Los personajes de esta película sufren una pérdida, en el camino por recomponer sus vidas desandan, sin caer en lugares comunes, en una serie de situaciones que les demuestran la necesidad de estar juntos y unirse ante el dolor y la adversidad. Con notable sensibilidad la directora refleja este micro universo de personajes y emociones.
Parte de un arco iris sobre un verde campo de juego, un rincón del escenario donde se desarrolla la vida de Dalmiro, quien recientemente perdió a su hermano de una manera imprevista. La relación con Eliseo parecía limitarse a aliviar sus deudas económicas aunque a Eli no le sobrara nada. Dalmiro transcurre sus días sin Eliseo atendiendo la guardia de una inmobiliaria, visitando a su ahijada, a su sobrino y a su cuñada, huérfanos y viuda; yendo a alistar el club de sus amores para la temporada junto a un amigo y alternando su suerte con un número a la lotería y changuitas bizarras como una campaña anti dengue o la participación en un reality show para México. Las escenas de una vida común, que no lo es porque aparece en pantalla, son obra de Eugenia Sueiro (a.k.a. María Eugenia Sueiro), quien compartió set de filmación siendo Directora de Arte de Daniel Burman, Ana Katz, Albertina Carri, y hasta de Mariano Cohn y Gastón Duprat para "El Ciudadano Ilustre". En este caso, la directora de "Nosotras sin Mamá" (2011) vuelve como guionista y directora para su segundo largo en el que demustra oficio y potencial. Es una peli modesta pero que tiene el encanto de los detalles, de las obsesiones de los personajes, de tensiones y conflictos que no terminan de explotar y que son el hilo conductor de la historia. Buenas actuaciones de César Bordón, en el papel protagónico, como el tío atribulado al que se le presenta un desafío que será motor que rompa su rutina afectiva y efectiva; la de los pequeños Dulce Wagner y Valentino Barone y Vanesa Maja, como la cuñada que empuja a Dalmiro con culpas y provocación. Digna hora y 16 de película para una directora y guionista a la que hay que prestarle atención.
La doble deuda Era hora que el actor argentino César Bordón tuviera su chance para lucirse en un papel que le quedara a su nivel. Y en este caso el mérito es de la directora María Eugenia Sueiro (Ver entrevista) en su nuevo opus El Tío, buena mezcla en dosis proporcionadas de comedia con drama familiar en una atmósfera intimista. La doble deuda, la moral y la económica, son el eje por donde pasa el derrotero de Dalmiro (César Bordón), quien tras la muerte de su hermano queda a cargo de la suerte de sus sobrinos y ayudas de todo tipo a su cuñada. A duras penas, sobrevive y trata de ganar algunos pesos extras como actor, con poca experiencia, y dispuesto a cumplir a rajatabla cualquier exigencia de casting por más absurda que resulte, un reality donde tiene que interpretar a un mexicano es su mayor anhelo de gloria. Sin embargo, la crisis y los conflictos internos se entrecruzan con la piedra de la doble deuda sobre las espaldas de Dalmiro. Por un lado, ocupar el espacio vacío dejado por la ausencia paterna, a sabiendas que sus sobrinos y sus demandas como un viaje a Disney no están a la altura de su capacidad de contención afectiva ni económica, y por otro soportar la frustración de estancarse siempre en el mismo peldaño de la escalera de ascenso del status. María Eugenia Sueiro consigue reflejar con muy pocos recursos y economía de elementos un retrato honesto de un personaje también honesto, que no lleva el mote de anti héroe grabado en la frente como elemento singular pero que tampoco vive tocado por la varita mágica del azar que cambia el rumbo de la vida. César Bordón encuentra en la piel de Dalmiro una excelente composición para construir desde lo micro a lo macro un personaje tridimensional, algo pocas veces logrado en el cine argentino.
