No se augura una buen cumpleaños para un actor desocupado si los planes se reducen a soportar el mal humor de su mujer, rogar un papel de tercera línea en una publicidad y tener que hacerse cargo de las cenizas de su hermano gemelo, con quien no tenía la mejor relación. Quien padece todas estas situaciones el día que cumple 50 años es Julio Cabrera (Javier Lombardo), actor caído en desgracia que, luego de ser parte de una novela exitosa, nunca más pudo reacomodar su carrera.
Costumbrismo inofensivo El costumbrismo en el cine argentino es algo inofensivo, pero esa palabra también viene acompañada de otra no tan feliz: insípido. Por eso, El peor día de mi vida (2016) no logra escapar de esta ecuación y solamente por las virtudes actorales -que no son pocas- de Javier Lombardo, apenas alcanza a cubrir la cuota necesaria para un telefilme. Es el actor el que se carga en las espaldas la historia de Julio Cabrera, actor desocupado quien supiera tener en el pasado su fama en una telenovela, pero al que el paso del tiempo lo ha dejado completamente out del circuito. Se tiene que con tentar con alguna llamada para una publicidad, pero ya ni siquiera lo toman en cuenta en el último comercial en el que audicionó.
El peor día de mi vida La película de Daniel Alvaredo trabaja con una vieja línea de comedias que en el costumbrismo y el absurdo supo forjar una serie de historias que, otrora, llenaron salas y rompieron ratings cada vez que se las emitía por TV. El caso de “El peor día de mi vida” remite y evoca ese tipo de filmes con la sucesión de hechos lamentables que le tocarán vivir a su protagonista (Javier Lombardo), un actor desocupado, que verá cómo su día de cumpleaños se transformará en una pesadilla. Alvaredo dirige de manera vacía una historia que podría haberse adaptado a los tiempos que corren, pero que prefiere quedarse con un discurso que atrasa en el tiempo.
Segundo opus de la dupla creada por Daniel Alvaredo en la dirección y Osvaldo Canis, luego de la recién estrenada en este año Paternoster. El peor día de mi vida representa a primera vista un producto más personal. Julio es un actor al que la varita de la fama lo pudo haber tocado hace muchos años, en una telenovela que ni siquiera culminó, pero en la actualidad las mieles del éxito no están de su lado. No se resigna, sigue presentándose a castings para publicidades denigrantes y hasta es capaz de aceptar una función de decorado en el fondo de las mismas si el protagónico no está disponible. Esa apatía en la “profesión” se extiende a su vida, signada por una serie de acontecimientos que lo muestran como alguien estancado. Su matrimonio está en crisis de corte inminente; desocupado; y para colmo debe hacerse cargo de las cenizas de un hermano gemelo con el que hace años no se hablaba. Así comienza el día que merece el título de la película. Julio es Javier Lombardo, un actor que debió alejarse temporalmente de la pantalla por una enfermedad crónica que lo aqueja. También hay en la misma un grupo de actores, sobre todo actrices, que hacía un tiempo no se rencontraban con el cine; y si uno lo piensa, el propio director proviene del mundo de los actores que la pelean desde abajo, desde los secundarios. Hay dos polos, que se unen en El Peor…, el de la vida del actor que lo lleva en la sangre y ansía el reconocimiento popular; y el del hombre que debe hacer frente a su pasado, emprender un camino de reconciliación; con mucho de la historia propia de su guionista. Estas dos aristas logran unirse a través de un relato costumbrista, alegre, que recorre buenas armas para llegar a un público amplio. Si algo une a Paternoster con esta película es el ánimo oscuro de sus protagonistas. Pero cada uno encara sus problemas a su modo. Julio está atravesando una etapa problemática, los problemas no paran de lloverle, y aunque se lo vea harto de los mismos, no va a bajar los brazos en su empeño; o quizás bajó los brazos hace rato y no se dio cuenta. El guion de Canis maneja un humor muy fresco y natural que permite a Lombardo, omnipresente, protagonista único y absoluto, relucir su mejor esencia. Si el ritmo para la comedia costumbrista