Sobre la negación recíproca Y finalmente François Ozon volvió al thriller, sin dudas la vertiente más atractiva de su producción dentro de las muchas que ha explorado el prolífico cineasta a lo largo de los años: recordemos que el parisino se paseó por la comedia, el drama, la fantasía, los relatos románticos y hasta las creaciones que funcionaban a nivel esencial -en un tono muy autoindulgente aunque profundamente sincero- como un homenaje implícito a distintos films y colegas de antaño (el espectro fue amplio y abarcó a realizadores como Rainer Werner Fassbinder, Federico Fellini, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y Ernst Lubitsch, entre otros). De hecho, a posteriori de la lubitschiana Frantz (2016) ahora tenemos la muy hitchcockiana El Amante Doble (L’Amant Double, 2017), una propuesta interesante que sin llegar a lo mejor de su carrera, por lo menos logra satisfacer las expectativas acumuladas. Uno como cinéfilo versado ya le conoce todos los trucos a Ozon, lo que por cierto no quita que la película en cuestión no sea otro de sus convites eficaces y sumamente prolijos a nivel estético, ubicándose apenas debajo de opus que coquetearon desde diferentes latitudes con el suspenso, léase En la Casa (Dans la Maison, 2012), La Piscina (Swimming Pool, 2003), Bajo la Arena (Sous le Sable, 2000), Los Amantes Criminales (Les Amants Criminels, 1999) y Regarde la Mer (1997). Hoy la trama se centra en Chloé Fortin, interpretada por Marine Vacth, quien ya había trabajado con Ozon en Joven & Bella (Jeune & Jolie, 2013), aquella endeble reformulación de Belle de Jour (1967). La muchacha, una ex modelo que consigue un trabajo como guardiana de un museo, arrastra problemas psicológicos por el abandono de su madre que derivan en una somatización vía un eterno dolor en el vientre. Tomando elementos de Pacto de Amor (Dead Ringers, 1988) y del tópico en general del “doppelgänger”, con una extensa tradición tanto en la literatura como en el cine, el guión de Ozon -a partir de una novela original de Joyce Carol Oates- gira en torno al triángulo que se forma entre la protagonista, su terapeuta Paul Meyer y el hermano gemelo de este último, Louis Delord, también psicólogo y distanciado del anterior (ambos están compuestos por Jérémie Renier, actor fetiche de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne). Todo a su vez está atravesado por la desconfianza de Chloé hacia ambos, por instantes oníricos que retratan su frágil estado mental y por una buena tanda de secuencias que juegan con el cine erótico y el desconocimiento de los dos hombres con respecto al hecho de que frecuentan a la misma mujer. Desde ya que la eventual investigación de Fortin la llevará a descubrir los secretos enterrados del conflicto de fondo entre los hermanos y su exasperante negación recíproca. El director se las ingenia para siempre mantener la tensión y cuenta con la inteligencia suficiente para no incluir giros baratos que transformen de la nada a Chloé en una pobre víctima incomprendida, enfatizando continuamente su histeria de la misma forma en que se remarca la manipulación masculina. Tanto Vacth como Renier están a la altura de sus personajes y de las escenas sexuales, a lo que se suma una pequeña participación de la siempre radiante Jacqueline Bisset. Por el otro lado, tampoco se puede negar que la obra de Ozon no agrega ni un detalle novedoso que no se haya visto en el pasado en innumerables thrillers similares en la veta “film noir sexy” de Cuerpos Ardientes (Body Heat, 1981), Doble de Cuerpo (Body Double, 1984), Bajos Instintos (Basic Instinct, 1992) y La Última Seducción (The Last Seduction, 1994). Aun así, la película es un ejercicio relativamente “jugado” por parte del francés dentro del marco conservador y retrógrado del cine actual…
Ozon, uno de los directores más prolíficos y versátiles del cine francés, narra de manera desaforada y extrema (tanto en el contenido como en la forma) en esta audaz y provocadora sátira erótica un triángulo entre Chloé (Marine Vacth, con quien ya trabajó en Joven & bella), una ex modelo parisina de 25 años que se gana la vida como vigiladora en un museo de arte moderno, y dos hermanos gemelos que son psicoanalistas y se odian entre sí (ambos interpretados por Jérémie Renier): uno -que supo ser su terapeuta- se convierte en su pareja y empiezan a convivir, mientras que el otro pasar a ser su (abusivo) amante. La película, que está muy libremente inspirada en Lives of the Twins, novela que Joyce Carol Oates escribió con el seudónimo Rosamond Smith, parece por momentos una versión francesa (y más intelectual, claro) de 50 sombras de Grey y no disimula su costado más ridículo y artificial, que puede subyugar a algunos, pero también a incomodar o irritar a otro tantos. No conviene (y además no sería nada sencillo) adelantar algo más de la trama (llena de vericuetos y vueltas de tuerca), pero como referencia el realizador de Los amantes criminales, Gotas que caen sobre rocas calientes, Bajo la arena, 8 mujeres, La piscina, Mujeres al poder, En la casa y Frantz “dialoga” en Amante doble con el David Cronenberg de Pacto de amor (Dead Ringers), el Brian De Palma de Hermanas diabólicas, el Roman Polanski de El bebé de Rosemary, el Paul Verhoeven de Elle y el Pedro Almodóvar de Hable con ella. Más allá de las citas, se trata de un film en el que Ozon -trabajando de lleno con la idea del doble, de la escisión psicológica- da rienda suelta a su espíritu más lúdico y perverso a la vez. Sus fans, agradecidos. Tómelo o déjelo.
François Ozon (“Swimming Pool”) nos ofrece su más reciente trabajo que implica un viaje emocional bastante complejo en este thriller psicológico con tintes eróticos que nos seduce por medio de la complicada relación entre una mujer y dos gemelos idénticos. Lo primero que se viene a la cabeza al ver “L’amant double” (título original) es aquel film de 1988 de David Cronenberg “Dead Ringers” (“Pacto de Amor”, como se conoció en Latinoamérica) que toca una temática y/o argumento bastante similar. Sin embargo, el director francés nos brinda su visión personal sobre el “doppelgänger” o el doble de un individuo, a través de una trama psicosexual, donde también se desdibujan las fronteras entre la realidad y la ficción, y es en ese aspecto donde la cinta cobra fuerza. El largometraje cuenta la historia de Chloé (Marine Vacth), una joven emocionalmente frágil que al poseer constantes dolores estomacales psicosomáticos decide consultar a un psicoterapeuta, llamado Paul (Jérémie Renier), del cual se enamora. Unos meses más tarde, cuando se van a vivir juntos, ella descubre que su amante le ha ocultado una parte de su identidad, con la que Chloé se obsesionará hasta el borde de la locura. Ese fragmento de su personalidad es su hermano gemelo Louis, que también es psicólogo y es con quien sigue su terapia luego de abandonarla con Paul por cuestiones éticas. La ironía está a la orden del día, ya que Chloe sentirá atracción por él y comenzará un affair durante las consultas. La cinta habla mucho de los opuestos, los dobles y las represiones. Todo desde un costado perverso, retorcido y enrevesado, donde los personajes irán tejiendo una red de mentiras y ocultamientos que los llevará a enfrentar sus inhibiciones. La obra posee cierto encanto inherente y directamente relacionado con el suspenso que genera desde el primer momento y hasta el final. Quizás, la sucesión de giros que van produciéndose hacia la conclusión del film terminan agobiando al espectador, pero en líneas generales se nos otorga un producto entretenido, aunque no tan original por la familiaridad argumental con la obra de Cronenberg. No obstante, gracias a las estupendas actuaciones de sus protagonistas y a una seguidilla de escenas bastante interesantes (obviando ciertos pasajes que rozan lo absurdo), la película logra elevarse por sobre la media. Algo que cabe destacar de la cinta de Ozon tiene que ver con su correcta puesta de cámara, que contrasta el estado mental de los personajes con una constante simetría en relación a los fondos y decorados. Un gran mérito de la fotografía de Manu Dacosse (“Laissez Bronzer Les Cadavres”), la cual también ayuda competentemente a generar aquellas atmósferas enrarecidas. “Amante doble” es una propuesta atrayente del director François Ozon, que mediante una historia sórdida y provocadora, nos deleitará durante casi dos horas. Una historia plagada de giros sorprendentes, lo cual puede llegar a ser contraproducente, pero que en líneas generales cumple con lo que promete.
