Cuando existen películas que están filmadas de una manera particular siempre suelen llamar nuestra atención. «Boiling Point», un film inglés que primero fue un corto y en 2021 se estrenó el largometraje, comenzó a resonar en nuestro país incluso antes de su estreno este jueves porque está filmada íntegramente en un solo plano secuencia, una herramienta audiovisual que resulta sumamente atractiva. Y a pesar de que a veces cuando se le pone mucho énfasis en la manera de filmar o contar una historia se pierde un poco el desarrollo de la trama porque se busca más impactar mediante su forma y no tanto por su fondo, en este caso eso no ocurre. «El Chef», como se la conoce en Argentina, se centra en la noche más concurrida del año en uno de los restaurantes más importantes de Londres. El carismático y autoritario jefe de cocina, Andy Jones (Stephen Graham), trata de lidiar con múltiples crisis personales y profesionales, no solo de su propia vida, sino también del resto de sus compañeros. La inesperada visita de un inspector de sanidad y seguridad alimentaria será el punto de partida para una velada llena de presiones, recelos e indignaciones que pondrán a prueba a cada uno de los personajes. El film nos presenta una trama intensa que va aumentando con el correr del tiempo y que nos muestra el detrás de escena del trabajo en una cocina, un submundo no muy conocido por todos pero que se convierte en algo fascinante para abordar. Allí se profundizan todos los inconvenientes que pueden suceder en un espacio laboral, pero también cómo a veces las personas llevamos cuestiones personales a nuestro trabajo e impacta en lo que hacemos. Tal como lo anuncia su título en inglés, «Boiling Point», la película nos ofrece una hora y media de una olla a presión que en cualquier momento está a punto de estallar por distintas cuestiones. El vínculo entre los empleados del restaurante, y los clientes y los mozos es tirante y ríspido, por eso tenemos un clima de tensión que se mantiene durante todo el metraje. Además, el constante movimiento de la cámara hace que tengamos un ritmo dinámico y frenético y esa tensión se sienta más a flor de piel. La cámara va siguiendo a los distintos personajes mientras realizan sus respectivas responsabilidades. Es todo una destreza por parte del director y guionista del film que en tan poco tiempo podamos tener detalles de cada uno de los protagonistas, sus vidas, aficiones y deseos, a través de diálogos o gestos. No solo podemos conocerlos más sino también ponernos en su lugar y empatizar (o no) con ellos. En este sentido también debemos destacar la labor del elenco, que se nota que debe haber realizado un gran trabajo para aprenderse sus líneas y realizar las interacciones con el resto de los actores sin cometer ningún tipo de error o titubeo. No parecería haber lugar para la improvisación, sino que se siente que está bastante ensayado y articulado. Es así como podemos subrayar la actuación de Stephen Graham («Snatch», «Piratas del Caribe», «The Irishman»), que si bien no está constantemente en pantalla porque se le da lugar al desarrollo de los secundarios, es el que lleva la voz cantante y la mayor presión a la hora de ponerse en la piel de su personaje. También Vinette Robinson («Black Mirror», «Sherlock») como la mano derecha del chef se lleva todas las miradas. A pesar de utilizar una sola locación, el director logra aprovechar cada uno de los rincones del restaurante donde se va metiendo con su cámara para retratar las distintas situaciones que se van dando. La puesta en escena contribuye a generar el clima deseado para que se desarrolle la historia, como también el sonido ambiente del bullicio del restaurante que te transporta a aquel lugar. En síntesis, «El Chef» es una película que se destaca tanto por su historia como por la forma en la que se la cuenta. Filmada en un solo plano secuencia, una herramienta que está totalmente justificada y no es simplemente un capricho o una búsqueda de elitismo, nos ofrece una trama llena de tensión, suspenso e imprevisibilidad que se sustenta por las buenas actuaciones del elenco y una cámara en pleno movimiento que nos otorga un frenetismo constante.
Intenso plano secuencia que nos lleva al detrás de escena de una noche en uno de los restaurantes de moda de Londres, en el que los conflictos se precipitan ante la mirada sorprendida del espectador.
