Antropología del ostracismo. He aquí una verdadera rareza del séptimo arte, una que no sólo aprovecha al tópico de base sino que además va abriendo su abanico discursivo a medida que avanzamos en el metraje, revelando nuevas capas. Il Solengo (2015), la ópera prima de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, combina las estructuras de los documentales expositivos y observacionales para analizar un tema aparentemente sencillo que en el fondo guarda muchas sorpresas: el trabajo hace foco en las tribulaciones y la idiosincrasia de Mario de Marcella, un ermitaño que vivió en la zona circundante a Vejano, una pequeña localidad italiana, y que dejó una marca perdurable en los vecinos del lugar, hoy por hoy todos señores mayores que de a poco construyen un retrato minimalista -aunque algo desfasado- del susodicho. De hecho, la potencia retórica del film reside en su carácter colectivo y tangencial, cercano al epitafio. Como en esas epopeyas en las que un antihéroe es marginado a los límites de su comunidad para luego convertirse en un lunático, un “perdedor” que está en el centro de la gesta de turno, las anécdotas sobre Mario dan cuenta de características muy coloridas en torno a su reclusión, su pasado y todo lo referido al misterio detrás de su condición de apóstata social (descubrimos que durmió en una cueva durante décadas, que poseía una huerta, era de pocas palabras y que supuestamente su madre le inculcó esta aversión para con el resto de los mortales). Las entrevistas vía relatos en primera persona se unifican con la dialéctica del rumor y el inefable “dicen que dicen”, una mixtura en la que también entran las tomas contemplativas de la belleza natural, las casas y los pueblerinos en sus labores diarias, un esquema artesanal que parece de avanzada comparado con la rusticidad y lejanía de Mario. El anclaje narrativo de la película encuentra sus armas principales en la encrucijada entre la memoria compartida del todo social y la ausencia del gran protagonista, cuya existencia se va articulando mediante la superposición de “retazos de vida” que sólo en su sumatoria total adquieren verdadero sentido. Como si se tratase de una aproximación antropológica al ostracismo y la mitologización, la figura de Mario permite examinar tanto el sentir estándar del interior rural como su versión extrema, la que hace del vagabundeo y la misantropía sus insignias. Así las cosas, la riqueza de Il Solengo pasa por la comunión entre las historias de los ancianos que convivieron con el retratado y el poderío de la fotografía de Simone D’Arcangelo, siempre aportando el marco estético apropiado para un cúmulo de recuerdos que por suerte evitan caer en la nostalgia por la nostalgia en sí y nunca descuidan al humor. Sin dudas la frutilla del postre es el desenlace, el cual recupera esa vieja tradición orientada a resignificar lo visto con anterioridad y trazar nuevas correlaciones entre los sujetos (léase, las fuentes de la información) y sus recursos simbólicos para aprehender la realidad que los rodea (el delirio popular y las contradicciones nos acercan a un panorama de una enorme profundidad, ya que las confidencias de los entrevistados en ocasiones resultan equivalentes -en términos de su amplitud retórica- al enigma de base y sus paradojas). Precisamente, la comprensión mediada por la cultura y la perspectiva individual, cuyos ojos gustan de posarse en el “diferente”, constituye el eje de una experiencia atravesada a su vez por la oralidad, un folklore que se fue perdiendo dentro de la marejada del fetichismo tecnológico de nuestros días, en el que sólo prima la mendacidad y los huraños parecen ya no existir…
Se dice de mi. La premisa de esta ópera prima sacude el concepto de verdad desde el punto de vista de la postura documentalista clásica, al tomar como punto de partida la reconstrucción a partir de los dichos y anécdotas de un grupo de personas, sobre la enigmática vida del protagonista Mario de Marcella, un ermitaño –o algo parecido- que despertó la curiosidad de los realizadores Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis para ir en su búsqueda y poner en tela de juicio los conceptos de representación y registro cinematográfico.
¿Existió realmente Mario de Marcella, "il solengo" (el solitario) al que alude el film de Alessio Ringo de Righi, Matteo Zopis? Poco modifica las cosas, en definitiva, si la reconstrucción biográfica de este outsider es verdadera o si se trata de un documental apócrifo, pero la duda una vez finalizada la cinta surge inevitable. Es que, por más que este relato colectivo se encargue de pintarlo como un mito, lo cierto es que la vida del protagonista no termina generando el interés que pretenden darle los directores.