El amante doble, de François Ozon Por Marcela Gamberini En el comienzo una exploración vaginal se transforma en un ojo. La aparente complejidad de esta escena se vuelve un patrón de construcción en la estructura de la película. La duplicidad, los espejos, el sexo, los dolores, los cuerpos, las pantallas divididas magnifican los demasiados temas que Ozon pretende abordar. Todos estos temas están atravesados por el “engaño”. Nada de lo que parece ser en la película de Ozon lo es realmente y no es precisamente un procedimiento beneficioso en este caso sino todo lo contrario. El engaño es el de Ozon que se nos planta a nosotros los espectadores con una película que es un fraude en sí misma, es una construcción demasiado artificial sobre conceptos trabajados de manera liviana, irresponsable. Una mujer traumada, un par de gemelos que la seducen y en el medio todo un maremágnum de conceptos psicológicos y psiquiátricos que parecen abordados a partir de la lectura de manuales básicos. Y a partir de esa mirada demasiado básica, demasiado primaria, los materiales se vuelven perversos. Pero perversos de una perversión mal pensada, mal planteada. Esa perversión que confunde la moral con la ética, que hinca sus dientes en el cuerpo de esa mujer un poco débil, un poco neurótica. Lejos muy lejos queda el Cronemberg al que la película pareciera acercarse peligrosamente, esa obra maestra que fue Pacto de amor trabajaba a partir de la fuerza y de la sutileza de unos materiales nobles a los que el verdadero “autor” Cronenberg se acercaba con demasiada inteligencia, buen tino y una cantidad de cine inconmensurable. Resulta así que nada más alejado de los conflictos que transitan los gemelos cronenberianos que las naderías espejadas a las que se enfrenta el trío de Ozon. Francoise Ozon se forjo una fama de “autor” en algún momento de su carrera, pero rápidamente sus películas se volvieron enrevesadas, extrañas, falsamente psicológicas, a caballito del triller y del erotismo, esas películas que sobrevuelan conceptos vagos sobre la mujer, sobre el deseo, sobre el sexo. Hay algo de este cine de Ozon que suena anticuado, como si fuera un cine de otra época que de algún modo escamotea la realidad, el presente, el contexto y se instala en una zona donde la perversión, el trauma, la complejidad de la puesta, la mezcla de los planos de realidad y ficción alejan al espectador de cierta necesidad, de cierta urgencia que reclama un cine más contemporáneo. Tal vez, es necesario seguir pensando esta hipótesis, el cine que últimamente viene de Europa y que muchos festivales legitiman (quizá apegados a viejos preceptos) se acerca peligrosamente a un cine anquilosado, un cine adherido a guiones rígidos con puestas que en su supuesta y mentirosa modernidad no hacen otra cosa que producir y realizar películas severas, que no pueden respirar, que no tienen aire, que trabajan temas “importantes” pasados por la licuadora de los manuales de uso. Esas que de tan sofisticadas se vuelven vacías, y lo que es mucho peor engañosas. Sucede esto con por ejemplo las últimas películas de Hanecke, de Lanthimos, de Sorrentino, de Dolan entre los más “exitosos”. Por suerte aún queda por ahí algún Garrel, alguna Varda y no poco más en Europa que intenta equilibrar un cine más honesto, más sincero, más fiel a sí mismo, más pendiente de un presente renovado. EL AMANTE DOBLE L’Amant Double. Francia/Bélgica, 2017. Dirección y Guión: François Ozon. Intérpretes: Marine Vacth, Jérémie Renier, Jacqueline Bisset, Myriam Boyer, Dominique Reymond, Fanny Sage, Jean-Édouard Bodziak, Antoine de La Morinerie, Jean-Paul Muel, Keisley Gauthier. Producción: Eric Altmayer y Nicolas Altmayer. Distribuidora: SBP Worldwide. Duración: 107 minutos.
Otra vuelta de tuerca. El prolífico François Ozon vuelve a la carga después de la reciente Frantz (2016), un ejercicio experimental en el que pretendía materializar formalmente, a través de la oposición con el juego cromático (parte del filme rodado en blanco y negro, parte en color) y con las lenguas (alemán versus francés) el escurridizo y lábil tema de la identidad, de su formación, construcción y usurpación por parte de un sujeto ahíto de la misma y dispuesto a apropiarse de la falsa personalidad del amigo y compañero para convertirla en verdadera. Como ya indica el título de su último trabajo, El amante doble persiste en el asunto identitario para tratar de diseñar un relato confeccionado con diversos patrones: se parte de los modelos del thriller, del gélido noirfrancés, con gotas de absenta trascendente a través del andamiaje psicoanalítico, para desembocar todo ello en una incursión por el lado oscuro de nuestra personalidad, por el territorio de lo escabroso, de lo siniestro. Como colofón, la ensalada diegética se aliña con planos y secuencias eróticas, de un erotismo perturbador. El resultado final es decepcionante pues no aporta nada nuevo, ni en el fondo ni en la forma, a un asunto que ha sido explotado hasta la saciedad en las últimas décadas por una serie de directores (Lynch, Cronenberg, Verhoeven, Villeneuve) y películas (Terciopelo Azul, en 1986; Pacto de amor, en 1988; Elle, en 2016, aunque también Bajos instintos en 1992 o El libro negro en 2006; Enemy, en 2013, quizá la película más floja en la trayectoria de Denis Villeneuve) que sí han sabido indagar en los aspectos más turbios de nuestra personalidad. Ozon se esfuerza por hilvanar una narración cuyo recorrido el espectador intuye de antemano, avezado por el propio cine a desentrañar todo un rosario de meandros y giros dramáticos que ya no sólo no resultan sorprendentes, sino incluso frustrantes. Además, el director francés adopta una perspectiva adánica frente a la historia que está embastando con su cámara, razón por la cual los subrayados enfáticos molestan desde el inicio a cualquier espectador medianamente baqueteado en estas lides. Los guiños y las advertencias para que estemos atentos ante la retórica del discurso son constantes. Ya la secuencia inicial marca las pautas: la protagonista está siendo sometida a un cambio de look: le están cortando el pelo para adoptar un estilismo a lo garçon. La mirada se revuelve contra la cámara y apela al espectador. ¿Para qué? Para dar inicio al relato de un delirio psicótico, focalizado —comme il faut— en esa mirada que nos había interpelado en la secuencia inaugural. A fin de crear intriga, de despistar, de auspiciar el suspense, la protagonista se convertirá —y nosotros con ella— en activa detective que perseguirá desentrañar la geminación que padece su amante, a la sazón antiguo psiquiatra que ha incumplido su deber deontológico y se ha enamorado, se ha dejado seducir por su paciente. La geminación deviene en escisión, en duplicación y en repetición, dando pie y entrada al tema de la sinceridad en la pareja, de las confidencias, del mundo oculto tras la apariencia y el amor burgués. En un tour de force que señala el inicio del decaimiento de intriga-narración y del propio filme, el doble del amante se materializa mediante la figura de un hermano gemelo, tan parecido físicamente como anímicamente opuesto: una especie de Jano bifronte que tan bien supo moldear Cronenberg y que Ozon malbarata. Con la aparición del antónimo hermano el guión se desliza por el erotismo pasado de rosca: las pasiones ocultas se desatan y a estas alturas del mundo y de la película lo que necesita la protagonista es un buen polvo que le exorcice su frigidez. Exorcismo sexual cumplido. La geminación fraternal la obliga a desarrollar una doble vida y aquí incluso aparecen jirones rotos de Belle de jour, aunque a una distancia sideral del firmamento buñueliano. Todo esto deviene superfluo y secundario frente a la arbitrariedad de la elección: el trasvase de la locura a lo real está más en la mirada caprichosa de Ozon que en la escritura férrea de un buen guión que sirviese de hilo de Ariadna. Ya provoca un cansancio infinito que una secuencia aparentemente verdadera sea un simple sueño. Así podíamos seguir hasta el infinito y más allá, hasta dar todas las vueltas y revueltas que le apeteciese al director. Frente a tantos precedentes ilustres en los que podía haberse inspirado o a los que podía haber emulado, Ozon se decanta por una puesta en escena de diseño —la banda sonora subraya la elegancia con la música de fondo; en la secuencia más siniestra, se oyen los mismos acordes (Las variaciones Goldberg, de Bach) que suenan cuando Hannibal Lecter se prepara para devorar a sus guardianes—, de qualité —la sombra de Almodóvar es alargada— que no le sirve para disimular todos los lamparones de su traje, más de pret a porter que de alta costura. Su propia complacencia ha sido su peor enemigo.
A través de un corte de pelo, una mirada a cámara y el plano detalle de una vagina en plena colposcopia, conocerá el espectador a Chloé el personaje que interpreta Marine Vacth (Joven y Bella) en Amante Doble, la nueva película de Francois Ozon. - Publicidad - Chloé, una joven delgada y de lánguida y extraña belleza, tiene dolores de vientre que parecen más psicosomáticos que clínicos y acude a un psiquiatra para tratarlos. Con este psiquiatra comienza una relación erótico que parte del propio juego de verbal de la terapia. Chloé consigue trabajo de guardia de sala en un museo y comienza a mejorar de su depresión, cosa que enseguida se ve en su aspecto. A los 12 minutos del film Paul le dirá que tiene sentimientos incompatibles con la terapia y debe dejar de atenderla. Ese es el momento en el que Amante doble se convierte en una película poco interesante y creíble. Tal vez tenga que ver con su libro original, un texto de fines de los 80 (muy de los 80) escrito por una mujer que firma con seudónimo de hombre. No hay un juego doble también alli?. El ingreso a ese romance y a un misterio psicológico en el que dos gemelos excesivamente diferentes (obviamente uno pacífico el otro agresivo), se enamoran de la misma mujer suena a algo ya visto, de lo que resulta también el regreso a una historia del pasado a modo de juego de espejos, o cajas chinas. Una trama excesivamente enmarañada, construida desde el punto de vista de Chloé (practicamente nunca sale de pantalla) quien irá patologizándose cada vez más, viéndose obligada (la trama) a entrar en sobreexplicaciones de algunas situaciones que la fuerzan a límites poco creíbles. Ozon recubre su adaptación de un formato que nunca excede lo correcto en lo formal y tensionando el juego del doble hasta lo insospechado. Es verdad que se puede relacionar con muchas películas similares, seguramente Pacto de amor (David Cronenberg) es la más cercana, pero ni por asomo alcanza su brillantez ni su trascendencia. Una película que roza lo viejo, y que atrapará a más de un ingenuo, seguramente.
