Corría 1994 y el mexicano Robert Rodriguez era nuevo en Hollywood. Su filme El Mariachi - rodado con dos mangos y con tácticas de guerrilla en 1992 - había impresionado a medio mundo y los norteamericanos lo llamaron para una suerte de remake / secuela que terminaría siendo La Balada del Pistolero (1994), ahora con Antonio Banderas como el personaje del título. Y, en medio de todo esto, Rodriguez fantaseaba.... Para esa época ya habían pasado 4 años desde que Depredador 2 había obtenido una tibia respuesta en la taquilla, y parecía que la franquicia había pasado a mejor vida. Y, de puro caradura, Rodriguez se despachó con un libreto que no le había pedido nadie, el que trataba sobre un mundo artificial creado por los depredadores como coto de caza y al cual terminarían abducidos Dutch (Arnold Schwarzenegger) y Harrigan (Danny Glover), protagonistas respectivos de Depredador 1 y 2. El script era muy ambicioso pero nadie le dió bola, lo cajonearon y se olvidaron de todo el asunto. En el 2009 alguien - posiblemente un ejecutivo de estudio desesperado por ideas financieramente potables - se topó con el libreto y llamó nuevamente a Rodriguez. El mexicano dió un paso atrás, se puso en el rol de productor y reclutó a Nimrod Antal, el director húngaro que había llamado la atención con Kontroll (2003) y que había desembarcado en Hollywood con Habitación Sin Salida (2007). Entre ambos le pegaron una pulida al viejo libreto y se despacharon con una secuela más que digna del hit de 1987 - la que obvia los crossovers de Alien vs Predator, considerados los hijos bastardos de ambas franquicias y despreciados por medio mundo -. El tema con las franquicias - desde Alien hasta Robocop - es que el deseo de mantener la identidad de las mismas termina por meterlas en un corsé que, a la larga, las termina por matar. Hay patrones que se repiten en todos los filmes, y hay limitaciones impuestas por el molde con lo cual todas las peliculas son más o menos parecidas. El caso más extremo es Robocop, y con Alien al menos tuvieron el tino de contratar buenos directores en el medio como para camuflar un poco las cosas. Pero con la saga de Depredador pasó algo raro: es una serie centrada en la criatura y no en los protagonistas humanos. Aunque mucho se la critique, Depredador 2 me pareció un excelente cambio de clima para la saga, aún cuando tenga su caudal propio de defectos (y la ausencia de Arnold Schwarzenegger sea el menor de todos ellos). Depredadores vuelve a trasladar la acción a la jungla y los protagonistas van de soldados hasta mercenarios. El guión es muy fiel al original, tanto que hasta podría decirse que es una versión 2.0. Hay una fuerte sensación de deja vu en muchas de las escenas, las que parecen tomadas del original de 1987 pero coreografiadas de manera innovadora - soldados acosados en la jungla; otra persecución que termina con gente cayendo al rio desde un acantilado; otro miembro de la expedición que se retrasa para pelear mano a mano con el depredador; incluso hay un climax con fogatas y mucho barro -. Al menos el director Antal tiene suficiente talento como para maquillar lo que está clonado y sorprendernos nuevamente con el mismo viejo truco. visita los foros de discusion y descarga gratis de peliculas de SSSM - Arlequin Depredadores es más que satisfactoria en más de un sentido. Ciertamente la sorpresa inicial se ha perdido, porque ahora todo los espectadores sabemos de la existencia de los bichos y cómo se comportan; pero por el resto, Antal crea bastante suspenso y hace buenas coreografías de acción (y, lo que es mejor, se pueden seguir sin terminar con un ataque de epilepsia). Acá figura Adrien Brody (¿quien?), un tipo alto, flaquito, narigón, que siempre hace papeles simpaticones. Sin dudas Brody es el menos pensado a la hora de elegir a alguien como figura de acción pero, como diría James Bernardinelli, el género tiene lugar para todo y para todos (hace unos años nadie daría un peso por Matt Damon como héroe de acción y, sin embargo, vean lo que ocurrió con la saga de Jason Bourne). Y, como Brody es un gran actor, el tipo sale parado de ésta con una dignidad más que admirable. Se ve que ha hecho dos toneladas de fierros y encima usa una voz gruesa que haría que el Batman de Christian Bale se orine en sus pantalones, con lo cual Brody se ve creíble como tipo armado y violento, más malo que la caspa. El resto del cast está mas que ok, incluyendo al amigote de Robert Rodriguez, Danny Trejo, el que hace de Danny Trejo y se vuelve a llamar como un instrumento cortante (antes era Machete, ahora se llama Cuchillo!). Como es obvio, esta gente va y viene por la jungla mientras los van liquidando de a uno; se topan con Lawrence Fishburne, quien es el encargado de ponerlos a tanto de toda la situación; y después terminan por elaborar una contraofensiva contra sus cazadores alienígenas. Al parecer los humanos han caído en medio de una guerra tribal entre dos especies de depredadores y uno de ellos (que sería el depredador clásico de 1987) va a terminar siendo un aliado impensado. Mientras tanto bala va, bala viene. La mayor contra que tiene Depredadores es que tiene un par de puntos tan obviamente ridículos que sólo es posible asimilarlos en términos de comic. La idea del ensamble de soldados africanos, americanos, rusos, etc. está ok... pero la aparición de un matón colombiano, un yakuza y y un asesino serial escapado de la cárcel ya suena a disparate (¿qué?, ¿los depredadores fueron a la casa de cada uno para abducirlos?). El otro punto es la revelación que hace un personaje cerca del final, algo que termina por lastimar la buena credibilidad que había creado el relato, y que termina siendo una especie de shock barato de último momento. Depredadores es una muy buena secuela. Hay momentos de deja vu, pero está dirigida con una mano tan experta y es tan respetuosa del original que es un entretenimiento más que válido. Y desde ya esperamos otra entrega, cuya puerta quedó abierta con esta película. Solo ruego que Robert Rodriguez siga oficiando de productor, ya que aquí ha hecho un trabajo más que digno. Los filmes de la saga de Depredador son: Depredador (1987), Depredador 2 (1990), y Depredadores (2010)
Si no leiste nada de la historia o la sinopsis, no viste Depredador y ni viste el trailer, la vas a disfrutar mucho, ya que vas a ir descubriendo lo que pasa en el film a medida que avanza el rodaje y por lo tanto vas a estar enfrascado en la trama, pero...
No necesitamos más a Arnold Como todos saben, o por lo menos, así espero, con motivo del festejo del primer aniversario de A Sala Llena Online, decidimos realizar la primer avant premiere del sitio. Podríamos haber elegido El Origen, o Encuentro Peligroso, pero nos decidimos por Depredadores. ¿Por qué? Llámenlo instinto cinéfilo. Es una apuesta arriesgada proyectar una película de terror / ciencia ficción. Es más, si la película hubiese sido desastrosa, esta misma crítica la estarían leyendo el próximo martes, después de la función. No vamos a tirar abajo nuestra función una semana antes ¿no?. Pero la están leyendo ahora. ¿Por qué? Porque en Robert Rodríguez se puede tener Fe… cinéfila. No soy un fanático de la saga de Depredador, pienso, que si bien la primera es bastante entretenida y elemental, y a pesar de convertirse en un objeto de culto de los años ’80, las secuelas fueron bastante grotescas, banales y desaprovecharon un buen personaje de terror en pos de entretenimiento masivo, llenar las expectativas de un público ávido de ver sangre y tripas… pero los pobres guiones, las pobres búsquedas estéticas terminaron por ni siquiera satisfacer este tipo de público. A comparación, la saga de Alien siempre estuvo un paso más adelante (al menos las primeras cuatro). Los productores buscaron directores con mente de autor, capaces de crear personajes y atmósferas intensas, claustrofóbicas. No solo gore. Seamos honestos, siempre hubo una mayor búsqueda creativa y artística. Pero llegaron las Alien Vs Depredador y terminaron con ambos mitos… hasta ahora. Alguien debía revivir a estos dos monstruos del cine. Con la saga de Alien, lo está haciendo, nuevamente, Ridley Scott. Con Depredador, el descendiente director de Roger Corman: Robert Rodríguez. Si bien esta vez se alejó de la silla del director y cedió el lugar a Antal, un interesante director nacido en Estados Unidos pero que comenzó su carrera cinematográfica con la intensa película Kontroll (2003, vista en el Bafici 2004) en Hungría por la cual ganó numerosos premios, Rodríguez se encargó de la producción, la supervisión del diseño sonoro y de los efectos visuales. Antal, que venía de hacer las discretas Habitación sin Salida y Armored en Estados Unidos, tomó la posta y supo darle el nivel necesario de suspenso, intensidad, administrarle buenas dosis de terror, gore, y ciencia ficción a la saga dirigida originalmente por John Mc Tiernan, con el extraterrestre del gran y querido Stan Winston. Pero no solo eso, sino que le rinde tributo a la original en varios sentidos. Suerte de secuela/remake, nuevamente vemos a un grupo de mercenarios en medio de la jungla. Solo que esta junta no queda en nuestro planeta. Hombres cayendo con paracaídas en caída libre. En tierra, ninguno conoce a otro, provienen de distintos países incluso. Lo que tienen en común: son todos asesinos de una forma a otra, condenados, solitarios, despiadados. El liderazgo lo toma un capitán de las Fuerzas Especiales (Brody, cada vez más consolidado como héroe de acción), y lo siguen una agente del Mossad (Braga), un violador condenado a muerte (Goggins), un mercenario de pandillas mexicanas (Danny Trejo, llamado Cuchillo según los créditos. ¿Será primo de Machete?), un yakuza, un miembro de un clan de asesinos africanos, un soldado ruso que luchaba en Chechenia, y un médico alfeñique, completamente dócil (Grace, rol similar al de El Hombre Araña 3). Pronto, los cazadores se convierten en presa y empiezan las persecuciones. Los depredadores empezarán a cazarlos uno por uno, al mejor estilo “diez indiecitos” de Agatha Christie, o mejor dicho ocho indiecitos. No olvidemos que también así era la original película de 1987, y también las dos primeras entregas de Alien. El principio remite indefectiblemente al gancho Lost: marginados de la sociedad deben convivir, sobrevivir y luchar contra el mundo sobrenatural que tienen ante sus pies: primero se odian, después deben unirse para seguir vivos. La única diferencia es que estos están armados hasta los dientes. La película combina aventura, acción, humor negro y terror. Es entretenida de principio a fin. Hay muertes de todo tipo para los amantes del género, y si bien contiene todos los lugares comunes y clisés que uno espera del género, se va adivinando el orden en que se irán sucediendo las defunciones, los creadores son bastantes astutos para guardarse algunas cartas bajo las mangas y sorprender. Los mayores aciertos son de índole cinéfila, como decía. Se cita a la película original en la mitad y en el final, y no falta una línea perteneciente a un clásico de Brian DePalma. Pero también en la creación de personajes y elección del elenco: esta vez, no son solamente soldados que no marcan diferencia en carácter uno de otro. Acá cada uno tiene su lugar para destacarse, ya sea por su misterioso