Las películas de aventuras protagonizadas por niños constituyen un subgénero con exponentes estupendos y otros no tanto, pero que siempre engancha a los chicos y apela al costado más infantil de los adultos. Hollywood supo y sabe dar cátedra en ese rubro, y en Europa también podemos encontrar joyitas. Argentina dio films protagonizados por chicos, como Toscanito y los Detectives, de 1950, pero nunca hubo una tradición, cosa que sí sucede en la televisión. Caídos del Mapa podría ser el comienzo de esa tradición en materia cinematográfica. Basada en la primera de una serie de populares novelas infanto-juveniles, nos presenta a cuatro amigos y compañeros de la escuela primaria, quienes, aprovechando un recreo, y gracias a una llave robada, se internan en el sótano de la institución. Allí, en medio de pupitres viejos y otras piezas del pasado, se divertirán y bailarán, pero también harán importantes descubrimientos sobre ellos mismos. En tanto, siempre en el mismo horario escolar del mismo día, los padres, la profesora y la rectora (la mayoría de ellos, no muy inteligentes ni confiables) se dedicarán a rastrearlos para darles un castigo a la altura...
Huele a espíritu preadolescente Esta crítica me generará -no tengo dudas- muchos detractores (y van…, je). Es que Caídos del mapa es una saga literaria amada por padres e hijos desde hace casi dos décadas. Es lo más parecido -y no hay nada peyorativo en esta afirmación- que el mercado editorial local ha construido en la línea de franquicias juveniles como la de Harry Potter. Ya van 10 novelas (la 11ª está en camino) y el fenómeno sigue creciendo cual bola de nieve. Su paso al cine, por lo tanto, era casi inevitable. Y muy esperado. Quería que me gustara. Hice muchos esfuerzos. Le puse “onda”, pero salí del microcine de su distribuidora (que la exhibió en una poco estimulante copia en DVD, imagino la furia de sus realizadores y técnicos al enterarse de esta noticia) con cierta decepción. Creo -intuyo- que la película va a funcionar razonablemente bien, que la transposición a cargo de la propia María Inés Falconi sintoniza con los chicos de estos tiempos, aunque sus principales valores son… extra cinematográficos. Pero aquí estamos hablando de películas y no esbozando análisis sociológicos. Y, aún reconociendo su digna factura y la elección de un interesante elenco de chicos acompañado por reconocidos intérpretes adultos en personajes secundarios, Caídos del mapa casi nunca consigue la fluidez, la credibilidad, los climas necesarios como para convertirse en una buena película de aventuras preadolescentes, en un entretenimiento del todo estimulante. Luego de una descripción (con bastante trazo grueso y no pocos clichés) de cada uno de los protagonistas (compañeros de clase del séptimo grado de una escuela primaria) seguiremos a los cuatro chicos (Federico, Paula, Graciela y Fabián) que deciden “hacerse la rata” para evitar a la insufrible maestra de Geografía (a.k.a La Foca) y terminan en el abandonado y sórdido subsuelo del colegio. Allí deberían comenzar los eventos más audaces y fascinantes, pero la película nunca supera una medianía bastante anodina. Hay un romance latente entre el líder del grupo, Federico, y la encantadora Graciela (ese amor-odio calcado de la relación entre Ron y Hermione en la citada Harry Potter) y está la malvada de turno (Miriam, la olfa, traga, buchona, resentida). Y también hay una larga escena en la que los muchachos deben trepar un muro con unos guardapolvos atados a modo de soga. Es un momento clave del film y está mal construido, traicionando el verosímil más básico de la narración cinematográfica. Es probable (me cuentan que los chicos que la vieron en los preestrenos salieron fascinados) que ningún espectador juvenil repare en esos u otros “detalles” formales y que la fascinación de apreciar a sus personajes favoritos saltando del papel a la pantalla, más la identificación de ver y escuchar a otros chicos hablando en su “idioma” y viviendo sus mismos problemas, alcance para que estemos en presencia de un éxito comercial. Si así es -y entonces vendrán nuevas películas de esta saga-, habrá que subir un peldaño para que el disfrute sea completo (para todas las edades) y el resultado final, más convincente.
Un grupo de cuatro amigos preadolescentes que planean ratearse en el sótano de la escuela es el puntapié inicial de “Caídos del Mapa”, la película nacional basada en el primer libro de la exitosa saga literaria escrita por la dramaturga María Inés Falconi. Primero fue una obra de teatro en los años 90, luego devenida en novela (con 26 ediciones en su haber) y más tarde continuada en ¡10! libros más –y con el número 11 en camino-, se trata de una de las una de las historias nacionales más populares entre chicos y preadolescentes de los últimos tiempos. Los protagonistas -Federico, Paula, Graciela y Fabián- se embarcan en una aventura impensada cuando deciden escaparse de clases y divertirse un rato a solas en el sótano de la escuela, pero la “buchona” del grado, Miriam, los descubre y amenaza con exponerlos públicamente ante las autoridades si no la aceptan en el grupo. CDM_62 A partir de allí, se desarrolla una historia a pura imaginación en ese lugar especial en donde afloran los deseos, miedos, problemas e inquietudes sobre las relaciones de estos chicos (con sus padres y entre ellos), desde un punto de vista inocente y nostálgico. Y muchos sentimientos se ponen en juego en ese momento de travesura. Con música original del grupo Miranda!, el film -producido por Pensa & Rocca, Horacio Grinberg y La TV Pública- la película cuenta con un sólido elenco infantil, acompañados de talentosos actores de reconocida trayectoria en comedia y teatro, como Karina K, Alejandro Paker, Tina Serrano, y Osqui Guzmán, entre otros. Los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark admiten como referencias cinematográficas ciertas películas como Los Goonies, ET, La Historia sin Fin, y algo de esto se puede percibir en la búsqueda estética que proponen (incluso se puede apreciar en los pósters de difusión del film). La factura técnica es meritoria. El humor está presente a lo largo de la película, con algunos personajes que están más vinculados a la comedia física (el caso de Osqui Guzmán, “el plomero”) y bordeando el grotesco, como la propia maestra “La Foca”, interpretada por Karina K, y los padres de los chicos. Caídos del Mapa es la película que quiere ser, y no otra. No es pretenciosa. La historia es simple y visualmente está bien contada. Simple en apariencia, pues condensa muchos temas importantes como las relaciones complicadas entre los hijos y los padres, el vínculo tenso –y cuasi maltrato- entre los chicos, la paranoia de los padres, el terminar la escuela primaria, el paso a la madurez, etc., matizados con el acercamiento al primer amor (y el primer beso), la diversión infantil de una “rateada”, y la visión de los chicos sobre la vida en general que es, en este caso y en ese sótano, bastante mágica. Es probable que la película sea bien recibida por el público infantil y preadolescente, ya que la saga cuenta con gran cantidad de seguidores. Y no sería raro el anuncio de una secuela en algún tiempo no tan lejano.
