Quizá si no viste la primer entrega te guste más que a mí ya que no vas a ir al cine con tantas expectativas pero no creo que exista alguien que la haya visto y pueda decir que Ghost rider 2 la supera. El problema no es que no entretenga o que la historia sea aburrida, lo malo está en la forma en que está narrada y filmada: muy al estilo clase B...
El diablo tiene cara de Jerry Springer Siendo una película pobre, Ghost Rider: Spirit of Vengeance es superior a su antecesora del 2007 por un simple motivo, durante una buena parte no se toma en serio. Para esto, mucho tendrá que ver la dupla que conforman Mark Neveldine y Brian Taylor, directores de ese sorpresivo shock de adrenalina que supuso Crank tiempo atrás. Dado que la seriedad del antihéroe torturado no funcionó la otra vez, se hace un viraje parcial respecto a las formas y se ofrece un resultado algo diferente con más espacio para la parodia. Voz en off, referencias de actualidad, punchlines, cualquier recurso es válido para este Nicolas Cage de los últimos años que, sin alcanzar los altos picos de Bad Lieutenant o Kick-Ass, se beneficia del tono hiperbolizado de su desquiciado personaje. El problema con esta secuela es que no termina de decidirse entre repetir la fallida ruta de la original o tomar el camino lúdico de su ejemplo más concreto, Drive Angry. Esta incertidumbre dará como fruto un film predecible en el que se sigue al personaje central una vez más en el sendero de la redención, con un guión cuyos únicos riesgos o sorpresas recaen en la comicidad de su protagonista. Destruido poco a poco desde su interior, Roarke (Ciarán Hinds) se define como "un lanzallamas de papel maché", un ente poderoso que inevitablemente consume la carne débil de su vasija humana. Por otro lado Johnny Blaze se contiene y en ese sentido lo hace también toda la película. El vengador pide salir a gritos y rompe las costuras del hombre enloquecido, pero este una y otra vez logra controlarlo. Ese demonio, que explota y entrega a un Nicolas Cage over the top, exige a los realizadores que vayan por el todo y aprieten el nitro, y si bien por momentos esta idea aparece, se la prefiere mantener encadenada y ofrecer un enlatado común. Ese quedarse a mitad de camino (lo mismo con los efectos especiales de calidad dispar) compromete la totalidad de la producción, sin ser ni lo uno ni lo otro acaba como una mezcla de elementos que fallan en conjunto. Ni Idris Elba, un "negro, francés, sacerdote borracho, algo imbécil" a quien el rol le sienta muy bien, puede intervenir lo suficiente como para cambiar el panorama. La elección de los directores, quizás influenciados por tratarse de su salto a los grandes presupuestos, es la de asomar para luego quedar en el molde, logrando en el proceso que lo histriónico acabe en cierto ridículo y la trama con un tono religioso de excesiva seriedad que busca pasar una leve sombrita como oscuridad. Si en la primera se recuperó a Peter Fonda, aquí se demostró que Christopher Lambert todavía está vivo. Por lo demás, esta saga ya está agotada.
Cuando Ghost Rider: El Vengador Fantasma se estrenó, allá por 2007, estuvo lejos de ser un suceso. Recaudó dinero, pero no se convirtió en un clásico ni nada parecido. Los motivos son varios: por un lado, este personaje ocupaba un rango menor dentro del universo de Marvel Comics; por otro lado, el trabajo del director Mark Steven Johnson no era muy inspirado que digamos. Y además, daba la impresión de que los films basados en historietas estaban cansando al público. Un pensamiento erróneo, confirmado al año siguiente por el exitazo de la primera película de Iron Man y de la segunda Batman de Nolan.
Otro hombre en llamas Vuelve Nicolas Cage a la carretera con sus cadenas y su chaqueta de cuero. Ghost Rider: Espíritu de Venganza (Ghost Rider: Spirit of Vengance, 2011) se estrena este jueves en el país y amenaza con llenar todas las salas. Después de los eventos sucedidos en Ghost Rider: El Vengador Fantasma (Ghost Rider, 2007), Johnny Blaze (Nicolas Cage) busca ahogar sus penas en el alcohol y en el confinamiento. Escapando vanamente a su condena eterna y suprimiendo todos los impulsos del vengador, Blaze es contactado por Moreau (Idris Elba), un joven religioso que le ofrece liberarlo de su demonio a cambio de un favor; rescatar al hijo del diablo de las manos del mismo, su verdugo, Roarke (Ciarán Hinds). Existen dos maneras escenciales de adaptar un cómic en la pantalla grande. Detrás dejaremos a los superhéroes ancestrales cuyos espíritus deambularon a través de las décadas por numerosas manos, estilos y formatos. En la actualidad se distinguen dos ramas conspicuas. Una es la encabezada por Frank Miller y los de su escuela (Robert Rodríguez, Zack Snyder) quienes consideran efectivo rodar con un panorama estético lo más aproximado posible a la obra original. La materialización de esta premisa ha otorgado resultados excelsos y extraordinarios como la obra maestra La ciudad del pecado (Sin City, 2005), la dirigida por el mismo Miller El Espíritu (The Spirit, 2008) o Batman: el caballero de la noche (The Dark Night, 2008). Por otra parte, otros optan por separarse, con mucha prudencia, de la obra original para agregarle a la película un poco más de empuje y arribar así a un público más masivo. De esta manera se convoca tanto a los seguidores de la historieta como a quienes disfrutan de una buena película de acción. Películas como Linterna Verde (Green Lantern, 2011) o Capitán América: El primer vengador(Capitan America: The First Avenger, 2011) son prueba de ello. Ghost Rider: Espíritu de Venganza se encolumna detrás de las últimas. Si bien los elementos básicos están presentes (Ghost Rider y Roarke) se hace más hincapié en las secuencias de acción y en los efectos visuales. Esta vez, al contrario de la primera entrega, la película entretiene más por sus enfrentamientos que por tratarse de un relato sobre el vengador en llamas. Nicolas Cage deja entrever sólo atisbos de su agudeza interpretativa. Alguna carcajada a lo Castor Troy y alguna mirada melancólica a lo Ben Sanderson. Si bien esas pequeñas irrupciones de talento son valoradas, una pregunta emerge; ¿Cúando volverá a todo su esplendor? La nueva producción de Charlie Kaufman, acaso uno de los mejores guionistas de los últimos quince años, lo contará a Cage entre sus filas. ¿Será ese su aclamado regreso? Públicamente se declaró en bancarrota. Últimamente, sus películas están condenadas al fracaso de taquilla. Nicolas Cage desea volver al éxito en recaudación y al aclamo popular. Esta no será su oportunidad, pero bien podría ser un primer paso.
