La pirotecnia antes que el desarrollo. Estamos frente a un producto clase B -destinado en esencia al consumo hogareño- que por estas latitudes consigue abrirse paso hacia las salas cinematográficas, por obra y gracia de la distribución local. Como era de esperar, considerando los responsables de turno y la larga tradición de esta vertiente semi indie, Exorcismo (Exeter, 2015) no llega a ser del todo mala pero tampoco se ubica en el terreno de una película en verdad interesante, quedándose en una medianía con tantos puntos a favor como en contra. Los primeros minutos explicitan que el contexto del relato es una otrora escuela para mentes perturbadas que derivó en un campo de concentración dedicado a “descartar” niños con patologías severas, lo siguiente por supuesto es una fiesta de adolescentes lelos y drogones que termina en una carnicería vinculada a las almas en pena, una sesión espiritista y esa posesión que nunca puede faltar. Vale aclarar que hablamos del primer opus “personal” del realizador Marcus Nispel, un especialista en los ámbitos de la publicidad y los videoclips cuya carrera hasta este instante acumulaba el telefilm Frankenstein (2004) y la friolera de cuatro remakes consecutivas, para colmo todas de muy alto perfil: La Masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003), Conquistadores (Pathfinder, 2007), Viernes 13 (Friday the 13th, 2009) y Conan, el Bárbaro (Conan, the Barbarian, 2011). El alemán sigue demostrando su talento a la hora de ofrecer truculencias, acechos histéricos, escenas de acción y cualquier momento de suma intensidad; lamentablemente la contraparte de todo ello es su total incapacidad en el arte de redondear personajes con carnadura, sorprender con vueltas de tuerca o hacer avanzar la trama con elementos que destruyan la monotonía y/ o la espiral de estereotipos del género. Aquí el director por fin se decidió a escribir la historia de base que a su vez inspiró el guión definitivo de Kirsten McCallion, un trabajo bastante limitado que ni siquiera tiene la decencia de ahorrarnos esa introducción horrible -y súper estandarizada por estos días- centrada en jovencitos descerebrados puteando y hablando de sexo (en otras épocas menos conservadoras las palabras hubiesen dado paso a la “acción” inmediata, hoy casi todo en el terror es abstracción berreta para púberes y adultos pusilánimes). Un dato peculiar, que dice mucho acerca de la venta en el mercado internacional de productos marcados por la indiferencia como el presente, es que Exorcismo tuvo tres títulos en inglés: además del ya citado Exeter, se la conoce también como Backmask y The Asylum, una verdadera rareza considerando que de hecho los títulos anglosajones suelen unificar criterios de distribución. Resulta de lo más curioso que en esta ocasión Nispel termine embarrado en una situación en la que se invierten sus problemas de antaño: mientras que antes dilapidaba personajes a priori atractivos debido a que no sabía matizar las emociones ni construir un desarrollo a la altura de las mismas, ahora sí encontramos una suerte de idea detrás del progreso dramático, relacionada con los abusos y la venganza posterior; no obstante nuevamente el esquema se echa a perder por la obsesión del señor para con la pirotecnia visual, un apartado en el que su erudición es indiscutible (hoy más que nunca este detalle pasa al primer plano porque el bajo presupuesto de Exorcismo frenó en gran medida la utilización de CGI, lo que por cierto no evita que Nispel se luzca al momento de los asesinatos vía la inteligencia de la edición). Aun así, el film no consigue escapar de su propio atolladero…
La carrera del realizador Marcus Nispel es particular. Por un lado es uno de los productores de cine de terror más importante de la década del ochenta del siglo pasado y luego tomó notoriedad como director al ponerse detrás de cámaras de uno de los videos musicales más famosos de todos los tiempos “Spice up your life” de las Spice Girls. En ese abanico, que además le permitió dirigir algunas cintas épicas como “Pathfinder” o “Conan”, su carrera nuevamente viró al cine de género al dirigir el reboot de “Viernes 13” y nuevamente buscar proyectos más personales que lo identifiquen con sus orígenes. Así llegamos a “Exorcismo” (USA, 2015) que en su título original “Exeter” refiere al hospicio en el que los hechos narrados cobrarán acción a partir de una clásica estructura que reposa la historia en un grupo de jóvenes, cada uno con su característica y particularidad, que intentarán buscar respuestas sobre los extraños sucesos que acontecieron en el lugar décadas atrás. Exeter fue, en principio, un lugar inclusivo que intentó bregar por los derechos de los niños con capacidades diferentes. Respondiendo a la Iglesia Católica, dentro de él se implementaron algunos de los más revolucionarios experimentos “educativos” para poder paliar las carencias de los pequeños, pero, con el correr del tiempo, el lugar terminó por virar en un sangriento hospicio en el que miles de niños fueron sacrificados ante la imposibilidad de contenerlos y de querer ayudarlos. Allí llegarán los jóvenes a una noche de fiesta extrema pese a la reticencia de Patrick (Kelly Blatz), el más sensato de todos, quien ve con malos ojos el estar en ese lugar sin permiso del padre Conway (Stephen Lang), encargado de las tareas de refaccionamiento y limpieza para poner en funcionamiento el lugar nuevamente. Pero nadie le hace caso, y mucho menos Rory (Michael Ormsby), su hermano menor, quien esa misma noche terminará siendo poseído por un espíritu luego de jugar con un disco encontrado entre la basura de Exeter. Luego de esto la película virará hacia los intentos denodados por parte de los jóvenes por salir con vida del lugar, tarea nada fácil ya que el mismo cobrará vida para evitar dejarlos con escapatoria alguna. Patrick se convertirá en una especie de líder, y junto a Reign (Brittany Curran), una aguerrida y espontánea muchacha, inentarán conseguir una vía que les posibilite, primero: salir con vida de Exeter, segundo: lograr revertir la posesión de Rory. Pero las vueltas del guión, claramente, complicarán todo, y aquello que por un lado se creía de una manera, al segundo se modifica, virando la historia de estos jóvenes a un carnaval sangriento en donde el trazo grueso es la marca más presente, pero también la que permite disfrutar la historia desde el primer momento. Nispel sabe que no está dirigiendo la obra maestra del género, pero justamente su tarea es conducir con habilidad a este gripo de inexpertos actores hacia un lugar en donde el regodeo por la sangre, las vísceras y el slasher, estará presente para generar el placer en los espectadores, que si son amantes del género, saldrán satisfechos de esta sesión de exorcismo y muerte.
