Cuando una película recibe un nombre de estreno ridículo, su secuela suele estar condenada al mismo papelón. Así que ahora llega la secuela de Duro de cuidar (The Hitman’s Bodyguard, 2017) llamada Duro de cuidar 2 (The Hitman’s Wife’s Bodyguard, 2021). El esquema de aumento de la apuesta típico de las secuelas se repite aquí. Sumar personajes para multiplicar los chistes y las escenas de acción. Traumado y sin licencia, el guardaespaldas Michael Bryce (Ryan Reynolds) decide tomarse un sabático para abandonar la violencia y encontrar paz interior. Pero la esposa del asesino a sueldo Darius Kincaid (Samuel L. Jackson), Sonia (Salma Hayek) recurre a Michael para que juntos rescaten a Darius. Sonia resulta ser una asesina salvaje y desaforada, lo que abre un abanico de chistes que no por obvios dejan de ser graciosos. La película arranca con fuerza, pero la energía no resiste hasta el final. Cuando empieza a dar vueltas el guión para sorprender, logra el efecto contrario. Nadie quiere un buen guión de intrigas, solo una buena comedia de acción. Los actores son graciosos y la comedia funciona. Cada minuto de seriedad, por el contrario, es una pérdida de tiempo. El resultado es desparejo y algo decepcionante, aunque las risas que consigue que no son pocas y son genuinas.
EL CINE QUE NECESITAMOS En 2017 Duro de cuidar resultó una grata sorpresa. Era una película de acción con espíritu lúdico, que se animaba a transitar el camino de la comedia sin desbalancear ambos universos: se sabe, las comedias de acción requieren de un timing especial porque, si no, no terminan siendo comedias ni terminan siendo de acción. Y fue una sorpresa porque, además, nadie esperaba que el discreto Patrick Hughes estuviera capacitado para unir ambas cosas, los tiros y los chistes, con gracia. Ya había abollado el concepto de Los indestructibles en una tercera entrega fallida y uno no esperaba demasiado de su parte. Duro de cuidar funcionaba, en principio porque la química entre Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson era buenísima, pero sobre todo porque Hughes sabía combinar los ingredientes. En definitiva, era un cine químico, una fórmula aplicada a la perfección. Kiss kiss, bang bang. La química vuelve a funcionar en Duro de cuidar 2 (ya el título que le pusieron por acá ha perdido todo sentido). Y vuelve a funcionar tanto que esto más que una película es una bomba que explota en la cara del espectador y lo lleva de las narices por un mundo sin sentido que es absolutamente desquiciado y feliz. Muy feliz. Es una de las películas más felices en mucho tiempo, de esas que devuelven la alegría y la excitación de ir al cine. Otra vez, más allá de lo efectiva que había sido la primera parte, nadie esperaba nada de esta secuela, más que una acumulación de grandes éxitos refritados, un más de lo mismo hiperbólico. Y algo de eso hay, pero hecho con un nivel de gracia envidiable. Retomamos a los personajes de Reynolds y Jackson y, la inflamable Salma Hayek, guardaespaldas, killers, villanos, persecuciones, en una acumulación de adrenalina y verborragia digna de un cine que no se preocupa demasiado en el qué dirán. Hay algo de espíritu de película de los 90’s, de ese tiempo en el que creíamos que éramos infelices pero en realidad estábamos viviendo la última década de una fiesta inconsciente. Todo luego se volvió más pesaroso y pensante, anestésico de la diversión; incluso en el cine mal llamado “de entretenimiento”. Duro de cuidar 2 vuelve al precámbrico, cuando nos podíamos reír de cualquier cosa. Es cierto que mucho de lo que es esta película se lo debemos a Ryan Reynolds, un actor que pasó por varias facetas y que terminó descubriendo un lugar impensado en la comedia de acción. Es como la versión en joda de Tom Cruise. En lo que difiere Duro de cuidar de otras películas de Reynolds (hay un autor dando vueltas por ahí) es que acá, a diferencia de por ejemplo Deadpool, no hay un elemento del que busque tomar distancia, como las películas de superhéroes. Ahí el actor, en una pretendida sofisticación, apenas termina siendo cínico y extremadamente canchero. Esto no es cine postmoderno, en Duro de cuidar 2 lo que hay es tradición: la del cine de acción, el de aventuras, el policial a la europea, la buddy movie. Y esa tradición se la repasa con cariño, pero también con inventiva. Lejos del museo de la nostalgia en el que podría haber caído con ánimo revisionista, la película de Hughes se mueve, zigzaguea, amaga constantemente. Para eso avanza sobre una trama cuyo verosímil es su propio verosímil. Con actitud, con gracia y con puteada, con mucha puteada. Duro de cuidar 2 es cine visceral, pero no visceral en el sentido en que se entiende un cine dramático y a los gritos; es visceral porque es irracional y muy intensa; de ese tipo de películas que son cada vez más necesarias mientras todo se duerme alrededor.
Michael Bryce era una celebridad en el mundillo de los guardaespaldas hasta que mataron a uno de sus clientes justo después de que lo que dejara sano y salvo en el punto de destino. Marginado del servicio hasta que un complot internacional lo devolvió al ruedo, Michael (Ryan Reynolds) debió hacerse cargo de trasladar extraoficialmente al peligroso sicario Darius Kincaid (Samuel L. Jackson) ante el tribunal de La Haya para que declare contra un poderoso dictador de Europa del Este. Lo anterior corresponde a los hechos vistos en Duro de cuidar (2017), una buddy movie clásica, hecha con partes iguales de comedia y acción, que se apoyaba principalmente en el oficio de sus protagonistas y en la chispa resultante de sus interacciones. Al igual que aquélla, su secuela parece una versión destartalada de una de James Bond, con algunos momentos de brillo cómico, pero más forzada y pensada bajo el paradigma que suele regir a este tipo de proyectos: una idea similar, pero más grande, ruidosa y espectacular, en el sentido más vacuo y pirotécnico del término. Duro de cuidar 2 encuentra a Michael sin licencia de guardaespaldas, añorando sus tiempos de gloria y con atención terapéutica. Es en ese estado que aparecen en escena Darius y su esposa (Salma Hawek), a quien el guion le depara poco más que gritos, comportamientos histéricos y una inexplicable subtrama vinculada con la maternidad. Por ahí también figuran un agente de una agencia de seguridad internacional (Frank Grillo) y varios personajes secundarios cuya única función es engrosar el casting. El terceto deberá unir fuerzas para detener a un malvado millonario que planea hacer colapsar Europa explotando decenas de centrales eléctricas en simultáneo. Ese villano se llama Aristotle Papdopolous y está interpretado por un Antonio Banderas que pareció haberse vestido en el guardarropa de Liberace. Hay en él una apuesta por lo caricaturesco que calza justo con esta película que, como se dijo, ensaya una maniobra expansiva que no le sienta bien. La anterior, más chica, más asumida en su carácter de clase B, era bastante mejor.
