El Poderoso Atomo era el nombre del manga que Osamu Tezuka comenzó a escribir en 1951 y que terminaría por transformarse en legendario - sentaría una enorme cantidad de reglas tanto en lo narrativo como en lo gráfico sobre las cuales se construiría toda la historia del comic y la animación japonesa hasta la actualidad -. El comic demostró ser enormemente popular, y disparó una serie animada de TV en 1963, que fue el primer anime moderno. Cuando la serie pasó a exhibirse en Occidente fue renombrada como Astro Boy, y sería el título como se la conoce internacionalmente. En los ochentas y en el nuevo milenio la serie de TV tendría varios revivals y nuevas versiones. Ahora llega esta coproducción entre Hong Kong y los Estados Unidos dirigida por Dave Bowers - quien proviene del riñon de los estudios Aardman y anteriormente había co-dirigido Flushed Away -. Respecto de la mitología de Astro Boy, los guionistas han hecho algunos cambios, disminuyendo el tono realmente amargo del origen del personaje. En realidad Astro Boy no deja de ser una versión robótica de Pinocho - muñeco con alma que se ha extraviado y termina vagando por un mundo realmente cruel -, con la diferencia de que, en el manga, el androide era despreciado por su propio creador y vendido a una especie de circo romano de robots dirigido por un individuo despiadado. Toda esa parte es realmente oscura y uno no deja de pensar en una versión de un Pinocho robótico escrita por Charles Dickens. Al final el chico de metal era rescatado por el Dr. Elefante, reintegrado a Metro City y convertido en una especie de super héroe de la ciudad flotante. Ciertamente los libretistas han seguido los puntos principales de la historia, pero el personaje del Dr. Tenma ha sido cambiado radicalmente. Si bien no acepta a Astro Boy, no se transforma en un villano; el Dr. Elefante (rebautizado aquí como Elefun) pasa a ser un secundario con buen corazón; y todo lo que ocurre pasa por una serie de casualidades más o menos afortunadas que llevan al chico a terminar en el circo romano de Hamegg. Ni siquiera éste es un tipo tan despreciable como lo pintaban las viñetas de Tezuka. Sin ser un fan de Astroboy, el filme es realmente excelente. No sólo la animación digital es impecable sino que los personajes son realmente expresivos. La interpretación vocal es formidable, en especial la de Freddie Highmore (Charlie y la Fábrica de Chocolate) que tiene una gran variedad de registros, y la de Donald Sutherland que la pasa bomba como el villano de turno. Su presidente Stone es claramente una sátira de George W. Bush - el tipo busca traidores en todos lados; quiere un robot militar para desatar una guerra y ganar las elecciones; y es un oportunista de aquellos -, y tiene las mejores líneas del filme. A la parva de idiotas conservadores que forman la crítica yanqui no les gustó la agenda política del filme y lo defenestraron, con lo cual Astroboy se hundió en la taquilla. Y es una verdadera lástima, ya que es una película genial. Ciertamente no es lo más original del mundo - las influencias de Pinocho y Dickens son obvias; e incluso la historia es demasiado similar a Inteligencia Artificial -, pero está excelentemente dirigida. Hay un montón de robots en papeles secundarios que tienen una gracia enorme, tanto por sus diálogos como por su diseño - hay un par de androides con forma de rociador y secador de vidrios respectivamente; un perro robot que va a buscar llaves inglesas como si fueran huesos; un gigante de aspecto brutal y buen corazón; un trío de robots revolucionarios terriblemente incompetentes; y la frutilla del postre es el miedoso y encorvado mayordomo androide que encarna Eugene Levy -. La historia es muy amena, y los detalles de fondo son realmente graciosos. Y cuando llega la acción - con la secuencia del circo romano o en el gran clímax -, Astro Boy realmente patea traseros. Al final, y a causa de la simpatía por los personajes, termina por ser emocionante. Astro Boy es una de esas joyitas que perecen en la taquilla injustamente. No traza ningún camino nuevo, pero cumple con creces su propósito, tiene humor y acción a raudales, y es un proyecto hecho con esmero. Ahora nosotros tenemos la oportunidad de hacerle los honores que realmente se merece.
La historia es muy buena y está hecha de tal forma que entretiene a niños y adultos, y a pesar que parecería que solamente le va a gustar a los varones, nada más lejos de la realidad, ya que...
Regreso al futuro El popular manga de Osamu Tezuka de los años '50 fue llevado a la televisión en los '60, en los '80 y reciclado una vez más hace poco tiempo. Dudo, por lo tanto, que algún lector -de la generación que sea- no se haya topado alguna vez con un capítulo sobre este pequeño superhéroe/robot del futuro creado por su padre científico a semejanza de su hijo muerto (una idea que remite a Pinocho). La historia original -recuperada aquí por el coguionista y director David Bowers (Lo que el agua se llevó)- no es nada del otro mundo, pero la calidad de la animación que recrea Metro City y el basural al que son desplazados los marginados del sistema, el ritmo trepidante que impera durante buena parte de los 94 minutos, algunos personajes y situaciones inspiradas y un puñado de eficaces gags alcanzan para que los chicos pasen un buen rato y los adultos recuperen con cierta nostalgia unos cuantos buenos recuerdos de su infancia.
