Los humanos son las mejores presas. En el tren de los placeres culpables, esos que se justifican más por una curiosidad morbosa que por amor hacia el cine, un film como Duelo al Sol (Beyond the Reach, 2014) de seguro ocuparía todo un vagón. Y ello se debe a la presencia del inefable Michael Douglas, un actor que continúa siendo noticia tanto fuera como dentro de la pantalla: mientras que en lo referido al primer punto no podemos olvidar que viene de ganarle una batalla al cáncer (aparentemente) y que su matrimonio con Catherine Zeta-Jones estuvo al borde del colapso (aparentemente), en el segundo apartado tenemos que sopesar los típicos desniveles que caracterizaron a la carrera del norteamericano a lo largo de seis décadas de lo más variadas. La película en cuestión se ubica en un punto intermedio -a nivel cualitativo- entre convites freaks y muy loables como La Traición (Haywire, 2011) y Behind the Candelabra (2013), ambas dirigidas por el genial Steven Soderbergh, y propuestas impresentables en la línea de Último Viaje a Las Vegas (Last Vegas, 2013) y Juntos… pero no tanto (And So It Goes, 2014). Sin llegar al desastre aunque también lejos de un desarrollo inteligente, la obra es una reformulación poco imaginativa del tópico de la cacería humana, patentado en materia cinematográfica por El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932) y popularizado por las eficaces Hard Target (1993) y Juego de Supervivencia (Surviving the Game, 1994). Una vez más nos encontramos con un pobre tipo, el baqueano Ben (Jeremy Irvine), que por unos morlacos acepta acompañar al sádico John Madec (Michael Douglas) a través del Desierto de Mojave para matar a un musmón, una suerte de carnero salvaje en estado de conservación. El ardid que detona el juego del gato y el ratón es la muerte accidental de Charlie (Martin Palmer), un ermitaño amigo de Ben, a manos de Madec: ante la imposibilidad de chantajear al susodicho o comprar su silencio, el testarudo muchacho es obligado a caminar indefectiblemente hasta morir. Así las cosas, Madec sigue con ahínco a Ben para asegurarse de que se cumpla su plan, algo que por supuesto no será tan sencillo. Si bien la trama está basada en una novela de Robb White, férreo colaborador del héroe de la clase B William Castle, y prometía un escapismo de primera categoría, lamentablemente el opus nunca logra destacarse de la media hollywoodense actual debido al lastimoso desempeño de Irvine (el joven no cuenta con la experiencia suficiente) y la repetición del artilugio narrativo de los “regalitos/ ayuda” que dejó Charlie en distintos lugares del terreno marchito (como si se tratase de un videojuego, son los principales recursos del guión para alargarle la vida a Ben). Si sumamos la inoperancia del realizador Jean-Baptiste Léonetti, sólo nos queda Michael y su sonrisa de sociópata, la única excusa del film en su conjunto…
Duelo al sol es una película fallida, pero pasatista a pesar de todo. La primera mitad es muy buena ya que contiene una gran dosis de suspenso que logra enganchar al espectador, pero lentamente comienza a desbarrancar cuando el relato comienza a tornarse...
Dos hombres en el desierto La nueva propuesta de Lionsgate sigue el curso de la productora en la realización de films de acción de antaño. Esta vez la figura rescatada es Michael Douglas (también productor) quién queda solo en el desierto a merced de Jeremy Irvine, en el legendario juego de cazador y presa. Con esta idea mínima pero con una sólida dirección que le brinda pulso y garra al relato, Duelo al sol (Beyond the reach, 2014) es un buen exponente de género que mantiene la tensión de principio a fin. Ben (Jeremy Irvine) vive con su novia en el desolado terreno de Texas. Ella deja el pueblo para ir a la universidad, mientras que él no se anima a dejar sus orígenes. En el ínterin a Ben le surge un trabajo: acompañar al millonario Madec (Michael Douglas) a cazar un carnero a las aisladas y legendarias montañas rocosas. Paisaje de western si los hay, en el que los personajes pasan un día y una noche sin nunca llevarse bien. A la mañana siguiente ocurre la tragedia: algo sale mal y el hombre adinerado asume el mando, plantándole la culpa del hecho a su empleado. Este logra escapar pero el poderoso lo sigue al acecho en una batalla de uno contra otro, el bien contra el mal. Duelo al sol recurre a temas primitivos como la supervivencia del más astuto. El juego de gato y ratón (cazador y cazado) se apodera rápidamente de una narración simple, potente y efectiva. La idea es mínima (dos hombres en el desierto) pero su funcionamiento se debe al virtuosismo que trae consigo. Primero del director, que busca planos, angulaciones y movimientos de cámara interesantes, con un montaje que impone vertiginosidad minuto a minuto. El otro punto a favor lo tienen los protagonistas, cuya presencia acaparan la atención de cada escena. Douglas es una versión tejana de su Gordon Greco de Wall Street (1987), villano y despiadado para con su compañero-enemigo. Jeremy Irvine le pone el cuerpo –literalmente- a la película en cada escena, mostrando la hostilidad de su contrincante y del árido clima del desierto. El film dirigido por Jean-Baptiste Léonetti y basado en la novela de Robb White, demuestra que muchas veces el cine no tiene que ver con épocas, estilo o tendencias para ser bien recibido sino que, con una cuidada elaboración y una potente construcción dramática de su propuesta, alcanza para hacer una muy buena película.
