SOLO EN MI PLANETA Un film dedicado a la memoria del Maestro Eric Sattler y hecha para nosotros. Relatos de lo que sucede en silencio, de personas excluidas por una hipócrita sociedad, que censura, y peor aún, decide si podemos desempeñar nuestra profesión siendo quienes somos. El maestro (2019), película dirigida por JULIAN DABIEN y CRISTINA TAMAGNINI, quien, además se encarga del guion, sigue a Natalio (DIEGO VELÁZQUEZ) un apasionado maestro de un pueblo salteño que aún vive con su madre. En su casa da clases particulares a Miguel (VALENTÍN MAYOR BORZONE), hijo de Susana (ANA KATZ), su empleada doméstica. El pequeño Miguel atraviesa situaciones complicadas en la escuela y de violencia en su casa con la pareja de su madre Hugo (DANNY VELEIZÁN). Juani (EZEQUIEL TRONCONI), un amigo de Natalio, llega a vivir al pueblo y los habitantes confirman los rumores sobre su sexualidad. Natalio está preparando una obra de teatro con los alumnos, pero los padres no están de acuerdo con su continuidad en la escuela. Se trata de una dirección muy bien ejecutada, aporta muchísimo que esté escrita también por Tamagnini, puesto que la conexión entre la idea y la manera de relatarla van de la mano, el dueto Dabien-Tamagnini funcionó para mi. La premisa es sencilla e inteligente. Ni bien comienza nos presenta al protagonista y el espectador ineludiblemente se hará una pregunta, todo camino en movimiento seguido de un flashback, es atractivo, lo que no significa que sea garantía, puede funcionar o no y esto define el éxito del film, por lo que considero que es una decisión arriesgada y con sencillez, también funcionó, puesto que decidimos acompañarlo en su camino y ya genera empatía con el espectador. El guion, es fruto y ejemplo de buenas haber tomado correctas decisiones, en combinación con una inmejorable dirección de actores por sobre todo, es excelente. La música, las miradas, los silencios y diálogos están relacionados con el estilo de la trama dramática de los realizadores. Con respecto a la recreación de un pueblo, con su movimiento lento, diferente y en donde nadie es dueño de su vida privada, está muy bien representada en las locaciones, los códigos de los pueblos, perros en las calles y en los bares, dueños de su esquina a la hora de la siesta, la sociedad conservadora de miradas que sentencian y el ritmo ligero que aporta alguien nuevo que llega al pueblo. Todos estos elementos, confluyen en un relato simple. Estos films son interesantes debido a un guion seguro que no es explícito; su ritmo no acelerado, brinda pistas en cada secuencia de lo que sucede tácitamente, puesto que allí se encuentra el alma de la trama. Entre las interpretaciones, se destaca la de Diego Velazquez. "Secretos, silencios, miradas, murmullos, música que acompaña la verdad detrás de la relación entre el maestro y Miguel, en un escenario en donde la verdad debe ser ignorada. La comprensión y complicidad de ambos, da cuenta del sufrimiento reprimido y de la impotencia que se transmite. La aceptación luego de la resignación de una persona agotada y acostumbrada al sometimiento. Somos testigos y confidentes de una terrible realidad que aún cierto sector de la sociedad, naturaliza, siempre y cuando la observe y no le afecte directamente, alejando de una posible contención y ayuda a las víctimas. Muchísimo para reflexionar y por ese motivo recomiendo en especial esta película."
Ojos que no ven. No por casualidad el pretexto de concretar un proyecto teatral para cerrar el año escolar de una primaria sea la puesta en escena del clásico de Antoine de Saint-Exupèry “El principito” y básicamente contrastar la frase más emblemática: lo esencial es invisible a los ojos, en el contexto del prejuicio de todo un pueblo en el noroeste argentino. La historia no busca bajo ningún concepto dejar un mensaje moralizante ni tampoco pretende encontrar en el desarrollo de los acontecimientos una idea de fábula con moraleja sobre la intolerancia del otro, sino que se instala en el microclima de un docente que ama su profesión y respeta a los alumnos, sin dejar de lado su condición homosexual una vez llegado un amigo a su ciudad. Natalio (Diego Velázquez) vive con su madre y además de ejercer la docencia en una escuela cercana da clases particulares de apoyo, preferencialmente a Miguel (Valentín Mayor Borzone), hijo de Susana (Ana Katz), quien realiza tareas de limpieza en la casa familiar. Miguel encuentra en su maestro varios modelos, incluso el de una figura paterna dado que la pareja de su madre lo maltrata y más aún si se entera de un mínimo contacto con Natalio a quien tilda de profesor mariconcito. Los rumores sobre la sexualidad de Natalio tras la llegada de su amigo, Juani (Ezequiel Tronconi), ponen en jaque toda su zona de confort: su relación laboral, social y con su rígida madre que no puede ocultar un pesar frente a las miradas de vecinos y a un incesante chismorreo que crece a la velocidad conque el protagonista busca expresar su libertad sin ningún enfrentamiento ante los desaires y las miradas lapidarias en la calle. Como toda historia de pueblo chico y prejuicio grande, la ópera prima de la dupla Cristina Tamagnini y Julián Dabien maneja con sutileza la curva dramática del relato y no exagera en el retrato de ninguno de los personajes que se van sumando a la catarata de prejuicios en el derrotero del maestro y su silencioso tránsito desde la intolerancia hasta la creatividad para dejar la mejor lección que no se aprende en un aula: lo esencial es invisible a los ojos.
“El Maestro” de Cristina Tamagnini y Julián Badien. Víctimas de los prejuicios. Bruno Calabrese Hace 20 horas 0 12 Se estrena en Cine Ar Tv el jueves 14 de mayo a las 20 hs y en Cine.Ar Play a partir del viernes 15 de mayo, una película que aborda los prejuicios sociales y sus consecuencias. Por Bruno Calabrese. Ambientada en la primavera de 1991, la historia gira a través de Natalio, un apasionado maestro de pueblo. Da clases particulares a Miguel, el hijo de Susana, su empleada. Natalio y Miguel crean un vínculo especial en torno al teatro, la pasión de Natalio. Cuando Juani, un amigo de Natalio de la ciudad llega al pueblo, vive un enamoramiento que confirma los rumores sobre su sexualidad. El comportamiento de Natalio indigna a los padres de sus alumnos quienes presionan en la escuela para que el maestro abandone la institución y la obra de teatro que está ensayando. Las acusaciones hacen mella en Natalio obligándolo a enfrentarse al entorno. Pueblo chico regido por los prejuicios en torno a aquello que desencaja con el orden establecido. Desde el inicio mismo del film, cuando Miguel (eje central de la relación maestro-alumno) es golpeado por otros niños nos introduce en la construcción de las masculinidades tóxicas que se da en el pueblo, con un padrastro que le intenta enseñar al niño para que no lo traten de “marica”. La injerencia del maestro en el alumno despierta su interés por “El Principito”, obra que Natalio quiere poner en escena teatral. A partir de esa relación y ciertos indicios que muestran que el niño puede ser abusado se empezará a construir la hipótesis que Natalio es sospechoso, a pesar de que el niño dice lo contrario, lo que hará que se lo separe del curso. Pero todo se teje a partir de prejuicios, propio de la idiosincrasia de los habitantes pueblo, el cual está representado a través de estereotipos clásicos como la típica vieja chusma, el carnicero machista y bruto, junto con su sumisa esposa. Acompañado por la impecable actuación de Diego Velásquez en el papel de Natalio, en sintonía con Ezequiel Tronconi y Ana Katz, que le aportan los matices necesarios para darle el realismo y la credibilidad necesaria. Con una temática que recuerda a “La Cacería” de Thomas Vitenberg, “El Maestro” es efectiva a la hora de mostrar la soledad del acusado, así como la irracionalidad de la comunidad que lo rechaza. Un film que interpela y provoca indignación que invita a reflexionar sobre prejuicios del pasado que aún siguen presente. Puntaje: 80/100.