Inteligencia Artificial Astroboy fue creado en 1952 en forma de comic por Osamu Tezuka y sentó nuevas bases a la hora de crear dibujos animados. En Japón fue un autentico furor hasta conquistar Occidente, desde donde llega esta esperada adaptación. El niño robot se ganó fama suficiente como para mantenerse activo por varias décadas y hoy ser artífice de esta especie de revival retro. Ambientado en la futurista Metro City, el film relata la historia de un brillante científico que al perder a su hijo en un accidente decide clonarlo dentro de un robot. Así nace Astroboy, quien dentro de una nueva realidad sufrirá una crisis propia de su nueva apariencia mitad robot, mitad humano y deberá confrontar los cambios que experimentara con todas las dificultades que esto conlleve y lo que, en definitiva, lo convertirá en un héroe. Con marcada influencia de mundos como los de Pinocho o Charles Dickens, y un humor apto tanto para grandes como para chicos (conozcan o no el animé), esta versión de David Bowers intenta sortear con éxito la mirada bajo la lupa de miles de fanáticos que no le perdonarían una floja transposición a la pantalla grande de un icono del entretenimiento para generaciones enteras. La fidelidad al producto original -siempre en juego a la hora de una transposición- no puede decirse que sea en un ciento por ciento. Si bien la estructura principal se mantiene inalterable, existe cierta renovación respecto al entorno del personaje, que por otro lado no trastoca la naturaleza del mismo, esa que le proporcionó miles de fans por todo el mundo. Sin embargo, y sin desconocer la genuina diversión que trae consigo la historia, hay ciertos pasajes que no han sido explotados en su costado dramático en un acto de extrema simpleza, no olvidemos el tono oscuro y amargo que la historia posee y, que aquí, ha sido suavizado. Sendas características que revisten a la naturaleza original del protagonista, donde se nos presenta una crisis de identidad que trae aparejada una toma de conciencia de una nueva realidad de vida, tienen su costado de desencanto y sufrimiento. En cierta manera, esta historia porta un perfil trágico –aunque reniegue de él- puesto que todo nace de un desafortunado accidente y también deja ver su lado redentor, en esto de la búsqueda de la aceptación. Allí el film descubre un bienvenido mensaje, sin sentimentalismos de por medio, ese que habla de la singularidad de cada ser humano. Desde el aspecto técnico, Astroboy es correcta y atractiva visualmente. Elemento que, sumado a la simpatía que despiertan la historia y el personaje, hacen en conjunto una aventura atrapante y llevadera para los mas chicos, pero sin la trascendencia que el peso histórico del dibujo animado requiere. Astroboy es, a fin de cuentas, una suerte de evolución visual que adapta las posibilidades que ofrecen los adelantos tecnológicos de hoy, para conjugar una animación digital con un personaje clásico que apela a la vieja fórmula de su medio siglo de vida para seguir cautivando, aún sin la grandeza de su versión animé. Para los más chicos garantizará su cuota de diversión. Para los fans más rigurosos, no cumplirá del todo con las expectativas.
Cuestión de peso. Es raro encontrar una película que sea pura superficie, y lo digo corriéndome de ese lugar común tan arcaico como insostenible que propone dividir al arte en forma y contenido, como si uno fuese el envoltorio accesorio del otro. No, Astroboy es superficial en un sentido feliz, celebratorio. La película de David Bowers es una verdadera fiesta de texturas coloridas y brillantes que acaban por conformar una experiencia placentera y sinuosa, resbaladiza en los términos más físicos posibles. Para empezar, Astroboy no propone ninguna clase de lectura en clave: desde las ambiciones desmedidas del presidente Stone y el uso que hace del ejército para sus fines personales hasta el discurso que se esboza sobre la familia y la pobreza pasando por un burdo intento de ecologismo, todo está a la vista y no es necesario andar disparando interpretaciones ni nada que se le parezca para encontrar algún mensaje cifrado detrás de la historia. Me van a decir que la simpleza narrativa de Astroboy puede explicarse por el hecho de ser un producto pensado para un público mayormente infantil, pero yo prefiero creer que la sencillez y transparencia de la película son decisiones de orden estrictamente cinematográfico (y de paso no menospreciamos a los espectadores jóvenes). Incluso pareciera haber un rechazo por todo aquello que represente un peso en términos de significación, por eso los personajes, incluso en sus momentos de crisis más marcados, nunca alcanzan picos emocionales, sino que todos se mueven en un registro más bien intermedio, como si la tensión trazara, antes que una pirámide (como ocurre en los relatos tradicionales), una meseta: la muerte de un hijo, el rechazo de un padre, el reencuentro de una familia, todo está contado con potencia pero sin llegar nunca a un exceso dramático. Ese escaparle a todo aquello que pueda sepultar a la historia bajo el lastre de la seriedad prácticamente se vuelve una declaración de principios en la escena en que a Astro le dan algunos libros para que lea, entre los que figuran un volumen con dibujos y planos de Leonardo y La crítica de la razón pura: después de abandonar rápidamente la lectura de Kant (filósofo denso y sobrecargado como pocos) el chico robot va a terminar cortando las hojas para reconstruir las máquinas voladoras de Da Vinci, creaciones livianas que se sostienen en el aire con gracia y elegancia. Un poco como esos avioncitos y primitivos helicópteros de papel, los momentos de mayor intensidad en la película van a ser aquellos en los que Astro despegue por el aire y se desplace a grandes velocidades, ya sea para combatir a un enemigo gigante o para escapar de los soldados que lo quieren capturar, siempre veloz, liviano, desafiando con facilidad cualquier gravedad posible, como si el robot quisiera poner en entredicho a Newton (no es de extrañar que el mayor némesis de Astro se llame Stone, cuyo nombre sugiere una pesadez rocosa). Es en esas escenas cuando la película adquiere su brillo máximo, donde las texturas de robots, edificios y demás creaciones humanas se confunden en un frenesí de colores y vértigo y la mirada resbala de un punto a otro del plano sin otro goce que el de recorrer placenteramente la superficie de las cosas. Como su protagonista, Astroboy hace de la agilidad y la ligereza sus armas más eficaces.
