La mutabilidad humana y sus categorías El regreso al séptimo arte de Tom Ford, un diseñador de moda reconvertido en director, no podría haber sido mejor porque hoy retoma muchas de las preocupaciones de su debut de años atrás y hasta amplía su horizonte en una obra meticulosa y admirable… Sólo basta considerar la previsibilidad y el entumecimiento retórico de buena parte del cine contemporáneo para atesorar las dilaciones en el desarrollo que Tom Ford suele incluir en sus películas con vistas a distanciarse -precisamente- de las “zonas de confort” del mainstream hollywoodense y aledaños. En Animales Nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) continúa profundizando en los pormenores del melodrama y analizando determinados motivos del cine queer, en especial la dinámica entre los sexos y las distintas versiones de cada arquetipo de género. Como en Sólo un Hombre (A Single Man, 2009), su ópera prima, aquí la pérdida y la insatisfacción cubren hasta cierto punto el relato aunque con una gran diferencia de por medio, ya que en esta oportunidad es el andamiaje cruel del thriller el que establece las pautas del periplo de los protagonistas, envolviendo todo en la incertidumbre. La historia trabaja en paralelo dos marcos narrativos que pueden esconder -o no- pistas acerca de su interrelación: el primero está centrado en Susan Morrow (Amy Adams), una empresaria de la alta burguesía que acaba de abrir una galería de arte y que se siente muy afligida por el rumbo que ha tomado su vida; y el segundo hace eje en la trama de una novela que arriba a las manos de la susodicha y que lleva la firma de Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal), su ex esposo. Mientras que la mujer se ahoga en un cinismo melancólico y descubre que su actual pareja le está siendo infiel, el libro nos conduce hacia un derrotero amargo en el que una familia en viaje, encabezada por Tony Hastings (también interpretado por Gyllenhaal), es acosada por unos delincuentes al paso, faena que deriva primero en la violación y el asesinato de la esposa e hija del hombre y luego en una intervención policial. Combinando el jet set decadente de Los Ángeles con la rusticidad de la pesquisa que encara el detective Bobby Andes (Michael Shannon) en Texas, la sede de la tragedia literaria, el opus de Ford propone un tono cargado de extrañamiento, ausencias y contraposiciones tajantes con el fin de mantener al diapasón de las pulsiones de los personajes en constante tensión y enfatizar que el carácter de cada uno de ellos cuenta con fortalezas y debilidades algo solapadas que desencadenan tanto cariño y esperanza como revanchismo y frustración, circunstancia que a su vez funciona como la punta de lanza para lo que podríamos definir como un pantallazo exquisito sobre las respuestas que la masculinidad y la feminidad suelen dar a estas disyuntivas. Utilizando a la desolación familiar como excusa, Animales Nocturnos lleva a cabo un estudio de género fascinante que escapa a la corrección política. De hecho, quizás el mayor mérito del realizador y guionista pase por la urgencia que logra imprimir en cada escena desde la perspectiva dramática, aunando su instinto inconformista a nivel formal con la fastuosidad de las emociones que pretende invocar. En este sentido, la precisión de los diálogos -así como el entramado de lo no dicho- juega un rol fundamental en la construcción de los tres perfiles principales: Morrow representa una concepción preponderante de lo femenino vinculada a la banalidad y la hipocresía, Sheffield/ Hastings hace lo propio con una masculinidad edulcorada pero con rasgos de cobardía, y finalmente Andes y Ray Marcus (Aaron Taylor-Johnson), el líder de la banda criminal, se ajustan a la versión más aborrecible del machismo, una en la que la soberbia y el atropello se dan la mano con el delirio de sentirse propietario del otro y en derecho de cosificar a las mujeres. Aquí aparece -con más fuerza que en Sólo un Hombre– una temática cara al cine queer, la obsesión con la corporalidad y la estética individual (la vestimenta, el maquillaje y los peinados), sobre todo con el objetivo de subrayar la ridiculez del mundo de la burguesía artística y el gran capital en general. El director consigue interpretaciones perfectas y muy heterogéneas por parte de Adams y Gyllenhaal, dos actores que caminan permanentemente en el terreno de la duplicidad, los secretos y el colapso psicológico porque respetan el apostolado de personajes en verdad complejos. Animales Nocturnos estratifica de manera maravillosa una serie de paradojas que abarcan la frontera entre la humildad y la ambición, entre la pasividad y el ajetreo, entre la creación y los escombros. Lejos del infantilismo actual, el film es un recorrido áspero por la mutabilidad humana y sus categorías de base…
Cine en extinción Animales nocturnos (2016), dirigida por Tom Ford, está basada en la novela Tony and Susan de Austin Wright. El film narra la historia de Susan Morrow (Amy Adams), una excéntrica expositora de arte, agobiada por su trabajo y por el poco interés que su marido tiene en ella, recibe la novela de su exmarido Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal). Siguiendo la línea de un texto enmarcado, Susan comienza a leer el relato de Tony Hasting (interpretado también por Gyllenhaal) y su familia, en un viaje que cambiará tanto la vida del protagonista de la novela como la de Susan que, al leerla, reflexionará sobre su pasado para poder continuar. Animales nocturnos es un viaje a través de las debilidades, prejuicios y contradicciones de Susan, ejemplificadas en la historia de su relación con Edward y la de Tony con su familia. El plano narrativo se desenvuelve de manera única y constante, entre flashbacks de la relación entre ambos, mientras el desgarrador relato de Tony, junto a su familia, se desarrolla en planos simétricos, panorámicos y superpuestos. Esto hace de Animales Nocturnos una película única. El lente de Tom Ford recrea una forma peculiar de contar la historia, a través de las imágenes y algunos guiños. La reflexión e interpretación forma parte de la película, el espectador deberá reunir las pistas que Ford deja en el relato, para recrear con exactitud lo que Edward manifestó con su novela. Ford utiliza a las imágenes para que hablen por él y reproduzca las actitudes y sentimientos de sus personajes. st_20161130_jomovie30ltn7_2774831 Animales nocturnos es una película que se desarrolla en tres grados de tiempo diferente, pero en ningún momento se torna confusa, redundante o prescindible. El pulso narrativo, el argumento y guión hacen del film digno de disfrutar en más de una ocasión, para conocer y desentrañar aún más la relación entre Edward y Susan y en la forma que se ejemplifica dentro del texto de él. Ford hace de la tensión y el drama el aparato más sensible para cautivar al espectador: desde una escena desesperante en la carretera que marcará a fuego todo el desarrollo de la película hasta en los planos de reflexión, duda e impotencia por parte de sus protagonistas. Allí también obra en un nivel extraordinario el trabajo de Ford: el elenco. Jake Gyllenhaal continúa siendo uno de los actores más multifacéticos de su generación y en este caso no es la excepción. Soberbia, íntima y desgarradora es la interpretación de Gyllenhaal, como el padre de la familia de la novela de Edward, y también en su actuación como el propio escritor. Dos personajes tan diferentes y similares a la vez llevados de forma excepcional, compleja y real. El dolor, la impotencia y el rencor del personaje de Gyllenhaal traspasa la pantalla para tocar en la fibra más íntima de cada espectador. Amy Adams padece, siente y se relaciona tan fuerte con la novela que parece filtrarse en su propia vida. Adams logra una actuación destacada, confidente y sincera de una mujer que remueve su dolor en errores del pasado que todavía la atosigan. Michael Shannon, en su rol de un típico policía del centro de los Estados Unidos, también es otro gran aporte al elenco. Un personaje logrado que genera empatía gracias a su carisma y particular forma de ver y manejarse con la ley. Ahora, toda gran película necesita un enemigo especial: Aaron Taylor-Johnson recrea al antagonista ideal y funcional, gracias a su carisma, poca sensibilidad y locura. Lo que hace despreciable al personaje de Johnson es su personalidad soberbia, violenta y descarada. En él y sus palabras, se reproducen la parte más tortuosa de la relación entre Susan y Edward. Sus recriminaciones, odios, frustraciones y reacciones. Animales Nocturnos (2016) consagrada en el Festival de Venecia de este año con el Gran Premio del Jurado, nominada en los Critics Choice Awards por actor secundario (Shannon), guion adaptado y fotografía expone un thriller completo, estimulante en lo visual y en su narrativa. Una película que cautivará a los espectadores con una historia singular y atrapante. Por Alan Schenone
La angustia luego de la pesadilla Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) se lleva el premio a la apertura más bizarra: un desfile de mujeres completamente desnudas, deformadas por la obesidad, bailando en cámara lenta, blandiendo banderitas y bengalas del 4 de julio mientras llueve confeti y suenan violines que en otra época solían pronosticar melodramas glamorosos. Esta grotesca ostentación es parte de una exhibición de la galerista Susan Morrow (Amy Adams). Susan es un personaje sumamente infeliz, atrapado en un matrimonio gélido y un círculo de relaciones banales; el asco que siente por su propia vida aparece reflejado en la basura que exhibe a modo de arte. En eso le llega un paquete de su ex marido Edward (Jake Gyllenhaal). Él es escritor y quiere compartir el manuscrito de su nueva novela: “Animales Nocturnos”. La película sigue dos líneas narrativas – la de Susan y la del manuscrito que está leyendo, el cual cuenta una historia sumamente violenta y desagradable. En ella una familia es aterrorizada en el medio de una solitaria ruta tejana por una pandilla de rednecks (liderada por Aaron Taylor-Johnson); la pandilla embosca el auto de la familia Hastings y lo que sigue es una secuencia extremadamente incómoda en la que los rednecks desarman al patriarca Tony (Gyllenhaal en un papel doble) con un exasperante comportamiento pasivo-agresivo y lo humillan de manera permanente. El libro pues se convierte en una historia de venganza – una en la que Tony es humillado una y otra vez, no sólo por sus enemigos sino también por sus aliados (Michael Shannon, impecable en el papel del sheriff a cargo de la investigación) y hasta por sí mismo en un momento crucial. Es un personaje que da tanta lástima que uno lo termina odiando. Uno de los temas centrales de la película es la “debilidad”, de la cual Edward es acusado varias veces (vemos flashbacks de su triste romance con Susan) y la cual Tony encarna tan insufriblemente a lo largo de la película. Ambas historias son bastante pedestres – la de Susan es el típico lamento sobre la frivolidad burguesa, la de Tony es del orden del thriller vengativo (no se siente de explotación por la elegancia de la dirección). Ambas bien compuestas, pero si Animales nocturnos fuera exclusivamente sobre una u otra el resultado sería decepcionante. El poder de la película está en la enigmática asociación entre las historias – ¿cómo se relacionan? El montaje empata tanto al personaje (Tony) como al lector (Susan). ¿Por qué la equiparación? El libro y su propósito se convierten en el misterio principal de la película. La mera lectura del manuscrito es un acto de autoflagelo para Susan, y la brillante dirección de la película pone al espectador en una posición de angustia afín a la de ella, a pesar de que en teoría se trata de una ficción (dentro de otra ficción). El proceso de disociación es interesante – toleramos una historia intolerable porque se trata de una ficción dentro de otra. ¿Por qué necesitamos ese margen doble? ¿Dentro del contexto de una película no es todo igualmente mentira? La película está escrita y dirigida por Tom Ford – el diseñador de moda que inesperadamente se volcó al cine con Sólo un hombre (A Single Man, 2009) – y basada en una novela de Austin Wright. Es, en resumidas cuentas, emocionalmente perturbadora. Como El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2001), trata sobre la crueldad del amor. El efecto total de es el de una pesadilla, o mejor dicho, la mezcla de angustia e inseguridad que uno tiene al despertar de una.