¿Cine infanto-juvenil argentino? Es particularmente difícil para mí escribir sobre esta película, básicamente por tres razones, las cuales explicaré a continuación: En primer lugar, Caídos del mapa es una de las obras literarias que marcaron y construyeron mi infancia. María Inés Falconi supo, a partir de una premisa que podía parecer limitada (cuatro chicos de séptimo grado deciden ratearse y esconderse en el sótano de la escuela durante la hora de Geografía, dictada por una temible maestra conocida como “La Foca”), construir un mundo complejo y apasionante, con personajes de una profundidad llamativa, que trascendían los estereotipos. De hecho, el lector podía identificarse con Federico, Graciela, Paula, Fabián e incluso Miriam (una villana que actuaba en base a su rencor por no poder integrarse al grupo protagonista) no sólo por sus virtudes, sino también por sus defectos. La visión que proponía el relato sobre el universo adulto era implacable pero sin carecer de una altura y sutileza fascinantes. Y en las siguientes entregas (especialmente la segunda), se consolidaron estos rasgos, hilvanando de este modo una saga repleta de personajes queribles, con un montón de matices, que funcionaban como espejo del lector. Y cuando digo del lector, no sólo me refiero al obvio (niños y adolescentes), sino también a los adultos. Volver a leer Caídos del mapa ahora, con treinta años, significa para mí volver a ser chico, reasignarle a mi infancia una validez y complejidad mucho más fuertes. El mundo, hace ya casi veinte años, podía ser una aventura inolvidable. En segunda instancia, yo siempre he proclamado que el cine argentino puede y debe cimentar su propia mirada sobre el género infantil y juvenil, apuntar a ese público, proponerle historias y miradas que le peleen el dominio a los exponentes de otros países (en especial Hollywood). Y creo que una de las claves para ir trazando ese camino de construcción de un lenguaje propio pasa por conectarse con el universo literario (y también teatral) nacional. Porque lo cierto es que hay muchos autores literarios y teatrales con los que se puede dialogar, y que tienen una impronta propia, reconocible e identificable con el contexto argentino: no sólo Falconi, sino también María Elena Walsh, Hugo Midón, Graciela Montes, Horacio Quiroga, Adela Basch, Silvia Shujer y Elsa Borneman, por nombrar sólo algunos. Dentro de este panorama, una obra como Caídos del mapa me parecía clave, por cómo se conectaba con el universo de los chicos, estableciendo un verosímil que no escapaba al realismo. Por eso, que finalmente se concretara la adaptación a la pantalla grande (y de la mano de la televisión pública, lo cual es un punto extra a favor, porque demuestra que hay un interés por parte de ciertos sectores del Estado en empezar a trabajar el género, y eso es indispensable) era una noticia excelente. Y también, para qué negarlo, atemorizante: ¿saldría bien la película? ¿Cumpliría con las expectativas que uno podía tener? Por último, tuve la oportunidad de acudir a ver uno de los días de rodaje de la película. Conversé con uno de los directores y varios de los actores, incluidos dos de los protagonistas, que siendo muy jóvenes ya tenían que hacerse cargo de la mochila que representaba encarnar a personajes emblemáticos para miles de lectores. Incluso hasta pude echarle un vistazo al guión. Es decir, vi a las personas de carne y hueso, no sólo a las figuras bidimensionales. Eso, para ciertos críticos como yo, puede ser muy problemático, porque nos corta el distanciamiento que luego nos permite juzgar tan cómodamente, con un texto de un par de páginas, creaciones que tomaron años de trabajo. De ahí que fui a ver el film con muchísimas sensaciones encontradas, que se habían ido acumulando a lo largo del tiempo. Y sin embargo, para bien y para mal, no queda otra que ser lo más honesto y coherente posible frente a lo que finalmente se nos presenta en la pantalla. Es obvio que Caídos del mapa (la película) no es un objeto aislado del resto del mundo, y que indudablemente toma elementos de diferentes expresiones, en especial hollywoodenses, como el cine de Spielberg, Zemeckis o incluso John Hughes. Pero me da la impresión de que analizar el film a partir de esas conexiones es un tanto superficial. Tomar como punto de partida a Harry Potter, como hizo algún crítico perezoso por ahí, no sólo es bastante poco pertinente e interesante, sino que hasta haría parecer que el cine infanto-juvenil nació con el nuevo milenio y que no hubo nada antes. La realidad es que la película dialoga (y mucho) con la tradición infanto-juvenil en la literatura argentina (que el guión esté escrito por la propia Falconi no es precisamente una casualidad) y con el discurso de los jóvenes argentinos, a través de múltiples factores estéticos en la puesta en escena (ver por ejemplo el trabajo con el vestuario y la banda sonora, que incluye temas especialmente compuestos por Miranda!). Pocos exponentes del cine argentino han buscado, como lo hace Caídos del mapa, que sus protagonistas interpelen directamente, sin vueltas, al público infantil y juvenil de nuestro país. Allí, en ese complejo propósito que se plantea el film, es donde los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark debían dar un salto al vacío que requería tanta sutileza como atrevimiento. Lamentablemente, a los realizadores les falta un poco de ambos factores: eso se puede apreciar, prácticamente desde el comienzo, en el esquematismo de la música incidental y en el trabajo con los encuadres y el montaje, que pocas veces salen de lo televisivo. Uno de los aspectos que sobresalían del material de origen era su pulso extrañamente cinematográfico: se podía percibir una configuración donde cada espacio (el adentro, que sigue la aventura de los chicos, y el afuera, con las repercusiones entre los padres) tenía su importancia particular, y lo temporal era totalmente maleable, llevando a que en un transcurso muy limitado de tiempo sucedieran un montón de cosas. En el film, esas variables nunca consiguen volcarse de manera fluida: el relato avanza en demasiados tramos a los tropezones, no logra unir el exterior con el interior, y por ende carece de la tensión requerida. Además, hay un notorio desnivel en el diseño de los personajes: los chicos adquieren en diversos pasajes (por ejemplo, la escena del juicio) un nivel de complejidad aceptable, destacando los rasgos humorísticos de Federico y la ambigüedad de Miriam (un ser incapaz de encontrar su lugar en el mundo), pero todo lo contrario pasa con los grandes. De hecho, sacando al personaje del señor Reinoso, el padre de Miriam -un tipo sin ninguna clase de escrúpulos-, todos ellos (los padres de Graciela, Paula y Fabián, la directora, el encargado, incluso “la Foca”) aparecen bastante desdibujados. En el caso del personaje del plomero, se podría decir que no tiene utilidad alguna en la historia. En el medio, se desperdicia a un elenco con mucho potencial, integrado por nombres como Osqui Guzmán, Karina K, Tina Serrano, Alejandro Paker, Eugenia Alonso, Silvina Bosco, Marcelo Savignone y Atilio Pozzobón. A Caídos del mapa se le notan sus ambiciones, aunque le termina faltando grandeza. Año a año, se vuelve a abrir la pregunta sobre si es posible empezar a hablar de la existencia de un cine infanto-juvenil argentino, con un campo de acción sólido y coherente. La respuesta es siempre ambivalente, porque el panorama presenta films interesantes, como La máquina que hace estrellas, y otros que son un atentado a la estética cinematográfica, como Piñón Fijo y la magia de la música o Soledad y Larguirucho. Este año, Metegol parecía responder a la pregunta con un contundente NO, básicamente porque a Campanella no le interesaba explorar el género infantil (ni el deportivo, ni el mundo que podía construirse desde un autor como Fontanarrosa): a él lo que le interesaba era decirnos que los pueblos son lindos y la ciudad mala, y despotricar contra el marketing mientras lloriqueaba porque no podía hacer propaganda en Disney Channel. Caídos del mapa, con los múltiples defectos que presenta, no alcanza a cambiar ese NO por un SI. Lo que consigue, a pesar de todo, es reabrir el interrogante, volver a plantear la chance de que ese cine infanto-juvenil argentino pueda existir. Su legado son unos balbuceos, algunas letras de un alfabeto lingüístico todavía incompleto. Faltan aún muchos caracteres, signos, códigos, índices que terminen de armar un lenguaje, para que de ahí en más empiece una tradición. La esperanza es que este sea un puntapié inicial.