Desierto asesino El título de este thriller de persecución nos remite rápidamente al western clásico dirigido por King Vidor en 1946 en el que Jennifer Jones y Gregory Peck protagonizaban un final memorable con mucho sudor y lágrimas en medio del desierto. Salvando las distancias, tanto temporales como de calidad cinematográfica, aquí también dos personajes se las verán y se las desearán para sobrevivir en el páramo hostil. Ben (Jeremy Irvine) es un experto rastreador que opera en el desierto de Mojave, situado entre Utah y Carolina del Sur. Allí se dedica a cooperar con la policía para guiar a los turistas que visitan el lugar para practicar la caza mayor. Uno de estos visitantes es Madec (Michael Douglas, el único actor que aparece en el film que parece profesional), un magnate que colecciona trofeos de caza. Madec contrata a Ben para que le acompañe en el tramo más extenuante del desierto trufado de extensos valles (entre ellos el llamado Valle de la muerte) con el objetivo de dar caza a un codiciado tipo de carnero. Pero cuando parece que están a punto de alcanzar su presa todo se tuerce y lo que parecía pan comido se convierte en una auténtica pesadilla para ambos. Aquí no desvelaremos las circunstancias en las que se ven envueltos, pero vaya por delante que su peripecia se convertirá en un macabro juego del gato y el ratón (más parecido a un capítulo de la serie de dibujos animados Tom y Jerry), donde la caza animal mutará en caza humana. El último trabajo y primero en Norteamérica del director francés Jean-Baptiste Léonetti (Carré Blanc), está basado en una obra del escritor especializado en novelas de terror Robb White (autor entre otros de los guiones de Mansión siniestra y El aguijón de la muerte, dirigidas por William Castle en la década de los sesenta). La novela se titula Death Watch, y ya conoció una adaptación para la televisión en 1974. Aunque la película está bien filmada y aprovecha al máximo lo escaso de los recursos que te puede ofrecer una geografía tan extrema, lo cierto es que el guión hace aguas por todos lados. La situación detonante de la acción no es nada creíble, y muchos de los sucesos acaecidos a partir de entonces no se sostienen por sí solos. Si te paras a pensar un momento te das cuenta de la cantidad de incoherencias que salpican el relato, aunque buscar estos errores también puede ser un buen pasatiempo mientras atendemos a lo que se nos quiere explicar de mala manera. Eso sí, el final es tan descabellado que vale la pena esperar para echarte unas buenas carcajadas. Michael Douglas, a quien suponemos que no le deben de llover los papeles aunque le hayamos podido ver en la reciente Ant Man: el hombre hormiga, hace lo posible por darle un poco de vida a su personaje, pero los pobres y mínimos diálogos y lo previsible del desarrollo argumental no juegan para nada a su favor. Parece que todos los que han tenido algo que ver en la producción de la película hayan sido afectados por un golpe de calor propio del lugar, porque si no no se acaba de entender tal descalabro.
Gordon Gekko sale de cacería Michael Douglas llegó a un momento de su carrera en el que su sola presencia en pantalla aporta el peso dramático para volver cada una de sus escenas al menos entretenida. En este caso, el veterano actor y productor parece haber tomado a uno de sus personajes más famosos, el Gordon Gekko de Wall Street, para volverlo una especie de caricatura de sí mismo. Otra vez interpreta a un millonario arrogante y obsesionado con su poder de dominación, aunque esta vez lo aplique de manera más física que psicológica. El hombre es un cazador inescrupuloso que en el tiempo que le dejan libres las negociaciones para vender su negocio a los chinos decide salir a matar animales con la ayuda de un joven guía que se transformará en su presa. Un enfrentamiento entre David y Goliat muy entretenido, aunque sea tan literal para incluir una honda como el arma del indefenso blanco humano.
Duelo al sol es una gran oportunidad para disfrutar a Michael Douglas en una de las mejores interpretaciones que brindó en los últimos años. Este es un proyecto independiente que gestó como productor donde revivió en Hollwood una obra de Robb White, uno de los escritores de literatura juvenil más populares que hubo en la primera mitad del siglo 20. Muchos de sus libros, concebidos para un público adolescente, como esta historia, presentaban relatos de suspenso y acción que en su momento llegaron a ser muy exitosos como ocurre hoy con sagas literarias como The Maze Runner. Lamentablemente con el paso del tiempo White quedó en el olvido debido a que sus libros dejaron de imprimirse a partir de los años ´80 y en la actualidad sólo se consiguen en internet. Por ese motivo este artista quedó más en el recuerdo por su labor en el cine, donde brindó colaboraciones memorables junto al maestro del terror, William Castle. Robb White fue responsable de escribir algunos de los filmes más importantes del director como Macabre, 13 fantasmas, The Tingler y Mansión siniestra. En Deathwatch (1972), que es la fuente en la que se basó Duelo al sol, brindó un muy buen thriller que estaba construido con la tensión que se generaba entre los dos protagonistas a lo largo del relato. Michael Douglas delegó la dirección de esta película en el francés Jean-Baptiste Léonetti, quien no tenía antecedentes en Hollywood y supo capturar muy bien el concepto de la novela. El film es un thriller decente que se sostiene principalmente con las interpretaciones de Douglas y Jeremine Irvine (Caballo de guerra). Aunque esta producción no haya tenido gran difusión, el millonario psicópata John Madden quedará en el recuerdo entre los mejores villanos que compuso Michael Douglas junto con Gordon Gekko, de Wall Street. Ese es el principal gancho de este estreno y el motivo por el que vale la pena darle una oportunidad a esta propuesta. Como ocurría con la novela original la trama se nutría muchísimo del western y esto tampoco pasó desapercibido en la narración del director francés. Duelo al sol no es una obra maestra del género ni quedará en el recuerdo entre los mejores estrenos del año, pero ofrece un thriller decente que consigue ser muy entretenido. La película claramente no tenía mayores aspiraciones que brindar un buen pasatiempo con una propuesta de este género y en ese sentido el proyecto de Michael Douglas cumplió su objetivo.
