Buena, movida, bobita, hueca. Esa es una buena definición de la saga Underworld (o Inframundo, como prefieran llamarle), y la última entrega no es muy diferente a las otras. Entran un par de directores suecos, sale Scott Speedman (bah, lo relegan a un cameo digital), hay algunos cambios, la historia se mueve al futuro... y la calidad no mejora. Considerando el impasse de 3 años desde la última entrega, la saga podría haber mejorado la puntería (o bien podría haber seguido sepultada, total, nadie la extrañaría demasiado). Como sea, lo único bueno del filme es que no aburre, pero no hay nada en él que sea mínimamente memorable a las 24 horas de haberlo visto. No es ninguna novedad de que los artesanos del cine se extinguieron en Hollywood hace varias décadas. Hoy la meca del cine está dirigida por un montón de idiotas universitarios que piensan todo en términos de marketing y explotación de mercado. En ese sentido, antes de arriesgarse con una película ignota que trate sobre vampiros y hombres lobos, han decidido extender la vida útil a una saga conocida pero agotada como es la de Inframundo. Al parecer "esa" es una de las nuevas movidas del mundillo cinematográfico norteamericano - la otra es reestrenar / remakear todo en 3D -. Underworld es una marca, tal como lo es Coca Cola o McDonalds; aún cuando un filme de la saga fracase, el poder de la marca terminará por dar ganancias a la larga, y ello ya es todo un éxito considerando lo inestable que se ha vuelto el mundo de los negocios cinematográficos. Porque, sinceramente, no creo que hubiera una multitud golpeando la puerta de los estudios y clamando por una nueva secuela de la serie. Inframundo: El Despertar es mediocre pero entretenida. Vuelve la bonita Kate Beckinsale, a la que le quedan bien las ropas de cuero pero que carece de carisma como heroína de acción. Acá los nuevos directores de la entrega se esfuerzan al mango para que Selene sea una total badass (pateatraseros), destrozando a cien policías y decapitando lobizones con las manos desnudas... pero todo ello termina salpicando la imagen moral de nuestra protagonista. ¿Está bien que mate humanos para sobrevivir?. ¿Se justifica?. No importa, no interesa. Una vez que la Beckinsale exterminó a medio elenco en los 10 minutos iniciales, es atrapada y llevada a un laboratorio en donde la corporación malvada de turno quiere frizarla y hacerle cosas poco glamorosas (!). Oh, sí, todo esto tiene un fuerte tufillo a Resident Evil reciclado: reemplacen a los zombies por vampiros y licántropos, y el argumento es más o menos el mismo. Nada de lo que ocurre en Inframundo: El Despertar es demasiado original. Desde la hija made in vitro de la protagonista, pasando por el vínculo síquico con su madre, su cumplimiento de una profecía, la guerra entre humanos y no naturales, la conspiración de turno... etcétera, etcétera. La acción está ok, los diálogos son breves, la historia avanza y es fácil de seguir... todo está muy industrializado y pasteurizado, como una salchicha de marca que es bromatológicamente correcta pero tampoco es alimento ni llena demasiado la panza. Para colmo el filme se empecina en mostrar unos hombres lobos hechos con CGI que parecen confeccionados en una Commodore 64. Gastaron 70 millones de dólares en esta pavada,... ¿y no podían conseguir unos efectos especiales decentes?. Inframundo: El Despertar se deja ver. Es pasable y, cuando se le desliza alguna pavada, es tolerable. Carece de originalidad y apenas es excitante. Simplemente es una excusa para matar el tiempo, lo cual hace con un mínimo de eficiencia.
Calificarla como mala o hueca porque su guión no es gran cosa, la historia es pequeña, no aporta nada nuevo, etc., etc., no tiene sentido con la saga de Inframundo ya que esa no es y supongo que nunca será uno de sus fuertes. Por eso se merece una alta calificación por el simple hecho de que es fiel a sí misma y pone en pantalla todo lo que fuiste a buscar: acción a granel, sangre, cientos de...
Criatura de la noche Vivimos en tiempos de vampiros modernizados y, mientras unos se adaptan a la vida entre humanos a fuerza de disciplina y convicción moral (me refiero a las criaturas de Crepúsculo, para quienes evolucionar consiste en comportarse como personas, hasta donde se pueda), otros, los de Inframundo, resisten desde la marginalidad y se enfrentan a lobos que manipulan genéticamente a seres híbridos para lograr inmunidad a las balas de plata (un punto intermedio sería el de la delicadísima Criatura de la noche / Let the Right One In, que presentaba una visión menos romántica y más animal del asunto, ligada a la pura supervivencia y aún así, llena de poesía). Pero aunque la comparación entre las dos sagas que lideran el mercado vampírico actual se impone, en varios sentidos estas películas construyen mundos que son opuestos: mientras que la telenovela prolongada de Pattinson y Stewart pone el foco en el triángulo amoroso –¿sería correcto decir interracial?- y va dejando escenas de acción bastante descuidadas por el camino, Inframundo hace de su vampira protagonista –una Kate Beckinsale diminuta que se las arregla increíblemente bien para ser una heroína de acción implacable, destructiva, muchas veces con la boca manchada de sangre como un animal y acá también, madura- una especie de máquina casi desprovista de emoción, al punto que otro de los personajes le dirá en un momento “Sos tan fría que parecés muerta”. No sólo en eso, sino también en el lugar que se la da a lo humano en cada una de las sagas las diferencias se multiplican: Crepúsculo se trata de vampiros y lobos que tienden hacia la humanidad como la única meta deseable (de hecho, como saben, los vampiros vegetarianos sólo consumen sangre de animales, por no matar humanos); en Inframundo, en cambio, los humanos casi desaparecen o aparecen muy en el fondo en la batalla sostenida por siglos entre vampiros y lycans, e incluso dos cuestiones tan desarrolladas en nuestra especie como el amor y la maternidad –y esta última da lugar a los momentos más intensos y realmente monstruosos de la última entrega de Crepúsculo- están puestas en segundo plano. Esto le da a la nueva Inframundo una cualidad melancólica, porque después de perder a su único amor y pasar varios años congelada sin saberlo en un laboratorio, la pobre Selene (Beckinsale) está tan urgida por mantenerse a salvo que no tiene un segundo de respiro para extrañar a Michael (Scott Speedman) o dedicarse al melodrama, incluso cuando descubre que tiene una hija que salvar, una chica superpoderosa, híbrido entre vampiro y lycan, que los lobos pretenden arrebatarle para valerse de sus capacidades hiperdesarrolladas. Además esta historia, que es el eje de Inframundo: El despertar –narrada un poco confusamente, es cierto, porque ni siquiera la protagonista sabe de dónde le salió una hija- se desenvuelve en escenarios que no son exactamente sombríos en un sentido gótico o romántico sino más bien sórdidos, sucios, con toques hasta cavernícolas (la guarida de los vampiros de hecho es poco más que una cueva), donde lo primitivo se combina con toques futuristas tipo Matrix –en los trajes, las armas y el modo de filmar las escenas de lucha- y flashes de comic, sobre todo en los planos que se detienen un instante sobre la cara sanguinaria y de ojos enfurecidos de Selene, o sobre su cuerpo en tensión metido en un traje negro brilloso que le calza como un guante después de dar un golpe o detener un ascensor con una lluvia de balas. Lo mejor de Inframundo –que tiene un mérito adicional en esta época de películas interminables: ¡dura 90 minutos!- es que ofrece esa experiencia radical de un mundo oscuro, tremendamente inhumano y violento donde no parece haber fin ni descanso para una lucha que ya lleva siglos, con una clase de pesimismo que las historietas suelen permitirse más que el cine. La perspectiva de reunir una familia que queda abierta en esta parte de la saga no aporta ninguna calidez y sirve muy poco de consuelo pero mejor, porque a Inframundo le viene bien ser consecuente con su tono under; la estrella de la película, en este sentido, son los momentos gore que pueden encantar a los fanáticos de la acción con vísceras. Las señoritas enamoradas de Pattinson y Taylor Lautner –salvo que quieran acompañar a novios o amigos a ver una brutal y en 3D- mejor esperen hasta la próxima Amanecer.
