Sobre la maternidad relajada. La comedia hollywoodense de las últimas décadas puede resumirse con facilidad en apenas dos subgéneros principales: grupito de hombres comportándose como energúmenos/ adolescentes y grupito de mujeres comportándose como hombres que se comportan como energúmenos/ adolescentes. Y ahí se acabó todo… ya no existen las parodias, las críticas sociales, el humor negro, la anarquía, la experimentación formal o los films que combinen las distintas vertientes. En el reino de la necedad mainstream encontramos una y otra vez personajes que resultan tan descerebrados como aburridos en función de su triste desinterés para con todo lo que no sea ellos mismos (este parece ser el “balance perfecto” según la visión de los productores). Así las cosas, llama la atención que El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016) no sea tan hueca y esté más volcada hacia el tedio tradicional. Desde ya que la película en cuestión arrastra las horrendas características que señalábamos con anterioridad, pero aquí por lo menos hay una suerte de intento -fallido, por si quedaban dudas- de crear un núcleo narrativo sensible o algo similar, circunstancia que no es poca cosa si recordamos que hablamos del segundo opus como directores de Jon Lucas y Scott Moore, ese dúo de intelectuales que nos regaló 21, la Gran Fiesta (21 & Over, 2013), otra celebración del consumo bobo autodestructivo y esa “rebelión” de cartón pintado que tanto adoran los norteamericanos. Mientras que el título en inglés era más sutil con respecto al eje de la trama, su homólogo en castellano nos aclara desde el vamos que las protagonistas son unas señoras que esquivan algunos preceptos de la maternidad, aunque en realidad el mensaje libertario no lo es tanto y sólo aplica a las burguesas sumisas de muy buen pasar. El relato se centra en Amy (Mila Kunis), una representante de ventas de una compañía de café cuya vida está completamente saturada porque de manera cíclica pretende satisfacer a todos a su alrededor (marido, jefe, hijos, autoridades del colegio de los pequeños, etc.). Cuando descubre al imbécil de su esposo masturbándose con otra mujer mediante un video chat, primero lo echa del hogar y luego comienza a replantearse su actitud ante su familia. Una jornada a puro estrés será la gota que rebase el vaso y -sin siquiera proponérselo- se unirá a Carla (Kathryn Hahn) y Kiki (Kristen Bell), dos nuevas amigas, en pos de aliviar el peso de su rol de madre y disfrutar, lo que por supuesto incluye emborracharse, soltar la correa del trabajo y encontrar una nueva pareja. Un tono light e inofensivo embadurna cada escena con latiguillos, insultos tontos y situaciones derivativas que se agotan de inmediato. Tampoco convencen los dos atajos que insertan Lucas y Moore, léase el romance de Amy con Jessie (Jay Hernandez), un viudo que anda dando vueltas por el guión, y la pelea de las mujeres con una especie de contrapunto “menos desinhibido”, un segundo trío de burguesas compuesto por Gwendolyn (Christina Applegate), Stacy (Jada Pinkett Smith) y Vicky (Annie Mumolo). Como en tantas otras comedias bobaliconas de Estados Unidos, una concepción reduccionista que en un primer momento parecía apuntar a una ruptura de los clichés del género, termina no sólo ratificando las máximas retóricas sino también cayendo en sentencias regresivas, apáticas y sexistas: la moraleja de la película sería que el ideal femenino está condensado en las amas de casa relajadas. Ya tarde, en el desenlace, surge la noción de una maternidad más intuitiva y sensata, mucho menos impuesta a nivel social…
Sean muchas o pocas, las risas están aseguradas con esta película entretenida y pasatista. El guión felizmente ofrece no sólo un rejunte de gags graciosos, sino que también una buena historia de fondo, pero lo que le quita puntos a favor son....
Desmadre nivel: Suburban mom. La monotonía de la cotidianeidad es uno de los tantos infiernos que pesa sobre el ser moderno, más aún sobre las madres que balancean la vida profesional y amorosa con la crianza de sus hijos, la vida marital y el mantenimiento del hogar. La recurrente fantasía escapista de una realidad sin responsabilidades que les permita vivir sus días a pleno es el sustento de El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016), película de la dupla Jon Lucas- Scott Moore, dúo que se mueve en terreno familiar luego de ser guionistas de la saga iniciada con ¿Qué Pasó Ayer? (2009) y directores de 21, la Gran Fiesta (2013). Por supuesto, en el mejor espíritu de Aquellos Viejos Tiempos (2003), ese “vivir a pleno” se reduce a volver a un estadio adolescente descontrolado que contenga la mayor cantidad de experiencias intoxicantes e irresponsables posibles. En el centro de todo tenemos a Amy (Mila Kunis), madre de dos y empleada part-time que a raíz de una crisis profesional y marital decide dejar de esforzarse por ser una madre competente, y es así como con la ayuda de una madre obsesiva (Kristen Bell) y otra completamente abandónica (Kathryn Hahn) se rebela contra el statu quo materno en una caravana anárquica que la vuelve el blanco predilecto de Gwendolyn (Christina Applegate), la mamá perfecta con peso “político” en el colegio de sus hijos. El trailer anticipaba un tono demasiado similar al de ¿Qué Pasó Ayer?, y sabiendo que proviene de los mismos creadores, todas nuestras sospechas se confirman. Esta versión femenina del reviente como contraposición a la adultez juega dentro de los límites de aquello que la industria entiende como exceso políticamente correcto, ese que plantea una rebelión que termine exactamente noventa minutos después, cuando rueden los créditos y todos vuelvan a casa en el mismo estado de siempre, pero sintiendo que por un ratito saborearon el fruto prohibido… desgraciadamente esa idea radical cae dentro de los convencionalismos imaginables de este tipo de relatos, sin una exploración profunda. Pero no todas son pálidas, hay dos cosas que aprendemos de El Club de las Madres Rebeldes: la utilización de “slow mo” con un tema rockero de fondo no arregla mágicamente todas las escenas y la acumulación de diálogos escatológicos no eleva la vara del humor para mayores de 18 años. Kunis no termina de acomodarse dentro de un personaje y un subgénero que no parecen hechos a su medida; Bell y Hahn acompañan pero llegan hasta donde sus encorsetados personajes les permiten. El relato atraviesa todos los lugares comunes de las historias de saturación seguidas de rebeldía, diversión, realidad, consecuencia y resolución feliz, en ese preciso orden; de manual. De la misma forma en que se puede experimentar rebeldía en clave “mamá” durante hora y media para después volver a la realidad sin ninguna otra inquietud. Como espectadores experimentamos, podemos decir que estamos ante una obra desechable que nos deja poco y nada al abandonar la sala.