En Duelo al Sol, un trabajo de rutina en pleno desierto de Mojave entre un explorador y un magnate, termina con una peligrosa persecución al mejor estilo gato y el ratón. No hay donde esconderse Ben es un perfecto explorador en la inmensidad del desierto de Mojave. Todo parece indicar que será un trabajo más cuando debe acompañar al multimillonario y excéntrico Medec a cazar en aquellas áridas tierras, donde es casi imposible esconderse del sol. Pero tras un accidente que lo deja en jaque, Medec no está dispuesto a perder su fama y fortuna. Acostumbrado a salirse con la suya, empezará a cazar al propio Ben con tal no dejar testigos y salir impune. Cuando calienta el sol… Duelo al Sol (Beyond the Reach en su nombre original) es la clásica película de persecución estilo gato y ratón, donde el primero tiene poderío por sobre el segundo, pero el segundo tiene ingenio y, en este caso, conocimiento perfecto del lugar donde se encuentran, aunque de todas formas no evita ser perseguido y sufrir del agobiante calor. El francés Jean – Baptiste Léeonetti por desgracia no le busca una vuelta de tuerca a la hora de filmar a estos hombres persiguiéndose, así que no esperen ver alucinaciones debidas al constante sol, o el desierto filmado de forma poco convencional (como vimos este año en Mad Max y sus colores brillantes). No, todo va a ser bastante estándar, y si no fuera por el conocimiento previo que tiene el espectador sobre el lugar, no sentiríamos ni calor, ni agotamiento, ni deshidratación, ni frio en las escenas de noche. El guionista Stephen Susco tampoco parece haberse roto demasiado la cabeza a la hora de buscarle alguna vuelta de tuerca a la historia (que esta basada en una novela, la cual no leí), así que tampoco busquen giros sorprendentes en la trama, o revelaciones trascendentes por parte de los personajes; solo veremos a Michael Douglas haciendo de una especie de Gordon Gekko en Wall Street, ya entrado en años y que se dedica a salirse con las suyas siempre que puede a base de sobornar gente. Y hablando de los actores, Douglas hace su papel de taquito, no solo porque no es demasiado complejo el personaje que le tocó, sino porque es un calco de una de las interpretaciones más reconocidas en su carrera. Es una lástima que a nivel guión no tenga mucho de donde escarbar, ya que tampoco ayuda que su compañero de elenco no ofrezca demasiado como para armar un duelo interpretativo más que el literal duelo al sol al que hace referencia el título de la película. Poco queda para rescatar cuando nos damos cuenta que en todos los apartados la película cumple sin más, y no se ve ni un mínimo de personalidad en ninguna de todas las partes en las que debe cumplir un film para ser recomendado. Conclusión Duelo al Sol es una película mediocre; es decir, ni buena ni mala, sino intrascendente, de esas que si uno la ve sé la olvida a los días y con el paso del tiempo ni nos vamos a acordar del nombre. Es una pena ver a Douglas en este tipo de proyectos, cuando ya demostró que hasta haciendo tanques pochocleros como Ant-Man puede aportar desde la experiencia, pero en esta ocasión poco puede hacer su nombre a una película tan plana.
Douglas, maníaco asesino Empieza bien, pero el suspenso se va diluyendo por las poco creíbles situaciones que se plantean. La premiada novela Deathwatch (1972), de Robb White, plantea una historia atractiva para ser filmada: un enfrentamiento a muerte entre dos hombres en el desierto del sur estadounidense, ese paisaje que mostró todas sus posibilidades dramáticas en tantos westerns y en esa obra maestra llamada Breaking Bad. Deathwatch fue adaptada para el telefilme Salvajes, en 1974, y ahora, cuatro décadas más tarde, llega este Duelo al sol, protagonizada -y también producida- por Michael Douglas, y dirigida por el francés Jean-Baptiste Léonetti, en lo que es su segundo largometraje y su primera incursión en una producción hollywodense. El punto de partida es cautivante: un millonario cazador contrata a un joven baqueano para que lo guíe por el desierto un busca de una rara especie de carnero salvaje. Pero algo sale mal a poco de empezada la aventura, y el guía se convierte en la presa. Será una lucha desigual, en que la pericia y la inteligencia del joven se medirán contra los recursos tecnológicos (arma, camioneta 6x6) y la crueldad del veterano. Hasta ahí, una atrapante trama de duelo ambientada en un escenario magnífico. Pero a medida que van transcurriendo los minutos, el guión exige que el espectador realice una suspensión de la incredulidad cada vez mayor, hasta sobrepasar todos los límites de la buena voluntad. Uno de los grandes problemas es el personaje de Douglas, que se parece demasiado a los villanos del Batman de Adam West: explica detalladamente el porqué de sus maquiavélicas acciones antes de ejecutarlas, a la vez que siempre le deja un resquicio de escape a su víctima. Está obligado: si no hiciera lo primero, no entenderíamos los motivos de su comportamiento, tan sádico como incoherente. Y si no hiciera lo segundo, la película se terminaría demasiado rápido, sin alcanzar los 90 minutos estándar requeridos. El tema es que se intenta dotar de lógica a un comportamiento que no puede tenerla: quizás hubiera sido más creíble plantear al personaje como un maníaco asesino, y punto.