Cristina Tamagnini, co-directora junto a Julián Dabien y también guionista de El maestro, cuenta que la inspiración para su protagonista viene de Eric Sattler, su propio maestro de primaria y a la vez un “hacedor cultural” de la zona, en aquel caso el pueblo de Ucacha en Córdoba. Una inspiración que se hace reconocimiento explícito al final de la película. Basado en aquel maestro real, tenemos entonces a Natalio (Diego Velázquez), quien enseña en una escuela primaria de un pueblo chico del interior del país, vive solo con su madre y está entregado íntegramente a su vocación por la enseñanza a la cual vive con intensidad y dedicación. Natalio además es homosexual y si bien es reservado al respecto no puede evitar que en ese pueblo chico donde todos se conocen se hagan comentarios, bromas y se tejan rumores respecto a su condición aunque siempre a sus espaldas. De algún modo por su posición de educador está integrado a su comunidad y su discreción le asegura cierta tolerancia, pero este equilibrio se revela precario y solo está esperando el momento para quebrarse y poner en cuestión aquello mismo que lo sostiene. Cuando Juani (Ezequiel Tronconi), un amigo de otra localidad que se encuentra en problemas y no tiene donde ir le pide ayuda, Natalio lo aloja primero en su propia casa y luego lo ayuda a conseguir otro lugar donde vivir en el mismo pueblo. Un lugar en donde, para opinión de sus escandalizados vecinos, pasa demasiado tiempo, lo cual dispara todas los prejuicios que hasta el momento habían estado más o menos reprimidos. Se produce así una escalada que arranca con chismes, comentarios por lo bajo y palabras despectivas para ir subiendo en poco tiempo a una hostilidad abierta y hasta el cuestionamiento de su capacidad para enseñar y la acusación de ser una mala influencia para sus alumnos. Natalio trata de resistir como puede esta embestida y defender su vocación aunque las circunstancias lo van poniendo contra la pared, mientras que aquellos que lo quieren no saben o no pueden defenderlo. El maestro real ejerció en un pueblo de Córdoba, mientras que la película está filmada en Salta, pero durante el relato no se hace referencia explícita a una localidad. Se trata de un pueblo chico del interior del país de ubicación más o menos indeterminada. Del mismo modo la temporalidad tampoco es explícita y si no hay elementos que acusen la actualidad tampoco hay marcas que señalan concretamente una época. Se trata de un tiempo y lugar impreciso como para dar cuenta de la universalidad de lo que se está mostrando. El film de Tamagni y Dabien hace una crítica de la hipocresía, la discriminación, la intolerancia y los mandatos cristalizados acerca de lo que debe ser la masculinidad, pero además de este lado, si se quiere más sombrío, tiene otra línea más luminosa que tiene que ver con el reconocimiento al papel de inspirador que puede tener un maestro. Esto se ve más concretamente en la relación que Natalio tiene con Miguel, el hijo de su empleada y a la vez alumno de su clase, un chico que es acosado por sus compañeros y hostigado por la pareja de su madre, que encuentra en Natalio una fuente de apoyo no solo educativo sino también humano y un incentivo para desarrollarse como persona. La cuestión de la homosexualidad está presente en la medida que es la desencadenante del conflicto pero es secundaria en tanto no se hace hincapié en esto a la hora de retratar al protagonista, quien por otro lado tiene que viajar a otra localidad para vivir brevemente en relación a ese deseo. Lo fundamental aquí es la pasión con la que encara su rol de enseñar, apoyar y motivar y su capacidad de generar un vínculo franco y genuino con sus alumnos. Apoyado en un elenco sólido y sobre todo una muy convincente actuación de Diego Velázquez, El maestro es tanto una crítica como una reivindicación. Lejos del alegato y la declamación, es más bien un retrato íntimo y sensible que privilegia el lado humano y trascendente de la enseñanza. EL MAESTRO El maestro. Argentina, 2019. Dirección: Cristina Tamagnini, Julián Dabien. Elenco: Diego Velázquez, Ezequiel Tronconi, Ana Katz, Valentín Mayor Borzone, Danny Veleizán, Natalia Aparicio, Georgina, Parpagnoli. Guión: Cristina Tamagnini. Fotografía: Nicolás Richat. Montaje: Martín Mainoli. Música: Pablo Soler. Director de Sonido: Rufino Basavilbaso. Dirección de Arte: Andrea Benitez. Producción: Lalo Mamani, Cristina Tamagnini. Jefe de Producción: Mariano Salazar. Duración: 69 minutos.
PUEBLO CHICO, MAESTRO GRANDE Natalio es maestro en un pequeño pueblo del interior del país. Vive con su madre, y se entrega con entusiasmo a su trabajo, en donde parece ser un docente querido y respetado. No puede evitar cierta predilección por Miguel, el hijo de la mujer que trabaja en su casa, un niño maltratado tanto por sus compañeros de clase, como por el novio de su madre, quien constantemente lo insulta y lo insta a defenderse, a pelear como macho. Natalio trata de ayudarlo y le da clases particulares, al tiempo que organiza la muestra anual de teatro y se hace cargo de su madre, una mujer de salud frágil que nunca duda en indagar y entrometerse en la vida de su hijo. Todo transcurre de manera bastante rutinaria, pero a partir de la llegada al pueblo de Juani, un viejo conocido del maestro, comienzan a revelarse los prejuicios y la intolerancia de una comunidad que no entiende ni acepta la relación entre estos dos hombres. Filmada en la localidad salteña de La Merced, la película de Cristina Tamagnini y Julián Dabien es, por un lado, la evocación de una figura entrañable: el maestro de pueblo, ese personaje de la infancia que es también un poco como un padre, preocupado por transmitir su cultura y sus valores, capaz de articular la enseñanza con el juego y de ser el refugio de las realidades, a veces difíciles, de cada hogar. Por el otro, es el retrato de algunos hombres que no pueden aceptar el amor entre Natalio y Juani, y que al sentir amenazadas sus instituciones primitivas, se organizan para que el maestro desaparezca de las vidas de sus hijos. Y si bien en esta caza de brujas también participan las madres de los chicos (claro que no todas), son los padres los que imponen su visión sesgada y machista del asunto, los que terminan por aplastar cualquier intento de apoyo a Natalio. El caso más evidente es el de Susana, la mamá de Miguel, que abrazada a su hijo termina por aceptar que las acusaciones contra el maestro carecen de sentido. Si bien sigue un camino bastante previsible, y algunas de las situaciones y de los personajes no pasan de lo esquemático, El maestro consigue integrar con éxito sus partes: logra escapar de la denuncia subrayada y burda, y también de la tentación de evocar con desmesura e idealización la figura del docente. Con una duración que apenas supera la hora, no hay lugar para los excesos, y en ese sentido la película es una propuesta correcta, puntual y en cierto modo también discreta. La interpretación notable y mesurada de Diego Velázquez le agrega ciertas sutilezas al personaje de Natalio, un hombre que vive su sexualidad como un secreto, pero que esquiva la autocompasión y hace de su trabajo una forma de vida. El resto de los personajes, aún aquellos que tienen intérpretes solventes prestándoles el cuerpo y la voz, no logran pasar de un delineado funcional a la historia. Incluso Juani, interpretado por Ezequiel Tronconi, o la madre de Natalio, en la piel de Georgina Parpagnoli, se quedan a mitad de camino, y esto quizás se deba a un guion que se concentra alrededor de Natalio y que decide quedarse solo con lo indispensable. Lo que, a fin de cuentas, es acorde a esta película pequeña, honesta, y que en su brevedad y en su contención termina por aprobar. Con lo justo, aunque en este caso tampoco hace falta más.
