Se dice que con este film cerraría “la trilogía” impuesta por el director sobre historias de familias disfuncionales ¿Será cierto? Argumentalmente, en una nueva comedia, seguimos la vida de David Samarás (Leonardo Sbaraglia), «el Griego», productor general del popular talk show «Hoy se arregla el mundo», donde presenta gente común y dirime conflictos de relación, de pareja, de amistad, de trabajo, de padres e hijos. El lazo más perdurable de su vida es Benito (Benjamin Otero), su hijo de 9 años, fruto de una relación ocasional (interpretada por Natalia Oreiro). La historia cambia por completo cuando se entera de que Benito no es su hijo. Entonces, la búsqueda por el verdadero papá los llevará a una encrucijada mucho más grande que la que salieron a enfrentar. Si bien esto transcurre en los primeros minutos de la cinta, quiero aclarar lo que escribí al principio. Me refiero al patrón que optó el director de repetir para sumergirnos, como sus dos anteriores trabajos “Mamá se fue de viaje” y “Sin Hijos”, en una vorágine donde el protagonista, por una causa externa, ve que su vida se transforma hasta el punto crucial de enloquecer y buscar la salida, sea como sea. En esta ocasión, Ariel Winograd opta por plasmar, a cargo de la fotografía por Félix Monti, un clima de tonalidades fríos, algo de colores saturados para escenarios específicos, y naturales para descomprimir la carga dramática. La música de Darío Eskenasi juega un rol clave para balancear la media justa de ambos géneros. Sorpresa de encontrar a varios actores en otras facetas aunque tuve sentimientos encontrados con la trama, de la mano de Mariano Vera. El problema no fue la premisa, que de por sí llega un momento a ser predecible, sino con el contenido de chistes y situaciones sexuales cuando hay un menor presente, sumado a temas fuertes como son la muerte, traumas infantiles y, algo novedoso en el mundo audiovisual que sería la excepción, el tratamiento del daltonismo como asunto hereditario. Por ende, HOY SE ARREGLA EL MUNDO, de 113 minutos, funciona tanto como una película familiar como una comedia para adultos. Un difícil equilibrio de mantener, siendo un desafío hasta para el espectador intentar comprender el tinte de la misma y si cumple con sus expectativas. Producido por Patagonik, distribuido por Buena Vista International y calificado como ATP con reservas (del cual concuerdo), recomiendo verlo bajo tu propia responsabilidad.
Este jueves 13 de enero llega a las salas de cine la última película de Ariel Winograd. Tras el éxito de “El robo del siglo”, la cual llegó hasta Japón, se presenta “Hoy se arregla el mundo”. Patagonik produce, la idea y el guión son de Mariano Vera. De esta manera concluye la trilogía sobre padres e hijos iniciada con “Mamá se fue de viaje” y “Sin hijos”. Planteando aquí, que los lazos familiares no se limitan a tener la misma sangre, sino que a veces se pueden elegir y crear. David Samarás es el productor general del programa “Hoy se arregla el mundo”. Tras muchos años de éxito, el programa actualmente se encuentra en decadencia. Años que Samarás le dedicó a su trabajo en lugar de a su vida personal. El vínculo más duradero que tiene es con su hijo de 9 años, Benito. Luego de una acalorada discusión con la mamá de Benito, donde le revela que no es su hijo, esta muere en un accidente de tránsito. Benito le pide un último favor a David, que lo ayude a encontrar a su verdadero padre. Tenemos aquí un elenco variado y lleno de grandes nombres. Compuesto por Leonardo Sbaraglia, Benjamín Otero, Charo López, Luis Luque, Martín Piroyansky, Soledad Silveyra, Gerardo Romano, Gabriel Corrado y la participación especial de Natalia Oreiro y Diego Peretti. Por lo que damos por sentado que las risas están aseguradas. Sumado a esto, está la gran química que generan en la pantalla Leonardo Sbaraglia y, el joven, Benjamín Otero. La trama puede parecer algo clásica. Un hombre que supo ser exitoso y poseer muchos bienes personales, se encuentra en decadencia. Lo cual le lleva a perder todo, poco a poco. Esto deriva en una búsqueda introspectiva donde se dará cuenta que siempre tuvo lo que más quería y eran sus vínculos afectivos. Todo esto mechado con infinidad de chistes y encuentros con personajes de lo más excéntricos. Y al igual que el clásico postre de panqueque con dulce de leche, cuando está bien realizado funciona siempre. Ariel Winograd no se propone innovar el séptimo arte o dejar al espectador obnubilado durante días por lo que acaba de ver. Se propone la difícil tarea de hacer reír, lograr que el espectador pase un buen rato por la entrada de cine que acaba de pagar. Muchas veces se da por sentado esto como una tarea sencilla, pero no lo es. Con “Hoy se arregla el mundo”, el espectador se puede divertir, largar unas buenas carcajadas y entretenerse. Logrando cumplir con creces lo que se propone. Una comedia muy bien lograda.
Estuvo por estrenarse en 2020 pero la pandemia trastocó los planes. Cuando estaba lista para su lanzamiento en 2021, una nueva ola de COVID obligó a otra postergación. Con mucho esmero, paciencia y -claro- espalda financiera, los productores la “aguantaron” hasta ahora. Finalmente, la tierna y entrañable nueva comedia del realizador de Cara de queso, Mi primera boda, Sin hijos, Permitidos y Mamá se fue de viaje llega a las salas con el objetivo de romper una mala racha para el cine argentino que ya lleva más de un año y medio sin un film que supere los 65.000 espectadores. De hecho, el último gran éxito nacional fue El robo del siglo, estrenado en enero de 2020, visto por 2.100.000 personas y dirigido por un tal... Ariel Winograd. La familia no es una cosa sencilla. Hasta las que lucen perfectas esconden unos cuantos secretos bajo la alfombra. Bien lo sabe Ariel Winograd, que desde la seminal Cara de queso la utilizó como objeto de estudio observándola desde distintas perspectivas. Fue un padecimiento en Mamá se fue de viaje y la propia Cara de queso; un obstáculo para el padre que interpretaba Diego Peretti en Sin hijos, una dinámica adoptada forzadamente en pos de un objetivo común en la banda de asaltantes de El robo del siglo y, tal como ocurre en Hoy se arregla en el mundo, una meta y un anhelo. Pero el anhelo le llega en momentos distintos a los protagonistas. La familia no está entre las prioridades de El Griego (Leonardo Sbaraglia), un productor televisivo de un talk show en decadencia –el nuevo dueño del canal, a cargo de Martín Piroyansky, se encarga de repetirle una y otra vez que el formato se agota– donde personas supuestamente “normales” dirimen sus problemas en público, que tiene un hijo de nueve años al que prácticamente no ve ni conoce. Tanto que ni siquiera sabe a qué colegio va. La vida de Benito, en cambio, orbita alrededor de su familia. O, mejor dicho, de su madre (Natalia Oreiro), que una noche, hastiada de la apatía paterna, le escupe al Griego que, en realidad, no es su hijo. Apenas después muere en un accidente, dejando sin respuesta la pregunta que desde ese momento taladra el cerebro de ese hombre obligado a hacerse cargo de un chico que le pide por favor que lo ayude a encontrar a su padre biológico. Las piezas están dispuestas para una comedia que funciona en varios niveles. Es una buddy movie, en tanto el adulto y el chico tienen una relación distante pero son dos opuestos destinados atraerse. Es también una comedia situacional, pues la búsqueda deparará la aparición de varios personajes secundarios chispeantes típicos del género. Y es, sobre todo, un coming of age, porque no hay que ser un genio para imaginar que ninguno de los dos terminará la película igual que como empezó. Winograd opta por el punto de vista de Benito, cuya frescura convive con la capacidad de entender todo lo que ocurre a su alrededor, para narrar las desventuras conjuntas, un viaje que los lleva a indagar en el pasado de su madre, aunque sin muchas más pistas que las que hay en el celular. Así pasan un payaso de la Ciudad de los Niños (notable escena cómica, hecha a puro timing y sorpresa), un guía espiritual y otros tantos potenciales candidatos paternos. Pero el núcleo del film es la relación entre El Griego y Benito, que crece en emotividad a medida avance el conocimiento mutuo. Para eso resulta fundamental los trabajos de Sbaraglia, quien no suele incursionar demasiado en la comedia (pero debería), y del jovencísimo Benjamín Otero, puro ojos abiertos para descubrir un mundo que podrá no arreglarse, pero sí darle una familia como lugar seguro ante las adversidades.
