historia de un tipico galan frances entrado en años que cuenta con la particularidad de mentir constantemente sin una buena justificación. Inventa constantemente mentiras y crea personajes que simula ser. Este hombre se hace pasar por un discapacitado para caminar (en silla de ruedas) para llamar la atención de su vecina. Al contrario de lo que parece a simple vista, la película no es predecible ni cae en los clásicos clichés de películas con discapacitados. Es entretenida, cuenta con giros que sorprenden al espectador y retienen su atención y posee un final lejos de ser predecible que sorprende al espectador y lo invita a reflexionar. A pesar de no ser una película “obvia” como parece, por momentos cae en chistes básicos sobre la discapacidad. Aparte de todo esto cabe reconocer que el film tiene una gran deuda con el espectador. Nunca se desarrolla el motivo de las constantes mentiras de su protagonista y la razón por la cual dicho personaje trata el tema de manera superficial y sin darle importancia.
QUÉ HAY DEBAJO DEL PREJUICIO Siempre existen las apariencias que engañan, esas buenas producciones que se esconden debajo de un póster, tráiler o sinopsis no tan atractiva. Lo fue en su momento la serie Mujeres desesperadas, que bajo un manto de banalidad mostraba dilemas y personajes complejos. Con Amor sobre ruedas pasa algo así. No es posible ocultar que tiene detalles un tanto embarazosos, pero es un film que logra momentos muy buenos. Y si esto se da es por tener como actriz protagónica a Alexandra Lamy. Jocelyn (Franck Dubosc) es uno de los hombres más importantes de una empresa de productos para deportes. Este puesto lo lleva a mostrarse como el estereotipo de un hombre de poder. Pero no le sale muy bien, por suerte. Para mantener su propio ser se ve con la necesidad de realizar un juego: mentir. Son las fabulaciones las que lo mantienen entretenido, pero también las que le permiten salirse de su vida por un rato. El modo de vida que mantiene Jocelyn, está condenado a la fluidez constante y el cambio porque no tiene manera de sostener en el tiempo las mentiras que lleva adelante. Es por eso que al conocer a Florence llega al ridículo con tal de poder mantener a la única mujer que lo enamoró. La película se compone de una primera parte en la que por condescendencia al amor y por la buena utilización del humor uno, como espectador, deja pasar ciertas escenas un poco desprolijas. Pero en la segunda mitad todo toma más fuerza tras mostrar el poder que tiene Florence sobre las situaciones. Alexandra Lamy siempre logra personajes que enamoran, que provocan impacto por su carisma y naturalidad. Franck Dubosc la acompaña muy bien, mostrándose juntos como una pareja que cautiva. Amor sobre ruedas realiza pequeños pasos antes de que esta pareja muestre señales de enamoramiento y es tras esto que ese desenlace se torna más fuerte. A través de ello, el personaje empieza a ser más llamativo. Florence es la que logra que Jocelyn acepte su vida y se deje ver. Sin embargo, ambos se complejizan a medida que el film avanza. En cuanto a los personajes secundarios, el amigo y la asistente de Jocelyn, tienen a su cargo escenas en las que se lucen por la buena utilización del humor. La combinación de los diferentes estilos, él muy serio y ella con poco filtro, generan una buena comicidad.
A partir del clisé que dice que de un malentendido nace una historia de amor, Amor sobre ruedas juega a ser una comedia con mensaje moralizante. Jocelyn es un soltero empedernido, de alrededor de 50 años, que parece tener la compulsión de mentir y seducir a cuanta mujer se le cruza. Profesional exitoso y millonario del negocio del running, un día se topa con una vecina que vive en el mismo piso que el de su madre recién fallecida. Obnubilado por los pechos de la mujer, se le ocurre que puede ser su nueva conquista. Pero hay un detalle: cuando esta lo ve por primera vez, él está sentado en la silla de ruedas de su progenitora y ella asume que él es discapacitado. Ella lo invita a la casa de su familia, en las afueras de París, él acepta. Pero el verdadero propósito de la reunión es presentarle a su hermana que sí es discapacitada. La mujer en cuestión es una bella e inteligente rubia, concertista de violín. Planteado el conflicto, Jocelyn se debate entre sostener su mentira a capa y espada o sacarse la máscara de mentiroso compulsivo. Subida a caballo de la exitosa Amigos intocables (Intouchables, 2011), que ya va por su tercera remake (incluso una versión argentina y otra estadounidense a estrenarse en pocos días) el galán del cine francés Franck Dubosc debuta como director en esta película, en la que también es guionista y protagonista. El equívoco es el eje principal en el que pivotea la acción, mientras se la va mechando con chistes de dudosa gracia sobre toda clase de discapacidades físicas. Todo eso queriendo demostrar que la mayor incapacidad es la emocional, que está sostenida por el macho seductor. Una curiosidad del guion es que en muchos momentos en que las escenas requieren una toma de decisión, la acción se corta y no se resuelve nada. Y de ahí se pasa a la siguiente secuencia. Como si Dubosc dejara en cada espectador qué medida tomar para resolver el asunto. Además de atrasar años en su catarata de chistes ofensivos hacia los discapacitados físicos, todos vertidos por un personaje desagradable que no provoca la mínima empatía y al que para colmo se pretende redimir. Sólo el carisma de Alexandra Lamy salva, por momentos, una historia que está vestida de ambientes de lujo y escenarios coloridos.