El regreso de un vampiro La bella Kate Beckinsale encarna nuevamente al vampiro Selene y bajo la dirección de Måns Mårlind. En este "despertar" y luego de haber estado en un estado similar al coma durante quince años, dentro del laboratorio de Biocom, la protagonista es liberada por la cautiva número 2 y, más tarde, descubirá que tiene a Nissa, una hija de catorce años: mitad vampiro, mitad licántropo. El film cobra un ritmo vertiginoso, con muchas persecuciones y algún que otro momento poco maternal. Como en otras ocasiones, Selene y un grupo de refugiados, deberá detener a Biocom en su intento por crear una raza de Super-Licántropos que quieren acabar con ellas y sus seguidores. El relato, de tonalidades lúgubres, no presenta nuevas dificultades, ni nada innovador, pero entretiene y hace que sus 95´pasen rápidamente. Para los fanáticos, el final no asombra y queda abierto para una segura continuación.
Que decir de esta cuarta entrega de la taquillera saga Inframundo, esta saga que en principio estaba concebida como una trilogía y cuya tercera parte fue una precuela nos presenta una cuarta parte ambientada en una especie de pseudo-futuro, en donde nos reencontramos con el mítico personaje de Selene (Kate Beckinsale) una vez más. En principio el argumento de esta entrega resulta bastante atrayente, al comienzo y al ver como estaban planteadas las cosas, supuse que Selene se iba a enfrentar a una serie de dilemas respecto de su relación con la humanidad (que ahora tomó conocimiento de la existencia de estos seres y busca aniquilarlos) y con la extraña niña que entra en su vida pero a los pocos minutos la película se olvida de todos estos planteos y se centra en la acción y la violencia (mucha más que en las sagas anteriores) dando paso a una Selene a la que sólo le importa encontrar a Michael y absolutamente nada más, mostrándonos la construcción de personaje más chata de toda la saga. En Inframundo: El Despertar el guión prácticamente no existe, los personajes secundarios no aportan absolutamente nada al relato y los momentos que intentan ser profundos terminan siendo completamente incoherentes por la pobreza de los diálogos y la inexpresividad de las actuaciones. Las escenas de acción están bien logradas en su mayoría y los efectos, punto en el cual se pudo haber mejorado algo, resultan mediocres, el manejo de cámara resulta muy bueno pero tal vez queda bastante contaminado por las secuencias de efectos especiales que en este caso restan, la fotografía por su parte mantiene la misma estética que en entregas anteriores pero la ambientación por momentos la acerca más a Resident Evil que a sus predecesoras. El resultado final es una película en cuyos 88 minutos se ve un encadenamiento de escenas de acción y en el mejor de los casos ese encadenamiento está justificado. Lo único que nos deja Inframundo: El Despertar es la esperanza de que las próximas serán mejores, porque viendo los resultados de la taquilla seguramente va a haber muchas más.
La resistencia Los efectos están bien, la historia está bien (a pesar de lo enrevesado de la trama, cualquiera que no haya visto ninguna de las anteriores Inframundo puede mirar esta y seguirle el hilo). En general es un paquete que no falla en su propuesta de género: vampiros lustrosos, monstruos monstruosos, acción, cámara lenta, mucha lluvia, algunas escenas gore para el público de hoy. No hay nada que no se haya visto varias veces en otros lugares, pero tampoco hay ningún momento en la película en el que la tensión caiga, el espectador se aburra o la propuesta pierda sentido. El giro argumental no deja de tener su costado interesante. Como se explica al principio de la película, de alguna forma los humanos se dieron cuenta de que junto con su especie coexisten otras dos que hasta entonces se creían mitológicas: los vampiros y los lykans (en criollo: hombres lobo). Asustados e hipertecnologizados, los humanos se dan a la caza de estas dos especies que perciben como amenazas. Entonces se da una purga de vampiros y lykans, hasta llevarlos a su casi desaparición. Cuando arranca la acción (después de este prólogo que explica las anteriores entregas de la saga y el cambio que se propone para esta nueva), los vampiros y los lykans sobreviven escondidos, en cuevas y túneles, temerosos. El regreso de Selene (Kate) vuelve a abrir la puerta del conflicto, que esta vez tendrá nuevas variantes. Más allá de los distintos giros de trama que se van revelando, la idea no deja de ser atractiva: los vampiros, ese especie sexy que ha poblado la pantalla del cine durante casi un siglo, ahora se ven reducidos a criaturas marginales y temerosas. Su resurgimiento ("despertar", como indica el título) tiene algo de extraño: nosotros apoyamos a los vampiros y queremos que recuperen todo su esplendor. Inframundo: el despertar promete una nueva entrega para la saga. Muchas de las virtudes de esta película tienen que ver con lo narrativo. Con apenas 90 minutos de duración (bastante corto para los estándares de hoy), la trama de esta película está llena de giros (aunque no demasiados), de puntos de tensión (bien distribuidos), de tramas y subtramas que logran llevar al espectador hasta el final. Esta es, se sabe, la gran virtud del cine industrial. Pero el elemento realmente fundamental, el que une todos los nudos, el que lleva adelante, el portador de esta película es Kate Beckinsale. Los seguidores de la saga probablemente ya lo supieran: Kate es bien dura. Con una piel extra pálida, pelo moderno, un traje negro extra ajustado y ojos que brillan, ella es la que entra a la película como el espectador: sin saber lo que está pasando. Ella es la que revela las tramas, la que lleva adelante la acción, hasta es el inesperado núcleo emotivo. Mucho de Inframundo: el despertar tiene que ver con cómo está narrada, pero todo el peso de esa narración cae sobre los hombros de esta actriz. Fría. Dura. Esbelta.