“A group of hunters told us the story of Mario di Marcella, a hermit with a tragic past who lived in a cave of volcanic origin near the town of Vejano. Everybody called him “il solengo”, which is the name for the wild male boar that’s cut off from the rest of the pack. We were immediately intrigued by this man who led a primitive life in the woods for almost his entire life,” say documentary makers Alessio Rigo de Righi and Mateo Zoppis about the insightful Il Solengo, one of the true highlights of the Week of Italian Cinema, also to be commercially released tomorrow. Award-winning Il Solengo may well be about Mario di Marcella, but only on a nominal sense. Or let’s say it’s not solely or mainly about him. Even considering how intriguing this obscure figure is and how mysterious his life must have been, it’s equally intriguing to see if a portrayal of such a person can actually be drawn by those who claim they know more than a thing or two about him. We’re talking about a small group of elders, manual labourers of the Pratolungo community who share their first-hand, colourful and often contradictory anecdotes about an elusive man with a vague identity. Mario di Marcella, “il solengo”, is in fact an ever-present absence that perfectly articulates the deceptively simple narrative, a figure for others to talk about, and, in so doing, to reveal how futile it is to try to assert who someone is. They say Mario had a strange way with people. And that you never knew how he’d react when greeted. He’d only speak to kick people out of his land. He was a good swimmer, too. No one knew for a fact why he lived secluded. He was definitely extravagant, but he wasn’t crazy. Yet some say he was crazy. He was violent. Others say he wasn’t violent unless you provoked him. He was rough with people who were afraid of him. And he had a savage look, like when you run into a boar and he looks at you. And then there’s his dreadful past. People say his mum killed her husband in his sleep because he would always hit her and she just couldn’t take it any longer. She was pregnant at the time, but nonetheless was sent to jail. So Mario was born in prison and lived there until the age of seven or eight. Others claim he’d already been born by the time his mum killed his dad. And some others say it was his mum’s father who killed Mario’s dad. Some say he wasn’t actually his real dad. Go figure. Il Solengo is about the villagers themselves too — their ways of life, their beliefs and how they relate to one another. Not that they explicitly say that much about themselves, but who they are is implied in how they say what they say about others. Which is not only conveyed via the spoken word, because thanks to the pristine, moody cinematography by Simone D’Arcangelo, you get more than a glimpse of rustic Italian life. Let alone the uncanny sense of isolation it conveys when it depicts the area where Mario a.k.a. “il solengo” has spent most of his life. A few minutes before the film ends, a presence comes forward, if only partially. Let’s keep the intrigue and not elaborate on it. Suffice it to say that it brilliantly resignifies some things you already knew even as it provides the film’s most touching moment. Production notes Il Solengo (Italy, 2015). Directed by Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis. Cinematography: Simone D’Arcangelo. Editing: Andrés Pepe Estrada, Alessio Rigo de Righi, Matteo Zopis. Music : Vittorio Giampietro. Running time: 68 minutes.
Un hombre convertido en mito Il Solengo (2015) documental de Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righi (este participo en películas del director argentino Matías Piñeiro) muestra una juntada de viejos amigos que se reúnen en una pequeña cabaña para recordar al personaje principal de esta obra, Mario de Marcella, también llamado “Il solengo” (en el dialecto toscano esto significa un jabalí alejado de su manada). Este hombre tuvo la gran particularidad de que vivió en una cueva por 60 años y este grupo de viejos colegas van a narrar a partir de su experiencia con Mario, todo lo que saben de él. La historia comienza con una idea muy clara de tomar a un personaje muy particular de un pueblo de Italia para que otras personas cuenten desde el famoso “relato oral” o relato de boca en boca todo lo que vivieron con él o, lo que saben a partir de otras personas. Esto está ligado muy de cerca con el punto de vista de cada uno de estos “personajes” corales que cuentan, en algunos casos contradiciéndose y en otros, completando lo que dicen lo demás. Esta manera de estructurar el relato es un gran acierto que ayuda ampliamente a entender la historia de este hombrecito tan particular. Con respecto a lo visual, la pata principal es la fotografía de Simone d’Arcangelo que logra darle una mayor importancia a los paisajes que muestra y a esa cabaña en la que se producen gran parte de las entrevistas. En estas, la composición del cuadro es totalmente bella y minuciosamente pensada y armada. Da la sensación de que es una película pensada como una ficción a partir de los encuadres que elige para narrar. Partiendo de características de falso documental y película coral, en la segunda parte, cuando se entrevista a uno de estos viejos amigos, la escena siguiente sigue con ellos fuera del ámbito de la entrevista y se los ve en los paisajes que la película trabaja haciendo una introspectiva, entrando en la intimidad de cada uno y jugando así con el punto de vista de quien sabe que, quien lo complementa y quien lo contradice. Ya con un gran acierto desde el punto de vista narrativo en cuando a la elección de contar este documental como si fuera un relato oral o de boca en boca, se le suma también el gran acierto que tiene en acompañar esta idea con los planos que elige para convertir a este hombre solitario, en la mitología de un pueblo.
Sobre mitos fundantes Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis embarcan al espectador en “Il Solengo” (Italia, 2015) en una aventura en la que el espectador quedará expuesto a una serie de entrevistas en las que un grupo variopinto de personajes detallará pormenores sobre la vida de Mario de Marcella, un excéntrico hombre, apodado “il solengo”. Desaparecido hace años, cada uno de los entrevistados alimenta el mito del hombre, y la oralidad, más la tradición que se reposa en cada comentario que se brinda sobre él conformarán el corpus con el que los directores trabajaran sobre el mito y la fundación de este. El verosímil, que se refuerza con cada plano armado de manera tal para que el espectador “espíe”, además, otorga un halo de misterio y una pregunta sobre la verdad y su fundamento. La duda como forma de narrar, las constantes preguntas acerca de si es verdad o no lo que se relata, choca con el final en el que una imagen y un relato chocan con la construcción que se venía haciendo. Mirada sobre la fundación del folklore, lo popular, y los mitos que cimentan una sociedad, más allá de la belleza de algunos paisajes, hay en “Il Solengo” una profunda soledad y dolor que destilan sus imágenes que terminan por consolidar su propuesta y potenciarla.
DESTINO DE UN HOMBRE RECHAZADO Un documental de Alesio Rigo de Rughi y Matteo Zoppis que ahonda en un personaje misterioso que durante 60 años vivió en una cueva. Esa no presencia de alguien que fascina con su historia que se reconstruye en el recuerdo de ancianos del pueblo reunidos en un pabellón de caza, que hilvana leyendas o experiencias personales, van mostrando también el mundo de la Italia rural, profunda, distinta y lejana de las postales turísticas. Un gran merito del film. Y un destino trágico de violencia y rechazo de un hombre Mario de Marcella (Mario el hijo de Marcella) que eligió alejarse del mundo porque el mundo solo que mostro desprecio. Muy interesante.
