El desertor Un hombre que se atrevió a desafiar la autoridad, valiéndose de sus propios principios. Gauchito Gil nos cuenta su historia y cómo llegó a ser una figura importante en la tradición. Gauchito Gil (2020) relata la historia de Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como El Gauchito Gil y cómo luego de la guerra del Paraguay se atrevió a disputar debido a su rechazo por la violencia. Este gauchito defiende su libertad ante todos, siendo buscado por la ley. La gran fotografía, dirección y guion a cargo de FERNANDO DEL CASTILLO, logra mantener un ritmo, profundizando en el mensaje y ampliando lo mostrado por el guión que aunque es simple, es todo lo que se necesita. Con esto la mirada, el director, juega con los diálogos y los planos para construir un universo estable tanto de forma narrativa como visual. Esta dirección apoya la construcción de la historia de un desertor que con su valentía se convirtió en algo más grande que él, pasando de ser un hombre normal a ser el Gauchito Gil. La ambientación sonora forma parte de los puntos fuertes de la película, ya que refuerza el sentimiento de soledad y enfrentamiento de Gil. Para esto los sonidos ambientales de la pampa son de suma importancia para lograr la atmósfera sumando excelentes melodías temáticas (leitmotivs). Constantemente se connota el dolor que Gil enfrenta y sus ideales. La soledad y el espacio de la Pampa se vuelven factor central dentro de la historia y nunca se deja de remarcar.
Esta nueva incursión en la gran pantalla de una figura tan icónica como la de Mamerto Gil, se convierte en el tercer abordaje que nuestra industria audiovisual ha realizado a lo largo de los últimos años, luego de la lograda adaptación de Cristian Jure y la original reformulación del mito llevada a cabo por Joaquín Pedretti. Aquí, bajo la dirección del correntino Fernando del Castillo, se nos relata la historia de un soldado que se resiste a seguir peleando en el frente de combate. Reclutado para la guerra de la Triple Alianza, desertó y fue perseguido; siendo este asedio político el hecho que lo convierte en un proscrito de la ley. El ídolo popular está encarnado por el actor y director Roberto Vallejos, de destacada trayectoria teatral (dirigió “Las 20 y 25” sobre la figura de Eva Perón y televisiva (co-protagonizó para Netflix la miniserie biográfica sobre Carlos Tévez); tamaño desafío de dotar de carnadura y profundidad a un auténtico objeto de devoción popular argentino. La figura del Gauchito Gil porta los misterios de una muerte injusta, acaso la historia personal que trama su posterior legado se convierte en tal desde la premonición que Gil da a su propio verdugo. El disparador dramático de su primer milagro forja el aura mística de un bandido rural que reniega de su condición. Más allá ciertas elecciones narrativas y estéticas cuestionables que privan de mayor vuelo creativo a la obra al momento de trasladar a la gran pantalla semejante legado, es indudable que los orígenes del realizador contribuyen a la inquietud con la que plasma su propuesta: conoce la esencia del folclore popular que, de generación en generación, narró la historia de un hombre simple, noble a sus ideales e injustamente perseguido.
El gaucho como un personaje rebelde frente a una sociedad que lo condena, vuelve de la mano del director Fernando Del Castillo para contar una historia que nace en un pueblo y crece en todo el país. Antonio Mamerto Gil Nuñez (Roberto Vallejos) es un gaucho de Corrientes que vuelve a su pueblo luego de pelear en la Guerra de la Triple Alianza de 1870. Al regresar, el Coronel Salazar (Claudio Da Passano) lo recluta para volver a la frontera y continuar peleando. Al negarse, se enfrenta con el coronel y lleva una vida en la clandestinidad, desde donde va a luchar para poder lograr su libertad. Con la imagen de San La Muerte y la Virgen María colgada del cuello, se cuenta la historia del santo pagano que nace en el norte del país y con el paso del tiempo se transformará en un personaje fundamental de la cultura popular conocido como el Gauchito Gil. Lejos de ser objetivo, el director nos muestra un gaucho cansado de luchar por una guerra sin sentido y con ansias de libertad. Es el pueblo el que se encarga de enaltecer su imagen a través de los años y colocarlo en un pedestal. El doble desafío está en contar una historia narrada cientos de veces y no caer en la falta de originalidad. Si bien vemos la historia a través de los ojos del gaucho, mediante sus sueños y sus pensamientos, la composición de las imágenes que incluyen el campo y el cielo como protagonistas del drama, son parte fundamental de esta historia que se atreve a mostrar un gaucho corrompido por la sociedad.
Hay historias de ficción basadas en situaciones y personajes reales que toman vuelo poético, y ese es el caso de “Gauchito Gil” el film que nos ocupa en esta ocasión. La película, dirigida por Fernando del Castillo y protagonizada por Roberto Vallejos, ahonda en la historia de Antonio Mamerto Gil, el “Gauchito Gil” para sus seguidores y quienes suelen visitar su altar en Corrientes, un gaucho que regresa de la Guerra de la Triple Alianza y como muchos se oculta y escapa de la ley y el orden impuesto por aquel entonces.
“Al buscar datos de quién había sido Antonio Gil me di cuenta que su origen se pierde en la raigambre cultural de Corrientes y que mucho no se sabe de quien realmente fue, no hay datos tangibles de él”, habla Fernando Del Castillo, director del proyecto sobre una nueva producción sobre el santo pagano que profundiza en el hombre, sus pasiones y sus defectos. Una película con una lograda interpretación de Roberto Vallejos, que deja todo como Gil y algunas decisiones erradas de producción y puesta.
