El film, basado en una de las quince novelas de Vince Flynn que traen las agitadas aventuras del agente Mitch Rapp, llega en momentos donde los ataques de grupos armados alertan a las grandes ciudades del mundo. Asesino: Misión venganza viene con acción e impone nuevamente la figura del héroe, un joven entrenado para misiones casi suicidas y a punto de ejercer su propia venganza. Dyan O´Brieb -el actor de la saga Maze Runner- es Rapp, el joven que presencia el asesinato de su novia en plenas vacaciones en Ibiza en manos de un grupo terrorista -lo más intenso del film-, es un recluta de operaciones encubiertas de la CIA que sigue el severo entrenamiento del veterano de la Guerra Fría, Stan Hurley -Michael Keaton-. Este dúo responde además a la Subdirectora de la CIA Irene Kennedy -Sanaa Lathan- y debe investigar y seguir los pasos de un misterioso agente -Taylor Kitsch- que intenta comenzar una Guerra Mundial en el Medio Oriente. El director Michael Cuesta -Matar al mensajero y la serie Homeland- cuenta con el guión de Stephen Schiff para construír una historia ambientada en diversos escenarios internacionales que trae a la memoria a Jason Bourne, manteniendo el tono de ese tipo de realizaciones aunque con menos suerte. Si bien la acción se paraliza en mitad de la película, sumando minutos de más, la tensión está latente. La presencia de Michael Keaton como el militar que entrena a jóvenes con condiciones para enfrentar peligrosos desafíos, deriva en un producto de acción que pone su cartel de alerta mundial en un desenlace donde la producción echa la casa por la ventana, entre torturas, recuerdos del pasado y un presente tan caótico como desolador.
Es el comienzo de un personaje, Mitch Rapp, que se transformó en best seller creado por Vince Flynn. En una impresionante primera escena se ve a una pareja comprometiéndose en Ibiza, en la playa y segundos después un sangriento ataque terrorista que masacra gente, incluida a la novia del protagonista. El muchacho jura venganza y se transforma en un musculoso violento que finge abrazar la fe musulmana para infiltrarse en el grupo terrorista que mató a su amada. A partir de ahí, cooptado por la Cia, especialmente en un cuerpo creado por un violento instructor (Michael Keaton) demostrará que es capaz de todo, especialmente de tomar como personales cada caso y nunca abandonarlos hasta darles muerte a los “malos”. Argumento elemental apoyado fundamentalmente en escenas de acción, con peleas hiperrealistas, persecuciones, situaciones limite y toda la parafernalia de los filmes de acción que conoce bien su director Michael Cuesta con su experiencia en series de televisión y películas del genero. Para aquellos que se divierten con la sucesión de escenas de acción tendrán su carga de adrenalina con un héroe joven que desobedece las reglas, que siempre se sale con la suya y que por momentos parece salido de un comic.
Michael Keaton en su papel de mentor y consejero es de lo mejor de toda la película. Dylan O'Brien cumple a la perfección su rol con una actuación para el aplauso. De un tiempo a esta parte, las películas con enfoques “anti-terroristas” se han vuelto moneda corriente. Uno de los detonantes de esto fue el atentado del 9/11 cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo. A partir de este suceso, la industria cinematográfica norteamericana, que sabe como aprovechar hasta las mas dolorosas desgracias, ha transmitido incontables films que hablan de terrorismo, patriotismo y de como ellos se ven perjudicados por las creencias religiosas de los de oriente. En esta ocasión, Asesino: Misión Venganza (American Assasin 2017), cuenta la historia de un joven llamado Mitch Rapp (Dylan O’Brien) cuyo mundo se le es arrebatado de las manos gracias al ISIS. En diferentes ocasiones y momentos de su vida, ciertos hechos vinculados al terrorismo han forjado la personalidad de Mitch, haciéndolo un tipo irascible, irreverente, indomable y con una sed de venganza impresionante. Por esto, el personaje en un arrebato de locura y de justicia por mano propia, decide ponerle fin a la entera organización terrorista, sin tomar conciencia de las consecuencias. Pero claro está que el no podrá hacerlo sólo y ahí es donde aparece la sabiduría, experiencia y sobre todo, la voz de mando de Stan Hurley (Michael Keaton), un ex combatiente de SEAL que tuvo que luchar en la guerra fría y ahora trabaja como entrenador de equipos especiales de la CIA. Dicha agencia, comandada por Irene Kenedy (Sanna Lathan) posan sus ojos sobre Mitch y son ellos quienes depositan en el campo de entrenamiento anti-terrorista de Hurley. Entre agentes, dobles agentes, pactos secretos y demás chanchullos, los protagonistas se encontrarán con más de un obstáculo y hasta descubrirán que antiguos fantasmas del pasado están involucrados. Desde el punto de partida parece una historia ya contada, pero tiene un aire fresco, novedoso e ingenioso para empezar el relato. En esta oportunidad los protagonistas tienen algo que los motiva a actuar como lo hacen a lo largo de toda la película, sin caer en los lugares comunes en los que suelen terminar estas historias, esta producción se la juega por una vuelta de tuerca más para transmitir desde el mismo lugar, otra cosa. Aún así, el desarrollo del film hace que se pierda de vista el punto inicial y ese primer espíritu se va diluyendo y es ahí es cuando todo se vuelve más predecible. Michael Keaton en su papel de mentor y consejero es de lo mejor de toda la película, porque no solo debió ser un “segundo padre” para Mitch sino que también debió corregirlo y moldearlo para que este pudiese quedarse en la CIA. Dylan O’Brien cumple a la perfección su rol con una actuación para el aplauso. Gracias a su interpretación, se puede sentir todo lo que pasa por la cabeza de Mitch y así poder entender porque actúa como lo hace. La parte más floja de la película es su desarrollo confuso (aunque entretenido) en donde el punto de partida inicial se va perdiendo por completo y brinda la sensación de que el film termina abriendo dos historias en una misma película. Si bien Asesino: Misión Venganza no termina siendo más que una peli de acción para pasar el rato, el realizador podría haber aprovechado de mejor manera la buena primera impresión de su obra.