En 2017 se estrenó Duro de cuidar, una comedia de acción que funcionaba porque se enorgullecía de sus excesos. La forzada alianza entre un experto guardaespaldas y un criminal desquiciado dejaba a la vista, en clave de parodia descarada y ultraviolenta, unos cuantos clisés del policial contemporáneo. Como muchos creyeron que la historia daba para más llegó esta secuela inevitable, que terminó revelándonos un gigantesco equívoco. Todo había sido dicho en la película original, tan recargada que dejó exhaustos de ideas y de energías a quienes concibieron este regreso. La primera Duro de cuidar tenía bastante mordacidad y los personajes sabían reírse de su propia desvergüenza. Si la idea era repetir (y recargar) la fórmula nada de eso funcionó. La secuela es un desfile de rutinas desganadas, chistes gastados, una narración con saltos y cambios de tono inexplicables y mucho ruido. Al ser todo tan gratuito, el desparpajo de la primera aventura se transforma aquí en pura vulgaridad. El cotizado elenco transpira la camiseta, pero está a la altura del contexto. Basta comparar a este pálido Ryan Reynolds con el de Free Guy. Queda el modesto disfrute de algunas panorámicas con bellos escenarios europeos (la campiña italiana, sobre todo) y de unos pocos chistes bien colocados; el mejor de ellos aparece después de los títulos finales.
Parece que todas las semanas tendremos una película con Ryan Reynolds. El jueves pasado se estrenó la comedia fantástica “Tomando el control” y hoy una comedia de acción, “Duro de cuidar 2”, que llama la atención por un elenco que puede salvar cualquier film, por mediana que sea la premisa. Si la primera parte no era exactamente un clásico, con Reynolds perdiendo su licencia de guardaespaldas de elite y obligado a cuidar al salvaje Samuel L. Jackson, esta secuela tampoco se esfuerza por crear un argumento demasiado coherente. El punto a favor es que toma el pequeño papel que hacia Salma Hayek como la esposa de Jackson y lo convierte en un protagónico como una estafadora perseguida por todo el mundo, a la que Reynolds, quien ya no quiere ser guardaespaldas de nadie, encuentra mientras pasa unas vacaciones en Capri. Hay explosiones, tiroteos, cómicas escenas de tortura y algunos buenos gags, sobre todo cuando el guardaespaldas hace terapia para dejar de ser tal y su psicóloga no lo soporta. Al trío estelar se agregan actores de peso como, Antonio Banderas y Morgan Freeman, dispuestos al disparate. El resultado es más o menos entretenido si no se tienen muchas pretensiones, pero sin duda lo que vale la pena es verla de nuevo a Salma Hayek, aunque más no sea en esta película.
Cuando una historia funciona en Hollywood, ya se sabe que casi irremediablemente vendrá la secuela. Hasta hace unos años, cuando una película alcanzaba en su primer fin de semana en los Estados Unidos y Canadá los 50 millones de dólares de recaudación, se activaba sola una cláusula automática y no escrita: se venía la segunda parte. Duro de cuidar (2017) no llegó ni ahí (hizo 21 millones), pero costó 30 y recaudó en todo el mundo 176 millones, por lo que fue un negocio redondo. Así que vuelven los mismos protagonistas, el guardaespaldas y el sicario, que si en la primera se enfrentaban, ahora tiene que unir fuerzas para impedir que un malvado griego (¡Antonio Banderas!) desestabilice la economía y algo más de toda Europa. Salma Hayek lleva a Ryan en moto. La mexicana tiene un rol preponderante en la secuela del éxito de 2017. Foto BF Salma Hayek lleva a Ryan en moto. La mexicana tiene un rol preponderante en la secuela del éxito de 2017. Foto BF No, no los envía el Fondo Monetario Internacional, pero Michael Bryce (Ryan Reynolds) y Darius Kincaid (Samuel L. Jackson), que no querían verse, vuelven a hacerlo por una confusión de Sonia, la esposa de Darius (Salma Hayek), quien ahora adquiere mayor protagonismo. No serán los únicos, pero el resto son cameos, más o menos que sirven como un guiño para los fans (también hay un gag después de que terminen los créditos, vayan al cine sabiéndolo). Michael ha pasado por terapia y la psicóloga lo ha convencido de que debe alejarse de las armas y tomarse un año sabático. En eso, que le ha costado y mucho, está, cuando, siempre hay un pero o un cuando, irrumpe en su vida Sonia. Hayek, que se toma en solfa a sí misma y a la manera de hablar español, entendió que para rescatar a su marido debía contactar a Michael. Bueno, no era así, pero no les quedará más remedio que aunar fuerzas para encontrar al malvado de turno e impedir el caos. Un hilo dental La trama es un hilo dental, porque lo que vale aquí es la sucesión de gags y el paseo por distintas ciudades del mundo. Es que las comedias de acción se han ido transformando -siempre y cuando haya presupuesto- en primas, a veces más, y a veces menos, lejanas de las películas de James Bond o las Misión: Imposible de Tom Cruise. Y allí está Antonio Banderas, que bien puede ganar el premio al mejor actor protagónico en Cannes por Dolor y gloria y luego teñirse de rubio y componer a un cabrón como Aristotle Papdopolous, un personaje como el ya ha compuesto, pero que le rinde bien, a él en su cuenta bancaria, y a los directores en la puesta en escena. Esta secuela es invariablemente más humorística que la anterior, pero respeta, es una manera de decir, los parámetros de la comedia de acción. Hay persecuciones automovilísticas muy bien filmadas, peleas a puñetazo y/o balazo limpio y la química entre el trío protagónico se ve, se percibe genuina. Reynolds es un gran comediante, como se ve en Free Guy, también en cartel y solamente en cines, igual que esta película, que cumple con simpleza con su objetivo de hacer pasar un rato agradable. Y listo.