No es otro dibujito que llega al cine para entretener a los chicos. Se trata de uno de los más grandes íconos que existen en la historia de la animación que logró mantenerse vigente desde hace más de 50 años. El artista Ozamu Tezuka, quien es considerado el gran padre del animé, creó al personaje en 1951 inicialmente como una serie de historietas que se publicaron entre 1951 y 1981. En 1963 el niño robot debutó en la animación y desde entonces logró renovarse y entretener a distintas generaciones de chicos. En Japón Astro Boy es considerado un importante patrimonio cultural de ese país que contribuyó a difundir la animación japonesa en el resto del mundo. Había muchas dudas por cómo sobre cómo quedaría esta versión hollywoodense realizada para el cine y la verdad es que la película resultó mucho mejor de lo que se esperaba. Habrá gente que le gustará más o menos pero lo que no se le puede objetar a los realizadores es que hayan sido irrespetuosos con la obra original de Tezuka. La verdad que el director David Bowers (Lo que el agua se llevó) hizo un gran trabajo al retratar el drama humano que existe detrás de la creación del protagonista. Astro Boy nace a partir de la frustración de un padre por no poder superar la muerte de su hijo. Esto es un tema que sin duda da lugar a momentos dramáticos importantes que fueron muy bien trabajados en el film. La película presenta a un Astro Boy mucho más introspectivo y vulnerable que otra versiones recientes que se han trabajado en series de televisión y escenas como el rechazo que sufre el protagonista cuando el Doctor Tema se arrepiente de haber creado al androide son momentos emocionales que estuvieron muy bien realizados. Tuve la oportunidad de ver este film con chicos y quedó claro que la película funcionó para el target de pibes de siete años en adelante a la perfección. Lo que se le puede objetar al film, al menos para mi gusto, es que a la trama le faltó un poquito más de acción. Hay muchas secuencias de pelea donde Astro hace de las suyas, pero me quedó la sensación que al director se le fue demasiado el hilo de la historia presentando personajes secundarios que tienen mas importancia de lo necesario, como un grupo de “niños perdidos” que terminaron marginados por Metro City. Ya sea para los nostálgicos que quieran revivir viejas épocas o simplemente compartir este clásico con sus hijos Astro Boy es una muy buena película que merece su recomendación.
A volar, sin los anteojitos 3D El pequeño héroe robot llega con toda la parafernalia del siglo XXI. Pasa en muchas familias: el héroe de alguna situación es un niño y no sólo parece más adulto que los grandes: lo es. Toby era un niño entusiasta e inteligente, pero un hecho fortuito -o cierta negligencia de los grandes- terminó con él. En su momento, década del '60, Astroboy ofició como un cruda metáfora tras las bombas arrojadas por los estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki. Tanto en el manga original como en la serie de TV, Toby moría en un accidente automovilístico en la futurista Metro City. El problema era que conducía él, que no tenía más de 8 años, luego de ir a visitar a su padre, un científico que no tenía tiempo para llevarlo al museo. En la película del codirector de Lo que el agua se llevó, la muerte de Toby es, si se quiere, más tremenda: Toby queda del otro lado de una cortina que podría salvarlo de unas radiaciones y de una posterior explosión (¿alguien dijo Hulk?). Lo que sigue es lo mismo: su padre pondrá todo su empeño para "revivir" a su hijo (¿y la madre?), pero creando un robot, al que hará similar e instruirá como si fuera Toby. Y le hará creer que es su hijo. Pero... ¿Toby no se da cuenta de que puede volar, y sus compañeros, no? No es tiempo de hacer preguntas en el primer capítulo -en la serie el padre se volvía loco porque Astroboy no crecía-, porque hay una ciudad, y un mundo por salvar. Aquí, la ciudad en la que los robots hacen de todo en beneficio de los humanos está como suspendida en el aire. Abajo está la Tierra, convertida en un mundo de desperdicios, chatarra (¿alguien dijo Wall-E?), con un malvado exprimiendo niños (¿alguien dijo Stromboli, de Pinocho?). Sin olvidarnos del presidente Stone, cuya avaricia derivó en la muerte de Toby, ya que quiso utilizar la energía azul (buena, contraria a la roja: mensaje anticomunista) para que un prototipo de enorme robot le devolviera el poder que parece estar perdiendo ante la ciudadanía (¿alguien dijo Bush?). Claro que los chicos poco y nada entienden esta simbología, y está bien que así sea. Astroboy comienza fuerte, y poco a poco va mutando en una aventura con rasgos de humor, sobre todo a medida de que el héroe va descubriendo sus poderes (tiene armas en la cola, lo que despierta las risas de los más pequeños) y toma contacto con los niños de la Tierra, en donde deberá enfrentar a otros robots, muy a su pesar. El mensaje ecologista está a la orden del día. Y este Astroboy no precisa, para volar, que nos calcemos los anteojitos de 3D. Sólo basta hacer volar la imaginación.