El maestro, de Cristina Tamagnini y Julián Dabien, con Diego Velázquez, Ana Katz y Ezequiel Tronconi revela el costado más horrible de una sociedad, el de la estigmatización a pesar de conocer en detalle a aquel que decide expulsar. Una historia simple y sencilla que se potencia con grandes actuaciones. El maestro se verá el jueves 14 y el sábado 16 en CINEARTV a las 20 y luego en CinearPlay.
Los prejuicios siempre son peligrosos. Eso confirma esta historia austera y narrada con precisión y sutileza que tiene como protagonista a un docente discriminado por sus preferencias sexuales en un pueblo donde los rumores maliciosos y algunos abusos silenciados parecen ser moneda corriente. Ese dedicado maestro de escuela primaria al que Diego Velázquez interpreta con mucha solvencia es capaz de transmitir calidez y generosidad, pero también asume su condición de segregado en silencio, sin animarse a reaccionar a tiempo. Y cuando tome real conciencia de esa situación ya será tarde. Rodada en La Merced (pueblito del Valle de Lerma, en Salta) e inspirada en la figura del docente Eric Sattler, un promotor del cooperativismo en la provincia de Córdoba al que conoció la guionista y directora Cristina Tamagnini, El maestro aborda una problemática cuyas aristas han cambiado sustancialmente en los últimos años pero que, dependiendo del contexto, persiste como amenaza. Y lo hace sin cargar las tintas, con un tono tan moderado como el de su protagonista, capaz de enriquecer los alcances de su profesión y comprometerse a fondo con el montaje de una obra de teatro infantil en voz baja, como para no llamar tanto la atención de un entorno que igual lo observa de cerca y con desconfianza. A veces vale la pena gritar.
Con el valor que suelen tener las historias sencillas, y contadas con igual grado de simplicidad, El maestro toca un tema, o varios, que repiquetean en el humor social. O que al menos molestaban hasta no hace mucho tiempo. Si bien la historia parte de un hecho real, y luego fue ficcionalizándose, el maestro en que se basa el filme codirigido por Cristina Tamagnini y Julián Dabien es Eric Sattler. En la película lo interpreta Diego Velázquez, se llama Natalio y en el pueblo donde es docente lo ven con mala cara porque es homosexual. Mejor dicho: lo comienzan a señalar cuando ante la llegada de un amigo de Natalio, los ven juntos. Juani (Ezequiel Tronconi) llega de repente, una noche, y no tiene dónde dormir. Natalio lo ayuda, lo integra al pueblo, y muchos intuyen que son pareja. Y, de a poco, al maestro le hacen la vida imposible. En su trabajo, en la escuela, donde prepara una obra de teatro basada en El Principito, en su vocación, como maestro, y en su vida personal. Clarín ESPECTÁCULOS SUSCRIBITE Buena Crítica de “El maestro”: El Principito como metáfora Basada en un personaje real, la película se centra en un docente cuya homosexualidad le hizo la vida imposible en un pueblo. Diego Velázquez, protagonista de este filme que puede verse en CINE.AR TV este jueves y sábado, y desde el viernes, en CINE.AR PlLay. Pablo O. Scholz Pablo O. Scholz COMENTARIOS(0) 13/05/2020 - 16:08 Clarín.com Espectáculos Cine Con el valor que suelen tener las historias sencillas, y contadas con igual grado de simplicidad, El maestro toca un tema, o varios, que repiquetean en el humor social. O que al menos molestaban hasta no hace mucho tiempo. Si bien la historia parte de un hecho real, y luego fue ficcionalizándose, el maestro en que se basa el filme codirigido por Cristina Tamagnini y Julián Dabien es Eric Sattler. En la película lo interpreta Diego Velázquez, se llama Natalio y en el pueblo donde es docente lo ven con mala cara porque es homosexual. Newsletters Clarín Viva la música Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. Recibir newsletter Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. Mejor dicho: lo comienzan a señalar cuando ante la llegada de un amigo de Natalio, los ven juntos. Juani (Ezequiel Tronconi) llega de repente, una noche, y no tiene dónde dormir. Natalio lo ayuda, lo integra al pueblo, y muchos intuyen que son pareja. Y, de a poco, al maestro le hacen la vida imposible. En su trabajo, en la escuela, donde prepara una obra de teatro basada en El Principito, en su vocación, como maestro, y en su vida personal. Advertisement: 0:05 Rodada por completo en Salta, en poco más de una hora, Tamagnini (que fue alumna de Sattler) y Dabien presentan, desarrollan y redondean la historia y los personajes de una manera clásica, sin que esto presuponga un desmérito. Al protagonista se lo rodea de otros personajes que no invariablemente son esquemáticos –aunque sí en su pensamiento-, como el de la empleada doméstica de Natalio -quien vive con su madre- que encarna Ana Katz. Susana también es la madre de Miguel, el alumno algo consentido por Natalio, a quien da clases particulares sin cobrarle un centavo, y en cuyo hogar la presencia del novio de su madre es otro motor de la historia. Como en su momento fue, salvando distancias, Filadelfia, El maestro dignifica a su protagonista. Y habla más de los que lo discriminan que de él mismo.