Cacería humana en el desierto Desde que alcanzó cierta notoriedad con la serie Las calles de San Francisco, Michael Douglas construyó una carrera en el cine llena de altibajos, con éxitos notables como Atracción fatal, Wall Street, Un día de furia, varias películas olvidables y en los últimos años, un puñado de títulos en donde ofrecía otras facetas de interpretación como Traffic, El rey de California y sobre todo el notable telefilm Behind the Candelabra. Sin embargo y más allá del desempeño correcto que tuvo en El hombre hormiga, con Duelo al sol el actor regresa a terreno seguro con un personaje malvado, poderoso y canchero, terreno en donde el bueno de Michael se siente seguro, una faena de taquito. El segundo film del francés Jean-Baptiste Léonetti -exportado a los Estados Unidos luego de que alguien en Hollywood considerara que valía el esfuerzo tras la soporífera ópera prima Carré blanc- , se asienta en el tópico es la cacería humana y ahí está Madec (Douglas), un hombre de negocios acostumbrado a lograr lo que quiere, que llega a un pueblito en los márgenes del desierto de Mojave con los permisos que lo habilitan, fuera de temporada, a cazar un bicho de la zona. Pero para hacerlo, necesita un guía y ahí aparece Ben (Jeremy Irvine), un personaje que carga la doble pena de no haber podido retener a su novia Laina (Hanna Mangan Lawrence) que se fue a estudiar a la ciudad y además, perdió a su familia en el duro e inhóspito desierto, al que sin embargo y paradójicamente, el muchacho ama sin dobleces. Por supuesto, las diferencias entre ambos se van exacerbando durante la excursión (con un Michael Douglas en plan de villano desatado) hasta que rápidamente ocurre un accidente que muestra de qué está hecho cada uno y cómo van a comportarse. Lo que sigue es el juego del gato y el ratón, la supervivencia, el ingenio y la lucha desigual. La idea podría haber dado para construir un thriller tenso, en una locación soñada, con un veterano taquillero y un galán en ascenso, con menos se han hecho algunas películas entretenidas y hasta respetables. No es el caso de Duelo al sol, que con poco hace poco, que al final parece tomar conciencia de su mediocridad y en un intento que parece (es) desesperado, recurre a un final tan imprevisto como inverosímil pero eso si, desopilante.
Otra típica historia de cacería humana El título local de Beyond the reach es Duelo al sol, pero bien podría ser “Gordon Gekko se va de vacaciones”. Esto no sólo porque tanto el emblemático personaje de Wall Street (1987) y Wall Street 2: El dinero nunca duerme (2010) como el protagonista de este film tienen el rostro arrugado del otrora reputado Michael Douglas, sino también porque ambos rigen sus vidas por la entronización del lucro, la ambición, la avaricia y cierta tendencia a considerarse con luz verde para disponer a libre voluntad de quienes los rodean. Claro que Gekko era, aun con las vociferaciones y devaneos ideológicos propios de toda la filmografía de Oliver Stone, un hombre preveniente de un marco social, cultural y político determinados, lo que lo convirtió en emblema de su tiempo. Este, en cambio, parece venir e ir desde y hacia la nada, síntoma de una película cuyos personajes está limitados a los mandatos de su historia, una típica cacería humana.El problema del carácter extemporáneo es la imposibilidad de establecer cualquier vínculo con personajes hechos a pura contraposición. Así, todo lo que en el empresario Madec (Douglas) es soberbia, locuacidad, suficiencia y ostentación (“Es la única en América”, dice sobre su camioneta con ¡seis! ruedas), en el baqueano Ben es silencio, misterio y, claro está, un poco de sensibilidad. La idea de opuestos se patentiza apenas se conocen, justo antes de partir rumbo al desierto de Nuevo México después de que el primero contratara al segundo para que lo guíe en busca de un carnero protegido. Más pronto que tarde las cosas salen mal, y la tensa relación empleado-empleador deviene en un juego de gato y ratón que Léonetti muestra con vértigo y aplomo, ayudado, claro está, por la distópica geografía de Mojave.Tal como ocurrió la semana pasada con Ricki and the Flash y la presencia de Meryl Streep, la razón principal para el lanzamiento local de Duelo al sol hay que buscarla en un actor conocido por gran parte del público como Douglas. Exponente clase B como los que ya no se estrenan y con una narración que de tan directa, concisa y concentrada resulta anacrónica para los bombásticos parámetros mainstream actuales, el film se reducirá a una persecución por el desierto, con el pobre de Ben corriendo de un lado para otro y Madec esperando el momento justo para agujerearle la cabeza de un balazo. Momento que se dilata no tanto por méritos del perseguido como por artilugios de un guión demasiado forzado que incluye, entre otros, el hallazgo de un mapa, una gomera y bidones de aguas enterrados en pleno desierto.
Cazador cazado Tenemos al desierto, tenemos al sol, tenemos el calor, no tenemos agua, pero sí tenemos a Michael Douglas. Claro, el inconveniente es si además Douglas nos persigue con su rifle en una camioneta todo terreno esperando el momento en que caigamos rendidos de cansancio bajo el solitario páramo de Nuevo México. Esa es la premisa de Duelo al sol (Beyond the Reach), la nueva película del novato director francés Jean-Baptiste Léonetti (Carré blanc) y con la cual desembarca en Hollywood a lo grande con un film de suspenso que no da respiro ni un momento. Pero vamos a aclarar los puntos: la película cumple con creces al momento de entretener y de mantenernos expectantes a cada nuevo paso de los protagonistas, pero cierto es que muchísima de esta responsabilidad cae bajo el manto de un casi terrorífico Michael Douglas (The Game, Basic Instinct) interpretando a un soberbio millonario que pretende ocultar un crimen accidental, y poca de esta responsabilidad cae en la labor del inexperto director francés que para ser justos culmina brindando un producto final que por momentos se asemeja más a un film clase B debido a su falta de tacto ante encuadres básicos y ciertas circunstancias mal resueltas desde el vamos. Ciertamente Duelo al sol podría haber dado mucho más de si bajo el mando de un director más experimentado y respetuoso ante un argumento tan bien logrado, pero aun así consigue dar riendas sueltas al amargo sabor del suspenso y el drama, saliendo victorioso por gran margen. Esta es sin dudas una de las mejores opciones entre la gran variedad de films estrenados esta semana y difícilmente consiga decepcionar a alguno.
