Los espectros como subproductos capitalistas. ¿Qué hubiera sido del imperialismo de los siglos XIX y XX sin el simpático arquetipo de la “civilización”? Hablamos de un comodín que facilitó conceptualmente el pillaje alrededor del globo, por parte de las potencias de los países centrales, en nombre de una trasposición literal de las “bondades” de una comarca hacia la otra. Por supuesto que la estratagema escondía distintas actividades en el Tercer Mundo que se extienden hasta el día de hoy vía la complicidad de las cúpulas gubernamentales locales, como por ejemplo la expropiación de las materias primas, el empleo de mano de obra barata, el usufructo monopólico de los recursos energéticos y la transferencia desregularizada e irrestricta de activos financieros. A rasgos generales podemos afirmar que el cine de terror gusta de los escenarios exóticos de la periferia pero no suele analizar el proceso que promovió los detalles contextuales de turno, léase la degradación y la miseria, dando por sentado el saqueo para concentrarse en las consecuencias a nivel del odio arrastrado a través del tiempo. Desde la Oscuridad (Out of the Dark, 2014) funciona como otro retrato de los puntos en contacto entre el afán de lucro desproporcionado y la penuria que va dejando en un poblado con hambre de progreso, ahora bajo la sombra de una planta papelera que se instala en Colombia, construyendo una analogía entre las carnicerías del pasado remoto y las de un presente que reclama venganza. Precisamente, hoy son las leyendas -que se remontan a las masacres perpetradas por los españoles durante el período colonial- las que aportan el nexo con el hurto de siempre y el accionar de unas víctimas reconvertidas en espectros, los subproductos capitalistas del momento. Lamentablemente el director Lluís Quílez no consigue llevar el relato más allá del esquema del outsider, centrado en la premisa “familia tipo anglosajona se traslada a regiones un tanto inhóspitas y descubre que su linaje está vinculado con una tradición de inequidades varias”: si bien se agradece mucho el intento en pos de recuperar la valentía del horror de antaño, los estereotipos y las citas a Poltergeist (1982) empantanan el desarrollo. El desempeño del elenco compensa en parte las falencias del guión, así se destacan Julia Stiles como la madre del clan, Stephen Rea en la piel del padre de la susodicha y la pequeña Pixie Davies como la típica hija secuestrada por los espíritus. Otro factor que evita el desastre es la fotografía de Isaac Vila, quien aprovecha con inteligencia las locaciones colombianas sin caer en el populismo ni en el exploitation de la pobreza de películas similares. En síntesis, la obra es prolija y tiene un par de escenas interesantes, no obstante la reincidencia en los engranajes más elementales de los jump scares ratifica esa falta de ideas y/ o entusiasmo que caracteriza al género en su vertiente industrial contemporánea…
América profunda. La explotación de los recursos naturales de Latinoamérica ha sido y es un capítulo ominoso de la historia del continente. En Desde la Oscuridad, el primer largometraje del director catalán Lluís Quílez, se combinan elementos del drama social y del terror sobrenatural que mezclan la realidad con la magia, una marca registrada de los escritores y guionistas latinoamericanos desde Julio Cortázar y Gabriel García Márquez hasta Manuel Puig y Jorge Luis Borges. En este género tan particular de realismo sobrenatural, en el que se destacan -entre otras- las películas del director mexicano Guillermo del Toro, El Espinazo del Diablo (2001) y El Laberinto del Fauno (2006), los guionistas Javier Gullón, David Pastor y Àlex Pastor idearon una historia alrededor de unos niños desaparecidos hace veinte años en circunstancias extrañas en un pueblo ficticio de Colombia, Santa Clara. Allí la leyenda reza que en la época del sojuzgamiento de los pueblos que habitaban el área, los conquistadores españoles secuestraron a los hijos de los pobladores para pedir un rescate en plata. Una vez entregada la plata, los españoles asesinaron a los niños encerrándolos en una iglesia que prendieron fuego. En un comienzo cinematográfico extraordinario de gran tensión, un médico quema registros médicos de pacientes muy jóvenes en su casa en medio de la selva cuando escucha que alguien llama a la puerta. Al bajar