La inasible historia del cerdo salvaje. El dúo de realizadores describe un universo de hombres que van tejiendo un relato que podría ser fiel o reordenado por las leyes del cuento popular. Con ello le dan forma a un film disfrutable, que nunca se pone por encima de sus protagonistas. Filmada a poco más de cincuenta kilómetros de Roma, en el centro y los alrededores del pueblo de Vejano, Il solengo regresa a la región y a algunos de los personajes de Belva nera, el esfuerzo anterior de la dupla de italianos Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis. En una entrevista publicada ayer en Página/12, Rigo de Righi (que conoce muy bien Buenos Aires, ya que lleva viviendo un tiempo en la Argentina, con escapadas frecuentes a Roma) afirmaba que “es una película sobre los mitos” y, como tal, un documental acerca de una persona que puede ser tal y como se la describe, o bien todo lo contrario. O algo a mitad de camino entre ambos extremos. La historia de Mario de Marcella (o el solengo del título, siguiendo el apodo de aquellos cerdos salvajes que son expulsados de la manada) resulta el pretexto ideal para que el dúo de realizadores se adentre aún más en una microsociedad que –más allá de los cambios tecnológicos y de otras categorías ocurridos– permanece atada a una cosmovisión con idearios y formas de comunicación bastante diversos a los citadinos. “Ahora vas al banco y sacás algo de plata. Antes, si no plantabas papas o algunas semillas no comías”, dice uno de los ancianos cazadores que conforman el particular coro griego de Il solengo, comentadores de un relato que el espectador nunca conocerá de primera mano. “Mario era salvaje, tenía una mirada dura”, dice otro, aunque un tercero aclarará más tarde que “si no lo molestabas, no era violento”. Todos coinciden en que el trauma de origen de ese hombre ermitaño, recluido en cuevas y chozas en los límites del pueblo, tuvo lugar durante sus primeros meses de vida, a fines de los años 20, luego de que su madre asesinara a los golpes al marido. Si ese esposo era o no era el padre de Mario o si fue realmente la mujer la homicida (¿o acaso el padre de ella tuvo algo que ver en el asunto?) es apenas el punto de partida del embrollo narrativo, de las infinitas variaciones y ramificaciones de un relato que, como toda leyenda, quizá sólo oculta una pepita de verdad en su interior. Como ocurría con aquellos legendarios linyeras caídos en desgracia por acción u omisión, el barrio escucha y repite y vuelve a reiterar –con ligeras o fuertes alteraciones– aquello que escuchó, legando a nuevos interlocutores ficciones y realidades de difícil discernimiento. En ese andar por los caminos del racconto popolare de la zona y a partir de un montaje que entrelaza, contrapone y hace chocar las crónicas a cámara de los cuentistas, Rigo de Righi y Zoppis describen un universo de hombres que se reúnen diariamente alrededor de una botella de grapa o vino rosso para intercambiar opiniones y chimentear. O, luego de la caza, enfrascarse en la transformación de las vísceras de un cerdo recientemente carneado en una masa sin forma (mejunje ideal para el guiso). Las mujeres están ausentes y no aparecen en cuadro, aunque en más de un momento serán mencionadas por estos hombres de aspecto recio que –visto de esa forma– parecen haber escapado un rato del influjo inmenso de sus esposas. Un camino por los ahora deshabitados dominios de Mario transforma momentáneamente al film en una suerte de parodia de un documental antropológico, con uno de los lugareños como inopinado guía, mostrando a cámara algunos de los objetos utilizados por esa civilización de un solo hombre. Film extremadamente frágil por su tema y por su forma, que no pretende ponerse por encima del relato de los protagonistas ni embellecer con planos paisajísticos o comentarios pintorescos el núcleo de interés, Il solengo cierra el viaje con una breve escena que, lejos de resignificar todo lo visto y lo escuchado, reafirma lo inasible de la vida de todo ser humano. Eso que algunos llaman espíritu. “Mi novia murió. Se llamaba Eugenia”, dice esa última voz a punto de apagarse. Y la imagen de esa serpiente típica de la zona vista con anterioridad regresa a la memoria y adquiere una relevancia antes soslayada.