El director Marcus Nispel es conocido por las remakes de terror que hizo de La masacre de Texas (en 2003) y Viernes 13 (en el 2009). Ahora llega por primera vez con una historia original suya. La película comienza con un poco de la historia sobre el lugar en el que se va a suceder: un antiguo asilo para gente con problemas mentales. Un lugar que en algún momento funcionó como centro de ayuda pero que tras la fuerte demanda se terminó convirtiendo más que nada en un sitio donde resguardaban a “locos”, los tenían encerrados ya sin preocuparse por su tratamiento. Como muchas de estas películas de terror, los protagonistas son un grupo de adolescentes poco inteligentes que la primera de muchas ideas increíbles que tienen es la de hacer una fiesta en este lugar abandonado y en ruinas. La segunda, es la de escuchar, jugando, una canción con aparentes mensajes satanistas al reverso. Los problemas comienzan cuando el hermano menor del protagonista es poseído. Desde acá es que se siente que todo sucede de manera rápida e ilógica, simplemente para que la historia vaya por donde la guionista Kirsten McCallion, quiere que vayan. No hay un segundo de cuestionamiento cuando se lo ve al chico actuando raro. “Está poseído”, dice la chica protagonista de la nada. Y claro, como su título en nuestro país lo indica, hay un exorcismo. Pero no estamos ante nada más alejado que El Exorcista, por más que haya un Padre Conway en la historia. El exorcismo apenas toma unos minutos de pantalla y es realizado a través de un DIY (Do it yourself – Hágalo usted mismo) que encuentran en internet. Acá, un punto extraño de la película. Algunas partes graciosas y chistes funcionan como si la intención fuera hacer más bien una parodia a una película de terror, pero esto sólo sucede de a ratos. El resto del tiempo nos hace creer que estamos realmente ante una mala película. La construcción de personajes es bastante pobre y estereotipada. Y ninguno de ellos tiene algo que los haga queribles, en general no nos importan y queremos que los maten de una buena vez. No hay un porcentaje de identificación posible con algunos de ellos. Hay un presupuesto notoriamente bajo, se nota, pero esto no debería ser una razón para que se la sienta mal editada y dirigida, más allá de algunos efectos que no están mal. En resumen, Exorcismo es ante todo una película poco inspirada. Entre clichés, lugares comunes, y un guión forzado y que hace aguas por todos lados. Si quieren ver una buena película de terror metalera, recomendaría “The Devil’s Candy”, lástima que no creo que nunca llegue a estrenarse.
Los guiños a películas conocidas del género se acumulan en esta película de terror que combina posesiones, tableros ouija, destripe y humor negro. El resultado es desparejo y convencional. Con las intenciones de reflotar el terror ochentoso y con todos los clichés que el espectador pueda imaginar reaparece el director alemán Marcus Nispel, el mismo que tuvo interesantes resultados de taquilla con las remakes de La masacre de Texas -2003- y Viernes 13 -2009-, y también se paseó por la aventura en Conan. Los refritos de clásicos son sus preferidos. En Exorcismo -The Asylum-, que también circula con otros títulos como Exeter y Backmask, el terror adolescente es el centro de la propuesta y los guiños a películas conocidas del género se pueden encontrar a lo largo de una hora y media. Un viejo asilo donde se realizaban experimentos décadas atrás es el lugar ideal para que un grupo de jóvenes adictos a YouTube llegue para hacer fiestas: el chico inteligente, el escúalido, el gordito con anteojos, el que se pasa con las drogas y las amigas sexys, comenzarán a experimentar que no están solos en el lugar e irán cayendo, uno a uno, como moscas. Claro que hay alguien que filma todo -no podía ser de otra manera- y un alma en pena que deambula por los lúgubres y sucios pasillos del espacio ahora clausurado. Un sacerdote -Stephen Lang- también es de la partida, como así también las posesiones demoníacas, las levitaciones y el tablero ouija. Todo en una misma película que, desde el comienzo, resulta inverosímil cuando los chicos quedan atrapados en el lugar. SiExorcismo tiene algunos momentos rescatables, rápidamente se opacan con el clima juvenil que se torna insoportable, el humor negro que está siempre presente y una -exagerada- mezcla de elementos fantásticos que hubieran alcanzado para hacer varias producciones. A las situaciones forzadas del comienzo -mensajes satánicos grabados en la música-, y a las cintas como testigos del horror y un personaje que asegura "esto es un cliché", se suma un final que explica demasiado, pierde puntos y no pasa de algunos sobresaltos potenciados por la música. Tampoco es cuestión de tomársela demasiado en serio...