Un bodrio con dos actores que son todavía más insignificantes frente a un territorio cinematográficamente sublime que apenas luce un poco. Una simpática mención casi humorística sobre Wall-E y un par de panorámicas prepotentes aunque visualmente atractivas del desierto californiano constituyen lo único redimible de esta película de cacería pletórica de testosterona. Michael Douglas es poderoso y malísimo; una hiena capitalista que hace negocios con China. Jeremy Irvine es bueno, muy bueno; un átomo dócil del sistema, pero corajudo. ¿Es Duelo al sol acaso un capítulo puramente sádico y macho de El Coyote y el Correcaminos? En la hora completa durante la cual este filme tiene lugar en el desierto de Mojave, todo se circunscribe a una acción y un objetivo: perseguir y después matar. Pero Chuck Jones con sus divertidos seres animados, que no eran otra cosa que una parodia de Tom y Jerry, encontraba uno o dos matices que, al lado de este filme inanimado con actores de carne y hueso, resulta de una riqueza dramática inconmensurable. O quizás el relato es una distracción y nada más se trata de una publicidad de vehículos 4X4 y de los últimos modelos de escopetas. Nunca se sabe. La ideología es exhibicionista. Después de una pesadilla, el personaje de Irvine se despide de su novia. Vivían juntos en el medio de la nada. Ella empieza la universidad, él elige quedarse en donde vive. Tiene sus motivos, y un flashback espantoso lo explicará rápido para que no existan dudas. Ben, recordémoslo, es bueno, muy bueno. Y John, muy malo. Un millonario que trabaja en seguros y cuya nueva zona para conquistar económicamente es China. ¿Por qué se encuentran? Simplemente porque John quiere cazar en una zona peligrosa del desierto y Ben es el guía perfecto. ¿Qué los enfrentará o por qué, en vez de disparar contra los animales, en cierto momento John apuntará al joven? Un accidente, solamente, pero con consecuencias legales. De ahí en más la persecución dominará la escena. Casi hasta el final, porque el presunto ingenio del guión propone un giro (in)esperado. El cine no puede trabajar sin estereotipos, porque estos son un pasaje directo a lo universal. La jerarquía de un director se verifica en el modo en que se distancia de los estereotipos y singulariza a sus personajes. He aquí un filme que es en sí mismo un estereotipo, incluso un estereotipo del estereotipo. Grado cero del argumento y la puesta en escena: hasta las quemaduras de sol en la cara de un protagonista remiten a un curso de maquillaje. ¿Y qué decir de la honda, esa arma pretérita, capaz de imponerse al fuego de un rifle supersónico? Otro estereotipo: la seducción de lo primitivo, la ineficacia de la tecnología moderna.
Se le escapó la tortuga Ya es el segundo estreno de la semana donde veo una historia que arranca bien, con perspectivas sólidas, para terminar derrumbándose a medida que se acerca a su final: ocurre con El gran secuestro de Mr. Heineken y también con Duelo al sol, de la que me ocupo aquí. ¿Tan difícil es sostener el ritmo y el foco narrativo a lo largo de noventa minutos? Parece que sí, que no es simple, que esa combinación mínimamente fluida entre los distintos elementos de una película -guión, dirección, actuaciones, etcétera- no la logra cualquiera. Es cierto que El gran secuestro de Mr. Heineken tenía aunque sea como excusa el abordar una historia con una gran cantidad de personajes, temáticas y posibles líneas narrativas. No es el caso de Duelo al sol, que tiene en esencia un planteo simple: el enfrentamiento entre dos hombres en el medio del desierto del Mojave. Más precisamente, lo que se pone en escena es cómo un joven guía, Ben (Jeremy Irvine), lleva de caza a Madec (Michael Douglas), un ricachón bastante presumido -con su jeep, su rifle, la comida que se prepara, etcétera-. Habrá un accidente, una persona muerta y Madec, que está en el medio de un decisivo trato de negocios, tratará de tapar todo. Y claro, el único cabo suelto es Ben. Durante la primera media hora, el director Jean-Baptiste Léonetti lleva con mano firme la historia, aprovechando la simplicidad de la premisa, aunque se le empieza a notar cierta torpeza cuando quiere evidenciar otras capas de conflicto en los personajes, en especial con Ben, quien atraviesa una crisis con su pareja, que está por irse a estudiar lejos, abandonándolo. Pero cuando el choque central queda planteado, a Duelo el sol le empieza a jugar en contra lo que antes le jugaba a favor -es decir, la sencillez de su propuesta- y se le van acabando las ideas, con lo que entra en un estancamiento y forzamiento de las situaciones, dando la impresión de que está estirando lo que calzaba mejor con un mediometraje. Pero lo peor llega con los minutos finales, cuando Duelo al sol debe arribar a una solución para sus conflictos y, en vez de tomar caminos mínimamente inteligentes y complejos, que escenifiquen apropiadamente el antagonismo entre clases, da varias vueltas de tuerca totalmente arbitrarias, para llegar a una secuencia de clausura que es el colmo de lo efectista y aún así previsible. Léonetti parece poseer ciertas herramientas atendibles como realizador pero acá se le escapa la tortuga y no llega ni de cerca a hilvanar un desarrollo óptimo.
