El amor miserable. Hace bastante tiempo que no nos topábamos con una película cuyo título constituyese el mayor spoiler en cuestión, y mejor obviar los detalles que nos adelanta el afiche oficial del film o la misma presencia del inefable Paul Haggis, a esta altura una verdadera “marca registrada” de determinados ardides del séptimo arte. Dejando de lado por un momento los pormenores de la trama de Amores Infieles (Third Person, 2013), podemos afirmar que estamos ante el regreso del canadiense al terreno de la multipremiada Vidas Cruzadas (Crash, 2004), léase la estructura de los relatos corales y un pulso entre luminoso y algo abstraído, siempre apuntando a la exteriorización de las contradicciones de los personajes. Conviene aclarar desde el vamos que la propuesta se ubica en lo bajo de la pirámide de su carrera, ya que sin ser mala -ni mucho menos- no alcanza el nivel de su realización más interesante a la fecha, La Conspiración (In the Valley of Elah, 2007), ni del opus inmediatamente anterior, la enérgica Sólo Tres Días (The Next Three Days, 2010). Resulta indisputable la recurrencia de ciertos automatismos, en especial su tendencia hacia la presentación meticulosa de las distintas capas de los protagonistas (el truco de apelar a esquemas clasicistas que esconden datos de seres un tanto misteriosos), pero igual de innegable es su eficacia y serenidad en lo referido al empleo de dichos recursos narrativos. Aquí una vez más el director y guionista nos ofrece una historia sencilla disfrazada de epopeya melodramática, todo enmarcado en un maquillaje formal que por suerte nunca llega a desdibujar la premisa humanista de fondo: en primera instancia tenemos a Michael (Liam Neeson), un novelista en crisis que recibe en París a su amante Anna (Olivia Wilde), luego está Julia (Mila Kunis), una mujer que en New York lucha por la custodia de su hijo con su ex marido Rick (James Franco), y finalmente descubrimos a Scott (Adrien Brody), un advenedizo en un viaje de negocios por Roma que queda obnubilado con Monika (Moran Atias), una inmigrante que busca liberar a su hija de las manos de unos mafiosos. Si bien durante la primera mitad sobreabundan los ingredientes melosos, algunos clichés de las parejas desquebrajadas y un puñado de escenas que no agregan demasiado al desarrollo, la segunda parte del convite balancea el devenir volcando el tono hacia una exploración muy inteligente de los costados más miserables del amor conyugal, metiendo el dedo en la llaga de la sequedad anímica, el sadismo, los reproches inconducentes, las tragedias y el fantasma de la pérdida total de la confianza en el prójimo. Hoy Haggis se da el lujo de relegar a papeles secundarios a Maria Bello y Kim Basinger, redondea un ejercicio estilístico bastante prolijo y hasta aprovecha para homenajear al oficio mismo de escribir…
Amores infieles es un film que a pesar de sus pequeños defectos merece su visión, aunque más no sea para disfrutar de muy buenas interpretaciones. Las historias más ricas son las que tienen por protagonistas a Mila Kunis y Adrien Brody, aunque todas pecan de un poco de inverosimilitud, la cual es...
Tres distintas ciudades: Roma, Paris, Nueva York. Tres distintas historias de diferentes parejas conectadas entre sí: un escritor neoyorquino que acaba de separarse de su esposa y se encuentra con su amante en Paris. Una mujer de Nueva York que se niega a responsabilizarse por la casi muerte de su hijo, y a su vez el padre del niño que intenta conseguir la custodia completa del nene. Y en Roma, un empresario estadounidense que se enamora de una gitana, a la que ayudará a recuperar a su hija de las manos de unos mafiosos. Pequeñas delicias de la vida conyugal Cuando llegan películas con tantos actores de renombre como es el caso de Amores Infieles, desde el primer momento nos llama la atención. Liam Neeson, Mila Kunis, Adrien Brody, Olivia Wilde y James Franco son los protagonistas de los tres distintos relatos que se nos narran a través de las más de dos horas que dura la película. Y a pesar de tener un extenso metraje, el gran ritmo de Paul Haggis (director de la ganadora del Oscar Vidas Cruzadas) hace que las historias nos envuelva en un clima de tensión manejado de gran forma. Nos interesamos en saber el porqué de la locura del personaje de Olivia Wilde, que pasó con el hijo de Mila Kunis y así con el resto de las historias. Haggis logra generar empatía con sus personajes, y aunque la trama a veces se enreda, el común denominador de la película que son los hijos, hace que el interés no se pierda a pesar de la confusión que reina por momentos. Párrafo aparte se merece el genial trabajo de edición con el que cuenta la cinta. El montaje está realizado de una manera tan sublime que es imposible no querer saber que va a pasar a continuación en las distintas historias. La transición es tan sutil que no nos damos cuenta, y eso engancha. Si bien por momentos la cinta se torna medio confusa, el interés generado hace que no dejemos de prestar atención para pensar ¿qué paso aquí?, porque la película sigue y la historia avanza. Las distintas anécdotas transcurren en hermosas ciudades y las locaciones elegidas, sumado al trabajo de fotografía hacen que sea un deleite visual. Afortunadamente las historias se cierran de gran forma, y el final está a la altura de las grandes historias, por lo que la conclusión no decepcionará a aquellos que disfruten de la película. Cabe destacar que hay suficiente espacio y tiempo en pantalla para todos los grandes nombres con que se trabajó en el film, con la excepción de Kim Basinger, el resto de los actores cuenta con un buen tiempo para poder disfrutarlos en pantalla, y es que los nombres con los que cuenta el film se lucen con sus actuaciones y no decepcionan, ni tienen dos segundos de metraje. Conclusión No se dejen engañar por el título de telenovela de la siesta de canal de aire que los traductores eligieron para Third Person. Amores Infieles atrae principalmente por su espectacular elenco coral, pero hay que tener en cuenta las grandes actuaciones que brinda, su trama enredada aunque medio confusa pero dotada de un gran ritmo y un contundente final. Totalmente recomendable.