El relato de Hoy se arregla el mundo, corre, por primera vez, de la pirotecnia y risas a las que nos tiene acostumbrado a Ariel Winograd. El director de las exitosas Sin Hijos o Mamá se fue de viaje, muestra otra faceta, mucho más medida y madura, en un relato que tiene a un padre y su supuesto hijo en el centro. Pero no es el único cambio que veremos, Winograd, hábil, deconstruye moldes y recetas, fagocita géneros y películas como Luna de Papel y clásicas buddy movies, para reinventar todo en un mix tan entretenido, como emotivo a la vez. Protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Benjamín Otero y Charo López, cuenta además con un elenco de lujo de actores secundarios, como Natalia Oreiro, Soledad Silveyra, Diego Peretti, y muchos más.
Qué difícil es innovar sobre fórmulas probadas, climas transitados e historias conocidas. Y sin embargo, cuando se da la virtuosa conjunción entre un director talentoso y un elenco impecable, todo fluye, el contador vuelve a cero y se termina recostado en la butaca, con las manos entrecruzadas en la nuca y una sonrisa de disfrute. Hoy se arregla el mundo es un buen ejemplo de todo aquello. David El Griego Samarás (Leonardo Sbaraglia) es un productor de televisión en caída libre. Luego de siete años de éxito sostenido con el programa Hoy se arregla el mundo (un talk show al estilo de El show del problema), el rating se opaca al igual que la confianza del canal en él. Adicto al trabajo, a David nunca le interesó demasiado ni su expareja Silvina (Natalia Oreiro) ni su hijo Benito (Benjamín Otero). La trágica muerte de ella, y el descubrimiento de que en realidad no es el padre biológico de Benito transforman por completo su mundo. Mientras ayuda al nene a desentrañar el misterio de su identidad visitando a todos aquellos hombres que pudieron haber tenido una relación con su madre, David se transforma en un personaje de su propia ficción; aun cuando, paradójicamente, ese camino juntos lo aleja de la fantasía que él se construyó para enfrentarlo con la realidad de sus propios sentimientos. Y aunque al principio se siente un ladero de Benito, con el correr de los días descubre que él también está perdido. “No pasa por si es verdad o es mentira, pasa por que te la creas”, dice el griego resignificado una metáfora afín a la televisión, pero también a la vida. Con el ojo acostumbrado a sus composiciones más intensas y dramáticas, uno a veces se olvida del timing que tiene Sbaraglia para la comedia, un género en el que se lo ve menos de lo que se quisiera. Su composición de Samarás no cae en trazos gruesos ni estridencias. Es precisa, delicada y capaz de transitar con idéntica destreza una tensa discusión con su ex como una pelea a puño limpio contra un payaso mal llevado. Apenas algunas sutiles diferencias en los tonos, las miradas o el lenguaje corporal alcanzan para desandar los vaivenes del guion, siempre apostando a una construcción basada en la credibilidad, como espejo de lo que cada situación le devuelve. El realizador Ariel Winograd insiste en trabajar con chicos, un arma de doble filo en cuestiones de ficción. Afortunadamente a él se le da muy bien, y en esta oportunidad vuelve a salir airoso con Benjamín Otero. Si bien el pequeño actor tiene la caradurez necesaria para hacer propias y naturales las réplicas más punzantes del guion, donde mejor se luce es en los silencios. Las miradas que cruzan padre e hijo, esos momentos que son solo de ellos dos se vuelven el punto más alto de la película. Apuntalando con un personaje que tiene brillo propio está Charo López (homónima de la estrella española), comediante y actriz nacional que hace rato se merecía la oportunidad de demostrar en pantalla grande el enorme talento que tiene. A modo de participaciones especiales, Diego Peretti, Gerardo Romano, Yayo Guridi, Luis Gioia, Gabriel Corrado, Luis Luque, Soledad Silveyra, y la mismísima Oreiro visten la trama, convirtiéndose cada uno en pequeños motores que empujan el relato hacia su inevitable desenlace. Todos aportan, nadie está de más, algo que no siempre sucede y hay que agradecer. Habrá también en las casi dos horas de duración algún que otro momento farragoso para el devenir de la historia (especialmente lo relacionado con la subtrama en torno al programa televisivo), que no necesariamente suma al relato. Por suerte son los menos, y no perjudican en exceso los muchos méritos de la película. De Winograd se ha escrito mucho y no siempre bien, pero cierto juicio sobre sus decisiones estéticas a veces empañan lo buen realizador que es. Su precisión, un ritmo para la comedia que por acá pocos tienen, y esa lucidez a la hora de contar cada historia, lo colocan en un lugar de privilegio entre los artistas de su generación. A pesar de algunos traspiés, con cada nuevo proyecto el director se afirma más y mejor en un estilo afín al gran público, por momentos deudor de la comedia clásica del Hollywood pasado y presente, pero con aroma local. La intención de Hoy se arregla el mundo es empatizar con el público apelado a la emoción. Y su mejor apuesta es hacerlo de a poco, construyendo un vínculo con el espectador que crece paulatinamente y en paralelo al que nace entre los protagonistas. Una decisión fundamental para que esa relación afectiva perdure en el tiempo.
Después de los éxitos comerciales de Sin hijos (2015) y, sobre todo, Mamá se fue de viaje (2017), Patagonik volvió a reunir a la dupla ganadora de las comedias familiares: Ariel Winograd como director de un guion de Mariano Vera. Una vez más el foco está puesto en el vínculo parento-filial, por eso Hoy se arregla el mundo es publicitada como la conclusión de una trilogía sobre padres e hijos. A diferencia de las dos anteriores, ésta tiene un componente más agridulce, por eso el propio Winograd la define como una dramedy. Es decir, una película a medio camino entre la comedia y el drama: habrá chistes y momentos luminosos, pero también sombras y cierto grado de sufrimiento. Al principal objetivo que siempre tiene el director de El robo del siglo, entretener, se le suma otro: emocionar. Para lograrlo, y siguiendo con las categorías acuñadas en Hollywood, se recurre a la dinámica de una buddy movie: una aventura, viaje o búsqueda protagonizados por una pareja dispareja de compañeros, que al final del recorrido habrán aprendido mucho de la vida y habrán cambiado su vínculo. Juego de contrastes En este caso, un cuarentón mujeriego, desamorado, egoísta, workaholic, tan responsable en lo laboral como irresponsable en lo afectivo, y un niño brillante, que en general tiene todo más claro que los adultos que lo rodean. Sin entrar en detalles argumentales, la misión que tienen por delante el Griego (Leo Sbaraglia) y Benito (Benjamín Otero) es encontrar al padre biológico del niño, algo que los lleva a ir conociendo a diversos personajes, en una suerte de casting a cielo abierto que los lleva a asomarse a mundos insospechados y los pone en situaciones más o menos graciosas con cada uno de los candidatos. “Quiero que quede bien claro: el papá no se elige, es el que te toca”, le dice el Griego a Benito, y la película se propone poner en debate esa frase que en principio suena irrefutable. La gran pregunta que está en el trasfondo de las peripecias de estos dos personajes es cómo se construye la paternidad más allá de la existencia o no de lazos sanguíneos. Inspiración e influencia Si el dúo protagónico y parte de la historia está inspirada, según declaró el director, en Luna de papel -el clásico de 1973 del recientemente fallecido Peter Bogdanovich, con Ryan y Tatum O’Neal-, en su estructura de búsqueda-entrevista-desengaño es una cruza con películas como Flores rotas, de Jim Jarmusch, por mencionar solo una. Sbaraglia y Otero tienen la química indispensable para que este tipo de propuestas funcione. El resto del elenco (Charo López, Luis Luque, los “invitados especiales” Diego Peretti y Natalia Oreiro, entre otros) también ayuda a compensar los altibajos de un guion con algunos baches que le quitan ritmo y fluidez a la narración, un pecado que este tipo de productos no se puede permitir. De todos modos, la mayor objeción que se le puede hacer a Hoy se arregla el mundo son los pasajes en que se siente la manipulación emocional: en varios momentos se perciben los mecanismos lacrimógenos activados para intentar conmover, y entonces el efecto queda anulado.