Amy es una madre y ama de casa full time; se encarga de dejar a sus hijos en el colegio, ayudarlos con los deberes, de trabajar y además de todo verse bien y tener siempre la casa impecable para el vago de su marido. Pero cuando descubre una infidelidad, toda la fantasía se viene abajo y decide tomarse un tiempo para sí misma, siendo consciente de que tanto sus hijos como su esposo se pueden cuidar solos. Así entabla una relación con dos mujeres en situaciones similares y decidirán vivir un poco la vida. Estamos ante una película que viendo la temática, el elenco y el tono del poster, el público general podría tildar no de film feminista, sino directamente “de minita”, y créanme lectores que si uno piensa así, está prejuzgando bastante mal a El Club de las Madres Rebeldes. Pese a lo absurdo que resulta el nombre en Latinoamérica (Bad Moms es el título original), El Club de las Madres Rebeldes es mucho más una crítica al mundo superficial, perfeccionista y aburrida corrección política en el que vivimos; que un film que quiere establecer una postura sobre la también absurda guerra de sexos que se nos quiere hacer creer. Los personajes de El Club de las Madres Rebeldes no levantan ninguna bandera, y el único discurso que tienen (eso sí, se vuelve bastante reiterativo en la película), es que quieren disfrutar un poco de la vida mientras aún son jóvenes. Esto funciona muy bien gracias al guión escrito por Jon Lucas y Scott Moore (responsables, entre otras, de la saga The Hangover y que acá se encargan también de dirigir), donde todo este sub mensaje está intercalado entre gags que funcionan muy bien en su mayoría, ya que se alejan de las flatulencias o las caídas. También El Club de las Madres Rebeldes funciona porque tiene un trío protagónico con mucha química: Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn se entienden a la perfección, y parecen amigas de verdad. A esto hay que sumarle que como antagonista tenemos a la siempre correcta y graciosa Christina Applegate. Nada de qué quejarnos desde el lado de la actuación. Sí molesta un poco y se siente innecesaria una sub trama amorosa que involucra a la protagonista, con un obvio galán que tiene a todos los personajes femeninos del film suspirando. No sólo no aporta nada a la película en sí, resta un poco al mensaje de que las mujeres pueden vivir bien y felices fuera del concepto de familia ideal con hijos y pareja. El Club de las Madres Rebeldes es una entretenida película, que seguramente terminará sorprendiendo a varios sólo por haberla prejuzgado. Graciosa, sin una bajada de línea obvia y explícita, se postula como una de las mejores comedias protagonizadas por mujeres del año. Sin la necesidad de colgarse del nombre de una franquicia como vimos hace poco….
Madres que no llegan a reivindicarse Entre tantas comedias sobre hombres que pierden el control (¿Qué pasó ayer?; Old School) le damos la bienvenida a El club de las madres rebeldes, que muestra a mujeres que un día le dicen basta a las mil presiones que la sociedad les impone. Es una buena noticia, aún cuando el resultado no sea óptimo. El tratamiento de este tema en tono de comedia es original y la película tiene grandes momentos en los que se muestra cómo estas madres intentan descargar las tensiones, pasándose de la raya a veces, pero en un muy acertado camino de auto descubrimiento. Las actrices Kathryn Hahn, Kristen Bell y Christina Applegate, mucho más que la protagonista Mila Kunis, se lucen a puro talento y con perfecto timing para la comedia. La película demuestra sus buenas intenciones al hablar sobre la forma en que la sociedad juzga a las madres y la pérdida de la libertad personal que implica criar a los hijos, al mismo tiempo que se intenta tener una carrera y una pareja feliz. Pero los realizadores, Jon Lucas y Scott Moore, no buscaron una forma propia para contar esta historia de tres madres descontroladas y se ciñeron a la narrativa y estética típica de estas comedias. Resultan un poco cansadoras las incontables escenas filmadas como mini videoclips con canciones pop de moda y la inclusión de un conflicto que implica una competencia entre dos madres. Ambas parecen sacadas de un implícito manual de la comedia de Hollywood de esta época, sin considerar que aplicar sus reglas, efectivas como han probado ser, no siempre es lo que se necesita. En este caso hubiera sido necesario un planteo diferente para una película que pretende ser transgresora. Durante los títulos hay una serie de diálogos entre las actrices junto a sus madres reales que resultan muy emotivos y divertidos.