De masacre en masacre El director de las remakes de La masacre de Texas, Viernes 13 y Conan, el bárbaro rodó un film cuya historia es sólo una excusa para una auténtica carnicería humana. El lanzamiento de #Exorcismo (¿cuál es el sentido del numeral?) en los cines argentinos es una auténtica rareza: sus antecedentes muestran que se estrenó en casi todo el mundo en formatos hogareños y tuvo ¡tres! nombres en inglés para su distribución internacional. En la pantalla, en cambio, la anomalía no es tal: se trata de otro film de terror plagado de fórmulas y automatismo. El film del hasta ahora “especialista” en remakes Marcus Nispel -el CV incluye La masacre de Texas (2003), Viernes 13 (2009) y Conan, el bárbaro (2011)- transcurre en una vieja escuela para niños con problemas psicológicos devenida en una suerte de hospital semiabandonado y a cargo de la Iglesia. Allí un grupo de adolescentes organiza una fiesta que, obvio, termina mal. La traducción local del título original (Exeter) es inexacto. Los jóvenes irán cayendo uno tras otro no en manos del diablo, sino de “ex alumnos” dispuesto a una venganza, excusa perfecta para una carnicería digna de Hostel, una dosis mínima de suspenso y algún que otro susto menor.
Esta peli me suena Un trillado cóctel de elementos de películas de terror que resulta cómico involuntariamente. Si bien jamás podríamos decir que es una experiencia recomendable, a #Exorcismo se la puede ver con diferente grado de sufrimiento según cómo nos la tomemos: como película de terror es decididamente mala, pero como comedia no se puede dejar de reconocerle algunos momentos lúcidos. Si vamos por el primer camino, una vez más es inevitable preguntarse si el terror es un género extinguido, condenado a la eterna repetición de tres o cuatro fórmulas. ¿Cuántas veces vimos a un grupo de adolescentes que termina encerrado en una casa embrujada, donde un espíritu, demonio o lo que fuera, los somete a los peores tormentos? Esta es otra vez la premisa, mezclada con un cóctel de grandes éxitos del rubro. Hipótesis: el director Marcus Nispel es un experto en remakes -dirigió La Masacre de Texas de 2003, la Viernes 13 de 2009 y Conan, el bárbaro, de 2011- y, como tal, no puede parar de rendir “homenajes”. Entonces, hay una suerte de documental o noticiero de época que explica los terribles sucesos que ocurrieron décadas atrás en esa mansión; hay un cura misterioso; hay filmaciones encontradas; hay una camarita de mano; hay un monitor que muestra lo que sucede en otro cuarto; hay una tabla ouija. Y hay, también, para colmo de los colmos, una posesión -con su consecuente exorcismo- calcada de la de Linda Blair, que fue toda una novedad... hace 43 años. Lo que hace soportable el asunto es que provoca, hay que admitirlo, algunas risas. Algunas, muy pocas, buscadas; la mayoría, involuntarias. Pero ¿a alguien le importa si nos reímos con o nos reímos de? La cuestión es reírse, y ese púber poseído, tan parecido a un gnomo espástico, consigue tentarnos. O también ese sacerdote estrolado contra el parabrisas de un auto, con cara de estreñimiento feroz. Hasta en el charco más hediondo puede encontrarse algo de belleza; sólo hay que saber mirar (y conformarse con lo que hay).
En Exorcismo un grupo de adolescentes en busca de emociones fuertes realizan una fiesta de sexo y drogas en un manicomio abandonado. Allí encuentran un viejo disco de vinilo. Al escucharlo al revés, tratando de descifrar mensajes subliminales y satánicos invocan a un antiguo demonio que comenzará a poseerlos uno por uno. Esta cinta de horror de bajo presupuesto nos llega de la mano del director alemán Marcus Nispel, quien con poco logra momentos truculentos. Homenaje al terror adolescente de los ochenta, con escenas de dudoso humor negro y personajes poco empáticos que van muriendo uno tras otro, se vale de los clichés del género para narrar una historia recurrente que no aporta nada nuevo al horror moderno.