Caídos del mapa es una de esas películas ideales para ver a los 12 años, momento en el cual aún se conserva gran parte de la inocencia donde todo es posible y también donde comienzan las atracciones y vínculos amorosos con personas del sexo opuesto. Con clara influencia de Los Goonies (1985), el film es la adaptación de la exitosa saga literaria de la autora María Inés Falconi, cuya primera publicación fue en 1995 y a la fecha ya van diez volúmenes editados de las aventuras de este cuarteto de amigos preadolescentes. Hay que elogiarle a esta producción nacional lo bien seleccionados que están los niños actores a tal punto que dejan pintados a los personajes mayores que quedan bastante desdibujados e incluso llegan a ser poco soportables por el público adulto que vea la película. Los directores Leandro Mark y Nicolás Silbert manejan bien los climas y los pequeños pasos de género que hay dentro de la cinta: un film de aventuras juveniles que posee tintes de drama y romance. Una emulación a The breakfast club (1985) pero con chicos más jóvenes. Dentro de los confines determinados por la historia no hay que pretender verosimilitud en lo que ocurre dentro del sótano en el cual los amigos se “hace la rata” así como tampoco las reacciones de sus padres y maestros al no encontrarlos. Si se busca bajar esos conceptos a la realidad, la película pasa a ser un despropósito, por ello hay que tomársela como lo que es y hacia qué público está dirigida. Lo que no está bien hecho son los pocos (por suerte) efectos visuales en algunas secuencias. O sea, es entendible que sean caros de hacer y que no se cuenta con el presupuesto de una producción hollywoodense para llevarlos a cabo de manera correcta, pero eso tampoco es excusa como para hacerlos “como salgan”. Incluso los más chicos se dan cuenta de la inferioridad de aquellas tomas porque están acostumbrados a la excelencia de los FX de los tanques de todos los años. Lo mejor hubiese sido no hacerlos en lugar de utilizarlos mal. Eso junto a la música de la banda Miranda es lo que más desentona del film, el resto está muy bien. Caídos del mapa es una gran opción para los más jóvenes, más aún para aquellos que todavía no descubrieron los adventure films de los 80’s como la mencionada Goonies o Stand by me (1986). Por ello, es una buena oportunidad para abordar ese mundo pero con el gran agregado de la localía.
Juego de niños Caídos del mapa (2013), dirigida por Leandro Mark y Nicolás Silbert y basada en el primer libro de la saga escrita por María Inés Falconi, es una película que aborda y se dirige decididamente al público infantil y preadolescente. Se ha construido desde los aspectos de la comedia sin dejar que aparezcan elementos que puedan nublar o volver oscuro el relato, como el drama o la tragedia. Deja a la historia mantener su nivel lúdico y caricaturesco. Cuatro muchachos, Federico, Paula, Graciela y Fabián, deciden ratearse del colegio durante la clase de geografía escondiéndose en el sótano hasta que suene el timbre de la hora de salida. Pero la gran rival, la “gordita” Miriam, una compañera especialista en ser “buchona”, los descubre y los amenaza a que si no la aceptan en el grupo irá y dirá todo el plan. Mientras tanto la profesora de geografía “La Foca” pedirá ayuda a la directora al percatarse de la desaparición. A partir de ahí, los chicos trataran de lidiar con Miriam en el sótano al mismo tiempo que “La Foca” y la directora llamaran a los padres para iniciar una búsqueda en la superficie. El film esta sostenido de manera acertada por la actuación de los pequeños actores que sin duda otorgan ese matiz necesario que requiere una historia que habla sobre grupos, sean de amigos u otras razones que los lleven a estar juntos. Y entonces en ese camino todo gana interés por las mismas diferencias y atracciones que existen y surgen entre ellos. Además viven las primeras aventuras preadolescentes como el amor, los gustos musicales, las relaciones con los padres, los complejos, la amistad que son los disparadores más importantes para que surjan todos los conflictos. Casi como una novela de iniciación, pero sin llegar a que dichos conflictos sean sobre temas muy profundos o adversos, ya que la película nunca pierde su propósito de ofrecer buenos y nobles sentimientos. Otro elemento resaltante a tener en cuenta es el espacio del sótano que es implementado de manera atractiva para darle toques de fantasía, cuento de hadas y terror infantil. Es decir, para que sea visto a pesar de su aspecto vetusto y tenebroso, como un lugar que fomente la imaginación y el juego. Finalmente, y a pesar de algunos atinos explicados en las líneas anteriores, está muy presente el detalle de que la narración constantemente cambia cuestiones complejas o extrañas a través de la comicidad. Y muchas veces eso, si bien está para que todo se aligere y sea de un ritmo más llevadero entendiendo para el tipo de público al cual se dirige, le restan misterio y naturalidad a la película. Sobre todo en temas que podrían ser más interesantes al sumar por contraste. Por ejemplo la desesperación de los padres, el fontanero que se luce por su torpeza, la profesora que busca a los chicos perdidos por todos los recovecos de la escuela, son situaciones excesivamente risibles y, al igual que otras secuencias, son extremadamente directas en ese efecto (lo mismo sucede con temas como el amor y el deseo preadolescente) y niegan la posibilidad de otros posibles registros. Sin embargo, cabe señalar nuevamente, que todo ello se debe a que tiene un público espectador muy bien determinado.
Esas blancas palomitas Llega a la pantalla grande este producto nacional pensado para el público preadolescente y basado en el primero de una saga literaria escrita por María Inés Falconi, que gira en torno a la amistad de cuatro chicos que cursan el séptimo grado. Caídos del mapa sigue los pasos de Federico (Felipe Corrado), Paula (Ailen Caffieri), Graciela (Sofía Calzetti) y Fabián (Tomás Carullo Lizzio, el intérprete infanfil que sobresale) quienes deciden ratearse en el lúgubre sótano de la escuela para salvarse de La Foca, la maestra de Geografía (Karina K). Pero Miriam (Brenda Marks Cobas), la olfa” del grado, los descubre y amenaza con delatarlos si no deciden integrarla al grupo. Con esta excusa, el film de los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark pone el acento en las conflictivas relaciones de los chicos y las plasma a manera de comic, con ritmo y personajes exacerbados que intentan acentuar la cuota cómica. Sin dejar lado su estructura televisiva, la realización se introduce en el peligro y el misterio que supuestamente los espera (auqnue no es mucho y podría haberse explotado más) en las profundidades del colegio. Con cierto aire retro (el tocadiscos que encuentran en el sótano), el relato incluye al portero (Atilio Pozobón), a quien se muestra desde el comienzo con su manojo de llaves a cuestas; la directora (Tina Serrano) y a los padres de los protagonistas encarnados por Alejandro Paker, Eugenia Alonso (la madre sobreprotectora), Silvina Bosco y Marcelo Savignone. Aunque las intenciones son buenas, el resultado queda a mitad de camino entre un capítulo de Jacinta Pichimahuida y algún referente del cine norteamericano. La gracia y el misterio que prometía se diluye a mitad del metraje entre celos, bicicletas, anteojos que "desaparecen" y reproches familiares. Mientras tanto, suena el tema de la banda Miranda.