los acontecimientos se precipitan hacia un terror sobrenatural en medio de una gran tormenta que asola la zona. Veinte años después una pareja se muda con su pequeña hija a la misma casa, propiedad de la compañía papelera que posee el empresario Jordan Harriman (Stephen Rea). Allí Sarah, la hija del susodicho, y Paul, su esposo, se aclimatan al calor latinoamericano tras su paso por Londres, pero pronto su hija se ve acosada por unos niños lacerados con la cara envuelta por trozos de tela. A pesar de la gran escena del comienzo que hace pensar en una película electrizante de género, la historia nunca se define y tambalea entre el drama social y el temor a lo taumatúrgico. Desgraciadamente el principal culpable de los problemas que presenta el film es el director Quílez, quien no permite que los actores encuentren su lugar en la historia demostrando una pobre labor. A pesar de los problemas, por momentos la historia de Desde la Oscuridad logra opacar los errores del director para hacer convivir la herencia de la explotación y el saqueo, que los distintos países vienen realizando de los recursos del continente, con una especie de horror mágico pero cálido. La mezcla de actores norteamericanos con colombianos tampoco logra un buen resultado, destacándose más la actuación de la actriz secundaria Vanesa Tamayo que la del elenco anglosajón. La película tampoco aprovecha la fotografía de las locaciones ni profundiza en las relaciones sociales, para finalmente quedarse en la superficie de la responsabilidad social como ideología de la superación de los errores del pasado. Aunque por momentos asoma un intento de construir otra película con otro ritmo y otro rumbo, todas estas características antes detalladas hacen del film una obra fallida y una verdadera oportunidad perdida de trabajar los mitos precolombinos con la herencia macabra de la conquista española y la posterior era de usufructo perverso del territorio por parte de todo aquel que -con capital y pocos escrúpulos- estuviera dispuesto a sojuzgar a una población pacífica.
Hacia la decepción. “De los creadores de El Orfanato” seguramente llevará a más de uno a sacar su entrada, sentarse en la butaca seleccionada y esperar una gran película de terror. Pero error. Desde la oscuridad (Out of the Dark) no aporta nada al género. Se trata del primer largometraje del director catalán Lluís Quílez (especialista en cortometrajes), donde se combinan elementos del drama social y del terror sobrenatural. Es una coproducción española-norteamericana-colombiana, filmada casi íntegramente en Colombia, y la historia gira alrededor de Sarah (Julia Stiles) y Paul (Soctt Speedman), un matrimonio que se radica en el país cafetero con su hija Hannah (Pixie Davies). Sarah llega para hacerse cargo de la fábrica papelera de su padre en Santa Clara y al poco tiempo en la casona que se alojan comienzan a revelarse apariciones, lo que los lleva a conocer una historia centenaria. Los guionistas Javier Gullón, David Pastor y Álex Pastor idearon una historia alrededor de unos niños desaparecidos hace veinte años en circunstancias poco claras, pero que recuerda a tantas otras: la familia que se muda, el niño se enferma y comienza a comportarse de forma extraña y desaparece. Y sumado a que la historia nunca termina de definirse y tambalea entre el drama social y el terror, los pocos momentos donde observamos un intento de construir una película con el ritmo necesario como para atraernos, no alcanzan y transforman el film en una obra fallida. En cuanto a los sustos, saldrán un par de nuestros cuerpos, pero no demasiados. Y todo en desgracia por lo previsible que resultan varias escenas: juegos de sombras, ruidos, puertas que se abren y se cierran… El único ingrediente que podemos decir que evita el desastre, es la buena fotografía de Isaac Vila. Se aprovecha de las locaciones naturales de Colombia, logrando algunas escenas muy interesantes. Y por último el rol de los actores, que si bien no es excelente, resulta normal. Debemos decir que el guion no les exige demasiado, por lo cual se acomodan a sus personajes. Desde la oscuridad es una película que abusa en demasía del cliché, pero se deja ver. A pesar que no nos trae nada nuevo sobre el horizonte puede resultar una obra eficaz para un cierto tipo de espectador que busca la previsibilidad y la sobreexplicación.