Si separamos la paja del trigo se puede hacer mejor pan y mejores escobas, de modo que empecemos por el título arbitrario: “Duelo al sol” se llama éste estreno. Ver a Michael Douglas en el afiche con semejante rile tira por la borda el western tal como lo conocemos. El título original es un juego de palabras: “Beyond the reach” se podría traducir como más allá del alcance (del tiro del rifle, de la vista, la mira telescópica, etc), pero también como más allá del reach, refiriéndose a una franja del desierto de Mojave caracterizada por enormes extensiones de valle desértico con escasa probabilidad de vida. Tome, el futuro espectador, esto último como lo más acercado a la propuesta que se ve en pantalla. Olvídese del duelo. No hay duelo. Lo que sí hay es un hombre de negocios, cazador y millonario (Michael Douglas) en busca de cierto animal para completar su colección. Hacia allá va con Ben (Jeremy Irvine), un experto guía de esa geografía, que lo conduce hacia el objetivo luego de recibir algún soborno ante la falta de licencia. Todo transita entre miradas de desconfianza y charlas sobre quién la tiene más grande. La presa está cerca. Pero algo sale mal. Un tiro se escapa hacia el estómago de un lugareño. Ese punto de giro en la trama desnuda de inmediato las miserias humanas y pone en cuestión la moral de estos personajes, con especial foco en el empresario, individuo con escasez de vergüenza y escrúpulos. “Duelo al sol” irá mutando de temática y de género un par de veces más. Arranca como una buddy movie, luego una de supervivencia, más tarde una de David contra Goliath (con honda incluida), para definirse por un thriller de psicópata asesino. Mutación que, por cierto, no le hace nada bien al guión, mucho menos al espectador. ¿Vio que hay que separar la paja del trigo? Porque el primer tercio, y casi la mitad del segundo, tiene elementos genuinos para atraer la atención a partir de un planteo simple e intrigante que, por la construcción de personajes con el poder de pasarse la pelota de la trama a gusto y piacere, remite a aquella fenomenal “The Hitcher” (Robert Harmon, 1986), con Rutger Hauer y C.Thomas Howell. No sólo por el estilo narrativo, sino por el clima generado con la fotografía de Russell Carpenter, y la música de Dickon Hinchliffe. Luego de esto, los personajes efectivamente se encaminan más allá del alcance de sus posibilidades, así como el director va más allá del alcance del verosímil. Elige el camino más fácil para cerrar su relato que es de un convencionalismo algo decepcionante. Si se sostiene hasta el final es por el oficio y el talento del actor de “Wall Street” (1987), nada más, porque Jeremy Irvine le niega a su personaje todo lo que esté por fuera de las acciones, los diálogos y el maquillaje. Es decir, justo cuando su trabajo actoral requiere lo que pone Douglas, Irvine (por falta de experiencia tal vez) se queda sin propuestas. Sin matices. “Duelo al sol” sobrevive en la cabeza del espectador más por lo que podría haber sido que por lo que es: un producto de consumo fácil. Tal vez era ese el negocio por el cual Michael Douglas (productor también) se la pasa hablando con alguien en China durante toda la película: distribuirla allá.
Cacería en el desierto Michael Douglas reinterpreta al emblemático Gordon Gekko en un film de acción con un guión demasiado arbitrario. Hubo un momento relativamente reciente en el que Michael Douglas dejó atrás las aspiraciones de prestigio y reconocimiento para empezar a reírse de sí mismo. En Duelo al sol lo hace replicando a su emblemático Gordon Gekko ahora en plan vacacional, ya que la anécdota argumental se reduce a un millonario engreído y soberbio llamado Madec dispuesto a desembolsar todo el dinero que sea necesario con tal de cazar a un carnero al borde la extinción. Claro que lo que terminará cazando no será un animal sino a un hombre, Ben (Jeremy Irvine), un humilde baquiano de Nuevo México al que contrató para que opere como guía y rastreador. Construidos a pura contraposición, Ben y Madec se internan en las profundidades del desierto, al tiempo que empiezan a vislumbrarse las primeras tensiones de un vínculo que terminará rompiéndose definitivamente a raíz de un hecho que conviene no revelar. El film es el relato de una cacería humana narrado por Jean-Baptiste Léonetti con buen pulso y oficio, ayudado por la siempre distópica geografía desértica para acrecentar la sensación de inhospitalidad y desamparo. Los problemas de Duelo al sol aparecen cuando la anécdota se estira no tanto por la lógica propia del relato sino por artilugios de un guión demasiado forzado que incluye, entre otras cosas, mapas, agua y una gomera en medio del desierto.
“Duelo al sol” es una película que data del año pasado y el primer largometraje de un francés llamado Jean-Baptiste Léonetti. Protagonizada casi exclusivamente por Michael Douglas y Jeremy Irvine, la película es un enfrentamiento entre dos personas dispuestas a todas por salirse con la suya, sea eso tener un buen negocio económico o vivir para volver con la mujer a la que ama. Respirando mucho del cine western (esos paisajes sin dudas ayudan muchísimo a que así sea), lo cierto es que el film se toma unos largos minutos para levantar vuelo. Primero, un prólogo romántico prácticamente innecesario. Después, un conflicto que tarda en aparecer. Pero lo cierto es que cuando lo hace, el film se torna mucho más interesante y atrapante de lo que uno podría suponer. La historia es la de un cazador cazado, ese duelo al que hace referencia el título en español es un enfrentamiento en una zona hostil, que surge de un imprevisto, de algo que no sale como debería haber salido. Un accidente y dos personalidades opuestas y por lo tanto dos ideas diferentes de enfrentar ese problema deriva en un duelo intenso y sádico. Pero lo cierto es que más allá de contar con un desarrollo atractivo, en el último tramo el film vuelve a decaer y se termina encontrando con una resolución ridícula. Michael Douglas está muy bien como el hombre rico que sólo quiere tener poder, dinero y además hacer lo que se le dé la gana, es un actor de vasta experiencia por lo que eso no sorprende. Su contrapuesto, Jeremy Irvine, es en cambio joven y aún no termina de desarrollarse como actor, más allá de algunos papeles importantes siendo su debut cinematográfico en “Caballo de guerra”, y la diferencia entre ambas interpretaciones es notable. “Duelo al sol” termina resultando un film irregular, inspirada sólo en su desarrollo medio, en el cual el suspenso se apodera del relato. Si bien parte de una idea simple (dos hombres solos en el desierto en el que sólo uno puede sobrevivir), ésta podría haber sido buena, sin embargo el film no sólo se resuelve de manera poco inspirada, sino que incluso algunos detalles narrativos parecen demasiado forzados y algunos recursos cinematográficos (como ciertos zooms un poco bruscos incluso) no terminan de funcionar… y a la larga se termina sintiendo una película fallida.