A Dalmiro (César Bordón) la inesperada muerte de su hermano lo enfrenta a una serie de responsabilidades que no tenía pensadas. Tiene que ocuparse de sus sobrinos, su cuñada, y una serie de deudas económicas y emocionales que tendrán que resolver de un día para el otro. Aunque la película parece ubicarse en un espacio de medianía sin demasiado brillo al comienzo, poco a poco encuentra su tono y se vuelve más interesante. Este personaje no es ni un héroe ni un villano, simplemente busca la manera de hacer lo mejor que puede con las circunstancias que tiene frente a él. Un actor conocido, pero siempre secundario, como César Bordón, encuentra aquí la posibilidad de lucirse con un protagónico que aprovecha al máximo. Con sobriedad pero con mucha presencia, es el corazón mismo de la película. A medida que la rutina de Dalmiro comienza a trastocarse, aparece al mismo tiempo una humanidad una nobleza tan sencilla como gigantesca. Un gran personaje con una película a su altura.
En el centro de la escena un hombre solitario y metódico, con una vida rutinaria donde nada desentona, siente una verdadera revolución cuando muere su hermano. Debe hacerse cargo de una parte de la familia que le resultaba indiferente. Lo une a su cuñada, a sus sobrinos una deuda de dinero y otra de afecto nunca brindados. La mujer que quedó viuda demanda protección y devoluciones. Y el solterón, casi a la vieja usanza, deberá aprender en su mundo chico y previsible que lo que se espera de él es, quizás demasiado, más de lo pactado. Una inteligente mirada que tiene a un interprete que conoce de matices y sutilezas en la construcción del personaje: Cesar Bordón (que alcanzó fama internacional interpretando al manager de Luis Miguel en la famosa miniserie) Lo atractivo de la película es la transformación de un ser retraído, lisiado emotivamente, huidizo en el tema de responsabilidades, integrándose a un núcleo familiar y disfrutando con su nuevo rol.
Llega El Tío (2018), película argentina donde un hombre debe asumir responsabilidades que no tenía en cuenta al sufrir la pérdida de su hermano. Dalmiro, interpretado por César Bordón, es un sujeto que tenía una vida tranquila y rutinaria. Sus días pasaban por su trabajo, como vendedor inmobiliario, y su pasión, su fanatismo por el Club Almagro. Dos opuestos para describir que en él ambas facetas se pueden complementar. El Tío(2018) nos cuenta cómo es que Dalmiro encaró el fallecimiento de su hermano, pero no desde el punto de vista emocional, si no desde las responsabilidades que debió asumir ante su desaparición. El Tío es una obra concreta que, cuando aparenta que no suceden cosas relevantes, se deja entrever que lo que se está contando da con la tonalidad de su fin. Cuando Dalmiro vive su pacífica vida, el filme se torna algo lento, falto de ritmo y monótono, como si fuera el mar más sereno. Ahora bien, cuando las circunstancias le presentan cuestiones que desarman esta vida, Dalmiro ingresa en un mundo que es una novedad para él. Ese mar sereno comienza a presentar las olas más insospechadas. Esta búsqueda no es al azar, por lo que es un gran mérito de su directora y guionista, María Eugenia Sueiro. La película, por momentos, nos hace perder el hilo de que lo se está contando, logrando confundirnos sobre el lado al cual se dirige. Más allá de esto, todo es más simple de lo aparentando. Una deuda millonaria, cumplir los sueños de su sobrina y una cuñada demandante son algunos de los nuevos factores que aparecen para desarmar la rutina de Dalmiro. Él comienza a padecerlo de manera física y psicológica. Una enfermedad se desarrolla, un trabajo tambalea. Dalmiro comienza a encontrarle otro sentido a todo, dándole espacio a los valores familiares y sentimentales. La contraposición, el rostro tosco versus un gran corazón, es ideal para el lucimiento de César Bordón. El desafío de Dalmiro es claro: la película te va a contar si está listo o no para encarar estas responsabilidades. En cuanto al desafío de esta película, El Tío se embarca en contar una historia que invita a la reflexión cuando cuestiones imprevistas te replantean tu actualidad. Pese a algún que otro bache y desorientación, el film de María Eugenia Sueiro lo logra.