Astroboy, un fallido film en homenaje al animé Para los adultos que todavía recuerdan la emoción de ver volar al niño robot de ojos enormes y corazón aun más grande, la satisfacción de ver la nueva versión de Astroboy durará pocos minutos. Aquí poco queda de la serie de los años sesenta, una de las piedras fundacionales de la obsesión de Occidente por el arte del manga y el animé. Realizada por un director inglés, David Bowers ( Lo que el agua se llevó ), la película es un pastiche de referencias cinematográficas y literarias que en su profusión distraen a los chicos y no logran el objetivo de divertir a los adultos. La historia comienza en Ciudad Metro, un mundo artificial elevado sobre la tierra que, por descuido del hombre, se convirtió en un basural. En la nueva metrópolis los robots son esclavos fabricados por humanos inteligentes como el doctor Tenma y su hijo Toby. El chico, desesperado por la atención de su padre, se involucra en un experimento que tendrá terribles consecuencias. A pesar de que el público infantil, especialmente el masculino, está acostumbrado a cierto grado de violencia en sus programas y films, en el caso de Astroboy, la acción comienza a partir de la muerte de un niño y la aventura del robot niño a partir del desprecio de su creador. Un poco de Frankenstein y otro de Oliver Twist, la historia tiene además un villano con ambiciones desmedidas y una célula de robots revolucionarios que leen a Lenin. En este costado más bien absurdo, el realizador demuestra que no le faltaron ideas, aunque sí la necesaria reflexión sobre cómo ponerlas en marcha y en pantalla.
Un superjuguete pensado para durar el verano Astroboy representa la máxima creación del artista japonés Osamu Tezuka, piedra fundamental para una de las estéticas más fuertes del arte de la animación dentro del siglo XX. De ella descienden todos los exitosos personajes japoneses aparecidos desde entonces, de Meteoro a Pokémon, hallando su máxima expresión en las joyas surgidas de la pluma de Hayao Miyazaki, autor de clásicos como Princesa Mononoke o la ganadora del Oscar El viaje de Chihiro. La incógnita era saber si el proyecto que rescata al personaje, liderado por el director y guionista David Bowers, cuyo único antecedente como director es la aceptable Lo que el agua se llevó, tendría espalda suficiente para cargar esa mochila. Toby es hijo del doctor Tenma, un prestigioso científico, y tal vez por eso alumno ejemplar de su clase. Juntos viven en la flotante Ciudad Metro, utópico paraíso futurista diseñado para salvar a la humanidad cuando el planeta colapsó a causa de la degradación ambiental. La estructura social de ese edén aislado no difiere mucho de la de cualquier país occidental, con la excepción de que la clase obrera fue suprimida y reemplazada por un ejército de robots descartables. Un nítido fresco social, en donde la opresión de la clase baja ya no es un conflicto, porque quienes la padecen no son humanos: una bella metáfora para destacar, con elegancia, que en la realidad sí lo son. Cuando Toby desaparece de manera accidental en uno de los experimentos de su padre, científico como es, éste intentará llenar su ausencia con un avanzado autómata diseñado a partir del ADN del niño. Enseguida Tenma se arrepentirá de haber desafiado a la muerte y querrá desactivarlo, ignorando que el muñeco, aun habiendo descubierto su naturaleza, siente como un ser humano. Hay aquí un atisbo de debilidad en la película, toda vez que minimiza la muerte, quizá con fines comerciales. En los ’60, el niño moría en un accidente de autos e incluso su cadáver era cargado por su padre. Aquí desaparece y si bien eso alude con claridad a la muerte, cualquiera sabe que ningún desaparecido puede darse por muerto hasta la aparición de sus restos. Astroboy huye de casa y como ángel caído va a dar a la superficie, donde se encuentra con los desperdicios del Primer Mundo. Lo recibe una multitud de robots mutilados, su propia clase en desgracia (la escena incluye una fuerte referencia a Freaks, el film de culto de Tod Browning de 1932), y las sobras de la humanidad, un grupo de niños pobres sin padres que sobrevive escarbando en la basura. Otro apunte que vuelve a hablar del estado de las cosas en el mundo. Con un registro de humor a veces disparatado, Astroboy cumple en ese rubro, igual que en los de la acción y la aventura, y puede afirmarse con pocas objeciones que el resultado alcanza en gran medida las expectativas creadas. Sobre todo porque respeta y aprovecha influencias que siempre han sido obvias: las referencias al Pinocchio de Carlo Collodi (ver si no la escena del nacimiento de Astroboy, donde el cuerpo de éste queda suspendido en el aire por una serie de sondas, como si se tratara de los hilos de una marioneta), o al Oliver Twist de Dickens. Y hasta se evidencian fuertes coincidencias con obras contemporáneas al personaje de Tezuka, como la saga robot de Asimov, o los muchos puntos de contacto con el cuento Los superjuguetes duran todo el verano, de Brian Aldiss, cuya llegada al cine fue soñada por Kubrick y firmada por Spielberg en Inteligencia artificial.