Entre el drama romántico sobre burgueses en pena y el thriller noir con la sordidez de la Texas profunda de fondo este segundo largometraje del director de Solo un hombre resulta por momentos un ejercicio de culpa y sadismo. Animales nocturnos (Estados Unidos/2016). Dirección: Tom Ford. Elenco: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon, Aaron Taylor-Johnson, Isla Fisher, Armie Hammer, Ellie Bamber y Laura Linney. Guión: Tom Ford, basado en la novela Tony and Susan, de Austin Wright. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Abel Korzeniowski . Edición: Joan Sobel. Diseño de producción: Shane Valentino. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 116 minutos. Apta para mayores de 16 años. El célebre diseñador de moda, que inauguró su carrera cinematográfica en 2009 con Solo un hombre, sigue los pasos de su debut anquilosándose en el mismo imaginario. Por segunda vez, Ford brinda un retrato ficcionado del universo al que pertenece, una aproximación a la infelicidad en las frívolas altas esferas, adherida a la superficialidad del mundo del arte. Así, el estadounidense inicia su film con un broche de provocación: unos títulos de crédito con imágenes, a cámara lenta, de mujeres obesas desnudas, bailando rodeadas de barras y estrellas. El espectador no tardará en darse cuenta de que las damas de este arranque incitador forman parte de una performance diseñada por la artista plástica a quien da vida Amy Adams. Así, la actriz, que en Animales nocturnos obra con menos acierto que en Arrival / La llegada, encarna aquí a Susan Monroe, alter ego de Ford. Cuando un extraño paquete, enviado por su ex-marido (Jake Gyllenhaal), llega a la mansión de Susan, ésta inicia un especie de psicoanálisis involuntario que la obliga a reconocer su vacía y desdichada existencia con su nueva pareja (Armie Hammer). El envoltorio en cuestión esconde una novela escrita por su ex, cuya cruda y sádica trama criminal también aparecerá en Animales nocturnos y protagonizada por el mismo Gyllenhaal. Sin embargo, el director tejano no se contenta con mezclar escenas que correspondan a la realidad de Adams y a la ficción de Gyllenhaal. Ford añade una última capa a su ecuación: flashbacks del primer matrimonio entre ambos. El problema principal de Animales nocturnos es su incapacidad para encontrar un vehículo o herramienta que consiga fusionar las tres dimensiones del film. Ambiciosa, la película desaprovecha un material atractivo al centrar todo el peso del relato en los contrastes entre las diferentes vetas narrativas. Quedan por explorar la nostalgia del pasado, la infelicidad del presente, la comodidad burguesa en las grandes urbes y la delincuencia en la América Profunda.
Máscaras en la galería Más de diez años transcurrieron desde la muerte del escritor y docente Austin Wright para que el cine y la crítica literaria recuperen la novela clave del académico, Tres Noches (Tony and Susan), publicada en 1993; una extraordinaria crítica lapidaria de la decadencia de la clase media alta norteamericana y de los cambios en los roles del hombre y de la mujer en la época moderna. La adaptación cinematográfica de esta gran novela estuvo a cargo de Tom Ford (A Single Man, 2009), un eminente diseñador de moda devenido en productor, guionista y director, cuya primer película también fue una adaptación de una conocida novela, A Single Man, del escritor británico Christopher Isherwood, publicada en 1964. Animales Nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) enfrenta al público con un comienzo transgresor en medio de la inauguración de una muestra y performance en una galería de arte moderno que busca perturbar a unos espectadores acostumbrados al consumo de arte perturbador y kitsch como formas de expresión que buscan sobresaltar y sacudir la pasividad de las multitudes abúlicas o acostumbradas a la provocación como forma de expresión. La trama comienza con la sorpresa de Susan (Amy Adams) al recibir el borrador de la primera novela de su ex esposo, Edward (Jake Gyllenhaal), un docente que ha dedicado toda su vida a perfeccionar su estilo literario. Tras la partida de su esposo en un aparente viaje de negocios, Susan se aventura apasionadamente en el texto de Animales Nocturnos y la historia es absorbida por el relato de los animales nocturnos, una novela sobre una familia de clase media abordada violentamente por una pandilla de lumpenes en una carretera perdida de Texas cuando viajan a su casa de veraneo para las vacaciones. La novela de Edward de convierte para Susan tanto en una indagación del tiempo perdido en medio de una crisis de identidad como en un cuestionamiento de sus valores y los resultados de sus elecciones y una introspección producto de la absoluta inmersión en la historia de Animales Nocturnos. El film de Ford trabaja cada imagen como una pieza de un rompecabezas; va construyendo su historia a través de retazos que van surgiendo en medio del caos siguiendo la estructura de la novela de Wright. Con mucho detallismo y poniendo el énfasis en la creación de climas, Animales Nocturnos crea vestuarios, juega con la tecnofilia y disecciona la violencia social pero principalmente intenta ver a las personas como son. En este sentido, Amy Adams y Jake Gyllenhaal realizan un trabajo extraordinario en una película de primeros planos en la que los gestos son aún más importantes que los discursos. Los personajes secundarios aportan un contraste necesario sacando a los protagonistas de su idilio y arrastrándolos hacía la cruda realidad que vislumbran pero que no quieren afrontar. Mientras los personajes de la novela del ex esposo de Susan pierden absolutamente el control y la sed de venganza consume todo contrato social civilizatorio, ella va tomando consciencia de que su cinismo se ha convertido en tristeza y de que se parece cada vez más a su conservadora madre. Animales Nocturnos traslada la historia de la novela de principios de los noventa a la actualidad, sin demasiados cambios, para analizar las transformaciones en el rol del hombre y de la mujer en nuestra época como personajes afligidos y débiles incapaces de enfrentar el sinsentido de la vida moderna. Repitiendo los mismos errores de los padres en un eterno retorno desesperado, los protagonistas se debaten entre el bien y el mal, la venganza, el hedonismo, el miedo al fracaso, la búsqueda de seguridad en lugar de la apuesta por lo riesgoso y la imposibilidad de ver al otro tal cual es en un mundo donde las máscaras que creamos toman inevitablemente el control de nuestra vida.
Una ejecución narrativa tan sólida como sencilla. Las relaciones humanas y qué es lo que las hacen funcionar siempre son carne de cañón para un buen drama, no tanto por la obvia cuestión del conflicto, sino por la obvia cercanía que puede tener con el espectador que no es ajeno a dicho conflicto. Pero cada tanto aparecen experimentos como Animales Nocturnos, que cruzan el drama intimista con el más corrosivo policial, volviéndolo un paquete difícil de ignorar. Cuéntame tu historia: Susan Morrow trabaja en una galería de arte y está atrapada en una relación sin amor. Un día, Edward, su ex-marido, le hace llegar una novela que le están por publicar, buscando la opinión de Susan, dado a que la inspiración de la misma surgió durante la turbulenta conclusión de su matrimonio. A medida que ella lee, no puede evitar sentir que la historia de la novela ––la de un hombre que busca vengarse de los lugareños que mataron a su mujer e hija–– parece tener una conexión con un evento que fue el que puso punto final a su relación. ¿Pero cuál fue? El guión de Animales Nocturnos es uno brillante tanto desde la estructura narrativa como desde el desarrollo de personajes. El libreto de Tom Ford pone ante nosotros tres líneas argumentales que funcionan como un mecanismo de relojería, tanto autónomamente como en su combinación. Tres regueros de pólvora que van indefectiblemente en camino a contestar una pregunta que el espectador se hace en la cabeza desde el momento que Susan recibe el libro: ¿Qué pudo haber pasado entre ellos para que Edward escriba una historia tan desgarradora? Cabe aclarar que la solidez del guión no pasa solamente por su peculiar estructura narrativa, sino que los tres flujos narrativos abarcan una misma temática: la debilidad de carácter en el ser humano; cómo la abrazamos, cómo huimos de ella, cómo la negamos, cómo nos destruye, cómo nos compone, cómo nos define. Tom Ford, no conforme con haber construido un guión sólido, lo supo complementar con una muy buena dirección; tanto en el aspecto técnico como en el aspecto actoral. Valiéndose de una sencillez que no hace más que denotar inteligencia, sabe separar estéticamente a cada línea argumental con un color distinto, y el espectador tiene presente sin ninguna duda o información en donde está metido. Parece que estoy elogiando algo que cualquiera podría hacer; de hecho, elogio que Ford se haya animado a hacerlo cuando ya no lo hace nadie. Animales Nocturnos corona todos estos logros con una sobresaliente labor actoral encabezada por Amy Adams, que tiene el desafío de hacer creíble no tanto las distintas edades de su personaje, sino las diferentes etapas de maduración que vienen con cada una. Jake Gyllenhaal, aunque entrega una creíble interpretación en sus escenas con Adams, donde realmente consigue brillar es en sus escenas como el protagonista (en la mente del personaje de Amy Adams) de la novela que ha escrito. Michael Shannon entrega una sólida labor como el policía que asiste al personaje de Gyllenhaal en su venganza. Conclusión: Narrativa, visual y actoralmente, Animales Nocturnos es una historia sólida con una meta tangible y sostenida, con un tema que motoriza todo el entramado sin confundir. Una propuesta clara en sus ideas que mantiene el interés del espectador en todo momento. Recomendable.
La segunda película del diseñador Tom Ford es, como Un hombre soltero, un ejercicio de estilo y elegancia visual: un producto bello como los ojos azules de Amy Adams, que le soplan vida. Porque la belleza de este film noir, sobre el reencuentro de una mujer infeliz con su viejo amor (Jake Gyllenhall) -a través de la novela que él le envía, "Animales nocturnos" un relato ultraviolento que ocupa en centro de este relato- es de una belleza fría, que desde la provocativa secuencia de títulos apela a un sadismo del que no escaparán sus protagonistas. Hay un incómodo regodeo en el daño, la tristeza o el dolor. Por eso, aún con su logrado clima de pesadillla, en plan De Palma cruzado con David Lynch, Ford consigue un film que se ve con admiración objetiva, pero del que se sale con cierto rechazo y bastante incertidumbre.
El diseñador de moda Tom Ford sorprendió este año con una de las grandes revelaciones de la cartelera, que tiene méritos suficientes para recibir un par de nominaciones al Oscar el mes que viene. Este proyecto representa su segundo trabajo como realizador, luego del drama A single man (2009), y en esta ocasión ofrece un drama muy interesante que se fusiona a la perfección con el policial negro. Animales nocturnos desarrolla tres relatos paralelos que están perfectamente interconectados en la narración de Ford. Amy Adams interpreta a la dueña de una galería de arte que recibe el manuscrito de la primera novela de su ex esposo. Mientras la protagonista lee ese libro el film nos sumerge en un macabro policial negro, que tranquilamente podría haber escrito Don Winslow (El poder del perro), sobre el secuestro de una familia en una carretera de Texas. Al mismo tiempo que se narra esa historia de ficción, el personaje de Adams rememora hechos de la relación con su ex esposo que le trae al recuerdo la lectura de la novela. Tom Ford hizo un trabajo fantástico con la narración de estos conflictos que trabaja con perfecta coherencia y fluidez. La película logra ser atrapante y a través de una historia turbia explora temáticas clásicas del cine noir como la cobardía, la culpa y la venganza. Jake Gyllenhaal, quien hasta ahora viene postergado en los premios Oscar,acá sorprende con otra gran labor donde se destaca junto a Michael Shannon entre las grandes figuras de Animales nocturnos. El director Ford no es indulgente con el tratamiento del conflicto y deja un final abierto donde el espectador será el encargado de cerrar el enigma de la película con las pistas que se sembraron durante la narración. Lo interesante de esta cuestión es que cada persona puede tener su propia interpretación de la historia y todas las opciones son válidas porque la ambigüedad del desenlace justamente abre esa puerta. Animales nocturnos es esa clase de películas cuyas historias siguen dando vueltas en tu mente a la salida del cine y abre varias discusiones sobre el desenlace que le dio el director. En este caso nos encontramos con un thriller inteligente, impecablemente construido, que logra generar interés desde los excéntrico créditos iniciales, donde Ford parece homenajear a David Lynch. Entre las numerosas novedades que llegan esta semana esta es una de las películas que no debe ser ignorada.
