La French Conection, aquella usina proveedora de drogas oriunda de la ciudad de Marsella, fue protagonista de la exitosa película de William Friedkin que en castellano se conoció como Contacto en Francia (1971). El film estaba narrado desde el punto de vista norteamericano (la acción transcurría en Nueva York), pero faltaba mostrar lo que sucedía en la ¿apacible? costa francesa. De retratar ese submundo se encarga Conexión Marsella. Corría la mitad de la década del 70 cuando la French Conection azotaba la región a sangre y fuego. Encabezado por Tany Zampa (Gilles Lellouche), el grupo de mafiosos tenía dominado el negocio de la droga, hasta que el juez Pierre Michel (Jean Dujardin) llega hasta allí para combatir el crimen organizado. A fuera de eludir los protocolos legales, Michel va ganando prestigio en su lucha contra el hampa, pero la contracara de este quijotesco accionar es que comienza a quedarse aislado (no sólo desconfiará de los policías que lo secundan sino que también sufre el abandono de su mujer). Por el lado del capo Zampa, al principio no reparará en el ascendente magistrado, pero poco a poco irá formándose un cerco alrededor de él.. Prolija en lo formal y en lo narrativo, la película de Cédric Jimenez evoca a los buenos thrillers norteamericanos de mafiosos. El director plantea una cinchada entre la justicia y el delito, cuya cuerda puede primero tensarse y luego romperse, quedando ambas partes de traste contra el piso. El duelo personal de Michel y Zampa (¡que encima son parecidos!) genera momentos de interés pero se alarga un poco más de lo necesario.
En la década del 70, la ciudad de Marsella (Francia) era el lugar elegido por un gran grupo de narcotraficantes que importaban morfina de Turquía y luego la convertían en heroína. Los asesinatos, las sobredosis y los nuevos adictos estaban por doquier. La producción de esta banda era tan grande que comenzaron a exportar a Estados Unidos bajo el nombre de “La French”. Un juez de menores, interpretado por el ganador del Oscar Jean Dujardin, es transferido a la unidad de crimen organizado y elegido para encabezar la lucha contra el narcotráfico y la subsecuente captura del líder de la banda Gaëtan Zampa (Gilles Lellouche). Esta es la trama de la última película del director Cédric Jimenez, Conexión Marsella (La French, 2014). Es la clásica historia del héroe que debe limpiar su ciudad y encargarse de atrapar a los malos. Dujardin hace un muy buen trabajo, su carisma y su sonrisa impecable logran que sea imposible no encariñarse con su personaje. Su contraparte, Lellouche, también tiene un magnetismo como Dujardin y le da a su villano profundidad y hasta simpatía. Cada uno danza alrededor del otro, como dos imanes, y las escenas que comparten son atrapantes. Con muy buena estética, un buen vestuario y una buena elección de locaciones, el traspaso a la década de 70 se efectúa sin problemas. La acción es poca, ya que lo importante es la investigación de la policía y el funcionamiento del narcotráfico. Lentamente el misterio de quién es quién se va develando al igual que el alcance de la corrupción y lo difícil de eliminar la droga en Marsella, cuando ésta infiltra cada recoveco del lugar. Estamos ante una buena película que retrata una época oscura en la costa gala, donde la droga corría sin parar, los jóvenes la usaban sin control y algunas de las peores masacres francesas tuvieron lugar. En medio de todo ese caos, aparece un juez honesto, valiente y determinado a ponerle un fin a todo ello. Conexión Marsella es la historia de un héroe real.
Conexión perdida Con Conexión Marsella (La French, 2014), el francés Cédric Jimenez intenta una travesía en el arduo cine de gángsteres, con las pretensiones de hacer una gran epopeya desde el interior de la french connexion, reino mafioso del comercio internacional de la economía gris y basado en el sur de Francia durante varios años. Más que una inmersión, el resultado se parece más a un largo y distante vistazo con lentes 70’s. Un hombre interroga en su oficina a una joven, destruida por la heroína. Le explica que inyectarse droga en las venas está muy mal y que si quiere sobrevivir, le tiene que dar el nombre de su vendedor. Este hombre es el juez Pierre Michel, que vamos a seguir por dos horas en su lucha contra la tentacular e inalcanzable mafia marsellesa que alimenta al mercado de drogas hasta Nueva York. Por supuesto en este biopic que no da lugar a ningún matiz de cualquier forma que sea, el cartel tiene cara: Gaëtan Zampa, cabeza pensante de todo el negocio jugoso. La confrontación entre Michel y Zampa será el núcleo de toda la intriga. El uso de las imágenes de archivo, que abren la película y que van a puntearla hasta el final, quieren claramente dar un rastro “verdadero” a todo lo que va a seguir. El problema es que se va perdiendo poco a poco el sentido de este uso. ¿Vienen como documentos testimoniales, o simplemente como ilustraciones de la ficción? La segunda opción se confirma a lo largo de las apariciones de Jean Dujardin (Pierre Michel) y Gilles Lellouche (Gaëtan Zampa), que están claramente dando un espectáculo que va mucho más allá de sus personajes. Esta lucha entre hermanos enemigos parece muy ligada a la relación atrás de la pantalla de los dos hombres, conocidos en Francia por tener un compañerismo cómplice. Sobre el modelo de la primera escena, en Conexión Marsella, todo está dicho, nada queda atrapado en el arte, sin embargo tan cinematográfico, del sobreentendido, hasta el título francés, La French, que no podría ser más evocador. La explicación de todo lo que se ve, la transparencia total es tal que la película toma a veces aires de lección moralista donde los diálogos (que parecen salir de una parodia de Scorsese) están pronunciados por actores desencarnados, donde los hombres son centrales y detienen el saber, acompañados por mujeres decorativas, que los ayudan por su sola presencia pero que están lejos de entender a que punto es difícil la vida sobre el campo de batalla. La sensación de desfase total, de ausencia de armonía, entre cada uno de los elementos de la película se cristaliza en la actuación de Jean Dujardin, intentando con mucha voluntad desde ya algunos años salir del registro cómico que se le pega a la piel, y que se hunde una vez más en un rol que le queda como “un elefante en un local de porcelana”, como poetizan sus compatriotas.
