Historia de pueblo chico y secretos que todos conocen. Una mujer al borde de la muerte dejará abandonados a sus hijos. Nadie decide hacerse cargo porque detrás de la historia hay mucho dolor, como dice el personaje de Federico Luppi, que está en un elenco de lujo: Daniel Araoz, Belén Blanco y muchos más. Con altibajos y momentos muy logrados.
Al borde del abismo El panorama no es del todo alentador para Gonzalo, uno de los protagonistas y portador del punto de vista narrativo de El gurí. Su madre se fue un tiempo atrás para tratarse una enfermedad terminal que finalmente recrudeció y ahora él recorre la localidad entrerriana de Victoria con su hermanita a cuestas. Hermana de la que, al igual que él, se desconoce la identidad del padre, aunque todo apunta a un veterinario (Daniel Aráoz). En el pueblo también está una viajante varada por un desperfecto en su auto (Sofía Gala Castiglione) y el abuelo de las criaturas (Federico Luppi), encargado del bodegón del lugar y, como tal, voz cantante de los sucesos locales. Así se plantean las cosas en la menos enigmática y más “amigable” de las películas del ecléctico Sergio Mazza. El director de Gallero, El amarillo y Graba mantiene la idea central de un personaje al borde del abismo. O, en realidad, como se dijo arriba, varios, ya que ninguna de los protagonistas del film atraviesa un buen momento. Vista en el último Festival de Berlín, El gurí cambia la concentración en un único personaje por varios, obligando a dividir la atención narrativa, algo no siempre logrado. El principal problema del film es, entonces, cierta tendencia a la dispersión, como si el director quisiera contar demasiado en poco tiempo, relegando el peso específico de algunos personajes que ameritaban mayor atención.
Vulnerables En El Gurí (2015) Sergio Mazza (El amarillo, Gallero, Graba, Natal) retrata la vida de un niño que, abandonado por su madre y sin un padre presente, debe lidiar con su hermanita, aún una bebé, mientras deambula entre una serie de personajes que le escaparán a la responsabilidad de tener que hacerse cargo de los hermaos. Gonzalo (gran trabajo de Maximiliano García) es el gurí al que refiere el título de la película. Un niño al que vemos recorrer las calles del pueblo llevando el carro con su hermanita de apenas unos meses. Su madre se ha marchado y ni sus hijos ni el espectador sabrán el motivo hasta muy avanzando el metraje. Gonzalo está a la deriva en un mundo que no quiere hacerse cargo de dos niños que no tienen donde ir y donde el mayor de ellos deberá afrontar la situación sin tener la edad y las herramientas necesarias. Gonzalo va a lo de Felipe (Federico Luppi) quien le da de comer o a lo del veterinario Julio (Daniel Aráoz en un registro nunca antes visto) para ayudarle con el cuidado de los animales. Todos se muestran preocupados por la situación que atraviesan pero todos les escapan al hacerse cargo. Los mismos seres que se consternan por el abandono de un animal parecen inmutables ante la suerte de los dos niños. Mazza construye un paralelismo de lo que muchas veces pasa en la realidad sin la necesidad de remarcar o apelar a subrayados innecesarios o golpes de efectos. Lo hace de la misma manera que muerte de un oso polar en el zoológico es una preocupación nacional y no la de un hombre que dormía en la calle. Si hay un elemento del que Mazza se nutre es el del manejo de la información. Ni los personajes ni el espectador sabrán el porqué de algunos hechos hasta que haya transcurrido un tiempo prudencial del metraje y eso hará que a medida que los acontecimientos sean develados la mirada hacia los personajes vaya cambiando. Ni la madre abandónica será el demonio ni Julio un santo. Hay en el cine de Mazza una búsqueda estética interesante, ya sea desde la concepción visual (cada plano presenta una estilización que lo hace único) como en la forma morosa de narrar la historia, algo que venía demostrando con sus anteriores films y que acá consolida de manera más lineal pero manteniéndose fiel a un estilo y a cierto tipo de cine.
