Diario de un seductor tiene un buen comienzo pero ya cerca de los 30 minutos el relato empieza a perder rumbo y va decayendo el interés. Posiblemente con media hora menos el resultado final hubiera sido mucho mejor. El título que le han puesto en la Argentina es bien tramposo y nada tiene que ver con el verdadero ya que seguramente el que lo ingenió...
Ni rápido ni furioso Claramente impulsado por la aceptación de Pánico y Locura en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas, Terry Gilliam, 1998) surge una nueva adaptación de una novela de Hunter S. Thompson. En este caso sobre The Rum Diary, escrita en 1960, tras la experiencia del autor como periodista en Puerto Rico. Pero las expectativas pueden aniquilar una película, y éste es el caso...
Corridas, alcohol y maquina de Escribir En los años 60, Paul Kemp, un novelista divorciado y alcohólico, huye a San Juan, Puerto Rico, para trabajar como reportero para un periódico de poca monta. Run Diary Basada en la novela homónima del legendario periodista Hunter S. Thompson, creador del periodismo gonzo y habitual colaborador de la revista Rolling Stone, Diario De Un Seductor cuenta la historia de este periodista norteamericano cuando tenía jóvenes 22 años. Huyendo de EEUU, cansado del ruido, la locura de Nueva York y los abrumadores convenios del último período de Eisenhower a finales de la década de los 50, logra en este país hacer rápidamente amistad con Sala (Michael Rispoli) un fotógrafo del lugar y juntos viven una vida de excesos ligados al ron y los alucinógenos. Cabe recordar que Puerto Rico era en esa época un lugar donde abundaba la inestabilidad política, a eso sumado su encuentro poco casual con Sanderson (Eckhart ), el joven redactor Paul Kemp (Depp) comienza a ver cosaa que otros no quieren. El alcohol en su máxima versión ‘Hemingway años 50? y su obsesión con Chenault (Heard), la seductora novia de Sanderson son la combinación perfecta para que Paul se encuentre con las más inesperadas dificultades del lugar. Depp sabe encarar un personaje problemático y adicto, ya que no es su primera vez (Pánico y locura en Las Vegas) y está bien acompañado por el convincente Aaron Eckhart, un grande como Richard Jenkins y un personaje muy especial interpretado por el multifacético actor Giovanni Ribisi (en el rol de un simpático alcohólico de buen corazón). Entre peleas de gallos, corridas, una mafia inmobiliaria y mucho trago, transcurre este relato promocionado erróneamene como una comedia. Y un paso en falso de su actor princiipal.
SÁLVESE QUIEN PUEDA Ni pánico ni locura Es un tema muy interesante el del doblaje de los títulos de las películas. Año a año, mes a mes, semana a semana, al menos un estreno de la cartelera nos deleita con el ingenio de ese manipulador invisible, ese alguien. Quizá muchos, quizá uno solo, "el señor que traduce los nombres de las películas" no deja de llamar nuestra atención con derrapes completamente fascinantes, una habilidad que, supongo, debe ser compleja, de cualidades casi innatas, por su nivel de asociación y de relación entre diversos films. No sería menor el acto de realizar una tesis sobre la intertextualidad presente para con el propio cine en estos títulos traducidos. Así, toda película cuyo nombre, por dar un rápido ejemplo, presentara la palabra honor remitiría a otro film con esa misma palabra, y el entramado sería fascinante. En su momento, Guido Anselmi mencionaba al comienzo del análisis de Restless (ver publicación) el aberrante nombre con que se conoció al nuevo film de Gus Van Sant en Argentina. Es por esta tendencia que, al ver que se aproximaba una película titulada Diario de un seductor , por poco pensé en una bizarra transposición de la obra de Kierkegaard. Al ver detenidamente el afiche, caí en la cuenta de que se trataba del film de Bruce Robinson que había visto en una proyección en el Festival de Cine de Austin el año pasado. Llamo la atención sobre el tema de la traducción, porque en este caso es completamente aberrante, deja al descubierto (aún más de lo que ya estaba) la estrategia económica detrás de esta acción. Calculo que, al ver el notable fracaso que presentó este film en su estreno en Estados Unidos y en varios países de Europa, los productores o la distribuidora o quien sea decidieron engañar a la gente y hacer que pague su entrada de cine, independientemente de cualquier tipo de descontento posterior a la función ya que, en definitiva, nada de lo que vemos en la pantalla tiene algo que ver con un seductor. Johnny Depp en el papel del escritor frustrado devenido en redactor de horóscopos. Dejando este hecho de lado (que es notoriamente irrelevante), Diario de un seductor presenta, ya desde el principio del film, varios problemas que son ajenos a un error- sea deliberado o casual- de traducción. Ya desde el guión, pobre y con poco desarrollo de los personajes, esta película evidencia diversas falencias palpables que irritan porque el material original es muy bueno (la novela de Hunter Thompson, el mismo autor que Pánico y Locura en Las Vegas), el director y guionista Bruce Robinson tiene un par de trabajos interesantes a sus espaldas (el clásico de culto Withnail y yo es el mejor ejemplo de esto) y el reparto se destaca por sus nombres conocidos. Pero nada de esto resulta demasiado importante en el momento en que la película debería hablar. Por si era necesario confirmarlo, queda recalcado que una estrella como Johnny Depp no garantiza el éxito, que sin un buen trabajo de transposición una sólida historia de base no alcanza y que los cócteles, por más explosivos y rimbombantes que sean, no siempre funcionan. La historia: Paul Kemp (Johnny Depp) es un periodista con ínfulas de escritor que acepta un trabajo en una devenida imprenta de un diario en Puerto Rico. Allí, conoce a una serie de personajes con los que comparte cierta simpatía, principalmente por la tendencia al alcoholismo, como Sala (Michael Rispoli) y Moberg (un buen personaje a cargo de Giovanni Ribisi), o por la facilidad para los negocios y el dinero, como es el caso de Sanderson (interpretado por Aaron Eckhart). Así, entra en una espiral en la que conviven el alcohol- casi etílico-, el dinero- Sanderson le ofrece una gran cantidad a cambio de su complicidad mediante sus dotes de escritor en una ilegal gestión de una isla del Caribe-, las mujeres- la chica de Sanderson, Chenault (la bella Amber Heard) enamora perdidamente a Paul- las drogas- el LSD como novedad, allá por los `50- y la diferencia cultural- quizás demasiado marcadamente, entre los puertorriqueños y los "gringos". Todo es bastante confuso (en el mal sentido, más adelante volveremos sobre esto), nada parece tener rumbo y así, lo que en un principio perfilaba como una clásica comedia, de un momento a otro se transforma en un thriller político, luego en un film romántico y por último en un drama sobre la importancia de seguir los ideales y denunciar a la corrupción que azota al mundo. Esta cambio de género, esta transmutación, sería bienvenida si fuera adrede, si de verdad se quisiera mezclar los géneros (o escaparle a los mismos), si la intención fuera desde un comienzo la de realizar una película dividida en capítulos según la temática abordada en el momento. Aaron Eckhart, el magnate que le ofrece a Paul entrar en un mundo de cuestionada legalidad. Pero esto no es así, o al menos no lo parece. Todo se queda a medio camino, no es ni una cosa ni la otra y esto termina por derrumbar a la película. Más que una decisión parece una indecisión, una falencia de Robinson para transponer la obra de Hunter Thompson, como bien supo en su momento hacer Terry Gilliam con Pánico y Locura en Las Vegas. En ese caso, se basaba en el libro homónimo, de tintes mucho más psicodélicos que el que aquí nos compete, un texto, se podría decir, escrito con ácido lisérgico. Este no es el caso de The Rum Diary, distinto aunque no menos autobiográfico. Sin embargo, tomemos la obra de Terry Gilliam y comparemos ambas piezas. Por un lado, tenemos un film que puede o no gustarnos, pero no dudamos de su fuerza, de su decisión, de su forma definida (dentro de lo que es un delirio constante, eso es mucho decir). En el caso de Diario de un seductor, no se ve nada de eso. Posee algunas escenas brillantes que son calcadas del libro, esto es lo más rescatable de todo el film. Ideas como la de ver la televisión en la casa del vecino, binoculares en mano, o Paul y Salas conduciendo el semi destruido automóvil por las calles de Puerto Rico, son secuencias entretenidas, con un humor natural y espontáneo, que le dan algo de frescura a una película que viaja por varios lugares, pero que en su intento de acapararlo todo no tiene forma de nada. Dejando de lado la trama y su intento fallido de desplazarse entre diversos géneros, otro gran problema de Diario de un seductor es el personaje de Johnny Depp. Es un ejemplo clarísimo de un personaje que no posee un desarrollo, una evolución. Comienza como alguien y termina como un otro. En el medio no hay nada progresivo, nada gradual. En un momento es un alcohólico perdedor, incapaz de permanecer centrado y no meterse en problemas, y en la siguiente escena es un trabajador decidido a recuperar lo que ha perdido y a denunciar a las fuerzas del poder que lo pisan, a él y a sus compañeros. Este cambio, ese traspaso del patético voyeur que mira, algo excitado, a la chica de sus sueños tener sexo en medio del mar con la pareja de la misma, Sanderson, al decidido amante que casi que no se le mueve un pelo cuando se entera, hacia el final, de la partida de esa joven maravillosa hacia Nueva York y opta por llevar a cabo sus planes de portavoz de la clase trabajadora, es completamente raquítico. No es culpa de Depp (no es culpa de nadie). Claramente no hubo mucha indicación ni mucho énfasis en justificar y mostrar este cambio, y no dejarlo sujeto a una noche de LSD en la que Paul se da cuenta- casi- del significado del mundo (¿quién no?) y sufre un renacer, víctima de las maravillas de formas que deja en su camino una gigante langosta. Y Depp hace lo que puede. No se lo nota muy animado en este film en particular, se limita a realizar sus típicas caras y reacciones, muecas que ya son una marca registrada en él. Se lo ve relegado, completamente entregado a lo que sea del film. El resto de los actores funciona muy bien, particularmente Giovanni Ribisi en su rol de alcohólico sin marcha atrás (aunque nunca deja de ser Giovanni Ribisi, su personaje posee costumbres tan excéntricas como interesantes, esto sea quizá lo que más suma) y Richard Jenkins en el papel de jefe del diario para el que Paul trabaja. En ningún momento mencioné nada relacionado con los rasgos formales, principalmente porque ninguno se luce en demasía, no hay una intención clara en ninguno de sus aspectos. Una cámara un poco más audaz, decidida a tomar más riesgos hubiera sumado muchísimo, o una puesta en escena un algo más extrema. El uso que se le da a estos aspectos formales es aburrido, carente de imaginación, particularmente en un film de estas características, en donde se podría haber explotado en recursos sin pecar de gratuito, sin traicionar a la narración. La belleza de Amber Heard no alcanza para mantener a flote una película con la que es imposible comprometerse. En resumen, un film mediocre, carente de interés. Sin pies ni cabeza, una narración torpe que en ningún momento sabemos hacia dónde se dirige (de hecho, nunca llega a ningún lado, por lo que nunca conoceremos las intenciones de sus realizadores). Lo lamento por Johnny Depp, quien figura como productor, y por lo que pudo ser y no fue. Como dijimos, el film se estanca, y las buenas secuencias con las que cuenta la película sirven como motor para que queramos seguir viendo algo que pierde el interés a la media hora de comenzar. Como en la escena (otra de las buenas) en la que Chenault le apuesta a Paul que él gritará antes que ella. "¿Cuán rápido va?" pregunta ella en relación al auto. "No lo sé" responde inocentemente Paul. "Esa es la apuesta" dispara la femme fatale. Algunas palabras más, Paul se quita los anteojos, observa el bello cuerpo de Chenault. "¿Que obtengo si gano?" "Te haré saber si lo haces". Un cigarrillo es arrojado lejos, y la pierna de Kemp (unida a la mano de Chenault) pisa el acelerador. Unos segundos más tarde, ambos se salvan de la muerte al frenar justo a tiempo antes de caer al mar: la ruta finalizaba con un salto al medio del océano. Mientas que Terry Gilliam no dudó en pisar el acelerador y arrojarse (con todo y todos) al mar- y sálvese quien pueda-, Bruce Robinson optó por realizar una película que narra toda clase de excesos y terminarla como un film solemne, de final feliz y con una promesa sobreimpresa en la pantalla de nuevas historias por contar- una gran moraleja. Esto no encaja. Frenó antes de desbarrancar. Quizás ahí estuvo su error.