Hacia mediados de la década de los años setenta del siglo pasado, varios hechos policiales vinculados a la droga y al consumo de estupefacientes en la costa francesa, terminaron por configurar y alertar sobre la estructuración de un cartel mafioso que lideraba la región. Sabiendo esta trascendencia, y queriendo construir un relato épico basado en el tradicional juego del poliladrón, es que “Conexión Marsella” (Francia/Alemania, 2014) acerca su propuesta de policial y thriller para narrar la lucha de Pierre Michel (Jean Dujardian) un policía recientemente ascendido, que deberá desentrañar el misterio sobre “La French”, el cartel que domina todo. La tensión que Cédric Jimenez impregna todo el filme, el que se potencia con una cuidada reconstrucción de época no sólo visual, sino musical y estilística, permiten que no se resienta el visionado, aún al poseer una extensión considerable. La historia de “Conexión Marsella” pone la lupa en la vida de Pierre, en su trabajo, y en su descanso, cuando puede, junto a su mujer y dos hijas. El director expone ante la pantalla los conflictos con los que diariamente el oficial debe enfrentar y más aún cuando como nuevo líder del equipo antidrogas comience a trabajar con éste y vea cómo el vacio y la poca colaboración puede llegar a influenciar algunas decisiones. Mientras avanza en la investigación e identifica a Tany (Gilles Lellouche) como la cabeza de la ensamblada y lograda facción, el personaje pasará por una serie de disyuntivas políticas y económicas que terminan por desnudar un complejo problema de corrupción dentro de la misma policía. Así, Perri deberá decidir continuar enfocado en su tarea sin atender a nadie externo y con las ganas intactas de poder avanzar cueste lo que cueste en el caso. Pero cuando una mala decisión hace que todo peligre, es removido del caso momentáneamente y luego sumado una vez más hasta la resolución final del conflicto. “Conexión Marsella” profundiza, de manera atractiva, en la vida de seres que desde el momento cero deciden brindarse a los demás sin medir si la implicancia que en su cotidianeidad esto puede implicar. La mujer exige un comportamiento acorde al rol que debe cumplir dentro de su hogar, mientras Perri se debate entre el deber ser y el querer hacer sin desatender, al contrario, su rol como hombre clave para lograr, mediante su deducción, la desestructuración de la cofradía que asiste con drogas y asesinatos diariamente a Marsella. Además, el foco de Jimenez en los impedimentos burocráticos y la corrupción inherente a la fuerza, suman interés a un logrado filme que en detalles como la banda sonora, la vestimenta, y otros puntos, sumados a las logradas interpretaciones, potencian la fuerza narrativa de un filme que, a pesar de su clásica estructura, mantiene vigente un tema que nunca pasa de moda como lo es el del tráfico de estupefacientes.
Cédric Jimenez dirige este thriller francés llamado Conexión Marsella, protagonizado por Jean Renoir y que pone en foco el mundo de las drogas. La ópera prima de Jimenez es un retrato duro y frío sobre el mundo del narcotráfico entre las décadas de los 60 y 70. Cuando el juez de menores Pierre Michel (Jean Dujardin) es ascendido al cuerpo contra crimen organizado, se encuentra con un mundo oscuro y peligroso. Su objetivo es eliminar La French connection a la que el título original hace título, una banda de Marsella conformada por un importante mafioso. A la vez, Pierre, un tipo honesto y trabajador, comprometido a las causas, lucha contra adicciones del pasado que de repente parecen ser sustituidas por otras relacionadas a su nuevo trabajo: su vida personal poco a poco comienza a desmoronarse, a correrse del centro mientras se empeña cada vez más en intentar agarrar a esta banda. Pero la tarea de Pierre no es nada fácil, ese mundo es turbio y es difícil conseguir algo ateniéndose a las reglas. Conexión Marsella no funciona exactamente como remake de aquella película de William Friedkin de 1971, aunque sí está basada en el mismo libro de Robin Moore, lo que hace esta vez el novel director es enfocarla desde otro lado. Basada libremente en hechos reales, como lo indica la leyenda al comienzo, es de suponer que se toman varias licencias poéticas. El guión se encarga de relatar cada trama a su tiempo, de manera sutil. No obstante, es cierto que siempre tenemos la sensación de que a esta historia ya nos la han contado. Además, hay que decir que está muy bien filmadas y ciertas escenas remiten al buen cine de acción, y clásico, de Hollywood (el film de todos modos tiene un presupuesto parecido al de aquellas películas, no es que nos encontramos ante un pequeño film franco-belga). La banda sonora termina de aportarle un lindo plus. Conexión Marsella es un buen e intenso thriller, está bien actuado, aunque es cierto que las más de dos horas de duración en algún momento comienzan a notarse y pueden ser un poco más extensas de lo necesario.