pasado, como por sus destrezas físicas. La elección de Brody en vez de Schwarzenegger es más adecuada de lo que parece a simple vista. Le da carácter, profundidad dramática a su personaje. Como Sigourney Weaver lograba con Ellen Ripley en Alien. A la vez sorprende ver a Laurence Fishburne en un rol seudo humorístico – absurdo. El resto del elenco no desentona, a excepción de Topher Grace, que no puede salir del estereotipado personaje de nerd depresivo de That’s 70s Show. Ya no son más héroes de acción solamente, sino personas palpables, más reales que en otras películas del género. Los diálogos no son de lo más brillante. Brody dice cada palabra como si fuese una “tag line” (las frases hechas de los trailers), y por momentos las explicaciones son demasiado redundantes. Pero lo mejor es la acción, la adrenalina. El clásico juego del gato y el ratón, las trampas, la atmósfera seca de la selva que penetra en la sangre y te hace pertenecer a la película. El mismo mérito de la original. Los efectos especiales nunca pasan a primer plano ni sobresalen sobre la cuestión humana. Es más que loable la actitud de Rodríguez de seguir utilizando actores para interpretar a los depredadores, con vestuario y bocas diseñadas con animatronics y algún que otro retoque de CGI (especialmente para el Depredador más grande y feo) y no crearlo completamente en computadora como haría George Lucas. Hay que seguir teniendo fe en Rodríguez. Depredadores es un divertido film clase B que no va a desilusionar a aquellos que vayan el lunes a la Avant Premiere del Abasto. Por supuesto, tengan en cuenta que van a ver una película de Depredador… No esperen una “cinema de qualité” europea, la competidora del Cocodrilo de Oro de un Festival Internacional o la próxima ganadora del Oscar. Ya sé que son lectores fieles, pero tampoco pedimos tanto…
La clase B de la clase A Resulta placentero -cuando menos en tiempos de cálculo y apelaciones trascendentales que cada tanto se filtran en el mainstream contemporáneo- que aparezcan azarosamente, con irregularidad pero con vitalismo, las señales del querible cine clase B. Deberíamos pensar antes qué es la clase B en el día de hoy y si es posible hablar de clase B como factor de producción. Pero excede a esta reseña. Resulta más útil, más inmediato pensar en la clase B como estilo. Es ahí, en ese mundo de limitaciones argumentales, utilización lateral de un filón comercial en baja, en personajes sin psicología profunda, en donde se inscribe la más que digna Depredadores de Nimrod Antal. Un grupo de siete personas (todos ellos peligrosos y con antecedentes violentos y/o criminales) es abandonado en medio de una jungla desconocida. Msé, la cosa suena aun poco a Lost. Y en parte con razón, al menos durante los primeros 10 minutos, en donde sabemos poco y nada del espacio, de los personajes, de sus relaciones potenciales o de sus pasados. En ese terreno, la película se mueve plenamente en el terreno del cine de aventuras y de ciencia ficción. Sin embargo, cuando el asunto cambia su órbita, es decir, cuando evidencia la confrontación con seres de otro planeta, pero sobre todo, cuando los personajes se reconocen en otro planeta que no es la Tierra es que estamos ante un pleno film bélico, ahora sí, mucho más cerca de Aliens y naturalmente, de la originadora de esta suerte de saga, el primer Depredador, a la que se alude para justificar buena parte del verosímil del metraje. En el proceso de hibridación genérica entre film de aventuras, de ciencia ficción y bélico también podemos reconocer el corazón del cine clase B perviviendo. Pero aquello que la hace más simpática es su autoconciencia (carente de toda ironía) bigger than life que nos permite experimentar una película entretenida y clásica pero al mismo tiempo conocedora de todos los lugares comunes de situaciones, personajes y resoluciones vistas previamente en films como estos. Esa suerte de reflexión divertida permite, digo mal, habilita que el espectador recupere una cierta idea de jugueteo, es decir, recuperar esa idea de el cine como diversión, nunca demagógica o descerebrada, sino conciente del pacto. Al punto tal el hechizo funciona que la música (sinfónica, a lo Bartok, no les miento) parece ser un elemento indispensable para establecer el clima pero a su vez montar un distanciamiento mínimo. Ese pequeño gesto -diametralmente opuesto a la pared sonora de Hans Zimmer en El Origen, por decir un ejemplo reciente- es uno de los pequeños grandes hallazgos de Depredadores. El otro es el tono de épica menor que se acentúa al final y que resuena al cine de bajo presupuesto del primer Sam Raimi (otro antiguo amante de la clase B), con sus alfeñiques convertidos en héroes por error (y pensemos que, por más musculatura nueva y anabólicos que hayan dado a Adrian Brody, el muchacho seguirá siendo un alfeñique de alma) librados en medio de un mundo que no conocen. Debajo de todo esto queda, sin embargo, una media hora larga de película que sobra, que es redundante en subtramas y dispersa lo que la película gana concentrándose en un espacio como el del inicio y el final (no casualmente los momentos más altos de la película). Si de hecho la película hubiera reducido media hora de su metraje, estaríamos además ante una duración también típicamente clase B: 77’ en vez de los 107’ que se amesetan hacia la mitad. Pese a la extensión, la película soporta noblemente y con materiales limitados la presencia de actores elementales, algunos cameos innecesarios, pero sobre todo la sorpresa de un Adrian Brody convertido en insólito action hero. Ya lo he dicho en alguna ocasión y lo repito: en estos Films menores es en donde sobrevive el espíritu y la carne del viejo Hollywood, más preocupado en narrar que en adoctrinar con sus tanques metafísicos.
Entretenimiento Autorreferencial El productor Robert Rodríguez reescribe la primera película de la saga Depredador (Predator, 1987) con escenas casi idénticas al film original, haciendo una suerte de continuación de este film protagonizado en los años ochenta por Arnold Schwarzenegger. Para esta nueva aventura titulada Depredadores (Predators, 2010) contrató a Adrien Brody, otro actor cuyo nombre empieza con A. Un heterogéneo grupo de asesinos y cazadores cae literalmente en medio de la jungla. En la misma, detectarán una amenaza de índole sobre natural. Los integrantes del grupo serán cazados uno a uno sino deciden atrapar ellos mismos a las criaturas alienígenas. Hagamos memoria: en el primer filme de la saga Arnold Schwarzenegger comandaba un grupo que se internaba en la selva. Allí se topaban con una fuerza sobre natural que los cazaba uno a uno. El suspenso estaba construido en base a ocultar el origen de la amenaza. El monstruo en cuestión aparece en escena recién avanzada la media hora de película. Lo mismo sucede en la nueva Depredadores. Otra vez la selva, otra vez la amenaza invisible y sobrenatural. Otra vez un líder musculoso cuyo instinto de supervivencia lo salvará. Aparte de la línea temática, hay un par de escenas muy parecidas. Una es la que encuentra a los miembros del grupo disparando por un largo lapso de tiempo luego de escuchar un sonido proveniente de un lugar no identificado de la selva. Otra es cuando encuentran los cuerpos colgando de los árboles con restos de naves. Y la más clara es la final (no estamos contando el desenlace, sólo una partecita) cuando el personaje de Adrien Brody resurge de su escondite camuflado con barro que recubre todo su cuerpo, así como hiciera Arnold en 1987. ¿Pero qué es lo que salva a Depredadores de ser una mala copia del original? Su leve tono paródico con el cual trata la historia. Parece ser en serio sino prestamos atención a pequeños indicios del relato. Uno es al comienzo. Los personajes caen del cielo como arrojados en paracaídas. Uno se estrella contra el piso y el personaje de Danny Trejo comenta “parece que su paracaídas no se abrió”. Otro es cuando los personajes tratan de comprender el origen del misterio que los acecha. Se destilan comentarios entre los integrantes y uno acota “¿Y si estamos todos muertos?” haciendo alusión a la serie televisiva Lost. Y si ninguna de estas características le justificó la autoreferencialidad con la que la película se maneja, sólo tiene que escuchar la música de los títulos de crédito contrastando cierta seriedad del final del film. Gracias a este tono burlón, Depredadores avisa que no hay que tomarse demasiado en serio lo que sucede en la historia. Estamos ante un entretenimiento pochoclero y pasatista que, de paso, recuerda a los orígenes de la saga.
Muy buen regreso de los extraterrestres rastafari. Después de lo que fue la última entrega de Alien Vs Depredador, esta producción de Robert Rodríguez le devolvió la dignidad perdida a estos personajes. Depredadores es una entretenida y correcta propuesta de acción que sobresale principalmente por la dirección del cineasta Nimród Antal. Desde Control, su ópera prima del 2003, el directo pulió muchísimo su trabajo como narrador y acá se luce durante gran parte del film. La película de alguna manera regresa un poco a la raíces de lo que fue la historia original que hizo John McTiernan con Arnold Schwarzenegger. En esto tuvo mucho que ver Robert Rodríguez que como productor definió el enfoque por el que debía encaminarse esta historia. Depredadores fue filmada con el estilo de la vieja escuela, principalmente el cine de acción de los años ´80. Si bien trabajaron con muchos efectos digitales, como suele ocurrir con las últimas producciones de Rodríguez, la animación computada la usaron para pulir o mejorar cosas pero no abruman a los espectadores con escenas artificiales que parecen salidas de un video juego. Algo que particularmente me sorprendió de este film es la narración del director. Antal se toma bastante tiempo para desarrollar el conflicto y la aparición de los Predators se hace esperar más de lo pensado. Lo grosso de todo esto es que mientras tanto la trama te engancha por completo desde la primera escena donde la historia no te da respiro. La presentación de los protagonistas, que no voy a adelantar en este comentario, es genial porque construye un clima de tensión y suspenso desde los primeros minutos. El espiritu de Lost se pasea por momentos en este film. Por supuesto al director Antal no se le hace fácil sostener toda la película con esta intensidad y hacia el final la trama flaquea un poco. Por ejemplo, toda la secuencia en la que aparece Lawrence Fishburne, se podría haber quitado y no cambiaba un ápice la película. Es un momento al pedo cuya funcionalidad es justificar el sueldo de Fishburne que no aporta absolutamente nada. Por otra parte, Adrien Brody vuelve a demostrar por qué es un actorazo de verdad. Al flaco lo podés ver en un dramón tremendo como El Pianista y después te lo encontrás acá como héroe de acción y es totalmente creíble. La antítesis de Jake Gyllenhaal, quien no hubiera podido llevar este rol protagónico de la misma manera por más que se matara haciendo abdominales. Es una cuestión de actitud y cuando lo vemos a Brody en este film parecería que el tipo se dedicó a este género toda la vida. Depredadores está buena como propuesta de acción y si sos seguidor de estos personajes no la vas a pasar mal en el cine con esta nueva historia.