Un antihéroe atraviesa un presente caótico sin poder imaginar un futuro alentador en la película nacional de Eugenia Sueiro, la realizadora de Nosotras sin mamá. Dalmiro (César Bordón, el actor que cobró notoriedad por su papel del manager Hugo López en la serie sobre Luis Miguel) es un buscavidas cincuentón que trabaja para el club Almagro, vende rifas y tasa propiedades. Cuando recibe la noticia de la muerte de su hermano, se debe ocupar de su cuñada (Vanesa Maja) y de sus sobrinos, pagar una vieja deuda y, como si fuera poco, cumplirle a la pequeña Ema el sueño de viajar a Disney. Para reunir el dinero (que guarda en una caja), Dalmiro es capaz de presentarse al casting de un reality que se realizará en México y toma conciencia sobre la importancia del vínculo que (re) formula con su “nueva” familia. El nudo argumental impone un clima de unión familiar tras una pérdida, en el que un hombre común y corriente deja atrás su vida rutinaria para afrontar un desafío que no sabe si podrá cumplir. La comedia dramática abre su discurso a temas como la precariedad laboral, la falta de oportunidades y el cumplimiento de promesas realizadas por los adultos que los niños toman como hechos concretos. La acción, que sigue a Dalmiro y lo coloca en situaciones incómodas dentro de la cotidianeidad, reúne algunos momentos más logrados que otros y abarca muchas aristas (el drama se impone a la comedia), pero convence por la austera y justa composición de Bordón. Su personaje se muestra vulnerable con un anciano al que debe venderle la casa mientras lidia con un jefe explotador. En tanto, el recuerdo de su hermano sobrevuela la historia, y hay una noticia que la cuñada deberá comunicar en el momento menos esperado. El tío agrega animación sobre el desenlace, a la manera de un cuento que acerca el mundo infantil al distante e incomprensible de los adultos.
Empleado en una agencia inmobiliaria, Dalmiro ocupa su tiempo, además, en asistir a un club cuyo equipo de fútbol anima su solitaria existencia. Sin embargo, la repentina muerte de su hermano lo obligará a ocuparse de su cuñada, de sus dos sobrinos y de programar un ansiado viaje al extranjero. Acostumbrado a una vida rutinaria, ese hombre se verá sumergido en las angustias de esa familia que quedó sin el amparo de quien manejaba todos los resortes del hogar. El desafío que le tocará asumir se transformará en pequeños y grandes problemas cotidianos a los que se sumará el despido de su trabajo. Dalmiro enfrentará esas contingencias con valentía y multiplicará su amor por esos seres tan cercanos a su corazón cuando su cuñada le informe que está embarazada de su hermano muerto. La directora María Eugenia Sueiro, que en 2012 estrenó su ópera prima, Nosotras sin mamá, logró recorrer con emoción esta historia sobre la necesidad de salir adelante pese a todas las contingencias que se cruzan en el camino de ese Dalmiro convertido en alguien que brinda y recibe la ternura de su entorno. Sin caer en el melodrama, la trama halló en César Bordón y en el resto del elenco la necesaria emotividad para mostrar la comprensión de ese hombre que hallará su nuevo destino.
Una tierna chiquita le presenta su pingüinito de peluche a un pingüino de verdad. De inmediato el bicho asqueroso le tira un picotazo. A poca distancia el adulto responsable mira la escena con ojos tristes, sin decir palabra, como quien ya sabe que la vida te quita las ilusiones. Por cierto, la nena primero iba a ir a un lugar lleno de juegos y colores, más atractivo (y más caro). Pequeños momentos como ése van jalonando esta película. Ninguno parece importante, Pero todos van haciendo un retrato. El de un hombre reservado, calmo, capaz de bancarse muchas cosas, que a veces se refiere a su hermano muerto como si siguiera vivo. Y detiene su mirada en un chico que se llama igual que el hermano, como si le vinieran recuerdos, o quién sabe qué pensamientos. Ese hombre es el tío de la nena. Y, con menos ganas, tío también del hermano mayor de la nena, hijo de otro padre. La historia no pone el acento en esas cosas. Simplemente ahí están, como también está un amigo, y el amor a un club de la Primera B. Tal vez a él mismo se lo pueda definir como un tipo de Primera B, es decir bueno, sencillo, querible (y circunscrito). Iguales méritos se extienden a la película. María Eugenia Sueiro es la autora, la misma de “Nosotras sin mamá”. Y César Bordón es el intérprete, un actor que supo hacerse odiar en “Relatos salvajes”, y hacerse querer en “La noche de 12 años” como el sargento enamorado, y en “Luis Miguel” como el manager del cantante. “El tío” es, al fin, su primer protagónico.
