Este emotivo drama premiado en Sundance se centra en los conflictos de una adolescente que es la única persona que escucha en una familia en la que sus demás integrantes son sordos. No disponible aún en América Latina. Uno puede ver CODA y reconocerle todos los trucos al instante a tal punto que casi podría adivinar gran parte de lo que pasará en toda la película. Se trata de una fórmula probada que, con alteraciones específicas, ha funcionado por décadas, sino más. Un «coming of age» que pone a un adolescente teniendo que enfrentar deseos personales y obligaciones familiares, ese momento en el que independizarse de padres y hermanos puede resultar más complicado de lo que debería. Uno puede ser consciente de buena parte de los movimientos de cada uno de los 111 minutos que dura la segunda película de la directora de TALLULAH, pero lo que no podrá evitar será emocionarse y dejar que la pequeña pero importante odisea personal de la protagonista lo conmueva hasta las lágrimas. Y, créanme, si no lloran viendo CODA deberían hacerse chequear con algún profesional. Adaptada de la película francesa LA FAMILIA BELIER (2014), esta película celebrada en el Festival de Sundance (ganó el Premio del Público, el Gran Premio del Jurado y el de mejor directora, además de ser vendida a AppleTV+ por la suma récord de 25 millones de dólares) cuenta la historia de la familia Rossi, compuesta por una madre, un padre y dos hijos adolescentes (Leo, el mayor, y Ruby, de 17 años) que viven en un pequeño pueblo costero de Massachusetts y se dedican a la pesca, que luego venden en el mercado local. La particularidad de los Rossi es que, salvo Ruby, los otros tres son sordos. Y ella, de algún modo, es su conexión con buena parte del mundo exterior, especialmente en lo laboral. Los Rossi son una familia bastante particular por otros motivos también. No solo se llevan muy bien entre ellos y se divierten, sino que Jackie (Marlee Matlin) y Frank (Troy Kotsur) no paran de tener sexo todo el tiempo incomodando a Ruby –que sí los escucha– y su casa es una caótica pero inspiradora cabaña donde, detrás del aparente silencio del lenguaje de señas (el 40 por ciento de la película está hablada así y subtitulada), hay un clima de amor y humor casi permanentes, aparte de una buena cantidad de chistes bien groseros. Pero todo se complica, claro. Al principio no parece grave pero uno pronto se da cuenta lo que se avecina. Ruby es víctima de bullying en el colegio (la chica tardó bastante en aprender a hablar «correctamente» y la cargan por eso) y todo podría cambiar si se atreve a mostrar su voz, su talento como cantante. Si bien se trata de una de esas construcciones de guión que invitan a mirar con cierta suspicacia (hija de sordos tiene dones como cantante, que además es algo que los suyos no pueden apreciar), CODA se hace cargo del cliché y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. ¿Cuáles son esas? El nuevo profesor de coro, «BeRRRnardo» Villalobos (encarnado por la estrella mexicana Eugenio Derbez) se asombra con el talento tapado de Ruby y le dice debería presentarse para una beca en la universidad de Berklee. El conflicto es obvio: a la chica la necesitan en casa –y en función de algunas complicaciones en el ambiente pesquero, más que nunca– y eso la pone en problemas a la hora de cumplir ese sueño. Y la pregunta que ella se hace, como dirían los Clash –cuya versión de «I Fought the Law» se escucha en la película–, es si «debo irme o quedarme». Todo lo que leerán sobre la trama sonará casi trillado. Y los puntos de inflexión narrativos parecen sacados de manuales de guiones demasiado perfectos, demasiado armados para ser creíbles. Pero salvo por la un tanto utilitaria subtrama romántica entre Ruby y Miles, un chico de la escuela que le gusta y con el que la chica tiene que hacer un dúo de un tema popularizado por Marvin Gaye y Tammi Terrell (el excelente «You’re All I Need to Get By«), todo funciona como un aceitado reloj, especialmente en lo que a emociones se refiere. Es que el hecho de que los familiares de Ruby sean sordos le da a CODA un punto de vista muy especial a lo que sucede. Por motivos que irán viendo –y que tienen que ver con la lógica interna de esta familia y su forma de relacionarse con el afuera–, las situaciones que tendrá que ir viviendo Ruby son especialmente emotivas, algo que Heder sabe apoyar desde el uso del sonido y el lenguaje de señas. No esperen acá la audacia ni la experimentación de SOUND OF METAL –película que tiene algunas similitudes temáticas con esta–, pero en los momentos en los que lo precisa, la realizadora logra generar fuertes sensaciones a partir de la ausencia de sonido. La británica Emilia Jones (LOCKE & KEY) está excelente en el rol de la conflictuada Ruby, mientras que tanto la más famosa Matlin (ganadora de un Oscar allá por 1986 gracias a TE AMARE EN SILENCIO) como Kotsur y Daniel Durant (que salieron de un casting hecho entre actores sordos e hipoacúsicos) tienen cada uno una conmovedora escena con la protagonista. Pero será la conexión entre todos ellos la que llevará al inevitable mar de lágrimas. No se trata de una tragedia ni nada parecido, pero las situaciones con las que los Rossi deben lidiar son conmovedoras, tristes y bellas a la vez. Lo que se dice un verdadero «crowdpleaser» de esos que a veces salen del Festival de Sundance, CODA (cuyo título es la sigla de Children of Deaf Adults) quizás no califique como una excelente película, pero cuando las fórmulas están tan bien ejecutadas, las relaciones entre los personajes tan bien delineadas y hay una verdad propia y muy creíble en lo que se cuenta y en lo que se muestra, es imposible no entregarse de lleno a la propuesta. Y también a las lágrimas… algo que pocos podrán evitar hacer.
EN EL FINAL ESTÁ EL COMIENZO CODA es una sigla; significa “Child of Deaf Adults” (hijo/a de un adulto sordo). Además, es la definición de lo que es el último movimiento en una pieza de música clásica. Una tercera acepción para el título se relaciona con la sustancia y el tono de la película; una feel good movie, lo que los estadounidenses definen como “una película para sentirse bien”. Entre esas tres posibilidades se maneja esta remake de la francesa La familia Bélier (2014), aquí como un producto de Apple TV que se erigió como la mejor película del último Festival de Sundance, donde tuvo una gran repercusión. Cierto es que ese festival ya no configura un parámetro, ni siquiera de lo indie que sí, en sus comienzos, parecía moldear. La historia es la de una familia sorda: mamá, papá y un hijo mayor pero con una hija que sí escucha, y que desde que aprendió a hablar se transformó, inevitablemente, en la intérprete de los tres. Ella es Ruby (Emilia Jones) y está en el último tramo de la secundaria, a punto de encontrar un camino posible dictado por el canto. Desde el plano que abre la película sabemos que cantar es lo que más la entusiasma, y es en esa presentación donde se aprecia cómo confluyen las tensiones de su vida: su pasión y el mandato familiar. Ese mandato es la pesca, negocio familiar que, además, peligra por una situación de cambios en la dinámica con los compradores. Frank (Troy Kotsur) y Jackie (Marleen Maitilin, la ganadora del Oscar por Te amaré en silencio) son los padres de Ruby, que la acompañan a pesar de las diferencias, las cuales no solo se presentan por las brechas generacionales sino también por lo natural, en la incapacidad de apreciar la pasión que la moviliza. En un diálogo, Ruby le dice a su mamá que el docente del taller de coro quiere promoverla para una beca en Berklee y ella le contesta: “¿Pintarías si yo fuera ciega?” En esos espacios grises la película se permite moverse sin el corsé de los estereotipos. Más aún, si pensamos que los tiempos actuales de la corrección política (en un segundo plano) también son los culpables de reconfigurar las ficciones para que todo tenga un etiqueta de antemano, que nos indique quiénes son los buenos y quiénes son los malos. La fórmula de un personaje que crece en cámara es el contorno de Coda, pero el aura de singularidad en la construcción de los personajes -a pesar de ser una remake- es la principal fortaleza, que se amalgama con la solidez de un montaje pertinente sin tiempos muertos innecesarios ni subtramas que no sean una ramificación unida a la historia principal. La británica Emilia Jones -de voz suave y atractiva- se presenta como un personaje posible y verosímil dentro de este mundo. Muy distinto hubiera resultado que su papel lo interpretara una cantante, incluso de mediana popularidad, ya que no tendríamos un hilo que marque la distancia entre ficción y realidad. En los miedos que su Ruby debe afrontar, en la decisión interna de “abandonar” a su familia para perseguir sus sueños, hay un sutil trabajo de su recreación. En su performance equilibrada, que apenas bordea el sentimentalismo, está la representación tonal de una película que nunca cae en la tentación dejarse caer sobre la pereza lacrimógena de soliloquios ni de clips para el Oscar. Aún así, el rumor de candidaturas para ese premio ya se empezó a correr.
La película ganadora del festival de Sundance La remake del film francés “La familia Bélier” (La Famille Bélier, 2014), producida también por Philippe Rousselet, adapta ideas y mantiene el nivel de emociones y genialidad de la original. La historia de la familia sordomuda cuya hija menor es la única oyente, guía y ayudante del resto, es la misma del film francés. Sin embargo en esta puesta del director y guionista Sian Heder la historia es ambientada en Gloucester, Massachusetts. La familia Rossi es de clase trabajadora y se dedica a la pesca. Esta cualidad le suma obstáculos de comprensión a los padres cuando la adolescente les plantea su deseo de ir a la universidad. Con ingenio y un agradable sentido del humor, CODA: Señales del corazón (2021) nos involucra emocionalmente con la familia en cuestión. Hay cierto encanto en la rutina laboral, el sacrificio del trabajo físico es “compensado” por el clima festivo que crea la familia en su barco pesquero. La dignidad del trabajo y la felicidad de la unión. La narración nos ubica en el punto de vista de Ruby (Emilia Jones), la adolescentes que puede escuchar, hablar y cantar sin inconvenientes, y que observa como el resto se burla de la discapacidad de sus padres. Con inteligencia el film jamás nos hace sentir lástima por la familia sordomuda. Su carencia es una entre otras (también tienen carencia de dinero) y la actitud siempre alegre de superar sus conflictos, junto a sus personalidades extravagantes, invitan a empatizar con ellos. Su padre Frank (Troy Kotsur) es todo un hombre limitado pero buen padre y esposo, su madre Jackie (Marlee Matlin, la actriz sorda ganadora del Oscar por Te amaré en silencio) y su hermano mayor Leo (Daniel Durant), conforman el estereotipo de gente tosca de pueblo, pero de un corazón inmenso. Ruby (Emilia Jones) es sin dudas una Rossi, pero contar con todos los sentidos la obliga a ser también la asistente de su familia. Cuando el profesor de canto (el mexicano Eugenio Derbez) descubre su talento para cantar y le ofrece el pasaje a la universidad, empieza su conflicto interno entre continuar ayudando a su familia o cumplir sus sueños personales. Del mismo modo que en Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) o incluso Billy Eliot (2000) estamos ante una producción donde la familia será el problema y la solución al conflicto. La integrante con posibilidad de progresar necesita del apoyo de su entorno. Un relato de superación como tantos otros, que toca la fibra sensible para lograr la emoción debida. El profesor de música y el padre son roles fundamentales para la adolescente, por ser los tutores y guías espirituales, pero también para la película: personajes caricaturescos que aportan la cuota de humor y encanto con sus gestos y reacciones al film. Es que el eje del relato está puesto en la necesidad de comunicarse, y en ese punto la película hace un exquisito uso del sonido para escenificar el conflicto. Todo se siente en su justa medida en CODA: Señales del corazón, una película que avanza por sendas conocidas y de igual manera sorprende y emociona.