Desde tiempos inmemoriales, la figura del ermitaño llena de curiosidad al hombre social. Suele ser difícil entender la vida de los demás, pero cuando la diferencia es tan grande y se pierde el contacto, poco se puede hacer más que teorizar. Lo oculto, lo solitario, lo silencioso o lo oscuro, son cosas también relacionadas con este personaje, provocando también, terror. El mundo del observador es vasto, pero las motivaciones del ermitaño se le escapan por más que lo intente. Esta falta de información es lo que permitió que el aura de misterio que lo rodeó durante tantos años no se haya disipado hasta el día de hoy. Un paseo por el bosque puede ser más que eso. La cultura de cazadores se entrelaza con la naturaleza, sus costumbres, sus recuerdos y una historia: la vida de Il Solengo, el solitario, Mario de Marcella. Vive en una cueva en Tuscia, lejos de la gente y del ruido, viviendo de lo que el bosque le ofrece. Las memorias de estos abuelos trazan de a poco la situación social de Tuscia a principio de siglo, la vida de la casa y la historia del misterioso ermitaño del bosque. La idea para Il Solengo surgió durante la filmación de otra película. Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis trabajaron juntos en casi todos sus proyectos y esto les dio experiencia en distintos aspectos de la creación de cine. Ambos son directores de Il Solengo, y Bestia Negra (Belva Nera, 2013). Fue en la producción de la segunda, que comenzaron a oir rumores sobre la vida de Mario de Marcella, en una situación muy similar a la que representaron luego en la película. La idea de exhibir estas anécdotas fue casual y no tanto. Durante un almuerzo en un día de filmación, un grupo de cazadores ya ancianos les contaron la historia del ermitaño de Prato Longo. Les sorprendió que todas las versiones eran distintas, y a veces hasta contradictorias. En mucho coincidían, pero los detalles habían sido borrados o fundidos por el tiempo. Este es uno de los fundamentos de Il Solengo, claramente presente durante todo el film: exponer cómo el relato oral tiene el potencial de crear leyendas y su manera especial de torcer la verdad sin que importe demasiado. El tono reflexivo de Il Solengo casi lo salva de los ojos sentenciadores del resto de la gente. Su vida sufrida, si el espectador lo cruzara en la vida diaria cotidiana, sería más una razón para temer que para encariñarse, pero el tinte místico y misterioso que este pseudo-documental le otorga, no sólo lo describe a él, sino a muchos de los solitarios que hasta la ciudad más poblada alberga. Por mucho que pese, cualquiera puede ser un solengo.
Il solengo es un documental cuidado cuyo rasgo sobresaliente va mucho mas allá de su temática. Me refiero al modo de abordarla estéticamente. Y esto abarca tanto a su dirección de arte, como a su fotografía, montaje, música y sonido. No es usual este relevamiento pero en este caso deviene pertinente. La historia gira alrededor de un hombre llamado Mario di Marcella (el nombre de su madre) yacontece en Pratolongo, un pequeño pueblo del Lacio, en Vejano, parte de una Italia profunda y desconocida. Mario, llamado Il Solengo, se dice, que vivió encerrado en una cueva volcánica, alejado de la gente y de la civilización. Un solitario, violento por momentos, a la hora de su deseo de no comunicarse. Y cuyo accionar se atribuye a situaciones familiares que llevaron a su madre a vivir con él de niño en la cárcel, por haber matado a su padre. Sus directores apelan al relato de un grupo de habitantes, quienes van a contar la versión que cada uno tiene sobre esta historia, desde las cuales no hay una pretensión de verdad. La cámara va de los espacios que habitan cada uno de los que tienen la palabra, al espacio donde vivió Mario de niño, y de grande, y recorre a su vez un espeso bosque donde suenan los pasos de alguien que camina, y allí los sonidos y la música construidos con mucho sentido estético hacen de Il solengo un documental preciosista. El recorrido por los lugares en que estuvo el protagonista hace prevalecer la premisa de existencia, quizá con más fuerza que con las palabras. Porque allí se habrían desarrollado los acontecimientos, porque allí se habría desarrollado su vida… con independencia de la presencia de la cámara. Y esos son quizá los momentos de tensión dramática. Esa representación espacial contribuye a profundizar la subjetividad del espectador del documental. Que en este caso se traduce en una estrategia, que ofrece pruebas en beneficio de su argumentación. Un film para ver y disfrutar una elección estética para narrar lo que no vemos.
El primer mediometraje de esta dupla de realizadores italianos “exiliados” lo programé en el Festival de Roma cuando trabajaba alllí. BELVA NERA –así se llama– fue una de las sensaciones de ese festival, con sus leyendas acerca de la vida en una zona campestre pero no tan lejana a la capital (el área de Pratolungo) contadas por un grupo de veteranos y ancianos del lugar. En ese caso, los “muchachos” hablaban de una misteriosa pantera negra que todos decían que circuló por allí pero nadie parece confirmar del todo su existencia. En este largo, un similar grupo de veteranos inolvidables, extravagantes y entrañables recuentan la igual o aún más misteriosa vida de un hombre, Mario di Marcella, una leyenda del pueblo, que aparentemente tuvo una vida familiar, por así decirlo, truculenta. Lo cierto es que este hombre está desaparecido del mapa (nadie lo ve nunca, quizás es un ermitaño, de ahí el título del filme que es una referencia también a un tipo de animal) y lo que escuchamos son las historias que se cuentan de su vida y su personalidad agresiva, cruel, misantrópica, pero supuestamente justificada por sus difíciles experiencias de vida. Il-solengo_Film-Still-2Este grupo de amigos se reúne para hablar de uno de los habitantes que no está, pero al hacerlo también revela una forma de vida que sigue existiendo, y de manera muy presente, en la Italia profunda, la que no sale en los programas de televisión de la RAI ni en las películas más comerciales que llegan de ese país. Más allá de los personajes o misterios que rodean sus películas lo que los romanos Rigo de Righi (que vive aquí en Buenos Aires) y Zoppis (habitante de Berlín) retratan, finalmente, es un estilo de vida que parece quedado en el tiempo y que se basa en códigos –historias, anécdotas, mitos, leyendas, acompañadas por vasos de buen vino– que quedaron fuera de las redes sociales y la comunicación virtual. Un tiempo que es actual pero que por momentos parece medieval…