Un actor excelente, Stephen Graham, un corto premiado hecho de manera similar y con el mismo director, que fue una suerte de ensayo. El resultado es un film hipnótico sobre una noche de pesadilla de un famoso chef. No pensemos en recetas si en el punto de ebullición ( Boiling point su titulo en inglés) que muestra crudamente que esa noche será siempre como acariciar lo áspero. Primero el director Philip Baratini decidió hacer toda la película en un afilado plano secuencia, sin trucos de ninguna índole. Sin cortes en la oscuridad ni flash de cámara. La pesadilla comienza con el protagonista llegando tarde a la apertura de su restorán , uno reconocido y caro de Londres, dando a conocer por su conversación telefónica que tiene una situación familiar riesgosa con un collar de promesas incumplidas. Cuando llega a su lugar de trabajo un inspector en plena tarea le reprocha, implacable, problemas administrativos y de higiene con lo que le baja las estrellas al establecimiento. Un drama recién empieza que hará que el protagonista pasea en el filo de la tensión de víctima a victimario, de maltratador a arrepentido, de dócil a rebelde. En un lugar donde el racismo reina, el ritmo de atención a las mesas es enloquecido y todos están literalmente al borde de un ataque de nervios. Graham ofrece un final impresionante luego de soportarlo todo, con ciertos antídotos y reclamos de dinero y prestigio. El hervor los quema a todos.
El Chef es una película británica dirigida por Philip Barantini y escrita por James Cummings, salta a la pantalla grande desde el corto del año 2019 hecho por los mismos realizadores. El Chef es protagonizado por Stephen Graham y el reparto incluye a Vinette Robinson, Ray Panthaki, Alice Feetham y Jason Flemyng. El Chef sigue la historia de Andy Jones, el chef (valga la redundancia) de un reconocido restaurante. Durante la noche de navidad, los problemas para Andy irán en crecimiento a medida que transcurre la noche, ya sea con su jefa, con un inspector de bromatología, clientes insatisfechos y con sus propios ayudantes. Una forma de clasificar este film, siendo metafóricos, es que estamos ante una olla a presión a punto de explotar. Desde que la cinta comienza empezamos a sentir como las responsabilidades de Andy lo agobian al punto de ponerlo en una crisis anímica. Suele decirse que el trabajo de un chef es uno de los más estresantes de la vida laboral, con tiempos justos y perfeccionismo para que la comida salga perfecta, El Chef muestra muy bien esta situación poniéndonos en el lugar del protagonista y de los empleados del restaurant desde la focalización de la cámara. En este sentido destacamos el trabajo del director ya que la película parece estar filmada en una sola toma, lo cual hace que el espectador sienta la influencia del tiempo como si se tratara de una bomba que nunca se sabe cuándo va a explotar. Otro punto importante para que este resultado sea satisfactorio son las sólidas actuaciones, no sólo Stephen Graham se carga el protagónico, también está muy bien acompañado por el elenco, dan tiempo a mostrarnos la historia de cada uno de estos personajes con el tiempo necesario para que nos importen. El restaurant es otro punto a destacar, ya que ese ambiente tiene peso en la narración, sus espacios son una construcción funcional a la película que durante varios momentos se siente hostil. Tal vez el punto “flojo” de El Chef, lo pongo en comillas apropósito, sea que no es un film para todos los gustos. Es un drama que por momentos se siente cansino pese a su duración de una hora y treinta minutos, aunque se siente que esa tensión es realizada por el director a conciencia. En fin, El Chef es un buen drama disfrutable por los amantes del género y que mantiene en al espectador atento al desenlace y manteniéndolo en un estado de nerviosismo al no saber con qué puede encontrarse en la próxima escena.