En 1987, mucho antes de terminar en prisión, el director John McTiernan dirigió su primer gran éxito: Depredador. El argumento sacaba mucho de uno de los films más imitados de la historia: El malvado Zaroff, de 1932, en la que un grupo de personas se convierte en la presa de un conde aburrido de cazar sólo animales. Esta vez, el cazador es un extraterrestre de cara horripilante y peinado rastafari, capaz de camuflarse entre las plantas cual camaleón intergaláctico. Por el lado de los humanos-víctimas, un comando de élite encabezado por Arnold Schwarzenegger. Luego de un tramo muy climático en la selva de Guatemala, el film derivaba en una de acción y ciencia-ficción hiperentretenida. Los personajes van de Guatemala... a Guatepeor (y, me quedó picando). Él éxito originó una segunda parte. Estrenada en 1990, Depredador 2 no sorprendió como la primera película. Ahora la acción transcurría en Los Ángeles y el protagonista era Danny Glover. De todos modos, era divertida, y hasta anticipaba el crossover con Alien, que recién vio la luz en 2004: Alien vs Depredador tampoco es una genialidad, pero el director inglés Paul Anderson le puso garra y el resultado es más que divertido y fiel a las dos sagas. ( y si le sumamos la participación de enorme Lance Henricksen...). Hubo una secuela, Aliens vs. Depredador 2: Réquiem, que ubicaba a los mortíferos visitantes espaciales en un pueblito estadounidense. No era tan mala. Ahora, con Robert Rodríguez como productor, llega Depredadores. Por un lado, la película captura el espíritu de la primera entrega: la acción transcurre en un paisaje selvático, donde un grupo de soldados y criminales comenzarán a ser acechados por ya-saben-qué; en determinado momento aparecen trampas y otras referencias a aquella aventura con Arnold; uno de los recios protagonistas es negro, como Bill Duke y Carl Wheaters; otro personaje, de rasgos exóticos, combate contra una de las criaturas... Por otro lado, hay detalles novedosos. ¿Quién se hubiera imaginado a Adrien Brody jugando a ser Schwarzenegger, poniendo cara de malo y diciendo frases como “Nos están cazando”? Pero la elección del ganador del Oscar funciona: es el antihéroe perfecto e impensado para un film así, como ya quedó demostrado en King Kong de Peter Jackson. En cuanto al resto del elenco, la brasileña Alice Braga sigue la tradición de actrices latinas de la serie: en Depredador estaba Elpidia Carrillo; en Depredador 2, María Conchita Alonso. Topher Grace vuelve a interpretar a un nerd con un oscuro secreto. Danny Trejo hace de eterno mercenario (lo cual es buenísimo) y Lawrence Fishbourne aparece como un soldado que, de tanto lidiar contra los depredadores, quedó tocado, hablándole a amigos invisibles. El director Nimród Antal le da a su obra sanas dosis de suspenso, acción, horror gore y hasta parte cómicas, siempre con un ritmo infernal, pero no agobiante, y sin jamás abusar de los FX. La mano de Robert Rodríguez se nota en la esencia trash del producto, lo que la convierte en una película indispensable para todo fanático. ¿Depredadores representará la resurrección de la franquicia? Eso está por verse. En tanto. Podemos disfrutarla mientras esperamos más delirios explosivos como Los indestructibles y Machete.
Están de regreso Los estudios 20th Century Fox traen de regreso a la pantalla grande a uno de los personajes que se encargaron de atemorizar a Arnold Schwarzenegger y Danny Glover en el pasado: Los Depredadores. Esta vez, la historia se desarrollará en el planeta natal de estas criaturas, donde será llevado un grupo de violentos humanos capturados para ser utilizados en una partida de caza en medio de una jungla donde serán liberados y perseguidos. Los libros que fueron escritos por Robert Rodríguez en 1990 pensando en Arnold Schwarzenegger, debieron ser adaptados al siempre correcto Adrien Brody (El Pianista, King Kong). Con un comienzo prometedor, la película pone en escena a todos los personajes y poco a poco la trama empieza a tomar ritmo de suspenso. Pero luego todo se asemeja a lo ya visto y poco es lo que asombra. La cinta que aseguraba reflotar la saga y empañar el flojo desempeño de las últimas entregas, no aporta nada nuevo a la pantalla y deja un gusto semi amargo sobre el final. Visualmente pulido y con muy poco que reprochar en lo técnico y sonoro, estos Depredadores solo se alimentarán de los seguidores de la saga y quizás de todos aquellos que esperan ver algo de ciencia ficción que no abunda en cartel.
Adrenalina sin respiro en un film vertiginoso Depredadores vuelve a las fuentes del género A casi un cuarto de siglo de Depredador (1987) -film con dirección de John McTiernan y Arnold Schwarzenegger en el papel principal que hoy es considerado un verdadero clásico del cine de clase B-, y luego de varias discretas secuelas y cruces con otra franquicia como la de Alien , esta saga recupera parte de su esencia, de su fascinación, de sus climas ominosos y de su potencia narrativa de la mano del productor Robert Rodriguez y del realizador Nimród Antal ( Control, Hotel sin salida, Asalto al camión blindado ). Depredadores es de esas películas que exponen de manera tan evidente sus limitaciones (su falta de sutileza, sus personajes sin profundidad psicológica, sus convenciones y sus no pocos lugares comunes) como sus aciertos (su nobleza en el abordaje del género, su vértigo, su suspenso y su cuidado visual). Sin preámbulos Ya desde su primera imagen (con los personajes cayendo, literalmente, del cielo -en paracaídas- a una selva que a los pocos minutos descubriremos se encuentra en un planeta desconocido), Depredadores deja en claro su propuesta (su obsesión) por sostener la atención (y la tensión) del espectador. No hay lugar para preámbulos, disquisiciones ni dilaciones: sólo pura acción, con una decena de duros protagonistas (todos hombres, con la excepción de una mujer, de las más diversas etnias) luchando por sobrevivir en territorio hostil frente a la amenaza de poderosos y despiadados alienígenas que han adquirido gran habilidad para la caza y que los han llevado hasta allí para convertirlos en sus presas y sus próximos trofeos por exhibir. El sorprendente héroe de acción de Depredadores es Adrien Brody, que luego de mostrar su cuerpo esquelético y de ganar el premio Oscar al mejor intérprete protagónico por El pianista , ofrece aquí un físico digno de un atleta. Su trabajo es convincente, más allá de los guturales, por momentos forzados y casi monosilábicos diálogos del film. El resto del elenco (incluida la bella Alice Braga) hace todo lo posible para sobrellevar con dignidad una historia que no tiene precisamente su énfasis puesto en el lucimiento actoral sino en la adrenalina y la provocación de sobresaltos. Los 40 millones de dólares del presupuesto están bien aprovechados: el diseño de producción es impactante y el despliegue de efectos visuales generados por computadora no se queda en el mero regodeo sino que es funcional al relato e incluso a la estética del cine clase B. Así, como quedó dicho, Depredadores cumple (para bien y para mal) con lo que prometía. Es, en este sentido, un producto algo limitado, pero también muy honesto.
Directo a los bifes... Acción al por mayor en esta nueva y eficiente secuela de la saga iniciada en la década del ‘80. A 23 años de la Depredador original, protagonizada por el hoy gobernador de California Arnold Schwarzenegger y dirigida por John McTiernan (un cineasta hoy a punto de ir a la cárcel por espionaje e invasión de privacidad), esta Depredadores es la secuela más noble y genuina que ha tenido la saga desde su creación, en una lista que incluye Depredador 2 , de 1990, y dos episodios de Alien vs. Depredador , ninguno de los cuales estuvo a la altura de la original. Pero ésta, dirigida por Nímrod Antal (un estadounidense que creció en Hungría y se hizo cineasta allí) y basada en un guión de (y producida por) Robert Rodríguez, es la que mejor recupera el espíritu de acción pura, clase B, y eficiencia en los recursos de producción de la original. Se sabe que Rodriguez escribió este guión en 1994 y que nunca logró que lo financiaran. La productora, buscando revivir la saga, encontró aquel texto y lo convocó. Robert, con otros proyectos, cedió la dirección a Antal y lo que hay aquí es un eficiente y efectivo relato acerca de un grupo de hombres y una mujer (la brasileña Alice Braga) que, como si fueran personajes de Lost , caen literalmente del cielo en lo que parece ser una isla selvática. Todos son hombres violentos y con pasados oscuros: mercenarios como Royce (Adrian Brody, con mucho gimnasio encima), el comando ruso Nikolai, el yakuza japonés Hanzo, el narco Cuchillo (Danny Trejo, actor fetiche de Rodriguez, con quien ya tiene un filme, Machete ) y la propia espía ¿israelí? que encarna Braga. Además, hay un condenado a muerte y un médico (Topher Grace, de That 70’s Show ). Una vez allí descubrirán no a una sino a varias criaturas, deberán enfrentarlas, descifrar cómo vencerlas, escaparse, encontrarán un sobreviviente de otra aventura (Laurence Fishburne, bastante avejentado), deberán entender qué lugar es ése y cómo salir de ahí y, además, resolver los conflictos internos que se plantean en este grupo humano que de tierno y comprensivo tiene poco y nada. Depredadores no vende otra cosa que lo que es: cien minutos de adrenalina bastante bien orquestada, con un guión acaso básico, pero lo suficientemente presentable para mantener el suspenso y la acción que Antal monta con precisión y sin espectacularidad. Aquí no hay grandes ni impactantes efectos especiales. El filme, de hecho, parece uno de esos programas dobles de los ‘70, los mismos que Rodriguez “parodiaba” en Planet Terror . Sin llegar a ese nivel de delirio, Depredadores es un filme de acción y violencia de la vieja escuela. Sin vueltas, sin trampas, sin pretensiones. A los bifes...