En Amores infieles el director Paul Haggis vuelve a presentar otra película coral del estilo de Vidas cruzadas (Crash). Una producción que en el 2006 volvió loco a los críticos norteamericanos, pero tuvo una recepción diferente en el resto del mundo, a tal punto que todavía se cuestiona el Oscar a la Mejor Película que ganó sobre filmes superiores como Munich, Capote y Buenas noches y buena suerte (George Clooney). En esta ocasión Haggis abordó el tema de las relaciones de pareja, donde la confianza y la culpa son dos tópicos importantes que se trabajan en las tres historias que se presentan. Una particularidad de este film es que fue íntegramente realizado en Roma y Haggis reconstruye a la perfección las ciudades de Nueva York y París donde transcurren algunos de los relatos. Es notable lo que hizo sobre todo con la localidad norteamericana, ya que si no contás con esa información jamás te hubieras dado cuenta que la película se filmó en Italia. Lo mejor de Amores infieles pasa por el trabajo del reparto, donde las mujeres brindan las interpretaciones más destacadas como el caso de Mila Kunis, Olivia Wilde y Moran Atias, quien ya había trabajado con el director en Vidas cruzadas y Sólo tres días (Russell Crowe). También resulta atractivo disfrutar a Liam Neeson en un rol diferente de los héroes de acción que viene encarnando en el último tiempo, pese a que su personaje tiene todos los clichés del clásico escritor conflictuado. El problema que tiene esta propuesta es su duración de 137 minutos que por momentos convierten al film en una odisea soporífera interminable. Sobre todo porque los tres melodramas de telenovela que presenta Haggis nunca llegan a ser emocionantes. Por otra parte, los personajes que creó el director tampoco son interesantes y esto impide una conexión emocional con las situaciones que atraviesan. A lo largo del film desfilan distintas personas con serios problemas emocionales que terminan siendo roles cinematográficos vacíos con los que cuesta mucho empatizar. Para empeorar las cosas, hacia el final Haggis revela la conexión de los tres argumentos con un supuesto giro inesperado que resulta forzado y hace poco por levantar este drama pretencioso que no termina de convencer. En la parte final el director aspira a convertirse en David Lynch pero termina siendo M.Night Shyamalan en su etapa decadente. Entre los dos estrenos con Liam Neeson que llegaron esta semana a la cartelera, la propuesta policial es la que vale la pena, Amores infieles podés dejarla para la televisión que no te vas a perder nada relevante.
Yo, tú, él, ella, nosotros Casi una década después de su primer éxito mundial con Vidas cruzadas (Crash, 2004) Paul Haggis vuelve a meterse de lleno en los juegos narrativos, en un intento (forzado) que pretende unir distintos universos mediante un hilo constante de secretos, confesiones y susurros. Siendo reduccionistas, Amores infieles (Third Person, 2013) narra – o mejor dicho explora - tres historias: Por un lado tenemos a Michael (Liam Neeson), es un escritor galardonado que atraviesa una crisis existencial, entre muchas otras cosas por su decadente escritura y su reciente divorcio. Encerrado en una habitación de hotel en París, busca terminar su nueva novela mientras se encuentra y desencuentra con Anna, su joven amante y alumna (Olivia Wilde). En paralelo tenemos a Scott (Adrien Brody), un ladrón yanquee atrapado en un bar en Roma donde conoce a Monika (Moran Atias), una italiana despampanante que debe salvar a su hija a toda costa. La tercera historia la protagoniza Julia (Mila Kunis), una alterada joven aspirante a actriz que vaga por Nueva York buscando la manera de recuperar su vida, un trabajo y sobre todo a su hijo, del cual perdió su tenencia. Estos tres hilos narrativos, sin conexión aparente, construyen la compleja estructura que Haggis teje y tuerce no solo a través del guión sino también a través del montaje, lo cual resulta uno de los pocos recursos refrescantes y atrapantes del film. La traducción del título es un tema importante a la hora de entender el film, y por ende deja mucho que desear, puesto que el “ingenio” de la película pende del hilo de su nombre original “Third Person”, que no refiere tanto a un tercero en discordia sino más bien a la tercera persona narrativa o narrador externo. Al igual que Vidas cruzadas (y varias de sus películas anteriores), Amores infieles es una historia coral, y al igual que Vidas cruzadas, la densidad del peso narrativo es lo que ahoga las mejores intenciones del director/guionista. Es bien sabido que esta es una estructura delicada y resbaladiza, que cuenta en su haber con éxitos como fueron Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994) y Magnolia (Magnolia, 1999), hasta fracasos estrepitosos como Día de los enamorados (Valentine's Day, 2010). Al interconectar las líneas narrativas, hay que saber medir con cuentagotas el desarrollo de cada una, y eso a Haggis se le escapa: a lo largo del film el procedimiento se repite, se retuerce y lo peor de todo – la historia se vuelve obvia. El drama de Michael es el de Paul: buenas ideas, la audacia del intento, y sin embargo el fracaso de tener “personajes deambulando por ahí al azar”, como le dice su editor a Michael. Si bien las historias poseen puntos de alta tensión dramática, y giros trágicos, el resultado se siente más bien frío, impersonal, ya visto. Reina, como lo dice el título, el narrador externo, el desapego. Todo decanta en un análisis impasible sobre los dilemas de la confianza, el amor y la paternidad, que guarda en sí mismo el potencial para ser mucho más. En este sentido, quizás la estética sobria y minimalista no ayuda. Basta ver Amores Perros (Amores Perros, 2000) o Babel (Babel, 2006) para reconocer en las obras corales de Iñarritu eso que a Haggis le falta, esa estética impregnada de suciedad, ese dolor de los personajes que se pega en la piel del espectador. El leit motiv de la película es “Mírame”. Ese es el desafío que parece presentarnos el director: que lo miremos construir esos castillos de arena, que nos maravillemos por su intento, que lo ayudemos a completar la trama. Las ambivalencias que deja el film son lo más rico; el resto ya se ha visto.