Podría decirse que el arte culinario es complementario al cinematográfico, al nivel de los sentidos. Mientras que el segundo cautiva la mirada y el oído, el primero acapara el resto de los órganos sensoriales. El olor de la comida, sobre todo el sabor y la diferencia de las texturas de la misma completan la escala de los 5 sentidos. El segundo largometraje de Philip Barantini une estos dos mundos tan similares como diferentes. “El Chef”, llega a las salas de cine este jueves 6 de septiembre, tras un extenso paso por festivales durante el 2021. Contando con el protagonismo del espectacular Stephen Graham y su marcado acento escoces. Andy es el chef que se encarga de la cocina de uno de los restaurantes de moda en Londres. Durante la noche más concurrida del año, debe maniobrar entre crisis personales y profesionales para que nada se vaya a pique. Todo lo que podría pasar en un restaurante sucede en esta noche problemática. Barantini apuesta y acierta de sobremanera en la principal propuesta formal del audiovisual. Mediante un plano secuencia único, ingresamos al universo culinario de una noche de un restaurante explotado. La cámara salta de un personaje a otro, con un dinamismo interesante. Al no contar con cortes o planos decorativos, el espectador se ve obligado a estar conectado con la película constantemente, sin descanso. Lo cual es por momentos agotador, pero sin embargo logra transmitir la adrenalina, tensión y malestar de los personajes que habitan el encuadre. La trama se desliza al igual que lo hace la trama, brindando minutos a todos los personajes. Lo cual saben aprovechar a la perfección los actores, que se lucen cuando les toca hacerlo y acompañan cuando la cámara no los sigue. Y aunque la noche de Andy pareciera estar gobernada por la ley de Murphy a la negativa, en ningún momento el guión se exacerba poniendo algo de más. “El Chef” de Philip Barantini, tal vez no fue afortunada al momento de elegir la semana de estreno, ya que compite con muchas otras grandes producciones. De todas maneras se presenta como una gran alternativa o primera gran elección para aquellos espectadores que gusten de ver películas más pequeñas. Una narrativa sólida y un gran acierto técnico/estético lo validan por sí solos.
El plano secuencia de todo el filme, a partir del uso de la steadycam y cámara en mano, no esta nunca justificado, por lo que solo supone pretenciosidad. El titulo original del filme es “Boiling Point”, cuya traducción sería “Punto de Ebullición”, da inicio con un imprevisto encuentro con un inspector de sanidad, quien les pone limites y amenaza con sanciones a los trabajadores del restaurante. Andy Jones (Stephen Graham), el chef en cuestión, llega tarde y no es participe del encuentro, solo se enfrenta a las consecuencias, por lo que reprende y desconcierta a su equipo indistintamente. Todo ocurre en la noche con más concurrencia de clientes, siendo uno de los restaurantes mas famoso. La idea de no realizar cortes es una forma de no necesitar elegir, las diferentes dinámicas merecen más que tomas de reacción de los personajes, inmersos en una variación espacial y
Hay películas que ostentan de cierto virtuosismo como si fuera condición sine qua non para su aceptación instantánea y hay películas como El chef, del británico Philip Barantini, basada en su propio cortometraje de 2019 que también había sido protagonizado por el infalible Stephen Graham (El irlandés, Time, Peaky Blinders). En este caso, la decisión del realizador de filmar su largometraje en un plano secuencia no solo no resulta caprichosa o un indicio de megalomanía sino un recurso funcional a un relato que no da respiro y que muestra el “detrás de escena” de un restaurante londinense en el que los ánimos están caldeados desde el momento en que ingresa su dueño por la puerta, Andy (Graham, extraordinario), y se encuentra con un inspector de sanidad que tiene una mala noticia para darle. Como ese boiling point del título original lo adelanta, el film se desarrolla de manera vertiginosa, hirviendo, in crescendo, con el peor de los escenarios como destino final. El guion de Barantini y James Cummings –nominado a los premios Bafta 2021 en los que El chef aspiró a cuatro estatuillas– primero sigue a su figura central, un chef que dejó de ser líder, perdió el respeto de su equipo y sufre por la imposibilidad de ver a su hijo como consecuencia de sus adicciones. De esta forma, cuando Andy se adentra en la cocina, su propio caos se ve reflejado en ésta, donde algunos empleados no se concentran en su trabajo, otros llegan tarde por no considerarlo importante, mientras que algunos se comprometen con ese restaurante por seguir atados a un concepto efímero de fidelidad a su factótum. Además de las fascinantes interacciones entre esos integrantes del equipo con diferentes visiones y posturas ante esa jornada laboral sin tregua, El chef también muestra el efecto que tiene en ellos el lidiar sin perder la calma con una clientela heterogénea. En el film hay una mordaz crítica a los influencers y sus delirios de grandeza, a quienes avasallan al staff con pedidos inusitados, y a aquellos que ven a los meseros como personas que no merecen respeto, que están allí a merced de ellos que dan las órdenes. Por otro lado, Barantini y Cummings presentan, de modo inevitable, el que sería el conflicto mayor: la disputa entre Andy y un exsocio por ese restaurante que tambalea. Si bien el primero se niega a soltar aquello que, en realidad, ya dejó de ser suyo hace tiempo, el segundo expone la cara más fría de quienes manejan un negocio donde no hay lugar para los débiles. El chef pendula entre esas transacciones que se realizan en una noche gastronómica ajetreada y el costado más humano de quienes les imprimen un valor agregado a sus platos. En cuanto a ésto, se destaca la actriz Vinette Robinson como una chef que no le quiere soltar la mano a su jefe y que se debate entre aceptar otra oferta o continuar en un lugar donde frecuentemente toma el timón porque nadie quiere sostenerlo. El chef es una película claustrofóbica, lúgubre, desenfrenada, cuyo plano secuencia resulta anecdótico ante la suma de aciertos que va acumulando en su hora y media de duración. Como dijimos: Barantini no necesita ostentar.