es aceitado, también habrá un espacio permanente para una emotividad latente; por lo cual no habrá que hacer demasiado esfuerzo para ponerse en lugar del personaje, comprenderlo, quererlo, y hacerse carne con su idiosincrasia. Sin demasiados artilugios técnicos, El Peor… es un relato que no los necesita, que algunos podrán tildar de aires de telefilm de modo despectivo. Por el contrario, ese aspecto sencillo potencia una naturalidad inmediata, de crónica diaria, de algo que nos podría pasar a cualquiera, de acertada cercanía. Lombardo logra una interpretación sin recaer en la exageración ni el grotesco, con matices que van del drama a la comedia en un instante. También se apoya en un conjunto de secundarios que jugarán esta suerte de road movie en la ciudad. Marta (Mónica Scapparone) es su angustiada y cansada esposa, más dispuesta a dar el próximo paso que él. A partir de ahí, se irá construyendo la historia a modo de viñetas de un día con muchos sucesos que pueden ser más movilizantes de lo que parecen. Acudir al casting, pero antes tener que pasar a retirar las cenizas que deberá depositar en una lata de bizcochos antiguas. Recorrer la ciudad con esa lata a cuestas cuando su automóvil, a punto de vender, lo deje “a patas”; y así repasar distintos puntos. Entre su cuñada (Irene Almus), una excéntrica tarotista (Constanza Maral), el frustrado casting, una tía desmemoriada, y el personaje que nos tienen guardado para Ximena Fassi y aquí no revelaremos. Si el resultado final es positivo es gracias a que todos los involucrados parecieran creer de lo que se habla. El costumbrismo recorre siempre un fino hilo que lo puede llevar a la inverosímil línea de exageración, o al recorrido de clichés irreales. Nada de eso sucede, el tono medio permite que se vea siempre con una sonrisa y hasta risas abiertas; y si bien no se priva de varios lugares comunes ninguno suena forzado o fuera de lugar. Simple, directa, con una fibra emocional correcta no sobrecargada, y un puñado de interpretaciones simpáticas y gustosas de poder reencontrarlas en esos rostros; El Peor día de mi vida compone una propuesta amena para que nos veamos identificados, como un espejo con pinceladas muy graciosas.
A quién no le pasó levantarse con el pie izquierdo y querer volver el tiempo atrás, o por lo menos no haber salido nunca de la cama. Ésa es la historia que le toca vivir al personaje que encarna Javier Lombardo, que se luce como protagonista de las desventuras de un actor que pasó hace tiempo sus 15 minutos de fama en una novela tipo "Rolando Rivas, Taxista" y justo el mismo día de su cumpleaños, cuando surge una oportunidad, deberá llevar las cenizas de su hermano gemelo a su destino final. Nada es lo que parece y esa misión especial, -llevar una antigua caja de bizcochos con las cenizas de su hermano-, le hará viajar a su pasado y saber por qué terminó distanciándose de él y la razón de un destino errante y sin motivaciones. Se puede decir que no hay sorpresas mayores, que por momentos hay demasiada música incidental que podría haberse obviado, no era necesaria como las risas que acompañaban ciertas sitcoms que indicaban cuándo el espectador debía reírse. Sin embargo pueden destacarse algunos pasajes que la hacen brillar por momentos: el episodio del supermercado chino, como el más remarcable; el recuerdo en la casa de la tía, la actuación conseguida en un comercial de poca monta y el desfile del casting que va tirando la línea, el prólogo de la trama. También, es simpático el diálogo con ese hermano que todavía parece vivir dentro de la lata y lo va guiando. Daniel Alvaredo es el director de la peli, quien en 2013 fuera el realizador de "Paternoster", un policial de suspenso. En este caso, incursiona en la comedia. Osvaldo Canis, el guionista, vuelve a hacer dupla con Alvaredo luego de "Paternoster" y una experiencia documental en 2014. Ya saben, cuando un día las cosas vayan de mal en peor, enfoquen las "antenitas de vinil" ya que puede que estén equivocando el rumbo o bien, no estén aprendiendo la lección por no arriesgarse a crecer, salir de los prejuicios y finalmente, empezar a escuchar a los demás.
