El film atrapa en un comienzo por el formato de falso documental, siempre efectivo a la hora de sugestionar, sobre un reverendo evangélico que tras veinticinco años de predicar y realizar trabajo de expulsión de entes malignos, decide que un equipo de rodaje filme el truco y la manipulación que ejerce. Así que elige una carta al azar que lo conduce hasta la finca rural del devoto granjero Louis, quien presenta a su bondadosa e infantil hija Neil como la culpable de la muerte de gran parte de sus animales de granja porque esta posesa. Es curioso lo que sucede con el film, que comienza exponiendo el extremismo religioso, quienes se aprovechan de ello y sus consecuencias, esto motiva y seduce al espectador adepto o no al cine de terror, pero lo empaña el decaimiento de la trama , cuando todo se vuelve muy previsible. Por otro lado la duda de que si se trata de una adolescente presa de un brote psicótico con un padre borderline y un hermano trastornado o si realmente esta dominada por un demonio maldito se sostiene muy a pesar de algunas situaciones que se van resolviendo de manera muy poco sustentable y hacen que el interés decaiga. Los guionistas Gurland y Huck se inspiraron un famoso documental de los años ´70 : Marjoe, sobre un predicador que se confiesa, se elige como escenario la zona rural de Louisiana y se recurrió en todo momento a la improvisación para luego elegir las mejores escenas, siempre teniendo como regla no caer en el cliché ni en una versión desprolija de El Exorcista. Se disfruta por la atinada elección del género semi mockumentary, que crea esa tensión e incertidumbre durante momentos, dosis de sangre reducidas y guiños de humor siempre desde un plano realista.
Un ilusionista del demonio! Concebido como un falso documental, el relato genera dudas en el espectador desprevenido y pone en juego los mismos recursos expresivos de títulos exitosos como El proyecto Blair Witch o la más reciente Actividad paranormal. Se sabe que el alumno aprende del maestro y eso es lo que hace Eli Roth (Tarantino presentó su película Hostel) al producir este film de un desconocido realizador alemán. El último exorcismo focaliza su historia en el reverendo Cotton Marcus (un convincente Patrick Fabian) quien expulsó en varias ocasiones los "demonios" de varios poseídos y ahora permite que su gran acto final sea registrado por un equipo de documentalistas. El fraude y la mentira serán grabados para mostrar los secretos de su comercio. Un fanático religioso, Louis Sweetzer, quiere que Marcus ayude a Nell, su hija adolescente. Sin embargo, la verdadera función está por comenzar. Entre fundamentalismo religioso, una granja siniestra, un hermano más malo que el mismo demonio y un padre rígido pero desconcertado, el protagonista debe hacer frente al verdadero horror. El relato se apoya constantemente en la cámara en mano para crear los climas que la historia necesita y no recurre a efectos digitales para sorprender al espectador. El film inquieta gracias al andamiaje narrativo que a estas alturas no es novedoso, pero sí efectivo, y a los tics de la joven adolescente, sus posturas retorcidas y atemorizantes, muy similares a las que décadas atrás hicieron famosa a Linda Blair.
Pocas cosas son tan inquietantes como las películas sobre exorcismos. ¿Será porque es, o supo ser, una práctica común en la vida real? Si es así, entonces quiere decir que los demonios también andan entre nosotros... El exorcista es la obra cumbre de este subgénero y del cine de terror en general, pero también hay otro ejemplos, como El exorcismo de Emily Rose y la alemana Réquiem. Estas últimas, basadas en un supuesto caso real de posesión diabólica. El último exorcismo va por ese lado. Y en clave del recurso más usado (y más efectivo) de los últimos años: el falso documental. Si bien hay grandes obras filmadas de esta manera —REC y su secuela, Cloverfield: monstruo—, ya está empezando a agotarse. Si no, fíjense en la infladísima Actividad paranormal, de la que se viene una segunda parte. Pero el film de Daniel Stamm todavía sabe valerse de la sensación de realismo e inmediatez que permite el formato, logrando momentos de tensión, que a uno se hacen mirar con la cara semitapada. Teniendo en cuenta que Eli Roth es uno de los productores, podía esperarse un producto decididamente trash, muy extremo y gore, con momentos de humor negrísimo. Pero no hay nada de eso: El último exorcismo funciona como un thriller de suspenso y como un retrato de la vida de los pueblerinos, sus costumbres, sus miserias y sus oscuros secretos. Es más, por momentos amaga con parecerse a una de Harmony Korine que a una de miedo (a veces no hay tanta diferencia). Esto no es una mala crítica, al contrario: le otorga más profundidad a la historia y a los personajes. Sí, hay algo de sangre y violencia, pero muy poca. También ayuda la casi no utilización de efectos por computadora ni de los otros. El terror es más sugestivo y todo ocurre en una casa, en un ambiente intimista. Una esencia similar a la de El exorcista, que resulta aterradora porque no sucede en un castillo embrujado sino en la casa de uno, en la habitación contigua, en un lugar donde no debería suceder nada malo. Ah, El último exorcismo nos hace una extraña revelación: los demonios —o las personas poseída, al menos— saben usar filmadoras.
¿Demonio o locura? Falso documental centrado en un pastor que quiere demostrar la falsedad de sus acciones. El último exorcismo combina elementos de viejos clásicos de terror, como (obviamente) El exorcista ; de falsos documentales -como El proyecto Blair Witch , REC , Cloverfield o Actividad paranormal - y de un viejo filme casi desconocido en la Argentina, como Marjoe , ganador de un Oscar en 1972 en el rubro documental. Su tema es un predicador que, arrepentido de haber manipulado durante años las conciencias de incautos, se expuso a que lo filmaran e hicieran una película con él. La propuesta de El último..., así planteada, suena inquietante y tentadora; y, durante gran parte de su desarrollo, lo es. Hasta que, en el último tramo, el realizador alemán Daniel Stamm parece no saber qué hacer con la historia y se desbarranca sin remedio. Una pena, porque, a esa altura, los buscadores de sobresaltos cinematográficos estarán excitados. En el inicio, el pastor Cotton Marcus (Patrick Fabian) admite, a través de su testimonio a cámara, que parte de su “trabajo” fue estafar a personas sugestionables, muchas de ellas trastornadas, que se creían poseídas por el demonio. Más que de arrepentimiento, su tono es lúdico y hasta jocoso. Con ese espíritu toma uno de los tantos pedidos que le llegan y decide transformarlo en una película, acompañado por un hombre -siempre fuera de campo- y una mujer, quienes lo siguen, cámara en mano, a una zona rural de Louisiana. Ahí, aislados, conviven un fanático religioso, Louis Sweetzer (Louis Herthum), un hijo algo perturbado y una hija adolescente, Nell, criada con rígidos preceptos morales. La madre de la familia murió de cáncer. En los últimos tiempos, dice Louis, muchos de sus animales aparecen muertos y la ropa de su hija, ensangrentada. Con dificultades, Marcus y el equipo de rodaje se meten en la casona. El objetivo incial: mostrar el engaño del predicador a la familia, a través de la simulación de un exorcismo a Nell. A partir de ahí, el filme (con sus planos cercanos, imágenes fuera de foco y movimientos frenéticos) registrará una historia, casi siempre siniestra, que logra jugar con la intriga. ¿Se trata de una familia psicótica? ¿De una niña poseída de verdad? ¿De un padre abusador que enfermó a sus hijos? ¿De un simple brote de una adolescente huérfana entrando en la pubertad? Sin perder el escepticismo religioso ni el humor, o perdiéndolos gradualmente, Cotton quiere revelar el misterio, que oscila entre el misticismo y el realismo. Lo esperan un mundo aterrador, muchos interrogantes y un desenlace malo. Como si Stamm hubiera querido incluir también algo de El bebé de Rosemary , de Roman Polanski. Demasiado, ¿no? Final risible.