Quienes ya disfrutaron de CODA, aseguran que debe ser una de las candidatas a los Premios Oscar. Y no se equivocan: la nueva cinta de Siân Heder es sencillamente conmovedora de principio a fin y merece su lugar en la próxima temporada de distinciones. Esta remake de la exitosa película francesa La Famille Bélier y ganadora del festival de Sundance, llega a los cines de Argentina el 21 de octubre con el objetivo de llenar sus salas. El nombre del film es, en realidad, una sigla. En inglés, CODA significa Child of Deaf Adults, lo que quiere decir Hija de Padres Adultos. Esto es justamente lo que vive Ruby, una adolescente que es la única persona oyente de su familia y poco a poco comienza a sentirse agobiada de que todos dependan de ella para muchas de las actividades diarias. Todo aquello se ve reforzado cuando se une al club del coro de su escuela secundaria, donde descubre su don para cantar. De esta manera, su profesor Bernardo Villalobos la alienta a audicionar para una prestigiosa escuela de música, lo que la obligará a elegir entre sus obligaciones familiares o sus propios sueños. Eugenio Derbez, Marlee Matlin, Emilia Jones, Daniel Durant y Troy Kotsur son los actores que funcionan como narradores de esta profunda historia con momentos inolvidables. Pero además de su trama y su maravillosa ejecución, CODA funciona como un claro ejemplo de representatividad en el cine. No solo todos los actores que interpretan a personas hipoacúsicas, lo son también en la vida real, sino que su protagonista pasó más de nueve meses aprendiendo Lengua de Señas para comunicarse a la perfección con sus compañeros de equipo. Y todo eso, se ve también reflejado en unas cuantas escenas que traspasan la pantalla. Es cierto que por momentos puede volverse un tanto predecible o que cae en situaciones terriblemente cliché (ni hablar del romance que vive Ruby con su compañero de coro). Pero Siân Heder supo encontrar la dosis justa para combinar en una fórmula perfecta la emoción, los conflictos familiares, la búsqueda de un sueño y el talento de un reparto maravilloso. CODA, es un largometraje que vale la pena disfrutar en el cine para escuchar aquel silencio de sus personajes que, con ayuda de las señas, tienen tanto para decir.
Cuando se mostró en febrero, en el festival de cine de Sundance, este segundo largometraje de la directora Sian Heder, remake de la francesa La familia Bélier (2014) se llevó los premios principales. Incluyendo el del público. Así se desató un hype y una puja entre las plataformas para ver quién se quedaba con ella y ganó Apple, que la compró por la cifra récord de 25 millones de dólares. CODA, sigla para Child of Deaf Adults, es una ingeniosa y entretenida feel good movie o crowd pleaser. El tipo de películas que se ven con placer y están pensadas para hacer pasar a las audiencias un rato agradable. Esto, que puede sonar despectivo para otro tipo de films, aplica aquí como puro elogio. Heder usa todos los elementos de la comedia amable, casi lugares comunes, con la gracia y la falta de pretensión de una sólida comedia amable. El centro de la historia es Ruby, una adolescente con un talento especial para la música y el canto, la única de su familia capaz de escuchar y hablar. Como traductora e intérprete de un grupo de sordomudos, su mundo personal se ha visto bastante limitado. En rigor, no tiene el tiempo para un mundo personal. Ruby trabaja en el barco pesquero de su padre, va al colegio, hace la tarea y se ocupa de su familia. Que no es una familia muy normal, no solo por su discapacidad, sino por sus costumbres. Mamá Jackie (Marlee Matlin, la única actriz sordomuda ganadora de un Oscar, por Te amaré en silencio, de 1986), papá Frank (Troy Kotsur) y hermano Leo (Daniel Durant) empezarán a entender, no sin conflicto, que Ruby tiene su propia vida. Cuando ella despunte ese talento para la música, con un profesor, llamado Bernardo Villalobos, que la “descubre” y la convence de aplicar para una beca. Historia de crecimiento, retrato familiar, con subtrama romántica, CODA nos acerca tanto a su protagonista (interpretada por la inglesa Emilia Jones, fantástica) que no hay forma de dejar de acompañarla desde la escena uno. Hablada en buena parte en lenguaje de señas, se filmó con actores sordos, con Jones como única oyente. Y consigue hacer de ese “idioma de las manos” un factor central de un relato que, sin necesidad de edulcorantes, divierte y emociona.
La segunda película de la realizadora de Tallulah (2016) fue la gran revelación del último Festival de Sundance al ganar el Gran Premio del Jurado y las distinciones a Mejor Dirección, Mejor Elenco y la que surge del voto del público. El boom por este crowd-pleaser fue tal que, luego de una ardua puja con otros streamers, Apple TV+ desembolsó la cifra récord de 25 millones de dólares para quedarse con los derechos mundiales. Ahora que llega a los cines de Argentina el público podrá apreciar si esta remake del film francés La familia Bélier (2014), de Éric Lartigau, está a la altura de semejante hype. Ruby Rossi (la londinense Emilia Jones, toda una revelación) es una CODA (Child of Deaf Adults). En efecto, esta adolescente de 17 años es la única con la capacidad para escuchar y hablar en el ámbito de una famila de sordomudos que completan su padre Frank (Troy Kotsur), su madre Jackie (Marlee Matlin) y su hermano mayor Leo (Daniel Durant). Los Rossi viven en Gloucester, una pequeña ciudad costera de Massachusetts, y se dedican a la pesca. Frank y Leo manejan las redes, pero quien les permite comunicarse (y negociar) con el resto es la abnegada Ruby, quien luego de tocar tierra tras una larga madrugada en altamar va corriendo desde el barco hasta el colegio secundario, donde suele quedarse dormida en plena clase. A Ruby le gusta Miles (Ferdia Walsh-Peelo) y como éste se anota en el coro, ella también se suma. Allí, el profesor de música Bernardo Villalobos (el mexicano Eugenio Derbez, pura simpatía) descubrirá que ella posee una hermosa voz y un talento único a desarrollar. Lo demás lo pueden intuir: Ruby y Miles deberán practicar juntos, mientras que ella quedará tironeada entre su vocación por el arte y su deber por ayudar a una familia que depende completamente de ella. Esta remake de la comedia La familia Bélier (una feel-good movie que se convirtió en un fenómeno comercial con escasos precedentes en el cine francés) dosifica con precisión las distintas aristas familiares, comerciales, románticas y artísticas de la trama como quien tiene los secretos de una fórmula perfecta y sabe aplicar los distintos elementos en las dosis justas. Hablar de fórmula podría sonar a algo peyorativo, pero en el caso de la guionista y directora Siân Heder es todo un mérito. Es cierto que por momentos la película apela a cierto costumbrismo grotesco (como el desenfreno sexual de Frank y Jackie) o a algunos lugares comunes del género romántico (las edulcoradas imágenes de Ruby y Miles nadando en el lago), pero lo que tiene de cliché y exageración queda compensado con creces por la gracia y sensibilidad del elenco, desde ese extraordinario actor que es Troy Kotsur (que parece una reencarnación de Frank Zappa) hasta la consagratoria Emilia Jones, quienes hacen magia mediante el lenguaje de señas. Ella es el corazón y el alma de una comedia que no hará historia a nivel artístico dentro del cine indie estadounidense (sí lo hizo, como quedó dicho, a nivel comercial), pero que indudablemente entretiene y emociona.