Casi doblando el presupuesto de su precuela, Duro de Cuidar 2 (Hitman’s Wife’s Bodyguard) repite elenco protagónico y misma fórmula narrativa: el conflictivo dúo devenido en trio, formado por el guardaespaldas Michael Bryce (Ryan Reynolds), el sicario Darius Kincaid (Samuel L. Jackson) y su mujer, la estafadora Sonia Kincaid (Salma Hayek), se ve envuelto en un complot geopolítico que los llevará a recorrer, entre balaceras y explosiones, el viejo continente. Completan el reparto Antonio Banderas, como el excéntrico antagonista principal, y Morgan Freeman, como el padre de Michael Bryce. Estrena mañana, jueves 19 de agosto, en todos los cines de Argentina. Quizá lo peor de la primera entrega era el irreconciliable contraste entre un humor banal que se intercalaba con una trama principal intencionalmente solemne y sensible: un juicio por genocidio a un sanguinario dictador de una ex-república soviética. Con inteligencia, en la secuela los guionistas alivianaron el núcleo narrativo: cuando la UE sanciona económicamente a Grecia, el terrorista griego, Aristóteles Papdopolous (Banderas), intentará llevar a Europa a la ruina. Así, los saltos entre el tono serio de drama geopolítico, y la acción/comedia más burda (que totalizan la cinta) no se sienten tan chocantes. Con la suma de Hayek a la ecuación, la dinámica al estilo buddy movie –que no terminaba de funcionar con Reynolds y Jackson en solitario– gana en jocosidad y en momentos hilarantes que, sin embargo, terminan por ser repetitivos y estereotipados. Los chistes, o son ramplones o se basan en violencia física o en cataratas de insultos que terminar por ser estériles a medida que avanza la película. Infimamente encontramos construcciones de remates algo más elaborados y alguna pequeña referencia cinematográfica que sorprende entre tanto lugar común. Por otra parte, Freeman y Banderas se sienten desperdiciados, opacados por el trío protagonista y por un guión demasiado predecible y poco imaginativo. Lo más destacable son las escenas de acción. Sin un presupuesto desmedido, hay un despliegue técnico sólido y eficaz que, en conjunto con una buena dirección de las persecuciones, los tiroteos y las trompadas, logra un ritmo frenético que es siempre condición necesaria para este tipo de producciones. En ese sentido el enfrentamiento final, que parte del concepto de doppelgänger, es de lo más interesante que ofrece la cinta. Con todo, y al igual que sucede con el personaje de Banderas, se podría haber ido más allá. En síntesis, ‘Duro de Cuidar 2’ no depende de su predecesora (aunque algún chiste se pierde, pueden verse perfectamente por separado) y, a diferencia de ella, logra –no sin muchos problemas– definir lo que quiere ser y es consciente de ello: una película de acción-comedia sin demasiadas pretensiones, sin marca distintiva, sin innovaciones. Del montón. Que entretiene y nada más.
Parece que Reynolds está en el momento mas fructífero de su carrera. Dos películas en cartelera es un merito que pocas estrellas consiguen. Una es FREE GUY, muy copada, y la otra es la protagonista de esta reseña, HITMAN’S WIFE BODYGUARD … O como se la titulo en latinoamérica, DURO DE CUIDAR 2. La secuela muestra las repercusiones que tuvo la aventura que Micheal Bryce (Ryan Reynolds) tuvo junto a Darius Kincaid (Samuel L. Jackson) en la primera entrega. La verdad me costo un poco entender a lo que la historia hacía referencia en un principio considerando que no vi la primera entrega, pero ésto no me detuvo a reírme del humor cargado de acción y carente de trabajo narrativo que nos ofrece esta comedia de acción. La aventura comienza con Bryce en Europa despejando su mente tras haber perdido su licencia como guardaespaldas, aunque claramente esta paz no durará mucho. Sonia Kincaid (Salma Hayek) aparece en escena y se lleva a Micheal en una misión suicida para rescatar a Darius y, por alguna razón, enfrentarse a un millonario griego demente interpretado por Antonio Banderas. La dirección de la película está enfocada en hacer reir. El liderazgo cae sobre Reynolds, al cual considerouno de los actores mas graciosos del momento. Samuel L. Jackson hace de Samuel L. Jackson de viaje, es el haciendo de el pero funciona. Hayek saca a relucir su costado mas latino, exagerando el estereotipo y haciendo del personaje algo divertido si se pone en contexto la época en la que estamos, en donde todo es ofensivo y ningún chiste es bien recibido. Con respecto a la acción se puede decir que es genérica. Mucha persecución y tiros que ya se han visto en otros proyectos, lo cual entiendo … La idea es hacer una comedia de acción, no una nueva John Wick. Las secuencias de explosiones mueven a la historia, la cual disimuladamente mete de todo un poco y, sin brillar en lo más mínimo, se convierte en algo aceptable. Además hay que tener en cuenta que para mí, que no vi la primera, se me hizo llevadera a medida que la película se metía en la nueva aventura de los personajes. DURO DE CUIDAR 2 es una comedia de Domingo digna de Telefe. Funciona, pero no brilla. Calificación 6/10
Salma Hayek toma el mando y revitaliza la saga En una nueva entrega de esta buddy movie, la mexicana Salma Hayek arrasa con sus compañeros Ryan Reynolds y Samuel Jackson y, pese a lo predecible y ridículo de la propuesta, el resultado entretiene sin mucho más. Hace unas pocas horas, Ryan Reynolds, protagonista una vez más de Duro de Cuidar 2 (Hitmans Wifes Bodyguard, 2021), secuela de la original y divertida película dirigida por el experimentado realizador australiano Patrick Hughes, jugaba en otra película a ser un hombre “gris” dentro de un universo virtual, que, de pronto, despabilaba su conciencia para encauzar una revolución. Aquí no hay revolución, pero sí cansancio por parte del personaje, y una mirada ridícula sobre el género que se aglutina como “acción” y en donde se pueden ver productos “serios” hasta los más absurdos planteos con tal de llenar las salas. Michael Bryce (Reynolds) quiere dejar su trabajo de guardaespaldas cansado del intenso ajetreo que le trae lidiar, como siempre, con el asesino Darius Kincaid (Samuel Jackson). Pero regresa a la acción cuando su archi enemiga Sonia (Salma Hayek), esposa de Darius, se les suma en la arriesgada misión de terminar con los intentos del un oscuro villano de origen griego que compone Antonio Banderas. Pero no todo es idilio, al contrario, aquí lamentablemente los personajes se precipitan en las escenas, no poseen un arco o evolución, ni siquiera de una entrega a otra. Y eso hace que aun siendo consciente de la mirada irónica sobre el género, la propuesta termine por agotar a los pocos minutos de iniciada, sin siquiera permitir el lucimiento de Reynolds/Jackson, quienes supieron, con solvencia y humor, llevar adelante a sus personajes anteriormente. La que mejor cae “parada” en todo es Hayek, quien además de evitar esforzarse para que su acento sea lo más cercano posible al inglés correctamente exigible por la industria, toma el control de una propuesta que en tiempos de empoderamiento mira hacia otro lugar, y no hace otra cosa que asumir, en la piel del personaje, características masculinas para convertirse en el centro de atención del relato.