El exorcismo sin fin Producida por el director de Hostel (2005), Eli Roth, y dirigida por Daniel Stamm, llega El último exorcismo (The last exorcism, 2010), la más reciente versión siglo XXI del clásico El exorcista (The exorcist, 1973) de William Friedkin, que recoge elementos previamente utilizados: la historia de la adolescente poseída y el recurso del falso documental. Planteado desde el inicio como un fake, El último exorcismo comienza como la historia del reverendo Cotton Marcus, un elocuente pastor evangélico que ha dejado de creer en sus propios exorcismos y decide poner fin a esta carrera, más por el peligro que acarrea que por un sentimiento de fraude. Es esto lo que intenta capturar el presunto documental en cuestión. Luego de filmar los testimonios de Marcus y de su familia, y de registrar impresionantes sermones en la capilla local, el reverendo le propone al equipo de producción (compuesto por Iris, la directora, y un camarógrafo al cual nunca vemos) filmar un último exorcismo, para develar así los trucos y engaños de su curiosa profesión. Los tres viajan hasta la aislada granja de la familia Sweetzer, donde conocerán a Nell, la adolescente aparentemente poseída que hará tambalear la incredulidad de Marcus. Frente a un conjunto de recursos ya visitados, Stamm intenta hacerlos evolucionar. En primer lugar, este uso del falso documental no cumple la misma función que en previos films de terror como El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Proyect, 1999), pues el espectador sabe desde el comienzo del la película que aquello que verá es ficción. Esto quizá por una evolución natural del género (han pasado 11 años desde el estreno de El proyecto Blair Witch), o tal vez por la estrategia de prensa utilizada, mucho más institucional, apoyándose en el renombre del director. Lo esencial aquí es que el estilo documental no busca generar el terror en el espectador por incluirlo en la misma realidad de la historia, sino desarrollar la trama de un modo más intimista, permitiendo al espectador ingresar en la psicología del personaje. Esto logra además una empatía con el carismático reverendo que logra solventar, en parte al menos, la pobreza de elementos atemorizantes (relevantes únicamente en las escenas en las cuales Nell esta poseída). En este sentido, Patrick Fabian logra una convincente interpretación de Cotton Marcus, a quien el peso de la familia y los buenos valores lo llevan a un cuestionamiento ético y a sentirse incómodo con sus mentiras. Aún así, este supuesto giro moral no parece muy sincero durante la primera parte de la película, en la cual hace alarde de sus dotes para el espectáculo, defiende el objetivo de curación de sus "exorcismos" y se burla de los métodos que utiliza para engañar a sus clientes. Algunos guiños a la cámara y momentos de humor contribuyen al buen trabajo de Fabian. Ahora bien, la posibilidad de redimirse propiamente dicha, surgirá cuando Marcus se enfrente a la necesidad real de un exorcismo. Aquí es donde aparece la impactante actuación de Ashley Bell, quien regresa tal vez al memorable personaje de Linda Blair, sumándole un poco de hormonas adolescentes. Es escalofriante verla transformar la inocencia campesina en un cuerpo brutalmente dominado por el demonio. Quizá la falencia más grave del film esta en el desequilibrio entre un desarrollo lento y poco atemorizante, y el desencajante final. Aún cuando parecía ser una película poco original pero astuta, termina diluyéndose en las aguas del cliché y las resoluciones sosas.
Como suele ocurrir con esta clase de historias cada vez que llegan al cine, en todos lados la referencia inmediata que se hace es el Proyecto Blair Witch, que para mucha gente es la primera obra de este estilo. Eso no es cierto y lo voy a seguir repitiendo cada vez que se estrene una película desarrollada en esta línea. La leyenda de Boggy Creek, de Charles B. Pierce, fue la gran pionera en combinar en 1972 el género documental con el terror y El último exorcismo está especialmente conectada con esta película ya que fue desarrollada de una manera similar. Esta producción de Eli Roth nos presenta un documental con musicalización y cortes de edición que retrata el trabajo cotidiano de un pastor chanta que practica exorcismos sin creer en ellos. La verdad que si bien se vende como una historia de terror esta propuesta en realidad es un buen film de suspenso que tiene algunos momentos aterradores, que no es lo mismo. Comparada con las cosas que se vienen haciendo últimamente en el género esta película es una producción decente donde los realizadores se preocuparon por contar una historia que no se enfoca tanto en los clichés baratos para asustar al espectador de cualquier forma, como golpecitos en las paredes o chirridos de puertas sin aceitar, sino en las emociones que viven los personajes. La historia de posesiones demoníacas no son fáciles de trabajar ya que siempre cuentan con ese tremendo antecedente en el cine que es El Exorcista, la obra maestra de William Friedkin, que en mi opinión es la mejor película en la historia del terror. Las comparaciones siempre van a ser inevitables y director Daniel Stamm logró superar este obstáculo al hacer un film que evitó la mayor cantidad de clichés posibles en lo que se refiere a los exorcismos y las posesiones satánicas. El trabajo de Stamm se enfoca más en las emociones de los protagonistas más que en las escenas impactantes y luego de presentar muy bien a todos los personajes comienza a construir un thriller que te van enganchando por completo, gracias al manejo que tuvo el director de la tensión y los momentos de suspenso. Me pareció muy interesante que el conflicto estalle entre un pastor chanta, al que nadie le compraría un auto usado y se aprovecha de la desesperación de la gente y un grupo de fanáticos religiosos que tienen la cabeza totalmente quemada. La combinación es explosiva. Dentro de los últimos filmes que se hicieron con el estilo del falso documental o material fílmico perdido El último exorcismo presenta por lejos el mejor reparto que vimos hasta ahora. Si encima sumamos que el guión trabajó muy bien el desarrollo de los personajes no es difícil percibir que el film es un trabajo superior a Actividad Paranormal (último antecedente dentro de este estilo) y los mejores momentos de la trama se destacan por la cosas que el director evitar mostrar de manera gráfica, sino que más bien las insinúa. Por ejemplo, la escena en que la chica poseída toma la cámara y se pone a caminar sola es brillante. No muestra gran cosa pero en el contexto de la historia es un momento aterrador. El problema que tiene El último exorcismo es que para mi los realizadores asumieron un riesgo en la conclusión que al final arruinó de alguna manera el cuento. Los dos minutos finales están totalmente tirados de los pelos y resultan forzados. Todo lo que venían trabajando con sutileza lo tiraron por la borda y lo peor de todo es que generaron que la película carezca por completo de sentido, ya que el enfoque cinematográfico es totalmente opuesto a lo que hicieron durante toda la historia. Salvo que el propio Satán se encargara de la postproducción del documental la escena final no cierra para nada. Más allá de esa conclusión que no me pareció acertada la historia está muy bien construida y es un thriller que se disfruta hasta ese momento.