Endiablado film con alma de cómic "Nadie escapa a sus demonios". Esto es lo que cree el protagonista de esta nueva aventura que tiene muchas pinceladas de cómic. Johnny Blaze (Nicolas Cage) huye de lo imposible y, acosado por su maldición, intentará redimirse de su pasado y de su pacto con el diablo. Ghost Rider: Espíritu de Venganza Para eso une su descontrolada fuerza con un monje de la Orden de Miguel Ángel llamado Moreau (Idris Elba) buscando proteger a una madre (Violante Placido) y su particular hijo. Cage se sumerge nuevamente en este personaje que debe lidiar con una parte incontrolable de sí mismo. Al igual que Hulk dice: “No soy yo cuando me enojo”. Es bueno ver al actor en un personaje hecho a su medida luego de los altibajos que tuvo en varias películas. Con buenos momentos de acción y el aporte del 3D, la cinta corre rápidamente sobre ruedas y con creatividad. Por momentos, recuerda a Mad Max y a las historietas clásicas que no se podían dejar de leer hasta el final. Ghost Rider: Espíritu de Venganza obviamente posee un villano de turno, Blackout, interpretado por el siempre convincente Ciarán Hinds y un monje de poco fiar, como lo es El Inmortal, Christopher Lambert. La película tiene una escena inicial, antes de los créditos con cameo de Eva Mendes y Sam Elliot. Johnny Blaze tiene sed de venganza y la saciará en estos 98 minutos, dejando la sensación de que vendrá por mucho más.
En el 2007 se estrenó "Ghost Rider", la adaptación cinematográfica de los cómics homónimos de Marvel. Sin cumplir con las expectativas y sin estar a la altura de otras películas de la productora, pero siendo un éxito de taquilla, la aparición de una secuela era algo inevitable que se extendió por cinco años. Esta propuesta, captando una esencia visual que remite directamente al material original, es una película que desaprovecha el 3D, que invoca una narración poco interesante, una edición rápida que repite fórmulas y actuaciones superficiales que poco ayudan a entablar conexión con el espectador.
Acá tenemos un caso bastante loco en lo que se refiere a adaptaciones de cómics en el cine. Por lo general cuando se estrena una secuela de este tipo de filmes los estudios tienden a levantar la apuesta en materia de producción y presupuesto. No es lo que ocurrió con Ghost Rider al que Marvel le recortó la mitad del dinero invertido en el 2007, algo que no tenía antecedentes en la compañía. De los 110 millones de dólares que costó la primera entrega pasaron a invertir 57 millones de dólares en el nuevo film, que es una reducción importantísima en este tipo de propuestas. Esto no es un dato menor, ya que define claramente el tipo de película que te vas a encontrar en el cine. Espíritu de venganza es una propuesta totalmente distinta a la primera película. Básicamente se trata de una aventura de Ghost Rider dentro del cine clase B. En un punto es un auténtico milagro cinematográfico teniendo en cuenta quienes fueron los responsables de este estreno. No porque se trate de una gran obra precisamente, sino que podría haber sido muchísimo peor. El caso de los directores Mark Neveldine y Brian Taylor es un auténtico misterio porque no paran de hacer fracasos comerciales en el cine desde hace años, pero los grandes estudios de Hollywood les siguen dando trabajo. Hace poco hicieron un mamarracho impresentable con Jonah Hex, clásico de DC cómics, que arruinaron por completo con un film estúpido con Megan Fox que resultó uno de los fracasos más notables del 2010 y en Argentina Warner ni siquiera lo estrenó. En este caso se nota que estuvieron un poco más controlados y por lo menos no lo desvirtuaron al motorista fantasma como hicieron con el famoso cowboy de DC. La nueva Ghost Rider más que una secuela en realidad es una re-interpretación del personaje en el cine, donde desarrollaron la historia como si nunca hubiera existido el film del 2007. Algo similar a lo que Marvel hizo con El increíble Hulk en el 2008 con la particularidad que acá el actor protagónico es el mismo. En algunos aspectos visuales el film está un poquito más cerca del cómic de lo que fue la entrega anterior pero le faltó un guión un poco más atractivo y entretenido. Johnny Blaze ahora aparece más pelado y parecería que se incorpora al conflicto simplemente porque andaba por ahí con la moto. También le faltó un productor a esta película que dirigiera mejor el trabajo de Nicolas Cage, ya que en ese punto se nota que los directores estuvieron pintados. Por alguna razón inexplicable Cage entiende que Johnny Blaze es un freak oligofrénico y se comporta como tal en toda la historia. Su interpretación es desmesurada y en varias escenas sobreactúa con su locura y gestos sacados. De todos los cómics que por lo menos yo leí con este personaje jamás vi a Blaze y las otras encarnaciones de Ghost Rider actuar de esa manera, por eso lo de Cage es muy bizarro. Como punto a favor merece destacarse el trabajo que hicieron con la caracterización de Ghost Rider que es totalmente superior al film anterior. Algo muy loco, teniendo en cuenta que el presupuesto fue menor, pero es evidente que utilizaron mejor la plata. El personaje no sólo se ve mejor, sino que cada intervención que tiene es contundente en la trama. Me encantó, que como sucede en las historietas, Ghost Rider manipulara el fuego y utilizara ese elemento para castigar a los villanos. Las escenas de acción están muy bien logradas pero lamentablemente son pocas a lo largo de la historia. Con toda la furia a Ghost Rider lo vemos cinco veces durante toda la película y esto también tiene que ver con el presupuesto, ya que esa calavera en llamas sale una fortuna cada segundo que aparece en escena. Por eso también el personaje no tiene diálogos (a diferencia de los cómics), salvo cuando se convierte en Johnny Blaze. El 3D en realidad es bastante prescindible en esta propuesta pero el formato se destaca en las secuencias de acción donde se luce el motorista fantasma. Espíritu de venganza no es ni por asomo lo mejor de Marvel en el cine pero es buen escapismo clase B para entretenerse un rato con este personaje.
Calavera que chilla Bizarro es una palabra que en su origen significaba lúcido, elegante y espléndido. Sin embargo, el ambiente cinéfilo fue resignificando el término y a través de un galicismo lo fue incluyendo en nuestro idioma como sinónimo de raro, extravagante, insólito, fuera de lo común. Pues bien, si buscáramos una manera de describir a Ghost Rider: Espíritu de Venganza sin lugar a dudas la última acepción de bizarro sería la más correcta. En esta nueva entrega de la saga (¿?) el motociclista fantasma se encuentra recluido en un viejo taller a la espera de poder lidiar con sus propios demonios y es entonces cuando una nueva oportunidad de exorcizarlos se presenta en su vida. Un joven niño junto a su madre deben ser escoltados hasta un antiguo monasterio para ser preservados de un oscuro secreto que los persigue desde el comienzo de la vida del infante, y este secreto será justamente el que los conecte con el motociclista fantasma. Esta nueva entrega se muestra definitivamente volcada hacia el lado bizarro, con muchas más miradas cómplices a cámara y referencias a la estética del comic. Cuenta en su elenco con el inefable Nicolas Cage (quien poco a poco se ha ido convirtiendo en sinónimo de películas poco atractivas), junto con Idris Elba el ganador del Golden Globe y protagonista de la serie de la BBC Luther y un mínimo -aunque relevante- papel de Christopher Lambert que nos sirve para confirmar que al menos sigue vivo, a pesar de no ser este producto la más interesante muestra de vida. Lo más rescatable del film es posiblemente aquello que lo condena: el liberarse de todo formalismo y terminantemente entregarse a una estética y planteo trash que sólo podrá cautivar a los amantes de este tipo de propuestas. Las locaciones elegidas para el rodaje también son dignas de mención dado que el set de filmación fue realizado en las áridas tierras de Rumania, donde se erigen el monasterio que servirá de refugio a la atormentada alma de Johnny Blaze. El film también nos brinda una más acabada referencia de las razones y el modo en que el joven amante de las motos vendió su alma al diablo, y además nos revela la historia de Zarathos, el espíritu que convive dentro de su cuerpo maldito. Los efectos de animación aplicados al motociclista también se encuentran mejor desarrollados en esta entrega, logrando algo más de espíritu en un personaje que decae por la debilidad de un guión con poca profundidad y desarrollo. Al salir de la función de prensa un crítico decía “si la venís a ver, calavera no chilla”, sabias palabras, un film de culto... sí, de culto satánico.
