El show de la tolerancia. El cine francés de antaño supo dar joyitas inigualables, tan insuperables que se han hecho adaptaciones en varios idiomas de una misma obra (hasta versiones teatrales en la cartelera porteña), demostrando que el viejo mundo todavía tiene mucho para dar en materia de contar historias. El humor, la ironía, el sarcasmo, todo en su justa medida, es algo que a los franceses se les da muy bien. Lamentablemente el tiempo es tirano, y las producciones europeas han ido decayendo considerablemente, y una prueba de eso es Dios los cría y ellos… La premisa podría considerarse simpática y hasta un poco sagaz: Nicolás (Fabrice Eboué, quien también dirige la cinta) es un productor musical en decadencia que necesita reflotar su negocio (presionado por su jefa) para no perder su puesto, además de lidiar con sus propios problemas personales. Para eso, se le ocurrirá la (¿brillante?) idea de armar un grupo de cantantes tan disparejo como creativo: un sacerdote, un rabino y un imán. Las dificultades empezarán a aparecer cuando las diferencias entre las colectividades comiencen a provocar asperezas entre los integrantes del trío, haciéndole la vida imposible al productor y ocasionando desastres que darán pie a casi todas las situaciones hilarantes de la película. Siguiendo con la línea de lo dicho anteriormente, el humor es algo que a los franceses se les da muy bien, aunque por momentos encontremos un proyecto como éste, que no emula las grandes comedias de los viejos tiempos, pero al menos hace su mejor esfuerzo. Estamos ante una historia de enredos, ligera y desprejuiciada, a tal punto que algunos chistes que podrían considerarse antisemitas se hacen con la suficiente altura como para que nadie se sienta ofendido. Por supuesto no es uno de los mejores guiones que se pueda encontrar, algunas situaciones son muy predecibles y pierden la gracia en el momento que se repiten, pero de alguna forma, el ritmo del relato nunca pierde su ligereza narrativa como para no estancarse en un personaje en particular, sino darle el espacio adecuado a cada uno. Fabrice Eboué, siendo director y protagonista al mismo tiempo, es uno de los más deslucidos, pero a juzgar por el desempeño de los tres "religiosos", es una decisión acertada mantenerse al margen para no hacer decaer el relato en ningún momento. La música (un soundtrack hecho a la medida del film) también es un componente fundamental por su originalidad y su simpatía. No se le puede pedir mucho a una película que no pretende ser más de lo que ofrece. Un entretenimiento ligero y sin culpas, donde temas que antes no se tocaban, ahora son abordados con desparpajo y picardía. Muy al estilo francés, todo en su justa medida.
“Dios los cría y ellos…” es una película francesa que se centra en un productor musical que no está pasando por un buen momento ni personal ni profesional. Bajo la presión de su nueva jefa para aumentar sus ganancias, decidirá iniciar una banda conformada por un rabino, un sacerdote y un imán. En el contexto en el cual estamos viviendo donde no confluyen en armonía todas las religiones, la sociedad está descreída o existe cierto prejuicio para con algunas de estas instituciones (por rumores o hechos concretos), una película que ahonde sobre estos conflictos es muy bienvenida. El film busca hacer hincapié en las diferencias para fomentar la unión entre estos tres grupos disímiles pero iguales en muchos sentidos. Sin embargo, si bien se abordan las desigualdades desde un costado cómico, no se lo hace con mucha profundidad. Se quedan en la superficie y en la liviandad de los actos, donde toman los estereotipos más comunes de cada creencia para hacer una crítica a las mismas. “Dios los cría y ellos…” es una cinta que divierte, pero tampoco provoca risas en todo momento. Los chistes hacen que el argumento se vuelva más irreverente y atrevido que gracioso. Probablemente el guion impacta más en un sentido burlón de lo que genera comicidad. Asimismo, nos encontramos con una comedia que sigue la fórmula establecida por el género. Un grupo de personas con diferencias, que tendrán que buscar superarlas para que cada uno pueda lograr su cometido. Además, se mezcla con una especie de road movie cuando comienzan la gira, donde también se enfrentarán a problemáticas con finales previstos. Todas estas cuestiones provocan que el espectador sepa de antemano lo que sucederá a lo largo de la cinta. No tenemos giros sorpresivos ni pronunciados. Por otro lado, cada personaje tiene su conflicto personal, pero se nota que se resuelve de manera sencilla en cada caso, haciendo que las problemáticas pierdan su peso inicial. Sin entrar en detalles, cada uno se ve comprometido de alguna manera particular (incluso por error de un tercero), pero en ninguna oportunidad tienen una reacción lógica para con los culpables. Las situaciones se siguen sucediendo como si nada grave hubiera pasado. Los actores se encuentran muy bien en sus papeles y conforman un buen quinteto. Si bien los protagonistas con más peso son el trío musical, el productor y su ayudante también tienen una gran importancia dentro del film (con estos conflictos personales que mencionábamos anteriormente). En síntesis, “Dios los cría y ellos…” nos ofrece una comedia francesa irreverente, que osa involucrarse con la religión para divertir al público. Si bien lo logra en mayor o menor medida, utiliza ciertos estereotipos y fórmulas por las cuales se torna predecible. Además, se queda en la superficialidad de los conflictos, tanto personales como de la historia en general.