Perdidos en Puerto Rico El film de Bruce Robinson necesita una figura como la de Johnny Depp para sostener las casi dos horas de duración. En su intento por ser una comedia con contenido ideológico, logra algunas escenas interesantes aunque sólo actoralmente. Aquellas partes más banales, de corte humorístico, fallan. El argumento es inconsistente y se parece más a un film de borrachos que a una comedia. Durante los años 60, Paul Kemp (Johnny Depp), un novelista alcohólico, viaja a San Juan, Puerto Rico, para trabajar como periodista en un diario local. Allí se hará amigo de Sala (Michael Rispoli), fotógrafo del periódico, quien le cuenta que el diario está punto de ser desmantelado. Por su parte, el editor, Lotterman (Richard Jenkins), desalienta su pretensión de periodismo serio para vender el “sueño americano”. Mientras tanto, conoce a Sanderson (Aaron Eckhart) un empresario norteamericano quien lo seduce a entrar en un turbio negocio para construir hoteles en islas vírgenes. Paul querrá actuar frente a la injusticia, si bien su alcoholismo y las mujeres serán su mayor problema. La comedia es un género que le sienta más que cómodo a Johnny Depp. Películas como Ed Wood (1994), o Charlie y la fábrica de chocolate (Charly and the Chocolate Factory, 2005) son pruebas fehacientes de ello. Pero lógicamente que los buenos guiones (y principalmente una buena dirección) ayudan, y, en este caso, el mayor mérito es del actor. Por tal razón, es un gran acierto su compañero de aventuras en esta película: Michael Rispoli. La pareja consigue las escenas más risibles de la película, aunque el director haga abuso de su estado de borrachera en la mayoría de las escenas. Y, si bien el alcohol es parte de un estado de situación social que se pretende recrear, esto no resulta tan claro en el film, y así se termina banalizando (y aburriendo). Por otro lado, el director no se priva se incluir el ingrediente infaltable de cualquier comedia: la historia de amor entre Paul y la sexy novia de Sanderson, Chenault (Amber Heard). Pero su inclusión parece más una distracción visual que una línea argumental relevante. Se suma a esto que las situaciones graciosas o disparatadas, incluso con algunos gags, no consiguen que el film gire hacia un costado más humorístico. Los actores parecen estar solos sin ninguna ayuda, quedando en ellos el peso de la comedia. A pesar de que en su publicidad no lo parece, este film no tiene un contenido meramente pasatista, pues denuncia abusos económicos y políticos en Puerto Rico. Si bien lo hace situándolo en una época pasada, el planteo no queda desactualizado en el presente. Con esta intención ideológica, Diario de un seductor (The Rum Diary, 2011) se convierte en un híbrido. Porque a pesar de tener buenos actores y una producción de calidad, no consigue en ningún momento un argumento sólido. Y, ciertamente, le sobran unos cuantos minutos.
Johnny Depp se pone por segunda vez en la piel del mítico y maldito periodista/escritor Hunter S. Thompson. Así, Diario de un seductor bien podría leerse como una precuela -mucho menos lisérgica- de Miedos y asco en Las Vegas, de Terry Gilliam. En esta transposición de la novela The Rum Diary, Depp interpreta a Paul Kemp (alter-ego de HST), un escritor díscolo y borrachín que ingresa a un diario de Puerto Rico en los políticamente convulsionados años '60. Pronto, quedará inmerso en un peligroso submundo de estafas inmobiliarias, se enamorará de la mujer más bella y menos indicada (Amber Heard), pareja del todopoderoso Aahron Eckhart, mientras la tensión entre los lugareños y los extranjeros crece. El film se sostiene en buena parte de su desarrollo porque logra transmitir ese universo alucinado de la prosa de HST (aquí hay múltiples elementos de cine negro) y porque cuenta con un elenco de lujo, con grandes personajes secundarios a cargo de Giovanni Ribisi, Michael Rispoli y Richard Jenkins. No será ninguna obra maestra, es cierto, pero se sigue con bastante interés y no deshonra la memoria del gran autor que la inspiró.
La jubilación de Hunter Thompson y el periodismo Gonzo. Aun resuenan en nuestras retinas las imágenes de la onírica biopic de Hunter Thompson, creador del periodismo gonzo, interpretada por Johnny Depp en Pánico y Locura en Las Vegas. La clara aceptación que tuvo el film que se ha convertido en una historia de culto para muchos en materia de excesos , drogas e inspiración sintética , tal vez haya sido el motor para Diario de un seductor. Inicialmente debemos hacer una aclaración para ser honestos a nuestros lectores: el titulo elegido para la comercialización poco tiene que ver con la trama de la historia. Si bien es claro que nuestro protagonista es un seductor para las mujeres, poco tiene esta historia de seducción pero claramente este era una interesante veta para atraer al publico femenino. Dicho esto pasemos a la historia Kemp (Johnny Depp) llega a Puerto Rico dispuesto a hacer gala de su profesión de cronista a toda costa. Ambientes cerrados, resacosos y sucios serán el marco donde deberá moverse el periodista conviviendo incluso hasta con gallinas en su cuarto rentado. Allí deberá mantenerse sobrio (lo cual para el es una tarea titánica) y tratar de buscar donde están las noticias interesantes , para entregarlas a un diario que se encuentra cerca del cierre por problemas económicos. Kemp se topa con sendos periodistas amigos de los excesos como él, una magnate corrupto (Aaron Eckhart) en pareja con la clásica mujer prohibida y deseable (Amber Heard) . La tibieza de la apuesta en contraposición con la obra de Terry Gilliam acaba jugándole en contra en lugar de ser el motor impulsor para ver el film, y el personaje termina siendo un ente que pulula entre el exceso y el encuentro con la verdadera vocación. Si desean conocer mas sobre el padre del periodismo gonzo caracterizado por la intervención del cronista en los hechos que relata junto con un malsano consumo de sustancias pueden disfrutar del documental The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson para así entender a uno de los periodistas mas extremos que brindó una mirada subjetiva e intervencionista a las crónicas de su tiempo. Hunter se suicidó en el año 2005 y así lo despide un amigo Ralph Steadman en el documental que les recomendamos: Has estado amenazando hacer eso durante años Nunca fuiste razonable y sabías,a pesar de tu espíritu vagabundo, que no eras invencible. Los que llegaron a ser una amenazaa tu EE. UU siguen floreciendo. Para ti, era la victoria o el final de juego. Sólo quería que te quedaras para capturar la belleza de esa imagen de mal absoluto.Pero nos dejas con un plano, viejo amigo. Discútelo con los dioses. Avísanos qué pasa. Ralph. Mientras tanto Diario de un seductor termina siendo una tibia película que no le hace justicia a la grandeza y extremismo de su creador Hunter Thompson.