Un título extraño que sugiere lo que no es. Historias entrecruzadas, amores que van y vienen y situaciones que se repiten hasta una explicación final, que cierra los cabos sueltos. Se mantiene la tensión aunque hacia la mitad se desmadra. Elenco de estrellas: Liam Neeson, Mila kunis, Adrien Brody, Kim Basinger y más.
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Tortuoso y, a la larga, irritante Hace poco más de una década, Paul Haggis ganaba el Oscar a mejor película y guión original por Vidas cruzadas (Crash). En Amores infieles reitera el esquema de narración coral a-la-Robert Altman con varias historias paralelas que en algunos momentos se van ligando y que, vistas en su conjunto, dan un panorama bastante desolador sobre la condición humana: amores torturados, familias en crisis, ambiciones desmedidas y perversiones varias; personajes desesperados con ansias de redención y dominados por la culpa, la soledad, la infidelidad, la angustia y un sino trágico que parece no abandonarlos nunca. Rodadas en París, Roma y Nueva York, las historias de Amores infieles -protagonizadas por una decena de intérpretes de primera línea- van desde un escritor en crisis (Liam Neeson) obsesionado por una bella y joven colega (Olivia Wilde) hasta una muchacha inestable (Mila Kunis) que lucha por poder ver a su hijo que vive con su ex marido (James Franco), pasando por un estafador norteamericano (Adrien Brody) que se enamora de una gitana (Moran Atias) y se ve involucrado en un chantaje. Reconocido guionista (escribió varios films para Clint Eastwood y para la saga de James Bond), Haggis hace gala no sólo de una mirada bastante pesimista, sino también de una fuerte dosis de sadismo y solemnidad a la hora de juzgar el comportamiento de sus criaturas. El resultado es un film pretencioso, manipulatorio, tortuoso e irritante, cuyos 136 minutos constituyen un verdadero tour-de-force incluso para el espectador más curtido.
Entre la culpa y la mentira Una historia complicada para tratar temas complicados, y todo el entramado supeditado a un dudoso fin. Un relato principal y dos secundarios se entrecruzan insidiosamente en Amores infieles, la pretenciosa historia del canadiense Paul Haggis. Michael (Liam Neeson) es un escritor obsesivo y manipulador que tiene un Pulitzer en su haber. Su cuentito, el principal, transcurre en París, con Michael ejerciendo su inverosímil arte de escribir (Neeson necesita acción). Escribe y supedita su vida a esa escritura. Una vida de hotel con su amante escritora, sexo desenfrenado y su familia a la distancia, alentándolo a escribir a sabiendas de su traición, a cualquier precio. De París saltamos a Roma, donde Scott (Adrien Brody), que roba diseños de ropa para los talleres clandestinos, despotrica contra los tanos por su latinidad. Hasta que una bella gitana le cruza su cuerpo y mirada en un bar y el embaucador queda prisionero de una mujer que debe juntar dinero para rescatar a su hija. El también tiene un hijo, que le manda videomensajes desde algún lugar mientras se pierde en su historia gitana. La tercera subtrama transcurre en Nueva York, aunque Julia (Mila Kunis) podría estar en París, de hecho sugiriendo cierta interacción con el escritor y su amante (Olivia Wilde). Julia, acusada de intentar matar a su hijo, lucha por conseguir un régimen de visita. Suponiendo que el espectador supere la primera hora de película, plagada de símbolos, números y palabras clave que conectan una historia con otra, de hombres y mujeres histéricos, sumergidos en sus propios simulacros, con niños que van apareciendo por su ausencia, la historia empieza a cuajar. La culpa, la mentira y una duda central, la necesidad de vivir a través de los otros: creer en alguien, confiar en alguien, es cada vez más difícil. Pero hay muchas preguntas, entre otras: ¿qué es la fidelidad?
Tres historias dispares La carrera de Paul Haggis, guionista con una larga trayectoria en televisión y en el cine con títulos que van desde Million Dollar Baby, 007: Quantum of Solace y la remake de la italiana El último beso, como director tiene en su haber Vidas cruzadas, que mostraba varias historias ligadas por el racismo en la ciudad de Los Ángeles con la cual se alzó con el Oscar a la mejor película en 2005. Y si bien le siguió la atendible La conspiración, desde Vidas... pasaron casi diez años –en el medio quedó en el olvido la definitivamente olvidable Solo tres días– para que Haggis, tal vez en busca de viejas glorias, se decidiera a volver al formato coral con Amores infieles. Lo cierto es que Vidas cruzadas no era una maravilla aunque mantenía el timming y una sólida cohesión, pero no es el caso de su último opus, que tiene como eje tres relatos con protagonistas adultos que arrastran su infelicidad por el mundo como consecuencia de la pérdida de sus hijos, expuestos a una separación traumática, a la trata de personas o directamente, la ausencia sin consuelo. Así, Michael (Liam Neeson) es un escritor que huye de la tragedia refugiándose en amores pasajeros mientras espera en Paris a su amante Anna (Olivia Wilde), objeto de deseo pero sobre todo, material para su próxima novela al igual que su esposa Elaine (Kim Basinger), que sabe de sus manejos. En paralelo y como exige el formato, la volátil Julia (Mila Kunis) no consigue sostener un empleo mientras lucha por la tenencia de su hijo frente a su ex marido Rick (James Franco), un artista plástico exitoso que parece tener todo en orden, en tanto por Roma anda Scott (Adrien Brody), un comerciante textil que se fascina en un bar con Monika (Moran Atias) y sin demasiadas explicaciones, se involucra en el rescate del hijo de la mujer, secuestrado por una red de trata. Estas tres historias desarrolladas de manera dispar y en constante inestabilidad narrativa, tienen el tono grave y solemne de los realizadores que sienten que están abordando temas cruciales, pero el problema es que Paul Haggis no es un autor –aunque el concepto esté en crisis– sino que se trata de un artesano, un tipo confiable para la industria. Nada más.