Todo al servicio de un superagente. Típico producto serial made in Hollywood, Asesino: Misión venganza no es otra cosa que el último exponente del subgénero de superagentes secretos surgido y consolidado tras el éxito arrollador de la saga que comenzó con Identidad desconocida (Bourne Identity, 2002), que convirtió a Jason Bourne en el personaje más emblemático y que mejor supo leer desde la ficción la paranoia geopolítica del mundo post 11/9. Aunque por supuesto este nuevo avatar no tiene ni su profundidad ni su precisión narrativa, ni consigue constituirse como lectura inteligente de esa realidad de la que es deudora y a la que busca representar a través de los usos y costumbres de la tradición más reciente del thriller político, aquel que tiene su territorio delimitado en la encrucijada de la intriga internacional y el cine de superacción. La principal diferencia, fundamental, entre Asesino: Misión venganza y su inocultable referencia, es que aquí en realidad el escenario dentro del cual la acción tiene lugar no importa demasiado. El único objetivo de la película es desarrollar el personaje de Mitch Rapp, el protagonista, para convertirlo en marca. Acá no hay una intriga real ni un fondo que sostenga el relato, sino la intención manifiesta de poner la acción al servicio del personaje. Es decir que este no funciona como un engranaje dentro del sistema narrativo, sino que se ubica en su centro mismo y todo el resto solo tiene lugar porque es funcional para justificar su existencia. La de un chico que se vuelve cazador autodidacta y cuentapropista de células terroristas para vengar el asesinato de su novia, ocurrido durante una masacre perpetrada por yihadistas en una playa paradisíaca ubicada en la galaxia All Inclusive del universo ABC1. Pero antes de conseguirlo será reclutado por la CIA para sumarse a un escuadrón antiterrorista de elite liderado por Michael Keaton, quien haciendo lo suyo con los ojos cerrados consigue ser lo mejor de la película. Es decir, como siempre. Otra diferencia importante es que la lectura de la realidad que la película realiza es por completo unidimensional. Si en la saga Bourne la complejidad del entramado hace casi imposible saber dónde se encuentra el límite entre el bien y el mal o de cuál de estos hemisferios se ubican los personajes, haciendo que todos ellos sean marionetas dentro de una gran conspiración mundial, Asesino: Misión venganza reduce todo a la división binaria de buenos y malos. De ahí a justificar cualquier cosa, tanto desde lo ético como desde lo estético, hay un solo paso. Si la película dirigida por Michael Cuesta consigue articular un mérito es el de cumplir con la promesa de escenas de acción digna (aunque rutinariamente) coreografiadas. Y de no apartarse nunca de su objetivo de crear un héroe éticamente cuestionable, aunque sin el carisma de otros de su misma estirpe. Acá no hay ni un Clint Eastwood ni un Charles Bronson ni una historia con una mínima complejidad que lo apuntale. Cine reaccionario del montón.
Mitch Rapp es un héroe de acción literario, en la línea de Jack Reacher y Jason Bourne, que tuvo una enorme influencia en la concepción del agente Jack Bauer en la serie 24. De hecho, su creador Vince Flynn fue uno de los consultores del programa protagonizado por Kiefer Sutherland y hasta su muerte ocurrida en el 2013 llegó a publicar 16 novelas con este personaje. Al igual que los enredos de Bauer, las aventuras de Repp se centran en la temática del terrorismo y Misión venganza es la trama que narró en la literatura sus orígenes. La película fue dirigida por Michael Cuesta, responsable de las series Dexter y Homeland, quien hace unos años estrenó El mensajero, un buen thriller con Jeremy Renner. En este caso se concentró en el género de acción y presenta un film decente que tiene sus mayores virtudes en los trabajos de Michael Keaton y Dylan O´Brien, quien resulta una revelación en el rol del agente de la CIA Rapp. Pese a que en este caso el personaje es mucho más joven que en su versión literaria, el protagonista de Maze Runner es completamente creíble en rol y se desempeña muy bien en las secuencias de tiroteos y peleas. O´Brien tiene carisma y entabla una buena dupla con Keaton, quien le da jerarquía al reparto de este film donde tiene muy buenos momentos. Los aficionados al género encontrarán en la película la participación de Scott Adkins, uno de los grandes héroes de acción del cine clase B de estos días. Aunque Adkins es una figura que sobresale en el terreno de las artes marciales en esta producción no tuvo ninguna chance de lucirse y su papel es muy limitado. En lo referido a los aspectos técnicos, Asesino: Misión venganza es una película bien realizada con secuencias de peleas y tiroteos cuidadas que se fusionan perfectamente con el suspenso que Cuesta intentó darle a su narración. El problema con este film es que tiene un exceso de testosterona que hoy en el infumable mundo de la corrección política de 2017 queda fuera de lugar. Al no contar con un manifiesto feminista en su argumento o un conflicto que aspire a promover un mensaje a favor de la diversidad racial, Mitch Rapp es un héroe antiguo con grandes chances de ser destruido por la crítica sabia e iluminada. De hecho, ya ocurrió en Estados Unidos donde calificaron al film de "repulsiva fantasía machista". Sin embargo, para los seguidores del género que buscan disfrutar una buena película de tiros, sin la necesidad de reflexionar sobre el sentido de la vida, creo que es una opción para tener en cuenta y no defrauda. No van a encontrar una propuesta del nivel de Atómica o Baby Driver pero se deja ver y ofrece un pasatiempo ameno.