Una pyme del demonio Y por vigésima vez nos topamos con una propuesta alicaída de “found footage”, otro falso documental que en este caso combina las posesiones demoníacas de El Exorcista (The Exorcist, 1973) con la estructura prototípica de Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust, 1980), por supuesto modelo El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999). Concretamente el resultado final se ubica en un nivel intermedio entre la muy interesante Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), sin dudas el techo del subgénero, y Contactos de cuarto tipo (The Fourth Kind, 2009), quizás el peor representante del pelotón. A decir verdad la película tiene un comienzo prometedor en el que somos testigos de la “crisis de fe” del reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian), un ministro evangélico con un largo historial de servicios religiosos. Lo curioso del asunto es que el hombre tiene una suerte de “pyme de exorcismos fraudulentos” basada en la administración de placebos a personas que dicen estar poseídas, muchos truquitos y verborragia florida de por medio. En un tono bastante cínico, el film pretende registrar su último trabajo previo al retiro: desde ya que la adolescente que surge del azar parece necesitar métodos un poco más drásticos… La primera parte está orientada a parodiar levemente algunos rasgos característicos del mockumentary, en especial la organización del verosímil y las reacciones habituales de los espectadores. El principal responsable de que las buenas intensiones no lleguen más lejos es el mismo guión de Huck Botko y Andrew Gurland: de hecho, el alemán Daniel Stamm dirige con una envidiable pulcritud pero la falta de originalidad y la sumatoria de clichés terminan jugándole en contra a un proyecto que en reiteradas ocasiones amenaza con despegar para luego volver a caer en una versión light de los clásicos derroteros del pasado. Más allá de los apuntes cómicos, el pulso sostenido y la correcta actuación de Fabian, todos elementos que se agradecen de sobremanera, la segunda mitad del convite anula los logros anteriores debido a la pobreza específica de la producción, una fotografía un tanto hueca y la chatura interpretativa del resto del elenco (con la anodina Ashley Bell a la cabeza como la víctima en cuestión). Para colmo durante sus minutos finales El último Exorcismo (The Last Exorcism, 2010) se transforma en una mixtura demacrada de las legendarias El Bebé de Rosemary (Rosemary´s Baby, 1968) y El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973).
Una historia enigmática con vuelo propio Rodada con cámara digital, con actores poco conocidos y con un mínimo presupuesto para los estándares del cine norteamericano (1.500.000 dólares), esta película dirigida por el alemán Daniel Stamm se convirtió en la gran sorpresa comercial (en pocos días ya recaudó 30 veces su costo) y, en varios aspectos, también en la revelación artística del cine de terror de los últimos meses. Inspirado en Marjoe , corto ganador del premio Oscar en 1972 sobre los trabajos finales de un falso predicador pentecostal, este nuevo film tiene como protagonista al reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian), un cínico y desilusionado ministro de la zona de Luisiana que viaja para realizar su último trabajo de exorcismo. En realidad, su larga carrera como experto en la lucha contra las fuerzas diabólicas no ha sido otra cosa que una sucesión de hábiles engaños, manipulaciones, ilusionismos y sugestiones varias. Pero, justo cuando este showman estafador está a punto de retirarse, se encuentra con un caso decididamente real: el de una adolescente embarazada y poseída por fuerzas demoníacas, más un posible incesto, más todo tipo de explosiones por parte de un padre alcohólico y un hermano violento, más la aparición de animales muertos, más ritos propios del vudú y una larga serie de otras amenazas. Todo esto, además, ante el atento seguimiento de unos realizadores que filman cada uno de sus pasos para un especial televisivo. Atildado y sobrio Es cierto que el film guarda no pocas similitudes estéticas y temáticas con otros recientes éxitos del género como Actividad paranormal, [REC] y, muy especialmente, con El proyecto Blair Witch y un clásico como El exorcista , pero esta producción de Eli Roth (responsable de la saga Hostel ) tiene vuelo propio, a partir de un sólido guión, una impecable utilización de los diferentes recursos narrativos (la cámara en mano o subjetiva), una lícita incursión en el falso documental y el found footage y un sobrio, atildado manejo de la tensión, del suspenso y, claro, de esos bien elaborados estallidos de terror truculento capaces de sobresaltar y conmover al espectador cuando éste menos lo espera. Para el debate, en cambio, quedarán las múltiples interpretaciones posibles para la resolución del film, que ha generado ya incontables y acaloradas discusiones en el vasto universo de los blogs y de las redes sociales de Internet. Ya es tiempo, entonces, de que los cinéfilos argentinos se sumen a la polémica.