Texto publicado en edición impresa.
El último gran éxito del cine argentino antes de la pandemia fue El robo del siglo (2020) dirigida por Ariel Winograd. El primer estreno argentino con ambición comercial luego de la pandemia es Hoy se arregla el mundo (2022), también dirigida por Ariel Winograd. Esto es cualquier cosa menos la casualidad que uno podría imaginar. El 90% del cine argentino se hace sin la menor intención de llevar público y los pocos que sí apuestan por hacer películas para llenar salas son siempre los mismos. David “Griego” Samarás (Leonardo Sbaraglia) es el productor general de un programa televisivo llamado Hoy se arregla el mundo, donde dos personas en conflicto debaten hasta encontrar un acuerdo. Soltero, adicto al trabajo, tiene un hijo de 9 años llamado Benito (Benjamín Otero) que tuvo con Silvina (Natalia Oreiro) una relación ocasional que ahora le avisa que se mudará a España con el niño. Dos eventos inesperados se dan cita en la misma noche y cambian toda la vida de David. Silvina muere luego de avisarle que Benito no es su hijo. Con esa noticia David y el pequeño buscarán al verdadero padre para eventualmente dejarle la crianza del niño. Pero no tienen por donde empezar y la búsqueda por supuesto será el centro de la historia. Winograd tiene una filmografía sólida, bastante pareja, con film más logrados que otros, pero siempre buscando hacer películas en serio, que valgan la pena ser vistas. Parafraseando a Billy Wilder: películas que se vean más caras que la entrada del cine. Algo no muy común en Argentina. Comedias con emoción, basada en vínculos familiares o de pareja, con buen timing y guiones prolijos que si bien son de fórmula no dejan de ser mejores que el promedio local. Hoy se arregla el mundo tiene las virtudes del director ya conocidas. Chistes muy graciosos, buena dirección de actor, narración clásica con ritmo y cuidado visual que se ve real y no armado para una película. En casi todos sus films aparece un elemento también destacable y es que no tiene un humor desagradable ni un maltrato al espectador. El cine argentino, campeón mundial del golpe bajo y del discurso de dudosa ideología, no logra generalmente ir al grano de la diversión y la emoción. Aquí se logran muy bien ambas cosas y es uno de los mejores films de Ariel Winograd. La universalidad de sus películas queda demostrada por la cantidad insólita de remakes por todo el mundo que tuvo, por ejemplo, Mamá se fue de viaje. Hoy se arregla el mundo tiene una historia todo lo previsible que el espectador desea para disfrutar. Desde el minuto uno conoce el camino y solo resta disfrutar. Se ríe cuando se ríe y se llora cuando se llora. Y si alguien cree que eso está mal, se pierde la gracia de buenas películas como esta. La calidad cinematográfica no está reñida con los géneros o la felicidad.
"Hoy se arregla el mundo", la comedia apta para emocionar Todo en la película es muy correcto y profesional, para acompañar un camino de redescubrimiento entre padre e hijo. Dos años tuvo que esperar Ariel Winograd para estrenar su nueva película de producción argentina, cuyo rodaje finalizó justo antes de la primera encerrona en marzo de 2020. Como confirmó en estos días el prolífico director de Vino para tomar y El robo del siglo en una entrevista publicada en estas páginas, la idea fue “aguantar” el lanzamiento en salas de cine sin pasar por las plataformas de streaming. Y es que, casi sin excepciones, sus películas han sido éxitos de público, como ya casi no los hay en el cine nacional. Desde sus inicios con el film independiente Cara de queso - Mi primer ghetto, la comedia en sus múltiples razas y variantes ha sido el terreno elegido por el realizador de 44 años, usualmente poblada por los rostros más taquilleros de la industria local. Hoy se arregla el mundo no es la excepción, comenzando por el protagonista, interpretado por Leonardo Sbaraglia, continuando con el papel secundario (pero esencial) encarnado por Natalia Oreiro e incluyendo un puñado de participaciones especiales que van de Gerardo Romano a Soledad Silveyra y Diego Peretti, entre otros. El cine de Winograd es popular, ansía la masividad y está recubierto por una armadura de profesionalismo de varias y espesas capas, y su última producción no hace más que confirmar la regla. Reír un poco, llorar otro tanto, parece ser aquí el norte inflexible, aunque las primeras escenas señalen engañosamente un humor desembozado. David Samarás, a quien todos llaman El Griego (Sbaraglia), es un productor televisivo que, siete años atrás, la pegó con un particular talk show en el cual dos invitados pelean por las más peculiares razones (dos vecinos que comparten la misma señal de wifi o el carnicero al que la hija le salió vegana, entre otras delicias), pero que en tiempos recientes ha comenzado a mostrar fatiga de materiales. Así se lo hace saber indirectamente el dueño del canal (Martín Piroyanski), hijo de un zar de la tevé que una fotografía fugaz permite relacionar con la realidad histórica. Ese será el menor de los problemas en la vida agitada de El Griego. La muerte accidental de su ex (Oreiro) lo deja a cargo de ese hijo al cual nunca le prestó demasiada atención, con una revelación insospechada: ni siquiera se trata de su heredero biológico. Como podrá suponerse, Benito (Benjamín Otero, coacheado para inspirar ternura, simpatía y empatía) tampoco la está pasando demasiado bien, pero a pesar de los problemas para adaptarse a la nueva escuela, el niño es inteligente, sagaz y resiliente. El deseo por conocer a su verdadero padre transforma a Hoy se arregla el mundo (ese es también el título del show televisivo dentro de la ficción) en una buddy movie padre-hijo, en labor detectivesca amateur. Ese módulo central del guion de Mariano Vera sigue a la dupla en las visitas a posibles examantes de Mamá, que incluyen un bailarín devenido profesor, un artista plástico y un payaso profesional con actitud mafiosa, que participa de una de las mejores escenas de la película. El notable (como siempre) trabajo de fotografía de Félix Mont traslada a otros interiores y exteriores la paleta de colores fuertes del set de televisión, reflejo a su vez de un gag recurrente acerca del daltonismo. Todo en la película es correcto, (nuevamente) muy profesional, pero en el camino las posibilidades de sorprender son obturadas por un formato narrativo rígido que va devorando de a poco la frescura. Leo Sbaraglia está realmente muy bien como ese padre inseguro, frágil a pesar de su imagen exitosa, pero el guion no le deja demasiado margen de maniobra para mayores complejidades. Previsiblemente, el camino del descubrimiento personal trae aparejadas nuevas responsabilidades, aquellas que se ejercieron a medias o se abandonaron por completo, a medida que las lágrimas se suman a las sonrisas de ocasión. Un éxito asegurado.