Por más esperanzas que uno pudiera tener depositadas en la posibilidad de que Franck Dubosc abandone los personajes con impronta de pendeviejo de actitudes infantiles, “Amor sobre ruedas” se suma lastimosamente a “Disco” (2008) y “Camping 1” (2006) y “Campìng 2” (2010). En todas lo mismo: galán o playboy venido a menos, aunque se crea genial. El estreno de esta semana es la sublimación de todo lo anterior porque el señor Dubosc además de actuar, escribe y dirige con lo cual las libertades que se toma giran en torno a su forma de ver las cosas. Jocelyn es un tipo fachero, mujeriego a la antigua y con pocos escrúpulos en ese sentido. Misógino, engreído, y hasta se podría decir un mentiroso compulsivo. Muere su madre pero esto no parece afectarlo en nada, al punto tal que en su rol de guionista Dubosc ni se molesta en justificarlo. En la casa de la difunta el tipo se sienta en una silla de ruedas, y en esa posición conoce a una veinteañera vecina que, por supuesto, se convierte en objetivo sexual y la razón por la cual seguir adelante simulando ser lisiado. Pronto sabrá por qué la cosa no va a funcionar, pero mientras tanto la chica le presenta a su bella hermana Florence (Alexandra Lamy), quien de verdad está en silla de ruedas en una condición complicada. Pese a esto (tal vez porque ya está en el baile y hay que bailar, no lo sabemos) Jocelyn sigue adelante con su mentira. La innumerable cantidad de desaciertos de “Amor sobre ruedas” reside tanto en la displicencia para construir un personaje metido en una situación absurda, como en la instalación del verosímil de sus actitudes que supuestamente deberían resultar graciosas. El agravante de todo es la impunidad de un discurso que desde lo superficial, es decir lo anecdótico de la trama, pareciera perseguir la corrección política colocando al personaje como “alguien que aprenderá una gran lección”. Pero al tratarse de un triple rol, la falta de justificación pone a la realización integral dentro de un gran signo de interrogación frente a acciones que en los tiempos que corren podrían ser apológicas. En el costado amable de “Amor sobre ruedas” están la simpatía de Alexandra Lamy y… No, eso sólo, la simpatía de Alexandra Lamy. El resto es una búsqueda constante de fórmulas remanidas, sin imaginación y de una predictibilidad pasmosa. Dubosc elige a Gérard Darmon como intérprete de Max, el mejor amigo del protagonista, para proponer un anclaje a la cordura entre tanta insensatez, pero se irá diluyendo hasta la intrascendencia con lo cual sólo queda la historia de amor en sí misma cuyo éxito dependerá exclusivamente de la buena voluntad del espectador
“Amor sobre Ruedas”, dirigida por Franck Dubosc. Una comedia romántica muy clásica, protagonizada por su director. Cuando hablamos de clásica nos referimos a lo característico de estos films, momentos melancólicos, de amor y risa, los cuales vemos porque sabemos que la vamos a pasar bien.
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"Amor sobre ruedas" es una divertida comedia romántica francesa protagonizada, escrita y dirigida por Franck Dubosc (Famoso actor francés de cine, televisión y stand up) que constituye a su ópera prima. Jocelyn (Franck Dubosc) es un exitoso hombre de negocios, un conquistador incorregible y un mentiroso patológico. Harto de sí mismo, intenta seducir a una hermosa joven haciéndose pasar por parapléjico, pero su plan da un giro inesperado cuando ésta le presenta su hermana Florence (Alexandra Lamy) que utiliza una silla de ruedas. Con un guión hábil que sorprende, el film toca temas delicados con un original abordaje y un sentido del humor sutil que saca muchas risas a los espectadores sin caer en lo vulgar. La trama posee un sin fin de enredos, humor y momentos dramáticos muy bien llevados a cabo por ambos protagonistas cuya química sobrepasa la pantalla. Entre tanta película pochoclera esta joyita puede que pase desapercibida, pero si sos fan del género (O no) no dudes en ir a verla.
Jocelyn (Franck Dubosc) es un exitoso sobre de negocios, mentiroso y egoísta, capaz de decir cualquier cosa con tal de seducir a una mujer. Cuando muere su madre, él va a su departamento y mientras revisa sus cosas se sienta en su silla de ruedas. Justo en ese momento una joven y bella vecina aparece y cree que Jocelyn está en silla de ruedas. Él decide mentirle y comienza una amistad con ella. Lo que no sabe es que su vecina tiene como plan presentarle a su hermana mayor, que está realmente en sillas de ruedas. Así es como aparece en escena Florence (Alexandra Lamy), la mujer más encantadora del mundo. Bella, inteligente, sensible, jugadora de tenis adaptado y eximia violinista. Florence es perfecta y Jocelyn se enamora perdidamente. El amor es mutuo, pero condenado al desastre por la mentira de él. La película, dirigida por el propio Dubosc, tiene como única gran misión resolver el tema de la mentira del protagonista y convertirlo en un personaje aceptable, a fin de que todos lo perdonemos y pidamos un final feliz. Lo curioso es que lo logra y la película emociona cierra perfectamente. Incluso tiene un maratón que Jocelyn debe correr y que será el final de la película. El logro de la historia no es perdonarlo a él sino conseguirle a ella una pareja digna de su grandeza. Amable y feliz comedia francesa, sin los golpes bajos y las demagogias de otros films taquilleros hechos en Francia.