No pasa seguido, por más que se vaya mucho al cine y el porcentaje de probabilidades crezca, que una película conmueva con buenas armas, sin golpes bajos y, además, sea muy buena. CODA es una de ellas. ¿En qué radican sus bondades? Sus puntos a favor son que emociona sin apelar a los resortes más clásicos ni a clichés, aunque la familia Rossi tenga lo suyo. Son un clan, ¿cómo decirlo? Bastante particular. Y no porque mamá, papá y el hermano mayor de Ruby -la protagonista, interpretada por Emilia Jones, de Locke & Key, de Netflix- sean sordomudos. Frank y Jackie viven y disfrutan del sexo sin privarse de nada, así como discuten y pelean por cómo lograr el sustento. De la nada, Frank puede soltar en lenguaje de señas un “¿Sabés por qué Dios hizo que los pedos huelan? Para que las personas sordas también puedan disfrutarlos". Bueno, todo -o casi- es así en CODA. La directora Sian Heder, que entre sus antecedentes cuenta haber sido guionista de Orange is the New Black, muestra, ingresa con la cámara en la intimidad del hogar y logra que todo lo que se observe parezca natural. Sí, hasta el sistema de señas con que Ruby y los suyos se expresan. No hay nada de manipulativo en CODA CODA es el acrónimo en inglés por hijo de adultos sordos (child of deaf adults), y en el caso de Ruby el peso que siente esta adolescente es aún mayor porque, como decíamos, su hermano mayor también es sordo. Así que Ruby es el nexo indispensable en la familia para comunicarse con el exterior, por ejemplo, para participar en una asamblea de pescadores -los Rossi se dedican a la pesca, pero ellos como otras familias pesqueras sienten que van para atrás: los intermediarios en los muelles de Gloucester los están exprimiendo. Pero Ruby, que ayuda en al bote pesquero a su padre y a su hermano Leo, es bastante tímida afuera del hogar y del barco. Y si en el colegio se anota en el coro es porque allí lo hizo Miles (Ferdia Walsh-Peelo, el rey Alfred en Vikingos). A Ruby el canto no le interesa(ba). Pero, y siempre hay un pero, Ruby tiene una gran voz, y el maestro que se presenta como Ber-narrrrrrrrrrrdo Villalobos (el comediante mexicano ya afincado en Hollywood Eugenio Derbez, que le pondrá la voz a Speedy González) descubrirá un talento desconocido en ella. El conflicto, la piedra en el asunto es que si Ruby deseara abrirse camino como cantante -el profe de canto impulsa que con Miles hagan a dúo You’re All I Need to Get By en un concierto, y que se postule a una beca en el Berklee College of Music en Boston-, la chica dejaría “en banda” a la familia. Es una historia de amor y de dependencia. Todos necesitamos afectos, cariño, sentirnos cuidados y respaldados. Pero pregúntenle a Ruby qué hacer, si largarse a lo que desea o quedarse en Massachussets y ayudar en la venta de la pesca. Hay varios momentos en CODA que, por sorpresivos, o por agarrarnos con la guardia baja, nos pueden emocionar. Tienen que ver, casi siempre, con actitudes o hasta preguntas. Jackie, que no se lleva de 10 con su hija, no entiende la atracción de Ruby con la música, y es capaz de encararla y preguntarle "Si yo fuera ciega, ¿te gustaría pintar?". Ruby no se queda atrás, y en un momento se anima a consultarle a su madre si deseaba que ella, Ruby, hubiera nacido sorda. La naturalidad y la honestidad de los diálogos, que así como se los escucha son profundos y a la vez risueños, es lo que hacen de CODA una película disfrutable. Desde que vemos a Ruby, Frank y Leo en la embarcación, con el rock a todo lo que da -la única que se divierte, claro, es ella- hasta el momento en el que hay que tomar una decisión que involucre al futuro de todos. Adaptación estadounidense de La familia Bélier (2014), de Eric Lartigau, en la película original en vez de pescadores eran granjeros, y el único actor que era verdaderamente sordo era Luca Gelberg, el hermano -menor en ese filme- de la protagonista. Aquí mamá, papá y el hermano lo son en la vida real. Jackie es Marlee Matlin, ganadora del Oscar a la mejor actriz protagónica por Te amaré en silencio (1986), con William Hurt, lo mismo que Troy Kotsur (Frank ) y Daniel Durant (Leo). A CODA la eligieron para abrir el Festival de Sundance este año, donde ganó el premio del público. Y no se sorprendan si el 8 de febrero la escuchan entre las nominaciones al Oscar.
La palabra CODA en inglés es una sigla y acrónimo de Children of Deaf Adults, que puede traducirse como Hijo de Adultos Sordos, o más bien, apuntando al sentido de la definición, Hijo de Padres Sordos. Claro, la sordera no necesariamente es hereditaria y un hijo de padres sordos puede a su vez serlo o no. En el caso de la familia Rossi, con ambos padres sordos, sus dos hijos se reparten en un 50/50. Ruby es la hija oyente, única no sorda en una familia que se dedica al negocio de la pesca en un pequeño pueblito costero. Por su condición Ruby sirve muchas veces de mediadora entre sus padres y hermano y el resto de la comunidad, sobre todo en lo que hace al negocio familiar. Pero Ruby es una adolescente en plena búsqueda de su identidad y de decidir que quiere hacer con su vida. Además le gusta la música y cantar. Y parece que lo hace muy bien. Por lo menos es lo que sostiene su profesor de música y coordinador del coro del colegio al que Ruby se inscribió un poco para estar cerca del chico que le gusta y otro poco porque efectivamente hay algo de la vocación que empieza a tirar. En medio de las clases y ensayos del coro, se hace evidente para el profesor que Ruby está para más y que una voz como la suya, si se la entrena como corresponde, puede brillar realmente. Es por eso que le propone presentarse a las audiciones para entrar en la prestigiosa escuela de música de Berklee. Esto parece una excelente noticia para Ruby en tanto oportunidad concreta de dedicarse a lo que verdaderamente le gusta, pero por otro lado la pone en conflicto directo con sus padres que cuentan con ella para sostener el emprendimiento familiar. Además de la ironía de que el objeto de su deseo se exprese en un área que no puede compartir con su familia y que esta ni siquiera pueden llegar a entender cabalmente. Es así que Ruby se encuentra en una disyuntiva que tendrá que resolver de algún modo entre su vocación y sus compromisos familiares. CODA: Señales del corazón, escrita y dirigida por Sian Heder, es la remake de La familia Belier (2014), una exitosa comedia dramática francesa. Se trata de un film amable y bienintencionado, donde los conflictos se producen más bien por problemas de comunicación (que no tienen que ver necesariamente con la discapacidad) entre personas que se quieren y la cuestión es cómo resolverlos sin lastimar al otro ni renunciar al propio deseo El tema de la discapacidad de algunos de los personajes está resuelto con elegancia, sin caer en la condescendencia. Por el contrario, los miembros sordos de la familia son mostrados no como víctimas ni figuras desvalidas sino autosuficientes y con personalidades fuertes. Heder no intenta que sintamos pena por ellos sino simpatía, y es también por eso que refuerza en ellos ciertos aspectos de comicidad. Ambos padres son una pareja bastante extrovertida, con algo de hippies y paletos, un poco atolondrados y testarudos pero que saben bien lo que quieren y se plantan cuando es necesario. Se pelean, se ríen, se tiran pedos y tienen sexo, una faceta que no suele ser frecuente en la representación de personas con discapacidad, incluida con saludable desparpajo. Esa originalidad en el retrato de la discapacidad no impide igualmente que el film caiga en otros lugares comunes, esta vez del subgénero que podríamos llamar Perseguir los sueños: la duda ante el propio talento, la incomprensión y el conflicto con los padres que pretenden otra cosa, el don natural que se impone por su propia evidencia y, no podía faltar, el profesor cabrón pero involucrado que cree en la protagonista y la presiona para que de lo mejor de sí, incluso lo que ella misma no sabe o no cree que puede dar. En la terminología musical la Coda es la parte final de un movimiento que funciona como un epílogo. La homofonía quizás no sea casual si tenemos en cuenta que el film es también un Coming of Age, donde Ruby está viviendo el final de su adolescencia y está dando cierre a una etapa de su vida para dejar de ser una niña, la niña de sus padres, y encarar el inicio de su vida adulta para lo cual debe resolver qué es lo que va a hacer acerca de su futuro. El resultado final es una película liviana y buena onda, que afortunadamente evita caer en los vicios habituales en los temas que trata, que apuesta a la emotividad sin desmadrarse, con una historia ya vista y personajes queribles, que se deja ver con simpatía. CODA: SEÑALES DEL CORAZÓN Coda. Estados Unidos, 2021. Dirección: Sian Heder. Elenco: Emilia Jones, Eugenio Derbez, Marlee Matlin, Troy Kotsur, Daniel Durant. Guión: Sian Heder. Fotografía: Paula Huidobro, Música: Marius De Vries. Edición: Geraud Brisson. Diseño de Producción: Diane Lederman. Dirección de Arte: Paul Richards, Jeremy Woolsey. Producción: Fabrice Gianfermi, Philippe Rousselet, Patrick Wachsberger. Producción Ejecutiva: Sarah Borch-Jacobsen, Ardavan Safaee. Duración: 111 minutos.
Siân Heder, la cineasta estadounidense que debutó con Tallulah (2016), es la encargada de dirigir ‘CODA: Señales del Corazón’, una remake del largometraje francés “La Famille Bélier” (2014) que arrasó en la taquilla de su país. Esta nueva versión fue estrenada mundialmente en el Festival de Cine de Sundance de 2021 y demostró ser una de las mejores de la competencia, llevándose a casa 4 premios de la Competencia Dramática de Estados Unidos, incluyendo el Gran Premio del Jurado, el Premio del Público y los reconocimientos Mejor Dirección y Mejor Elenco. La película sigue la historia de Ruby (Emilia Jones), una adolescente de 17 años y la única integrante con la capacidad de oir dentro de una familia de sordos, es decir, una “Child Of Deaf Adults” (CODA). Mientras ayuda en el negocio pesquero de su familia, acompañamos a la protagonista en el camino del auto-descubrimiento. Los Rossi viven en Gloucester, una pequeña ciudad costera de Massachusetts. Su padre y su hermano se encargan de las redes de pesca, mientras que Ruby es la designada para la comunicación con el resto ya que pareciera que nadie en la ciudad entiende lenguaje de señas. En medio de una crisis económica y laboral de los pesqueros de la zona, Ruby comienza a manifestar una pasión por el canto y es impulsada por su profesor de coro del colegio a audicionar para una universidad de música. La adolescente se ve forzada a dividir su tiempo entre su familia y forjar su propia identidad. En este largo recorrido la vemos ser víctima de bullying, enamorarse por primera vez y animarse a explorar nuevas experiencias como cantar en un escenario. Lo cierto es que esta era de incontables remakes y refrites de historias y personajes, que pareciera interminable, nos vuelve medio escépticos pero CODA nos da un poco de esperanza. La película tiene una fórmula que no es nueva: una adolescente fragmentada entre su deseo más profundo y el mandato familiar. Esto lo venimos viendo repetido hasta el hartazgo en la historia del cine contemporáneo, por ejemplo en las más famosas películas de Disney. Entonces, ¿qué vuelve a CODA tan especial? Un gran elenco y una demanda social a la que se hace alusión numerosas veces: las demás personas de la ciudad no tienen intención en romper su comodidad en pos de la inclusión y el reparto lo demandará en una actuación muy emotiva y respetuosa. Una coming-of-age con un trasfondo social de gran peso, que no le teme a lo cursi: es consciente de su característica y la lleva con mucho orgullo porque tiene mejores intenciones y grandes objetivos.
