Y ahora algo completamente diferente Cuando se estrenó Chernobyl, la serie de HBO, el gobierno ruso la atacó con toda la fuerza del aparato oficial: acusó a Estados Unidos de reescribir la historia, dijo que la serie era propaganda política y prohibieron su transmisión televisiva en el país (fue un éxito en streaming de todas formas). Chernobyl: Abyss es la apuesta rusa por apropiarse de una de las peores catástrofes modernas. En la película no queda nada de la secuencia de hechos que produjeron el desastre, no se ven errores humanos, una cadena de mando blindada ni el encubrimiento oficial y sus consecuencias en el conteo de víctimas. El accidente sucede en off y la película cuenta la historia de Alexey (interpretado por el propio Danila Kozlovsky), un jefe de bomberos al que acaban de mandar a otra región, pero que en su último día en Pripiat se encuentra de casualidad con una exnovia y su hijo. Todo pasa rápido, el hombre se debate entre el deber y la supervivencia, entre el heroísmo colectivo y la salvación individual, y a duras penas opta por lo primero, menos por convicción que por tratar de enmendar su pasado. Lo que sigue es familiar para los espectadores de cualquier latitud: los obstáculos se acumulan, cada elemento del lugar supone una trampa potencial, la radiación empieza a quemar los cuerpos y las mentes. En un momento, Alexey le pregunta al chico que lo acompaña por los responsables de todo esto, “quiero nombres”, dice. El chico responde que qué sentido tiene preguntarse por eso, el daño ya está hecho, explica mientras vuelve a sumergirse en el agua radioactiva. Cuando la película empieza se tiene la sensación de estar ante un mundo extraterrestre: Alexey pasea por el barrio junto a su ex y toman un helado, afuera hace un día hermoso, la masa monocorde de monoblocks ofrece una vista agradable, los parques que los rodean están llenos de chicos jugando y de adultos que caminan y toman el sol. El gesto es claro, se trata de oponer una imagen idílica a la representación gris, degrada y asfixiante de la era soviética que hizo Occidente. Pero la transformación es tan esperpéntica que el gesto se devela como tal, como si la película comunicara abiertamente sus propósitos. Desconozco las intenciones de los realizadores, pero eso nunca importa demasiado: incluso la propaganda más desembozada puede proveer algún placer sensorial más allá de la solemnidad del mensaje oficial. Así las cosas, por momentos la película funciona más como un experimento estético que como una mentira consumada, una especie de sovietismo surrealista, y uno la evalúa en esos términos, de acuerdo con la pericia desigual de las escenas de peligro, o con la displicencia con la que se filma el drama cotidiano, o con la incapacidad manifiesta que muestra Alexey para convencernos de sus reticencias a inmolarse, a pesar de todos sus esfuerzos de Kozlovsky. Rusia ya tiene su versión oficial: nada de lo que allí se dice es verdad, y tampoco es buen cine.
El título de estreno en Argentina de Chernobyl es Chernóbil: La película en claro deseo de separarse de la excelente miniserie de HBO del año 2019. Por supuesto que la historia tiene que ver con el desastre nuclear ocurrido en Chernóbil en el año 1986, pero desde los títulos se aclara que se trata de personajes ficticios creados para la película. La pandemia postergó un año el estreno de esta película que en muchos lugares se anunció como la respuesta rusa a la miniserie norteamericana. Dicho así, parece una respuesta política que conversa con la historia que contó HBO, pero no es tan así. Al crear personajes de ficción, la película se libera de los reclamos puntuales y pasa por alto todo lo que llevó al desastre, pero está justificado por tratarse de una historia en primera persona. Chernóbil: La película se concentra en una historia de amor y en el heroísmo de los liquidadores que fueron la primera línea a la hora de combatir una catástrofe sin precedentes. La miniserie ya daba cuenta de ese heroísmo absoluto y del sacrificio que hicieron estas personas para evitar que las cosas se pusieran aún peor de lo que finalmente fueron. Pero en sus cinco episodios ponía también mucho énfasis en los responsables de lo ocurrido y su intento de ocultarlo. La película no lo hace, y tal vez eso podría considerarse una lectura política. Sí hay un par de apuntes sutiles, pero aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Irónicamente, la película rusa se construye a partir de las estructuras clásicas del cine de Hollywood. Para contar un evento histórico se elige una pareja protagónica, se incluye un niño, hay romance, heroísmo, sacrificio, drama. A diferencia de un film clásico, la película no conmueve en ningún momento, aun cuando tenga escenas impactantes. Sí es más efectiva a la hora de contar la convicción del protagonista de hacer lo que corresponde en circunstancias inusualmente extremas. Sin embargo, no hay forma de que esta simple película del montón compita con la grandeza de la miniserie, que es emocionante, espectacular, compleja y poderosa en todos los aspectos. La película está dedicada a los liquidadores de Chernóbil, lo que queda claro desde la escena inicial. La miniserie también los honra, pero también saluda a quienes buscaron justicia y, por extensión, fueron los primeros en homenajear a las víctimas al buscar la verdad.
