“Corazón loco” Crítica La última película protagonizada por Adrián Suar aborda el tema de la poligamia en clave de comedia con mezcla de thriller. El film muestra las peripecias de un hombre que vive una doble vida con dos familias distintas tratando que ninguna de ellas se entere de la otra donde los puntos más desopilantes son la primera hora de la cinta. Suar sabe elegir las personas indicadas para los roles que encarnan sus dos mujeres en la ficción: Gabriela Toscano, en una composición que va a arrancar más de una sonrisa y de Soledad Villamil, muy correcta también en su rol. El resto del elenco está a cargo de Alan Sabbagh, Darío Barassi, Magela Zanotta y Betiana Blum. La película retrata la vida del traumatólogo Rafael Ferro encarnado por Suar que vive de lunes a jueves con su mujer Paula(Toscano) hace 19 años en Mar del Plata y el resto de los días con su otra pareja (Vera) y otro hijo suyo hace nueve en Buenos Aires. La primera, más sumisa, componiendo a una maestra jardinera y su otra pareja, médica nefróloga,que trabaja con Ferro en la clínica los fines de semana, más del tipo de las señoras empoderadas del siglo XXI. Cabe destacar, que la cinta atrapa desde el primer minuto pero luego pierde el rumbo cuando se aparta del género de la comedia y realiza un cambio de giro innecesario a partir de los sesenta minutos, haciendo no verosímiles las situaciones. La producción fue dirigida por Marcos Carnevale, conocedor del género de la comedia que ha generado atractivas propuestas como “Corazón de León” y “Viudas”, entre otras.El guión fue escrito por Carnevale junto a Suar. El tópico de la poligamia, muy de moda, en los últimos tiempos es difícil abordarlo cuando la relación no fue planteada de antemano de esa manera, sino que es realizada sin consentimiento de las partes perjudicadas y más con los cambios de paradigmas referidos al rol de la mujer en la actualidad. Por eso, el guión flota a la deriva y perdido cuando explota el conflicto y sale a la luz las verdades no dichas por el personaje de Ferro, cayendo en exageraciones un tanto innecesarias. La película fue dirigida por Marcos Carnevale, conocedor del género de la comedia que ha generado atractivas propuestas como “Corazón de León” y “Viudas”, entre otras.El guión fue escrito por Carnevale junto a Suar. Referida a la parte técnica, la fotografía está a cargo de Iván Wyszogrod, donde se destaca la apertura de una de las primeras escenas de “Caballo loco”, con un plano aéreo deslumbrante de la zona costera de Mar del Plata. No abundan las comedias nacionales con buen ritmo, para algunos espectadores la producción tendrá un tinte machista, para otros una exageración de hasta dónde son capaces las personas al sentirse engañadas, pero los que buscan una comedia para pasarla bien argentina, no los defraudará. Calificación: 70
Por separado, Suar y Carnevale han hecho de sus “productos” una marca registrada con varios puntos en común. Tanto en cine como en televisión, crearon una suerte de cápsula del tiempo: allí sus historias transcurren tranquilamente en un presente donde la realidad (y la sociedad) no se modifica hace unos treinta años. No es que hacen películas que huelen a naftalina vieja o que respetan un formato de la comedia dramática tradicional argentina. Su cine, estructuralmente, no es viejo (o sí, pero es para otra crítica), lo es la lente con que miran la sociedad de 2020. El problema se agrava cuando se juntan y se potencian. Sumen el clasicismo y el encasillamiento de los roles femeninos de Marcos Carnevale, al machirulismo extremo, la naturalización de la clase media acomodada (con la invisibilización y/o estigmatización de otros sectores), la idea de un único tipo de familia, la latente homofobia (espejo del machirulismo) y el rechazo a cualquier acto contestatario o liberador de Adrián Suar. Como una pareja destinada a juntarse, la unión hace a la eclosión. Como si desafiaran lo hecho con El fútbol o yo, llegan ahora a Netflix con Corazón loco. Corazón loco: Al final, sí era tu mami Poster de Corazón loco – Crítica AP Bajo la óptica de Fernando, el personaje de Adrián Suar, asistimos a lo que -según alguien- es el deseo/sueño del macho: Fernando es bígamo. Este traumatólogo, con toda la carga canchera y presuntamente simpática de Suar Inc., se casó de joven y tiene dos hijos con Paula (Gabriela Toscano, habitué de las aventuras televisivas del Don, debutando en sus aventuras cinematográficas con el mismo tipo de papel que suele hacer en la TV). Ella es una maestra jardinera, pero sobre todo, ama de casa. Paula, que como no podía ser de otro modo es nombrada con un diminutivo que la infantiliza o menosprecia, vive porque su marido le permite respirar, por lo menos por lo que podemos ver en la película. Todo su mundo gira alrededor de atender a sus críos y esperar que su maridito regrese de CABA a Mar del plata donde viven. Su trabajo no importa en lo absoluto en la historia, solo es excusa para remarcar lo peor del cliché de personalidad; rápidamente es algo que desaparece. Pero Fernando, ya hace muchos años, en uno de esos viajes a CABA, la conoció a Vera (una Soledad Villamil completamente desperdiciada, pidiendo ser rescatada). También es doctora, pero de estética porque es mujer, supuestamente más liberal, independiente y fuerte que Paula… pero que no deja de ser complaciente con las mil y una faltas del macho de Argentina. Fernando las ama a las dos. Por una falla del sistema corrupto de este país inoperante (por supuesto), logró casarse con ambas y todos viven felices; porque Fernando cuando regresa de sus ausencias sabe cómo complacerlas. Cada una le da algo distinto; y así el hombre es pleno (todo esto dicho en viva boca del personaje). Paula es chillona, viste de entrecasa y con ropa barata, no se cuida pero es servicial y sumisa a Fernando. Vera es pura clase, sensual, viste bien, más osada y también