Inframundo es una de las sagas más divertidas en materia de acción que se hicieron con vampiros y hombres lobos en el último tiempo. No sé si será por la presencia de Kate Beckinsale y su sexy atuendo pero disfruté todas las entregas de esta serie. El despertar es un capítulo que aborda la eterna lucha entre los vampiros y los Licántropos por un nuevo camino. La trama transcurre 12 años después de los hechos de Evolución y Selene vuelve a los tiros en un mundo muy diferente. Los humanos finalmente descubrieron la existencia de estas razas de seres que venían peleando entre ellos desde hace siglos y los exterminaron a todos en una gran purga. Los pocos que sobrevivieron viven en la clandestinidad y ahora tienen que huir de los militares y los científicos que están preparados para matarlos. En este caso la historia se alejó un poco de la premisa original y es entendible, ya que después de las tres entregas anteriores donde desarrollaron los orígenes de la guerra entre los vampiros y los lycans es como que explotaron bastante la historia. Para ser honesto en la nueva película no hay mucho argumento. El Despertar es un capítulo que se enfoca principalmente en la acción. De hecho, creo ninguna de las películas previas tuvo tantas secuencias de tiroteos y peleas como esta. Inclusive la acción es mucho más intensa y sangrienta. Selene está sacada en toda la película y además incrementaron las dosis de gore. Tal vez esto haya tenido que ver con el tema del 3 D donde se destacan más estas cuestiones. En lo personal me gustó que recuperaran en este film los escenarios urbanos, que se destacaron en la película original, y la realización de las secuencias de acción que son muy buenas. El film está bien hecho y ofrece la clase de entretenimiento que uno más o menos espera encontrar en una producción de este tipo. Si querés ver algo con mayor contenido dramático va a ir a ver El Artista, no las aventuras de la vampira Selene. Inframundo llegó a su cuarta entrega por las ventas millonarias que generaron los dvds, ya que tampoco ninguno de estos filmes fueron fenómenos espectaculares de taquilla en el cine. Sin embargo tienen su público y es claro que los productores se dirigen a ellos. Es imposible entender algo de El Despertar si no vistes las entregas anteriores, más allá del resumen de la trama que se hace al principio de la trama. No es algo tan distinto a Resident Evil, donde en realidad siempre ofrecen la misma película, pero disfrutamos ver a Milla Jovovich masacrando zombies en la pantalla grande. Con Kate Beckinsale y su personaje de Selene pasa lo mismo. Entretenimiento pochoclero, de eso trata de todo esto.
Los niños de la noche descoordinados En la cuarta película de la saga Inframundo, Selene vuelve con todos sus artefactos, su voracidad y sus atuendos de cuero al cuerpo. Nada de ello solventa, en este caso, a la pobreza argumental de Inframundo: El despertar (2011). Luego de los eventos sucedidos en Inframundo: Evolución (Underworld: Evolution, 2006), los humanos se organizan para llevar a cabo una “limpieza”, iniciando un genocidio contra vampiros y licántropos. Después de destruir al único híbrido sobre la faz de la tierra (Scott Speedman) la vampira Selene (Kate Beckinsale) es apresada y congelada dentro de un laboratorio con el objetivo de analizar su sangre y composición genética. Doce años pasan hasta que Selene logra escapar guiada por el rastro de su amado, Michael Corvin. En 2003 se estrenaba la primer película de la saga Inframundo. Esa vez, siguiendo la línea impuesta por Blade (Blade, 1998), la historia retrataba al universo vampírico con heterodoxia mesurada. Atrás habían quedado las seducciones enigmáticas o las ambigüedades retozonas de antecedentes fílmicos como Entrevista con el Vampiro (Interview With the Vampire: The Vampire Chronicles, 1994), Nosferatu (Nosferatu: Phantom Der Nacht, 1979) o Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992). Ahora, estos paradigmas se extinguen en pos del entretenimiento. Vertiginosamente, los vampiros y hombres lobos se convierten en carcasas de productos de acción y son bienvenidos, de esa manera, al desproporcionado mundo del entretenimiento popular. Inframundo: El despertar se atiene a estos parámetros pero sofoca su efectividad al intentar llevar la pelea a la calle. Los enemigos aparentes, en esta historia, son los humanos. Científicos de investigación y sus ramas militarizadas. De repente el solapado submundo de los vampiros aflora a la superficie y son los humanos quienes toman el control. No sólo están a cargo por primera vez en toda la saga, sino que son plenamente conscientes de la vastedad del imperio hemofílico construido de manera subrepticia. Esto despoja a la película de su única fuente de potencial que sus antecesoras supieron aprovechar; el desarrollo de una contienda histórica recluida en una sociedad subterránea con la completa ignorancia del ser humano. En este caso, y en contrapunto absoluto con la entrega anterior, los vampiros y los licanos son especies en decadencia, al borde de la extinción. Con el empecinamiento humano por neutralizar a los agentes externos, este podría ser cualquier historia sobre el cercenamiento sistemático de la autoridad sobre las minorías, su resistencia y profética superación. Con la masacre en las películas anteriores de los antiguos villanos, Inframundo: El despertar exigía la introducción de una nueva cara con vuelo y categoría, ya que las presencias de Bill Nighy y Michael Sheen son difíciles de sustituir. Ese lugar queda vacante y, aunque Stephen Rea lo ocupe momentáneamente, sus pocos minutos en pantalla imposibilitan una construcción sólida de su personaje y de la rivalidad entre él y Kate Beckinsale. Si bien Inframundo siempre fue una saga de acción subvalorada, secuelas como estas dificultan la reversión de las circunstancias.