Anexo de crítica: -Más allá de tener un guión endeble, el principal acierto que pondera por encima de su antecesora a esta secuela Ghost Rider: Espíritu de Venganza, es la elección del dúo dinámico de los inadaptados Mark Neveldine y Brian Taylor, responsables de las desaforadas Crank 1 y 2, quienes consiguen para esta nueva aventura de venganza y redención trash del justiciero motoquero, interpretado por un Nicolas Cage alocado que está en su salsa, todo aquello que le faltaba a la primera: acción desatada, humor adolescente, violencia pop y la estética comic para despojarla de solemnidad.-
Johnny Blaze, ese hombre torturado acosado por su propia maldición, llega nuevamente a la pantalla grande luego de ser presentado, en 2007, en el film El vengador fantasma. Este personaje, tomado de un exitoso libro de historietas de Marvel, vuelve aquí a pilotear su veloz motocicleta y a hacer frente a sus enemigos cuando todo su cuerpo se convierte en una tea ardiente para combatir a aquellos malvados que desean eliminarlo para impedirle que logre su propósito de justicia. Exiliado para mantener a salvo a la mujer que ama, Blaze es hallado por un monje llamado Moreau, perteneciente a una orden que combina lo religioso con lo satánico, que busca un protector para una madre y su hijo adolescente, quienes están siendo acechados por un sádico individuo siempre dispuesto a apoderarse del joven al que desea convertir en un malévolo ser en medio de torturas físicas y psicológicas. El film no ahorra persecuciones, violencia ni suspenso, y así la trama se va entretejiendo dentro de un micromundo en el que Blaze se verá siempre dispuesto a convertirse, a pesar suyo, en un héroe. El film no da descanso en ese nudo de acción, y así logra convertirse en un válido entretenimiento. Los directores Mark Neveldine y Brian Taylor no desaprovecharon las oportunidades que les brindaba un guión ágil y, con una buena dosis de adrenalina, compusieron una más que aceptable producción sostenida por un clima que transforma al film en un válido entretenimiento. Nicolas Cage, ya muy compenetrado con su papel, aporta su sufrido rostro a ese Blaze, envuelto en llamas y siempre dispuesto a salvar a los buenos de turno. El resto del elenco apoya con calidad a una gran variedad de personajes, en tanto que los efectos especiales logran dar el marco ideal para que esta vuelta a la pantalla de Johnny Blaze contenga toda la fuerza que necesitaba la historia, que promete en sus escenas finales una tercera producción con ese protagonista casi agónico y siempre listo para salvar a la humanidad.
Sin espacio para reflexionar ni divertirse Los innumerables traspasos de comics a la pantalla grande durante los últimos diez años invitan a ejercitar la catalogación generalizadora. Más aún cuando el calendario se acerca presuroso al 26 de abril, Día D para los fanáticos de las viñetas, fecha del estreno nacional de Los vengadores. A esta altura del partido, entonces, podría decirse que las buenas adaptaciones optaron por diversos caminos: la reflexión acerca de la complejidad espiritual conllevada por un heroísmo no electivo (Spiderman II, hijo dilecto del 11-S); la apropiación del espíritu festivo y bon vivant del protagonista para magnificarlo a toda la película (Tony “privaticé la paz mundial” Stark en las dos Iron Man), o la exploración de la maldad hedonista indisociable de un mundo tan desencantado como nihilista (Batman: El caballero de la noche; en menor medida Watchmen). El desenlace de la primera y bastante mediocre Ghost Rider, con el motociclista Johnny Blaze devenido en cazarrecompensas del diablo negándose a renunciar a su flamante oficio, no sólo tiraba un centro a la olla para el cabezazo de la secuela, sino también para que ésta recorriera algunos de los caminos previamente mencionados. Casi cinco años después, Ghost Rider II: Espíritu de venganza confirma que aquello fue puro histeriqueo. Johnny Blaze (Nicolas Cage; sin agregados capilares por primera vez en décadas) es aquel showman motorizado que le vendía el alma a Lucifer a cambio de que su padre y compañero de coreografías sobreviviera a un cáncer fulminante. Así comenzaba la primera, y así comienza ésta, con una breve recapitulación argumental para los primerizos que además opera como refresca-memorias para los veteranos. Ahora bien, que para eso se prescinda de todo atisbo audiovisual del trabajo previo de Mark Steven Johnson y se usen escenas nuevas habla del brío de borrón y cuenta nueva que intentan insuflarle los recién contratados Mark Neveldine y Brian Taylor (Crank, veneno en sangre). Pero que se modifique absolutamente toda la anterior, llegando incluso a cambiar el desenlace de la anterior para crear uno apócrifo, ya es más difícil de explicar. O no: quizá Ghost Rider II no se pretenda una secuela, sino un reinicio. El problema es que ese lavaje de cara clausura todas y cada una de las puertas que la primera había entreabierto. No hay espacio para la autoconciencia ni para la reflexión. Mucho menos para la diversión desaforada, algo que sí se permitía la mejor película del sobrino trash de Francis Ford Coppola en los últimos cinco años, Infierno al volante 3D. Queda apenas alguna secuencia de acción correctamente resulta, la simpática escena ya vista en el trailer de Cage meando una chorrada de fuego y el suspenso vacuo generado por saber si el Diablo (el hiperactivo irlandés Ciarán Hinds, actualmente en cartel en John Carter, La dama de negro y El topo, aquí en plan Robert de Niro en Cabo de miedo) logrará apropiarse o no de su futuro heredero. Ese que tiene una madraza para el infarto (Violante Placido) y al que, claro está, el motociclista deberá rescatar durante un rito satánico que lo único que genera es ganas de volver a ver Indiana Jones y el templo de la perdición.