complace las ocurrencias de él. Sí, las ama a las dos. Corazón loco se cuenta desde su narración y no permite dudas sobre la materia. Para reforzar la idea de estar cumpliendo el sueño del macho, y que lo que siente es amor, tenemos al típico personaje banana del amigo (Alan Sabbagh), que no solo lo cubre sino que lo admira, le pregunta cómo lo hace y le permite a Fernando (a Suar) espetarnos que no nos equivoquemos, que no es ninguna aventurita o calentura, que lo de él es amor y que puede dejar contentas a ambas mujeres mientras estas no se enteren. El horror. Una hazaña que solo puede lograr alguien con suficiente dinero (y se sabe, ni para el director de No soy tu mami, Corazón de León y El espejo de los otros; ni para el actor de Me casé con un boludo, existe algo que no sea gente con poder adquisitivo). Y todo gracias a un bache temporal-argumental que haga ver a CABA y Mar del Plata como municipios lindantes. Bueno, como adelantan tanto el afiche, los trailers y el spot de Corazón loco, las chichis se enteran de todo por una serie de embrollos bien a la Suar. Aunque para esto ya haya ocurrido más de media película en la que nos dejaron en claro que debemos ser Team Fernando, porque ¡pobre tipo! ¡tiene mucho machismo para repartir! En esta segunda parte de la historia apuntaríamos a que la cosa mejore y empiece a desdecirse de todo lo que nos dijeron. Pero claro, inmediatamente recordamos que el equipo detrás de esto es el mismo de El fútbol o yo, y ya sabemos que no hay esperanza. Dicho y hecho, Corazón loco solo empeora. Corazón loco: Basta de mujeres Adrián Suar en Corazón loco – Crítica AP Es inevitable que la historia de Corazón loco no remita al hito televisivo que fue Naranja y media. Pero aún con toda la carga de una visión que no envejeció bien, aquella telecomedia se permitía algún escape progresista o crítica, al menos para la época. La epopeya conservadora de Suar-Carnevale es incapaz de hacerlo desde su matriz. Aún si nos remontamos más atrás, las comedias de Olmedo que suelen ser blanco perfecto de la crítica progresista, tienen algún resabio en el que se permitían mirar más allá, trataban temas tabú (si en 2020 hablar de bigamia en modo comedia es tabú estamos mal), y hasta ocasionalmente dejaron un mensaje anti conservador. Otra vez, Corazón loco vuelve a perder el match. Quizás haya que compararlas con las comedias del Suar chileno, Nicolás López, que casualmente están aprovechando esta cuarentena de streaming para llegar masivamente a nuestros servicios locales. Ahí también, el machismo, el anti feminismo, conservadurismo tradicionalista y la homofobia son los platos del menú diario. Corazón loco se permite un chiste burlándose del lenguaje inclusivo, tan antiguo y ofensivo que probablemente ni el director de Sin Filtros se animaría. Pero digamos que es ¿empate? Desde el mismo tagline del afiche nos lo dicen: la mujer es lo mejor mientras esté en el molde, complaciente, sin reclamos y sin aunarse para revelarse. Ahí comienza el infierno. Corazón loco: Triángulo escaleno Soledad Villamil, Gabriela Toscano y Adrián Suar al vacío en Corazón loco Aún si hiciésemos el esfuerzo de obviar las evidentes bajadas de línea, Corazón loco, que finalmente aterriza directo a Netflix, ofrece una película vacía, con notorios problemas de montaje, edición y continuidad (¿Quedó metraje en el camino?). Mar del Plata es presentada con una repetitiva toma turística que nos hace acordar a las placas que se usan en la TV para pasar de una escena a otra. Que Carnevale filma televisivamente no es novedad, pero acá se suman detalles que parecieran ser sacados de apuro y la hacen ver bastante menor. Suar se repite desde hace más de veinte años ¿Está peor que en otras películas? No, está igual. Toscano y Villamil tienen mucho más para entregar que lo que muestran acá. Ambas están limitadas, sin química, impuestas y forzadas a hacer algo que no las favorece. Suar no corre riesgos, y es claro que el guion está pensado para su lucimiento; las mujeres acompañan, como debe ser. Los pocos personaje secundarios que aparecen (realmente, está hecha muy a las apuradas) son deficitarios, en especial un repentino personaje de Betiana Blum cuya única explicación sería que se la tragó la tijera. Corazón loco no es graciosa (aun en los estándares retrógrados que maneja), no mantiene un ritmo parejo, pareciera más larga de lo que es, es abrupta, visualmente pasa de lo televisivo a lo carente y tiene un elenco con demasiada trayectoria para lo que ofrece(n). Ahora que llega a Netflix, los seguidores de las aventuras de ese personaje eterno que hace Suar probablemente salgan satisfechos de Corazón loco . Esta crítica apunta a todo lo que se lleva puesto en el camino.
Quizás llame la atención que una comedia, con toques alocados y por momentos dramática, se meta con el tema de la bigamia, que suena más a leyenda de otros tiempos, realidades de inmigrantes y viajantes de comercio, que funcionó en la tele como en “Naranja y media” y que aquí requiere un ejercicio de adaptación del espectador. Aceptar que hoy es posible, que el bígamo en realidad tiene “mucho corazón” y que las mujeres cuando lo descubren se pondrán arpías. ¿Resultara cómodo para los espectadores de hoy aceptar esos conceptos que a priori atrasan? Puede ser que el carisma que Adrian Suar supo conseguir alcance para sus muchos seguidores, aquí además de protagonista es coautor junto al también director Marcos Carnevale. Por fuera de un tema de estereotipos y convencionalismos de otros tiempos, si se entra en la convención de comedias de enredos donde las cosas no salen bien, que exige mucha locura al comienzo y mucha “venganza” después, puede tener aceptación y éxito para los fans de Suar. Tanto Gabriela Toscano como Soledad Villamil cumplen con roles no muy favorecidos y resultan simpáticos e integrados tanto Darío Varassi como Alan Sabbah.