Dios los cría… La historia arranca con Nicolás (Eboué), quien trabaja en la división música de la gran compañía Demanche. En una reunión de todas las áreas que conforman esta gran empresa comete un error y termina al borde de perder su empleo. La única salida es encontrar una nueva banda musical, lograr que sea famosa y reconocida, y llenar la sala de conciertos Olympia de París en 6 meses. Nicolás acude a la ayuda de su colaboradora, Sabrina (Audrey Lamy) y comienzan con la entretenida búsqueda del nuevo hit. Cuando todo parecía estar perdido, a nuestro protagonista se le ocurre una idea: formar una banda musical en la que se reúnan un sacerdote, un rabino y un imam. Eso en definitiva es Dios los cría y ellos… Al ver el trailer sentimos como si nos hubieran contado toda la película, y lamentablemente en gran parte es así. La historia del desafío, el armado de la banda, y la persecución de la fama de seguro se parece a muchas películas que ya viste, de todas maneras y más allá de este pronóstico, el resultado final no es TAN catastrófico. Dios los cría y ellos… (qué fácil sería llamar a esta película Coexistir) es la tercera película escrita y dirigida por el cómico Fabrice Eboué, cuyas cintas anteriores abordaron temas como la esclavitud gala (Case départ) y la dictadura africana (Le crocodile du Botswanga), siempre en su particular tono cómico y en cada una guardándose un papel para sí mismo, para demostrar que también sabe actuar. El director francés tuvo la idea de la película al ver el videoclip del grupo Les Prêtres, compuesto por tres miembros del clero de la diócesis de Gap y Embrun. Allí el puntapié inicial para mezclar música y religión, pero sumándole diversidad, porque Coexistir se transforma en una banda cuyos miembros representan una agrupación armoniosa de las tres principales religiones de Francia. Eboué no quería escribir esta historia a través de un prisma religioso: Quería mantenerme en la neutralidad, son solo seres humanos que viven juntos, todos tienen su cultura o su religión, las creencias de cada uno permanecen en el orden de lo íntimo. El espectador ve una historia de hombres al final, cuando nos encontramos en un proyecto común que nos impulsa, mejoramos todo, no importan las diferencias. Solo hay benevolencia en esta película. Explicó el comediante al diario Ouest France. El verdadero desafío de Dios los cría y ellos… es hacer reír a las religiones y especialmente ser justo entre las tres, porque la ofensa está a la orden del día para una u otra comunidad. Y debe decirse con toda sinceridad que Eboué llega a resultar divertido por momentos, sobre todo en las escenas que incluyen a Audrey Lamy, y en la secuencia del casting de rabinos. Pero ciertamente, no siempre es muy bueno el humor que maneja, hay varios estereotipos afianzados y gags obvios. Eboué se atreve a abordar temas tabú para estas religiones, con resultados más o menos graciosos que no llegan a ser hilarantes. Por ejemplo, en la escena en que la banda Coexistir visita las radios de cada religión, el imam, bastante perdido, termina hablando de la marcha CONTRA los homosexuales; luego de muchos errores sus compañeros lo corrigen: la marcha fue contra el matrimonio igualitario, ninguna religión está contra la homosexualidad (o por lo menos no queda bien decirlo en una radio). Es que en Dios los cría y ellos…las intenciones valiosas no son suficientes para superar un escenario a medias y un montón de burlas que nunca parecen haberse desarrollado del todo. Después de un comienzo bastante cliché narrado con un ritmo ágil, lo que nos queda es la química entre los integrantes del grupo musical, bastante improbable por cierto: Ramzy Bédia como Moncef, el imam; Guillaume de Tonquédec como Benoit, el sacerdote, yJonathan Cohen como Samuel, el Rabino. Como espectadores podemos adivinar los eventos y giros desde el comienzo, pero todo funciona dentro de los parámetros de la comedia. Quizás lo que aquí ocurre es que se pretendió hacer una comedia original y se terminó por hacer una más del montón aunque con un rabino traumado por una circuncisión probando drogas duras, un sacerdote cayendo en la tentación de la carne, y un imam que no es imam amante de la bebida y el sexo casual. Conclusión Dios los cría y ellos… es una comedia no familiar de enredos, mentiras que conducen a más mentiras y canciones pegajosas con la religión en el fondo. Tiene un trío mordaz de actores que hacen bien su trabajo, pero no pueden modificar un guion previsible. De todas maneras, el director merece algo de crédito por tratar de convertir la ausencia de la tolerancia religiosa en comedia.