A la manera de la saga “Contacto en Francia” Como Contacto en Francia y su secuela, los recordados films de William Friedkin y John Frankenheimer, Conexión Marsella está basada más o menos libremente en la famosa estratagema mafiosa que introdujo toneladas de heroína en los Estados Unidos desde los puertos de la ciudad francesa. Un poco menos libremente, ya que aquí no hay un Popeye Doyle o un Alain Charnier, personajes que hagan las veces de representantes ficcionales del entramado real. El film de Cédric Jimenez nombra a los partícipes de uno y otro lado del mostrador con nombre y apellido, fundamentalmente a su protagonista, el juez de instrucción Pierre Michel –asesinado en 1981 por la misma mafia que intentaba combatir– y su némesis, Tany Zampa, el capomafia marsellés con ascendencia en Córcega que terminaría suicidándose tres años más tarde en su celda. No se trata, sin embargo, de una investigación minuciosa del caso y aledaños: La French intenta acaparar de entrada los placeres de la reconstrucción de época, el relato de ascensos y caídas gangsteriles y el retrato heroico del protagonista, con referencias cinematográficas indirectas que van de El Padrino de Coppola al Tony Montana de De Palma, pasando por varios capítulos del cine de Scorsese e incluso algunos del de Michael Mann.A pesar de una secuencia de inicio que anticipa vértigo y acción, Conexión Marsella no transita por los senderos de la testosterona y los tiros, concentrándose, en cambio, en las idas y vueltas de la investigación encarada por Michel –cuya relación con la superioridad será siempre tirante, entre otras razones por las evidentes corruptelas internas– y las traiciones y reorganizaciones del clan criminal. La película remite claramente a cierto tipo de policial duro y crudo de fines de los 60 y comienzos de los 70, tanto en su vertiente original estadounidense como en sus derivaciones europeas, en particular, el poliziotteschi italiano. Pero también a la tradición polar francesa (no por nada el film arranca con el logo de la compañía Gaumont en su versión setentosa), aggiornado con un montaje por momentos frenético y una fotografía resplandeciente que hace olvidar la imagen granulosa de las calles de Nueva York del film de Friedkin. Jean Dujardin (El artista) hace suyo el papel del juge Michel, acompañado por un reparto de previsible profesionalismo (Gilles Lellouche es el encargado de darle vida al criminal Zampa).Y profesionalismo es la palabra ideal para describir Conexión Marsella: un relato que sólo se estanca en algunos pasajes intermedios, cierta tensión de baja intensidad, aunque sostenida en el tiempo, el goce de un diseño de producción atento a los detalles, una banda de sonido que va del cover de la francesa Sheila de “Bang Bang” al hit de Blondie “Call Me”. Y allí se agotan las virtudes, casi todas ellas derivadas de otros y mejores títulos. A diferencia de una película como Carlos, de su compatriota Olivier Assayas –que también ofrece, y con creces, ese mismo catálogo de deleites–, su mirada retro sobre el submundo criminal y aquellos a cargo de combatirlo no ofrece una lectura que vaya más allá de la superficie, de conflictos evidentes y complejidades simplificadas para la ocasión. Por caso, la relación de Michel con su familia, diseñada para “conectar” con el público y que, en todo momento, se siente como una relación de diseño del guión.
Policías y narcos en la costa francesa La French Connection ganó notoriedad mucho antes de que el recordado film de William Friedkin ganara sus cinco premios Oscar en 1971 e hiciera célebres a Gene Hackman y a su singular Popeye. No se trataba de una sola organización, sino la denominación genérica que se le daba a la red de bandas de traficantes que aun desde antes de la Segunda Guerra Mundial se encargaban de importar desde Oriente -Turquía, Indochina, Siria- la morfina base con la que laboratorios ilegales, muchos instalados en el sur de Francia, elaboraban la heroína que después comerciaban en Europa y el resto de Occidente, aunque en una escala comparativamente bastante reducida. Pero el negocio, originalmente heredado de la mafia corsa, tuvo un fenomenal crecimiento a partir de los 50, 60 y 70, y con él creció también la importancia de Marsella como capital del tráfico de droga hacia los Estados Unidos y Canadá. Aunque Conexión Marsella no busca ser una remake del film de Friedkin; aquí el escenario, que en aquel era predominantemente Nueva York, es casi siempre Marsella y la ciudad misma recreada en lo visual y en su realidad cotidiana tal como era en los setenta ocupa de manera considerable la atención del realizador, y llega casi a convertirse en un personaje más. Ése es uno de los méritos del film, que parte, sí, de un enfrentamiento similar al de la historia original, en este caso basándose sobre personajes reales, en especial un magistrado incorruptible -el juez Pierre Michel, finalmente asesinado por dos sicarios en 1981-, a quien le encargan la misión de desmantelar la organización mafiosa que domina la ciudad y atrapar al implacable e inapresable gánster de origen napolitano que la capitanea. Éste se vuelve una obsesión para el comprometido abogado que plantea una lucha sin cuartel. Jimenez narra la historia con un ritmo siempre veloz y alterna con considerable equilibrio los pasajes de acción y las persecuciones y los enfrentamientos con las escenas intimistas que dan cuenta de la vida personal de uno y otro. Esta nueva visión no hará olvidar el film de Friedkin como no pudieron hacerlo tampoco muchos otros relatos que intentaron seguir su huella. Ni siquiera el Contacto en Francia II que dirigió John Frankenheimer en 1975 y tuvo a Hackman y a Fernando Rey nuevamente en el elenco. Pero se sigue con interés a pesar de que alguna síntesis, sobre todo en la segunda mitad, habría favorecido el producto final. El guión coloca en el centro del relato la confrontación entre uno y otro personaje; los define deliberadamente como cortados por la misma tijera, aunque por supuesto representan lados opuestos de la ley, y acentúa en lo posible el parecido físico entre Jean Dujardin (el magistrado) y Gilles Lellouch (el capomafia Gaëtan "Tany" Zampa) tanto como la similitud de los caracteres y hasta de sus respectivas vidas afectivas, en una suerte de juego de espejos. Espejo que también los asoció, según registra la historia, en su trágico final: naturalmente sospechado de la muerte del juez, Zampa no fue acusado del crimen, aunque sí con el tiempo lo fueron (juzgados y condenados) hampones vinculados con su clan, pero murió en la cárcel, donde purgaba una condena por delitos financieros y por su propia decisión: se quitó la vida en 1984 ahorcándose con la soga de un compañero de celda. Además de la recreación de la Marsella de esos años, de la sostenida tensión del relato y de los excelentes trabajos actorales, tanto de los dos protagonistas como los de sus cotizados compañeros de elenco, Conexión Marsella se muestra, sin descollar, digna de figurar a la altura de la bien ganada tradición del polar francés.