Suele decirse que Ariel Winograd es un experto en comedias, que tiene ese toque mágico que emociona, la capacidad de producir el delirio, de escaparle a lo obvio, de meterse en profundidades incómodas. Lo viene demostrando desde “Cara de queso”, “Mi primera boda”, “Sin hijos”, “Permitidos”, y las muy exitosas “Mama se fue de viaje” y “El robo del siglo”. Siempre las relaciones familiares están bajo su lupa. Con un gran guión de de Mariano Vera que une a dos seres distintos en edad e intereses, que casi no se conocen y que arman una verdadera buddy movie, que en este caso recorrerán un camino de crecimiento y madurez que los transformará. Leo Sbaraglia es “El griego” el productor de un programa de televisión que arregla problemas de la gente, con todo guionado, perfectamente reconocible. Tiene un hijo pero con una mínima relación, apenas lo conoce, ignora a que colegio va. La mama, harta, le confiesa una verdad: no es su hijo. Y casi de inmediato se muere en un accidente. A partir de ahí ese hombre y ese nene de 9 años salen a la búsqueda del padre biológico desconocido. Con momentos francamente graciosos, personajes delirantes, el recorrido del film emociona con las mejores armas y divierte siempre. Leo Sbaraglia, contento porque ésta es su primera película para todo público, está especialmente dotado para la comedia, un género que casi no frecuenta. Benjamín Otero es perfecto para su papel. Y se lucen Charo López, Luis Luque, Martin Piroyansky, Diego Peretti, Soledad Silveyra, Gerardo Romano, Natalia Oreiro y Gabriel Corrado.
Después de El robo del siglo, Ariel Winograd regresa a las salas argentinas tras un largo retraso a causa de la pandemia con esta película que inicialmente iba a ser estrenada en el 2020. En ella, Leonardo Sbaraglia interpreta a David Samarás, un productor de un programa de televisión llamado Hoy se arregla el mundo, en el que simulan situaciones con personajes extravagantes que consiguen superar los problemas entre ellos. David es un hombre que vive mirando su ombligo, encerrado en una vida de aparente éxito, a quien pronto el mundo se le empieza a trastabillar. Por un lado, el programa se encuentra en decadencia y su puesto ya pende de un hilo. Por el otro, tiene un hijo al que ve poco y con el que apenas se entiende. Un día lo va a buscar al colegio y se da cuenta de que no sabe, o no escuchó, que hace unos años se había cambiado. Ese hecho y una conversación con la madre, interpretada por Natalia Oreiro, que le pregunta si lo quiere, si realmente quiere a ese hijo, anticipan lo que vendrá. En esa misma conversación algo que ella dice le hace pensar a él que quizás no es el verdadero padre, pero no llega a obtener respuestas de ella, que sale disparada y es atropellada por un auto que le quita la vida. Con ese hecho trágico y novelezco se da comienzo a una especie de viaje que realizan David junto a Benito en busca de su verdadero padre tras comprobar con un estudio de ADN que efectivamente no comparten genética. Acá es cuando mejor se despliega el estilo Winograd: una comedia ligera que se va sucediendo entre los posibles candidatos, algunos bastante absurdos. Esto también le permite presentar toda una galería de actores de renombre a los que sólo se les dedica unos pocos minutos de pantalla que les sirve para lucirse. Mientras su mundo laboral se desmorona, sin darse cuenta por primera vez se permite conocer y conectarse con ese nene que de un día para el otro se queda sin madre y sin padre. La química entre Sbaraglia y el joven Benjamín Otero es suficiente para que el relato funcione y cause risas y también una emoción genuina. La relación entre ellos de pronto se va consolidando al mismo tiempo que nunca deja de estar presente la posibilidad de encontrar a su verdadero padre. ¿Pero qué hace a un padre? ¿Acaso un lazo sanguíneo puede reemplazar un lazo emocional? En el medio de una historia bastante simple y predecible hay otro tipo de enredo porque al dúo se le suma el personaje de una amiga de la madre y coach del niño. Charo López se pone en la piel de esta mujer que quiere ayudar al niño y es la única cómplice de esta travesía que los dos realizan en secreto. Como suele suceder, Winograd se aleja del costumbrismo y apela a un estilo de cine más parecido al norteamericano comercial, o más universal si se quiere, y se nota no sólo en el tipo de comedia aparentemente pasatista (que lo es en parte pero no se queda en ese registro nada más) sino también en la puesta en escena. La Buenos Aires que presenta el film no se parece mucho a la que conocemos la mayoría, quizás sólo una parte menor y más privilegiada, a veces es difícil distinguirla incluso. La sencillez de la historia contrasta con ese submundo presentado. Hoy se arregla el mundo comienza de la manera más trillada pero mejora a medida que una va siguiendo a sus protagonistas, conociéndolos y siendo testigos de las transformaciones que sufren. Aunque la película esté cargada de rostros conocidos, ninguno logra opacar lo que se genera entre los dos protagonistas. Y además, algunos personajes como por ejemplo el de Soledad Silveyra, terminan relegados a una sola función y sin nada que les permita desarrollarse un poco. Con su resolución, Winograd apela a un poco más de sutileza y deja que unos gestos digan mucho más que lo que pueden expresar las palabras. Eso sucede también gracias a las dos sólidas interpretaciones que sitúan a Otero como toda una revelación y a Sbaraglia como uno de los actores más talentosos de nuestro país. En resumen, una película simpática, entretenida y con corazón.
UN MUNDO DIFÍCIL DE ARREGLAR Una confesión: tengo una debilidad por las historias de padres e hijos, y estaba dispuesto a dejarme atravesar por esta película. Incluso, a ser chantajeado con algunas emociones prefabricadas, de esas que, en el mejor de los casos, se sostienen por un piano y la colaboración empática del espectador. Con ese espíritu colaborativo me senté a ver Hoy se arregla el mundo, la última película de Ariel Winograd, y si somos sinceros, no hacía falta predisponerse tanto. O sí: considerando que es uno de los pocos (si no el único) director mainstream con pulso para la comedia, que entiende la importancia de los personajes y que sabe imbricar lo cómico dentro de la narración, uno podría predisponerse a cierto nivel de calidad cuando se apagan las luces de la sala. Aun así, y quizás por una desconfianza que aparecía como un embrujo, me propuse ponerle onda, y puedo jurar que lo intenté. Pero las cosas nunca salen como uno prevé. Al principio todo parece medio disperso, con el Griego (Leonardo Sbaraglia), un productor de televisión que vivió épocas mejores, moviéndose entre las escenas sin llegar a conectar del todo. Los eventos se suceden sin mucha gracia, rutinarios, apelando a una emocionalidad que no puede simplemente estar ahí, porque sí (sabemos que requiere de una construcción), y esforzándose por encontrar el chiste, pero haciendo un esfuerzo que se nota demasiado. Esto último es llamativo: salvo en algunas excepciones, el humor aparece explícito, pero no funcional; uno entiende cuál debería ser la gracia, o por qué quien lo escribió pensó que era gracioso, pero todo se queda en el intento. Y sí, es posible pensar que la propuesta -una “comedia dramática”- no tiene la necesidad de invitar a la carcajada constante, pero es la propia película la que lo propone; lo que sucede es que, simplemente, no es muy graciosa. Luego de esa primera parte un poco aletargada, Hoy se arregla el mundo encuentra su mejor forma cuando se lanza tras su premisa: después de enterarse de que Benito (Benjamín Otero) no es su hijo biológico, el Griego acepta el pedido del niño y juntos empiezan la búsqueda del verdadero padre. La química entre los dos actores no es inmediata, y a la relación tirante entre los personajes le cuesta encontrar el tono adecuado para fluir, lo que tal vez tenga más que ver con el guion que con la labor de los intérpretes. A pesar de eso, la investigación sobre los posibles padres tiene cierto atractivo, ligado a la exploración de la vida de Silvina, la mamá de Benito (Natalia Oreiro); una vida que el Griego desconoce porque su relación con ella fue algo casual, y porque durante los años que siguieron fue un padre por compromiso, sin involucrarse demasiado. A medida que la búsqueda avanza, sucede lo esperable: el Griego se da cuenta de que sí quiere ser ese papá que Benito pide a los gritos, pero la vida lo encuentra en su peor momento laboral (y personal), con el programa que produce agotado y al borde de la cancelación. Retomamos lo que dijimos antes: en varios momentos, la película se empantana porque, en lugar de construir las emociones para luego darles cauce, apela a que esas emociones existan de antemano. Es decir: tenemos a Sbaraglia, un actor querido y respetado, y le ponemos al lado a un nene que busca a su papá. Por prepotencia o por arte de magia, eso ya debería bastar para emocionarnos. Pero no, porque (ya lo dijimos) lo emotivo y lo humorístico, y la combinación maravillosa que puede resultar de ambos, requiere de un trabajo de guion, de puesta en escena y de interpretación en sintonía por un bien mayor: que la película tenga vida, que respire e interpele desde la experiencia auténtica de sus personajes, y que no sea una simple sumatoria de factores y de caras conocidas. Algunas de esas caras, que pasan por acá completamente desaprovechadas (como es el caso de Martín Piroyansky, Santiago Korovsky y Charo López, entre otros), nos recuerdan que actualmente lo mejor de la comedia nacional no pasa por el mainstream, y hasta podríamos decir por el cine. Los mejores comediantes se mueven por Internet, creando contenido para YouTube, o (los que tienen más suerte, y sí, más talento, como Piroyansky) para plataformas de streaming. El humor que propone Hoy se arregla el mundo a veces amaga con ir para ese lado, pero queda preso de formas anticuadas, y de una mirada demasiado obvia como para problematizar aquello sobre lo que se posa (como sucede con todo lo que rodea al programa de televisión que produce el Griego). Al igual que en El robo del siglo, su película anterior, Winograd consigue que todo luzca visualmente prolijo, sin vicios televisivos (un mal de la comedia argentina que llega a los cines), pero lejos está de su mejor forma. Lo que en definitiva mantiene la dignidad, y funciona como el corazón de la película, es Leonardo Sbaraglia. Un actor experimentado y maravilloso que, hacia el final y con apenas unos gestos, es capaz de estrujarnos el pecho, aunque el viaje previo no se merezca las lágrimas posibles.