Globalización. Creación de grupos musicales repitiendo fórmulas. Un cazador de talentos de un sello que pertenece a una multinacional tiene los días contados para descubrir la banda que le devuelva la credibilidad y prestigio ante su jefa. Ante la falta de novedades, decide crear una boy band que mezcla credos y razas, y el éxito llega, pronto. La película juega con el humor para hablar del racismo, la discriminación, y también de las diferencias para crear la unión de las personas.
Dirán que no hay ideas en ninguna parte, que los guiones se copian y/o repiten, que Hollywood es una máquina de hacer remakes. Todo muy cierto. Pero del otro lado del Atlántico las ideas tampoco surgen a borbotones. Veamos. Dios los cría y ellos… parte de una premisa -tampoco “la” originalidad- entre simpática y entradora. Un productor musical caído en desgracia tiene poco tiempo para “fabricar” un éxito, porque de lo contrario su tirana jefa lo despedirá. Y se le ocurre -aquí va- una idea: formar un trío de religiosos. Esto es, juntar a un cura, un rabino y un imán, editarles un disco y salir a llenar teatros. Lo que sigue es tan previsible como todo el desarrollo y el desenlace: los tres se llevarán como el traste, surgirán peleas, (re)interpretaciones de sagradas escrituras, clisés y demás. Lo importante al menos no es que la película sea original, sino que, tratándose de una comedia, provoque risas. Entretenga. Divierta. Que uno no salga del cine diciendo en qué gasté la plata. Fabrice Eboué no sólo dirige y es el guionista del filme, sino que se quedó con uno de los roles protagónicos, Nicolas. Dios los cría no enerva en ningún momento -hasta las situaciones más ríspidas en cuanto a cada religión está tomada con sorna, pero igual, puede herir a seguidores religiosos sensibles-. ¿Es despareja? Sí. ¿Tiene buenos gags? También.
Nicolás es un productor musical en plena crisis personal y profesional que, presionado por su jefa, debe crear y llevar al estrellato a una nueva banda musical en seis meses para no perder su trabajo. Su idea es digna de un reality show tipo Popstars: un grupo conformado por un sacerdote, un rabino y un imán. Dirigido, escrito y coprotagonizado por Fabrice Eboué, Dios los cría y ellos… podría haber sido, en otras manos, una película venenosa y crítica, una sátira feroz a los mandatos de las religiones dominantes. El resultado, sin embargo, está lejos de cualquier tipo de incorrección. El film alterna entre los castings, las primeras interacciones y hasta una gira (¡!) del grupo -en lo que es el ascenso más rápido en la historia de la música- con la crisis familiar de Nicolás, a quien su esposa está a punto de abandonar. Sin embargo, ninguno de los conflictos funciona, pues a Eboué le interesa únicamente el llamado a la conciliación detrás de la trama. Así, Dios los cría y ellos… hace agua como comedia, con chistes trillados sobre religiones y razas que no van más allá de la circuncisión y el “cuestionamiento” a los dogmas de cada credo. Y también como drama, pues sus personajes jamás salen de la matriz del lugar común. Los únicos momentos destacables llegan junto a los esporádicos raptos de sorpresa, como el número musical del rabino rapero. Eso, y no mucho más.
La idea de armar un trío musical con un cura, un rabino y un imán parece tener tanto de aparente audacia como de potencial ridiculez. Decidir hacia cuál de esos polos inclinar la balanza era todo un desafío para Fabrice Eboué, actor, director y mente creativa detrás de esta extraña comedia francesa. Coexister, tal es su título original, parecía autorizar la sátira sobre la creciente intolerancia religiosa que asedia a la realidad europea a partir de esta inusual convivencia entre líderes religiosos que deriva en un curioso fenómeno pop. Sin embargo, el humor se reduce a una sucesión de chistes sexistas, canciones tontas y gags de la más árida de las inventivas, que derrumban cualquier atisbo de ingenio y contradicen cualquier intento de reflexión.
Comienza una intensa búsqueda para encontrar a los integrantes de esa banda musical, su desarrollo resulta: divertido, caricaturesco, llena de clichés y enredos; contiene un humor pícaro, con toques de sátira, es divertida y resulta interesante para pasar un grato momento en el cine.