Unas mayúsculas más bien minúsculas. En una escena inicial, que transcurre en una fiesta de exagerado mal gusto a la manera de las de La grande belleza (tristes remedos a su vez de las de La dolce vita de Fellini), la dueña y curadora de una galería de arte de Los Angeles se queja de su propio éxito y dice detestar la “cultura basura” de la que ella vive más que opulentamente. Mucho de ese mismo cinismo impregna también al segundo largometraje de Tom Ford, Animales nocturnos, una película que se nutre de aquello que dice despreciar. Hay tres líneas narrativas simultáneas en Nocturnal Animals. El presente transcurre casi exclusivamente en la mansión de Susan (Amy Adams), la exitosa galerista en cuestión, que se refugia en esa suerte de lujoso mausoleo en el que ella misma se ha enterrado a causa de su infelicidad conyugal. El pasado es el de su no tan lejana juventud, cuando tuvo la oportunidad de llevar una vida mejor con un hombre que la amaba pero no le daba seguridad económica (Jake Gyllenhaal). Y entre medio está la puesta en imágenes de la violenta novela que este mismo hombre está por publicar y cuyas pruebas de galera ella lee vorazmente, en primer lugar porque la dedicatoria lleva su nombre en letras de molde. No cuesta mucho dilucidar que en esa ficción ese hombre que la quiso bien y fue cruelmente plantado está sublimando lo mucho que sufrió con su abandono. Y si no fuera que los personajes y ambientes de esa novela remiten a una suerte de noir tex-mex degradado, a la manera de los hermanos Coen (con sheriff con sombrero tejano incluido, a cargo del siempre inquietante Michael Shannon), se diría que la película toda es un mal tango, tanta es su misoginia. Es Susan y sólo Susan la causante de todos los males, no sólo de su ex sino también de los fans de su galería de arte. Al primero lo cambió por otro con más plata y –aborto de por medio– le arrancó un hijo que él seguramente hubiera querido tener. A los segundos, les ofrece desde las primeras imágenes unas mujeres inusualmente obesas, bailando desnudas y supuestamente convertidas en objetos artísticos (a la manera sádica de Peter Greenaway) por el sólo hecho de estar en una vitrina de su cotizada galería. Ya en su película anterior, Sólo un hombre (2009), el ex vestuarista Tom Ford, devenido director, le había dado más importancia al pespunte que al traje en sí mismo. Aquí también se preocupa más por las superficies que por los personajes, pero le agrega unas puntadas de más, de modo que todo pretende lucir en mayúsculas (Arte, Vida, Amor, Venganza) con un resultado más bien minúsculo.
Animales nocturnos: ambiciosa, perturbadora y angustiante La segunda película como director del famoso diseñador de moda Tom Ford se impone, en pocos minutos. Y permanece con una fuerza que no se encuentra con mucha frecuencia en el cine actual. Hay aquí una decisión estética, un trazo visual contundente, una idea clara de cómo componer el cuadro, entre otros atributos. Pero además de eso, hay una ambición narrativa que refulge. Y si en algunos pasajes los resultados no están a la altura de las ambiciones, esos momentos son muy breves -alguna explicación de emociones inicial en una fiesta, o en una reunión laboral- y, además, se diluyen ante una película de un peso abrumador, en emociones, en suspenso, en angustia, en permanencia a varias horas de haberla visto. Animales nocturnos combina melodrama con algo de Douglas Sirk, pero virado a una amargura absoluta. Agrega un policial con tintes de David Lynch, una cita directa a Fuego contra fuego de Michael Mann en un diálogo y algún guiño a Sed de mal de Welles. Y apuesta a una estructura temporal y de ficción dentro de otra que no falla, no solo en inteligibilidad sino además en conexiones y eficacia. Las diversas historias y los diversos tiempos se potencian progresivamente, e interactúan con cada vez mayor intensidad emocional. Para esto, los actores son fundamentales, especialmente el trío de Amy Adams, Jake Gyllenhaal y Michael Shannon. Este último con su detective Bobby Andes, y los otros dos con dobles roles que son algo así como un milagro: pocas veces dos actores pudieron con personajes con 20 años de diferencia con esta perfección. De todos modos, hay un mérito innegable en un director apto para detectar la expresividad del menor gesto, de la menor inflexión en un diálogo ínfimo. Ford, con dos películas, se comprueba como un gran director de actores. Como suele ocurrir, y especialmente en este caso, no se recomienda conocer el argumento antes de ver la película, pero el planteo inicial es que una reconocida galerista, casada con un marido muy vistoso -pareja en crisis- recibe un libro, dedicado a ella, escrito por su ex marido. Y lo lee, y la película cuenta esa ficción dentro de la otra. Y también cómo la galerista recuerda e intenta recuperar la historia con su ex marido. Pero lo importante es que Tom Ford cuenta todo esto con la capacidad de resonancia emocional que provee alguien convencido del uso de las herramientas de un arte muchas veces disminuido y sacrificado en altares cualunquistas o estéticamente inconsistentes. Aquí estamos en presencia de alguien con una visión y una ambición inusuales que hizo una de las películas más angustiantes y perturbadoras de esta temporada.
Elegante, pero pretenciosa Lo nuevo del director de “Sólo un hombre” es estéticamente impecable, pero no así el contenido. Ex director creativo de Gucci e Yves Saint Laurent, y desde 2006 dueño de su propia marca de ropa, Tom Ford es más conocido por su trabajo como diseñador de moda que como cineasta. En 2009 tuvo un auspicioso debut con Sólo un hombre (que le valió a Colin Firth un premio en Venecia y una nominación al Oscar) y ahora, con su segunda película, repite algunas de las virtudes y los defectos de aquella opera prima: Animales nocturnos es estéticamente impecable, pero el contenido no está a la altura del envase. Ford recurre otra vez a la literatura como materia prima de su cine: Sólo un hombre estaba basada en una novela de Christopher Isherwood, y Animales nocturnos es la adaptación de Tony & Susan, editada en castellano con el título de Tres noches. Su autor es Austin Wright, un escritor estadounidense fallecido en 2003 que hace unos años, al cumplirse una década de su muerte, fue reivindicado por la prensa especializada como un talento injustamente olvidado. En un procedimiento de caja china, aquí hay una historia dentro de otra. Susan (Amy Adams) es una exitosa empresaria de arte de Los Angeles que por primera vez en 19 años recibe noticias de Edward (Jake Gyllenhaal), su ex marido: él le manda una escueta carta contándole que está en la ciudad para presentar su primera novela, y le adjunta el manuscrito. Ella empieza a leerla y, a diferencia de lo que le pasaba mientras estaban casados, no puede soltarla. Entonces, mientras vemos lo que le sucede a Susan con el texto y los recuerdos que le despierta sobre su relación con Edward, también nos metemos en la historia de venganza de la novela. El relato marco desarrolla una poco sutil crítica a la frivolidad y el mercantilismo del mundillo del arte (extrapolable a la industria del cine y a la clase dominante estadounidense), a la vez que hace una naif reivindicación del amor genuino por sobre los vínculos basados en el interés y la conveniencia material. La ficción dentro de la ficción, por su parte, es tan atrapante como decepcionante. Dentro de este contexto elegante y pretencioso, hay dos perlas que levantan la película. Una inolvidable secuencia inicial, con cuatro bastoneras obesas bailando desnudas, en cámara lenta, delante de unos lyncheanos cortinados rojos. Y la consagratoria actuación de Michael Shannon como Bobby Andes, un policía que parece surgido de la pluma de los Coen. Algo es algo.
Más extraño que la ficción Tom Ford regresa luego de Solo un hombre (A Single Man 2009) con un drama donde se ve fusionado con un thriller negro de venganza por demás fascinante e impecable en cuanto a su construcción. Susan (Amy Adams) es la dueña de una galería de arte que recibe el manuscrito de la primera novela de su ex marido Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal). A la par vamos viendo una historia sombría acerca de Tony Hasting (también Gyllenhaal) y su familia, en un viaje que cambiará la vida del protagonista de la novela y la de Susan, quien recuerda hechos de la relación con su ex esposo que le trae la lectura de la novela. Tom Ford hace un trabajo único para contar esta película, donde la narración se desenvuelve entre flashbacks de la relación de la pareja y el doloroso relato de Tony. Es así que la historia resulta ser atrapante y salen a la luz cuestiones como la debilidad, la culpa y la venganza. Respecto al elenco, es donde mejor se apoya Ford. Jake Gyllenhaal es un monstruo, uno de los actores que mejor sabe elegir sus trabajos y quien nunca pasa desapercibido. Michael Shannon es otro que lleva adelante su mejor interpretación en Animales nocturnos. Genera esa empatía con su personaje que pocas veces sucede. Y Amy Adams pareciera que sintiera al manuscrito que lee como si fuera su propia vida: podemos sentir afinidad por su angustia. Animales nocturnos es un tipo de film ambicioso y meticulosamente realizado que propone al espectador un tipo de juego, donde se disfruta incluso el hecho de las ambigüedades y la posterior discusión tratando de interpretar las historias.
UNA VENGANZA AMASADA EN 20 AÑOS DE SOLEDAD Es una película inquietante, que sorprende al espectador. Es que el director y guionista Tom Ford (el diseñador de moda que ya hizo “Solo un hombre”) se baso en la novela de Austin Wright y desarrollo la acción en tres niveles. El presente de una empresaria del arte con su matrimonio en crisis que recibe la novela de un ex marido, a quien ella abandonó. La lectura de esa novela que él le dedico… Y los recuerdos del pasado que esa novela despierta, lo que provoca esa lectura es tan o mas intenso que la realidad, ya que enfrenta a la protagonista a su verdadera y oscura naturaleza. A su destino. La realidad en la que se mueve Susan (un gran trabajo de Amy Adams) le sirve al director para analizar el mundo del arte en Los Ángeles, los snobs, la hipocresía, con dardos precisos, en un mundo de frío glamour. La lectura sumerge al espectador en la violencia. En una ruta a Texas un hombre es interceptado por una banda que secuestra a su mujer y a su hija. El se salva y con un inspector transita el camino legal y la justicia por mano propia. (Allí se lucen especialmente Michael Shannon con su inspector y Aaron Taylor-Johnson como el jefe de la pandilla). Con precisión los tres niveles se cruzan, coinciden, develan secretos escondidos, se fusionan en lo estético y lo sensorial, atrapan al espectador del principio al fin. Contrapone esa primitiva violencia con la que se desarrolla entre los poderosos y sofisticados, y desliza conclusiones divertidas, filosas, inteligentes e inapelables. Y aunque entre la violencia desatada y el mundo sofisticado se desbalancea un poco el film no deja de ser rico, complejo, seductor, revulsivo al mismo tiempo. La historia de una venganza.