Vaya a saber quién decide qué título se le va a poner a una película para su estreno local. En este caso, lo único que hay en común entre el título original (y por ende, la película), y el que se va a conocer aquí, es la palabra “diario”. En ningún momento encontraremos al seductor al que se hace referencia. Sí, claro, Johnny Depp tiene un importante número de fanáticas, pero Paul Kemp, su personaje en el film, es más bien todo lo contrario. En 1998 Depp encarnó al alter ego del psicodélico escritor Hunter S. Thompson en la película Fear and Loathing in Las Vegas. Como estaba basada en una novela casi autobiográfica, ellos se reunieron varias veces para que los actores se empaparan de la historia. Evidentemente quedó un lazo entre el actor y el escritor, ya que aquí Depp, que además de ser el protagonista es productor de la película, vuelve a lanzarse a la adaptación de otra de las novelas de Thompson. A esta altura puedo decir que ningún proyecto que encare Johnny Depp me decepciona. Ya sea su particular pirata Jack Sparrow, o sus asociaciones con Tim Burton, me encanta verlo actuar. Me encanta lo que elige hacer. Aclaro esto ya que mi opinión sobre esta película puede no ser masiva. De hecho yo la disfruté mucho, pero dura casi dos horas, y tiene algunos altibajos en el ritmo, por lo que a algunos espectadores puede no gustarles tanto. Es difícil encasillarla en un género. Por el marco general, podríamos decir que es un drama, sin embargo hay un par de escenas desopilantes, que podrían estar en la mejor de las comedias. Y es que, como su título lo indica bien, se trata de una suerte de crónica de la estadía del escritor Paul Kemp en el Puerto Rico de 1960, y como tal, no todo es serio, ni todo es risas. Kemp llega a la isla, estado independiente pero que depende políticamente de los Estados Unidos, para trabajar como periodista en un diario moribundo. La permanente amenaza de quiebra se contradice con la inversión en maquinaria, y con los pedidos del editor, que quiere inyectarle “sangre fresca” a la publicación. Conocerá a varios colegas algo peculiares (como Moburg, interpretado por Giovanni Ribisi, y Bob Sala, interpretado por Michael Rispoli), a empresarios inescrupulosos como Hal Sanderson (Aaron Eckhart), y al amor de su vida, Chenault (Amber Heard). Verá el Puerto Rico que intereses económicos norteamericanos quieren vender a sus turistas: hoteles, hermosas playas, bowlings y casinos, pero también abrirá los ojos para ver a los excluidos: los puertorriqueños sin tierras, pobres, y marginados, como extraños en su propio lugar. Su propia escritura se debatirá entre la denuncia que quiere hacer de esa explotación, y el trabajo rentado de “desinformación” para beneficiar a un grupo empresario. Todo esto, inmerso en un mar cerebral de alcohol, especialmente ron (el del título original), y algunas drogas experimentales. Paradójicamente, una de las “revelaciones” que tiene se produce estando bajo el efecto de una extraña droga que se aplica como colirio. El personaje de Kemp es otro alter ego de Thompson, y se ve bien que probaba de todo sin asco. Es interesante la postura política que el film plantea sobre el “sueño americano”, al que ve como sólo una ilusión funcional a los intereses de capitales y corporaciones, y también sobre el rol de la prensa para denunciar esta suerte de asociación implícita. En referencia al poder revolucionario que ve en el periodismo, Kemp dirá “huelo el olor de los bastardos, que es también el olor de la verdad: huelo tinta”. Una película con algunos defectos de ritmo en el guión, que sin embargo me resultó interesante por lo que cuenta y su manera de mostrarlo. Las actuaciones son buenas, especialmente Johnny Depp, con un peinado estilo Palito Ortega en los ’60 (raro verlo sin la peluca Sparrow). Lo que es probable es que después de verla esperen un tiempo antes de comprarse una botella de Bacardi: la cantidad de alcohol consumida en la película emborracha hasta a los que estamos del otro lado de la pantalla.
Sin ron ni furia En Diario de un seductor, el carismático Johnny Depp protagoniza y homenajea a su amigo personal Hunter S. Thompson, periodista y escritor norteamericano, creador del llamado periodismo “gonzo”, que es aquél en el cual el cronista se convierte en protagonista, sujeto o promotor de los hechos que cubre. Fue el propio Depp quien convenció a Thompson, allá por 1998, de publicar El diario del ron (tal su título original, que aplica al caso mucho mejor que el vernáculo), a cambio de lo cual el autor insistió en que Johnny llevara la historia al cine. Juntos fueron desarrollando el proyecto, y aún después de que su amigo se suicidara en 2005, el actor siguió adelante hasta completar el film que hoy llega a la pantalla local. La película narra las experiencias del periodista Paul Kemp –alter ego de Thompson- que llega a Puerto Rico en 1960 para trabajar en el San Juan Star. El cronista y aspirante a escritor encuentra en la capital caribeña una población postergada, un grupo de especuladores yanquis interesados en explotar inescrupulosamente las bellezas paradisíacas del lugar y un diario decadente, poco adepto a las denuncias y los ideales. Todo esto, junto a litros y litros de ron, droga y vida nocturna descontrolada. En este contexto de desigualdades el joven Kemp, que aún no se ha encontrado a sí mismo ni a su voz (“no sé cómo escribir a mi modo” dirá en un tramo del film), vivirá una experiencia iniciática, que incidirá en su futuro como periodista. Tal vez por transitar ese particular estadio en la vida de su protagonista, en el cual él mismo oscila entre los excesos y la búsqueda, la película no logra en ningún momento amalgamar estos dos aspectos ni encontrar el tono adecuado. Aún contando con muy buenas interpretaciones a cargo del propio Depp, de Michael Rispoli en la piel de un pintoresco fotógrafo y compañero de aventuras y de Giovanni Ribisi como otro cronista perdido en las adicciones, resulta errática e inconclusa. El descontrol es tibio, el compromiso es poco convincente. Si Puerto Rico fue para Kemp/Thompson una revelación, en el sentido de hallar su voz y el estilo periodístico que luego lo volvería célebre, ese quiebre existencial no está plasmado en el film. Con lejanas reminiscencias de Pánico y locura en Las Vegas –también basada en un libro de Thompson y protagonizada por Johnny Depp-, pero sin la locura de Terry Guilliam tras las cámaras; con momentos de reflexión que no tienen la profundidad suficiente; el principio que finalmente abraza Kemp, aquél de despedirse con rabia y furia, queda sólo en una frase aislada del guión. Sin duda la película tiene las mejores y más sinceras intenciones, pero es desafortunadamente fallida.
Si algo queda claro después de ver esta película es la compresión de por qué el escritor Hunter S. Thompson mantuvo archivada esta historia en un cajón durante décadas (Ver Dato Loco). La verdad que “The Rum Diary”, el libro sobre el que se basa este film, no es ni por asomo su mejor material. Hunter S. Thompson, no sólo fue un ícono entre esos “escritores malditos” de la literatura norteamericana como Jack Kerouac, Charles Bukowski y William S. Burroughs, sino que además fue un auténtico revolucionario del periodismo. Thompson fue el creador de los que se conoce como el “periodismo Gonzo” que es un estilo narrativo donde el reportero se involucra en la noticia narrando los hechos en primera persona. En realidad esto ya existía antes que este autor fuera conocido, pero es cierto que él fue que lo hizo popular con sus trabajos a partir de los años ´70. Su obra más conocida es “Panico y locura en la vegas” que fue muy bien adaptada en el cine por Terry Gilliam, en una loca película con Johnny Depp y Benicio del Toro de 1998. Los que esperen encontrar en Diario de un seductor algo parecido a ese trabajo de Gilliam van a salir desilusionados del cine. Principalmente porque se trata de una historia diferente que evoca los comienzos de Thompson antes de que se convirtiera en ese particular personaje que brindó libros como “Pánico y locura”. En este caso se narra sus comienzos en el periodismo en Puerto Rico durante fines de los años ´50 y los miembros del reparto tienen el mérito por evitar que este estreno no resultara un bodrio. Johnny Depp, especialmente, Giovanni Ribisi y el resto de los actores fueron los que terminaron por hacer llevadera una historia que carece de un conflicto interesante. Salvo por el hecho de seguir al protagonista dando vueltas por Puerto Rico no hay ninguno elemento atractivo que genere una atracción por la cosas que suceden en la trama. No en vano Thompson tardó décadas en conseguir que se publicara “The Rum Diary”, que escribió a los 22 años, porque ningún editor le veía potencial a la historia. No deja de ser llamativo también que Depp como productor ejecutivo de este film delegara la dirección en Bruce Robinson, un tipo que hace muchísimo tiempo estaba desaparecido del mundo del cine. Su último trabajo fue en 1992 cuando estrenó Jennifer 8, un thriller de medio pelo con Andy García y Uma Thurman. Diario de un seductor tampoco es otro gran aporte a su filmografía. En fín, lo cierto es que los actores en este caso fueron los responsables de salvar una película que podría haber sido mucho peor.