En lo que va del milenio pudo observarse una creciente atracción por la figura de Antonio Gil Nuñez, más conocido como el Gauchito Gil. Una atracción que trascendió los límites de la devoción popular que detenta hace décadas para ser también objeto de interés de la cultura popular, de la literatura y también del cine argentino de los últimos años. Haciendo una recolección breve, y sin ánimo de ser exhaustivos, se pueden mencionar un puñado de películas que abordan de maneras diferentes al personaje. Documentales sobre el culto a su figura como El último refugio: Gauchito Gil (2011) de Pablo Valente o Antonio Gil (2013) de Lía Dansker, ficciones que lo tienen como protagonista como Gracias Gauchito (2018) de Cristian Jure, y otras que lo toman de manera lateral pero fundamental a la trama como El gauchito Gil: La sangre inocente (2006) de Ricardo Becher y Tomás Larrinaga o Un Gauchito Gil (2018) de Joaquín Pedretti. En la misma línea que el film de Jure, Gauchito Gil, opera prima de Fernando del Castillo, lo aborda desde la ficción, desde el género y opta por la versión mítica del personaje. Se trata de la puesta en escena del Gauchito Gil que está en el imaginario colectivo antes que del personaje histórico aunque parta también de este. Tras una breve introducción donde se ubica el pasado de Gil como soldado en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y, estableciendo ya desde entonces su carácter de héroe, el film se va a concentrar en los últimos días de su vida cuando, llegado de la guerra para establecerse en su pueblo de Corrientes, cae en desgracia con la autoridad local, es forzado a convertirse en prófugo y es perseguido hasta el final por todos conocido. En el medio se producen sus hazañas, sus actos de arrojo, generosos, heroicos y hasta milagrosos, y se va dando forma al personaje que ya en ese momento es querido y protegido por la gente, empieza a adquirir su carácter mítico y será con el tiempo objeto de devoción popular. Del Castillo cuenta la historia del Gauchito desde los códigos del western, un género que también tuvo un renovado interés en el cine argentino reciente y una relectura adaptada a la geografía y la historia local. Ubicado entonces desde su versión local del western, Del Castillo imprime la leyenda y no es tímido en esa vía, toma esa opción y la sigue con una convicción que traslada a la puesta en escena. Las escenas de acción remiten al género al igual que la música a la Morricone, hay escenas oníricas, alucinatorias y que sugieren el orden de lo fantástico, y villanos sólidos interpretados por Claudio Da Passano como el Coronel que lo manda perseguir y Santiago Vicchi como el ladero de este y quien sale a la cacería del prófugo. Roberto Vallejos se pone en la piel del gaucho legendario, valiente, noble y desprendido. Un personaje que ya es prácticamente un santo en vida, que ya posee elementos sobrenaturales antes de morir y está al tanto de los mismos antes de su ejecución, quizás consciente también de su destino de estampa. Hay también algunos elementos fallidos: El melodrama se pone excesivo, la música por momentos subraya demasiado y los diálogos algunas veces son naturales y creíbles mientras que otras resultan artificiales e impostados. Hay sin embargo una consistencia que hace que ciertas escenas, como cuando le disparan casi a quemarropa sin que le acierten un tiro, funcionen justamente por mantenerse fieles a la idea inicial de presentar el mito antes que la versión supuestamente realista. Por el mismo motivo decepciona cuando no lo sostiene, como en la escena en que Gil ya prófugo y en medio de una fiesta se pone a bailar con su esposa muerta. Podría ser un sueño, una alucinación, incluso el fantasma de la difunta. Cualquiera de esas opciones podría haber funcionado sin necesidad de explicarlo como se hace cuando finalmente se lo muestra saliendo del trance para darse cuenta que está bailando solo, como preguntándose qué acaba de pasar. La representación del Gauchito Gil amenaza convertirse en un terreno transitado. Del Castillo, correntino de origen, lo encara a su manera, a través de los géneros, del melodrama, el western y también con una deuda a a clásicos nativos como el Juan Moreira (1973) de Leonardo Favio sobre todo en su último tramo. Y lo hace también creyendo en la potencia del mito. Según el mismo realizador declara, la idea es además dar cuenta de otros tantos gauchos que, al contrario de Antonio Gil, permanecieron anónimos pero también fueron rebeldes y se levantaron contra la injusticia. No se trata de una investigación periodística ni de una mirada académica sino de una que es intrínseca al cine. GAUCHITO GIL Gauchito Gil. Argentina. 2020 Dirección: Fernando Del Castillo. Intérpretes: Roberto Vallejos, Claudio Da Passano, Paula Brasca, Santiago Vicchi, Éstel Gómez, Gerardo Maleh, Marta Lugos, Federico Nicolás Alegre. Guión: Fernando Del Castillo. Fotografía: Mauricio Heredia. Montaje: Fernando Del Castillo. Música: Nicolás Del Castillo. Dirección de Arte: Gabriela Agüero, Aixa Torres. Dirección de Sonido: Agustín Del Castillo. Producción: Jorge Poleri, Fernando Del Castillo. Producción Ejecutiva: Jorge Poleri. Jefe de Producción: Fernando Méndez. Duración: 90 minutos.
Este 4 de junio «Gauchito Gil» hace su estreno en la plataforma gratuita Cine.AR, donde desembarcan todos los estrenos nacionales en plena pandemia. Luego de varios años de producción, finalmente ve la luz la ópera prima de Fernando del Castillo, un joven cineasta correntino que rinde culto a la figura religiosa en esta película grabada, casi en su totalidad, en su provincia natal. En las épocas que transitamos, es valioso crear cine de forma independiente y aquellas austeras cintas que logran sobrepasar las adversidades que se presentan, son dignas de ser vistas y disfrutadas. La historia nos retrata la vuelta a casa de Antonio Gil, luego de haber luchado en la guerra de la triple alianza. Sus intenciones de asentarse con su amada y seguir su vida en tranquilidad, se ven truncadas cuando el Coronel Salazar se presenta para reclutarlo nuevamente. Ante la negativa del gaucho, este se ve obligado a escapar y comienza una incansable búsqueda por parte las autoridades. La obra es protagonizada por un acertado Roberto Vallejos; unos muy sólidos Claudio Da Passano y Santiago Vicchi como antagonistas; y unas idóneas Paula Brasca y Éstel Gómez que cumplen su labor con mucha eficacia. Destaco principalmente la correcta adaptación a la entonación verbal tan particular que tienen los oriundos de Corrientes, de haber fallado en ese aspecto, se hubiera perdido el verosímil de la aventura. Luego de un primer visionado se puede afirmar que esta pieza audiovisual, además de ser una auténtica obra de cine nacional, cumple la función de homenaje a la figura del heroico gaucho. Son innegables las intenciones de retratar el costumbrismo guaraní que, desde Corrientes, llegó a cada rincón de Argentina. Cabe mencionar que la historia original había sido pensada como documental. Una vez embarcados en el proyecto, sus realizadores decidieron apostar por una ficción para retratar la mítica historia del Gauchito. Para tal fin, se basaron en una combinación de varias leyendas que relatan su legado. En un segundo plano, se puede decir que se intenta comprender los sentimientos que llevaron al protagonista a tomar sus decisiones. Ya en el tráiler se pueden apreciar frases como “Nos estamos matando entre nosotros sin saber por qué, ni para quién” o “¿Hay que agachar la cabeza y decir que sí?, alguien tiene que decir que no”, que nos dejan entrever los pensamientos que lo invadían y el espíritu indomable que tenía. Un dato interesante es que se optó por llevar a cabo parte del rodaje en Paso de los Libres, una ciudad situada en la provincia de Corrientes. También contaron con la participación de actores locales y el apoyo de la municipalidad del lugar. En esa misma región fue donde 150 años atrás sucedían los hechos que hoy en día inspiran la cinta. En sintonía con lo autóctono del filme, nos encontramos con un diseño sonoro, creado por Agustín del Castillo, ampliamente habitado por piezas musicales tales como el chamamé, balseado y múltiples sonidos naturales que nos trasladan directamente a 1870. El punto desacertado del film radica en haber elegido una historia demasiado amplia que contar y abrir demasiadas aristas en torno a la vida de Antonio. Esa elección derivó en una narración apresurada con cambios bruscos de tono y un acercamiento muy ligero hacia los personajes. Aunque hay escenas bien ejecutadas que logran generar sensaciones, se percibe una falta de profundización e impacto, en resumidas cuentas, una vez acabada su visualización. Quienes se encuentren un tanto ajenos al suceso, probablemente encuentren dificultades para empatizar con el audiovisual. Sin embargo, los que ingresen en la atmósfera creada, aquellos que conozcan previamente el mito, o los que rindan culto al santo, disfrutarán ampliamente y caerán de lleno en su concepto. Estamos frente a una biopic muy interesante que camina por lugares poco transitados dentro de lo que concierne a la vida de Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez.