Julio Cabrera (Javier Lombardo) es una vieja gloria de la televisión que está por vivir un día muy particular. Cuando juega con la posibilidad de volver, con una campaña publicitaria, tiene que ocuparse de las cenizas de su hermano, guardadas en una vieja lata de galletitas. Es inevitable recordar a Lombardo llevando la torta de cumpleaños con forma de pelota en Historias Mínimas cuando se lo ve ahora deambulando con lata, sin saber bien qué hacer con ella: acaso un guiño dentro del juego actor-que hace de actor. El peor día es una comedia amarga, sostenida por sus buenos actores, que le ponen naturalidad y presencia a una puesta, y un ritmo, algo perezosos.
Un actor anónimo debe pasar, lo que esperaba como el día en que abandonaría de su anonimato, con las cenizas de su hermano muerto hace 8 años y con el que tiene una cuenta sin saldar. El peor día de mi vida utiliza una estética televisiva para encarar una película sencilla en todos sus sentidos. Javier Lombardo, quien ya ha demostrado trabajos superiores en Historias mínimas, lleva adelante el protagonismo absoluto y lo hace de forma correcta, como si se pusiera al hombro el film. Se le nota el oficio, sobre todo en los instantes en los que se hace presente la tragicomedia. Luego podemos presenciar algunos otros personajes más sarcásticos, pero que no permiten que se tomen como interesantes para la narrativa. Hay momentos que suman elementos fantásticos, lo cual resulta interesante por la jugada de implementarlos en esta comedia, y que no desenfocan con la trama, sino que permiten otorgarle un poco de fluidez a la historia. Aun así, el conflicto no termina de ser lo sumamente importante como para desencajar en las acciones del relato. Daniel Alvaredo, su director, tiene sobrada experiencia en llevar adelante telefilmes, lo cual se ve demostrado en algunas cuestiones que no le permiten soltar en esta propuesta que está más cerca de un unitario de TV que de una película. Aun así algunas ideas funcionan bien y existen momentos verdaderamente burlescos con gags y chistes efectivos que marcan todo un estilo de artística e ideología que se mantiene a lo largo del film.
CUANDO SALE TODO MAL… Es el cumpleaños del protagonista, un actor en la mala, sostenido por su mujer que piensa en abandonarlo. Justo ese día el actor sueña con un protagónico en una publicidad, una suerte de sueño que se complica con cenizas de su hermano, una tía que no esta en sus cabales, un auto que no funciona, una tarotista, dos chinos, un policía. El argumento de Osvaldo Canis no es original pero entretiene y el director Daniel Alvarado cuenta con buenos actores Javier Lombardo, Mónica Scapparone, Constanza Maral. La comedia no tiene más pretensiones que entretener y aún en su sencillez, casi televisiva, tiene cierto espacio para la ternura y para el crecimiento emocional del hombre de la supuesta mala suerte.
Un día para olvidar Un actor desocupado y en crisis con su pareja debe ocuparse de las cenizas de su hermano gemelo, con quien nunca tuvo una relación demasiado armónica. La película encadena una pequeña serie de sucesos desafortunados que el personaje interpretado por Javier Lombardo (actor de larga trayectoria en cine, teatro y TV que en 2005 fue nominado al Martín Fierro por su labor en Padre coraje) sufre justamente el día que cumple 50 años, antes de llegar a un final forzado e inverosímil. Aun con una buena factura técnica, cierta fluidez en los diálogos y algún gag efectivo, El peor día de mi vida luce, por su tono, el estilo de las actuaciones y su trama liviana y cargada de lugares comunes, como un telefilm sin muchas pretensiones.
Este es el segundo trabajo del cineasta Alvaredo y el guión es de Osvaldo Canis. Cuenta con la gran actuación de Javier Lombardo. Una película sencilla, previsible que entretiene y emociona.