“El Tío”, de María Eugenia Sueiro Por Marcela Barbaro La rutina apacible y solitaria de Dalmiro (César Bordón), un hombre de mediana edad, hincha fanático de Almagro y vendedor inmobiliario, se quiebra con la muerte de su hermano. En su rol de tío, se ocupará de sus sobrinos menores, ayudará a su cuñada (Vanesa Maja) y enfrentará temas pendientes con su hermano. El Tío, segunda película de María Eugenia Sueiro (Nosotras sin mamá, 2012), propone un acercamiento hacia el interior de un hombre obligado por las circunstancias, a asumir nuevos roles en medio del proceso de duelo. Al igual que en Nosotras sin mamá, la realizadora vuelve a abordar el período de transición familiar que acontece, a partir de una muerte. Un hecho doloroso que cada personaje enfrentará a su manera. Si en la primera película, Sueiro lo trabajó desde la ausencia materna, en este caso, lo hará desde la pérdida del padre. En ese marco, la relación triangular formada por la madre y sus dos hijos, se va abriendo a partir de otra presencia masculina, que se introduce en la familia. El tío, muy bien interpretado por César Bordón, con quien trabajó en su ópera prima, expone en su composición los distintos matices que atravesará en ese período, y cómo es posible modificarse a partir de los vínculos, llevándolo a situaciones impensadas, como probarse en un casting para un reality mexicano (¿?). A lo largo de la película, la ausencia de ese padre es sólo física, su presencia está latente en la historia y, principalmente, en todas las escenas dentro de la cancha de Almagro, de donde era hincha, al igual que su familia y su barra de amigos, que lo recuerdan como un homenaje. María Eugenia Sueiro, con una gran experienciaen la Dirección de Arte en películas como Diarios de Motocicletas (Walter Salles), El abrazo partido(Daniel Burman), La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel), entre otras, genera la estética y la ambientación acorde a la sensibilidad e intimidad del tema y a las necesidades del guion. El Tíonos acerca un relato intimista, de acciones mínimas y situaciones cotidianas donde el devenir y el avance narrativo se percibe, más que en grandes hechos, en el proceso individual de quienes enfrentan la ausencia y se reafirman en el amor. EL TIO El Tío. Argentina, 2018. Dirección y guion: Eugenia Sueiro. Intérpretes: César Bordón, Vanesa Maja, Dulce Wagner, Valentino Barone, Roberto Vallejos, Isidoro Tolcachir, Analía Marcolini, Sergio Suarez, Alfredo Rizo.Director de Fotografía: Christian Colace. Editora: Marcela Sáenz. Directora de Arte: Eugenia Sueiro.Maquillaje y Peinado: Ana Mariñas. Director de Sonido: Maxi Gorriti – Pakidermo Post. Duración: 76 minutos.