Crónica de un niño casi solo. El gurí es Gonzalo (Maximiliano García) y el paisaje de la película se ubica en Entre Ríos. Pocos personajes, satelitales e importantes alrededor del niño protagonista, pero también otros ausentes, construidos desde el fuera de campo. La mamá de Gonzalo no está pero se habla de ella; Gonzalo busca afecto y cariño junto a su hermano bebé y por eso se cruza azarosamente con una viajante que espera el arreglo de su coche (Sofía Gala Castiglione) y busca protección en un comerciante (Luppi) y en un matrimonio de duelo (Araóz y Hornos). También aparecerá el personaje que juega Belén Blanco, fundamental para ir desovillando la historia de El gurí, la nueva película de Sergio Mazza, director de Gallero, Amarillo y Graba. La construcción narrativa tiene similitudes con los films anteriores del director –un tono pausado y una inclinación por los tiempos muertos sin caer en excesos, pero ahora Mazza recurre a un uso contemplativo de la cámara, bien diferente a aquella agitada y en constante movimiento de Graba. Pero más allá de cuestiones formales, el modo en que el director mira al conflicto y a sus personajes permite una empatía que hasta ahora no tenían sus películas. No sólo porque se trate de la historia de un chico que vive su pre etapa de orfandad, sino por la manera en que el realizador construye diálogos y pequeñas situaciones que autorizan la emoción del espectador. Sin recurrir a golpes bajos, la historia de Gonzalo y los otros personajes adyacentes, con el concreto espacio off que señala la orfandad y la búsqueda de un lugar en el mundo, conforman un conjunto de insinuaciones dramáticas, palabras justas y necesarias y una mirada sobre la niñez que remite a algunos momentos del cine de Celina Murga, una directora no casualmente nacida en Entre Ríos. Si el protagónico de Maximiliano García transmite una serie importante de matices, los secundarios de Luppi, Araóz, Castiglione y la breve aparición de Belén Blanco también resultan puntos a favor de una película muy particular, no sólo por el tema que toca sino por el tratamiento específico elegido por su director.
Una infancia sumida en la oscuridad. Cuarta película de Sergio Mazza (Graba, Natal, Gallero), El gurí tiene como protagonista central a Gonzalo, un niño de apenas diez años abandonado por su madre, una joven prostituta que, anoticiada de una enfermedad terminal, decide alejarse de él y de su pequeña hermana de ocho meses. El chico se ve forzado entonces a asumir las responsabilidades de un adulto. La película, que fue exhibida en la sección Generation 14PLUS del último Festival de Berlín, mantiene a lo largo de toda su duración un tono seco y sombrío, acompañado por las sobrias actuaciones de un elenco muy sólido. La llegada casual de una joven a ese pueblo de vida rutinaria y anodina, donde el chico pasa sus días a la espera de una novedad que no llega, le aporta a la historia una pequeña luz. Pero Mazza evita deliberadamente las concesiones y sostiene ese clima opresivo que tiñe los días de Gonzalo, cuya conmovedora templanza nos ayuda a imaginar para él un futuro mejor.
Crónica de un niño solo Un relato con altibajos que por fragmentario choca contra su mayor necesidad: mantener la emoción. Con aciertos y errores, El gurí, la película de Sergio Mazza (Gallero) recupera para el cine argentino el tema de la niñez, la mirada de la niñez desde un pueblo de provincia. Es la crónica de un niño solo, abandonado, sumergido en una confusa historia propia y de vecinos en la que abundan las contradicciones. Como en la vida real. Gonzalo, el gurí, vive con su bisabuela y su hermanita de 8 meses días decisivos. Espera a su madre, una ex prostituta que huyó enferma de este caserío entrerriano asediado por la soledad. Pero Camila, su madre (Belén Blanco) no volverá, y eso lo sabemos pronto. No hay misterio allí, sólo un entramado de vínculos que de a poco logramos despejar en una atmósfera opresiva, que apenas se disipa con el paisaje del río y los juegos infantiles. Y siempre de la mano de Gonzalo, que debe elegir su camino en un pueblo plagado de dramas y sueños truncados, en donde las alternativas se agotan en un par de manzanas a la redonda. Hay un hallazgo en Maximiliano García, el niño protagonista, que sin embargo choca con las dificultades de otros personajes en un elenco variopinto. La opaca y dubitativa pareja de Julio (Daniel Aráoz) y Alicia (Susana Hornos), y su trágica historia. El lugar indefinido de Felipe (Federico Luppi), incluso la inverosímil enfermedad terminal de Camila, que mantiene distancia con su propio drama. Ayuda Lorena (Sofía Gala) que, pese a su fortuita y forzada inclusión en la historia, aporta una mirada esperanzadora sobre este pueblo que se consume. Su personaje funciona por oposición, desde afuera, traccionando en un puñado de escenas los limitados vínculos y emociones que los habitantes del lugar no se permiten. No pueden. Retratos fragmentarios de personajes contenidos. Emociones que llegan por la proyección y verosimilitud de historias parecidas más que por el clima que construye la trama. Preocupación por las decisiones de un niño, el gurí, que asume un destino de orfandad.