Lombardo a toda prueba El consagrado Javier Lombardo vuelve al ruedo y demuestra que él solito es capaz de ponerse una película al hombro y sacarla adelante pese a todo. Pasaron catorce años del estreno de "Historias Mínimas" y el público todavía recuerda a Javier Lombardo como uno de los mejores actores del espectáculo argentino. Sin embargo, Lombardo, que supo estar en varios de los ciclos más exitosos de la TV, desapareció de un día para el otro debido a su enfermedad (sufre de Parkinson) y desde hace unos años está tratando de retomar de a poco su carrera con muy buenos resultados. El Peor Día de mi Vida es uno de esos casos ya que a pesar de que se trata de un guión un tanto rebuscado (los guionistas argentinos que escriben sobre personajes que trabajan en el medio lo hacen de manera un tanto acartonada), el protagonista lo lleva muy bien a lo largo de ochenta minutos en los que va del drama a la comedia con una facilidad envidiable. La historia hace foco en la vida de Julio, un actor que en su cumpleaños número cincuenta debe sobrellevar una jornada en la que todos los aspectos de su vida confluyen para volverlo loco: su esposa lo quiere dejar, su cuñada le endilga hacerse cargo de las cenizas de su hermano (con el que no se hablaba desde hacía años), su auto se rompe y además debe conseguir que le den un papel en una publicidad a riesgo de no poder pagar un crédito que le debe a un banco. El actor Daniel Alvaredo, que en esta película se reserva el papel de un productor, dirige este filme de manera correcta, otorgándole generosamente a cada uno de sus colegas el espacio para que se puedan lucir en lo suyo, y de esa manera la película se va enriqueciendo paso a paso. De todas maneras, el film es una película pequeña, sin pretensiones, que sólo busca contar una historia y entretener, y lo logra gracias a la grandeza de su protagonista, que en breve volverá a la gran pantalla con Maldito seas Waterfall!.
La incomodidad de algo que no funciona La segunda película del actor y director Daniel Alvaredo marca un retroceso y no convence desde ningún rubro técnico. Mutación entre un cuento de Dickens y una comedia argentina de los '90 interpretada por Francella, El peor día de mi vida es un largometraje que reúne las manías de un corto universitario, lo cual genera, inclusive para un espectador complaciente, una incomodidad rodeada de tristeza. Aquí se narran las desventuras de Julio durante su cumpleaños. Julio es un actor que tuvo un pasado promisorio pero ahora está hundido en una decadencia multiforme: no trabaja, su mujer quiere separarse, su hija está ausente y su hermano gemelo murió hace ocho años pero regresa como fantasma lacaniano. La idea es que a Julio le salga todo mal y se vea envuelto en enredos de menor a mayor, matriz deudora de Después de Hora (1985), de Martin Scoresese, aunque lejos del homenaje. En la insipidez de la premisa no estaría el problema; pareciera que su director, Daniel Alvaredo, se rinde de entrada y ante la imposibilidad de manufacturar un producto original, tampoco buscase algo chispeante, oxigenado o mínimamente decente. Desde su inicio la película se configura como una península de comicidad malograda: disfraz de empanada para un comercial, cenizas del hermano succionadas por una aspiradora, supermercado atendido por chinos que no hablan español, autos que no arrancan, etcétera. A la cámara le quitan su inteligencia para colocarla en el rincón más oportuno de la locación, sin que proponga discurso alguno, ni hablar de planos detalles narrativamente injustificados. Los diálogos redundan y su protagonista, Javier Lombardo, insulta oración de por medio, creando la monotonía de una reja oxidada. La dirección de arte complota junto a la dirección de fotografía para que cada plano sea, lisa y llanamente, feo. Su alegre desenlace será un pase mágico que clausura de inverosimilitud una película demasiado amateur para el buen panorama del cine argentino.