"Corazón loco": una película que atrasa El guion de Suar y Marcos Carnevale hace de las mujeres un par de figuritas cortadas con la más gruesa de las tijeras, uno los tantos prejuicios (sociales, de género, de clase) que atraviesan la película. Fernando Ferro es un hombre igual a todos, salvo porque tiene un “corazón enorme”, según él mismo dice. “Mide como el del resto, pero sufre una singular anomalía: puede amar mucho más que el de cualquier ser humano”, completa. Tanto puede amar, que no le alcanza con una mujer sino que necesita dos: una de lunes a jueves; la otra, de viernes a domingo. Desde ya que ninguna sabe de la otra ni de esa patología cardíaca, en parte porque viven a 400 kilómetros y Fernando es un avezado mentiroso. Pero sobre todo porque, aunque opuestas en su manera de ser, están hermanadas por la tontera y la tendencia a responder a todo con gritos y movimientos eléctricos de las manos. El día a día de este hombre con dos casas, dos autos, dos familias y otros dos departamentos alquilados es el centro narrativo de Corazón loco, una película que, aunque parezca increíble, no se filmó en la Argentina del siglo pasado sino en la del año 2019. Peor aún: de no haber existido la pandemia, hubiera sido una de las grandes apuestas comerciales de 2020 del cine nacional, dado que originalmente iba a estrenarse en salas a mediados de marzo. Es difícil imaginar a quién se le ocurrió que Corazón loco era una buena idea. Es cierto que el director Marcos Carnevale (Corazón de León, El fútbol o yo, No soy tu mami) nunca fue un vanguardista y en todos sus trabajos lo clásico coquetea peligrosamente con lo anticuado, pero pocas veces una película de su autoría lució tan fuera de tiempo, hecha con tanto desinterés, como ésta. La premisa, el desarrollo y la forma de Corazón loco remiten a otra época, e incluso varias situaciones están calcadas de Naranja y media, en la que Guillermo Francella interpretaba a un hombre enamorado de dos mujeres. Aquello podía ser gracioso en una tira cómica del prime time de Telefé de 1997, pero no ahora por la sencilla razón de que el mundo es otro. El lugar de Francella recae Adrián Suar, quien hace años se dio cuenta que lo suyo es la ejecución de un mismo personaje que salta de película en película. Bien dirigido y guionado, Suar es eficaz y empático (ver Dos más dos o Igualita a mí). Su Fernando, en cambio, miente, engaña y maltrata a quien se interponga en su camino, convirtiéndose así un hombre repulsivo de tan detestable. Los primeros minutos describen la rutina de este traumatólogo que hace nueve años pasa una parte de la semana en Mar del Plata con Paula (Gabriela Toscano) y sus dos hijas adolescentes y la otra, en Buenos Aires junto a Vera (Soledad Villamil) y un hijo pequeño. En el medio hay viajes en ambos sentidos de la ruta 2 que incluyen un cambio de vestuario, celular y auto en un parador que la cámara se encarga de remarcar que es el de Atalaya, en uno de los chivos más descarados que se recuerden. Para establecer con más determinación su punto de vista, el guion de Suar y Carnevale hace de las mujeres un par de figuritas cortadas con la más gruesa de las tijeras. En una de las escenas de apertura, por ejemplo, a Paula le tiran alcohol en los ojos y pasa media hora de película con dos parches que la ponen más cerca de la humillación que del disparador cómico. Mejor le va a Vera, a quien al menos le ahorran el ridículo. Fernando resuelve su vida manipulando, tergiversando y patoteando, tal como hace con un gerente del planetario (chivo descarado, toma 2) y sobre todo con un enfermero al que, sin argumentos para refutarlo, le pide que se limite a “responder como enfermero”, condensando en tres palabras uno los tantos prejuicios (sociales, de género, de clase) que atraviesan el relato. Todo sigue igual hasta que Vera y Paula se descubren mutuamente e inician un plan de venganza que incluye delicias imaginativas tales como ponerle laxante en la comida. El único atisbo de gracia proviene de un compañero de trabajo de Fernando a cargo del notable Alan Sabbagh, que con apenas preguntarle si se cree Saddam Hussein por tener dos mujeres y cómo hace con la AFIP para sostener su doble vida le alcanza para ser la única voz medianamente lúcida entre tanto descalabro.
Fernando Ferro (Adrián Suar) es un traumatólogo que lleva una doble vida. De lunes a jueves, convive desde hace diecinueve años en Mar del Plata con su esposa Paula (Gabriela Toscano), maestra jardinera, con la que tiene dos hijas adolescentes. De viernes a domingo tiene otra pareja oficial en la Ciudad de Buenos Aires, cuyo nombre es Vera (Soledad Villamil), una especialista en nefrología con la que está desde hace nueve años y con la que tiene un hijo de seis años. Esta comedia acerca de un bígamo se ve un poco fuera de época, una de esas películas que pudieron tener algo de gracia en el cine de la década del sesenta o setenta, donde podía despertar cierto interés una temática como esta. En el año 2020 sentir algún tipo de empatía por un personaje así es prácticamente imposible. Pero no hay reglas para el cine y si el guión le hubiera encontrado la vuelta, tal vez podría haber convencido a alguien. Pero al terminar la película la conclusión que se saca es que si no se le pude dar un buen film a una historia, mejor no filmarla. Si la comedia se ve televisiva, antigua y por su mal timing algo fuera de ritmo, esto puede obedecer a una forma demodé de entender el cine, pero que el desenlace sea tan pobre y decepcionante, solo responde a que no supieron como terminar esta historia. ¿Y por qué no funciona? Por lo dicho anteriormente. Una comedia que responde a un paradigma de otra época requiere una renovación. Pero como esa renovación no es fuerte, ni tiene convicción alguna, entonces la película no toma la decisión de sostener al protagonista o ir contra él de manera clara, para reivindicar a las dos mujeres engañadas. Todos los personajes son estereotipos televisivos de hace décadas y los subrayados de personalidad dan un poco de pena. Adrián Suar consigue sacar algunas risas cuando se las ingenia para resolver él, con su simpatía, alguna situación. Alan Sabbagh es el único que tiene timing y estilo de comedia clásica, afilado, veloz y sin sobreactuación. Toscano y Villamil no son aprovechadas de ninguna manera, más bien todo lo contrario. Para los que quieran saber cuántas marcas pueden aparecer de forma obvia en una película, Corazón loco es casi un manual. Algunas tienen sentido dramático, como Atalaya o Havanna, otras son un golpe en el ojo por lo forzada que está su aparición. Aun así, esto no es grave, solo molesto. Molestia menor en comparación con los baches de guión y arbitrariedades varias. Y si el espectador cree que hay un exceso en el uso de drones en las series y películas actuales, luego de ver esta película confirmará su creencia. El actor y productor Adrián Suar ha hecho películas buenas y malas, siempre con ganas de ofrecer un producto prolijo y taquillero. Este título está, además, entre las más aburridas.
Texto publicado en edición impresa.