Mundo femenino Tiene algunos buenos momentos, pero la corrección política termina prevaleciendo y arruinándolos. Hace siete años, Jon Lucas y Scott Moore se hicieron un nombre en Hollywood como los guionistas de ¿Qué pasó ayer?, donde mostraron pericia para el manejo del absurdo y habilidad para reírse de (y con) cierto universo masculino. Ahora la dupla –a cargo ya no sólo del guión, sino también de la dirección- se animó a explorar ese territorio sagrado del mundo femenino llamado maternidad. La idea: faltarle un poco el respeto a esa institución intocable y, de paso, también a los niños, esos pequeños tiranos. Lo que intentan estos dos hombres es ponerse del otro lado y contar la vida desde el punto de vista de esas mujeres actuales que, movimientos feministas mediante, a lo largo del siglo XX fueron logrando romper las cadenas domésticas y salir a trabajar a la par de sus maridos, pero todavía cargan con la mayor parte de las tareas de amas de casa. Es una película dirigida a un público femenino específico: nadie la va a apreciar tanto como las madres. Unas cuantas sentirán una identificación catártica con el personaje de Mila Kunis, que un buen día se harta del deber ser la madre y la esposa perfecta, corriendo de aquí para allá para cumplir con todas sus obligaciones. Ella se rebela y arma una suerte de pandilla revolucionaria con dos arquetipos: una divorciada guarra y una mojigata, madre de tiempo completo, completamente sometida a su marido. No deja de ser contradictorio con sus intenciones feministas que Lucas y Moore inviertan los roles tradicionales y doten a sus personajes femeninos de características masculinas: ellas también pueden emborracharse, ser chabacanas, mostrarse como seres deseantes, tratar a los hombres como meros objetos de placer (un tipo de humor que últimamente se viene viendo seguido en comedias hollywoodenses, y que tiene como emblema a la dupla Paul Feig-Melissa McCarthy: Damas en guerra, Chicas armadas y peligrosas, Cazafantasmas). Por eso, cabe preguntarse qué habría ocurrido aquí si la dirección hubiera estado en manos de mujeres. Más allá de estas disquisiciones y del debate sobre si el humor tiene o no un género, la película funciona en aquellos momentos en los que se anima a ser políticamente incorrecta y desacraliza la parentalidad, a la vez que demuele a la dictadura infantil imperante y a esa parva de consentidos que se está malcriando actualmente. Hace agua, en cambio, cuando cae en el gastado tópico de la batalla de los sexos (la mayoría de los hombres son inútiles), y cuando se ve en la necesidad de aclarar cuánto quieren esas madres a sus hijos, como para que ninguna de las espectadoras se asuste y todas vuelvan tranquilas a sus casas a seguir cumpliendo con el sacerdocio de la maternidad.
Hartas! En los caminos inciertos y dubitativos de la nueva comedia americana, un grupo de películas se destacan por su corrosivo humor y la posibilidad de colocar en la pantalla, situaciones identificables que generan empatía aún en su tratamiento desagradable y soez. Dentro de esta última corriente, se inscribe El club de las madres rebeldes (Bad Moms, 2016). Dirigida por Jon Lucas y Scott Moore, la película se enfoca en Amy (Mila Kunis), una joven madre profesional, que ve como un día su perfecta organización para poder cumplir con todos los roles que le toca jugar, intenta analizar la actualidad de la educación, la crianza, los vínculos sociales y mucho más, con mucho humor. Si por acá hemos tenido a Roxi, la protagonista de Según Roxi, la serie que hablaba de la maternidad como un estado imperfecto e impuesto, ajeno a aquella descripción idílica de novelas y cuentos, en El club de las madres rebeldes todo es mucho más exagerado en un guion que no da respiro con las irrisorias situaciones imaginadas para Amy y los suyos. En el arranque una narración en off de la protagonista ubica la acción y todos los obstáculos por los que debe a diario atravesar para que la agenda propia y la de sus hijos, perro y marido marche sobre ruedas. Pero cuando en el peor de los días, una serie de desafortunados eventos la llevan a una reunión de padres nocturna, innecesaria, su manera de manejarse en la vida cambia, harta de todo. Junto a dos nuevas amigas (Krysten Bell y Kathryn Hahn) pasa sus horas pensando actividades lúdicas, que lindan lo ilegal, para poder reencontrarse consigo misma y así también ofrecer al resto un nuevo acercamiento hacia ella, mucho más relajada y feliz. El film posee una primera parte mucho más descriptiva, para luego dejarse llevar, a partir que la protagonista decide ser una “mala madre”, en una serie de situaciones que lindan con la comedia corporal, aquella que tuvo grandes representantes y que no se ha vuelto a producir últimamente con un resultado aceptable. El club de las madres rebeldes es contemporánea, dinámica, y con la habilidad de no sólo incorporar una serie de referencias culturales en sus gags, sino que además, suma las redes sociales para expresar el estado de los vínculos sociales, efímeros, vacuos y sin sentido.