Ariel Winograd y su oda a la paternidad Después de algunos meses de retraso debido a las restricciones impuestas en las salas cinematográficas por razones sanitarias, el exitoso director argentino Ariel Winograd estrena su último trabajo, protagonizado por Leonardo Sbaraglia y Natalia Oreiro. El primer estreno importante del año de una película nacional cuenta con el guionista Mariano Vera acompañando de nuevo al realizador como ya hiciera en Sin hijos (2015) y Mamá se fue de viaje (2017). El guion ofrece una comedia que tiene por eje situaciones familiares que hace algunos años hubieran sonado descabelladas pero que hoy son reflejo de situaciones habituales. Esta comedia tiene por protagonista a David Samarás, alias "El Griego" (Leonardo Sbaraglia), productor general de un talk show televisivo en decadencia llamado Hoy se arregla el mundo (2021). Todo en su vida es tan ficticio y superficial como su programa de televisión. El único vínculo perdurable es el que mantiene con Benito (Benjamín Otero), el hijo de nueve años fruto de una relación ocasional que tuvo con Silvina (Natalia Oreiro). Pero incluso ésta es una relación con un compromiso bastante laxo. El Griego ni siquiera sabe a qué colegio asiste su hijo. En medio de una fuerte discusión con la madre de su hijo, ésta siembra la duda sobre su paternidad. Cuando ella poco después muere, el protagonista encuentra la excusa para cortar su relación con Benito, ese hijo para el que parece no tener lugar en su vida ni en su casa. Pero el niño le pedirá ayuda para encontrar a su padre biológico y esa búsqueda les llevará a comprender la naturaleza de su relación y la importancia de cada uno en la vida del otro. La búsqueda se convierte en un viaje de resultado previsible pero entretenido y por supuesto los protagonistas no serán los mismos al finalizarlo. La dupla conformada por realizador y guionista se las arregla para manejar situaciones dramáticas en tono de comedia y que el resultado sea afinado. Ariel Winograd, una vez más le encuentra la vuelta a trabajar con niños y consigue del pequeño protagonista frescura y simpatía para superar situaciones difíciles y alcanzar el resultado ameno que se espera de una comedia.
Nada es más difícil que la comedia. La comedia, que es lo falso ostensible, requiere un extraño equilibrio para que nos genere una sonrisa y para que lo ridículo se vuelva creíble -e increíble a la vez. Hay pocos realizadores que comprendan los mecanismos de la comedia, y menos en un país tan diletante en su cine como la Argentina. Ariel Winograd es uno de ellos y esta historia de un hombre que debe salir a buscar al verdadero padre de quien creía su hijo (una road movie, una película de pareja despareja, una comedia familiar, una sátira social, un melodrama en sordina) requiere que el malabarista sostenga en el aire muchos elementos al mismo tiempo. Winograd entiende algo que muchos ignoran: cuánto tiene que durar una imagen para que nos cause lo que debe causarnos. Y a eso se le suma que sabe dirigir actores. Así, logra que Sbaraglia, que suele ser intenso en la pantalla, aquí haga su mejor trabajo y el más difícil: un tipo común (el mayor desafío de un actor es ese) que nos convence de su existencia. Y si W.C. Fields decía que no había que trabajar ni con perros ni con niños, el trabajo de Benjamín Otero es excepción: realmente hay un juego perfecto entre el chico y el adulto; uno se luce gracias al otro. Hoy se arregla... demuestra que para llegar a la ternura no hace falta el golpe bajo, solo creer en la pantalla.
Emotiva comedia sobre la paternidad Ariel Winograd -"El Rey" de la comedia argentina contemporánea- propone una dulce buddy movie sobre los conflictos que existen en la paternidad. Las películas de Ariel Winograd, cineasta que sigue perfeccionándose en el arte de hacer reír, son un éxito absoluto en la taquilla. El caso más reciente fue El robo del siglo, la película argentina que más localidades vendió durante el 2020. Hoy se arregla el mundo probablemente siga el mismo camino debido a lo efectiva que es. Leonardo Sbaraglia y Benjamín Otero lideran una historia de padres e hijos con ritmo de comedia a la altura de las expectativas. El Griego (Leonardo Sbaraglia) es un productor televisivo petulante, soberbio y sin espacio para su familia, que atraviesa una mala racha laboral ante el desgaste que sufre su programa, un show armado donde actores contratados fingen conflictos varios para el entretenimiento de la audiencia. Su vida transcurre entre amantes y sets de televisión. El nexo que lo unirá a Benito (Benjamín Otero), su hijo, es su madre (Natalia Oreiro), quien le siembra dudas sobre su paternidad minutos antes de morir. '¿Soy el padre?, ¿quién es el padre de mi hijo?, ¿acaso quiero ser padre?', son algunas de las preguntas que llevan al personaje de Sbaraglia y al de Otero a formar una alianza para emprender una "caza de posibles progenitores". Ariel Winograd todavía tiene muchas cosas para decir sobre la paternidad (tema que ya exploró en Sin hijos y Mamá se fue de viaje, ambas protagonizadas por Diego Peretti) y en este caso disfraza la comedia en una drama sobre crisis y descubrimientos tardíos. Momentos divertidos no faltan y la química en escena entre Sbaraglia y Otero es espectacular. Asimismo, Hoy se arregla el mundo le permite al reconocido actor explorar una faceta cómica, algo bastante inusual dentro del registro artístico que frecuenta. El buen tratamiento y crecimiento de su personaje, sumado a una actuación entrañable, logran que el espectador se quede con más ganas de ver a Leonardo Sbaraglia en roles de comedia.