Black ops: millenial edition La saga de Jason Bourne cambió el rumbo del subgénero de thrillers de espías sazonados con momentos a pura adrenalina y acción en el nuevo milenio, para bien y para mal. Asesino: Misión venganza (American Assassin, 2017) llega a la pantalla grande como la primera adaptación de una de las quince novelas que componen la saga del escritor Vince Flynn. Mitch Rapp (Dylan O'Brien) es un principiante dentro de las fuerzas que luchan contra el terrorismo a través de esas organizaciones gubernamentales poco transparentes que desde la ficción se suelen asociar al gobierno de los Estados Unidos. Tras la pérdida de su novia en un atentado, Mitch se obsesiona con formar parte de las fuerzas que pelean por mantener a raya a las células subversivas del mundo, y en su primera misión tiene la tarea de impedir nada más y nada menos que la construcción de una bomba atómica que incluye la participación de un ex integrante de su propio grupo anti-terrorista quien además tiene varias cuentas por saldar con el Tío Sam. Dylan O'Brien le ganó la pulseada por el papel protagónico a pesos pesados como Chris Hemsworth, Colin Farrell, Matthew Fox y Gerard Butler entre otros; pero cuando el actor elegido para ser tu próximo héroe de acción viene del semillero de Teen Wolf en MTV, debería encenderse alguna alarma, sino pregúntenle a Taylor Lautner y su mal paso con Identidad secreta (Abduction, 2011). Si bien se destaca el esfuerzo de Dylan O'Brien por darle forma a ese personaje recio y atormentado dispuesto a todo, su physique du role de niño bonito interfiere constantemente. Considerando que la producción de la película fue acelerada para no perder los derechos de la obra de Vince Flynn, no extraña la previsibilidad de varios puntos dentro de una estructura narrativa que entrega personajes con poca profundidad, entre los que destaca el inoxidable Michael Keaton interpretando al mentor de Rapp. Con un relato que intenta crear intriga respecto del pasado del personaje titular en combinación con una historia de terrorismo a gran escala y buscando sacar partido del intrincado mapa bélico internacional, Asesino: Misión venganza termina a medio camino entre las ideas más atractivas del universo Bourne combinadas con todas esas películas de acción machista ochenteras y su ideología de “uno solo contra todos” que al día de hoy desafían cualquier verosimil. Aceptable para aquellos menos exigentes para con el subgénero, pero no mucho más.
Te la tengo jurada Mucha acción, que es bien sólida, pero también mucho morbo. No debe haber nada peor para un tipo de armas cargar, acostumbrado a pelear contra terroristas, que hieran a un ser querido. Lo hemos aprendido en infinidad de películas. Y tal vez más, si ese alguien le acaba de decir que sí a una propuesta de casamiento en una playa casi afrodisíaca en la costa de España. En eso estaba Mitch (Dylan O’Brien, de Maze Runner) cuando un grupo de terroristas irrumpe en la arena mientras el joven se aprestaba a pedir unos tragos para celebrar el momento. Pero el bartender no llega a preparar nada que a Katrina, la novia de Mitch, la sorprenden. Bueno, que la matan y el tipo no llega en su auxilio. La preparación, el entrenamiento físico de Mitch durante meses posteriores, que incluye gimnasio, judo y demás es para enlistarse en el ISIS, porque de eso se trata. Los que mataron a Katrina y a otros tantos inocentes buscan reclutar nuevos agentes, y Mitch se aprende todo para vengarse. Si ya el título habla a las claras, la yema del asunto se complicará más adelante cuando Mitch termine en un grupo de elite de la CIA, y quede bajo el mando de Stan Hurley (un Michael Keaton que acá, a los 66 años, sí, recurre a todos los tics que le conocemos de Beetlejuice a esta parte. Asesino: Misión venganza tiene acción sólida, y también mucho pero muchísimo morbo. Habrá escenas de tortura, desde submarino a servicio de manicura sin dejar cutícula. Y un malo estadounidense. En fin, algunas cosas innecesarias, pero aquí está en juego la paz mundial y mucho más, con un artefacto que si explota, cambia el rumbo de la vida a muchos. Hablando de mucho, lo que abunda es la violencia en la nueva película de Michael Cuesta, el director de L.I.E. (2001), con la que sorprendió hace demasiado tiempo, y últimamente se venía dedicando a series de TV. Es probable que Asesino… derive en una saga, así que a prepararse para más sangre y muertes espeluznantes.
Acción y lugares comunes Una mezcla de los films basados en las novelas de Tom Clancy, los bosquejos de la serie de Jason Bourne y algún ingrediente de los juegos de espías de James Bond, esta película intenta darle un giro más realista a esas historias. Sin embargo, todo se vuelve demasiado inverosímil a causa de un guión que acumula lugares comunes como Mitch (Dylan O'Brien), el universitario convertido en mercenario sediento de sangre y venganza -luego del asesinato de su novia a manos de una célula terrorista-, quien apila cadáveres a su paso. Lo mejor del film es la aparición de Michael Keaton como un endurecido espía e instructor encargado de formar a las máquinas de matar de la CIA.
American Assassin es un tipo de proyecto demasiado visto. Un thriller de acción con un mortífero agente que excede las expectativas de sus superiores, pero al que no le gusta la cadena de mando y tiene una agenda propia. Mitch Rapp es Jason Bourne con pasado. Y no demuestra mucho con lo que sobresalir en su primer paso a la pantalla grande, uno que se espera de pie a una saga debido a que es el protagonista de 12 novelas. Su salto a los cines es en el marco de una película algo competente y predecible, con ciertos elementos de interés y poco que la pueda diferenciar de otras tantas compañeras de género.
Adaptación cinematográfica de la saga de best sellers de Vince Flyn que ubican a un principiante en medio de una red de conspiración mundial. En ese acercamiento al novato que debe relacionarse con una estructura ya establecida, claramente, no hay nada nuevo bajo el sol. Y menos en esta lineal puesta en escena, de la que, salvo las actuaciones de Michael Keaton, no hay otro punto interesante para destacar. Dylan O’Brien intenta darle verosimilitud a un rol con el que le queda demasiado grande. Hay buenas intenciones, pero se pierden en el camino de refritar otras propuestas similares.