El regreso del infierno tan temido La segunda parte de este héroe de historieta no consigue despegar y aburre. Marvel Comics le ha dado al cine una inmensa y cada vez más fuerte presencia de grandes personajes. Desde El hombre araña a Hulk, pasando por Iron Man, Thor y El capitán América, diferentes personajes, con diferentes orígenes, han nutrido a la pantalla grande de héroes seguidos por millones y sin señales de agotamiento por ahora. Los vengadores suma de varios de esos héroes, promete ser el punto más alto de la taquilla Marvel. Ghost Rider: Espíritu de venganza es, claro, uno de los personajes más oscuros y complejos de toda esta fauna. Este motociclista justiciero que ha vendido su alma al diablo tiene como máximo interés su calavera en llamas y su figura infernal atravesando rutas y terminando con toda la maldad que se cruza en su camino. No está mal que sea Nicholas Cage quien lleve adelante ese papel, ya que da muy bien el rol de antihéroe perturbado. En esta, una secuela del primer film protagonizado por el personaje, las cosas no van más allá de lo narrado. El film, bastante claro a la hora de explicar el origen del personaje para no dejar afuera a espectadores nuevos, no consigue nunca despegar. Ni los flashbacks de animación, ni la imagen impactante del protagonista alcanzan para permitir que el escaso metraje se vuelva entretenido o interesante. El film naufraga a los pocos minutos y las escenas, aunque con sus intentos de llamar la atención, se van volviendo cada vez más aburridas. Pobre es el destino de un film que busca impactar y divertir e incluso hacer reír y consigue tan solo indiferencia. Todo suena berreta sin ser artesanal y todo parece amateur sin que esto implique riesgo o independencia. Nicholas Cage, que viene de capa caída en cuanto a la calidad de sus films, demuestra aquí que no siempre ser taquillero asegura un producto digno. Veremos si el público sigue respondiendo, aun cuando ya pasaron muchos años desde Contracara y sus otros films de género más conocidos, así como también de su Oscar por el drama Adiós a Las Vegas. Para los nostálgicos está aquí presente Christopher Lambert, el inolvidable protagonista de Highlander, el último inmortal. Y es bueno recordar aquel film, de corte fantástico, de presupuesto limitado y sin embargo siempre divertido, con humor y hasta emoción. Tres cosas que le faltan a Ghost Rider: Espíritu de venganza, que ya se perfila como uno de los films de entretenimiento menos entretenidos del año.
Calavera no chilla Más disparatadas aventuras con Nicolas Cage. Hay películas flojas, películas malas, películas absurdas y películas con Nicolas Cage. Aún dentro de este subgénero, hay pocas películas como Ghost Rider: espíritu de venganza , y uno no sabe bien qué actitud tomar al respecto. Y si bien es difícil considerarla como un producto logrado, tiene momentos de absurdo y gracia que muchas mejores películas nunca ofrecerán.Decir que es una mala película divertida no sería completamente cierto, porque implicaría que es graciosa a pesar suyo, por lo mala que es. Este caso no es así: da la impresión de que tanto los realizadores como el elenco sabían lo que buscaban. Y de alguna manera lo lograron. ¿De qué otra manera alguien se atreve a poner a Nicolas Cage a orinar chorros de fuego sin suponer que el espectador lo tomará como un absurdo? La secuela es más graciosa y excesiva que la primera parte y es por eso que es más entretenida como producto. Aquí cabe de todo, lo cual en una película con Cage y sus pómulos hinchados de botox, su peinado cada vez más enrarecido y su constante transformación en el cadavérico motoquero que encarna en este filme, es casi una garantía de entretenimiento.En la secuela, nuestro antihéroe con poderes gracias a un pacto con el Diablo recibe el encargo de salvar a un niño de las manos de Roarke (Ciaran Hinds), niño que podría tener poderes y que se escapa junto a su madre (Violante Placido). Tras él van los diabólicos esbirros de Roarke, mientras Johnny Blaze trata de llevarlo hacia un monasterio donde lo salvarán de los peligros diabólicos. Compinche en esta aventura es un cura francés, alcohólico, que encarna Idris Elba ( The Wire ). Es él quien quiere llevar al niño con los monjes, cuando en realidad no sabe muy bien con qué se encontrará ahí.En manos de la dupla Neveldine/Taylor, especialistas en violentas sacudidas de cámara como bien se vio en la saga Crank, Ghost Rider 2 es un filme de acción que no intenta disimular el nivel de absurdo en el que se maneja y hace partícipe muchas veces al espectador de esa gran exageración. Una película de superhéroes con poderes maléficos, monjes misteriosos y Christopher Lambert con la cara toda escrita en medio del Este de Europa, da para cualquier tipo de desborde. Y aquí los usan casi todos. Hasta tenerlo a Cage demostrando sus fogosas habilidades con todo el cuerpo cuando se transforma en el ¿temido? Rider. ¿Qué más se puede pedir?
No ví la primera "Ghost Rider" en cines, si alguna vez la pesqué en el cable y no me gustó. Pero en general (excepto en "Drive Angry" y "Kick-ass"), no me gusta esta etapa de Nicholas Cage. Ya lo hemos dicho muchas veces, transita por films mediocres sin dejar huella y siento que lo que él hace sobreabunda en el medio. No creí, por otro lado que los estudios volvieran a invertir en este personaje. No les fue mal con la primera (salieron hechos y ganaron una moneda) aunque esperaban hacer mayor diferencia, para ser un personaje de la escudería Marvel. Ahora, con menos presupuesto programado, decidieron darle una chance más a la franquicia (lanzandola en 3D) a ver si despegaba de una buena vez y cambiaron la dirección. Dieron un golpe de timón y abrocharon a los hombres detrás de las dos "Crank", clásicos de culto en los que se luce Jason Statham: Mark Neveldine y Brian Taylor. Obviamente buscaban un producto clase "B". Y lo lograron. Nada se toma muy serio en esta secuela. "Ghost Rider: espíritu de venganza" explica en sus primeros minutos cómo funciona la maldición que posee a Johnny Blaze (Cage), y luego se lanza sin mucho más preámbulo a desandar el camino que le espera. El problema del personaje principal ya lo conocemos: hizo un pacto con el demonio, tiene doble personalidad (por decirlo de alguna manera!) y se enciende para destruir y llevarse las almas de los malos. Blaze sufre bastante su destino y arranca la película aislado, intentando dominar su parte oscura. Un monje, Moreau (Idris Elba) lo buscará para hacerle un ofrecimiento tentador: debe dar con un niño, Danny (Fergus Riordan) quien podría encarnar el anticristo si cayera en las manos equivocadas. Si logra encontrarlo, él lo ayudará para deshacerse de la posesión. Danny es "most wanted", podría decirse: sin él, Roarke (Ciarian Hinds) no podría dar luz verde al ritual que trae las tinieblas a nuestro mundo. Así es que Blaze parte a buscarlo y enfrentarse a su escudería con las armas habituales... Fuego, látigo, moto,... the usual stuff. La película tiene pocas secuencias de acción, aunque las que hay están bien filmadas. El problema mayor del film es lo anodino del guión. No hay emoción en el relato, la idea que sustenta la trama son dos trazos y quien debería llevar el peso de la historia luce perdido, jugando a su propio juego (Cage). El hombre no da con el registro para el personaje, su perfil da para bizarro ya: cada vez se esfuerza menos y se le nota. Esto se potencia con bajas actuaciones de un elenco del que sólo se rescata a Hinds, el veterano irlandés que si intenta hacer creíble su personaje. Y no hay mucho más que contar sobre "Ghost Rider: spirit of vengance"... Creemos que el espectador promedio (quien aún sigue respetando y siguiendo a Cage), irá a los cines en busca de un rato de acción y entretenimiento, y quizás esta cinta se los de. Lo único que decimos es que no esperen calidad porque este film está lejos de poder ofrecerla. Apenas es un poco mejor que la primera parte. Pero para eso, no se necesitaba mucho.