Todos somos Julio ¿Alguna vez tuviste un día en el que todo pareciera salirte mal? ¿Y que las cosas malas se acumularan una atrás de la otra? ¿Esos días que simplemente quisieras olvidar? En esta ocasión, nos ponemos en los zapatos de Julio (Javier Lombardo), un actor desempleado pasando una mala racha. Julio empieza su día celebrando su cumpleaños con un ultimatum de su mujer y la noticia de que es su responsabilidad ir a buscar las cenizas de su difunto hermano. Entre idas y venidas, mala suerte combinada de mala leche, Julio va a atravesando el día intentando simplemente sobrevivir. En una hora y cuarto, nos identificamos con Julio más allá de lo que uno esperaría. De a poco, nos reímos con las desventuras del pobre actor que va pasando por un accidentado recorrido emocional a lo largo del cumpleaños 50 más infame de la vida. Con una actuación atrapante y un guion relajado y poco forzado, es fácil verse reflejado con un personaje real y accesible que pasa todos los problemas del día a día - el auto que no arranca, el banco que lo acosa por las deudas, la mujer que no quiere nada más con él - todo mientras empieza a hacer las paces con su hermano fallecido y sus problemas antes de que este falleciera. Además, nos lleva a recorrer la Buenos Aires más de barrio, la que todos conocemos y amamos (y a veces odiamos, como Julio la odia cuando, como a tantos, se le escapa el colectivo). Con un ritmo agradable y una calidad general impecable, encontramos acá una historia simpática y entrañable, que nos hace reflexionar sobre nuestra propia felicidad y sobre como, a pesar de todo, siempre se puede salir adelante.
Un día en el que todo puede malir sal. El peor día de mi vida nos cuenta la historia de Julio Cabrera, un actor desempleado que vive aferrado a la idea de que, el día menos pensado, el éxito volverá a tocar a su puerta así como lo hizo años atrás. El problema es que el éxito parece haberse olvidado de él, porque veinte largos años pasaron desde su participación en una famosa telenovela (de la cual, por cierto, poca gente se acuerda). Esta larga y obstinada espera por la posibilidad de poder volver a vivir de la actuación, poco bien le está haciendo a su economía, y peor aun, a su matrimonio. Sin embargo, todo empeora el día de su cumpleaños numero 50 cuando, ademas de discutir con su esposa y de hacer malabares para conseguir un pequeño papel en una publicidad, deberá encontrarle un destino a las cenizas de su hermano mellizo, fallecido unos cuantos años atrás. Técnicamente, esta comedia dramática de Daniel Alvaredo se mantiene simple: El director no hace uso de planos extravagantes y mantiene una estética y puesta en escena muy básica y sencilla. El ritmo del metraje por momentos se entorpece y las transiciones de tono, del drama al humor, no siempre están manejadas con precisión, lo cual hace que los gags no siempre funcionen. El guión es directo y por momentos predecible. También presenta algunas situaciones un tanto rebuscadas e inverosímiles mezcladas con algunos clichés; sin embargo, en lineas generales, el relato plantea una interesante y bien lograda mezcla de humor negro y drama con tintes emotivos, aunque a veces falle la ejecución. Javier Lombardo se carga al hombro toda la película y lo hace de manera muy correcta. El resto del elenco logra estar a la altura, salvo por algunas pocas excepciones donde las interpretaciones resultan un tanto exageradas y forzosas. Conclusión: El peor día de mi vida día de mi vida es una propuesta sencilla, tierna y simpática que, pese a algunas fallas, cumple con su cometido.