Nunca olvidaremos "Crash" (aplausos y oscars) de Paul Haggis, eso es clarísimo... Hoy, el mismo director, nos entrega "Amores Infieles", una película coral, con tres historias de amor que apenas se tocan. Si tengo que ser sincero, es larguísiiiiiima (2.20 hs) y no se sostiente para nada. Una de las historias que mas me atrapó fue la de Mila Kunis junto a James Franco (la escena final que tienen juntos te aseguro que destruye la pantalla de lo bien que están - por esa escena vale la película). El resto es un elencazo en una propuesta que parecía muy atractiva pero que pierde fuerza con el pasar de los minutos. Película demasiado lenta para mi gusto por lo que, como te digo siempre, queda en vos ir a verla (y si vas, tirate un ratito y dormite una siesta acostado, en la butaca es incómodo).
Enredos de amor no aptos para desatentos Tres historias de amor, quizás algo más, en tres ciudades, y con asuntos de triangulación que no siempre son lo que el espectador supone. Ese es el esquema de la nueva película de Paul Haggis, un poco apelando a ciertas características, buenas y malas, de su oscarizada "Crash" ("Vidas cruzadas"). Las historias se entremezclan, predomina la angustia, surgen problemas, traiciones, perturbaciones, malos recuerdos, sentimientos de culpa, la música fastidia bastante, la película se hace larga y sigue enredada, y el espectador poco atento arriesga perderse irremediablemente. El más atento, en cambio, irá percibiendo ciertos detalles y gozará de la resolución final, fuerte aunque quizás un tanto artificiosa. O, en una de esas, dirá "ya me había dado cuenta hace rato". Lo que no afecta el fondo de la cuestión, que es bastante seria. En pantalla, un escritor separado se da el gusto con una chica no del todo sana, un comerciante medio chanta se enreda con una gitana cuya criatura está en malas manos, y una madre desquiciada quiere recuperar a la suya, que está en buenas manos. La acompaña una abogada que así ahoga un poco sus propios conflictos. Liam Neeson, Olivia Wilde, Kim Bassinger, Adrien Brody, Moran Atias, Mila Kunis, James Franco y María Bello componen el elenco, de lucimiento mayormente femenino. Hay escenas atractivas, las mujeres son atractivas, todo luce un buen acabado formal. Se pasa el rato y se aprende algo, pero lo mejor de Paul Haggis sigue siendo "En el valle de Elah" y el guión de "Million Dollar Baby".
Crítica emitida por radio.
Vidas cruzadas En esta historia coral hay mensajes en papeles que se pierden y aparecen en manos equivocadas, mensajes de amor imposibles de borrar del teléfono y un escritor que usa diálogos de sus relaciones para incluir en sus novelas. Claro que Michael (Liam Neeson) no es el único escritor de esa raza pero, al decir de Anna (bellísima Olivia Wilde), él vive a través de sus personajes y se nutre de sus víctimas de carne y hueso. Alrededor del torbellino entre Michael y Anna en un hotel de París giran las historias de Julia (Mila Kunis), una neoyorquina a quien su ex niega la visita a su hijo, y Scott (Adrien Brody), un plagiador de diseños de alta costura que en Roma se ve envuelto en una relación indefinida entre secuestro, estafa y triángulo amoroso. Si lo dicho resulta intrigante, en la práctica es ambicioso, pueril. El vínculo de las tres historias se devela a medida que promedia el film y no alcanza a sustentar el interés ni la existencia de las tramas paralelas. De haberse centrado en las idas y vueltas de Michael y Anna en el hotel parisino, la historia podía haber funcionado, pero Paul Haggis, guionista de Million Dollar Baby y guionista y director de Crash: Vidas cruzadas, tuvo la ambición –aunque no el talento– para redondear algo más grande.