Corazón Loco de Marco Carnevale. Crítica. Una comedia despareja sobre el poliamor y el la infidelidad Luego de muchos idas y vueltas la película protagonizada por Adrián Suar, Soledad Villamil y Gabriela Toscano se estrenó en Netflix. Por Bruno Calabrese. Fernando Ferro (Adrián Suar) vive en Mar del Plata con Paula (Gabriela Toscano) y sus dos hijas adolescentes. Trabaja como traumatólogo en el Hospital Municipal. Todos los jueves viaja 400 kms a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para cumplir funciones laborales en un sanatorio privado. Pero no solo tiene un trabajo, también tiene otra familia: Vera (Soledad Villamil) y un hijo lo esperan todos los fines de semana para compartir la rutina familiar. El tema es que ninguna sabe de la existencia de la otra, y Fernando pasa toda la semana haciendo peripecias para que su mentira no se descubra. Cambia su agenda de acuerdo a las dinámicas de cada familia, siempre para sostener ese engaño que viene manteniendo desde hace nueve años, cuando conoció a Vera. Pero todo se complica cuando Paula llega a Capital por sorpresa para el aniversario de casados. Fernando tendrá un accidente con el auto que hará que su esposa marplatense comience a sospechar y poco a poco la verdad saldrá a la luz. Las mujeres involucradas en el engaño se conocerán entre ellas y elegirán el silencio cómplice entre ambas para planear una siniestra venganza hacia su marido. En tono de comedia, la nueva película de Marco Carnevale (Elsa & Fred) aborda la polémica temática del poliamor. En los primeras 45 minutos lo vemos maniobrando entre mentiras la forma de poder llevar adelante su doble familia. Pero, ¿Puede un traumatólogo sostener este tipo de vida?¿Cómo hace para sostener dos redes sociales? ¿Cómo puede ser que a nadie en Atalaya a nadie le haya llamado la atención un tipo que todos los jueves y domingos cambia de ropa y de autos?, todo religiosamente armado durante el transcurso de 9 años. Un montón de preguntas que uno puede hacerse y que le saca todo rasgo de credibilidad al relato. Pero, es una comedia y, más allá de eso, ahí es donde aparecerán los mejores momentos del film. Sostenido por el carisma de Adrian Suar, siempre en ese personaje de porteño canchero, por momentos insoportable, pero que suele ser funcional para este tipo de películas. Esa primera mitad se centra en él y resulta un entretenimiento que se hace llevadero, y alguna que otra risa puede sacarnos y otros son realmente lamentables (el chiste de “chiques” no es ni gracioso ni está bien utilizado). El aporte de Alan Sabbagh, quien compone a Gonzalo, su compañero de trabajo en Capital es el punto más alto. Un personaje que también es víctima del engaño de Fernando, ya que se entera de la misma en el preciso instante del accidente pero que colaborará para que la mentira no salga a la luz. El actor de Masterplan y El Rey del Once será quien entregue los mejores momentos del film, con diálogos reales y reflexiones ante la inesperada situación de Fernando. Ese tono humorístico y algunos gags graciosos sostienen el relato en la primera parte, pero todo cambia a partir de la segunda mitad, cuando ellas se enteran del engaño. El protagonismo pasará a manos de Vera y Paula con el plan de venganza como estandarte. Se sumara a ellas un amigo veterinario de la esposa porteña interpretado por Dario Barassi. Si a película tenía algunas cuestiones poco creíbles en esa segunda parte toma carriles sin sentido e inexplicables. Si el estereotipo de mujeres que componían en un principio (una maestra jardinera siempre vestida con flores y otra profesional de la medicina más moderna) atrasa, su transformación mucho más. Vera se convierte en una psicópata desquiciada y Paula en una mujer inoperante que se ve imposibilitada de manejar la situación, manipulada por la ira de la otra esposa. Si hubo un intento de reflejar empoderamiento femenino la metodología no fue la correcta y el resultado no fue el esperado. Pero más allá de la mirada fuera de tiempo de los dos personajes femeninos, que se la podemos dejar pasar por tratarse de una comedia, el film pierde todo la gracia que podía tener en esa primera mitad. Todas esas situaciones que mezclaban situaciones cotidianas de la vida con las maneras en la que Fernando sostiene su engaño, se ven absorbidas por un plan de venganza totalmente aburrido e inverosímil (si había algo de que fuera creíble). Encima el mejor personaje, el de Alan Sabbagh, desaparece totalmente de escena, reemplazado por un Barassi, desperdiciado y con escaso aporte humorístico a la trama. La toma aérea de la belleza marplatense hace que uno arranque con otra predisposición el film y quizás eso haya influido en mirar con buenos ojos esa primera mitad. Pero toda esa fuerza visual es solo un espejismo, todo se diluye poco a poco y el resultado final no es el esperado. Corazón Loco es despareja, poco inteligente en la búsqueda de hacer algo distinto para generar una sonrisa. Un film que tiene algunos momentos divertidos en la primera mitad pero que termina cayendo en una fórmula fácil, repetida y vetusta de hacer humor. Puntaje: 60/100.
La nueva película de la dupla conformada por el director Marcos Carnevale y el protagonista Adrián Suar (ambos además coguionistas del proyecto) estuvo a pocos días de ser lanzada en marzo pasado en los cines argentinos, pero su estreno fue cancelado a último momento por la pandemia del Coronavirus y terminó siendo adquirida por Netflix. Este flamante trabajo de los responsables de El fútbol o yo luce siempre fuera de registro tanto en su incursión en el género de la comedia de enredos como en su mirada dominada por la misoginia, los lugares comunes y los estereotipos. Cine elemental y desteñido. Cuesta creer (y entender) que Carnevale y Suar hayan escrito a cuatro manos una película como Corazón loco, en la que nada funciona como pretenden. El problema principal, de todas formas, no es que sea una comedia sin gracia ni timing, con gags torpes, situaciones forzadas, personajes desdibujados o actuaciones fuera de tono. Es una historia construida desde una mirada que atrasa y que muy probablemente irrite (con toda razón) a muchísimas mujeres. Entre imágenes capturadas con drones (puro regodeo) y constantes PNTs (estamos ante uno de los ejercicios de product placement más burdos que se hayan visto en mucho tiempo), Corazón loco nos sumerge en la dinámica de Fernando Ferro (Adrián Suar), un traumatólogo que lleva una doble vida (literal): de lunes a jueves, convive desde hace 19 años en Mar del Plata con su esposa Paula (Gabriela Toscano), una maestra jardinera, y dos hijas adolescentes; mientras que de viernes a domingo su pareja en CABA es Vera (Soledad Villamil), una especialista en nefrología con la que está desde hace casi una década y con la que tiene un hijo de cinco años. Mentiroso compulsivo, pero al mismo tiempo un tipo de buen corazón y mejores intenciones, Fernando para siempre en su camino de ida (o de vuelta) en la ruta 2, cambia de auto y se convierte en el marido ideal para la mujer de turno: la sumisa, ingenua y tradicional Paula o la más moderna, enérgica y exigente Vera (aquí no hay lugar para grises, matices, todo está trabajado con opuestos siempre subrayados). Pero todavía falta lo peor: cuando tras un accidente la farsa se derrumbe ambas mujeres sumarán fuerzas para la venganza. Los personajes femeninos se convertirán entonces en sádicas revanchistas, mientras que el atribulado bígamo Fernando (con el que seguiremos empatizando tras sus múltiples pedidos de disculpas) se transformará en víctima. Ni al peor Enrique Carreras de los años '80 se le podría haber ocurrido una historia tan pobre, maniquea y elemental como la que rodó el director de Elsa & Fred, Tocar el cielo, Anita, Viudas, Corazón de León, El espejo de los otros, Inseparables, El fútbol o yo y No soy tu mami. Suar, un actor de indudable popularidad con títulos como Un novio para mi mujer, Me casé con un boludo y Dos más dos (aquella historia de swingers luce de una audacia suprema en comparación con esta exploración del “poliamor”), construye uno de los papeles más desteñidos y monocordes de su carrera. Peor aún resulta la suerte de Soledad Villamil y Gabriela Toscano, dos muy buenas actrices (cuando tienen personajes a su altura y son cuidadas desde la dirección) que aquí están sometidas por un film dominado por los prejuicios, los estereotipos y un machismo que ya parecía perimido en el cine argentino.