Sucesión de momentos sin desarrollo dramático. Artista plástico y autor de "El amarillo", "Gallero" y "Graba", Sergio Mazza suele crear momentos muy particulares de apagada tristeza, y también de extrañeza, y sabe pulir seres sencillos con algún dolor profundo difícil de expresar. Lo que todavía no sabe, y tal vez no quiera, es darle a esos seres y esos momentos un desarrollo dramático convencional y convincente, o al menos convincente. Pintor, antes que narrador, la única vez que contó algo en forma clara y completa fue en "Natal", siguiendo el parto de su propia esposa. "El gurí tiene esas limitaciones, pero también aquellos méritos, para quien guste apreciarlos. En un pueblo litoral, un chiquilín espera a la madre que se fue. Todavía no sabe que ella está enferma y él se va a quedar guacho, junto con un bebé de apenas ocho meses. "Me dijo tres cosas: que me quiere mucho, que me haga grande y que cuide a mi hermano". "Eso es una despedida", deduce su interlocutor, veterinario del pueblo. El hombre rescata una perra preñada que alguien dejó atada al borde de la ruta, y la lleva a cuidar con su señora, también veterinaria. Otro hombre le pega cuatro gritos a uno que tardíamente se aflige por su mujer (escena mal rematada). Una joven que está de paso sigue viaje en la mañana. El niño queda absorto a la orilla del río. Lo ayudarán, sin duda, los vecinos, con esa solidaridad práctica que nadie recita pero todavía existe de veras en los pueblos. Mucho más no pasa, y al director tampoco le parece necesario. Muy buena, la guitarra de Daniel Gómez contribuyendo a la tristeza. Rodaje en las afueras de Victoria, Entre Ríos.
El Gurí de Sergio Mazza, el estreno nacional de la semana. En un pueblo alejado y perdido en el medio de la nada, vive Gonzalo, un niño de 10 años que queda a cargo de su hermanita de apenas unos meses y de su bisabuela, porque su madre se fue de viaje. Mientras tanto alrededor de él, los diferentes personajes del pueblo luchan internamente con la necesidad de decirle a este chico que su madre nunca va a volver. La trama se desarrolla en el momento en que una visitante (encarnada por Sofía Gala Castiglione) queda varada en el pueblo mientras reparan su auto. En ese momento, comenzara a relacionarse con cada uno de los personajes que lo habitan, Gonzalo y su hermana, un veterinario y su mujer, (Daniel Aráoz y Susana Hornos) y el dueño de una vieja whiskería (Federico Luppi) quien le dará alojamiento y será el nexo con un pasado donde el pueblo tenia una mejor vida. El Gurí se presenta como una pintoresca película, mostrando paisajes de un desolado pueblo en Victoria Entre Ríos, y que habla de un pasado mejor, mientras que también nos deja entrever que todos los personajes han tenido una historia mucho mas linda que la que viven ahora, una historia que, como la mama de Gonzalo, ya se fue y nunca mas va a volver. La película es muy interesante en su planteo y las actuaciones logran muy bien reflejar el clima que se pretende lograr, pero tiene el gran problema de tener fallas técnicas muy notorias al momento de tomar el sonido, que hace que muchos de los diálogos sean inentendibles. Tiene algunos problemas en el guión, donde el director intenta resolver con diálogos que cuenten la trama, volviéndose así, demasiado explicativa y reiterativa por momentos. La realidad es que El gurí funciona más como película para festival, que como un estreno comercial, ya que es en sus tiempos y estética donde más valor gana.
La orfandad, una herida que no cierra El quinto largo del director de Gallero y Graba, la menos enigmática y rugosa de toda la filmografía de Mazza, sigue la trayectoria de un chico entrerriano abandonado a su suerte, pero se dispersa en demasiadas historias secundarias. Difícilmente pueda achacársele a Sergio Mazza el defecto de la reiteración o el automatismo. Compuesta por cinco films en casi una década, su filmografía varía en contenidos y formas, pero en casi todos sus exponentes se mantiene como eje central la presencia de un personaje solitario apresado entre un pasado dificultoso y la falta de certezas ante el futuro, con el sexo como único y potencial acto liberatorio. Allí están, entonces, la enigmática Gabriela Moyano de El amarillo (2006), los dos personajes centrales de Gallero (2008) y la joven inmigrante (Belén Blanco) que vagabundea por las calles de París en Graba (2011). Algo de eso también hay en El gurí, con la salvedad de que el sexo está ausente y los personajes quebrados ya no son ni uno ni dos, sino varios. Incluso uno, el purrete del título, lo está sin saberlo: su mamá se fue de un día para el otro con la promesa de volver pero sin decirle que tenía una enfermedad terminal.Filmada en la localidad entrerriana de Victoria, donde el cineasta recaló después de estudiar la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, y estrenada en la sección Generation de la última Berlinale, El gurí es la película más clásica, la menos enigmática y rugosa de toda la trayectoria de Mazza. Esto debido a que el relato adopta el punto de vista de Gonzalo, que a sus ocho años deambula por la ciudad con su hermanita a cuestas sin que nadie parezca demasiado interesado en hacerse cargo de ellos, iniciando un recorrido que funcionará de excusa para la presentación de los componentes de la fauna local.El gurí mantiene el ritmo acompasado de Graba, al tiempo que muta la cámara nerviosa y opresiva por otra mucho más relajada y contemplativa. Lo que no cambia es la preferencia de Mazza por ejercitar la observación pasiva de comportamientos en lugar de explicitar los por qué de la confluencia geográfica: tal como ocurría en el film anterior, las razones por las que ellos están ahí importan menos que el presente. Claro que donde antes había una pareja unida por la relación locador-locatario ahora hay un universo mucho más amplio que abarca desde el veterinario (Daniel Araóz) y potencial padre del nene y una viajante varada por un desperfecto en su auto (Sofía Gala Castiglione), hasta el bisabuelo de las criaturas (Federico Luppi). El principal problema del film es consecuencia de esa ampliación. Da la sensación de que Mazza quiere abarcar demasiado en poco tiempo –el metraje roza la hora y media–, dispersándose y desplazando a un segundo plano a algunos personajes y situaciones más relevantes que los que finalmente se muestran.