El primer plano es un primer plano de un examen vaginal. Marine Vacth, a quien François Ozon había dirigido en Jeune & Jolie, es Clhoé, no la está pasando bien, y no por esa escena. Sufre fuertes dolores estomacales, y ningún doctor da con la causa. Así que acude a la ayuda de un psicoanalista. Los dolores pasan, ella se siente mejor, pero Paul, el psicólogo, le dice que no puede seguir con el tratamiento. En realidad quien no puede seguir es él, porque el sentimiento que tiene hacia su paciente le impide mantener esa relación. Halagada, Chloé se olvida del precio de la consulta y se transforma en su amante. Enamorada de Paul (Jérémie Renier, de los filmes de los Dardenne y Elefante blanco, de Pablo Trapero), él tiene tiene un gemelo, que también es psicólogo, y con el que no se habla por algo del pasado. Cosa de hermanos. Y Chloé se enamora de Louis en este filme tan loco que mezcla Cronenberg, Hitchcock, De Palma y hasta Polanski. El tema del doble es recurrente y el director de La piscina y 8 mujeres le da una vuelta de tuerca. Juega entre lo erótico y lo macabro, pasa de la inocencia a la posesión. Hay un misterio oculto entre los gemelos, pero no conviene avanzar aquí mucho más. El deseo, cuando es enfermizo, no suele ser bueno. Y en Amante doble también hay obsesiones y placeres casi imposibles de saciar. O de postergar. Ozon conoce a sus personajes femeninos como pocos. Los abre, los secciona y los enfrenta o contrapone a los masculinos. En Amante doble el juego se torna más avieso y maquiavélico, y habrá a quienes les guste y a quienes les parezca que se pasó de rosca. La fantasía aparece como pocas veces en sus últimas realizaciones, aunque siga rodando como un estilista. Onírico, la toma de otra identidad y el sometimiento de otro dan como para un tratado freudiano. La película de Ozon es tan rica que permite varias lecturas.
Un dolor de estómago crónico lleva a Chloe (Marine Vacth), la protagonista de esta inquietante película, a consultar a un psiquiatra (Jeremie Renier). Se enamora de él y como por arte de magia desaparecen los síntomas. Pero un día se cruza casualmente con su hermano gemelo, un doble diabólico y perverso de su flamante pareja, y las cosas empiezan a complicarse. Nada es lo que parece en esta historia deliberadamente ambigua en la que François Ozon cita, tácita o explícitamente, a Brian De Palma, David Cronenberg, David Lynch, Paul Verhoeven y Luis Buñuel. Dueño de una filmografía tan heterogénea como irregular, el cineasta francés toma como base un relato de Joyce Carol Oates que apela al juego de espejos interior, la difuminación de los límites entre el sueño y la razón y a la colisión entre lo que vemos y lo que creemos (y queremos) ver. El resultado del experimento es tan elusivo como desconcertante, lo que no es necesariamente una debilidad. Ozon ya había trabajado el tema del doble en otros films - La piscina, En la casa-, pero ahora consigue fortalecerlo con una majestuosa labor de puesta en escena, animándose como nunca a la perturbación y el exceso. Y "traicionando" al texto original para bucear en las opresiones del machismo y en la aguda tensión entre la represión y el deseo.
Un film especial donde el director Francois Ozon, autor del guión con Phillipe Piazzo sobre una novela de Joyce Carol Oates se maneja libremente en incontables juegos de dobles y espejos, escaleras caracol en constante ascenso, para internarse en una supuesta mente perturbada que mezcla culpa y placer e intenta conocerse a si misma. Ya desde el vamos el director simboliza sus intenciones desde una vagina en primer plano que se transforma en un ojo. Curiosidad y erotismo, para una mujer bellísima que sufre de dolores que investiga con médicos, que no encuentran razones físicas. Por eso aterriza en el consultorio de un psiquiatra que termina seducido por ella, renuncia a tratarla e ingresa a su vida como su pareja. Un breve interregno de placidez en su vida, goce sexual sin síntomas físicos hasta que descubre a un doble de su marido, también psiquiatra que, prepotente y seductor, inicia con ella una terapia sexual mientras confiesa secretos. ¿Las dos caras de una misma persona? Todo es posible. Pero la cosa no termina ahí y con indicios, misterios, toques de Hitchcock, de Cronenberg, se interna en un último juego enrevesado y loco, que sorprende al espectador pero que siempre entretiene y perturba, con grandes actuaciones de Marine Vacth, Jeremie Renier y Jacqueline Bisset. Con tomas y encuadres barrocos, originales, con toques de humor y mucha truculencia, con tonos irónicos y policiales. Un juego de un hombre talentoso que se asoma a zonas oscuras, sexuales, con pulsiones de placer y autodestrucción. Un film intenso, sorprendente, para dejarse llevar por las riendas de un director que se atreve a todo.
Los gemelos opuestos El doble es uno de los tópicos del cine de François Ozon: identidades espejo abundan en Joven y Bella (Jeune et Jolie, 2013), Frantz (2016) y Une nouvelle amie (2014). Pero nunca tal concepto fue desarrollado de manera tan gráfica como en Amante doble (L´Amant Double, 2017), mediante una chica que se involucra sexual y emocionalmente con dos hermanos gemelos, paradójicamente, muy diferentes. Chloé (Marine Vacth) padece un fuerte dolor en el vientre y su ginecóloga, en una inolvidable metáfora visual entre sexo y dolor -una vagina se funde en un ojo femenino del cual cae una lágrima-, le recomienda visitar a un psicólogo. Ella recurre al consultorio del doctor Paul (Jérémie Renier) de quién se enamora y comienza una relación. Pero Paul no le dice que tiene un hermano gemelo, y la curiosidad de Chloé deviene en obsesión sexual. Sucede que Paul es un hombre amable y encantador y su hermano Louis todo lo contrario. El trauma de Chloé la hace sentirse también atraída por el gemelo agresivo. Entre el Eros y el Thanatos deambula la protagonista. Claro que la ambigüedad es materia habitual en el cine de Ozon, y nunca queda del todo explícito hasta dónde estamos ante una situación existente o inmersos en la subjetividad perturbada de la protagonista. Este último punto se muestra en las distintas salas del Museo de Arte Contemporáneo en el que trabaja Chloé: las obras van cambiando en función de su estado emocional representando sus sensaciones internas. Ozon también utiliza -y por momentos abusa- de otras alegorías. La más evidente es el gato como un animal místico para el relato. Si hay un gemelo fuerte y otro débil, entonces uno asume la figura dominante del macho alfa, y no puede compartir territorio -el departamento- con el gato negro de ella. Su hermano, tiene uno de los pocos “gatos machos de tres colores” que existen: “Son criaturas únicas y monstruosas”, dice Louis en clara referencia a su condición de gemelo. No sólo los gatos, también habrá mención a Antígona y Orfelia, las figuras trágicas griegas, y una composición de imagen que destaca a uno u otro personaje (de izquierda a derecha del plano, por fueras de foco o por una iluminación en contraluz), según quién ejerza el rol de dominante en la escena. Ozon juega con estos y otros datos de su estructura policial (ella investigando el misterioso pasado de su amante) dando vueltas de tuerca a la trama e intercambiando roles en sus personajes, quizás en demasía hacia el final, rozando el inverosímil en varias situaciones. Con efectistas escenas de contenido erótico, entre pulsiones sexuales y peligro constante de muerte, equilibra estas falencias argumentarles de la trama. Después de la convencional Frantz era lógico que Ozon vuelva sobre sus obsesiones personales: La configuración de la identidad, la perversión sexual como elemento propio de la condición humana, y la idea del doble son denominadores comunes de su cine, aquí llevados a límites imposibles que le juegan en contra a la historia. Sin embargo, tiene la suficiente habilidad como para darle un estilo poético y visual al relato, y la vez dotarlo de un misterio cautivante.
Inquietante thriller psicológico y sexual en torno a una exmodelo que se enamora de su psicoanalista para descubrir que tiene un hermano gemelo... que será su amante. Y esto es solo una parte de la propuesta del atrevido y talentoso Francois Ozon. Basándose en una novela de Joyce Carol Oates, Ozon linkea con David Cronenberg, De Palma y el Hitchcock de Vértigo, amén de otras pesadillas con gemelos y dobles que te vengan a la cabeza. Intensa y provocadora.
La locura de Ozon en el cine se potencia con esta nueva propuesta que alcanza niveles narrativos sublimes. Retomando el juego del doble con rasgos de “Pacto de Amor” la convierten en uno de los grandes estrenos de la semana. Chloé comienza a percibir algo raro en su universo cuando detecta en la calle a un hombre igual a su pareja. A partir de ahí la pesquisa por develar el misterio tras esos dos hombres, pesquisa que la llevará a conocer más de sí misma. Transgresora y lograda película.
En la famosa entrevista que François Truffaut realiza con Alfred Hitchcock, el periodista y cineasta entiende que “El suspense es, antes que nada, la dramatización del material narrativo de un film o, mejor aún, la presentación más intensa posible de las situaciones dramáticas” (El cine según Hitchcock, 1974). Ese término que supo identificar al cine de este director inglés -a quien Truffaut lo definió como su gran maestro- es retomado, de forma constante, por contemporáneos que ven en él un modo de abrirse paso en el mundo del cine. Entre ellos está François Ozon, quien, a lo largo de su filmografía, viene haciendo del suspense una herramienta necesaria y su nuevo largometraje, Amante doble, no es la excepción.