El diseñador de modas Tom Ford, devenido en realizador cinematográfico, sigue llevando todo su estilo y elegancia a la pantalla grande de la mano de historias bastante turbias y psicológicas. Tras su debut con “Sólo un Hombre” (A Single Man, 2009), Ford arremete con la adaptación de la novela “Tony y Susan” (1993) de Austin Wright, un drama que se mueve a lo largo de dos narraciones diferentes y sumerge a la protagonista en la ficción dentro de la ficción. Amy Adams es Susan Morrow, la adinerada propietaria de una galería de arte de Los Ángeles, ¿felizmente? casada con Hutton (Armie Hammer), su segundo marido, preocupada por su nueva exhibición y por, mantener su pomposo estilo de vida. Susan es fría como un tempano de hielo, pero su vida (y su pasado) empieza a sacudirse cuando le llega el manuscrito de la primera novela de su ex esposo, Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal) -titulada “Nocturnal Animals”-, con la intención de que la lea, le de su sincera opinión y, de paso, concreten una reunión durante la visita del escritor a la ciudad. Susan se siente inmediatamente atraída por la narración que, pronto, comienza a remover su propia historia junto a Edward y el tremendo dolor que le causó antes de la separación. “Nocturnal Animals” (la novela), nombre inspirado en la señora, narra la terrible peripecia de una familia que sale de paseo durante un fin de semana y termina viviendo un infierno a manos de un grupo de delincuentes que los interceptan en la ruta. El relato se vuelve cada vez más violento y termina en un sangriento raid revanchista, una trama que, a simple vista, poco y nada tiene que ver con ella, pero las metáforas son ineludibles. La narración de “Animales Nocturnos” (Nocturnal Animals, 2016) se mueve dentro de estas dos líneas: la ficción protagonizada por Tony Hastings (también Gyllenhaal), su esposa, su hija, y el detective Bobby Andes (Michael Shannon), encargado de su caso; y la psique de Susan que lee y, al mismo tiempo, recuerda sus días junto a Edward. El resultado de Ford es una tensa y psicológica espiral que se va cerrando sobre la protagonista, obsesionada por la historia escrita por su ex marido y la posibilidad de volver a encontrarlo después de tantos años y todo el daño que le causó. El realizador alterna su narrativa estilizada y prolija entre estos dos escenarios: la sordidez del desierto y la violencia liderada por Ray Marcus (Taylor-Johnson) y sus cómplices, y cierta “frigidez hitchcockiana” cuando se trata de Adams, transitando un mundo que parece menos real que la ficción de la novela. Ford busca incomodarnos a cada paso y lo logra, en parte, a la exquisita actuación de Amy Adams que, por primera vez, compone un personaje totalmente desagradable, sin serlo del todo. El resto del elenco es correcto, aunque muchos están un poco desaprovechados como Hammer, Laura Linney y Michael Sheen que apenas aparecen unos minutos en la pantalla. “Animales Nocturnos” termina siendo un thriller dramático y violento (física y emocionalmente) con esa estética súper cuidada que ya demostró el realizador en su ópera prima.
Bestias civilizadas. Susan Morrow (Amy Adams) es la dueña de una galería de arte de Los Ángeles, una mujer rica que se mueve en ese mundo snob que combina mucho dinero y algo que ellos llaman arte. Susan no siempre fue así; burguesa, fría y materialista. Hace más de veinte años estuvo casada con Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal), un escritor sensible al que abandonó para tener una vida mejor, o con más dinero. Pasados los cuarenta, mientras atraviesa una crisis personal y matrimonial -se siente vacía y su actual marido la engaña-, recibe en su casa una carta de Edward junto con el libro que ha escrito y que saldrá a la venta en pocos días, pero quiere que sea ella la primera en leerlo, ya que siempre fue su mejor crítica. Desde la primera página Susan queda inmersa en el libro que relata la violenta historia que vive la familia Hastings -un padre (también interpretado por Jake Gyllenhaal), su esposa (Isla Fisher) y su hija- cuando son atacados una noche en una ruta de Texas por una violenta banda liderada por Ray Marcus (Aaron Taylor-Johnson). El filme muestra las dos historias en paralelo, la de Susan con su sofisticada y superflua vida en Los Ángeles, y la de Tony Hastings atravesando una tragedia en un remoto y sórdido pueblo de Texas. Susan queda consumida por esa violenta historia que termina afectando su vida y la lleva a recordar quién fue cuando estaba con Edward y el modo en que termino la relación, todo esto a través de prolijos flashbacks que no afectan la narración, e interactúan con el presente y la historia narrada en el libro. De forma minuciosa pasando de una extrema sensibilidad a imágenes terriblemente fuertes Tom Ford construye este filme que muestra dos historias muy diferentes, pero donde el eje es el mismo: la violencia y la brutalidad que podemos ejercer sobre otros. La violencia puede ser ejercida de forma física y brutal, casi salvaje, o dosificada en palabras y acciones que de a poco destruyan a quienes más amamos. Como un circulo vicioso quien fue víctima de una enorme violencia emocional la devuelve en forma de libro, y su primer lectora será la víctima, cuando la historia le revele quien es ella realmente, detrás de su sofisticada vida. Amy Adams encarna a una mujer silenciosa, fría, que atraviesa todo tipo de emociones que trata de mantener escondidas, Jake Gyllenhaal interpreta a dos hombres diferentes y en ambos realiza excelentes interpretaciones mostrando el dolor más visceral; además de la dupla protagónica el filme cuenta también con grandes interpretaciones entre las que se destacan Aaron Taylor-Johnson como un sádico criminal, y Michael Shannon, quien encarna a Bobby Andes, un policía texano, bruto y simple con una particular idea de la justicia. Tom Ford como ex diseñador tiene una interesante relación con la estética en sus filmes, esta vez deja de lado la perfección casi publicitaria que podía verse en "The Single Man" para abrir la paleta a imágenes que pueden ir desde un impecable minimalismo donde el rojo está en un lugar perfecto, para pasar a una paleta sucia donde hasta la mugre de un matadero puede convertirse en un cuadro. Así el filme comienza con grotescas imágenes de mujeres gordas bailando que son parte de una sofisticada performance en una galería de arte donde los invitados pasean y toman vino, entre las obesas protagonistas del vídeo que yacen espaldas arriba, y son observadas como objetos, mientras se oyen de fondo frívolas conversaciones sobre nada. Las fuertes imágenes del comienzo, son una gran introducción para esta película basada en la novela "Tony & Susan" de Austin Wright, que combina el thriller oscuro con el melodrama, lleno de tensión, por momentos exagerado, pero con una sofisticada y cruel historia de venganza.
Es un relato de un libro a través del cine, un guión dentro de otro, que más de un espectador se quedará pensado que parte es cierta y cual no. Contiene suspenso, es asfixiante, inquietante, perturbadora y angustiante. Resulta un thriller atrapante bien actuado y es una de esas historias que no debemos adelantar demasiado. Por momentos recordé a la película “Perros de paja” o alguna de David Cronenberg o de David Lynch. Por sus trabajos los actores Amy Adams y Jake Gyllenhaal deberían ser nominados a los Premios Oscar
Historia de venganza y culpa sobre un amor que se fue y quiere volver Sofisticada y pretenciosa incursión del caligráfico Tom Ford en una interesante historia de venganza amorosa que corretea entre el cine noir y el melodrama lujoso y que va del desierto texano a los ambientes de alta gama. La cosa es así: Susan tiene una galería de arte en Los Angeles, un marido con pinta y plata y una mansión a la misma altura. Pero no es feliz, pequeño déficit. Y no lo es porque al novio que amaba, un soñador más, lo dejó (sin saber que estaba embarazada) para irse a vivir con este tipo que la llena de cosas, hasta de ausencias. Una tarde, el ayer vuelve (los recuerdos que hacen mal, siempre vuelven): aquel novio escribió una novela que está dedicada a ella. Y allí se relata un hecho terrible: una salida de vacaciones de una pareja con una hija que acaba de la forma más trágica y perversa. Susan siente que es una alegoría de su propia vida. Que ella es la mujer de esa novela y que esa hija que muere es la del aborto. Desde allí el film se ordena en tres planos: el ayer del noviazgo, el hoy de la angustia y la realidad que entrecruza la novela y alumbra esos dos tiempos. Como la cosa se pone espesa y confusa, (para la protagonista y también para el espectador) Susan decidirá recurrir a la ficción y de alguna manera inventarse otra novela. En esas largas noches de insomnio, ella hace jugar a la venganza y la culpa para tomar distancia con un marido que la engaña y con un ex novio que la mata en su novela. Y bueno, armará su propio relato, que culminará con esa falsa cita final que la pondrá definitivamente frente a frente con la soledad. El que escribió esta historia es Austin Wright. El que la filmó es Tom Ford, un vestuarista que, como corresponde, está más preocupado por las apariencias que por la sustancia. Su imagen es muy cuidada, pero le falta verdad. Le sobran lujos y estilo para filmar los buenos ambientes de Los Angeles, pero carece de tierra y polenta cuando le toca incursionar en el cine negro. De cualquier manera, la novela deja algunas ideas interesantes: hay que escapar hacia la ficción cuando la realidad es demasiado agobiante. Susan descubrirá que si no se puede ser feliz con lo que le sobra, al menos le queda refugiarse en lo que le falta. Sabe que los amores que no pudieron ser, siempre vuelven, aunque sea como alegoría.
Tiene uno de los mejores finales del cine Una historia dentro de otra historia es lo que propone Tom Ford en Animales nocturnos, tan buena y tan extraña como su aplaudido debut cinematográfico, Solo un hombre, aunque en este caso hay una carga de misterio que remite al mundo opresivo de David Lynch, sin su lastre onírico. Susan Morrow, una galerista de arte en crisis matrimonial recibe el manuscrito de una novela de su exmarido, Edward Sheffield, un escritor de quien se ha separado hace 19 años. La vida presente de ella, el pasado común con el escritor y la propia trama de la novela se entrecruzan para componer una figura enigmática, a la que sólo le cabe el nombre de destino. Más allá de dos o tres énfasis innecesarios en algunos diálogos y ciertas situaciones redundantes, Animales nocturnos tiene a la vez una fuerza narrativa y un poder de sugestión difícil de encontrar hoy en una producción de Hollywood. No es nada simple combinar una historia criminal (la que cuenta el manuscrito) y el melancólico repaso por un amor perdido. No es nada simple, pero Ford lo logra. El peligro de las historias encajadas es que una se convierta en la moraleja o en la explicación de la otra. Sin embargo, gracias a esa clase de distorsión espacio temporal que sólo el gran cine puede concebir y concretar, aquí la distancia entre ambas es infinita y a la vez nula, la misma que existe entre la realidad y la ficción cuando se funden en la mente de una lectora insomne. Tanto la fotografía como la composición de los cuadros revelan cuánto le debe Ford a su oficio de diseñador de moda y cómo sabe extraer lo mejor del universo fashion para elevar sus visiones puramente estéticas a la categoría de una belleza desgarradora. El simple acto de subir una escalera en un edificio moderno, simétrico e inmaculado puede colmarse de un significado inquietante o vaciarse hasta el punto de parecer la mecánica de una alucinación. Además de los cuadros perfectos y de la atmósfera asfixiante, Animales nocturnos tiene un elenco excelente. No sólo los protagonistas, Amy Adams y Jake Gyllenhaal, resultan creíbles en sus dobles roles de jóvenes universitarios y de personas maduras, sino que también se destacan Isla Fisher en su breve aparición, Aaron Taylor Johnson en el cuerpo de un joven perverso y, en especial, Michael Shannon, en el papel del policía Bobby Andes (¿un guiño al Bobby Peru, de Corazón salvaje?), una especie de cowboy transplantado a una novela negra. Por si hiciera falta una virtud más, el final es uno de los mejores de la historia del cine. Sin exagerar: nunca nadie se acercó tanto a exponer, en una escena tan simple, la sustancia corrosiva del tiempo, no sobre las caras, no sobre los cuerpos, sino sobre el alma y las ilusiones que permanecieron intactas.