No hay grandes novedades en esta historia de un chico traumatizado por la tragedia que se convierte, instrucción mediante, en un killer para grandes operaciones internacionales. Pero aunque Asesino Americano, título original, va por caminos bastante pisoteados, las escenas de violencia son potentes y, como thriller, no pasará a la historia pero entretiene y se deja ver.
Podría ser una clase B, sin dudas: un muchacho que pasa por un ataque terrorista es reclutado para convertirse en un agente antiterrorista global; las cosas se van a invertir tanto que, finalmente, será buscado por los mismos que lo entrenaron y ya saben, es buen alumno. El film se desarrolla con buen ritmo, que es lo que hace falta en esta clase de entretenimientos, y tiene un plus: Michael Keaton, otro de esos actores que sabe divertirse con lo que le toca (es, en realidad, un comediante y eso le permite una cantidad de registros notable). Lo demás es pericia técnica, escenas espectaculares bastante claras –eso también es algo que debe destacarse ante la andanada de pirotecnia sin sentido que nos atosiga desde hace años– y las ganas de contar un cuento. Que no es original y, en el fondo, es cambiar el origen de villanos y amenazas apocalípticas para el viejo cine de acción de los ochenta.
TE ESTÁN BUSCANDO, MATADOR Terroristas, héroes norteamericanos y violencia desmedida, todo lo malo en una sóla película. La violencia cinematográfica no debería ser gratuita, sobre todo en estas épocas donde la realidad supera ampliamente la ficción. Al menos, los responsables deberían ser más cautelosos y entender cada uno de los mensajes que nos envían desde la pantalla. ¿O es que sí los entienden? Es fácil comprender la postura de Quentin Tarantino, de Matthew Vaughn o de películas como “John Wick” y “Atómica” donde la violencia es un personaje más, algo casi inocuo y entretenido que complementa la súper acción y los géneros. Podemos separar esta “estilización” de la realidad porque los realizadores saben como manejarla, y al mismo tiempo que inundan sus escenas de hemoglobina, suman las herramientas necesarias para diferenciarla. Por el contrario, también hay un uso indebido, una “politización” que, entre explosiones y tiros, deja entrever una ideología incómoda y macabra. Estos rasgos no siempre son perceptibles, y la violencia se convierte en algo celebrable y “glorificado”. Por ahí pasa “Asesino: Misión Venganza” (American Assassin, 2017), un thriller de acción basado en la novela homónima de Vince Flynn, un claro ejemplo del “America fuck yeah” que entrecruza sus mensajes peligrosamente. Mitch Rapp (Dylan O'Brien) es el pibe más feliz del mundo. Su novia acaba de aceptar su propuesta de matrimonio en medio de una playita de Ibiza, pero la alegría dura poco, ya que un grupo terrorista invade el lugar y masacra a todos los que se cruzan por el camino. Herido de gravedad, Mitch ve morir a la chica, un hecho que lo va a marcar para el resto de su vida. Dieciocho meses después, Rapp se entrena como loco, y logra infiltrase en una red de Medio Oriente, tratando de localizar a los responsables de aquella masacre para cobrar su justa venganza. Sin saberlo, está siendo vigilado por la CIA que, finalmente, prefiere enlistarlo en sus filas, antes de que cometa una locura. Mientras tanto, en alguna parte del mundo, un “mercenario” conocido como Ghost (Taylor Kitsch) logró robar una generosa cantidad de material radioactivo que piensa vender al mejor postor entre los enemigos de América. Con esta amenaza nuclear en puerta, Mitch tiene la oportunidad de ayudar y, de paso, descargar su furia uniéndose a un grupo de elite comandado por el inescrupuloso Stan Hurley (Michael Keaton), que no sólo tiene la tarea de entrenar al muchachito, sino de medir su estabilidad emocional a la hora de ejecutar una misión tan peligrosa. Todos son lugares comunes, estereotipos culturales y un racismo a flor de piel que incomoda desde el primer minuto. El director Michael Cuesta (“Dexter”, “Homeland”), un realizador más acostumbrado a la TV, sabe como llevar adelante la acción, pero su manejo de la violencia es casi impúdico, con torturas explícitas incluidas. ¿Cuál es la necesidad, si el medio audiovisual tiene un montón de herramientas para contar lo mismo de formas menos perversas? Se puede ser igualmente “oscuro” insinuando muchas de esas cosas que acá se nos lanzan a la cara sin responsabilidad alguna. “Asesino: Misión Venganza” es Rambo versión siglo XXI, una herencia de todos esos clichés del peor cine de súper acción de la década del ochenta, donde los villanos comunistas fueron reemplazados por los árabes, como si todos los conflictos fueran la misma cosa. Al final, trata de enderezar su mensaje, pero ahí es donde la película más se contradice, ya que se nos hace imposible borrar de nuestras cabezas una hora y media de desmembramientos y prejuicios. Si dejamos de lado la ideología, “Asesino: Misión Venganza” es una película más del montón con la típica trama de buenos y malos, funcionarios inoperantes, y una bomba que hay que desactivar a tiempo (algo que a Jack Bauer le salía de taquito). A O'Brien no le da el cuerpo para hacerla de héroe aguerrido, y nos cuesta entender que Keaton se preste para estas cosas. En definitiva, una película que no es disfrutable, al menos que les guste el morbo.