Amante Doble: Divide y sucumbirás. Un thriller erótico francés que juega con las obsesiones de una frágil muchacha dividida entre sus amantes, dos psicólogos gemelos. El director François Ozon (8 Mujeres, Frantz) es considerado uno de los nombres importantes de la historia más reciente del cine francés. Sus trabajos cuentan usualmente con protagonistas femeninas, siguiendo un particular estilo llamado “cinema du corps“. En este caso no solo por lo carnal del film, sino que el thriller psicológico alcanza a asomarse por los terrenos del body-horror, e incluso trascendiendo todo lo corpóreo para tratar cuestiones sobre la identidad más allá de nuestros cuerpos. Una verdadera montaña rusa de sensaciones que, desde un primer plano que shockeó y provoco aplausos en su estreno en Cannes, se encargará de que la audiencia afronte cada nueva escena con la suficiente confianza como para hacer de esta una experiencia tan peligrosa como lo es para su protagonista. Luego de no encontrar nada en los exámenes regulares, su doctora le recomienda a Chloé que busque en la terapia las soluciones a los inexplicables malestares estomacales que viene sufriendo hace ya un tiempo. Es entonces que se encuentra de repente a los servicios de un apuesto e introvertido psicólogo. Luego de un breve tiempo en el que tanto la terapia como su vida laboral empiezan a enderezar su día a día, deciden por mutuo acuerdo terminar con las sesiones e iniciar casi inmediatamente una relación personal. Pero aunque su cuerpo ya no sienta dolores, su mente empieza a generar extrañas obsesiones debido los secretos que él guarda acerca de su pasado. Rápidamente descubrirá un hermano gemelo que él decide esconder, y se encontrara cayendo estrepitosamente en un juego psicosexual tan peligroso como sus más surrealistas pesadillas. El Amante Doble es un film protagonizado por una victima de sus obsesiones, y un extraño mundo que al contrario de castigarla continua recompensando su curiosidad con nuevos y estimulantes descubrimientos. Un thriller psicológico con toda la personalidad y profundidad innata del cine europeo. Aunque definitivamente cruza de manera firme al lado del cine erótico, también lo hace planteando una película en la que la desnudez y sexualidad son aspectos tan mundanos como cotidianos. Lejos del pudor de Hollywood, lo sexual es una faceta más de la relación entre nuestros protagonistas y termina en el centro de un triangulo amoroso que ira escalando hasta asegurarse de terminar en tragedia. Esperemos que termine atrayendo al público de 50 Sombras de Grey, que definitivamente terminaran satisfechos con ese aspecto del film mientras se encuentran con facetas tan intensas como inesperadas que provocaran respuestas cuanto menos apasionadas. Desde el primer momento, la audiencia se encuentra a la merced del director. Ozon demuestra a los pocos minutos de iniciar la película que planea manipular tanto el tiempo como el espacio de la manera más adecuada para transmitir una historia con un ritmo tan nocturno como onírico. Cuando Chloé se sienta a hablar con su psicólogo por primera vez, la conversación continuara enlazando lo que deben haber sido semanas o meses de consultas, y para cuando se levante de la silla estaremos tan sorprendidos como ella del paso del tiempo. Aparte, como si de cuerpos desnudos se tratase, queda totalmente de lado el pudor por los planos que llenan de temor a los directores temerosos y faltos de personalidad. Combinaciones de planos, transiciones repetitivas o poco estéticas, un montaje con ritmo irregular, el film esta repleto de decisiones tan cuestionables como fructíferas para mantener al espectador al borde del asiento y cada vez más confundido e intrigado. El tono particular del guion tiene la suerte de contar con muy buenas actuaciones por parte de sus dos protagonistas, especialmente un Jérémie Renier que de forma natural logra interpretar dos papeles que piden ser tan idénticos como completamente diferente. Aunque Renier logre mostrar un rango tan impresionante en su doble papel, no hay dudas de que (como el género, o uno de ellos al menos, lo indica) todas las luces están puestas en Marine Vacth. En su segunda colaboración protagónica con Ozon (tras Young & Beautiful), muestra definitivamente que tiene esa presencia tan particular para inspirar a los cineastas europeos. Con una historia que llega a lugares esperados solo para dar volantazos que se encargaran de satisfacer a los fanáticos del género de forma lo suficientemente fresca, la polémica El Amante Doble se asegura de que (sea positiva o negativamente) todos tengan algo de que hablar. Tiene unas cuantas sorpresas incluso para los veteranos de este tipo de cine, pero terminen o no sorprendidos no tengo duda de que van a encontrar muchísimo que disfrutar.
Francois Ozon es un provocador con más audacia que talento. Lo chocante y lo rebuscado frecuentan una filmografía abundante, fría y efectista. Su afán de escandalizar cada tanto le juega malas pasadas. Este retorcido melodrama, que pasa del exhibicionismo al policial, no levanta vuelo. Cuenta las angustias de Chloe, una bella modelo, sola y mal pensada, que sufre a un persistente dolor de vientre. Como los gastroenterólogos no descubren nada, la muchacha acude en terapeuta en busca de respuesta. Pero el amor surge enseguida y así no hay tratamiento que valga. El terapeuta tiene un hermano gemelo, también terapeuta. Así que ella aprovecha esa confusión para tratar de pasar en limpio esas preguntas que la aprietan el vientre. Todo se le complica, aunque no la pasa mal en este juego doble que la libra de aquellos dolores, aunque le agregan otros más nuevos. Es una historia muy retorcida. Todos los personajes guardan secretos peliagudos. Hasta una ex de los dos hermanitos que quedó en estado vegetativo. El amor está ausente. Sexo, presunciones, recuerdos y culpas parecen pasar de mano en mano. Porque “el amor nunca salvó nadie”, como dice esa madre. Este film, sobrado de gemelos y de dobles intenciones, llega al sinceramiento a través de escenas traída de los pelos. ¿Engañar con un gemelo será menos engaño? El llevarse a la cama una réplica absoluta del que se tiene en casa, es algo más que una tentación para esta incansable averiguadora. Ozon juega otra vez con calculados contrastes. Tiene un buen arranque, pero de a poco se desbarranca. Mucho espejo roto, muchas imágenes soñadas, mucho deseo extraño, mucha cama culposa, mucho gato espiando a su dueña. Todo es retorcido. El amor no canibaliza sino absorbe, le explican a esta muchacha problemática a la que ni siquiera los dobles terapeutas logran librarla de sus turbaciones.
Este film se encuentra basado en la novela de Joyce Carol Oates (“Lives Of The Twins” es el título original del libro). Con guión de François Ozon (“Frantz”, “Una Nueva Amiga”) y Philippe Piazzo (“Frantz”, “Tout Est Calme”). Todo gira en torno a la débil Chloé (Marine Vacth, “Joven y bella”), que tiene 25 años, vive sola con su gato, fue modelo y en la actualidad trabaja en vigilancia en un museo de arte moderno, ella sufre dolores en su vientre pero clínicamente no tiene nada por lo tanto le sugieren que consulte con un psicólogo. Ella comienza su terapia con el psicoanalista Paul Meyer (Jérémie Renier, “Escondidos en brujas”), pero al tiempo debe dejar las sesiones, ambos se enamoran y comienzan a vivir juntos. Pero ¿Quién es realmente Paul Meyer? No conviene adelantar nada más de la trama, hay misterio, laberintos, confusiones, vuelta de tuerca, un toque psicológico erótico y un gran juego de espejos con el estilo que le sabe dar François Ozon, además mezcla bien géneros entre el drama, el romance, lo terrorífico y el thriller. Hay alguna referencia a otros films: “El bebé de Rosemary”, “8 mujeres” y “Hermanas”, entre otras.
OZON EN EL ESPEJO Ecléctico como pocos, el bueno de François Ozon puede saltar de un thriller a un drama, a una comedia o a un musical. Los caminos que va siguiendo en su filmografía son realmente imprevisibles y sólo parece haber algo irrenunciable, más allá de sus obsesiones temáticas que se repiten de película a película: eso es su osadía y su nivel de provocación. Amante doble es tal vez la apuesta máxima en este sentido por tratarse no sólo de un thriller erótico realmente inquietante, sino además de un guión decididamente ridículo que fuerza constantemente el verosímil y nuestra propia credulidad. Pero que luce gracias a la solidez formal del director y porque además Ozon es dueño de un sentido del humor más perverso y enroscado que el de sus personajes. Lo mejor frente a una película como Amante doble, entonces, es sentarse y disfrutar sin tomársela demasiado en serio ni preguntarse qué demonios es lo que está pasando en la pantalla. En Amante doble tenemos una mujer que arrastra una dolencia en el vientre. La derivan al psiquiatra, charla va charla viene, nace el romance y la convivencia. Y cuando la pareja empieza a compartir su vida, ahí nace la película: porque ella descubre un secreto en el psiquiatra que la terminará llevando a una pesquisa con consecuencias poco felices. Decir más sobre la historia sería adelantar detalles de la trama que conviene ir descubriendo por cuenta propia, no tanto por mantener inalterada la lógica del relato sino porque el disfrute de ver cómo Ozon va acumulando sorpresas y revelaciones es mayúsculo y es bello apreciar en movimiento a una maquinaria cinematográfica que gusta de la auto-fagocitación con deleite perverso. Al igual que pasaba con Roman Polanski en Basada en hechos reales, el director de Bajo la arena parece citarse y auto-homenajearse con una película que es una suerte de resumen de su obra, y que funciona como un espejo que devuelve imágenes deformes (los espejos en la película son un personaje más). El tema del doble y el punto de vista son habituales en su cine, pero también lo es la sexualidad y la búsqueda del placer como forma expeditiva del autodescubrimiento. Sin embargo lo llamativo en Amante doble son la incontable cantidad de links que la película tiene hacia otros directores: el más obvio es a David Cronenberg y su Pacto de amor, pero aparecen por ahí el De Palma de Hermanas siniestras, el Almodóvar de La piel que habito, y en el corte de pelo Marine Vacth recuerda a la Mia Farrow de El bebé de Rosemary. ¿Polanki también? Claro que sí. En Amante doble, además, un primer plano lleva al interior de una vagina y una incisión quirúrgica recuerda al ojo lacerado por Buñuel. Como verán, Ozon no escatima recursos ni referencias para edificar un thriller con atmósferas de cine de terror, especialmente hacia su asfixiante última media hora. Pero lo más interesante que hace el director aquí es que no acumula citas y referencias desde un punto de vista erudito, sino que aleja cualquier solemnidad para ponerse a jugar como un chico. Por eso que lo peor que se puede hacer con el enciclopédico referencialismo de Ozon es buscar una lógica y un sentido: tratar de reflexionar sobre el deseo, la sexualidad, las posiciones de poder y propia percepción de la realidad resulta u tanto en vano. El director francés dispone de todos esos elementos, pero con un sentido paródico y confesional a la vez. Y la confesión aquí es que a esta altura de la historia del cine no parece haber lugar para sorpresas. O en todo caso, de haberlas, lo justo es que surjan así, alocadas, imprevisibles, alborotadas. Porque la película va perdiendo progresivamente el verosímil para sucumbir la locura y lo ridículo, y hacernos dudar sobre qué es lo real: empieza como un drama solemne y se vuelve progresivamente una de terror Clase B. La falta de sutileza de Amante doble es absolutamente deliberada en un director que venía de hacer un film refinado y académico como Frantz. Eso sí, se arriesga a disgustar, a ser acusado de manierista y ordinario. Pero eso termina hablando más de nosotros y nuestro vínculo con el cine, de cómo lo asimilamos y lo disfrutamos, que de la película en sí. Más o menos lo que le pasa a la protagonista con el sexo.