Francia sigue en contacto Narrado en forma clásica pero con un ritmo vertiginoso, este policial no sorprende pero entretiene. Si el título Conexión Marsella trae reminiscencias de Contacto en Francia, no es por casualidad. Las dos películas abrevan en lo que se conoció como “Conexión francesa”, una operación de narcotráfico que empezó a fines de los años ‘30 y terminó a principios de los ‘80, y que consistía en la introducción de heroína en los Estados Unidos desde Francia. Si en 1971 William Friedkin contó la historia desde el punto de vista norteamericano, Cédric Jimenez da una versión “inspirada en los hechos reales”, según aclara al comienzo, desde el lado francés. La trama se apoya en el antagonismo de sus dos carismáticos personajes principales, que tienen una relación al estilo Eliot Ness/Al Capone en Los intocables. El héroe, el juez Pierre Michel, y el villano, el capo mafia Tany Zampa, son de esos personajes hechos para el lucimiento de los actores, en este caso Jean Dujardin (ganador del Oscar por El artista) y Gilles Lellouche. Dos caras de la misma moneda, tienen fuertes códigos morales, son ambiciosos, temerarios, casi inquebrantables y hasta muy parecidos físicamente, . Filmado y narrado de forma clásica, pero con un ritmo vertiginoso, otro fuerte de este policial es la reconstrucción de época -transcurre entre 1975 y 1981-, con una gran banda de sonido como principal cualidad. En síntesis: digamos que no es una película con capacidad de sorprender, pero está bien contada y consigue entretener durante más de dos horas. Pedirle más sería un abuso de confianza.
Contacto en (desde) Francia Un buen thriller que narra hechos similares a los del clásico de William Friedkin, aunque desde una perspectiva muy diferente. La “respuesta” francesa a Contacto en Francia no será tan rotunda y brillante como el clásico dirigido en 1971 por William Friedkin, pero se trata de un muy digno y por momentos atrapante exponente del subgénero de jueces y policías contra mafiosos basado (o inspirado) en personajes y hechos reales. El film -didáctico sin caer en lo obvio- reconstruye la historia de Pierre Michel (Jean “El artista” Dujardin), un juez de menores de Marsella que es designado al frente de la unidad que debe combatir a los poderosos narcotraficantes de heroína de la ciudad ligados a gangsters corsos, napolitanos y neoyorquinos. La película -filmada a puro vértigo y energía con cámara en mano y mucho zoom- consigue trasmitir esa sensación de época tan propia de los años '70 y principios de los '80. El uso de imágenes de noticieros televisivos nos traza un paralelismo con el devenir político de Francia y el notable diseño de arte nos transporta a esos bares, clubes nocturnos, restaurantes, casas y oficinas donde se “cocinaba” (a veces literalmente) la droga. El film tiene varios ejes y subtramas. Los dos principales -las obsesivas investigaciones de Michel sobre La French Connection y el enfrentamiento entre dos bandas rivales lideradas por Zampa (Gilles Lellouche) y El Loco (Benoît Magimel)- funcionan a pura tensión y con operativos bien filmados. El problema es que las cuestiones más íntimas (los conflictos familiares del protagonista, la historia de una adicta) quitan más de lo que aportan a una historia que se alarga más allá de las dos horas. Tampoco son particularmente logrados los habituales “editados” que intentan sintetizar y acelerar un poco la narración. Como en el cine de mafiosos de Martin Scorsese hay aquí trampas, soplones, inflitrados, alianzas y complejas estructuras de poder. En ese sentido, el correcto guión de Jimenez y Audrey Diwan, las sólidas actuaciones dentro de un elenco multitudinario plagado de buenos secundarios y el profesionalismo del director (son atractivos varios pasajes construidos con montaje paralelo) hacen que el film se disfrute, así como una notable banda de sonido que incluye temas de Blondie, Townes Van Zandt, Serge Gainsbourg y Velvet Underground. Nada menos.
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Policial francés a media máquina La obra maestra de William Friedkin "Contacto en Francia" es uno de los grandes policiales de la historia del cine. La película generó casi inmediatamente una excelente secuela dirigida por John Frankenheimer, y ahora, tantas décadas más tarde, provoca esta curiosa derivación francesa que también se ubica en los años 70 para contar la verdadera historia del juez de Marsella que estuvo años obsesionado con encarcelar al principal zar de la heroína de su ciudad. Hay que avisar que, salvo el tema, no hay ningún otro nexo verdadero entre la película de Friedkin y este nuevo film dirigido por Cedric Jimenez, que desde hace años viene especializándose en un género que el cine francés ha dejado prácticamente solo en manos de Luc Besson. La historia es sumamente interesante ya que muestra el mismo conflicto del imparable trafico de heroína entre Marsella y Nueva York no sólo desde otro punto de vista más localista, sino también desde un ángulo de investigación más realista al ser un juez el centro del relato. La película tiene esos detalles propios del "polar", o cine negro francés, como ubicar a los personajes en boites propias de la gente del hampa, con un cuidado especial en los detalles de época que va desde los autos hasta la muy atractiva banda sonora que marca los distintos años, ya que el film transcurre entre mediados de los 70 y principios de la década siguiente. Pero lo que le falta a "Conexión Marsella" es un poco más de picardía en la manera de exponer los hechos, al punto que por momentos luce más como uno de esos films italianos testimoniales de la época que describe que como un verdadero policial, a pesar de que no falten escenas de acción, algunas muy bien hechas. Lo que no abunda es el suspenso, ya que todo se cuenta de un modo directo y cantado para cualquier espectador que conozca el género. Por lo demás, las actuaciones son buenas, y todo está correctamente filmado, con el énfasis puesto en la cuidada ambientación de época.