El lado humano de los vampiros La cuarta entrega de esta saga de acción y horror mantiene las características de las anteriores, con Kate Beckinsale al frente. Con una prolijidad envidiable, la saga de Inframundo tuvo sus entregas en el año 2003, 2006, 2009 y ahora 2012. El éxito de taquilla nunca se llevó muy bien con los méritos artísticos y su público ha sido, sin duda, el único motivo para seguir adelante. Inframundo no es una de las sagas más refinadas y no ha logrado tampoco convertirse en una de esas historias que todos conocen. Pero ha logrado anticiparse y aprovechar el éxito de otras sagas de corte fantástico como Crepúsculo. La estética fría, el exceso de cámaras lentas, el tono de toda la serie se mantiene aquí una vez más, porque el gran problema de esta clase de secuelas es la de tener que ser fieles a sus predecesoras y a la vez ofrecer algo nuevo. La buena noticia es que acá la película puede verse sin saber nada de los films anteriores, y que las referencias serán captadas por los seguidores sin preocupar a los que por primera vez llega a la historia de Selene. Otra característica a destacar es la brevedad del relato: contrario a lo que suele pasar con esta clase de películas, cada nueva entrega dura menos que la anterior, con lo cual se hace cada vez más directo cada uno de las entregas. Si lo han hecho intencionalmente o para tapar las limitaciones de guión, no importa, Inframundo: El despertar no pierde el tiempo, todo ocurre de manera rápida. Sin duda en el montaje no quisieron dejar nada que distraiga o aburra. También aquí la saga reconoce que para esta cuarta entrega se ha servido de otras sagas como Resident Evil o, más notoriamente, de Alien, en particular la segunda de esas películas, con la que Inframundo guarda notables similitudes. Pero es justamente eso, el tomar elementos de Aliens lo que le da su lado más “humano” y permite que cualquier espectador conecte con ella y sus conflictos. Kate Beckinsale vuelve aquí a realizar el papel protagónico, y asombra la manera en que hoy parece más lista para el personaje que hace nueve años. Tal vez no sea demasiado conformarse con que el film haga las cosas un poco mejor que sus predecesoras, pero lo cierto es que en sus casi noventa minutos de metraje, Inframundo pone el énfasis en el relato y en el despliegue visual, apenas si se pierde con alguna tontería y con todas sus limitaciones igual llega a buen puerto en esta película que presenta suficientes novedades como para justificar su existencia dentro de la serie.
Titanes en el ring La cuarta entrega enfrenta a vampiros y hombres lobo. En tiempos de vampiros más cercanos a Alberto Migré y al Partido Republicano (la, suspiren chicas, saga Crespúsculo ) que a Christopher Lee o a John Carpenter, por no mencionar la lisérgica operística de Francis Ford Coppola, Inframundo: El despertar parece descubrir la forma en que su duelo milenario entre chupasangres y licántropos adquiera, ¡por fin!, un salvajismo digno de su premisa. Sí, hay un aire a Europa del Este que traen la dupla realizadora de Måns Mårlind y Björn Stein, pero finalmente hace acto de presencia la farsa obligada a la célula fundacional de todo este asunto: la pelea grotesca, aunque en nuestro presente, súper tecnificada y hasta burocrática, de hombres lobos versus vampiros. Hasta ahora, la trifulca interracial y secreta era materia prima para ralentis y balaceras que ignoraban que Matrix está más cerca del canal Volver o integrar el fondo de una pila de juegos de Play 3 que de otra cosa. Como un adicto en rehabilitación, Inframundo: El despertar puede que conserve sus tics a la hora de la acrobacia-hecha-computadora, pero, aquí el primero de sus doce pasos, suelta a la real criatura apretujada entre tanto traje de vinilo, aire a galpón abandonado y gente que habla como si hubiera memorizado a Shakeaspeare en el Liceo Militar para Fetichistas (con orientación en violencia digna de Boina verde). ¿Quién es el monstruo que rogaba su libertad? El absurdo. Pero el absurdo, deshidratado, de Inframundo está lejos de la demagogia; coherente con sus submundos, ahora sabe a quién le habla. Con una anarquía narrativa más pulsional que intencional, el filme narra cómo Selena, la heroína de la saga (la Beckinsale comprimida en trajes de vinilo y jugando a ser la hija de Buster Keaton y el Neo de Matrix ), despierta doce años después de presenciar la muerte de su lobezno marido, para enterarse de que la guerra secreta ya no es tal, que los humanos andan reventando monstruos y que tiene una hija. La cuarta entrega de Inframundo susurra, con aliento licántropo, al exceso, a la saturación gore refinada. Física hasta lo crudamente visceral, pero aún así elegante (aunque no reniega ese aire a farsa, a lucha libre de los años ‘50 que la funda), tan felizmente salvaje en sus criaturas y su diseño como ascética a la hora de los duelos, Inframundo: El despertar es aquello que uno quiere de una lucha de Vampiros versus Hombres Lobo: un ring de catch que se sabe tal y, por ello, sonríe.