Allá va Astroboy Hace cincuenta años, la imaginación de Osamu Tezuka (inflamada de inspiración asimoviana, sin dudas) parió a un cyber-niño, nacido de la tragedia más dolorosa a la que puede enfrentarse un padre. Tenma, un científico que trabaja para el gobierno, no puede con el dolor de la pérdida de su Toby y lo regenera a través de una tecnología que combina lo más avanzado de la robótica con la inteligencia artificial. Así surge Astro, el robot-niño con (auto)conciencia, creado para aliviar un corazón dolido y destinado a servir a un propósito mayor. Si bien la historia remite al original en una parte muy pequeña (la muerte de Toby en los cartoons de los ´60 y los ´80 es mucho más prosaica y cruento: un accidente de coche), la omisión de algunas cuestiones que podrían volver al producto no apto para todo público se hace necesaria para que la historia llegue a buen puerto en poco tiempo. Hay una rauda pasada por la historia de Pinocho (otra fuente necesaria de la historia de Tezuka), por los conflictos emocionales de los personajes centrales, y un enfoque mucho más marcado en la acción. Quizá el demérito está más asociado con el formato largometraje, que nunca sentó bien a personajes de animé seriado. A nivel animación, este filme no ofrece ninguna novedad. A los aportes indiscutibles de la animación japonesa en que se inspira, se suman otros (gráfica de personajes similar a la de Dreamworks, pequeños robots secundarios como los de Pixar o Blue Sky) y si bien a Imagi le queda un largo camino por recorrer en materia de originalidad, está mucho mejor rumbeado que otras empresas aprovechadoras del nicho que generaron las nuevas tecnologías al servicio de la animación.
El viejo robotito reloaded Ícono de la animación japonesa, primer personaje nipón en cruzar el Pacífico –y el Índico– hacia Europa y los Estados Unidos, la creación de Osamu Tezuka hace años que busca un debut cinematográfico. Esta versión made in USA, bastante lavada respecto de la fábula original del robotito huérfano en un mundo que no termina de aceptar a los seres artificiales, no deja de ser simpática y de basar su diseño en las creaciones a medio camino entre la alta tecnología y el Disney más ingenuo del padre del manga. Aquí la historia sigue más o menos hasta cierto punto el original, pero incluye un humor y una dimensión en los personajes mucho menos brutal de lo que era frecuente en la animación japonesa de los años 60 y 70. En ese sentido, el film consigue combinar logradamente una tradición con la novedad y el “trasplante” cultural a otro contexto más global y más moderno. La corrección política ya pasó por aquí, eso es clarísimo. El verdadero problema de la película es que realizarla en animación por computadoras no termina de ser una elección comprensible. Los personajes, en lugar de parecer reales –paradójicamente, dada la técnica– se distancian tanto de las criaturas que el fan recuerda, nacidas en aquella animación restringida y en blanco y negro, que los vuelve irreales. Tardamos en considerar que esa masa redonda es el Dr. Elephant, o que ese niño con aires de criatura de Disney y demasiado “armado” es el viejo y querido robot que no envejece. A esta limitación surgida de la necesidad comercial de estos tiempos se la contrarresta con humor y con secuencias de acción que, sin alardear demasiado, son efectivas y otorgan a estas criaturas esa humanidad que el diseño les niega. Sin dudas, el prólogo –homenaje al gran Tezuka– es, estilísticamente, el momento más logrado del film. El resto funciona de manera efectiva, especialmente el diseño de los personajes secundarios y la bella profusión de robots rarísimos –otra herencia de Tezuka, dibujante de una enorme inventiva–, y permite que el clima de fábula sobre la integración social (no otra cosa es Astroboy) se disfrute sin vergüenza ni nostalgia forzada. Es otro, sí, pero también el mismo.