Esta comedia del director de «El robo del siglo» y «Mamá se fue de viaje» se centra en las idas y vueltas de la relación entre un padre y su hijo tras la muerte de su madre. Con Leonardo Sbaraglia, Benjamín Otero y Natalia Oreiro. El Griego no sabe a qué escuela va su hijo Benito, lo ve cada tanto y, cuando está con él, lo ignora casi por completo. La lista de sus defectos como padre podría seguir –no tiene un cuarto en su casa para él y no es por falta de dinero, no sabe cuáles comidas le gustan y cuáles no, le da el celular para sacárselo de encima y así– pero la idea es clara de entrada, apenas comienza HOY SE ARREGLA EL MUNDO. El tipo vive pendiente de su trabajo y pocas cosas le importan además de eso. Es el creador y productor de un programa que se llama como la película, que ya tiene varios años en el aire, y que consiste en enfrentar entre sí a personas que tienen algún conflicto familiar, doméstico. Se trata de problemas y enfrentamientos inventados y guionados –buena parte del humor al principio de la película viene de tratar de encontrar situaciones de ese tipo para poner en el show–, pero al Griego lo único que le importa es que sean creíbles y que se vean. Lo necesita. El programa no viene muy bien de rating y sobrevuela la amenaza de que volará del aire o lo cambiarán a algún horario imposible. Todo cambia para el hombre –David es su nombre pero nadie lo llama así– cuando una noche se topa con dos acontecimientos brutales, demoledores. Mientras cena en un restaurant con su ex esposa (Natalia Oreiro, cuya breve pero incandescente presencia dejará a todos con ganas de más) para resolver algunos asuntos familiares, ella se enoja con él por su desinterés absoluto por la vida de su hijo y le deja entrever la posibilidad de que él no sea su padre biológico. Tras una discusión, la mujer sale visiblemente molesta a la calle, es atropellada por un auto y muere (sí, es una comedia) en el acto. Y la vida le cambiará a padre e hijo por completo, aunque al principio no quieran admitirlo. De hecho, con tal de no tener que hacerse cargo de Benito, el Griego se hará un análisis de ADN, descubrirá que no es realmente su hijo biológico y tendrá ahí una excusa para sacárselo de encima. El problema es que el chico, al enterarse de tamaña noticia, querrá descubrir quién es su verdadero padre. Y le pedirá que lo ayude a buscarlo. Y el tipo, con tal de deshacerse del problema, lo hará. No imagina que la búsqueda no solo no será fácil sino que lo cambiará por completo. HOY SE ARREGLA EL MUNDO sigue la línea de algunas de las anteriores películas de Winograd (como SIN HIJOS o MAMA SE FUE DE VIAJE, que bien podría ser el título de ésta) en la que personajes masculinos deben lidiar con sus hijos como si fuesen un «incordio», un problema a resolver, un asunto para el que estos tipos o bien no están preparados o han decidido dejar a un costado para ocuparse de otras cosas: trabajo, mujeres, dinero. El del Griego (una muy buena actuación de Leonardo Sbaraglia, que debería claramente hacer más comedias) es un caso extremo. En la escena previa al accidente de su ex, ella le cuenta que se llevará a su hijo a vivir a España y a él, básicamente, le resbala el asunto. Tampoco parece tener amigos –tiende a cenar solo en un restaurante japonés en el que tiene canje– y ni siquiera se lo tragan demasiado los que trabajan en su programa. Es un hombre que vive en su propia nube pero a la vez sabe que su carrera va en claro camino descendente. A su modo, el pequeño Benito tiene también dificultades de comunicación, de aprendizaje y de comportamiento. Aún antes de la muerte de su madre, el chico ya necesitaba una coach para sus materias (la comediante Charo López, en un personaje que irá creciendo con el correr de los minutos) y tiene una actitud un poco áspera y casi cínica con las cosas, claras formas de tapar una angustia con la que no puede lidiar. «¿Vos creés que tenés problemas? Yo de un día para el otro me quedé sin papá y sin mamá«, le dirá a su padre, a quien llama Griego también y al que siempre tiene maneras lúcidas de confrontar y poner contra la pared. La investigación de ambos los llevará a visitar a potenciales padres (allí aparecerán estrellas invitadas como Diego Peretti, Gerardo Romano y Gabriel Corrado, entre otros) pero, más que nada, a descubrir que tienen más cosas en común de las que creen. La película –que no llega a ser una road movie pero bien podría serlo, a la manera de LUNA DE PAPEL, del recientemente fallecido Peter Bogdanovich– se apoya mucho en diálogos ácidos y situaciones de enredos cómicos. A Winograd le funcionan mejor los intercambios verbales y el humor que surge de ellos que los pasos de comedia físicos. Es que la química entre los dos personajes pasa por su incapacidad –por distintos motivos– de hacerse cargo de lo que les pasa y funcionan irritándose mutuamente todo el tiempo. Y lo mismo pasa con el Griego y casi todas las personas que se cruzan en su camino, de quienes siempre intenta sacar algún tipo de provecho o beneficio. De a poco, muy de a poco, uno sentirá que los personajes se acercan entre sí y eso ayuda a que la película nunca se vuelva en exceso sentimental. Cuando la emoción llegue será un momento muy breve, apenas una expresión en el rostro de Sbaraglia, que dirá mucho más que cualquier discurso. HOY SE ARREGLA EL MUNDO no siempre funciona del todo bien, se extiende bastante más de lo necesario (son casi dos horas) y por momentos se la siente perdida en su propio recorrido, forzada a dar vueltas sobre lo mismo o a generar cambios injustificados en las actitudes de los personajes. Pero aún con esos problemas –o con el hecho de que existe en una Argentina habitada exclusivamente por gente de clase media alta y en escenarios que parecen sacados de un suburbio estadounidense–, la película avanza con cierta gracia, fundamentalmente en función del gran talento cómico de Sbaraglia, algunos muy bien utilizados momentos del chico Benjamín Otero y una trama que deja entrever las dificultades, inconsistencias, complejidades y hasta la negrura que rodea la relación padre-hijo y la vida familiar. Una simpática película sobre segundas oportunidades.
Hoy se arregla el mundo: “La familia también se elige” David/ “el griego” -interpretado por el siempre convincente Leonardo Sbaraglia- ha sido un exitoso productor de televisión que actualmente lucha porque su talk show, que da nombre al título de la película, siga al aire. Paradójicamente el programa resuelve toda clase de conflictos sociales, sin embargo, en su vida personal, David no logra conectar ni siquiera con su hijo Benito (encarnado carismaticamente por el pequeño Benjamín Otero) a quien ve esporádicamente. Luego de un juego del destino, David se verá forzado a cambiar las prioridades en su vida. Al inicio, la primera sensación que se percibe es que al filme le cuesta construir sólidamente la verosimilitud del universo diegético que propone. Sin ánimos de encasillar la narración en un género determinado, esto se debe principalmente a que al relato le cuesta encontrar el tono poético. No es predominantemente un drama, ni tampoco los chistes son constantes o efectivos para que predomine la comedia, hay una alternancia agridulce en el tono que aún no termina de estallar. Esto es peculiar si pensamos que una de las premisas esbozadas a través del parlamento de los personajes es que “algo no tiene que ser verdadero, tiene que ser creíble”. Sin embargo, hay que rescatar que tanto aquí como en sus otras películas, Ariel Winograd y su excelente equipo técnico, siempre cuidan la estética y técnica ofreciendo un gran deleite visual. El filme se toma su tiempo para encontrar el tono, es recién en el tercer acto donde fluye y logra conectar con el espectador a través de su emotividad y presunta originalidad. Una de las ideas más interesantes de la película es que contrariamente a lo que nos hizo creer la tradición y la institución familiar normativa, la familia también se elige, es decir, la familia o sus lazos también pueden ser elegidos. Del mismo modo, no es casual que una figura emblemática de la niñez como los payasos sean representados aquí de forma nefasta. En adición, en esta especie de Road movie que reflexiona sobre el vínculo padre-hijo, y sobre la paternidad en sí misma, los elementos tradicionalmente considerados como masculinos como por ejemplo los automóviles o caballos mecánicos, están presentes de forma visual en función de la trama. Como, por ejemplo, el set del programa en el que trabaja “el griego” que es un taller mecánico. Curiosamente y en oposición, los walkie-talkies considerados en la película “de niña” por su color rosa y su forma de corazón, son los que metafóricamente posibilitan la comunicación entre David y Benito, y por ende la mejora en la relación entre ambos, como si el vínculo paternal a diferencia del maternal es algo que debe construirse a posteriori. En adición, este viaje de autoconocimiento y conocimiento entre los personajes de David y Benito puede pensarse como una doble novela de aprendizaje (Bildungsroman), donde ambos harán su trayecto de crecimiento en paralelo hasta lograr conectarse entre sí. En conclusión, Hoy se arregla el mundo es una película pasatista apta para todo público con un final conmovedor, que la ubica dentro de la filmografía del director en un punto intermedio entre lo mejor (Sin hijos, 2015/El robo del siglo, 2020) y lo peor (Mamá se fue de viaje, 2017).