Lo relativo de la justicia Si el western es el género cinematográfico ideal a la hora de desplegar el relato histórico, el policial es casi indispensable a la hora de enmarcar la dimensión filosófica de la ficción. Qué mejor para hablar de la soledad, el nihilismo, o de la extinción de la moral, que un policía decadente, investigando un crimen exagerado en un callejón húmedo y olvidado. El policial ha asumido la tarea de cuestionar los finos hilos que sostienen la sociedad, al mismo tiempo que entretiene; y dado que el entretenimiento es uno de esos finos hilos, toda película debería partir de la idea de ser, en algún punto, un policial. Estas aclaraciones son para subrayar el principal mérito de Conexión Marsella que es ser un policial oscuro bien constituido dentro de las tradiciones temáticas del género, a la vez que también es un film moderno desde lo formal. Basada ligeramente en los mismos hechos reales que inspiraron la maravillosa obra maestra de William Friedkin, Contacto en Francia (1971), Conexión Marsella es de alguna manera una remake o un homenaje, aunque tranquilamente podríamos pensar que ya que su campo de acción se limita prácticamente al “lado francés” de la historia, estamos ante un complemento tardío de la película de Friedkin. El director Cédric Jimenez logra encuadrar el espíritu del cine norteamericano de los años setenta en un marco más moderno. Vemos actuaciones contenidas, un relato directo, crudo sin adornos, y la sensación constante de que la civilización es una tragedia sin posibilidad de redención. Básicamente los setenta. Jimenez filma al estilo de Paul Greengrass (La supremacía Bourne; Bourne: el ultimátum; Capitán Phillips), es decir, una textura de apariencia cruda y una cámara movediza que apenas nos deja acomodarnos y que favorece el tipo de montaje al que apela. De hecho, el montaje paralelo es fundamental en Conexión Marsella, no sólo para ajustar el ritmo, que es constante y casi sin baches, sino para marcar, aunque suene redundante, los paralelismos que hay entre las dos partes del conflicto principal de la historia, que disuelven las aparentes distancias morales y emocionales. El bien, el mal y sobre todo la justicia son irrelevantes en un mundo donde el negocio ya no es el dinero, sino que el poder sucio y concreto. El negocio del imperio como diría alguna vez Walter White. Jimenez divide el relato en dos partes que inician desde el punto de vista del protagonista, el juez de crimen organizado Pierre Michel (una buena actuación de Jean Dujardin, excepto cuando abusa de la sonrisa boba que lo hizo famoso en El artista). Se cuenta las causas y consecuencias políticas y personales de su lucha contra la organización delictiva “La French Connection” dirigida por la otra cara de esta historia que es el capo mafia “Tany” Zampa (un interesante Gilles Lellouche). Es cierto que la historia puede llegar a lucir estirada por momentos, sin embargo, Jimenez se toma el tiempo para contar lo necesario, para otorgarle más profundidad a los protagonistas que se nos dibujan necesariamente más humanos. Entendemos sus motivaciones, y sabemos lo que ponen en juego. Lo demás es lo de siempre, el mundo está necesariamente perdido; el bien, el mal, y la justicia son puros concepto relativos a la perspectiva de quien los use; y los hombres actúan por instinto, obsesión o caprichosa voluntad. Esta cosmovisión se desprende de cualquier policial, y así lo vemos en Conexión Marsella. Sin revelar nada, digamos que el final tiene puntos en común con el de Un maldito policía en Nueva Orleans de Werner Herzog, y que sin dudas el mundo lo heredan los oportunistas.
Conexión Marsella es una propuesta que recrea una de las crónicas policiales más famosas de fines de los años ´60 que hasta la fecha ya brindó tres películas en el cine. Contacto en Francia 1 y 2 (con Gene Hackman) y El Juez (una fallida producción europea de 1984), que narraron el desmantelamiento de la famosa "Conexión Francesa", una importante red de narcotráfico que durante años se encargó de introducir heroína en los Estados Unidos. Esta película del director Cédric Jimenez se podría decir que presenta la otra cara de los hechos que se narraron en los filmes protagonizados por Hackman en los años ´70. La trama se centra en la cruzada que lidera el juez de instrucción Pierre Michel, interpretado por Jean Dujardin (El artista), para desbaratar la red de narcotráfico de Marsella. El film de Jimenez claramente tomó como referencias cinematográficas a Contacto en Francia, de Willliam Friedkin, y Fuego contra fuego, de Michael Mann, a la hora de narrar este thriller policial que logra ser entretenido por la historia que presenta. Desde los aspectos visuales Conexión Marsella evoca el cine de género de los años ´70, algo que sobresale principalmente en la fotografía y el tratamiento de la acción que es bastante cruda y realista. La película también incluye una obvia referencia a la obra maestra de Michael Mann, donde los protagonistas, Dujardin y Gilles Lelouche, tienen un momento parecido al histórico duelo entre Robert De Niro y Al Pacino en la famosa escena del restaurante. Si bien la historia es conocida, el film de Jimenez consiguió brindar un buen drama policial que logra ser interesante por el conflicto que se trabaja y la labor de los protagonistas. Me pareció una muy buena película dentro de este género y definitivamente la recomiendo.