La venganza será terrible Tom Ford es mucho más conocido como diseñador de moda que como cineasta. Sin embargo, en 2009 fue elogiado por su ópera prima, "Sólo un hombre", y ahora llega con "Animales nocturnos", una película ambiciosa que no siempre está a la altura de sus pretensiones. Después de una brillante secuela inicial, el director nos presenta a su protagonista, Susan, dueña de una galería de arte, rica, deprimida y con un matrimonio en crisis. Un día Susan recibe un libro: se trata del borrador de una novela a punto de ser publicada por Edward, su ex marido, un hombre con el que estuvo casada de muy joven y al que no ve desde hace 20 años. A partir de allí la película se divide en dos partes totalmente distintas: por un lado la realidad de Susan (un melodrama) y por otro la trama de la novela de su ex, un thriller que transcurre en las rutas de Texas y que recuerda a Cormac McCarthy. Sutilmente, y con una gran dosis de suspenso, estas historias de irán uniendo en un único vínculo con el pasado. "Animales nocturnos" es oscura y angustiante, y es capaz de mantener al espectador en permanente alerta, pero la mirada siempre elegante y estilizada de Ford le quita intensidad a la historia. Por suerte este punto débil se ve compensado por momentos por el trabajo de los actores: Amy Adams y Jake Gyllenhaal son una pareja de lujo. Y Michael Shannon también se luce como un detective solitario en medio del desierto.
Desarma y sangra En Animales Nocturnos (Nocturnal Animales, 2016), las ambiciones esteticistas de Tom Ford (un reconocido vestuarista devenido en cineasta) se fortalecen mediante un melodrama apasionado sobre el vaciamiento de las relaciones, y la metamorfosis individualista del ciudadano condicionado por el alineamiento. Combinando tecnicismos pintorescos, y registrando una majestuosa personificación de sus intérpretes, Ford demostraba con Solo un Hombre (A Single Man, 2009), su primera producción mainstream, sus inquietudes ideológicas (aunque la película se situaba durante los sesenta, intentaba reflejarnos la insatisfacción de los individuos en la actualidad). La historia de Animales Nocturnos está basada en la novela Tres Noches, del fallecido escritor Austin Wright, y la misma desenvuelve dos situaciones en paralelo. La primera encuentra a Susan Morrow (Amy Adams), una galerista depresiva y con un matrimonio descontento, quien recibe una novela dedicada a ella y firmada por su ex esposo Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal). La segunda desarrolla el relato de la ficción en cuestión, donde Tony Hastings, un padre de familia también interpretado por Gyllenhaal, es interceptado en medio de una ruta al sur de Texas por tres hombres que violan y asesinan a su esposa e hija. Ford nuevamente considera la ciudad de Los Ángeles como el epicentro para resplandecer su arquitectura de fotogramas sofisticados, donde el personaje de Adams se encuentra atravesando flashbacks para descomprimir las frivolidades que la convirtieron en una empresaria conservadora; mientras que Texas es el escenario donde intervienen las instancias cargadas de violencia, funcionando como metáforas del Gyllenhaal que en la realidad transforma sus frustraciones profesionales en malestares que prevalecen para perpetuarlo emocionalmente. Las decisiones narrativas del realizador incorporan referencias que transmiten el neo-noir moldeado por David Lynch, las tonalidades queer del Todd Haynes que intentan emular a Douglas Sirk, e incluso las secuencias agridulces de los hermanos Coen. Estas relecturas propuestas durante el desarrollo concentran distintas impresiones para transitarnos por la estructura narrativa dominante, representada por las actuaciones impactantes de Adams y Gyllenhaal, además de los secundarios Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson. En Animales Nocturnos descubrimos a un Ford que consigue evolucionar en diferentes aspectos como director, desde la prolijidad argumentativa para comunicarnos los entramados compuestos por Wright (los pasajes no confunden al espectador y lo conducen intrigado a cada momento), pasando por las modalidades intercaladas (un drama que manifiesta discursos y un thriller que vislumbra sensaciones), hasta la manera en que acompaña a sus personajes durante toda la película. Desde la secuencia de apertura hasta su desenlace, Animales Nocturnos se comporta como un testimonio salvaje sobre el machismo y la impotencia.
La segunda película del célebre diseñador de modas, quien ya había debutado como realizador en 2009 con “A Single Man” son dos historias en una: la de la deprimida dueña de una galería de arte y la de la violenta novela policial que ella lee, enviada por su ex marido a quien no ve hace 20 años. Amy Adams, Jake Gyllenhaal y Michael Shannon son los protagonistas de esta despareja pero intrigante película. Muchos nos sorprendimos gratamente cuando, en 2009, el famoso diseñador de modas Tom Ford debutó en cine con A SINGLE MAN, una película que si bien mostraba demasiado evidentemente sus influencias (un combo entre Wong Kar-wai, Michelangelo Antonioni y MAD MEN) lograba crear un clima sugerente para contar la historia de un reprimido hombre gay en la California de principios de los ’60. Hubo quienes, conociendo de donde viene, criticaron su excesivamente cuidado estilo y que tanto los actores como la escenografía parecían puestos para un elegante desfile o exhibición de arte. Es cierto que algo de eso hay en ese filme, pero estoy seguro que si el público no supiera quién era y qué hacía Ford jamás se le habría dado tanta importancia a ese tema. Y ahora llega ANIMALES NOCTURNOS, una película dividida en dos partes casi radicalmente opuestas. Una, potencialmente equiparable al mundo de la primera película. La otra, casi su inverso. Son dos películas que casi ni se unen –ya verán porqué– y, curiosamente, la mejor y más interesante de las dos es la que nada tiene que ver con el mundo de los ricos, famosos y elegantes que uno supone verá retratado por Ford. Tras unos créditos de apertura que sorprenderán a muchos (de los más fuertes y potentes, estéticamente, del cine de Hollywood en mucho tiempo), la película se centra en una dueña de una galería de arte que está inaugurando una exposición un tanto peculiar dedicada a mujeres obesas. Susan (Amy Adams) no está contenta ni con el resultado ni con el hecho de que su marido (Armie Hammer, el más “tomfordiano” de los personajes del filme) no la haya acompañado en el evento. Un empresario con más deudas y secretos de los que aparenta, el hombre y Susan tiene una relación que está yendo de fría a congelada, especialmente cuando ella descubre casualmente que él la engaña. Al mismo tiempo la deprimida Susan recibe un libro. Se trata del borrador de una novela a punto de ser publicada por Edward (Jake Gyllenhaal), su ex marido, un hombre con el que estuvo brevemente casada de muy joven, al que dejó y hace casi veinte años que no ve ni sabe nada de él. Susan comienza a leer el libro y la película que estamos viendo desaparece y comienza la otra, la de la novela tal como ella la visualiza. Y se trata de un universo diametralmente opuesto al suyo. Es un thriller pueblerino que sucede en las rutas del Oeste de Texas cuya atmósfera y personajes tienen más que ver con los de Jim Thompson, Cormac McCarthy y hasta cierto cine de terror “hillbilly” a la MASACRE EN TEXAS que con la buena vida y casas lujosas de los millonarios en California. Pero ella se apasiona en la lectura y ahí empieza esa otra película en la que el protagonista se llama Tom (que lo interpreta el propio Gyllenhaal), quien con su mujer e hija adolescente emprenden un viaje de fin de semana yendo por la ruta a la noche. En el medio de la nada son atacados por dos autos que los encierran y comienzan a molestarlos. La larga secuencia es de una tensión insoportable (es la mejor del filme) y en ella la provocación va creciendo y, ya se sabe, no puede terminar del todo bien: las mujeres desaparecen, secuestradas, y Tom termina tirado en medio del desierto. Logra escapar, pero no se ha arriesgado por su familia y se culpa por ello. Cada tanto Ford nos muestra a Susan leyendo, vinocturnalanimals_04-1200x520siblemente afectada e impresionada, pero rápidamente volvemos a la acción, que continúa con Tom empezando a trabajar en la búsqueda de su familia y de los atacantes con la ayuda de un policía de Texas (el gran Michael Shannon). La tarea no es sencilla y requiere que Tom saque recursos y coraje que no parece tener a su disposición tan fácilmente. Ahí es donde Ford incluye un tercer hilo narrativo: el pasado de Susan y Edward. Vemos cómo empezaron a salir, como la madre de ella (Laura Linney) no lo quería como esposo de su hija porque lo consideraba “débil” y con poca ambición y lo que sucedió después. Volviendo a Susan en el presente es evidente que la novela no solo la ha atrapado sino que se siente involucrada en ella y, tomando en cuenta la crítica situación que vive con su marido, intenta reconectar con su ex. La película suena confusa pero no lo es, ya que está editada de manera muy clara y jamás se mezclan los tiempos del mundo real ni la novela que lee Susan con su propia vida, además porque los universos estéticos son radicalmente diferentes. El problema de NOCTURNAL ANIMALS es que la intensidad de este western/policial moderno se fagocita al resto de las subtramas y debilita las otras partes del relato. Y el otro es que, a la hora de combinar o llegar a un cierre entre un mundo y otro, la película no logra dar con una convincente conexión y se siente como truncada. Pero más allá de esos defectos de guión que debilitan la potencia de la historia, queda claro viendo ANIMALES NOCTURNOS que Ford es un cineasta que merece ser tomado en cuenta y analizado por su trabajo como tal, dejando de lado sus conexión con Gucci o con Yves Saint-Laurent. Sí, es probable que hasta los villanos del policial negro sean más carilindos y estilizados que los mugrosos white trash del 90% de los filmes que exploran similares universos, pero las muy buenas actuaciones de la dupla protagónica, de Shannon, de Aaron Taylor-Johnson como uno de los villanos y hasta de los muy buenos actores que hacen muy breves papeles (seguramente pagados con algún buen canje de ropa) son claras y evidentes demostraciones del talento de Ford para cosas más complejas que una estilizada y elegante puesta de cámara y diseño de producción. La película no es redonda ni mucho menos, es cierto, pero confirma que, como director, Tom Ford puede salir del universo que uno imagina previsible para alguien como él y sigue teniendo bastante en claro lo que tiene que hacer.