Un rico relato repleto de poesía Las buenas historias pueden brotar de los lugares menos pensados. Alessio Rigo de Righi, joven director nacido en Estados Unidos, criado en Italia y ahora afincado en la Argentina, y su socio italiano, Matteo Zoppis, encontraron una en un pequeño pueblito de las afueras de Roma casi de casualidad: filmando un mediometraje documental sobre la leyenda de una pantera negra que aterrorizaba a un puñado de campesinos entregados al poder de la sugestión, supieron de Mario de Marcella, un ermitaño cuya misteriosa conducta no hizo más que incentivar la imaginación de los habitantes de Pratolongo, cada uno con su propia teoría sobre el origen de este hombre peculiar apodado "Il Solengo" (así se denomina en Italia a un jabalí que elige separarse de su manada). En el nombre del personaje hay una clave categórica: Marcella no es otra que su madre, una mujer sobre la que los múltiples narradores de la historia (todos hombres; es inevitable pensar que la palabra de algunas mujeres hubiera sumado) van tejiendo especulaciones necesarias para explicar de algún modo un fenómeno que los asombra. Buena parte de esas conjeturas son tan maliciosas como las que fomentaron la caza de brujas, una prueba de que los prejuicios suelen cristalizarse con relativa facilidad. Pero Il Solengo es ante todo una película sobre la edificación de una mitología, sobre la riqueza de los relatos que la cimentan, más allá de su veracidad o sus sanas o pérfidas intenciones. Su dupla de directores logra armar con astucia y economía de recursos la narración coral que finalmente configura el perfil de Mario, replicando con gracia y soltura la dinámica de cualquier biografía: todos somos, básicamente, aquello que cuentan los demás. Y también se dan tiempo para transformar el entorno donde se mueve el enigmático Mario en un paisaje de ensueño, con un puñado de planos inspirados y apoyados con eficacia por una música muy adecuada. La austeridad de la puesta en escena funciona como marco ideal para esa maraña de crónicas que en algunos casos suenan verosímiles y en otros completamente apócrifas. Pero se permite despegar y levantar vuelo sobre el final, cuando la cámara se va internando poco a poco en el bosque cerrado de Pratolongo y carga de una poesía inquietante la soledad innegociable de ese hombre que parece venir de otro lugar y otro tiempo, como insinúa su pausada y atrapante letanía en el virtuoso cierre de la película.
Varios personajes relatan sus experiencias sobre aquel hombre llamado “Il solengo”, que significa jabalí viejo (aislado del mundo, un ermitaño), un hombre solitario y algo misterioso. Los rodea un bello paisaje y los sonidos de ese lugar. Además aborda parte de las vidas de esos hombres que se reúnen para describir a Mario di Marcella, de unos 60 años que se alejó de todo. Un film prolijo e interesante.
Partiendo de la antigua tradición oral de contar anécdotas e historias locales, llega este relato cinematográfico prolijo, claro y conciso, realizado por los directores italoamericanos Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righis; este último se encuentra en Buenos Aires presentando este documental en el marco de la 3° Semana de Cine Italiano, mientras que la misma también tiene su estreno comercial en los cines Bama y Artemultiplex Belgrano a partir de este jueves 2 de junio. En un refugio de cazadores varios ancianos lugareños recuerdan la vida de Mario de Marcella, un hombre que vivió durante más de 60 años en una cueva alejado de todo. Nunca se supo realmente que lo llevó a vivir de esa manera tan solitaria, pero se lo atribuye a alguna situación relacionada con su infancia, que podría tratarse de un evento trágico que lo marco para siempre. Como él no era el único de nombre “Mario” en la zona, le apodaron “de Marcella” porque Marcella era el nombre de su madre. Quienes se lo cruzaban al ir de cacería lo llamaban “el jabalí viejo” (il solengo) en referencia al jabalí macho que al ser separado de su manada vive aislado. Mario era un tipo cerrado y para nada agradable, era salvaje, irritable, excéntrico, y vestía de modo extravagante. Muchos afirmaban que era un loco mientras otros pensaban lo contrario, pero todos concuerdan en que no le dirigía la palabra a nadie, y las escasas veces que respondía cuando alguien le hablaba lo hacía de una manera muy seca dejando al otro sin entender el por qué de esa actitud tan desagradable. Aparecen en el film varios de estos viejos cazadores reunidos en ese refugio donde se juntaban a comer y beber algo, sentados alrededor de la mesa relatando anécdotas sobre Mario de Marcella, pero algunas de las historias que mencionan resultan contradictorias debido a que cada uno de ellos lo hace desde su propio punto de vista, revelando al mismo tiempo algo de su propia vida y de su personalidad. La película nos muestra también el lugar donde vivía Mario, el cual se encuentra al final del valle, un sitio agreste en medio de la nada, al que no se puede acceder cuando llueve. Mario mismo había cavado en una cueva que estaba en la montaña para poder dormir allí, y solía cultivar un pedazo de tierra cercano a la misma. Un extraño personaje, un paraje remoto, recuerdos de otro tiempo que solo algunos conservan en la memoria.
Sabe el lector que no es frecuente que coloquemos entre los estrenos principales uno que tiene distribución pequeña. Pero es necesario hacerlo: Il Solengo, coproducción hiper independiente entre Italia y la Argentina es una de las mejores películas del año (lejos). Comienza como un documental: en un pueblito de montaña italiano, se narra la historia de un hombre, un vagabundo con historia trágica -el loco, el tonto del pueblo- que es además testigo de las historias de los demás. Pero poco a poco el film va desplazándose hacia una reflexión sobre el espacio completamente inmersiva. Pocas veces el impacto de la naturaleza, de los bosques, de las montañas aparece con tanta fuerza en planos de una belleza absoluta. Pocas veces ciertos elementos que parecen “alegóricos” (una serpiente apenas entrevista, por ejemplo) tienen tanto peso narrativo. Il Solengo nos introduce, poco a poco, en un universo onírico (su último plano, que puede interpretarse como revelador, nos lleva a ese punto) y físico, mucho más que cualquier gran espectáculo en 3D de estos días. No hay películas así. Aproveche en la pantalla más grande posible.