Desde 2006, el cine argentino presenta cada cuatro o cinco años un largometraje inspirado en la leyenda de Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, más conocido como Gauchito Gil. Porque faltan los documentos oficiales que acrediten la historia de este peón rural, cuatrero o mercenario –según varían las versiones– que nació a mediados del siglo XIX y murió ejecutado el 8 de enero de 1878, nuestros realizadores se concentraron en el mito. Tres recrearon la existencia terrenal de este santo pagano: Cristian Jure en Gracias Gauchito, y Ricardo Becher y Tomás Larrinaga en El Gauchito Gil: la sangre inocente. Dos abordaron la devoción de los fieles: Lía Dansker en Antonio Gil y Pablo Valente en El último refugio: Gauchito Gil. Titulada Gauchito Gil a secas, la producción más reciente se inscribe en el primer grupo. Su autor –Fernando del Castillo– cuenta la leyenda en base a una «libre interpretación» del «saber popular correntino» según consta en los créditos del film. El relato comienza cuando Antonio regresa a sus pagos después de haber combatido en la Guerra de la Triple Alianza o del Paraguay: determinado a vivir en paz y a evitar toda orden de reclutamiento, el ex soldado raso se convierte –bajo la mirada del poder de turno– en subversivo primero y delincuente después. La película gira en torno a la tensión entre la voluntad de abandonar las violencias típicas de la época y la imposibilidad de hacerlo. Detrás de esa contradicción, asoma aquélla entre la libertad que se arrogan los hombres y el destino que los santos, mártires, mesías deben cumplir. Del Castillo señala el halo supranatural del protagonista a partir de las observaciones y recomendaciones de una bruja, y de la (legendaria) declaración final del gaucho antes de morir degollado. El realizador correntino sugiere que la simpatía popular obtenida en vida es un adelanto de la devoción que se le profesará durante los siguientes 150 años. Resulta atinada la elección de locaciones en estancias y parajes de Paso de los Libres, y encomiable el esfuerzo que el puntano Roberto Vallejos y los porteños Claudio Da Passano y Paula Brasca hicieron para imitar el acento regional de sus personajes. Sin embargo es limitada la reconstrucción de las postrimerías del siglo XIX en el noreste argentino, y llama la atención el uso anacrónico de expresiones como «sobredimensionar» y «buscar por cielo y tierra». Gauchito Gil es, ante todo, una película bien intencionada, que expresa admiración por el hombre retratado y respeto por la tradición de venerarlo. Acaso haya que esperar cuatro o cinco años para saber si ésta es la última semblanza que el cine argentino le dedica al gaucho milagroso o si hay espacio para un homenaje superador, con un poco más de sustancia histórica.
El santo con un oído en el pueblo y el desertor de la tiranía. Crítica de Gauchito Gil. Lo llaman para combatir en las luchas partidarias y no acepta por eso es perseguido, detenido y asesinado. La ópera prima de Fernando del Castillo reflexiona con giros poéticos la última parte de la vida del Antonio Mamerto Gil Núñez un representante de la identidad gauchesca. En la piel del actor Roberto Vallejos quien conmovió con su interpretación sensible, corajuda y fraternal de la figura espiritual. Por. Florencia Fico. El argumento de la película inicia en la provincia de Corrientes, en la etapa de la Guerra de la Triple Alianza (1865 a 1970) se daba la peste amarilla y los conflictos armados entre autonomistas y liberales, la figura del “gaucho” estaba en una condición de esclavitud. Algunos “desertores” de los buenos modales y las buenas costumbres; los llamados: “Los gauchos alzados correntinos”. El más relevante Antonio Mamerto Gil Núñez, más conocido como “Gauchito Gil”. Un valiente personaje de la región de Mercedes que meta payé, sapucay y rebeldía se opuso al orden establecido y se manifestó en contra de las injusticias sociales. Él regresa de esa guerra en cual Argentina, Brasil y Paraguay dieron fin a incontables vidas del país vecino Paraguay. Viene con un anhelo de establecerse en el territorio aunque la violencia toca su puerta nuevamente. Antonio es llamado para combatir en las luchas partidarias y no acepta por eso es perseguido, detenido y asesinado. Fernando del Catillo director y guionista de “Gauchito Gil”; revela un western gaucho desde una estética propia del romanticismo artístico y realista. En las contiendas que suceden entre gauchos y figuras del poder político se funda el carácter mágico del Gauchito Gil y el sentimiento patriótico. Esa lucha entre el oprimido y el mandatario donde la víctima busca la soñada libertad. Donde los ideales revolucionarios franceses de: “Libertad, igualdad y fraternidad” son el motor de la acción del Gauchito Gil. Asimismo toma la perspectiva objetiva de un sector marginado y registra las problemáticas de esta comunidad: la pobreza, las detenciones, las violaciones a las paisanas o chinas realizadas por autoridades cercanas al Partido Liberal , los asesinatos dentro de su comunidad entre ellos mismos, los maltratos, descalificaciones, precariedad y la carga de las muertes en campo de batalla. “Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”, recita uno de los fragmentos de la novela argentina insignia de ésta colectividad el “Gaucho Martín Fierro” del autor José Hernández. En paralelo Antonio comenta en su texto: “Nos estamos matando entre nosotros sin saber para qué ni para quién”, “No tenemos que matar a nadie, no más sangre, amigo”, “Prefiero la muerte antes que el dolor de matar a mi gente”; lo que evidencia una clara semejanza e identidad a los hechos y protagonistas además el sello del realizador quien fue documentalista. Castillo revitaliza la narración oral, las leyendas, las fábulas del interior y los cuentos del saber popular correntino. El director de fotografía de Mauricio Heredia despliega jugadas con figura y fondo, el enfoque y desenfoque, lo nítido y lo borroso. Tomas ingeniosas para captar la atención del espectador como el angulo de captura nadir en la que se llega a sentir mareo o vértigo. También aplicó contrapicado cuando aparecía el Gauchito Gil y en el Coronel Salazar lo que denota jerarquía en sus espacios. El tratamiento de la imagen es maravilloso en iluminación en escenas en momentos de conflicto del personaje y enfrentamiento se usa tonos fríos gélidos y en conversaciones íntimas con Gauchito Gil cálidas hasta acarameladas. La locación privilegiada fue en el Paso de los Libres con panorámicas en senderos de llanura y altura. A la vez en chacras, estancias, iglesias y quintas. La música de Fernando Castillo expuso el estilo folclórico preponderante en Corrientes y en el Paraguay el “chamamé”, dicha expresión melódica también se conjugó con el baile típico y ritual. La instrumentación se ancló en violines, guitarra, trompeta y corno muchos de ellos asociados al género rítmico. Mención destaca a las directoras de arte Gabriela Aguero y Aixa Torres con su perspectiva del ambiente rural, austero y colonial que dispusieron. El diseño de vestuario por Majo Fuertes dio en la tecla al darle personalidad al gaucho con su sombrero de ala ancha, poncho, pañuelo, faja, faca bombacha y botas. A las mujeres con su faldón amplio, blusas de algodón amplias con bordados, zapatos o alpargatas. En torno a los uniformes de los funcionarios como el Coronel Salazar y la dama de buen pasar “Estrella”, se dispuso otro estilo con más formalidad vestidos para ella y para él camisas y pantalones más acercándose a un traje. El maquillaje y peinado de Flores Tucci sumó a la radiografía del momento histórico. Sobre el elenco estuvieron presentes el actor Roberto Vallejos quien personificó al Gauchito Gil en su última etapa de vida luego de ser miembro en la Guerra de la Triple Alianza y mostró los vestigios del trauma de haber sido parte de aquella batalla. El intérprete supo amoldarse con la tonada correntina, el porte duro y contestatario, enamorado, lujurioso, amigable y querible. Como opositor encontramos al actor Claudio Da Passano como el Coronel Salazar un recluta para las filas de combate del Partido Liberal, el artista lo compone como un sujeto irascible, discriminador, temible e impune. La actriz Paula Brasca deslumbra como Estrella una mujer de buena posición con una impronta tenaz y firme asimismo la artista Éstel Gomez como Irupé una paisana tierna y chistosa que también pone su voz como narradora omnisciente del filme. El filme recrea un western gauchesco con el fin de demostrar toda la simbología épica del Gauchito Gil. El realizador Fernando del Castillo le da voz no sólo a la leyenda si no a los pueblos originarios, subraya el vínculo chamánico que le da contexto al filme y la noción de fe. Puntaje:75
“Gauchito Gil”: icono y leyenda. Crítica Disponible en CINEAR Play. Lautaro Franchini ¿Qué sabemos del famoso icono Gauchito Gil? La gran mayoría conoce su nombre, su estatuilla y sus seguidores, pero pocos, dónde nació el mito. ¿Cuándo la historia se convirtió en un boca en boca que inmortalizó al correntino para siempre? Lo que nos presenta el director Fernando Del Castillo en su reciente película “Gauchito Gil” es el quién, cómo y cuándo de una de las figuras de devoción religiosa más popular de la Argentina. Por Lautaro Franchini. CINEAR Play sigue con la tradición de jueves de estreno. En este caso, presenta la nueva película de Gauchito Gil con Roberto Vallejos como protagonista y Fernando Del Castillo en la dirección. Tras un gran trabajo artístico, el film remarca a la perfección la época y el lugar donde Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez se transformó en un “santo” (no está dentro de la liturgia católica) religioso. Porque antes de ser el gaucho justiciero y cumplidor, hubo una historia en Pay Ubre, Corrientes. Varios mitos y leyendas agigantan la figura de Gauchito Gil. La falta de veracidad despierta más misterios y creencias en aquella figura de devoción. El largometraje reúne muchas de esas aventuras y proezas para enmarcar el contexto en el cual vivió y actuó el correntino. La Guerra de la Triple Alianza, su encanto con las mujeres, la enemistad con las autoridades de turno y su colaboración con los que menos tienen, son muchas de las piezas que arman este rompecabezas. En la actualidad, en pequeños altares y santuarios rojos, millares de argentinos le rezan a Antonio Gil. Prenderle una vela o pedirle un favor es una veneración que recorre todo el país. Para entender la popularidad del mencionado habrá que adentrarse en la película y conocer al hombre que juró no derramar más sangre al matar a sus propios hermanos en la guerra. En ese escape hacia la libertad, ayudando a los necesitados durante el camino, Gauchito Gil se convirtió en icono y leyenda. Puntaje 80/100.