Contar historias en un juego de espejos Sobre una novela de Joyce Carol Oates, el director da forma a una trama con toques de onirismo y de relato policial, con la típica puesta en escena que no prescinde de cierta artificialidad, en la que no importa tanto lo verosímil como que la historia cierre en sí misma. François Ozon y sus películas como potiches. No por nada en una ocasión el realizador de Bajo la arena adaptó la obra teatral homónima. Potiches frágiles, bonitos y aporcelanados, producto de una delicada artesanía que los ofrece completamente terminados, con ciertos ángulos y diseños que hacen pensar en ellos como risqué, aunque finalmente se trata de objetos decorativos, hechos para que el tacto se deslice suavemente por su bruñida superficie. La Mansion Ozon se caracteriza por su versatilidad, que permite que sus motivos vayan de lo erótico a lo policial, de lo bufo a lo provocativo, del capriccio a la oscuridad. En esta ocasión entra en el terrenos de la psicología tortuosa, con toques de onirismo y de relato policial. Amante doble, la producción más reciente del muy prolífico autor de 8 mujeres, 5 x 2 y En la casa, se basa en la novela Lives of the Twins, que la estadounidense Joyce Carol Oates, tanto o más prolífica que él, publicó en los 80 con el seudónimo Rosamond Smith. Como explicita el título de la novela, la cosa va de mellizos. Un par o dos, esa es una de las cartas que este thriller sin muertos se guarda. ¿Sin muertos o con muertos? Depende cómo se mire. Angustiada por dolores de estómago que podrían ser de origen psíquico, Chloé (Marine Vacht, bonita, pálida y hierática, como le gusta a Ozon) decide consultar a un psicoanalista. Lacaniano como el que más, Paul Meyer (Jérémie Renier, el actor de El hijo, que ya había actuado a órdenes del realizador) la escucha, la escucha y no dice nada. Hasta que le ofrece casamiento. Pero eso es una vez terminada la terapia, Meyer no es tan heterodoxo. Todo es felicidad para Chloé hasta el día en que ve a Paul en sospechosa compañía de una dama. ¿O no es Paul, sino su hermano gemelo? ¿Y puede ser que el gemelo también sea psicoanalista? ¿Y que Chloé comience a atenderse con su cuñado, cuyo abordaje –terapéutico y sexual– difiere radicalmente del de su hermano? Como todos los relatos de Ozon exhiben con mayor o menor visibilidad su carácter artificial, el espectador no anda preguntándose qué grado de credibilidad tiene todo esto, sino más bien hasta qué punto la historia y sus personajes van a cerrar en sus propios y artificiosos términos. Ozon es un decorador audaz, no uno convencional, de allí que de pronto todo parezca desembocar en la inesperada nave madre de la primera Alien. O tal vez sea Alien 3. Como suele suceder con los mellizos, Chloé habría dado cuenta de una hermana en el útero de su madre, y de allí todos sus traumas. La madre no es otra que Jacqueline Bisset, a quien no había ocasión de ver desde hace un rato largo. Y que se presenta magnífica y siempre muy peinada, aparentando varias décadas menos de las que tendrá. Otra referencia cinematográfica que anda dando vueltas por aquí es la de Brian de Palma, que en Hermanas diabólicas (1972) había tratado el tema del doble bajo la máscara de dos mellizas, y volvería a hacerlo en Raising Cain (1985). Chico chic, travieso pero cartesiano, Ozon no lleva las cosas a los extremos operísticos (u operetísticos, según el caso) del italoamericano De Palma. Apenas se permite multiplicar espejos y reflejos a lo largo de toda la película, lo cual más que un exceso es una redundancia. También se hacen presentes fantasmas (o dobles, dado el caso) del cine de Roman Polanski, en la piel de una vecina chusma y sospechosa que parece salida de El inquilino, y de un sueño de aires pesadillescos, como el que padece Mia Farrow en El bebé de Rosemary. Y que, como allí, podría no ser sueño, aunque para la lógica sea imposible.
Obsesiones y juegos en torno al doble. Cuando al comenzar el siglo comenzaron a estrenarse entre nosotros algunas de sus primeras películas (Gotas que caen sobre rocas calientes, Bajo la arena, 8 Mujeres) el francés François Ozon se convirtió en un director a seguir. Con sus siguientes La piscina (2003) y Vida en pareja (2004) el brillo de la revelación fue mutando en interés fluctuante ante una obra irregular, de intensidad menguada por cierto apego a los artificios narrativos y a provocar de manera superficial. En El amante doble adapta libremente un texto de Joyce Carol Oates para seguir los pasos de Chloé, una joven que, tras enamorarse de su psiquiatra, descubre (o imagina, o desea) que éste tiene un hermano gemelo. Ambos parecen representar dos caras de una moneda: reposado y protector uno, dominador y agresivo el otro. La existencia de la chica se irá complicando por más de un motivo, lo que le permite a Ozon sacar de la galera a cada momento situaciones imprevisibles. Aunque asoma hacia el final algún enigma digno de un thriller, el film oscila entre el juego dramático con connotaciones psiconanalíticas y el erotismo en ambientes elegantes. Las citas cinéfilas van y vienen, desde recordadas películas con gemelos más o menos perversos (como Pacto de amor, de David Cronenberg) hasta una combinación algo disparatada, hacia el final, de La dama de Shangai (1947, Orson Welles) con Alien (1979, Ridley Scott). Hay gatos (como en Elle, de Verhoeven), una vecina sospechosa (como en El bebé de Rosemary, de Polanski), escenas de sexo con iluminación publicitaria al estilo Zalman King (incluyendo aquí insinuaciones homosexuales) y una delectación por hacer de la protagonista una dama sufrida como en algunas películas recientes de Darren Aronofsky. Las dificultades de Chloé para confiar en los demás (“Me siento incapaz de amar” afirma) se dan de la mano con cierta curiosidad o fascinación por los gemelos y la duplicidad de las cosas, lo cual tiene una ligera explicación en el desenlace. Acompañarla en el intrincado camino de sus obsesiones puede ser entretenido sino se espera verosimilitud y se valoran los esfuerzos de Marine Vacth (joven y bella como la película de Ozon que protagonizó hace unos años, aquí hablando siempre en voz baja y escatimando sonrisas), Jéremie Renier y Jacqueline Bisset, los tres haciendo de sus personajes figuras exteriormente atractivas con sentimientos templados por el esteticismo de escenarios refinados (Chloé, de hecho, cumple un trabajo bastante pasivo en un museo de arte). En la segunda mitad de la película empieza a ser difícil reconocer a los gemelos en cuestión (interpretados por el mismo actor, por lo que vale destacar la eficacia de los efectos visuales empleados), en tanto parece facilista el recurso de mostrar a la protagonista despertando de un sueño en más de una ocasión. La endeble convicción de la historia de ficción propuesta por El amante doble se compensa, de todos modos, con los artilugios formales que despliega Ozon: fundidos mediante, una vagina se convierte en un ojo o una boca en una vagina; el primer encuentro de Chloe con su psiquiatra es resuelto con los rostros de ambos ocupando distintas porciones en el plano; hay espejos, escaleras y un sueño con dos niños gemelos plasmado con gracia. De artimañas como éstas están hechos los films de Ozon, especie de juegos para adultos a veces un poco más frívolos y otras un poco más inquietantes. Por Fernando G. Varea
La primera escena de “Amante doble” es un primer plano de un examen vaginal. Sí. Así es el director francés François Ozon: puede pasar de una película romántica y delicada como “Frantz” (2016) a este thriller erótico y un tanto macabro en un abrir y cerrar de ojos. El realizador de “En la casa” y “8 mujeres” se centra aquí en Chloé (Marine Vacth), una joven con un dolor de estómago crónico que consulta a un psiquiatra (Jeremie Renier) por este supuesto desorden psicosomático. Casi al final de la terapia Chloé y el médico se enamoran y forman pareja, pero las cosas se complican (y bastante) cuando ella descubre que él tiene un hermano gemelo, un perverso psicoanalista que empieza a seducirla y manipularla. Ozon vuelve a recurrir al tema del doble, pero esta vez en una vertiente desbordada y casi bizarra. Sus referencias son múltiples: David Cronenberg (el de “Pacto de amor”), Brian De Palma, Paul Verhoeven y hasta Roman Polanski. Son muchos (tal vez demasiados) los temas que pretende abordar el director en esta historia deliberadamente ambigua: la tensión entre el deseo y la represión, la delgada línea entre placer y obsesión, la construcción de la identidad y la perversión sexual como elemento disruptivo en la vida cotidiana. A favor de Ozon hay que decir que se las arregla muy bien para mantener el pulso narrativo, siguiendo la línea de un secreto que esconden los hermanos gemelos que se niegan recíprocamente, y apelando a un juego de espejos que se intensifica en la subjetividad trastornada de la protagonista. En contra se le puede achacar un final enmarañado y tramposo, más parecido a un ejercicio de estilo que a otra cosa, que lamentablemente le resta intensidad a estos personajes perturbados y perturbadores.