La inmediata respuesta del cine ruso más comercial a la superproducción de HBO, contando la tragedia del reactor nuclear a partir de la mirada de un grupo de personas que intentaron, en medio del caos y la inercia gubernamental, proponer soluciones a algo completamente inesperado. Drama, lágrimas, emoción, un tono telenovelesco para relatar una de las más grandes negligencias humanas de todos los tiempos.
Llega a los cines la producción rusa sobre el infame desastre de Chernóbil, dirigida y protagonizada por Danila Kozlovskiy.
Melodrama radioactivo. En el año 1986 ocurrió unos de los peores desastres ambientales del mundo, específicamente en la central nuclear cercana a la ciudad ucraniana de Chérnobil (en ese momento perteneciente a la Unión Soviética). Fue un accidente sin precedentes, básicamente explotó el reactor nuclear despidiendo gases con altísimos niveles de radioactividad a la atmosfera; provocando a corto y largo plazo todo tipo de daños a nivel climático y de salud, en buena parte de Europa. Es inevitable no asociar la película con la reciente exitosa serie de HBO, una mirada que hace foco en los experimentos que provocaron el accidente, como se encubrió por las autoridades, así como en la búsqueda de los responsables. Pero aquí se muestra la tragedia desde la mirada de Alexey (Danila Kozlovskiy), un bombero que forma parte activa del rescate de varios de sus compañeros en el momento de la explosión, y que también se involucra en la peligrosa tarea de liquidador, tratando de apagar lo que resta del fuego en la parte subterránea del reactor para que la contaminación no tome dimensiones magnas. Toda esta odisea épica en medio de un conflicto amoroso: Alexey se reencuentra con un ex amor, Olga (Oksana Akínshina), y descubre que tiene un hijo. Tragedia teñida de melodrama, y párrafo aparte se merece Oksana Akínshina (Lilya 4-ever, Sputnik), sin dudas una de las mejores actrices de la actualidad, y eso que aquí sostiene un papel al borde del abismo de la verosimilitud debido al tenor dramático. Lo cierto es que entre idas y vueltas en esta situación límite, el bombero brindará su vida para servir a su país y salvar a su niño, quién tiene altos niveles de contaminación en la sangre. Una historia que se revela desde la cotidianidad, desde la gente común que estuvo en el campo de batalla (literalmente), y que omite mencionar el grado de responsabilidad del estado. Que se centra en el hecho trágico y todo lo que esto conlleva; que, a pesar de querer despegarse de una visión estadounidense, termina siendo muy parecida debido a su jactancia nacionalista (por decirlo de algún modo), y su estructura clásica. Todo inmerso en un ambiente claustrofóbico y algo onírico, contado, en gran parte, desde la perspectiva de una telenovela rusa.
La respuesta rusa a la miniserie de HBO El film dirigido y protagonizado por Danila Kozlovskiy es una épica superproducción que narra la hazaña de los bomberos ante la explosión de la central nuclear. La guerra fría no ha terminado o, mejor dicho, ha vuelto a empezar. Desde la llegada del hombre a la luna, soviéticos y estadounidenses se han disputado el liderazgo en materia de avances tecnológicos, cuestión que la creación de la vacuna contra el Covid ha puesto nuevamente sobre la mesa. La Unión Soviética ya no existe y la trágica explosión de la central nuclear tuvo mucho que ver con eso. Atrás quedó la disputa intergaláctica que puso a 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) contra Solaris (1972). En 2019 HBO produjo una miniserie de cinco capítulos sobre la catástrofe en Chernobyl con una tendenciosa ideología que aprovechaba para dejar mal parados a los rusos. Dos años después llega Chernóbil: La película (Chernobyl: Abyss, 2021) a 35 años de la explosión. Si la miniserie dirigida por Johan Renck hacía foco en la incontrolable dimensión de la explosión de la central nuclear ubicada en la actual Ucrania, con una incansable búsqueda de los responsables, la película rusa nunca indaga en las causas sino que se dedica al grupo humano y su heroico papel por atenuar los efectos del desastre. Alexey (Danila Kozlovskiy) es uno de los bomberos que, junto a Valery (Filipp Avdeyev), un ingeniero, y Boris (Nikolay Kozak), un buzo militar, tienen la peligrosa misión de sumergirse debajo del reactor en llamas para drenar el agua de un depósito y poder apagar el fuego. A su vez el protagonista debe ayudar a Olga (Oksana Akínshina) y su pequeño hijo afectado por la radiación. Rusia hace una película al estilo yankee con ideales patrióticos, la historia de amor en medio y la espectacularidad propia de este tipo de producciones. En un momento un personaje osa hablar del sistema y otro le responde “el sistema es como la radiación, simplemente está ahí y no puede evitarse”. Fin de la auto crítica. Pero para ser justos la multipremiada miniserie protagonizada por Jared Harris y Stellan Skarsgård también repartía ideología cada vez que podía, y el episodio de la matanza de los perros (no por lo que se cuenta sino por la manera de ser filmado) así lo demuestra. No hay una producción mejor que otra porque son muy distintas en sus intenciones. La película se enmarca en el revisionismo ruso, muy de moda en la producción mainstream contemporánea del país presidido por Putín, y en esa línea despliega su propia mirada de lo ocurrido con tintes sensacionalistas.