LAS VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA CUARENTENA La cuarentena (con su pandemia como disparador) ha tenido un impacto desigual en el mundo cinematográfico, con beneficios y perjuicios, que a veces interactúan de manera inesperada. En el caso de Corazón loco, esa doble vía queda muy clara: si el confinamiento que arrancó en marzo nos salvó de que la nueva película del tándem Suar-Carnevale llegara a las pantallas; lo cierto es que su eventual lanzamiento a través de Netflix hace que ese cine ahora tenga la chance de ser visto por el público a escala global. Por suerte en Corea del Norte no la van a ver y no querrán ir a la guerra contra la Argentina. Si ya veníamos reconociendo la coherencia que estaba mostrando Suar en su filmografía, a partir de su apego a lo peor del lenguaje cinematográfico, hay que reconocer que ha encontrado en Carnevale un compañero fiel en ese posicionamiento: el atraso narrativo y formal que ya estaba muy consolidado en El fútbol o yo, en Corazón loco se potencia a niveles por momentos llamativos. Ya la historia, convengamos, presentaba algunos riesgos a partir de su molde bastante similar al de la serie Naranja y media: tenemos a Fernando (Suar), un traumatólogo que ha montado una doble vida entre Buenos Aires y Mar del Plata, con dos parejas -Paula (Gabriela Toscano) y Vera (Soledad Villamil)-, dos familias, dos trabajos y dos rutinas que corren por carriles separados, hasta que claro, ellas se enteran de la existencia de la otra y empiezan a delinear un plan para cobrar venganza. ¿Cómo retratar apropiadamente las acciones de un hombre que miente constantemente, pero se justifica siempre a partir de su amor por sus dos mujeres? ¿De qué forma abrazar el humor disparatado o incluso oscuro al momento de narrar las reacciones de dos mujeres cuyos mundos se derrumban? ¿Cómo interpelar las masculinidades y/o feminidades en un relato que puede caer fácilmente en los estereotipos o esquematismos? El guión de Suar y Carnevale, lo mismo que la puesta en escena del film, no parecen considerar en absoluto ninguno de los dilemas previamente planteados. Si Corazón loco carece de un plano mínimamente emparentado con el cine, las situaciones que va desplegando ni siquiera son dignas de una telenovela barata de los noventa. Del mismo modo, prácticamente no hay chistes en los que se note una mínima originalidad, cierto conocimiento de la comedia, consciencia del material narrativo o un cuidado por los personajes. Apenas si Alan Sabbagh, como un colega de Suar, tiene un par de líneas decentes. Por eso también el descontrol en las actuaciones: Toscano solo recurriendo a muecas o caras tristonas para evidenciar el estado de ánimo de su personaje; Villamil dedicándose solo a gritar, en la que es claramente la peor actuación de su carrera; o Darío Barassi que pareciera pensar que actuar es estar nervioso todo el tiempo, por dar solo unos ejemplos. Y encima tenemos a Suar, tratando en cada escena de llevarse toda la atención posible, con un personaje insostenible en sus comportamientos, pero con el que la película pretende generar una empatía imposible. Si al film le cuesta un montón delinear y plantear su conflicto central, y luego va dando giros cada vez más arbitrarios, los minutos finales ya entran directamente en el campo de lo inenarrable: un compendio de situaciones inverosímiles e incoherentes pegadas entre sí con la intención de cerrar la trama central a como dé lugar. De ahí que Corazón loco no solo sea un producto -porque no califica como comedia y menos aún como película- carente de gracia, sino incluso agotador. Tanta inoperancia a la hora de narrar cansa, enormemente, incluso aunque se la vea en la pequeña pantalla de una computadora.