Lo nuevo del prolífico director francés François Ozon es una libre adaptación de una novela de Joyce Carol Oates. Adaptada por Ozon en colaboración con Philippe Piazzo, "El amante doble" gira en torno a una joven que sufre una dolencia en su estómago y eso le impide disfrutar de su sexualidad a la vez que se enamora de su terapeuta y conforma una pareja con él hasta que descubre que él le ocultó un hermano gemelo al que no puede evitar acercarse a escondidas. Un thriller erótico con dosis de suspenso y un poco de terror, lo nuevo de Ozon es una película tan atractiva en envoltorio como contenido. Con unos planos originales y muy bien logrados, cuenta una historia de dualidades que conviven en todas las personas. Chloé es joven, fue modelo y ahora trabaja en un museo controlando las exhibiciones. Es decir, trabajaba de que la miren, y ahora es ella la que observa a los demás. Sufre de un continuo dolor en su estómago y la ginecóloga, que no encuentra nada raro en sus estudios, le sugiere ir a un psiquiatra. Allí conoce a Paul. Luego de armar pareja con Paul, e irse a vivir con él, descubre que él le ocultó un hermano gemelo. Su curiosidad la puede e intenta acercarse a él sin revelarle quién es realmente. Pero esta persona, Louis, la conoce más de lo que cree, o quizás sabe leerla y se aprovecha de ella. La seduce desde su lugar de dominante y ella no puede evitar caer rendida hasta que las cosas empiezan a lucir cada vez más raras y retorcidas a medida que afloran descubrimientos oscuros, sobre él y sobre sí misma. A la larga, Chloé no es la misma cuando está con Paul que cuando está con Louis, es éste último el que va sacando a la luz un costado suyo que ni ella conocía. "El amante doble" es una película sobre la cual no conviene adelantar demasiado de su trama pero sí resaltar que toma varias temáticas como la figura del doble, la dominación, la sexualidad, el deseo, la infidelidad, pero sobre todo el autodescubrimiento. Y Ozon lo cuenta de la manera más seductora y magnética. Con imágenes de espejos, gatos, cuerpos desnudos. Marine Vacth (quien repite con el director después de la también recomendable Joven y hermosa, aunque allí apareciera en un registro muy diferente) es la protagonista que tiene el difícil trabajo de entregarse a Chloé de la manera más visceral. Y sin embargo también está ahí Jérémie Renier, jugando a ser dos personajes opuestos: el cálido y comprensivo novio y el dominante y obsesivo amante. Lo que empieza como un juego, como algo seductor que la lleva a desplegar ese lado suyo que estaba oculto, se torna pronto peligroso, y Chloé entra en una especie de pesadilla de la cual no va a ser tan fácil salir. Hay, claro, mucho de Cronenberg en "El amante doble". Si no remite inmediatamente a "Dead Ringers" (una de sus mejores películas para esta servidora), cerca del final ya no quedarán dudas de su influencia. Las mujeres fatales de De Palma, o el mundo onírico y surreal de Buñuel (el interior de una vagina se convierte en el ojo de su protagonista) también rondan por ahí. Fascinante, inteligente, atrevida, "El amante doble" es una de esas películas tan entretenidas como intensas. Ozon demuestra una vez más su audacia no sólo para contar historias sino para retratar mujeres. Un director que no decepciona y del cual siempre vamos a querer más.
Obra de rara belleza, perversa y laberíntica François Ozon en “Amante doble” ('L'amant double', 2017) interrelaciona al yo con la duplicidad y el erotismo. En ambos casos existe una relación dialógica entre filmes, novelas y cuentos, además de tratados psicoanalíticos que anteceden a su propuesta. Lo cual, en cierto modo, certifica el amplio conocimiento que el realizador posee sobre el tema. Si recordamos filmes como. “El imperio de los sentidos” (1976) o “El imperio de la pasión” (1978) del japonés Nagisa Oshima, “Ju Dou”, “Amor secreto” o “Semilla de crisantemo” -1990), de los chinos Zhang Yimou y Yang Fengliang, “Ojos bien cerrados” (1999) de Stanley Kubrick, sobre la novela de Arthur Schnitzler, “Lucía y el sexo” (2001) de Julio Medem, “9 Song” (9 canciones -2004) de Michael Winterbottom,“Sleeping Beauty” (Belleza dormida-2011) de la australiana Julia Leigh, “Nynphomaniac” (2015- parte I y II) de Lars Von Trier, “ Love 3D” Gaspar Noe (2015), “The Handmaiden”(La doncella- 2016) del surcoreano Park Chan-Wook , inspirada en la novela “Falsa identidad” de la escritora galesa Sarah Waters; veremos un compendio en François Ozon de todos ellos. Sin olvidar la influencia (por su gran admiración) que ejercen sobre él David Cronenberg y su “Inseparables” (“Dead Ringers” 1988), o Luis Buñuel “El perro andaluz” (“Un chien andalou, 1928). Con respecto al mito del doppelgänge (literalmente “el otro que camina junto a tí”), término inventado en 1796 por Jean Paul Richter en Siebenkäs. El doppelgänger , es otro de los mitos que se ha multiplicado por la idea de dualidad que posee el hombre y con la que percibe su entorno, está presente en una gran cantidad de obras literarias y cinematográficas. Esa visión que uno puede tener de sí mismo, como un doble que de alguna manera desestabiliza su existencia, fue empleada por Fiódor Dostoievsky en su relato “El Doble” (1866), con un enfoque psicológico acerca de ese lado oculto y oscuro de la condición humana. Su raíz más profunda se encuentra en la mitología griega con el mito de los Dioscuros, Cástor y Polux que eran dos famosos héroes gemelos hijos de Zeus y Leda, hermanos de Helena de Troya y Clitemnestra. La constelación Géminis representa a estos gemelos, y sus estrellas más brillantes (#945; y #946; Geminorum) se llaman Cástor y Pólux en su honor. Por lo tanto el tema de los gemelos, su mundo en espejo o caníbal desde la antigüedad no es novedoso. Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Alfred Adler y Otto Rank, entre otros, estudiaron el tema del doble y la sexualidad, pero la ciencia no pudo acercarse con tanta certeza a este extraño fenómeno como la literatura y posteriormente la cinematografía. Entre los autores a quienes el tema ha inspirado se encuentran: Théophile Gautier (“El caballero doble” ), E. T. A. Hoffmann“La historia del reflejo perdido”), Nathaniel Hawthorne (“La mascarada de Howe”), Guy de Maupassant (“¿Él?”), de Henry James (“La esquina alegre”), Miguelde Unamuno (“El que se enterró), Vladimir Nabokov (“Lolita”), Ítalo Calvino (“El vizconde demediado”), Jorge Luis Borges (“Las ruinas circulares”, “El inmortal”, “La muerte y la brújula”) , Julio Cortázar ( “La noche boca arriba”, “Lejana”, “El otro cielo”, “Las armas secretas”, “Axolotl”), Adolfo Bioy Casares (“La invención de Morel”, “La trama celeste”), Carlos Fuentes (“Chac Mool”, “Aura”), Gabriel García Márquez ("Diálogo del espejo"), Mario Benedetti (“El otro yo”), José Saramago (“El hombre duplicado”), Stanislav Lem (“Solaris”), Edgar Allan Poe (“Willam Wilson”, “Morella”), Giovanni Papini (“Dos imágenes en un estanque”), Gustav Meyrink (“El Golem”), Ambrose Bierce “Uno de los gemelos”, Javier Marías“Mala índole”, Philip Roth (“Operación Shylock”), Oscar Wilde (“El retrato de Dorian Grey”), y un extenso etcétera de una lista interminable. Rebeca Martín advierte que el doble: “nos recuerda que no hay que buscar lo desconocido en cementerios, castillos góticos o lejanas galaxias, sino en el interior del ser humano, pues el doble apela, sobre todo, a la incertidumbre acerca de nuestra misma esencia”. François Ozon es, sin duda, un cineasta cuya obra refleja su personalidad obsesiva, con períodos perversos y misteriosos. En la mayoría de la misma explora una cierta unidad temática donde la mente se articula sobre sí misma para descargar todas las referencias a las que se aferra el "yo", y con ellas también a las convenciones sociales. En la vida nada es lo que parece, y en “Amante doble” este hecho se magnifica en forma singular. Chloé es una joven apática que a pesar su juventud está cansada de vivir. Su pasado reciente como modelo, le deja un sentimiento de vacío, asco y fracaso. Por lo tanto busca un modo de rehacer su vida hacia un futuro más estimulante que le permita hallar la felicidad. Así encuentra a Paul, un atractivo y misterioso psiquiatra con el que empezará una nueva vida. A partir de esa realidad Ozon se enfocará en el espíritu, negro, retorcido y lúdico de la novela. Pero nada es fácil y lo que proyecta Ozon es el encuentro de dos personajes sinuosos y sombríos con un significativo cúmulo de conflictos en su historial. Cada uno de ellos llevará, al espectador, no sólo a la exploración de la propia identidad de la joven y la de su amante, quien parece ocultar un importante y siniestro secreto que despertará la obsesión de Chloé, sino a la relación de individuo y sociedad. François Ozon especula en “Amante doble” con un complejo relato alrededor del universo sexual penetrando sin ambages en la vagina de una mujer, para inducir al espectador desde el inicio del film hacia la creencia que no existe mayor afrodisiaco que el propio cerebro. A Ozon le gusta diluir las fronteras y en