La historia de la explosión de Chernobyl vuelve, pero esta vez desde la mirada rusa, y cuenta el suceso de la catástrofe del reactor nuclear número 4, en Abril de 1986 y que provocó uno de los mayores desastres perpetrados por el hombre en la historia de la humanidad. La película de Danila Kozlovsky retrata personajes e historias de vida de ficción. Sus protagonistas son una pareja formada por Alexey Karpushin (Danila Kozlovsky) un hombre de 30 años que trabaja en la Estación de Bomberos en Pripyat (muy cerca de la Central Nuclear de Chernobyl), su ex novia la peluquera Olga Savostina, (Oksana Akinshina) con quien se reencuentra casualmente y Alex, el hijo de la joven. El muchacho tenía pensado comenzar una nueva vida en Kiev, pero la repentina tragedia lo convoca a ayudar a sus colegas y atender las repercusiones. Al haber trabajado como Inspector de incendios conoce los túneles y pasillos debajo de los reactores, y es por esto que es llamado por los Gobernantes para colaborar en algo preciso: él y otros buzos deberán abrir manualmente una válvula de drenaje del depósito de agua refrigerante, ya que si el núcleo del reactor llegara al depósito, Europa toda estaría en peligro de contaminación. Mientras los buzos se preparan, el lugar es evacuado para seguridad de sus habitantes, ya que la radiación comenzó a hacer estragos. Entonces todo el film se centra en la preparación y descenso de estos hombres para salvar las vidas de los habitantes de lugar, ya que algunos ya sufrieron quemaduras mortales por radiación. Una película que decepciona primero porque siendo rusa está doblada al inglés y mal subtitulada y eso distrae. La música no acompaña de manera agradable, las escenas se prolongan más de lo necesario y el romance de los protagonistas es tibio y tedioso, muy similar a una novela de un canal de aire. Se dice que es la respuesta rusa a la miniserie de HBO, eso no nos consta pero la que recomendamos es justamente esa...la de Craig Mazin.
Cuando en 2019 se estrenó la serie de HBO Chernobyl, la audiencia cayó rendida ante un producto de factura impecable, que describió con rigor histórico y profunda investigación las causas y consecuencias de la explosión del reactor ruso en 1986. Sin embargo, desde Rusia comenzaron a escucharse voces disidentes, que cuestionaron lo que mostró la ficción, llegando incluso a sentirse ofendidos por las inexactitudes presentadas. Esta respuesta tiene su correlato cinematográfico en Chernóbil: La película, la respuesta rusa en clave de melodrama con algo de cine catástrofe que se estrena este jueves. El director Danila Kozlovsky hace las veces de protagonista, poniéndose en la piel de Alexey Karpushin, bombero de la zona, que justo cuando está a punto de ser trasladado a Kiev se encuentra envuelto en el desastre. El encuentro de un viejo amor y el descubrimiento que es padre de un nene de diez años, serán los motores para entregarse por completo a la solución del desastre nuclear. Aunque falta tensión, hay momentos del film en el que la cámara en mano colabora para construir un clima asfixiante y opresivo, pero no llegan a cortar el aliento. Más bien parecen interludios en cuanto a la historia de amor del bombero, que termina siendo todavía más importante que el hecho histórico en sí. La “respuesta oficial” a la miniserie de HBO se queda en la épica heroica, pasando por alto cualquier responsabilidad política o coyuntural. Aun cuando con esfuerzo y mucha buena voluntad puede llegar a entreverse un interlineado crítico, enseguida se diluye frente a las acciones y motivaciones individuales del protagonista, y quienes lo acompañan. Todos unidos por una causa mayor, sin cuestionarse los cómo ni los porqué.