“Ghost Rider II” conformará a fans del comic La primera «Ghost Rider» era un pequeño y digno film que hacía honor a este extraño personaje de la Marvel, un motociclista que por haber hecho un oscuro pacto con una figura maligna debe deambular por la tierra en busca de su destino y, sobre todo, intentar que su alter ego siniestro no haga daño al prójimo. Sin ser un clásico ni nada por el estilo, la película anterior lograba darle una resolución simple a un concepto tan complejo como el del personaje (o mejor dicho, los personajes, el motoquero Johnny Blaze por un lado, y el sobrenatual Ghost Rider). Esta nueva película es interesante por encarar el asunto de una manera totalmente distinta, complicando más un asunto ya de por sí un poco extraño y complejo. Blaze viaja ahora a Europa del Este para encontrarse con unos monjes que lo pueden ayudar a liberarse de su pacto, eso si puede cuidar a un niño especial del siniestro alcance del mismo personaje que el que hizo su maligno acuerdo tiempo atrás. La película está manejada más como un producto de terror que una adaptación de comic, y a veces todo el asunto se pone demasiado místico. A Nicolas Cage evidentemente le gusta mucho el personaje y lo actúa muy bien, y el elenco está lleno de buenos intérpretes. Por momentos, el film se pierde en la confusión y por otros tiene excelentes escenas de acción sobrenatural, algunas bastante fuertes, todas muy bien filmadas. Los fans del comic podrán disentir con los resultados, pero no querrán perdérsela.
Un héroe bastante confundido La factoría Marvel se caracterizó por la imaginación de una variedad de personajes, desde "Capitán América", pasando por "Los cuatro magníficos", o el "Hombre Araña". Compañía creada en 1939, abasteció especialmente el mundo de la historieta, hasta la reciente época en que la compañía Disney la compró. Pero estas son otras épocas y los héroes, o superhéroes salen medio torcidos como este "motorista fantasma" llamado Johnny Blaze, que por intentar salvar al padre tuvo la idea de pactar con el Diablo como si fuera el señor de la vuelta de casa. Así perdió su alma y se transformó en algo así como un marginal que anda a la buena de Dios, torturado y conflictivo, cumpliendo las tareas que se le encomiendan. Si Peter Fonda era su Mefistófeles hace cinco años en el primer filme de la serie, ahora, más acorde con la modernidad, el Diablo tiene la cara del señor Dumbledore, el mismo de Harry Potter. LOS MONJES Esta vez el torturado Johnny Blaze es reclutado por unos monjes de la Orden de Miguel Angel, que viven en Europa del Este, para proteger al hijo del Diablo que tuvo un affaire con una rusa (también los países se ponen de moda). Luego de una impactante escena de superacción en el comienzo (lo mejor de la película), ubicada en ámbitos eclesiásticos, monasterio en escarpada montaña mediante y donde conocemos a la bella rusa y su hijo, el filme comienza a irse en picada. El libreto va para cualquier lado, la presencia del Motorista Fantasma con su cuerpo y su moto incendiados y esa carota-calavera mecánicamente movible, siempre al borde de la histeria, no alcanza a superar la categoría del ridículo y lo único rescatable son las locaciones (Rumania, Turquía) o los efectos especiales. La narración hace agua, Nicolas Cage sobreactúa y ríe. Roaroarke, el demonio de turno, mantiene una buena máscara y la rusa, hija en la vida real de Michele Placido, hace lo que puede para mantener una actuación decorosa ante tanto descalabro. El diseño de producción es aceptable.
El fantasma calentón Si no viste la primera zafaste de ver un bodrio. Igual no importa, en esta segunda película te cuentan en el inicio todo lo que debés saber sobre el personaje y su historia, como para que sepas de qué va la cosa. Johnny Blaze sigue lidiando con su condena eterna cuando aparece un extraño monje con una propuesta que no puede rechazar, rescatar a un niño a cambio de liberarlo de su pacto con el diablo. La factura de este filme a esta altura no califica ni como clase B. El guión es un rejunte de lugares tan comunes como las actuaciones, incluidas las de Cage y Hinds, absolutamente perdidos en el registro. Abundan diálogos pretenciosos y escasea la acción, que cuando se presenta se vuelve risible. Sin dudas, el de Ghost Rider es un regreso que nadie esperaba. Menos para esto.
Sí, está Nicolas Cage, con su cara de loco y su transformación en demonio justiciero, esta vez en una trama de niño anticristo, monjes traidores, y diablo en decadencia física. En fin, para un público cautivo de esta fantasía con alma de cómic. Efectos, persecuciones y no mucho más.
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Un fuego que no calienta La diferencia, está en la llama. ¿Cómo? Sí, en la llama, en el fueguito, en la corona ígnea que rodea la calavera del Ghost rider que interpreta -es un decir- Nicolas Cage. Explicamos: no es que la primera adaptación de este personaje de la Marvel, allá por 2007, haya sido una genialidad absoluta. Sin embargo había en el fuego digital de aquella película una coloración mucho más rojiza y amarillenta fluorescente, encendida si se quiere, que permitía a partir de su consistencia la referencia pop. Aquel Ghost rider era un personaje que se permitía jugar, pero que fundamentalmente era bastante autoconsciente de su utilidad de chatarra cinematográfica. La película era una basura, pero cumplía a rajatabla una especie de mandato (mucho más demoníaco que el pacto que motoriza estas historias) de producto de góndola que ocupa un espacio entre los verdaderos tanques de Hollywood. Desde esa estrechez de objetivos, Ghost rider – El vengador fantasma se hacía cargo de su espíritu clase B y lo hacía con alguna secuencia lograda y mucho mamarracho simpático. El film fue un fracaso y formó parte de la larga lista de esperpentos filmados por Cage en los últimos años, y por eso no se entiende mucho el sentido de hacer una secuela. Mucho menos, cuando los resultados son bastante inferiores a los de la primera película. Y eso es decir. Ghost rider: espíritu de venganza es una película extraña. En primera instancia, porque se parece un poco a El increíble Hulk y su necesidad de reescribir el Hulk de Ange Lee más que de continuar una franquicia. Un detalle no menor es que en vez de recurrir a imágenes de la primera parte, cuando se habla del origen del personaje se muestran escenas nuevas y la forma en que Johnny Blaze firma el acuerdo con el Diablo es totalmente diferente a lo visto anteriormente. En eso, uno supone que hay una necesidad por modificar la saga ante cierta disconformidad con lo hecho anteriormente. Un ejemplo parecido sería Batman a partir de las películas de Joel Schumacher: hay como una continuidad estética de Tim Burton, pero también una necesidad por modificar el tono oscuro y hacerla más bochinchera y kitsch. Con Ghost rider, en realidad, hay cambios mínimos que no aportan nada nuevo: la narración es tan torpe como en la primera parte, Nicolas Cage está más desbordado que de costumbre y la aventura resulta poco divertida por esa solemnidad absurda que impostan estas películas. Una cosa curiosa es que los directores Mark Neveldine y Brian Taylor, los mismos de Crank, no supieron incorporarle a esta película un espíritu lúdico y sacado como el que reinaba en aquel film con Jason Statham. Y eso que hay aquí material para el dislate: Cirián Hinds hace de un villano con cara de Muppet, aparece Christopher Lambert como un monje con la cara escrita, y cierta epifanía permite ver al Ghost rider orinando fuego como si tuviera un lanzallamas en la entrepierna. El problema básico por el que esto resulta menos divertido de lo que uno supone, es que esos momentos lujuriosos son pura pose canchera sin alma: es esa pátina en la imagen que hace ver al film como una lustrosa aventura eurotrash, lo que impide el acercamiento al pop, a lo prosaico y que el humor resulte más fluido. Y creo que el secreto está en el fuego del Ghost rider -un personaje que por lo demás resulta bastante antipático-, que se ve apagado, opaco, poco refulgente. Un fuego que no calienta en lo más mínimo.