esta escena el espectador no se percata con certeza de lo que está viendo, si es lo que piensa o imagina, o es realmente el sexo de una mujer. A partir de esa secuencia en que transgrede las fronteras entre realidad e imaginación, comienza a forzar al espectador a cuestionarse sobre si lo que ve es real. La película se basa en el relato breve de Rosamond Smith, seudónimo de la gran escritora estadounidense Joyce Carol Oates para sus novelas de intriga. La trama es la duplicidad moral que habita dentro del mismo individuo, su desdoble y enfrentamiento por el amor de una mujer o viceversa. La idea es mostrar la visión del doble desde la conciencia del laberinto del otro desdoblado, que puede provenir de una imagen o resultar un ser vivo, y de la existencia de dos en uno solo. Lo físico y lo mental, como dos caras de una misma moneda, son las grandes protagonistas del filme. La puesta en escena, aséptica, invita a pensar en la dualidad, en los límites de lo femenino y lo masculino, En donde la cámara juega el rol de ser el cómplice voyeur del público intensificando su acción en la ambigüedad, en el espacio en la cual puede disolverse como un espejismo, conduciendo al espectador a ilimitados juegos de espejos que conllevará a la duda sobre la verdad de gestos y actos de cada personaje que se organizan alrededor de una pulsión sexual. Tal como construyó “Una nueva amiga” (Une nouvelle amie, 2014), Ozon en esta realización consigue centrar la atención en el desdoblamiento masculino cuando en realidad lo que interesa es el proceso de transformación femenino. A diferencia de sus anteriores filmes, no se complica con él para deconstruirlo como en “Swimming Pool “ (2003), sino que mantiene un proceso lineal hasta las últimas consecuencias. Pero, no obstante, su escritura se enreda en la ambigüedad. Es una producción sofisticado y su inventiva visual es extremadamente trabajada, hasta el límite de sostener una estética fría y distante, que le otorga una densidad simbólica a la imagen. Interpretaciones brillantes acompañan este thriller psicológico en el que el espectador sólo puede dejarse llevar por el relato para descubrir la verdad en un imprevisto final. Para ello cuenta con Marine Vatch que incursiona por una vía completamente distinta (entre la androginia y la feminidad, se corta el pelo y se viste con prendas muy masculinas que le da un aspecto de vulnerabilidad y frágil belleza), respecto a “Joven y bonita” (Jeune et jolie, 2013), la anterior colaboración entre director y actriz; y con Jérémie Renier para encarnar a los gemelos, en su tercer trabajo con el realizador tras “Amantes criminales” (Les amants criminels, 1998) y Potiche, mujeres al poder (Potiche, 2010). Su habitual compositor, Philippe Rombi, cuya banda sonora es como una letanía, aporta con su música un matiz de universo hitchcockiano. Manuel Dacosse con su fotografía juega con los tonos fríos y cálidos, acentuándolos según la situación crítica o violenta del filme. “Amante doble” es un filme de rara belleza, laberíntico y plagado de trampas que el espectador deberá sortear, para poder ingresar a esa naturaleza lejana de la otredad y al juego de dobles que propone Ozon
¿Qué atractivo tiene para una mujer enamorarse de dos hombres similares al mismo tiempo? Amante doble busca respuestas tentándose con las honduras del mito de Eros y Psique, pero los intereses de Ozon por armar un thriller aplanan el resultado. Chloé (Marine Vacth) se enamora de Paul (Jérémie Rénier), su psicoanalista. Después de mudarse con él, se entera de que este tiene un hermano gemelo, llamado Louis. Chloé se inmiscuye con ambos sin sospechar hasta dónde llegará el asunto. El mayor encanto de Amante doble es el desparpajo en la sensualidad de los amantes. Ozon juega a reflejar con intensidad la intimidad de los dos personajes sin importar que al final todo esto termine siendo gratuito en medio del terror psicológico que intenta imprimirle al embarazo de Chloé. Los amantes se desdoblan en un juego de espejos que ya ha sido tratado antes con más ingenio. Ozon quiere probar con varios géneros, sin darse cuenta de que su indagación erótica es la más fascinante. El juego de roles muestra el lado más dominante de Chloé, amén de su victimización. Un jugueteo con las personalidades contrastantes de los gemelos da cuenta también de que ella puede ser dos mujeres diferentes al dejarse rendir por ambos hombres. Luego, las vueltas de la trama resultan inverosímiles, por más que Marine Vacth se comprometa con una actuación sugerente. Tales giros parecen implicar una versión menos inquietante de alguna película de Brian de Palma. Las escenas sexuales están en un plano más interesante que los giros entre ambas relaciones. Y no solo por el atractivo físico de los actores involucrados, sino también porque desentraña sentidos, un tanto usados ya, sobre el otro como doble y doblez de uno mismo. Al final, es una lástima que el guión no pueda huir de lo convencional para salvar a la protagonista del delirio. Una aparición brevísima y también doble de Jacqueline Bisset hace recordar el cine de los setenta u ochenta, pero no es más que un gesto terco de la nostalgia. Su papel resultaría muy fácil de olvidar si no fuera por la perdurable belleza de la icónica actriz. La película, que estrenó el jueves en la cartelera argentina, compitió por la Palma de Oro el año pasado.
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El amante doble es la nueva película del singular cineasta francés Francois Ozon, recordado por la realización de películas como Bajo la arena, La piscina (ambas con la actuación de Charlotte Rampling), 8 mujeres, En la casa, y la más reciente Frantz. Basándose en la novela Vidas gemelas de la escritora Joyce Carol Oates, Ozon contó con la colaboración de Philippe Piazzo para la adaptación del guión, con quien trabajó justamente en la citada Frantz. El amante doble comienza con la historia de Chloe (Marine Vacth), una joven de 25 años que siente fuertes dolores en el vientre. Tras la realización de los estudios pertinentes, le recomiendan que inicie terapia, que quizás mediante la misma encuentre el foco de su problema, y quizás pueda ayudarla a poder solventar su tan extraña situación, y poder seguir adelante. Será en ese momento en que conocerá a Paul Meyer (Jeremie Renier), su terapeuta. Tras varias sesiones, en donde Chloe expone parte de sus problemáticas, sensaciones y temores, se terminan sintiendo atraídos el uno al otro, y posteriormente se van a vivir juntos, dando por cerrado el ciclo de la terapia. Una vez instalados, comienzan los problemas, o mejor dicho, se reanudan. Tras descubrir un secreto de su nueva pareja, en torno a su apellido original, la joven empieza a sospechar, y termina topándose con un hermano de Paul, del cual este jamás le había hablado. La curiosidad, y las ansias de llegar al origen de todo este misterio, representará un sinfín de situaciones traumáticas, y un viaje interno que en todo momento jugará con la estabilidad emocional de Chloe, quien continúa en constante conflicto con los fantasmas del pasado, mientras afronta como puede la realidad en que le toca vivir. La nueva película de Francois Ozon demuestra un poco la capacidad del cineasta francés de oscilar entre géneros, iniciando su nueva propuesta como una cinta de índole dramático, con destellos de género romántico, para luego ir desviando el foco en una historia de suspenso, con fuertes toques psicológicos y hasta de tinte erótico. Esta marcada convergencia, nos traerá a la mente el clásico de David Cronenberg Dead Ringers, con cierta cruza del cine de Alfred Hitchcock, El Inquilino de Roman Polanski y elementos sueltos de otras películas de género. Todo esto no significa que Ozon no sea original, si bien termina siendo una historia con componentes en algún sentido bastante reiterados en los últimos años (lo cual es uno de los puntos débiles), el realizador francés logra dotarla de cierta originalidad, intentando esquivar determinados lugares en la historia, tratando de darle un destello personal, y jugando con una serie de enfoques y tomas sumamente sugerentes, reflejo de un trabajo enorme de montaje y fotografía. Quizás haya que hacer alguna aclaración en lo referido a la importancia de la interpretación de los sueños, ya que representan una parte considerable en la conformación del significado de la historia, del problema a resolver de Chloe, quien por momentos se ve presa de ellos y sus simbolismos. La interpretación de la joven Marine Vacth es destacada, al igual que la actuación de Jeremie Renier, un actor que suele cumplir con creces sus roles, conocido por ser el actor fetiche de los hermanos Dardenne. Probablemente la mayor crítica que se le puede hacer el film, es cierto exceso y abuso en algunos puntos, donde a Ozon un poco se le va la mano, ya que algunos elementos presentes no eran del todo necesarios, más teniendo en cuenta que el objetivo de brindarle cierto trasfondo lúgubre, siniestro, y retorcido a la historia está claramente logrado.