Hay dos elementos que interactúan y definen la suerte de este quinto opus de Sergio Mazza, El Gurí: sostener un punto de vista de un niño a lo largo de todo el relato por un lado, y por otro asimilar con cierta endeblez la estructura coral para expandir una historia que en primera instancia podría resumirse en anécdota. La premisa del film es sencilla y tiene por protagonista a Gonzalo (Maximiliano García), un niño que vive con una abuela enferma, padre y madre ausentes por diferentes motivos y a quien le pesa el cuidado de una hermana menor muy pequeña para lo cual, claro está, no está capacitado. La responsabilidad adulta y el desamparo infantil son los ejes transversales de esta historia dramática que apela a la idea coral para incorporar diferentes aristas y personajes de manera centrípeta al núcleo de la película. Entre esas vertientes y en consonancia con la introducción de personajes secundarios, como el veterinario interpretado por Daniel Araoz o el bisabuelo de Gonzalo a cargo de Federico Luppi, queda plasmada la situación conflictiva entre el niño que pulula solo por cada casa del pueblo junto a su hermana y las resonancias indirectas de esa marca difícil de ocultar que no es otra que la orfandad. Para dar mayor volumen a la historia, el director de Graba (2011) encuentra en un registro contemplativo el ritmo pausado para lograr verdaderos climas y tonos que se ajustan al universo del Gurí. Por ejemplo, la aparición de alguien ajeno al pueblo (Sofía Gala Castiglione) como personaje receptor pero también generador de cambios o la de un personaje misterioso que insiste en querer contactarse con la madre del niño, cargado de amenaza latente para el propio entorno, mientras que el resto del reparto se asienta en la solemne apatía aunque no presentan indicios de indiferencia ante el muchacho y su cruel situación. El Gurí se debate en logros y asignaturas pendientes, tales como la casi nula explosión de la estructura coral con fines dramáticos, en contraste con una solvencia narrativa que logra sus mayores picos de realismo cuando la cámara se detiene a vivir con los personajes más que a escrutarlos desde la distancia.
ETERNO RETORNO “Acá uno está varado, como si el tiempo se congelara. Se sabe cuándo se llega pero no cuándo se parte”. La sentencia de Alicia no es para nada aleatoria y mucho menos debe tomarse a la ligera, pues en ese pueblo de Entre Ríos el tiempo parece estático, al igual que sus habitantes, y las acciones son rutinarias y lentas. Estas características las percibe casi al instante Lorena (Sofía Gala Castiglione), quien debe pasar la noche allí tras averiar su auto porhaber atropellado, de forma accidental, a un perro en la ruta mientras se dirigía al trabajo. Si se consideran estos rasgos parecería que el director Sergio Mazza (Graba, Natal) refleja en su nueva película El gurí la concepción de sociedades frías y calientes desarrollada por el antropólogo Claude Lévi-Strauss: mientras que éstas últimas están insertas en la historia, en un tiempo lineal y tienden hacia el progreso, las sociedades frías están inmersas en un tiempo cíclico, apartadas de la historia y se resisten a modificar sus estructuras. Un ejemplo bien marcado es Alicia (Susana Hornos), quien abandona en su juventud el sueño de viajar a Europa para quedarse con Julio (Daniel Aráoz). Ahora, ambos atienden una veterinaria y no pueden superar la muerte de sus hijos. En simultáneo, Mazza propone otra mirada del tiempo: la de Gonzalo (Maximiliano García), un chico de unos diez años, a quien le resulta inadvertido ese ambiente monótono, debido a las responsabilidades que debe cumplir: cuidar a su hermanita de pocos meses y a su bisabuela materna tras el abandono de su madre Camila (Belén Blanco). A pesar de que ambas concepciones temporales conviven durante gran parte de la película, por momentos dicho entrecruzamiento entorpece el desarrollo de la misma y convierte esa simultaneidad en exceso. Por otra parte, se evidencian ciertos desajustes en la construcción de los personajes. Si bien uno de los temas centrales del film es la orfandad y cómo el mayor de los chicos carga con responsabilidades que otros niños no tienen, Gonzalo pareciera mucho más adulto que cualquiera de éstos que lo rodean. Ningún familiar o conocido quiere adoptarlos; más bien, algunos se limitan a darles comida, llevarlos