Caído del libro Dos chicos y dos chicas de séptimo grado deciden ratearse de la hora de geografía, pero quedándose adentro de la escuela y para ello eligen un sitio que siempre les provocó curiosidad: el sótano. Y allá van, para pasar algo de tiempo juntos compartiendo inquietudes, vivencias, secretos. Sin embargo algo les sale mal a los chicos, la olfa de la clase se entera del plan y acaba metida en el sótano con las parejas. El filme está basado en un exitoso libro de aventuras para chicos, y como suele suceder, su traslado a la pantalla guarda varias diferencias respecto al original. Obvio es que una película es una obra en sí misma independiente de aquello en lo que se base, y así debe tratarse. Por eso obviaremos que todo lo bueno que tiene el relato escrito falta en esta adaptación carente de sutilezas. Como manda el cine de hoy todo se presenta velozmente, sin demasiado preámbulo. Esto provoca que el espectador no cree empatía con los personajes, a los que no termina de conocer; ni se le genere la mínima intriga sobre la historia. El conflicto se plantea de inmediato y solo queda ver el desarrollo hasta el final. En el medio se pueden disfrutar de las actuaciones de Karina K, como la desopilante maestra de geografía; Alejandro Paker en el rol del arrogante padre de la olfa y Tina Serrano como la directora de la escuela. Son más bien para padecer las actuaciones de los chicos, donde hace agua la dirección de actores. Por lo demás, se trata de un relato ágil, caricaturesco y entretenido que los más chicos pueden disfrutar. Aunque mejor será que lean el libro.
Dirigida por Leandro Mark y Nicolás Silbert, basada en el primer libro de la saga de María Inés Falconi, cumple su objetivo de entretener a un público preadolescente, con las aventuras y descubrimientos de cuatro amigos inseparables. Con una realización que por momentos no remonta, con el lucimiento de Karina K., tendrá un éxito seguro.
El sótano de los sueños El canchero, la linda, el sabelotodo, la tímida y la “buchona”. Si hay un estereotipo del grupo escolar, así lo reflejó la escritora y dramaturga argentina María Inés Falconi, quien en 1995 publicó el primer libro de su exitosa saga que se completó con nueve libros más. Este filme (¿habrá segunda parte?) se centra en cinco amigos: Federico (Felipe Corrado), Graciela (Sofía Calzetti), Fabián (Tomás Carullo Lizzio, muy seguro de sí mismo), Paula (Ailén Caffieri) y Miriam (Brenda Marks Cobas). Los primeros cuatro personajes buscarán ratearse de la clase de Geografía de La Foca, la inquieta interpretación de Karina K, cuya vista le juega malas pasadas. Estos alumnos de séptimo grado deciden ir al rincón más inexplorado del colegio, obviamente un sótano, donde sus tonos ocres y aspecto derruido parecen llevarlos a otra dimensión: la de sus sueños, miedos y deseos más profundos. Uno de los problemas de esta película es su forzada atemporalidad y ambientación, como si se tratase de una historieta. Y eso sin tener en cuenta que hoy es 2013 y no 1995. El preadolescente actual no es el mismo del de casi dos décadas atrás; todo se aceleró, cambiaron las costumbres (ejemplo, tecnológicas), por ende la inocencia e ingenuidad de Caídos del mapa, alarman. Es difícil creer que un chico de 12 años se identifique con ellos. Sí, un infante. Otro punto polémico es la estructura del filme, digno de un carácter más televisivo que cinematográfico. En el recorrido por los recovecos del recinto, sólo faltan los cortes publicitarios: todo está muy demarcado, la acción es tibia y posee escasa fluidez. Amén que los actores secundarios fueron caricaturizados en sus papeles y algo desaprovechados, caso Osqui Guzmán (El Plomero), quien no deja de gesticular ante la cámara. De los chicos, la más creíble es la “olfa” Miriam, quien logra cierta empatía con el público y siempre está al tanto de todo, y no permite que nadie concrete sus planes. Ella pasa de acusada a acusadora y manipula psicológicamente a sus amigos en el “juicio” en el sótano. Allí, los estudiantes verán una bandeja reproductora de discos como si fuese una nave extraterrestre, y se disfrazarán de lo que gusten como si estuviesen en el depósito de un circo urbano. El descubrimiento de un nuevo amor, la soledad, la aceptación por ser distinto y el trabajo en equipo, conviven en este film musicalizado por el grupo Miranda!
El club de los cuatro Existe una edad de difícil encasillamiento en cuanto a productos cinematográficos y literarios; esa edad en la que los juguetes son todavía parte de la rutina pero los primeros arranques hormonales aparecen. Ese momento en que las redondas caras de la infancia comienzan a volverse ampulosas y en muchos casos llenas de granos y rubores repentinos. Para ese público, ávido de un producto que plasme el sutil paso de la infancia a la adolescencia temprana, está encarado el film Caídos del mapa. Sobre la base de la consagrada saga literaria nacional de María Inés Falconi publicada en el año 1995 (de la que ya se han publicado 26 ediciones) se erige este relato de preadolescentes embarcados en una aventura simple pero a la vez osada: ratearse del colegio y esconderse en el sótano hasta que sea la hora de la salida. Pero nada saldrá como lo planean y la alumna más insoportable del grado se inmiscuirá en sus planes para tratar de arruinarlos. Así, los cuatro aventureros iniciales se verán obligados a compartir su tiempo de voluntario confinamiento con esta indeseable compañera. El espacio rutinario del colegio se resignificará entonces enmarcado por juegos, confesiones y coqueteos La infancia levemente comienza a esfumarse y en su lugar se instalan las primeras interacciones con el sexo opuesto tan febriles como intensas. En este marco, dos realidades diferentes se darán cita simultáneamente: las fantasías de los niños en el sótano (bien interpretadas por los jóvenes actores elegidos) con la caricaturesca búsqueda organizada por las autoridades del colegio. Desde el punto de vista actoral, los jóvenes seleccionados para los papeles principales cumplen con el cometido de personificar al estereotipo bien definido dentro de la fauna del colegio primario: el estudioso, la “liguerita“, la cándida , el cancherito y la infaltable resentida. Cada uno mostrará su faceta oculta y ayudando a entender el porqué de su accionar, de una manera dinámica y que en cierta forma irá desmitificando la visión estructurada que la sociedad escolar tiene de ellos. Ni el más atlético es totalmente feliz (sufre por el divorcio de sus padres) ni la más popular del colegio es tan respetada como anhela (y teme ser tomada como objeto) ni la más resentida es el diablo encarnado (muchas veces su propio miedo al ridículo es lo que la aísla). Caídos del mapa se inscribe así en el tipo de films de aventuras de niños en los que claramente sus directores Leandro Mark y Nicolás Silber han amado y tomado como influencia el espíritu de Los Goonies , Super 8 y hasta incluso algunos elementos de El club de los cinco. Todo esto sazonado con numerosos gags de humor físico en manos de los actores adultos del elenco ( donde se destacan Osqui Guzman y Karina K ). Una nueva saga cinematográfica puede dar comienzo con esta entrega y el mero hecho que la misma esté dedicada a un sector tan difícil de satisfacer como el de los preadolescentes ya es motivo de celebración. Sin falsas pretensiones Caídos del mapa entretiene con un producto enraizado con la idiosincrasia argentina, lo que no es poco.