LA CLASE B Agradable sorpresa resulta esta secuela del clásico de los 80 Depredador, apoyado en un sólido elenco y con un efectivo trabajo de dirección, la gracia de Depredadores se basa en su capacidad de sostener sin vergüenza las banderas del cine de clase B. Es necesario decir, una vez más, que remakes, secuelas y precuelas existieron desde siempre en la historia del cine. Algunos de los más grandes films del cine clásico eran en realidad remakes. Pero es cierto que tal vez nunca, como ahora, éstas ocuparon espacios tan importantes en la cartelera. No es que predomine la falta de ideas, sino que responde simplemente a buscar algo que ya se demostró que funciona. Y aunque todos disfrutan al atacar esta clase de films, la verdad es que esto no siempre significa una mala noticia. Ese es el caso de Depredadores, el film de Nimród Antal –el director de la premiada película húngara Kontroll- producido por Robert Rodríguez, quien no necesita presentación. La trama sigue la historia de Depredador (1987), aquel film dirigido por John McTiernan, protagonizado por Arnold Schwarzenegger, y de Depredador 2 (1990) e ignora con alegría y buen criterio los dos films de Alien vs Depredador. La agradable sorpresa es que este nuevo film tiene el espíritu del mejor cine clase B. Es decir: trama sencilla, concreta, con buena acción, buenos personajes y, a pesar de toda esta simpleza, una serie de ideas claras y concretas. Ya desde el comienzo la película tiene muy bien asumido su rol de film de acción y sorprende con su potencia y su afán de ir al grano. Como los grandes directores del cine clase B, como Don Siegel, Samuel Fuller o Robert Aldrich, esta película sabe que no hay que perder el tiempo y no podría empezar de forma más atrapante de lo que empieza. Así, un grupo de desconocidos con claras habilidades se encuentra de la nada en un espacio desconocido, caídos literalmente del cielo. Ese grupo entenderá rápido que debe unirse y que le espera un enemigo implacable. En una especie de teoría de los grupos digna de un tratado sociológico, pero adaptada al más puro lenguaje cinematográfico, Depredadores da cuenta de estas personalidades, así como de su ética y su moral. Así, la primera mitad del film es impecable, al punto de parecer claramente mejor que sus predecesoras. Para eso cuenta con un elenco efectivo y el lujo de tener a Adrien Brody (ganador del Oscar por El pianista) en el rol principal, quien no sólo actúa bien, sino que lo hace en una película de acción, cosa que no todos los ganadores del Oscar pueden lograr. En la historia surgen después algunas vueltas que le dan interés a la segunda mitad de la película aunque también la agrandan un poco. Lamentablemente esa segunda parte de Depredadores no está en el mismo nivel que la primera, pero aun así no se contradice ni cae en situaciones que arruinen los conceptos cinematográficos iniciales. Por supuesto que hay efectos especiales de la era digital, pero no en exceso. Por primera vez una secuela en lugar de inflar todo hasta perder el rumbo elige hacer las cosas bien, para beneficio de los espectadores, claro está que podrán ver una película que no se pierde en el camino. Un ejemplo a seguir por muchos otros directores que, sin descuidar la taquilla y aun sumados a una franquicia, pueden redescubrir el arte complejo, pero simple a la vista, del cine clase B.
Alguien te está mirando Royce (Adrien Brody) es un mercenario que cae desde el cielo en una selva extraña y amenazante. No tarda en encontrarse con otros siete que corrieron su misma suerte. Todos sujetos de acción, excepto uno, un médico. Han sido elegidos por los alienígenas depredadores para que sirvan como presas de caza y con esta premisa, durante algo más de hora y media, el director Nimród Antal se las ingenia para hacer entretenido el clásico juego del gato y el ratón. Buen manejo del suspenso, escenas terroríficas y mucha acción sin culpa es lo que ofrece esta película que tiene el sello de su productor, el también director Robert Rodríguez. Aquí Adrien Brody demuestra que es un actor todo terreno, tan capaz de protagonizar un drama de Polanski como de encabezar esta aventura sangrienta en la que se divierte disparando contra monstruos de otro planeta. Ideal para fanáticos de la franquicia iniciada por Arnold Schwarzenegger en 1987, bajo la dirección de John McTiernan, como para aquellos que sólo quieran entretenerse un rato sin importar si vieron algún filme de la saga.
Depredadores se parece bastante a la última de Rambo en un par de aspectos: pocos lugares de locación, y tiros para satisfacer al espectador. La película no aspira a mucho, y simplemente juega con lo que uno conoce de los personajes. La producción demuestra que con poca plata (relativamente, claro) se puede hacer algo que entretenga, y limpiar el honor de estos pobres muchachos malos, que habían quedado como tarados en la Alien vs Depredador 2. El elenco está bien elegido, y la filmación es correcta. Depredador es simplemente un producto, el cual está bien hecho por gente que disfruta también de ver una película así. No vale la pena mayor análisis, porque Depredador es para pasar un buen rato.
Cazados Si uno va a ver una nueva película de Depredadores, sabe más o menos qué esperar. Va a haber unos extraterrestres (al principio invisibles), una cacería, un grupo de personas cazadas, algunas revelaciones y más que unos cuantos momentos de tensión (anunciados rigurosamente por la música). Hasta las sorpresas son esperadas. Depredadores cumple con todas las expectativas e intenta redoblar la apuesta: la película empieza con un corte sobre nuestro protegonista (Adrien Brody) que está cayendo por el aire en caída libre. Por supuesto, a ultimísimo momento se va a abrir el paracaídas, pero la idea vale: caemos con él en un planeta al que las cosas caen solo para ser cazadas. Esta idea de acción pura, de tensión casi sin explicación le hace mucho bien a la película. Por un lado, porque a estas alturas no se puede sorprender demasiado con esta saga que ya arrastra tras de sí muchos años y secuelas. Por otro, porque en realidad lo que interesa es eso. En algún momento va a haber una explicación, un personaje anterior que explique un poco la historia, pero la película no se detiene mucho en eso. Hay dos elementos que, por el contrario, le hacen muy mal a Depredadores. Uno es el guión: cada vez que los personajes abren la boca, lo que sale suena tan acartonado que duele como una cachetada (por ejemplo, una conversión entre Adrien Brody y Alice Braga, que por razones de estructura se divide en por lo menos tres partes y resulta casi graciosa cada vez que se la retoma). El otro elemento es, digamos, el de los lugares comunes. Si bien esta es una película que se asume como genérica y cumple a rajatabla los preceptos, su apuesta por lo críptico, lo "extremo", digamos, la salvaba. Pero cuando se trata de retratar a los personajes, se lleva todos los golpes: escenas de diálogo en los que los personajes cuentan su pasado, "momentos clave" de la relación en el grupo, trazos de algunos personajes, etc. Y bastante verbalización de lo que se acaba de ver pocos segundos antes. Sin embargo, cuando se aleja de las palabras, Depredadores logra algunos momentos buenos. Hay ciertas imágenes (unos pasillos rojos por la luz de bengala, una pelea de espadas entre un japonés y un alien en un campo de pastos altos) que van más allá de lo que podíamos esperar. Un cierto realismo de la imagen, un avanzar sin mirar atrás consiguen mucho en esta película. Y, además, tenemos bastantes chorros de sangre verde.
Humanos cazados Esta es una de esas películas específicas para fans de géneros como la ciencia ficción, el thriller, la acción, el terror y el gore (truculento de cotillón), que asoman todos entreverados en una misma arcilla. Está destinada a personas que quieran incursionar en experiencias diferentes sabiendo o no de qué se trata en la previa, o directamente es un filme para cinéfilos de mente más abierta, de los que disfrutan un filme de cualquier género mientras esté bien realizado. Depredadores es la continuación de una saga con dos ramificaciones. La primera película data de 1987 y se reduce a la fórmula "cazador versus presa" que se repitió en 1990 con el mismo actor protagonista, Arnold Schwarzenegger, enfretando a las bestias extraterrestres que querían colgar su pescuezo como trofeo en un salón con hogar y cómodos sofás. Luego de aquello se produjo un "cruce de sagas", al rodarse dos continuaciones en las que el Depredador se enfrentaba con otro extraterrestre, el famoso Alien creado por Ridley Scott y equipo. En esta quinta parte, con Robert Rodríguez como uno de los productores y mentores sobresalientes, se hizo pública la decisión de "volver a las fuentes": sólo perseguidores y perseguidos en medio de una jungla impenetrable. Y pues de eso va la película. Más de lo mismo y a la vez no, porque el ritmo vuelve a mantenerse alto (la primera secuencia de la película es un sujeto que despierta durante una caída libre sin paracaídas), porque los actores se las arreglan bien, porque el diseño de producción vuelve a ser magnífico, y porque la historia contiene varios buenos "twist", expresión que en la jerga quiere decir desvíos repentinos en el hilo del relato. Hay nuevas criaturas, nuevas armas, nuevos paisajes, nuevas naves, nuevas psicologías en los personajes, y hasta un barniz estético delicado en un rincón del filme. El que elija esta película tiene buenas probabilidades de no decepcionarse.
Teniendo en cuenta que los antecedentes eran ni más ni menos que las Alien vs Depredador, esta nueva entrega mejora la puntería en cuanto a la acción y a un guión que, si bien no goza de originalidad, se las ingenia para sumar situaciones donde la violencia surge naturalmente y la idea de supervivencia emerge con fuerza y sin artificio. No obstante, la elección de Adrien Brody como héroe anabolizado es tan ridícula como su personaje.
Tensión sin prótesis artificiales Un gran comienzo, un epílogo casi a la misma altura, una premisa como de programa de juegos de televisión y un final un poco a los apurones definen esta nueva prolongación del viejo Depredador. Producida por ese revitalizador de la clase B que es Robert Rodríguez y dirigida por el estadounidense de familia húngara Nimród Antal, Depredadores, con sus más y sus menos, está por encima de cualquiera de las secuelas anteriores. Más allá de limitaciones y lastres de género, Antal confirma aquí lo que ya evidenciaba en las anteriores Kontroll (2003, filmada en Hungría) y Asalto al camión blindado (2009): el hombre sabe construir tensión a base de buen pulso, sin depender de efectos y otras prótesis artificiales. La película empieza con Adrien Brody cayendo al vacío. El paracaídas no le funciona y el espectador es agarrado del cuello en cuanto apoyó el traste en el asiento: no hay mejor manera de arrancar una película adrenalínica. Ni mejor manera de seguir: con un segundo caído del cielo, que no es otro que Danny Trejo, dueño del rostro más poceado del mundo e icono por excelencia del cine de Rodríguez. Después caen un tercero, un cuarto y así hasta nueve. Alice Braga, hija de Sonia, es una oficial israelí. Brody, un mercenario yanqui. Trejo, sicario del Cartel de Tijuana. Los otros: un yakuza japonés, un soldado ruso, un guerrillero de Sierra Leona, un psicópata condenado a la silla eléctrica y un médico (Topher Grace, ex protagonista de la serie That 70’s Show). ¿Cómo cayeron allí, por obra de quién o de qué, por qué ellos y para qué? Las dos primeras preguntas se responden con el Manual Lost de asalto a la razón en la mano, las dos últimas son más prácticas. El Manual Lost desbarata la lógica de la realidad y eso está bueno, porque acerca el asunto a una dinámica de pesadilla, en la que por puro terror se cae de la nada y sobre la nada. ¿Por qué ellos? Porque todos se dedican a la producción de muerte ajena y ahora va a tratarse de la propia. ¿Qué selva es ésa? ¿El Amazonas, Africa, Centroamérica? No precisamente, se trata de algo bastante más distante. Ahora bien, ¿qué tiene que hacer un médico en medio de ese grupo de asesinos profesionales? No se sabe bien, tal vez no había un papel mejor para Topher Grace. En ese caso, ¿no le podrían haber buscado uno más apto a Brody, que tiene tanta pinta de mercenario como de estibador portuario? Entre los lastres de la película, uno tiene que ver con la dinámica cazador-cazado, que más que dinámica es mecánica. Otro problema son los monstruos del título, demasiado antropomórficos para asustar como se debe. Demasiado pocos, además: a diferencia de Aliens, Depredadores no hace buen uso del plural. Ni de los personajes: más allá de algún buen chiste (el psicópata sueña con salir de esa pesadilla algún día, para volver a violar mujeres más tranquilo), son poco más que muñequitos en la selva. Pero la tensión no decae, la fotografía mantiene la dosis justa de oscuridad y el remate, en el que dos rivales se reconocen como camaradas, está a la altura de Howard Hawks.