Los fantasmas del cine español regresan a las carteleras porteñas con Desde la oscuridad, pero con pocas ideas y demasiadas pretensiones. Cuando Guillermo del Toro introdujo la temática “niños fantasmas” como consecuencia de la guerra en la subestimada El espinazo del diablo, aún el subgénero no llegaba a su etapa de auge. Desde entonces, Alejandro Amenabar e incluso Alex de la Iglesia han recurrido a este sistema de narración hasta llegar a este penoso producto. La historia es realmente muy simple. Una familia estadounidense llega a Santa Clara, Colombia, para establecerse. Ahí, el padre de la protagonista tiene una fábrica de papel, que le dio trabajo a todo el pueblo. Paul y Sarah, junto a su pequeña hija –nunca pueda faltar un niño- arriban a una casa, en medio de la selva para comenzar una nueva vida, mientras ella debe trabajar con su progenitor. Pronto, aparecen entes espectrales que convierten su estadía en una suerte de pesadilla vengativa. No hace muchos años, se estrenó en nuestro país Aparecidos, película española filmada en la Patagonia, que intentaba generar una conciencia social a través de una historia de fantasmas relacionada con la última dictadura militar. La pobreza cinematográfica de esta obra mezclada con la banalización de un tema que sigue latente en nuestra historia reciente, dieron como resultado un film poco serio, casi absurdo y olvidable. Desde la oscuridad, aborda la contaminación ambiental de empresas primermundistas en Sudamérica y la mezcla superficialmente con otra metáfora fantasmal, que contiene todos los clisés y lugares comunes que funcionaron a nivel de fórmula, en las últimas décadas del cine español, sumado a una mirada lastimosa y de corte concientizador. La película de Quílez es previsible y escasa de ideas narrativas. Cuando a los 15 minutos, el guionista tira todas las pistas juntas para que el espectador revele el misterio, el juego se ha agotado y lo que queda es solamente esperar que se confirmen las hipótesis. Por suerte, el realizador tiene una mano firme para sostener la tensión y administrar el suspenso de forma clásica, haciendo un poco más disfrutable la travesía, hasta la esperada revelación final. Sin embargo, las pretensiones dramáticas –con diversas subtramas que quedan en el aire- y sociales e intentar introducir ”estrellas” de Hollywood –aunque Julia Stiles, Scott Speedman y Stephen Rea se alejaron de ese status- en un ambiente, que deja la sensación, que en Sudamérica todavía se vive como en los tiempos de la colonización, da como resultado que el film todavía sea más absurdo y prejuicioso. Aun con algunos climas logrados, el film carece de un guión novedoso, recurre a giros ridículos, vistos infinidad de veces y personajes esquemáticos. Más allá de algunos sustos aislados, es poco lo que Desde la oscuridad aporta al género y nada produce mayor lástima que ver a un gran actor como Stephen Rea, desperdiciado en una producción de tan baja calidad artística.
Cine de terror... de terror Enésimo exponente del género que no tiene nada nada demasiado bueno (ni mucho menos novedoso) para ofrecer. Lo primero que ve la pareja y su hija ni bien llegan al pequeño pueblo colombiano al cual se mudaron debido a un ofrecimiento laboral que acepta el padre de ella son pobres. Chicos, viejos, adultos: todos pobres pero para ellos inofensivos, tal como lo demuestra la voluntad de él de intentar bajar la ventana para darles algún centavo. La concepción de un otro peligroso, inherente a gran parte del cine norteamericano, alcanza uno de sus puntos más altos en una producción que, paradójicamente, está financiada con una buena cantidad de billetes hispanoparlantes. Mamá (Julia Stiles), papá (Scott Speedman) y la nena se instalan en un caserón en las afueras del pueblo. Tienen “la suerte” de haber llegado en las vísperas de una de las festividades más importantes de la región destinada a honrar la memoria de un grupo de chicos brutalmente asesinados durante el periodo de colonización española, tal como les explicará una lugareña a la pareja justo antes de que ellos vayan a una fiesta a todo trapo en plena ribera del lugar. Los temores generados por la mirada foránea y prejuiciosa devendrán en realidad cuando la hija empiece a tener síntomas de una enfermedad, marcando así que aquel pasado está vigente mucho más allá de la celebración. Enésima película de terror estrenada en lo que va del año, Desde la oscuridad propone un desarrollo tipificado para este tipo de historias, con algunos sustos intercalados y la consecuente búsqueda incesante tanto de las razones del fenómeno, en este caso las escoriaciones de la nena, como de los motivos de los fantasmitas para aterrar a la pobre familia norteamericana. Motivos cuyo ecologismo de pacotilla no hace más que subrayar la idea de Desde la oscuridad como parte de un cine de terror ya no sólo gastado y carente de cualquier tipo de sorpresas sino, lo que es peor, destinado a limpiar conciencias.