Blancas palomitas de la era digital Una de las razones del éxito de la serie de libros que comenzó a publicar María Elena Falconi en 1995, y que ahora reproduce esta primera adaptación para un medio audiovisual, es que "Caídos del mapa" apunta a un público habitualmente "caído del target", como los preadolescentes (ya grandes para Disney pero todavía inmaduros para la abundante oferta de contenidos juveniles). Y lo hace con un lenguaje adecuado y cómplice. Los protagonistas de esta muy recomendable comedia para chicos que están terminando la escuela primaria se reducen a un cuarteto de características distintas pero compatibles (el nerd, la tímida, el "langa", la linda), y una convidada de piedra, que es la típica "olfa" de la clase. Aquí viene otro punto interesante: el rechazo que sufre esta última no responde únicamente a su comportamiento sino, como se sabe más adelante durante la aventura central de esta película (el plan de ratearse y esconderse en el sótano de la escuela), a la discriminación previa que ella ha sufrido por ser gordita. Ante esto, uno puede temer una puesta en escena con sermón moralizador y bajada de línea incluidos, pero por suerte ese riesgo no se cumple: todo está planteado sin que parezca que lo está. No hay diálogos aleccionadores sino juego: un "juicio" que le hacen a la olfa en el cual ella, contra todo pronóstico, resulta ganadora. Los chicos lo entienden perfectamente, sin manual del Inadi subrepticio, y eso es para aplaudir. Lo mismo ocurre con el portero, que ya no dice "blancas palomitas" con el candor de Vicente Ariño en "Jacinta Pichimahuida" porque son otros tiempos. El personaje está a cargo del legendario "fanático de Boca" Atilio Pozzobón, quien representa, en el micromundo del colegio, a aquellos a los que nadie escucha nunca. Gracias a eso el guión le reserva una frase final que resuena --tal como lo ordena el mejor cine--, más a Scorsese que a Lubertino. Los directores Silbert y Mark, como si no fueran debutantes, manejaron con pericia los tiempos de la comedia y el conflicto. El humor también está bien llevado y responde a diferentes estilos, desde el "slapstick" inicial (esas caídas que remiten a una constante del cine desde los tiempos del mudo) a "guiños" para adultos incomprensibles para los chicos, como el descubrimiento del tocadiscos en el sótano, como si se tratara de una reliquia histórica, en el que suena el hit de los 70 "Estoy hecho un demonio". La verosimilitud está pasada por alto, desde luego, en la escena del rescate, en la que no se comprende cómo tan pocos guardapolvos formen una cuerda anudada de tamaña extensión, o que a continuación los chicos aparezcan en la biblioteca con esos mismos delantales, ahora impecables. La maestra Karina K, la directora Tina Serrano, el plomero Osqui Guzmán y el padre Alejandro Paker son otros buenos hallazgos del casting, además del fresco quinteto protagónico.
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Basada en el primer libro de la exitosa saga creada por la escritora argentina María Inés Falconi, Caídos del Mapa es una película que pareciera estar apuntada solo a quienes están familiarizados con el material original. Para hacerse la rata Federico, Graciela, Fabián y Paula son alumnos de séptimo grado que un día idean un plan para escaparse de la hora de Geografía. Todo parece marchar bien hasta que Miriam, la buchona del curso, los descubre y se les une, aunque no con buenas intenciones. Mientras que en el sótano del colegio los chicos viven todo tipo de aventuras y hasta algo de romance, en la superficie la directora del colegio, su profesora y sus padres comenzarán a buscarlos. Solo para entendidos safe_imageDesgraciadamente no estoy familiarizado con los libros de Caídos del Mapa, por lo tanto en esta crítica no me estaré refiriendo a cuan fiel es la adaptación, cosa que para un lector y espectador de un libro devenido a película, siempre es importante. Adaptar un libro tan querido por sus seguidores a la pantalla grande no es tarea fácil, es muy difícil dejar a todos los fanáticos contentos. Pero sobre toda las cosa, es más difícil lograr que alguien que no está familiarizado con el material original pueda disfrutar de la película tal como lo hace alguien que si lo está. Esto último ocurre con Caídos del Mapa. El film pareciera estar apuntado a gente que conoce los libros y no necesita demasiada introducción a los hechos y personajes. La película arranca de manera agil, con un rápido repaso por quienes serán los encargados de llevarnos a través de la historia. Los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark tienen en claro al público al que quieren apuntar y no parecieran ni siquiera interesados en intentar captar la atención de quienes no conocemos absolutamente nada sobre los libros. Los personajes son los clásicos estereotipos que vemos en todas y cada una de las películas que transcurren en una escuela. Tenemos al lindo y misterioso, tenemos al nerd copado, tenemos a la linda, tenemos a la miedosa y sumisa y por ultimo tenemos a la gordita mala y buchona (¿Ofensivo? ¡Para nada, che!). Todos y cada uno de ellos no son más que lo que vemos en pantalla, personajes de dos dimensiones, sin ningún tipo de peso y poco interesantes. Irónicamente quienes brillan en este sentido son los personajes secundarios, algunos de ellos casi caricaturescos, quienes están trazados de manera simple pero efectiva, como la maestra del curso, el padre de Miriam o el portero de la escuela. CDM_42No es muy difícil de darse cuenta del atractivo de la historia en los libros, la cual imagino que funciona mucho mejor en las páginas que en la pantalla. En la literatura, los tiempos y el relato se manejan de manera muy diferente que en el cine, y que algo funcione perfectamente en una novela no significa que lo vaya a hacer de la misma manera como una película. Caídos del Mapa no tiene historia suficiente para mantenerse durante 90 minutos. Incluso me arriesgaría a decir que con suerte la tiene para 40. El film se hace insoportablemente largo y aburrido y, nuevamente, seguramente no resulte así para quienes conocen los libros y tienen el pacer de ver a los personajes que aman cobrando vida en la pantalla grande. Conclusión A diferencia de sus seguidores, quienes no estén familiarizados con el material original difícilmente encuentren algo llamativo en Caídos del Mapa. Si bien no es una mala película, hay pocas cosas para rescatar. El poco desarrollo de personajes nos impide generar un mínimo de interés por ellos y, de la mano de una historia pobre, no le llevará demasiado tiempo al espectador comenzar a aburrirse.