Aquella voluntad altruista Aquella voluntad altruistaLa más famosa creación de Osamu Tezuka apareció por primera vez en 1951 bajo la forma de un personaje secundario de Atom Taishi. Al año siguiente -fruto de su enorme éxito- protagonizó su propio manga y eventualmente pegó el salto hacia la televisión, con tres versiones hasta la fecha (en 1963, 1980 y 2003). Aquella serie original en blanco y negro se transformó en la punta de lanza para lo que a posteriori se conocería como “animé”, imponiendo casi todos los patrones estéticos que hoy caracterizan a la animación japonesa. Después de varias cancelaciones y pasos en falso, por fin llega a las pantallas la adaptación cinematográfica con tecnología CGI 3D. Astro Boy (2009) resulta una agradable sorpresa a pesar de haber sido un rotundo fracaso de taquilla en Estados Unidos. Utilizando una concepción visual símil Lluvia de hamburguesas (Cloudy with a Chance of Meatballs, 2009), el film combina la recordada historia del androide huérfano con distintos elementos de propuestas como Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001) y RoboCop (1987). Si bien esta aproximación por un lado mantiene la profusión de batallas rimbombantes y el clásico tono infantil con reminiscencias a Walt Disney, por el otro aggiorna al personaje central dándole un matiz un poco más adulto y enfatizando los segmentos más trágicos del relato. Nuevamente todo comienza con la muerte accidental de Toby, el pequeño hijo del Dr. Tenma, y su “reemplazo” por un robot idéntico de vanguardia. El susodicho deberá sobrellevar no sólo su naturaleza mecánica sino también el rechazo de su preciado “padre”. El contexto en esta ocasión está dado por un futuro distópico en el que las clases bajas subsisten a duras penas en una superficie terrestre contaminada y la burguesía habita en una suerte de “ciudad flotante de lujo” gobernada por un presidente en busca de la reelección indefinida. Cuando nuestro héroe sea expulsado de su hogar y termine compartiendo terruño con otros parias sociales, tendrá que hacerse pasar por niño humano y al ser descubierto experimentará el triste destino de los esclavos: chatarra y sádica diversión. Sin lugar a dudas una de las novedades más sugestivas pasa por la hilarante presencia del Frente Revolucionario Robot, unos “tres chiflados” adeptos al comunismo libertario. El realizador David Bowers supera su opus anterior, la mediocre Lo que el agua se llevó (Flushed Away, 2006), y consigue un diseño verdaderamente espectacular, plagado de bellos detalles. La película atrapa a los chicos con gran facilidad, apela a los mayores a través de citas astutas y exalta aquella voluntad altruista que marcó a tantas generaciones...
Un clásico, renovado Si bien Astroboy tuvo sus comienzos en el año 1951, en 1963 protagonizó una serie en blanco y negro. Y cosechó tal éxito que en 1980 y en 2003 fue re-estrenada, ya en su última entrega se la pudo ver en canales como Cartoon Network y Warner Channel. La historia está ambientada en la futurista Metro City, donde Astro Boy es un joven robot con poderes increíbles. Propulsionado por energía "azul" positiva, está dotado de súper poderes, visión rayos X, una velocidad insuperable y la habilidad de volar. La película comienza con un suceso triste, ya que el hijo del Dr. Tenma muere accidentalmente, pero el realizador no da tiempo al dramatismo e inmediatamente comienza la trama, donde este famosísimo científico crea una réplica de su amado hijo, pero robot. Y es ahí donde surgen los problemas de identidad, amor y la difícil labor de crecer en un mundo donde el pequeño Astro Boy no encaja. El film es dinámico, tiene buena animación y respeta bastante bien la historia original, esto es un mérito, ya que contar la historia del robot, agregarle acción y entretenimiento en sólo noventa minutos, no era tarea fácil. Esta propuesta animada cuenta con las voces de grandes artistas como: Nathan Lane, Donald Sutherland, Freddie Highmore (Astroboy), Bill Nighy, Samuel L. Jackson, Charlize Theron, Kristen Bell y Nicolas Cage como el Dr. Tenma, pero lamentablemente en la versión doblada no se pueden disfrutar. El film logra su cometido y el realizador David Bowers (Ratónpolis o como se conoció en nuestro país Lo Que el Agua se Llevó) sabe entretener y elaborar historias, en este caso, un mito animado, Astro Boy.