CODA, señales del corazón, de Sian Heder ¿Por qué hacer una remake? Siempre pensé que una remake debía aportar algo al original, o porque éste había envejecido y el director quería actualizar algo que le resultase importante, como es el caso de Shakespeare, o porque la historia era de tal magnitud que podía ser abordada desde múltiples ángulos, como son los casos de Los siete Samuráis, ((七人の侍 Shichinin no samurai, Kurosawa 1954), o Sin Aliento (À bout de souffle, jean-luc Godard, Francia 1960 ). O como caso excepcional, dada su condición experimental, la Psicosis de Gus Van Sant (Psycho, Gus Van Sant, EEUU, 1998) donde la remake consiste en una copia exacta, (salvo un plano) del original (Psycho, Hitchcock , EEUU,1960). Siempre me llamaron la atención las remakes norteamericanas de producciones europeas. Me interesó que es lo que cambian, por qué el interés de hacerlas a su gusto, tanto podríamos decir estético como ético y lógico En la version del éxito francés La famille Bélier (Eric Lartigau, Fran. 2014) que se estrena el proximo 21 de octubre, ni el cambio de título ni el de guión son ingenuos. Un melodrama centrado en las dificultades de un único oyente en un entorno familiar de sordos. CODA, su título americano indica su lógica, principalmente la de un modo de pensar norteamericano: todo cobra excepcionalidad, aunque ellos digan que no es excepcional, esta esquizofrenia en el discurso se nota a toda escala. La reducción del lenguaje, llevado a un acrónimo en el título, apela a una de esas tantas categorías que sólo existente en EEUU (Child of Deaf Adults) y que por lo general, como decía, lleva más a tipificar que a incluir, generando una explosión de minorías (todo el mundo debe tener algo con qué identificar su problema). En Argentina, no tuvieron mejor idea que agregarle “Señales del corazón”; (“nos siguen pegando abajo” diría el compositor García, o nos siguen subestimando como espectadores). El título suena bien pero crea un nonsense que no es un oxímoron; lo único que hace es remarcar el carácter melodramático, al modo del que cree del que por salar más la comida va a tener más sabor. CODA, de la realizadora Sian Heder, (1974, EEUU) educada en la Carnegie Mellon University (BFA), que cuenta con un film ya seleccionado en Sundance, (Tallulah, EEUU, Netflix, 2016) donde tambien gana con CODA Lo escribo con mayúscula porque como dije se refiere a un acrónimo. No quiero hacer comparaciones, pero debo decir que si La famille Belier era una comedia en medio de un problema realmente serio, como es la relación conflictiva de una familia (podría también ser un grupo de amigos) no oyente, con algún hijo/a con la particularidad de oír, era un film que se plantaba de cara a la música desde un compromiso con la historia reciente de la cultura francesa. El tema del parecido del actor con Gainsbourg o la discusión de la chanson française, que hunde sus raíces en la poesía de la Edad Media, cantada por trovadores y dedicada principalmente al amor cortés. Este género llega al Pop Francés de la mano de Charlotte Gainsbourg, Chiara Mastroianni o Benjamin Biolay, y la canción elegida para el el cierre del film es concordante con el problema que encara el film. Casi una muestra de que la Francia rural no está relegada la crianza de vacas y puede hacer política. Un sordo que lee a Holland puede llegar a alcalde porque, como dice bien, no es una enfermedad sino una condición. En este caso, el de decir ciertas verdades. La escena donde los padres tienen sexo a cualquier hora señala algo interesante y es que en todas las casas se escucha si los padres tienen sexo, el tema es cuándo o cómo, o si directamente se hace que no se lo escucha. Un tema interesante para el psicoanálisis. Coda, además de convertir el film de Lartigau en “una de esas peliculas de fin de curso” es un film de la era Post Trump, su objetivo aparente es el de mostrar que el no oyente no es un impedimento, ni es mayor problema. Y todos los problemas (de seguridad, algo infaltable en un film americano) se resuelven amablemente, hasta la conformación de un gremio. Berkeley es presentado con un leve dejo a Fama (Alan Parker, United Artist, Canadá-EEUU, 1988) para los que la recuerdan, pero más parece una publicidad de la escuela. Un profesor latino (cosa que introduce un problema completamente distinto en ambos filmes), incluso la ambigüedad sexual inicial, es resuelta a favor de un hombre cis con hijo y esposa. Muestra que el cine americano todavía está estancado en categorías que debería poder superar, solo en la CF, el problema de género está más actualizado, pero ese es un problema que todavía queda lejos. El nombre del director de música en la remake americana es un capítulo aparte, y no tiene por que saberlo todos pero la elección del nombre no queda claro si es un homenaje mal hecho o raya la burla descarada: Bernardo Villalobos (Eugenio Derbez), Villa-Lobos (Heitor Villa-Lobos (Río de Janeiro, 5 de marzo de 1887-Ibid., 17 de noviembre de 1959) es quizás uno de los más grandes músicos de toda la historia América, pero es brasileño y no latino hispanoparlante. Profundamente nacionalista aunque su música tiene proyección universal haciendo lo que hizo Bartok o Stravinsky que supieron reunir la tradición musical de origen portugués y local brasileña y afrobrasileña con la gran forma de composición occidental, su presencia no se entiende sino como un guiño mal hecho a la comunidad latina, con lo cual no deja de tener un trasfondo racista, aunque la autora haya querido hacer, como dije, un homenaje. Mientras en el film original, como los franceses se preocupan sólo por sí mismos, el músico es una parodia del gran Gainsbourg, incluso todo el film es un gran homenaje a la chanson français, incluso la elección del tema final acerca el film a la de Resnais Conozco la canción (Alain Resnais, On connaît la chanson, Francia, 1997) Si la versión francesa quiere encarar los problemas del crecimiento, la pubertad y el sexo, en CODA parece que a los hombre sólo les interesa “liarse” mujeres que se “calientan” con chicos lindos (ahora por los códigos nuevos se convocan con talla generosa). El problema de gobierno se convierte en un problema de venta, con o sin intermediario, que en el film aparece engañosamente como un problema de agremiación, de voluntad de ser libre empresario. Hay que señalar que en todo caso el gremio que se forma es un gremio patronal, no uno de trabajadores, y subyacente está la idea de que si no sos patrón de vos mismo es lógico y natural que alguien te explote. Olvidan obviamente la criminalización permanente de los sindicatos, o los asesinatos de estado de Sacco y Vanzetti Digamos, Coda conserva los elementos identificatorios en los que se asienta, y hace una version que más parece hecha o pagada por alguna agrupación que se dedica al problema de chicos oyentes en familias no oyentes. Suena artificial, incluso en la fotografía que desaprovecha de manera asombrosa un lugar de bosques montañas y mar; de barcos y gaviotas. El film tiene más de esas recetas hechas en quince minutos que en lugar de prescribir un buen descanso, prescriben aspirinas para seguir trabajando al dia siguiente. Para finalizar, una reflexión más: podría tratarse de la lucha que emprende un adolescente para separarse de unos padres demasiado posesivos, tema siempre vigente, pero podría haber enseñado algo de los problemas actuales de un adolescente trabajador, entonces cobraría sentido el título coda, ya que la misma indica el final de una composición musical (del italiano: cola) la coda funciona como un epílogo, esta puede cobrar diferentes formas, decrescendos, crescendos, repeticiones etc, se suele decir que Beethoven fue con quien cobró importancia; entonces el desprendimiento, el tomar alas y volar del nido sería el significado del título, la aceptación de los/sus padres, de que ya no es una niña y que no la pueden convertir en un apéndice utilitario de su vida. Todo es tan amable que me lleva a preguntar cuál es la coda, o es sólo la gracia de que el tema de la música coincide con el acrónimo institucionalizado. Se me infiltran, y no puedo explicarlo en breves líneas todo un mar de ideas sobre la codificación y tipificación. El amor que los norteamericanos tienen por clasificar, osea subsumir todo a una categoria principalmente clínica, es una ideología particular. Cuando ellos muestran cómo el Estado se preocupa por tu bienestar y te multa por no cumplir con esas regulaciones que en definitiva “son por tu bien” también es ideología. Pero siempre les es difícil aceptar que sus filmes son principalmente ideológicos y que es su ideologia la que presentan siempre como la mejor
Es una muy agradable comedia, una remake de una película francesa (La familia Bélier). El título alude a una sigla en inglés que define a la protagonista, hija de adultos sordos. Y si bien es la historia de una chica discriminada y tímida, el verdadero enlace de sus padres y su hermano con el mundo parlante, también es la típica historia de crecimiento. El descubrimiento de habilidades como cantante, un profesor que la impulsa y el nacimiento del primer amor. Eso sumado a un cansancio de rol familiar y a una necesidad de independencia completa todos los elementos bien jugados por la guionista y directora Sian Heder. Están todos los giros de la comedia de manual pero muy bien realizados y cuando nos queremos dar cuenta, aparece la legítima emoción y la lágrima resultado de un momento sin trampas. Hay escenas que son verdaderos hallazgos. Y grandes actores sordos como Marlee Matlin, Troy Kotsur y Daniel Durant. Y la buena de Emilia Jones Jones para pulsar todos los recursos.