El santo correntino viene teniendo una rara evolución postmortem. De gaucho bueno, creyente humilde, capaz de bendecir a su verdugo, se está convirtiendo en un recio y resentido justiciero social que anda a los tiros sin ningún espíritu religioso. Dicho en cine, del corto “La cruz Gil”, de su paisano Víctor Benítez, con fotografía de Tristán Bauer, y el documental “Antonio Gil”, de Lía Dansken, al agitado “Gracias, gauchito”, de Christian Jure, el preciosista “Un Gaucho Gil”, de Joaquín Pedretti, y el film que ahora vemos, agitado, preciosista, sentencioso, medio confuso, con vocación lírica entre Favio y Patroni Griffi, cuidada fotografía de Mauricio Heredia, paisajes de Paso de los Libres y alrededores, y protagónico de Roberto Vallejos, que ya hizo de Moreno en “Cabeza de Tigre” y de Firmenich en “Operación México” (dos trabajos revisionistas dignos de atención). Acompaña este nuevo relato un epígrafe donde se advierte que la obra está “basada en el saber popular y en la libre interpretación del director” Fernando del Castillo, también a cargo de guión y montaje. Correntino de origen.
Este jueves 4 de junio se estrena en la plataforma Cine.Ar Play, la película Gauchito Gil, ópera prima de Fernando del Castillo. Se trata de una ficción basada en la vida de Antonio Mamerto Gil Núñez. Son muchas las películas y documentales que se han hecho en torno a la figura del Gauchito Gil. En esta ocasión, el director Fernando del Castillo nos presenta una ficción con tintes dramáticos, donde se aleja del lado más místico de este personaje y, en cambio, nos muestra un costado más mundano sobre quién fue Antonio Mamerto Gil Núñez. Es así que lo veremos al Gauchito Gil no sólo revelarse ante las figuras de autoridad abusivas, sino también sufrir, enamorarse y luchar por hacer valer los derechos. La fotografía, muy cuidada, nos ayuda a sumergirnos de lleno en este mundo cruel, donde sólo parece correr sangre, principalmente, de personas inocentes. Las vivencias de este mundo y del protagonista también se ven remarcadas gracias a la música, la cual explota en los momentos claves de la trama. El sonido ambiente, prevaleciente en diversos momentos, nos hace sentir presentes en el lugar de los hechos que acontecen. Las actuaciones, por su parte, le quitan gran credibilidad al relato. Muchas de ellas resultan exageradas y forzadas. Este punto no aplica para Roberto Vallejos, quien se pone en la piel del Gauchito Gil. El “negro” Vallejos se mete de lleno en el papel y nos entrega una actuación sólida, que ayuda a empatizar automáticamente con su personaje. Debido a que Fernando del Castillo nos presenta una historia ficcionalizada sobre el Gauchito Gil, hay cuestiones que resultan bastante fuera de lugar. Relaciones forzadas que no llevan a ningún punto y que desentonan, por completo, con el clima general. Si bien la trama está basada en la figura de Antonio Mamerto Gil Núñez, la realidad es que no se le hace realmente justicia a lo que él fue. Gauchito Gil funciona más como un drama general que como una obra sobre este personaje en cuestión. La historia creada por Fernando del Castillo es correcta, pero no llega a rendirle realmente un homenaje a la figura del Gauchito Gil. Funciona mejor como una ficción simplemente inspirada en este particular personaje argentino.
En Corrientes, en la época de la guerra de la Triple Alianza, de la peste amarilla y de disputas armadas entre gauchos desertores y paisanos dispuestos a la lucha sin cuartel se destacó Antonio Mamerto Gil Núñez quien, desde su juventud, necesitó enfrentarse a las injusticias sociales y a la ley establecida por los militares. Este hombre solitario y siempre dispuesto a tender su mano a los necesitados vuelve de esa guerra en la que la Argentina, Brasil y Uruguay se enfrentaron al pueblo paraguayo y lo hace con el deseo de asentarse en sus pagos de Mercedes, pero la violencia vuelve a llamar a su puerta. Bautizado "Gauchito" Gil por quienes lo consideran un cálido sanador de niños y de mujeres, este hombre de honda ternura se convierte en un perseguido por el Estado, quienes ven en él a un peligroso enemigo. El paso de los años prosigue manteniendo vigente a ese gaucho ya convertido en leyenda y foco de la devoción popular, y con indudable emotividad el novel director Fernando del Castillo retrata a su personaje y a su entorno hasta convertirlos en un canto de amor, de amistad, de injusticia y, sobre todo, de libertad. Para ello contó con la muy buena actuación de Claudio Da Passano y con un equipo técnico que supo reinventar los variados y tristes escenarios por los que ese gauchito Gil transitó con sus poéticos sueños y sus duras realidades a cuesta.