El tema de la intimidad familiar y el legado Con varios papeles como secundario, César Bordón es conocido sobre todo como el repulsivo político de provincia que en Relatos salvajes recibe un castigo terminal en un restorán, a manos de la cocinera (Rita Cortese) y su asistenta (Julieta Zylberberg). Tranquilo, comprensivo y siempre al servicio de los demás, su papel de El tío parece pensado como opuesto exacto de aquél. Su hermano acaba de fallecer y su sentido de responsabilidad hace que Dalmiro asuma un rol sustituto, un poco como persona de confianza de su cuñada y otro poco haciéndose cargo de los chicos, que tienen unos 12 y 7 años. La clave menor es, como puede advertirse, la que juega Eugenia Sueiro, que tras buena cantidad de películas como directora de arte había debutado en 2012 con Nosotras sin mamá, que también trabajaba la intimidad familiar, con una propensión al absurdo y una teatralidad que ésta no tiene. “Los personajes no se transforman”, protestarán los más atados a dogmas perimidos. ¿Quién dijo que los personajes de una película se tienen que transformar? Que terminen una película en el mismo punto en que la empezaron quiere decir algo también. Algo sobre ellos, algo sobre el contexto o ambas cosas. Eso, más allá de que Maky, la viuda, sufre una notoria transformación, y algunas cosas en la vida de Dalmiro también cambian. Los protagonistas de El tío (un título al que no le sobra pimienta) son gente de clase media baja, de barrio, y los aprietes económicos se hacen sentir, aunque no sean cosa de vida o muerte. Hay un legado que el hermano de Dalmiro dejó inconcluso: llevar a su hija Ema a Disney (¿por qué no a su hijo Lautaro? La película no se hace cargo de esta disparidad, y la pregunta queda sin respuesta). El zeitgeist de la época pasa a través del dueño de la inmobiliaria donde trabaja Dalmiro, que le pide algo que no está dispuesto a aceptar, y cierta rapiña de clase media aflora en el amigo que le manoteó un encendedor al muerto, “como recuerdo”. Los incidentes de El tío son menores, porque la puesta en escena está más jugada a la verdad del actor y la escena que a la consecución de la peripecia, y en ese punto es lograda. La relación entre Dalmiro y su cuñada se mantiene toda la película dentro de la ambigüedad, César Bordón está magnífico en un estado de flotación que no permite saber demasiado sobre él, Dulce Wagner en el papel de Ema está divina y Valentino Barone Tomaselli como Lautaro mantiene un enojo para el cual tal vez tenga razones.
El personaje principal es el tío Dalmiro (Cesar Bordón) que está muy bien logrado, un ser taciturno, entrañable, tierno, por momentos es el tío que cualquiera quisiera tener. La vida lo está golpeando; trabaja en una inmobiliaria y desde que tomo las riendas el hijo del dueño ya nada es como antes. Va buscando otras salidas y llega a hacer campañas, repartiendo folletos contra el dengue y hasta se anota en un castings para participar en un reality mexicano. Otro de los personajes que juega con él es el de sus sobrinos Ema (Dulce Wagner) y Lautaro (Valentino Barone Tomaselli) estos son sólidos dentro de la trama, está su cuñada (interpretada por Vanesa Maja) por momentos es fuerte, pero con todo lo que está viviendo decae y a pesar de todo no deja desvanecer sus sueños. Aunque todos los personajes a su manera sufren la pérdida, la soledad y la falta, ellos logran unirse y afianzar la familia. Es una historia tierna y emotiva, dentro del relato la directora Sueiro le da cierto toque mágico con el uso de la animación y los dibujos infantiles.
Dalmiro no puede asumir la pérdida de su hermano. Lo nombra en presente, se pone feliz cuando un nene que juega a la pelota se llama Eliseo igual que su hermano y quiere despegar, pero le cuesta horrores. Dalmiro está atascado en su vida. Su jefe lo maltrata, va a casting patéticos para entrar a un reality en busca de algo de dinero, hace promociones para sacar la cabeza del agua, pero no. La viuda de Eliseo le dice que tiene que pagar una deuda con su hermano y debería saldarla llevando a sus sobrinos a Disney. Sería la oportunidad para reconciliarse con su presente, saldar deudas del pasado y mirar con otra lupa el futuro. Pero todo se le hará cuesta arriba. Eugenia Sueiro pintó un retrato certero de un tipo común gracias a una interpretación luminosa como la de César Bordón, bien secundado por Vanesa Maja y Roberto Vallejos. Una película pequeña con un mensaje muy grande.