LAS CULPOSAS LIBERADAS Es una comedia que promete ser transgresora y que lo logra a medias. Los directores y guionistas Jon Lucas y Scott Moore (responsables del libro de la saga “Que paso ayer”) se meten con un tema tabú: la maternidad. Y especialmente con las mujeres que se consideran malas madres respecto a modelos impuestos por la fuerza y aquí encarnados en el deber ser de una comisión de madres. Si bien la idea esta bien expuesta y es un gran filón, hacia la mitad de la película se desinfla y pierde fuerza. Pero lo que vale de este film es el trío protagónico: Mila Kunis que desde su adolescencia sabe de comedias y las eficaces Kristen Bell y Kathyn Haan, la mamá vulgar que más hace reír con sus “salvajadas”. La sangre nunca llega al río, las chicas se rebelan hasta ahí, entretienen y punto sin mas pretensiones. Si se quedan a los títulos conocerás a las verdaderas mamás de las protagonistas.
Una comedia que no funciona por sus gags ni como crítica social. No son muy rebeldes que digamos las madres de ese club. No al menos en el sentido estricto del término: ellas cuestionan, se quejan, ejercitan pequeñas actos libertarios y de diversión, pero en ningún momento se plantean que quizás ellas no estén obligadas a hacer lo que hacen. El club de estas madres es, en todo caso, un pequeño bálsamo antes de encarrilarse nuevamente detrás de la senda del status quo. Segundo largometraje de la dupla Jon Lucas y Scott Moore (responsables de 21, la gran fiesta y el guión de ¿Qué pasó ayer?), El club de las madres rebeldes quiere ser una película concebida como vehículo para un grito contestatario de esas mujeres modernas apresadas entre sus responsabilidades hogareñas y laborales. Pero de lo que se habla en el fondo es de cómo cambiar para que nada cambie. La voz del relato recae en Amy (Mila Kunis), una mujer de 32 años y madre del primero de sus dos hijos hace doce, que hace malabarismos para cumplir su rol polifuncional. En la puerta de colegio conocerá a otras dos mujeres insatisfechas con las vidas que le han tocado en suerte: una sumisa e incapaz de contradecir al marido (Kristen Bell) y otra madre soltera que vive de reviente en reviente (Kathryn Hahn). El film no funciona en su nivel humorístico (los chistes son predecibles y poco sorpresivos) ni mucho menos en su faceta “social”, ya que la supuesta rebeldía no va más allá de algún flirteo en un bar, borracheras hogareñas y obligar a los hijos a hacerse el desayuno o lavar sus platos. El combo se completa con una madre cogotuda (Christina Applegate) que es puro desagrado hasta que, sobre el final, explica por qué es como es. El mensaje bienpensante del desenlace muestra que Lucas y Moore vieron una película distinta a la que hicieron.
Ser madre ya no es lo que era. Amy (Mila Kunis) es una joven madre que siempre está pendiente de sus dos hijos, se encarga de que lleven los mejores trabajos prácticos a la escuela y viandas orgánicas hechas en casa. Además, es ejecutiva en una empresa de café, realiza todas las tareas del hogar y como si todo eso fuera poco siempre está esplendida. Tanta perfección no podía durar para siempre y un día las cosas comienzan a tambalear. Entre un marido bastante inútil, un perro enfermo, hijos demandantes y un jefe inmaduro, Amy colapsa en el medio de una reunión escolar, descargando su ira contra Gwendolyn (Christina Applegate) -la presidente del grupo de padres, una insoportable ama de casa con mucho tiempo libre- quien trata con tiranía al resto de las madres, imponiendo reglas absurdas en actos escolares y enventos donde venden tortas. Amy decide que esto no puede continuar así, que la vida no puede transitarse con ese nivel de stress, por lo que junto con otras dos madres -la sufrida Kiki (Kristen Bell) madre de cuatro, y la despreocupada Carla (Kathryn Hahn)-, le hará frente a la autoritaria Gwendolyn para hacerle entender al resto de las progenitoras que una madre puede disfrutar de la vida y permitirse cometer errores. Con la premisa de lo complicada y sufrida que es la maternidad el filme no tarda en caer en varios lugares comunes sobre el cansancio y la falta de reconocimiento, y para salir de allí cae en otros estereotipos: los de la señora que dice basta y de un día para el otro estaciona el changuito de las compras y se va de tragos con sus amigas, se emborracha y descontrola como una adolescente. Utilizando siempre como recurso el humor -no del bueno sino más bien del accesible y efectista-, alguna que otra escena escatológica y mucho descontrol femenino, el filme no escatima en detalles para mostrar el derrape maternal, pero concluye con un final feliz y políticamente correcto donde el mensaje es que lo más importante en la vida de una mujer son sus niños. "Bad moms" -su titulo original, bastante diferente del que le han puesto en las carteleras argentinas- es una película graciosa y entretenida que quedó a mitad de camino entre lo que podría haber sido una buena sátira sobre los estereotipos maternales y se acomodó en el molde de una sitcom, desperdiciando el talento cómico de las actrices, especialmente el de Applegate y Bell, que claramente están para más.