Basada en hechos reales. Un thriller con bastante, acción, intriga, buen ritmo, una buena reconstrucción de época, la solida fotografía de Laurent Tangy (“Transporter”, 2002) y música de Guillaume Roussel (“Edith Piaf", 2007). Una vez más vemos la lucha contra el creciente narcotráfico, durante las décadas de los 70 y 80. Cuenta con la buena actuación del actor Jean Dujardin, ganador del Oscar por “El artista” y un villano Lellouche, que se luce. Tiene algunos momentos que decae un poco, le sobran algunos minutos, carece de dramatismo y algún giro, resulta algo convencional. Algunos espectadores recordarán a “The French Connection" (1971) con Gene Hackman,
Justos por pecadores. Rápidamente se vislumbra en Conexión Marsella -2014- el policial duro, setentoso, rico en términos de producción y reconstrucción de época, tal vez un tanto maniqueo a la hora de contrastar personajes y sin una dirección hacia el testimonial más que como referencia.
Un policial retro Conexión Marsella es un policial que no alcanza a ser homenaje al cine americano ni explota lo mejor del cine francés. El crimen organizado ha entrado en el negocio de la droga, una transformación de las mafias ortodoxas que cruzan los océanos con cargamentos de heroína camuflados en insólitos envases. Ningún espectador puede sorprenderse por lo que ocurre en el guion de Conexión Marsella, donde la acción es ambientada en la ciudad francesa en 1975. El juez de menores Pierre Michel (Jean Dujardin) conoce de cerca los estragos de la droga en las calles de Marsella, considerada la capital de la heroína. Ascendido a juez que investiga el crimen organizado, Pierre se involucra en el rastreo de Tany Zampa (Gilles Lellouche), casi como un policía más. En su moto por los muelles parece un investigador especializado en narcóticos. Jean Dujardin se mueve como un oficial de la justicia carismático, honesto, un padre de familia que no elude los riesgos que alcanzan a todo héroe. Dujardin protagoniza la película de Cédric Jimenez como un actor dramático que reflexiona sobre la calidad del mal que encarna su enemigo. En el mano a mano con Tany hay un pacto de caballeros inverosímil. La película recrea la época con la nostalgia de un observador que recuerda cómo era el mundo antes de los teléfonos celulares y de la tecnología sofisticada que utiliza el cine para las cacerías más interesantes. Conexión Marsella es una pieza de museo, con buenas actuaciones pero un rumbo errante con respecto a la dirección y el género. Demasiado floja para ser un homenaje al cine americano, tampoco explota el psicologismo clásico de las películas francesas. La historia se queda en el recorrido del juez que va desenmascarando la red de poder que habilita al jefe narco. También hay escenas de manual donde la banda expresa rivalidades y ferocidad, a la vez que el personaje del mafioso crece en misterio. Conexión Marsella es innecesariamente extensa, algo ingenua, con cierto sentimentalismo ambiguo en medio del crimen. En el final, también concluye el ascenso de Pierre al infierno.
First and foremost, Cédric Jimenez’s La French (The Connection) is not a remake of William Friedkin’s famous The French Connection (1971) or Philippe Lefebvre’s Le juge (1984) but a different movie on the same theme: the Marseilles-based drug-trafficking mafia which in the 1960s and 1970s exported heroin from Turkey to the US with France as a point of connection. More precisely, La French tells the story of a French police magistrate who devotes years of his life to take down one of France’s most powerful drug lords. Pierre Michel (Jean Dujardin) is a keen father and husband who often goes out of his way to do the best for his next of kin, and yet his job takes up so much of his time and focus that he’s become a practically-absent family man. On top of that, his wife rightfully points out that his life is always at risk considering he’s pursuing dangerous and untouchable kingpin Tany Zampa (Gilles Lelouche). On the other hand, while it’s true that Zampa’s heroin is killing records numbers of people left and right, he’s also a caring family man who won’t allow that anything bad to happen to his loved ones. La French is an effective, well-timed action crime drama that often feels like a throwback to classic French film noir, but it also bears traits of crime movies by Scorsese, Mann, De Palma, Melville, and Sautet. So as the genre calls for, expect showdowns, shootouts, car chases aplenty and drug-smuggling operations aplenty — all of them convincing and well-executed. Police corruption, an ambience of despair, cynicism and suffering victims complete a scenario that’s surely not a pretty sight. Only Michel truly makes up for so much darkness and yet only for so long. The performances are correct and in sync, hardly over the top or one dimensional. Yet it’s only fair to point out that Gilles Lelouche’s work is bound to be more memorable, most likely because his character is just more interesting. As for the other formal aspects — cinematography, editing, musical score, camerawork — there’s nothing to complain about. It’s all been done by the book without a single misstep. However, don’t expect any sort of innovations or, let’s say, traces of a personal style for there are none. In short, La French is the type of entertaining feature with some nice twists and high points here and there that you’ve seen quite a few times before. Nonetheless, it does the trick. Production notes La French / The Connection (France, 2014) Directed by Cedric Jimenez. Written by Cedric Jimenez, Audrey Diwan. With Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Celine Sallette, Benoit Magimel. Cinematography: Laurent Tangy. Editing: Sophie Reine. Running time: 135 minutes. @pablsuarez
De héroes y villanos Las redes del narcotráfico meten miedo y muerte, qué duda cabe. Y, como si fuera poco, generan impotencia del lado de los que quieren hacer justicia. Y eso es lo que le pasa a Pierre Michel (impecable Jean Dujardin), un juez de menores que lo ascienden al área de crimen organizado, pero en verdad el cargo se convierte en un descenso al peor de los infiernos. Ambientada en Marsella, la película está basada en un caso real que conmovió a Francia en la década del 70. El director Cédric Jiménez hizo hincapié en la confrontación entre Michel y Gaëtan “Tany” Zampa (Gilles Lellouche, de un llamativo parecido a Dujardin), el dueño del negocio de la droga en Francia y el encargado de negociar con los carteles de Estados Unidos. La película tiene una referencia inevitable con la saga de “Contacto en Francia”, con Gene Hackman, pero el director nacido en Marsella quiso contar su mirada de la historia debido a que conoció de cerca a los verdaderos protagonistas. El filme de Jiménez tiene un ritmo sostenido, hurga sobre la intimidad del héroe y el villano, y expone los costos y beneficios del narcotráfico en ambos lados del mostrador, tanto de los que lucran como de quienes lo combaten. Un retrato de época, con aroma vintage pero a la vez de una temible actualidad.