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Hacer la secuela de una película poco exitosa es bastante arriesgado para cualquier productor, pero a veces hay motivos que exceden los fríos números de las boleterías. Hacer una segunda parte de una mala producción como “Ghost Rider” (2007) es una suerte de "fracacidio", sobre todo si se insiste con lo mismo. Suponiendo que esta segunda parte de “El vengador fantasma” (el héroe de Marvel de la calavera ardiente) esté en medio de ambas posibilidades, créame que no le va a quemar la cabeza a nadie. Comencemos por recordar que Johnny Blaze (Nicolas Cage) hizo un pacto con el diablo para salvar a su abuelo del cáncer declarado. El diablo cumple con el pacto, pero mata al viejo en un accidente de moto. Años después le propone a Johnny terminar la maldición si éste detiene al hijo de Satán. En esta segunda parte pasa algo parecido, aunque algunas diferencias mínimas. La diferencia sustancial a favor de esta producción es la elección de los directores y los guionistas. A veces en un partido de fútbol si se cambian los jugadores a tiempo, al menos se puede soñar con el empate. Entonces, afuera el aburrido e insulso Mark Steven Johnson director-guionista de la primera, también culpable de “Daredevil” (2003); adentro Mark Neveldine-Brian Taylor (los responsables de “Crank”, 2006), y los guionistas Scott M. Gimple, Seth Hofman y David S.Goyer, éste último coguionista con Christopher Nolan de “Batman Inicia” (2005) y “Batman, el caballero de la noche” (2008, ambas dirigidas por Nolan. Los ingresados al campo de juego entendieron que había que hacer dos cosas para sacar esto a flote: primero, reconocer que este es un personaje menor dentro de la galería de la Marvel, del segundo o tercer orden en importancia, casi de relleno; Segundo, por carácter transitivo, no sobreestimarlo como tal. Al hacer esto todo el equipo logra una leve mejora en el producto final. Esta vez el diablo anda queriendo tomar forma humana y un sacerdote-matón tienta al Ghost Rider para impedírselo, a cambio de terminar con su maleficio. Ya se que suena a remake. Casi le diría que si no vio la primera puede obviarla y empezar por esta. Mejor música, mejor manejo de los efectos especiales, y hasta el semblante de Nicolas Cage se ve distinto. De todos modos recordemos la intención de ponderar lo mejor dentro de una historia menor que pronto pasará a la anécdota.
Historia del pelo Uno va a ver una película de Nicolas Cage a la espera de que se produzca un breve acontecimiento. Con un énfasis que se disfraza de distancia un poco risible siempre nos preguntamos, en secreto, cómo será un nuevo encuentro en la pantalla grande con esos intrigantes apliques capilares suyos, esos afeites que son una de sus marcas de fábrica más conmovedoramente perdurables y que constituyen, al mismo tiempo, una cosmética y una poética: el pelo de Nicolas Cage –título para un tango chusco– es un modo de estar en el mundo, de mirar el horizonte, a la altura de esos ojos que se escapan de las órbitas, de sus tics faciales y de sus cachetes de perro viejo que todavía quiere ladrar y a veces ladra. Después, enseguida se ve que no hay mayor misterio allí, que el pelo es más o menos siempre igual a sí mismo: de un modo banal, la expectativa se diluye en la rutina y la repetición, y aquello que esperábamos, esa promesa de un modesto jolgorio, puede variar brevemente en el largo o cada tanto en el color, pero sigue siendo Nicolas Cage en un ciento por ciento: el hombre del pelo raro al viento. Casi se podría decir que Ghost Rider: Espíritu de venganza es una película sin actores (un sueño seductor pero que aquí se malogra). No importa la cara llena de letras del reaparecido Christopher Lambert que está presente en un par de escenas, ni la de esa chica tan bonita de ojos azules, o la de su hijo adolescente, obligado de por vida a soportar el peso del mundo. Menos relevante todavía es ese pobre diablo que resulta que es el Diablo, que tiene pinta de oficinista después de que le tocó un burn out y lleva para todos lados un par de esbirros de opereta que tampoco importan nada. Es decir que los actores están pero pasan sin pena ni gloria por los planos, básicamente porque sus personajes no tienen distinción alguna, como si fueran una comparsa apenas necesaria para rodear brevemente al protagonista. Además uno, a fin de cuentas, si se interna en una tontería mayúscula como Ghost Rider es con el propósito de ver qué hace Nicolas Cage con el bodrio de turno. Algunos meses atrás celebrábamos con prudencia sus bailoteos desesperados en Fuera de la ley, un thriller bastante rutinario al que el actor le sacaba filo con una pasión que es solo suya mediante su repertorio impenitente de caras, de risas mitad malévolas, mitad tristes, de sonrisas torcidas y de ese agobio titánico que el tipo parece llevar encima desde la cuna como si fuera un traje. Acá hay algo de todo eso pero el departamento de efectos especiales truchos le quita espacio a Cage, porque cada vez que se transforma en el jinete fantasma del título, montado en su moto toda chamuscada, lo que vemos en realidad no es más que un esqueleto digital con voz de ultratumba y campera de cuero con gotitas de aceite que hierven (detalle simpático). Es decir, Ghost Rider es una de Cage con muy poco de Cage. Los arranques de esoterismo vagamente cristiano que pretenden modular la película con una tensión de otro mundo se pierden en la insipidez de los diálogos y en la bobería automática de los momentos “serios”. Las torpes escenas de acción, en su mayoría filmadas al modo de las películas malas actuales, o sea como un amasijo de cuerpos parcelados, sin una ubicación precisa en el plano que permita apreciar la violencia como una fuerza sensible capaz de conmovernos, refuerzan el costado más convencional y rutinario de todo el asunto, en el que lo único que parece importar es poner una estrella delante de la cámara para estirar la franquicia sin que importe lo más mínimo cómo salga. Me dicen que el rótulo de Marvel Knights que se ve al principio de la película se refiere a una especie de subsidiaria dentro de la firma mayor Marvel que produce cosas con un supuesto espíritu trash, como si se tratara del lado salvaje de la casa matriz. La verdad es que cuesta asociar una película tan poco audaz y tan descaradamente reconciliada con el estado más industrial del cine contemporáneo con el concepto de lo trash. Pero quizá el persistente equívoco de relacionar el término no con algo libre y subversivo sino con algo de baja calidad y hecho a las apuradas tenga mucho que ver.