¿Quién se imaginaba a este villano en este momento? ¿No tiene usted suficiente, lector, lectora, lectore, con el funcionario que está viendo y tratando la pandemia de manera totalmente opuesta a la suya? ¿O con aquel viejo conocido que desde las redes dirigió su alienación hacia usted? ¿O con el pariente que amplificó su costumbre irritante gracias a la prevalencia digital del inevitable vínculo? Usted irá llenando esos casilleros como prefiera, pero verá que llegará al mismo lamento. Porque esta iteración de Adrián Suar va a quedar para la eternidad como el souvenir más representativo de estos tiempos que nos tocan atravesar, haciendo su promoción con la prensa para atajarse por adelantado ante el peor papel y la peor película de su carrera, pero además atajándose en directo por poner en suspenso la situación de los 290 trabajadores de su productora en plena pandemia. Esas dos situaciones, en combinación, hacen bastante probable que eventualmente tenga que atajarse en retrospectiva por haber estado promocionando semejante película en semejante situación. Una paradoja en la que el personaje ficticio −que quiere retener a sus dos esposas a toda costa− empalidece frente al real −que quiere deshacerse de gente a toda costa−. El elemento común entre esta postura empresarial de Suar y su nueva criatura, el traumatólogo Fernando Ferro, es justamente la reticencia a desplazarse del deseo individual −y flagrantemente perjudicial a los demás− en beneficio del bien mayor o del comportamiento mínimamente digno. En sus actuaciones cómicas anteriores esto siempre implicó entrar en personajes cuyas costumbres, adicciones o formas de ser empujaban a sus parejas al límite de la tolerancia, pero en este caso el patrón se rompe de la peor manera por tres cuestiones: este nuevo personaje −que mantiene descaradamente una doble vida entre dos esposas a 400 kilómetros de distancia− se mete en rincones tan oscuros que son imposibles de levantar cómicamente, termina el argumento sin aprender ni mejorar en ningún aspecto y queda siempre en un falso centro moral, porque la película pinta a las víctimas del bígamo básica y respectivamente como una psicótica −interpretada por Soledad Villamil− y una sumisa de pocas luces −encarnada por Gabriela Toscano−, maltratándolas en consecuencia. Mi límite fue el aspersor prendiéndose en la cara del personaje de Toscano, mientras descubre la estafa detrás de su matrimonio de diecinueve años. ¿Qué recordaremos primero de esta película si llegamos vivos al 2030, por ejemplo? Habrá mucho para elegir. Estarán el humor depredador de Carnevale reconociendo en clave costumbrista la existencia del lenguaje inclusivo, las bajezas in crescendo del personaje de Suar sin que a la película se le mueva un pelo, el product placement desvergonzado, la actuación desastrosa de Darío Barassi, la vergonzosa escena de la confrontación en la terraza y el giro elegido para resolverla, los planos de drone, las dos protagonistas femeninas mandadas al muere dramático o la voz en off en el cierre, que reafirma la premisa de la duodécima película de Carnevale, que llegó a nosotros en el año de la pandemia más impactante en casi un siglo. Y vamos a recordar esta película dentro de diez años porque este será el momento bisagra que señalaremos como el origen de nuevas calamidades cinematográficas provocadas por Carnevale: estoy seguro de que en una realidad paralela nosotros no solo estaríamos viviendo nuestras vidas sin barbijo ni distancia, sino que además esta película habría sido un fracaso en los cines, aniquilada por el boca en boca y por el costo de ir al cine en la vieja normalidad. Y la pandemia le hizo el favor de mandarla a la plataforma de streaming más popular en Argentina, que le permitió llegar sin intermediarios a todos sus suscriptores, que seguramente perciba números convincentes de reproducciones −que la plataforma no tendrá que revelar− y que según mi pálpito le dará un segundo aire para nuevas producciones, justo en el punto más insoportable de las carreras de sus responsables. El monstruo quedó rengo y desmoralizado, pero lo más probable es que nunca cambie.
Bien rápido hacia el olvido. Corazón Loco es la nueva película dirigida por Marcos Carnevale, un estreno de Netflix que se destaca sobre todo por ser “la nueva película de Adrián Suar” (guionista y actor de la cinta), la cual se viene promocionando desde hace tiempo en las carteleras que, dolorosamente, han quedado olvidadas en este tiempo de pandemia. Sin tantos preámbulos, Corazón Loco es la típica comedia romántica que respeta a rajatabla la fórmula de algunas películas conocidas que cuentan con la participación de Suar, algunos ejemplos pueden ser El día que me amen (2003), Igualita mí (2010), Me casé con un boludo (2016), El fútbol o yo (2017), entre otras obras que conforman la carrera del actor. En este caso Suar interpreta a Fernando, un médico traumatólogo adicto a la mentira que escapa de una pareja a otra teniendo así dos tipos de vidas diferentes, dos familias, dos celulares, dos perfiles de redes sociales, etc. No lo hace por querer tener una “aventura”, sino porque su corazón es tan grande que “el amor le llegó dos veces en la vida”. Y así como suena obvio, la vida que eligió Fernando está llegando a un punto de colisión en donde diferentes sucesos serán los causantes de que Paula (interpretada por Gabriela Toscano) y Vera (interpretada por Soledad Villamil) se conozcan a su debido tiempo y comiencen a dudar de su adorable pareja, quien simula llevar su vida a la perfección, sin ningún tipo de problema. Estamos frente a una trama digna de hace veinte años atrás, o incluso más. En Corazón Loco se dibuja un machismo arcaico en donde las únicas humilladas son las mujeres, las cuales caen en el típico formato estereotipado y patético de ama de casa y mujer profesional. Esto no es una comedia, es una burla patológica hacia las mujeres, y eso queda transparentado en un guion irreconocible en donde todo el tiempo Fernando sale ganando; o al menos es lo que él cree. Pero lo peor de todo, si es que aún hay algo para agregar, es el intento de lograr el “empoderamiento femenino” al unir a los personajes en búsqueda de venganza al enterarse que su marido es un impostor. Y es justamente esta parte, faltando veinte minutos para el final, la cual se vuelve inviable por donde la mires. En este punto, la película ya se volvió un despropósito masivo, y son los monólogos finales de Fernando los cuales seguirán hundiendo aún más esta película que, si bien encuentra un ritmo llevadero y apropiado, no deja de ser una basura. Tristemente, pero sin ser una novedad, Corazón Loco es, para mí, la peor película de este año.