En 2017 se estrenaba la primera parte titulada «The Hitman’s Bodyguard», una buddy movie de esas que abundaban en los ’80 y ’90, que mezclaba acción y comedia que reunía a Samuel L. Jackson y a Ryan Reynolds, demostrando una gran química en pantalla a pesar de que la película no representaba nada nuevo u original. Un film entretenido, con momentos de comedia negra irreverente, que se beneficiaba de presentar un dúo protagónico atractivo que lograba una gran sinergia. Cuatro años después llega una secuela (bastante innecesaria, por cierto) cuyo título original es «The Hitman’s Wife’s Bodyguard», y que viene a subvertir la dinámica de la pareja protagónica incluyendo al personaje de Salma Hayek («From Dusk Till Dawn», «Traffic»), Sonia Kincaid, la esposa del personaje de Jackson, quien cobra mayor protagonismo que en la primera entrega. Esta secuela nos presenta al guardaespaldas Michael Bryce (Reynolds), pasando por un difícil momento tras los eventos de la película anterior, ya que le revocaron su licencia como protector. Bryce todavía se encuentra bajo investigación y decide tomarse un año sabático en las playas europeas y relajar después de tanto tiempo. No obstante, Sonia Kincaid (Hayek), la impulsiva e irascible esposa de Darius (Jackson), reaparece llevándole el peligro a Michael, cuando le pide ayuda para liberar a su marido quien fue secuestrado por unos matones. Lo que no sabe ninguno de los dos es que se verán envueltos en un peligroso complot mundial en el que está implicado un terrorista acaudalado de Grecia (Antonio Banderas) que busca la forma de demostrarle su poder a la Unión Europea la cual impuso severas sanciones a su nación. A su vez, el trío será perseguido por las fuerzas de Interpol comandadas por un agente de Boston (Frank Grillo), quien buscará la forma de utilizarlos para poder detener al terrorista. La película de Patrick Hughes, a pesar de tener un trío protagónico interesante, y de intentar corregir o diferenciar el rumbo de esta obra con la inclusión de Salma Hayek en un rol más principal, sufre de volver a repetir las fórmulas y convenciones de este tipo de films de «parejas disparejas» sin presentar nada nuevo u original en la ecuación. El humor en esta oportunidad tiene momentos en los que funciona y momentos en los que pifia, y hasta resulta un poco agotador ver como Ryan Reynolds sigue con el cassette de «Deadpool» pero sin la máscara. Incluso hasta hay mucho espacio para un slapstick medio inverosímil que no aporta demasiado en cuanto a gags. El guion tampoco ayuda y parece una mera excusa para poner a los personajes enfrentados y someterlos a unas elaboradas secuencias de acción con tiroteos y persecuciones atractivas que igualmente no compensan los desajustes narrativos. Por otro lado, todo parece demasiado exagerado y resulta excesivo en escena, algo que lleva por ejemplo a que los personajes estén bastante sobreactuados (más que nada podemos ver esto con Sonia, donde Salma Hayek hace lo que puede con lo poco que le da el guion). «Duro de Cuidar 2» es una secuela fallida que no aporta mucho al universo que vimos en el primer film y que a pesar de un par de buenas secuencias de acción y de tres actores comprometidos con la causa, resulta reiterativa, poco imaginativa, desmotivada e incluso exagerada. Un film que no logra aportar nada nuevo y que puede llegar a resultar aburrido en ciertos pasajes.
“Duro de cuidar 2” de Patrick Hughes. Crítica. La primera no se llamaba así. Una experiencia que se disfruta solo con un camión cisterna de pochoclos. Algún que otro memorioso o fanatico del género recordará que en el 2017 salió una película protagonizada por Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson. Una época donde Hollywood, y de manera muy noventosa, pasaba por una reynoldsmania que ahora parece estar en su segundo aire, ya que el próximo jueves 19 de agosto llega a las salas de cine “Duro de cuidar 2”. Al igual que la primera entrega, está dirigida por Patrick Hughes. Poco después de terminada la primera película, encontramos a Michael Bryce perdido, sin meta en la vida, ya que le revocaron su licencia como guardaespaldas. Decide tomarse un año sabático, pero la aparición de la esposa de su peor enemigo lo interrumpe. Esta quiere que lo ayude a rescatar a Kincaid, quien fue secuestrado por una mafia. Mientras tanto Grecia se encuentra en la ruina económica y al borde de la expulsión de la Unión Europea, lo cual el villano quiere evitar hundiendo antes a los demás países. De una extraña manera el destino del viejo continente queda en las manos del dispar trío. HWB_D16_05403.RAF La dupla protagonista se repite, pero esta vez se le suman algunos nombres conocidos. Salma Hayek, como la esposa latina de Kincaid y Antonio Banderas interpretando al villano de la película, un jefe criminal griego. Morgan Freeman realiza algunas cortas apariciones que no logran, ni intentan, elevar el nivel y ya en la segunda línea, Frank Grillo y Tom Hopper hacen de personas musculosas con armas. Sucede algo particular con las grandes producciones como esta, cuando están ambientadas en Europa o cualquier otro lugar que no sea EEUU. Los paisajes italianos, las culturas, los espacios, todo es simplemente utilizado de manera decorativa. Un adorno, tan costoso como bello, que nada aporta a la ya casi inexistente trama. Como si de un video turístico se tratase. No hay que pecar de pretenciosidad, tratando de exigirle a la película algo que no puede ni quiere dar. Una mezcla de acción espectacular concatenada de chistes que cae una y otra vez en los mismos lugares de siempre. Empero, no se puede dejar pasar el hecho que baja el nivel con respecto a la entrega original, sin sumar nada nuevo, aun teniendo más presupuesto y elenco. Tan innecesaria como olvidable, “Duro de cuidar 2” brinda de todas maneras un momento de dispersión. Logrando generar algunas risas sueltas y por otros indignación a causa de la sobre dimensión de la acción, incluso para una diégesis de este estilo. Puteadas, balas y autos caros por montones, acompañados de algún snack a veces puede funcionar.