El mal chiste del rabino, el cura y el imán Comedias populares y/o populacheras hay en todos lados. Francia no es la excepción, aunque el recorte parcial de esa cinematografía que llega hasta estas costas suele hacer pensar lo contrario. El caso de Dios los cría y ellos... (ampuloso e inconcluso título local para el mucho más simple Coexister, “coexistir”) es paradigmático en más de un sentido: premisa o concepto de alto impacto, reparto de comediantes reconocidos por el gran público en su país de origen, una historia que echa mano a varias incorrecciones políticas para resguardarse finalmente en un mensaje de armonía universal y familiar bastante conservador. Un equilibrio que, en este caso, está ligado al ecumenismo interreligioso, esa práctica constantemente mentada a nivel teórico pero pocas veces efectiva en términos prácticos. En realidad, la coexistencia aquí no pasa de ser una posibilidad concreta en términos creativos y, fundamentalmente, comerciales: Moncef, un productor musical sin brillo (Fabrice Eboué, director, guionista y coprotagonista del show) descubre que la mala estrella reciente puede hacerle perder su empleo, a menos que logre sacar un as de la manga. Por esas cosas del guión, el ancho de espadas llega bajo la forma de un acto imposible, aunque lógico en términos humorísticos: el trío de música popular “Coexister”, integrado por un sacerdote católico, un rabino y un imam. Que el segundo de ellos haya abandonado su posición luego de una circuncisión definitivamente malograda (y bastante sangrienta) y el tercero sólo sea un líder religioso bajo la luz de los reflectores es lo de menos. O lo de más: las cualidades cómicas, bajo la forma del gag, vienen recubiertas en el envoltorio de la descripción primaria seguida del choque con las circunstancias. Por caso, el guía espiritual musulmán, interpretado por el comediante francés de origen argelino Ramzy Bedia, no puede evitar caer en el consumo inmoderado de alcohol, entre otras prácticas concupiscentes, mientras que el cura de parroquia (Guillaume de Tonquédec, en un rol poco frecuente) no logra esquivar todas las tentaciones terrenales, más allá de las constantes referencias a los cuarenta días de Jesús en el desierto. Convenientemente arquetípico, el ex rabino sólo logra calmar su ansiedad existencial aspirando chorritos de agua del Mar Muerto, reconvertidos en otra clase de sustancia por obra y gracia de un productor desesperado. Lejos de reflejar un ascendente ligado al vodevil tradicional, la estructura y el tono general de Dios los cría y ellos... refiere directamente a cierta comedia estadounidense contemporánea. De hecho, algunos de los momentos más graciosos de la película adoptan la forma del gag físico o verbal más elemental, pero efectivo, cierta gracia ligada a una u otra forma de la grosería o la ofensa: el remate de un chiste sobre la cantidad de estrellas de un hotel demuestra que todo puede ser objeto de humor y sólo el contexto o la (mala) intención generan el agravio. El resto es comienzo, nudo y desenlace de manual, una notable escasez de matices, revelaciones y descubrimientos de último momento. Las composiciones del trío no parecen tener mucho gancho comercial y sólo la fuerza de voluntad del guionista puede ser capaz de transformarlas en éxitos de venta masiva.
Es una película de Fabrice Eboué que también escribió el guión donde un desesperado productor discográfico, con problemas familiares, presionado por encontrar un éxito en poco tiempo y que llene el teatro Olympia. La salvación le llega con la idea de reunir en un mismo conjunto musical a un rabino, un cura y un imán y “fabricarles” un mensaje de paz y coexistencia que el mundo esta lejos de experimentar, pero que tiene muchos adeptos que le dan la repercusión que necesita. Lo demás son discusiones sin fin, personajes falsos, un toque de sexo desenfrenado, otro poco de amor imposible, una pizca de drogas sin rock and roll. La comedia tiene sus momentos de aciertos con las discusiones ideológicas, y sus muchos lugares comunes con los enredos previsibles de cuartos equivocados, crisis, corridas, y no mucho más. Con despliegue de producción, buenos actores, música pegadiza es un entretenimiento amable.