Peligro y ron en Puerto Rico Depp vuelve a encarnar a Hunter Thompson. Los cinéfilos conocerán al excéntrico Hunter S. Thompson por la anterior adaptación de uno de sus textos, acaso el más célebre de todos, Miedo y asco en Las Vegas , que dirigió Terry Gilliam hace 14 años. Pero la figura del periodista y escritor, alcohólico y experimentador variado excede y por mucho los límites del cine. Interpretado aquella vez y también ahora por Johnny Depp –amigo íntimo de Hunter en los últimos años de su vida: se suicidó en 1998-, el hombre encarna a la perfección al mito del periodista/escritor que transforma su vida en su arte, o viceversa. Diario de un seductor (título engañoso si los hay: el original es “Diarios del ron” y la novela se llamó aquí Días de r) podría ser una trama de iniciación: la historia de cuando un escritor encontró su propia voz. Thompson la escribió en los ’60 pero no la consideró digna de ser editada y recién se publicó en los ’90 por insistencia de Depp. El libro -y la película dirigida por Bruce Robinson- transcurren en 1960 cuando un entonces joven Thompson viajó a Puerto Rico a trabajar en un diario local y terminó, casi casualmente, dando un vuelco importante a su vida. Entonces un alcohólico “en la franja más alta del bebedor social”, Paul Kemp (así se llama el personaje en la ficción) empieza a mezclarse en la complicada vida de la San Juan en la que, gracias a la compañía del fotógrafo Sala (Michael Rispoli), comienza a conocer los placeres del ron y, con la “ayuda” del sinuoso Sanderson (Aaron Eckhart) llega a descubrir no sólo la corrupción imperante sino a una bella mujer (Amber Heard) que, lamentablemente, es la esposa de este intrigante operador. Así, mientras no logra ser útil a su periódico -que sólo quiere dar buenas noticias sobre la isla- y bebe cada vez más, el descubrimiento de una operación hotelera gigante en una isla desierta lo lleva a cuestionar lo que pasa allí. A eso hay que sumarle, claro, la posibilidad de quedarse con la chica. Episódica, errática, por momentos atrapante y por otros irrelevante, Diario de un seductor interesará más a los que quieran saber de los inicios del escritor o los fascinados por la recreación de lugar y época. Estarán los fans del actor, que pese a ser el instigador principal del filme, no parece demasiado compenetrado en lo suyo. O tal vez, como el personaje que interpreta, también vea todo desde la idiosincrática distancia y los momentos de revelación que da el alcohol, en una película a la que también se siente un poco así, entre copa y copa.
Los comienzos en el periodismo de Hunter S. Thompson, otra vez en la piel de Johnny Depp Proyecto impulsado por Johnny Depp, Diario de un seductor se basa en un libro parcialmente autobiográfico que Hunter S. Thompson (1937-2005) escribió en los sesenta pero que recién se publicó en 1998: TheRumDiary . Dos aclaraciones: la primera es que Hunter S. Thompson fue un legendario periodista y escritor, creador e ícono del periodismo gonzo (fuerte impronta subjetiva y cruces ficcionales, entre otras cosas). La segunda es que la película aquí se estrena con un título que predispone al equívoco. "El diario del ron" era mejor, más preciso y más distintivo. La película de Robinson no apunta a contar la vida de "un seductor" sino que muestra el momento de iniciación del protagonista en el periodismo, en los albores de la década del sesenta, en un caótico y decadente diario de San Juan de Puerto Rico. Ese bautismo laboral, además, funciona como un curso acelerado sobre las tramas del poder. Alcohólico y asiduo cliente del minibar de la habitación del hotel, Paul Kemp (Depp) comienza la película tambaleando. Y el tambaleo y el alcohol son dos motivos, visuales y temáticos, del film. De ese tambaleo también se contagia la narración, que parece tener como eje una trama inmobiliaria y una historia de amor, pero que se vuelve errática en muchos momentos, sobre todo en el precipitado final. El formato "diario de un escritor" puede tener entradas anárquicas y a veces hasta es saludable ese desorden: no se trata de prescribir una narrativa lineal, pero lo cierto es que Diario de un seductor parece construirla, orbitar alrededor del conflicto entre el protagonista (Depp) y su antagonista (el millonario, el verdadero seductor de la película, interpretado por Aaron Eckhart). Si Diario de un seductor es negativamente errabunda es porque la propia película promete otra cosa, y hasta carga las tintas en un andamiaje de conflicto fuerte mediante apuntes desprovistos de sutileza sobre "el contexto social y político". De todos modos, más allá de esta flojera estructural, que más que flojera tiene aspecto de indecisión (tal vez para no imitar Pánico y locura en Las Vegas , también basada en Thompson y también protagonizada por Depp), la película tiene chispazos, momentos de belleza, entre otros las miradas entre Kemp y Chenault (Amber Heard, que sabe retorcer el personaje de tentación rubia), el veloz desafío en coche y hasta algunas riñas de gallos (que siempre hacen acordar a Cockfighter , la obra maestra de Monte Hellman de 1974). Al fin y al cabo apoyada en un libro de alguien preocupado por la potencia de las palabras, Diario de un seductor contiene muchas frases memorables, algunas dichas por actores que aportan interpretaciones festivas, felices, sabias, como Richard Jenkins y Michael Rispoli. Depp, cuando logra sacarse de encima el peso del homenaje póstumo a su adorado Thompson, brilla bajo la luz del sol tropical, brilla con su pasado de estrella juvenil y brilla con su personaje, cargado del filoso futuro de un diamante loco.
Pánico y locura (pero no tanta) en Puerto Rico Llamada originalmente The Rum Diary, Diario de un seductor no debe su título a la película en sí, sino al efecto que el protagonista, Johnny Depp, produce sobre buena parte de sus seguidoras. Si la costumbre se generaliza, la próxima de Matt Damon se llamará Casado con una argentina y alguna nueva con Al Pacino, El hombre que fue padrino. The Rum Diary confirma a Depp como albacea no oficial del escritor y periodista Hunter Thompson, inventor de esa forma de periodismo de aventura al que se dio el nombre de gonzo. Tras haber protagonizado Pánico y locura en Las Vegas, el otro yo de Tim Burton vuelve sobre la obra del ex colaborador de Rolling Stone, produciendo y protagonizando esta versión de su última novela. Que es, básicamente, una reescritura de aquélla, algo menos intoxicada, algo más amable, escrita también medio a los empujones. Con el baúl lleno de químicos, el Thompson treintañero de Fear and Loathing in Las Vegas probaba hasta dónde resisten el velocímetro de un descapotable y el físico y cerebro propios. El de The Rum Diary, ya sesentón, recuerda con melancolía la resaca de tiempos postexceso. “Impresionante currículum”, piensa en voz alta el editor de un diarucho puertorriqueño (Richard Jenkins), a quien todavía no se le cayó el peluquín. Ya se le caerá. En gran medida inventado, el currículum de Paul Kemp (Depp) lo habilita para suceder, en la página de Horóscopos, al escriba anterior, muerto por violación en los andurriales de la isla. Novelista inédito, en dos semanas Kemp logra bajarse 186 botellitas del frigobar del hotel que el diario le pagó. Y eso que está tratando de dejar. Expulsado de su habitación, irá a compartir el sucucho donde viven el fotógrafo Sala (el gran Michael Rispoli) y Moberg (Giovanni Ribisi), un sueco que se pasa el día en batón, destilando ron y escuchando discursos de Hitler en vinilo. Al mismo tiempo, Kemp traba contacto con un grupo de poderosos inversores macartos que lo necesitan como jefe de prensa para “vender” un negocio sucio. Son los primeros ’60, Kennedy pelea las elecciones con Nixon y Cuba y la URSS están más cerca que nunca. Armada de a pedazos, algunas zonas de The Rum Diary funcionan mejor que otras. Lo que mejor funciona es el costado antigringo, visto del lado gringo. Recién llegado, Kemp atraviesa, como el Mel Gibson de El año que vivimos en peligro, manifestaciones que no llega a comprender. Dos escenas largas y poderosas: en una, Kemp y Sala pretenden que los atiendan en el bar Cabrones, perdido en medio de la selva, y salvan el pellejo raspando; en la otra, el corrupto business man de Aaron Eckhart tiene que bancarse, en un bailongo, que los morochos le desnuden a su borrachísima chica (la muy convincente Amber Heard), sin que ella se resista precisamente. Algo así como Bajo el volcán desdramatizada, si alguien entiende el tono que The Rum Diary debe tener es Depp, que compone a la perfección un Jack Sparrow en tren de recuperación. Derivativa, sobreextendida e inconclusa, vista como picaresca sin pretensiones The Rum Diary es indudablemente placentera.
Aventuras bohemias en el Caribe En tono de comedia, el film recrea livianamente las historias del libro de Hunter S. Thompson. Existe, existió, algo denominado periodismo gonzo cuyo inventor y único cultor fue Hunter S. Thompson, un cronista que concebía su actividad desde la propia experiencia y la raíz del asunto periodístico. Ver e investigar para después contar era para el estadounidense el primer paso para sumergirse en el objeto de interés hasta el fondo, dejando pedazos de sí para que el resultado fuera auténticamente verdadero. Desde la cobertura de campañas presidenciales, pasando por una temporada en los márgenes con la banda de motociclistas Hells Angels, las notas de Thompson salteaban realidad y ficción y los textos que salían de su máquina de escribir marcaron una época. Entre las obras que llegó a escribir antes de suicidarse a los 67 años figura El diario del ron, un libro que registra su paso por Puerto Rico como periodista para varias publicaciones. Bruce Robinson adaptó para el cine la novela y que por alguna razón –que debe tener que ver con la categoría de galán de Johnny Depp–, se estrena en la Argentina como Diario de un seductor. La recreación de Robinson sobre las aventuras de Kemp, claro alter ego de Thompson, un escritor alcohólico que llega a Centroamérica para trabajar en un diario en ruinas, en el comienzo es fiel al libro, pero pronto se deja ganar por el tono de comedia que significa un grupo de borrachos nihilistas perdidos en el trópico que apuran sus páginas en la redacción para ahogarse en ron, lo verdaderamente importante. Depp, casi en plan del Jack Sparrow de la saga Piratas del Caribe en su versión alcohólica, compone al escritor puesto en periodista que primero ve con cierto estupor el ambiente que lo rodea. Después, en compañía del fotógrafo Sala (el gran Michael Rispoli), se sumerge como uno más de los personajes pintorescos y bohemios del staff del diario, pero pronto se ve involucrado en los negocios turbios de un grupo inversionista comandados por Sanderson (Aaron Eckhart) y en un romance que no aporta demasiado al relato. Diario de un seductor entonces es una transposición lavada de la prosa de Thompson, con algunos momentos interesantes y que puede ser tomada como la precuela de Pánico y locura en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998), otra floja adaptación también protagonizada por Depp, aunque su puesta más lisérgica, definitivamente fue más coherente con el espíritu salvaje del escritor.