Se sabe que el aire disentido y relajado que se respira en los restaurantes más prestigiosos es directamente proporcional a la tensión y la presión que predominan en la cocina, un lugar donde todos los engranajes deben funcionar a la perfección para satisfacer a los clientes. Así ocurre en el coqueto local londinense a cargo del cocinero Andy Jones (Stephen Graham), quien junto a sus subordinados vivirá una de las peores noches de su vida, sino la peor. La vida de Jones –de la que solo sabremos por sus llamadas telefónicas– está cayendo en picada por un matrimonio arruinado que lo lleva a beber alcohol con preocupante regularidad. Por si fuera poco, en la que se presume será una de las noches más concurridas del año, recibe la visita de un auditor que encuentra varios errores en la cocina, bajándoles la puntuación que ostentaban. Es, pues, el principio de una jornada marcada por conflictos entre los empleados, entre ellos y ese jefe de cocina con malos modos, y entre todos con una dueña que no parece saber demasiado cómo regentear un negocio de esa envergadura. Mucho menos cómo lidiar con un grupo tan variado. Filmada casi en tiempo real mediante una serie de largos planos secuencia que transcurren casi en su totalidad dentro del restaurante, El chef construye su relato a fuerza de una acumulación de sinsabores (por momentos demasiados) ajena a la mayoría de los clientes que degustan sus platos refinados. Los problemas personales de los empleados, la inexperiencia de los más nuevos y la frustración de algunos veteranos hastiados de su trabajo se entremezclan en un cóctel letal para Andy. El abanico de clientes es amplio: un grupo de chicas norteamericanas de vacaciones, una familia cuyo padre de familia maltrata a las camareras, unos instagramers que quieren comer un plato que no está en la carta y hasta un novio que piensa proponerle matrimonio a su pareja. Todos motivos para aumentar esas rispideces que el espectador observa como un testigo invisible, sumergido por el dispositivo construido por el realizador Philip Barantini. El chef es una película tensa, atrapante e incómoda, una despiadada reflexión sobre los vínculos interpersonales bajo los mandatos de un régimen laboral que no da respiro. Un régimen capaz de sacar lo peor de los seres humanos.
"El chef", la tensión de un plano secuencia. En un ejercicio que va más allá del exhibicionismo técnico, el director inglés cuenta en una sola toma una agitada noche de un restaurant de lujo. Lo primero que hay que decir es que, como El arca rusa, Birdman o 1914, El chef (Boiling Point, en el original) está narrada en un único plano sin cortes, aprovechando las posibilidades que brinda la steadycam de moverse de un lado a otro con ligereza, reflejos y manteniendo un encuadre “steady”. Esto es, estable. Como en el caso de toda proeza técnica, ante el alarde de estilo que representa filmar una película entera en un solo plano, conviene hacerse tres preguntas interconectadas: si ese recurso es necesario o incluso óptimo para narrar lo que se quiere narrar; cómo está usado y para qué fines. La utilidad del plano secuencia -tantas veces usado al pepe por tantos cineastas jóvenes, dados al exhibicionismo técnico- es que, al permitir una continuidad temporal y espacial, posibilita también una continuidad dramática y narrativa, generalmente con un efecto de intensificación. Eso, intensidad, es lo que logra este film de origen escocés, a partir de una situación aparentemente ñoña, como lo es una hora y media de trabajo en un restorán de calidad. Andy Jones (Stephen Graham, en una actuación que lo debe haber dejado tan estresado como el personaje) está ya en problemas en el ¿primer plano? ¿primer encuadre? Está llegando tarde a su trabajo como jefe de cocina y debe pedirle a su ex, por teléfono, que lo disculpe ante