Esta semana tenemos dos estrenos que contaron con los guiones de los hermanos españoles Alex y David Pastor. En Inmortal abordaron el género de la ciencia ficción y en este proyecto se enfocaron en las historias de fantasmas y actividades paranormales. Un típica familia blanca de los Estados Unidos se muda a un lugar aterrador y peligroso llamado Colombia, donde son acechados por una vieja maldición relacionada con niños desaparecidos. Como ya es un clásico en este tipo de relatos, detrás de la aparición de los fantasmas siempre se esconde un secreto macabro vinculado con algún hecho trágico que ocurrió en el pasado. El film representa la ópera prima del español Lluís Quílez, quien no hizo nada interesante con su narración para evitar que el film cayera en un trillado thriller sobrenatural que vimos centenares de veces en estos últimos años. Julia Stiles y Scott Speedman (Underworld) remaron con mucho profesionalismo y dignidad dos personajes limitados con los que tenían pocas posibilidades de destacarse Las interpretaciones de ellos dos es lo único positivo que se puede destacar de este estreno. Además del buen trabajo de los protagonsitas, el film de Quílez está muy bien cuidado desde los aspectos técnicos pero al ser extremadamente predecible termina siendo muy aburrido. Hasta los momentos de susto son copiados de otras películas similares que se hicieron recientemente. No ayudó tampoco que los guionistas encima quisieran dejar una reflexión sobre los conquistadores europeos en Latinoamérica que es presentado de la manera más torpe posible en el argumento. Tal vez si no viste ninguna película de terror en los últimos 15 años Desde la oscuridad podría resultarte interesante, caso contrario es una opción que se puede omitir sin perderse nada importante.
Una de terror genérica La muerte de Wes Craven el pasado 30 de agosto, tan cercana al estreno de Desde la oscuridad y otras cuestionables películas de terror que se vienen en septiembre es una especie de insulto. Sin dudas debería existir un Barrionuevo que nos dijera que todo se solucionaría si dejamos de hacer películas de terror tan pecho frío por dos años. Quizás Craven era ese Barrionuevo. Muchas veces hablamos de la factura televisiva de ciertas producciones como sinónimo de lo berreta. Es un poco injusto si pensamos que la televisión norteamericana, por ejemplo, le dio el gran impulso al auge global de las series, último refugio de la mejor ficción. Pero no es tan injusto si pensamos en cualquier tira diaria de Suar, por no hablar de Telefé. Ajustemos la definición: la peor factura televisiva es aquella que roza apenas la superficie de lo que está contando, abusa del lugar común y carece de los recursos técnicos mínimos como para que lo que cuenta tenga cierto nivel de verosimilitud. Es decir, la materia de la cual está hecha Desde la oscuridad. La pareja de Sara (Julia Stiles) y Paul (Scott Speedman) junto con su hija Hannah (Pixie Davies) se van a vivir a Santa Clara, Colombia, donde el padre de Sara, Jordan (Stephen Rea), dirige una fábrica de papel. Hay un par de oscuros secretos del pasado que se manifiestan en forma de fantasmas que por supuesto se la van agarrar con la pequeña Hannah. Lo importante es que desde el principio veremos la clásica mirada políticamente correcta, progresista y paternalista sobre la sociedad de Santa Clara. Hay un sesgo ideológico hollywoodense fuertísimo y casi inconsciente a la hora de mirar Latinoamérica. Esto que es casi una obviedad lo subrayamos porque en Desde la oscuridad se ve claramente. También digamos que la película, con todas sus gigantescas limitaciones, condena los desastres que el hombre blanco civilizado ha hecho casi sin detenerse desde la época de la conquista hasta nuestros días. Esta película dirigida por Lluís Quílez no es absolutamente insoportable, sólo que su desarrollo es como ir a hacer el cambio de domicilio: es rápido pero igual molesta. Y aunque a esta altura de la historia de la humanidad sea absurdo hablar de originalidad y sorpresas a la hora de narrar, Desde la oscuridad erige su edificio enclenque desde un guión esquelético y genérico. Como si lo hubieran copiado de algún esquema de un manual de guión y le hubieran cambiado los nombres. Así y todo, no podemos negar que Quílez logra cierto ritmo que se sostiene, y que algunas actuaciones, aunque igual de genéricas que el guión, son sólidas. Hablamos específicamente de Rea, un buen actor con cierto carisma seco, y Stiles con una solidez de manual. Speedman demuestra lo mismo que en la saga de Inframundo: debió dedicarse a cualquier otra cosa que nada tuviera que ver con la actuación. Y para el final, lo de siempre, lo normal: hay que resolver el nudo traumático del pasado para que los fantasmas colombianos no nos maten a todos. En el medio nosotros, espectadores aburridos y medio cansados descubrimos que la globalización nos llevó puestos. Todo muy triste.