Desde los 60, podríamos decir que no hemos sido niños si en algún momento de la vida no vimos un capítulo de Astroboy. Este personaje adorable creado por Osamu Tezuka, admirador de Walt Disney – de ahí que, si miran con detenimiento los rasgos faciales de su personaje, notarán las similitudes con Mickey Mouse – ha cautivado a varias generaciones de niños y niñas desde su primera aparición en blanco y negro en el año 1963. Una segunda versión llegó a las pantallas en los 80s. Incluso a principios de este siglo, allá por el 2003, se estrenó una nueva, que combina la clásica animación 2D con algunos inserts de FX en 3D. Pero es sabido que de un tiempo a esta parte, la gran “máquina de sueños” que fue Hollywood en sus años dorados, se convirtió en algo parecido a una de esas máquinas retro en las que ponés una monedita y te sale una sorpresa. Si tenés suerte, te sale algo original y divertido, pero la realidad es que la mayoría de las veces, por el mismo precio, te toca un juguete de cotillón sin ninguna gracia. Bueno, eso es lo que pasa con las remakes. A Hollywood se le han acabado las ideas y empezó a desempolvar todos los clásicos (y a veces no tanto), todos los personajes que alguna vez fueron un éxito o los que nunca lo fueron, con tal de no crear nuevos. Entonces hace años que vemos remakes de remakes, secuelas, precuelas – algunas muy buenas, otras regulares y otras como Astroboy: lamentablemente, olvidables. Por empezar, debería existir una máxima universal que diga: “no convertirás un animé en animación 3D”. ¿Acaso no entienden que el animé es arte? ¿No les alcanza con ver que Miyazaki sigue haciendo películas maravillosas a fuerza de puño, lápiz y papel? No, no lo entendieron todavía, entonces tomaron a un clásico del animé y lo destrozaron. En vez de tener los rasgos de los que hablé al principio, este Astroboy se parece al pequeño Freddie Highmore, que le prestó su voz. La película comienza con una pintoresca animación 2D (creo que lo más rescatable a nivel técnico y narrativo de todo el metraje) que explica la génesis de la ciudad Metro. El 3D se inaugura contando la serie de eventos que devinieron en el nacimiento de Astroboy, tal como se relataba en la primera versión del animé. Pero lo que le sigue a continuación es una historia de aventuras – bastante aburrida, por cierto – que bien podría haber sido protagonizada por cualquier otro personaje, sin necesidad de “ensuciar” el buen nombre de nuestro querido niño-Átomo. Por momentos, los diálogos se reducen a la enunciación de las leyes la robótica de Asimov, tal como si fuera un manual para principiantes. Tiene algunos chistes simpáticos, sí, también alguna que otra secuencia emocionante y, por supuesto, un final “abierto”… Quizás los productores se tienen fe. Pero, particularmente, creo que lo único que salvaría a una segunda parte sería un poco de 3D estereoscópico (si, con anteojitos). Astroboy, muy a mi pesar, con suerte sea recordada como una de esas tantas películas infantiles 3D que se estrenan por año, que no son ni de Pixar ni de lo mejor de Dreamworks. Y también como una prueba más de que, aunque se tenga un personaje clásico entre manos, el éxito nunca está asegurado si no hay un buen guión detrás.
“Astroboy” surge de un temor que anida en el corazón de todo padre: la irreparable pérdida que significa la muerte de un hijo. Es la esencia de “Pinocho”, la historia del titiritero que le da vida a un muñeco de madera para cumplir su sueño de criar a “un niño de verdad”. En esta reversión tecno del cuento clásico, creada por Osamu Tezuka en 1963, el sustituto es un robot, como en “Inteligencia artificial” de Steven Spielberg. Más allá de las disquisiciones filosóficas —¿se puede esquivar la muerte con un reemplazo mágico, tecnológico? —, el manga, la serie de televisión y la nueva película optan por la aventura. Sin el vuelo que tenía el orginal, la realización tiene un ritmo vertiginoso, peripecias atrapantes y un protagonista tierno y valeroso. Con eso le basta para entretener.
Astro Boy en la década del 60 y 70 copaba las tardes de Canal 11, por entonces el canal de Leoncio. Los que éramos chicos nos deleitábamos con las historias de este niño que volaba y su relación con el profesor Elefant. Pasaron más de 40 años y Astro Boy sigue siendo un niño que vuela y conquista, ahora a través de la cinematografía. A esta altura Astro Boy resulta un personaje demasiado viejo e ingenuo para las nuevas generaciones acostumbradas a los dibujos más destructivos. Es quizás éste “Astro Boy” una ceremonia de nostalgia para quienes hemos vivido sus historias cuando éramos unos locos bajitos. Fue tan importante y exitoso Astro Boy en nuestra televisión que hasta en 1976 se editó una historieta mensual que se vendía en los kioscos de diarios y revistas. Para los chicos Astro Boy termina siendo el héroe que tenía papá y mamá cuando ellos ni siquiera eran un proyecto para este mundo. Es una realización que se deja ver con mucha nostalgia. Para los chicos de hace más de 40 años el personaje era un súper-héroe en blanco y negro. Hoy es sólo un chico grande que vuela en colores.