Demonio venido a menos Ghost Rider (2007) fue un estreno polémico, que disgustó a varios y que a su vez, supo ganarse a un puñado de público que le fue fiel y al cual tiene cautivo. Por mi parte debo decir, que por más que no me sienta incluido en ese grupo, disfruté la 1ra entrega como un exponente distinto del Clase B en el mundo de los superhéroes. ¿Podría haber sido mejor?, seguramente, sobre todo si le daban la dirección a alguien como Guillermo del Toro y no a Mark Steven Johnson que venía de dirigir el fiasco "Daredevil". Aún así, logró captar la atención y recaudar un monto dinerario que permita continuar con la saga. Con el cambio de dirección, creo que tomaron una decisión equivocada y corren un serio riesgo de quedarse sin franquicia, sobre todo por cómo se le viene dando con un caño a esta 2da entrega que sin ser horrible, es de una calidad inferior a lo que fue la "Ghost Rider" original. Los villanos de la 1ra eran más atractivos y más tenebrosos, la historia romántica (accesoria) también resultaba más interesante con la participación de Eva Mendes. Quizás el recorte de presupuesto haya influido en la caída de esta nueva entrega, y lo lamento por eso porque creo que si se hubieran hecho las cosas bien se podría haber evolucionado y sacar la historia adelante, pero la realidad es que no convence, no seduce y por momentos aburre. La parte de efectos está muy bien, se nota que pusieron mucho empeño en lograr secuencias de acción de calidad, pero esto no alcanza para entretener y cubrir la expectativas de mejora que se tenía acerca de este producto. El trabajo en este aspecto puede llegar a salvar al motociclista del infierno del desastre total, entregando al menos un despliegue vistoso y colorido de efectos que atonten al seguidor de la saga y los convenza de pagar nuevamente una entrada para ver una futura "Ghost Rider 3", pero la paciencia tiene un límite muchachos, no jueguen demasiado con ella.
Nicolas Cage volvió a ponerse en llamas en “Ghost Rider 2. Espíritu de venganza”. Con una actitud fiel al cómic, el director no esquiva el costado medio bizarro de Johnny Blaze, un personaje condenado a perseguir a los villanos a partir de un pacto diabólico. En este caso la historia lo encuentra intentando tomar distancia de su maldición en Europa del Este hasta que es contactado por un monje para ayudar a una madre y su hijo, un chico con un pasado singular que podría ser el que cambie definitivamente la historia del mundo y de Blaze. El dúo de directores formado por Mark Neveldine y Brian Taylor no tuvo reparos en poner a Johnny en situaciones que bordean el absurdo y complementaron este buen y entretenido producto con recursos técnicos eficaces.
Si un bodrio recauda bien, la secuela es inevitable. Atrás quedan los pudores de los productores y demás involucrados sobre si lo que están haciendo es un crimen contra la cinematografía. Para mí Ghost Rider se componía de una premisa estúpida y un horrendo protagonista (amén de malos diálogos). A nadie le importó esto - costó 100 millones, obtuvo 228 millones; listo el pollo, marche una secuela! - y acá tenemos los resultados. Ghost Rider 2: Espíritu de Venganza es más absurda que el original, está peor actuada, y se nota que es mucho más barata. Quizás sea ésta la bala que logre detener en seco a los productores y nos libre de estos engendros cinematográficos. Uno ya ha visto otros enviados del diablo que andan en motos cool (Spawn), pero ninguno de ellos tuvo un casting tan fuera de lugar como el de Nicolas Cage. El tipo tiene cara de bobo, y ahora tiene el agravante que se se ve gordo, envejecido, recargado de colágeno y con un pelo tan falso que parece que le hubieran robado la peluca a una muñeca Barbie. No niego que Cage me cae bien cuando hace de tipo común y algo canchero (Next, Knowing, e incluso Kick Ass), pero cuando se hace el héroe imbatible, me hace acordar al papel de Robert Downey Jr. en Tropic Thunder, en este último donde hacía de actor desubicado que se creía capaz de tomar cualquier rol aunque no le diera el físico (por ejemplo, hacer de negro). Sorry si soy repetitivo con mis discursos, pero es algo que me brota de lo profundo del alma. Acá Cage se ve viejo y totalmente fuera de lugar. Es vox populi que su situación financiera apesta, razón por la cual toma todo tipo de papel que le deje un buen cheque en su bolsillo. A este paso terminará haciendo comedias directas a video con Cuba Gooding Jr. en unos cinco años. Considerando que entre los responsables de esto figure David Goyer (el mismo tipo que escribió Batman, el Caballero de la Noche!) resulta increíble la pobreza de ideas que tiene el argumento. Acá hay un nene que es el hijo del diablo (o de uno de sus súbditos, nunca queda claro). Papito lo reclama, la madre se lo niega. Aparece Johnny Blaze como el guardián protector de turno, y todo el mundo anda a las corridas (si todo esto les suena, es porque existen Babylon A.D. y decenas de filmes con argumentos similares). A su vez Blaze quiere exorcizar el demonio que tiene adentro, para lo cual va a un monasterio que tiene un portal intergaláctico / interdimensional / inter lo que mongo sea y allí se saca a la calavera humeante de su interior. Mal día para ir al baño, ya que al pibe lo secuestran al toque y el flaco ya no tiene superpoderes. Y ahora, ¿qué hachemo? Como todo esto lo filmaron en Rumania (o por ahí), se ven muchos Renaults Duster persiguiendo a Renaults Sandero y esquivando Dacias del tipo Renault 12. Oh sí, se fueron a rodar al lugar más barato de la Tierra y se nota. Los efectos especiales no son demasiado buenos y, para colmo, la cámara parece operada por alguien que está sufriendo un ataque. Se mueve todo el tiempo, hay mucho corte rápido... no quiero imaginar lo que debe ocurrir en las plateas de los cines 3D en donde están exhibiendo esto, en donde todo el mundo debe ponerse verde y con ganas de expulsar el almuerzo del viernes pasado. Corte rápido y cámara movediza no necesariamente involucra adrenalina. Las persecuciones son mas o menos, nada del otro mundo. Hay un gran momento en donde el Jinete se monta en una grúa gigante de minería y la transforma en un vehículo infernal en llamas... pero lamentablemente no hay otras secuencias que sean igual de innovadoras o impactantes. Los combates son algo bobos - el Jinete cancherea demasiado a la hora de pegarle a alguien y y el resto de los secuaces aprovecha para mandarle un par de bazukazos con lo cual nuestro héroe sobrenatural queda viendo las estrellas -, y hay demasiados diálogos que bordean lo lamentable. Pero el colmo es cuando Nicolas Cage debe frenar al espíritu que lleva adentro, en donde el quía comienza a sobreactuar salvajemente - se ríe, grita, golpea todo, habla sandeces -. Curiosamente estas escenas hacen que el filme se sienta más como una versión de cuarta de El Increíble Hulk que como algo propio de Ghost Rider: "no me provoque... no soy yo cuando me enojo". Ghost Rider 2: Espíritu de Venganza es pérdida de tiempo y dinero. Es mediocre y la única razón por la cual uno la ve es porque está la chapa de Nicolas Cage y Marvel en el poster. Pero a Cage se les está terminando el período de gracia, y últimamente se ha visto involucrado en tantos bodrios que, más que un gancho para la audiencia, su nombre corre serio riesgo de transformarse en una advertencia para evitar que alguien le compre un ticket.