El protagonista de esta película tan áspera como contundente es un ser solitario cuyo comportamiento resulta un enigma para quienes lo rodean: il solengo del título es en definitiva un animal perdido, cuyo recuerdo persiste en los relatos de los mayores de un pueblo de la campiña italiana en las afueras de Roma. La película se articula a partir de charlas y testimonios de quienes conocieron al personaje, para trazar desde allí un panorama gris, lleno de zonas inasibles, de la primera mitad del siglo XX en Italia. La infelicidad secreta del personaje, figura central aunque elusiva de la trama, así como su hosquedad y su naturaleza insondable, se presentan como el fantasma de todo relato que se precie: así como no hay historia que valga sin claroscuros, tampoco hay cine de verdad sin un misterio cuya resolución está condenada al fracaso.
Pequeña y muy atractiva película italiana que reúne a un grupo de veteranos habitantes de un pueblo cercano a Roma para evocar la presencia fantasmagórica del ermitaño que vivía en una cueva al final del valle. Mario de Marcella -por su madre- aparece entre recuerdos y rumores. Es la construcción de una leyenda popular, con toda la fuerza y el misterio que puede adquirir el loco, el tonto, el salvaje, el diferente, en las pequeñas comunidades. Dirigida por el joven Alessio Rigo de Righi, que vive un poco en la Argentina, y Matteo Zoppis.
Además de su paso por la Semana de Cine Italiano que empieza ahora en el Cinemark Palermo, consigue su modesto estreno comercial la película Il Solengo de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis. Este documental se centra en la figura de un personaje muy particular que en realidad nunca va a aparecer, sino que va a estar presente principalmente a través de testimonios de personas que vivían en su mismo pueblo. La figura en cuestión es conocida como Mario di Marcella (se decía que el Marcella era porque es el nombre de su madre). Con un grupito de hombres (no hay mujeres en la película) ya mayores se va construyendo de manera oral la historia de este tal Mario. Comienza desde lo más anecdótico, con un tono más cercano a la comedia, sin ser necesariamente eso. Se parte desde lo curioso de su personalidad, su aislamiento y ciertas actitudes que muchas veces lo terminaban tildando de loco, para luego ir socavando en su historia familiar, ya que proviene de padres muy particulares. Al menos esto es lo que se conoce, esto es lo que se dice. Mario en realidad nunca interactuó demasiado con nadie así que a su alrededor todo lo que se crea es casi un mito. “El que sabe, sabe que no sabe”, dice uno de los protagonistas que brinda testimonios, su mejor versión del “Sólo sé que no sé nada”. Porque lo cierto es que si bien la mayoría de los testimonios coinciden, ninguno da nada por sentado, siempre se basa en un rumor de un rumor de un rumor, en algo que alguien contó, o simplemente en algo que se aparenta. “La gente no siempre ve las cosas como uno”, y justamente allí caen la diversidad de testimonios. La película dura apenas poco más de una hora y es un retrato entretenido sobre una figura misteriosa, pero a medida que el relato va avanzando también lo hace su ritmo y su tono va mutando, derivando en un último tramo más lento y amargo, pero también más poético, que el resto del film. Modesto, sin muchas ambiciones (la puesta en escena es bastante simple y el mayor interés a nivel visual se genera desde las imágenes del bosque) y con un grupito de entrañables personajes, esta película logra la no fácil tarea de generar interés por un personaje que a la larga nunca sabremos si existe, nunca le veremos ni oiremos, aunque sí sabemos que está presente en el grupo de estos hombres que comparten sus historias y anécdotas al respecto del curioso outsider que vivía en el bosque. Porque a la larga, como otro de sus personajes dice, “Los humanos no podemos entender las cosas que no experimentamos”.
Il Solengo El valle de Pratolongo es escenario para la reconstrucción de un mito, el de Mario de Marcella. Este hombre, que por alguna razón, que se intenta explicar, un día se fue a vivir aislado de su comunidad, acompañado de la naturaleza y sus peligros. Esa misma comunidad hoy cuenta lo que se decía de él, de su modo de vida y que casi siempre que algo pasaba y era algo grave, la culpa recaia sobre "Mario de Marcella". Los protagonistas varios de este documental en ritmo de varios planos secuencia sobre la cueva donde se decía vivió, ¿vive? el ermintaño, son todos hombres mayores. Todos ellos lo vieron alguna vez, se cruzaron con ese extraño conocido, todos ellos tienen algo de Mario y eso es lo interesante. No va a tener un público que arrase la taquilla pero si se meten en sus pequeños detalles y grandes personajes que hacen al avance del metraje codirigido por Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, podrán disfrutar una placentera experiencia cinematográfica. Me asombró que la peli tenga algo de Argentina, no sé bien qué, parece que algún aporte financiero o recursos humanos, ya que aparece junto con Italia en la producción. Fue la ganadora del premio de la ciudad de Torino, en ese mismo festival como mejor documental. No es un docudrama y al mismo tiempo lo es. Es raro que no haya jóvenes, que no haya mujeres (aunque se hable de una de ellas en especial, la madre de Mario, Marcella). Hay recuerdos y hay acuerdos, la vida en Pratolongo evolucionó, más los pocos habitantes que quedan por alguna razón en especial, se quedaron en el tiempo en que Mario de Marcella era el centro de las habladurías. Hoy, en ese lugar siguen pasando las mismas cosas, y un fantasma agita el paisaje y el clima de las distintas estaciones. La cueva y hogar de Mario, sigue imperturbable. Un filme contado como un cuento en las voces de sus protagonistas. Lo recomiendo con las salvedades que planteé anteriormente. Si son de los fans de la acción, el romance u otro género, abstenerse.