Un nuevo agente ha nacido. Alcanzan pocos minutos para saber cómo vendrá la mano en Asesino: Misión venganza, nuevo film de Michael Cuesta, y primero de lo que promete ser una saga. Playa, cuerpos bronceados, mar, surfistas. Mitch Rapp le propone casamiento a su novia mientras se dan un chapuzón. La felicidad abunda, ella parece aceptar, y él va en busca de unos tragos para festejar… pero segundos después se desata la tragedia. Tras un corte de escena, nos enteraremos que Mitch se convirtió en un oscuro agente de la CIA. No es ninguna novedad que Hollywood guarda un arma oculta en la creación de personajes agentes secretos, ultra entrenados, todoterrenos, con un sentido de la lealtad a la bandera más fuerte que el de la ética humana, inteligentes, y -sobre todo- apuestos e incapaces de perder la línea. Para más pruebas, en cartel todavía se encuentra Atómica. Asesino: Misión Venganza no oculta su intención de transitar este camino respetando todas las reglas, con el sólo propósito “innovador” de querer otorgar una cara joven como la de Dylan O’Brien. Ese no sería un problema, de no ser por la torpeza con que lo hace. El renegado, su entrenador y su mentora Mitch pasó de tragedia en tragedia. Con tan solo veintitrés años ya es un hombre oscuro que maneja contactos con el Medio Oriente. En uno de esos contactos será puesto en la vista de la agente de la CIA Irene Kennedy (Sanaa Lathan) que, cual Amanda Waller de Escuadrón Suicida, decide reclutarlo para el bando del bien. Rapp será enviado entonces a entrenarse con el veterano Stan Hurley (Michael Keaton, dispuesto a agarrar lo que sea con tal de volver) y formarse como ese agente que todos queremos ver. Se suceden unos ataques en determinadas bases militares y puestos civiles, y para terminar con ese caos Rapp será fundamental, contando con la colaboración de Hurley y otras uniones impensadas. ¿Por qué tan serio?: Si bien el guion escrito a diez manos entre Stephen Schiff, Michael Finch, Edward Zwick y Marshall Herskovitz, basado en la novela de Vince Flynn, no derrocha originalidad, su mayor inconveniente es la inverosimilitud –aún para este tipo de películas– con la que se plantean las escenas, y en todo caso, el poco auto sentido del absurdo que asume. Las habilidades interpretativas de O’Brien son dudosas, pero más notoria aún es la falta de química con un Michael Keaton que se toma todo el asunto en broma (y gracias a eso es quien mejor sale parado). Sanaa Latham entiende ser dura por pétrea. Las escenas causan gracia pero la puesta no acompaña: permanentemente Cuesta intenta crear una puesta rigurosa en la que las frases ampulosas de manual suenen verídicas, y no lo logra. Las escenas de acción tampoco contienen el suficiente atractivo visual como para que olvidemos la suma de traspiés en el guion; el ritmo es a puro martilleo, sin matices, con un tono propio de los productos directo a video de los años noventa, pero sin el entretenimiento libre y desprejuiciado de aquellos. Conclusión: Asesino: Misión venganza es una propuesta risible que extermina su última oportunidad al tomarse demasiado en serio. Una puesta técnicamente pobre, historia entre trillada y de por más inverosímil, construcción de diálogos imposibles, y actuaciones para el olvido; nos hacen pensar que la peor amenaza que se presenta es la de que esto se convierta en algo que recién empieza.
Aún en sus momentos menos inspirados, el cine de acción siempre es garantía de entretenimiento, de pasar un buen rato lejos de la rutina diaria. Asesino: Misión Venganza (American Assassin, 2017) cumple al pie de la letra con ese objetivo, y lo hace con tópicos que constituyen una fórmula ganadora. Mitch Rapp (Dylan O’Brien) nunca tuvo una vida tranquila. De joven, sus padres mueren en un extraño accidente automovilístico. Ya de adulto, estando de vacaciones en España, no logra impedir que Katrina (Charlotte Vega), su novia, muera en medio de un atentado terrorista. Consumido por el dolor, comienza a prepararse para aplicar la Ley de Talión contra quienes terminar por arruinarle la existencia. Su entrenamiento en las artes marciales y en el manejo de armas lo llevan a ser reclutado por la CIA. Allí pasará a ser entrenado por el veterano Stan Hurley (Michael Keaton). Juntos deberán enfocarse en un objetivo claro: detener a un criminal que no perdona ni a civiles ni a militares. Pronto descubrirán un plan maestro para desencadenar la Tercera Guerra Mundial. La película está basada en uno de los libros de la saga de novelas escritas por Vince Flynn, que mezclan espionaje, persecuciones, disparos, explosiones y torturas. Todos esos elementos forman parte del film, que jamás escapa de la sombra de anteriores -y mejores- historias de este estilo, como la franquicia de Jason Bourne. Aunque Antoine Fuqua y Edward Zwik estuvieron involucrados en el proyecto, quien se encargó de dirigir es Michael Cuesta. En L.I.E. (2001), su estupenda ópera prima, mostró una mano interesante para contar dramas, sacar lo mejor de los actores y plasmar climas inquietantes. Eso también se nota en su paso por la televisión (realizó capítulos Six Feet Under y Homeland, entre otras) y en Kill the Messenger (2014). Asesino: Misión Venganza continúa la premisa de presentar personajes tratando de sobrevivir en un mundo oscuro, corrupto y violento, pero se queda en un producto más rutinario. Dylan O`Brien es más conocido por la serie Teen Wolf y por su protagónico en la saga de Maze Runner: Correr o Morir (The Maze Runner, 2014). Aquí tiene mayor oportunidad de lucimiento, y su nivel de corrección -como el de la mayoría del elenco- le alcanza para sostener la película. Por su parte, Michael Keaton se ve cómodo en su rol de mentor, en gran parte porque siempre le parte un carisma especial a sus personajes. Asesino: Misión Venganza no ofrece innovaciones en el terreno del thriller de espionaje, pero se las arregla para cumplir con su propósito de divertir un rato. La idea de los responsables es adaptar más novelas de Flynn con Rapp de protagonista. ¿Se dará?