Cualquiera que vea cine a menudo, se entusiasma con la idea de tener a Amy Adams otra vez en primera plana, y ni hablar si el cartel se completa con figuras como: Jake Gyllenhaal, Michael Sheen, Aaron Taylor-Johnson y Michael Shannon. La sutileza como diseñador de moda en las manos de Tom Ford se traslada a la pantalla gracias a un thriller cuidado y correcto. Nocturnal Animals no es la mejor película de este 2016 (todavía faltan muchos estrenos importantes), pero sí un imperdible de la cartelera. Comenzando por un ritmo de suspense que va creciendo rápidamente con el correr de los minutos y que logra hacerte saltar del asiento en más de una ocasión, jugando al borde de la locura y siempre con traicionera sutileza. En la historia, la protagonista recibe en su casa un libro de parte de su ex-marido que le ha sido dedicado bajo el título de Nocturnal Animals. Un relato cruel que funciona como una especie de venganza premeditada que atormenta a la joven Susan y la obliga a repasar algunos momentos de su antigua relación, reflexionando sobre lo ocurrido y cargando con la culpa. Mientras tanto, se identifica con los personajes de la novela, viviendo las horas más tensas y sin saber cuándo la ficción ha dado paso a la realidad. Algo curioso es que el libro en que se basa se titula Tony and Susan, pero el libro que escribe el autor en esa historia se llama Animales Nocturnos, por lo que el director eligió quedarse finalmente con el ficticio. Esta es la segunda ocasión en que Ford escribe y dirige un film; el primero fue A Single Man (2009). En una entrevista, él confesó que el final es a libre interpretación del espectador, sin embargo, hay dos caminos posibles, los cuales podrás reflexionar una vez que hayas asistido al cine para ver esta espectacular pieza de arte, cuyo elenco se completa con nombres como: Isla Fisher (sí, el clon de Amy Adams), Armie Hammer, Robert Aramayo, Laura Linney y Andrea Riseborough. Se sabe que la labor de los dos protagonistas principales no iba a fallar, pero la sorpresa viene por parte de uno de sus roles secundarios. La ex-estrella de Kick-Ass construye a un joven desagradable que ya le valió un premio en el Santa Barbara International Film Festival, y que posiblemente coseche alguna otra mención. Con tan sólo 27 años de edad, él y sus compañeros de pandilla -uno más joven que el otro- cometen uno de los actos más aberrantes que un ser humano puede experimentar y/o soportar. nocturnal-animals Y aunque sea producto de la imaginación del autor, Tony Hastings (Gyllenhaal), el impacto funciona, pues cuando la mente humana comienza a volar, no hay fronteras, y a uno le cuesta digerir qué tan lejos se puede llegar ante para cumplir con un objetivo. ¿Es Animales Nocturnos una obra maestra? No. Pero sí lo es la novela que le arruinará la existencia a Susan Morrow.
EL QUE NO ARRIESGA NO GANA El generar un impacto por el simple hecho de provocar es similar a la rebeldía sin causa: su falta de contenido hace que el esfuerzo quede dando vueltas sobre su propia autocomplacencia. El director y diseñador Tom Ford (Sólo un hombre) hace apuestas fuertes a lo largo de su segundo largometraje con distintos resultados. Susan Sorrow (Amy Adams) vive al mejor estilo burgués frío y con más envoltorios que contenido: abrió su propia galería de arte y su marido (Armie Hammer) no asistió a la inauguración por dedicarle parte de su vida a su trabajo y otra parte a su amante. El sacudón llega con un paquete que pone el pasado sobre el tablero. Su ex Edward (Jake Gyllehaal), escritor al que no ve hace dos décadas, le envía el boceto de su primera novela a punto de publicarse y dedicada a ella. A partir de ahí, la historia transcurre en tres frentes: la decadente vida de Susan hoy mientras lee la historia, la sórdida novela que avanza y se espesa a cada momento, y el pasado romántico truncado que vivieron el escritor y la artista. La adaptación de Tres Noches, la novela de Austin Wright, puede parecer compleja y hasta confusa, pero Ford acertó en las diferencias narrativas y estéticas, logrando que los tres relatos transcurran en paralelo sin confundirse. Otro punto a favor fue el desarrollo de Edward, que si bien pasa poco tiempo en pantalla –el escritor, no su alter ego que protagoniza la novela- se construye a través de su narración y de Susan, incluso alcanzando más complejidad que ella, que por momentos parece un poco estereotipada. Lo más fuerte es la novela de Edward, que explora facetas como la venganza y la redención y se sumerge en las zonas más oscuras y repugnantes de los seres humanos. El mayor problema es también eso mismo: al explotar la trama en el final, no queda energía para la conclusión del último relato, Susan después de leer. El concepto de historia dentro de otra está bien llevado adelante y, aunque hay tropiezos, el balance sin dudas es positivo. Tom Ford demuestra que no necesita de Gucci e Yves Saint Laurent para sobresalir y sólo se puede esperar que sus próximas obras sean cada vez mejores. ANIMALES NOCTURNOS Nocturnal Animals. Estados Unidos. 2016. Dirección: Tom Ford. Intérpretes: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Armie Hammer, Aaron Taylor-Johnson, Michael Shannon, Isla Fisher, Kristin Bauer van Straten, Karl Glusman, Ellie Bamber, Toni French, Amanda Fields, Karli Karissa, Carson Nicely, Lee Benton, Impogen Waterhouse. Guión: Tom Ford. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Abel Korzeniowski. Duración: 115 minutos.
Amy Adams protagoniza un feroz thriller, donde la angustia funciona como motor para alimentar varias líneas narrativas. Animales Nocturnos nos cuenta la historia de Susan (Amy Adams), una refinada galerista de Los Ángeles que comparte una vida económicamente privilegiada con un hombre de negocios. El glamour, el lujo y las amistades sofisticadas son moneda común en su entorno, pero ella se siente vacía, sus ojos denotan una tristeza infinita. Casualmente, recibe en su casa el manuscrito de una novela de su ex marido, Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal), del que lleva años sin tener noticias. Un fin de semana que se queda sola —dado que su actual pareja se encuentra en unos de sus frecuentes viajes de negocios— Susan decide leer el escrito. La historia le resultará atrapante y demoledora, cargada de una violencia desgarradora, sensaciones que la harán retrotraer a su pasado, específicamente a su historia con Edward. La novela será un detonante para cuestionar su presente, dónde quedaron sus sueños del pasado y porqué abandonó cruelmente a su ex marido si realmente lo amaba. No hay dudas de que Tom Ford es un titiritero de sentimientos, el también diseñador de moda maneja este aspecto con tal intensidad que genera climas a su antojo. Durante la mayor parte del film Animales Nocturnos nos compenetramos tanto con Susan que percibimos su angustia, su remordimiento, todo los estados que ella atraviesa. Además tiene la habilidad de contextualizar a la perfección dos ámbitos muy opuestos: la sofisticada y frívola clase alta de Los Ángeles, y una Texas rústica, casi salvaje, donde la brutalidad se encuentra completamente naturalizada. Entre estos dos trazos se mueve esta historia basada en un best seller del escritor Austin Wright. Animales Nocturnos es un impactante thriller romántico, que explora la delgada línea que separa al amor de la crueldad y la venganza de la redención, con una narración metadiscursiva en que la ficción y la realidad se funden generando emociones a flor de piel.
Nocturnal Animals, la segunda película del diseñador devenido en cineasta Tom Ford, va camino a convertirse en una de aquellas a las que se le debe un segundo visionado por la densidad de su historia y la suntuosidad de sus imágenes. Puede incluso decirse que las sensaciones que provoca son muy polarizantes, y cada espectador tendrá un viaje subjetivo cuando elija verla. Por lo pronto, hay que aplaudir la capacidad de Ford de adaptar la novela Tony & Susan y fragmentarla en tres líneas de tiempo, y sobre todo tener la maestría suficiente para barajar mediante un excelente uso de la edición los diferentes estadíos del film. El catalizador de la trama es la llegada de un manuscrito a la gélida galerista de arte Susan de parte de su ex-marido, al que no ve hace años. Al reconectarse con el que fue su gran amor de joven, ella se ve inmersa en la segunda historia, un thriller sureño en donde una familia se ve acosada por un grupo de palurdos de pueblo que les hace la vida imposible. Movida por la ferocidad de la prosa de su ex-esposo, Susan recuerda su pasado juntos y cómo llegó a ser la mujer que es ahora, con un vacío espiritual severo en lo que se puede considerar la tercera línea narrativa del film. Tanto Amy Adams como Jake Gyllenhaal entregan todo en sus papeles, mas que nada el segundo que tiene la tarea dual de hacer de un padre sufrido en la novela que ella lee, y representar al ex que no puede darle la vida de clase alta que requiere una mujer rodeada de lujos. Amy destila hielo en su Susan adulta y calidez en la del pasado, pero el que se come la pantalla es Gyllenhaal con la tarea hercúlea de empujar la trama hacia adelante, llevando la sordidez del policial hacia derroteros oscuros, acompañado siempre por los muy talentosos Michael Shannon como el detective a cargo del caso de la desaparición de su familia, y Aaron Taylor-Johnson como el joven descarriado responsable del siniestro. Estos dos últimos mastican cada escena en la que se encuentran y no hay dudas de que son personajes magnéticos. El gran problema que le encuentro a Nocturnal Animals es su poca conexión con su público. Mas allá de los títulos iniciales más provocativos que ha entregado el cine en años, la suntuosidad de la cámara de Ford hipnotiza, así como también la fuerza que tiene esa historia policial secundaria donde Gyllenhaal, Shannon y Taylor-Johnson tienen un duelo interpretativo fascinante. Pero la potencia de la historia se va perdiendo en el camino, y el acto final puede llegar a sentirse poco satisfactorio. Es un gran envoltorio hermoso, o varios si vamos al caso, pero cuando uno termina de desarmar el regalo, lo que uno encuentra no es lo que esperaba. Lo que los brillantes paquetes auguraban, encierran muchos interrogantes y pocas respuestas concretas. En papel, todos los elementos del segundo film de Tom Ford están a plena disposición para armar un thriller dramático que envuelva al espectador, pero en definitiva ni el esmerado elenco ni el ojo atento del director pueden terminar de encauzar una historia ambiciosa, pero con poca definición.