Duro de cuidar 2 es la secuela de la película homónima del 2017, que vuelve a reunir a Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson en una comedia de acción. Patrick Hughes vuelve a estar a cargo de la dirección, y se suman al elenco Salma Hayek, Morgan Freeman y Antonio Banderas. En esta ocasión el guardaespaldas Michaek Bryce (Reynolds) y el asesino a sueldo Darius Kincaid (Jackson) vuelven a unirse para detener el maléfico plan de Aristotle Papdopolous (Banderas), que pone en peligro a todo el continente europeo. Y en esta ocasión se les suma la estafadora internacional Sonia Kincaid (Hayek), esposa del sicario, y mucho más impulsiva y peligrosa que él. Lo primero que es necesario aclarar sobre esta película es que rescata el estilo de las buddy movies, películas de acción y comedia protagonizadas por una pareja que pasa de la enemistad a la complicidad después de una serie de situaciones de peligro, siendo la franquicia de Arma mortal su mejor exponente. Pero a diferencia de estas, donde uno de los dos géneros cobraba mayor importancia, acá se distribuyen en partes iguales, lo que se ve reflejado en el amontonamiento de gags y disparos de forma desordenada. Lo que no le ofrece un respiro al espectador, haciendo que por el ritmo acelerado de su montaje no alcance a prestarle atención a varios de ellos. En las actuaciones es donde funciona bien el contraste entre la dupla protagónica, con un Ryan Reynolds estructurado y un Samuel L. Jackson impulsivo, ya que el choque de personalidades da origen a la mayor parte de los gags. Pero el problema se encuentra en Salma Hayek, cuyo excesivo histrionismo aturde al espectador, no permitiéndole explorar mejor la riqueza de su personaje, además de desaprovechar la química que tiene con Antonio Banderas. En conclusión, Duro de cuidar 2 es una película que, al igual que su predecesora, rescata a las buddy movies. Y que, si bien tiene algunos buenos gags y escenas de acción efectivas, no terminan de funcionar por su montaje excesivamente acelerado, que aturde al espectador con su desorden.
Un equipo de estrellas, Ryan Reynolds, Samuel Jackson (el guardaespaldas y el asesino a sueldo que están de regreso) mas la explosiva y muy graciosa Salma Hayek, sumados Antonio Banderas y Morgan Freeman, garantizaran, seguramente, la elección del público. Esta secuela es la típica película de acción muy intensa, donde se ve que no escatimaron en costos de producción ni en efectos especiales, porque confían la gracia más en los giros de la acción, en una suerte de humor físico, que en un argumento que no tiene demasiado ingenio. Los lugares donde se filma son espectaculares, el entusiasmo y la convicción en la desmesura que tiene la Hayek son contagiosos, las explosiones, persecuciones, insinuaciones picantes sazonando algo los diálogos, pero dichos por estrellas lucen mas, son parte del atractivo. ¿Alcanza? Si lo único que se busca es la diversión pochoclera y de acción esta es la película. Un mejor argumento aprovecharía como se merece este a un elenco que le pone garra pero no alcanza demasiado.
El regreso del Deadpool depresivo y el motherfucker La dupla más letal del mundo, el guardaespaldas Michael Bryce y el sicario Darius Kincaid, lucha contra una villana que pretende destruir Europa. Pero no lo harán solos… Me acuerdo cuando pispié por ahí una peli en la que Ryan Reynolds y Samuel Jackson hacían de las suyas. Al darle play, logré aguantar unos 15 minutos viéndola, hasta que finalmente me puse con otro visionado. No me había parecido mala ni mucho menos, es más, la secuencia de títulos era una excelente presentación del personaje de Michael Bryce, interpretado por Reynolds, y del ascenso y caída de su carrera, pero puede que en aquel momento mis ojos buscaban otra cosa. Hoy, habiendo visto tardíamente The Hitman’s Bodyguard y habiéndome reído y disfrutado cada secuencia de acción, me pongo con su secuela. Tras terminar su visionado, ese mismo sentimiento de hace unos años se resignifica, aunque ahora con un motivo más claro. Este aburrimiento no solo aparece para realzar lo bien que hace las cosas la primera, sino para comprender que esta secuela es, en casi todos sus aspectos, innecesaria. Tras los sucesos de la primera parte, Patrick Hughes (que continua en la silla del director) nos plantea un terreno que funciona más como excusa que cómo una necesaria continuación. A que voy con esto, en la primera parte logramos distinguir, por más pequeña que sea, una transformación en el personaje de Reynolds; de un guardaespaldas de mala muerte pasa a ser el verdadero protector, sacrificando hasta su propia vida para salvar al asesino que juro proteger. Entonces, ¿Qué queda contarnos? Básicamente nada, tan solo algún que otro gag ocasionado por los hilarantes momentos de acción que recorre el film. La excusa narrativa para realizar esta secuela no es tan mala de todas formas, ya que nos sitúa en los pies de un personaje que se robo varios minutos de pantalla en la cinta original. Me refiero a Sonia, interpretada por la verborrágica Salma Hayek. Conociendo su inestabilidad y su ira desenfrenada, que mejor obstáculo para romper la tranquilidad y la parsimonia que busca el personaje de Bryce, que se encuentra en periodo de revisión por su licencia. Es así que la brusca Sonia interfiere con el descanso del “casi” guardaespaldas y le ruega, entre balas y explosiones, ayuda para rescatar a su motherfucker cucaracha, Darius “Samuel L. Jackson” Kincaid. Dejando en pausa su estabilidad emocional, Michael accede (sin muchas opciones) el aventurarse, una vez más, en el rescate y protección de su archienemigo, sin comprender que, si no pudo ponerle la correa al mismísimo Darius, menos la hará con su explosiva esposa. Presentado este trío, en el que los amantes buscan ser padres y en el que el corrompido guardaespaldas apenas puede valerse de sí mismo, el enfrentamiento con un enemigo internacional y las deudas pendientes con la Interpol servirán de condimento repetido para posicionar a nuestros antihéroes en una aventura que dejará alguna que otra risa, pero que prefiere resguardarse en la facilidad de los chistes fáciles y en la introducción de personajes nuevos que nos hacen reaccionar como el meme de Leo DiCaprio en “Once upon a Time…”, que jugársela a contar una historia empática y funcional, tal como lo hizo su antecesora. Dónde antes teníamos un conflicto tan claro e irónico como el proteger al asesino que arruinó tu carrera, ahora tenemos una misión más en dónde lo absurdo pega más que las mismas secuencias de acción. Hitman’s Wife’s Bodyguard es eso, un conglomerado de nombres que se pelea por ser el más gracioso y elocuente, pero que terminan chocando entre sí en una secuela que nadie se imaginó, y que ni los espectadores o sus mismos protagonistas necesitaban.