Dentro de los estrenos que se presentan semana a semana en la plataforma www.cine.ar/play y CINEAR TV este jueves es el turno de “EL MAESTRO”, el filme de Cristina Tamagnini y Julián Dabien, que, basado en la figura excluyente del personaje interpretado por Diego Velázquez, cuenta la historia de un típico docente de pueblo enfrentado y sometido a las normas que suelen regir el consabido estigma del “pueblo chico, infierno grande”. Partiendo de un hecho real –la historia de Eric Sattler-, la historia se ficcionaliza en la figura Natalio, un apasionado docente de pueblo que parece tener una vida apacible y equilibrada. Todavía vive con su madre, extremadamente posesiva y manipuladora, entrometida y digitando su vida personal y mantiene un estrecho lazo con Susana (Ana Katz), quien realiza tareas domésticas en su casa. El hijo de Ana, Miguel (Valentín Mayor Borzone), es un alumno por el cual él siente un especial cariño que vuelca en cada una de las clases particulares que le da como ayuda escolar, y que sirven, de un modo u otro, de cierto refugio a la violencia que el niño sufre por parte de Hugo, la pareja de su madre. Arquetipo del machismo más exacerbado, Hugo no logra comprender en absoluto, el vínculo de afecto y de admiración que entabla Miguel con su maestro, quien a su vez le ofrece el cariño, la comprensión y la protección que parece no poder encontrar plenamente en su hogar, en donde la fuerte presencia de la pareja de su madre, tiñe absolutamente todo de una gran dosis de violencia. El disparador del conflicto de la historia, surge cuando un amigo del maestro, Juani (interpretado por Ezequiel Tronconi), llega a vivir al pueblo y Natalio se encarga primero, de darle refugio y luego, de poder encontrarle un lugar para en donde pueda instalarse. Sus visitas asiduas a la casa de su amigo hacen que rápidamente comience a flotar en el aire una cierta ambigüedad que el pueblo traduce, casi inmediatamente en rumores que corren como reguero de pólvora, sobre su orientación sexual, una situación que el pueblo jamás aceptaría y menos aún si se trata de la figura de un docente de escuela primaria. La sombra de la discriminación y la intolerancia –representada en este pueblo salteño pero que no deja de ser el espejo de lo que sigue sucediendo en nuestra sociedad y sobre todo en los pueblos más pequeños en el interior- se hace presente casi de inmediato y la directora del colegio se verá presionada por los padres para que rápidamente Natalio sea separado del cargo. Todo esto sucede, además, en medio de los preparativos de un proyecto junto a sus alumnos, que había ido motivando paulatinamente para poder llevar adelante una puesta de “El Principito” de Saint-Exupéry, para un acto escolar. La figura de este mítico texto será el vehículo que utiliza el guion de Tamagnini para volver a poner la mirada sobre ciertos valores esenciales que se trabajan en la historia en forma paralela: los vínculos de amor y amistad, la profunda empatía que nace a partir de esos encuentros (sobre todo en la relación Natalio / Miguel), la magnitud que cobran los sentimientos y la supremacía de los gestos por sobre las palabras, todos hechos que van reforzando esa idea de “ser responsable para siempre de lo que has domesticado”. “EL MAESTRO” vuelve a poner al descubierto la típica hipocresía pueblerina que no acepta la diferencia y funciona sólo dentro de ciertos parámetros estancos a los que cada uno de los miembros de la sociedad, deberá adaptarse para poder lograr ese sentido de la pertenencia que nos es tan necesario. Si bien el guion dibuja a Natalio dentro de los esquemas y los cánones sobre los que podemos predecir, de antemano, que irá corriendo la historia y sin apartarse demasiado de los esquemas que se plantean en un relato como éste, enfocado a la discriminación y la intolerancia – que ya fuera contada por el cine en otras ocasiones-, el detallado y preciso trabajo de Diego Velázquez en la construcción de su personaje, hace que tanto el protagonista como la propia historia que no logra desmarcarse de ciertos lugares comunes, tomen una dimensión especial y consolida el producto. Velázquez, de consagrados trabajos junto a directores de gran trayectoria teatral (sólo por mencionar alguno de sus trabajos “Estado de Ira” e “Invocación Stanislavsky” junto a Ciro Zórzoli, “El escrito fracasado” dirigido por Marilú Marini, su ductilidad en “Miedo” de Ana Frenkel, “La Terquedad” de Spregelburd o propuestas dentro del circuito comercial como “Cock” dirigido por Veronese), ha logrado abrirse camino con sus personajes cinematográficos, fundamentalmente a partir de su impecable protagónico en “La larga noche de Francisco Sanctis” y lo hemos visto recientemente junto a Valeria Bertucelli en “La reina del miedo”, como contrafigura de Oscar Martinez en “La misma sangre” y en proyectos más independientes como sus participaciones en “Familia Sumergida” de María Alché o en “Camping” de próximo estreno. Su trabajo es realmente impecable, sin estridencias ni desbordes, sino por el contrario, de una gestualidad medida y trabajada en los detalles, acompañado por Ana Katz y Ezequiel Tronconi, con pequeñas intervenciones que ayudan a dar avance al relato, que más allá de las convenciones, logra poner en pantalla una historia que invita a reflexionar sobre los prejuicios, los deseos contenidos y las dificultades que aparecen frente al intento de ocupar el verdadero lugar de cada uno, lidiando con la intolerancia y la homofobia que se despierta en los demás, una de las tantas aristas que presenta esta valiosa mirada que aporta “EL MAESTRO”. POR QUE SI: «Pone al descubierto la típica hipocresía pueblerina que no acepta la diferencia»
Está inspirada en una historia real la ficción que la cordobesa Cristina Tamagnini y el chabuquense Julián Dabien titularon El maestro. Dicho esto, los autores de este largo parecen menos interesados en contar lo que le sucedió al hasta ahora desconocido Eric Sattler que en exponer la mentalidad homofóbica de la sociedad argentina en dos escenarios bien precisos: un pueblito salteño y una escuela pública del nivel primario. Podría trazarse un paralelismo entre el Natalio que Diego Vázquez interpreta con conmovedora versatilidad y el inolvidable Sr. Lehrer que Juan José Camero compuso a fines de los años ’80 para La deuda interna de Miguel Pereira. Uno y otro se desempeñan en la misma región (aunque el primero es un docente de pueblo mientras el segundo es un docente rural) y entablan un vínculo especial –casi paternal– con un alumno. Por distintos motivos, ambos resultan problemáticos para nuestro sistema educativo. A diferencia de lo que sucede en los países nórdicos o en Francia, en Argentina los maestros varones son minoritarios. También son disruptivos, primero porque atentan contra el estereotipo que define a la señorita como una «segunda mamá», segundo porque encienden las alarmas anti-pedofilia. Si el docente parece o es gay, las luces se ponen más rojas todavía. Tamagnini y Dabien filman el crecimiento de este prejuicio: débil mientras se basa en rumores o habladurías; poderoso cuando el chisme es ascendido a la categoría de información (igual de mal intencionada). El dato objetivo legitima la criminalización del homosexual sospechoso y sospechado. Acaso éste sea el mejor trabajo de Vázquez, que aprendimos a reconocer después de haber visto La larga noche de Francisco Sanctis de Andrea Testa y Francisco Márquez. Lo acompañan la siempre dúctil Ana Katz, la imponente Georgina Parpagnoli, Ezequiel Tronconi, el niño Valentín Mayor Borzone, cuyo Miguel es menos protagonista que el Verónico Cruz de La deuda interna, y Daniel Veleizán, cuyo Hugo representa el summum del macho argentino. Natalio, por su parte, encarna al maestro vocacional, por lo tanto dedicado. El compromiso con su profesión es inalterable; en cambio muta la manera de asumir (y vivir) su homosexualidad. De esta otra evolución también se ocupan los realizadores; la relación con la exacerbación de los prejuicios sociales –y de las conductas sancionatorias– se vuelve evidente. Un dato nada menor: el conflicto con el pueblo donde vive y trabaja se dispara mientras el maestro ensaya con sus alumnos una representación teatral de El principito. La referencia a la fábula de Antoine de Saint-Exupéry admite por lo menos dos lecturas: una consecuente con la moraleja «Lo esencial es invisible a los ojos», y por lo tanto destinada a explicitar la crítica a quienes prejuzgan según las apariencias; otra –quizás más rebuscada– anclada en los rumores sobre el vínculo que el aviador francés mantuvo con una muchacha entrerriana, presunta musa inspiradora de Le petit Prince (para más datos, los interesados harán bien en mirar Vuelo nocturno de Nicolás Herzog). Entre las virtudes de El maestro, se destaca su delicadeza. Esta condición la diferencia de otras películas que también abordan el linchamiento social de docentes hombres, por ejemplo la escalofriante La cacería de Thomas Vinterberg y la rebuscada El hombre sin rostro que Mel Gibson dirigió y protagonizó a principios de los ’90.