Que una película de horror como Exeter llegue a las salas locales no es novedad alguna. Disponible en mercado hogareño hace muchos meses en otros territorios del mundo y con un prontuario bastante preocupante de cambio de nombres -primero se filmó bajo el nombre Backmask y luego The Asylum en algunos lugares, hasta el ridículo nombre Projecto 666-, tiene como nombre de estreno en nuestro país #Exorcismo, como si ese numeral le agregara un costado generacional y popular en las redes sociales que necesitase con urgencia. Por un lado el marketing no está equivocado, por el otro no hay sorpresa alguna en una película que debería haber seguido su camino al DVD y al sillón de la casa. Lo único que ayuda un poco al último film de Marcus Nispel, director de las remakes Conan the Barbarian, Friday the 13th y The Texas Chainsaw Massacre -lejos, su mejor película- es esa puesta en escena casera y casi videoclipera que acompaña a toda la pobre narrativa presente. Un grupo de amigos no tiene mejor idea que hacer una fiesta estilo Projecto X en un manicomio abandonado en plena reparación, y en el camino despertarán una fuerza maligna que irá acechando a cada uno de ellos. Nada del otro mundo, nada que no se haya visto antes y en mejores condiciones, pero el costado despreocupado, sucio y mancillado que aporta tanto el manicomio como sus decadentes visitantes se deja ver, al menos. Este grupo de amigos, drogados y borrachos a más no poder, eligen hacer una sesión de espiritismo bastante improvisada, para luego decidir realizar un exorcismo cuyas reglas encuentran en un video en Internet. Todas las decisiones que tomen, de ahí en más, son pobrísimas, y el resultado no se hace esperar mucho. No tenemos que empatizar mucho con estos prospectos de adultos como espectadores, sino reirnos de ellos y su falta de carácter. Las muertes irán sucediéndose en escala, algunas decepcionantes y otras fabulosas, pero en definitiva, nada nuevo bajo el sol. La trama es muy trillada para sostenerse en el aspecto visual, que Nispel ha ido mejorando según los años pero que acá está en modo automático. Cualquier espectador con un poco de sentido común adivinará cada vuelta de tuerca del guión de Kirsten Elms, quien ya guionó la muy decepcionante Texas Chainsaw 3D hace unos años, y no se sorprenderá mucho con el resultado final. Exeter tiene alguna que otra muerte convincente y de buenos efectos prácticos, un escenario tétrico y venido a menos que ayuda a la trama, pero una historia demasiado cliché que desperdicia a un genial actor secundario como Stephen Lang y lo mortifica durante hora y media, tanto como al arriesgado espectador que elija sentarse en una butaca a perder el tiempo en su simplona y ya muy vista narrativa de exorcismos. Están avisados.
Exorcismo es el primer proyecto original para cines del pibe remake, Marcus Nispel, quien en los últimos años fue responsable de los refritos de La masacre de Texas, Pathfinder y Martes 13. Su última producción fue la última entrega de Conan, el bárbaro protagonizada por Jason Momoa. Con este nuevo trabajo volvió al género de terror y la verdad que el film no hace completamente nada por escaparle a la mediocridad en la que está estancado este tipo de cine. Salvo que tengas nueve años y no hayas visto demasiadas propuestas de horror es muy difícil que esta historia te cautive por las escenas de miedo y las situaciones de posesiones demoníacas. Exorcismo es un film pobre protagonizado por personajes adolescentes estúpidos que no aporta ningún elemento original o interesante a una temática que no da para más. El director Nispel construyó su relato con un reparto de actores horrendos y un guión que presenta numerosas situaciones tontas que generan más risa que miedo. En este caso los protagonistas, sin ningún tipo de experiencia en el tema, llegan a practicar un exorcismo con la información que encuentra en un celular, que además tiene la mejor conexión WiFi en la historia del cine. Si ese nivel de idiotez no te molesta, tal vez puedas engancharte un poco más con la historia, pero es complicado. La película toma como referencia el concepto de posesión satánica de Evil Dead, de Sam Raimi, para trabajarlo de un modo torpe, donde el director se limita a copiar escenas que vimos miles de veces en relatos similares. Una típica producción de bajo presupuesto, realizada sin ganas, que está destinada a un público muy poco exigente que sigue consumiendo este tipo de propuestas. La verdad que Exorcismo no vale la pena, al menos como para invertir una entrada al cine.
Mala, barata y encima aburrida Se está volviendo difícil escribir una crítica sobre una película de terror. Se está volviendo muy difícil no caer en el lugar común de decir que el 90% de ellas (tal vez más) son una sucesión de lugares comunes, de escenas repetidas, ya vistas no en una, sino en ese 90 por ciento de las películas de terror estrenadas previamente. Se está volviendo difícil y por eso mismo es un desafío. Dentro de esa gran bolsa de productos indefendibles está #Exorcismo, una película cuyo único y modestísimo mérito, si hubiera que esforzarse en encontrar alguno, sería quizá la locación en la que fue filmada, un edificio enorme y abandonado que ofrece una gran variedad de espacios, ideales para dar atmósfera a una película que en principio se propone asustar. En qué medida lo consigue o no, ya es otro tema. Justamente, esa riqueza de espacios hace pensar que este film dirigido por Marcus Nispel cuenta con un presupuesto muy superior al que seguramente tuvo, porque está claro que se trata de una película barata. Es decir: mala y barata.#Exorcismo es un clásico exponente de lo que a esta altura se podría bautizar como “Diabloxploitation”, una más de una lista infinita de títulos que vuelven sobre el tema de las posesiones demoníacas y los exorcismos. Por eso para los seguidores del género de terror no será difícil ir adelantándose a los pasos que la trama vaya dando. Hay un único momento en que parece que el relato se saldrá del molde a través de la comedia, cuando el adolescente grupo de protagonistas intente sacarle el diablo del cuerpo al poseído de turno, siguiendo las instrucciones de una página web que ofrece un tutorial de “Cómo hacer tu propio exorcismo”. Sin embargo, la cosa naufraga enseguida al volverse evidente que el humor es apenas un accidente y que en realidad no está dentro de los planes de Nispel aquello de tomarse las cosas a la ligera, con menos seriedad, algo que habría mejorado (y mucho) el film. Repasando, entonces, ya se ha dicho que #Exorcismo es mala, barata y también aburrida. Y eso ya es imperdonable, porque el cine (y sobre todo el cine de terror) está lleno de ejemplos de películas malas y baratas que son entretenidas de ver. Pero contra el aburrimiento no hay antídotos.