En 2019 la miniserie “Chernobyl” se convirtió en el fenómeno de crítica y audiencia del momento. Producida por HBO, logró una amplia presencia mediática y una incesante difusión boca a boca que coronó su suceso con una abundante cosecha en la temporada de premiaciones. Pero por mucho consenso logrado tampoco se le puede gustar a todo el mundo, y así es como también surgieron las voces críticas, sobre todo las que venían de algunos de los países involucrados. En Rusia en particular se hicieron oír varias voces disconformes con el retrato crítico que la serie hizo sobre la Unión Soviética y sus autoridades y se habló, con diferentes niveles de argumentación, de flagrante maniqueísmo, de propaganda occidental y hasta de conspiración antirrusa. En medio del barullo surgieron también los anuncios de la respuesta rusa en forma de película o serie que vendría a poner las cosas en su lugar. Apenas un par de años después llegó finalmente el estreno internacional de Chernóbil: La película, lo cual nos habilitaba en principio a suponer que ya teníamos la versión rusa de los hechos, o por lo menos una de las versiones posibles. El resultado decididamente no está a la altura de esas expectativas, porque si lo que esperábamos era ver que tenían los rusos para decir acerca del episodio, nos vamos a quedar con las ganas, ya que con este film sus autores lo que demuestran es que no tienen para decir demasiado. Ya un par de carteles al inicio nos ponen sobre aviso. El primero nos dice lo que ya sabemos, que el film está basado en hechos reales: el catastrófico accidente ocurrido en 1986 en la central nuclear ubicada al norte de Ucrania, en aquel entonces integrante de la Unión Soviética. Pero el segundo va en sentido contrario y nos advierte que los personajes y sus historias de vida son ficticios. Lo que nos vamos a enterar con el transcurso del relato es que la película tiene más de lo segundo que de lo primero. El protagonista, que como ya sabemos no está inspirado en un personaje real, o lo está en todo caso en los “héroes anónimos” del caso, es Alexey, (interpretado por el mismo director del film Danila Kozlovsky) un bombero asignado temporalmente a la zona, un trabajador raso, un tipo común, del pueblo, medio tarambana pero bien intencionado. Alexey se encuentra medio de casualidad, con su ex novia Olga. Encuentro que viene con sorpresa porque ahí descubre que Olga tiene un hijo de diez años y que innegablemente él es el padre. Ahí ya tenemos servida la trama emotiva, que se va a potenciar con los torpes intentos de Alexey de reconquistar a Olga y armar, o re-armar, una familia, contra la previsible resistencia y lógico resentimiento de Olga por haber sido abandonada en el pasado. Kozlovsky se toma media hora para presentar ese drama humano y recién ahí se produce la explosión del reactor que le va a cambiar la vida a todos, incluidos nuestros protagonistas. Mientras Olga y su hijo son evacuados de la ciudad, con el niño seriamente afectado por haber sido testigo en el momento del desastre, Alexey es reclutado para adentrarse en la central junto con un ingeniero y un buzo militar en una misión casi suicida pero de vital importancia. Chernobil: La película es un claro ejemplo de cine catástrofe, con elementos de heroísmo, romance, espectacularidad, alta tensión y valores humanos. ¿Esto es algo malo? Bueno, no necesariamente. El problema es que estamos hablando del mayor accidente nuclear de la historia, con un trasfondo político bastante turbio o por lo menos nunca del todo aclarado. Se podrá estar o no de acuerdo con el abordaje de la serie de HBO, pero, en todo caso, esta iba al hueso del asunto: el por qué se produjo la catástrofe y cómo se manejó. Chernobil: La película patea la pelota para cualquier lado, donde el accidente no deja de ser apenas un escenario para ofrecer una de acción y drama familiar, lo cual de algún modo no dejaría de ser tampoco una toma de posición. La elección de protagonistas dentro del llano le sirve a los autores no sólo para destacar el heroísmo anónimo sino también para dejar el tema de las responsabilidades fuera de cuadro. Los únicos momentos en que parecen querer dar alguna respuesta a la pregunta del por qué y el cómo dejan clara su postura que es la de no asumir ninguna explícitamente. En un momento, uno de los enviados a la misión se pregunta cómo es que se produjo la explosión, otro le responde “por las personas”, cuando el primero repregunta “‘¿qué personas exactamente?”, el segundo da por terminada la cuestión con un “¿acaso importa?”. Al igual que a ese personaje, a los autores del film no les interesa ni la causa ni los responsables. Las críticas son pocas y tímidas y un poco como de compromiso, como para que nadie los acuse de no haberlas incluido. Chernobil: La película no es una obra destacable pero tampoco es exactamente una mala película. Es manipuladora, plagada de golpes bajos, distribuyendo sus efectos con la sutileza de una explosión nuclear, pero también está filmada con pericia, las escenas filmadas en la central son visualmente atractivas, la acción es atrapante y si bien el drama humano está trazado con brocha gorda, los personajes se hacen queribles. Pero el problema pasa por otro lado, por lo insustancial de su propuesta y por el hecho de que hay algo inevitablemente incómodo y hasta ridículo en ver desplegarse esta historia en ese contexto. No se trata de una pieza de propaganda o contrapropaganda, o una respuesta a la serie norteamericana. Eso hubiera sido más jugado, más valiente, más interesante. Más que una película fallida se siente como una oportunidad desperdiciada. Si alguien tenía interés en conocer la versión rusa de los hechos va a tener que seguir esperando. Veremos si en el futuro alguien, algún otro, desde ese lugar produce otra versión donde tome una posición más concreta y tanga algo más jugado, más sustancioso, más relevante que decir. CHERNÓBIL: LA PELÍCULA Chernobyl. Rusia, 2021. Dirección: Danila Kozlovsky. Elenco: Danila Kozlovsky, Oksana Akinshina, Filipp Avdeev, Ravshana Kurkova, Nikolay Kozak, Igor Chernevich, Artur Beschastnyy. Guión: Elena Ivanova, Aleksey Kazakov. Música: Voxeaa. Edición: Mariya Likhachyova. Producción: Danila Kozlovskiy, Sergey Melkumov, Alexander Rodnyansky, Vadim Vereshchagin. Producción Ejecutiva: Malik Sam Hayat. Duración: 136 minutos.