Volvió uno de los dúos más divertidos de Hollywood para redoblar la apuesta en esta secuela repleta de acción y risas. Ryan Reynolds, Samuel Jackson son las grandes estrellas de esta saga, pero en esta oportunidad también los acompañan Salma Hayek, Antonio Banderas y el mismísimo Morgan Freeman. Aún sin licencia y bajo la lupa de la INTERPOL, Bryce (Ryan Reynolds) es forzado a tomar cartas en el asunto por Sonia Kincaid (Salma Hayek), para salvar a su esposo Darius (Samuel Jackson). Mientras Bryce es llevado al límite por sus dos protegidos más peligrosos, el trío es hostigado por una loco y vengador griego (Antonio Banderas) que desea destruir Europa. La propuesta de su director Patrick Hugheses la misma que en su película predecesora. Mucha acción que se traslada en diferentes locaciones, tramas entrelazadas entre las relaciones de los personajes y un gran enemigo a vencer. Esa es la fórmula con la que consiguió el éxito en 2017 y con la que seguirá apostando si es que existen más secuelas. Salma Hayek tiene vital importancia en esta historia. La actriz toma las riendas de su personaje y se convierte en el eslabón principal de esta película, entregándonos momentos de acción total, chistes muy ocurrentes y algunos insultos en español. Antonio Banderas por su parte construye un personaje malévolo e intrigante. Morgan Freeman nunca decepciona. Nuestros protagonistas, Ryan y Samuel, logran esa química irrevocable que conocimos en la primera entrega, pero en esta oportunidad no tienen tantos momentos donde se luzcan juntos. Lo más impresionante y atrayente es la producción general. Las locaciones, los efectos especiales, las persecuciones y el uso efusivo de explosivos de diferente calibre. Todo lo que necesita visualmente una película de acción, esta lo tiene. Si bien es interesante su concepción, no logra despegarse del resto de películas del género. Siento que se estanca en ser una más del montón. Esto hace que sea olvidable e incluso que pase desapercibida en la cartelera de cine. Concluyendo esta review puedo decir que “DURO DE CUIDAR 2” es una película divertida, con mucha acción pero que no supo encontrar un distintivo particular. Mezcla géneros diferentes e incluso referencia grandes y reconocidas producciones, pero no llega a transmitir ese diferencial que la haría brillar. Es una típica película para disfrutar un domingo por la tarde mientras palpitas la llegada del lunes. Por Leandro Gioia
La original «The Hitman’s bodyguard» data del 2017 y era una sencilla y modesta «buddy movie» protagonizada por dos taquilleros actores: Ryan Reynolds y Samuel L.Jackson. En ese tiempo, la cinta duplicó su inversión sólo en USA y generó dividendos den el resto del mundo, merced a su efectiva combinación de acción y humor negro. Nos sorprendió a muchos (aunque hoy en día el mundo del cine se parece cada vez más a una serie, con episodios más largos pero con idéntica cantidad de tiempo invertido en su desarrollo) aunque no debería haberlo hecho. La industria está apostando mayoritariamente por secuelas. En tiempos de pandemia, parece que la gente se inclina a concurrir a salas sólo para acompañar los estrenos fuertes, y una gran cantidad de títulos recrean propuestas que quizás, habría que superar. En ese sentido, «Hitman’s wife’s bodyguard» es más de lo mismo. Nada demasiado nuevo, excepto un aumento de escenas de violencia, destrucción, balas y combate cuerpo a cuerpo. Y tal vez, un elenco con mayores figuras. Como para asegurar que la visita al cine sea una experiencia familiar. La historia que nos trae Patrick Hughes (mismo director de la primera y con mucho conocimiento del género por haber sido actor y productor) es más bien esquemática. Presenta a los mismos personajes de la primera entrega, el matrimonio Kincaid (Jackson + Salma Hayek) y el guardaespaldas con aspiraciones (Michael) jugado por Reynolds. La trama implica un retorno de la misma propuesta, esta vez ligeramente distinta, dado que hay mayor participación de Hayek, quien co-lidera el relato en una performance decididamente ruidosa. Luego de un simpático inicio, el trío es capturado por la ley. O casi. Digamos que su detención ofrecerá la posibilidad (o no) de negociar el trabajo del grupo en pos de una misión para proteger al mundo y enfrente como antagonista de lujo aparecerá nada menos que Antonio Banderas, a años luz de alguna labor destacada. Hay un complot internacional, algunos cabos sueltos y desde ya, pilas de asesinos dispuestos a lastimar al trío protagónico. En ese sentido, el único fuerte en términos de aporte nuevo es la participación decidida y pseudo maternal del personaje de Hayek, a quien se la ve divertida y ciertamente relajada en el rol propuesto. Reynolds y Jackson hacen lo que mejor saben y no van más allá de lo esperable en sus papeles. Tenemos el aporte de un par de secundarios populares (Morgan Freeman, Frank Grillo) y no mucho más. «Hitman’s Wife’s Bodyguard» es una cinta que entretiene con lo justo. Aporta poca novedad y sí, es más ampulosa que la primera entrega. Hay más presupuesto y se nota. Sin embargo, creo que se imponía un cambio de dirección a todo nivel si la idea es instalar una franquicia para esta propuesta. Es esperable lo que ofrece aunque para seguir consolidandose en pos de futuras entregas, hará falta más. Mucho más.