NO HAY PEOR HORROR QUE EL VACIO Pareciera que Tom Ford, quien primero saltó a la fama a partir de su labor en el campo de la moda, quisiera poner en crisis ese lenguaje a partir de su transposición al ámbito cinematográfico. Primero con Solo un hombre y ahora con Animales nocturnos, el realizador construye films donde las superficies y apariencias son expuestas en sus fragilidades, aunque en verdad su apuesta va más lejos: hay varios lenguajes y géneros en pugna, en un rompecabezas narrativo que habilita la fragmentación estética. Ya desde su mismo inicio, Animales nocturnos se propone incomodar, a partir de la exhibición de cuerpos obesos desnudos, cavilando incluso sobre la provocación a partir del malestar. La película exhibe de forma crítica la pose supuestamente desafiante de ciertas clases altas (tan formadas artística y culturalmente) a la hora de mirar el mundo, en una meta reflexión al cuadrado. Pero a Ford no sólo le interesa el paisaje burgués de Nueva York y Los Angeles, y por eso, basándose en la novela de Austin Wright, hace foco en Susan Morrow (perfecta Amy Adams), dueña de una galería de arte con su vida personal y laboral en crisis, que recibe una novela, a punto de publicarse, escrita por el que fue su primer marido (Jake Gyllenhaal), con quien no terminó precisamente de la mejor manera. El relato que va leyendo es un policial situado en el oeste de Texas, una de esas narraciones ásperas y violentas donde la venganza y la justicia por mano propia son los ejes conductores, y cuyo protagonista -no casualmente- es el propio Gyllenhaal, encarnando un doble rol que no deja de ser uno solo. El contraste entre el universo clínico y despojado en su supuesta perfección que habita Susan, y el mundo mugriento, crudo y hasta horroroso que le presenta la novela es sideral, pero hay puntos de contacto entre ellos. Esos lazos están precisamente en Susan, en esa lectora que construye un imaginario determinado desde su propia interpretación, que incluye la sospecha de una revancha simbólica y encubierta que termina de desestabilizar su ya poco estable existencia. El film se fusiona con la estructuración literaria y pone al espectador en el lugar de Susan, no sólo porque todo lo que se ve está enmarcado a partir de su punto de vista, sino porque la confusión del personaje es definitivamente contagiosa: en Animales nocturnos las líneas narrativas interactúan, poniendo a dialogar las obsesiones y fantasmas personales con los elementos artísticos, de una forma no precisamente tranquilizadora. Lo más interesante (y a la vez atemorizador) de Animales nocturnos es cómo se hace cargo del lugar de la recepción en la construcción de la obra: si la novela que lee Susan sólo cobra vida verdaderamente a partir de que ella la lee, otorgándole rostros a los protagonistas y características determinadas al espacio-tiempo que habitan (hay un plano que involucra a un sofá que es toda una declaración de principios); somos los espectadores los que debemos completar las grietas de significado expresadas en los dilemas de la protagonista. Todo es imaginario y fabricación, parece decirnos Ford, mientras arroja pequeñas pistas (¿verdaderas? ¿falsas?) cuyos enunciadores son estrellas como Michael Sheen, Laura Linney, Michael Shannon, Isla Fisher y Aaron Taylor-Johnson, en varios casos en papeles pequeños pero decisivos. A medida que avanza la trama, las líneas divisorias irán disolviéndose, confluyendo las categorías de enunciador y enunciado, de creador y creación, de lector y obra. Y aunque por momentos Ford parece caer en su propia trampa, mordiéndose la cola y entrando en la misma pose estructurada que parece querer deconstruir, tiene la inteligencia suficiente para darse cuenta qué es lo que debe contar y qué no. El verdadero temor que transmite Animales nocturnos -que dentro de su narrativa policial y dramática no deja de ser esencialmente un film de horror- pasa por la insatisfacción y la incertidumbre, por cómo elude las respuestas fáciles, dejando todo al azar que implica la interpretación que pueda edificar el público. Por eso su cierre llega en el momento justo, expulsando pero también capturando al espectador.
El esteticismo y la sangre seca La película de Tom Ford se sumerge en un pantano psicópata. Lo hace a través de la culpa, el consumo y la venganza. Segundo largometraje de Tom Ford y qué lástima que medien ¡siete! años entre los dos. En Sólo un hombre (2009), un herido Colin Firth, al borde del suicidio, procuraba sobrellevar la pérdida de su amor. La película está basada en la novela de Christopher Isherwood, publicada en 1964, uno de los títulos de referencia para pensar homosexualidad y literatura. Con Animales nocturnos, el realizador ‑reconocido diseñador de modas‑ lleva a la pantalla la novela Tres noches, de Austin Wright. El título del film, a su vez, toma el de la novela dentro de la novela. Es decir, en Tres noches (editado por Salamandra), la protagonista lee un manuscrito del próximo libro de su anterior esposo. La narrativa se desdobla, espeja situaciones y despierta inquietudes. Que el inicio del film se acompañe del baile de mujeres desnudas y excedidas en peso, no puede menos que alertar. Más aún cuando la película viene precedida por la firma de un modisto de marcas reconocidas. Esos cuerpos bamboleantes se revelarán funcionales a la instalación o muestra de Susan, la artista/empresaria que compone Amy Adams. Con su mirada caída, sonámbula, ella agrega: todo es basura. Susan atraviesa una crisis de pareja y hace días que no duerme, si bien el éxito económico/estético la acompaña. Ella es la encarnación de una fricción reconciliada. Dinero, estética/esteticismo, publicidad, arte. En este sentido, la construcción formal que de los encuadres propone Ford es prístina: todo en su lugar, como si fuese un paraíso plastificado. Por otra parte, el abismo al que arroja la lectura del libro de su ex (Jake Gyllenhaal), aparece como el reverso: una pareja y su hija adolescente parten de viaje y atraviesan el desierto texano durante la noche, hasta que la pesadilla comienza su derrotero. La violencia aparece y con ella un ángel vigía: el policía Bobby Andes (Michael Shannon). Si en el primer caso, el film se propone como un muestrario de retórica icónica, consciente de su banalidad y clichés; en el otro, lo hace a la manera de un relato criminal, sucio de arena y tierra. La sangre no tardará en aparecer. El desdoblamiento narrativo, en todo caso, no es otra cosa más que el resultado de una mirada social distorsiva. La violencia, justamente, ya estaba presente durante el inicio de los cuerpos desnudos, en la belleza con la que no condicen, en lavernissage para la que se los maquilla. De esta manera, Animales nocturnos desprende una lucidez crítica que se cubre de disfraces. Es una película de suspenso, tiene aristas de neo‑noir, tematiza la justicia por mano propia, pero por encima de todo ello, lo que destila es la sensación amarga de lo que ha sido, de lo que ya no será. También, claro, es una película sobre la venganza. Es cierto que tiene momentos que subrayan demasiado lo que está preclaro, pero no se trata de un aspecto que haga mella en la propuesta. Vale decir, llegado el desenlace, cuando el ánimo del espectador entienda que lo que sigue será similar a lo ya visto en cientos de películas, Tom Ford pega un giro y hace de la resolución un momento contundente, coherente. Dado que se trata de una película sobre la venganza, habrá ojo por ojo, pero éste será poético, desesperado y suicida. Sin porvenir. También hay diente por diente, y de una manera fría, astuta, despiadada. Mucho más hiriente que cualquier disparo. Eso sí, hay que entender que se trata de una mirada extrañada. Susan no duerme desde no sabe cuántos días. Al respecto, el cine tiene la virtud de provocar imágenes que no existen, tal vez oníricas. Basta sumar dos de ellas para provocar una tercera, pero en la mente del espectador. Es por eso que más vale tener presente que del crimen atroz que refieren las páginas de la novela no hay evidencias claras, no hay momentos fílmicos que lo señalen. Es el ánimo de quien enjuicia el que guía, junto al nervio psicópata del espectador, que adviene cómplice. Por otra parte, no hay un plano dentro de todo el film en el que se señale realmente el rostro del ex marido, cuyas facciones servirán también al del personaje literario. Quien lee es la imaginería de Susan, y lo hace a través de sus recuerdos de juventud. Toda la película es su consecuencia. Entonces, ¿qué ocurrió, de veras, entre Susan y su ex? Tamaño desconcierto. Tal vez sea la esencia de la película.
Tom Ford es un provocador, y ha demostrado una particular habilidad en sus apuestas anteriores a la incomodidad y la opresión visual y narrativa. “Animales Nocturnos” (USA, 2016) no es la excepción y termina por construir un relato de desprecio y venganza como hace mucho no se veía en el cine. Tomando como punto de partida la novela “Tony y Susan” de Austin Wright, Ford comienza su viaje a las entrañas de Susan Morrow (Amy Adams) una artista que vive de las apariencias hasta que se da cuenta que esa mentira en la que diariamente vive se derrumba al recibir una copia de la próxima novela de su ex marido (Jake Gyllenhaal). Si bien en un primer momento decide no embarcarse en las páginas escritas, porque sabe que de alguna manera repercutirán en ella, una noche se traiciona a sí misma y decide bucear en las palabras. Cuando detecta en la narración algunos hechos del pasado compartido con él, Susan comenzará a ver cómo éste aún le guarda rencor y odio por algunos hechos que nunca se han sentado a dilucidar cómo fueron realmente. En ese ir y venir del guión, entre el presente de Susan, un momento plagado de ausencias, y el pasado, con acontecimientos que la marcaron pero que nunca quiso revelar para evitar mostrarse vulnerable ante los demás, es en donde Ford encuentra el punto justo para atrapar al espectador. Pelicula de capas, de veneno que se destila en cada escena y que termina por fagocitar y oprimir al público y a los propios personajes, “Animales Nocturnos” más allá del estilizado ejercicio de dirección y composición, es un relato sobre una venganza inesperada que se manifiesta en forma de dardos que se van clavando a lo largo de la progresión. Una historia de desamor, agobiante, desesperada, y una búsqueda de venganza, son los dos disparadores narrativos para construir uno de los relatos más sólidos que el cine ha ofrecido en el último tiempo. Ford seleccionó al casting a la perfección, porque además de las soberbias y potentes actuaciones que Adams y Gyllenhaal ofrecen, impecables, dolorosos, hay una serie de participaciones como las de Michael Shannon, Isla Fisher y Aaron Taylor-Johnson, que demuestran que la clave de un film es también la habilidad para conjugar las interpretaciones. “Animales Nocturnos” desnuda el mundo del lujo y las fiestas de la clase alta para revelar que el pasado siempre vuelve a reclamar su parte, aun cuando se intenta negarlo o apartarlo del presente para evitar sus consecuencias. La fe en el otro como motor de las relaciones, y la falta de la misma como inevitable caída de los vínculos anidan en la superficie del film para construir una capa más del complejo entramado narrativo con el que Ford juega para sorprender e impactar, y lo logra, a los espectadores.
Tom Ford concede una obra ensamblada de forma lírica, potente y es, en estos tiempos, una clase de maestría para Ron Howard y Tate Taylor.
No es habitual que “el tanque de la semana”, el estreno más grande de un Jueves, no sea una película clásica y pochoclera. La propuesta de Tom Ford tiene un perfil un poco más moderno, que nos remite incluso a David Lynch. No obstante, la sala estaba llena. ¿La gente fue al cine porque era feriado? ¿Porque la peli la rompe? ¿O porque se confundieron con Animales Fantásticos? La secuencia inicial de créditos es completamente impactante. Es algo así como "Twin Peaks meets Gorevision": mujeres obesas, cuerpos muy alejados del estándar de belleza actual, desnudas, danzando en cámara lenta. Ya esta secuencia impacta e incomoda, pero no es gratuita: esos cuerpos son parte de una muestra que está inaugurando Susan (Amy Adams) en su galería de arte contemporáneo. Después de este exitoso evento social, vemos que su vida personal se encuentra en un extremo opuesto. Se notan fisuras con su esposo, quien partirá ese fin de semana de viaje, dejándola sola. En este espacio personal que se genera en su vida justo cae en sus manos el borrador de la primera novela inédita de su ex-marido, Edward (Jake Gyllenhall). Y aquí, a partir de la lectura, el tiempo de la narración se desdobla en tres partes: el presente de Susan; su relación con Edward en el pasado; y la representación de la novela, "Animales Nocturnos", especialmente dedicada a ella. No vale la pena ahondar en detalles sobre la trama por dos motivos, para no spoilear, obviamente, y porque, por más que contemos todo el guión con lujo de detalles, lo importante son las actuaciones, las pausas, los silencios, los climas que se generan. La trama más clásica en términos narrativos es la historia que cuenta la novela, que en tono de thriller policial genera momentos sumamente incómodos e inquietantes, al lado de los cuales las bailarinas del inicio de la peli son de una naturalidad tranquilizadora. El cambio de trama, a través de montajes paralelos muy prolijos (recurriendo incluso a veces a emparejamientos gráficos* y a correspondencias en el raccord de miradas), hace que por momentos cueste encontrar dónde termina un relato y dónde empieza el otro, lo que enfatiza con fuerza que lo importante no son los hechos, sino las diferentes consecuencias que estos van teniendo en los sentimientos y en la psiquis de los personajes, principalmente en Susan. (*) Un emparejamiento gráfico es una similitud formal muy, muy grande entre un encuadre y otro, que hace que cambiemos de tiempo y espacio pero sin un salto alevoso al ojo. Un ejemplo muy simple sería pasar del encuadre de una pelota de fútbol a uno igual pero de la luna. Este montaje delicioso está respaldado por una banda sonora original que, también, en línea con inquietar y enrarecer los diferentes climas, aporta sinfonías instrumentales que por momentos se pueden confundir con sonidos animales y no remiten a nada que hayamos escuchado en los últimos años cuanto menos. "Animales Nocturnos": la historia dentro de la historia. Amy Adams y Jake Gylenahall no suelen decepcionarnos con sus interpretaciones. Quizás ella últimamente esté un poco más expuesta (sobre todo a partir de la polémica Batman v Superman), pero esto no hace que su nivel interpretativo decaiga (a modo de ejemplo, en lo personal me pareció que cuando Jeniffer Lawrence empezó a estrenar una película por mes todas sus interpretaciones eran iguales: este, por suerte, no es el caso). Gyllenhall es un tipo que se afianza día a día como referente de películas que están buenas: no tiene una sola película mala en su carrera. Ambos componen personajes complejos, inseguros, cambiantes que no sólo convencen, sino que tienen sutilezas que se destacan por sobre el estándar de las actuaciones que vemos hoy en día. VEREDICTO: 9.0 - ANIMALES FANTÁSTICOS Una propuesta fuera de lo habitual pero completamente sólida y contundente. Pensada fotograma a fotograma y súper cuidada, Animales Nocturnos se postula como una de las grandes candidatas en la próxima temporada de premiaciones.