La película de Fabrice Eboué, quien también es Nicolás Lejeune, relata la historia de éste productor musical que, con algunos problemas en su matrimonio e intentando subsanarlos, se ve presionado por su nueva jefa para reflotar la compañía en el área discográfica y así generar más dinero. Sin ideas nuevas y tras mucho pensar, se le ocurre, ayudado por su asistente, formar un grupo integrado por un sacerdote, un rabino y un imán. Primero, no será fácil convencerlos, pero una vez logrado el cometido (cada uno mediante diferentes estrategias) vendrá el momento de los ensayos, las giras, las presentaciones, y los problemas, todo eso hasta lograr el objetivo final: llenar el Teatro Olympia con la Banda “Coexistir” El film francés es simpático, pero no logra el cometido de ser todo lo divertido que podría haber sido. Las bromas ligadas a la religión no siempre tienen el efecto deseado, por más buena intención que tengan, aunque se valora el deseo de unión entre todos los credos. Ese es un muy buen punto. La música es pegadiza y simpática, suma. Lo mismo sucede con las actuaciones, ninguno descolla, pero todos están bien. En definitiva, si les gusta el cine francés, es una comedia entretenida. ---> https://www.youtube.com/watch?v=LUjHjUEp6jI ---> TITULO ORIGINAL: Coexister ACTORES: Ramzy Bedia, Fabrice Eboué, Audrey Lamy. Guillaume de Tonquedec, Mathilde Seigner. GENERO: Comedia . DIRECCION: Fabrice Eboué. ORIGEN: Francia. DURACION: 90 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 31 de Mayo de 2018
Un sacerdote, un rabino y un imán entran a una productora de música… Parece el comienzo de uno de esos chistes vulgares, pero a veces la realidad supera la ficción. Es el caso de la banda Les Prêtres (Los Curas), que en 2010 tomó a Francia por sorpresa al reunir a tres clérigos para lanzar un álbum con fines benéficos, de lo que Coexister toma su basamento para construir una película reuniendo a tres hombres de fe muy diferentes entre sí. Escrita, dirigida y protagonizada por el comediante frances Fabrice Eboué, la amable comedia apunta a reírse de manera irreverente de los preconceptos de cada punto religioso del trío musical, pero mayormente se queda en las buenas intenciones al buscar mofarse sin tapujos de las ridiculeces que pueden presentar ciertos detalles de cada religión.
Un productor musical en mala racha convence a un cura, un rabino, y un falso imán para hacer un trío buena onda que ha de llamarse Coexister. Digamos, una versión de bolsillo del coro Viva la Gente, que fue un suceso internacional de los 60 por sus canciones optimistas y bonachonas. Contra todo pronóstico, el conjunto logra formidable éxito y llega a las puertas del Olympia de París. La coexistencia tiene sus bemoles, pero en el fondo todos se quieren (y la asistente del productor quiere al curita). Así transcurre esta comedia francesa más o menos bien intencionada, con unos clips berretas y unos cuantos chistes reiterativos sobre los religiosos católicos y judíos, pero ninguno sobre los musulmanes. El miedo no es zonzo. Igual tiene su gracia el pícaro que se hace pasar por imán para completar la representación y ganarse unos euros, y que en una entrevista radiofónica confiesa que su judío preferido es el que hacía Louis de Funes en "Las locas aventuras del rabbí Jacob" (regocijante comedia que hoy quizás acusarían de incorrecta). Dicho sea de paso, con el refrán "Dios los cría" ya hay como cuatro películas, incluyendo una mexicana con Niní Marshall y otra argentina de Fernando Ayala. También, una empresa productora portorriqueña, Dios los cría Inc. Más completo y animoso, un western-spaghetti:"Dios los cría y Ringo los mata".
Ellos cantan. El comediante Fabrice Eboué escribe, dirige y protagoniza esta comedia francesa en la que un productor musical busca evitar la quiebra de su estudio con el lanzamiento al estrellato de un trío vocal conformado por un rabino, un cura y un imam. Nicolas (Eboué) es un despreocupado hombre del show business musical parisino. No está en los mejores términos con su esposa luego de un pequeño caso de infidelidad por su parte pero sí con su hija, a la que quiere mucho. También se lleva bien con Sabrina (Audrey Lamy), quien vendría a ser una mezcla de socia y secretaria en la modesta pero simpática productora musical que ha dado de comer y hecho feliz al bueno de Nicolas durante prácticamente toda su vida adulta. En resumen, Nico se toma la vida con soda. Hasta que llega alguien a vaciarle el vaso. Resulta que de un tiempo a esta parte, la rama contable de su empresa ha notado la baja en las utilidades que, sumada a la llegada tarde de Nicolas a la reunión para tratar este tema, decanta en una especie de ultimátum por el que este buen hombre de familia tiene solo seis meses para repuntar con algún éxito discográfico o de lo contrario perderá a su tan querido sello musical. Una serie de circunstancias lo llevarán a tener la brillante idea de conformar un terceto religioso que, conformado por un rabino, un sacerdote y un imam, interpretará grandes éxitos de la música francesa. Con un estilo que se acerca más a la forma americana de hacer comedia y no tanto a lo que tradicionalmente conocemos como la veta francesa del género, Fabrice Eboué se apoya un poco en su carisma y presencia en pantalla y otro poco en el estrafalario trío de personajes secundarios que le dan forma a su historia para proponer un relato dinámico, bien compartimentado y con un tipo de humor bastante ácido y por momentos negro que realmente funciona. El conflicto inicial que actúa como desencadenante, esa idea brillante, la lucha por encontrar a los mejores candidatos para su trío vocal, las situaciones que se generan como consecuencia de agrupar a semejantes personajes y el viraje a modo de conclusión que la historia plantea al final son todos momentos firmemente construidos que le permiten a los actores lucirse en lo que mejor hacen, hacer reír. Con una caterva de chistes religiosos que, por momentos sorprenden y por momentos descansan en el estereotipo, la película logra mantener un ritmo equilibrado casi en toda su duración sin perder la gracia y esa veta pasatista y de entretenimiento constante que la acercan bastante a esa fórmula americana para hacer comedia. Otro elemento a favor en este sentido resulta su calificación. El rótulo de “solo apta para mayores de 16” le permite a Fabrice Eboué como autor ir bastante a fondo sobre ese humor religioso que no siempre es fácil de incluir en el cine. En este caso, no solo está presente sino que es el motor que lleva adelante a Dios los cría y ellos…, una propuesta entretenida, musical y con un alto grado de diversidad.