En un mismo mes se estrenan dos películas con Ryan Reynolds. El universo es un lugar así de caótico y a veces los astros se alinean de esta manera. Apenas una semana después de Free Guy: Tomando el control, llega a nuestras carteleras la secuela de Duro de cuidar (2017), una comedia de acción en formato Buddy Movie que basaba gran parte de su eficacia (como cualquier Buddy Movie que se precie) en la química entre sus dos protagonistas, el guardaespaldas Michael Bryce (Ryan Reynolds) y el asesino a sueldo Darius Kinkaid (Samuel L. Jackson). Ambos con ocupaciones antagónicas desde el vamos que se sumaban a las diferencias de personalidad que hacen al género y que implican que dos personas que no se soportan y hasta se odian tengan que trabajar juntos por un objetivo común y aguantarse a duras penas en lo que dure la misión. La novedad para esta secuela es que al dueto original se suma en pleno Sonia Kincaid (Salma Hayek) la esposa de Darius, un personaje que en la película anterior había tenido un rol secundario y aquí pasa la frente. Así, en esta Buddy movie de a tres acorde a estos tiempos de demanda inclusiva, Sonia es la que tiene el rol de volver a reunir a Michael y Darius, de una manera tan arbitraria como casi todo lo que vendrá, y hacer un poco de mediadora de los eternos conflictos entre ambos aunque genere más problemas de los que resuelve. La misión es lo de menos. Nuestros antihéroes se topan con ella de manera inesperada e improbable cuando se ven metidos sin quererlo y sin mucho trámite en una trama de orden internacional donde hay que frenar a un millonario griego, interpretado de taquito por Antonio Banderas, quien para prevenir y/o castigar a la Unión Europea por las sanciones económicas contra su país amenaza con un plan bastante enrevesado que incluye un hackeo que dejaría a Europa sin tráfico de información, con el absoluto caos que esto implicaría. Este plan diabólico, tan inverosímil como la idea de un millonario patriota, es más bien la excusa para que nuestros protagonistas recorran varios puntos de Europa, en especial de Italia, rompiendo todo a su paso en unas cuantas escenas de persecución y tiroteos a la manera de las películas de Bond a las que en parte quiere parodiar. La química del ahora trío funciona de a ratos y, aunque supuestamente a Michael le cabe el rol del estirado y a Darius y Sonia el de los cabezas de termo, los tres son gritones, desconsiderados, insoportables y no muy brillantes, y en varios momentos el espectador puede sentir la necesidad de que alguien se calle, aunque sea por un rato. El realizador Patrick Hughes, que ya había dirigido la primer película, y antes la tercera de la serie Los indestructibles, por lo que ya tiene su experiencia en combinar acción y comedia, despliega unas cuantas escenas de acción vertiginosas, bombásticas y genéricas, mientras el guion entrega una sobredosis de violencia alegre y humor grueso en una incesante seguidilla de gags que a veces funciona y divierte pero a la larga resulta agotadora y exasperante. Duro de cuidar 2 es una nueva adición a la filmografía de un Ryan Reynolds que parece haberse especializado en este tipo de personajes hiperactivos y bocones en productos incorrectos y algo descerebrados, que a veces son efectivos como las películas de la serie Deadpool y a veces, como en este caso, no lo son tanto. Un film que es todo lo que uno espera si no espera demasiado: un producto bastante banal, por momentos entretenido, casi siempre grasa y finalmente descartable. DURO DE CUIDAR 2 Hitman’s Wife’s Bodyguard. Estados Unidos. 2021. Dirección: Patrick Hughes. Intérpretes: Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Salma Hayek, Antonio Banderas, Morgan Freeman, Frank Grillo. Guión: Tom O’Connor, Brandon Murphy, Phillip Murphy. Fotografía: Terry Stacey. Música: Atli Örvarsson. Montaje: Michael J. Duthie, Jack Hutchings. Diseño de Producción: Russell De Rozario. Distribuye: BF París. Duración: 100 minutos.
A veces reseñar películas parece ser que es acceder a una excusa para quejarse, poner cara de malo y ponerse pretencioso exigiéndole a los artistas que le pongan un poco de voluntad a su trabajo, pero sucede que a veces estos artistas hacen todo para causar una cierta decepción sobre obra, y no es que yo esperara mucho del trabajo de Patrick Hughes (director) y Tom O’Connor (guionista principal) pero si esperaba que al menos sostuvieran al nivel de la primera película de esta saga, la cual al menos era novedosa y tenía una buena construcción en la relación de los personajes, cosa que no sucede y que hace que se sienta un retroceso respecto a la realizada en 2017. En esta segunda parte volvemos a encontrar a Michael Bryce (Ryan Reynolds) quien es un guardaespaldas de primera línea, especializado en la protección de personas de alto perfil que cae en desgracia a causa de la muerte de uno de sus objetivos. En la primera parte el drama se desata cuando la ex novia de Bryce (Elodie Yung), quien trabaja para interpol, le encarga a Michael el cuidado de uno de los asesinos con más alto perfil y más peligroso del mundo, Darius Kincaid encarnado por Samuel L. Jackson quien será testigo en el juicio del dictador Valdislav Dukhovich; aquí es donde se encuentra una de las mayores diferencias entre la primera película y está secuela ya que la razón por la cual Bryce es elegido para el trabajo es su capacidad y sus habilidades en todos los campos de la seguridad, en esta segunda parte encontramos a un Bryce convertido en un idiota que parece haber retrocedido respecto a la primera parte, de ser un tipo seguro, valiente y eficientes paso a ser un llorón que vive distraído por la herida de haber perdido su licencia triple A, cuestión que el desarrollo de la primera parte debería haber dejado en el olvido, ya que Bryce logra demostrar su valia para ese trabajo. Por otro lado, el personaje de Samuel L Jackson pasó de ser un personaje imponente e intimidante a ser un simple alivio cómico que a pesar de ser peligroso solo se la pasa pensando en sus conflictos matrimoniales, una parodia del que conocimos en 2017. Entonces esta película pasó de ser en su primera parte una buddy movie a ser una simple comedia de acción sin ninguna profundidad o tridimensionalidad en los personajes, es decir son planos monotemáticos. En «Duro de cuidar» (The Hitman’s Bodyguard, 2017) el personaje de Salma Hayek tiene un pequeño desarrollo que la muestra como una mujer intimidante que no duda de si misma ni del amor de su esposo, en la caricatura que nos ofrece la segunda parte es un simple personaje latino genérico y estereotipado que vive persignándose y hablando de la maternidad, no han dejado nada del personaje de la primera parte que formaba una pareja ideal con el personaje de Jackson, a pesar de la poca interacción que había entre ambos