Cuesta pensar en Chernóbil: la película sin vincularla con la miniserie de HBO que un par de años atrás, sin que nadie lo esperara, se convirtió en un éxito de audiencia y colocó en primer plano lo ocurrido en la que es considerada la peor tragedia del planeta generada por el ser humano. Es, entonces, una película-respuesta que desplaza el foco de atención de los hechos y el brutal manejo de las autoridades soviéticas para concentrarse en las vivencias de un bombero (ficticio) que ofició como “liquidador”; es decir, como uno de esos hombres que entraron a la planta mientras ardía para evitar una masacre nuclear aún peor. Con su relato coral integrando múltiples historias (varias de ellas contadas en la notable crónica Voces de Chernóbil, de la bielorrusa Svetlana Aleksiévich), la serie abordaba lo ocurrido durante y después del 26 de abril de 1986, cuando uno de los reactores explotó mientras se realizaba un ensayo. Aquí, en cambio, hay un único protagonista, Alexey, que hasta el día anterior a los hechos había trabajado como bombero en la planta. Pero Alexey, como todo héroe cinematográfico, no puede ir contra su sentido del deber, y decide sumergirse en las profundidades de los pasillos inundados de agua cada vez más caliente para abrir una válvula que permita el ingreso de agua fría. Caso contrario, aseguran los expertos, el piso podría derretirse y el magma tóxico llegar hasta parte inferior de la planta, provocando una segunda explosión con consecuencias aún peores. La película de Danila Kozlovskiy no es muy sutil a la hora de ubicar a Alexey en el pedestal de lo heroico, dotándolo de una bondad que ni siquiera la repentina notificación de que hace diez años tuvo un hijo con Olga, su novia de entonces, puede alterar. Con esa novia peluquera se reencuentra en la primera escena, deparando una larga introducción que cae en el romanticismo más trillado. Justo cuando las cosas empezaban a encarrilarse con Olga, sucede el incendio. De allí en más, Chernóbil concentra su acción en la bonhomía de Alexey, que, aunque ya no trabaje allí, se suma al primer grupo que baja a las tinieblas radiactivas, eje narrativo de la segunda –y mejor– parte del film. Kozlovskiy se siente mucho más cómodo punteando las cuerdas del thriller claustrofóbico que del melodrama, logrando transmitir una sensación de opresión y desesperanza ante las dificultades de Alexey –que, a falta de una, baja dos veces- y sus compañeros para cumplir su objetivo, en lo que es el preludio de un desenlace que subraya el carácter por demás evidente de homenaje a esos liquidadores que aquí, a diferencia de lo que ocurrió en la realidad, tienen una recompensa.
El fenómeno internacional de la miniserie de HBO sobre el desastre de Chernobyl estrenada en el 2019 no cayó bien en Rusia y poco después de su exhibición la industria cinematográfica de ese país enseguida se puso en marcha para contar su versión de los hechos. De este modo surgió la primera gran producción local relacionada con esta temática. El resultado es un film bochornoso que trae al recuerdo (y esta es la gran paradoja) esas películas norteamericana del cine catástrofe que se hicieron para la televisión en los años ´90. La dirección corrió por cuenta del actor (también portagonista) Danila Kolovzkiy, miembro del reparto de la serie Vikings, quien debe ser un fan apasionado de Michael Bay y en este caso presenta una especie de Pearl Harbor ruso con el tema de la planta nuclear. La trama elabora un melodrama barato entre un bombero y una peluquera que tiene como contexto el accidente de la planta nuclear. La película tiene la intención de rendirle homenaje a los primeros rescatistas que llegaron al lugar de los hechos poco después de la explosión y hubiera sido un gesto noble si el contenido de la historia no estuviera contaminado por la estupidez. El relato de Kolovzkiy abusa de escenas inverosímiles que son imposibles de comprar. Por ejemplo, el hecho que el protagonista entre y salga de la zona de la explosión como sin nada y la radiación no lo afecte, mientras sus compañeros caen como moscas. Después tenemos otro momento de idiotez descomunal con un nene que capta con filmadora el momento exacto de la explosión (muy conveniente) con el fin de intensificar el melodrama relacionado con las víctimas de la radiación. Para quienes no conocen la historia de Chernobyl la película deja la impresión que saltó una térmica y después algún cortocircuito se fue de las manos, sin embargo lo importante es que el pueblo ruso se mantuvo unido. El concepto de la autocrítica no existe y todas las cuestiones que se denunciaban en la serie de HBO en este caso optaron por esconderlas debajo de una alfombra, no vaya a ser que se ofendiera al régimen soviético. La única característica rescatable de esta película, es justo mencionarlo, pasa por el desarrollo del primer acto antes que se desate la tragedia. En los primeros 15 minutos podemos ver con una lograda reconstrucción del período, la vida cotidiana en la ciudad de Prypyat, una localidad que representaba el orgullo de la Unión Soviética. Esas escenas detallan también como la cultura occidental empezaba a infiltrarse dentro de la comunidad rusa a mediado de los años ´80 y dentro de la historia es un elemento que estuvo bien trabajado. El resto es un desastre porque aborda tema complejo desde el melodrama artificial sin el menor interés por explorar con madurez y honestidad los hechos que llevaron al desastre y sus consecuencias. Ahora si buscan una telenovela sensacionalista con el tema de Chernobyl esta película probablemente los deje más satisfechos.