El cine concebido como mero purgatorio Primero lo primero: el título original Third Person (“Tercera persona”) es mucho más elegante y pertinente que el ñoño y engañoso travestismo local Amores infieles (en dos de las tres historias que integran el film no hay infidelidades amorosas, al menos en el presente de los personajes). En las breves escenas que hacen las veces de introducción a esos relatos entrelazados –formato que Paul Haggis, el director de Crash, vidas cruzadas, no parece dispuesto a abandonar–, las imágenes presentan a los personajes en estado de extremo enojo, tristeza o alienación. La banda de sonido es machacona, insistente, como para que no quede duda alguna al respecto. Cerca de la marca de los 30 minutos (de un total de casi 140), la película insinúa que el film jugará con el concepto de realidades y ficciones, lo cual tiene su lógica, ya que el personaje central es un escritor. En crisis con su oficio, su vida afectiva y varios etcéteras, huelga aclarar. Otra película que describe el mundo del literato como si se tratara de una raza humana aparte, imagen romántica y superficial inflada a base de clichés. Y autocompasiva hasta el empalago.Haggis es un predicador con piel de director de cine. Sus criaturas cargan culpas y andan en busca de expiación y ése es el único síntoma de su existencia. Culpa siente el prestigioso escritor interpretado por Liam Neeson, la culpa carcome al ladronzuelo de ideas ajenas que encarna Adrien Brody, culpa es lo que puede verse en el rostro de Mila Kunis como una joven madre separada legalmente de su hijo con (aparentemente) justa razón. Uno en París, el otro en Roma, la tercera en Nueva York. Lo cual permite al film traficar varias escenas de aliento turístico y más de un producto de alta gama, como si se tratara de una de esas revistas de tarjetas de crédito en busca de potenciales clientes. La construcción de los personajes es pura ingeniería, del papel a la pantalla: más que respirar, responden a la letra escrita del guión como autómatas (no es culpa del reparto, sino del que le da de comer). El uso del montaje paralelo para entrecruzar giros y recovecos es elemental –por momentos, incluso burdo– y algo similar puede decirse de los “accidentes” que inician efectos o ejercen tensión en las tres tramas: el bolso con el dinero, el papel olvidado. El resto, plano y contraplano de manual, en varios casos rodado a dos cámaras y “ponchado” como si fuera una tira de televisión.Hay algo esencialmente falso y ornamental en Amores infieles, que la escena en un club nocturno parisino ilustra y ejemplifica a la perfección. El escritor y su joven amante (Olivia Wilde) se encuentran en el boliche más chetamente tonto de París. O, lo que es lo mismo, en un set lleno de extras haciéndose pasar por clientes: el lugar es más parecido al ambiente de una de esas publicidades de Gancia que a cualquier disco real o imaginada. El supuesto ingenio del guión del propio Haggis se despliega en el último tercio, cuando las subtramas comienzan a integrarse y a chocar unas con otras. Es el momento “ah, entonces por eso esto era así y aquello asá”. Allí también comienzan a surgir como vómitos las muertes, las relaciones non sanctas, los imperdonables pecados del pasado y del presente. Gravitas a presión. Y que se note. Cine pretendidamente grave pero fatalmente liviano, tanto o más de fórmula que la quinta secuela de una de superhéroes, Third Person es la consagración definitiva de un estilo de cine tan alejado del mundo real como de la imaginación y la fantasía. Una suerte de neoacademicismo kitsch. El cine como purgatorio.
Las conflictivas historias de amor de tres parejas ubicadas en Nueva York, París y Roma están levemente conectadas en Amores Infieles , la última exhibición de narración múltiple, en este caso media enroscada, del director y guionista británico Paul Haggis (Crash). Con un excelente elenco, encabezado por Liam Neeson , Adrien Brody , Mila Kunis y James Franco, que intenta mantener la historia en un alto nivel de dramatismo pero solo lo logra de manera dispar. Aunque hay momentos de goce y gran nivel cinematográfico, solo son eso, momentos. La historia que más se destaca es la de un escritor llamado Michael (Neeson) que desde su suite en un hotel de París, intenta reescribir una novela. Un trabajo que es interrumpido por la llegada de su amante, la joven llamada Anna (Olivia Wilde). Distanciado de su esposa (Kim Basinger, correcta), y viviendo este apasionado y juguetón affaire, Michael convive con los vaivenes de inspiración, una vieja tragedia familiar y las manipulaciones de la joven, la cual decide someter al escritor a más de una situación que se irritante. Ambos actores desempeñan bien su papel y Haggis se reserva los mejores diálogos del film para esta pareja. Wilde protagoniza una hermosa escena, divertida, que hace sentir la atracción y química que existe entre ellos dos, cuando ella trata de seducir al escritor llegando al cuarto de este y ofrece devolverle la bata que se había llevado, Luego de que ella queda completamente desnuda, él le cierra la puerta en su cara y ella, como dios la trajo al mundo, debe cruzar los pasillos del hotel; en ese momento brilla la actriz plasmando el placer por la broma que él le jugó, de los momentos más divertidos de la película y que definen a los personajes a la perfección. tercera_persona_Enfilme_4l585_675_489 Como si fuese el cuento de la Cenicienta, el episodio de Roma comienza en un bar bastante añejo, donde Sean (Brody), un diseñador de ropa norteamericano que roba diseños de grandes marcas italianas, conoce a una hermosa gitana de origen rumano (la israelí Moran Atias) vestida como una bailarina de flamenco. Monika, además de una hermosa mujer, emana dignidad altiva y rechazo por todo lo que representa la imagen de Sean. Luego de un confuso hecho con el bolso de ella y el dinero en el interior de este, él se enreda en una historia que comienza como una comedia y finaliza como un drama. De lo más flojo del film. En la tercera historia, la de New York, Julia (Mila Kunis) mantiene una contienda legal con su ex pareja para intentar ver a su hijo. Ella fue acusada por su ex, un pintor reconocido (James Franco), de golpear al niño en el pasado y debido a ese hecho, pierde la tenencia. Una gran actuación de parte de Kunis, en la cual su personaje debe mantener a raya los demonios internos y conservar un trabajo estable, requisitos exigidos por su abogada (María Bello) para mejorar poder alcanzar el objetivo de recuperar a su hijo. Aunque en esta historia el papel de malvado le haya tocado a Franco, lejos de interpretar a un villano en toda su filmografía, una escena destacable es la que el pintor intenta conectar con su hijo, un jovencito disconforme con el presente que le toca vivir y donde el arte y la pintura no logra unir esos lazos forzados de padre-hijo. Esta historia es la más parecida a la atmósfera generada en Crash (2005), film que le valió a Haggis un Oscar a Mejor Película, Mejor guion y Mejor Edición. AmoresInfieles_Locoxelcine Conclusión: Neeson está bien elegido para el papel, un hombre tan lleno de luces y sombras que resulta interesante su historia con la hermosa aprendiz interpretada por Wilde. Ella en un alto nivel actoral pero desperdiciada. Kunis y su personaje le aportan a la historia una inyección de intensidad, el viejo concepto de cruda realidad y sostiene, sin esfuerzo, la clave de película ambigua, que conduce al bien y el mal todo el tiempo. Una película que depende de momentos, donde la construcción global no llega a concretar una gran obra y menos con un final forzado y anunciado.