personajes. En «Duro de cuidar 2» nos encontramos con un Bryce frágil y solitario que necesita poner en palabras el dolor que le causa la pérdida de su licencia lo cual convierte a la depresión o la tristeza en objetos de burla, a pesar de contener un par de chistes el cambio de tono de la historia destruye al personaje de Bryce, un personaje con demasiados daddy issues que en definitiva deja de ser atractivo. En esta segunda parte la trama pierde atracción ya que caemos en qué todo es producto de la casualidad, dejando que el desarrollo sea nulo; o sea que sucede algo que se conecta con otra cosa lo cual lleva otra cosa sin que parezca que hay una real conexión, parecen escenas descolgadas que apenas desarrollan la trama. En esta segunda parte Bryce es contactado por Sonia Kincaid, interpretada por Salma Hayek, ya que Darius fue secuestrado por un traficante de armas, quien al mismo tiempo es informante de un agente interpol, interpretado Frank Grillo, quien ante la desaparición de su informante obliga al trío a descubrir los objetivos del verdadero villano y desarmar sus planes, a pesar que los protagonistas no tienen ninguna conexión con este personaje, todo demasiado enredado y rebuscado ya que no tiene para nada la construcción realizada en la primera película sobre la relación de Jackson y el villano encarnado en aquella película por Gary Oldman, el dictador Vladislad Dukhovich. En esta película cada personaje aparece más que nada para mover la trama de un lado a otro pero no sé siente orgánico, cada cosa que sucede da la sensación de ser innecesaria. El personaje de Frank Grillo por ejemplo se siente una copia del personaje que encarna Jason Statham en Spy (Paul Feig, 2015) pero sin ser atractivo o divertido, el mismo tipo de actor de acción puesto como alivio cómico, pero sin ninguna comicidad, lo mismo sucede con el personaje de Morgan Freeman quien luego del impacto inicial solo cumple la función de ridiculizar sin necesidad al protagonista, tal vez el problema de esta película es que tiene demasiados alivios cómicos y no le da carga dramática a ninguno. El villano Aristoteles Papdopulous, al cual le da vida Antonio Banderas parece una parodia de cualquier villano de Bond lo cual también es un choque producido por el cambio de tono con respecto a la primer película ya que pasamos de un dictador violento y asesino que parece inspirado por Slodovan Milosevic a un millonario sociópata que necesita un artefacto que le va a permitir destruir el sistema de comunicaciones de la Unión Europea, dejándola a ciegas solo para vengar una ofensa hecha a su país, es decir pasamos de un villano acusado de crímenes de lesa humanidad a un chiste contado mil veces de mejor manera. La trama es la misma que vimos en unas cuantas películas de espías, que por cierto lo hacen mejor. La misma estructura de siempre: héroe- conflicto- mcguffin- giro argumental- desenlace, es decir nada novedoso. No hay nada malo en no ser novedoso, el mundo está lleno de películas que reciclan la historia de otras, pero si existe algo malo en la construcción de esta trama es que destruye a sus personajes y a su potencial para ridiculizarlos y dejarlos en un lugar peor que al principio ya que involucionan y pierden todo en el camino, hasta la elegancia. Esta película es una comedia de acción que pretende generar risas destruyendo lo bueno de su predecesora, la relación entre los personajes parece forzada, los chistes son repetitivos y la acción decae hasta desaparecer. Si bien cumple con la función de entretener y hasta divertir en varios tramos, lo que no es poco, para algunos que exigimos un poco mas no es suficiente, sobre todo si evaluamos el potencial que tenía aquella película de 2017.
El aparato nostálgico crea humor descarado que no supera el efecto guiño. El humor físico que intenta disimular serias carencias de contenido argumental. Hollywood siempre es capaz de superarse a sí mismo con otra comedia olvidable. “Duro de Cuidar 2” es vulgar, innecesaria y chata. Congenia el talento actoral para luego dilapidarlo. Se muestra efectiva en multiplicar el sabor insípido cuando intenta generar diálogos de genuina gracia. También, llamativamente torpe para escenificar secuencias de acción. La simplificación argumental llevada al paroxismo nos anuncia que estamos frente a un producto francamente amateur. Una teoría conspirativa ridícula activa una amenaza de catastróficas consecuencias. Allí está, lista para acudir al rescate, la pareja despareja de polos opuestos que se atraen. Aunque compartirán poco tiempo en pantalla. “Duro de Cuidar 2” toma el concepto de buddy movie y lo reformula a las necesidades comerciales del Hollywood posmoderno. Allí está la mujer de armas tomar. Punto y aparte, la mediocridad es un índice global: el mal endémico es la falta de imaginación. Escasean buenos guionistas y abundan inescrupulosos productores capaz de financiar semejante barco a la deriva. “Duro de Cuidar 2” podría firmar a pie de página un manual acerca de como desaprovechar un elenco ilustre. Un Morgan Freeman holgazán, prestándose a la enésima burla de quien fuera una eminencia actoral durante las últimas cuatro décadas. Un Antonio Banderas en piloto automático, componiendo a un lastimoso jeque griego con su peor acento posible. Una Salma Hayek lanzando intensos epítetos irreproducibles pretendiendo comicidad y mostrando sus voluminosas curvas en búsqueda de despabilar a la platea masculina. Un Ryan Reynolds en caricaturesca impronta haciendo lo que mejor sabe, una gestualidad insípida que no ve venir la burla que se define por su ingenuidad. Un Samuel L. Jackson en copia falsificada de antiguos roles, probando que puede enterrar su legado cinematográfico con llamativa facilidad…y sin causar la mínima gracia. Lejos queda el good old & cool Sam de “Tiempos Violentos”. Patrick Hughes, también realizador de “Los Mercenarios 3” (2015) regresa a la dirección, cuatro años después de la primera entrega, solo para hacerlo aún peor. La química infundada devela el doble sentido forzado tras cada línea argumental. Los personajes no sufren graves consecuencias en osadas secuencias. Solo acusa recibo el buen gusto cinéfilo cuando lo burdo se encuentra con lo exagerado. Regla respetada a rajatabla aquí. Lo ramplón queda en flagrante evidencia, maquillado con música pop y escenas de acción de relleno. El film nos provee de una concepción del ritmo cinematográfico literalmente obscena. Chicos buenos disparando, chicos malos volando por los aires; plano por plano puede replicarse la fórmula a lo largo de la hora y media de metraje. El descalabro de un guion que dilapida su potencial se ríe del género de acción y del intelecto del espectador. No amerita el mayor análisis esta desordenada improvisación sin magia. Absoluta carencia de valores que fatiga.