Hay en la factoría Lionsgate, productora de “Duelo al sol” (USA, 2014) la intención de recuperar una narrativa clásica, con pocos personajes, y una puesta austera, para así potenciar la producción de películas basadas en verosímiles de géneros populares. En esta oportunidad, y con la clara referencia local del título que la distribuidora decidió estrenarla, Jean-Baptiste Léonetti construye un profundo ejercicio sobre la supervivencia que asombra por el gozo con el que se cuenta la historia y por la exposición de sus protagonistas a la historia. Cuando Ben (Jeremy Irvine) se sube por primera vez a la lujosa 4x4 del acaudalado Madec (Michael Douglas), nada haría suponer la espiral de violencia en la que horas después ambos se verían envueltos y en la que les tocaría la de perder. Ben, un joven que vive de acompañar, con el permiso del sheriff del lugar, a cazadores autorizados al desierto, ve como su rutina y tranquilidad es trastocada a partir de un hecho fortuito con el que Madec terminará intentando tomar el control de la situación y librarse de él. Amparado en la impunidad y en el saber que en medio de la nada, nadie podrá luego acusarlo de las atrocidades a las que someterá a Ben, “Duelo al Sol” cambia su rumbo de una tranquila sesión de cacería en medio del desierto, a una sangrienta persecución en la que los protagonistas medirán sus capacidades y habilidades para someter al otro y huir a toda costa. La elección de mostrar en una primera instancia el tenso acercamiento entre Ben y Madec, con la habilidad de éste último por intentar a toda costa obtener información del joven para luego utilizarla en su contra, plantea también la idea de poder generar una estructura clásica con la que se puede generar empatía y rechazo por los protagonistas. Luego, con detalles, zooms y también una vertiginosa edición, se presenta al tercer participante de la historia, el desierto, con su aridez y dura estructura que va a contener a los actantes. Pero también está el sol, que ilumina todo y no deja lugar para la escapatoria en la cacería mortal que Madec iniciará y en la que utilizará todos los recursos que posee disponible como manera de, también, demostrar su poderío frente al joven. El cuerpo viejo de Madec, dotado de un sinfín de gadgets comprados con dinero, intentará controlar el de Ben, quien apelará a sus recursos y conocimientos de supervivencia para escapar con vida de cada uno de los intentos del millonario por terminar con su vida. Hay espacio también para el humor, porque Léonetti busca también ese tipo de identificación en el espectador, un poco para descontracturar y liberar tensión y otro poco para desviar la atención hacia un lugar de la trama más liberador. Hay sorpresa hacia el final, pero también hay una identificación instantánea con Ben que potenciará la necesidad de que en la trama finalmente sea liberado de la carrera contra la muerte en la que se ve envuelto sin quererlo. Michael Douglas y Jeremy Irvine están a la altura de la propuesta, un filme efectivo que posee una clara intención narrativa y cumple con las premisas de entretenimiento que promete desde la primera escena.