Depp, perdido en Puerto Rico Basada en la novela del incendiario periodista estadounidense Hunter Thompson, esta historia protagonizada por Johnny Depp cuenta el derrotero de Kemp (alterego del autor), reportero gráfico pero más que ninguna otra cosa, escritor, que llega a Puerto Rico en busca de trabajo, un techo y, quizá, una vida que valga la pena vivir. Allí, en tierra inhóspita, en plenos años 50, con la paranoia provocada por la guerra fría haciendo estragos en todo el continente americano, este periodista extraviado en si mismo se topa con una red de corrupción en torno al negocio inmobiliario. Sin embargo, por sobre todas las cosas, Kemp encuentra los ojos y la figura celestial ("creí que eras una sirena") de Chenault (Amber Heard), a la sazón, pareja del poderoso empresario que le ofrece a nuestro (anti)héroe un jugoso negocio profesional que lo obliga a callar verdades. La novela que dio origen a este film tiene la impronta tóxica propia de la pluma y la vivencia en carne viva de su autor, un recorrido moderado respecto de algunos de sus textos más característicos (los que dieron origen a Pánico y locura en Las Vegas, por ejemplo) pero que dejan en claro que la ruta de Thompson no esquiva jamás la intoxicación y el riesgo kamikaze, en todos los frentes. Sin embargo, las imágenes logradas por Bruce Robinson (quien hacía dos décadas que no dirigía) no están a la altura ni de la novela original ni del personaje que retrata ni tampoco de Johnny Depp, que a su personaje le aportó los matices que conocimos en la película de Terry Gillam y no mucho más, en parte por la mínima marcación desde detrás de cámaras, lo cual da la impresión de un papel logrado de taquito, sin riesgo. Hay buenos momentos, todos con Depp, claro, a quien casi no hay toma que lo deje afuera (cuando conoce a la femme fatale del relato, o cuando es procesado por prenderle fuego a un policìa). Pero no hay más que eso en un largometraje menor, que no logra terminar de sintonizar con lo que está contando, ni acaba tampoco de darle el tono oscuro y decadente que ameritaba la aventura.
Johnny Depp, nuevo periodista Esta es la versión cinematográfica de "El diario del ron", de Hunter S. Thompson. Thompson es un representante del llamado "Nuevo periodismo", movimiento innovador comparado con Thomas Wolfe, que lograra estremecer con su relato de "Los Angeles del infierno", por la fuerza de su palabra, generadora de una vibrante realidad. Aquí se cuentan las aventuras de Paul Kem, un periodista medio anarco, con fiebre de alcohol y motines, hundido en la Puerto Rico de los años "50, en una nube de palmeras tropicales, fiestas non sanctas y negocios corruptos. Paul Kem no desdeña el caos ni los desafíos y trata de levantar un diario en tren de extinción para el que comienza a trabajar, pero no se fija en que los líos pueden venir de la bella novia de sus nuevos conocidos, o de los hoteles de ensueño en islas maravillosas, que pueden hundirse ante el primer temporal isleño. A MEDIO CAMINO Problemas políticos, deseos de justicia a medio camino y una historia empapada de alcohol, que no levanta demasiado los ánimos, ni siquiera de sus integrantes, es lo que propone este filme dirigido por Bruce Robinson. "Diario de un seductor" (¿por qué un título tan poco imaginativo?) no tiene un guión a la altura de la novela original, utiliza sí los recursos de la novela negra y sus ingredientes, aprovecha las bellezas de la isla y la contundencia actoral de Johnny Depp, acompañado por una troupe de excelentes actores como Giovanni Ribisi, el compañero de pieza tan "cargado como él", el negociante Saderman (Aaron Eckhart) y Richard Jenkins, como el editor. También está Amber Heard, la rubia de Playboy. Algunos problemas políticos (todo a media máquina), buen humor displicente e ingenuo, música efervescente y un relato sin sobresaltos, es lo que propone esta nueva producción estadounidense.
Thompson antes de la locura en Las Vegas Hasta ahora, el mejor Hunter S. Thompson del cine no había sido Johnny Depp, sino el Bill Murray de «Where the bufalo roam» de Art Linson. Ya que el histrionismo del gran comediante de «Saturday night live» se prestaba naturalmente a los delirios propios del periodista experto en drogas y contracultura sin necesidad de exageraciones. En cambio lo de Johnny Depp y Terry Gilliam en «Pánico y locura en Las Vegas» era poco más que una caricatura grotesca, casi sin matices, del personaje y su época. Ahora Depp, muy bien dirigido por Bruce Robinson, se modera naturalmene al intepretar a un tal Kemp, contratado para escribir en un diario de Puerto Rico. El personaje no es otra cosa que un alter ego del Thompson prepsicodélico, que aún no había forjado su propio estilo periodístico-literario. Aquí, además, tenemos una historia coherente que se va desarrollando paulatinamente de resaca en resaca desde el momento en el que el protagonista llega a la isla (de hecho el título local no tiene nada que ver con el argumento; el título original «Diarios del ron» es mucho más apropiado). Las contradicciones sociales entre paisajes hermosísimos, casas y hoteles magníficos y parajes desolados con gente que vive en la miseria más absoluta, junto con una propuesta de negocios totalmente ajenos al periodismo y más relacionados con actividades non sanctas, una fuerte amistad con un fotógrafo de «The News» (Michael Rispoli), la presencia de un personaje totalmente demente que procura ron sin refinar (Giovanni Ribisi en una composición antológica), más un amor que nunca logra consumarse del todo con una beldad que Kemp confunde con una sirena (una Amber Heard sin desperdicio) ayudan a moldear la personalidad de este escritor que aún no encuentra su voz propia, pero que terminará partiendo de Puerto Rico a punto de encontrarla. La progresión de las situaciones permiten entender al personaje de Hunter S. Thompson mejor que en las otras dos películas ya mencionadas sobre el escritor. Todo esto con imágenes increíbles y escenas muy divertidas, muchas veces al borde de lo dramático, el delirio y la psicodelia (especialmente cuando los protagonistas descubren por primera vez el LSD), pero en general la película nunca se desmadra y permanece fiel a su idea de conseguir una comedia amable y divertida sobre un personaje que aún no era serio del todo, si es que alguna vez lo fue. La excelente actuación de Johnny Depp y las formidables imágenes del director Bruce Robinson (apoyado por la muy sólida fotografía de Dariusz Wolski) contribuyen a que todo esto sea posible y que la película realmente se disfrute.
Cuba libre La adaptación de la novela de Hunter S. Thompson es más fiel de lo que la traducción del propio título realiza. Así Diario de un Seductor es una falacia gigante. No existe ningún seductor en esta película a excepción de que quizás el ron o el dinero lo sea. Ahí no estaría tan desacertado. Pero se entiende que la razón de esa traducción no deja de ser un ardid aprovechando que el actor principal es el bueno de Depp. O sea, vender una de "amor." Nada de eso. Ni siquiera existe la idea "romántica" del periodista perdido en un lugar exótico. Porque acá los frustrados escritores devenidos en periodistas solo toman alcohol y duermen en pocilgas. Y es cierto que está esa bomba llamada Amber Heard dando vueltas (su aparición es de un magnetismo tremendo) pero la historia no decanta para ese lado, solo hay insinuación, algún flirteo, todo inconcluso y bastante frustrante. La historia es la de un escritor llamado Kemp (Deep) que cae en San Juan de Puerto Rico para trabajar como periodista en un diario que, literalmente, es un caos. La bebida más barata de Puerto Rico es el ron, imagínense el resultado. Su compañero de aventuras será Bob Sala, fotógrafo del diario y tan buen bebedor como él. El factor que rompe esta armónica fluidez de alcohol es el empresario interpretado por Aaron Eckhart, personaje sinuoso, dueño del oro y el moro. Incluida la rubia tentación dorada. Me sorprendió la fidelidad del film a muchos momentos de la novela, logra transmitir el aire de aguafuerte a la historia. La parte de crítica política esta presente: los tiburones blancos (americanos vacacionando en ese patio trasero llamado Puerto Rico), la corrupción en busca de la explotación comercial (y lo prescindible que resultan sus habitantes), alguna referencia a la política de los 60. Quizás donde queda en deuda es en el caótico relato. La entrada y salida de personajes la hacen ligera pero dispersa la historia restándole consistencia. Una pila de anécdotas en Puerto Rico que para una novela es valida pero que en una película deja un sabor indefinido, inacabado.