Con una narración concisa y austera (cualidades que no siempre están aunadas), El maestro (2019) recrea un caso real sobre un docente de pueblo discriminado por su sexualidad. Los realizadores Cristina Tamagnini y Julián Dabien retoman la historia del maestro cordobés Eric Sattler y la trasladan a un pueblo de Salta. Los hechos narrados transcurrieron en los ’90, pero por las situaciones descriptas (y, más aún, en el ámbito en el que se desarrollan) el relato de la sensación de tener una penosa vigencia, aún en pleno auge de los múltiples debates sobre identidades sexuales y la reciente implementación de la Educación Sexual Integral. Natalio (Diego Velázquez) es un dedicado maestro que pasa sus días entre la realización de su trabajo y el cuidado de una madre enferma y despótica. En su casa trabaja una mucama (excelente trabajo de Ana Katz, en un rol infrecuente para su carrera) que, a su vez, es madre de uno de sus alumnos, víctima de bullying y con un padrastro marcadamente machista. Cuando llegue inesperadamente un amigo de Natalio, interpretado por Ezequiel Tronconi, comenzará a activarse todo un dispositivo de miradas, susurros, comentarios amparados en la órbita de la denominada “heterosexualidad obligatoria”. Tamagnini y Dabien logran construir en poco más de una hora (el tiempo justo que necesita el filme para cumplir con su propuesta y alcances) un sentido homenaje que va más allá de la denuncia, por más de que en algunas escenas se note cierto subrayado que atente contra el resultado final. Sin altisonancias y con una gran capacidad de observación (tanto en el ámbito escolar –con sus miserias institucionales-, familiar y comunitario), El maestro conmueve gracias a su construcción austera y, al mismo tiempo, convincente, consciente de que narra una injusticia que necesita ser contada. https://vimeo.com/397524697
Las historias pequeñas, sobre situaciones cotidianas y personajes sencillos, parecen haberse instaurado hace ya tiempo como una columna troncal en el cine argentino. Junto a ellas, el término “austero” surge con frecuencia como designio de una forma de contar simple y sin alardes. En el caso de El maestro, la sencillez es moderación que, además de venir por una causa económico-narrativa que hace que consciente de sus limitaciones busque la proporción exacta para contar de la mejor manera su historia; responde también a la relación del protagonista con el mundo que lo rodea. Natalio, interpretado por un solvente Diego Velázquez, es un hombre de mediana edad que sigue viviendo con su madre y se dedica con pasión a la enseñanza en una escuela primaria. Es una persona querida en la institución por directivos, padres y alumnos. En especial, por Miguel, un niño víctima de bullying que encuentra sostén afectivo en el docente. Para el pueblo, él es el maestro. Pero Natalio también es homosexual, rasgo del que ni él ni nadie habla. Es como que con los años el personaje ha aprendido a moverse con discreción, manteniendo su amabilidad pero evitando levantar cualquier tipo de sospecha sobre su identidad sexual. Basta entonces la llegada de Juani, un amigo en problemas al que el docente ayuda con alojamiento y compañía, para que los prejuicios se agiten como piezas de un jenga, revelando el costado más horrible de sociedad. El trabajo de Cristina Tamagnini y Julián Dabien parece apoyarse en un naturalismo que está lejos de querer representar un lugar en concreto. Si bien, la tonada salteña parece otorgar una ubicación espacial, el pueblo puede ser cualquier pueblo de cualquier provincia del país. Está la vecina de enfrente que saluda. La carnicería. La plaza principal. La escuela. Y, como bien lo singulariza el título de la película, está el maestro. La temporalidad tampoco intenta ser precisa. Hay un lustre anacrónico que impide determinar si los hechos ocurren en el pasado o es el pueblo el que se ha quedado en el tiempo. Apenas algunas huellas como un televisor, un automóvil, o la ausencia de celulares, nos permiten ubicarla en algún rincón de los años noventa. Si se la piensa dentro del cine LGBT, es por demás una película atípica. No intenta ser una denuncia explícita sobre discriminación ni tampoco narra la búsqueda identitaria de su personaje. De hecho, antes que su orientación es su vocación como docente y la pasión con que la práctica lo ocupa un lugar central de la trama. De esta manera, El maestro es más universal de lo que parece. Aborda un tema tan inmenso como es la intolerancia pero reduciéndolo al interior de una pequeñísima comunidad. En este caso, el estigma a la orientación de Natalio aunque podría ser a cualquier otra cosa que haga tambalear los cimientos conservadores sobre los que se sostiene el pueblo. Algo parecido ocurría en Joel (2018) de Carlos Sorín, director conocido por sabe hacer de lo particular algo universal. Allí la llegada de un niño adoptado a un colegio despertaba el rechazo clasista por parte de la comunidad exigiendo la expulsión del alumno. Una vez que los rumores sobre el presunto romance entre Natalio y Juani se esparcen no hay mucho más que se pueda hacer. Primero en forma de miradas cómplices, luego en comentarios en voz baja hasta finalmente una denuncia falsa por abuso infantil como si ser homosexual lo convirtiera por defecto en un pervertido. El final carga con un sentimiento de impotencia y de sumisión. Uno espera que el maestro se defienda, que desmienta el hecho ante la directora. Pero es más lúcida su decisión de armar las valijas en silencio y aceptar el traslado. De uno u otro modo, su partida ya estaba escrita. Lo que viene a dejar en claro el accionar repelente del pueblo es que la intolerancia es un virus que se contagia entre agresores pero vuelve inmune a aquel que la recibe. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Este jueves y sábado (14 y 16 de mayo) llega a Cine.Ar TV la película El Maestro, dirigida por Cristina Tamagnini y Julian Dabien. A partir del viernes 15 estará disponible a través de Cine.Ar Play. Inspirada en la historia de Eric Sattler, la trama se centra en Natalio (Diego Velázquez), quien trabaja como maestro en una escuela ubicada en un pueblo del noroeste argentino. Sus días transitan con normalidad, a simple vista, hasta que un día reaparece Juani, un amigo de su pasado. El pueblo, automáticamente, comienza a mirar con malos ojos la llegada de este extraño. Los rumores y molestias con respecto a la sexualidad del docente comienzan a acentuarse, sobre todo cuando éste decide dejar la vivienda de su madre e irse a vivir con el susodicho. Es así que todos comienzan, poco a poco, a alejarse de Natalio y a juzgarlo por su “estilo de vida”. La trama no se centra en la sexualidad en sí de Natalio, sino que pone especial énfasis en la discriminación que sufre él por esto. “Pueblo chico, infierno grande” es un refrán por demás conocido y que resume en gran parte esta película. Todos, incluso sus personas más cercanas, deciden darle la espalda al docente cuando “sale a la luz” su sexualidad. Es así que El maestro apunta también hacia el silencio de las demás personas, sus más allegados, frente a los actos de injusticia contra Natalio. El maestro