Carteles de neón En Desde la Oscuridad (Out of the Dark) se habla de colonialismo, neocolonialismo, daño ecológico y subproducción desde mucho antes que estos términos aparezcan en palabras de sus protagonistas. Es en el fatal acento español de Stephen Rea, en su disfraz de jefe narco y en su creencia de que es un colombiano más en donde está planteado el tema. No en su fábrica papelera. Es en la decisión del director de que los espacios interiores que se relacionan con Colombia funcionen formalmente como un exterior, eliminando así los límites con la selva y que la papelera, la oficina de la misma y el hospital, se recorten de la ciudad hasta convertirse en capsulas espacio/temporales. Es en la elección de usar niños (sobre los que carga la simbología universal del futuro) para que representen el pasado del colonialismo, y que, luego, ese nuevo símbolo se traslade al colonialismo de los 90´s. En plantear que los habitantes de los barrios más pobres son los únicos que se permiten hablar el lenguaje pre colombino. Es en esa madre anglosajona que sólo puede relacionarse con ese pasado de manera epidérmica (sólo una venda en su mano izquierda remite a la presencia fantástica de ese pasado trágico) en contraposición a otra madre, que conmemora la masacre de los niños en el siglo pasado pensando en su propio hijo muerto hace veinte (reconversión del ritual). Desde la Oscuridad es otra oferta productiva para que usted, espectador, satisfaga las necesidades que le impuso el neoecologismo. A los 15 minutos del film el espectador medio entiende a la perfección de que trata la película. Sin embargo, la necesidad de dejar un mensaje lo suficientemente claro para todos los espectadores posibles, hace que luego, todos estos datos sean expresados bajo la más inescrupulosa literalidad. Desde la Oscuridad es víctima de un contexto en donde parece necesario mostrar una matanza de delfines masiva o un niño muerto en una playa para que la gente reflexione. Volvieron a ser necesarios los carteles de neón. La película, que venía construyéndose de forma sólida en cuanto a ambientes, estructura y niveles de lectura hace emerger toda su carga simbólica a la superficie del relato, desintegrándolo. A partir de ese punto, sólo queda recurrir al golpe bajo y el desenlace de manual para unificar todas las ideas en un final que permita creer que todavía existe la justicia, al menos, parcialmente. Que diferente habría sido el tratamiento del film si los responsables hubieran repasado I Walk With a Zombie, estrenada hace 72 años.
Una de cal y una de arena para David y Álex Pastor. Por una de esas casualidades de la vida, esta semana se estrenan dos películas escritas por los hermanos, y si apenas salían airosos en Self/less, en Out of the Dark fallan miserablemente en ingeniárselas para evitar caer en un cliché tras otro del género de terror. Por un momento, uno pensaría que estamos por ver algo diferente. Buenas locaciones latinas -la película se filmó en Colombia-, linda pareja protagónica -Julia Stiles y Scott Speedsman- y una historia decente. ¿Qué paso entonces? Habrá que preguntarle al director novato Lluís Quílez que sucedió en el camino, porque se puede culpar un poco al guión de los hermanos Pastor y Javier Gullón -quien escribió en 2013 la intrigante Enemy-, pero por regla general el capitán del barco se debe hundir con su preciada embarcación, y eso es lo que le pasa al realizador. Algún que otro susto funciona, pero la cantidad de lugares comunes que se apilan ahoga cualquier intento de parte del elenco de salvar las apariencias. No hacen falta más de quince minutos para adentrarse en la trama y decidir que apenas importan los personajes, y mucho menos lo que les suceda debido a la cantidad de decisiones estúpidas que toman. Pero podrán decir "¡hey, eso es lo que hace que las películas de terror sean películas de terror!", pero cuando los recursos para capturar horror en pantalla siempre son los mismos, poco y nada puede asustarse el espectador excepto con un ruido fuerte que lo tome por sorpresa. Otra semana, otro estreno de terror para llenar la cuota habitual. Out of the Dark no ofrece nada nuevo excepto un agradable escenario donde transcurre la acción, y un elenco actuando en piloto automático. Nada más.
Prejuicios y lugares comunes Plagada de lugares comunes y golpes de efecto, dos características repetidas en la inmensa mayoría de las películas de terror de los últimos años, Desde la oscuridad cuenta la historia de un matrimonio que abandona su vida en Londres para mudarse a Santa Clara, un pueblo colombiano donde funciona una planta productora de papel de la que está a cargo un empresario que guarda un secreto ominoso. No bien llega al lugar con su pequeña hija, la pareja empieza a sufrir el acoso de un grupo de fantasmas que trama la venganza de un luctuoso suceso del pasado. Se supone que la película tiene una veta política centrada en la denuncia del colonialismo, pero el catalán Lluís Quílez desnuda involuntariamente sus propios prejuicios: en América latina, los hospitales no funcionan y dependen de la buena voluntad de médicos que hablan inglés en lugar de español, y la pobreza y el atraso son apenas parte de un paisaje pintoresco. Las escenas que pretenden asustar causan gracia y el elenco conformado por actores con talento y trayectoria, como Stephen Rea y Julia Stiles parece perdido en medio de una historia obvia, carente de tensión verdadera y resuelta sobre el final de una manera torpe y aparatosa.