LA SOLEDAD COMO COMPAÑIA No hay una traducción literal para lo que significa “il solengo”. Los ancianos que narran este documental explican, una y otra vez, que el apodo le calza como anillo al dedo a Mario de la Marcella: fue un ermitaño, un solitario, un extraño, un excluido. Sin embargo, esta película no es solamente un documental respecto a un recluido social, sino también un film sobre cómo se construyen los mitos y las leyendas: a partir de rumores. La película está estructurada a partir de las historias de diferentes ancianos de un pequeño pueblo de Italia que conocían a Mario: las distintas versiones respecto de sus orígenes -que nació en la cárcel porque su madre, cansada de maltratos, mató al marido, o quizás fue el padre de ella, o puede que Mario fuera un niño pequeño cuando esto sucedió, etcétera- se repiten a la hora de hablar sobre su vida. Sin embargo, nadie habla de su muerte, y a pesar de que no parecen haberle tenido mucha simpatía, los relatos tienden a tener un tinte apologético. Todos aclaran: “o al menos eso fue lo que se decía”. En este sentido, la narrativa del film está fuertemente conectada a la tradición oral del relato. Es en el acto de contar que los hechos y el folklore se convierten en una mezcla indistinguible. El documental también imprime poderosas imágenes. Es lo que no muestran Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis -los directores, en estrecha colaboración con la fotografía de Simone d’Arcangelo- lo que acumula un poder sugestivo. Mario nunca se materializa, su voz nunca es escuchada -al contrario que la opinión ajena sobre él- y, sin embargo, su ausencia es la constructora del mito y la leyenda sobre quién fue. Su vida se ha convertido en una investigación de índole antropológica que se repetirá cuando cualquiera de los entrevistados fallezca: la narración de sus vidas volverá a tomar proporciones míticas, tal como sucedió con Mario. Debido a la naturaleza incierta de su llegada a esta vida, puede decirse que nació, creció y vivió rodeado de rumores. Su madre, de quien se decía que era una bruja -o al menos, que estaba un poco loca-, le dijo que no confíe en nadie y que hablar traía mala suerte. Esto es algo que todos saben porque se cansó de repetirlo a quien la escuchara, y quizás haya sido esa la razón por la que Mario detestaba la compañía de otras personas, y tuviera exabruptos violentos cuando se le hablaba. El documental se detiene en la vida que llevan los lugareños y en las dificultades a las que se enfrentaba Mario debido a su impuesta condición de ermitaño: vivía en una cueva y fabricaba sus propios muebles y herramientas para sobrevivir. La misma pregunta se mantiene a lo largo de la película: ¿por qué eligió ese modo de vida? Muchos aventuran una respuesta (“lo que pasó con su madre lo dejó mal de la cabeza”, “era un salvaje”, “estaba loco”), pero pocos probablemente hayan acertado. El film muestra la cueva de Mario como un refugio, un lugar de seguridad. En el caso de Mario, puede que su reclusión haya sido un modo de supervivencia, una forma de alejarse de los comentarios y rumores que rodearon siempre su existencia. La cueva ya no sería ese lugar del que hay que salir, sino un espacio seguro donde resguardarse de las sombras que arroja el mundo exterior de los hombres. En definitiva, nunca sabremos la verdad aunque Mario se levantara de entre los muertos para explicárnosla: los humanos no podemos entender realidades que no hemos vivido. Podemos tener empatía con ellas, pero no terminar de comprenderlas. Porque, en palabras de uno de los ancianos, no podemos saberlo todo.
Hay algo espectral y casi espeluznante en esta cinta. Il solengo, “el solitario” en italiano, es un tal Mario de Marcella, un espectro al que no se verá durante el film pero será recordado de diversa manera por un grupo de parroquianos, habitantes de un pueblito montañés situado en las afueras de Roma. Alguno se reirá, otro hablará de un enigma absoluto, pero nadie hará sentir (y aquí está la fuerza del documental) la irrelevancia de Mario de Marcella, pese a su total anonimato. Y todos se refieren a él como a un ser feroz, un loco, un ermitaño a quien mejor no cruzarse (hay referencias de otros, igualmente anónimos, que tuvieron el tupé de gastarle una broma, y la terminaron pasando mal). En un ambiente pastoril, poblado de seres casi brutales, de aquellos que cazan y comen lo que cazan, el aislamiento de Mario resulta casi lógico y su retrato es magnético y elusivo, como una pintura de Van Gogh.