el hijo, porque no va a poder verlo esa noche. De allí en más, el dispositivo dramático del film coescrito y dirigido por Philip Barantini es el de sumar pequeños detalles para generar una tensión creciente. Un inspector oficial parece desaprobar cada pequeño detalle de higiene de parte del personal, la segunda jefa de cocina (Vinette Robinson, perfecta) debe poner la cara ante la ausencia del jefe, el otro cocinero da la impresión de querer pelearse con todo el mundo, uno de los que lavan los platos no llega, no queda carne de ternera, la segunda jefa de cocina y la maître tienen una pelea como de 5 minutos, en una mesa tres tipos hacen reclamos haciendo sentir su condición de influencers, en otra mesa un turista yanqui se muestra racista y verbalmente violento con una camarera negra y principiante, una clienta sufre una crisis de alergia y para peor se cae por allí el mejor enemigo de Andy (Jason Flemyng, excelente), quien, como al descuido, lo hace en compañía de la crítica gastronómica más temida. Y todo en la noche más concurrida del año. Hay una prueba simple y rotunda de que el desafío técnico (y actoral) no es decorativo sino funcional. Si uno se deja llevar por la acción se olvida de que antes de la toma final la película de Barantini debe tener detrás montones de ensayos, pruebas, intentos fallidos y refilmaciones. También funciona dramáticamente, ya que la tensión se siente, y el punto de vista (centrado en el protagonista, pero dividido también entre todos los miembros de su equipo) está impecablemente manejado. El efecto logrado es de inmersión en esta progresiva crisis de nervios, que termina de modo bastante extremo (o demasiado extremo, según como se lo interprete). Y si la tensión parece tener un motivo nimio (salvo a los dueños de restorán, quién más puede angustiarse con una situación crítica en un restorán), el sentido se universaliza cuando el espectador comprende que, trabaje de lo que trabaje, también él está sometido a la sobreexigencia meritocrática laboral, cuando todo lo que se hace debe ser despiadadamente clase triple A.
Una película que incluye 14 Nominaciones y 4 Premios, despierta curiosidad. Y realmente no defrauda. Es muy interesante espiar cómo las noches en una cocina se viven con esa enorme dosis de suspenso y adrenalina. Philip Barantini conoce bien el oficio ya que formó parte de un restaurante durante 12 años y es Chef, está familiarizado con la tensión que se vive en un restaurante. La acción se sitúa en un famoso restó de Londres, un viernes por la noche, antes de Navidad, atiborrado y con reservas de más. Algunos se fastidian y otros piden cosas fuera de la carta. Ni hablar de la llegada de los influencers que creen que con ese título pueden pedir lo que sea. Que sucede en esa vorágine? De todo. A toda esta presión que es sólo una muestra de 92 minutos, se ve sometido el Chef Andy Jones (Stephen Graham) un hombre con problemas familiares que no le permiten poner toda su atención en la cocina, y las cosas empiezan a fallar. Además debe lidiar con la visita de un Inspector de Sanidad antes de la jornada y con la aparición de su ex-Jefe, Alastair Skye (Jason Flemyng), un Chef famoso que llega junto a una "Crítica Culinaria" (que no viene a juzgar, pero aporta una cuota de nervios extra). A ellos se suma un grupo eficaz que debería funcionar en bloque, pero son todos muy distintos, y hay errores. "El Chef" está filmado en un solo plano secuencia y se transforma en un verdadero thriller que no da respiro y traspasa la angustia de los trabajadores al espectador. Realmente entramos en esa cocina y queremos que las cosas, salgan bien. Hay comedia, tensión al tener que resolver conflictos y empatía hacia ese grupo que da todo para llegar a buen puerto. Lo lograrán? Una inmersión sin filtro al trabajo en las cocinas.