Corazón libre. Lo que queda después de una guerra, el excelente, principal y actual mensaje: “Nos estamos matando entre nosotros, sin saber porqué ni para quién, somos presos de uniformes manchados de sangre inocente”. En Gauchito Gil (2020) Fernando del Castillo escribe y dirige la historia de Antonio Mamerto Gil Núñez, más conocido como El Gauchito Gil (Roberto Vallejos) y cómo luego de la guerra del Paraguay se atrevió a rebelarse debido a su rechazo por la violencia. Este gauchito defiende su libertad ante todos, siendo buscado por la ley. No hace mucho tiempo, en la provincia de Corrientes, época de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), de la peste amarilla y de disputas armadas entre autonomistas y liberales, el gaucho vivía casi en situación de esclavitud. Existieron gauchos “desertores” de los buenos modales y las buenas costumbres: los gauchillos alzados correntinos. El más destacado de ellos fue Antonio Mamerto Gil Núñez, el Gauchito Gil. Gaucho corajudo de la zona de Mercedes que meta payé, sapucay y rebeldía se levantó contra las injusticias sociales y la ley de aquel orden. El film relata una historia simple, la dirección es correcta, se nutre de planos generales e imponentes de la naturaleza. El guion es de naturaleza lineal y correcto en su estructura dramática. Sin embargo considero que el desarrollo es extenso, consta de escenas demasiado prolongadas, algunas se podrían haber evitado, lo que resulta incongruente, sin aportar credibilidad y fluidez. Se refuerza la emblemática simbolización de “héroe” de nuestro protagonista, dejando en claro que la leyenda es verídica, algo que no es noticia para el espectador, quien quizás esperaba un enfoque diferente y novedoso. Su punto débil son los diálogos, siendo su punto fuerte la interpretación de Vallejos. La intención de conexión entre la idea y el producto final es buena, no obstante, considero que no se consiguió, logrando confundir al espectador. Es evidente que existió una falla entre el qué y el cómo contar. La ambientación de época, la banda sonora, las locaciones y la vestimenta son sus mejores cualidades. El resto del elenco acompaña bien al protagonista. Se llevaron físicamente a nuestro protagonista, no obstante, el espíritu de Gauchito Gil, está presente en su tierra, la fe es incuestionable, son muchas las personas que creen en él y esto es muy valioso. Vale la pena recordar y además, tener presente que este hombre priorizó sus valores por sobre las órdenes de los “poderosos”.
Entre los años 1865 y 1870 se desata la Guerra de la Triple Alianza, enfrentamiento militar en donde las naciones de Argentina, Brasil y Uruguay masacraron al país hermano Paraguay. La ópera prima de Fernando Del Castillo inicia introduciéndonos esta información, para ubicarnos en tiempo y espacio y delimitar las coordenadas geográficas (en tierras correntinas, principalmente) donde transcurrirá esta nueva versión de los últimos días de vida del gaucho Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez. - Publicidad - Gauchito Gil es primordialmente un western criollo que pretende vanagloriar al gauchito Gil como figura moral contenedora de toda la nobleza popular, rural y correntina. Estamos ante un relato clásico, con antagonismos marcados y una representación simbólica, elaborada a través de recursos suficientemente explícitos como flashbacks, secuencias oníricas y alucinaciones en primera persona, de un conflicto interno y privativo de la figura eternizable de Antonio Gil. Pronto descubrimos que dentro suyo subyacen miedos reprimidos y saldos pendientes, y si hay algo que lamentamos como espectadores es que no se profundice un tanto más en estos aspectos dramáticos. La película, en cambio, procura mostrarnos el lado más humano de esta personalidad tan célebre que alguna vez existió, narrándonos la historia de una fuga: luego de rescatar a sus fieles compañeros gauchos apresados a manos del infame Coronel Salazar (Claudio Da Passano), Gil decide convertirse en prófugo antes de tener que unirse a las líneas del Partido Liberal, harto de los desagravios y de la muerte que la guerra arrastró consigo, pero a la vez preso de su germen revolucionario. Se trata de un relato de personajes delineados y contorneados de manera un tanto burda y arquetípica, aunque esto último sea una decisión deliberada; y si bien funciona acorde al tono global que adquiere el relato, esta arquitectura narrativa se torna problemática y, en cierta medida, contraproducente en pos de las reminiscencias directas (a modo de homenaje) de una identidad cuasi-religiosa que hoy en día es símbolo y divinidad. Un gauchito Gil al que se alude desde el principio de la película, por medio del título y de intervenciones textuales, y que es alegoría revolucionaria y emancipadora de los sectores populares. Una figura que carga, por decirlo de algún modo, con demasiado peso simbólico. Por eso, el mayor problema está en que, si la intención implícita es capturar el valor místico y suprasensible del gauchito Gil como entidad reverencial y salvadora, pero al mismo tiempo descollante de la más pura humanidad, el relato se autocondena de entrada a cierta reducción del mito en la personificación de un héroe clásico un tanto estereotipado, extremadamente noble y bondadoso (aunque conflictuado), enfrentado a personajes decididamente malvados e inclaudicables. Este contraste tan marcado entre héroes y villanos, tan propio de los relatos épicos clásicos, achata en cierta medida la plegaria de la libertad que Del Castillo nos quiere ofrecer, le arrebata cierto poder simbólico a su historia. Los antagonistas (Salazar y Quintana, el coronel y su subordinado, éste último interpretado por Santiago Vicchi) no son mucho más que seres aborrecibles, que carecen de cinismo y astucia y se muestran torpes y predecibles, rasgos extremos que por momentos hacen tambalear la construcción de la verosimilitud; en una ambientación de época que, por otro lado, está realmente muy bien lograda. Gauchito Gil es la historia de una huida hacia la deriva, de un peregrinaje idílico en manos de un gauchito desafiante y valeroso, moralmente perfecto, que considera que “ser desertor no es ser un cobarde”. Vale decir que al film de Fernando Del Castillo lo acompaña, como decíamos, una correcta ambientación de época y un formidable diseño de vestuario y de fotografía. Roberto Vallejos, en la piel del eterno gauchito de rojizo atuendo, encarna a su personaje de manera convincente y efectiva, y por eso mismo el conflicto central, a pesar de la rigidez que se advierte en los esquemas y los elementos que conforman la trama, se consolida y funciona, en términos estructurales. Lo cierto es que cuando la película se arriesga a integrar sus dosis de espiritualidad y misticismo a la travesía western del gauchito Gil, con la presencia insoslayable de la chamana y su esotérica sabiduría, se logran momentos de mayor plenitud y apogeo. Al menos queda más esclarecida la intencionalidad primera del director, que es enaltecer a la figura del gauchito como objeto de devoción popular, y reconocer su realidad extraordinaria y suprema, que va más allá de lo humano y de lo terrenal, que trasciende un mero enfrentamiento entre un endemoniado coronel y un desertor clandestino predestinado a un fatídico destino. Sin embargo, en términos globales, Fernando Del Castillo se ahorra grandilocuencia en pos de exponer una representación más humana de Antonio Gil, un amigable, noble y buen amante gaucho, que se encuentra contrariado internamente, producto de la devastación bélica. Los cimientos narrativos de Gauchito Gil se resquebrajan al ser sostenidos por un conflicto predecible y regido por un esquema actancial un tanto superfluo que, por esto mismo, va en detrimento del enaltecimiento del mito popular, y lo simplifica en un relato lineal de escasas aristas. No está mal pensar en el gauchito Gil como un épico western clásico de tinte regional, pero en la intención por extremar los elementos y personajes que forman parte del relato (buenos muy buenos versus malos muy malos) y en el fuerte arraigo que, de todas formas, se sostiene con el gauchito Gil en tanto visión espiritual y suprahumana del mito, se debilita la verosimilitud y la fuerza narrativa de la trama. En la película, por tanto, hay aspectos que funcionan y otros que no. Sin embargo, está latente la idea de un periplo eterno y sin retorno, apasionante, que desemboca en la inmortalización de una figura sagrada que luchaba en pos de una noble causa revolucionaria, y en contra del orden preestablecido. Que nos sirva esta película, aún en sus irregularidades, para pensar en un lado más humano de esta figura reverencial ineludible que es el gauchito Gil. Gauchito Gil se puede ver en Cine.ar y Cine.ar Play, por alquiler, a un valor de $30.