Es, evidentemente, la respuesta rusa, con todo su derecho, a la versión de la tragedia de Chernobil planteada en la exitosa miniserie de HBO, de cinco entregas. No es que se comparen. Son dos miradas sobre un mismo hecho, con planteos distintos y mucha ideología de por medio. Así como la miniserie se centraba en desplegar una ideología que dejaba muy mal parados a los rusos, ineficientes, ocultadores y responsables, en esta película el acento esta puesto en el heroísmo de un grupo de personas y como manejaron, bien, la crisis. Con alguna autocritica al sistema burocrático como responsable. Pero esta película se inscribe en un camino de la industria cinematográfica rusa, que busca hacer films de gran producción según el modelo hollywoodense. La directora y protagonista Danila Koslovskiy se extiende demasiado pero cumple su objetivo. Aquí vemos una historia de amor interrumpida que retoma su relación, se quiebra y vuelve con condimentos del horror y valor. Un grupo de aguerridos bomberos, los primeros en acudir, los esfuerzos de los médicos, la evacuación, y finalmente la resolución en la voluntad y el sacrificio.
"Chernóbil, la película": el juego de las diferencias Tras el estreno e inmediato éxito de la miniserie Chernobyl (2019), producida por HBO, que retrata los hechos ocurridos tras la explosión de la central atómica en Ucrania, en 1986, las voces de rechazo comenzaron a hacerse oír… en Rusia. Es que no fueron pocos los nostálgicos del período soviético que creyeron ver en ese relato, realizado desde Occidente, una clara demonización del antiguo régimen, cuya caída se aceleró justamente a partir del golpe que representó la tragedia. Sin embargo, buena parte de las historias recogidas en sus cinco episodios tienen su origen en el libro Voces de Chernóbil, de la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, ganadora del Nobel de Literatura en 2015 y acérrima opositora del presidente ruso Vladimir Putin. Como respuesta a la visión planteada por la serie surgió el largometraje Chernobyl, que a partir de esta semana puede verse en los cines de todo el país bajo el título de Chernóbil, la película. Como la serie, el film dirigido y protagonizado por el actor Danila Kozlovzkiy se concentra en la emergencia posterior a la explosión de la planta. Pero su relato empieza un poco antes para contar la historia de Olga, una joven peluquera que un día reencuentra a Alexei, un ex novio al que no ve desde hace años y que trabaja como bombero en el cuartel más próximo al reactor. Esta subtrama ocupa un lugar no -menor dentro de la estructura narrativa. Al contrario, funciona como gancho emotivo a través del cual se buscará pulsar de forma directa la cuerda más sensible del espectador. Al mismo tiempo, las figuras de la pareja representan los dos arquetipos que a la película le interesa exponer y promover. Por un lado el del héroe, Alexei, sin cuya acción la tragedia podría haber sido aún mayor, y por el otro el de la víctima-sobreviviente (Olga), que debe sobrellevar el dolor con estoicismo y asumir la tarea de sostener la memoria. Técnicamente irreprochable, Chernóbil, la película realiza el mismo recorrido que la serie en relación a la cronología de las tareas realizadas luego de la explosión para evitar un panorama peor. Por supuesto que omite algunos hechos, como el de los 400 mineros que cavaron el túnel bajo el reactor, aunque se entiende que su eliminación tiene que ver más con una decisión práctica en relación al tiempo que con un orden narrativo. Donde la película se despega decididamente de la serie es en la cuestión política detrás del accidente. Ahí donde la serie ahondaba en negligencias y malas praxis derivadas de la crisis económica de la Unión Soviética, la película elige de forma abierta evitar el tema. En un momento determinado, Alexei le pregunta a uno de los ingenieros de la planta “por qué estalló esta cosa”, a lo que el otro responde: “por las personas”. Cuando el héroe quiere saber quiénes son esas personas, el ingeniero clausura la cuestión con otra pregunta: “¿Acaso importa eso ahora?” Un botón de muestra pequeño, pero que exhibe con claridad cuál es la intención política de la película.