A raíz del cierre de los cines ante el avance de la pandemia en marzo, Corazón loco, la película protagonizada por Adrián Suar y dirigida por Marcos Carnevale encuentra su estreno en la plataforma de streaming Netflix y ocupa el primer puesto de visualizaciones. El tema central es la doble vida que lleva adelante Fernando (Adrián Suar), el jefe de traumatología de una clínica marplatense. “Tengo una sola familia, dividida en dos”, asegura con desparpajo mientras reparte su tiempo – y las artimañas para no ser descubierto- entre el hogar que construyó junto a Paula (Gabriela Toscano), una maestra jardinera en Mar del Plata, con quien hace diecinueve años está casado, y el amor de Vera (Soledad Villamil) que vive en la ciudad de Buenos Aires y a quien visita los fines de semana. Entre dos hogares, dos amores e hijos separados por cuatrocientos kilómetros de distancia, el bígamo se ve obligado a sortear una mentira tras otra para mantener su secreto y su machismo bien resguardado. Claro que las cosas no salen bien. Con este esquema argumental, el guión de Marcos Carnevale y el mismo Suar, pinta con pocas sutilezas el universo de este hombre que parece haber quedado atrapado en décadas pasadas, y en un presente en el que sus –las- mujeres ocupan un segundo plano y se convierten de ingenuas engañadas a villanas de turno. En ese sentido, el tono de la comedia no encuentra momentos logrados ni muy divertidos (sólo acierta la presencia de Alan Sabbagh como su compañero y cómplice) y pierde clima a pesar del ritmo impreso. El rumbo también es incierto cuando el filme navega entre la comedia e intenta encaminarse hacia un registro más oscuro, donde la venganza de las féminas toma protagonismo. Ni en uno ni en otro campo las situaciones salen airosas como para fortalecer esta anacrónica propuesta, “adornada” con las panorámicas de “La Feliz” registradas desde un dron y con publicidades forzadas que distraen y en ningún momento intentan camuflarse como lo hace el médico en cuestión. La famosa casa de las medialunas de la Ruta 2 funciona como el cuartel del trámite o “espionaje” en el que Fernando se cambia, deja la alianza y el auto, se perfuma y se transforma en “otro” para despistar. El filme hace gala además de una “narración en off” que subraya de algún modo lo que ya se entiende a través de las imágenes. Si Paula tiene un accidente que la deja casi ciega al comienzo, es quizás, para no ver lo que se avecina. Ni las habituales morisquetas de Suar, vistas en otros filmes, ni las buenas actrices que lo acompañan logran acá darle más carnadura a sus personajes.
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Humor fuera de contexto La nueva entrega de Marcos Carnevale co-escrita con Adrián Suar, intenta abarcarlo todo y a pesar de marcar tendencia en Netflix, se queda corto en el intento. La realidad es que entre tanto humor se esconde, quizá, una película poco pretenciosa. Corazón Loco (2020) cuenta la historia del bígamo Fernando (Adrián Suar), quien tiene una familia en Buenos Aires y la otra en Mar del Plata. Todo parece marchar bien, pero su vida da un vuelco cuando sus esposas (Soledad Villamil y Gabriela Toscano) descubren lo que les ocultó durante tantos años y se unen para vengarse. El cine nacional ha sabido avanzar a pasos agigantados en los últimos años pero el film de Carnevale y Suar parece la excepción. La temática trabajada en conjunto con el argumento demuestran atraso: el guión resulta anticuado y débil haciendo inverosímiles las secuencias sumado a que se presentan ciertos estereotipos como el del macho argentino y la mujer débil e ingenua; difícil de sostenerse en los tiempos actuales. Sin embargo, otros aspectos técnicos se muestran aceptables aunque el poco sutil product placement termina por opacarlo. Por otra parte, si bien es una comedia, el film carece de gracia pues los recursos propios del género son predecibles además de encubrir el hecho de que el protagonista termina en el lugar de víctima generando así falta de empatía. "Éstos elementos poco favorables hacen que la balanza se incline hacia sus aspectos negativos e impide subrayar los pocos momentos entretenidos, logrando así que dependa enteramente del espectador si Corazón Loco resulta o no."
Imaginemos un escenario diferente al del estreno de Corazón loco (2020), protagonizada por Adrián Suar, Soledad Villamil y Gabriela Toscano. Pensemos en un momento histórico en donde el rol de la mujer en la sociedad sólo estuviera dominado por las trampas, violencias y exigencias patriarcales. Allí, en un mundo distinto al de hoy, las mujeres acataban órdenes y ante algún “desvío” de la norma se las tildaba de locas o putas, esta película se celebraría, o al menos esbozaría alguna sonrisa en el público, principalmente en el masculino. Pero estamos en 2020, y a pesar del supuesto ingenio con el que el guion de esta dramedy, escrita por el propio Suar y el director Marcos Carnevale, maneja algunos puntos asociados a la bigamia, no termina de consolidar una base ética ni un punto de vista válido para trabajar con cuidado el ríspido camino para narrar la vida de un hombre (Suar) que decide mantener dos familias en secreto. A medida que avanza la historia de la película, y por más esfuerzo que se haga, nada puede solucionar el timming con el que se estrena este relato, que no solo cae en lugares comunes, desagradables, sino que lo presenta con un discurso plagado de misoginia exacerbada y estereotipos para subrayar a sus personajes. Corazón loco se divide en dos partes, una primera, enmarcada en el clásico vodevil de equívocos, donde Fernando (Suar) hace lo imposible para cumplir con sus obligaciones profesionales y familiares en Buenos Aires y Mar Del Plata, donde tiene un hogar en cada una de esas ciudades (no pidamos verosimilitud a nada de aquello que se muestra), y una segunda en donde un plan de venganza por parte de las mujeres engañadas se gesta a partir del descubrimiento de sus mentiras. En la primera etapa se describen a los personajes, Fernando es un ser explosivo, que siempre corre para atender a las dos familias, y el contraste entre Paula (Toscano) y Vera (Villamil), sumisa e ingenua una, feroz y empoderada otra, viabilizan la progresión dramática en donde la tensión se cimenta en el conocimiento por parte del espectador de esa información que los protagonistas carecen. Es frecuente la representación del bígamo como un ser verborrágico y siempre al borde de un colapso, algo con lo que Corazón loco comulga, al igual que con la representación liviana de un drama familiar y vincular, que en otros tiempos, tal vez, se empatizaba, pero que hoy en día es insostenible. Curiosamente siempre la cultura popular se ha nutrido de esta situación irregular para construir éxitos sin precedentes, Naranja y media, Mi amor Mi amor, 100 días para enamorarse, en televisión, La tercera orilla (2014), de Celina Murga, y Los chicos crecen de Enrique Carreras en el cine, y algunos casos foráneos como El bígamo de Ida Lupino (tal vez la mejor producción sobre este tipo de vínculo, con un análisis y reflexión sobre la humanidad de los personajes), o Profesión Bígamo, con Rafaella Carrá, pero claro está, eran otros tiempos. A lo retorcido de pensar una historia así en ésta época, se le suman los subrayados con los que se configuran los personajes, la falta de resolución y continuidad de secundarios, la necesidad de demostrar opulencia en escenas hilvanadas por tomas de drone, y PNTs insostenibles. Nada eso permite que el chiste avance hacia ese segundo tramo anteriormente mencionado. Hacer humor es cada vez más complicado, ¿pero cómo podría haberse resuelto este mismo tópico en esta época? podemos reírnos con algún gag, sí, con el esfuerzo de Suar por parecer gracioso haciendo una vez más su personaje, también, pero eso no termina de superar la inevitable cuesta arriba que se hace ver un producto que evita dialogar con su época, que mira hacia otro lugar cuando se desean superar cuestiones olvidables de la cultura popular de antaño, que sigue eligiendo al hombre como centro de todo y que le da la espalda a sus protagonistas femeninas, mujeres que ni aún en el plan de vengarse de aquel que les hizo vivir una pesadilla, pueden superar los caprichos de un guion que transita por una delgada línea de incorrección política con vestigios de viejos preceptos narrativos. El final, sin moraleja, termina por apoyar una práctica que ni siquiera en la ficción puede aprobarse y pasa de largo de aquello que finalmente piensa sobre la bigamia, o a ver si su protagonista aún a punto de perder su vida no volvería a revivir su “hazaña”.