"CODA: señales del corazón", el cine, ese terreno donde los sueños pueden cumplirse El film es una apuesta por la inocencia y la superación, además de representar un mundo vaciado de cinismo e ironía. Lo que a priori suena cursi es resuelto con fluidez y eficacia, utilizando elementos del romance juvenil, pasos de comedia y algún apunte social. Es muy probable que CODA: Señales del corazón sea el primer caso en la era del streaming de lo que en la jerga cinematográfica tradicional –aquella que pivotea alrededor del estreno en salas– se llama “sleeper”, es decir, películas por las que nadie da dos mangos que, sin embargo, terminan convirtiéndose en fenómenos comerciales. El segundo trabajo de la directora y guionista Siân Heder fue la gran revelación del Festival de Sundance al llevarse el Gran Premio del Jurado y los reconocimientos Mejor Dirección, Mejor Elenco y el del voto del público, desatando una puja entre las principales plataformas que terminó de inclinarse a favor de Apple TV. Mejor dicho, de los 25 millones de dólares que pagó por los derechos de esta comedia dramática sin actores conocidos ni un gran despliegue de producción detrás, pero que tiene una indudable capacidad para conectar con el público. Por cuestiones de la distribución internacional actual, CODA se estrena en salas en varios países del mundo, entre ellos la Argentina. Como ocurre con la serie Ted Lasso, hay en CODA una apuesta por la inocencia y la bondad generalizada, por moldear un mundo vaciado de cinismo e ironía donde los problemas se resuelven sin demasiadas complejidades, que sintoniza a la perfección con su tiempo. Cuesta pensar una película de este tipo escindida de su contexto: si todo alrededor parece desmoronarse como un castillo de naipes mal armado, Heder propone un relato optimista y entrador, de digestión fácil y hecho a pura fórmula. Lo cual, en este caso, no tiene nada de malo. Al contrario: cuando prodigan las películas armadas en base a algoritmos, CODA tiene las dosis justas de cada uno de componentes elegidos por su directora. Hay algo de romance juvenil, algún que otro apunte social sobre la precarización laboral en las alas más artesanales del mundo del trabajo, ciertos pasos de comedia incluidos con precisión para airear el relato y, claro, una fuerte creencia en el cine como un terreno donde los sueños pueden cumplirse. Y eso que lo que sueña Ruby (la británica Emilia Jones, un hallazgo notable) no es nada fácil de materializar. La chica es hija de un matrimonio de sordos, lo que en inglés se llama Child of Deaf Adults –de allí el acrónimo que sirve de título, CODA–, que se dedica a la pesca en aguas abiertas. Un emprendimiento íntegramente familiar, que contempla a papá Frank (Troy Kotsur), mamá Jackie (Marlee Matlin) y también a Ruby y su hermano, también sordo, Leo (Daniel Durant). Difícil articular una vida escolar, de adolescente promedio, cuando hay que trabajar y hacer las veces de intérprete para negociar un precio cada vez más a la baja. Más aún si llega al pupitre desprendiendo olor a pescado, lo que depara burlas por parte de sus compañerxs. Por si fuera poco, el interés de Ruby no son las redes ni los barcos, sino cantar. Un problemón tratándose de un entorno familiar silente donde la comunicación es con gestos y señas. Y encima la chica no puede más de timidez. Pero si dejara vencer por estos obstáculos, no habría película. Es entonces que entra en escena la inscripción para el grupo de coro escolar y, con ello, el profesor Bernardo Villalobos (el mexicano Eugenio Derbez). Remake de la mucho más edulcorada La familia Bélier (2014), del francés Éric Lartigau, CODA presentará, de allí en más, una hoja de ruta conocida: la lucha de Ruby contra sí misma para empujar los límites de su personalidad, la de ella contra una familia que no quiere saber nada con que la nena quiera dejar el negocio para ir a una escuela de música, la aparición de un interés romántico en su compañero de dueto y, obviamente, el rol de profe como inspirador y apoyo. ¿Que suena cursi? Lo es, y a toda honra. Heder tenía todos los números para derrapar en su cruza de comedia y sordera, pero lo soluciona mixturando las distintas subtramas con fluidez y atendiendo principalmente a los deseos, motivaciones e inquietudes de sus personajes, a quienes vuelve mucho más que portadores de valores y dueños de líneas de diálogo.
CANTAR CON LAS MANOS Remake del film francés La familia Bélier (Éric Lartigau, 2014), CODA es la historia de una familia en la que casi todos son sordos, a excepción de la hija menor, Ruby (Emilia Jones), quien desde niña sirvió como intérprete para que sus padres y su hermano pudieran vivir en relación con el mundo. A partir de esa premisa, que fácilmente podría caer en estereotipos y golpes bajos, la directora Sian Heder construye una película en la que sobresale el humor, pero no el humor oscuro que ironiza sobre las propias dificultades (un procedimiento que puede verse en films como The fundamentals of caring o Come as you are), sino una forma más cotidiana, ligada a la vida diaria de una familia que, lejos de victimizarse, aprende a divertirse en sus propios términos. Para contar esta historia sobre una adolescente tironeada entre su deseo de dedicarse a cantar y su obligación como el único miembro con audición de una familia de pescadores, la directora naturaliza el lenguaje de señas dentro de la narración. Son pocas las veces en que la sordera de los personajes representa una complicación (hasta que las circunstancias se imponen), porque a Heder no le interesa remarcar lo difícil que es ser sordo en un mundo donde la gente se comunica hablando, si no que prefiere concentrarse en como esos personajes se relacionan entre sí. Ruby se avergüenza de sus padres (interpretados por Troy Kotsur y Marlee Matlin, quienes, al igual que el actor que interpreta al hermano, Daniel Durant, son sordos en la vida real) porque viven su relación con libertad, tienen sexo constantemente, toman vino, se drogan, y no se tienen lástima a sí mismos frente a los demás. Y tampoco temen expresarse, lo que para Ruby es incómodo porque tiene que oficiar de intérprete, como en la visita al médico donde les diagnostican hongos genitales. El lenguaje de señas no solo está integrado a los diálogos, si no que en ocasiones sirve también para expresar lo que no se puede decir con palabras (como la escena en la que Ruby le explica a su profesor por qué quiere cantar), o para dar lugar a un humor completamente físico, como en la escena donde se recomienda el uso de preservativos. Sin desbordarse hacia ninguno de los temas que presenta (la familia, el trabajo, el primer amor, los sueños, el sacrificio, la música), la película avanza con fluidez y oficio, y se permite ser emotiva con nobleza, entendiendo que a veces la emoción está en los pequeños gestos. En una protagonista cantando y haciendo señas al mismo tiempo para que su familia la entienda, y no en la manipulación calculada del espectador, tan pisoteado que termina por insensibilizarse. CODA (Children of Deaf Adults, es decir, hijo de padres sordos) es una película sencilla y cargada de frescura, de esas que te remueven sin dejarte de cama, y que además tiene el gran mérito de hacer soportable a Eugenio Derbez, en la piel de un profesor de música que termina cayendo bien. Hoy por hoy, no es poco.
Una inferior adaptación estadounidense Como hija de adultos sordos, Ruby es la única persona oyente en su familia. Cuando el negocio pesquero de la familia se ve amenazado, Ruby se encuentra dividida entre perseguir su amor por la música y su miedo a abandonar a sus padres. Es imposible para mí no empezar esta reseña hablando de la manía capitalista, egocéntrica y caprichosa que tienen los norteamericanos en hacer remakes de grandes películas internacionales. Lo hemos visto en cientos de ocasiones, -y seguiremos viendo-, pero me sigue sorprendiendo la pereza artística y la dificultad que tiene el mundo angloparlante para ver películas con subtítulos. “Una vez superada la barrera de los subtítulos, descubrirán películas maravillosas” diría Bong Joon-Ho al ganar su Globo de Oro en el 2020. Pero en lugar de solo apreciarlas, deciden apropiarse, al pie de la letra, de historias ajenas. En 2014 se estrenó en Francia La Familia Belier una hermosa película sobre una familia sorda y su hija oyente que quiere cantar, dirigida por Éric Lartigau y escrita por Victoria Bedos. Rescatando grandes piezas musicales francesas de Michel Sardou y con un tono tierno, familiar y conmovedor, fue bien recibida por la crítica y el público francés. Seis años después se estrenaba en el Festival de Cine de Sundance 2021 CODA, la adaptación de la película francesa dirigida por Sian Heder. Al igual que su predecesora, seguimos la historia de una adolescente, en este caso una norteamericana llamada Ruby Rossi (Emilia Jones) que es la hija menor de una familia donde ambos padres y su hermano son sordos. La familia Rossi vive de la pesca y depende en gran medida de su hija oyente para los intercambios con su comunidad, desde la venta de sus pescas hasta las citas médicas de sus padres Ruby es aparentemente imprescindible para ellos. La historia podría tratarse de un coming-of-age tradicional: la protagonista es una adolescente que está descubriendo que quiere hacer tras graduarse, ha sido matoneada en el colegio y mientras descubre su vocación, con ayuda de un mentor particular, se enamora con un compañero suyo (Ferdia Walsh-Peelo de Sing Street). Sin embargo, la película es más que eso. Algunos podrían suponer que la clave del éxito de esta historia recae en la sordera de la familia, y si bien es un elemento central e importante, la magia de La familia Belier y CODA, radica en que la sordera es parte de la vida, pero no su característica principal. La clave en cambio es el evidente amor y autenticidad de lazos familiares, y la angustia de la protagonista por decidir entre su individualidad y su amor y responsabilidad con su familia. Ambas películas logran conmover al espectador que más allá del contexto altamente específico es inmediatamente comprensible e identificable. No obstante, dejando de un lado la historia, hablemos específicamente de CODA y empecemos por lo bueno. Como acabo de mencionar, la cinta destaca gracias a la dinámica familiar, sus encantadores personalidades y los actores detrás de estos. Marlee Matlin (Children of a Lesser God), Troy Kotsur y Daniel Durant, -actores que forman parte la comunidad sorda-, interpretan bellamente a Jackie Rossi, Frank Rossi y Leo Rossi respectivamente. Particularmente Matlin y Kotsur, juntos recrean al pie de la letra la complejidad de la pareja original, con su autenticidad paternal que se debate entre su apego, dependencia y preocupación por su hija y su amor incondicional por esta. Por su parte, el personaje de Leo Rossi, hermano de nuestra protagonista, es tal vez uno de los pocos elementos que innova y para bien, esta versión norteamericana. Transformando el personaje francés que se limitaba a algunas líneas cómicas, Durant destaca en su papel, mostrando su agotamiento por la infantilización que recibe por parte de sus padres y su hermana. «Tienes tanto miedo de que parezcamos estúpidos, cuando son ellos quienes deben descubrir como comunicarse con las personas sordas”, le responde enojado a Ruby en una de las pocas escenas originales que tiene la película. El otro personaje que vale la pena rescatar es el maestro de canto protagonizado por el mexicano Eugenio Derbez. Quisiera dar un abrazo al director de reparto que decidió darle ese papel a un actor mexicano, resulta refrescante ver actores latinos representar papeles diversos. Y que buena elección resulto ser, a pesar de tratarse de un personaje reescrito de manera mediocre, e inconclusa, que además cae en lo cliché de las típicas relaciones maestro y alumno, Derbez con su actuación rescata, -como puede-, el personaje y saca una sonrisa al espectador. Antes de continuar creo que es importante aclarar que mi critica no va a la historia; como previamente dije, se trata de una bella historia que vale la pena ver, pero entre esta y la versión francesa, vean la original. En una entrevista a Heder, esta afirmó que le emocionó la idea de reinventar la película y la cuestión es que, sin contar los dos eventos anteriores, CODA no se trata de una reinvención, se trata de una copia. Una copia donde las mejores escenas y decisiones son aquellas que se apegaron más a la original,-inclusive hablando de la edición-. En ese sentido si evaluamos la película como la copia que es, son cada vez más evidentes los problemas. Entiendo el intento de la directora por añadir algunos elementos adicionales, sin embargo, no entiendo qué sentido tiene si no piensa darle continuidad ya que termina resultando en una serie de arcos y personajes incompletos como: la infracción que recibe la familia, la personalidad de la mejor amiga, la relación de esta y el hermano, las burlas de sus compañeros e incluso cualquier discusión que tuviera con el profesor, por mencionar algunas. La versión norteamericana también palidece frente a la europea en su protagonista, donde Ruby toma decisiones inexplicables e incoherentes con su personaje y donde tristemente Emilia Jones se queda corta en su interpretación. Por último, mi mayor decepción respecto a la película fue alrededor de la banda sonora. En la familia Bélier la canción “je vole”, original de Sardou, no necesita explicación alguna, encaja perfectamente en el guion y en las palabras que no ha podido expresar su protagonista, razón por la cual su escena cantando es suficiente para conmover. En cambio, por muy hermosa que sea la canción de Joni Mitchell, ni se acerca a la fuerza de la original, tanto así que es necesario acompañarla por una secuencia de escenas que añadan valor emocional. Y eso representa para mí la conclusión tras ver esta película, una película que es buena pero no excelente, con una idea ajena que se limita a copiar y en donde explican lo que en su versión original no era necesario explicar.