Otro rebuscado filme de Paul Haggis (“Crash”), un artesano de buenas ideas que invariablemente cede a la tentación de los golpes de efecto, las historias retorcidas y los personajes calculadamente raros. Tres historias de amor tienen lugar simultáneamente en tres ciudades: Nueva York, París y Roma. Un escritor neoyorquino (Liam Neeson), que acaba de separarse de su esposa y se encuentra en París con su difícil amante (Olivia Wilde). Una madre neoyorquina (Mila Kunis) disputa con su esposo la tenencia del niño. Y en Roma, un norteamericano que roba diseños de ropa (Adrien Brody), se enamora tanto de una gitana (Moran Atias) que entrega todo. Es un relato coral (otra tendencia de Haggis), un pequeño festival de desdichados que habla sobre parejas en crisis y sobre las turbulentas relaciones entre padres e hijos. El cine inverosímil y extravagante de Haggis alcanza sus mejores momentos en las escenas intimistas (la mejor historia es la del escritor y su amante), pero todo es difícil de creer y de entender. Realización plana y convencional, innecesarios subrayados, personajes que no dejan de hacer cosas absurdas y vueltas de tuercas argumentales para ir sumando más tensión. El forzado final en Roma quiere ser alegórico: el escritor sale a perseguir a una esquiva Anna que sin querer se transforma en todas.
Fotogenia publicitaria Hay películas cuyas ideas sobre el mundo son tan básicas que obligan a calificar más que a argumentar. La carencia de sustantivos de una reseña puede ser directamente proporcional a la ausencia de sustancia, a la pobre mirada de un director que no puede más que transitar su ombligo norteamericano. Amores infieles reitera la estructura coral de Vidas cruzadas, ese engendro ganador del Oscar por el 2005. En aquella ocasión la excusa argumental para hilvanar las historias era un accidente; aquí, el centro es el universo mental de un escritor que ha sufrido una desgracia e intenta exorcizarla a través de una novela con alter ego incluido. Liam Neeson aparece en un encierro de lujo, una enorme suite de hotel, desde la cual proyecta sus fantasmas en una historia con personajes diversos pero unidos por la desgracia. Filmada en Roma, París y Nueva York, la película ofrece un pensamiento etnocentrista absoluto, tejido sobre la base de que no hay matices sociales ni culturales más allá de la visión pacata y superficial del director. De este modo, los protagonistas son todos iguales y el resto del mundo es una gran postal, similar a la que abre y cierra escenas específicas. Tan uniforme es la incapacidad de observación que da lo mismo encuadrar una mujer durmiendo en una estación que una histérica joven caprichosa y atormentada: los encuadres se repiten prolijamente y su horizonte de expectativas no pasa de la prolijidad irrelevante. Ni hablar de la empalagosa música que acompaña las imágenes ralentizadas para acentuar un dramatismo vacuo. Haggis nuevamente explota la miseria con fines publicitarios y crea una especie de fotogenia a base de acciones teñidas de poses calculadas, donde la angustia de un personaje en una bañera -por citar sólo un ejemplo- tiene el mismo rango visual que un aviso de jabón. La iluminación y los colores en pantalla están al servicio de tal fin y además resaltan permanentemente el contenido fetichista de los objetos. Ni siquiera hay pericia narrativa sino un montaje forzado de momentos que se cruzan arbitrariamente a partir de muletillas infantiles tales como olvidos y papelitos, signos mecánicamente puestos para que los espectadores jamás se esfuercen. Este clon malversado de Altman o de Paul Thomas Anderson, plagado de diálogos trillados y elementales, no puede ligarse a la materia cinematográfica sino al peor imaginario telenovelesco. La única revelación posible en esta clase de pacatería sensiblera es la exposición de la fotogenia publicitaria, un signo cada vez más enfatizado por películas disfrazadas de importancia en este Siglo XXI.
Triángulos amorosos, traiciones, engaños y un elenco multiestelar en una película que prometía más. En esta oportunidad nos encontramos frente a una historia coral que se desarrolla en tres ciudades distintas y que se encuentran relacionadas con el amor a partir de situaciones conflictivas que se entrelazan con el trascurrir de la cinta. Por un lado Paris, donde muestra las dificultades de un escritor atormentado, Michael (Liam Neeson, tiene un gran carisma, con esta película en nuestra país se encuentran en cartel tres film que lo tienen como protagonista), con su amante Anna (Olivia Wilde) quien también quiere ser escritora. Por otro lado nos encontramos con un norteamericano de nombre Scott (Adrien Brody) que intenta ayudar a una bella inmigrante Monika (Moran Atias) que acaba de perder su dinero y quiere encontrar a su hija y por último en Nueva York, donde una camarera divorciada, Julia (Mila Kunis), lucha por recobrar la custodia de su hijo que está a cargo de su ex Rick (James Franco). Aquí el director, ganador del Oscar Paul Haggis “Crash”, quiere repetir su estructura, pero siendo las escenas trágicas estas se diluyen y van perdiendo fuerza, además se dificulta un poco seguirlas para el espectador. Cuenta con un buen elenco integrado por: Adrien Brody, Maria Bello, Liam Neeson, que están correctos, Moran Atias que ya había trabajado con Haggis, pero queda bastante desaprovechada la participación de la talentosa Kim Basinger. Contiene escenas con un enorme nivel emocional y dramático, pero el guión resulta un tanto complejo, difícil de seguir, con giros algo incomprensibles, escenas que no tienen mucho sentido y diálogos que caen en lugares comunes, no ayuda mucho el montaje y llega a un punto en que la trama comienza a naufragar y al espectador le cuesta un poco seguirla. Por otro lado al film le sobran unos cuantos minutos.