Caótica amistad Antes que nada, es necesario aclarar que este Diario de un seductor no trata sobre “seductores”, sino sobre el periodista con aspiraciones a escritor Paul Kemp/Johnny Depp y su desembarco etílico en el Puerto Rico de comienzos de la década de 1960, argumento basado en la novela The rum diary (“El diario del ron”) de Hunter S. Thompson, a su vez título original de la película. Sociedad entre actor y autor (Thompson se suicidó en 2005) que ya había legado otra adaptación, la lisérgica y desopilante Pánico y locura en Las Vegas (1994) de Terry Gilliam. Sustituyendo ahora el LSD por el sopor del ron y otras bebidas blancas, este filme de Bruce Robinson baja un par de cambios con respecto a aquella otra, ofreciendo un reflejo amable y más descentrado donde el eje también incluye las peripecias de una buddy movie (en las desventuras de la dupla que forman Kemp y el fotógrafo Sala, un sobresaliente Michael Rispoli, inevitable guiño al dúo Depp/Benicio Del Toro en Pánico y locura...). Fuera de esa convivencia de borrachines a los que se suma el malogrado sueco Movern (Giovanni Ribisi), Diario de un seductor derrama su alcohol en varias y alejadas direcciones: por un lado está la decadencia del San Juan Star, repudiado periódico estadounidense al que Kemp arriba en su peor momento; por otro, la hostilidad entre nativos y norteamericanos que se respira en la isla caribeña, y que deparará una serie de episodios violentos más propios de la fábula que del retrato “social”; y, ahora sí, el romance entre el “seductor” Kemp y la idílica Chenault (Amber Heard), pareja del acaudalado Sanderson (Aaron Eckhart) a la que el periodista se irá aproximando de a poco. Y el peligro de abrir tantos frentes acecha cada vez más hacia el final, cuando queda claro que el guión–adaptación de Robinson deja varias cuestiones sin resolver o que tal vez las resuelve demasiado tarde; aunque también es cierto que, al contrario de lo esperable por su influencia etílica, Diario de un seductor consigue seducir por momentos gracias a su grácil sobriedad, modestia respetuosa que debe leerse como homenaje de Depp (también productor del filme) hacia su amigo escritor: tal cuidado hace que Diario... resulte entrañable a pesar de sus falencias y que se anexe con dignidad a la leyenda Hunter S. Thompson, como un eco tímido y pasatista frente a la autoral y desmedida Pánico y locura en Las Vegas.
Acción, peligros y sonrisas Johnny Depp se pone otra vez en la piel de su amigo, el malogrado escritor Hunter S. Thompson, para protagonizar una comedia de acción que mezcla con despareja suerte cine negro, costumbrismo, denuncias, amores peligrosos, personajes lanzados y pincelazos pintorescos. El filme está ambientado en la revoltosa Puerto Rico de los 60, cuando Thompson empezaba su carrera periodística. Depp es Paul Kemp (alter ego del autor) un tipo demasiado tentado por el alcohol y los bordes. Llega para trabajar en un diario del lugar. Tan disipado como él. Y a partir de allí, sumido en un escenario imposible y extravagante, la historia empezará a entreabrir varias ventanas: lo que pasa en el diario, el recelo indudable entre los nativos y los extranjeros, la presencia de una mafia inmobiliaria que trama negocios sucios y una historia de amor que tiene el marco extremista del lugar, arrebatado y riesgoso. Más allá de algunos derrapes, hay buenos momentos, personajes secundarios de peso y citas y frases imperdibles. Es la historia de un empecinado que allí aprendió a jugarse por sus corazonadas. El film tiene vértigo, simpatía, Johnny Depp atrapa y la rubia Amber Heard es como ese paisaje: inquietante, bella y peligrosa.
Muchos lo van a recordar por Jack Sparrow, pero el verdadero personaje hecho a la medida de Johnny Depp es su fallecido amigo Hunter Thompson o, mejor dicho, cualquiera de los alter egos del escritor en el cine. Esta especie de precuela de Miedo y asco en Las Vegas mantiene el espíritu libertino de esa película de Terry Gilliam a la hora de narrar, esta vez con tintes de cine negro, la historia de un periodista que llega a Puerto Rico, se enamora de la mujer equivocada y se involucra en un oscuro negocio de bienes raíces. Diario de un seductor demuestra que todo tiene mejor sabor con un chorrito de ron o cuando la pantalla es un espacio donde cualquier disparate es posible, una prioridad para Bruce Robinson ya desde ese inolvidable debut de culto ochentoso Withnail y yo.
El diario del ron (libro vs. película) Dejemos pasar por alto la inexplicable y absurda elección del título argentino para este film, y digamos que Diario de un seductor es una adaptación de una recomendable novela que Hunter Thompson escribió cuando tenía alrededor de 22 años y que en la Argentina fue publicada como Días de ron. Esta película nunca habría sido posible sin Johnny Depp: dice una anécdota por ahí, que mientras el actor preparaba el personaje de Pánico y locura en Las Vegas (1998), estuvo viviendo en la casa del mismísimo Hunter y allí (precisamente en el sótano) encontró el manuscrito de The rum diary entre algunos papeles olvidados. Hunter y Johnny fueron grandes amigos hasta la muerte del escritor, que se suicidó de un tiro en 2005 a los 67 años. Depp ha demostrado siempre una gran admiración por el trabajo de Thompson (vale la pena ver el documental Gonzo: the life and work of Dr. Hunter S. Thompson, de Alex Gibney), y sin su influencia y dinero Diario de un seductor no se habría realizado. Sin embargo, el resultado es más bien decepcionante. Lo que hay que contar es simple, Paul Kemp (alter ego de Thompson interpretado por Johnny Depp) llega a un incipiente Puerto Rico a trabajar en un diario de habla inglesa en decadencia. De a poco quedará en medio del submundo de aquel país, entre periodistas borrachos, algún triangulo amoroso y una gran negocio inmobiliario. La novela de Thompson es el primer obstáculo que al que se enfrenta el director y guionista Bruce Robinson (Jennifer 8), además del hecho de no haber filmado nada relevante en los últimos 18 años. Esto es porque Días de ron es la historia de un condenado a tirar la toalla, no hay redención posible para el Paul Kemp literario en el Puerto Rico descripto en la novela. Sí, es la simple historia de un tipo que llega a vivir a un lugar desconocido que lo modifica para siempre, pero no a la manera esperanzadora del lugar común hollywoodense. Al contrario, Kemp se convierte en un cínico melancólico de un pasado que nunca fue, alguien que siempre tiene la necesidad de escapar a alguna parte. Entonces Robinson toma algunas decisiones para intentar un film más directo y llano que su versión literaria, que de por sí no es un texto críptico ni mucho menos. El resultado es que la película se empobrece y pierde en matices. Por ejemplo: Sanderson (interpretado aquí por el gran Aaron Eckhart) es en realidad la fusión de dos personajes de la novela. Personajes que llevan a Kemp a sus límites entre la locura y la “buena vida” burguesa. Esta simplificación le quita fuerza a la trama y riqueza al ambiente que Thompson describe en su obra. Hay otros personajes que sí ganan en fuerza, carisma y sentido del humor en el film, como Sala (Michael Rispoli), el desquiciado Moberg (Giovanni Ribisi) y el insoportable Lotterman (Richard Jenkins). En este apartado, el personaje más fiel a su versión literaria quizás sea el de Chenault, encarnada por la bella Amber Heard. Por otro lado, más allá de que la novela contenga elementos autobiográficos, en la película se exagera este rasgo. El Paul Kemp de Johnny Depp es demasiado parecido al Hunter Thompson famoso, post invención del periodismo gonzo, y no al muchacho medio perdido y resignado que aparece en la novela. La inclusión de escenas de consumo de drogas altamente alucinógenas o la de Kemp despotricando contra Nixon hablan de un Thompson posterior al de la época que supuestamente está contando Diario de un seductor. Parece que hubiera una necesidad por querer mostrar a Thompson haciendo esas cosas, cuando lo interesante hubiera sido quizás contar la historia del periodista en formación, ese tipo al que le suceden cosas cada vez peores, divertidas, ridículas y peligrosas casi sin proponérselo, como se cuenta en la novela. El film de Bruce Robinson y Johnny Depp toma la superficie de libro de Thompson, para contar su versión de la biografía del autor. Encontraremos por allí las escenas fundamentales de la novela: peleas con puertorriqueños en el bar, el baile de Chenault, etcétera, pero en función de contar otra cosa menos interesante. En conclusión, en este caso, el libro vale más la pena que su adaptación cinematográfica.
En la década del sesenta, el escritor Paul Kemp (nuevamente en la piel de Johnny Depp homenajeando a Hunter S.Thompson) se radica en San Juan de Puerto Rico para trabajar como reportero. Sus constantes cambios de humor y su alcoholismo son los ingredientes perfectos que lo llevan a trabar amistad con personajes locales, drogas alucinógenas y litros de ron. Cuando caiga rendido a los pies de una bella mujer, descubrirá que en realidad se trata de la esposa de un colega, y allí el cálido clima caribeño comenzará a enrarecerse. Esta interminable especie de precuela de “Pánico y locura en Las Vegas” es estrenada en nuestro país con una inexplicable traducción de su título al español. Si hay alguien que dista de un seductor clásico, ese es Kemp. A pesar de reiterar uno de sus roles más desenfrenados, aquí Depp no es convincente, se lo nota contenido, en un intento por no repetir la fórmula alocada del filme de 1998. Incluso la composición freak de Giovanni Ribisi logra opacarlo en las escenas que comparten.