es una historia sencilla que logra hablar sobre la homosexualidad y la homofobia sin caer en golpes bajos. La trama no cuenta con grandes sobresaltos, desde un principio se logra anticipar que ocurrirá en cada escena. Tampoco se busca impactar al espectador con un morbo innecesario, muchas veces visto en estos tópicos, simplemente se enfoca en contar la historia sin más. Es por esta sencillez que El maestro resulta una historia emotiva, sin esforzarse en serlo. Cristina Tamagnini y Julián Dabien tampoco pasan por alto otras situaciones de violencia que resultan moneda corriente en una sociedad patriarcal. Si bien se hace poco énfasis (porque la trama apunta a la historia de Natalio), la violencia de género también es un tema presente dentro de esta historia, aunque sea casi ínfimo, pero no menos importante, el espacio que se le da. Sin caer en los típicos golpes bajos, muy presentes en este estilo de tramas, El maestro nos muestra, sin exagerar ni minimizar el tema general, una realidad que aún está presente en la Argentina, y en el mundo, donde las personas continúan siendo discriminadas por su orientación sexual.
Natalio (Diego Velázquez) es un maestro que ama su trabajo. Vive en un pueblo salteño con su madre. En su casa da clases particulares a Miguel, hijo de Susana, su la empleada doméstica que trabaja para él. Miguel sufre situaciones complicadas en la escuela y de violencia familiar en casa con la pareja de su madre, Hugo. Cuando Juani, un amigo de Natalio, llega a vivir al pueblo y los habitantes confirman los rumores sobre su sexualidad. Los padres de los alumnos sacan a sus hijos de la obra de teatro que está preparando Natalio, dejándola sin protagonista. A pesar de la situación, el maestro decide seguir adelante y le dará una oportunidad a Miguel cuando lo elige para interpretar al protagonista de la obra. Los padres hostigan a la directora para que Natalio no siga al frente del aula. El maestro deberá enfrentar a su entorno para defender su vocación. La película es sobria y contenida, aunque trata de un tema que fácilmente genere indignación y angustia. La homofobia y los prejuicios que rodean al protagonista y la injusticia que debe sufrir movilizan a cualquier espectador y la película prefiere con cargar las tintas, sabiendo que solo con mostrar alcanzará para que se entienda lo terrible de la situación. La verdadera vocación del maestro, su amor por enseñar y por poder dar algo más que una mera educación rutinaria conmueven y le dan aún más tristeza al derrotero del protagonista. Las películas no solo deben tener ideas, también deben mostrarlas con escenas concretas, no solo con diálogos. La película tiene una cometido y lo logra sin problemas.
Rodada íntegramente en La Merced (Salta), nos habla de relaciones humanas. A través de la figura de un maestro con gran vocación docente, su vida sufre un vuelco con la llegada al pueblo de un colega docente. Se trata de una historia dramática y emotiva que explora los conflictos y prejuicios irracionales de la sociedad. “El Maestro” es una película incómoda, que retrata -con sencillez pero sin superficialidades- un conflicto atávico y primitivo, que parece pertenecer a otro tiempo. Protagonizada por un cast conformado por Diego Velázquez, Ana Katz, Ezequiel Tronconi y Valentín Mayor Borzone, entre otros intérpretes nativos salteños, este reciente estreno está inspirada en un maestro real (Eric Satler), docente en la escuela primaria de la directora, quien toma un retrato vívido de lo que el docente provocó en la autora y sus alumnos, del pueblo Ucacha, donde ella es oriunda, para ficcionalizar la figura de un hacedor cultural de incansable labor como gestor cultural de su entorno. Amor, amistad y sexualidad conforman el esquema central del relato. También las relaciones paterno-filiales así como el acompañamiento que se genera en el vínculo docente y alumno, involucran las contradicciones existentes en un micromundo despojado de una mirada bella o idealizada, en donde el mandato social impone sobre aquello que los personajes deben o quieren hacer. De forma austera, este abordaje forma parte del espectro dramático que trama el film en sus lineamientos generales, pretendiendo dignificar una historia denunciando la doble moral imperante y la indignación que produce la discriminación sexual latente y arraigada en ciertos sectores de nuestra sociedad.
Honesta y sutil, la circulación del chisme y la discriminación son parte del paisaje de un pueblo chico. El protagonista sigue su vida...
El interior de los prejuicios La mirada sobre ciertos temas muchas veces peca de circunscribir una totalidad a partir de un único prisma que se tiene en cuenta, por ejemplo una región geográfica. Las problemáticas vinculadas con el movimiento LGBTQ no pueden pensarse de la misma manera en una ciudad como Buenos Aires que en pequeños pueblos de interior. Cristina Tamagnini, guionista y co-directora, decidió ficcionar la historia de Eric Staller (a quien ella conocía), un exponente de la docencia cooperativista en Córdoba víctima de la segregación por su preferencia sexual. Diego Velázquez es quien interpreta a este maestro (con otro nombre y en la localidad salteña de La Merced) de una manera austera y melancólica, pero poderosa en un silencio que lo detiene para vivir libremente dentro de una sociedad movilizada por el prejuicio. Su nombre lejos del mainstream, que hace parar la oreja cuando se atiende la presencia de los Darín, Francella, Peretti y otros, quizá merezca tener una atención más pronunciada tanto en la crítica como en el público. La narración precisa y sobria acerca de un docente que sufre la discriminación por parte de una sociedad anclada en el Medioevo lleva el concepto de alegato a una fortaleza más impactante, en relación con aquellas películas que se ponen un megáfono delante para alcanzar una llegada masiva. El guión de Tamagnini expone el miedo de las comunidades a las que los vientos de cambio todavía no llegaron; en el silencio de su protagonista se cuece la impotencia ante una virulencia infundada. El foco puesto en un personaje que se muestra aliado, como lo es el que interpreta Ana Katz, también desnuda esa hipocresía que se recuesta en la perspectiva rancia y maliciosa de lo que se denomina como “la gente”, en especial para justificar las miserias sociales. En la trama sobre el acto escolar, que atraviesa casi toda la historia, hay también cierta destreza narrativa y de austeridad dramática porque se genera tensión gracias a un tiempo límite trazado: los días faltantes para ese montaje de la obra protagonizada por los alumnos del maestro. El cine argentino estrenado durante esta cuarentena ofrece un halo de esperanza, tanto en el rigor de lo estrictamente cinematográfico como en la continuidad de historias que transcurren en otros espacios del país, lejos del AMBA (Tóxico y Las furias, dos estrenos de las últimas semanas, son ejemplos claros). Probablemente de una vez por todas podamos aceptar historias sobre personajes de diferentes lugares del interior como ya abrazamos normalmente lo que le sucede, por ejemplo, a un redneck de Portland en cualquier película.