En 1971, de la mano de William Friedkin y la actuación de Gene Hackman llegó Contacto en Francia, una película basada en un caso policial real, donde se ilustraba como traficantes de drogas franceses hacían llegar su venenoso producto a los Estados Unidos. Ahora nos llega Conexión Marsella, que es más o menos la misma historia pero desde el costado Francés. De Policías y Narcos Pierre Michel, un juez de menores, es promovido como nueva cabeza de la oficina Anti-Drogas y su primera tarea es derrocar al cartel liderado por Gaetan Zampa, cuya pesquisa lo lleva de Francia hasta los Estados Unidos. Conexión Marsella es un policial ágil y profundo; ágil, por no gastar más tiempo del necesario en el desarrollo de las escenas, y profundo, por indagar igualitariamente en las obsesiones y pérdidas personales tanto del juez como del traficante para alcanzar sus metas. No hay una bajada de línea; es una reproducción de los hechos con igual dramatismo y conflicto en ambos lados de la cuestión. Vemos el costo que tiene este caso sobre la familia del Juez y vemos como la Disco del Traficante no resulta ser el negocio que esperaba. Sobra decir que hay un desenlace, y uno de los dos pierde la pulseada. Pero ese es el ingenio del guión; pone al espectador en una posición donde siente que cualquiera de los dos puede ganar. Por el costado actoral, Jean Dujardin entrega una eficiente interpretación como el juez protagonista. No obstante, su contrincante actoral, Gilles Lellouche es quien se lleva los aplausos al tener la performance más potente. Párrafo aparte merecen Céline Sallette y Mélanie Doutey como sus respectivas mujeres. Por el costado técnico, tenemos una notoria fotografía en Cinemascope, acompañada de una detallada dirección artística y una banda de sonido de afilado gusto. Conclusión La Fuego Contra Fuego francesa existe y se llama Conexión Marsella. Un policial de primera línea, con actuaciones sobresalientes y un ritmo incuestionablemente ágil. Los fieles al género o aquellos que sólo quieren disfrutar de una buena película le sacarán mucho provecho.
De paseo con la muerte Tomando como punto de partida y referencia obligada, ésta película se basa en los mismos hechos reales que dieron lugar a la obra maestra del policial americano dirigido por William friedkin “Contacto en Francia” (1971). En este caso estamos frente a otro estilo narrativo, otro pulso nervioso, con mayor intensión sobre los personajes que sobre la tensión de la propia acción. Un típico producto del cine negro francés. Policial puro si se quiere. Transcurre la mitad de la década de 1970. Pierre Michel es un joven magistrado que se dedica de lleno al trabajo con jóvenes delincuentes, adictos en su gran mayoría. Sus formas no son parafraseando el texto de Michel Foucault “Vigilar y Castigar”, su método es la persuasión sobre los jóvenes. La justicia francesa está empecinada en acabar con el flagelo de la droga, por lo que asignan al joven funcionario como director de un departamento especifico de lucha contra el crimen organizado. Los poderes otorgados al funcionario son plenos, libres de toda injerencia, pero la sociedad está conformada por hombres, y en su recorrido por eliminar el dará cuenta que lo imposible es tener el control sobre las personas. Se trata de desactivar la French connection, una operación de la mafia que exporta heroína a todo el mundo. Sin escuchar las advertencias Pierre lidera una cruzada contra Gaëtan Zampa, el padrino intocable con conexiones reales con el poder. El dinero mueve montañas. Pronto va a entender que para obtener resultados deberá cambiar sus métodos. Trabajada desde la inteligencia del guión, con altibajos en cuanto al ritmo de la demanda del policial pero profundizando en las cuestiones políticas inherentes a toda acción de un cruzado en pos de un objetivo loable. Jean Dujardin, a quien conocimos en el filme “El artista” (2011), toma el personaje del juez Michel y lo apropia con todas las herramientas histriónicas posibles. Su antagonista queda en manos de Gilles Lellouche, en el rol del capo mafia Gaetan Zampa. Si bien el cruzamiento en escena entre ambos es mínimo, la tensión que generan sus acciones contrapuestas se hacen sin tener que recurrir al engaño de un montaje, sino a las acciones en paralelo fundadas, fundidas y sostenidas en la interpretación de ambos que marca el ritmo narrativo. Con un muy buen trabajo de producción, recreación de época impecable, estética cinematográfica que apunta todo el tiempo a recordarnos los años en que transcurren las acciones, sustentados por el diseño de sonido, de manera sobresaliente la banda sonora con temas musicales de muy buena selección no sólo por su iconografía, se constituye en una realización de indudable calidad. (*) Obra de los hermanos Ethan y Joel Cohen, de 1990.