Los fantasmas no dejan casa sin tomar La eterna casa embrujada de las películas de terror tiene aquí una mínima variante: una familia estadounidense se muda a Santa Clara, Colombia, para hacerse cargo de una fábrica de papel, y pronto empieza a experimentar extraños fenómenos, básicamente la aparición de unos fantasmas de niños enmascarados por las noches. No hay grandes novedades en la trama de "Desde la oscuridad", más bien una serie de lugares comunes del género, y los conocidos y a veces eficaces golpes de efecto, que hacen saltar al público de la butaca a pesar de que no esté pasando nada a nivel argumental. También hay una tendencia a poner en constante peligro a la hija del matrimonio protagónico, la pequeña Pixoe Davies, a la que le pasa de todo durante la película, algo lógico teniendo en cuenta que los espectros pueden tener que ver con una antigua celebración que terminó, cinco siglos atrás, con los conquistadores españoles quemando vivos a los chicos del pueblo. El que parece un espectro es el pobre Stephen Rea, el gran actor irlandés de tantas películas de Neil Jordan, como "El juego de las lágrimas", que por algún motivo terminó perdido en Colombia en un film clase B haciendo un papel bastante deslucido, sobre todo para su trayectoria.
Un susto al imperialismo Colombia es el escenario donde transcurre este thriller con elementos sobrenaturales, dirigido por Lluís Quílez, y que cuenta con las actuaciones de figuras norteamericanas de perfil medio como Julia Stiles, Scott Speedman, junto al más reconocido Stephen Rea habitual comodín para encarnar papeles secundarios con peso. La idea o intención del director español obedece a despojar de toda pátina exótica el contexto en el que una familia norteamericana vivirá la pesadilla en suelo de país subdesarrollado, espacio donde en pos de los negocios de una multinacional se desatan tragedias en la población, pero la espiral de silencio y las coordenadas invisibles del poder y la corrupción dejan ocultas en supersticiones o sencillamente en el cinismo de quienes no sufren las consecuencias de los negocios espurios. Ahora bien, la introducción de una leyenda donde la principal atracción son niños encuentra su blanco perfecto en la hija del matrimonio, como vehículo para que el drama de la criatura extranjera actúe de puente reflexivo y mediante esa excusa emerjan los mecanismos de la toma de conciencia forzada en los personajes. SI bien esta estrategia a veces resulta un tanto forzada, la película encuentra su tono y respira cuando se aparta de la problemática social para abrazar algunos códigos de película de fantasmas, aquí adaptado a la historia arcaica del lugar. También el juego de contrastes entre los lugareños y la mirada extranjera de esa realidad palpable es una de las interesantes ideas que desde el guión encuentran su fundamentación más que desde lo cinematográfico como espectáculo visual.
"Desde la oscuridad", un caso de terror que no da miedo ¿por qué? Desde la oscuridad, la película de terror de la semana, limita su trama por intentar ser políticamente correcta. Pese a la cantidad de leyendas y supersticiones que pueblan la imaginación popular de los distintos países de Latinoamérica, ni la literatura ni el cine han desarrollado en todas sus posibilidades el género del terror. Por ese motivo es lógico que se generen expectativas cuando se estrena una película como Desde la oscuridad, en la que no sólo la geografía sino también la mitología de Colombia forman parte del menú. Lamentablemente el entusiasmo dura una sola escena. La primera. Si mantuviese hasta el final la calidad y la tensión de esos minutos iniciales, sin dudas estaríamos hablando de una obra maestra. Pero el director barcelonés Lluís Quílez entrega rápido las armas de su talento a un relato tan convencional y previsible que incluso el gran Stephen Rea cae víctima de la abulia. Con fondo de vegetación tropical, lo que cuenta es la típica historia de la casa embrujada. Un joven matrimonio con una hija pequeña llegan a una ciudad colombiana donde el padre de la mujer tiene una fábrica de papel. Ella (Julia Stiles) debe hacerse cargo de la dirección de la empresa, mientras que su esposo y su hijita se quedan en la mansión en medio de la selva. La ciudad tiene una leyenda negra de los tiempos de la conquista, leyenda que a su vez solapa a una tragedia más reciente, más prosaica y más capitalista. Ambas implican la muerte masiva de niños. Por eso la nena resulta ser la víctima ideal, de acuerdo con ese manual de psicología de fantasmas del que todos los cineastas de terror parecen tener una fotocopia. Quílez y sus perezosos guionistas desaprovechan la ocasión de explotar en términos cinematográficos la convergencia de dos épocas distintas y de tejer en una misma trama tensa la crueldad histórica (ya vuelta folklore y mitología) con la no menos cruel actualidad. Prefieren atenerse a una insulsa progresión del suspenso, no entendido como la sustancia narrativa del misterio, sino como la gradual resolución de un enigma que, por supuesto, termina siendo si no decepcionante al menos demasiado políticamente correcto. Un tipo de corrección que el buen cine de terror nunca se permitiría.