Dalmiro (César Bordón) vive solo, trabaja como agente inmobiliario y colabora, junto a su amigo Sebastián (Roberto Vallejos), en el mantenimiento del estadio de fútbol del club Almagro. Pero todo cambia para él cuando muere su hermano, porque dejó a una viuda, Maky (Vanesa Maja), y dos pequeños hijos. Esto en sí no es un problema para el tío, sino que le quedó debiendo plata a su hermano y la cuñada le exige que, para saldar la deuda, lleve a su sobrina Ema (Dulce Wagner) de viaje a Disney. Así se encuentra, inesperadamente, el protagonista de esta historia dirigida por María Eugenia Sueiro, porque su rutina de vida cambió radicalmente. El trabajo que tiene le alcanza para vivir con lo justo. Aunque es un tío presente, siempre está cuando lo llaman para hacerse cargo de la familia de su hermano, sabe que le resultará muy difícil concretar el pedido de su cuñada. Pero no sólo está presionado en el ámbito familiar, sino también en el laboral. Tironeado entre dos sectores diametralmente opuestos pasa sus días aceptando todo lo que le dicen, sin poder negarse nunca, mientras fuma incansablemente. Compaginado con un ritmo parejo que nunca decae, apoyado en la sobriedad y eficacia de César Bordón, donde hay buenos diálogos, correcto manejo actoral de los más chicos, sumados a los vaivenes emocionales de Maky, con un cálido respaldo de Dalmiro para que transite el duelo lo más tranquila posible, se desarrolla la película en un barrio de clase media y casas bajas. “El tío” recorre las cuerdas de una comedia dramática en toda su extensión. El manejo de los climas es equilibrado, sensible, pero la realizadora no apela a la sensiblería. Posee momentos emotivos, aunque no para llorar Pese a ser una ficción este tipo de situaciones pueden existir en la realidad. Nadie está exento, como no lo estuvo Dalmiro, a quien le tocó esto en suerte, no le esquivó al bulto y como puede vive la vida que tendría que ser de su hermano, para no defraudar a los que confiaron en él.
La historia está allí: pequeña épica de quien tiene que cambiar su vida de la noche a la mañana, y descubre el mundo. Con delicadeza, sin énfasis artificiales y con la intención de seguir a sus personajes –especialmente a ese hombre al que le cae una familia encima tras la muerte de su hermano, muy buen trabajo de César Bordón–, María Eugenia Sueiro narra otra historia de familia (lo hizo con la también delicada “Nosotras sin mamá”). La dinámica entre ese tío adusto y un poco desesperado, cuñada y sobrinos evita lugares comunes y golpes bajos. La historia está allí: pequeña épica de quien tiene que cambiar su vida de la noche a la mañana, y descubre el mundo.
El tío, la nueva película de Eugenia Sueiro (Nosotras sin mamá) narra una historia sencilla que, a priori, podría parecer algo insustancial, o incluso meramente anecdótica. Lo que se dice una historia común con lugares comunes. Sin embargo, ni bien transcurren unos pocos minutos, ya es evidente que ése no es el caso. Sí es una historia sencilla, pero con una mirada con cierta profundidad y, sobre todo, es una película hecha desde la sensibilidad y las sutilezas. Aunque también es cierto que, sobre el final, da la sensación de que todavía quedó tela para cortar. Pero eso no quita que lo narrado esté bien trabajado y que El tío satisfaga gran parte de las expectativas que genera. Todo comienza poco después de la inesperada muerte del hermano de Dalmiro (César Bordón), un cincuentón sin esposa ni hijos que trabaja en una inmobiliaria no muy respetuosa para con sus empleados. Porque de ahora en más, y quién sabe durante cuánto tiempo, Dalmiro