Aventuras para preadolescentes Caídos del mapa es una película plena de buenas intenciones. La más notoria es el deliberado intento de insuflarle un realismo naif al ideario ABC1 de la adolescencia marca Cris Morena y a la visión lóbrega y penitente impuesta por el cine de terror hollywoodense a lo largo de la última década y pico, esa que pregona que nada bueno puede ocurrir durante la etapa de ebullición hormonal. En ese sentido, el film se presenta como una oferta luminosa, festiva, ultrapop (banda sonora de Miranda! incluida) e inmensamente lúdica. Esto último dicho en el mejor sentido de la palabra, con los creadores mirando de frente a sus criaturas y no desde la suficiencia otorgada por la experiencia, rasgo que ya estaba presente en el primero de los diez libros –el once está en camino– de la saga escrita y adaptada para la pantalla grande por María Inés Falconi. El resultado es, entonces, una película fluida y veloz, técnica y narrativamente bien construida, aunque algo perezosa en su lenguaje visual, que tiene muy en claro el target sub-15 al que le habla. Pero entonces... ¿por qué calificarla con un seis y no más? Una película fluida y veloz, aunque algo perezosa. El primer problema es la tipificación de sus cinco protagonistas –todos ellos integrantes de una comisión de séptimo grado– como síntoma de un automatismo generalizado. Allí están, entonces, el geek inventor con anteojos gruesos, el facherito locuaz y atorrante, la tímida sobreprotegida, la rubia bonita que anhela ser mucho más que eso y la gordita chupamedias y malcriada, hija además del presidente de la cooperativa. Los primeros cuatro –todos con interés amorosos recíprocos que, claro está, no confesarán hasta bien entrada la película– se ratean al sótano durante una clase de geografía (otro brochazo para la docente interpretada por Karina K), la quinta se entera y los extorsiona, obligándolos a soportarla durante el resto de la aventura. Aventura que los realizadores Nicolás Silbert y Leandro Mark aciertan retratándola como tal, mediante una estilización de la espacialidad de la locación que emparda la puesta en escena con la visión sorprendida de los protagonistas. Hasta aquí todo bien, pero Caídos del mapa empieza a desinflarse justo cuando debía poner segunda marcha para darle carnadura y humanidad a sus criaturas. Es cierto que una de las claves del éxito de los textos, según ha dicho la escritora en varias entrevistas, radica en su capacidad para la construcción de una rápida empatía entre los habitantes de la página impresa y los lectores generada justamente por la aplicación de esos estereotipos. Pero trasladar ese mecanismo al cine implica recorrer el camino más fácil antes que uno potencialmente más interesante. Y el asunto daba para más: ver sino la complejidad del quinteto que asoma subrepticiamente cuando el grupete inicial decide “enjuiciar” a la infiltrada... Y cómo ese camino dura apenas esa escena. Así, Caídos del mapa elige apoltronarse en la comodidad de lo ya probado en lugar de expandir un poco más los límites de la materia basal. A favor debe decirse que todo apunta al inicio de una saga, lo que abre la posibilidad a un mejor desarrollo para las próximas entregas. El crédito, entonces, permanece abierto.
Una de las películas más queridas y recordadas de quienes fuimos niños y adolescentes en los ochenta es Los Goonies , de Richard Donner. Es muy grato confirmar que, vuelta a ver hoy, su narrativa mantiene la fluidez, el brío, la capacidad para transmitir la fascinación por la aventura, por ese ímpetu-furor-malestar-energía-fantasía de los doce años y alrededores. No sentimos que esos chicos sean reliquias del pasado. La narrativa clásica -o, mejor dicho, su manejo eficaz en una puesta en escena de raigambre cinematográfica- los renueva con cada visión. Distinto es el caso de Caídos del mapa , film basado en el primero de una serie de exitosos libros escritos por María Inés Falconi, que firma el guión de esta película. No hay una sabiduría colectiva ni una tradición en el cine argentino en este tipo de apuestas; tal vez por eso uno está especialmente expectante ante Caídos del mapa (y hasta espera una segunda entrega). Quizás ésa sea la razón por la que la estética elegida aquí sea más publicitaria o televisiva: seguramente estaba más a mano. El montaje, que intenta imponer velocidad cuando no hay mucha acción, y la excesiva simplificación de los personajes parecen apuntalar una larga presentación superficial. Tal vez por ese motivo lo más logrado de la película sea la introducción, el pase veloz de un personaje a otro en la llegada al colegio. Ahí la película es vivaz, tiene una concatenación lógica de acciones y reacciones, promete algo de brío. Luego, ya en la escuela, se vuelve menos fluida, como si se oxidara. Hay algo de vetusto en ese ambiente escolar no tan distinto al de Señorita m aestra (la situación en la habitación de Fabián, fuera del colegio, respira con mucha mayor gracia). La caricatura de la docente y de varios de los adultos prueba ser un arma de doble filo: el cine expone mucho más que la literatura. Pero el problema principal de Caídos del mapa es narrativo: la lógica de las acciones, su pertinencia, su timing . El humor físico no tiene sorpresa, no tiene velocidad, se siente como un trámite. Y pocas cosas deterioran tanto al humor como la sensación de obligatoriedad. Un chiste desajustado, una situación poco creíble, afectan a sus alrededores. La película tiene sus méritos aislados: las actuaciones de algunos chicos, situaciones menores en el sótano -lugar de la peripecia central del relato- sobre todo las que se basan en diálogos. Pero cuando se trata de lograr la sensación de aventura, la puesta en escena flaquea, la lógica del espacio no se logra imponer, y así, aunque a los doce años mucho de lo que después es rutina pueda teñirse con facilidad de épica, Caídos del mapa no logra acceder a la energía que necesita para hacernos creer en ella.
Aventuras de la preadolescencia Siempre es un desafío la transposición al cine de un texto original, pero semejante pasaje se problematiza aún más cuando se trata de un relato infantil y juvenil. Es el caso la obra de María Inés Falconi, con diez libros muy bien vendidos, que cuentan las vicisitudes escolares de un grupo de alumnos de séptimo grado. La tensión entre la literatura y el cine, en el momento de la adaptación, es más que riesgosa, no sólo por el hecho puntual de la fidelidad o no, sino también porque se trata de dos lenguajes en permanente oposición, con sus códigos de identificación y pertenencias. El cine argentino, en ese sentido, construyó una serie de programas de televisión sobre el tema –desde los años '70 hasta estos días– donde la mirada es superficial, ingenua, penetrada por tonterías de ocasión y personajes que parecen sacados de un mundo perfecto, sin dobleces, invadido por tonterías y lecciones que rayan con una moralina nada cuestionadora. Caídos del mapa pelea con estos trances, obteniendo victorias y derrotas parciales en su edificación de un mundo misterioso, protagonizado por cinco personajes que deciden visitar los sótanos de la escuela para no concurrir a clase. La descripción de los personajes es elemental, con marcados contrastes en sus características que, por momentos, rozan la obviedad y la falta de matices. Federico, Paula, Graciela y Fabián, más el agregado de Miriam, la olfa-nerd del grado, deciden esa aventura por lugares prohibidos, en tanto los "mayores", integrados por padres, empleados, la malísima y simpática Foca (buena labor de Karina K.) y la directora (la excelente actriz Tina Serrano) plantean la búsqueda y los dilemas de un grupo que no comprende, por lo menos en las apariencias, las decisiones tomadas por los menores. Pero lo importante de Caídos del mapa es lo que ocurre debajo de las aulas, y allí es donde la película entrega sus mejores momentos, arriesgándose a las referencias cinematográficas de los años '80 como espejo temático (Los Goonies, Los exploradores) y a jugar con los tópicos del género de aventuras. En esas pequeñas situaciones, el film encuentra su centro, su propósito de no tratar a los chicos como si fueran un grupo de púberes marcados por una rebeldía efímera. En esas relaciones que se establecen en instantes de riesgo y en el crecimiento que marca la aventura emprendida por el grupo –pese a que la trama requería de un mayor índice de misterio– Caídos del mapa representa una película diferente sobre el tema. Acaso poco original por su oposición entre mayores y menores, pero bastante auténtica y genuina en la descripción de una etapa determinada de las vidas de cinco chicos que, por suerte, poca relación tienen con algunas criaturas de edades parecidas de la televisión local.