Ruby (Emilia Jones) es una joven de diecisiete años y única miembro con audición de una familia de sordos. Ella trabaja por la mañana, antes de ir a clase, con sus padres y su hermano en Gloucester, Massachusetts, tratando de mantener a flote su negocio pesquero. Cuando Ruby, que ama cantar, decide probar suerte en el coro de su instituto, se le presenta frente a sí un nuevo destino que la puede terminar alejando de su familia. Su profesor de canto (Eugenio Derbez) la anima a que se dedique a la música, pero Ruby no puede hacer compatible ambas partes de su vida. Coda, un juego de palabras entre el sentido musical del término y el acrónimo de Hijo oyente de padres sordos (Child of Deaf adults), es una remake de un film francés del año 2014, pero con muchas diferencias, entre las cuales, aparece, por ejemplo, que los tres personajes sordos están interpretados por actores sordos en la vida real y con una extensa filmografía detrás: Marlee Matlin, Troy Kotsur, Daniel Durant. Independientemente de si es obligatorio ser sordo para interpretar a uno, la verdad es que la autenticidad y simpatía de los personajes es inobjetable. La película tiene genuinos momentos de humor vinculado con las diferencias entre el lenguaje hablado y el de señas. Y por supuesto la película no escatima en momentos de emoción. Es una película para sentirse bien y para lagrimear sin culpa. El guión tiene todos los trucos que se pueden imaginar y todos funcionan sin problemas. Nada revolucionario o novedoso, pero siempre efectivo y lleno de humanidad, mérito también del gran elenco que la película tiene.
CODA: Señales del corazón bien podría ser otra película más sobre una adolescente haciéndose adulta, pero es mucho más. Es un lúcido retrato de una familia marcada por la sordera y el desafío -para todos los involucrados- de integrarse a un mundo diferente y enfrentar los cambios. Si todavía no volviste al cine, esta es una buena excusa. ¿De qué se trata CODA: Señales del corazón? Ruby (Emilia Jones) es la única de su familia que no es sorda. Mientras ayuda a su padre (Troy Kotsur), su madre (Marlee Matlin) y su hermano mayor (Daniel Durant) en el negocio de la pesca, descubre su vocación por cantar. Al sumarse al coro escolar se debate entre seguir su sueño o ayudar a su familia. Los aciertos de la película: el triunfo del humor Basada en la película francesa La Famille Bélier (2014), muchas veces estas adaptaciones quedan a mitad de camino, pero el trabajo de la directora Sian Heder es impecable. Aunque no vi la original, esta nueva versión triunfó en Sundance, lo que ya era una buena señal. CODA (Child of Deaf Adults) toma un tema como la sordera y lejos de entregar una película de golpe bajo, solemnidad y bajada de línea, apuesta todo al humor y gana. ¿Te vas a emocionar? Sí, a veces. Pero el mayor logro del film es quitarle dramatismo al tema sin perder veracidad. El elenco hace un trabajo impresionante, están todos para ganarse premios. La protagonista aprendió lenguaje de señas para el film, pero los otros tres actores realmente son sordos en la vida real (y se nota porque lo que hacen desborda realismo). Entre ellos, uno mejor que el otro, está Marlee Matlin, la madre de la familia, quien ganó un Oscar en 1986 como Mejor Actriz. Del resto del elenco, está estupendo Eugenio Derbéz, a quien se lo suele ver en roles algo ligeros y acá de verdad se luce. En resumen CODA: Señales del corazón es de esas películas que se disfrutan o se disfrutan. ¡Mega recomendada! CODA: Señales del corazón (CODA) Puntaje: 8 / 10 Duración: 111 minutos País: Estados Unidos / Francia / Canadá Año: 2021
Ruby es una adolescente de 17 años cuyos familiares son sordos. Ella es la única persona en la casa que es capaz de escuchar y cumple el rol de intérprete para sus padres y su hermano mayor. Ella los ayuda con el negocio de pesca y con todo lo que necesitan para integrarse en un mundo que no está diseñado para ellos. En la secundaria, Ruby, quien se encuentra en su último año, se anota en el club de coro y descubre su gran pasión, el canto. El director ve su talento y la anima a considerar la posibilidad de ir a una universidad de música. Allí, nuestra protagonista se encuentra con la difícil decisión de elegir entre seguir su sueño o su familia. Una familia que no logra comprender su sueño ya que no pueden escucharla cantar. “Coda” es una película estadounidense escrita y dirigida por Sian Heder basada en una película francesa del 2014 titulada “La Famille Bélier”. Este film se estrenó el 28 de enero de 2021 en el Festival de Cine de Sundance 2021 y rápidamente fue adquirida por Apple TV+ para su distribución. En la historia se combinan la comedia, el drama, el romance y el género musical de una manera espectacular. Estamos ante una producción emotiva que lleva a que el espectador comprenda la dificultad de ciertas personas con discapacidad auditiva para integrarse a la sociedad. Un aspecto especial es que los actores que interpretan a los padres y el hermano de la protagonista pertenecen a la comunidad sorda en la vida real. Ese aspecto hace que “Coda” sea aún más realista. Podríamos calificar esta película como una para adolescentes, pero creo que va más allá de eso. No es para toda la familia porque hay situaciones subidas de tono, pero a partir de los 15 años en adelante puede ser disfrutado por todo tipo de públicos. Se destacan las actuaciones de Emilia Jones (Ruby Rossi), Troy Kotsur (Frank Rossi), Marlee Matlin (Jackie Rossi), Daniel Durant (Leo Rossi) y Eugenio Derbez (Bernardo Villalobos / Mr. V) Esta es sin duda una de las mejores películas del 2021.
Planteada como remake del éxito francés «La Familia Bélier», «CODA: Señales del corazón» conquistó decenas de premios, como los del festival Sundance de cine independiente, en el que se llevó el galardón a Mejor Drama.
Reseña emitida al aire en la radio.
Cosechando múltiples premiaciones en festivales a lo largo del último año (fue presentada en Sundance 2021), la reciente nominada al Oscar “Coda”, es un remake en inglés de la película en francés “La Famille Bélier” (2014). Una serie de singulares escenas nos conmueven, tanto por su profunda simplicidad como por la autenticidad que ostenta la directora y escritora Sian Heder, a la hora de transmitir las emociones de sus personajes. Una cena familiar en donde los comensales se comunican, en silencio, solo a través de señas. Un feliz cumpleaños que puede ofrecerse de mil formas bellas distintas. Un canto entonado en silencio, no hay testigos de aquel talento oculto, tan solo las aguas tranquilas reflejan la oscilación de aquellas notas. El descubrimiento de una vocación, acaso un tesoro disfrazado en una voz de arena y pegamento, decía Bowie de Dylan. Lo importante es tener algo que decir. “Coda” comprende a la música como luz del alma y elemento alquímico que ilumina el camino de una misión: trascender. Heder sabe perfectamente que acorde pulsar y son los pequeños detalles los que convierten a “Coda” en una gran oda que rescata la belleza primal del cine mudo. Del bullicio al silencio, a veces una brecha imperceptible conduce los designios de este coming of age para la dupla de hermanos protagonistas. Hay una mirada sensible, acerca de aquel mundo que encasilla y posterga a todo aquel distinto en su condición. Compasiva, aunque no condescendiente, sabe bien que tono dramático inferir para no caer en el abordaje burdo y previsible. ¿Cuánto sacrificarías por otro ser humano?, pregunta el histriónico profesor de música. La contundencia de aquella escena significa al film por completo. Poderosa, emotiva y genuina, su acierto se apoya en el talento de un elenco inmejorable. Tampoco es casualidad la inclusión en el excelso reparto, liderado por la joven Emilia Jones, de la ganadora del Oscar Marlee Matlin (“Hijos de un Dios Menor”, 1986). Hay una relación entre discípula y maestro planteada de modo exquisito. Hay verbos inevitables que conforman la huella del camino: desafiar, exigir, disciplinar, educar. Allí está esa adolescente, desafiando todo mandato familiar habido y por haber, destinada a cumplir una misión, el peso de su sueño. La clave implica elevarse por encima del paisaje que ofrece un negocio familiar pesquero, dentro del grisáceo marco geográfico de un pueblo que poco tiene para ofrecer. Puede el juicio de un semejante herir la susceptibilidad y la autoestima de aquel poseedor de un talento, un don, a la vez una extraña en una familia donde parecería no pertenecer. Al fin y al cabo, destaca la labor de aquel guía espiritual y musical, encargado de convencer a la muchacha de su capacidad, convirtiéndose en el mecanismo de ignición para aquel revelador descubrimiento. De ponerle una voz, poderosa, reconocida como propia e impostergable en su escucha, a ese talento que simula un diamante en bruto. La simbólica utilización del silencio y los sonidos para transmitir la lucha personal de cada personaje, así como la interacción de unos con otros, son pura poesía en movimiento. Una perfecta diagramación de la subjetividad en la elipsis sonora. Su enfoque es en absoluto trágico, prefiriendo una búsqueda luminosa, que no prescinde jamás del humor, incluso como salvataje en sus trances más amargos. Música intradiegética y extradiegética, casi sin distinción, abrevan en posibles simbolismos. Signos, pentagramas y más señales. Se trata de confrontar nuestros monstruos internos. Este eficaz film nos resulta una aleccionadora alegoría acerca de las formas del lenguaje, también un ensayo sobre la comunicación humana, colocando a la música como vehículo liberador en su bendito y ceremonial ejercicio. Hay algo allí vibrando, extremadamente puro, sanador e intocable.