tiene que ayudar a su cuñada, Maky (Vanesa Maja) en asuntos varios y también a cuidar de sus sobrinos, Ema (Dulce Wagner), de 7 años, y Lautaro (Valentino Barone), de 12 años. A todo esto, le debe dinero a Maky y ella le propone que, en vez de devolvérselo, lo use para llevar a Ema a Disney, un viaje que el hermano de Dalmiro le había prometido a su hija. Así que, de repente, la vida rutinaria de Dalmiro puede terminar siendo no tan apacible. Lo primero que llama la atención de El tío es su aire de autenticidad. No solamente porque sus personajes hablan como se habla en la vida real o porque el registro naturalista está siempre muy afinado. Estos son dos factores importantes, sin duda, pero quizás es la interpretación de César Bordón, un actor con muchos roles secundarios en su historia y que aquí tiene su primer protagónico, lo que le da a la película un plus en su tono realista. Y eso que el Dalmiro de Bordón no es un personaje sencillo ya que hay algo ambiguo que lo atraviesa, es transparente y opaco al mismo tiempo – más que nada en la relación con su cuñada. Como la película, su protagonista no es tan simple como parece en primera instancia. Dicho sea de paso, las interpretaciones de los dos niños también son sobresalientes. Sueiro construye una puesta en escena relativamente austera, despojada de ornamentos, que no llama la atención sobre sí misma. La cámara busca detalles significativos en los gestos y los rostros, y unas cuantas veces los encuentra. El sonido, por su parte, también apunta a construir un mundo sin artificios y el montaje es siempre invisible. Por eso es fácil entrar en el universo de estos personajes, acompañarlos y pasar algo de tiempo con ellos. Acá el espectador nunca es un testigo distante. Por eso no es difícil identificarse con el sentimiento de incertidumbre de Dalmiro (menos aún cuando se trata de sus dificultades laborales) ni con el vacío que existe después de una pérdida de la que cuesta hablar. Sin embargo, se habla, y no desde el desgarro ni la melancolía. Es verdad que hay una tristeza flotante y algo de retraimiento. Y es lógico y deseable que así sea. Pero no hay melodrama. No hay nada maravilloso y tampoco hay nada terrible. Digamos que todo se parece bastante a como son estas cosas en la vida real. De todos modos, El tío no es la historia de un duelo. Es acerca de un reacomodamiento de vínculos y de saldar una deuda que tiene más de afectivo que de monetario. Es, en cierto sentido, barajar y dar de nuevo y ver qué pasa. Por otra parte, pareciera que hay un mar de fondo en la relación entre Dalmiro y Maky, pero eso queda sin explorar, posiblemente a propósito. Aún así, es un vínculo que se podría haber desarrollado más. Incluso Maky es un personaje medianamente unidimensional. Por el contrario, otro de los personajes, un peculiar viejito que puso su casa a la venta a través de la inmobiliaria, adquiere espesor en cada nuevo encuentro que tiene con Dalmiro. De hecho, ese viejito es toda una sorpresa ya que, a simple vista, da la impresión de que podría ser solo un estereotipo. Pero luego de algunas escenas, queda claro que no lo es. Algo parecido pasa con la película: sorprende con su sensibilidad para retratar vínculos que el cine ya abordó antes. El tío (Argentina, 2018) Puntaje: 7 Escrita y dirigida por Eugenia Sueiro. Con César Bordón, Vanesa Maja, Dulce Wagner, Valentino Barone, Roberto Vallejos, Isidoro Tolcachir, Analía Marcolini, Sergio Suárez, Alfredo Rizo. Fotografía: Christian Colace. Montaje: Marcela Sáenz. Directora de arte: Eugenia Sueiro. Sonido: Maxi Gorriti – Pakidermo. Duración: 76 minutos.