Nicolás (interpretado por Fabrice Eboué quien además escribe y dirige) es un productor de música que por un error que comete que casi le cobra el trabajo, le ponen un deadline: tiene que conseguir una banda que llene el teatro Olympia de París, y para eso tiene seis meses. En medio de la búsqueda de un nuevo artista o banda se topa con varios productos musicales pero ninguno de su agrado. Hasta que se le ocurre la genial idea de armar una banda con tres tipos de religiosos distintos: un sacerdote, un rabino y un imam. La premisa de "Dios los cría…" no puede ser más simple. Juntar a un grupo de gente muy distinta entre sí y forzarlos a pasar un tiempo juntos (en este caso, en medio de una especie de roadtrip) con un mismo objetivo en común. Porque además de venir de religiones muy distintas, también son distintas las personalidades de cada uno. Ellas van generando situaciones y encuentros poco favorables y que dan lugar a varias escenas graciosas, o que pretenden serlo. Cada uno de estos personajes está claramente delineado pero carecen de una mayor profundidad, no son muy dimensionales y así, cada uno de sus conflictos, se terminan resolviendo de manera bastante simple. El humor al que apuesta esta película parece ser más proveniente del cine norteamericano que del francés. Con algunas excepciones, en general el humor resulta algo obvio y esperable. Eso sí, apuesta a la irreverencia, a lo políticamente incorrecto y es que, por supuesto, el tema de las religiones da mucho pie a esas cosas, brinda mucho material. En cuanto a la trama, ésta se torna tan predecible como podríamos imaginar. Todos terminarán llevándose mejor una vez que se conozcan mejor, habrá algún encuentro amoroso en el medio (además de los hombres, viaja la ayudante, una mujer que ya parece algo cansada de saltar de cama en cama buscando al hombre de su vida y, sorpresa, quizás aparezca acá y en el menos esperado), y tendrán que aprender a sobrellevar el éxito si quieren que el grupo funcione. Además, como podríamos suponer, la idea del film es dejar un mensaje de tolerancia entre las diferentes religiones. Si bien nunca aburre, "Dios los cría… " carece de sorpresa y de ingenio en su mayor parte. Estamos ante un producto básico, ligero, sin muchas más pretensiones, es cierto, pero donde cuesta encontrar algo que nos quede impregnado. Bueno, hay que reconocer que el hit (cuyo título es el nombre original de la película) que los lleva de prepo a la cima termina resultando más pegadizo de lo que quisiéramos.
Entre tanto tanque de Hollywood y película nacional, llega esta comedia francesa a la cual le fue muy bien en Europa cuando se estrenó el año pasado. La idea de juntar a las tres religiones monoteístas principales del mundo en tono gracioso ya se ha hecho antes, pero aquí el agregado musical le aporta una novedad. Si bien el guión es muy obvio de principio a fin, los personajes son muy queribles y por ello te dejás llevar. Hay algunas secuencias muy graciosas y otras tantas que intentan serlo pero que no lo logran. El director, que también es actor e interpreta al manager que forma a la banda, Fabrice Eboué, hace buen uso de su oficio de comediante, pero no logra muchos de los golpes de efecto que pretende. A su vez, la clásica y característica “comedia francesa” se encuentra un poco diluida en esta producción. Sin llegar a una “americanización”, pero hay una pérdida de identidad. Asimismo, el elenco está muy bien. El trío compuesto por Ramzy Bedia, Guillaume de Tonquédec y Jonathan Cohen tiene mucha química. Lo mismo ocurre con el mismo Fabrice Eboué y quien hace de su asistente, Mathilde Seigner. En definitiva, Coexistir (título original y mucho más preciso que el que le dieron aquí), es una buena comedia para pasar el rato. Una opción diferente.