Todos los lugares comunes Repleta de clichés del cine de terror, #Exorcismo no asusta más que por efectos de sonido fuertes y sorpresivos. Los personajes no tienen rasgos personales, sólo responden a tipos prefabricados del género y las interpretaciones no hacen mucho por agregarles valor. La historia comienza con el suicidio de una mujer y, después de exponer de forma bastante perezosa la información que el espectador necesita, comienza la verdadera acción. Un grupo de jóvenes aprovecha un asilo abandonado, con un siniestro historial de maltrato hacia sus pacientes, para hacer una fiesta. Patrick (Kelly Blatz), que trabaja con el sacerdote que está a cargo del lugar, intenta convencer a sus amigos de que se vayan hasta que conoce a una chica (Brittany Curran) y decide quedarse. Alentados por el alcohol y alguna otra sustancia, los chicos hacen un juego de ocultismo y uno de ellos es poseído por un espíritu maligno. No les queda más que sobrevivir como sea y realizar un exorcismo amateur. Los toques de humor redimen un poco a la película de Marcus Nispel, quien fue el encargado de las remakes de La masacre de Texas y Viernes 13. Por momentos hay una conciencia del material con el que se está trabajando y se juega con el ridículo de algunas situaciones, como la inclusión de un tutorial de Internet para hacer un exorcismo o llevando al gore extremo una escena en la que la cara de una persona es rebanada por la mitad con una hoz. También hay una divertida idea de mezclar características de varios subgéneros del terror, como la película de posesión, la de lugares embrujados y el slasher juvenil. Pero todo esto queda sin desarrollarse y se abandona toda ambición rápidamente, con el resultante de una película apenas aceptable para un pijama party adolescente.
Delaer devil. El alemán Marcus Nispel se sumerge con #Exorcismo -2015- en tópicos ya trillados del género y con un declarado film clase B, desde las intenciones y la producción, consigue un producto con cualidades y defectos, que engrosa una gran lista de películas directas al olvido.
¿Y dónde está el exorcista? Vivimos en una época de pocas certezas. No sabemos si mañana va a llover o no, si va a subir el dólar, si nos vamos a poder ir de vacaciones y demás… pero una cosa es segura: mientras haya adolescentes en el mundo va a haber una dupla de productor y director dispuestos a generar un promedio de 90 minutos de película que incluyan drogas blandas, fiesta, sexo premarital, sangre, muertes evitables y muchas malas decisiones. Un poco de todo esto nos entrega Exorcismo (Exeter, 2015), lo nuevo de Marcus Nispel, responsable de las cuestionables remakes La Masacre de Texas (2003) y Viernes 13 (2009). En este caso Nispel intenta contar una historia original, con todas las acepciones posibles que la palabra permita, y nos presenta a Patrick, un joven que colabora con una iglesia limpiando un antiguo instituto psiquiátrico cerrado desde hace décadas, donde trataban de forma poco ética a jóvenes con problemas. Como el canon de las “scary movies” sugiere, el protagonista cederá a la presión de sus amigos y armará una fiesta en dicho instituto. Y si elegir un lugar tan tenebroso no fuese lo suficientemente desafiante, los chicos deciden jugar con espíritus, exorcismos y todo un compendio de tropos del género embutidos en la historia por los guionistas. A causa de esto, un espíritu demoníaco comienza a poseer a los jóvenes, matándolos uno por uno. Es inevitable percibir ínfulas de Diabólico (The Evil Dead, 1981), La Noche del Demonio (Insidious, 2010) y -por supuesto- El Exorcista (The Exorcist, 1973), algo que no nos sorprende. Lo que si llama la atención es que a pesar de contar con todas estas obras previas como referencia obligatoria, Nispel no logra entregar una historia mínimamente original ni interesante. El foco cambia constantemente: de a ratos nos da un film sobrenatural, a cuentagotas se aproxima a la posesión demoníaca, intenta ser incluso autoparodia por momentos, pero nunca encuentra un tono medianamente aceptable. Desde lo estrictamente audiovisual, el montaje nunca ayuda a conformar satisfactoriamente el espacio de acción, nunca sabemos con exactitud dónde están los personajes ni las dimensiones reales del lugar en el que se encuentran. El trabajo de cámara tampoco aporta mucho a la causa y la edición no logra dar una cohesión dinámica a la sucesión de planos. Algo bastante alarmante al tratarse de un director que lleva un tiempo considerable en la industria. Todas las cuestiones técnicas podrían ser perdonadas si tuviésemos por lo menos una lógica interna coherente, pero hasta el espectador más permisivo tendrá problemas para dejar pasar una sucesión interminable de gafes que nos hacen desear que el mismísimo Diablo nos posea o haga algo que nos permita olvidar todo esto lo más rápido posible.
Una película de terror que es de terror Los porcentajes de sangre y mutilaciones habían caído bastante en las acciones de las películas de terror en los últimos años. Y cuando uno ve Exorcismo entiende la razón de esa caída del índice de hemoglobina en la rentabilidad del género. Simplemente no funciona o sólo funciona en algunos productos de clase C elevados a íconos contraculturales. Exorcismo pretende fusionar el terror sangriento con el sobrenatural, algo así como un cóctel entre El exorcista y La Masacre de Texas (Marcus Nispel dirigió la remake, con Jessica Biel, en 2003), con el añadido obvio de protagonistas juveniles. No lo logra en absoluto. Lo único rescatable es la escenografía del interior del manicomio donde transcurre casi toda la acción. La búsqueda de una inmediata empatía generacional vuelve burdo el proyecto de Nispel, un director que ya traspasó los 50 años y que se revela incapaz de meterse en la mentalidad de los jóvenes millennials, salvo que suponga que esa mentalidad se reduce a manipular artefactos electrónicos y todo tipo de estupefacientes. El guion, que parece escrito para un cortometraje, fue alargado a la fuerza, con situaciones que se repiten con leves variantes, y sobre la base del ya perimido esquema de suspenso de ir matando uno por uno a los personajes, aunque de formas tan poco imaginativas que uno llega a sentir nostalgia por las hermosas torturas de la saga El juego del miedo.