En 1991, en un pequeño pueblo del interior del país, Natalio (Diego Velázquez) vive con su madre y entrega su día a día a ser maestro. Es la figura entrañable de la infancia de muchos, ese que con todo su cariño imparte educación y valores, que a veces no se maman en la propia casa. Natalio tiene predilección por su alumno Miguel, hijo de la señora que trabaja en su casa, que es maltratado tanto por sus compañeros como en su casa, ya que el novio de su madre le intenta enseñar a los golpes como defenderse para que no lo llamen marica. Natalio y Miguel crean un vínculo especial en torno al teatro.
El Maestro es una película argentina dirigida por Cristina Tamagnini y Julián Dabien (ópera prima de ambos), fue estrenada el pasado 14 de mayo en Cine Ar TV y a partir de hoy, 28 de mayo, pueden verla en Cine Ar ESTRENOS, con un costo de tan sólo $30, que les aseguro vale la pena. El Maestro es una historia costumbrista argentina, que nos recuerda una vez más el dicho popular "Pueblo chico, infierno grande", puesto que en ese pequeño pueblo en donde todos se conocen, pocos saben y muchos hablan. El largometraje narra la historia de Natalio, interpretado cálida y verosimilmente por Diego Velazquez, un dedicado maestro de escuela primaria, cuyas enseñanzas intentan ir más allá de un plan de estudio, él se preocupa además por el bienestar emocional de sus estudiantes. Aún así debido a la llegada de un ajeno al pueblo, Juani un par de Natalio, todo se agitará en esa comunidad, donde los rumores y la violencia por parte de terceros emergerán. Dichos rumores son cuestionamientos, no hacía la labor de tan correcto maestro, sino hacia las conductas de su vida privada, lo cual por supuesto no deberían ser del interés de nadie, ni mucho menos repercutir en su calificación como profesional. Salvando las distancias, el filme remite por su argumento a The Man Without a Face (1993) protagonizada por Mel Gibson, cuyo personaje era acusado injustamente de pedofilia, tán solo por ser un hombre solitario y tener una cicatriz en su rostro, cuando en verdad el futuro académico de Charles fue posible gracias a este gran maestro. En esta ocasión, El maestro muestra qué sucede cuando algo sale de la "norma", cuando aquello que estaba latente sale a la superficie y se manifiesta pacificamente. El prejucio social en ese microcosmos dominado por los "machos", quienes son los realmente violentos, harán que aflore como efecto "dominó" la injusticia. Mediante una fuerte crítica hacia los mandatos sociales, los estereotipos de género y de sexualidad, El Maestro expresa que todo vale la pena si el verdadero mensaje llega al menos al alma de un niño, Miguel. Evidencia de ello es que dicho filme está inspirado en la historia de Eric Sattler, que fue maestro de Cristina Tamagnini en la escuela primaria, a quien ella reconoce como "un gran hacedor de la cultura en su pueblo natal". Por último, no es casual que la relación intertextual que atraviesa todo el relato sea El principito (1943), puesto que al igual que en Hamlet de Shakespeare, en El Maestro hay una obra de teatro por llevarse a cabo dentro de la representación y ésta es una adaptación de El principito por Natalio, interpretada por Miguel. Recordemos que El principito posee una fuerte crítica de la adultez y varios planeteos existencialistas, lo cual cobra significancia en El Maestro porque justamente es el pequeño Miguel, el alumno, el único que ve realmente la esencia de Natalio y el ser más puro libre de tabúes sociales del pueblo, el único que parece entender que "sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos".
Los hipócritas La historia de El Maestro (2020), dirigida a cuatro manos por Julián Dabien y Cristina Tamagnini, también autora del guion, es tan simple como compleja, simple por cómo se cuenta y compleja por lo que cuenta. Natalio (otro gran trabajo de Diego Velázquez) es un maestro de escuela en un pueblo cualquiera del noroeste argentino. Vive con su madre enferma y posesiva mientras su rutinaria vida transcurre entre el dictado de clases en una escuela primaria, la preparación de una obra de teatro para una velada escolar y la ayuda particular que le brinda a Miguel (Valentín Mayor Borzone), un chico conflictuado, hijo de la mujer que colabora con las tareas de su casa. Sus días transitan inexorablemente sin ninguna alteración hasta que una noche llega Juani (Ezequiel Tronconi), un amigo que necesita ayuda y que se instala primero en su casa y luego en una vivienda que Natalio le alquila. A medida que los días avanzan los rumores sobre la sexualidad de Natalio comienzan a tomar más fuerza y la tranquila vida de del maestro se convierte en un calvario. Ambientada durante la década del 90 cuando la Ley de Matrimonio Igualitario ni siquiera era un sueño y en una región del país donde el poder eclesiástico es más influyente que cualquier otro, que aunque de manera directa nunca aparece en la película pero si están implícito en algunos detalles que hacen al accionar de los personajes, la historia sobre la que se basa El Maestro está inspirada en Eric Sattler, docente de la guionista y gran impulsor del arte en Ucacha, un pueblo situado en el centro sur de la provincia de Córdoba, en el departamento Juárez Celman, donde ella creció, quien terminó siendo víctima de los prejuicios sociales. El binomio de directores aborda la historia desde la simpleza, sin grandes pretensiones, sino más bien focalizando sobre los comportamientos de las personas y la doble moral. La sospecha de que Natalio es gay existe pero es solo eso y a nadie le molesta, el problema aparece cuando esta se convierte en una realidad, es explicita y se produce la tensión. Ser gay para ese pueblo (y muchos otros pueblos, ciudades, personajes anónimos o públicos) es sinónimo de pedofilia, aunque paradójicamente mucho de ellos ejerzan violencia, misoginia y discriminación con naturalidad y sin ningún reparo moral ni condena social. El Maestro es una película de personajes, donde la descripción física y psicológica que se hace de cada uno de ellos evita caer en estereotipos, jugando con la ambigüedad, y apelando más de una vez al fuera de campo para que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones.