RON DEMASIADO DILUIDO El ron se puede tomar con agua, pero si se le agrega demasiada, la bebida no queda muy bien: algo así sucede con DIARIO DE UN SEDUCTOR (THE RUM DIARY), una adaptación diluida de la novela en la que se basa. Johnny Depp vuelve a ponerse (en) la piel de uno de los álter-egos del periodista y escritor Hunter S. Thompson (como ya lo hizo en PÁNICO Y LOCURA EN LAS VEGAS) en esta película deslucida, en la que sólo se destacan la belleza de los paisajes, algunas actuaciones y un puñado de escenas (como el escape de los anti-gringos, el desafío de la sexy Chenault en el auto o la secuencia en que el protagonista prueba una droga). Hay que reconocer que la novela original, “Días de ron” (o “El diario del ron” según la traducción), no es ninguna obra maestra e incluso muchos de los problemas del guión ya estaban presentes en el libro (como una historia demasiado errática y vacilante). Sin embargo, algunos de los elementos más interesantes del texto de Thompson son desaprovechados y la película termina siendo una versión insulsa, como ron con demasiada agua. Paul Kemp (Depp) es un joven periodista yanqui que, durante los años 60, se va a vivir a Puerto Rico y entra a trabajar a un diario en decadencia. Allí irá conociendo a sus compañeros de trabajo, el fotógrafo Sala (Michael Rispoli) y el pirado Moberg (Giovanni Ribisi), con quienes compartirá varias copas. La película muestra la desastrosa vida que lleva Kemp y la relación que irá naciendo con el empresario Sanderson (Aaron Eckhart), quien le ofrece un trabajo demasiado bien pagado a cambio de unos favores que comprometen la integridad profesional del periodista. Kemp también empezará a sentirse atraído por Chenault (Amber Heard), la sensual novia de Sanderson, y las cosas se pondrán peligrosas. Bueno, no tanto. Depp muta nuevamente en Thompson en una brillante actuación. No era para menos: ambos eran amigos cuando Hunter estaba vivo y Depp ya había demostrado qué bien que le salía el papel del creador del periodismo gonzo (en el que cual el narrador es protagonista y hasta catalizador de los hechos) en PÁNICO Y LOCURA EN LAS VEGAS (FEAR AND LOATHING IN LAS VEGAS, 1998), de Terry Gilliam. Y si pueden, busquen en YouTube algún video de Thompson hablando y verán que Depp imita su forma de hablar y gestualizar a la perfección. En cuanto al resto de las actuaciones, sobresalen Richard Jenkins como Lotterman (editor del periódico), Rispoli como el muy compinche Sala (que contribuye con algunos de los momentos más graciosos) y especialmente Eckhart como el oscuro Sanderson. Pero la (sobre)actuación de Ribisi como Moberg es para el olvido: sus gestos exagerados convierten al personaje en una caricatura que no encaja con el resto de las interpretaciones. Lo que sigue es un fragmento de una reseña (que escribí hace un tiempo) sobre la novela en que se basa la película: “El libro es el diario de un desamparado, que transpira alcohol y una anormalidad casi heroica. Un periodista que se escapa de sí mismo, que se pierde en borracheras de ron para no encontrarse, para evitar responderse. La historia es lo de menos: las vivencias y las palabras esconden a un hombre torturado por sí mismo y por su entorno, del que no puede -o no quiere- salir. A Kemp no le importa nada. Escribe las noticias en un diario que está a punto de fundirse, gasta sus sueldos en fiestas y alcohol, y cuando se da cuenta de que comienza a instalarse, a detenerse (se compra un auto, un departamento), prefiere seguir corriendo y escapar a quién sabe dónde. Porque siempre está con un pie afuera, aunque sin un destino fijo. Kemp se rodea de personajes tan tristes como él, y vive el ‘ahora’, quizás, por miedo a no saber qué vendrá después”. Ese texto no parece algo que pueda aplicarse a DIARIO DE UN SEDUCTOR: el director y guionista del film, Bruce Robinson, no logra transmitir las mismas sensaciones que la novela. Por el contrario, añade elementos que diluyen la atroz melancolía del relato y cambian su sentido: la prueba máxima es el estúpido e innecesario mensaje sobreimpreso que aparece al final, antes de los créditos, casi un “vivieron felices para siempre” con el que Hunter S. Thompson probablemente no hubiera estado de acuerdo.
Esta realización narra las vicisitudes vividas por el periodista Paul Kemp (Johnny Deep) que se suscitan en Puerto Rico, a principios de la década del ´60, cuando se postula para cubrir la vacante producida en un periódico en pleno camino hacia su derrumbe definitivo. Pero todo el filme es una trampa hacia el espectador, ni mencionar que el titulo con que se estrena en la Argentina es engañoso, especifica hacia la platea femenina. El titulo original podría traducirse literalmente como “El Diario del Ron”, situación que redundaría en la problemática del personaje principal y su afecto inconmensurable por el alcohol. Pero la trama plantea una historia de amor, casi un triangulo amoroso, entre el mencionado Kemp, Chenaut (Amberd Heard) y el poderoso Sanderson (Aaron Eckhart) terrateniente propulsor de negocios no muy santos. Plagada de giros, esa misma trama pasa por situaciones de denuncias a la manipulación del poder sobre los medios y sobre las vidas de la gente común, o la mirada ingenua de un yankee respecto de una cultura que cree conocer pero de la que realmente es un verdadero ignorante. Hay dos escenas que plasman tales certidumbres. La primera, luego de la presentación del lugar donde se desarrollará el relato, donde nuestro héroe atraviesa, sin entender nada de lo que sucede, una manifestación de protesta por parte de los nativos. La segunda, el maravilloso dialogo entre Kemp y su editor en jefe Lotterman (Richard Jenkins), que es quien le da la bienvenida, casi armada como una despedida, así, de despiadada. Si nos atenemos a comprender lo que estamos viendo como el diario intimo del ron, o de los efectos de esa bebida sobre sus personajes, medio ambiente, y momento histórico, entonces, y sólo entonces, podremos dar cuenta de las heterodoxias del filme. No hay un solo conflicto, si bien hay uno que es directriz, pero desde la mitad del relato hasta el final, construido alrededor de Kemp y su antagonista Sanderson, pero excluyendo a la dama en disputa, ya que lo principal es la pelea regida por un orden del comportamiento moral y ético, en contraposición del dinero como el dios regidor. Por otro lado, el triangulo amoroso, y en algunos momentos la defensa de la verdad como un bien preciado tanto como el de la libertad. En esta otra subtrama encontramos a los personajes mejor desarrollado y mejor caracterizados de la historia. Por un lado Sala (Michael Rispoli), a la postre el mejor amigo de Kemp, quien ayudará en la búsqueda de la verdad, por otro un personaje de menor peso narrativo, Moberg (Giovanni Ribisi), un genio periodístico quemado por el alcohol y las drogas, pero que es quien sabe la verdad. Si bien tiene toques humorísticos, no se define como comedia, tampoco tiene intenciones de presentarse como un filme de suspenso, si bien incluye muchos elementos como para generar intriga, y cuando parece encaminarse hacia la tragedia, esta no esta en el destino de los personajes y termina diluyéndose. No llega a ser “Pánico y Locura en las Vegas” (1998), del mismo autor, pero con la diferencia que como responsable total aparecía Terry Gillian. En este caso si bien no aburre, tampoco agrega demasiado.
Un periodista y escritor, divorciado, alcohólico y seductor. Narra las experiencias de un periodista independiente Paul Kemp (interpretado por el carismático Johnny Depp, homenajeando a Hunter S. Thompson) que se encuentra divorciado y llega a Puerto Rico en 1960 para trabajar en el San Juan Star. Comienza a trabajar en este periódico de poca monta y vive en un hotel de mala muerte, su editor es Lotterman (Richard Jenkins), quien lo designa para trabajar en las secciones de turismo y el horóscopo, pero este promete más, se relaciona con Sala (Michael Rispoli) un fotógrafo y con Moberg (Giovanni Ribisi) otro cronista perdido en las adicciones, pronto viven aventuras increíbles entre alcohol, drogas y otros excesos. En el ínterin conoce a una atractiva y bella joven rubia Chenault (Amber Heard-actriz de “Infierno al volante 3D”)que se encuentra algo aburrida, pero ella no está sola, se encuentra de novia con Sanderson (Aaron Eckhart), un rico empresario, algo turbio, como verán acá surge uno de los primeros problemas, desear la mujer equivocada, vive llena de lujos, necesita algo mas, por eso pronto fija sus ojos en Paul. Se va involucrando en más de un problema junto a sus compañeros, ahora Sanderson lo contrata para críticas por un grupo de inversionista que planean comprar una isla cerca de la capital y construir un atrayente centro turístico. Pero entre tantas idas y venidas, Paul y Chenault se acercan demasiado, se pone en juego su lealtad, y durante la fiesta de carnaval, Paul y sus amigos se enfrentan a distintas situaciones y también surgen problemas con la población local. Todo se va entrelazando entre peleas de gallos, corridas, hechicería y mafia, maravillosa fotografía y música, cuenta con un muy buen elenco, aunque no basta, no se logra encontrar el tono adecuado, le sobran algunos minutos, un flojo guión y resulta ser desafortunadamente un film fallido.