CONVIVENCIA FORZADA Coexister o, como fue horriblemente traducida, Dios los cría y ellos…, pertenece a ese segmento de comedia popular francesa e italiana que sabe llegar a nuestros cines bajo las mismas variables de previsibilidad, más allá de cambios de nombres en elencos y directores. Son fórmulas probadas, a menudo anacrónicas, que descansan en estereotipos y una bajada moral conservadora que permite ordenar la narración. Tan es así que puede resultar que una película que esté terminada en todos sus arcos narrativos a los 50 minutos, necesite al menos 90 para terminar de redondear su mensaje torpemente, aburriendo en el proceso por la redundancia y repetición de situaciones. Aun así, es en cierto vigor de la dirección y algunas señales de incorrección que encuentra sus puntos más altos, aunque estos sean apenas las tierras yermas de un enorme pantano. Un productor musical (encarnado por el mismo director Fabrice Eboué) debe buscar a un imán, un rabino y un cura para formar una banda lo suficientemente convocante para llenar un estadio con sus hits sobre la fe y la convivencia pacífica. El asunto de por qué lo hace es en sí un chiste que hubiera funcionado si ese grado de absurdo se hubiera mantenido a lo largo de toda la comedia. En lugar de eso, el asunto de que ingrese a una reunión y el desafío se le presente casi como un tropiezo y malentendido queda aislado como uno de los pocos buenos gags que entrega la comedia en los primeros minutos. Lo mismo ocurre con la incorrección al diseccionar la escena musical actual, cuya virulencia no se traslada a las religiones que retrata en el film. Estas inconsistencias, que en otras comedias podrían pasarse por alto, aquí cobran relevancia por la irregularidad de la segunda parte. Seamos claros, dado el film al que nos enfrentamos, sabemos desde la premisa misma que es lo que no va a funcionar entre los protagonistas, las rispideces que se pueden presentar y la necesidad de un arco para reorganizar este falso caos; la cuestión es ver cómo se resuelve. Gracias al vigor de la dirección (que abandona cierto estatismo formal de este tipo de comedias), el registro clipero que parodia y alguna cuota de humor ingeniosa –el accidente del rabino que lo retira de impartir su oficio religioso es uno de los buenos aciertos- la hacen un film entretenido. La redundancia en la última media hora para cerrar cuestiones que aparentemente no podrían quedarse en la mera tensión (el mensaje, siempre el mensaje) hace que todo resulte más soso y aburrido, dejando un mal sabor de boca al final. Dios los cría y ellos… queda como una película anecdótica más de nuestra cartelera, mientras anhelamos las mejores comedias de esos países, que en general quedan circunscriptas a festivales independientes. Una pena.
Un productor musical tiene como encargo fabricar un boom comercial para su compañía y la propuesta es innovar con ropa interior femenina. ¡Así es! Las viejas bombachas ya fueron, esta es la nueva era y tenemos que renovarnos. De esta forma comienza el film francés “Dios los cría y ellos…” (Coexister; 2017) cuando Nicolas (Fabrice Eboué) -director/guionista/actor principal- el productor musical puesto a prueba no tiene mejor idea que organizar una banda conformada por 3 hombres de diferente religión después de una revelación obtenida casualmente en una fiesta de departamento. Para adentrarse mejor en la alocada lógica de esta comedia disparatada hay que saber que un rabino, un cura y un imán no tardarían en chocar por personalidad e ideologías, y es este el factor que alimenta los mejores momentos de Dios los cría y ellos. El rabino con traumas del pasado a causa de una trayectoria de ex-celebridad en el “arte” de la circunsición en los bar mitzva es el personaje más grandilocuente. Además como en toda película francesa hay una pequeña historia de amor entre las filas. Como análisis del film vamos a remarcar su irregularidad, tiene escenas muy logradas y baches narrativos, la mayoría de sus hits están relacionados con la parodia al ambiente de los videoclips musicales y la transgresión a las normas religiosas, y ya que tocamos el tópico “hits” podemos decir que Coexister, la canción que da nombre al film y los hace famosos en las radios, es tan ingenua como pegadiza. Entre las escenas cumbre vemos al cura entre dos culos de cabaret luchando contra la tentación o al rabino animando la fiesta por un polvo mágico que refuerza las noches de gira musical (?) Una mirada invasiva a la fragilidad del colectivo marketing musical que nos muestra el nivel de bizarrismo que puede tomar una gira en micro con tres personajes opuestos. Si estos tres pudieron coexistir ya está todo dicho…