Una secuela que se sostiene sola a base de acción hecha y derecha de la mano de Nicolas Cage. Si he de ser sincero no vi la primera película. A la hora de ver esta, aplique un viejo dicho de David Lynch, de su libro Catching the Big Fish, que reza que “Cada película debe sostenerse sola”, irónicamente James Cameron dijo algo parecido en un libro sobre Syd Field (uno de los muchos gurus del guion que andan por ahi) acerca de cómo escribir bien una secuela. El caso que nos toca profundizar viene de la mano de la pareja de directores Neveldine y Taylor, directores de Crank, que vienen a ocupar el puesto dejado por Mark Steven Johnson, director de la primera y fue guionista de las dos películas de Dos Viejos Gruñones. El guion, que tuvo entre sus muchos escribas al señor David S. Goyer (Blade y The Dark Knight), es sin vueltas y al punto. Depende solo en lo necesario en fragmentos de la película anterior, sin llegar a pecar de excesivo. Es una trama sencilla sobre un personaje que debe rescatar a un niño que se supone será el nuevo receptor humano del Diablo. Las piezas de acción están en abundancia y son el plato fuerte de cada punto de giro que tiene la película. Estas obviamente están separadas de tanto en tanto por conversaciones que tratan de imprimir algo de gracia entre tanta seriedad y tristemente no lo logran. Su principal falla reside en la falta de subtexto respecto a los temas de la película que aparentemente tenían la intención de ser la redención y las consecuencias que pueden surgir cuando se trata de huir de los problemas. Metafóricamente hablando, construyeron un lindo castillo de fósforos pero usaron el pegamento equivocado, o lo que es peor casi ni lo usaron. A nivel actuación, la única interpretación de la película que vale la pena es la de Idris Elba, como el cura borracho que ayuda al personaje de Nicolas Cage. Violante Placido (de The American, e hija de Apollonia de El Padrino) y el pequeñuelo que da vida al hijo del Diablo están sobrias, y estamos hablando de interpretaciones que en cualquier momento se pudieron haber ido al tacho por este guion tan carente de subtexto. Johnny Whitworth entrega un villano muy carente de profundidad; es el arquetípico altanero sin ningún rastro de humanidad que ni siquiera promediando el metraje, que es cuando recobra fuerzas, llega a ser temible. Todo lo anterior también se aplica a Ciaran Hinds, un gran actor desaprovechado en un personaje pobremente desarrollado. Hay un cameo de Christopher Lambert que va a hacer acordar mucho a Mortal Kombat. Pero donde me quiero detener es en el protagonista, Nicolas Cage, que pasa casi toda la película temblando y poniéndose nervioso; cosa esperable de un personaje que tiene un espíritu maligno adentro, pero la exageración con la que lo encara da a entender otra cosa a tal punto que te da ganas de gritar “Por favor, díganle a este pobre hombre donde está el baño” A nivel técnica, hay pulso en la dirección, motivado por cierta adrenalina que no viene precisamente del vértigo generado por el relato. Esto se ve reflejado en puestas de cámara dinámicas y un montaje frenético, comunes en este tipo de películas. Los efectos visuales son, sin discusión, el gran atractivo de la película. Me veo obligado a señalar que el 3D no suma nada a la cuestión ni siquiera en las ya mencionadas escenas de acción o efectos visuales. Uno no siente la diferencia radical entre frente y fondo que desde siempre ha caracterizado al formato. Conclusión: Película que cumple en lo justo y necesario su propósito de entretener pero que no pone mucho esmero en superar al promedio.
Y bue, el Rider es una de esas licencias de personajes menores que Marvel tiene vendidas por ahí sin poder recuperar para el gran MCU (Marvel Cinematographic Universe) que construyeron en la franquicia "The Avengers" y los buitres de los productores ponen algo de dinero para films de bajo presupuesto que casi siempre terminan con mejor suerte en DVD que en el cine. Solo de esa forma se puede explicar que el Rider tenga no una sino dos películas. Igual ojo, esta es la buena. ¿Es remake?¿Secuela? Un poquito de todo, es lo que hoy en día algunos llaman "reboot encubierto": se mencionan partes importantes de la peli anterior, el protagonista es básicamente el mismo (personaje, no siempre actor) y no cuentan de vuelta toda la parte del origen sino un rápido resumen al principio, una forma rápida de enganchar al espectador en el personaje que ya definió la peli anterior pero cambiando suficientes cosas para poder contar una historia nueva sin tener que preocuparse de contradecir lo anterior. De esa forma Johnny Blaze sigue siendo el nabo con la cara de Nicolas Cage que firma un pacto con el diablo y (como era de esperarse) este lo caga uniéndolo a un demonio que consume almas como si fueran chocolates. Pero con sutiles cambios: el pacto es hecho con un tal Roarke en lugar del Mefisto de la primer peli (y que tiene toda la chapa en los comics) y es un poco distinta la dinámica Blaze/Rider. Y eso ultimo es lo mejor de la peli, en vez del sufrido constante que solo libera su mitad siniestra en momentos jodidos, Blaze la juega de malhumorado que no quiere estar cerca de nadie pero que en el fondo es canchero y le gusta eso de convertirse es un monstruo jodido pero que si lo controla puede servir para el bien. Una especie de Bruce Banner que se las sabe todas. Otro cambio es que ahora el coñemu es mucho más siniestro, con menos digitalización y un look más grotesco y barroco que lo hace muy interesante visualmente. ¿La historia? Bien gracias, una mezcla de "Terminator 2" con "La profecía" más algunos monjes guerreros (incluyendo un Christopher Lambert todo tatuado y rapado); esto es el Motorista Fantasma, no Shakespeare, así que no pidan mucha lógica ni nada parecido. Lo importante de verdad es que en vez de querer hacer un filme serio y respetuoso con un personaje de la B comiquera como era (o mejor dicho, intentaba ser) la primer peli, acá los realizadores (los mismos de otro delirio cero argumento, "Crank, veneno en la sangre") se toman todo en joda; este espíritu de la venganza es un motherfucker que tiene un lanzallamas de pija y si uno le sigue la corriente sin darle bola a la "historia" o las malas actuaciones, la verdad que va a pasarlo muy bien. Al final Ghost Rider terminó divirtiéndome con una peli que no daba 2 mangos y espero que le den (pronto, no en cinco años como pasó en este caso) otra oportunidad con los mismos realizadores, el mismo peluquín para Cage (por suerte esta vez no repitieron el error del "pechito" de goma) y las mismas ganas de entretener. Y si lo vuelven a meter a Mefisto mejor aún.
Publicada en la edición digital de la revista.