Icono de la cultura popular argentina, Antonio Gil Nuñez (más conocido como “El Gauchito Gil”), está atravesando lo que parece ser una especie de explotación cinematográfica en torno a su figura. Desde documentales, pasando por películas ficcionales como “Un Gauchito Gil” (2018), de Joaquín Pedretti, “Gracias Gauchito” (2018), de Christian Jure y un poco más atrás, “El Gauchito Gil: la sangre inocente” (2006), de Ricardo Becher. Es cierto que el abordaje de todas ellas es bien distinto, pero es llamativo el gesto de elegirlo a él, y no a otro. Hay decenas de personajes populares e icónicos, ¿por qué el Gauchito Gil? Me atrevo a deslizar algunas teorías. Primero, porque se trata de una figura muy representativa del interior del país, lo que permite de alguna forma una mayor aceptación para conseguir salas. En segundo lugar, y ya en un aspecto más cinematográfico, se puede decir que permite introducir los códigos del western, uno de los géneros elementales en el inicio del cine argentino. Esta nueva versión está dirigida por Fernando del Castillo, un cineasta correntino. Y eso me parece interesante, porque se trata de la visión de un realizador propiamente del interior del país, que se acerca a una figura que nació en su misma provincia, Corrientes. El cine nacional necesita nuevas voces, y con nuevas voces no nos referimos solo a directores jóvenes (o nuevos), si no a una mayor cantidad de realizadores de otras provincias (que obviamente los hay). El cine argentino sufre de una centralidad enorme, en la que todo lo que nos parece llegar es demasiado porteño, incluso cuando se trata de retratar la vida en el interior, luce impostado y poco creíble. Y en ese sentido “Gauchito Gil” produce un acercamiento más genuino y natural. El disparador es el de un hombre que vuelve de la guerra a su pueblo. Ese hombre es el Gauchito Gil, y esa guerra es la de la Triple Alianza. Este titular es el básico con el que comienzan gran parte de los westerns. Entonces “Gauchito Gil” rápidamente se inscribe allí, en las reglas del género. No hay grandes desplazamientos, ni mayores riesgos en esta propuesta sólida, prolija a nivel formal, pero que no va mucho más allá de lo esperable. Se pincha algo del orden de lo fantástico, con momentos oníricos y videncias, pero lo que prima a grandes rasgos es una producción bien gauchesca, con una historia de amor que sostiene la trama. La idea de combinar lo fantástico con el realismo, no termina de ensamblarse del todo. bien. Fernando del Castillo, en este sentido, no se anima a jugársela por la vía que va a tomar, y el resultado final es un tanto confuso. A pesar de ello, estamos ante una producción interesante y ambiciosa para el cine nacional. Siempre es celebrable encontrar voces que diversifiquen y exploren el interior del territorio nacional. La película se encuentra disponible en la plataforma de CINE.AR.
El héroe antes del mito Los mitos y leyendas, los santos populares, tienen un origen tan diferente como la cantidad de ellos que pueden nombrarse. Uno de los casos emblemáticos es el del Gauchito Gil, cuyo nombre real era Antonio Mamerto Gil. En este caso, Fernando del Castillo, director y guionista, nos trae una aproximación a la historia de este personaje, un gaucho que luego de regresar de su participación en la Guerra de la Triple Alianza decide, al momento de ser obligado a participar de una nueva contienda, sublevarse y huir, viviendo fuera de la ley y el orden que se les imponía. Su imagen tuvo relevancia y fue naturalmente aceptado por la gente que lo veía ya desde entonces como alguien a quien podían recurrir; una especie de benefactor. La presentación y transición del personaje que recorre la línea temporal a través de la narración comienza con los indicios de investigación histórica y luego se abre camino en medio de la bruma del nacimiento del mito. La producción de Jorge Poleri, ya de por sí asegura calidad y el camino de una visión respetuosa de la figura simbólica que toma forma, como prácticamente todos los ejemplos de la creencia popular, de la mano de la gente que termina de darle forma final. Es un punto alto el cuidado y la mirada en el trabajo de la imagen y la excelente utilización de las sorprendentes locaciones, sumado al muy buen elenco que integran, entre otros, Claudio Da Passano, Roberto Vallejos y Paula Brasca. Una vez que Gauchito Gil se suelta e inicia su vuelo narrativo por fuera del seguimiento biográfico, el director traza un nuevo sendero para un recorrido emocional y mágico tanto como místico en el que la figura de estimación y culto, con una parada en su accionar heroica y rebelde. Finalmente el velo que divide y confunde al personaje en su derrotero se corre y éste cruza el umbral para dejar el mundo de los vivos y convertirse en leyenda. Gauchito Gil es el pasaje entre la pelea de un héroe rebelde y el mito popular. *Review de Gastón Dufour
Su cabeza dada vuelta a la espera del degüelle es la imagen que inmortaliza en la ficción a Roberto Vallejos como Antonio Mamerto Gil Núñez, conocido como el Gauchito Gil, el mítico personaje argentino que trascendió las creencias populares y que hoy tendrá una nueva reproducción cinematográfica en las pantallas de Cine.Ar. Los últimos films basados o inspirados por la vida de Antonio Mamerto Gil Nuñez, conocido como el Gauchito Gil son: Gracias Gauchito, estrenado el 8 de noviembre del 2018, Antonio Gil, estrenado el 14 de febrero del 2019, Un Gauchito Gil, estrenado el 7 de noviembre del 2019, y finalmente llega ahora Gauchito Gil, dirigido por Fernando del Castillo. La popularidad del personaje no se condice con este batallón de películas sin público. Cabría preguntarse porque realizan una tras otras historias basadas en un personaje que ya fue tratado anteriormente sin relevancia alguna por otros directores. De estos cuatro films el más interesante y complejo es Antonio Gil (2019) el documental dirigido por Lía Dansker, que se diferencia por mucho de los otros tres. Y tampoco se espera de un documental que sea taquillero. Los otros tres films van de lo malo a lo mediocre y no más allá. En este caso se trata de una película con un sensible aumento presupuesto y ambición. Afectado por un exceso de parecidos con el clásico de Leonardo Favio Juan Moreira (1973). Y justamente, si Favio pudo hacer de este personaje uno de los más grandes (y merecidos) fenómenos de taquilla de la historia del cine argentino no se debió a que fue menos personal de fácil aceptación. Favio logró hacer la película que hasta ahora el Gauchito Gil no ha conseguido. Taquilla o no taquilla, todavía seguimos esperando que el personaje protagonice una película buena. O no, tal vez sea hora de dejarlo en paz.