¿ELOGIO DEL PLANO SECUENCIA? La pregunta necesitaría una respuesta, claro está, pero en medio de los signos de interrogación resplandece ese término que hace ruido: plano secuencia o una decisión formal sostenida por recursos técnicos en donde el director exhibe su protagonismo (¿narcisismo?) a través de la cámara. Cineastas reconocidos por construir una estética determinada valiéndose de una única toma: Welles, De Palma, Tarkovski, Kubrick, Berlanga, la lista sería interminable. Y la técnica con el uso de la steadycam que permite tal grado de exhibicionismo. Y el recuerdo de El arca rusa, de Aleksandr Sokurov, y una película enteramente concebida desde un plano secuencia para contar el fin del zarismo y el preludio (al final, en off) de la revolución bolchevique. Y así se llega a El chef (Boiling Point, el original, más adecuado), de Philip Barantini (dos largos para cine y series de televisión) y su historia que transcurre en un restaurante, filmada en una sola toma, y por lo que se sugiere en la información de prensa, decidida de esa manera debido a la aparición la pandemia… Es decir, un plano secuencia que gobierna en todo un film a propósito de un hecho ajeno al lenguaje cinematográfico. Si esto es verdad o no, poco importa: aquello que queda en imágenes es lo fundamental, y El chef transmite en varias escenas una energía que parte desde lo formal para configurarse en aquello dramático, en lo que desea narrar, en ese punto de inflexión donde la destreza técnica se fusiona al relato en imágenes. ¿Qué cuenta la película? Las peripecias que se viven en la trastienda de ese restaurante en época de fiestas navideñas, las viñetas y pequeñas historias de los que trabajan en el lugar, las indicaciones de los / las chef (porque son más de uno), las alusiones a los afectos, las preguntas y respuestas relacionadas al rubro gastronómico. Y esa cámara que no para de moverse en muchas ocasiones y que conecta (sin corte, claro) el ámbito privado (la cocina) y el público (el local en sí mismo). Y desde allí surgen otras viñetas y aportes narrativos. En este caso, a cargo de los parroquianos en el prestigioso restaurante: tres imbéciles influencers que dicen algunas pavadas, un norteamericano de tinte racista, el enemigo del chef principal que concurre al lugar con una crítica en estos temas, una clienta que padece alergias varias. Y así transcurre la hora y media de la propuesta de Barantini, describiendo un micromundo sin corte entre toma y toma y gracias al uso de la steadycam. Y de esta manera se cuenta una historia a través de pequeñas historias o anécdotas) que, por suerte, no quedan inválidas frente a semejante apuesta formal. El chef es una película de perfil bajo que nunca traiciona sus intenciones.
Sale con fritas. El chef es la segunda película como director del actor Philip Barantini, que describe en tiempo real el trabajo de un lujoso restaurante londinense durante la noche más ajetreada del año. Y está protagonizada por Stephen Graham, acompañado de Vinette Robinson, Alice Feetham, Ray Panthaki y Jason Flemyng, entre otros. Con un guion escrito por su director, junto a James Cummings, la historia se centra en el chef Andy Jones, que debe lidiar con los múltiples problemas, personales y laborales, tanto propios como de sus empleados en el transcurso de una noche en vísperas de Navidad. Describiendo así el funcionamiento de un restaurante en el que los comensales no tienen que notar la situación estresante que se vive dentro de la cocina. En primer lugar, es necesario aclarar que la puesta en escena se rige de acuerdo a las normas del movimiento fílmico vanguardista conocido como Dogma ‘ 95, motivo por el que está filmada en un escenario real con sonido directo y las luces propias del lugar, lo que explica el fuerte contraste lumínico entre la cocina y el salón. Así como también el uso constante de la cámara en mano, en un único plano secuencia que acompaña a los diferentes personajes y cambia de tamaño acercándose o alejándose de ellos. Pero su principal problema radica en la gran cantidad de subtramas que aborda, sin hacer foco en ninguna, motivo por el cual se queda en la descripción de los problemas y no se le da un desarrollo con mayor profundidad. Lo que hace que la tensión generada por algunas escenas se diluya con otras menos interesantes, y algunas que quedan en la nada, dispersando la atención del espectador, que tiene que volver a esperar el turno de aquella que le resultaba interesante. En conclusión, El chef es una película que funciona mejor en el cortometraje original de veintidós minutos realizado previamente por su director que en este largometraje. Porque se convierte en esclavo de las limitaciones de su puesta en escena, y dispersa la atención del espectador en su gran cantidad de subtramas.