¿Mad Max? ¡Mad Madec! Jean-Baptiste Léonetti es un director francés con un prontuario bastante escaso, que acaba de lanzarse al cine hollywoodense con un thriller protagonizado por Michael Douglas y Jeremy Irvine. Un adinerado empresario contrata una excursión de cacería en pleno desierto de Mojave. Su guía es el joven y tímido Ben, un chico que se conoce todos los rincones de la zona. Tan ansioso está Madec por cazar su primera presa, que accidentalmente dispara y mata a un lugareño. Ni lerdo ni perezoso, el tipo se ensaña con un plan por culpar a la única persona que fue testigo de lo ocurrido, convirtiendo el “paseo” en un total infierno (y no lo digo por el calor). Armados con una camioneta que bien podría tratarse de uno de los Transformers de Michael Bay, bajo un sol ardiente durante el día y un frío calador durante la noche, Madec y Ben comienzan un juego de gato-ratón en medio de los escasos recursos que provee el desierto. Negado rotundamente a llegar a un acuerdo con ese viejo loco, Ben intenta escaparle a la posibilidad de que lo acusen de asesino, pero su “cliente” toma el mando de las armas, la ropa, el agua y todo lo que es de extrema utilidad para sobrevivir ante un ambiente tan hostil como lo es el hogar del Coyote y el Correcaminos. duelo_al_sol_loco_x_el_cine_1 Muy poco diálogo, buenas mezclas de sonido, un villano-por momentos- oxidado y un guión que tranquilamente podría ser real. Sin embargo, lo bueno se topa con alguna que otra situación prácticamente imposible para seres humanos comunes que se enfrentan a las fauces de un sol abrasador (teléfono para el departamento de maquillaje). No hay mucho que decir de esta persecución nacida por puro capricho del destino, donde Michael Douglas se convierte en una suerte de Cruella de Vil y Jeremy Irvine en uno de sus preciados cachorros dálmata. Un hombre acostumbrado a los negocios de alto alcance económico que se aprovecha de la poca experiencia de un veinteañero que necesita dinero para salir adelante, intentando zafar de los barrotes con sus millones de dólares. Lo que no sabe es que el pibe que tiene enfrente es un humilde, pero muy inteligente servidor que no cederá porque sí a convertirse en víctima ni victimario de nadie. duelo_al_sol_loco_x_el_cine_2 El mayor problema de la película, aunque tampoco estamos hablando del éxito del año, deviene con el final; ahí se torna todo un poco raro, a comparación de lo que veníamos viendo. Es cierto que los hombres con mucho poder suelen salirse con la suya y dejar en el camino a más de uno con tal de escalar alto. A la hora de mostrar debilidades, sorprenden con las reacciones que experimentan. Reacciones que la mayoría de las veces tienen que ver con un pasado oscuro. Pero ya estaríamos utilizando palabras mayores, porque el malo del film es bastante caricaturesco y lo que menos genera es incomodidad, rechazo o miedo. Seguramente la novela de Robb White en la que se basa este guión de Stephen Susco, “Deathwatch”, tuvo muchísima más aceptación en la década del 70, cuando fue publicada. Y es que en ese entonces lo “western” estaba al día y en complicidad con el público del momento, hecho que hoy no es tan común. En conclusión, recomiendo probar con el libro y luego ver “Duelo al sol” (Beyond the Reach, 2014), en orden de tener una visión más completa de la psicología de los personajes, un detalle importante que no puede plasmarse en tan sólo 91 minutos. Michael Douglas y Glenn Close, los hermanos sean unidos (¿?).
Poderoso caballero es Don Dinero Los paisajes y personajes de “Beyond the reach” tienen muchas similitudes con “No es país para los débiles” de los hermanos Coen: una atmósfera crepuscularmente decadente, poblados al borde de la extinción en medio del desierto, sheriff envejecidos, impotentes y desencantados. También la situación de los jóvenes que emigran para estudiar y buscar otros horizontes o los que eligen quedarse a sobrevivir con el oficio de baqueano y cazador, en permanente duelo con la hostilidad del terreno. El joven Ben (Jeremy Irvine) es de estos últimos y precisamente el film se inicia cuando despierta de una pesadilla en la que corre, escapando de algo. Lo primero que percibimos es ese jadeo traspasado de cansancio y adrenalina; luego suena el teléfono con el pedido de su jefe, porque se ha presentado un nuevo trabajo que promete ser bien pago: guiar en el desierto a un cazador adinerado que busca distraerse de sus negocios internacionales persiguiendo ganado silvestre. —¿Osos o venados? -pregunta Ben rutinariamente, al iniciar la entrevista con su flamante cliente y el otro contesta: —Cimarrón... (justo la especie más escasa y protegida, la más autóctona). Entonces, el joven le pide las autorizaciones pertinentes, pero un cruce de miradas con su jefe le basta para inducir que previamente ya han acordado allanar todo tipo de dificultades legales. No del todo convencido y bastante contrariado, el joven Ben sube a la poderosa camioneta de seis ruedas equipada como un hotel cinco estrellas y cargada de municiones para el poderoso rifle de Madec, el personaje encarnado por Michael Douglas. A poco de andar, un suceso inesperado, aunque provocado por la incontinencia del precipitado cazador, imprime un giro de sucesos que tuercen lo que había comenzado como una costosa y caprichosa distracción para convertirlo en un despiadado y desigual enfrentamiento de gato y ratón. El juego está servido Esta es una película donde el espectacular paisaje del desierto tiene un enorme protagonismo, con valiosos antecedentes en la historia del cine, que ha sabido registrar tanto su inhospitalidad como sus posibilidades infinitas. En este punto, difícilmente uno puede dejar de pensar en los westerns de John Ford, con su homenaje al desierto americano, la quintaesencia del Lejano Oeste. Léonetti es consciente de esa marca registrada en los orígenes y aunque por momentos no muestra gran experiencia respecto de dónde colocar la cámara (la escena donde el joven se esconde tras la camioneta, no tiene mucha coherencia espacial); en general, cada plano rinde un homenaje a ese legendario paisaje tan propicio para la aventura. Michael Douglas, el veterano actor y productor, hace una caricatura esperpéntica de uno de sus personajes más famosos, el Gordon Gekko de Wall Street, agregando sadismo y crueldad al perfil de millonario obsesionado con su poder de dominación. El cazador inescrupuloso que en plena cacería se hace un tiempo para seguir con su teléfono satelital complicadas negociaciones internacionales. Su cínica frialdad y permanente malhumor lo definen como un villano plano despojado de toda ética rechazada por su culto al capitalismo salvaje de sus negocios. Madec es capaz de alternar un acuerdo pendiente con los chinos, mientras persigue a su presa humana como si fuera un animal. Su accionar es reiterativo: cuando no puede sobornar, busca destruir con todo su arsenal a mano en un círculo que estira la anécdota minimalista de una persecución implacable, donde el parco actor Jeremy Irvine se limita a esquivar como puede los embates. Construidos a pura contraposición, Ben y Madec se internan en las profundidades del desierto reviviendo la lucha de David y Goliat, en un enfrentamiento que resulta entretenido, con pequeños y breves destellos en que suceden cosas interesantes. El gran defecto del film es su remate con doble final que lo hibrida con el género de horror, cuando sobraba con la metáfora social del primer desenlace.