El truco de volver a asustar Lejos de agotarse, el recurso del falso documental sigue dando algunos buenos frutos. En este caso, la clave es apelar a un protagonista tan escéptico como el espectador y luego llevarlo de la nariz a un mundo en el que el demonio hace de las suyas. The Blair Witch Project abrió la puerta y una legión de brujas, zombies, fantasmas y monstruos entró. La puerta es la de lo fantástico hecho pasar por real, gracias al truco del falso documental. Sencillo, económico y efectivo, el truco se sostiene con actores que parecen gente común, haciendo que filman en vivo apariciones sobrenaturales. Por más que el espectador sepa que es un truco, el efecto de realidad es tan fuerte que permite lograr lo que desde El exorcista el cine de terror viene queriendo lograr y no puede: volver a asustar a los señores espectadores. OK, a veces puede que no asuste, como sucede con el fantasma habitacional de Actividad paranormal, pero eso es atribuible a torpezas de puesta en escena. En The Blair Witch Project funcionaba (en la primera; la segunda no existía), en la española [REC] funcionaba, en Diario de los muertos funcionaba, en Cloverfield funcionaba y vuelve a funcionar en El último exorcismo. The Linda Blair Project la bautizó un crítico estadounidense y se anotó un pleno. La apuesta era particularmente brava: había que enfrentarse a dos enemigos mayores y vencerlos en su propio terreno. Uno era El exorcista, la clase de película que tiende a clausurar un tópico en el momento mismo en que lo inaugura. El otro enemigo a vencer era el mismísimo Satán. Su Presencia eleva a la enésima potencia el problema de fondo del terror actual: ¿Cómo hacer para que el espectador contemporáneo, escéptico y racionalista se asuste con aquello en lo que no cree? Con guión de los casi desconocidos Hugh Botko y Andrew Gurland (especializados, hasta ahora, en lo que podría llamarse “comedias de desvirgue”), la figura del protagonista es la clave que permite a El último exorcismo resolver con una verónica ambos problemas. Típico evangelista sureño que monta un show, reza a los gritos y practica supuestos milagros, no hace falta que el espectador sospeche de Cotton Marcus (irresistible Patrick Fabian): a las pocas escenas, el tipo está confesando que es un timador. Y se ríe de ello. Cotton Marcus no sólo no cree en lo que hace: tampoco en lo que dice profesar. Descendiente de un largo linaje de exorcistas, la diferencia entre él, su padre y su abuelo es que él no cree en el diablo. “Hago los exorcismos porque la gente cree que sirven”, confiesa con su mejor sonrisa de vendedor de autos usados. Cansado de robar, antes de retirarse quiere prestar un servicio a la humanidad, demostrando que no existen los exorcismos, ni el diablo, ni nada. ¿Cómo hacerlo? Practicando un último ritual, en el que mostrará todos sus trucos a cámara, en compañía de una directora y un operador de camcorder. De más está decir que lo que empieza como juego puede acabar como pesadilla. Y lo que en el inicio parecería una refutación satírica de El exorcista tal vez termine resultando su versión reality. Así como también la de El bebé de Rosemary: El último exorcismo es básicamente un cruce entre ambas obras maestras, filmado como si fuera una nota de CQC. Más allá de que el formato de falso documental (que incluye un minidocumental antropológico sobre la zona de pantanos de Louisiana) vuelve a demostrar su eficacia, un acierto básico de la película dirigida por el alemán Daniel Stamm (radicado desde hace tiempo en Estados Unidos, ésta es la tercera que dirige) reside en ganarse la confianza del escéptico espectador contemporáneo, poniendo como protagonista a un tipo que confirma todos los escepticismos posibles. Al tener por héroe a un pícaro, El último exorcismo construye un espectador cómplice. Una vez que el espectador está adentro, de lo que se trata es de hacer creíble lo increíble. Para ello el guión de Botko & Gurland multiplica dudas, inesperados cambios de rumbo y vueltas de tuerca, llevando al espectador de la nariz. Práctica, eficaz y funcional, la puesta en escena de Stamm completa el efecto. Máscara de la máscara, como sucedía en Borat –otro falso documental–, dentro de ese falso documental tal vez haya un verdadero documental de la América profunda. La del evangelismo, el oscurantismo, el recurso a las armas. Hábitos a los que hasta hace muy poco el máximo poder de la nación rendía honor. Hábitos que, sugiere El último exorcismo, siguen presentes. Como el demonio o como quiera llamárselo.
El viejo truco El pastor Cotton Marcus (Patrick Fabian) es fiel a la tradición familiar y se dedica, como su abuelo y su padre, también a los exorcismos. El punto es que lo toma sólo como un negocio y es consciente de que todo es pura charlatanería. Cansado de tanta superchería, decide protagonizar un documental en el que descubre los trucos con los cuales estafa a los creyentes que tienen a un "poseído" en la familia. Marcus prefiere decir que los ayuda, que en realidad no los estafa; hasta que se le presenta un caso muy peculiar. De pronto lo razonable se derrumba y aquello sobre lo que se burló siempre ahora le plantea un desafío. Con momentos bien logrados de suspenso, buenas actuaciones -especialmente una actriz como Ashley Bell que consigue impactar con su lograda interpretación de la joven poseida-, "El Último Exorcismo" está rodada al estilo "REC", cámara en mano pero con detalles de edición que dejan planteadas dudas luego del final. Sin ser una obra maestra, este filme se suma con dignidad a la larga lista que tiene este sub-género de exorcismos y a la más corta de falsos documentales.
"El último Exorcismo" es una película rara, poco común dentro del género. Es una cinta que desarrolla una originalidad muy buena, con recursos visuales muy bien utilizados, actuaciones convincentes, un final inesperado y escenas bien logradas... pero no asusta y en ningún momento intenta hacerlo, no se crean escenas de suspenso largas y atractivas y la abundancia de explicaciones alargan y aburren en su primer hora.
Bueno, debo admitir que este antitrailer es un reto a mi caradurés, dado que la única película de exorcismos que había visto hasta ahora era El Exorcista. Si alguno siente que no soy "quién para hablar"... seguro es envidia porque yo ya la vi en el cine, babosos (gracias por la invitación a la avant). Aunque reconozco que el póster es uno de esos factores irrelevantes a la hora de decidir ver una película, debo mencionar que éste está muy bueno. Te pone a clima, algo que no le falta a esta película que te mezcla incógnitas con escenas que te hacen aferrarte a la butaca con extensos "no pasa, pero va a pasar" de la nena parada inmóvil viendo al piso. ¿De qué la va? Es la historia de un cura muy carismático que realiza exorcismos por efecto placebo y quiere documentar uno de ellos para evitar que se sigan practicando. Obviamente, todo se complica porque si no la película duraría 30 minutos, o 90 siendo un bodrio. La película está realizada en formato falso-documental, lo cual no representa ninguna novedad dentro de los géneros de "miedo". Es una realidad, ya tenemos Blairwitch, REC, Actividad Paranormal, Diary of the Dead (si quieren la lista completa pongan en google "te dije que apagues esa cámara" y salen todas), pero otra realidad es que incrementa el suspenso, porque te involucra mucho más. En este caso particular, algo que tengo que destacar es el carisma del protagonista, que hace que esos largos minutos en los que todavía no pasa nada sean entretenidos (o hasta gracioso por momentos), los que vieron actividad paranormal lo van a saber apreciar. No soy partidario de hablar de directores porque, seamos sinceros, la frase "del director de..." no te garantiza mucho, un poco sí, pero no tanto; cada director es especial y no necesariamente te tiene que gustar todo lo que haga. En este caso voy a hacer una excepción, sólo porque se trata de Eli Roth. Si no lo reconocés en la foto, te recomiendo que lo imagines con una musculosa blanca, unos pantalones militares, un bate de béisbol y un nazi arrodillado en frente... No tengo nada más que decir al respecto. No apta para los que busquen una película de terror lineal, porque produce varios "momento, no era que...".
El problema está en los minutos finales, cuando ocurre el desenlace. La mayor parte de los espectadores se van a sentir descolocados, ya que hace un cambio abrupto en lo que venimos viendo y es como que...
Indudable producto dentro de un terror cinematográfico que permanentemente busca nuevas alternativas, El último exorcismo es, aún con las reservas del caso, una aceptable pieza del género. Por supuesto que el estilo de este film, que combina la cámara en mano con la película casera y el falso documental, le debe mucho a la pionera El proyecto Blair Witch, y más recientemente, a Actividad paranormal, y retorna de alguna manera a aquellas películas de posesión demoníaca que se originaron luego del impacto indeleble de El exorcista de William Friedkin. Con el antecedente cercano en este subgénero de El exorcismo de Emily Rose, este film de Daniel Stamm emplea ese recurso mencionado que caracterizó al exitoso film de Oran Peli, sin olvidar la formidable Cloverfield, y el film de terror español REC. El último exorcismo, que también es un suceso en la taquilla estadounidense, narra el sinceramiento del Reverendo Marcus, un exorcista fraudulento que antes de retirarse ha decidido ser parte de un documental que lo ponga en evidencia. Pero hete aquí que el último caso, referido a una adolescente llamada Nell, hija de un perturbado fanático religioso, lo exigirá mucho más de lo que había imaginado. La película tiene nervio y verosimilitud y algunos buenos personajes, y no se le puede desconocer unos cuantos legítimos sobresaltos, especialmente en su tramo culminante.