¿Vieron esas publicidades en las que parecen prometernos que uno puede tener todo? El equilibrio entre una vida profesional exitosa, y una vida social equiparada la perfección entre amigos y familia, más algo de individualidad; es posible consumiendo un cóctel de analgésicos, energizantes, antioxidantes, y otros tantos etcéteras como para no tener que parar ni un segundo y cumplir con todas las expectativas del mercado. Déjenme decirles un secreto, las publicidades no (siempre) son ciertas, y es (muy) posible que tal equilibrio no exista. La comedia hollywoodense cada tanto parece muy dispuesta a dar solución a este dilema, en diferentes frascos y formatos. Esta vez, de la mano de la mentada Nueva Comedia Americana llega El Club de las Madres Rebeldes. La protagonista es Amy (Mila Kunis), joven madre profesional con una agenda full time tanto en uno como en otro aspecto. Todos los que la rodean parecen demandar algo mucho de ella. Luego de una serie de infortunios típicos de estas comedias volcadas a lo físico, Amy recae en una reunión de padres que terminará por ser la gota que rebalsa el vaso. Por un lado, la archirrival perfecta Gwendolyn (Christina Applegate), esas madres que andan por la vida con el dedo acusador. Por el otro, Carla y Kiki (Kathryn Hahn y Kristen Bell), dos madres en situaciones similares a Amy. Las dos últimas más la protagonista se unen con un solo fin, organizar una serie de actividades que las lleven a no cumplir con lo que el rol social les impone, en palabras claras, ser malas madres, desbocarse. Los realizadores Jon Lucas y Scott Moore, que provienen de la impresentable 21 La Gran Fiesta, intentan aquí un mix peligroso. Introducir comedia escatológica moderna, presuntamente desfachatada, balanceada con un tono de comedia amable, eso que se mal conoce como “chick flick” o comedia femenina. Depende como uno encare esta película variará su percepción. Como algo pasatista y vacío, tiene momentos graciosos, quizás no de largas carcajadas, pero de marcadas sonrisas. Probablemente Kunis, Bell y Applegate no sean las actrices más acordes para el rol que les toca. Cuesta creerle a Kunis como esa madre abnegada y profesional exitosa, sigue manteniendo el espíritu de apenas universitaria. Bell no termina de encajar dentro del juego escatológico. Y Applegate debería estar en el rol de Kunis. Sin embargo, pasada esa primera impresión, las tres logran una química lo suficientemente correcta. Los problemas más graves surgen cuando se intenta ver más allá; cuando caemos que esta supuesta solución al problema, no es más que otra publicidad que insiste sobre lo mismo, y que todos sabemos tendrá moraleja moral al final. ¿Si no tenían tiempo para cumplir sus obligaciones, tienen tiempo para descarriarse? ¿Ese afán de descarriarse no termina siendo más funcional a lo que supuestamente se intenta combatir? En definitiva, reglas de mercado que esta comedia liviana ni intenta exponer. Lucas y Moore logran una mejor cohesión que en su anterior film, lo cual ciertamente no es mucho decir, pero aun así terminan ubicándose varios escalones por debajo de consagrados como Judd Apatow o los Hermanos Farrelly (esta pareciera ser una película para ellos). No hay nada fuerte para criticar, pero tampoco demasiado para sobresalir de una gran media baja, ese es el asunto. Con sus pros y sus contra, El club de las madres rebeldes ofrece un rato entretenido, al que no le importa ser explícitamente falsa en su mensaje, ni limitada en cuanto a su propuesta. Se sabe que será una más y que no debe analizársela más allá de su superficie, y con esas reglas claras, cumple, y no le pidan más.