“Astro Boy”, un robot de la vieja escuela Sin dudas, a medida que pasaban los minutos para este estreno, se nos venia a la mente, sonante y andante el titulo “Teenage Mutant Ninja Turtles” y lo mucho que nos decepciono como entrega animada. Pero, creo yo que como fana a ultranza de estos expertos renacentistas de las artes marciales, les dimos una oportunidad. También rebotaba en nuestras cabezas la posibilidad de ver un viejo anime transformado en hibrido, algo que no sabíamos si era para niños, para adultos, para ambos o solo para entendidos. Esto, como muchas otras veces, tiene que ver con las expectativas, Astroboy no hizo tanto Marketing en nuestro país, pero hubo una sub-raza de adoradores que salieron a las calles: los veteranos padres. Si, una fuerza motriz para esta película fueron los padres y adultos que gozaron la gloria de este anime tan querido en sus épocas doradas (Puedo asegurarlo porque encueste a unos cuantos). Pero para los “jóvenes”, que quizás conocíamos la trama y personajes, pero que realmente no teníamos la experiencia medular de verlo por las tardes, solo podíamos compararlo con experiencias contemporáneas, por eso teníamos miedo, pero no habíamos perdido la fe. ¿Megaman? No pibe, ¡AstroBoy! Un niño incomprendido y a la vez fuera de serie, interesado y motivado por cosas ajenas a su edad, con ojos llenos de tristeza. Un padre obsesionado con la rutina de la vida moderna y la manutención de un ritma de vida humana bastante cancerigeno para nuestro futuro. Gobernantes déspotas e inútiles y una humanidad devastada y quebrada en dos. Aunque usted no lo crea, como decía Ripley, este es el planteo del universo que vemos en el largometraje, duro, real y no tan para niños que era algo que realmente no esperábamos. sq1230-s0340-f0113_c Apoyen a sus hijos, ¡¿Me escucharon bien?! Esa fue sin dudas la primera sorpresa, la segunda es ver un Astroboy respetando parangones visuales y quizás reaccionarios de lo que es un anime moderno oriental. Es decir, se despega quizás un poco del comportamiento antiguo del anime, para dar paso a una evolución y reinterpretación del mismo, lo que le da un espectro mayor en cuanto a la posibilidad de comprension del espectador. La actualidad en cuanto al trasfondo, como puede ser la temática de contaminación y racismo global, a la contaminación y tratos familiares, es maravillosa y pasmódica. La película funciona como una patada de la línea de ataque de los All’Blacks directo al pecho. Es un golpe tan fuerte que no lo podemos controlar ni manejar, y ese golpe es el que da pie a la historia, el que nos permite ser por momentos el Doctor Elefun, y sentir esa esperanza cuando lo ve a Astroboy, y ese sentido de paternalidad ajena que por momentos el verdadero “padre” no siente. Lo que hace tan fuerte el personaje de Astroboy además, es el hecho de nunca demostrar violencia, sino de reaccionar con tristeza, con miradas, palabras y acciones medidas según la circunstancia, lo que nos habla de un personaje adulto, más que de un niño robot. ¡Que bonita Vecindad! Miserias por doquier rodean a Astroboy, tanto en la familia, en los gobernantes de su ciudad, y sus antepasados terrenales. Fieles representantes animados de lo que pasa hoy en día en nuestro querido globo terráqueo. La crítica es tan fuerte y dura que es imposible no largar una carcajada cómplice de vez en cuando. ¿Ejemplos?… Primeramente el rumbo incierto que le dio un gobernante altamente inestable y déspota (Porque no totalitario también), nos hace recordar y rever la postura política corrupta que hoy abunda en todo el globo, como los deseos personales se acaparan y contraatacan contra las meras necesidades. Es asombroso como en 3 o 4 escenas pueden sintetizar un mal que, seguramente, aqueja a muchas naciones. sq1160-s8900-f0136_c EL "Pacificador"... Que ironía. Pero sin dudas, el mensaje más fuerte de la entrega, es que, en un mundo caótico e incontrolable por los adultos, tanto en la “civilización” como en la “barbarie”, los niños son los portadores de la cordura y de la esperanza de un futuro más equitativo, más real y concreto. Por momentos, veía a “La tierra de Nunca Jamás” plasmada siglos a por venir. Back to Action El equilibrio abunda. Tanto la animación como la dirección son buenas. No se abusa del recurso de que Astroboy es un… Robot… sacando así a relucir piruetas, explosiones, destrucción masiva, etc. Es mas, hasta las escenas míticas que en otras manos durarían horas, acá duran lo justo, sin sobrevaluar el recurso y sin darle más importancia de la que tiene. Creando un mundo básico, sin muchos detalles, personajes no tan rebuscados y bastante estereotipados se nos presenta la historia. Esto es importante debido que, como en otros recientes casos (Avatar) nos permite concentrarnos en diferentes elementos, que terminan ganando protagonismo, como las relaciones familiares o la posibilidad de ponernos en la carne robótica de Astroboy por momentos. Sin pestañear les puedo decir que Imagi puso mas empeño en tratar de transmitir una historia, no se quedo en el camino por un segundo en “Astroboy”, nos llega tanto la historia, como la animación que vienen puliendo película tras película. Junto con “Gatchaman”, “Astroboy” fue una de las ultimas producciones que tienen en proyecto, en cuanto a animación computada. ¿Por qué mencionamos esto? Porque nos es grato ver como una empresa que tiene una meta clara puede ir mejorando con los errores (“Teenage Mutant Ninja Tourtles” claramente fue uno, y en muchos aspectos), y puede aprender de ellos. Nos motiva pensar que no solo son motivados por presentarnos animes de antaño o cartoons, solo por atraer a la gente que era fanática, o solamente que la conocía pero vuelve a verlo por la nostalgia, sino que se preocuparon por ser respetuosos, de generar una muy buena adaptación de cada historia. Podemos decir que esto abre un camino más que tentador a la tan esperada “Gatchaman”. “Astro boy” sin dudas, es el preludio de una obra maestra.