Recuperando el miedo perdido Recuerdo cuando conocí a Eli Roth, durante un festival de Mar del Plata, al que fue para presentar Hostel. En ese momento todavía no era un nombre propio, sino más bien una especie de discípulo de Quentin Tarantino. Un tipo simpático Eli, que no paraba de hablar y muy abierto a las preguntas. Sin embargo, un colega crítico supo describir su posicionamiento estético de forma muy acertada: “el problema de estos directores jóvenes es que vieron demasiado cine”. Y tenía razón, porque Roth parecía de esos muchachos capaces de verse toda la filmografía de Takashi Miike en un par de días, pero no de seleccionar apropiadamente las películas de este director que realmente valían la pena. O de meter cincuenta citas por minuto en sus filmes, aunque no de configurar una narración consistente. Hostel, que lo había lanzado a la fama, era un buen ejemplo: había un par de ideas piolas pero no mucho más. Los personajes eran superficiales y nunca nos identificábamos con ellos a pesar de las situaciones extremas a las que eran sometidos. La sangre corría a borbotones, nos topábamos con unas cuantas escenas muy asquerosas, pero no se moldeaba un miedo o un horror real, palpable. No puede dejar de llamarme la atención entonces que Roth, aprovechando la banca propia que ha ido consiguiendo, se haya jugado a producir un pequeño filme como El último exorcismo. Bien por él, quizás haya que prestarle atención a sus próximos pasos. El filme se centra en un sacerdote que ya descree de los procedimientos de exorcismo y que les permite a unos documentalistas presenciar uno de esos ritos, para probar y sacar a la luz las mentiras y sugestiones que lo caracterizan. El tipo por momentos evidencia un cinismo de campeonato, pero también es consciente de la pérdida de su fe y cómo, a pesar de eso, sigue siendo un excelente profesional, un showman que genera en las personas de su parroquia justo lo que ellas necesitan. Los cineastas dentro de la película tienen una tesis ya establecida y sólo buscan la ocasión para probarla, pero también saben tomar la distancia justa para que los hechos se decanten solos. El problema surge cuando este conjunto de profesionales se encuentran –casi como en un filme de Michael Mann, donde la pericia en el oficio es la regla a seguir- con otro profesional: un demonio poseyendo verdaderamente a una joven, dispuesto a hacer su trabajo de la mejor (o de la peor, según la óptica) manera posible. Cuando, como en este caso, se desarrollan apropiadamente los personajes, sin juzgarlos, pero dejándolos desnudos en todas sus virtudes y miserias, dándose cuenta lentamente de lo que enfrentan, es cuando el cine de terror logra su objetivo. Estas películas nos provocan miedo, pero al mismo tiempo las aguantamos, seguimos viéndolas, disfrutamos sufrir e incluso podemos llegar a hacernos fanáticos porque, a su manera, no dejan de ser terriblemente humanas. Nos muestran esa parte oscura de nuestras almas, esa porción del inconsciente dispuesto a las cosas más horribles, ese rostro que probablemente nunca vea la luz, pero que es posible, que es pasible de hacerlo, que tiene la chance y no va a dudar en saltar si nosotros se lo dejamos. Nosotros tenemos la capacidad de ser el loco con la motosierra, de ser un psicópata puritano, de destruir los sueños de los demás, de ser monstruos aterrorizadores, de acosar fantasmalmente o maldecir hasta el fin de los tiempos, de matar, violar, torturar, enloquecer. No está mal en un punto echarle una ojeada a esa oscuridad que toma forma a la distancia. Pero también el género puede promover un acercamiento, como en el caso de El último exorcismo. Éste se da a través del soporte fílmico, de la cámara digital, pero también con el abordaje a través del falso documental. La distancia se va reduciendo cada vez más y es ahí donde el espectador pierde toda seguridad y se ingresa casi a un estado de pánico puro. El diálogo es tan cercano, que termina siendo casi imposible no involucrarse. Por eso no deja de hacer ruido la utilización de la banda sonora, que ficcionaliza lo que parece real. Es verdad que se vincula con lo que antes mencionábamos, con el falso documental, pero a la vez somete al público a un alejamiento forzado e improductivo de las acciones. Sin embargo, no deja de reconocerse un riesgo por parte los realizadores del filme, del mismo modo que con el final, donde la vuelta de tuerca no se presenta como un giro piola y astuto, sino como un actitud de poner todo de sí, de tirar la casa por ventana, de jugársela hasta las últimas consecuencias. Aparte de Eli Roth, hay un nombre que me llama la atención a partir de la película. Se trata del director, el alemán Daniel Stamm, a quien se menciona para hacerse cargo del filme de terror Twelve strangers, producido por M. Night Shyamalan. El autor de El último exorcismo demostró un llamativo talento, basándose en reglas del clasicismo adaptadas a los recursos contemporáneos. Y Shyamalan es un realizador con una impronta propia, reconocible, polémica, talentosa, siempre interesante. La perspectiva de un filme donde se unan estas dos personalidades es una buena noticia para el cine de terror.
No habrá ninguna igual. "El exorcista", protagonizada por Linda Blair, asomó en 1973 y marcó un antes y un después en el género de terror. Hubo sagas, versiones remozadas con grandes producciones, pero nunca le llegaron a los talones a aquella película emblemática. "El último exorcismo" no escapa a esta tendencia. La trama tiene como atracción el yeite de estar filmada como un documental, recurso que desde "El proyecto Blair Witch" ya está demodé, pero tiene como gran error que no asusta, pequeño detalle. Un pastor evangelista llega a una granja estadounidense para hacer su último exorcismo y filmarlo, con la idea de blanquear los falsos mitos de su labor. Allí se topará con Nell, una adolescente poseída, que le cambiará la mirada sobre la existencia demoníaca.
El reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian) llega al rancho del granjero Louis Sweetzer (Louis Herthum) con la intención de ejercer su trabajo, un exorcismo rutinario a otro fanático religioso con problemas mentales. Sin embargo Sweetzer ha contactado al predicador como último recurso, seguro de que su hija adolescente Nell (Ashley Bell) ha sido suplantada por un demonio que debe ser expulsado antes de que la posesión acabe en una tragedia con tintes terroríficos.. Cotton y su equipo, acostumbrados a aprovecharse económicamente de los creyentes, se han prometido que ese será su último exorcismo, y deciden grabarlo en vídeo. Pero al llegar a la casa rural se dan cuenta de que nunca han estado preparados para enfrentar al “mal” que los estaba esperando Ahora ya es demasiado tarde para dar la vuelta, y deberán encontrar un modo de salvar a Nell y salvarse a sí mismos. Lo mejor del filme es el trabajo actoral de esa niña, con un compromiso corporal inmenso, también habría que subrayar un punto que esta ligado al genero. Que termina siendo, en este caso, un arma de doble filo, durante todo el relato, la estética y el verosímil están puestos en jaque, en evidencia y en conflicto. Por momentos parece ser un documental, dando tintes de seriedad y certeza, ya desde el plano de apertura se ve una cámara de video en el espejo y utilizando el registro de la misma en términos diegéticos. En otros momentos se produce un cambio en cuanto a la construcción del relato, y los recursos estéticos-narrativos están al servicio del género tal cual esta formulado, y trabajado a partir los elementos que le son inherentes, esto es, que las imágenes intentan generar pánico adrenalítico en el espectador. Por último, y en relación estricta a la historia, los responsables de la obra también plantean esta dicotomía contradictoria, por un lado se muestra como “verdad” posible y por otros transita a ritmo con intenciones de parodiar el género, con el mismo recurso desde su construcción, hasta llegar al nivel de “The Blair Witch ptoject”(1999). El resultado es bastante irregular. Hay momentos de buen sostén del relato, en otros parece entrar en una meseta narrativa, cosa que la hace tediosa y por otros acelera el ritmo de las acciones y las imágenes que le da un valor agregado.
El Proyecto Blair Witch + El Exorcista = El Ultimo Exorcismo. Oh sí, mezclen algunas cosas de El Exorcismo de Emily Rose (o sea, exorcismos con visos más reales y menos hollwyoodenses), pero en esencia esa es la idea de fondo. Produce Eli Roth, el director de culto de Hostel, quien ya obtenía ganancias desde el vamos (la película costó 1.8 millones de dolares y se la vendió a los distribuidores en 2 millones, amén de ir a porcentaje sobre la recaudación). La idea era tener una película de guerrilla que costara poco y recaudara mucho. El Ultimo Exorcismo lo es, pero el resultado final es decepcionante. Es una película que arranca muy bien y después decide lanzarse al precipicio, arruinando todos sus méritos iniciales de la peor manera posible. Pero el inicio es bueno. Yo no estoy convencido de que el reverendo Cotton Marcus, protagonista del filme, sea un chanta. Tampoco es un individuo de intenciones nobles. En todo caso es una persona que estuvo muy convencida de su fe en su momento, y que después tomó distancia al ver cómo sus fieles pasaban de la devoción al fanatismo ciego. La prueba está en que Cotton le dice al documentalista que la gente compra cualquier cosa - incluyendo la receta familiar de un pastel de banana - en medio de un sermón religioso, y va y lo demuestra. La receta es vitoreada como si fuera la palabra del señor. Es un punto muy bueno del filme para probar de que la gente ya no compra al mensaje sino cualquier cosa que le dice el mensajero. En ese sentido Cotton Marcus viene a ser un individuo decepcionado religiosamente que se ha metido a teatralizar exorcismos con tal de cumplir dos propósitos: evitar que otros fanáticos hagan lo mismo, pero mal y provocando daño; y obtener un beneficio económico personal. Es difícil catalogar a Marcus como un villano o un estafador simpático; el tipo transita por una zona gris que es muy interesante de investigar a medida que pasan los minutos de metraje y descubrimos facetas nuevas de su personalidad. Por eso es que, cuando va a la granja de los Sweetzer, él en realidad va a cometer una tarea terapeútica según sus propios términos. Si teatraliza un exorcismo, la gente sicológicamente se libera y vuelve a su cauce. Esa es una teoría bastante válida... hasta que termina por toparse con lo real: un auténtico demonio se ha apoderado de una adolescente, y esto la lleva a cometer actos realmente salvajes. Y ahí es donde la película empieza lentamente a desbandarse. ofertas en programas y utilidades en Drivers Argentina - click aqui Ciertamente Cotton Marcus no es un personaje tan profundo como Lankester Merrin o Damien Karras, pero es muy interesante. El tema es que, cuando debe confrontar la maldad real, todo su discurso interno desaparece. Este debería ser un tipo reflexionando todo el tiempo delante de cámara, diciéndose si esto no es un castigo divino por falsear la existencia del demonio. Pero no; nada de eso (o muy poco) aparece; en cambio, el relato se centra en Nell, su extraño hermano y su atormentado padre, lo cual no está mal pero no se condice con la esencia de lo que la historia venía narrando. Marcus pasa a un segundo plano, siendo reactivo ante lo que sucede en vez de ser un personaje activo. Ciertamente queda enredado en su propia red de mentiras, pero la cámara no le da espacio para admitirlo y se dedica en cambio a seguir los pormenores de los ataques de Nell, sus idas y vueltas al hospital, etc. Como toda la película está filmada en primera persona, los sustos son efectivos - el estilo Blair Witch es a prueba de balas cuando de provocar shocks se trata; no importa lo incompetente que pueda ser el director, basta mover la cámara hacia un plano que no veíamos y mostrar algo que no estaba para que uno salte en la butaca -. Acá hay un mínimo de efectos especiales, lo que termina por ganar en la credibilidad del terror. Eso no quita que haya un par de momentos idiotas, como cuando Nell se roba la cámara para filmarse cometiendo desmanes. Pero si hasta entonces las cosas venían bien - con algunas escenas y algunos detalles cuestionables sobre el rumbo elegido por el director -, El Ultimo Exorcismo decide chocar y estallar en mil pedazos al momento de desembocar en el final. Sencillamente es un climax idiota. (alerta spoilers) No sólo por la aparición de elementos inesperados y la revalorización completamente radical de personajes existentes, sino porque traiciona totalmente las expectativas creadas. La historia trataba sobre una chica poseída por el demonio, y uno espera que la chica a) desate el infierno sobre la Tierra o b) alguien la salve a costa de algún sacrificio enorme. El director Daniel Stamm inserta un c) hay una conspiración demoníaca detrás, que carece de cualquier tipo de pista previa y suena a trampa o a guionista cansado que no sabía cómo cerrar el relato. Es un final tan estúpido y anticlimático, que arruina todos los méritos que había hecho previamente el filme.(fin spoilers) Viendo los resultados del balance, El Ultimo Exorcismo no es una mala película pero sí una decepcionante. Desperdicia una oportunidad enorme de hacer algo realmente estremecedor. Hay buenos diálogos, buenas actuaciones, algunos shocks sólidos, mezclados con un par de escenas bobas y un final realmente idiota. Traiciona su naturaleza a último momento, y traiciona las expectativas de los espectadores. Por mi parte, la recomiendo sólo para cuando salga en video; el precio de la entrada no termina por justificar el arruinamiento masivo de expectativas creadas que genera su final traído de los pelos.