Aprendiendo a ser padre Después de dos años de postergaciones debido a la pandemia, finalmente se estrenó en los cines “Hoy se arregla el mundo”, la nueva película de la exitosa dupla que forman el director Ariel Winograd y el guionista Mariano Vera (“Sin hijos”, “Mamá se fue de viaje”). La insistencia de la productora Patagonik para que el filme llega a las salas y no derive en el streaming tiene una explicación muy lógica: a Winograd siempre le va bien en la taquilla (“El robo del siglo”, por ejemplo) y su cine está pensado y producido para ser popular y masivo. “Hoy se arregla el mundo” también está pensada para hacer reír y emocionar, y digamos que lo logra en gran parte de sus 112 minutos. La familia (y sus múltiples acepciones) está otra vez en la mira de Vera y Winograd. El protagonista ahora es David “El Griego” Samarás (Leonardo Sbaraglia), un productor de televisión que ve como su programa estrella, “Hoy se arregla el mundo” (inspirado claramente en “El show del problema”), se viene abajo en el rating y pierde el visto bueno del canal. Egoísta, mujeriego y adicto al trabajo, David es padre de Benito (Benjamín Otero), un niño de 9 años con quien mantiene una relación intermitente y distante. Pero todo cambia súbitamente cuando la madre del chico (Natalia Oreiro) muere en un accidente y poco después El Griego descubre que en realidad él no es el padre biológico de Benito. El director se apoya en el formato de buddy movie (pareja dispareja en un viaje o aventura) para contar la historia del protagonista y Benito emprendiendo la búsqueda del padre biológico del chico, con las únicas pistas que pueden adivinar desde el celular de la madre. Así se encuentran visitando a un profesor de baile, un artista plástico, un gurú espiritual y hasta un payaso muy particular (la secuencia más lograda), todos vistos como posibles padres de la criatura. “Quiero que quede bien claro: el papá no se elige, es el que te toca”, le dice El Griego a Benito, una máxima que será puesta a prueba en el transcurso de la película. La buena química entre Sbaraglia (un actor brillante que ha incursionado poco en la comedia) y el niño Benjamín Otero sostiene el timing de la comedia incluso cuando el guión no alcanza. Sbaraglia maneja los cambios de tono con una precisión envidiable, y el chico expresa más con una simple mirada que cuando le toca repetir las ácidas reflexiones que le impone el libreto. El elenco (que incluye participaciones especiales de Natalia Oreiro, Soledad Silveyra, Martín Piroyansky y Luis Luque, entre otros) también se destaca, y una mención aparte merece la humorista Charo López (en el papel de una coach en educación con reglas poco ortodoxas), que acá debuta en la pantalla grande. Si bien algunas subtramas de la película no suman (la referida al programa de televisión, por ejemplo) y la narración se torna algo rígida, se agradece la apuesta permanente de Winograd a la comedia, un género difícil que, sin embargo, todavía puede funcionar a nivel popular.
A lo largo de la última década, y gracias a títulos como “Vino para Robar”, “Sin Hijos”, “Permitidos” y “Mamá se fue de Viaje”, el realizador Ariel Winograd ha sabido construir una sólida trayectoria, abordando el género de comedia como instrumento a reflexionar acerca de vínculos afectivos resquebrajados y relaciones familiares disfuncionales. El logrado film “El Robo del Siglo” (2020) había sido su última incursión en la gran pantalla, regresando dos años después con una propuesta que combina humor y drama en símiles proporciones, enmarcando una historia que nos habla acerca de la pérdida de la inocencia de un niño y el redescubrimiento personal de un padre. Leonardo Sbaraglia (el padre, un productor televisivo en plena crisis de mediana edad) es el centro convergente de un relato que se sostiene mediante la importancia de dos búsquedas emocionales en paralelo. Una es la de un cuarentón mirándose al espejo de su propia banalidad. Un incorregible con el cual, extrañamente, empatizamos. Es en su fragilidad que nos vemos reflejados, construyendo así su relación directa con un espectador al que interpela. Winograd nos coloca bajo su piel. La pregunta del millón busca contestar que haríamos en su lugar. Es su imperfección la que contemplamos, inspeccionando en sus miserias y hurgando en el vacío de sus solitarias horas nocturnas, encontraremos un corazón partido en mil pedazos, preguntándose como llegó hasta allí y cuál es el propósito de asomarse al propio abismo. Sumido en la vorágine de un reality show televisivo en horas pico de decreciente rating, distraído entre recetas de sushi, superficies de estrellato impostado, dudosas terapias de rehabilitación, ropa de etiqueta en canje y aventuras amorosas de nulo compromiso. Toda moda es pasajera, acaso estímulos que lo distraen de lo que verdaderamente importa, adormeciendo de modo exponencial su capacidad de sentir. Y su vida sigue, así…así… La otra búsqueda que emprende, como una propia metaficción de su ‘otra vida’, tiene que ver también con su identidad, en tanto y en cuanto a su deber de padre. Un cable a tierra, una brújula desorientada en su sentido, un llamado a despertar, antes tarde que nunca. Un trágico instante, un antes y un después en su vida y en la de su hijo, lo llevará a ejercitar un noble examen de conciencia, sin embargo, y a fines de no caer en spoilers, será conveniente no adelantar el suceso que posibilita dicho quiebre. Solo se dirá que el excepcional Benjamín Otero se convertirá en el eje del relato. El novel actor compone al hijo de Leo en la ficción, mediante un notable retrato, que transmite el asombro, la curiosidad, la sensibilidad, la frescura, el dolor, el desencanto, la sabiduría y la esperanza de este niño surfeando una ola gigantesca de emociones. Mucha más adversidad que la apertura al mundo que su infancia debería regalarle en caricias, refugios y contención. Tampoco contará con amigables payasos, al fin toda ilusión acaba por romperse. Benito es un niño reconstruyendo la figura de su madre desde la ausencia. Es aquel retrato que se atesora, esa hazaña improbable que rescata una cinta de video, captada por el orgullo de mamá. Todo está guardado la memoria. Un elenco estelar rodea al siempre inmenso Sbaraglia, en compañía del pequeño gigante Otero. Varios intérpretes habituales en la filmografía de Winograd nos regalan escenas deliciosas, conformando una variopinta galería de personajes, a los que dan vida actores de la talla de Diego Peretti, Luis Luque, Gerardo Romano, Gabriel Corrado y Natalia Oreiro. Finalmente, “Hoy se arregla el mundo” nos regala uno de los finales más emotivos que el cine nacional reciente recuerde, enmarcando en una gloriosa escena entre El Griego y su hijo, el sentido cabal de una película acerca de encrucijadas, pesquisas e imprevistos dispuestos a ser sorteados con tal poner a pruebas el propio verosímil. No hubo golpe bajo para la lágrima soltada. A fin de cuentas, lo real termina siendo aquello en lo que decidimos creer sin renunciar.