Inquietante regreso de Selene La película, como los clásicos de la saga, se caracteriza por su notable violencia, cierta tendencia al gore (es bastante sangrienta y exhibicionista en vísceras) y eso que sus directores ahora, son nórdicos, vienen de la gélida Suecia. Nuevamente el mundo de las tinieblas que enfrenta vampiros, aristocráticos y siniestros, con los Lycans (hombres lobos), que fueran servidores y esclavos de los Señores del Primer Mundo. Ahora todo se complica porque parece que los Lycans o Licántropos buscan manipulaciones genéticas que los liberen de las temibles balas de plata. La heroína Selene (Kate Beckinsale), reaparece luego de estar en estado de congelación por quince años. Ella sigue siendo una bella e inteligente vampira, pero parece que algo pasó y ahora se le presenta una hija adolescente, medio vampira, medio licántropa. La buena de Selene, suerte de Mujer Maravilla contemporánea, parece tener todos los poderes para enfrentarse con el que venga, así que está dispuesta a defender su campo con sus mejores armas. Más ahora que tiene una pequeña vampira bajo su protección, la hija, que tuvo con su ex marido el que murió en un ataque imprevisto y era mitad humano y mitad hombre lobo. DIRECTORES NORDICOS Aunque quizás debido a una necesidad de venganza, o que debe cuidar de su chica, ni el siniestro doctor Lane será capaz de detener a esta heroína, que viste con indumentaria entallada y de color negro. La película, como los clásicos de la saga, se caracteriza por su notable violencia, cierta tendencia al gore (es bastante sangrienta y exhibicionista en vísceras) y eso que sus directores ahora, son nórdicos, vienen de la gélida Suecia. A su característica oscuridad agregan el toque de historieta, habitual en este tipo de relato y un buen diseño de producción con predominio del sonido. A diferencia de la primera de la saga, el conflicto dramático decae y los caracteres ya no tienen la solidez inicial. Todo se ha vuelto más previsible. Algunas sorpresas en el equipo actoral es la reaparición de Stephen Rea, el del ‘Juego de las lágrimas’, como el implacable doctor Jacob Lane; el impactante Theo James, recordado en la premiada y televisiva Dowton Abbey como Kemal Pamuk y la adolescente India Esley, hija de Olivia Hussey, actriz argentina que Franco Zeffirelli popularizó en ‘Romeo y Julieta’ en 1968.
Acción y buenas imágenes pero nada de coherencia La superacción y las imágenes psicodélicas de todo tipo no faltan en esta tercera parte de la saga de «Inframundo», pero el descontrol narrativo es total y, realmente, a esta altura es difícil preocuparse mucho por lo que pasa en la pantalla. Kate Beckinsale sigue tan en plena forma como para saltar por todos lados y asesinar a cualquiera que se le ponga enfrente, en este caso más seres humanos que licántropos, ya que de eso se trata justamente esta nueva película: la vampira Selene es capturada y mantenida en hibernación por más de una década, periodo durante el cual los humanos se dedican a exterminar tanto a vampiros como a licántropos. Cuando la protagonista logra escapar de su estado de hibernación, corre detrás de imágenes extrañas que tienen que ver con una adolescente que dice llamarse «Sujeto 2» y que muy probablemente sea hija de la unión entre ella y el hombre lobo que se convirtió en su amante en el film anterior. Dado que los vampiros son ahora un puñado de seres enfrentándose al exterminio total, es de esperar que el escape de Selene y la aparición de la joven sirvan a la liberación de las criaturas de la noche. El dúo de directores suecos Marlind y Stein, conocidos por el film de terror con Julianne Moore «Shelter» del 2010, parecen resueltos a aplicar una fórmula que podría sintetizarse como todo imagen y cero cerebro, ya que en medio de decorados alucinantes provistos de una fotografía excepcional se suceden todo tipo de situaciones incoherentes en las que, en algunos casos, participa un Stephen Rea con cara de no estar demasiado seguro de qué demonios está sucediendo. Algo que por momentos también se puede aplicar al espectador.
Hay sagas que se justifican como tales desde su primer título, incluso desde los trailers que las anticipan. El señor de los anillos, Indiana Jones, Star Wars, El padrino, están allí para confirmar la teoría. Sin embargo, el caso de Underworld no pertenece precisamente a este grupo de elegidas. Inframundo: El despertar es la cuarta parte de una historia que en su primer título agotó la única idea que le dio origen: el enfrentamiento entre una raza de licántripos y otra de vampiros, batallando en el planeta tierra con los humanos como testigo involuntario y víctima inmediata. En ese marco, esta nueva entrega no sólo es más de lo mismo sino que es mucho menos de lo poco que podía esperarse, ya que los poco más de 80 minutos de acción que tenemos en pantalla son apenas un nuevo refrito de una idea gastada y vencida hace años. Tiroteos, corridas, un hombre lobo matando a un humano, un vampiro ajusticiando a un enemigo, más tiroteos, y otro, y otro. Ni la belleza todo terreno de Kate Beckinsale -enfundada en un traje ajustado que le sienta perfecto- ni tampoco los FX símil Matrix (también vencidos a fuerza de repetición) logran mejorar esta nulidad fímica que, para peor, en sus últimos minutos amenaza con continuar en una quinta parte.
La sangre es bella ¿Quién hubiera dicho en 2003 que la vampiro humana encarnada por Kate Beckinsale iba a protagonizar cuatro películas? La actriz inglesa parecía diseñada para otros papeles y sólo su matrimonio con el director y creador de la saga Inframundo, Len Wiseman, podía explicar su incursión en un género popular y macabro. Lo cierto es que nueve años después, nada identifica mejor a la actriz que su personaje de Selene, esa mujer de fríos ojos azules y body de cuero negro que no parpadea cuando elimina lobos, humanos o híbridos con un revólver metralleta en cada mano. Ella e Inframundo son la misma cosa y si bien los montos de las recaudaciones impiden catalogarla entre las sagas más exitosas de la década, su supervivencia como serial le alcanza para aspirar a la categoría de leyenda de rápido consumo de la cultura pop. La ola de identificación adolescente con los vampiros les permitió incluso a los guionistas sacarse de encima la responsabilidad de que Selene no mate seres humanos. ¿Qué trae de nuevo Inframundo 4? No mucho, salvo un nivel superior de dificultad en los enemigos, algo obvio si se tiene en cuenta que la lógica del desarrollo de estos productos es similar al de los videojuegos. Ahora los hombres lobos, luego de estar al borde de la extinción, y gracias a experimentos clandestinos en laboratorios del Estado, son más grandes, más fuertes y más resistentes a la balas de plata. La otra novedad es que Selene estuvo congelada durante 12 años y cuando despierta descubre que tiene una hija de 12 años, una criatura híbrida evolucionada, a la que debe defender porque el futuro de la especie depende de ella. La violencia espectacular puesta en acción para ese propósito hace de la película una descarga constante de adrenalina visual.