A Paul Haggis le gusta generar un tipo de películas corales, con la clara premisa que anteriormente ha obtenido buenos resultados. Cuando en el año 2004 ganó el Oscar a la mejor película por “Crash”, comenzó a forjar una carrera basada en el complejo tejido de historias paralelas en sus filmes. Este tipo de películas es algo que lo caracteriza y que reitera en “Amores infieles” (Bélgica/ Estados Unidos/Francia/Gran Bretaña/Alemania, 2013), con la narración sobre un escritor en retirada (Liam Neeson), que aun sabiendo que está en las últimas opciones para remontar su carrera se ve inmerso en un triángulo amoroso del que no puede, y no quiere, escapar, además de estar a miles de kilómetros de su mujer (Kim Basinger) dejándose seducir por una joven aspirante a novelista (Olivia Wilde). Revisando el último bosquejo de su novela, la acción se detendrá cuando el director presente otras historias, complejas, actuales, relacionadas a vínculos casuales y complicados, en el medio de París, Roma y Nueva York, los tres puntos neurálgicos escogidos para desarrollar las historias paralelas al protagonista. Estas historias de amor y desamor, la de una joven mujer (Mila Kunis) que lucha por recuperar la tenencia de su hijo, otra sobre los intentos desesperado por parte de una mujer (Moran Atias) para ver a su a su hija luego de dos años, y por último, una exitosa abogada (María Bello) que está a la deriva sentimental esperando el contacto de su ex marido que está a varios kilómetros de distancia, son el trasfondo que complejizan el relato. Entre todos un halo de misterio hará que cada historia tenga que ver con la otra, sin saber el aparente motivo de esta conexión, o suposición de tal. Lo interesante de la propuesta de Haggis es poder narrar en paralelo las historias aun corriendo el riesgo de que algunas de ellas interesen más que otras. Las sólidas actuaciones de los protagonistas, con un elenco que además incluye a James Franco, Adrien Brody y Kim Basinger, conforman el gran apoyo necesario para un guión con algunos blancos, quizás enfocado más que nada en una sorpresa final que terminará por sacar aclarar la historia y sus múltples relatos. Haggis maneja la cámara con un minimalismo que sólo por algunas escenas en común relacionadas al posicionamiento de la acción en el contexto en el que las enmarca, nada hace pensar en algo más allá de la historia. Hay sí un trabajo muy interesante en la puesta que está relacionada con el montaje paralelo, que refuerza la acción y el dejar indicios, contrastando a cada uno de los protagonistas por ejemplo al ejemplo cerrar una puerta o vistiéndose. Con ese artificio Haggis quiere demostrar la universalidad de cada una de las historias, más allá de las particularidades que puedan aparecer, reforzando también el interés por cada historia particular. Es que al finalizar “Amores Infieles” uno repiensa lo visto y comprende que cada una de las subtramas, individualmente, quizás no funcionarían por sí mismas, porque es dentro del todo de la propuesta que interpelan al espectador, pidiéndole su constante atención y que a lo largo de su trama (sobran muchos minutos) intenta fortalecerse a través de sembrar sospechas sobre lo que sucede finalmente al concluir la proyección.
La causalidad de ser distintos El amor, en “Amores infieles” (Third Person) es el vértice, el punto de inercia inicial que une tres historias que parecen tan distantes y diferentes entre sí, cuando en realidad tienen más puntos en común de lo que parece a simple vista. El director Paul Haggis echa leña al árbol caído y continúa calentándose en el camino que promulga desde “Crash” –ganadora del Oscar en 2004-, aunque sin los mismos logros. Liam Neeson, dejando las balas y la acción para el estreno de su otra película de este jueves -“Una noche para sobrevivir (2015)”-, se pone en la piel de un escritor neoyorquino recién separado de su esposa (Kim Bassinger), él además conlleva una relación de odio y pasión con su amante, Olivia Wilde. Las ciudades de París, New York y Roma desvisten las cualidades y temores de cada uno de los personajes. Moran Atias encaja a la perfección con la capital italiana: robusta, morena y una personalidad imponente y sensual. Adrien Brody personifica a un norteamericano de traje y zapatos perdido en los pasajes de Roma, un tanto escéptico con el tono y la esencia local pero que cae en los encantos de Atias. En Francia, Neeson busca la inspiración para su novela en amores más jóvenes e intensos, como la bella Wilde. Tal vez sea la historia de Mila Kunis Y James Franco la que menos aparece en escena y la de pocos cambios. Sin embargo, esa falta se suplanta en una de las escenas de más tensión y dramatismo de la película, que termina de explicar la razón del grado de complejidad de la ex pareja. “Watch me” (mírame)-curiosamente, en los posters en español omitieron la frase-, es el puntapié inicial para el inicio del film. Es la frase desencadenante en cada hecho importante de los personajes: es el punto de inflexión de lo que está a punto de cambiar; la palabra secreta o cliché que tendrá consecuencias relevantes. A su vez, el espectador toma conciencia de ella en las últimas líneas del film, donde esas grandes historias se entrelazan para formar una sola. “Amores infieles” es una película que cambia constantemente a cada paso que da u hoja que se pasa. Debido a esto, el tejido de la obra cada vez va siendo más complejo para entender y deducir a qué punto quiere llegar el director con cada una de las historias. Haggis utiliza la línea compositiva de “Crash” pero sin la misma fineza, con errores en la estructura narrativa y en su organización. El elenco cumple con las expectativas que genera con grandes participaciones, algunos con mayor protagonismo que otros, brindando a la película momentos tanto dramáticos como intensos.