La segunda película de Tom Ford cuenta dos historias, la de una mujer infeliz (Amy Adams) que lee otra historia, la novela que le envía su ex marido (Jake Gyllenhaal). La historia de la novela es mucho más convincente que la primera, sin embargo el combo resulta inconducente. Probada la capacidad de Tom Ford para dirigir una película, cabe preguntarse porqué Animales Nocturnos no funciona. Como punto de referencia, la primera película de Ford, A Single Man de 2009, fue fenomenal, un triunfo de estilo y sustancia, gracias en parte a la brillante actuación de Colin Firth. Animales Nocturnos tiene también un fabuloso cast, pero las tramas de las dos historias, una fría y la otra visceral terminan cancelando el efecto emocional, la una a la otra. Adams interpreta a Susan, una curadora de arte en Los Ángeles depresiva, engañada por su bello esposo, (Armie Hammer) viviendo entre su moderna casa y su galería de arte. Pobre. Su mundo es estéril, y es aquí donde la pintura de los personajes empieza a fallar, la miseria autoimpuesta de los privilegiados. Una copia anticipada de una novela de su primer marido, Edward (Gyllenhaal, haciendo mucho con poco) llega a sus manos. Susan se pone sus gafas ridículamente hipsters, se desliza en la cama y comienza a leer, allí arranca la segunda historia, donde la miseria emocional también se hace presente, pero en este caso de la mano de ese objeto de manipulación masiva siempre presente: la injusticia. Cuando se combinan todos estos elementos lo que obtienes es irremediablemente una película camp de pretendida profundidad que fácilmente podría ser confundida con sustancia, si todo no fuese tan vacío. Se puede argumentar que Ford está siendo auto-despreciativo en su retrato de los ricos sin alma, pero todo el esfuerzo ni siquiera se siente como auto-parodia. Las ideas de clase, la ambición frustrada, la superficialidad de la vida en L.A., la naturaleza del amor y el significado del arte se abordan explícitamente -y se discuten en algunas conversaciones pretenciosas- pero todo termina sonando vácuo, como si el simple hecho de nombrar temas “importantes” fuese suficiente para establecer su relevancia en la narrativa. El diseñador de moda Ford se pone el traje de Lynch pero no le queda.
Un peligroso viaje a la ficción de nuestro pasado. Uno puede leer la reseña de Animales Nocturnos y no entusiasmarse mucho. Por eso los críticos que en realidad no la vieron le pondrán una baja puntuación. Sólo se anuncia que una mujer lee la novela escrita por su ex-pareja y se obsesiona con la trama. ¿Por qué alguien se obsesionaría tanto? ¿Por qué esto sería interesante, una película sobre una mujer leyendo en la cama? Partamos de la base de que cualquier cosa pública escrita por una ex-pareja puede ser un peligro en sí mismo. “Yo no hago nada raro en la cama” decía Larry David en su serie cómica Curb Your Enthusiasm, para que luego ninguna novia anterior tenga oportunidad de esparcir el vergonzoso rumor. Uno puede estar frente a los posteos de facebook de su ex-pareja y estar ante una situación de riesgo. Si nuestra ex tiene un blog donde cuenta su vida personal, podemos estar en una situación de extremo peligro. Animales Nocturnos trata sobre Susan (Amy Adams) una curadora de arte que parece no estar felizmente casada. Un día recibe la versión preliminar de una novela, pronta a publicarse, escrita por su primera pareja, Edward (Jake Gyllenhaal). Ella lo había abandonado por tratarse de un hombre débil, en todo sentido. Más allá de la intriga que genera el relato, la novela empieza a ser verdaderamente interesante cuando Susan entiende que tiene elementos autobiográficos, ya que el protagonista también es un chico débil, que tal vez termine reivindicándose para dejar de serlo. En las dos historias, ahora casi amalgamadas, los silencios empiezan a significar sentimientos no dichos, empiezan a significar preeminencia de lo visual y empiezan a construir el horror. Entonces sí Susan se obsesiona. Por un lado se obsesiona con la historia de la novela, con una gran escena inicial en una desamparada carretera nocturna, pero por otro lado se obsesiona con su propio pasado. Como todos los viajes al pasado, este se convierte en doloroso. Es como leer un diario íntimo. Pero, como se trata de una ficción, es peor, porque supone leer el cómo hubiera sido, el qué hubiera pasado si. Animales Nocturnos termina (si es que esta película tiene un final) siendo una hermosa película, y además previsora. Usted, que quiere pedirle a un amigo que le cuente las publicaciones de su ex-pareja en facebook; usted, que ha descubierto un blog confesor de su última novia; usted, que sabe que su ex ha escrito una novela autobiográfica, todavía puede decir “no”. Usted todavía puede elegir no leerla, puede decidir no ponerse en peligro. Usted puede no sentirse tan triste y débil como Woody Allen en Manhattan. Todavía puede salvarse de ser un patético animal nocturno.
Una producción excelente que merece su visión en pantalla grande. Las escenas de la realidad se encadenan con las de la imaginación y los flashbacks con una gran maestría, logrando que todo se entienda y nada quede perdido. Las actuaciones de...
En su segundo largometraje, “Animales Nocturnos”, Tom Ford presenta la historia de Susan Morrow (Amy Adams), una mujer que trabaja en una galería de arte y que se encuentra inmersa en una relación que la hace infeliz. Un día recibe el manuscrito de una novela escrita por su ex marido, Edward (Jake Gyllenhaal), que cuenta la historia de un hombre que busca vengarse de quienes asesinaron a su mujer y su hija, y que va a retrotraerla a los momentos de su relación con este todavía novato escritor. “Animales nocturnos” no sólo se destaca por el argumento que cuenta, sino también por cómo lo hace. La estructura narrativa que presenta Ford no es clásica; es compleja pero no por eso confusa. En este relato enmarcado (un relato dentro de otro) tenemos tres historias distintas: la actualidad de Susan, la novela escrita por Edward y el recuerdo de su relación. Si bien estos relatos se van intercalando, el espectador siempre es consciente de en qué historia se encuentra. Cada una de ellas posee un clima y una estética particular, pero a medida que la narrativa avanza, las historias se van relacionando cada vez más. Incluso las distintas temáticas que se van a ir tratando son transversales a los tres relatos, haciendo una crítica a la frivolidad del arte, a la debilidad del ser humano, la culpa y la venganza, entre otras. La interpretación de lo que va ocurriendo queda a cargo del espectador. El film presenta todas las piezas para que el público termine armando su propio rompecabezas. Sin dudas es una película que va a resonar en la cabeza del espectador una vez finalizada e incluso va a fomentar el debate de las distintas interpretaciones. Mención aparte para el elenco conformado principalmente por Amy Adams y Jake Gyllenhaal. La actriz encarna de una buena manera a esta dueña de una galería de arte cínica, infeliz, y acomplejada por su familia; mientras Gyllenhaal compone nuevamente a un personaje hecho a su medida. El actor se destaca sobre todo cuando interpreta a Tony, el protagonista de la novela, un hombre que perdió de una manera trágica a su mujer e hija. Y logra mostrar este límite difuso entre la debilidad y la fortaleza del ser humano. Con un clima sombrío y crudo, “Animales nocturnos” es un film superior, desde la historia que se cuenta hasta la manera en la que se lo hace. El espectador quedará perturbado y reflexivo, buscando una posible interpretación de la película. Con grandes actuaciones de Adams y Gyllenhaal, el segundo largometraje de Ford cautiva en todas sus formas. Puntaje: 4/5
Las intrigas de Ford "Nocturnal Animals" es lo nuevo del multifacético Tom Ford, empresario, diseñador de moda, escritor, director y productor entre otras cosas. Tuvo una entrada fuerte en la escena del séptimo arte con su primer film como director, "A Sigle Man", que considero tenía mayor calidad cinematográfica que este nuevo exponente y no dejaba ver de manera tan obvia el snobismo del artista. En este nuevo trabajo me pasó que no podía dejar de advertir lo caprichos superficiales de un tipo que está muy ligado al fashion y la vida extravagante de los que más dinero tienen. Todas las escenas están muy pensadas desde lo estético, son demasiado pulcras, hermosas, y eso les hace perder credibilidad, sobretodo si se tiene en cuenta que se está exhibiendo un thriller citadino de alta sociedad mezclado con un thriller texano con protagonistas de lo más bajo de la pirámide social. ¿Por qué digo que se combinan dos thrillers? Porque Ford nos cuenta una historia de despecho y venganza situada en dos universos distintos, uno ubicado en la punta de la pirámide social de Nueva York, y el otro en el Texas más recóndito. Me resultó interesante la forma de paralelismo que utilizó, aunque una de las historias termina siendo mucho más interesante que la otra. Las temáticas que hacen de pilares a este relato son poderosas y se apalancan en el punto más fuerte que tiene este director/escritor que es la narración. "Nocturnal Animals" es intrigante, fuerte, oscura en su visión del amor y te mantiene interesado durante todo el metraje. El mayor problema es que aparecen varios matices y visiones propias de una persona hedonista que se jacta de su snobismo, y eso creo que es poco inteligente. Se deja ganar por su soberbia y cae en obviedades. Finalmente lo que parece va a ser un desenlace épico, termina siendo una situación bien hilada pero mucho más modesta de lo que venían anunciando los redoblantes. Los actores por su parte están muy bien, componiendo personajes complejos e interesantes que transmiten con fuerza los dos pilares del guión, despecho y venganza. Todos hacen una muy buena labor, destacándose las de Michael Shannon y Amy Adams. Un film muy bien narrado y con fuertes interpretaciones, cuyo guión resultó ser más simple de lo que parecía.