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La saga de Inframundo parece no finalizar nunca, ya que sus productores siempre le buscan una nueva vuelta de tuerca para que Selene, esa legendaria vampira guerrera, halle la forma de enfrentarse con sus sádicos enemigos. En esta nueva producción ya han pasado quince años desde su anterior aventura cuando la heroína y su amante, el lobisón Michael, derrotaron al vampiro mayor Marcus; durante todo ese tiempo la humanidad descubrió la existencia de los clanes y los hombres lobo y se inició una tremenda guerra para erradicar a ambas especies. Capturada durante el genocidio, Selene despierta tras mucho tiempo de hallarse cautiva en un laboratorio sellado de una poderosa corporación biotecnológica y comprueba que Michael murió y que, en estado de congelación, dio a luz a una hija. Mientras busca asilo para ella y su pequeña, comprueba que se halla en un mundo en el que su raza, antes orgullosa, fue cazada casi hasta la extinción y los pocos sobrevivientes se ocultan bajo tierra. Con una cámara en constante movimiento los directores siguen paso a paso el peligroso camino de esa mujer vampiro y, dentro de un algo enredado guión, la pondrán siempre a escasos pasos de la muerte. Kate Beckinsale es nuevamente la protagonista de la trama y demuestra un envidiable estado físico. El resto del elenco trata de cubrir sus papeles con cierta capacidad, en tanto que los efectos especiales son los verdaderos protagonistas de la historia.
“Of Rice & Mayer” Es un poco romper con la estructura normal y estandarizada respecto del basamento de las historias de vampiros y hombres lobo, el sentido de las cuatro palabras que encabezan este opúsculo y que se corresponden...
La saga "Underworld", siempre me pareció prolijita. Bien producida, nada especial, pero ajustada y planteada en los términos correctos... La primera fue un gran éxito (devolvió cinco veces la inversión), su secuela sumó ahí y la tercera, (una precuela), un poco menos. Ha sido, sin dudas, una franquicia rentable en este tiempo. Ahora, la heroína que encendió el fuego allá por 2003, Selene (Kate Beckinsale), regresa, recargada. Y no es un juego de palabras. Tentada a volver a encarnar aquella guerrera vampira (en realidad, un híbrido), la actriz acepta el desafío y se vuelve a calzar el traje de caucho negro, para retomar uno de los roles que mejor le quedó en su carrera: la heroína que perdió su humanidad y se integró a la silenciosa contienda entre chupasanges y licántropos. Beckinsale no es una gran actriz, pero este papel le sienta bastante bien para disimular sus notorias carencias interpretativas, sin dudas. La historia arranca en el futuro, cuando nos enteramos (vía un noticiero que se queda corto con la información que debería brindarnos) que los humanos han descubierto a licántropos y vampiros y los persiguen para salvaguarse de ellos. El gobierno emplea estrategias agresivas y marcadas para contenerlos y aislarlos. De hecho, aplican una especie de "purga" y logran en apariencia hacerlos desaparecer de la superficie. No hay vacuna para los infectados y los del inframundo parecen estar bajo control luego de un corto tiempo. Han pasado 12 años de la última aparición de Selene y la encontramos a los pocos minutos en el fin de un largo proceso de hibernación. Alguien desactivó su celda y la regresó a la vida. Ella se encuentra en una compleja e incómoda situación: siente la vibración de los recuerdos de una persona, aunque no logra dar con su pareja, de quien cree que es la percepción. Al salir de su prisión criogénica, la joven híbrida comenzará a atar cabos y a entender que esta guerra que le cuentan no es tan así y que hay poderosos intereses que operan para apoyar a una de las partes del conflicto. No anticipamos nada más (la película es bastante corta para los estándares actuales), ya sabemos que ella dará con un ser muy especial y juntas, deberán luchar contra sus enemigos naturales, quienes han evolucionado y cuentan con bastante terreno a favor... La cinta ofrece acción y gore a raudales, hecho potenciado para lucir mejor en 3D, la oscura fotografía está a tono con el espíritu de la saga y la banda de sonido no se queda atrás. Beckinsale se prueba el traje de Trinity (Matrix) en algún momento (las coreografías empleadas evocan esa influencia de manera marcada) y hace esfuerzos por humanizar su papel, pero con resultado dispar. Intenta conmover pero sólo impresiona en sus saltos y destrezas físicas, apenas. La trama mucho no importa, es una excusa. Sí se espera en "Underworld: awakening" que el director pueda presentar esquemas convincentes y atractivos para las batallas y las luchas cuerpo a cuerpo y los cineastas lo entienden bien. En ese sentido, Måns Mårlind y Björn Stein (una dupla que viene ensayando films opresivos y thrillers fuertes) filman lo que se espera en estos casos, sin mayores expectativas. No brillan secundarios (Stephen Rea debe hacer uno de los papeles más flojos de su carrera) ni se los necesita. Tampoco se registran picos de expectativa en la sala (la violencia es constante y pareja, no da respiro), pero nadie sale decepcionado, recibieron seguramente lo que buscaban. No es Resident Evil (franquicia que amamos pero perdió el norte hace un par de entregas) porque hay una mayor dedicación para las construcción de este universo y sus enfrentamientos, hay más riqueza en este plano, creemos. Entre Alice y Selene, elijo la primera porque la siento menos artificiosa, más allá de los horrendos lentes de contacto azules que usa... Aprueba, pero no se las recomiendo si no vieron las anteriores o no les gusta el género. Si son fans, se quedarán con ganas de más.
Antes de que los vampiros cayeran en la virginidad idiota de la saga Crepúsculo, la bastante menos que virginal Kate Beckinsale comenzó a protagonizar esta serie casi clase B de chupasangres contra hombres lobo, una especie de versión femenina de otra serie bestial, Blade. No hay muchas novedades aquí más que la manera como la actriz -que fue ganando aplomo y autoironía a medida que pasaron los años- se mueve como auténtica bailarina en estas lides glaucas y azulinas. Lo que en el fondo resulta el único motivo para ver lo que no es más que una trama bastante anodina y repetida de una amenaza sin cuento, una heroína inverosímil y una alianza que solo el peligro sin cuento justifica. Metáforas aparte, efectos especiales también aparte -¿a alguien asombran ya las criaturas gigantes y sus parientes?- el único motivo para meterse en un cine en busca de disfrute es seguir el juego kinético de la Beckinsale, versión morocha y seriota (pero “seriota” en broma) de Milla Jovovich. A veces esas cosas justifican el cine, cómo no.