Una pequeña travesura “Caídos del mapa” es una película que, esencialmente, desperdicia una buena oportunidad: la oportunidad de crear un cine argentino de calidad que apunte al público preadolescente, un público que parece estar fuera del target de todos los realizadores. Basada en el primer libro de una exitosa saga que escribió la argentina María Inés Falconi, la historia se centra en cinco compañeros de clase del séptimo grado de una escuela primaria. En el grupo los estereotipos están bien pintados: el galán canchero, el nerd, la linda, la tímida y la “olfa”. Y los cuatro primeros tienen un plan: “hacerse la rata” para zafar de una maestra insoportable y esconderse en el oscuro y abandonado subsuelo del colegio. A esa altura uno se ilusiona con ver una suerte de “El club de los cinco” en versión infantil, pero eso nunca sucede. En ese sótano sólo habrá una mínima aventura y un cruce de reproches entre los personajes, que intercatúan en situaciones forzadas que no tienen ningún desarrollo. A la par, los gags de humor físico no funcionan, los personajes adultos abusan de la caricatura y la falta de fluidez narrativa —que es constante— le resta credibilidad y naturalidad a los protagonistas. En contraste, el casting fue muy acertado. Los pequeños actores calzan perfecto en el estereotipo asignado.
Aventuras preadolescentes con idiosincrasia argentina Hace casi veinte años, la escritora María Inés Falconi iniciaba una exitosa saga nacional con personajes preadolescentes y sus aventuras, que al presente suman diez exitosos libros. El primero de ellos es el que adaptan a la pantalla grande los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark. Se trata de un relato con un pequeño grupo de jovencísimos amigos embarcados en desaparecer brevemente, desde el interior mismo del colegio, escondiéndose en el sótano, hasta que finalice la clase más insufrible a cargo de una docente que llaman “La Foca”, una profesora llena de tics espanta-alumnos, interpretada por Karina K. Federico, el líder de séptimo grado, simpático y transgresor, pertenece al cerrado grupo integrado por Graciela, la chica linda pero incomprendida; un genio sabelotodo; la típica sobreprotegida que lucha contra sus propios miedos y una odiosa e infaltable tragalibros, delatora de los planes urdidos para escapar de los momentos más aburridos en el colegio. El conflicto estalla cuando la alumna más insoportable de la división se inmiscuye en la travesura y los cuatro aventureros iniciales deben compartir su tiempo de voluntario confinamiento con esta indeseable compañera. En la forzada convivencia, cada uno de los chicos mostrará alguna faceta oculta: ni el más “cancherito” es totalmente feliz (sufre por el divorcio de sus padres), ni la más popular del colegio es amada como anhela o la más resentida oscila en la contradiccion del perdón al odio. Entre signos de interrogación Si los libros de Falconi lograban construir un mundo complejo y verosímil, con personajes que zafaban de los estereotipos, a los cineastas les falta trascender la medianía que nunca abandonan. Ya desde el comienzo caen en el esquematismo de la música incidental y un montaje que pocas veces sale de lo televisivo. Igualmente hay escenas de acción y suspenso: el submundo (más lúdico) tiene un inframundo peligroso, y desde allí se conectan con las cañerías que alimentan al colegio, esa estructura invisible y simbólica de sus propias hormonas que están siempre al borde del estallido. Este tópico está presente desde el comienzo y permanece hasta la última imagen, unida a los gags del simpático plomero interpretado por Osqui Guzmán. Las acciones suceden en un marco de atemporalidad, notorio en su ambientación, aunque la distancia entre 2013 y 1995 (cuando la saga literaria se inició) es muy grande y el preadolescente actual no es el mismo de casi dos décadas atrás, cuando irrumpieron las creaciones televisivas de Cris Morena que impusieron la imagen de un adolescente naif, conflictivo, con una impronta de picardía pero también de ingenuidad. Siguiendo este modelo, las actuaciones de los chicos son muy elementales, siendo la más creíble la de Brenda Marks Cobas, que interpreta al personaje más odiado: Miriam Reynoso. El espacio rutinario del colegio se resignifica alojando dos realidades diferentes: los juegos y aventuras de los jóvenes en el sótano versus la caricaturesca búsqueda simultánea, organizada por las autoridades del colegio y los padres. “Caídos del mapa” es una película que tiene mucho de humor físico, con unas cuantas citas al cine mudo, donde manda el lenguaje corporal (Karina K y Osqui Guzmán parecen salidos de una historieta). En la trama, hay comedia pero también melodrama, acción y aventuras inofensivas. La película no busca más allá de lo previsible: el descubrimiento del primer amor, el trabajo en equipo, conviven en este film musicalizado por el grupo Miranda. Y todo apunta a que sea el inicio de una saga, por lo que al final de los créditos de cierre, la palabra “FIN” aparece entre signos de interrogación.