Folclore y prejuicios Muchas colaboraciones entre Hollywood y países periféricos han posibilitado el trabajo de una industria latente, o al menos incipiente, fortaleciendo vínculos y creando una red de trabajo con resultados positivos para directores, guionistas, técnicos, actores que luego pudieron terminar sus proyectos personales, o en otros casos, acercarse a la meca del cine para consolidar sus carreras. En otras oportunidades, como el caso de Desde la oscuridad (Out of the Dark, 2014), una coproducción entre Colombia y España con participación estadounidense, se plantea además el caso opuesto: un producto lleno de lugares comunes, prejuicios, y principalmente, la estigmatización como vector de la narración. La película comienza con el traslado de una pareja y su pequeña hija hacia un lejano país de centro América con el objetivo de establecerse en una empresa familiar. Sarah (Julia Stiles) llega luego de un llamado de su padre (Stephen Rea). Instalados ya en un viejo caserón, con el correr de los días, descubrirán de manera fortuita un complejo entramado de engaños en el que un misterio del pasado, que afectó a algunos niños del pueblo, volverá y afectará a la hija de Sarah. Sarah recorre trata de desentrañar qué pasa con su hija, pero también de a poco, se enfrenta con la corrupción del pueblo y, principalmente, con un costado no conocido de su padre, quien, junto con dos o tres hombres más, manejan todo en el lugar. Es ahí donde justamente Desde la oscuridad intenta despegarse de productos de características similares, pero al trabajar con estereotipos y con una estigmatización del pueblo, de sus habitantes y de la polaridad entre ricos y pobres, sólo termina construyendo un sinfín de lugares comunes en los que una suerte de puesta al día de historias que se fundan en la llegada del otro a una cultura diferente posibilitan algunos tópicos generadores de tensión. Pero como producto de género, este film del español Luis Quilez, no puede superar una premisa interesante, que se termina diluyendo rápidamente y que además, no logra avanzar en el relato del drama de Sarah y su familia, sin llevarse por delante a la gente del pueblo y la historia de los niños que regresan a tomar venganza. Desde la oscuridad es una historia vista anteriormente y que, pese a contar con un elenco internacional, los actores nada pueden hacer con un guión trillado y una puesta básica que no transmite la urgencia y los conflictos necesarios para poder lograr una empatía con sus protagonistas y el film. Película fallida en la que el acercamiento del diferente a estereotipos y trazos gruesos, terminan alejándonos de la historia más que acercarnos y compenetrarnos con su relato.