El estreno de esta semana en Cine.ar/play de “GAUCHITO GIL” nos presenta la ópera prima de Fernando Del Castillo quien nos brinda una nueva biografía del santo popular que ha ganado miles de devotos a lo largo y a lo ancho de nuestro país, el emblemático Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como el Gauchito del título que ha impuesto su propia justicia en el marco de la guerra civil correntina. El trabajo de Fernando Del Castillo corre con la desventaja de que recientemente se han hecho una serie de filmes con la figura central del Gauchito como pro ejemplo “Un gauchito Gil” de Joaquín Pedretti, “El Gauchito Gil: la sangre inocente” de Ricardo Becher, la más reciente “Gracias Gauchito” de Cristian Juré en cuanto a los registros de ficción, o inclusive el documental “Antonio Gil” de Lía Dankser que se basaba fundamentalmente en las peregrinaciones que los fieles realizan todos los 8 de Enero hacia el santuario ubicado en las afueras de la Localidad de Mercedes en la Provincia de Corrientes. En este caso, la cantidad de trabajos anteriores alrededor de este personaje / mito / héroe popular hace que haya una especie de saturación del material respecto de una figura que si bien es atractiva, se encuentra prácticamente agotada por las diversas formas en las que ya ha sido abordada por los diferentes realizadores antes mencionados. Si bien el trabajo de Fernando Del Castillo abandona casi en su totalidad la faceta más mística de su figura, el hecho de elegir centrar el relato en su sustento más histórico y en su figura de la rebelión, también implica tomar ciertos riesgos que son propios de concretar una película de época, con las limitaciones presupuestarias que se imponen en este tipo de productos. En este caso “GAUCHITO GIL” profundizará sobre la rebelión y la lucha armada que se presentó luego de la finalización de la Guerra de la Triple Alianza, a fines de 1870, imprimiéndole a los hechos reales un aire de western de provincia –fue justamente rodada en la Localidad de Paso de los Libres en la provincia de Corrientes- y de esta forma, volver a recorrer la historia de este símbolo de la justicia y la lucha contra la opresión imperante y las injusticias sociales de la época. El realizador, entonces, pone el acento mayormente en su historia personal, en sus amores, en su pasión, en su lucha por la igualdad y por el fin de la violencia y se enfoca mucho más en el hombre que en el mito. Es así como el guion escrito también por el propio Del Castillo, lo muestra en una faceta completamente humanizada: en esta ocasión Gil sufre, se enamora, tiene sus propias contradicciones y aun cuando sabe que tiene todo el poder policial y de la justicia en su contra y persiguiéndolo, no cesará en su lucha personal por la conquista de los derechos de los más vulnerados, aun cuando el poder de turno lo etiqueta como un delincuente, historia que se espeja con cierta reminiscencia en nuestra historia actual y con esa necesidad de líderes que puedan tener su carisma y que luchen por la justicia. Roberto Vallejos (quien ha participado en filmes como en “Gato Negro” “Paco” y “El tío” y sus participaciones televisivas en “Mujeres Asesinas” “El Tigre Verón” y, recientemente, en “Tu parte del trato”) es quien parece tener más en claro el sentido que se busca en esta nueva producción y entrega una composición justa, medida y que logra una fuerte credibilidad en su papel y se transforma en el punto más fuerte en donde se estructura toda esta nueva historia alrededor de Antonio Gil. El resto del elenco, lamentablemente no corre la misma suerte y hay notables problemas en el tono con el que discurren los personajes, tanto en la composición de un acento de provincia que no termina de encontrar la precisión necesaria como para poder formar un equipo homogéneo sin que existan diferencias tan notables (por ejemplo la chamana / curandera / bruja de Marta Lubos, ya desde su vestuario y su marcación exagerada parece más una caricatura que un personaje histórico). Hay ciertos momentos en que gana una puesta en escena que remite más a un producto televisivo que a una estética propiamente cinematográfica y ciertos problemas con los rubros técnicos se ven más complicados todavía por un guion en el cual se presentan abundan situaciones forzadas y, en algunos momentos, no del todo bien resueltas. Sin embargo, en la opera prima de Fernando Del Castillo prevalecen las buenas intenciones, una innegable corrección y una necesidad de salvar a la figura de Antonio como un gran hombre y sobre el final, rememora la anécdota de su verdugo. Momentos antes de ser ejecutado, Gil le dice al verdugo que su hijo que se encontraba gravemente enfermo, agonizante y ya sin esperanzas, podrá sanar si rezaban en su nombre. El verdugo regresa a su hogar y en un acto desesperado reza y su hijo sana milagrosamente. Allí nacerá el mito, ese que Del Castillo intenta dejar en manos del propio espectador cuando termine su película, en donde Antonio Gil se construye como ese luchador inquebrantable, en una Corrientes abatida por el dolor, la injusticia y la persecución y al que la película le rinde su sensible homenaje. POR QUE NO: «Notables problemas en el tono con el que discurren los personajes»
LAS TROPELÍAS DEL GAUCHO INVEROSÍMIL Gauchito Gil, la película que el director Fernando del Castillo filmó en su Corrientes natal, es un intento por despojar al santo popular de la idealización y la mística que naturalmente lo rodean. No existen certezas sobre la historia de Antonio Mamerto Gil Núñez, pero la mayoría de las versiones coinciden en que peleó en la Guerra de la Triple Alianza y que luego desertó, que se convirtió en forajido y se ganó el cariño y la devoción de la gente, y que fue asesinado en la localidad de Mercedes. Colgado boca abajo, dicen que sus palabras finales fueron para su verdugo: le avisó que su hijo estaba enfermo, y le dijo que lo iba a salvar. Luego fue degollado. Dicen también que, al volver a su casa, el verdugo encontró al hijo enfermo, pidió por su salud y el hijo se salvó. El verdugo volvió al lugar donde mató al gaucho, y puso una cruz. Ahí comienza la leyenda del Gauchito Gil, y el culto que se extiende hasta nuestros días. Poco importan los hechos históricos concretos: basta con ver los santuarios al costado de las rutas del país, con sus banderas rojas, flameantes, para dar cuenta de la importancia de Antonio Gil dentro de las creencias populares, donde la fe se impone a las circunstancias. Resulta inevitable comparar esta película con Gracias Gauchito, de Cristian Jure, estrenada hace poco menos de dos años, y que en esa comparación aquella película termine ganando espesor. Es verdad que cada una ensaya una mirada distinta sobre el tema en común, pero lo que falla en la película dirigida por Del Castillo es materia consciente en la película de Jure: desde los diálogos afectados, pasando por la puesta en escena de a ratos teatral, hasta ese verosímil puesto a prueba de manera constante. Lo que en Gracias Gauchito se entendía como una búsqueda deliberada por el artificio y lo kitsch, acá no hace más que evidenciar los defectos de una propuesta que no logra organizarse. Si bien Del Castillo no desestima la mitología de su personaje, decide poner el acento en la reconstrucción de los eventos “reales” que precipitaron la fuga y la posterior muerte del Gauchito Gil. Elige narrar ese recorte de la historia en clave de western, lo que en principio es un acierto, pero no puede evitar que la película se empantane con recursos que van del melodrama a la telenovela, y que no hacen más que desestabilizar un relato que podría funcionar sin demasiadas aspiraciones. Marcelo Vallejos, que le pone el cuerpo al Gauchito, apenas puede salir airoso de un guion que no le da muchas oportunidades, reduciéndolo a un personaje plano y poco interesante. Los que terminan resultando más estimulantes son los villanos, no tanto el insoportable coronel Salazar, si no la cuadrilla de soldados encargados de capturar al gauchito, que en su constante patetismo se vuelven simpáticos. Ahí hay otro acierto, porque el director le da espacio a esos captores, en especial a Quintana, que es quien empuña el cuchillo final. Pero claro, la que se cuenta acá es la historia del Gauchito, así que esos claroscuros se terminan diluyendo. Gauchito Gil es una película chica y consciente de sus límites, pero le cuesta articular sus partes para que la narración avance sin distraernos con detalles que, de otro modo, pasarían inadvertidos, casi sin molestar. Paula Brasca, por ejemplo, que interpreta a una viuda aristócrata con la que el Gauchito mantiene un romance, habla con un acento porteño del Siglo XXI, pero de a ratos lo mezcla con un impostadísimo acento correntino. Más que una intención, ese juego entre los acentos termina pareciendo un descuido. Lo mismo que el diseño de vestuario, que aboga por una pulcritud que los hace parecer a todos disfrazados. Es interesante detenerse un segundo en este punto: si uno se pone riguroso, es posible notar que la recreación de un período histórico concreto en el cine, a veces, echa por tierra la observación realista de los usos y costumbres en favor de una finalidad estética. Es más que probable que los uniformes no estuvieran siempre gastados y sucios, y seguramente la rugosidad de todas las cosas no estaba filtrada por una fotografía de época, pero esa es la idea que a veces tenemos del pasado, y que curiosamente funciona. Ya sabemos que cuando la leyenda se convierte en hecho, preferimos imprimir la leyenda. En un contexto de producción nacional donde se imponen las fórmulas seguras (al menos en el mainstream, que rara vez se aleja de la comedia marca Suar o del policial con comentario social, aunque hay excepciones), son dignas de celebrar las películas más modestas, muchas de ellas producidas y filmadas fuera de Capital Federal, que se animan y toman riesgos desde la forma o el tema. Y es indudable que Gauchito Gil lo intenta, aunque lamentablemente el resultado esté lejos de dar la nota.