Todos sabemos que ningún día es igual a otro, siempre suceden cosas distintas, eventualidades, pero cuando Julio (Javier Lombardo) se fue a dormir la noche previa a su cumpleaños, jamás pensó lo que le iba a deparar el destino. Cuando se despierta, ni en sus sueños más profundos podía vaticinar lo que le iba a ocurrir, sólo le interesaba festejar sus 50 años. La historia que el director Daniel Alvaredo nos cuenta es la del derrotero que tiene o, mejor dicho, padece Julio en un solo día, el peor de todos, porque el protagonista es un actor desocupado que alguna vez fue famoso pero que, como en muchísimos casos, los productores olvidaron, obligándolo a recorrer y buscar contactos para que por lo menos intervenga en publicidades y, pega mediante, puede volver al candelero y vivir de la actuación. Su esposa Marta (Mónica Scapparone), en cambio, que tiene un trabajo estable, aunque no le agrada, y es la que mantiene la economía del hogar. Las peripecias que sufre el protagonista son variadas, algunas graciosas, otras producen tristeza. En su periplo tiene que llevar de un lado a otro una antigua lata donde se encuentran las cenizas de su hermano muerto hace 8 años, que con el correr de la narración nos va revelando la vida del protagonista y la relación que tenía con su hermano, tratado en un guión que tiene sus notorios altibajos. El contrapunto y los diálogos con Marta son lo mejor de la película. La solvencia de Javier Lombardo, que vuelve a un protagónico luego de sus problemas de salud, genera en el espectador que el personaje sea querible y se identifique con él, porque desea que le vaya bien, quiere que salga de la mala racha que lo tiene acorralado. Mónica Scapparone, en sus pocas apariciones, demuestra que está a la altura del personaje, que lo enriquece, y los directores deberían tenerla en cuenta para sus futuras realizaciones. El realizador Daniel Alvaredo, con una producción austera, sin mayores pretensiones que la de contar una pequeña historia de un hombre común, donde lo mejor está al comienzo, para después ir decayendo en intensidad dramática, se queda a medio camino entre ser un melodrama o una comedia, y el tono del relato termina siendo amable, simpático, pero con gusto a poco.
LO PEOR NO PASO… ...siempre puede arrancar con el visionado de un film así que, desde el primer minuto, se empeña en que esa apreciación peyorativa del “peor” día del personaje se traslade a lo que podemos ver como malo en su totalidad. No tanto lo peor, siempre puede haber argumentos para que lo que veamos como malo se vea superado, incluso films como El peor día de mi vida. Todo este preámbulo es para decir que el mal guión, la dirección televisiva, actuaciones que poco pueden hacer con personajes que hacen cosas arbitrarias y ni hablar del derrotero de prejuicios, racismo y misoginia, hacen que esto se transforme en algo así como un capítulo ampliado de la adaptación argentina de Casados con hijos, con todo lo malo que tiene a rastras y careciendo de su ritmo. ¿Pero de qué va la película y por qué tanta elocuencia al describirla? Bueno, un tipo en crisis matrimonial y laboral que se llama Julio (Javier Lombardo) cumple años y ese mismo día tiene una discusión que anuncia su divorcio, al mismo tiempo que tiene que hacerse cargo de las cenizas de su hermano mellizo buscándole un destino, ya que aparentemente nadie puede hacerse cargo de la situación más que él, a pesar de que estuvo peleado por años. El hombre tiene deudas, un auto que prácticamente no arranca, un futuro laboral incierto que lo lleva a papeles humillantes y nadie recuerda su pasado como promisoria estrella televisiva. De esta crisis personal el hombre deduce que es “el peor día de su vida” mientras atraviesa algunos episodios ridículos como la pérdida de las cenizas en un supermercado chino -con esos guiños racistas tan encantadores-, que arbitrariamente lo llevan a una lectura gratuita de tarot (?) donde recibirá valiosa información de su vida que resulta ser cierta. El delirio continúa cuando se encuentra con un señor en la calle que le tira el ladrillazo moral de lo bueno que era el pasado y el valor de la familia, luego desvaneciéndose para dar a entender que sería un ente sobrenatural. Bizarramente la sorpresa se da al final, cuando ESE mismo día tras una charla