Sobre las pérdidas irreparables Un elenco de figuras potentes protagoniza Amores infieles, la película de Paul Haggis, con guion coral ambientado en tres ciudades diferentes. Los primeros minutos de Amores infieles, la película de Paul Haggis, plantean varios conflictos de pareja en simultáneo, signados por la tristeza y en tres ciudades diferentes. La imagen omnipresente de Liam Neeson, en el rol del escritor que ganó un Pulitzer y no logra crear una novela acorde con el prestigio alcanzado, marca la narración. Interpretada por figuras conocidas, fotogénicas y bien elegidas para los roles, la comedia romántica coral transita por varias cuerdas emotivas, con resultado desparejo. El cliché del escritor enredado en la ficción que intenta crear, confunde al espectador que debe enfocar los conflictos en el rompecabezas de escenas y planos. El título original, Third Person, ha sido reducido a una simplificación que también confunde. Los triángulos que ofrece Haggis son complejos, con el denominador común de la pérdida y la culpa, sentimientos que van apareciendo cuando el coro acomoda los relatos. Michael (Neeson) trabaja encerrado en un hotel en París cuando llega su pareja actual, Anna, tan inestable y caprichosa como él. Olivia Wilde pone sensualidad en el rol de la discípula del escritor consagrado. Comparten secretos que el espectador descubre a lo largo de la película. Eleanor (Kim Basinger) habla con Michael y la sensación es de derrumbe emocional. El estadounidense Scott (Adrian Brody) soporta el calor de Roma, molesto porque nadie habla inglés como él. Escucha los mensajes del celular una y otra vez, con la mirada perdida. Se encuentra con Monika, la gitana, (Moran Atias) que entra al bar y le cambia la vida. Más secretos y pérdidas que develar. Julia (Mila Kunis) corre por Nueva York, con aspecto desquiciado, intentando permanecer en algún trabajo que le devuelva la confianza de Rick, su exmarido (James Franco). Su abogada (María Bello) tiene una paciencia infinita. En el medio, entre los ángulos de tríos incompatibles, hay historias dolorosas que involucran a niños. La culpa nubla la mirada de los personajes. Amores infieles acierta con el casting pero las vidas cruzadas no están descriptas por un guion sólido. Intenta ser profundo pero cuesta salvar la confusión inicial, complejidad que suena pretenciosa. Los actores exponen sus mejores perfiles dramáticos, los enigmas y su relación con hechos irremediables, pecados de omisión, acciones miserables y pérdidas irreparables. La línea argumental sobre los hijos y el modo como la vida se cobra las prioridades equivocadas hacen de Amores infieles una película dramática, sostenida por clichés y la fotografía que registra, sin detenerse, las calles por donde los personajes pasean sus problemas. Los íconos de Roma o París ubican al espectador espacialmente, una decisión que el guion no termina de justificar. A la salida egoísta, por vía del arte, que elige Michael (Neeson con gesto demasiado sombrío), se suman en el coro, la reparación a medias de Scott (Brody siempre con resto frente a la cámara) y el drama irreversible de Julia, con Mila Kunis poderosa para el melodrama y las lágrimas vivas.Amores infieles puede verse en el Cine Arte Córdoba (27 de Abril 275) y por Netflix.
El delirio de Haggis Rara esta nueva película del director canadiense Paul Haggis ("Vidas Cruzadas", "In the Valley of Elah"), que expone su lado más conceptual y se termina enredando en un drama por demás complejo y melodramático. A diferencia de otros críticos, no creo que haya sido una película desastrosa para nada, pero sí pienso que en la búsqueda conceptual de las historias expuestas se terminó complicando de más y deliró un poco. Entre las reseñas negativas que leí le dan con un caño a Haggis por ofrecer un film pretencioso, algo con lo que estoy de acuerdo, pero no considero que en este caso esto sea razón de de sepultura, de hecho me parece valiente lo que trató de hacer aunque el tiro no haya salido con la efectividad que seguramente esperaba. Con tanto drama romántico descerebrado dando vuelta, me parece que más allá de las equivocaciones de "Third Person", es para tenerla en cuenta como algo distinto a lo que nos venimos fumando del Hollywood más conservador. ¿Donde se equivoca Haggis? Me parece que trató de contar las 3 historias que se entrelazan "a la Vidas Cruzadas" y darle una vuelta de tuerca extra al final, lo que no resultó muy verosímil y terminó de confundir al espectador más disperso. Para que se ubiquen un poco de lo que estoy hablando, la trama se centra en 3 historias de amor y desamor distintas, una que sucede en París, otra en Roma y otra en Nueva York. A medida que va avanzando la película las historias comienzan a tener algunas conexiones que por momentos resultan confusas y presentan errores tiempo/espacio, algo que sobre el final con la revelación magistral pretende tapar. Por otro lado, le imprimió demasiada oscuridad y densidad a los personajes, algo que con un poco más de equilibrio hubiera dado mejores resultados. Particularmente encontré muy atractivas a la mayoría de sus criaturas, pero las hizo tan retorcidas que terminan cansando un poco. Si tuviera que rankear las 3 historia que cuenta, diría que la que protagonizan Liam Neeson y Olivia Wilde es la más hipnótica pero a la vez la más densa. En segunda lugar está la historia más liviana y simpática de Adrien Brody y Moran Atias, mientras que el tercer lugar sería para el culebrón de James Franco y Mila Kunis. "Third Person" presenta a su vez una narración interesante, que mantiene en vilo, hasta que los malabares deben empezar a acomodarse y todo se torna más inverosímil y poco natural. Como conclusión diría que es un drama amoroso distinto de los que venimos viendo en la gran pantalla, que más allá de los errores creo que suma puntos por intentar algo distinto. Vale la pena experimentarlo aunque el resultado pueda no ser el más satisfactorio.