En 1987 se estrenó un film dirigido por John McTiernan titulado "Predator", protagonizado por Arnold Schwarzenegger, el cual no fue bien recibido por la crítica en su momento pero con el paso de los años y la llegada de las inferiores secuelas, el valor de la cinta comenzó a aumentar, convirtiendo a su villano en uno de los más recordados y representativos del género. Luego de más de 20 años, época en la que reinan las faltas de ideas y las abundantes remakes, de la mano de Nimród Antal y de Adrien Brody en el papel principal, se decidió retomar las raíces y volver a contar la historia.
John McTiernan revolucionó el cine de acción a fines de los ‘80 con una trilogía extraordinaria que pareció abrir un sinnúmero de posibilidades antes de que Hollywood, fiel a su costumbre, redujera todo a un esqueleto hueco: hablamos de Depredador (Predator, 1987), Duro de matar (Die Hard, 1988) y La caza al Octubre Rojo (The Hunt for Red October, 1990). A pesar de los atropellos de la industria, cada una de estas propuestas dejó una huella indeleble en el campo en cuestión (el horror con toques de ciencia ficción, la testosterona cuasi bélica y el proverbial thriller político, respectivamente). Hoy es la dupla Robert Rodriguez- Nimród Antal la encargada de traernos un nuevo eslabón en la saga de los alienígenas adeptos a la mejor cacería de todas, aquella en la que los seres humanos son la presa. Para tratar de reemplazar a Arnold Schwarzenegger y su pelotón de muchachos ahora contamos con ocho “blancos móviles” que van desde mafiosos y paramilitares hasta psicóticos y condenados a muerte (Adrien Brody, Laurence Fishburne y Danny Trejo componen con eficacia a los personajes más interesantes). Simpática y compacta aunque sin demasiado encanto, la película ofrece un puñado de escenas bien desarrolladas que intentan emular al film original en lo referido a la dinámica narrativa y el contexto del relato (no hay sutilezas, la imitación es explícita). Quizás falta garra pero el convite formalmente es irreprochable, aquí el mayor mérito es del director: Antal sabe construir climas de suspenso claustrofóbico como ya lo había demostrado en la enérgica Hotel sin salida (Vacancy, 2007)...
Humanos como presas. Depredador es un bicho fierísimo extraterreno que apareció en pantalla en 1987 con Schwarzenegger como puching ball. Vino la 2, luego un par de contiendas con los Aliens y ahora Robert Rodríguez (capo de la fantasía bizarra, pero en su rol de productor) se lleva a un grupo de humanos de violencia comprobada (mercenarios y esa calaña) al planeta de los monstruos. En esa selva se desarrolla una batalla por la supervivencia en la que abundan los FX, las referencias a la saga, la lucha entre el mal y el bien (sic), el suspenso y la matanza secuencial de las presas. Así, la quinta pata de esta historia no tiene nada nuevo que ofrecer, pero gracias a un relato simple, una puesta en escena efectista, actores que responden bien (Brody es el mismo de “El pianista”) y fans del género incondicionales, consigue atrapar y entretener.
VideoComentario (ver link).
Robert Rodriguez consiguió dedicarse a las películas de bajo presupuesto sin perder ese lugar de privilegio que se ganó en Hollywood. Ahora el cineasta se encarga de la producción en esta revitalización de la franquicia Depredador, dirigida por Nimrod Antal. Más cerca del original protagonizado por Arnold Schwarzenegger, en plan ciencia ficción seria con diálogos imposibles, que de la explotación de la mini saga Alien vs Predator, aunque con mucho de su alegre berretada. La cosa es simple: siete tipos peligrosos caen, y esto es literal, en un planeta desconocido y, armados hasta los dientes, terminan tratando de cargarse todo lo que se les cruza. Una baratija en forma de pequeña película que vale mucho más que esa pomposa producción en serie que acostumbra Hollywood.
Depredadores marca la vuelta al cine de una de las cintas de culto que supo conquistar a muchos fanáticos a fines de los '80. Nimród Antal, bajo la ardua supervisión de Robert Rodriguez, logra un producto muy bien terminado, que a pesar de tener ciertos detalles, entretiene desde el minuto uno hasta las escenas finales. Depredadores arranca con un Adrien Brody en caída libre a una desconocida jungla. Desde allí nos va introduciendo poco a poco en esa misteriosa selva, para ir develando los detalles de la trama, que obviamente no representa sorpresas, pero no por eso deja de ser una efectiva e interesante película de acción. Hay un buen laburo de Rodriguez y Antal en el encare y el respeto que le dieron a la historia, porque a muchos podrá o no gustarle, pero nadie puede decir que no respeta la esencia del film protagonizado por Arnold Schwarzenegger en 1987. Y esto no es un detalle menor, porque cuántas veces Hollywood en su afan por engrosar sus arcas ha destrozado excelentes propuestas del pasado... El cuidado trabajo para respetar la franquicia se puede ver también en la forma en que se rodaron las escenas de acción, donde se puede ver como la animación computada solo se utilizó para mejorar detalles y no para basar una secuencia en ese recurso. Lamentablemente por momentos decae el suspenso que el director creó al comienzo, de la mano de algunas obviedades que van ocurriendo, pero esto no modifica en demasia el resultado final. Quiero aclarar que pongo a Robert (productor) a la altura de Nimród (director) porque incluso en las introducciones de los trailers, el realizador de El Mariachi y Planet Terror se encarga de presentarla como "su" nueva película. Realmente da un placer enorme ver a un pedazo de actor como Adrien Brody al frente de una cinta de este género, porque le da un salto de calidad muy importante. La versatilidad de Brody es lo que llama más mi atención debido a que el tipo puede llevar adelante un dramón como El Pianista, una comedia como Los Estafadores o ahora Depredadores, siempre con una soltura, naturalidad y excelencia que son dignas de un actor con un gran talento. Obviamente que los actores secundarios, encabezados por la brasileña Alice Braga, dan buenas actuaciones acompañando a un gran maestro de ceremonias como lo es Brody. Un "detalle de color" es que por momentos Depredadores me recordó a Lost, debido a los misterios sobrenaturales que tiene dicha selva. Incluso al comienzo uno de los protagonistas esboza una frase “¿Y si estamos todos muertos?”, una clara alusión, que sospecho fue intencional, a dicha serie. En conclusión Depredadores es una más que digna vuelta para estos extraterrestres que supieron ganarse el corazón de muchas personas.
Los cazadores de la franquicia perdida Vuelta a las raíces, la llaman. Le pasa mucho a las bandas de rock cuando, después de uno o varios fracasos, les da por regresar al sonido de los primeros discos, los que les dieron fama y reconocimiento, para recuperar frescura, credibilidad y/o público. El recurso es también aplicable a este caso ya que después del fiasco de la última Alien vs Depredador (la primera no había estado mal sin embargo), la franquicia del cazador extraterrestre no estaba en su mejor momento. Por eso dejamos de lado, por lo menos por el momento, la pelea de titanes contra los babosos monstruos de Giger y bebemos nuevamente de los dos primeros films de la saga (muy en particular del primero, cuyos acontecimientos son citados en este), algo que Robert Rodríguez, aquí oficiando como productor, admitió sin reservas. Si la operación sale bien, capaz que hasta seguimos con una secuela que el final sugiere con ganas y sin mucho disimulo. El escenario es bastante similar al de la primera película de 1987, dirigida por John McTiernan y protagonizada por el hoy gobernador de California, solo llevada un poquito más lejos: en una jungla interminable, en un planeta utilizado por los depredadores como reserva de caza, unos cuantos humanos son arrojados (literalmente) para servir de presas en su deporte favorito. Para hacer el juego más interesante, la selección de especímenes incluye lo más granado de una elite de soldados, mercenarios y delincuentes. La misma extracción de las presas es la que sugiere el título en plural donde se menciona que no solo los cazadores sino también los humanos son depredadores entre los suyos. Se trata entonces de juntar a unos cuantos tipos de diferentes orígenes pero similares características, soltarlos en un escenario hostil y ver que pasa. Una idea simple, quizá algo tonta pero eficaz. Al rato la cosa está bien clara y la acción está servida. Si el movimiento parece bien planeado, viendo el resultado, no parece de todos modos que se lo hayan tomado muy en serio y eso está bien. La decisión de poner a Adrien Brody como héroe de acción ya debería ser una pista. Y en la misma línea va el breve pero contundente papel de Lawrence Fishburne, absurdo, descolgado y hasta en un tono diferente del resto (y eso que Fishburne es un gran actor, con lo que uno tiende a pensar o que lo hizo a propósito o que no le importó nada), que es a pesar de eso, o justamente por eso, uno de los momentos divertidos. Depredadores levanta un poco la puntería de la serie e intenta agregar algo a su mitología (el enfrentamiento entre dos clases diferentes de depredador) pero también tiene sus zonas fallidas: es algo previsible y los personajes cada tanto se sienten en la obligación de explicar lo que está pasando, aunque no haga falta, o pronunciar sentencias graves, que uno quiere creer que son parte de la joda pero no está seguro. De todos modos se trata de una diversión descerebrada, y si los responsables no parecen habérsela tomado en serio, tampoco habría motivo para que los espectadores lo hagan.