Se trata de la primera película rusa que retrata las secuelas de la explosión de uno de los reactores de la central nuclear de Chernóbil, ubicada en el norte de Ucrania pero que entonces pertenecía a la Unión Soviética. El accidente nuclear es considerado como uno de los peores de la historia por sus efectos en la población y en el territorio. En esta película del joven director ruso Danila Kozlovsky (36), también protagonista del filme, se relata la historia de Alexei, un bombero que a punto de retirarse para dedicarse a su vida personal, se ve inmerso en el operativo a partir del cual un grupo decide arriesgar su vida para evitar que el desastre ambiental generado por la explosión se expanda de forma peligrosa. Así, Alexei junto a Valery y Boris deciden formar parte de una misión en la cual deben drenar el agua de un depósito que se encuentra debajo del reactor 4 (lugar donde se generó la explosión). Las posibilidades de salir con vida son ínfimas, pero cada uno de ellos tiene sus motivaciones para seguir adelante con la misión. Kozlovsky alterna la película entre dos grandes ejes, la preparación y ejecución de la misión encomendada para evitar la propagación del desastre, y el drama familiar que el protagonista atraviesa en su faz personal. El director-protagonista pone el foco dramático en su personaje y en lo que debe vivir desde lo físico por un lado, y lo sentimental por otro, pues tras la tragedia no es solo su seguridad la que le preocupa. MALAS DECISIONES No se puede discutir que la temática que atraviesa el filme es interesante: Una tragedia nuclear como Chernóbil resulta convocante, por su contenido y relevancia histórica y también por el éxito que tuvo la miniserie creada por Craig Mazin y Johan Renck en 2019, que arrasó en la temporada de premios de aquel año y que fue alabada por la crítica especializada. Sin embargo, en este filme nada de eso ocurre, la ejecución es una serie de malas decisiones que lejos de atrapar al espectador, lo repele. El guion y las mediocres actuaciones nivelan para abajo una película con un presupuesto muy alto pero que no alcanza las expectativas más elementales. Kozlovsky lleva adelante un trabajo demasiado pretencioso, desea relatar cómo nace el drama familiar de su personaje y dotarlo de matices, y por otro lado contar con lujo de detalles las secuelas del accidente, la preparación del operativo, las motivaciones de los integrantes del equipo, todo esto enmarcado en un contexto de caos social, personas infectadas, hospitales saturados, etc. Es tanta la información que el director decide plasmar en su obra que todo se vuelve un raid agotador de estímulos visuales y música extradiegética (recurso utilizado de forma reiterativa). Si bien el filme tiene algunas secuencias logradas, sobre todo en lo que refiere a las escenas de la catástrofe y de la misión, estas se ven opacadas por el uso de planos fijos sostenidos por varios segundos sin sentido y la música colocada para generar aún más drama. El guión de Elena Ivanova y Aleksey Kazakov es elemental y no le aporta al filme el interés y la profundidad que un tema como el que toca necesita. DOBLAJE Otro aspecto que distrae (y mucho) es el doblaje al inglés de la película, y los subtítulos al español. En primer lugar genera confusión escuchar a todo un equipo de actores rusos hablando en inglés, y peor aún leer que los subtítulos en varias ocasiones no concuerdan con lo que se escucha. Este aspecto atenta contra un filme de por sí fallido. Por más presupuesto que tenga, 'Chernóbil: la película' tiene serios problemas en su ejecución y concepción, lo que la transforma en una propuesta fallida.
El heroísmo, eje de una tragedia histórica La explosión de la unidad 4 de la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, fue el accidente atómico más grande de la historia ocurrido el 26 de abril de 1986. Sus secuelas fueron devastadoras para esa región, pero todo podría haber sido peor. Eso es lo que narra “Chernóbil. La película”, título dado en Argentina para diferenciarla de la serie de HBO que aborda el mismo episodio. “Chernóbil. La película” es una producción de gran presupuesto que recrea un episodio complejo y traumático para la ex Unión Soviética. Según se estima, si el accidente no hubiese tenido una respuesta rápida a la contención de los daños la radiactividad podría haberse extendido y hubiese dejado inhabitable a parte de Europa, como es inhabitable la zona que rodea al reactor. La unidad 4 actualmente está sepultada bajo dos sarcófagos, uno de hormigón y otro de acero que brindaría seguridad contra nuevas fugas hasta dentro de 100 años, en tanto que en diciembre de 2000 se detuvo definitivamente la unidad 3, la última que quedaba en funcionamiento. La película sólo alude en un breve diálogo a las razones de la explosión y a quienes serían sus responsables. Una placa antes de los créditos indica que el filme está dedicado a los llamados “liquidadores”, las personas que perdieron la intentando contener los daños. Independientemente del hecho histórico, el filme hace foco en el heroísmo de tres personajes de ficción. El primero es Alexey, un bombero interpretado por Danila Kozlovsky, también director de la película Valery. La primera media hora de “Chernóbil” está dedicada al contexto del protagonista, su relación con una expareja, el hijo de ambos y la inminente partida de Alexey horas antes de que se desate la tragedia que cambiará su vida y sus planes. Los otros tres héroes del filme son un ingeniero y un buzo militar. Todos arriesgaron sus vidas buceando en aguas a más de 60 grados y en un ambiente saturado de radiactividad para drenar el agua de un depósito debajo del reactor en llamas.