La idea de la película se comenzó a gestar en la mente de Carnevale hace una década, aunque el rodaje fue recién el año pasado. Uno diría que se trata de un trabajo bien pensado y, por ello, logradísimo. Lo que sí se nota es un trabajo elaborado en cuanto a logística, mucho drone en escenas de exteriores en dos ciudades distintas. Una vez finalizado el trabajo, “Corazón Loco” estaba lista para estrenarse en los cines argentinos en marzo, pero la instauración del aislamiento obligatorio frustró su lanzamiento. Iba a proyectarse en casi 500 salas y todo cerró antes del estreno, por lo que, venta de derechos mediante, la película logró ver la luz en la plataforma de streaming más usada de nuestro país.
El retraso del estreno y el atraso de época La historia de "Corazón loco" comenzó a dar vueltas en las cabezas de Adrián Suar y Marcos Carnevale en 2012, pero recién se comenzó a rodar en 2019. Debía estrenarse en cines el 19 de marzo de 2020, tan sólo un día antes del inicio de la cuarentena. Con probabilidades casi inexistentes de recaudar, en primer lugar se decidió postergar su llegada a las salas, pero con la extensión de los protocolos de aislamiento, finalmente se canceló y Netflix adquirió los derechos para emitirla en la plataforma, estando disponible desde hoy. Parece un gran juego de redundancia que un filme que se atrasó tanto, al mismo tiempo atrase tanto. El filme dirigido por Carnevale, que también escribió el guion junto a Suar, cuenta la historia de Fernando Ferro (Adrián Suar), un traumatólogo bígamo, que de lunes a jueves vive junto con su esposa Paula (Gabriela Toscano) y sus dos hijas adolescentes en Mar del Plata, y de viernes a domingo, en Buenos Aires, con Vera (Soledad Villamil), y un hijo de cinco años. Con una primera escena en la que vemos a Ferro tirado en el suelo tras un accidente y ensayando una excusa (nunca una disculpa sincera) sobre los hechos que lo llevaron a ese punto, nos adentramos en su versión de la historia. Con ella, intentará no solo empatizar con el público, sino modificar los roles hasta el punto de hacerse pasar como una víctima. Para ello, deberemos presenciar su inteligente rutina, en donde cambia de ropa, personalidad y hasta de vehículo en el trayecto que lo lleva cada semana desde La Feliz hacia Capital. Durante años todo marcha bien y el protagonista hasta se enorgullece de su plan perfecto, hasta que un accidente de tránsito genera la debacle y su siniestra doble vida se derrumba. También te puede interesar: La familia ensamblada es muy unida. La emotiva reacción de la hija de Roberto García Moritán al posteo de Pampita sobre Blanca Preocupante estado de salud de Carmen Barbieri. Impactantes imágenes de Carmen Barbieri afectada por la culebrilla El filme navega entre diversos géneros, como el drama y hasta el thriller, pero prevalece la comedia, aunque no mucho de lo que se ve sea gracioso. Es imprescindible decir que ningún tema es intocable a la hora de crear una ficción y contar una historia, pero sí existen diversas formas de hacerlo. Cualquier cineasta o artista puede parodiar, criticar e incluso ser políticamente incorrecto con total libertad, pero existe un problema cuando el argumento se construye con una mirada arcaica que hasta genera dudas sobre si su intención es simplemente molestar. Ahí recae el principal problema de "Corazón loco", más allá de su ineficacia para hacer reír o generar tensión. Sus constantes guiños machistas, la ausencia total de evolución del protagonista, y los subrayados estereotipos que se identifican en sus personajes generan una trama pobrísima que se encuentra completamente fuera de su época.
En una entrevista reciente, Marcos Carnevale confesó que llevaba más de 10 años queriendo filmar esta película en conjunto con Adrian Suar. Se trata de un dato que podría haber pasado desapercibido, si no fuese justamente porque el argumento del film parece haberse pensado para una época lejana a la actualidad. Ni siquiera puede asegurarse que en el 2010 hubiera sido bien recibido por una sociedad que ha ido desmarcándose del machismo y la heteronormatividad. • Para entender de qué se trata "Corazón loco" podríamos retroceder hasta 1997, cuando en @telefe se estrenaba "Naranja y Media", serie protagonizada por un joven Guillermo Francella. Allí, el personaje principal se enamoraba de dos mujeres y encabezaba la titánica tarea de llevar adelante dos vidas en paralelo sin que la verdad salga a la luz. En "Corazón loco", la dinámica se repite. Fernando Ferro (Suar) es un traumatólogo doblemente casado que de Lunes a Jueves vive una vida familiar en Mar del Plata y de Jueves a Domingo vive otra en Buenos Aires. Descontando la inverosimilitud de viajar durante 10 años 900 km por semana y de ciertas ideas absurdas que no resisten el menor análisis, vayamos hacia lo único que podría salvar la película: el humor de Adrian Suar. Es tan cierto que el dueño de Polka reincide siempre en el mismo rol, como lo es su innata gracia para protagonizarlo. Lamentablemente, en esta producción, ni siquiera eso sucede. Probablemente sea la participación menos graciosa de toda su carrera. Hay que aclarar, que exceptuando algunos gags de la parte inicial, el guión no lo ayuda demasiado. Sus engaños, sus manipulaciones y sus conductas psicopáticas, lastiman tanto a sus esposas que obturan cualquier posibilidad de identificación. • "Corazón Loco" termina siendo poco más que un cóctel repleto de PNT y de ideas que llegan a resultar muy chocantes. Una de esas producciones, que por suerte, cada vez provocan más rechazos que adhesiones.