en auto pero jamás pasan una noche en su casa o lo ayudan con su hermanita o bisabuela. Dichos comportamientos de los adultos, que podrían indicar cierta consideración de responsabilidad en Gonzalo, se contradicen con la tardanza de Julio en confirmarle que Camila no volverá y mucho menos, con la forma en la que Gonzalo conoce la verdadera razón. Aún así, el chico acepta esas realidades con gran madurez y esas escenas lo retratan como tal: sin oposición, en soledad, sin revelar sus dudas y en una caminata sin rumbo. Más allá de la delicadeza de los temas y de la doble mirada del tiempo, acertada en algunas ocasiones, El gurí pierde frescura en su intento por querer abarcar demasiados elementos otorgándoles un tratamiento detallado. Entonces, lo que pareciera ser una descripción exhaustiva se torna en un exceso que impide rescatar tanto esa multiplicidad de rasgos como su aprehensión. Por el contrario, se manifiesta como aquellas sociedades frías que, en su afán de mantener una serie de rasgos distintivos, se alejan de la historia y del tiempo, envolviéndose en un círculo condenado a repetirse. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Pruebas, errores y aciertos Por Rodrigo Seijas (@fancinemamdq) guri uno Si mucho cine argentino ha pecado de intenso, como si quisiera remarcar todo, hay otra parte del cine nacional al que a veces pareciera que le falta un poquito más de ímpetu para instalar sus conflictos. Paradójicamente, ambas vertientes se cruzan en El gurí, nuevo film de Sergio Mazza (Natal, El amarillo, Gallero), quien repite virtudes y defectos de su anterior película, Graba, pero con una mayor tensión en las formas a la hora de ir abordando los conflictos. A El gurí se la podría pensar inicialmente como un drama infantil, de tono intimista, con su relato centrado en el personaje de Gonzalo (Maximiliano García), un niño de diez años cuya madre (Belén Blanco) se encuentra ante una muerte inminente y decide abandonarlo, dejándolo solo con su hermanita de apenas ocho meses, pero también como un relato coral, plagado de pequeños dramas conflictivos protagonizados por otros personajes que rodean al niño, como una viajante (Sofía Castiglione), que rompe su auto al pasar por el pueblo y ve en peligro una oportunidad laboral; un hombre (Daniel Aráoz) cuyo matrimonio está en crisis y que podría ser su padre; y el dueño de una whiskería (Federico Luppi) que carga con el recuerdo de su esposa fallecida. Ahí el film encuentra algunas potencialidades pero también barreras, porque va desplegando las diversas tramas con paciencia y un ritmo pausado, construyendo de a poco el presente -que tiene mucho de pasado- de los personajes, pero por momentos pierde el eje y la centralidad, con lo que hay instancias donde el niño parece ser más una excusa que otra cosa para contar una suma de historias donde los afectos están quebrados o en crisis. Hay un permanente proceso de prueba y error en El gurí, donde Mazza demuestra una innegable capacidad para manejar la puesta en escena en espacios cerrados y conseguir actuaciones sobrias y medidas en actores que son normalmente afectos al exceso, como Luppi y Aráoz, pero también secuencias que evidencian problemas para hallar el tono justo, sobrando a veces adustez y otras intensidad. Eso genera un distanciamiento respecto a una historia que va graduando la edificación de sus nudos argumentales durante buena parte de su metraje, incluso evidenciando ciertas ataduras, para luego intentar acomodar todo con excesivo apuro en los últimos minutos, donde hasta sobran algunas escenas y diálogos que explicitan lo que ya estaba latente para el espectador. Pero claro, decíamos que en la película hay mucha prueba y error, y si se marcan los deslices, también hay que hacerlo con los aciertos. Mazza ha ido erigiendo una filmografía hecha de pequeños fragmentos capaces de sostenerse en la memoria del espectador. El gurí también tiene uno de ellos: es mejor no contar demasiado, pero hay una escena en un auto que comparten el chico García -realmente muy bien en su papel, con la lucidez justa para generar empatía sin perder credibilidad- y Aráoz, donde el pequeño, a través del diálogo con el adulto, empieza a hacerse cargo de la partida de la figura materna, que es realmente sutil y conmovedora. Allí no hay redundancias, sino las palabras justas y precisas.