Un pequeño pueblo donde todo se dice en voz baja y mantener esa situación es funcional a la rutina. Pero basta que alguien encienda el prejuicio, la discriminación, la homofobia para que el ambiente se enrarezca y todos vean lo que no vieron y se transformen en actores histéricos e inapelables. Cristina Tamagnini, la autora del guion y codirectora del film junto a Julian Dabien, conoció esa cultura, ese maestro a quien homenajea en la película, pero su mirada no va hacia la humanidad despreciada del educador, sino se dirige a “los otros”, a los que se encargan de la construcción del prejuicio, del dejarse llevar en manada sin que ninguna voz se alce para reparar la injusticia. Pero también el film muestra como un maestro puede despertar sensibilidades, descubrir vocaciones, abrir nuestra cabeza y nuestra imaginación. La elección de Diego Velázquez como protagonista es un hallazgo, el actor que sabe de matices y profundidades muestra el tamaño de la honestidad, la integridad de ese hombre. Lo acompañan muy bien Ezequiel Tronconi, Ana Katz y un sólido elenco. Los directores, declarados conocedores de culturas pueblerinas, pintan muy bien ese entorno tranquilo que se enrarece y acobarda, mientras los más chicos empiezan a entender de que la va el mundo de los adultos en su peor versión. Vale la pena.
Los vientos de aceptación que soplan en la actualidad afortunadamente son otros, pero también son bastante recientes. El Maestro es una historia que viene a recordarnos algo: aunque la homofobia ha recedido, todavía existe y sigue a tiempo de asomar su corrosiva cabeza. El Maestro: Pueblo Chico, Infierno Grande El Maestro tiene muy en claro su tema; para ilustrarlo, se anima a recorrer avenidas poco transitadas. Es una narración de cocción lenta, donde si bien hay un notorio desarrollo de personaje en cuanto a su protagonista, el acento está puesto en cómo lo ven los demás. Un “pueblo chico, infierno grande” que en realidad pinta un lienzo mucho más amplio: el de toda una nación, el de toda una época que parece lejos y hace tiempo pero en realidad está casi fresca en la memoria. En El Maestro la cuestión de la homosexualidad del personaje no es obvia desde el vamos; no es sino hasta mitad del film, aproximadamente, que nos queda claro. Hasta esa instancia, lo vemos como lo que es más allá de su orientación sexual: un maestro dedicado, que busca sacar lo mejor de sus alumnos, se preocupa por ellos y por nutrir sus mentes. Por otro lado, lo que se desarrolla, lo que se construye progresivamente desde el primer minuto, es el “chusmerío” de pueblo, el “qué dirán” corrosivamente intolerante y puesto en boca de algunos personajes que habitualmente no tienen mucha autoridad moral. Muestra el daño a largo plazo que una mentalidad de colmena puede provocar. El deseo de ilustrar ese daño es lo que hace posible que el mensaje de la película llegue a calar hondo, a pesar de que los personajes no experimentan ningún cambio interno; ese es en cierto modo el punto: mostrar lo que pasa cuando las actitudes negativas de nuestra sociedad no solo no cambian, sino que se normalizan. Es sobre saber reconocer el daño que semejante gesto puede hacer en un niño; condenarlo a vivenciar –y perpetuar– el mismo prejuicio, autoengaño e infelicidad. No por nada, la obra que los niños interpretan en un acto escolar es una teatralización de El Principito, de Antoine de Saint Exupery, cuya frase memorable “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado” interpela al espectador sobre lo que mucho que hemos cambiado, lo mucho que todavía queda por corregir y lo que nunca debemos perder de vista. En materia actoral, si la medida sutileza de la película llega a buen puerto, se debe a la fluida y segura labor interpretativa de Diego Velázquez, apoyado por las labores de Ezequiel Tronconi y Ana Katz. En materia visual, El Maestro posee abarcativas composiciones de cuadro en formato Cinemascope, que no pocas veces evocan a la puesta de una obra de teatro. Eso dicho en el mejor de los sentidos, ya que ayuda a plantear la ventana al pasado reciente en el que se enmarca el film.
Natalio es un apasionado maestro de pueblo que aún vive con su madre. Cuando se muda un amigo, los habitantes confirman los rumores sobre su sexualidad. Y el maestro deberá enfrentar a su entorno para defender su vocación. El Maestro y su alumno. El Principito y su aviador. Aprender a mirar sin los ojos. Natalio es maestro de primaria en un pueblo chico del interior del país. Ama su trabajo y a sus alumnos, brindándoles no solo su entera vocación sino también inspiración extracurricular para la obra de teatro de fin de año sobre «El Principito». Vive con su madre, a quien cuida por su edad avanzada y salud delicada. Natalio es homosexual y si bien hasta el momento los prejuicios de sus vecinos estuvieron reprimidos o callados, ese frágil equilibrio se derrumbará por completo cuando ayude a un amigo de otro pueblo y lo introduzca en su mundo, abriendo el camino a infortunios basados en el desconocimiento y la necedad. Diego Velázquez (La misma sangre, Los siete locos y los lanzallamas) resplandece en un protagónico de apenas una hora pero en el que sobran los mensajes, las emociones a flor de piel y las miradas tácitas sobre personajes bien definidos y que buscan, de una manera simple aunque firme, recalcar la doble moral de aquellos habitantes de pueblos pequeños y perdidos de la Argentina. El actor marplantense logra que el espectador se llene de lágrimas de impotencia ante una realidad cultural que asimila la sexualidad con lo perverso; trasfondo que hace peligrar su afición y entusiasmo por la docencia. Su homosexualidad hace presencia pero meramente como cualidad inherente del protagonista y aplacada inmediatamente por su pasión. Llegar a los niños es lo que lo culmina y completa, y por tan solo ayudar a un amigo puede perderlo todo. Una actuación más que elogiable dedicada a un tema repleto de aristas a citar, pero que Cristina Tamagnini y Julian Dabien dirigen con precisión quirúrgica al momento de dejar espacios neutros para que el espectador saque conclusiones propias sobre lo que piensan los personajes pero que se abstienen de decir. El Maestro, Diego Velázquez Disponible desde este viernes 15 en la plataforma online de CINE.AR, El Maestro está dedicada a Eric Sattler, docente de la propia directora. Una inspiración de la que se hace reconocimiento al final de la película, aludiendo al caso verdadero sobre el docente de Ucacha, Córdoba. Cuando la intolerancia se alimenta de la ignorancia, encuentra un combustible eterno, porque a veces pareciera que el deseo del ser humano de no querer abrir los ojos y aprender a mirar es interminable. Aún siendo una película corta se disfruta en todo momento y no posee ni largos silencios ni espacios incongruentes que te hagan apartar la mirada. Y es que de miradas se trata. Más precisamente de saber ver. Sugestiva y cautivadora es la obra de teatro basada en el best seller de Antoine de Saint-Exupéry, la cual corre paralela a los eventos y termina constituyendo un pilar de conexión entre Natalio y Miguel, el hijo de su empleada y también alumno suyo. El niño encuentra un apoyo incondicional en la figura de Natalio, a quien defiende y contempla como una representación cuasi paterna; y este niño, al igual que cierto príncipe, hará descubrir a la audiencia que sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.