Totalmente olvidable pero sacará del espectador un par de risas. No es secreto que la vida de una madre o padre es difícil. No todos tienen dinero para contratar chefs, niñeras, chóferes o ayuda para la casa y todo eso debe compensarse con tiempo: para cocinar, para cuidar a los niños, llevarlos a todos lados y mantener la casa en orden. La historia ha llevado a ambos padres a formar parte del mercado laboral, por lo que los adultos están cada vez más ocupados. Todos estos problemas son comunes en la mayoría de las casas de trabajadores, y después de hacer tanto esfuerzo todos los días, no les vendría mal un descanso. Esta es la propuesta de Bad Moms. Amy (Mila Kunis) es la única que se encarga de las tareas de la casa, de sus hijos y además trabaja. Su esposo es aniñado y nada de lo que hace es útil. La Asociación de Padres de la escuela de sus chicos es estricta y sofocante, y en un día difícil lo único que logran es llenar a Amy de problemas. Poco después conoce a otras dos mamás algo inadaptadas: Carla (Kathryn Hahn) y Kiki (Kristen Bell). Ninguna de las tres entra dentro del grupo de madres perfectas que la Asociación de Padres prefiere y es por esto que Gwendolyn (Christina Applegate) las tendrá entre ceja y ceja. Las tres deberán elegir entre vivir la vida o seguir siendo esclavas de esa inalcanzable perfección. A pesar de que el dúo de directores de Bad Moms no es muy conocido con nombre y apellido, sus películas construyeron un tipo de comedia muy famoso hoy. Se llaman Jon Lucas y Scott Moore y son los guionistas de ¿Qué pasó ayer? (2009) y Si Fueras Yo (2011), pero para Bad Moms también tomaron la rienda de la dirección. El tono general de chick-flick que tiene esta película hace que ninguna de las actuaciones sea natural, sino una caricatura exagerada de la vida suburbana de Estados Unidos. El trío de Kunis, Hahn y Bell tiene buena química y se le dio tanto tiempo en pantalla que dejó a las villanas muy abajo en la lista de personajes relevantes. Su inclusión en la trama se siente completamente rebuscada e imita a estas películas para adolescentes, pero sólo logra ubicar a adultos en papeles que les quedan ridículos. La cantidad exagerada de secuencias musicales, casi videoclips, hicieron difícil y hasta aburrido seguir algunas partes de la trama. El hecho de que la producción haya elegido a Mila Kunis, una modelo y sex-symbol actual, para el papel de alguien frustrado, fuera de forma y con una vida horrible le quita muchísima credibilidad a la película entera. Es cierto que en el resto del elenco hay algo de variedad en cuanto a edad y fenotipo, pero que la protagonista sea alguien tan perfecto hace que todos los problemas que su personaje tiene no resuenen naturalmente con el público, que probablemente es menos atractivo, vive en una casa más fea y trabaja más horas. Nada de esto es responsabilidad de Kunis, que se desenvolvió perfectamente en el papel que le dieron. Por otro lado, si bien es sólo una comedia para pasar el rato, el mensaje sobre los roles de la casa que transmite es poco menos que malintencionado. En una trama que busca poner a la mamá en el centro, la solución al conflicto no debería ser “hay que conformarse con madres medio pelo” sino “la casa es de todos, todos tienen que cuidarla”. No es algo verdaderamente serio, pero sienta un antecedente y reafirma costumbres algo sexistas que en el mundo real empezaban a dejarse atrás.
Misoginia disfrazada de feminismo. La insatisfacción ha sido el motor de varias comedias americanas recientes –sigue en cartel Amigos de armas para comprobarlo–, y El club de las madres rebeldes no es la excepción. La cuestión en ese tipo de relatos pasa, casi irremediablemente, por qué se hace con ella, cómo combatirla o al menos aceptarla. Los personajes centrales del segundo largometraje de la dupla Jon Lucas y Scott Moore (responsables de 21, la gran fiesta y el guión de ¿Qué pasó ayer?) son tres mujeres hastiadas de sus trabajos, de sus maridos, de sus hijos, de sus vidas. Ellas cuestionan todo lo que les toca en suerte, menos el rol que parece habérseles impuesto por una entidad supra terrenal, como si la dinámica puertas adentro de una casa se tratara de una serie de compartimentos infranqueables, estáticos, de los cuales es imposible escapar aun cuando se quiera. ¿Y el espíritu contestatario que preanuncia el título local? ¿Y esos “fuck you” –blureados, no sea cosa que alguien se escandalice– del poster? Puro marketing, se diría: las muchachitas son cualquier cosa menos rebeldes. Salvo que el espectador considere como “rebeldía” cosas como alocarse en un supermercado, salir de levante a un bar o hablar abiertamente de sexo. Hablar y no mucho más: ésta es una de esas películas en la que la libertad sobre el cuerpo se pregona pero no se ejerce, se dice pero no se hace. La película tiene una dinámica basada menos en la acumulación humorística (los chistes son trillados y automáticos) que en la de lugares comunes sobre distintos modelos de maternidad. Mejor dicho, sobre lo que Lucas y Moore creen que son “modelos de maternidad”, si es que tal cosa existe. La responsabilidad de la voz del relato recae en Amy (Mila Kunis), una mujer en sus treinticortos y madre a los 20 que ahora balancea como puede las responsabilidades hogareñas y laborales, todo ante la pasiva mirada de su marido, una suerte de Homero Simpson menos gordo, pero igualmente inepto y cada plano más detestable, que no tiene mejor idea que masturbarse en un chat erótico y negarlo ante la pesca in fraganti de su mujer. Porque aquí los hombres son más buenos que Lassie (un viudito hot que servirá de interés romántico para Amy), unos pibes engreídos (el jefe de ella), unos auténticos imbéciles o unos tiranos. Por ahí también andan el arquetipo de una sumisa sin dobleces (Kristen Bell), otro del reviente más exacerbado (Kathryn Hahn, a cargo de los únicos atisbos de zarpe en una película que hace de la corrección una norma) y uno de la cogotuda sin demasiadas responsabilidades más allá de la organización de kilométricas reuniones de padres (Christina Applegate), todas definidas a puro trazo grueso, generando la misma empatía que las protagonistas de un comercial de lavandina. Pero a tranquilizarse, porque les llegará el momento de justificar por qué son como son, puntapié para un desenlace con un mensaje cuyas buenas intenciones no le quitan el carácter burdamente expositivo. Aparente revalidación de la mujer moderna, este club es pura misoginia y machismo.