EL PROBLEMA DE NO CREER (EN EL CINE) Siguiendo una de las tendencias más de moda en el cine terror de los últimos años, director alemán Stamm intenta contar la ambigua historia de un exorcismo mediante el estilo realista de un falseado registro documental. Como la mayoría de las películas de este tipo, la experiencia resulta fallida. El planteo argumental es tan sencillo como interesante. Un pastor protestante que pasó toda su vida mintiendo descaradamente a sus seguidores, decide montar por última vez su show y mostrar los trucos de su número favorito: el de los exorcismos. Para ello convoca a un equipo de filmación (un camarógrafo y una sonidista), con la idea de registrar tanto la falsedad de sus procedimientos como la credulidad de sus contratistas (la gente le paga para que expulse a los demonios de sus seres cercanos). Así es como llega a la casa de la familia Sweetzer, integrada por el padre y sus dos hijos Caleb y Nell. Esta última es a quien debe exorcizar. Lo sugestivo de todo este asunto es que posiblemente en esta oportunidad deba afrontar un caso de verdadera posesión. Ahora bien, como nunca un film es su planteo argumental sino el conjunto de las resoluciones estético-formales con las que ese argumento es puesto en escena, El último exorcismo pierde todo lo que podría llegar a tener de interesante debido a que limita sus posibilidades expresivas y simbólicas a lo que puede ofrecer ese pseudo-estilo documental que se ha instalado –desgraciadamente- desde la aparición y el éxito de El proyecto Blair witch. Supuestamente, esta manera de filmar (o grabar) aporta una cuota de realismo, y así, al dejar de lado todo lo artificioso de los procedimientos cinematográficos más tradicionales, se consigue un mayor impacto sensorial: en este caso lo que se busca es generar miedo, inquietud, etc. La búsqueda del realismo en la representación cinematográfica ha sido una constante en muchos directores y teóricos, y en general esto se lo ha pensado como una oposición a la supuesta falsedad del cine de corte más clásico. No es este el lugar para analizar y desnudar los errores y malas interpretaciones de esta postura, sin embargo sí corresponde hacer referencia a ella ya que esta moda de filmar películas de horror con un “estilo realista”, documental, es una directa consecuencia –más banal tal vez, y más cínica seguramente- de aquella idea que entiende, o cree entender, que quebrando el modo de representación “clásico” (el creado por el Hollywood de los Estudios, para ser claros) se consigue algo más realista, o directamente más real. El problema central de todo esto es, precisamente, la concepción que esta postura tiene sobre lo que es real y lo que en consecuencia debe ser su adecuada reproducción (realista); esa concepción es mera y crasamente materialista, incapaz de concebir que la realidad se manifiesta también en otros planos que exceden la materia, y que si bien pueden resultar incognoscibles, mediante la experiencia del arte podemos llegar a percibirlos. No hay nada más real entonces que un film al estilo clásico, en el que la creación artificial de un mundo a escala es capaz de brindarnos una experiencia completa, imponiéndole a nuestro ser otro tempo, de alguna manera sacro. Es por ello que en ese cine no vemos -no notamos- un travelling, un corte de montaje; tampoco un mensaje explícito ni mucho menos “el mundo tal cual es”, sino que por medio de sus leyes de representación participamos de una experiencia física y metafísica, de la cual luego, una vez finalizada esa vivencia, extraeremos algunos conocimientos. El sistema narrativo creado por Hollywood ha demostrado ser insuperable en cuanto a su capacidad para brindarle al ser esa posibilidad de vivir, por un instante, una experiencia que de alguna manera sucede entre paréntesis de su temporalidad, pero que sin embargo es parte de la misma realidad. Así, toda película que intenta poner en crisis esos procedimiento estéticos-narrativos no hace más que atentar contra esa capacidad que tiene el cine de brindar una experiencia; sobre todo si está inscripta dentro del terreno de los géneros; y más aún si ese género es el de terror-fantástico, que necesita como ningún otro de crear un clima, una atmósfera. El último exorcismo, en su búsqueda de realismo se ve en realidad más afectada y falsa, porque con su brusquedad no consigue nunca ese clima o atmósfera necesaria para generar la sensación buscada: temor. En definitiva es incapaz de imponer ese tempo otro. Así, las peripecias del falso exorcista y las vicisitudes que se van desarrollando resultan mecánicas, y pese a que hay algún que otro impacto aislado, jamás despiertan terror, temor o temblor. En las películas de este tipo no hay ninguna experiencia cinematográfica. Un sabio alguna vez escribió: “nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos”. El cine fue capaz de aplicar esa enseñanza como ninguna de las demás artes y desarrolló un sistema de representación acorde. El estilo realista de estos pseudos-documentales es su negación. El último exorcismo no sólo no se toma en serio su tema (el del mal), sino que además descree totalmente del cine. Poco ofrece a los sentidos, y nada aporta a nuestro entendimiento. Por último, algo más (aquí revelaremos algún aspecto del desenlace). Hacia el final, el personaje principal, el pastor protestante, sufre un cambio fundamental que lo lleva a enfrentarse cara a cara con la representación maligna en cuestión. Podríamos decir que ese es el centro del film: el hecho de que lo que él cree inexistente, finalmente aparece. El enfrentamiento que surge es fundamental entonces. Sin embargo, tal oposición no podrá ser vista, porque cuando el pastor decide dar un paso adelante, el personaje del camarógrafo (mediante el cual nosotros vemos todo) ¡sale corriendo!, hasta que lo matan. Una decisión tonta e imperdonable. Pero también es un lógico final para una película como esta.
Un sacerdote evangélico, que se pasó la vida haciendo exorcismos, ha perdido la fe: y para documentarlo viaja junto a un equipo de filmación hacia una zona rural de Louisiana, donde vive una niña endemoniada a quien liberar mediante el antiguo ritual. A pesar de ser un argumento re hecho, la peli funciona. ¡Guarda con el diábolo!