Un thriller de acción de ideología rancia y construido con todos los lugares comunes posibles. Mitch Rapp (Dylan O’Brien) es un joven feliz. Está con su rubia novia en una playa española y acaba de pedirle matrimonio mientras las olas los empapan. De repente un grupo de terroristas irrumpen matando a mansalva. Ella es asesinada, él herido. Todo el tiempo de recuperación lo pasa organizando su plan de venganza: entrar en la célula terrorista y matar a los culpables. Cuando logra acceder como si fuera uno de ellos, la CIA -que estaba tras sus pasos-, lo salva y lo recluta para un equipo de élite. Liderado por un hombre, Stan Hurley (Michael Keaton, disfrutando de su regreso al candelero y macchietando un rol fácil), veterano de la Guerra Fría. Pero hay alguien, un discípulo (Taylor Kitsch) que se ha rebelado y siempre se le adelanta en las acciones de la misión que les han encomendado: descubrir quién está detrás del robo de un cargamento de plutonio con el que se puede construir una bomba letal y desatar una guerra en Medio Oriente. Si todos los personajes son estereotipos andantes, las situaciones son clisés mil veces vistos. Y todo está construido a partir de los prejuicios propios de las mentes occidentales más cerradas y básicas. El Otro, el Mal, es el mundo árabe y musulmán e islámico e islamista -pero finalmente, y siempre, todos terroristas- (que no le pidas distinciones a estos productos hechos por y para subnormales) que jamás se muestra sino en la violencia misma (accionar siempre repudiable venga de donde venga) sin indagar en motivación ninguna ni si lo suyo es ataque o respuesta. Lo que importa es recuperar la humanidad occidental y entonces observamos el desarrollo de una vieja disputa de maestro-discípulo con mucho de pasión fou (cuya lectura en clave homoerótica no suena descabellada) que se replica como en espejo con la nueva adquisición tutelar. Y ahí sí se diluye la nacionalidad del culpable porque lo que prima es un sentimiento herido que lo llevó por el camino equivocado. Asesino: misión venganza tiene en sus escenas de acción hiperrealistas, con la trillada fórmula de “cuanto más se rompe más acción es y mejor lograda”, el entretenimiento (no sólo cinematográfico, su fuente es una exitosa saga de novelas) necesario para complacer a paladares de gustos primarios y en su protagonista joven y carilindo la nueva reencarnación de esos héroes ochentosos llenos de testosterona y cerebro vacío. No más.
El regreso de los pioneros de la posverdad Cualquiera que tenga encima una mínima lectura sobre los horrores de nuestro terrorismo de estado, reconocerá en Asesino: Misión Venganza todas las torturas que utilizan los personajes, como, por nombrar una, el submarino. Michael Cuesta pone en el lugar del héroe a varios torturadores de la CIA, entre ellos a Mitch Rapp (Dylan O’Brien), un tipo que luego de perder a su novia en un atentado, dedicará su vida a perseguir malos árabes barbudos. Porque acá no hay lugar para hipsterismos, la barba es del diablo; por ello, cuando Rapp se afeite después de un largo tiempo, su jefa de la CIA le dirá “así te ves mejor”. El mecanismo es simple y obedece a la dinámica del cine clásico del macartismo o al de acción antiruso de los años 80. Claro que con renovados enemigos y con la particularidad de que no es sólo cine de propaganda de la política exterior americana sino también israelí. Porque más allá de que el antagonista sea del propio riñón, los verdaderos chicos malos son los iraníes. La tergiversación de la realidad presente en la película responde a los procesos discursivos de la derecha actual de la era Trump, también visible en nuestro reciente experimento derechista nacional: si nosotros tenemos armas nucleares, diremos que los que las tienen son nuestros enemigos. La mentira y la tergiversación como dogma y plataforma. Asesino: Misión venganza está basada en una de las novelas del prolífico –y finado- Vince Flynn; creador del personaje Mitch Rapp. Aunque, según dicen los que la leyeron, no es del todo fiel. No podemos aseverarlo pero sí podemos decir que esa supuesta falta de respeto al libro original es coherente con cierto desenfado que propone Cuesta. Pero más allá de que la premisa y el desarrollo consigan elevados grados de una casi siempre bienvenida ridiculez, no deberíamos confundir esa mínima desfachatez con la del cine clase B, dado que estamos ante una película de más de treinta millones; chica al lado de las súper producciones pero lejana también del cine de bajo presupuesto. Las referencias cercanas más visibles son, sin dudas, las que la emparentan con la saga de Bourne; aunque no vemos acá ni la complejidad ni la potencia narrativa de aquellas. El aprovechamiento por parte de las fuerzas de seguridad del odio de una víctima recuerda a la utilización que hacía el personaje de Joe Pantoliano del de Guy Pierce en Memento (2000). Y la pobre utilización del CGI en el climax la ubica cerca de las trasheadas lúdicas de parte del cine fantástico contemporáneo. Por desgracia, ni la gravitación de Michael Keaton logra que este producto subnormal, cuota de pantalla de la CIA y el Mossad, resulte, al menos, simpático.
Cero sutileza Esta película no colmó las expectativas. Hace mucho tiempo que el cine dejó de ser un instrumento eficaz de propaganda bélica, de modo que las aberraciones ideológicas de una película hay que imputárselas a sus autores. En ese sentido, Asesino: misión venganza se parece a la gente que cree que la fórmula para solucionar los problemas del terrorismo puede expresarse en cinco palabras: hay que matarlos a todos. También se sabe que el calificativo de "reaccionario" no equivale necesariamente -por mucho que se esfuerce la crítica en identificar política con estética- a "burdo", "fallido" o "inconsistente". Puede haber buenas películas reaccionarias, algo que Hollywood no se cansa de demostrarnos casi todos los meses. No es el caso de Asesino: misión venganza, cuyo guion y realización parecen retroceder en la evolución del género del espionaje internacional a una época anterior a Jason Bourne. La idea de que la mejor arma de un soldado es el sentimiento de venganza domina toda la narración. Un joven (Mitch Rapp, interpretado por Dylan O'Brien) pierde a su novia en una masacre en una playa de España y desde ese momento decide convertirse en una máquina de exterminar terroristas. Los primeros minutos son puro exhibicionismo muscular. Vemos a Mitch entrenarse como un loco en artes marciales y tiro al blanco, mientras trata de infiltrarse en una célula islámica. Pero el universo de su obsesión personal se amplía cuando es cooptado por una agencia de operaciones especiales de los servicios secretos de los Estados Unidos para hacer por las malas lo que supuestamente no se puede hacer por las buenas. Nada que "Boogie el Aceitoso" no nos haya mostrado con más gracia hace 40 años. El joven Rapp, sediento de sangre musulmana, ahora debe trabajar en equipo, bajo las órdenes de un jefe más inteligente, más cruel y más fuerte que él (interpretado por un Michael Keaton tan poco comprometido que bizquea para demostrar dolor en una escena de tortura). Por supuesto, el resto de la trama se desarrollará a través de dos conflictos yuxtapuestos: la tendencia de Rapp a desobedecer las órdenes para arreglar las cosas a su manera y el enfrentamiento con villanos iraníes que no le desean precisamente un futuro de paz y prosperidad a Israel. Ese segundo componente de la trama se complica con una vuelta de tuerca de un psicologismo tan ramplón, tan rudimentario y tan poco verosímil que termina afectando incluso a las buenas escenas de acción que ofrece Asesino: misión venganza en su largo camino de obviedades.