dolorosa con su esposa (la pobre Mónica Scaparone, haciendo lo que puede con su personaje) donde se confirma que el divorcio es inevitable, él se dirige a al río para arrojar las cenizas de su hermano y, en un episodio cargado de magia o algo así, una rubia preciosa que se encuentra trotando por allí le presta atención por ser su actor preferido de la infancia (la pobre Ximena Fassi, también haciendo lo que puede con su pequeña parte), con quien además la película revela al final que ¡espera un hijo! Sí, así de paupérrima se vuelve la cosa, con personajes femeninos que sólo parecen dispuestos para soportar el malestar de Julio y tener hijos (oh, y no escarbemos en la hija de su matrimonio, que sólo aparece fuera de campo y es tratada con desprecio). Visualmente las búsquedas se circunscriben al mundo televisivo y no siempre fluyen, a veces el remate de los gags es desafortunado como -volviendo sobre la cuestión- el caso del supermercado chino (¡hay demasiadas cosas erróneas con esta secuencia!): tras lo desafortunado del “chiste” el montaje intenta dar un remate con planos detalles desconcertantes. Es prácticamente inexplicable, tanto como la arbitrariedad de algunas situaciones del film. El uso del sonido es tan televisivo como los planos que abundan a lo largo de la película, a veces incluso resultando un tanto kitsch, en el peor de los sentidos, la forma en que es utilizado el leitmotiv. A veces ofensiva, otras desconcertante, por momentos lisa y llanamente mala sin que cause gracia alguna ni que se pueda proclamar de culto o algo así, El peor día de mi vida es olvidable y absolutamente irrelevante.
El director de cine y TV, Daniel Alvaredo, recientemente premiado como Mejor Director en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Mar del Plata por su film de terror Paternóster, presenta su segunda película El peor día de mi vida, una comedia dramática que narra un día muy particular en la vida de un actor argentino desocupado. Julio Cabrera, interpretado por el talentoso Javier Lombardo, cumple 50 años y no está pasando por su mejor momento. Tras veinte años de su protagónico en una novela exitosa, espera su retorno a la pantalla chica a través de una campaña publicitaria. El mismo día del casting tiene que hacerse cargo de retirar las cenizas de su hermano mellizo quien falleció ocho años atrás. La relación con su hermano, con quien estaba peleado, no deja de evocarle recuerdos entrañables de su infancia. En crisis de pareja con Marta (Mónica Scaparone, muy bien en su rol de esposa hastiada) y lidiando con un auto que funciona cuando quiere, Julio se aferra a la oportunidad de volver al ruedo y salir de su derrotero habitual. Al igual que en la tira Todos contra Juan, el personaje se aferra a esa “fama” imaginaria que creyó tener, (tal vez, un poco en aquel momento), y está pendiente de ser reconocido por la gente en cada lugar al que va. Sin embargo, como lo esperable no sucede, el sentimiento que despierta el “dejar de haber sido” lo lleva a transitar una nostalgia por los viejos tiempos, sumada a las cenizas de su hermano que, finalmente, traslada en una vieja lata de galletitas algo accidentada. Hay una escena donde Julio ensaya un diálogo frente al espejo que evoca al personaje de Birdman en relación a las expectativas y anhelos actorales que deberá enfrentar. Alvaredo construye una historia sencilla con una moderada dosis de humor y algunos remates recurrentes. El intento de codearse con el absurdo y desdramatizar las escenas sobrepasa a un guion que recae en frases escuchadas y acciones previsibles para un espectador acostumbrado a un cine local con ciertos rasgos costumbristas. La exigencia del género también impone un ritmo al relato que no siempre logra sostener con equilibrio. Vale destacar el aporte de Javier Lombardo, quien se carga la película al hombro. El peor día de mi vida apuesta a los finales felices desde una mirada bien intencionada y optimista sobre la reparación y el desafío de asumir nuevos roles. EL PEOR DÍA DE MI VIDA El peor día de mi vida. Argentina, 2016. Dirección: Daniel Alvaredo. Guion: Osvaldo Canis. Fotografía: Osvaldo Díaz. Música : Claudio Salas. Arte: Ana Coquet. Intérpretes: Javier Lombardo; Mónica Scaparone; Constanza Maral; Irene Almus; Ximena Fassi. Duración: 73 minutos.