El fantasma del pueblo fantasma Misterioso, áspero y a su manera fascinante documental italiano. Muchos hombres mayores del pueblo de Vejano recuerdan al tal Mario de Marcella. Recuerdan sus características, anécdotas y algunos datos de su vida, pero ninguno puede explicar a ciencia cierta por qué se convirtió en el solitario al que el título de este documental dirigido por Alessio Rigo de Rughi y Matteo Zoppis y de amplio recorrido por festivales -se vio, por ejemplo, en una de las secciones paralelas del último BAFICI y ahora en la Semana del Cine Italiano- refiere. Il solengo es el apodo que se les da a aquellos jabalíes que terminan excluidos de la manada y subsistiendo en soledad en el bosque. Zoppis y Rigo de Rughi se basan en la mitología alrededor de Mario para ensayar una reconstrucción de su historia a partir de retazos de recuerdos, a la vez que un retrato de ese particular grupo de amigos que en su momento integraba el protagonista ausente. Nutrido de entrevistas y con una particularísima atención a la atmósfera entre boscosa y rudimentaria del pueblo ubicado en las afueras de Roma, el film irá construyéndose a través de progresivas capas de sentido, complejizando y enrareciendo no sólo la figura de Mario, sino también la de toda la comunidad. El desenlace es uno de los más desoladores del año.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Il Solengo es un documental italiano que pone en primer plano la leyenda de Mario de Marcella, un ermitaño que vivió en un pequeño pueblo a 60 km de Roma y optó por una vida de aislamiento y reclusión. Las personas que lo conocieron despliegan el enigma que lo rodeó y su extravagante personalidad. El “loco del pueblo” La producción italo-argentina, dirigida por Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, busca recuperar la tradición oral a través del testimonio de un grupo de cazadores en Vejano, un pueblo rural de no más de 2000 habitantes donde el documental fue casi enteramente filmado. El grupo de viejos amigos se reúne en una pequeña cabaña –bebida caliente de por medio– para recordar historias de Mario de Marcella (Mario, el hijo de Marcella), un particular hombre que eligió vivir en solitario. Por ello se ganó el apodo de “Il solengo”, que en el dialecto toscano es una referencia al jabalí que se aísla de la manada. La película se va construyendo a partir de charlas de quienes conocieron a Mario e imágenes rurales de la zona, que nos ayudan a completar una idea del estilo de vida de aquellos cazadores. Es interesante cómo ellos “viven su vida” mientras relatan las historias: cocinan, beben, cazan, realizan quehaceres. Así, el espectador logra edificar una imagen mental de Mario, el “loco del pueblo” de quien todos tiene algo para contar: que su madre era una bruja, que su padre fue argentino y estaba en prisión, que Mario tenía tendencias violentas o que –por el contrario– era un ser lleno de paz y tranquilidad. Un relato contradictorio Un aspecto curioso del documental es que las historias tienden a contradecirse. Los amigos relatan una misma anécdota (o una misma creencia) de formas absolutamente diferentes. Estas contradicciones construyen, como una suerte de efecto Rashomon, el rompecabezas que fue Il Solegno, y lo que representó para los habitantes del pueblo. Al final del día, la historia de Mario es una excusa para poder describir un mundo que parece haberse quedado atascado en el pasado: despojado de tecnología, de viviendas rústicas, colmado de naturaleza viva. Conclusión El documental avanza con ritmo pausado y casi sin música. Si bien su atmósfera es hipnótica, puede tornarse denso por momentos. Su duración de 70 minutos es adecuada, aunque uno se queda pensando si no habría sido mejor acortarle quince o veinte minutos. Los amantes de los films meditativos sobre el tiempo, la naturaleza y la soledad, quizás encuentran gran placer en Il Solegno. Aquellos que buscan algo un poco más movido, tengan en cuenta que se trata de un film tranquilo. Eso sí: ambos grupos presten atención a la pequeña sorpresa que se presenta en el final.
El documental, reciente ganador del Mejor Filme en la sección ItaliaDoc en el Festival de Bellaria y ganador en la categoría de Mejor documental italiano en el Festival de Torino, habla de este ser solitario Mario de Marcella que vivió por más de sesenta años en una cueva y que se comunicaba poco con los demás habitantes del pueblo. Así, la película muestra a este hombre a través del testimonio y las conversaciones de un grupo de amigos que lo conocían. Nos vamos formando una idea de él, un esbozo, a partir de los chismes y de lo que se decía de él. El documental se va convirtiendo así en un registro dudoso de la vida de este hombre puesto que lo contado por estos vecinos es lo que recuerdan y saben de oídas, no porque conocieran su historia directamente. Así, con una narración basada en estos chismes del pueblo, el documental indaga en la relación de cada cazador con Mario de Marcella. A ratos una reflexión sobre la relación de cada hombre con su entorno, a ratos un contraste entre lo que es una leyenda y lo que es un chisme, la película entrevista a estos hombres pero también permite que su rutina hable por ellos. Y cuando hablamos de rutina, me refiero también a la naturaleza que los rodea. Los sonidos del bosque se entremezclan con la música del saxofón y otros instrumentos de la música de Vittorio Giampietro que invitan a sentir la soledad profunda. [Posible spoiler en el párrafo siguiente] "Hay huecos que esconden serpientes", dice el narrador. Y es lo que sospechamos que se esconde en ese hueco a oscuras donde algo de arrastra. Hueco y serpiente que nos hacen pensar en la mamá de Mario, en sus chismeadas brujerías, y también en la serpiente como animal ponzoñoso que nos inquieta desde la oscuridad del inconsciente. Y es a este inconsciente al que nos termina llevando la película; inconsciente ya no oscuro sino luminoso como el de una clínica; inconsciente que yace de espaldas en una cama. ¿Es éste Mario quien habla? ¿Es él en realidad?, nos preguntamos. Y después de tanto que nos han hablado de él, tanto que nos han dicho que hablaba poco, este final nos cuestiona las certezas que teníamos en torno a Mario y sólo queda la duda. Finalmente, entre planos que contrastan a los cazadores con la naturaleza y una edición muy fluida que enlaza con precisión una toma con la anterior, éste es un documental que reflexiona sobre la soledad en este ambiente rural desde el punto de vista del otro. No es el solitario quien habla, sino quien ve al solitario. Y como en un espejo, vemos al ser humano deformado con respecto a otros.