De masacre en masacre El director de las remakes de La masacre de Texas, Viernes 13 y Conan, el bárbaro rodó un film cuya historia es sólo una excusa para una auténtica carnicería humana. El lanzamiento de #Exorcismo (¿cuál es el sentido del numeral?) en los cines argentinos es una auténtica rareza: sus antecedentes muestran que se estrenó en casi todo el mundo en formatos hogareños y tuvo ¡tres! nombres en inglés para su distribución internacional. En la pantalla, en cambio, la anomalía no es tal: se trata de otro film de terror plagado de fórmulas y automatismo. El film del hasta ahora “especialista” en remakes Marcus Nispel -el CV incluye La masacre de Texas (2003), Viernes 13 (2009) y Conan, el bárbaro (2011)- transcurre en una vieja escuela para niños con problemas psicológicos devenida en una suerte de hospital semiabandonado y a cargo de la Iglesia. Allí un grupo de adolescentes organiza una fiesta que, obvio, termina mal. La traducción local del título original (Exeter) es inexacto. Los jóvenes irán cayendo uno tras otro no en manos del diablo, sino de “ex alumnos” dispuesto a una venganza, excusa perfecta para una carnicería digna de Hostel, una dosis mínima de suspenso y algún que otro susto menor.
Parece mentira pero éste estreno tiene tres “comienzos”, lo cual ya de por sí plantea algo distinto. En el primero, una hermosa muchacha curvilínea pone un disco, camina semidesnuda por la casa. La vemos alejarse de la cámara mientras se contorsiona al ritmo, llega a su dormitorio se arrodilla al lado de la cama toma algo duro, negro y rígido y se lo lleva a la boca. Acto seguido, se pega un tiro y se suicida. Ese shock funciona a la perfección para el enganche. Es sencillo y efectivo. El segundo comienzo se presenta como una suerte de extracto de “Sucesos Argentinos” que describe la historia del Asilo Exeter, que nació para contener a chicos con retrasos mentales y otras patologías, pero luego se fue superpoblando, a los chicos se los maltrataba, les daban electro shock, los mataban y luego los enterraban en un cementerio a la vista. El propio noticiero se encarga de avisarnos que “se rumorea que las almas en pena de las víctimas rondan por los pasillos de este Asilo que terminó incendiándose y clausurado en los ‘70”. En el siguiente segmento da comienzo, por fin, “Exorcismo”. El padre Conway (Stephern Lang), a cargo de la iglesia local, anda con ganas de remodelar el lugar de apoco y convertirlo en algo útil a la sociedad. La idea es avanzar con la ayuda de Patrick (Kelly Blatz), un adolescente que anda con la testosterona por las nubes, al igual que sus amigos quienes, al enterarse de la existencia del lugar, la lejanía de los vecinos, y la consiguiente ausencia de la policía, deciden tirar la casa por la ventana y organizar una fiesta nocturna con rock and roll a todo volumen, alcohol de todas las graduaciones posibles, y drogas de todos los colores y efectos posibles. Se van al carajo con la reunioncita, al término de la cual quedan los que más aguante tuvieron durante toda la noche. Knowles (Nick Nicotera), Brad (Brett Dier) y su chica de turno Amber (Gage Golightly), Drew (Nick Nordelia), el propio Patrick con su hermano Rory (Michael Ormsby) y una chica que conoció en medio del toletole, Reign (Brittany Curran). La banda sigue bajo los efectos de lo consumido, pero la charla deriva en contar lo que pasó en el lugar décadas atrás y por alguna razón terminan queriendo hacer levitar a Rory mediante un ritual satánico. El diablo no se hace esperar. “Exorcismo” tiene la saludable auto conciencia de saberse un homenaje al cine de terror de los ochenta, con una clara referencia a la brillante “¡Qué no se entere mamá!” (1987), pero, en lugar de vampiros, con posesiones diabólicas. El parentesco entre ambas se da, más allá de los casi treinta años que las separan, en la complicidad para entenderlas como una lectura frente a una adolescencia que le abre la puerta a los excesos. Está claro que el argumento de éste estreno pasa por otro lado. Aparece el humor. Varias veces, y de manera muy efectiva, cuando se juegan situaciones insólitas con atropellos o las maneras torpes en las que se dan algunas muertes. El director Marcus Nispel, otrora responsable de relanzamientos como “Martes 13” (2009), o “La masacre de Texas” (2003), hace su película mejor balanceada en términos de suspenso, sobresaltos (¿hasta cuándo los ruidos fuertes?), un gran manejo del humor en situaciones extremas (“el monstruo escribió en el techo con sangre, no tiene problemas de comunicación”, dice alguien en un momento), y fundamentalmente una buena capacidad de lectura de la juventud contemporánea porque, en definitiva, todo este incordio es producto de decisiones afectadas por los excesos. El elenco está realmente muy bien incluido, un tétrico y rígido Stephen Lang que sabe de este oficio y con dos o tres apariciones le alcanza. Todo el trabajo artesanal de efectos especiales tiene su momento de brillo junto a la dirección de fotografía que logra hacer de la locación un personaje más. “Exorcismo” tiene los buenos elementos del género y ese ADN ochentoso con aire naif que se mezcla notoriamente con los códigos de esta época. Punto a favor para el terror.