En el mismo hecho histórico que inspiro las pelis de “Contacto en Francia” se basa este film de Cédric Jiménez, responsable también del guión. En este caso con el enfrentamiento del Juez Pierre Michel y el traficante de heroína Gaëtan Zampa. La ruta de la heroína de Asia a EEUU y su paso obligado por Marsella. Un film largo, con tensión permanente que resiste los lugares comunes y denuncia corrupción, mafia y la valentía de un hombre que inspira a toda una brigada. Muy bien actuada por Jean Dujardin (“El artista”) y Gilles Lellouch.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Un duelo de cerebros La French, título original del film de Cédric Jiménez, pone la lupa sobre una red de bandas de narcotraficantes que operó en Francia durante varias décadas del siglo pasado y que se dedicaba a comercializar heroína, proveniente de Turquía y otras regiones de Medio Oriente. Vendía la droga a países europeos y fundamentalmente, la exportaba a Estados Unidos, su principal cliente. Ya la película “Contacto en Francia” (William Friedkin,1971) y su secuela “Contacto en Francia II” (John Frankenheimer,1975) tuvieron a esta famosa red como tema, pero en aquellos casos, los guiones se basan en ficciones inspiradas en las actividades del grupo mafioso y los hechos narrados transcurren principalmente en los Estados Unidos. En cambio, Jiménez opta por una representación dramática de hechos reales que ocurrieron en Marsella y que tuvieron como protagonistas a dos personajes contrapuestos, el juez Pierre Michel (Jean Dujardin), quien se encargó de investigar y perseguir a la organización, fundamentalmente durante la década de los ‘70, y el capo que dirigía todos los negocios en esa ciudad francesa, Gaëtan “Tany” Zampa (Gilles Lellouch). El estilo elegido para la narración pretende ser una especie de aggiornamento del policial negro que hizo furor entre mediados del siglo pasado y la década de los ‘80. La recreación de época es impecable y el ritmo narrativo también. Si bien sigue las normas clásicas, a diferencia del género original, busca minimizar las escenas de violencia y se concentra principalmente en una suerte de contrapunto entre los dos personajes protagónicos, como un duelo entre ego y alter ego. Alternativamente, va mostrando a uno y otro desempeñándose en su oficio y en su vida familiar. Ambos son aproximadamente de la misma edad y hasta se parecen físonómicamente. Lo que propone Jiménez es un retrato del perfil psicológico y temperamental de cada uno, poniendo de relieve varios aspectos en los que hay una gran semejanza entre ellos: físicamente, los muestra muy parecidos; pero también se parecen en el carácter obsesivo, riguroso, moralista y sujeto a códigos estrictos. Ambos son muy metódicos y organizados, son también sensibles y defienden su trabajo con uñas y dientes. Ellos están en veredas opuestas y enfrentados de manera inconciliable, ya que Tany no puede corromper a Michel, como hace con otros jueces y policías, porque el magistrado es inflexible en ese aspecto. De modo que se plantea un duelo de cerebros entre ellos, ya que ambos deben manejarse con suma sagacidad e inteligencia, y medir cada uno de sus pasos, sabiendo que se vigilan mutuamente y no se pierden pisada. Es así que entre zancadillas, emboscadas y engaños, el juez Michel consigue debilitar un tanto a Zampa fogoneando una interna dentro de la propia banda y así, no sin altibajos e intentos de abandono, finalmente, al cabo de un tiempo, la organización es desbaratada, con la colaboración de la DEA, desde Estados Unidos. La historia no tiene un final feliz para ninguno de los dos protagonistas, por lo que la película deja un sabor un tanto amargo, ya que ambos personajes son retratados con fortalezas y debilidades muy humanas y despiertan cierta simpatía en el espectador. La French es un film inteligente y entretenido, con el valor agregado de ser muy atractivo visualmente. La única desventaja que en general se le observa, de parte de la crítica, es que pareciera querer remedar a dos vacas sagradas dentro de la cinefilia: el oscarizado éxito del mítico film “Contacto en Francia” y el policial negro de mediados del siglo pasado. Algo así como querer jugar en primera con los suplentes de la B. Si se dejan a un lado esos pruritos, la película se sostiene a sí misma y se disfruta por sus propios méritos.
Un policial de los de antes Una nueva incursión en la historia de estas mafias de narcotraficantes franceses, en esta ocasión vista desde el punto de vista local. Hace ya 45 años (toda una vida) la llamada French Connection se hizo conocida en todo el mundo merced al recordado filme Contacto en Francia que dirigió William Friedkin y protagonizaron Gene Hackman y Fernando Rey, que se llevó nada menos que 4 premios Oscar. En aquella ocasión, la película echó luz sobre una problemática que llevaba instalada en Francia varias décadas: las varias bandas de narcotraficantes que recibían desde oriente la morfina base que luego utilizaban para fabricar heroína de gran pureza que luego distribuían no sólo en el resto de Europa sino también en los Estados Unidos. Y si bien Contacto en Francia (y su secuela de 1975 dirigida por John Frankenheimer) transcurría en gran parte en los Estados Unidos, este filme de Cédric Jimenez analiza el caso desde el punto de vista local y hace foco en la lucha del juez Pierre Michel (un intachable Jean Dujardin) para acabar con la banda liderado por el napolitano Gaetan "Tany" Zampa (Gilles Lellouche) que operaba principalmente en Marsella. Prestos a analizarla, la película –de 135 minutos- presenta una estructura del policial clásico de los años ´70,con protagonistas que no le temen a nada con tal de cumplir con sus objetivos y una narración en la que no predomina la acción como vienen haciendo el cine galo en la última décadas y media , sino el relato. De esta manera, Conexión Marsella se convierte en uno de esos filmes que merecen la pena ser vistos, aunque más no sea por la historia o por la nostalgia de reencontrarse con este tipo de cine. Las actuaciones de todo el elenco son más que meritorias, destacándose los dos protagonistas a los que el director coloca todo el tiempo como la contracara el uno del otro, mimetizándolos hasta el punto de retratarlos muy parecidos en el filme (ambos utilizan un peinado y vestimentas muy similares, por ejemplo) para resaltar esta contradicción. El otro gran mérito de Jimenez es haber logrado hacer retrocedes arquitectónicamente a la ciudad de Marsella unos cuarenta años en el pasado, cuando se la veía como una pequeña ciudad costera en la que se ocultaban los sujetos más peligrosos de Europa, así como la reconstrucción de lugares como la disco Krypton. La música también juega un papel preponderante en un filme que se perfila tranquilamente como un gran homenaje al cine policial de los años ´70 y no decepciona en ningún momento de su extensa duración.