Another horror film has reached the local screens — and it’s not good news. Like so many horror flicks previously released this year — Clown, Jessabelle, Poltergeist, Demonic — the US-Spanish-Colombian co-production Out of the Dark, directed by Luis Quílez, is as forgettable as it is unnecessary. Overridden with clichés, over-plotted and far from spooky, Quílez’s debut feature is neither a personal auteur film nor a good genre piece. And to think that three scriptwriters were in charge of developing this supernatural story about Colombian ghosts of children burned alive that seek revenge any way they can. The fictional town of Santa Clara, Colombia, is the setting for the misfortune faced by Sarah (Julia Stiles) and Paul (Scott Speedman), and their young daughter Hannah (Pixie Davies) who move there to take over a family-owned paper manufacturing plant. Sarah’s father Jordan (Stephen Rea) gives them a large, pricey house by the forest to use as their home. Soon enough, the family will find out about an infamous event from the past: all the children in the area were kidnapped for ransom by the conquistadors. Even though the families in the village paid the ransom as told, the conquistadors didn’t keep their end of the bargain and burned them alive instead. If there’s one moderately good thing to say about Out of the Dark, that is the ghosts themselves are slightly disturbing: half-seen, dressed in rags, possibly burnt beyond recognition. Even when you can only see their silhouettes stalking the little girl, they somehow convey a certain sense of doom. And that’s it. On second thought, the performance of Julia Stiles is watchable, unlike those of Scott Speedman, Pixie Davies and the rest of the cast. When Pixie starts running a fever and a severe rash after the ghosts visited her while she was sleeping, she’s taken to Santa Clara Hospital to be examined. At first, the doctor says she sees no signs of illness — dumb Colombian doctors, you know — but then she says she can run some blood tests anyway. The problem is that it will take her weeks to get the results. Perhaps a couple of months. The moronic notion here is that in less developed countries such as Colombia, healthcare is completely inadequate and resourceless. And while that may be partly true, it’s actually truer that blood tests do not take several weeks at all. Healthcare is not nearly in such bad shape in Colombia. Only an insulting Hollywood cliché says that. There are many other clichés, such as an old local woman, possibly an indigenous, who reveals some secrets with a husky voice and a stern look in her eyes. Remember we’re not talking about self-parody. On the contrary, Out of the Dark intends to be realistic and dramatic, but it’s poorly scripted and tediously directed. One crucial thing in these types of horror films is the frights, which should come hand in hand with suspense and surprise. But in Out of the Dark, the frights are both predictable and clumsily executed. Same thing with way the storyline unfolds: far too contrived and simply too hard to believe. Production notes Out of the Dark (US/Colombia/Spain, 2014). Directed by Luis Quílez. Written by Javier Guillón, David Pastor, Álex Pastor. With Scott Speedman, Pixie Davies, Julia Stiles. Cinematography: Isaac Vila. Editing: Bernat Vilaplana. Running time: 92 minutes.
Sigue renovandose la cartelera de uno de los géneros más elegidos por el público local, el terror. En esta oportunidad, nos llega "Desde la oscuridad", coproducción entre Colombia, EEUU y España que llegaba respaldada nada menos que por los hombres detrás de la interesante "El orfanato". Lluis Quilez, realizador de cortos, fue el elegido para llevar adelante una historia más bien tradicional, sobre una familia que llega a Colombia, con intenciones de establecerse a nivel laboral pero una particular circunstancia . Sarah (Julia Stiles) y Paul (Scott Speedman) son la pareja que llega desde Londres junto a su hija Hanna (Pixie Davies) decididos a adaptarse a la ciudad de Santa Clara. Todo parece ir bien para ellos, dado que el papá de Julia, Jordan (Stephen Rea) tiene una importante papelera local y cuenta con el aporte de su hija, quien trabajará con él, para llevar adelante el negocio familiar. La cuestión es que la pequeña hija del matrimonio, (una vez instalados en una casa en el medio de la selva colombiana), comenzará a tomar contacto con niños- entidades- fantasmas, quienes rápidamente tomarán acción sobre la familia, provocando desconcierto y enfermedad en la pequeña. Eso será sólo el comienzo. Será así que cuando Hanna se vea afectada severamente por la situación, sus padres deberán indagar y descubrir que sucedió en ese lugar. Para ello, iniciarán un camino de búsqueda a la verdad que será, complicado y trágico, de principio a fin. Quiles se apoya en el guión de los veteranos Javier Gullón y los hermanos David y Alex Pastor para generar una atmósfera inquietante, que es, a todas luces, lo más interesante de la realización. También hay un aporte importante de los efectos de sonido y la partitura original, elementos que crean el andamiaje necesario para que el relato se sostenga con cierta coherencia y fuerza. Sin embargo, lo previsible del conflicto y su resolución (esquemática), le quitan a "Desde la oscuridad", gran parte de su brillo. Lo que inicia como promesa de un gran film con un elenco más que interesante, va perdiendo fuerza a medida que el relato avanza. El efectismo de una buena concreción de la atmósfera (entendiéndose como los signos visuales y auditivos que impulsan la sugestión, potenciados por una excelente fotografía) no logran evitar la limitaciones que se producen para avanzar sobre la creación de secuencias desestructurantes donde el terror, realmente, tenga un peso específico distinto. Es extraño como elementos atractivos como las creencias aborígenes y el ambiente físico (la selva, en este caso) no terminan de traccionar lo suficiente para movilizar otros desafíos. La idea de los chicos-fantasmas no está mal pero no se aleja de los cánones del género. "Desde la oscuridad" cumple desde las actuaciones (menos Rea, de quien esperábamos mucho más) y la realización en general. Es una aceptable cinta de género, correcta, aunque no ofrezca mucho más que eso.
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