Tensión en la jornada laboral dentro de una cocina Philip Barantini realiza un relato intenso sobre los grupos de trabajo y los respectivos conflictos personales que surgen de cada personaje detrás del mostrador. Andy Jones (Stephen Graham) es el chef encargado de un reconocido restaurante en Londres. Llega para una nueva jornada laboral con temas personales a cuestas. Sin embargo, se encuentra con que está el inspector de sanidad y seguridad Alan Lovejoy (Thomas Coombes) y le han bajado de 5 a 3 la calificación del comercio por supuestos errores del personal. Todo ello incrementa la tensión en la jornada laboral de Navidad. Andy muestra que su personalidad y dirección son los que sostienen el trabajo a realizar. Tiene a Carly (Vinette Robinson) en la cocina quien le ayuda todo el tiempo, y también debe lidiar con Freeman (Ray Panthaki) y Emily (Hannah Walters), la encargada general del personal. Así mismo entre los que asisten al restaurante está el reconocido chef Alastair Skye (Jason Flemyng), anterior jefe de Andy. Es interesante que todo esté filmado en una sola toma en El Chef (Boiling Point, 2021), sobre todo al suceder la acción en el único ambiente del restaurante. Allí se describe el desarrollo dentro de cada sector, con el ritmo necesario para darle mayor peso a las historias personales de los meseros y sobre todo, de Andy, quien organiza el movimiento dentro del espacio gastronómico. Es atractivo que el relato se construya sobre la idea de que muchas cosas no van a salir tan bien como se espera. El aumento de la expectativa en que algo puede resultar mal y ser parte de una jornada accidentada, produce que se mantenga una atención sobre cada acción. Finalmente, El Chef es una película sobre el dinamismo del trabajo en equipo, las distintas personalidades que confluyen en un objetivo en común, y la intensidad de una jornada en la cocina que se puede convertir en una tragedia.
Es raro encontrar una película que, sin apelar al efecto especial, logre una experiencia inmersiva para el espectador. Aquí estamos en la cocina de un hotel, en la noche más compleja del año, con mucha gente trabajando de modo intenso, con un chef que ha construido mucho y que depende de que todo salga perfecto, y con un inspector de salubridad que coloca todo en jaque, sin contar la exigencias a veces disparatadas de los comensales. Con un ritmo constante y una enorme precisión, la película construye y nos introduce en ese mundo, y poco a poco va generando -con mucho humor, pero también con mucha tensión- un climax de tono satisfactorio: es como debe ser y se llega a él con pasos perfectos. Como toda buena película, olvidamos que se trata de una película, que estamos en el cine, que esos personajes no existen. La pequeña hazaña de este film consiste en su verdad.
Un drama culinario y eficaz narrado en plano secuencia Rodar en plano secuencia es un recurso arriesgado, pero una experiencia inmersiva e intensa para el espectador. El actor británico Philip Barantini recurrió a esa forma de rodar en “El chef”, su segundo largometraje. Como suele ocurrir en esos casos -dos memorables son “El arca rusa” y “La soga”- casi toda la acción transcurre en un único espacio. En este caso se trata del restaurante de Andy, a cargo de Stephen Graham (“Snatch, cerdos y diamantes”, “Pandillas de Nueva York”, “Peaky Blinders”), el cocinero en jefe de un restaurante londinense de moda que lidia al mismo tiempo con la responsabilidad de su cargo, un matrimonio acabado, sus culpas como padre ausente, sus adicciones y una gerenta autoritaria que subestima a todo el equipo. Parece mucho para una sola persona, pero para eso Andy cuenta con Carly, interpretada por Vinette Robinson (“Black Mirror”), la subjefa de cocina que, de hecho, está casi siempre al mando.
El Chef también puede verse como una metáfora realista de una era sobrealimentada en la que el restaurante sirve como escenario simbólico y revelador.