Luego de su paso por el Festival de Cannes, el director francés François Ozon estrena Amante doble, un film que se centra en una mujer con problemas psicosomáticos que recurre a un psicólogo del que luego se enamora. Lo que comienza como un drama psicológico se transforma en un thriller erótico que transgrede la barrera entre lo ficticio y la realidad. “Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo que arma en el alba un sigiloso teatro.” Así como lo ilustró Jorge Luis Borges en su poema, Ozon plantea en su nuevo film aquella premisa que tanto perturbó al escritor. Y es que los espejos devuelven imágenes monstruosas. En Amante doble se acentúa la ambigüedad del espejismo y conduce al espectador a la experiencia del engaño, a la incertidumbre sobre la verdad y la mentira de los actos de los personajes. Hay múltiples representaciones e ilimitados juegos de espejos. Este análisis tan posicionado permite al director transgredir el límite entre ficción y realidad para confundir al espectador. El film nos presenta a Chloé (Marine Vacth) que sufre unos fuertes dolores de estómago, a los que ningún médico ha conseguido hallar la causa. Tras los créditos iniciales, la cámara nos introduce en el origen uterino de su sufrimiento, por medio de un primer plano del interior de su vagina. La incertidumbre por su problema la lleva a buscar ayuda en un psicólogo: Paul Meyer (Jérémie Renier). Luego de varias sesiones, la paciente confirma a su médico que los dolores han frenado de forma significativa y que se considera una persona feliz alejada de la negatividad que antes la perturbaba. Paul le comunica que deben interrumpir las sesiones inmediatamente. Los sentimientos se interponen entre él y la paciente, por lo que la ética deontológica le impide continuar con los encuentros. Chloé decide concluir con su tratamiento e iniciar una relación amorosa con Paul. Este vínculo entre ellos traerá consigo secretos ocultos y comportamientos inquietantes que, a medida que pase el tiempo, se irán desgranando. La sexualidad, el deseo y la obsesión serán los verdaderos protagonistas. Desde el principio, Ozon invierte el orden del acto sexual. En un mundo sexualmente masculinizado y patriarcal, el hombre siempre adquirió el rol del sujeto activo y la mujer el de objeto pasivo. El director modifica esta perspectiva, tan arraigada y cultural, y construye a la protagonista como el sujeto activo que observa y compara entre varios ejemplares. El hombre es ahora el objeto. La aparición de un gemelo idéntico de Paul, también terapeuta, permite a Chloé, comparar a ambos personajes y combinarlos para obtener el amante perfecto. Desde su liderazgo, Chloé deberá alcanzar la verdad del misterioso enigma que se oculta entre los gemelos. La ambigüedad del relato unido al constante uso de los espejos transmite la dualidad de las personas y lo que realmente ocultan. La tensión y los giros argumentales son permanentes.
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Ozon no es un “gran cineasta”, aunque hace buenas películas (no siempre). Funciona mejor cuando trata de la parte secreta e íntima de las personas, algo que esconden y que suele ser sensual y sexual. Aquí hay una joven que se enamora de un psicólogo. Lo que va descubriendo es que ese hombre tiene algo así como otra vida. En realidad, contar lo que pasa realmente con él sería un spoiler, uno plural. Pero lo interesante es que eso lleva a que nuestra heroína se sienta más atraída, que rompa prejuicios. Hay algo de Cronenberg en eso de descubrir lo que nos negamos a ser y de “caer” en ello, en una parte oscura y libre de nuestra personalidad. Lo que Ozon, sin perder la ironía -que siempre existe en su cine- logra es transmitir esa atracción que llega a la excitación, y en el camino deja algunas secuencias eróticas muy bien logradas. Raro ver películas eróticas (casi no hay) y mucho más que tengan algo así como inteligencia y tensión. Perversión y cuentas claras.
La nueva película del realizador francés se centra en una mujer con problemas psicosomáticos que recurre a la ayuda de un psiquiatra del que se enamora. Ese es solo el principio de un filme que comienza como un drama psicológico un tanto previsible pero luego se va convirtiendo en un thriller erótico mucho más interesante y hasta bizarro. La nueva película de François Ozon, EL AMANTE DOBLE, podría entrar en esa categoría rara de “tan mala que es buena”, pero no es del todo así. Al menos, en su fragmentada narración y su cambio tonal de la primera mitad, más seria, a una segunda, mucho más trash, la película no termina de hacer pie en ninguna de esas dos categorías. Como drama psicológico –que es hacia donde parece apuntar desde el principio– es bastante aburrido y previsible, con repetidas sesiones de terapia entre la protagonista, Chloe (Marine Vacht) y su terapeuta Paul Delord (Jérémie Renier, el de ELEFANTE BLANCO), que solo conducen a una atracción romántico/sexual entre ambos que se ve venir antes de que empiecen por primera vez a hablar. Promediando la película todo pega un giro hacia una zona más pulp, entre el thriller clase B, el filme de suspenso hitchcockiano y juegos de dobles, eróticos y perversos que bien podrían figurar en las filmografías de Paul Verhoeven, David Cronenberg o Brian de Palma. O si bien Ozon no le llega a los talones a ninguno de esos cineastas, de allí en adelante la película entra en un terreno absurdo que la vuelve disfrutable. Un poco tarde, pero –como dicen por ahí– peor es nada. O más vale tarde que nunca. O bueno, ya entienden a lo que voy. Chloe tiene dolores estomacales permanentes, está deprimida y la envían a consultar a un psiquiatra, que interpreta Renier. Si bien sus sesiones parecen más de psicólogo que de otra cosa (no sé si en Francia funcionan las terapias de la misma manera que en Argentina, pero aquí los psiquiatras no son de consulta y medicación sino de procesos de largo plazo, o eso parece), de a poco la chica se siente mejor, Paul le confiesa que está enamorada de ella y deciden abandonar la parte profesional y dedicarse a la personal, convirtiéndose en pareja. Basada en el texto de Joyce Carol Oates, “Lives of the Twins”, Ozon pronto presenta a Louis Delord (Renier también), el hermano mellizo de Paul con el que Chloe se topa de casualidad y empieza a seguir. Ella no sabía nada de su existencia, por lo que al descubrir que también es psiquiatra empieza a tomar sesiones con él, sin decirle a su marido. Louis es lo opuesto a Paul: agresivo, provocador, rápidamente envuelve a Chloe en una serie de desafíos eróticos con los que, dice, curará sus malestares. Y Chloe, si bien duda primero, luego termina entregada y disfrutando el sexo con su nuevo psiquiatra, mellizo de su marido. Ese es solo el comienzo de una serie de situaciones, confusiones, juegos de dobles y espejos, de trampas y mentiras, que serán el centro de la segunda mitad del relato, en el cual las casi absurdas revelaciones se apilen y la película, contrariamente a lo previsible, empiece a volverse más interesante. Como triángulo amoroso entre una chica y dos mellizos muy distintos con los que tiene relaciones completamente opuestas, EL AMANTE DOBLE era un tanto chata y reiterativa. Cuando se vuelve “Clase B”, cuando los efectos visuales entran en una zona depalmiana y el erotismo sube a un tono “verhoeveniano” (si es que esa palabra existe), la película se vuelve más disfrutable, ya que además empieza a utilizar más y más el humor, al punto que cuando se llegue, sobre el final, a algunas revelaciones y situaciones un tanto ridículas, la risa ayudará a que sean digeribles. Una película disfrutable, a partir de cierto punto, de uno de los cineastas franceses más desparejos de las últimas décadas, EL AMANTE DOBLE puede ser tenida en cuenta a la hora de los premios ya que trabaja en una zona bastante cercana a la del cine de Pedro Almodóvar, el presidente del jurado de la competencia. Aunque también es probable que su costado “thriller erótico” le reste puntos a la hora de pelear por la Palma de Oro. Porque si bien es cierto que Ozon intenta adentrarse en las dualidades de la psiquis femenina a partir de los contradictorios deseos sexuales de Chloe (que quiere un marido cariñoso y un amante furtivo, pero ambos mellizos) y a partir de su complicada historia, la película es lo que es cuando abraza su costado casi de adaptación de best-seller erótico. Una especie de 50 SOMBRAS DE GREY para gente que jamás admitiría ver esas películas ni leer esas novelas.
DUPLICACIÓN EXCITANTE _ Tengo miedo de curarme demasiado rápido. _ ¿Por qué? – le consulta Paul. _ Creo que deseo permanecer frágil. Tener un dolor y que usted permanezca fuerte. La confesión de Chloé durante la sesión terapéutica los inquieta por unos segundos y deben bajar la mirada incapaces de sostenerla. Lentamente, ambos se reconocen en esa complicidad y sonríen. Es el inicio del juego de seducción. La última película de François Ozon –basada libremente en la novela de Joyce Carol Oates– despliega grandes dosis de erotismo en un triángulo que distorsiona los límites entre el presente y lo onírico. Chloé fantasea con Paul cuando está con Louis y viceversa; con el primero mantiene relaciones contenidas salvo en un caso puntual, mientras que con el segundo explora deseos reprimidos. Como bien menciona Louis, los métodos usados por los gemelos difieren y, claramente, no sólo hace referencia al terreno del psicoanálisis. El coqueteo con el concepto de espejo encuentra explicaciones biológicas como el feto dominante que absorbe al más débil, un caso específico que parece repetirse en la actualidad y la reiteración de acciones y disposiciones en el espacio. La más sobresaliente es aquella en la que Chloé asiste, por primera vez, a los consultorios: las escaleras en caracol, el timbre, la sala de espera con un sillón, libros y la misma flor, su gesto de tomar un puñado de tierra y entrar en el cuarto. Los colores quiebran ese recorrido ya visto; cálidos en el estudio de Paul y fríos en el de Louis. Amante doble evoca el voyeurismo de la anterior En la casa (2012) a partir del lazo entre la mirada penetrante de Milo, el gato de Chloé, y ella; una proyección que encuentra su clímax cuando el felino espía a la pareja haciendo el amor y la dueña se ve reflejada en dicha mirada. Incluso, el director redobla la apuesta gracias a la constante reconfiguración de la idea de la vigilancia: se trata de la ginecóloga que deja al descubierto la vagina palpitante al inicio del filme, de la madre ausente que persigue a la chica en sueños de muerte, en el gato, en la vecina inquietante, en el propio trabajo de la mujer en el museo y en los terapeutas. Los elementos como el pasaporte viejo, el auto, el prendedor con forma de gato, los espejos o el dolor de vientre por el cual la joven acude en primera instancia al consultorio completan el universo desdoblado, turbulento y excitante que Ozon plasma con cuidado estético y detalle. Mientras Chloé le cuenta su sueño a Paul, las miradas de ambos parecen superponerse, enfrentarse, volverse borrosas, multiplicarse. El vigor del contacto visual se replica en las diferentes posiciones de ambos cuando uno habla y el otro escucha. A final de cuentas, uno contiene al otro en el interior. Criaturas únicas y monstruosas. Por Brenda Caletti @117Brenn
Crítica emitida en radio.
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