Narra el surgimiento de Mitch Rapp (Dylan O'Brien) como recluta de la CIA, bajo las instrucciones del veterano de la Guerra Fría, Stan Hurley (Michael Keaton). Antes fuimos testigos de las causas que lo motivan, tras el asesinato de su futura esposa, entre muchos otros muertos en un ataque terrorista, encuentra en la venganza la estimulación necesaria para convertirse en una maquina asesina. Ambo son convocados por la sub/directora de la CIA Irene Kennedy (Sanaa Lathan) para investigar una ola de aparentes ataques al azar a objetivos tanto militares como civiles. Juntos descubren un patrón en la violencia que los lleva en una misión en conjunto con una agente letal Turca (Shiva Negar) para detener a un misterioso agente (Taylor Kitsch), en realidad ex agente, que intenta iniciar en el Medio Oriente una guerra de proporciones mundiales. Basada en una de las novelas Vince Flynn, que conforman una saga en si misma, la película intenta sin lograrlo, ni siquiera acercarse, combinar la saga de Jason Bourne con Matt Damon, desde principios y desde la estructura del desarrollo del personaje, mezclado con la franquicia “Búsqueda implacable” (2008, 2015), con Liam Neeson. En tanto esa “supuesta” motivación. El punto es que Dylan O'Brien no es ni uno ni otro, mientras el texto, en tanto guión, hace agua pòr todos lados. El mayor y primer problema es la instalación de un verosímil, que no sucede, que además se sostenga desde el desarrollo, progresión, y la imperiosa necesidad desde la actuación que nunca se logra. El filme es todo, o casi, adrenalina sin sentido, demasiado de formula, muy maniqueísta, los malos son más malos que la peste, los buenos son un parangón de la Madre Teresa de Calcuta. Todo un archivo de lugares comunes. Michael Keaton hace lo que puede con lo que le toca, eso no lo salva del incendio, repitiendo rostros de constipado más que de enojado, y simultáneamente Taylor Kitsch poniendo cara “ángel exterminador”, hasta que la locura se refleja en su rostro, todo nada creíble, aunque aparezca como contradictorio. Muchas escenas de acción bien filmadas desde lo técnico, un buen montaje que se adscribe al genero, lo mismo sucede con la banda de sonido y la dirección de arte, Nada más, En definitiva, una producción que cansa antes de aburrir, luego logra hacerlo, mientras el espectador sólo abriga la esperanza de la aparición del final, más allá que en su última secuencia quede establecido la realización de secuelas.
Video Review
Este film cuenta con el guión de Stephen Schiff (“Wall Street 2: El dinero nunca duerme”, “Lolita”). Al protagonista lo persigue la tragedia, tuvo varias pérdidas importantes y está lleno de recuerdos, debe perfeccionarse para sobrevivir y se transforma en un agente especializado, la trama recorre distintas ciudades como lo hizo Jason Bourne. Cuenta con un elenco interesante que cuenta con la presencia de Michael Keaton, casi siempre impacta y llena la pantalla, le siguen escenas de acción, torturas, violencia, espionaje, luchas y persecuciones, termina siendo un grato pasatiempo. Contó con un modesto presupuesto cercano a los 33 millones de dólares.