Los niños huérfanos siempre fueron personajes muy ricos para las historias (ricos en ese sentido, casi nunca desde el punto de vista monetario). Si no, fíjense en la obra del escritor Charles Dickens. El cine dio otra importante cantidad de chicos que, de una manera u otra, deben arreglárselas para sobrevivir en una realidad que muchas veces les da la espalda. El Gurí sigue esa tradición, aunque abandonando la épica dickensiana a favor de un relato intimista. La vida no es amable con Gonzalo (Maximiliano García). Abandonado por su madre y con apenas 10 años, transita las calles del pueblito de Victoria, Entre Ríos. Trata de seguir jugando como el niño que es, pero al mismo tiempo debe cargar con responsabilidades de adulto, que incluyen cuidar a su hermanita bebé y a su abuela. Sus vecinos lo conocen, lo quieren y tratan de ayudarlo. En ese contexto aparece Lorena (Sofía Gala Castiglione), una joven que queda varada en el poblado. Pronto surgirá una relación entre Gonzalo y Sofía, y a través de ella, conoceremos más sobre el pequeño y aquel microcosmos que lo rodea. La cuarta película de Sergio Mazza también es la más autobiográfica, ya que el autor afirma haberse inspirado en dolorosos episodios de su vida familiar, durante su niñez. Es cierto que, como en los dramas que más le hacen honor a ese género cinematográfico, hay pérdida, hay abandono, hay soledad y tristeza. Sin embargo, aún con todos esos elementos servidos en bandeja, evita caer en golpes bajos. Mazza se limita a contar la historia, sin evitar los hechos difíciles, pero sin abusar de ellos. Si bien el relato comienza desde el punto de vista del joven protagonista, la atención se desvía a los personajes secundarios, quienes también cargan con tormentos personales. Allí se produce una desprolijidad en el guión, ya que no termina de explotar ninguna de esas subtramas. La clave para que la película funcione reside en el elenco. Maximiliano García es toda una revelación. Tal vez por su condición de no actor (la película es su debut en la pantalla) y por el trabajo de dirección, consigue un trabajo naturalista, honesto. Un joven secundado por grandes y experimentados actores: Daniel Aráoz como el veterinario; Federico Luppi, interpretando al dueño de la despensa; Castiglione, quien confirma su talento y versatilidad como actriz; Susana Hornos, como la mujer del veterinario y víctima de sus propios fantasmas. Al igual que Gonzalo, El Gurí es pequeña, parece frágil, pero le sobra corazón y se hace querer.
“El gurí”, de Sergio Mazza, pretende ser una muestra más en el catálogo de películas que con el “no acontece nada” buscan reflejar la cotidianeidad. Ese género de películas tan premiadas en el Festival de Moscú, donde encontramos por ejemplo a Alberto Morais con “Las olas” (2011). Sin embargo, en el “no acontecer nada” hay otros factores necesarios, precisamente para compensar la ausencia de puntos de interés en la trama, y ausentes en esta realización. Los (pocos) hechos que ocurren tienen lugar en un pueblo de provincia, un pueblo del que no sabemos nada, ni cómo es, ni dónde está, ni cuántos habitantes tiene, ni de qué vive. Sólo unos hermosos planos, los más sobresalientes de la película, durante los créditos iniciales de unos paisajes en siluetas de atardecer que luego no resultan corresponderse con el retrato del mismo durante el devenir de secuencias. La trama es sencilla: la chica que se tiene que quedar en el pueblo mientras le arreglan el coche y en ese breve lapso de tiempo se encariña con dos niños que acaban de ser abandonados por su madre, víctima de una enfermedad letal que no quiere que sus hijos la recuerden demacrada y prefiere dejarlos solos. Sencilla sí, pero plagada de elementos que no se sostienen. ¿La chica atropelló un perro o un elefante para tener el coche tan destrozado? ¿El pueblo está tan lejos del siguiente que nadie se ofrece a acercar a la chica a su entrevista de trabajo? ¿En dos días escasos de convivencia los sentimientos que se generan son tan fuertes con unos niños desconocidos? Y si tal fuese, faltaría plasmar la necesidad de transformación del personaje de Sofía Gala. Aún así, el suyo, junto con el del veterinario - arco dramático forzado en dos escenas - es el personaje con más recorrido, pues los demás, terminan donde empiezan. Las dos historias mínimas que ejercen de subtramas no terminan de aportar nada al argumento principal. Por un lado, la pareja de veterinarios que perdieron a los dos hijos y no supieron superarlo, historia que sirve para justificar la adopción final del gurí. Por otro, un enamorado loco de la madre que persigue al niño preguntándole por ella, un personaje puesto adrede para que la anagnórisis sea fácil de escribir, rodar y entender, pero cinematográficamente innecesario, como también la subtrama a la que pertenece. Sería más interesante y sugerente que la madre nunca apareciese y dejar a la imaginación del público que buscase una motivación tan fuerte como para que una madre abandone a sus hijos tan pequeños. Como descubrimiento, el niño que hace de Gonzalo, el gurí, un buen mérito de cásting que supo escoger la cara triste de un niño abandonado, falto de cariño y que se tiene que hacer mayor antes de tiempo. En algún sentido podría estar emparentada con “El niño de la bicicleta” (2011), de los hermanos Dardenne, sin embargo le sobra melodrama y le falta concisión.