Gracias Rodriguez Salir entusiasmado de una sala es algo que pocas veces me pasa. No tanto por si la película es buena o mala, sino porque ha superado las expectativas con las que iba. Había un tono moderado, poco descriptivo en algunos textos que había leído previamente sobre el film, y al verla me levantó algunos cuestionamientos. Me gusta que Depredadores intente tomar el espíritu de la película de John McTiernan (y algo de la secuela de Stephen Hopkins) sin hacer una de esas remakes que demuestran un alarmante agotamiento de la creatividad en el mainstream hollywoodense. Me gusta que el film entretenga y que no apele a subrayados intelectuales o ganchos tecnológicos para atraer una determinada audiencia, y me gusta algo de esa autoconciencia que la película tiene, poniéndola cerca de ese rescate que Sam Raimi logró con Arrástrame al Infierno. El rescate de la serie B, del cine pochoclero pero no por eso mal hecho, con directores que pueden mirar tranquilamente a los ojos de cualquier realizador sin que sus films sean ganadores de Oscars o de algún premio en el festival cool del momento. Esta crítica es un elogio del trabajo del eficaz Nimrod Antal, pero también de la producción del ya enorme Robert Rodríguez quién, desde su isla creativa, recrea escenarios del cine de género con envidiable audacia técnica, dando libertades y supervisando cada aspecto con un amor genuino por el cine. Un director que se toma con la misma seriedad un proyecto como Grindhouse (junto a Quentin Tarantino) y uno como La piedra mágica, con públicos completamente distintos, y que produce cuidando hasta el más mínimo detalle un film como Depredadores, sin mirar al filo de la taquilla antes de iniciar el proyecto es digno de, al menos, mi aplauso, aunque quizá nunca lea estas líneas. Pero más allá de la indulgencia con Rodríguez, quiero hablar de la película de Antal. Sencillamente: 8 personas caen en una jungla luego de ser arrojados violentamente desde quién sabe dónde. Algunos sobreviven a la caída y otros no, algunos están bien armados y otros no. Ninguno sabe porque está allí (y aquí el que vio Lost no puede dejar de ver un guiño, incluso hay un médico) y pronto se dan cuenta de que hay cosas que no encajan: el sol, la gravedad y una atmósfera amenazante que no saben de donde proviene. Luego las revelaciones se van haciendo cada vez más extrañas hasta que se dan cuenta de que sus vidas están en manos de los depredadores, criaturas que conocemos de las películas anteriores, y que se dedican a cazar por deporte en su mundo. Y aquí viene el giro respecto a las otras entregas de la serie. Las ocho personas lideradas por el personaje de Adrien Brody (¡!) están en el planeta de los depredadores. Allí eventualmente harán su camino por sobrevivir en ese entorno, bajo circunstancias de tensión constante que sería un desperdicio adelantar. Sencillamente vamos a aclarar que además de la amenaza exterior, no ayuda demasiado el hecho de que el grupo de protagonistas se divida en asesinos, soldados, mercenarios y psicópatas que tendrán que sobrevivir a sus propias diferencias. La acción está narrada con planos precisos y se mantiene un suspenso constante durante prácticamente todo el film en base a la tensión interna del grupo y la mencionada amenaza de los enormes depredadores. El director se queda con las caras de los atónitos guerreros, siempre al borde de la inestabilidad, al borde de un terror que se adivina en cada esquina de la jungla que construye Antal en su film. Y cuando el plano se abre las batallas y las persecuciones mantienen una excelencia coreográfica que permite que sigamos la acción con alguna pequeña joya de por medio, como la batalla en la línea de los films de samuráis clásicos que emprende Hanzo, el personaje interpretado por Louis Ozawa Changchien o la incendiaria secuencia final donde Adrien Brody demuestra su versatilidad actoral: no estamos ante el timing preciso o el gesto teatral sino ante un actor físico que sin la masa muscular de Arnold Schwarzenegger logra complementarse a un grupo de actores heterogéneo compuesto por Alice Braga, Walter Goggins, Oleg Taktarov, Topher Grace, Danny Trejo y el impronunciable (al menos, por estas tierras) Mahershalalhashbaz Ali. Se trata de un grupo compacto donde cada línea se complementa para cerrar un marco de tensión donde cada uno lucha por sobrevivir, mientras se vigilan lo que hace el otro a través del rabillo del ojo y la banda sonora no deja de aumentar la tensión, con unas cuerdas que recuerdan tanto a Michael Giacchino como al trabajo de Alan Silvestri en el film original, además de que la jungla se va haciendo cada vez más cerrada e impenetrable. Si señores, esto es una película de acción bien hecha, nada más y nada menos. Se pueden achacar un par de cosas, a veces la exploración de los entornos es innecesaria y distiende demasiado el relato y algún efecto digital resulta bastante tosco cuando quizá se podría haber resuelto sin CGI el film entero. Pero es efectiva, es entretenida, no subestima al espectador y se da el lujo de modificar el registro de actores que quizá en otra época no habrían formado parte de un proyecto así, además de que las secuencias de acción se entienden. Por esto y mucho más no estaba de más el agradecimiento.
Existe cierto paralelismo entre la serie de películas cuyo primer título fueran respectivamente “Alien” (1979) y “Depredador” (1986). En ambos casos se alude a seres de otras galaxias¨y, debido a su éxito comercial inicial, dieron lugar a varias secuelas. Pero mientras que la primera, dirigida por Ridley Scott, tuvo su segundo capítulo (“Aliens”) 7 años más tarde, “Depredador 2” sólo precisó esperar 3 años. Otra de las diferencias es que la misma intérprete central (Sigourney Weaver) se mantuvo a lo largo de los cuatro capítulos iniciales de la serie “alien” durante 18 años y que la realización de los mismos se fue haciendo en forma ordenada y con una razonable periodicidad de en promedio 6 años. En cambio, los “depredadores” tuvieron que esperar 14 años hasta reaparecer en su tercera secuela, pero ya no estaban solos como lo señala su título: “Alien vs. Depredador”. A esta pobrísima expresión cinematográfica siguió aún otra peor (“Alien vs. Depredador 2”) y de escasa repercusión en la taquilla. Parecía que el ciclo había terminado cuando de golpe aparece ahora “Depredadores”, que mejora un poco el nivel de las anteriores, aunque no la continuidad de la serie, creando cierta confusión. Casi se podría decir que genera una nueva serie, como lo insinúa claramente el final de la que se acaba de estrenar. ¿El lector se podría preguntar entonces cuál es el nuevo giro que se introduce y la respuesta la tendría al comprobar, a los pocos minutos de iniciada la proyección, que estos “depredadores” no están en nuestro planeta. O más precisamente que los terrestres que caen, en la primera escena en paracaídas, lo hacen en un astro que no es la tierra. A diferencia de las secuelas precedentes, en esta oportunidad se ha convocado a algunos actores más conocidos, comenzando por Adrien Brody (“El pianista”), que no tiene el “physique du role” que su personaje exigía. Algo más acertada fue la elección de la única figura femenina que recayó en Alice Braga, sobrina de la famosa intérprete de “Doña Flor y sus dos maridos”, y que por momentos recuerda a Sigourney Weaver, cuando joven. El resto de los terráqueos, excluido Laurence Fishburne a quien ellos encuentran luego de su descenso, parece una delegación de las Naciones Unidas conformada por actores en su mayoría pocos conocidos. A este cronista le impresiona el nombre de uno de ellos: Mahershalalhashbaz Ali, nacido en California y del resto hay uno que es mezcla de chino y taiwanés (Louis Ozawa Changchien), otro ruso (Oleg Taktarov) y un tercero latino (Danny Trejo), que ya protagonizó doscientos films y series y es amigo de Robert Rodríguez (“Planet Terror”). Este último se ha reservado un rol de productor y mucho hubiese beneficiado a “Depredadores” su presencia en la dirección que ha quedado en mano del realizador de origen húngara Nimród Antal. Lo mejor de la película son los efectos especiales y si bien no aburre tampoco aporta mucha originalidad. Para los amantes del género no defraudará, pero para quien busque originalidad como la que se encontraba en la primera de la serie, ésta no es su película.
La noche de los cazadores. No sé si existirá una moral de la caza, pero de haberla, seguro que no se parece a la que usamos para dirigir nuestra vida de todos los días. Entre los muchos méritos de Apocalipto está el ser una verdadera película de época donde los personajes se rigen únicamente por los códigos de la conquista y la supervivencia, sin atender a condenas o premios éticos. Junto a El malvado Zaroff, Apocalipto es una de las pocas películas que parecieran atreverse a delinear una suerte de ética de la cacería: escapar, perseguir, esconderse, poner trampas, matar, batirse a duelo, sobrevivir; esos serían algunos de los puntos contemplados en esa posible ética del cazador y la presa, en la que nunca hay espacio para categorías como el bien y el mal. Dentro de las selvas en las que transcurren las dos películas, esos valores civilizados no son más que residuos lejanos, ecos apenas de otra vida, de otro mundo. Depredadores, al igual que Depredador de John McTiernan, también transcurre en la selva, aunque esta vez se trate de una extraterrestre. Acaso para demarcar su área de interés, la película empieza rápidamente cruzando a varios personajes desconocidos en un planeta extraño y hostil en el que los visitantes son perseguidos por los depredadores del título, siempre sin dar explicaciones de por qué están allí ni de cómo fueron elegidos. De esa decisión depende en gran medida el clima que caracteriza a toda la película: el relato se juega en un puro presente donde lo único que cuenta es adaptarse, sobrevivir, y el pasado de los protagonistas (que se devela siempre a través de diálogos y nunca de flashbacks) no se utiliza para explicar la situación en la que están inmersos sino para imprimirle mayor espesor a los intercambios que se producen entre ellos. Así, al hacer de los recuerdos un marco de referencia y nunca un verdadero centro dramático, el director Nimród Antal rehuye de la psicología e instala a su película en el terreno saludable de la acción: buenos, malos, reprochables o modelos, los personajes se miden por sus actos y no por su pasado. El conflicto principal de Depredadores empieza a asomar en las discusiones entre la soldado Isabelle y el mercenario Royce, cuando ella oponga su moral a la de él; es que para Royce lo que cuenta es solamente la supervivencia, y en especial la suya. Esta discusión hasta cierto punto es pertinente: sería injusto pedirle a una película que transcurre en la actualidad (aunque sea en otro planeta) que haga caso omiso de un posible debate ético como lo hacía Apocalipto, que a diferencia de Depredadores hablaba de una época y un pueblo ubicados por fuera de los límites de la civilización occidental. El problema es que ese debate se va convirtiendo en el eje de la película hasta trazar una línea que coloca a los personajes de un lado o del otro: buenos o malos, solidarios o egoístas, humanos o “monstruos” (como se autodefinen algunos de ellos en más de una ocasión). El relato opera una polarización torpe que no deja espacio para los lugares intermedios. En este afán clasificatorio (los protagonistas tienen que ser una cosa u otra, sí o sí) incluso hay un personaje que, hasta el momento dueño de ciertas dosis de ambigüedad, cerca del final se revela como un asesino sanguinario quizás peor que varios de sus compañeros (de esta forma el guión lo tilda rápidamente de malo/monstruo y acaba con los posibles matices que exhibiera hasta el momento). En esa divisoria tosca se pierde irremediablemente cualquier intento de formular una moral de la cacería; la película somete a sus personajes a un examen ético grosero y de un maniqueísmo infantil que está lejos de alcanzar los picos de la madurez ideológica de Apocalipto, donde Mel Gibson se preocupaba por (re)construir un mundo y no por aplicarle una sanción moral a sus criaturas. Más allá de ese problema (que acaba derribando el clima que se había construido con inteligencia durante la primera parte) la película se anota un punto importante cuando explora el planeta de los depredadores o nos cuenta algo de ellos, por ejemplo, que existen dos subespecies que están en pie de guerra. Las plantas mortíferas, los animales veloces y peligrosos, y algunos lugares como el campamento, agregan información sobre la raza de cazadores extraterrestres y éstos ganan en robustez narrativa: si en la primera Depredador nos intrigaba el misterio con que estaba delineado el personaje y en la segunda conocíamos algo de su tecnología, de su pasado en la Tierra y hasta algunos de sus códigos (por ejemplo, el respeto por el duelo), en la tercera lo que vale es la exploración de su ambiente vital, de esa selva mortal e infestada de criaturas terribles que acaba por decir tanto o más de ellos que todas las películas anteriores. Si no fuera por esa rendición a una tipificación moral tan simplona y aburrida, Depredadores podría haber sido uno de los mejores estrenos del año. Después de todo, la película de Antal tenía algunos muy buenos personajes, actuaciones más que sólidas (Brodie, fuera de su registro habitual, como mercenario recio y solitario, cumple con creces), una historia bien contada que se sostiene sobre los protagonistas y sus acciones y no sobre diálogos ni traumas del pasado, un escenario impecable, y varias escenas de combate con la que probablemente sea una de las mejores creaciones del cine de terror moderno: los depredadores.