Hollywood necesita héroes de acción. En época donde el carisma de los veteranos a veces no alcanza para la demanda del público masculino, es bueno buscar refugio en la literatura, como fuente de recursos. Así es como a un grupo de productores se les ocurrió mirar en el escaparate de una librería cuál era un personaje a la medida de lo que ellos necesitaban para hacer una franquicia violenta y llena de testoteorna y dieron con "Mitch Rapp". Este hombre de ficción es producción de la imaginación de Vince Flynn, famoso autor de bestseller fallecido en 2013, quien hiciera una importante serie de 15 libros muy vendidos sobre el espía americano. Digamos que hoy en día, cuando el terrorismo siembra el miedo en todas partes, los americanos necesitan patriotas que los defiendan. Cinematográficamente, digo. Eso es Mitch Rapp, un pibe de armas tomar a quien la vida lo golpea cuando pierde trágicamente a su novia en un atentado en la playa. Luego de este trágico hecho, Mitch (Dylan O'Brien es ascenso luego de salvar el cuello en "The Maze Runner"), un chico normal como cualquier otro, entra en un proceso depresivo del que será rescatado por su vocación de servicio a la patria. O no. En realidad, su dolor lo empuja a cobrar venganza. Y así es como es reclutado y dispuesto a que paguen los que destruyeron su vida, cae en un equipo especial de contraterrorismo de la CIA dirigido por un divertido oficial, veterano de la guerra fría, Stan Hurley (Michael Keaton). Mitch descolla en su trabajo pero a medida que la trama avanza, va a ver cosas que no le gustan y decidirá que tiene que generar una agenda propia, indepediente de lo que su jefe inmediato le pide. Todo esto enmarcado en la persecusión de alguien que tiene material nuclear muy peligroso y con quien hay que dar a la brevedad, sino las cosas se pueden poner muy feas. De hecho, para los amantes del cine de acción hay actividad de destrucción y persecuciones en distintas ciudades del mundo. Como para no ser menos que otras realizaciones importantes. "Asesino: misión venganza", de Michael Cuesta (promisorio talento en la industria que busca afianzarse y en este trabajo no progresa demasiado), pretende ser la primera peli de una saga sobre los libros de Flynn. Como ahí hay mucho material para hacer varias historias y su fuerza literaria parece estar en sintonía con los peligrosos tiempos que vivimos, los productores pusieron toda la carne al asador para disparar una cadena de films sobre este agente. Debemos decir que el estilo de O'Brien no es el de Matt Damon (Bourne) o Tom Cruise (Jack Reacher) ni Vin Diesel (Xander Cage). Es un actor jóven que le pone el cuerpo a un rol bastante plano que no demanda mucho desde el costado interpretativo. El único que se salva la ropa desde lo actoral es Michael Keaton, quien entendió que si no le daba un tono cínico y sobrador a su personaje, iba a quedar demasiado desdibujado en relación a su prestigioso presente. En resumen, una cinta que quizás provoque una franquicia (lo sabremos después de las cifras del box office norteamericano de este finde), o no. Sólo les ofrecerá un rato de esparcimiento puro (sin mayores expectativas) a los fanas acérrimos del género. Quizás el personaje, hubiese tenido mejor suerte si un actor más maduro lo llevaba adelante, atendiendo desde la dirección a su perfil interno y tortuoso. Podría haber sido mucho mejor, sin dudas.
TODO SOBREACTUADO Luego de la irrupción de la saga Bourne, Hollywood ha tratado de replicar ese modelo casi ineludible. Ahí tenemos al giro que dio el personaje de James Bond a partir de la interpretación de Daniel Craig o el intento de franquicia que fue El aprendiz. Asesino: misión venganza es una nueva tentativa por iniciar una lucrativa saga, esta vez basándose en la saga literaria sobre el agente contraterrorista Mitch Rapp, creada por Vince Flynn y que abarca hasta el momento dieciséis novelas. El problema es que ninguno de los elementos desplegados funciona de la manera apropiada. La clave para que eso suceda pasa por la permanente sobreactuación de cada uno de los componentes de la trama. Eso ya se percibe desde el arranque de la película, cuando vemos a Rapp contemplando el asesinato de su prometida en una playa española por parte de unos terroristas. El director Michael Cuesta (quien venía de dirigir Matar al mensajero y varios capítulos de la serie Homeland) quiere plantear un abordaje particular a partir de la violencia, pero lo único que consigue es exagerar el gesto, sin por eso salir de todos los lugares comunes posibles. Luego viene un risible y acelerado tramo donde Rapp acumula furia, se entrena en armas y lucha, se pelea con cualquiera porque sí (es que está muy furioso), se infiltra de forma totalmente hilarante en una célula terrorista y luego es capturado por la CIA, que lo termina reclutando para integrar una unidad especial, de esas que hacen todo el laburo sucio de manera encubierta, por Dios y por la Patria. Allí es donde Rapp tendrá que enfrentarse a su primer gran enemigo, un mercenario/traidor que pretende usar una bomba atómica para desatar una crisis de enormes proporciones. Lo cierto es que todo el relato de Asesino: misión venganza está atravesada por una persistente previsibilidad, aún en sus giros supuestamente astutos, y su único recurso termina siendo la remarcación. Esto se traslada principalmente a su protagonista: Dylan O´Brien nunca le encuentra la vuelta al personaje de Rapp y lo único que sabe es poner gesto adusto, con lo que nunca genera un mínimo de empatía. De hecho, su Rapp termina mostrándose como uno de los peores espías de la historia tanto literaria como cinematográfica: un joven tan impulsivo como inexpresivo, sin ningún tipo de carisma, que no para de desobedecer órdenes y cometer errores, pero que sin embargo es protegido (y explicado) por sus superiores y termina consiguiendo sus objetivos casi de casualidad. La película ni siquiera se permite una mirada irónica sobre su camino de aprendizaje (todo es serio y ceremonioso, y el humor está ausente) y la sensación es de una permanente arbitrariedad. En el medio, Taylor Kitsch (quien sigue acumulando films fallidos en su carrera) compone a un villano que es un tanto patético pero nunca atractivo; Michael Keaton monta un show unipersonal en una escena de tortura; Shiva Negar lleva como puede a su personaje, que es apenas una herramienta del guión; Scott Adkins es totalmente desperdiciado; y Sanaa Lathan se dedica a justificar a Rapp. Y claro, no hay que olvidarse de cómo el relato amontona problemas de montaje, efectos especiales de segunda selección (particularmente sobre el final), resoluciones sin el más mínimo sustento y bajadas de línea intervencionistas y fascistas, como para avalar el lugar común de que a los yanquis (y sus agencias de inteligencia) lo que menos les importa son reglas, sino acabar con todos los fucking terroristas. Asesino: misión venganza solo toma en cuenta la fisicidad de la saga Bourne (aunque la reproduce en piloto automático) pero nunca su mirada compleja sobre el mundo del espionaje. Por eso solo entrega estereotipos y sobreactuaciones en todos los niveles estéticos, técnicos y narrativos. El plano final, que se pretende astuto y busca dejar todo abierto para nuevas entregas, no deja de confirmar sus enormes limitaciones.
Una película donde todo está más o menos bien, pero nunca llega a lo excelente. Es convencional, irregular, rutinaria, etcétera, etcétera, pero es pasatista y se deja ver. La historia es interesante, pero (sí, lamentablemente tiene muchos peros) no deja...