Estas son madres hermosas, de clase media que trabajan, cuidan a sus hijos y son ellas quienes llevan las riendas de sus hogares, los esposos quedan un poco al margen. Pero un grupo de madres estalla y comienzan a rebelarse y divertirse, además desafían a otro grupo de madres que son muy aburridas, estructuradas y hacen más difícil sus vidas. Esta una comedia acida, entretenida y para pasar el rato. Pero se relaciona mucho con nuestras costumbres quizás pueda causar una mejor impresión al publico hollywoodense, su guión resulta débil, sin sorpresas, gags apenas gracioso y escenas disparatadas. Cuenta con buenas locaciones, lugares, autos, joyas, y vestuario lujosos, bien musicalizada y con buenos sponsor.
Para mujeres al borde, mejor el primer Almodóvar -En esta época es imposible ser madre. -¡Entonces, seamos malas madres! Por una vez el título local argentino es más fiel al producto que el original. Estas "Bad Moms" (o sea, en una traducción literal, "Malas madres") califican mucho mejor para una membresía de algún hipotético "Club de las madres rebeldes", sólo que incluso la rebeldía se queda un poco corta. Es que la esforzada madre que trabaja encarnada por Mila Kunis no sólo debe bancarse todas las obligaciones familiares, sino que además tiene que aceptar que la exploten y acosen en la oficina, a lo que se suma que las madres conservadoras que dirigen el colegio de sus hijos la miren de reojo por sus llegadas tarde. Cuando a eso se agrega la depresión del perro familiar, y la infidelidad vía internet de su marido, la pobre mujer explota. Una madre soltera descocada que ni se preocupa por esas cosas , y un ama de casa explotada por su marido ultramachista se solidarizan con la protagonista y su club. Como si fuera necesario subrayar la importancia de la liberación femenina, el guión se ocupa de recalcar lo obvio de manera bastante burda, lo que sería más comprensible en una comedia de otras latitudes, pero no en una película escrita y dirigida por el dúo de guionistas de la saga de "¿Qué pasó ayer?". Entendiendo que el conjunto es bastante mediano, cada tanto incluye gags graciosos, apoyados, sobre todo, por la actuación de Kathryn Hahn como la más desmadrada del club. Pero esta clarísimo que Almodóvar ya hizo mejor este tipo de comedia, hace rato.
Pareciera que ante la sobreadaptación, la única transgresión permitida es comportarse como adolescente y hacer de las responsabilidades adultas un cocktail de inconformismo para servirlo bien frío en la sociedad más decadente del planeta. La pregunta sería ¿cuál es el conflicto de ser madre?, la respuesta para esta supuesta comedia políticamente incorrecta es no tener tiempo libre, no poder salir con amigas a tomar unos tragos y volver a casa borracha pero feliz. Y entonces, la moralina baja de golpe, como ese sacudón luego de la resaca de una noche donde lo mejor es preguntarse ¿Qué pasó ayer?.
Esta comedia representa la ópera prima de Jon Lucas y Scott Moore, quien fueron responsables de escribir todos los filmes de la trilogía ¿Qué pasó ayer? Afortunadamente los directores evitaron realizar la versión femenina de aquellas producciones para brindar una propuesta diferente que logra ser entretenida por el trabajo de las protagonistas. Milas Kunis integra un gran equipo junto a Kristen Bell (Veronica Mars) y muy especialmente Kathryn Hahn (Crossing Jordan), quien logra robarse cada escena en la que aparece. Una actriz que es más conocida por sus trabajos en la televisión y en el último tiempo está apareciendo con más frecuencia en el cine. Al menos en películas que llegan a los cines. Por momentos El club de las madres rebeldes se desarrolla como una versión madura de Mean Girls, la popular película con Lindsay Lohan. De hecho, el personaje de Christina Applegate, quien siempre sobresale en este género, en algunas escenas parece la versión adulta del rol que interpretaba Rachel McAdams en aquel film del 2004. La trama que ofrecen los directores funciona en todos los campos donde la olvidable remake de Los Cazafantasmas falló por completo. Es decir, las protagonistas forman un trío con química que presentan personajes atractivos en una historia donde el humor fluye con naturalidad. Más allá de los momentos graciosos, la película trabaja con bastante ironía las presiones que se le imponen a la mujeres en la maternidad para cumplir con determinadas expectativas sociales. El tratamiento de este tema es lo que genera que El club de las madres rebeldes no se estanque en la comedia tonta con escenas zarpadas que se estrenan con frecuencia en estos días. Los conflictos personales que enfrentan las protagonistas son interesantes y logran trascender más allá de los momentos cómicos que son graciosos. En este punto encontramos uno de los principales ganchos de esta comedia que se deja ver y ofrece un entretenimiento ameno. Tenía cero expectativa por esta película y me pareció muy divertida. definitivamente merece ser tenida en cuenta.