Underworld Awakening representa el regreso oficial de Kate Beckinsale como la vampiro Selene en su lucha contra los licántropos. Si bien la precuela Rise of the Lycans, que contaba como comenzó la guerra entre estos y los vampiros, no tiene tanto tiempo, han pasado muchos años desde Underworld Evolution. Entonces, si hay algo que no se puede reprochar a esta nueva entrega es la sobredosis de este personaje, quien se hace presente en casi todas las escenas de la película, más violenta que nunca. Cabe aclarar desde el comienzo que no se trata de una película filosófica sobre la pelea entre razas. No va a cambiar la forma de hacer cine y no pretende ser una obra artística con alto contenido social. Es una película pochoclera en su estado más puro. Tanto así que de los 90 minutos que la componen, 20 estarán dedicados a presentar el "argumento" y los 70 restantes para la acción pura y dura sin un segundo de respiro. Lejos de resultar en un tedio, hace lo contrario, ya que cada secuencia de acción está bien planificada para sacarle el jugo a las habilidades de Selene, de su hija y a los malos de turno. A su vez, la acción y la violencia se ven incrementadas para sumar espectacularidad con el efecto 3D. No tiene sentido entonces hablar sobre historia, porque en definitiva no se aspira a eso. Las interpretaciones son correctas en general, destacando a su protagonista. A pesar de ser un personaje gélido en cuanto a emociones en pantalla, posee tanto carisma hoy como en la primera, allá por el 2003. Todo esto presentado con una estética fría, por la sobredosis de color azul en su fotografía. Con la idea de mostrar un mundo todavía más estéril que el de las anteriores entregas, esto funciona de maravilla con la construcción del ambiente. Los efectos especiales es otro campo donde esta vez el film se luce por sobre todo. Los lycans jamás se vieron tan bien y las escenas de lucha entre criaturas, donde se tiran con todo (hasta con autos y vagonetas), no podrían haber sido posibles si no fuera gracias a la ayuda del digital. Es necesario destacar también el cuidado y la atención sobre los efectos de sonidos, tanto en las peleas como con cada elemento que interviene. Esto hace que la sangre de uno se eleve en cada tiroteo y combate como si participara de la secuencia misma. Underworld Awakening cumple con creces su objetivo. Es un espectáculo que entrega durante casi todo su metraje logradas y originales escenas de acción. Si se busca profundidad o realismo en la película, están en el film equivocado. Este es sobre vampiros poderosos, hombres lobos ultraviolentos y humanos en guerra con ambas especies para preservar el futuro de la raza.
Vuelve el enfrentamiento clásico entre vampiros y hombres lobo que originó la franquicia de esta saga. Len Wiseman esta vez desde la producción sigue sacando rédito a una historia que está agotada. No obstante, ciertos enfrentamientos, alguna idea semi original y un que otro monstruo nuevo la hacen aceptable. Ah!, y el 3D, obvio. 6 puntitos.
Una explosiva colección de buenas peleas, tiros y el regreso de la heroína con el corazón roto El regular es porque en esta cuarta entrega no pasa nada. Bueno, casi nada en lo que respecta a la historia: no hay en "Inframundo, el despertar" un avance trascendente en el relato de la eterna lucha entre los refinados vampiros y los vulgares hombres lobo, la parte tal vez más jugosa de las primeras películas de la saga. Sin embargo, esta ausencia de relato no quita que los fanáticos del género puedan disfrutar de una explosiva colección de peleas y tiros y de una Kate Beckinsale bien ajustada en su catsuit, siempre con dos pistolas de recámara interminable y con los ojos encendidos. Además, un agregado: esta vez la oscura heroína explora su instinto materno y "humano", sobre todo cuando revela que su frialdad no se debe a que no tenga corazón, sino a que lo tiene roto. Sexy. Selene (Beckinsale) se despierta luego de 12 años (estuvo congelada en un centro de experimentación oficial, capturada en la era de "la purga" orquestada por el Gobierno para eliminar a licántropos y vampiros). Quien consigue liberarla es su propia hija Eve (India Eisley), concebida en cautiverio gracias a artimañas de la ciencia. El padre de la criatura híbrida es el también híbrido Michael Corvin, quien aparece sólo al principio, aunque hacia el final hará sentir su presencia. Eve y otro personaje nuevo serán los encargados de darle carretel a esta historia que, por lo visto, está lejos de llegar a su fin. Se trata de David, interpretado por Theo James (suspiro de la platea que gusta de los hombres), hijo de una familia de vampiros conservadores, que lucha al lado de Selene. Con menos de una hora y media de cine y con tan poca historia develada, dan ganas de quedarse en la sala a ver si en la función siguiente pasa algo al menos recordable. Habrá que esperar.
Resident Underworld Vuelve Selene con una secuela de la saga "Underworld" que debo decir, fue un poco exagerada y estuvo a punto de no contar con mi gracia. Me confieso seguidor entusiasmado de la franquicia, pero creo que esta vez se le fue un poquito la mano con el gore y la historia. El Despertar retoma la trama de la 2da entrega (Evolución), mostrándonos como los vampiros y los lycans salieron a la luz pública e infectaron a los miembros de la sociedad humana. Para frenar este apocalipsis, las autoridades pusieron en marcha un exterminio llamado "La Purga" durante la cual Selene es apresada y congelada por más de 15 años junto a Michael en las instalaciones de Biocom. A partir de aquí, se construye una historia que inevitablemente tiene muchos aspectos en común con la franquicia de Milla Jovovich, "Resident Evil" (los que siguieron Resident van a entender bien lo que digo). En este sentido, debo decir que no me agrada mucho la idea de que se termine tomando esa senda... si quiero ver corporaciones diabólicas que experimentan genéticamente con los protagonistas voy a ver al cine "Resident Evil" y no "Underworld". De ésta última espero una dinámica más al estilo de su predecesora, con un guión un poco más dramático y no una copia vampírica de la saga zombie. En el plano de la acción está muy bien, se incrementaron notablemente las secuencias de pelea y violencia, cuestión que hará que los seguidores de la saga den el visto bueno, aunque creo que se les fue un poquito la mano con el morbo y descuartizamiento de cuerpos. Los efectos están impecables y comienzan a aparecer nuevos personajes que dan un poco de frescura al producto. En mi opinión es la más flojita de las 3 entregas que protagoniza Kate Beckinsale, aunque termina cumpliendo con su cometido. Los productores se encuentran en un momento de transición decisivo, del que pueden salir fortalecidos o directamente destruir la franquicia. Espero que se tomen las decisiones correctas y haya más Underworld de calidad creciente y no a la inversa.