Una historia casi autobiográfica del cineasta Mazza. Todo se encuentra contado a través de la mirada de Gonzalo (Maximiliano García, buena interpretación, una revelación), un niño de 10 años cuya madre Camila (Belén Blanco) se va y en un principio no sabemos mucho el porqué, pero con el correr de los minutos conoceremos los motivos. Gonzalo con su corta edad se transforma en el hombrecito de la casa y queda solo con su pequeña hermana de 8 meses y su anciana abuela enferma. Este es un pueblo de pescadores en el cual todos se conocen, acá se cumple el dicho pueblo chico infierno grande, cada uno de los personajes tienen sus secretos y tristezas, se mantienen la melancolía con el paisaje del lugar, en esos barcos abandonados, ese río quieto, los atardeceres que muestran a un Gonzalo solo o acompañado con su amigo Matías con sus juegos e inmerso de soledad. Gonzalo es un niño solidario, ayuda a sus vecinos, se relaciona con algunos pobladores del lugar: un matrimonio amigo Julio y Alicia (Daniel Aráoz y Susana Hornos) que atienden los animales del lugar en una precaria veterinaria, y Felipe (Federico Luppi) viudo dueño de una whiskería. Por otra parte un personaje misterioso lo constituye Omar que pregunta constantemente con nerviosismo por Camila. Un día circunstancialmente se cruza en estas vidas una viajante de nombre Lorena (Sofía Gala Castiglione de buena interpretación, muestra ternura y le da un toque maternal) de quien no se sabe mucho, solo que se dirigía a su trabajo. En este caso el personaje que encarna Sofía Gala es un buen vehículo para conocer más de cada uno de los principales personajes. Esta es una historia coral que habla de los vínculos, la soledad, el dolor, el deseo y la pasión. El paisaje, los rostros y sus diálogos son un poco el reflejo de ese pueblo pesquero (filmada en Victoria, Provincia de Entre Ríos). Su ritmo es pausado, con un tono intimista, conmueven algunas escenas solo a través de las miradas, el horizonte y la música (Daniel Gómez). La película participó del Festival Internacional de Cine, en Alemania.
Quinto film de Sergio Mazza, de reciente paso por el Festival de Berlín, El Gurí vuelve sobre varios temas que preocuparon a su director y guionista en sus trabajos anteriores; las pequeñas historias de pueblo, los personajes de existencia simple, el deambular por la vida, y la identidad. Situada en Entre Ríos, el gurí del título es Gonzalo (Maximiliano García) un niño que camina por las calles de su pueblo esperando el pronto regreso de su madre Camila (Belén Blanco en breves y curiosas intervenciones). Claro, en verdad, Camila no volverá, tuvo sus razones para el abandono y lo hizo dejando atrás a su hijo y su beba de pocos meses de vida. Gonzalo lo niega, mantiene la esperanza de ese rencuentro en los próximos días. En el medio, la gente del pueblo, que atraviesan su vida; la pareja de veterinarios Julio y Susana (Daniel Aráoz y Susana Hornos), la abuela, Felipe (Federico Luppi) dueño de la Whiskeria del pueblo, y Lorena (Sofía Gala Castiglione) una viajante de comercio que ocasionalmente queda varada en el pueblo. Precisamente será Lorena quien establezca un fuerte vínculo con Gonzalo y su hermana, lo cual le permitirá conocer a toda la gente del pequeño pueblo y varios de sus secretos. Es una historia sencilla, sin mucho que se presente como grandes giros narrativos, todo sucede contemplativamente. Mazza pretende un fresco de la vida particular de estos pueblos olvidados y ciertamente lo logra. Quizás sea de ese tipo de film que a un sector gusta descalificar como “nada pasa”; lo cierto es que detrás de su patina de sencillez se esconde una gran calidez y mucha carnadura para presentar personajes que tienen un pasado atrás, aunque sea, expresado solo con las miradas. Acertadamente, Mazza apoya su relato en las interpretaciones, el niño García conquista con su carisma lleno de ternura. Castiglione hace rato dejó el rótulo de “hija de” para convertirse en una gran actriz de variados matices, su Lorena tiene la suficiente comprensión como para adaptarse a un entorno que le es ajeno pero que pronto se apropia, la suya es la mirada del afuera. ¿Qué decir a esta altura de un señor actor como Federico Luppi? Uno de los mejores de su generación, en un rol que esconde algunas cosas, protector, sobrecogedor. Aráoz y Hornos (pareja de Luppi en la vida real), logran también criaturas apesadumbradas por la vida, de miradas cansadas pero gran corazón. La cuidada fotografía de Juan Martín Deza, oscura y de tonos mate suma esa idea de pueblo en el que las cosas suceden a su manera, sin grandes convulsiones. La banda sonora con Daniel Gómez reversionando la canción homónima de Viglieti que resuena finalmente sobre los créditos finales, también resalta esta idea de pasividad. Con un ritmo de relato que no llega a ser lento y permite seguir todo con atención pero lejos está de ser vertiginoso, "El Gurí" resulta un film ameno, con una pequeña intriga sobre el pasado y el futuro de un chico. No pareciera ser mucho para quienes busquen grandes sucesos, para quienes pongan el foco en los pequeños momentos cotidianos de los olvidados, esta puede ser una caricia cinematográfica.