ESCAPANDO DE ALGUNOS PREJUICIOS Por esas casualidades de la vida, en la misma semana me tocan cubrir La luz entre los océanos y El club de las madres rebeldes, dos películas muy subestimadas por la crítica argentina, que ha preferido abordarlas desde categorías facilistas y superficiales, cuando merecían un análisis más profundo. En el caso de la comedia protagonizada por Mila Kunis como una madre que encabeza una especie de rebelión a gran escala por parte de las habitualmente dóciles figuras maternales de una escuela, se necesita una visión un poco más compleja, que tenga en cuenta ciertas coyunturas que la atraviesan. Porque lo cierto es que El club de las madres rebeldes es una especie de coctelera donde conviven diferentes vertientes de la comedia estadounidense actual, y esa convivencia no es del todo armoniosa: hay mucho de lucha interna entre perspectivas, de anarquía narrativa y formal, de identidad múltiple, maleable y deforme. El arranque, con una voz en off de Kunis totalmente redundante, es realmente muy flojo y hace recordar a esas comedias medio pelo protagonizadas por Sarah Jessica Parker o Katherine Heigl. Pero luego de unos minutos, los directores Jon Lucas y Scott Moore (21: la gran fiesta) ajustan unas cuantas piezas y comienzan a encontrar un tono definitivamente soez e impertinente, que les sirve de plataforma para unas cuantas ideas, mayormente audiovisuales. Y es ahí que surgen algunas secuencias que se alimentan de la estética videoclipera, que son grandes demostraciones de humor en movimiento, del uso de la música como elemento narrativo y de que nadie filma las fiestas y borracheras como en Hollywood. De la mano de estos pasajes, El club de las madres rebeldes se ubica como una reversión femenina de ¿Qué pasó ayer? (por algo los realizadores fueron guionistas de esa trilogía) pero incorporando elementos de los cines de Judd Apatow y Paul Feig. Las mujeres aparecen en la película sobreexigidas tanto en los ámbitos laborales como familiares, con una necesidad imperiosa de encontrar espacios propios y de un disfrute que es censurado por todo un entorno social. El relato encuentra sus aspectos más interesantes cuando expresa todo esto desde el puro movimiento, desde el reviente absoluto y la grosería como una forma de cuestionamiento de las convenciones. Por el contrario, El club de las madres rebeldes decae fuertemente al explicitar su tesis desde la palabra o las resoluciones obvias. Incluso, en su propósito de darles solidez a los personajes femeninos, sólo presenta personajes masculinos esquemáticos, representaciones estereotipadas bastante maltratadas. Del mismo modo, el film es una permanente apuesta al chiste y su mecanismo de metralleta le termina brindando una estructura indudablemente despareja, en la que no hay una reconciliación fluida de tonalidades y estilos. Aún así, su cierre no llega a ser lo concesivo que se podría pensar inicialmente, porque corre a las protagonistas de los lugares esperados, colocándolas ante nuevos desafíos. Además, cuenta con el plus que otorgan actrices como Kristen Bell, Christina Applegate y especialmente Kathryn Hahn, una verdadera bestia de la comedia, que cada vez que aparece se devora la escena. Sin ser una maravilla, con sus numerosas contradicciones, El club de las madres rebeldes escapa a unas cuantas etiquetas fáciles. Y eso ya es un mérito fuerte.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
El club de las madres rebeldes, dirigida por la dupla conformada por Jon Lucas y Scott Moore, toma lugar en los suburbios de Chicago, donde Amy (Mila Kunis), tiene una vida muy atareada tanto por su trabajo como por su familia. Su vida cambia cuando se entera de la infidelidad de su marido, esa misma noche conoce en un bar a Kiki (Kristen Bell) y a Carla (Kathryn Hahn), dos madres de la escuela donde envía a sus hijos, y entre las tres deciden dejar de intentar de ser estás madres ejemplares y descontracturarse. En la escuela, Gwendolyn (Christina Applegate) es la madre líder del comité del colegio, junto con Stacy (Jada Pinkett Smith) y Vicky (Annie Mumolo). Gwendolyn es la imagen de la madre perfecta y cuando Amy desafía al comité, este trio le declara la guerra. El film toma como premisa “No se puede ser una madre perfecta hoy en día” y propone a tres prototipos de madres completamente diferentes, Amy, Carla y Kiki. Amy, la protagonista, madre de dos hijos que intenta lidiar con su trabajo, sus hijos y su marido; Kiki, una madre que vive pura y exclusivamente para sus hijos y su esposo; y Carla, una madre soltera, despreocupada de su hijo adolescente. La película apela constantemente a la empatía de los espectadores con estas madres de clase media, mostrando las situaciones diarias que tienen que pasar, desde lidiar con el desayuno de sus hijos, hasta sus problemas laborales. Los pasos de comedia durante el film quedaron completamente a cargo del personaje de Carla y por momentos del trio de madres, Gwendolyn, Stacy y Vicky. El personaje de Amy queda en un segundo plano cuando Kathryn Hahn entra en la pantalla y cuando la actriz no participa de las situaciones, los personajes quedan desdibujados y el tinte cómico se pierde por completo en algunos momentos. La película cae constantemente en lugares comunes y eso aleja al espectador de poder empatizar con estas madres. Los directores apuestan al montaje en cámara lenta de las madres desfasándose y este recurso, ya visto, se agota rápidamente a lo largo del film, quedando redundante. Recurso que ya habían utilizado los directores en su anterior film “21 La gran fiesta”. Esta idea de que ninguna madre es perfecta y todas las dificultades que conlleva serlo, a medida de que nos acercamos al final, se desdibuja completamente con la cantidad de finales felices que proponen los directores. El intento de reposicionar la figura de la madre actual queda a mitad de camino durante el transcurso del film.