En su segunda película como directora, Eugenia Sueiro pinta un fresco cotidiano tan sencillo como disfrutable, protagonizado por un sólido grupo de actores encabezados por César Bordón. Las buenas historias se cuentan desde los detalles pequeños. A veces como espectadores olvidamos esa posibilidad alucinante que tiene la narrativa cinematográfica. Por suerte cada tanto aparecen películas como El tío, la segunda realización en la que Eugenia Sueiro ocupa la silla de directora (hubo una ópera prima hace 7 años, Nosotras sin mamá). La película cuenta la historia de Dalmiro Rizzo, un agente inmobiliario que debe cumplir una promesa de llevar a sus sobrinos de viaje tras la muerte de su hermano. Su cuñada, ahora viuda, atraviesa una situación delicada e insiste en que ese viaje es una deuda que el protagonista debe saldar. Se trata de una historia simple, despojada, sin mayores pretensiones que las de asomarse al mundo de las personas comunes y los dramas cotidianos para pintar un fresco ajustado a la realidad. Así, El tío consigue que desde el otro lado de la pantalla nos sintamos testigos privilegiados de las ceremonias discretas que sostienen las rutinas de la vida. Con prolijidad quirúrgica, Sueiro retrata la puja interior de un hombre que se debate entre su trabajo en una inmobiliaria, su pasión de hincha del club Almagro y un difuso rol de tutor o encargado que lo obliga a cumplir un designio para los miembros de esa familia fracturada tras la muerte de hermano Eliseo. Con buen ojo PUBLICIDAD La pericia de Sueiro (cultivada en su rol de directora de arte de películas como Diarios de motocicleta, El abrazo partido y La mujer sin cabeza) se pone al servicio de una historia en la que el entusiasmo infantil pulsea sudorosamente con las reales posibilidades económicas de los adultos de clase media. Y el resultado es una empatía inmediata con los personajes, cuya discreta epopeya se nos hace carne. Las promesas blandas, los esfuerzos por conseguir dinero, la vida en jaque dentro del tablero de las decisiones trascendentales, son algunos de los condimentos de los que Sueiro se vale para mostrar en certeras pinceladas cómo cada individuo bucea bordeando el naufragio en las aguas de las emociones. En El tío destacan sin lugar a dudas las actuaciones. Dalmiro está interpretado por César Bordón (Relatos salvajes), pero lo acompañan un grupo de notables secundarios que le imprimen a la historia una solidez destacable. El secreto de El tío está en esquivar las fórmulas del cine vertiginoso para proponer un relato sin estridencias, sencillo y cargado de sentimientos. Si se hace o no el viaje, si se cumplen o no los sueños, en verdad no es lo que importa dentro de la película. La verdadera pregunta que subyace es si estamos a la altura de las circunstancias cuando la realidad nos exije, simplemente, que demos una respuesta.
El tío: Entre su mundo apacible y un “viaje” hacia el paraíso ¿Qué harías si tenés una vida apacible y rutinaria y de pronto, la vida te sorprende con el desafío de hacerte cargo de tu cuñada, tus sobrinos, una deuda y un viaje? Dalmiro Risso (César Bordón), un hombre de unos 50 años, se encuentra con la inesperada muerte de su hermano Eliseo, y tiene que aprender a convertirse en el “hombre de familia” que, claramente, rompe con la tesitura de una vida tranquila y sin mayores responsabilidades, más que hacerse cargo de su propio destino. Con un argumento simple y sin mayores pretensiones, la película muestra el retrato de un hombre solitario y taciturno que debe buscar la manera de hacerle frente a sus problemas económicos y, sobre todo, a la construcción de nuevos vínculos emocionales, con su cuñada y sus sobrinos: tarea poco sencilla por cierto. La guionista y directora, María Eugenia Sueiro, tiene el arte de combinar un guión sólido con actuaciones privilegiadas y escenarios naturales: todo acorde a la historia que se quiere contar. “El Tío”, la historia de un hombre que debe aprender a “viajar” en un mundo que lo envuelve entre lo maravilloso y lo desconocido; entre lo posible y lo imposible; hará que el espectador se pregunte si, realmente, Dalmiro será capaz de asumir el desafío que le tocó. Además de César Bordón en el personaje de Dalmiro, se encuentran las logradas actuaciones de Valentino Barone y Vanesa Maja, entre otros. Su directora y guionista, María Eugenia Sueiro es reconocida por su dirección artística en las películas “El abrazo partido” (Daniel Burman) y ” Diarios de motocicletas” (Walter SAlles), entre otras. Puntaje: 80 puntos