Reunir a personas de distintas religiones para que cohabiten pacíficamente en un mismo lugar es una tarea sumamente difícil. Priorizar las creencias religiosas por sobre las relaciones humanas, es lo habitual. Siempre se transita por la delgada línea que divide momentos tranquilos con otros problemáticos, y aquí es donde repara Fabrice Éboué para escribir, dirigir y protagonizar esta película francesa. Nicolás (Fabrice Éboué) es un productor musical, trabaja para una importante compañía que abarca distintos rubros industriales, cuya jefa, que es muy estricta, lo conmina a revitalizar su departamento con la creación de una banda que llene teatros, venda discos y genere hits, en un plazo máximo de 6 meses. Con semejante presión encima y, además, la imposibilidad de reconquistar a su esposa, luego de una infidelidad, Nicolás se apoya en su asistente Sabrina (Audrey Lamy), una mujer que le angustia dormir sola, y con esa excusa se acuesta todas las noches con un hombre distinto. Pasan los días haciendo castings de nuevos cantantes, pero ninguno los conforma. La solución y el alivio llega con la formación de un trío nada convencional, porque busca que sus integrantes sean de tres religiones distintas bien opuestas entre sí, como son las de un católico, un judío y un musulmán, encarnados por un cura, Benoit (Guillaume De Tonquédec), un rabino, Samuel (Jonathan Cohen). y un imán, Moncef (Ramzy Bédia), reales, que acceden a cantar a cambio de beneficios para las comunidades a las que representan. La banda “Coexister”, mientras empieza a hacerse popular, sufre la pelea de sus integrantes por cuestiones religiosas y allí está el protagonista para negociar la calma y encarrilarlos para conseguir el objetivo. En una comedia amable, el director delineó de manera esquemática cada personaje, privándolos de tener un vuelo propio más creativo. La historia tiene gags, ritmo, pero también baches, situaciones y actuaciones previsibles que no resultan atractivos. Recorre los lineamentos generales que debe tener un film de este género con la simple misión de entretener desde un lugar provocativo, pero sin poner en tela de juicio las actitudes y acciones de los creyentes. Con un relato liviano el director intenta demostrar que la convivencia puede ser pacífica, pese a los pensamientos y sentimientos tan diametralmente antagónicos.
MISIÓN DIVINA A la nueva directora de la compañía le apasionan tanto los desafíos como imponer su autoridad frente a los jefes de cada departamento. Por eso mismo acomoda las palabras de Nicolás Lejeune, encargado de Demanche Música, y determina que el chiste sobre llenar el Olympia con un artista revelación en seis meses se torne el ticket de continuidad laboral del productor; de lo contrario deberá dejar el puesto. Ni la proliferación de aspirantes ni los videos online o cds enviados al estudio poseen el atractivo adecuado para volverse un producto eficaz, sino más bien un conjunto de apologías al sexo y a los miembros viriles desde diferentes ángulos. Frente a tal estado de turbación, la respuesta se presenta como un designio milagroso: crear una banda compuesta por un cura, un rabino y un imán para demostrar la tolerancia religiosa y social así como también reivindicar el lazo entre la sociedad y sus creencias. Dios los cría y ellos… trabaja los dos momentos que debe atravesar Nicolás junto a su asistente Sabrina para cumplir el objetivo. El primero enfocado en la búsqueda de los artistas a través de la investigación por la web, las escuchas de los materiales o las visitas a bares, iglesias y demás espacios para encontrar a los candidatos ideales, los pactos para que cada uno acceda, los contratos y los acercamientos iniciales entre los hombres y las religiones. El segundo profundiza el vínculo humano y musical de los cinco, la grabación de los videos clips plagados de clichés, la composición de temas y del hit coexistir (nombre del conjunto y título original de la película) y el contacto con el público. Es en este punto donde radica el mayor inconveniente del filme de Fabrice Eboué, quien también encarna a Nicolás. Las acciones, los gestos y los diálogos refuerzan su carácter previsible, conocido, monótono y con chistes recurrentes que ya no causan gracia como el cura que se aprovecha de los niños o los musulmanes que provocan atentados. Pero el mayor exabrupto es que los cinco personajes se convierten en caricaturas de sí mismos ya sea exaltando estereotipos de cada religión o, en el caso de Nicolás y Sabrina, desdibujándose en las perturbaciones personales de un hombre que perdió a su familia por un desliz o una mujer que se acuesta con cualquiera –incluso con aquellos que no le interesan– para no sentirse desdichada y sola. Si bien el director busca plantear una mirada esperanzada y de unidad en tiempos de violencia extrema y poca tolerancia, la película queda atorada en una exageración constante que evapora las buenas intenciones; una seguidilla de lugares comunes articulados con una canción pegadiza e historia de vida poco profundizadas como los únicos vestigios de la comedia y la idea diferente. Por Brenda Caletti @117Brenn