Que vuelva Linda Blair Cuando un tema es tan recurrente y las ideas se toman vacaciones, es casi imposible crear una buena película. Y eso es lo que le pasó a Marcus Nispel con “Exorcismo”. Desde “El exorcista”, de William Friedkin, hasta aquí, todos los intentos de empardar aquella producción protagonizada por Linda Blair en 1973 fueron vanos. Apenas “El exorcismo de Emily Rose” (2005) salvó las papas, pero nada más. En esta ¿nueva? propuesta, se apostó a seducir al espectador con el gancho de un grupo de amigos, amantes del descontrol, que deciden ir a un asilo de huérfanos abandonado para organizar una festichola. Como corresponde, todo se complica cuando en medio de un ritual pagano, y con las defensas bajas debido a los efectos del alcohol y las drogas, agarran al chico más débil para convocar a los demonios. El pibe no sólo levita y se contorsiona, sino que libera su instinto asesino. Lo peor es que el diablo después va tomando otras víctimas para hacer de las suyas y todo sucumbe en una espiral tan previsible de sangre a chorros, caras cortadas y estómagos flagelados que aburre. El terror no aparece y se reincide en los tips del género de crear suspenso donde no lo hay. El final intenta dar una vuelta de tuerca, pero llega tan tarde como esta película a la saga de fracasos post “El exorcista”. Volvé Linda Blair, te perdonamos.
De terror y para poco exigentes #Exorcismo” es la clásica película para adolescentes que utiliza más sensacionalismo que contenido. El contexto en que se produce la historia es simple excusa. El asunto, en lo que a #Exorcismo atañe, resulta el mismo de innumerables películas de terror destinado a público adolescente: ofrecer un entretenimiento banal, con base en juegos peligrosos que involucran a espíritus, en medio de una fiesta con mucho sexo y drogas involucrados que termina desbarrancando. Puro sensacionalismo, este producto del germano-estadounidense Markus Nispel, se aproxima mucho más a un trabajo realizado para la vieja televisión que para el cine actual. El director que tiene en su haber productos variables e igualmente fallidos como Conan el Bárbaro (2011), Viernes 13 (2009), El guía del desfiladero (2007) o La Masacre de Texas (2003), entre unos pocos títulos, comienza narrando un relato de cierto interés, en el edificio de un antiguo hospital psiquiátrico para jóvenes que la iglesia quiere rescatar para convertir en un espacio de acción social. El conflicto aparece cuando los seis más descarriados del pueblo deciden hacer una fiesta multitudinaria que concluyen con un juego de invocación a espíritus que termina mal. Hasta allí, nada es demasiado prometedor pero se sostiene. Pero a continuación, la disparidad narrativa, situaciones repentinas e inverosímiles y una necesidad de impactar a fuerza de imágenes que ya no asustan y volúmenes que molestan por sobre lo que enfatizan tornan la visión de este espectáculo escasamente soportable para un público que busque novedad a cambio del ticket pagado. Sugerencia al tanto: salvo que quien pague sea un adicto al terror sin mayores exigencias, vale chequear otras opciones en cartelera.
De la mano de Marcus Nispel, el cineasta encargado de llevar a cabo los reinicios de La Masacre de Texas, Viernes 13, Conan El Bárbaro y algunos fracasos más, nos llega esta nueva producción en la que unos adolescentes deciden hacer una fiesta en un asilo para enfermos mentales abandonado y con un espíritu que asola el lugar, con resultados catastróficos para sus participantes. En el hospicio Exorcismo (o #Exorcismo, tal como dice el póster) llega para sumarse a la infame lista de películas de terror –o que al menos intentan serlo– que cada año nos llegan desde distintos puntos del globo terráqueo. Lamentablemente el género está tan en decadencia que los productores –en su mayoría– no deciden ponerle muchas ganas a este tipo de cintas y utilizan la clásica formula: adolescentes cenutrios preferiblemente drogados –pero facheros–, una casa sola y un juego satánico del que saldrá todo el mal. La película cuenta con un inicio que automáticamente nos trae reminiscencias de otra producción de Marcus Nispel, La Masacre de Texas, en la que en un video algo viejo y una voz en off nos relata lo sucedido en aquel lugar donde se llevarán a cabo los lamentables hechos narrados en la cinta. Hay que destacar que la trama propone un buen trasfondo histórico, en el que los hechos que suceden al menos intentan tener algo de sentido. Lo más destacable de Exorcismo es el hecho de que la cinta no se toma en serio a sí misma, algo que le juega bastante a favor. Los sucesos que van ocurriendo por momento rozan lo hilarante y la película es consciente de ello, haciendo que tome algo de humor y se la historia se torne amena. Inclusive en una escena hace aparición un gato negro, lo que conlleva a que una de las protagonistas se espante, y su compañero espete «¿Un gato negro? ¡Qué cliché!». A ese punto de autoconciencia llega la cinta, y le juega a favor, ya que ostensiblemente se propone ser graciosa, no es un producto derivado de su pobre trama. No se puede negar que las actuaciones son pésimas, que los efectos son medio pelo y que la trama roza lo absurdo. Sin embargo la cinta resulta ser un bodrio bastante entretenido. Su ritmo vertiginoso hace que la hora y media de metraje se pase volando, su montaje a lo videoclip –Nispel tiene en su carrera más videos musicales dirigidos que películas– y sus planos cortos con la cámara a la altura del hombro le dan un toque distinto, haciendo que se diferencie de la ingente cantidad de ominosas cintas de terror que nos llegan todos los años. Es que con los pocos recursos que cuenta la cinta, se hizo lo que se pudo, y afortunadamente el resultado no fue tan malo. Eso sí, el único recurso con el que intenta infundir terror es con el sobresalto, lo cual son espasmos entre su inherente comicidad. E inclusive la cinta se juega con una escena post créditos que resulta sorpresiva. Conclusión No hay que darle muchas vueltas al asunto, Exorcismo es una porquería y los encargados de llevar adelante la cinta son conscientes de ello. Pero afortunadamente es un bodrio entretenido que se pasa rápido. La cinta no se toma en serio a sí misma por lo que la propuesta está plagada de momentos hilarantes que harán reír al espectador. Una propuesta que no justifica el precio de una entrada al cine, pero si un día la encuentran en la televisión no pierden nada divirtiéndose un rato, ya que el gore y la sangre falsa no escasean.