Mamá se fue de viaje… al otro barrio. Como creador y productor del programa de TV “Hoy se arregla el mundo”, David ‘El Griego’ Samarás (Leonardo Sbaraglia) es el clásico estereotipo de hombre semi exitoso y absorbido por su trabajo: maneja con los ojos cerrados la producción de su decadente programa, pero desconoce a qué grado o a qué escuela concurre su hijo Benito (Benjamín Otero). Hoy se arregla el mundo - Crítica hoy se arregla el mundo El Griego afirma que quiere a su hijo, pero no parece afectarle en lo más mínimo cuando Silvina (Natalia Oreiro) le informa que por una oferta laboral está considerando mudarse a España con el niño. Perpleja por la falta de reacción, Silvina le confiesa que en realidad Benito no es su hijo, pero muere antes de poder dar el nombre del verdadero padre biológico. El Griego recibe entonces lo que tanto necesita: una forma elegante de deshacerse del niño. Solo tiene que ayudarlo a descubrir quién es su verdadero padre para poder cederle la responsabilidad y volver a concentrarse en sí mismo, porque el rating del programa al que le dedicó los últimos años de su vida viene en picada y la amenaza de ser levantado del aire está cada vez más cerca. Hoy se arregla el mundo, un cameo a la vez Es probable que alcance con media hora de película, o incluso con leer la sinopsis, para tener una idea bastante acertada de todo lo que va a suceder a lo largo de Hoy se arregla el mundo. Es que ni la sorpresa ni la complejidad parecen ser obligatorias en el cine cuando hay suficientes rostros conocidos pasando frente a la cámara en alguna escena como para justificar poner sus nombres en el póster y el trailer. Si después son apenas cameos irrelevantes para la trama, su trabajo ya está hecho. Entonces, lo más interesante que tiene para ofrecer Hoy se arregla el mundo son un par de cruces con buena química entre Sbaraglia y Otero, quienes logran algunos momentos de ternura o hasta buen dramatismo a pesar de que los diálogos que les marca el guion se esfuercen por evitarlo. Queda a discusión si los comentarios que hacen algunos personajes de Hoy se arregla el mundo, sobre que los guionistas del programa de TV son cursis y repetitivos, en realidad son un pedido de auxilio bastante meta que busca atravesar la pantalla para despegarse del resultado o solo un accidente inesperado. hoy se arregla el mundo La relación entre los protagonistas avanza con la misma extrema linealidad que su misión. Y mientras visitan juntos a los potenciales padres biológicos del niño, van descubriendo la vida previa de Silvina, una que Benito no pudo conocer y que al Griego nunca le interesó. Con cada visita desarrollan un vínculo por ósmosis que se va fortaleciendo por el simple hecho de estar uno cerca del otro, mientras que la película hace malabares tirando cosas a su camino para que parezca que algo más está sucediendo, que algo de todo eso tiene sentido o que influye en la trama central de alguna forma que no sea apenas superficial. A la realización no le faltan recursos ni oficio, todo cumple con la prolijidad y vistosidad que se espera de un producto de industria de este tipo, al que nunca le falta público dispuesto a encontrarle el atractivo. Especialmente si les prometen ver en la pantalla grande a un par de sus actores y actrices preferidos componiendo algunas escenas emotivas o graciosas sueltas, las que se van amontonando una atrás de otra hasta llegar a un desenlace que los deje con una sonrisa. Si además ayuda a algún padre ausente a limpiar culpas por concentrarse en su actividad audiovisual antes que en la paternidad, en Hoy se arregla el mundo eso es un bonus. CONCLUSIÓN Lugares comunes, situaciones forzadas y algunos momentos de buena química entre sus protagonistas. Hoy se arregla el mundo ofrece lo poco que promete.
La película narra la historia de David Samarás, alias “El Griego” (Leonardo Sbaraglia), workaholic, productor de un talk show televisivo y con cero responsabilidad afectiva. Tiene un hijo, Benito (Benjamín Otero), fruto de un fugaz romance con Silvina (Natalia Oreiro). Luego de una discusión, Silvina pierde la vida y él se entera que Benito no es su hijo biológico. Aquí es cuando empieza la gran odisea de “padre e hijo” buscando a su progenitor hasta debajo de las piedras. Estas idas y vueltas son las que suman miles de puntos en la comedia ya que, cada potencial padre con el que se cruzan, tiene un bagaje ridículo alrededor que hace pensar en el viejo refrán “mejor malo conocido que bueno por conocer”. A todo esto se suma la amiga de Silvina y coach del niño (Charo López) como una gran compañía para estos dos.
Crítica publicada en YouTube.
Reseña emitida al aire en la radio.
Conocido por dirigir «Cara de queso» (2006), «Mi primera boda» (2011), «Vino para robar» (2013) o «El Robo del Siglo» (2020), entre otras tantas, Ariel Winograd volvió al ruedo con «Hoy se arregla el mundo», un film que se estrenó el 13 de enero de este año en los cines y que hace unos días llegó a la plataforma de Netflix para que todos sus usuarios puedan disfrutarla. La película se centra en David ‘el Griego’ Samarás (Leonardo Sbaraglia), un productor televisivo que se encuentra haciendo Hoy se arregla el mundo, un talk show donde dos personas tratan de resolver un conflicto en común. Su trabajo parece ser lo único importante en su vida, a pesar de tener a Benito (Benjamín Otero), su hijo de 9 años fruto de una relación ocasional. Sin embargo, cuando su ex pareja muere deberá hacerse cargo del pequeño, aunque rápidamente se entera de que no es realmente su hijo. Es así como ambos se unirán en la búsqueda de su verdadero papá. «Hoy se arregla el mundo» es una cinta que habla sobre los vínculos de sangre y los construidos, de las segundas oportunidades, la importancia de tener el apoyo y la contención necesaria, la tragedia y el trauma a partir de la mirada infantil, entre otras cuestiones, mediante un tono dramático y emotivo pero plagado de humor para no caer en golpes bajos ni lacrimógenos. Las aventuras y vicisitudes por las cuales tienen que atravesar los protagonistas para lograr su objetivo son hilarantes, sobre todo porque se cruzan con varios personajes bizarros en el camino. Las interpretaciones del elenco son un gran punto a favor. El debut actoral de Benjamín Otero es grandioso, un niño que lleva a buen puerto sus diálogos con gracia, madurez y simpatía, haciéndonos reír por el choque entre el contenido de sus frases y su edad. Además, presenta una buena química con Leonardo Sbaraglia, que se encuentra muy bien en su papel. Su relación se va haciendo cada vez más sólida, y a pesar de que podemos prever desde el inicio cómo va a terminar su historia, la película le impregna un gran corazón a la construcción de esta dupla. A ellos se les suma más adelante Charo López, formando un trío efectivo tanto para los momentos divertidos como para los sentimentales. Por otro lado, cuenta con la participación de reconocidas figuras como Natalia Oreiro, Gerardo Romano y Diego Peretti, que son acertadas y le aportan su sello característico. En su contra podemos decir que la película podría haber sido más corta. No es que se sienta pesada, pero sí puede resultar un poco monótona o estirada, sobre todo a la hora de visitar a cada uno de los posibles padres. Se le dedica mucho tiempo a esto, mientras se construye el vínculo protagónico, y se siente que podría haber sido más efectiva con menor duración. En síntesis, «Hoy se arregla el mundo» es una de esas lindas películas que nos deja con una buena sensación una vez finalizada. Nos ofrece escenas divertidas, momentos emotivos y un gran trabajo de su elenco para generarnos diversas sensaciones. Un logro más de Ariel Winograd dentro del cine nacional.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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Ariel Winograd apuesta una vez más por la comedia familiar con golpes bajos. La química entre Leonardo Sbaraglia y Benjamín Otero sostiene todo el relato. Sigue haciendo ruido el estilismo artificial que le impregna a los escenarios pero se deja ver.