Presentado en Berlín, el quinto film de Sergio Mazza, el director de Amarillo (2006), Gallero (2009) y Graba (2011) nos cuenta esta vez una historia de corte autobiográfico, que aborda desde la ficción. Un niño de aproximadamente 9 años, y su hermanita son dejados por su madre a su propia abuela en Entre Ríos. Gonzalo no sabe que su madre está a punto de morir. Mientras tanto va de casa en casa con su hermana a cuestas buscando alimento y afecto. El Guri es una historia coral donde se narra a su vez la historia de un hombre que acaba de enviudar, una pareja que está realizando un duelo, un amante arrepentido a destiempo, y una joven que atropella un perro en la entrada del pueblo, por lo que debe permanecer allí dos días. El mismo tiempo en que se desarrolla el relato. Y el niño realiza en esas horas una especie de road movie sentimental que va de un personaje al otro, y viceversa. Intentando buscar su lugar. Muchas veces los niños abandonados no son los que viven en la calle, ni a la intemperie. Sino aquellos cuyos padres no han podido o no han querido hacerse cargo de sus responsabilidades, sea por una causa de vida o muerte, o sea por incapacidad. Lo cierto es que esta situación es siempre una marca, que de hecho no es fácil de superar. Y de eso se trata… de la orfandad, la soledad, y la tragedia. Aunque al mismo tiempo también se hable de la solidaridad, el amor, y la ternura. Mazza parte de una situación personal de abandono materno, y de muerte de su padre a la misma edad de su personaje, para poder distanciarse de su propia realidad y construir desde sus vivencias una ficción en su ciudad natal que no es poca cosa. La idea del entrecruzamiento de las historias dificulta muchas veces la verosimilitud del relato, ya que los personajes se desdibujan, aunque es claro que el punto de vista del film es el del niño. Por otra parte, completarlo al final no soluciona lo anterior. A una excelente fotografía se suman desparejas actuaciones, una propuesta quizá catártica de un buen director.
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Una pequeña película, un excelente drama Gonzalo es un de 10 años cuya madre se fue y lo dejó con una hermanita de 8 años, en el pequeño pueblo del interior del país donde viven. Gonzalo va tratando, en un deambular por el pueblo, la manera de hacerse de un hogar para ellos mientras esperan, infructuosamente, la vuelta de su madre. En su camino se cruzaran, sistemáticamente, el matrimonio de Julio, el veterinario, y de Alicia, un matrimonio quebrado por un dolor enorme. También está en el pueblo Felipe, el dueño de un almacén que alguna vez fue una whiskería. Pero también encontrará a la joven Lorena, una chica que por un accidente con su auto quedaráa varada en el pueblo. Entre todo esto. siempre está la tristeza contenida del pequeño no solo por su soledad, sino también por la responsabilidad hacia su hermana. Mazza logra, nuevamente, plasmar la realidad llena de dolor, de emoción, de amor y de angustia, de una manera desgarradoramente real. La realidad de los pueblos del interior y de su manera de tratar de llevar adelante una vida, por momentos chata, por momentos asfixiante. Sin lugar a dudas, que el pequeño Maximiliano García como Gonzalo es la gran revelación del film. Uno descubre sus emociones y sentimientos hasta sin gestos. Mazza también lo supo acompañar con un Daniel Aráoz que cada vez está mejor, sobretodo en un papel sumamente difícil como el de Julio. Sofía Gala Castiglione vuelve a cumplir un gran trabajo, lo mismo que la española Susana Hornos y la eficacia de siempre de Federico Luppi. “El Gurí” deja algún cabo suelto, pero es una gran película, esas que demuestran que no se necesitan presupuestos faraónicos para realizar grandes obras.
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