Vuelve Johnny Depp como Hunter S. Thompson, aquel delirante periodista y escritor americano que fundó el estilo Gonzo. Tal manera de reportear se caracterizaba por la introducción del autor en el centro de su propia historia, y Thompson fue un extremista en todos los sentidos de la palabra. LSD, cocaína, alcohol, de todo se metió en el cuerpo hasta que este empezó a pasarle factura por tanto reviente. En 2005, sin ganas de padecer la decrepitud, el tipo agarró uno de sus miles de revólveres y se voló los sesos en su rancho de Colorado. Tenía sesenta y siete años. Su firma apareció en muchas publicaciones, y fue en la Rolling Stone donde publicó su mejor trabajo. También escribió un puñado de novelas, pero Donde el búfalo ruge, la despareja película de Art Linson estrenada en 1980 con Bill Murray en el papel de Thompson, no tomaba como base concreta ninguna de ellas. En 1998 Terry Gilliam filmó la adaptación de Pánico y locura en Las Vegas, una de las obras más aclamadas del escritor, con un Johnny Deep inolvidable, algo que fue remarcado hasta por el propio “Dr Gonzo”. Retomando lo dicho: vuelve Johnny Depp como Hunter S. Thompson, aunque el inglés Bruce Robinson no es Terry Gilliam, y Diarios de un seductor (espantosa traducción del original Diarios de ron), no es Pánico y Locura en Las Vegas. Lógicamente, estamos hablando de una precuela, de un Hunter inexperto cuyo temple no era ni por asomo el de aventuras lisérgicas posteriores. En 1960, recién llegado a San Juan de Puerto Rico para trabajar en un periódico americano, Paul Kemp (alter ego de nuestro héroe) asimila sin problemas las costumbres del lugar gracias a los consejos de un nuevo compañero de trabajo y compinche (Michael Rispoli). Pronto conoce a su antagonista, un inescrupuloso empresario (Aaron Eckhart) que quiere contratarlo como propagandista de un oscuro proyecto inmobiliario. La acción avanza a través de playas paradisíacas, yates de lujo, fiestas calientes, departamentos derruidos, peleas de gallos y guetos miserables. Mientras se emborracha con ron y seduce a la sexy novia de su socio (Amber Heard), Kemp intenta denunciar las injusticias de ese enclave colonial en ebullición, pero lo que vemos no son más que episodios dispersos en un relato desdibujado. Si en Pánico y Locura… Thompson denunciaba la podredumbre del sueño americano desde sus entrañas, aquí apenas lo aborda objetivamente. Y si bien tal posicionamiento puede ser justificado por el mencionado estatus de precuela (no había manifiesto Gonzo en ese entonces), el film de Robinson nunca termina de resolver de qué viene la cosa. El resultado final no dista mucho de la típica comedia yanqui de borrachines en el Caribe, con previsibles toques de aventura y romance. Sólo una escena logra sobresalir de la medianía, y es la que ilustra al turista gringo por excelencia, un gordo horrible y estúpido que juega al bowling ignorando por completo la turbulenta situación sociopolítica que lo rodea. La eficacia estética de ese retrato constituye sólo un paréntesis en la narración. Película del montón, a fin de cuentas, Diarios de un seductor jamás logra ponerse a la altura de la leyenda de su protagonista.
Haciendo el ridículo por Puerto Rico "The Rum Diary" o "Diario de un Seductor" (título que no tiene nada que ver con la película) es el último trabajo de Johnny Depp en estrenarse en Argentina, un film insulso que promete mucho más de lo que realmente ofrece. No tuvo mucha promoción, pero lo poco que se comunicó fue inflado de una manera que el espectador esperaba otra cosa cuando asistiera a ver la película. ¿Diario de un seductor? La trama no tiene nada que ver con Depp desplegando su facha y encanto, sino que sólo incluye una o dos escenas en las que trata de levantarse a otra protagonista, la bellísima Amber Heard, que dicho sea de paso, es una de las pocas razones por las que uno podría pagar por este film. Lo demás, son payasadas pensadas para el actor, con gestos a lo Capitán Sparrow. Por otro lado, el trailer la vendía como una comedia con toques de acción, que a raíz de un buen trabajo de edición, terminaba convenciendo de que podría tratarse de un buen entretenimiento. Pues nada que ver... No es ni muy divertida, ni la acción logra comprometer al público con lo que está pasando en pantalla. Tiene algunos toques bizarros que pareciera quieren emular a otro trabajo del actor en una historia de Hunter S. Thompson, "Pánico y Locura en las Vegas", pero la verdad es que le faltó mucha sopa para llegar a ese nivel. Acá no hay un hilo consolidado, no hay una historia interesante y el resultado termina siendo Johnny Depp haciendo el ridículo por Puerto Rico acompañado de un grupo de buenos secundarios que están desaprovechados. Hay quienes dicen que en realidad la historia original escrita por Thompson es mala de por sí, y puede que sea verdad, pero considero que un buen cineasta debe tener la capacidad de volver algo insignificante en algo fabuloso. Este no fue el caso del director Bruce Robinson que dejó ver su falta de training tras las cámaras. Una cinta para los incondicionales de Johnny y los que quieren deleitarse con la presencia de Amber Heard, que informo, para pena de muchos o fantasía de otros, tiene pareja de su mismo sexo.
UNA PELÍCULA DE ACCIÓN Diario de un seductor es una película para un personaje, ambientada en los años ´50 en Puerto Rico, roza los problemas sociales y económicos de la colonia norteamericana, para centrarse un periodista que llegará a trabajar en el diario local. Diario de un seductor (The Rum Diary) cuenta el tránsito de Paul Kemp (Johnny Depp) de vivir una existencia tediosa a otra donde configura su identidad como periodista, escritor, amante. Lo interesante es la manera en que la puesta en escena da cuenta de este cambio del personaje a lo largo de la totalidad del metraje. El movimiento está indicado desde todo lo que componen los primeros (y todos) los planos de la película. La banda sonora nos acaricia los oídos (no solo aquí sino toda la película) colaborando con ese movimiento, desde la primera escena, con Dean Martin interpretando Volare (Nel Blu Di Pinto Di Blue), mientras un avión celeste planea sobre un cielo pintado del mismo color. El vaivén del aeroplano es el mismo que Paul Kemp asumirá con su cuerpo, un tanto por tanto ron que bebe, otro por el mar que rodea a Puerto Rico, otro por su poco compromiso con su vida, con sus proyectos, con sus deseos, hasta que se produzca aquel cambio. Paul se traslada dentro de la isla en el auto de Sala, su colega del San Juan Star, un Fiat 600, que tienen que empujar para que arranque. El impulso para que Paul deje de ser un novelista que no logra hacer que lo lean, un periodista que no consigue su primera plana, un hombre sin una mujer a quien amar, lo recibe de su interior. Toda esa movilización externa se encausa para llamarle la atención a Paul sobre su indefinición en la vida. Paul se ve tentado por una oferta tanto económica como laboral que lo podría sacar del precario cuarto donde convive con Sala y Moberg (Giovanni Ribisi). Pese a la prosperidad que acaricia su ambición no se despierta. Esa propuesta sirve de espejo para que Paul comience a encontrarse y actúe. El vestido rojo de Chenault (Amber Heard), que Paul le elige para el carnaval (descontrol, festejo, exceso, previo al tiempo de “guarda” cuaresmal), hace de detonador. Nunca antes se ha visto un color tan fuerte. Toda la puesta en escena se compone con colores claros. Los puntos más álgidos se los lleva el color celeste: el mar con un tono perfecto, el avión, el auto de Sala, pero siempre dentro de una armonía clara. El rojo del vestido irrumpe con fuerza. Chenault da vueltas sobre sí misma probándose varios vestidos, le pide a su invitado que de su opinión, Paul la mira sentado en un sillón, quieto, intentando frenar el trompo, agarrándose aunque sea de los vaporosos géneros de las prendas, pero Chenault baila, nada desnuda, bucea, es una mujer de acción y hasta que Paul no salga de su quietismo no van a encontrarse. Hay un primer intento, fallido, ella lleva el vestido negro; una segunda oportunidad donde las cosas se complican, con el dichoso rojo; llamativamente es cuando ella elige el blanco cuando se suscita el cambio. Es que ese color le dará a Paul la claridad para encontrar su lugar, el ímpetu para intentar salvar al diario de los intereses que desean destruirlo, la inspiración para escribir y la seguridad para seguir su camino, aquel que encontró allí, en una isla sostenida por el vaivén de un mar calmo y cristalino.
Publicada en la edición digital de la revista.
Escrito y dirigido por el realizador Bruce Robinson ("Jennifer 8"), este film que se desarrolla en tono de comedia, está basado en la novela "Los Diarios del Ron" de Hunter S. Thompson (título original de esta producción), el fallecido escritor estadounidense que fue creador e icono del periodismo "gonzo", un estilo que elimina, a través del relato en primera persona, la división entre sujeto y objeto y objetividad y subjetividad, ya que plantea un abordaje directo de la noticia, llegando hasta el punto de influir en ella, y convirtiendo al periodista en parte importante de la misma. Johnny Depp, amigo y profundo admirador de Thompson y su carrera (de hecho es uno de los productores de esta adaptación que logró concretar para cumplir uno de los últimos deseos del novelista) lidera el elenco interpretando aquí a una especie de alter ego del propio autor, quien vivió en Puerto Rico durante los años '60. Es en ese país caribeño y durante aquellos años donde se desarrolla el argumento de esta historia que gira en torno a un periodista alcohólico llamado Paul Kemp (Depp), quien proveniente de Nueva York llega a San Juan para trabajar en un periódico local a punto de cerrar. Allí, lejos de cumplir su objetivo de encontrar una noticia seria sobre la que escribir, su editor en jefe (interpretado por Richard Jenkins) lo contrata para la sección de horóscopos. Mientras tanto, perfectamente adaptado a la rutina de la isla, que básicamente consiste en sumergirse en ron (y algo de alucinógenos), se hace amigo del fotógrafo del diario, Sala (Michael Rispoli), y conoce a Sanderson (Aaron Eckhart), un hombre de negocios implicado en sospechosos asuntos inmobiliarios con los que busca convertir a Puerto Rico en un paraíso del capitalismo al servicio de los más pudientes. Una propuesta de este empresario lo dirige directamente a una encrucijada relacionada con su labor como comunicador; pero su otro problema -aparte del alcohol- también surge tras mostrar cierto interés en Chenault, la sexy novia de Sanderson, interpretada por la joven actriz Amber Heard. El film, basado en las experiencias de Thompson, no tiene un rumbo definido sino que consiste en una sucesión de situaciones, algunas divertidas, otras completamente tediosas (la de los alucinógenos es una de ellas) que no profundizan demasiado ciertos aspectos de la trama que por momentos, parece perder su hilo conductor.