Del mismo director de “Martes 13” y “Masacre en Texas”, Marcus Niespel, llega este film con todas las convenciones del género: Grupo de jóvenes, lugar maldito, posesiones, sustos varios pero también cierto macabro sentido del humor. La cuota de terror de la semana.
Marcus Nispel, director de una de las remakes de The Texas Chainsaw Massacre, acomete una nueva atrocidad contra los fundamentalistas del cine arte. Nacido en Alemania, Nispel empezó su carrera dirigiendo videoclips y comerciales, y buena parte de esa estética fragmentaria, confusa y veloz se trasladó a sus películas. Exorcismo trata sobre un ex asilo de adolescentes abandonado, producto de irregularidades en los tratamientos, y puesto en manos de un sacerdote, el padre Conway (Stephen Lang), cuya misión es reordenar el lugar. Patrick (Kelly Blatz) es el delegado de Conway, pero en ausencia del sacerdote su equipo se descarrila y usa el asilo como espacio de fiestas. En algún momento, el hermano de Patrick, Rory (Michael Ormsby), levita, está poseído y cierra las puertas del asilo para que nadie escape. Con un manual de internet, Patrick y su amiga Reign (Brittany Curran) buscan exorcizar a Rory. La película usa humor y un amateurismo forzado, al estilo de los films que pasan por el festival Rojo Sangre, pero no escapa a la chatura del horror en serie que produce Hollywood.
Manual de instrucciones con pocos datos Un grupo de adolescentes traviesos se encuentran con un poder que apenas pueden enfrentar pero, por fortuna, tienen celulares a mano. Y todo está en la web. Como dijimos un par de semanas atrás, asustar es difícil en los tiempos que corren. El terror real está a la orden del día y un par de videos del ISIS son capaces de generar más impacto que la más producida de las películas del género. Por eso, el realizador alemán Marcus Nispel (ese que se animó a recrear La Masacre de Texas y Viernes 13 con resultados dispares) se anima a hacer su primera película de terror original. Y se quedó en el camino. En #Exorcismo (film que también responde al nombre de Exeter o Backmask) Nispel vuelve a las raíces de películas que tanto éxito tuvieron en los ´80 como Diabólico (Evil Dead) o Noche Alucinante de Sam Raimi en la que un grupo de jóvenes libera un poder demoníaco en un lugar alejado del resto de la humanidad. En este caso, un grupo de adolescentes de una pequeña ciudad arman una fiesta en un asilo abandonado en donde el sexo y las drogas están a la orden del día (o de la noche mejor dicho) hasta que encuentran un viejo disco de vinilo y deciden reproducirlo al revés en busca mensajes satánicos, subliminales o cualquier indicio de algo extraño. Lo peor es que, contra todo pronóstico, los jóvenes invocarán un antiguo poder que se desatará causando estragos y poseyendo uno por uno a los presentes. En ese momento, lo único que podrán llevar adelante es un exorcismo pero ¿dónde hay un cura cuando se lo necesita? #Exorcismo es un filme que, al igual que hizo Scream en su momento con los asesinos seriales, le agrega un toque de modernidad al subgénero de los exorcismos con tablets y celulares en los que los protagonistas encuentran las claves para llevar a cabo un ritual que no es para cualquier tipo de corazón. Y si bien en la primera media hora (y un poco más también) la película da muestras de frescura, la cosa decae en la segunda mitad hasta convertirse en una muestra de todos los lugares comunes de este tipo de productos con adolescentes que parecen subnormales y asesinatos "gratuitos" que no asustan y llevan a preguntarse cuál es el coeficiente intelectual del guionista. Eso sí, las escenografías "estilo Nispel" están: pasillos manchados con grafittis, sangre y mugre en todas las paredes, inodoros tirados por el piso y todo eso bajo un filtro sepia que hace parecer al asilo donde se desarrolla la trama un lugar verdaderamente tétrico y desolador. Eso sí está bien. En definitiva, #Exorcismo no es un filme del todo malo pero tampoco una fuente de inspiración y originalidad y aquel que vaya buscando eso que ve en todas las demás películas de este tipo es muy probable que salga conforme de la sala.