Vadre retro, Satanás, de nuevo Curiosa y gratuita propuesta la de El último exorcismo, aunque nadie cree que las posesiones diabólicas terminen con esta película de bajo presupuesto. Ocurre que el reverendo Cotton Marcus, pastor evangelista, se cansó de engañar con el tema del exorcismo y por ese motivo decide que un equipo de rodaje lo acompañe para desentrañar las mentiras que vino acumulando durante años de cruces, rezos e invocaciones al bien para expulsar al mal. Entonces, una cámara lo seguirá a todas partes, especialmente cuando deba sacar al demonio del cuerpo de una adolescente, cuyo padre es un fanático religioso que cree con fervor en la presencia del Maligno. Pues bien, algún susto justificado y otros bastantes discutibles serán los que muestre el trabajo incansable de Cotton, pero también el de una cámara que nunca se queda quieta, más aun cuando la adolescente ofrece su look satánico. Lejos quedaron los tiempos de Linda Blair en El Exorcista y otras posesiones de los ’70 y ’80. El terror actual, que ahorra en dinero e ideas originales, parece sostenerse al estilo The Blair Witch Project y las españolas REC y su secuela: escaleras, pasillos, poca luz, respiración agitada y la sensación de que cualquier escena puede hacerte saltar de la butaca. Ahora bien, en esas películas, de acuerdo a la construcción del espacio cinematográfico, el movimiento de la cámara actuaba como imperiosa necesidad estética. En cambio, para hacer un par de exorcismos, en manos del ya no tan simpático Cotton, ¿es necesario que se mueva tanto como si estuviera manejada por el mismo Satanás? Vamos…
Si crees en demonios, crees en exorcistas... La manera más justa de describir a esta cinta es como "acotada". Sí, se trata de un subgénero explotado, con recursos explotados (sobre todo en la última década), y construcciones narrativas explotadas y ya harto usadas que limitan bastante a la propuesta en sí. No obstante, el clima que genera The last exorcism (2010) puede llegar a ser su mejor escudo defensor ante los amantes del bombardeo de sobresaltos propios del terror que saldrán a desdeñarla por sus carencias y errores técnicos sin recalar en esa creíble parsimonia que posee en el desarrollo de la trama. La forma de presentar el relato es contundente y sorpresiva. Los realizadores no fueron a la fácil asegurando la asimilación de la historia en los primeros minutos, sino que prefirieron una introducción pausada y bien llevada, que al llegar al foco de la cuestión hace a uno pensar "ah, así que para esto estamos acá", indiferentemente de lo que se pueda leer en alguna sinopsis o reseña del film. Esto es un ítem a favor, ya que, insisto, lo que mejor puede hacer referencia a The last exorcism es el concepto de lo acotado, siendo que en tan sólo 87 minutos de metraje se anima a meterse en surcos (no hago referencia a lo bucólico del guión) que en otros proyectos bien podrían haber sido un pretexto para extender la trama, y en este caso se utilizan para dar sentido y explicar los porqués de lo que sucede. Ahora, nos metemos de lleno en el recurso: el famoso falso documental, recientemente explotado por Paranormal Activity (2007), vilmente plagiado por Paranormal Entity (2009) -una de las peores películas en la historia del cine de terror-, inaugurado por Cannibal Holocaust (1979) y popularizado por la épica The Blair Witch Project (1999), entre otros más originales como Cloverfield (2008) que no vienen al caso. Si bien The last exorcism hace uso de este modo de narrar como su mayor carta de presentación (vale más el motivo por el cual se decide filmar que lo que se filme), la película esquiva el recurso propiamente dicho para dar lugar a una vuelta de tuerca interesante en el guión que justifica casi a la perfección el porqué de esa forma de presentar la historia. Es como si en la pre-producción se hayan hecho todos los recaudos pertinentes para que la trama no tenga huecos ni fallas, aunque sí tiene algunas falencias técnicas que pasaremos a mencionar. Eli Roth está en la producción, y ahí es donde podemos notar cierta tendencia hacia el gore al que la película hace referencia en la excelente secuencia en que la protagonista se roba la cámara (literalmente, y figurativamente le corresponde el momento en que se arquea con el cuerpo hasta quedar casi en 90 grados: un distintivo que le corresponderá por siempre) y mata al gato con la misma. Sin embargo, hay otros errores bastante notables que son hasta infantiles, por ende, imperdonables, como tener cortes en las conversaciones manteniendo la fluidez de lo que se diga, o que hayan dos tomas diferentes de la misma acción (supuestamente hay sólo un camarógrafo "documentando" el proceso de exorcismo). Aún así, The last exorcism vendría a cumplir, acotadamente, lo que promete en un principio, e incluso ofrece más. Es que no estamos ante una más de exorcismos; no, para eso está la insuperable The exorcist (1973). Estamos ante una mirada crítica a las creencias religiosas, una interesante reconstrucción del imaginario social que se da en las zonas rurales de Norteamérica, un intento de falsearlo, una premisa reciclable que nada tiene que ver con la temática que se vende, y un desenlace digno de la admiración de aquellos que son amantes del estilo y el subgénero. Justo cuando pensábamos que debíamos creer en demonios para creernos los cuentos casi mitológicos de la parte 'oscura' de la Biblia, nos enteramos que también tenemos que creer en exorcistas. Para eso está esta peli, para analizar si creer en lo que hay que creer. Y, mientras tanto, te da algún que otro sustito...
El día de la bestia Una vez más, la propuesta de ubicar al espectador como testigo principal de hechos terroríficos llegan a la pantalla grande, esta vez de la mano de El último exorcismo. Y no es que la película en sí no tenga nada para ofrecer, pero luego de algunos buenos ejemplos del denominado género Mockumentary (ficciones realizadas en formato documental como si fueran reales), las sorpresas empiezan a caer en la bolsa de los reciclados. La cinta narra la historia del Reverendo Cotton Marcus, un ministro evangélico cuyo abuelo y padre fueron exorcistas. Debido a que Marcus no cree en demonios y fantasmas, ha creado un verdadero espectáculo que incluye efectos especiales para liderar su iglesia y darle a sus seguidores “lo que necesitan”. Decidido a mostrar la farsa detrás de su trabajo, escoge al azar un último caso que filmará al mejor estilo documental para TV, sin saber que esta vez, se enfrenta a algo más grande de lo que imagina. Así acompañado por una microfonista y un camarógrafo (cuyo registro se convertirá en lo que el público ve) se dirige a una granja familiar. Básicamente, la idea de la película es adentrarnos en el show business religioso que el pícaro, tramposo, estafador, pero carismático protagonista ofrece. Para ello, una muy cuidada introducción permite conocer las intenciones y los objetivos de los personajes. Pero lo cierto es que, en el momento en que la historia debe mostrar sus mayores virtudes… algo falla. Porque el film juega de manera muy inteligente con el fuera de campo e incluso utiliza recursos que por momentos pueden ser escalofriantes (la niña poseída con cámara en mano), pero durante la mayor parte del tiempo las intenciones del director alemán Daniel Stamm parecen quedar a medio camino. Porque si el título se emparenta de manera obvia con El Proyecto Blair Witch y El exorcista, no logra ni la sorpresa del primero, ni –por supuesto- el efecto del segundo. De todas maneras tampoco causa esa sensación de claustrofobia que hizo grande a la primera [Rec], ni le encuentra la vuelta narrativa que sí tuvo la decepcionante Actividad Paranormal. De todas maneras, y esto hay que reconocerlo, las interpretaciones de los personajes principales (Patrick Fabian y Ashley Bell como reverendo y poseída respectivamente) son puntos que hacen creíble un film que, de otra manera, hubiera caído en el estrepitoso ridículo. Producida por Eli Roth (director de la saga Hostel y amigo/aprendiz de Quentin Tarantino), El último exorcismo intenta merodear en un campo ya demasiado explotado. Atrapado entre El bebé de Rosemary, Holocausto Caníbal y El exorcismo de Emily Rose, invita a debatir con los polémicos temas que toca (violencia en la familia, armas en Estados Unidos y, por supuesto, la fe como un recurso económico) para generar diferencias respecto a un final que, por apresurado y poco eficaz, invita a varias lecturas. Por el resto, sólo una película que no logrará revitalizar el ya vapuleado género de terror en el cine norteamericano.