Insípido aporte cinematográfico que busca recrear las hazañas de un heroico bombero ruso, durante la trágica explosión en Chernobyl. Quien mejor que la propia industria rusa para contar su verdad acerca de los funestos hechos que tuvieran al mundo en vilo, ocurridos en abril de 1986. Puede concebirse la presente película como un acto contestatario a la exitosa serie protagonizada por Jared Harris, Stellan Skarsgaard y Emily Watson, aclamado producto de HBO, estrenado en 2019. Si la serie, con denodado compromiso social y un cabal entendimiento del entramado político, pretendía colocar en contexto el daño ecológico sin precedentes causado por la central nuclear, buscando visibilizar a los responsables del desastre, aquel factor brilla por su ausencia en un largometraje ingenuo, solapado y por demás insuficiente a la hora de responder interrogantes acerca de los auténticos responsables del desastre. Tomando mínimas consideraciones ideológicas acerca de la situación política que atravesaba la, por entonces, Unión Soviética, la realizadora Danila Koskovskiy se ocupa, mediante el empleo de una solvente técnica visual, en colocar el punto de interés sobre la lucha en contra de las adversidades que suele convertirse en el núcleo central de todo cine de catástrofe que se precie de tal. Podemos revisar la profusa producción del subgénero, desde su eclosión a mediados de los años ’70, con películas hollywoodenses como «El Coloso en Llamas» o «Poseidón». Mediante un diseño conceptual que no escapa al cliché y recurriendo a escenas de impacto que no traducen caudal emotivo alguno, existe en «Chernobyl» un nulo interés por revisar el pasado. Por el contrario, la subtrama romántica que, incomprensiblemente, se dimensiona ante nuestra incredulidad, desperdicia enorme cantidad de metraje y se convierte en un lastre narrativo que dilapida el considerable potencial del film.
Luego de la exitosa serie de HBO, “Chernobyl” (2019) creada por Craig Maziny y dirigida por Johan Renck, llega “Chernóbil: la película”, el film de producción rusa dirigido por Danila Kozlovsky, quien también actúa, en un rol protagonico. Estreno en cines: 21 de octubre. La película que narra el accidente nuclear ocurrido el 26 de abril de 1986 en la central Vladímir Ilich Lenin en la ciudad de Prípiat (entonces la RSS de Ucrania, más tarde Ucrania), que provocó la muerte de 31 personas y la evacuación de otras 116.000 toma como eje central a tres protagonistas, quienes a escasas horas de la explosión arriesgan sus vidas para bucear en aguas que se encuentran en elevadas temperaturas, insoportables para el cuerpo humano y altamente contaminadas, con el objetivo de drenar el agua del reactor para evitar un desastre mayor. El relato se inicia ocupando los primeros minutos para contextualizar lugar y tiempo, mediante un gran trabajo estético de ambientación, entre casas, calles, autos y vestuario que reflejan claramente una época. A su vez, se presenta a la figura principal: Alexey, un bombero, que lidia con sus propios demonios dentro de su complicada vida personal, a pesar de ser un ejemplo en su trabajo. En este sentido, la trama por demás conocida y narrada anteriormente en series y películas, se desarrolla con una estructura típica de historias de catástrofes y con sus propios clichés del género. Sin embargo, lo que la torna verdaderamente interesante es su enfoque hacia la psiquis de los distintos personajes, tanto en aquellos en que recae la responsabilidad de tomar las principales decisiones, dentro de un dificultoso panorama que no les permite detenerse a elaborar planificaciones poniendo en riesgo sus vidas para salvar al resto de la sociedad, como en esas personas que sin ser protagonistas deben empezar un nueva vida. De esta manera, el realizador toma la decisión de no entrar en detalles sobre el desastre sucedido buscando responsables, sino que dirige la mirada hacia el interior de aquellas experiencias humanas recayendo en sus reacciones. Personas que llevan una vida dentro de la cotidianidad y que se advierten transformadas ante los terribles hechos, cambiando de forma inevitable sus propias existencias. En definitiva, una película que bajo el manto de la construcción histórica se sumerge en el drama de diferentes familias, reflejando sus miedos e incertidumbres frente al horror del accidente nuclear. Dejando en claro los graves efectos de la radiación sobre el ser humano, sin la necesidad de golpear con imágenes que grafiquen de forma explicita, consiguiendo de todos modos perdurar en la mente del espectador.