En 1995 María Inés Falconi comenzó a escribir “Caídos del Mapa”, una larga saga de libros (está terminando el volumen 11) que aborda básicamente el mundo pre-adolescente. En el primero, ese que leído hoy parece naif dada la globalización y el fácil acceso a la tecnología sumada a las redes sociales, un grupo de chicos de séptimo grado planifica zafar de una maestra a la que llaman “La Foca”. Fue la propia autora la que adaptó su novela al cine, así como ocurrió con J.K. Rowlings con Harry Potter, salvando las distancias. El guión peca de falta de aggiornamiento (era totalmente válido poner 1995 para justificar el entorno), pero no por eso deja de entretener con momentos que funcionan como boyas que mantienen a flote el bote (los chicos en clase, la música en el sótano, etc) Para muchos, la película podría parecer que atrasa treinta años y vuelve a “Señorita Maestra” (1982-1985) pero sin Jacinta Pichimahuida. Ante todo “Caídos del mapa” está planteada como una aventura construida con elementos de la vida real. El comienzo tiene una banda sonora muy cercana a la que Dave Grusin compuso para el clásico “Los Goonies” (1985), otra aventura con chicos de primaria. Vemos a los alumnos acercarse al colegio con algún accidente de bicicleta que servirá también para presentar algunos personajes. Paula (Ailén Caffieri), Graciela (Sofía Calzetti), Fabián (Tomás Carullo Lizzio) y Federico (Felipe Corrado) planifican una rateada, pero dentro del colegio. El sótano parece el lugar ideal para desaparecer por una hora y volver a la siguiente clase como si nada. Miriam (Brenda Marks) se presenta como la “buchona” de la maestra y la que intenta arruinar todos los planes, más por el deseo de ser incluida que por mala, pero esto se resolverá luego. La rateada se reconvertirá en un espacio para descubrir muchas cosas. Gracias al estupendo trabajo de María Laura Berch (coach y encargada del casting de chicos) estamos frente a un elenco de pibes cuya frescura ayuda a sostener las carencias del guión. Los cinco purretes mantienen un registro realista para poder dar énfasis a los conflictos (descubrir el primer amor, aprender a no juzgar, el compañerismo, el fin de la inocencia, etc.), mientras que el elenco adulto juega a caricaturizar tanto la paternidad y sus pretensiones como el autoritarismo retratado en tono cómico por Karina K en el papel de La Foca. Lo mismo sucede con la directora (Tina Serrano –un poco menos eléctrica-), el plomero (Oski Guzmán) y el padre de Miriam (Marcelo Savignone). El único que está en un nivel más realista es el portero (Atilio Pozzobón) que tiene dos grandes momentos con una misma frase que se resignifica: “a mi nadie me escucha”, dice. A los chicos tampoco, parece querer decir el texto cinematográfico. La dirección de Nicolas Silbert y Leandro Mark parece más preocupada por ser fiel al libro que por impregnar el guión con ideas frescas, pero en definitiva, ambos redondean un producto que desde las acciones y los sucesos es casi literal y no debería defraudar a los fanáticos. “Caídos del mapa” no pretende ser otra cosa que transformar el popular libro en imágenes. Las siguientes adaptaciones dependerán de la respuesta en la taquilla, pero todo parece conducir a una buena oportunidad para ajustar lo técnico, lo literal, para no subestimar al público y convertirse en un hecho histórico.
Un film protagonizado por niños reales y no animados, que transcurra en un colegio y que además ese escenario esté enmarcado en el país no es tan habitual en nuestro cine. Por lo cual es probable que esos ingredientes combinados provoquen una atracción particular en el público infantil y asimismo en padres jóvenes que en algún momento accedieron a la saga de novelas escritas por María Inés Falconi. Lo que acaso pueda augurarle a Caídos del mapa un suceso cinematográfico afín al que se está produciendo –y batiendo algunos récords- con un puñado de películas nacionales estrenadas en este 2013. El subgénero de aventuras protagonizadas por niños ha sido explotado por Hollywood con algunos logrados exponentes, y los directores Leandro Mark y Nicolás Silbert han recurrido más al estilo de ciertos films dirigidos por Spielberg, Donner o Dante que a viejos intentos vernáculos, lo cual, en algún punto, resulta positivo. Porque a las entretenidas alternativas ideadas por la autora se les han añadido toques de comic y situaciones y diálogos que no ofenden la inteligencia de sus destinatarios y no pocos apuntes graciosos como para que los adultos la pasen lo mejor posible. Al aporte de buenos comediantes como Tina Serrano, Karina K, Alejandro Paker y Osqui Guzmán se les suma un elenco preadolescente más que correcto. Más allá de algunos desniveles técnicos y dramáticos, la propuesta sale airosa y puede dar pie a una bienvenida saga propia.
Basada en una exitosa saga de libros infantiles (preadolescentes sería más preciso) esta película tiene sus pros y sus contras. Entre los segundos, cierta falta de timing a la hora del humor, que parece televisivo. Entre lo primero, que las relaciones entre los personajes se desarrollan con bastante precisión y, en última instancia, terminan causándonos una enorme simpatía. Un film que apunta a un público específico, y quizás ese sea su peor defecto.
Apto para los preadolescentes Son amigos de toda la vida y cursan el último año de la primaria. Federico es el aventurero y le gusta salirse de las reglas. Sus padres están divorciados y él sufre el tironeo de una relación conflictiva. Es el mejor amigo de Fabián y le gusta Graciela, aunque todavía no dice nada. Fabián es el inteligente del grupo, excelente el manejo de tecnología y computación, y mientras que Graciela es la chica linda con quien todos quieren salir y la mejor amiga de Paula, miedosa, inocente, y eterna enamorada de Fabián, un sentimiento tan correspondido como oculto. Siempre al acecho y lista para ponerlos en evidencia Miriam es la buchona Hija del presidente de la cooperadora, tiene un aire de superioridad que oculta motivaciones profundas. Estos chicos y los adultos que los acompañan -la profesora a quien llaman La Foca, la directora, el portero, compañeros de aula y padres- son los protagonistas de una serie de diez libros escrita por María Inés Falconi, literatura juvenil, apta para los 10 a 12 años, un tiempo de cambios en el tránsito entre la niñez y la adolescencia, que se transita entre las ansias de aventuras y las pulsiones del primer gran amor. Caídos del mapa es el primero, escrito en 1995 (el último es de 2012 y un onceavo se lanzaría en este año) se cuentan las vivencias de estos alumnos cuando intentan ratearse al sótano del colegio. El plan debe responden a una estrategia cuidadosamente estudiada o al menos eso sostiene Federico. Robar la llave al portero, esconderse en los baños durante el recreo, escapar hacia el sótano y salir apenas toque el timbre para mezclarse entre los compañeros es la idea. Pero los sanitarios son clausurados para su arreglo; Miriam descubre las intenciones del cuarteto y los sigue para extorsionarlos y, Fede, Fabi, Pau y Gra quedan encerrados, debiendo buscar una salida alternativa antes de que sea demasiado tarde. Entre el interior de ese mundo que subyace a lo cotidiano del colegio, con misterios y tesoros a descubrir y reconvertir a través de la mirada todavía ilusa del niño, y el universo escolar, sujeto a las reglas de los adultos -en su mayoría caricaturizados al servicio del filtro infantil-, se desarrolla un relato que brilla por sus intenciones y la frescura de gran parte de su elenco. Basada en un libro con 18 años de historia, goza de aciertos de adaptación realizada por su misma autora, bien resueltos, a la vez que deja bastante que desear en situaciones que suenan a extemporáneas. La como la accidentada llegada de Fede al colegio y el registro instantáneo del episodio en la web a través de un celular; y dejar para otro capítulo, si lo hay, el asunto de la discriminación en tiempos en que el bulling, son ejemplos de una y otra faceta. Por detalles como ése, el resultado es una película que los chicos van a disfrutar bajo la mirada atenta de padres que recuerden y comprendan las inquietudes de los chicos; que sean testigos flexibles del espíritu de aventura que propone el relato y enternecerse y puedan alentar el paisaje esperanzador que se abre ante los ojos de los preadolescentes, sin perder de vista que, lo que gusta y se pone de moda, se les puede tornar ley. Caídos del mapa es, entonces, un espectáculo para ver en compañía real o tácita.