Injustificable No hay un solo argumento no comercial que justifique haber hecho esta cuarta parte de Inframundo. Es evidente, ya desde el póster, que es un producto del afán por querer vender el artefacto 3D, llenando las salas de fanáticos que paguen entradas más caras. Su aparición es comparable a la de la cuarta parte de Terminator hace unos años: al menos en el resultado la comparación es válida, pues ambas son intrascendentes, con malos guiones y en ninguna sucede nada que haga avanzar sustancialmente la historia de la saga. Es cierto, que tras de nueve años desde la aparición de la primera parte de Inframundo y luego de una secuela y una precuela, es difícil encontrar algo realmente interesante que contar. En esta cuarta parte, donde sólo queda Kate Beckinsale de los elencos anteriores, el peso de la historia debería recaer sobre ella. Pero su personaje, la vampira Selene, no evoluciona, al menos en sus acciones, y da la sensación de que hace siglos que está protegiendo a Michael (quien era interpretado por Scott Speedman en la primera y segunda parte de la saga, y era un híbrido entre las razas de vampiros y licántropos súper importante para no sé qué, etcétera), matando lobos, vampiros y humanos por doquier. Entonces no vemos aquí una Selene que vuelve descarnada, o sacada y divertida. Todo lo contrario: sigue teniendo una solemnidad aplastante y está todo el tiempo preocupada, ya no por Michael, sino por una repentina hija. Esta serie de películas no se permiten reírse de sí mismas (y sí que tienen ridiculeces en su haber como para hacerlo). Esa falta de autoconciencia, y principalmente su incapacidad para la autoparodia, la convierten en un film imbécil, que no agrega nada sino que entorpece algún recuerdo de diversión (si es que alguna vez lo hubo) de las entregas anteriores. Los directores de esta falacia, Måns Mårlind y Björn Stein, cometen una linda lista de errores, hablando de lo narrativo claro. Mucha gente puede filmar hermosas y potentes escenas pero no todos pueden contar algo, y este es el caso de esta dupla. En principio, pretenden insertarle interés a la trama jugando con el paradero de Michael, un McGuffin soso ya que todo el mundo o al menos los que siguen la saga sabían que Speedman no iba aparecer en este film. Y sí, nadie puede negar la velocidad con que se cuenta todo aquí, pero el ritmo es más bien torpe. Todo está contado a los tumbos y sin verdadera fluidez. La verdad es que Inframundo: el despertar es un rejunte de violentas escenas de acción más o menos logradas. Esto en sí mismo no está mal. Sin embargo, en un film más o menos digno siempre conviene contar algo, y aquí lo que cuentan es una absoluta pavada. A cada paso el guión se encuentra con escollos narrativos que siempre están mal resueltos. Es decir, algunas cosas que merecen una mención mas profunda sencillamente no se explican y las que se explican con detalle, no agregan nada. En fin, Inframundo: el despertar es una película corta, increíblemente estirada, porque para lo que tenía para decir hubiera alcanzado con un videoclip.
Los fanáticos de la saga estarán de parabienes con una vuelta de tuerca más a este enfrentamiento sin fin entre vampiros y licántropos, con descendencia, seres con otros poderes, muchos efectos especiales y la oscuridad correspondiente. Perfecta para un público cautivo.
Publicada en la edición digital de la revista.
Selene está de regreso... y por lo tanto, también la actriz que la encarna. Tras su ausencia en la producción concebida como precuela, "Inframundo: La Rebelión de los Lycans" (Underworld: Rise of the Lycans), la británica Kate Beckinsale vuelve a encabezar el elenco en "Inframundo: El Despertar", la cuarta entrega de la exitosa saga creada por los actores Danny McBride y Kevin Grevioux junto al realizador Len Wiseman, esposo de Kate y director de los dos primeros films. La franquicia "Inframundo" (Underworld), que comenzó a sumar fanáticos alrededor del mundo allá por el 2003, se centra en la lucha secreta entre los vampiros, los aristócratas sedientos de sangre, y los brutales licántropos, quienes viven ocultos planeando su venganza contra aquellos que alguna vez los esclavizaron. Este nuevo film, ahora dirigido por los suecos Måns Mårlind y Björn Stein ("Shelter"), nos trae una impresionante nueva dimensión a la épica batalla entre estas dos razas, ya que es el primero de la franquicia en filmarse íntegramente en formato 3D. Tras una breve introducción que repasa los principales hechos de la historia (ésto no significa que no se deban ver las anteriores películas para entender lo que está sucediendo), la trama de esta nueva producción sitúa al espectador seis meses después de los eventos sucedidos en la segunda parte, "Inframundo: la Evolución". Durante ese tiempo, la humaniad descubre la existencia de los mencionados clanes e inicia una sangrienta guerra para erradicarlos. En medio de "La Purga" (con este nombre se conoce a "la limpieza"), la vampiresa guerrera es capturada y su amado Michael Corvin, el híbrido interpretado por Scott Speedman (actor aquí ausente), muere. Doce años después, despierta del estado de congelación criogénica para encontrarse cautiva en Antigen, un laboratorio sellado en una poderosa corporación biotecnológica dedicada a desarrollar una vacuna contra lo que los humanos llaman una epidemia. Tras lograr escapar, la protagonista descubre la existencia de una niña (encarnada por India Eisley) a la que debe proteger durante esta nueva guerra que se desarrolla en un mundo totalmente nuevo para el personaje de Beckinsale, donde los humanos se suman a los supuestamente extintos licántropos (para peor surge uno genéticamente mejorado) como nuevos rivales. Para ello, cuenta con la ayuda de un joven vampiro (Theo James) y un detective (Michael Ealy), quienes se unen a ella en esta venganza. ¡Sí! Para el deleite de todos los fanáticos que conocen muy bien la mitología de la saga y que esperaban este regreso, especialmente los que conforman la platea masculina, Beckinsale -quien se vuelve a calzar el traje de cuero negro- ofrece (durante casi una hora y media que te deja con ganas de más) un verdadero festín de acción, entretenimiento y espectaculares peleas. Pero eso no es todo, la vampiresa va por más... y nosotros esperamos ansiosos su siguiente movida.