Los ecos del silencio CODA (2021), el segundo largometraje de la realizadora estadounidense Sian Heder, es la remake del aclamado film francés La Familia Bélier (La Famille Bélier, 2014), dirigido por Éric Lartigau y escrito por Victoria Bedos en colaboración con Stanislas Carré de Malberg. Considerada como una de las mejores comedias francesas del año, La Familia Bélier había cautivado por su sensibilidad ante un tema tan delicado y por su característico humor galo, elementos que la convertían en una película amena para disfrutar en familia. A diferencia de Lartigau, Sian Heder baja un poco el tono cómico y sube tenuemente el volumen dramático manteniendo la música como eje central. Ruby Rossi (Emilia Jones) es una adolescente de diecisiete años que ayuda a su familia sordomuda en el emprendimiento que le da el sustento al clan, la pesca. Desde niña ha sido la intérprete de toda su parentela, convirtiéndose en una joven muy apegada a su familia a su pesar y señalada a raíz de la condición de sus parientes por los crueles adolescentes norteamericanos, muy proclives al abuso. Junto a su padre, Frank (Troy Kotsur), y su hermano mayor, Leo (Daniel Durant), se adentra en el mar todas las mañanas en un bote para obtener el pescado que le venderán a los distribuidores. Toda la familia se da cuenta de que los distribuidores se aprovechan de los pescadores pagándoles un porcentaje muy bajo del precio final del pescado, pero el temor a embarcarse en un proyecto que pueda fracasar y los ejemplos fallidos del pasado los mantienen cumpliendo con su rutinaria labor mañana tras mañana. Cuando termina la pesca, el día realmente comienza para Ruby, una adolescente que cursa su último año del secundario y se anota a la asignatura optativa de coro para acercarse a Miles (Ferdia Walsh-Peelo), el chico que le gusta, decisión que su madre, Jackie (Marlee Matlin), ve como un acto de rebeldía ante la imposibilidad de la familia de escucharla y construir un vínculo basado en este interés. En el coro, el extrovertido profesor de música, Bernardo Villalobos (Eugenio Dervez), reconoce su potencial y se ofrece a prepararla para aplicar a una beca en la prestigiosa Universidad Berklee College of Music, en Boston. Ruby intenta lidiar con sus clases de música y sus tareas en el negocio familiar, pero todo se complica cuando su padre decide formar una cooperativa para terminar con la estafa de los distribuidores, que comunican una decisión que afecta los intereses económicos de los pescadores. La cooperativa comienza a dar frutos pero el rol de Ruby se vuelve cada vez más crucial como intérprete, lo que hace que llegue constantemente tarde a las clases con el estricto profesor Villalobos, erosionando así sus posibilidades de estudiar para entrar a Berklee. Ante la disyuntiva, Ruby deberá tomar una decisión difícil sobre su futuro que tendrá consecuencias para el emprendimiento familiar. Sian Heder construye un guión sólido en base a la historia de Victoria Bedos y Stanislas Carré de Malberg, cambiando la decisión del padre de presentarse para un cargo político del film francés para ofrecer una visión más acorde con las ideas norteamericanas de cambio y libertad de empresa. La actuación de la joven Emilia Jones se destaca en su rol adolescente, al igual que Marlee Maitlin como la madre, la primera mujer sordomuda en protagonizar un film exitoso que puso en primer plano su condición, Te Amaré en Silencio (Chidren of a Lesser God, 1986), la película de Randa Haines protagonizada por Maitlin junto a William Hurt, Piper Laurie y Philip Bosco. Troy Kotsur también realiza una gran labor en un papel hecho a su medida. La voz de Emilia Jones tiene una gran personalidad y la banda sonora de rock y rap del film es brillante y le otorga a la obra un carácter pop encantador. Heder vuelve a recurrir acertadamente a la directora de fotografía de su ópera prima, Tallulah (2016), Paula Huidobro, para crear escenas de gran belleza como la de los jóvenes en el lago y la del abordaje de la guardia costera al barco de los Rossi durante la inspección gubernamental. CODA es un film pequeño que se hace grande por el trato delicado que le da al tema que aborda, las buenas actuaciones de un gran elenco y una combinación medida de drama y comedia, centrada más que nada en el personaje del profesor de música y en algunas peculiaridades familiares que generan una franca intimidad similar a la del film original francés. CODA es así una obra que ofrece esperanza ante un mundo injusto lleno de tiburones que intentan estafar a los peces pequeños día tras día, en un sistema perverso de libre mercado que solo sirve para que unos pocos se enriquezcan mientras que la mayoría sufre para pagar sus cuentas y termina sin nada.
“CODA”, emocionante, y por momentos simpática, película protagonizada por Emilia Jones y dirigida por Siân Heder. Con varias nominaciones a los premios Oscars, el largometraje es un éxito en Amazon Prime Video y todavía se encuentra disponible en algunos pocos cines del país. En una familia de sordos, la hija menor Ruby, es la única que puede escuchar. Al descubrir una inevitable pasión por la música la protagonista debe tomar una decisión. Sí seguirá su sueño o si se quedará a ayudar a su familia a salir adelante de una apretada situación económica. Es una cinta que logra hacer un uso increíble del lenguaje cinematográfico. El obstáculo principal era clarísimo. Normalmente, los personajes secundarios llevan al protagonista hacia un rumbo determinado y logran así mantener el interés en la trama. En este caso la sordera de los personajes (y sus actores incluso) plantea el desafío de encontrar métodos de expresión distintos a los que estamos acostumbrados. Su directora Siân Heder sabe entender perfectamente esta problemática y la utiliza a su favor, narrando de una manera muy particular. No son siempre las palabras las que nos cuentan la historia, son las expresiones y los movimientos de los actores los que cobran relevancia. Llegamos así a su punto más destacable: las actuaciones. La película entiende que los personajes son los que llevan una obra, y que su actuación nunca debe ser dejada de lado. Al encontrarse en la dificultad de encontrar un nuevo modo narrativo, se apoya en sus actores y en su manera de transmitir al espectador. Esto concluye en un conjunto de escenas muy emotivas en las cuales podemos entender perfectamente cuál es la problemática de cada personaje mediante sus expresiones. Se destacan Troy Kotsur (Frank, el padre), con una personalidad y presencia en pantalla increíble, y Emilia Jones en un gran esfuerzo por introducirnos en el dilema de la protagonista. Entramos con el prejuicio de que sea la típica película cuyo único objetivo es emocionarnos por su temática. Si bien hay un buen trabajo de guion en llevarnos a una clara transformación de los personajes, por momentos toma el camino fácil y nos presenta escenas que no queda claro que aportan de cara al final y cuya finalidad parece ser solo emocionarnos o hacernos reír. Pero en líneas generales tiene una construcción sólida y logra una historia que vale la pena darle la oportunidad. "CODA" recupera un elemento que el cine fué perdiendo a lo largo de los años: la capacidad de expresar con imágenes y no con palabras. En la época muda los actores exacerbaban sus expresiones y movimientos, buscando una manera distinta a la tradicional para comunicarse. Este filme recupera ciertos aspectos de ese cine y los utiliza como estrategia narrativa para lograr tocarnos el corazón. Por Felipe Benedetti
En 2014 se estrenó la película francesa «La familia Belier», la cual resultó ser un éxito y obtuvo un buen recibimiento por parte del público y la crítica. Y como siempre sucede, en Estados Unidos ven una gallina de los huevos de oro y buscan explotarla para recrear el mismo resultado en su país. Es así como el año pasado se estrenó «Coda», la remake norteamericana, la cual presenta varios puntos en común pero que buscó hacer propia esta historia. La misma se centra en Ruby (Emilia Jones), una joven de 17 años que es la única integrante oyente de una familia de sordos. Por esta razón, se convierte en un puente de comunicación entre ellos y el resto del mundo, principalmente para ayudarlos a llevar adelante un negocio pesquero. Sin embargo, también tiene sus sueños individuales: en el colegio se anota para formar parte del coro y ahí su profesor (Eugenio Derbez) la incentiva a seguir una carrera en la escuela de música. Esto la pondrá entre la espada y la pared, en donde deberá elegir entre encontrar su propio camino o seguir acompañando a su familia. «Coda» nos ofrece una historia que nos conmueve, nos interpela, nos divierte y nos permite reflexionar sobre nuestros deseos y lo que estamos dispuestos a hacer por los demás. Habla sobre las responsabilidades, los mandatos sociales, las presiones, lo que se espera de nosotros, la necesidad de valernos por nosotros mismos, los prejuicios, la comunicación y la familia. Todo contado desde un tono ameno, que por momentos se torna más gracioso y por otros se vuelve más sensible y profundo. Esto lo sabe equilibrar de buena manera, sin caer en golpes bajos ni lacrimógenos, sino planteando realidades, no solo de una familia con características determinadas, sino como parte de una historia universal donde muchos se sentirán identificados. Puede ser que por momentos caiga en la fórmula típica de este estilo de películas y que siga un camino un poco predecible o esperado, como enfrentamientos familiares, acuerdos y desacuerdos, pero esto no arruina al resultado final, ya que su capacidad de conmovernos, la dulzura que maneja, el trabajo del elenco y la construcción de sus personajes logran superar estas barreras. El elenco realiza una labor maravillosa, haciéndonos creer que realmente son una familia y desplegando mucha simpatía y carisma, algo que permite empatizar con ellos. Todos hacen un gran trabajo para exteriorizar sus deseos y frustraciones y existen algunas interacciones muy divertidas entre ellos. Emilia Jones, quien compone a Roby Rossi, aprendió el lenguaje de señas durante 9 meses para poder desempeñarse en su papel; mientras que Marlee Matlin (a quien pudimos haber visto en varias películas o series previamente como «Switched at Birth»), Troy Kotsur y Daniel Durant, quienes hacen de los padres y hermano de Ruby respectivamente, son realmente personas sordas. Esto hace que no solo sea una película inclusiva por lo que cuenta sino también por la oportunidad que le da a los actores. Ellos ya habían trabajado juntos en la obra teatral «Spring Awakening», algo que afianzó su relación como familia. Cada uno tiene una personalidad y un deseo diferente, principalmente sobresale el de Leo (Durant), el hermano mayor de Ruby que quiere valerse por sí mismo pero no le dan la posibilidad para hacerlo porque creen que no tiene las herramientas necesarias o no va a poder comunicarse de forma efectiva. Existe una profundización de cada uno de ellos, no son un simple apoyo u obstáculo para la protagonista, que le otorga una mayor dimensión a la historia y la hace más interesante. También podemos destacar la participación de Eugenio Derbez como Bernardo Villalobos, el profesor de música que sirve de inspiración y detonante para Ruby. Su presencia le da visibilidad a los latinos y pone en el tapete las dificultades por las que otras personas también tienen que atravesar. La banda sonora y sus canciones toman bastante protagonismo y acompañan muy bien las sensaciones del personaje principal, como también le permite expresarse, algo que de otra manera se le hace muy difícil. La ambientación y la fotografía agradable también ayudan a construir el clima del film. Cada una de estas cualidades hicieron que la película sea tenida en cuenta para la temporada de premios, a pesar de ser una remake, algo que no siempre sucede. Es así como fue nominada a Mejor película y Mejor actor de reparto para Troy Kotsur en los Oscars. Veremos si terminan recibiendo algún premio, pero esto ya es todo un reconocimiento. En síntesis, «Coda» es una muy linda película, que logra tanto conmovernos como divertirnos. Trata temas universales e inherentes a los vínculos familiares con los que podemos sentirnos identificados fácilmente gracias a la buena construcción de sus personajes, el tono ameno y el desarrollo de su historia, que puede ser un poco predecible pero no por eso menos efectivo. Una cinta que nos llega directo al corazón.