Depredadores se defiende solita gracias a su minimalismo y convicción narrativa. El filme dirigido por Nimród Antal y producido por Robert Rodríguez es simple en su concepción, lo cual termina siendo su principal virtud. A la vez, su defecto más substancial pasa por cuando quiere salir de esa simpleza. La primera mitad de Depredadores es realmente muy buena. Comienza justo en el medio de la acción, con el mercenario Royce (encarnado por Adrien Brody) cayendo desde las alturas, sin memoria de cómo llegó al medio de una selva que le resulta desconocida. Luego, las explicaciones y revelaciones se van dando con el avance del relato, sin trabas, fluidamente, incluso privilegiando el misterio en sus dosis justas. Además, los personajes están caracterizados a partir de unos pocos pero significativos trazos: son todos estereotipos, pero todos están tratados con respeto, no se los juzga, solamente se los describe a través de su accionar. La construcción a partir de lo no visto de Depredadores remite mucho a Depredador, la película que comenzó la saga. Incluso, a través de citas y homenajes a partir de situaciones, diálogos y personajes –ciertas actitudes de Royce son un calco de las adoptadas por Arnold Schwarzenegger en el filme de John McTiernan- termina siendo casi una remake de la original. También, por su concisión narrativa, al cine clásico bélico –Doce del Patíbulo como buen ejemplo- o al de clase B, aunque evidentemente con un mayor presupuesto. El problema principal se encuentra en la segunda parte, donde todo se estira demasiado y las virtudes que se apreciaban en los protagonistas van quedando anuladas. Esto se nota principalmente con el personaje de Laurence Fishburne, -que es el típico loco bipolar e insoportable, un lugar común ya demasiado gastado en el cine de acción- que aparece veinte minutos no se sabe bien para qué, pero también con el interpretado por Topher Grace, cuya vuelta de tuerca final pretende ser inesperada, pero se la ve venir a la distancia y ni siquiera es realmente coherente. Además, las criaturas extraterrestres que persiguen al ecléctico grupo de almas perdidas humanas no llegan a tener la presencia y la fuerza suficiente. Aún así, Depredadores se defiende solita, no depende de la devoción de los fanáticos, se planta con firmeza desde su minimalismo y convicción narrativa. Así, termina siendo una película de acción más que aceptable, que entretiene sin culpa, con mucha sangre, tiros, tripas y todas esas cosas que les gustan a la gente sana y normal.
Todo es posible cuando en un producto hecho sólo para la recaudación, se mezclan los géneros, acción, terror, aventuras, ciencia ficción, fantasía y si para colmo el mismo no es más que una parte de una secuela…. Ya hubo varios filmes con el personaje del “depredador”, la primera dirigida por John Mc Tiernan (¿quien se acuerda?), protagonizada por el hoy gobernador del estado de California Arnold Schwazenegger, donde un grupo de élite de las fuerzas (¿para?) militares de los Estados Unidos que van con la misión de rescatar a un rehén de la guerrilla centroamericana, entre ellos hay una joven nativa Elpidia Carrillo y todos se enfrentan con lo desconocido “el depredador”, un ser extraterrestre que los va cazando de a uno. El original era “original” (valga la redundancia) podría poner la primera, ¿no?, y estaba bien contado. En esta nueva versión las mezclas son tantas que uno puede creer que esta mirando un capitulo extraviado de la serie “Lost” o una remake, con pequeños cambios pero demasiado lavada. Un grupo de seleccionados muy heterodoxo y demasiado heterogéneo de sicarios, soldados, y cazadores, es arrojado en medio de una selva. Enseguida descubren que están ¿en otro planeta? Tienen que tratar de salir de ese lugar. Pero se enfrentarán al mayor desafió de sus vidas. No se conocen pero se necesitan frente al peligro que los acecha. Hay demasiadas coincidencias en la idea y escenas casi calcadas de la producción original, hasta es nombrada bastante subliminalmente cuando el personaje femenino hace referencia a la primera vez que se vio al monstruo del espacio. Debería ser imparcial y decir que esta es en realidad la mejor de toda la secuela (y no hablo de enfermedad) que derivo de “Depredador” (1987), pero tampoco es un gran elogio, como decía Groucho Marx. Pero también hay que decir que no por intentar ser sólo un entretenimiento, se le puede permitir que cometan tantos errores de verosimilitud, a saber los personajes caen desde una altura bastante considerable al agua, no sólo el armamento (que no se ve en la caída) esta intacto sino que además todos parecen Alan Ladd después de una pelea, esto es con el jopo armado, y hay varias de esas. En cuanto a los rubros técnicos, son todos de gran factura, el arte en general, la fotografía, el vestuario, pero vacío de contenido y con un guión que es un catalogo de lugares comunes, lo que la transforma en totalmente previsible. En el rubro actuación, Arnold es irremplazable, convengamos que Adrien Brody (Royoe) es un actor, pero por momentos se le escapa en el rostro el músico judío de “El Pianista” (2002) de Roman Polanski, por la cual ambos ganaron el Oscar. Con esta seguro que no repite. El otro personaje importante esta interpretado por Alice Braga (Isabelle), y aquí si tiene ventaja con respecto a la original. ¡Qué linda que es! Muchos podrán ver en los errores intencionalidad de los mismos, o además calificar como graciosos algunos diálogos rayanos en la idiotez, o tratar de ver provocación en imágenes escatológicas. A mi no me provocan nada en realidad me desagradan.
El Muerto se asusta del degollado: La saga se inició en 1987 con "Depredador" de John Mc Tiernan con con Arnold S., ofreciendo un excelente producto de acción, y por su éxito prosiguió con "Depredador 2" (1990), donde se incluía la particularidad de sumar en cantidad asombrosa a los feos extraterrestres, después en los años 2000, se realizaron dos bodriazos muy inferiores en los cuales enfrentaron a un único depredador con "Alien". Ahora por suerte se volvió a las fuentes con un buen guión, que es llevado con toda la impronta de un cine clase B, pero facturado con buena producción y diseño. La trama lleva una serie de personajes humanos de toda calaña: mercenarios, miembros de escuadrones de la muerte, mafioso japonés del Yakuza, presidiarios condenados a muerte, etc. que se hallan en un planeta extraño sin saber como llegaron y en símil tratado de serie tipo "Lost". El tema es que estos "depredadores" de la raza humana se habrán de convertir en presas de cacería de los citados alienígenas, así la historia redondea un buen entretenimiento de asegurado y sostenido suspenso todo el tiempo. Adrien Brody es el correcto aventurero que lleva el protagonismo adecuado, sin necesidad de haber puesto a un actor mediocre ni pasado de anabólicos, y la música es de primera a cargo de John Debney. Un buena peli para quienes se deleitan con los platos fuertes en el cine de súper-acción.
Depredadores baratos. Después de tener varias invasiones extraterrestres, llega una superproducción que no trata de ser aleccionadora, ni sacar provecho per ser de una vieja franquicia. Los extraterrestres con "contenido social" de Sector 9 mirarían de reojo a los nuevos depredadores, dispuestos a ofrecer una simple película de acción. No hay grandilocuencia, tampoco grandes ideas. Se pueden hacer películas excelentes de acción (e incluso, de autor) con los E.T. Basta recordar las dos primeras entregas de la saga Alien para ello. Ahora, bien, tanto Alien como Depredador vinieron a menos en los últimos años. Los crossovers entre estos monstruos del espacio exterior (que recordaban un poco al cine trash de la época de menor brillo de Universal) son realmente malos. La primera podía generar un poquito se simpatía. Ya la segunda, no. Ahora, mientras que Alien siempre fue más prestigiosa, la saga de los Depredadores sólo apuntaba al entretenimiento puro y duro. Lo cual no está nada mal. La primera era buena: estaba Schwarzenneger en medio de la selva ("¡oh, metáfora de Vietnam!" dirán los que tienen que buscar el subtexto en todo) disparando a ciegas, porque un extraterrestre con rastas y camuflaje óptico lo perseguía. La secuela carecía de Arnold, entre otras cosas. Y el carisma de los bichos no alcanzaba. Ahora, Robert Rodriguez produjo esta secuela que destila amor por el cine. Sí: así como Grindhouse era un guiño cool al cine basura, menospreciado por el mainstream, Depredadores también lo es. No importá qué, cómo o por qué pasan las cosas. Lo que todos tienen en claro es que el público va a ver una de acción con marcianos. Nada de ficción científica, o finales altisonantes y dramáticos. Adrien Brody, incluso, genera más simpatía que respeto, intentando poner cara de malo en cada plano que se lo ve. Y hay una referencia más que obvia a la primera película, con un anabolizado pianista despistando al enemigo. Incluso el principio, un gran deus ex machina (reitero, no importa cómo ni por qué, sino para qué, y la respuesta a esto es para entretener) lleno de guiños a Lost. Decía que Depredadores, aún con todos sus defectos (principalmente una secuencia demasiado larga con Laurence Fishburne) tiene algo de pasión por el cine. Es casi como ese gran, gran homenaje que hizo el productor Robert Rodriguez en Planet Terror. Sólo que esta vez, no es tanto una canchereada, sino una obra hecha con el mismo espíritu berreta de, supongamos, las viejas producciones de Roger Corman. O con el mismo de la primera Depredador. Y esto fue un cumplido.
DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS Para olvidar a las dos mediocres entregas de ALIEN VS PREDATOR, había que volver al principio, a los orígenes, a todo lo que había hecho funcionar al film que inició la saga. El cerebro detrás de este proyecto, Robert Rodriguez (que aquí es productor), apadrinó al director Nimrod Antal y juntos hicieron PREDATORS (DEPREDADORES), una película entretenida que homenajea a la inolvidable primera parte y que está muy influenciada por la serie “Lost” (aunque aquí no hay limbos pelotudos). En PREDATORS, un grupo de humanos despiertan en caída libre. Abren sus paracaídas y descienden en medio de una selva misteriosa. No se conocen entre ellos y casi todos son militares. Aparece un tipo de traje en medio de la selva (no, no es el papá de Jack Shephard, sino un mafioso ponja). Empiezan a preguntarse donde están (algunos dicen que es “el infierno”… sí, una de las teorías que tenían los sobrevivientes del vuelo Oceanic 815). Se llevan mal entre ellos (la mina del grupo da a entender que o permanecen todos juntos o van a terminar muertos… ¿no les recuerda al “live togheter, die alone” del Doc Jack?). Encuentran cosas raras (pero no, ni monstruos de humo vende humo ni escotillas). Y así… hasta que notan que algo raro pasa: el sol se mueve muy despacio, en el cielo se ven otros planetas… en fin, se dan cuenta de que no están más en la Tierra. Después comprenderán que aunque en su mundo son los mejores asesinos, aquí sólo son presas. Y la cacería empezará. Un problema que había con esta película era encontrar un buen protagonista: igualar al supremo Arnold Schwarzenegger, protagonista del primer film de la saga, parecía un trabajo imposible. No por calidad actoral (obviamente), sino por la presencia, el físico(culturista) y el carisma: Arnold es y será siempre Arnold, for ever and ever ¿Qué hacer entonces? Se eligió ir hacia el lado opuesto y, en lo que fue una decisión polémica, trajeron a un flaco narigón con cara triste: Adrien Brody. Pero, oh sorpresa, resulta que el tipo se la banca: nos hace creer que es un mercenario, va por ahí siempre serio, con voz ronca y susurrante (a lo Batman de THE DARK KNIGHT) y, para sorpresa de todos, en un momento pela y demuestra que había ido al gimnasio a trabajar un poco. Raspando, pero aprueba en “bad-ass”. Con los demás personajes (y/o actores) pasa algo especial: Los que podrían haber funcionado no son bien aprovechados. Así (GUARDA CON EL SPOILER) el mexicano Cuchillo, interpretado por el capo Danny Trejo, es uno de los primeros en morir. Otro caso similar es el de Noland (Laurence Fishburne), un tipo que había logrado sobrevivir en el hostil planeta alienígena y que es algo así como una mezcla de dos personajes de “Lost”: Rousseau (por lo loco… y lo sucio tal vez), y Hurley (por lo dogor, a pesar de llevar un buen tiempo en la selva y sin ningún Mac Donalds cerca). Noland también es asesinado a los pocos minutos de aparecer y nos deja con ganas de ver más de su locura, su “amigo invisible” y sus supuestas habilidades, pero más que nada porque Fishburne le pone una onda impresionante al bizarro personaje que le toca interpretar y hasta parece que se estaba divirtiendo de lo lindo. En fin… (FIN DEL SPOILER) Para la muchachada que disfrutó con PREDATOR (la primera, de 1987) hay muchas referencias: una ametralladora disparando a la selva a lo loco, las trampas con troncos, el barro sobre el cuerpo para anular la visión infrarroja de los mostros e incluso uno de los personajes cita un informe de un militar que había vencido a un Depredador (se refiere a Dutch, el soldado que interpretó Arnold, aunque no lo nombra). En ese sentido, la película logra su cometido. Quisieron homenajear y lo hicieron bien. OK. Pero la película no va mucho más allá: sí, hay unos perros deformes; sí, hay una nueva variedad de Depredador; sí, hay una grosa escena de un ponja peleando con una katana contra uno de los bichos… y eso es todo. A pesar de que entretiene, se siente como si a la película le faltara algo: quizá el problema esté en el poco desarrollo de los personajes o en la falta de originalidad de algunos. Ni siquiera las muertes son muy interesantes e incluso hay menos sangre y desmembramientos de lo que uno espera. Tal vez faltó trabajar el guión, introducir alguna secuencia más interesante, algo que nos sorprenda, algo que no hayamos visto. Pero bueno, tampoco es que se trate de un producto con grandes aspiraciones. Es para sentarse y disfrutar de esa cacería, que sucede ahí, donde viven los monstruos.
Las berretadas del género Caída libre, a toda velocidad. Introducción oportuna. Es Adrien Brody en la antesala a la que será una de sus peores actuaciones haciendo una versión libre -y escuálida- de Arnold Schwarzenegger, cayendo en picada, lidiando con un paracaídas, aunque con buenos efectos visuales y banda sonora como sustento, hasta llegar al clímax con el brusco descenso a una zona selvática. Da un golpe seco contra el césped, corte a negro: "Predators". Así inicia este film de corte conservador que intenta continuar con la incesante idea de querer hacer la saga infinita de los bichos que se pueden esfumar en el aire, desaparecer, pero al volver seguir denostando ser actores de segunda disfrazados con un mal traje. El autor material de este crimen contra la paciencia es el húngaro Nimród Antal, quien a menos de un año de dirigir Armored (2009) lanza esto, que salió luego de recibir la propuesta de su buen camarada Robert Rodriguez -productor de esta obra- para dos cosas: una, tener aunque sea un mínimo papel en su esperada nueva cinta Machete, que en el protagónico cuenta con Danny Trejo (y que a su vez aquí también tiene un papel), y dos, dirigir la peli que nos incumbe en este artículo. Predators, hablando mal y pronto, es aburrida. Los primeros diez minutos sirven como una aclimatación aceptable para lo que después debiera ser, cuando menos, una sangrienta cacería interplanetaria como tanto nos lo promete el póster. Pero no, la cosa continúa, y pasando el minuto 40 encontramos a nuestros desventurados y desorientados personajes en la misma situación en la que se encontraban al momento de "caer" a ese extraño sitio. Por cierto, todos son unos asesinos peligrosísimos que fueron llevados a un planeta que los Depredadores utilizan para divertirse cazándolos. Esta premisa nunca se explota en la hora y cuarenta de metraje tan soso y lineal. Ni hablemos de la construcción de los personajes, súper obvia, estereotipada y burda, siendo -¡ooobviamenteee!- los dos estadounidenses los más rudos que más se la bancan al lado de los extranjeritos que se acaban de dar cuenta que fuera de su país el peligro es verdadero y la rudeza sólo se conoce habiendo, o bien sido amigo de Stallone, o haciendo estado en la Armada del Tío Sam. Si a la idea absurda del peligro amalgamado en un grupo pluriétnico en territorio "extraterrestre" le sumamos el papel de Topher Grace como el médico desarmado que viene con sorpresita, cantamos cartón lleno. Vamos gente, la peli tendrá su intento de homenaje a las viejas usanzas del cine de este género, pero todo esto ya se vio, es prescindible. La saga de los Depredadores antes se caracterizaba por asustar un poco y entretener, mientras intentaba definirse como un proyecto que se autolimita por sus propias convenciones y está a tiro con los avances tecnológicos. No obstante, en esta ocasión más que homenaje se podría decir que Predators es un pastiche o revoltijo de ideas sacadas de otros films que más o menos conducen a esta idea. Tenemos situación geográfica a la Avatar (2009), mezclada con una pizca de la sensación de abuso generalizado o intento de terror psicológico de Saw II (2005) o Saw V (2008), más un poco de gore de mal gusto a lo Wrong Turn (cualquiera de las tres) muy propio de las preferencias del señor Rodriguez, y así podemos seguir. Ah, y por supuesto, algo de los depredadores, sino no estaríamos hablando de esta película. Lo que sí gusta, y mucho -no como la absurda e innecesaria aparición de Laurence "Morfeo" Fishburne o la terriblemente patética escena de la lucha del samurai en el descampado- es la secuencia final, con la frase que cierra la cinta. Lo mismo que allí se expresa se aplica al estilo, a la mala costumbre que adoptaron los realizadores de esta industria que se ha vuelto el "terror". Sólo cambien la palabra "planeta" por "género tan berreta". Los que la vieron sabrán a qué me refiero, y los que no la vieron aún, sigan así que no se pierden de nada, sino al contrario, se están ahorrando una buena hora-cuarenta de vida para usar haciendo otra cosa o viendo algo mejor.
Perdidos (y cercados) Un grupo de asesinos profesionales de distinta procedencia –algunos son soldados de elite y otros pertenecen a mafias organizadas- caen literalmente desde el cielo a una selva que no podría ser más inhóspita: allí hay extrañas y monstruosas criaturas, y la supervivencia se augura complicadísima. Desde su mismo comienzo, Depredadores deja abiertas incógnitas, y los personajes empiezan a especular como llegaron allí, por mandato de qué extraña voluntad, si fueron elegidos por alguna razón especial, y si quizá no estarán todos muertos o inmersos en un infierno particular. Al estilo de la serie Lost, la película sabe manejar el enigma como un poderoso y persistente llamador de interés. El grupo de forajidos descubrirá al poco tiempo que está siendo parte de un juego macabro, que a pesar de ir armados hasta los dientes son tan sólo presas de una gran cacería y poco más que ratones en un laberinto infranqueable. La película cobra interés por varios aspectos que los guionistas y el director Nimrod Antal (Hotel sin salida) supieron explotar simultáneamente y con sabiduría: en primer lugar los mismos personajes funcionan como elementos de tensión, por su dudoso sentido de la moral y ciertos indicios de demencia –especialmente un inquietante condenado a la pena capital, que tiene como pasatiempo violar mujeres- por otra parte, la paulatina dosificación de información va despejando parte de las incógnitas pero asimismo deja abiertas otras; y se demuestra un notable sentido del ritmo y una excelente dosificación de tensiones y clímaxes –un memorable momento de distensión en el que hace aparición Lawrence Fishburne está muy bien ideado y es sugestivamente truculento-. Antal logra un clima convincente, gracias en parte a las buenas actuaciones y a una acción física cruda y contundente. La banda sonora, de a ratos inquieta, divertida y lúdica, parecería la de una aventura familiar, y contrasta con la seriedad predominante, recordando que estamos ante un entretenimiento sin mayores pretensiones, que no debería ser tomado como más de lo que es. El pasaje a créditos final, con el clásico bailable “Long tall Sally” de Little Richard rememora a la primer Depredador de 1987 y refuerza la idea de que los creadores se divirtieron mucho haciendo esta película. Puede llamar la atención que la agente selecta de las IDF (Fuerzas de defensa de Israel) sea justo la más equilibrada, humana y considerada del grupo, -uno de los guionistas, de apellido Litvak, parecería ser el responsable del detalle- y que de la película se desprenda una moralina que sugiere que no es bueno fiarse de nadie y mucho menos detenerse a ayudar a compañeros caídos. Pero estas son cuestiones mínimas, apuntes de un cronista quisquilloso que, en definitiva, disfrutó como un mono de esta intensa, inteligente y bien concebida película de acción.