Gauchito Gil: Una historia de coraje y libertad Se estrenó una nueva fábula cinematográfica acerca de la figura mítica del «Gauchito Gil» y aquí te la recomendamos ampliamente. Como vengo diciendo hace rato, la falta del sub-género cinematográfico «Western» en nuestro país es, por lo menos, extraña, teniendo en cuenta que en nuestro folklore tenemos amplios casos y ejemplos de bandoleros que azotaron en el Siglo XIX y forjaron una reputación con sus hazañas. Sin embargo, la figura del Gauchito Gil es una de las más abordadas últimamente en el cine nacional; claro exponente de los que significa un «Robin Hood» autóctono, mezclado con un misticismo que llega a nuestros días en forma de cuasi religión. En el 2018 se estreno Gracias Gauchito de Cristian Jure, quizás sin mucha pompa pero con un despliegue inusitado desde hacía varios años en este país, con poco presupuesto, pero con un alma increíble. Hoy, el director Fernando del Castillo nos trae Gauchito Gil (2020), quizás despegándose un poco de aquella que he nombrado, con un presupuesto mucho mayor a la vista y con una historia mucho más política si se quiere. Antonio Mamerto Gil Núñez (Roberto Vallejos) vuelve de la Guerra de la Triple Alianza a sus pagos en Mercedes, Corrientes, con una carga traumática al ver como se enfrentaban y mataban entre hermanos. Su llegada es advertida por el Coronel Salazar (Claudio Da Passano), un militar de muy pocos escrúpulos que usará su poder para reclutar al Gauchito Gil entre sus filas con la excusa que es un desertor, y por esto debe obedecer o irá a la cárcel (más bien lo matarán). Pero Antonio tiene otros planes, y entre chamamé y tereré, luchará contra la opresión del pueblo sacándole un poco a los que más tienen para dárselo a los que menos tienen. Su fama lo llevará por un derrotero lleno de tragedia para él y para sus seres queridos. Amigos y amores sucumbirán ante la injusticia. Gauchito Gil es un gran Western made in Argentina. Un film que bebe de las influencias de Leonardo Favio y los dramas más trágicos, como así también de la cultura popular y la fábula acerca de este personaje que es querido por muchos fieles hasta el punto de santificarlo. La fotografía de Mauricio Heredia es impresionante, la cual junto a la dirección de Del Castillo nos sumerge en campo abierto y a la magnificencia de la noche en planos abiertos que muestran toda la belleza del Litoral, además de una banda sonora plagada de chamamé y épica fordiana. Todas las actuaciones son más que correctas, pero si hay que destacar, Roberto Vallejos como el Gauchito Gil y Claudio Da Passano como Salazar se llevan todos los premios como el héroe y el antagonista de esta historia. No hay sobreactuaciones, las emociones se sienten reales y uno, muchas veces, se pregunta por qué estos actores no tienen más protagonismo que otros en la escena nacional. Asi, Gauchito Gil (2020) se convierte en otra de las grandes películas nacionales de este 2020 y, con el tiempo, llegaría a afirmar que se podría convertir en un clásico del cine en nuestra pampas.
Con libro y dirección de Fernando Castillo, esta nueva visita al santo popular que es el Gauchito Gil, se centra en los muy pocos datos sobre su vida y acierta en la ubicación histórica de su época, la terminación de la guerra de la Triple Alianza que prácticamente terminó con todos los hombres del Paraguay, donde el luchó y el comienzo de las luchas de caudillos a las que se negó participar. Una vida sin milagros que se fue ganando el favor de sus vecinos con acusaciones injustas y un hecho fundacional del mito cuando lo asesinan. Roberto Vallejos le otorga carácter y humanidad a un personaje difícil, por su trascendencia popular, lo que es todo un hallazgo. Un cine popular de rescate de mitos, destinado para atraer audiencias nuevas, que tenía planeado un estreno como corresponde en Mercedes, lugar donde se centra el fervor por este personaje cuyos símbolos pueblan las rutas de todo nuestro país.
El folclore de cada país tiene sus figuras icónicas: Japón tiene al Samurai, Estados Unidos tiene al Cowboy y Argentina tiene al Gaucho. En Gauchito Gil (2020) se plantea la conexión, al menos desde la narrativa cinematográfica, entre estos dos últimos, proponiendo un Western alrededor de una de nuestras figuras míticas. Gauchito Gil: el hombre antes de la leyenda El western, si bien relata un segmento de la historia muy propio de su país de origen, fue uno de los géneros con el cual el cine de Hollywood inició su penetración cultural en el imaginario mundial y que perdura al día de hoy. Presenta conceptos claros: algunos generales, tales como la justicia, la violencia, la redención (no pocas veces en forma de mujer), la culpa por los errores del pasado y la lealtad; y otros específicamente autóctonos como la Guerra Civil Norteamericana, la conquista de un terreno y la confrontación con la figura de los indígenas. Si bien no le rehúye al aura religiosa que rodea a la leyenda, Gauchito Gil (2020) decide contar cómo llegó a serlo valiéndose de los códigos del western, y por ello el resultado es una película bastante dinámica. Se mantiene fiel a los códigos establecidos del género, pero sabe adaptarlos al verosímil histórico argentino donde se originó la leyenda. Acá se reemplaza la Guerra Civil Norteamericana por la Guerra con el Paraguay, las partidas de Póker son reemplazadas por partidas de Truco, el Sheriff es un Policía Gaucho y el paisaje del Monumental Valley cambia por el Litoral Correntino. Hay una clara intención desde el principio de mostrarnos al hombre detrás de la leyenda. No es sino hasta que la película se aproxima a su desenlace que la leyenda como la conocemos hoy, y el aura que la rodea, empiezan a tomar forma. Cabe señalar que el modo en el que muestra a la mujer está más asociado al western revisionista que al western clásico. El protagonista tiene dos intereses amorosos a lo largo del film: una de ellas brevemente desarrollada, pero que cobra más sentido con su deceso a causa de la fiebre amarilla (casi al estilo de la esposa de William Munny en Los Imperdonables); otra que cautiva al protagonista con su actitud y seguridad. Roberto Vallejos se carga el protagónico titular valido de una gran fuerza expresiva, tanto facial como física. Su labor es apoyada por Claudio Da Passano, en el rol de una nada simpática figura de autoridad, y Paula Brasca, en el papel de la dueña de una estancia, al cual la actriz compone con segura austeridad. Por el costado visual, Gauchito Gil (2020) presenta ricas composiciones de cuadro en formato Cinemascope, con el cual se capturan los amplios paisajes del litoral correntino y ajustadas piezas de acción como peleas cuerpo a cuerpo o el conciso tiroteo del tercer acto. Tal desenlace cuenta con una escena final que es la que más poesía evoca de todo el film.