Una banda sonora de lujo con una selección musical que abarca canciones de Joni Mitchell, Marvin Gaye, Etta James hasta The Clash y los musicales de la protagonista con su partenaire. Sumado a los momentos divertidos de la vida íntima de la familia Rossi y otros más duros, relacionados con las dificultades de interactuar con el mundo exterior, hacen de CODA: Señales de Corazón una película con un mucho sentido del humor, momentos muy emotivos y una estructura narrativa endulzada pero atractiva hasta el final.
Un nuevo drama con tintes de comedias se cruza en mi camino hacia los Oscar 2022, se celebran el 27 de marzo del corriente año. Este film cuenta con las siguientes nominaciones: Mejor Película, Mejor Guion Adaptado y Mejor Actor de Reparto (Troy Kotsur). Es un remake de una película francesa llamada ‘La Familia Bélier’ del año 2014. Nos encontramos con una familia de cuatro: madre, padre, hijo mayor e hija menor. De los cuáles los tres primero son sordomudos. Solo Ruby, la más chica, puede hablar, no sólo hablar, sino que canta de puta madre. Interpretada por Emilia Jones, quién hace un papel excelente, tiene una voz hermosa y dice muchísimo con sus gestos y miradas (algo que hace al papel, una joven de 17 años que creció en una familia de sordomudos debería ser muy expresiva sin hablar, y Jones lo logra de forma perfecta). La madre y el hermano mayor hacen un buen papel sin destacarse. A las dos actuaciones que si quiero destacar son: la del padre (por algo se ha ganado esa nominación) que dice muchísimo con sus miradas, sus gestos, todo (la escena cuando le pide que le cante a la hija, faaa como me largué a llorar) y también la de Eugenio Derbez, quién hace del profesor de música. Estos dos últimos fueron con quienes más me he reído durante la película. Es un drama familiar, que tiene muchísimos clichés, pero los hace de una forma que no molestan. Es difícil de explicar, por momentos uno sabe lo que puede llegar a pasar, pero hay algo en la forma en que te cuentan eso que ya sabes que no molesta. También tiene muchos momentos de comedia, me encontraba largando una carcajada casi de la nada. No era una risa constante, pero si lo suficiente como para cortar un poco con el dramón. No se si ayer cuando la vi estaba muy sensible o que, pero me hizo llorar en varios momentos. Me llegó muchísimo. Hay una escena donde Ruby canta y la familia la va a ver (literal), es magnífica, tanto como está filmada, la ambientación sonora, lo que sucede con los personajes, con esa familia que le cuesta entender que su hija cante bien. La escena que le sigue entre Ruby y su padre, y lo que va sucediendo después de la mitad del film es una escena hermosa tras otra. Me encontraba agarrándome la cabeza, sin poder creer algo que estaba sucediendo, pero que ya sabía que iba a pasar, pues drama familiar, donde la familia tiene un ‘negocio’ para ganar dinero y está claro que algo tiene que pasar con la pequeña cantante al respecto. Insisto con esto de que logra sorprender en algo que ya se sabe que viene. Tiene una magia la película que no importa si viste la original, te va a atrapar. Es una película que se siente muy natural. Los diálogos y los no diálogos entre la familia son hermosos, honestos, se entienden, se sienten. No es una película que vaya a revolucionar el cine por ser novedosa o tener una nueva fórmula, pero te llega, tiene bien merecida su nominación al Oscar. ¿Va a ganar? Lo dudo, pero va a dar pelea. Mi recomendación: Hermoso drama familiar que vale la pena ver para reír y llorar en sus casi dos horas de duración.
Ni el más optimista de los productores de CODA podía pensar que a días de la entrega de los Oscar, su película figurase como una de las candidatas a ganar la estatuilla. Y es que aún habiendo arrasado en Sundance, el film adquirido por @appletv parecía conformarse con la mera nominación al mayor galardón. Pero llegó la sorpresa en la votación del Sindicato de Productores y todo cambió. La remake de "La familia Belier", a la que muchos críticos le bajaron el precio, parece que competirá hasta el final. En una época signada por el pesimismo, donde abundan las malas noticias, la obra de Sian Heder parece un oasis en el desierto. Una de esas historias que nos renuevan el ánimo aún en los peores momentos. La insignia, quizás, de un mundo posible. De una mirada mucho más optimista, que nos permita pensar la realidad de forma más alegre y esperanzadora. * Child of deaf adults (Hijo oyente de padres sordos). Así se explica el acrónimo que titula el film y que caracteriza la identidad de Ruby, protagonista esencial y motor de la historia. Motor en varios sentidos, ya que resulta imprescindible para su familia en el rol de intérprete, pero al mismo tiempo descubre su dotes como cantante en la escuela. En esta especie de aporia, donde se debate la independencia de la joven y el valor del núcleo familiar es donde el film jugará todas cartas. Hay varios aspectos a señalar en CODA, pero probablemente lo más destacable sea su capacidad de generar total sinergia entre sus elementos. Tanto el elenco como su guión se vuelven parte de una dinámica casi perfecta. Ni la comedia ni el drama se sienten forzados. Hay fluidez narrativa, hay ritmo. Hay un relato que ante cada obstáculo tiene la capacidad de plasmar las motivaciones de sus personajes sin escapar a temáticas espinosas. * Que es cursi, que es ñoña, que es una remake. A CODA la pueden atacar como gusten. Pero a diferencia de muchas otras películas del año, tiene algo que pocas tienen. La capacidad de traspasar la pantalla y conectar con las emociones del espectador.
Ver para creer La disyunción entre mente fría y emoción que estimula Coda (que goza de un segundo estreno en la plataforma Amazon luego de un paso sucinto por cines) equivale a la brecha entre enunciación y sordomudez que vertebra la película. Todo está dispuesto para la explosión afectiva en esta premiada remake estadounidense de un ya probado filme francés (La familia Bélier) a cargo de la realizadora Sian Heder (Tallulah). El título obedece a las siglas de Child of Deaf Adults (“hijo de adultos sordos”), condición que acarrea con responsable estigma la adolescente Ruby Rossi (Emilia Jones). A la vez que cursa su último año de secundario en una ciudad de Massachusetts, la protagonista hace de intérprete de su humilde familia dedicada a la pesca. El conflicto se desata cuando Ruby debe decidir entre seguir prestándole voz al clan Rossi en plena contienda con la corporación pesquera que lo explota y su hondo destino sonoro: el riguroso profesor del coro escolar Bernardo Villalobos (Eugenio Derbez) descubre en ella un talento para el canto y la incentiva para que acuda a probarse a la universidad Berklee, en Boston. Sencilla y eficaz, la situación acciona unas graciosas paradojas que la desvían milimétricamente del filme de iniciación convencional, al mismo tiempo que asimila la discapacidad sin golpes bajos. Como el cine, el dilema de Ruby ronda en torno al sentido y los sentidos: el entendimiento de traductora entre ella y su familia es único, pero ellos desconocen la voz que define su singularidad (y exige su libertad); hasta que comprueban el efecto que su canto despierta en terceros mediante un plano mudo que desnuda el corazón de la película. El atractivo articulado de personajes hace el resto, poniendo freaks nobles y estereotipos alternativos (muy caros a Sundance, el festival en que Coda despuntó) allí donde se esperarían clones de Disney. La expresiva Jones, el hilarante Derbez (que entrega el instructor musical más elocuente desde el J. K. Simmons de Whiplash) y el barbado Troy Kotsur (guarango y valiente padre de Ruby) dibujan una complicidad a prueba de escepticismos. Al fin y al cabo Coda no pretende ahondar en desajustes, sino suscitar una aprobación incondicional: su ideología queda expresada en la audición de Ruby, que por académica que sea evoca a los actuales realities de jurados con carteles. El canto de sirena de Coda emula así su efecto, aunque habría aún que verla con los oídos tapados.
Coda es un filme sencillo, pero con corazón, toca un tema universal muy importante, que es descubrir la vocación y decidirse tomar el camino para seguirla, y que no siempre la familia está preparada para eso, especialmente cuando la vocación es casi opuesta a lo que hacen los padres; en ese sentido está en la línea de Cielo de Octubre y de Billy Elliot; pero la novedad aquí es que ella quiere ser cantante, viniendo de una familia de sordos, lo cual le da cierta originalidad, a pesar de ser una remake, y le da emotividad. Vale la pena verla. La crítica completa radial en el link.