El chef (Boiling Point, Gran Bretaña, 2021) cuenta la noche más intensa en uno de los restaurantes de moda en Londres. El chef, Andy (Stephen Graham) tiene una crisis personal, consume alcohol en cantidad, está distanciado de su hijo y tiene una relación tensa con su ex socio, un chef estrella, que va esa noche a cenar. No es el único comensal complicado, ya que parece que cada una de las mesas ofrece un desafío extra. Para peor, la noche comenzó mal con un inspector de sanidad que les bajó la calificación al comienzo de la jornada. El chef es una de esas historias de tensión creciente, un relato claustrofóbico donde nada parece salir bien y donde cada escena es una pesadilla de incomodidad y molestia. Es difícil de disfrutar este permanente fuego pesado alivianado sólo por algunas pequeños momentos de felicidad muy efímeros. No es que todo sea siempre así, pero la noche elegida por el director es la de las complicaciones, el drama y la intensidad. El espectador sufrirá esa angustia que sin duda es el objetivo de la película. La película está narrada desde el punto de vista de la gente que trabaja en el restaurante, mostrando algunos de los peores clientes posibles y mostrando las mil cosas que pueden salir mal en una misma noche. El director decidió filmar en un solo plano toda la película para enfatizar este clima de encierro y presión. Lo hace bien, buscando más el resultado puro que el lucimiento personal. No se siente la cámara casi nunca, algo que deber reconocerse como un mérito. Solo sentimos el resultado estético, no el truco en sí mismo. La idea del rodaje era hacer ocho veces el gran plano, pero por el comienzo de la pandemia tuvieron que conformarse con planificarlo para filmarlo cuatro veces y de esos intentos quedó el tercero. Parece más fácil de lo que finalmente es, teniendo en cuenta las muchas cosas complicadas que deben sincronizarse, más aún por la clase de locación que se usa. La película elige ser excesiva en lo emocional y algo cruel, producto de comprimir todo el drama en una sola noche. Es difícil que un ser humano tenga ganas de volver a pisar un restaurante luego de ver El chef, porque muestra que comer afuera en un lugar así es algo terrible para los clientes como para los que trabajan allí. Un verdadero infierno.
VÉRTIGO Y MANIPULACIÓN En el cine actual, son cada vez más frecuentes los proyectos que privilegian el regodeo en el dispositivo formal antes que lo que necesitan la estructura narrativa y sus personajes. Ahí tenemos, por ejemplo, el Birdman de Alejandro González Iñárritu o el 1917 de Sam Mendes, con sus arbitrarios planos secuencia únicos para fascinar a la crítica y el público mientras se manipulan constantemente las acciones de los protagonistas. Y ahora llega El chef, que también recurre a un único plano secuencia para desplegar una sumatoria de conflictos amontonados sin mucho criterio y sensibilidad. El título original del film de Philip Barantini (una extensión de un corto del 2019, rodado durante la cuarentena y que obtuvo cuatro nominaciones a los premios BAFTA) es Boiling point, que puede ser traducido como “punto de ebullición”. Efectivamente, ya desde el mismo arranque, se nota que todo está a punto de explotar para Andy Jones (Stephen Graham), el jefe de cocina de un restaurante que afronta una multitud de dificultades: el emprendimiento todavía está tratando de posicionarse como un lugar de referencia, hay problemas con la calificación sanitaria, el equipo de cocineros está exigido al máximo, su liderazgo es cuestionado, tiene un hijo al que apenas ve, deudas de todo tipo y encima se le aparece en una mesa un viejo colega -y en un punto rival- con sus propias demandas. Pero la película no se conforma con seguir a Andy y sus conflictos, sino que pretende desplegar un relato casi coral, donde varios personajes tienen sus propios dilemas y chocan entre sí, con la cámara yendo de un lugar a otro del restaurante, en una hora y media frenética que solo puede culminar en un estallido. Ese recorrido que hace la puesta en escena de Barantini es más una colección de tensiones que una verdadera narración. A tal punto, que incluso se permite insinuar que les pasan cosas terribles a algunos personajes -hay, por ejemplo, un joven cocinero que accidentalmente exhibe huellas de autolesiones-, pero más como un dato de color sobre lo asfixiante del contexto que como un intento de complejizarlos. De ahí que todo se vaya armando como esos dramas teatrales donde las expectativas se construyen en función de cómo será el giro de los últimos minutos y de dejar todo servido para un tour de force por parte de los actores. En esa competencia de intensidad, donde el guión, la dirección y las actuaciones se retroalimentan, el vértigo potencia la manipulación y logra un efecto paradojal: todo se convierte en una experiencia agotadora y, finalmente, aburrida. Por eso, los últimos minutos de El chef, donde la existencia de los personajes y, en especial, del protagonista, estallan por los aires con derivaciones trágicas, están lejos del impacto buscado. Tanta arbitrariedad en la acumulación de conflictos lleva a que ningún conflicto importe realmente y que la tensión se agote por más que la cámara se mueva obsesivamente buscando resaltar la corporalidad. Y lo cierto es que el final pretende lograr un dramatismo y un impacto emocional en el espectador de forma totalmente forzada. La hora y media de El chef, entonces, está lejos del efecto buscado, porque se notan todos los hilos en su entramado narrativo y su artificio melodramático, donde los personajes son meras marionetas para sustentar una visión pesimista sobre el mundo del trabajo y las relaciones humanas.