Que ves cuando no ves Hay momentos en la rutina de la vida, en la melodía monótona de la propia existencia, donde es necesario buscar el desorden o desafinar en términos metafóricos. Y precisamente eso lo que impulsa a la protagonista de este nuevo opus de Natalia Smirnoff (ver entrevista), Clara (Paola Barrientos) a sumergirse en un viaje interior de transformación, a no tenerle miedo a los nuevos acordes aunque presenten disonancias y hagan de la apariencia su mayor ventaja para buscar desafinar. La vida profesional de Clara nunca se encuentra en jaque porque ella es ilustradora de historias dirigidas al público infantil. Su creatividad es la que genera su primer cortocircuito al encontrarse con el coro monótono de un mercado editorial que no está dispuesto a la innovación o a propuestas diferentes a las fórmulas editoriales exitosas. Alcanzan esos apuntes para entender las motivaciones de Clara, sobre todo desde el comienzo en una suerte de agasajo donde las imposturas de todo el entorno la desestructuran aún más. También reencontrarse en la soledad y el pretexto de desconectarse para recuperar la inspiración y cumplir con las demandas comerciales implica otro modo de desafinar frente a sus hijos, su pareja Francisco (Marcelo Subiotto) y en un orden menos visible con su propio deseo y vulnerabilidad una vez abandonado el círculo de confort. La afinadora de árboles es una propuesta fresca en términos narrativos porque fluye a la par de su protagonista pero no menos rigurosa en cuanto al guión y a la dirección de un elenco muy bien elegido. Párrafo aparte para Paola Barrientos, quien viene demostrando riesgo en los personajes que acepta interpretar como por ejemplo el de la serie de HBO El jardín… en su segunda temporada. Es creíble su Clara y su contacto con el dibujo porque nunca se encarga de pensar en actuarla sino “dibujarla” en la ruta en blanco seguida por la directora como si se tratara de la página de un libro aún incompleto al que debe ilustrar con su energía así como en el caso de Natalia Smirnoff con el equilibrio justo entre la imagen, la distancia de la cámara y el espacio en el que Clara experimenta sus estadíos interiores de desafinaciones.
Un lugar en el mundo Varias veces el cine retrató la crisis de creatividad de un escritor. El dilema de la hoja en blanco, la crisis existencial del autor y la falta de conexión con el lector, son algunos de los tópicos que este tipo de relatos atraviesa. La afinadora de árboles (2019) funciona en esa línea pero con el plus de tratarse de literatura infantil, un universo donde la imaginación visual es vital para sobrellevar la realidad, e incluso, transformarla. Clara (Paola Barrientos) es una prestigiosa escritora de libros infantiles en plena crisis existencial y profesional. Sin embargo sus dibujos surgen antes que los textos y las palabras, mediante el trazo de su crayón, boceta su universo y convierte en fantástico el mundo que la rodea. Con su marido (Marcelo Subiotto) e hijos adolescentes se muda al pueblo de su infancia en las afueras de la ciudad. Allí deberá reencontrarse con su profesión, con sus afectos de antaño y con la comunidad para la cual elabora su obra. La afinadora de árboles es una película sensorial, busca y encuentra con los elementos que cuenta trasmitir al espectador el universo interior de su protagonista. El dolor, la angustia y el afecto se perciben en cada plano. De manera inteligente su directora Natalia Smirnoff (Rompecabezas, El cerrajero) nos adentra en el universo emocional de una artista, magníficamente interpretada por Paola Barrientos. Su instinto y espíritu deambulan por el espacio rural (la vegetación, la tierra), la vida cotidiana del barrio y los trabajos de carnicero de un ex novio (Diego Cremonesi) y la ayuda social del comedor de la parroquia de Carlos (Matías Scarvaci). La escritora aburguesada de libros infantiles paradójicamente no puede conectar con los niños/jóvenes para quienes -supuestamente- escribe. Encerrada en su mundo, los esquiva y hasta pone una distancia con ellos. Primero con sus hijos y luego con los chicos del comedor comunitario. Pero esa búsqueda, ese ir y venir por los espacios del pueblo la llevan a encontrar su lugar y función social. Clara aprende a escuchar a sus hijos y a entrar en código con los adolescentes de su pueblo y tratará con su trabajo de trazar puentes con ellos. Smirnoff logra su mejor película hasta la fecha con este relato de crisis, al trascender las barreras del arte y su vínculo social, del artista y el mundo -en este caso- infantil que retrata. La imaginación se plantea como una vía de escape a la realidad pero que parte -de forma necesaria- de la misma realidad existente. Una película intimista que retrata ese momento que no puede explicarse con palabras e invita a descubrir y descubrirse con el poder comunicacional de las imágenes.
No son muchas las participaciones de Paola Barrientos en el cine. La más destacada hasta el momento era su interpretación de Jimena, la maestra de Ciencias naturales (2015). La afinadora de árboles suma otro personaje en el que la actriz de Tarascones en teatro, y que aparecía en la archifamosa publicidad de un banco, vuelve a demostrar su versatilidad y poder de convencimiento al público. La protagonista es una autora e ilustradora de libros infantiles, que esta(ría) atravesando un muy buen momento. Es exitosa, planea presentarse en una Feria internacional, pero -siempre hay un pero- la mudanza con su esposo y sus hijos a una casa en el barrio de su infancia, lejos de la ciudad, le pega un cimbronazo. Algo similar a lo que les ocurría a las protagonistas de las dos películas anteriores de Natalia Smirnoff (Rompecabezas y El cerrajero), pero por distintos motivos. Bien dicen que los autores cuentan o hablan más o menos de lo mismo. Pero Clara tiene singularidades que la directora (des)enmarca y las acerca al público de una manera simple, sencilla y efectiva. Conciente o inconcientemente, Clara necesita volver a sus orígenes. Y ese regresar a su antiguo barrio, y cruzarse en la carnicería con un novio de la adolescencia, al que no veía desde hace años, y al hermano de él, la moviliza como no imaginaba. La afinadora de árboleshabla también de la necesidad de crecer en pareja, y con sus hijos. Y en cuanto a su trabajo, de imaginar y crear, el no estancarse ni apoyar la estandarización. Smirnoff le plantea a Clara una situación para la que no estaba, o no se creía, preparada. Ayudar en una parroquia a chicos a insertarse en la sociedad, a partir de la lectura y /o el dibujo. Y es ella la que debe abrirse. Clara está en crisis, pero eso es símbolo de cambio, y de avance. Tiene sus bemoles, pero probablemente salga de allí fortalecida. Al muy buen trabajo de Barrientos, que cambia de humor y expresión con una facilidad encomiable, y creíble, que suele ser lo más difícil de trabajar para la cámara, se suman los de Marcelo Subiotto (Francisco, el marido) y Diego Cremonesi, el antiguo novio que no se fue, que está arraigado, pero también aletargado, entumecido. La película acrecienta su ritmo en los últimos 15 minutos de duración, y tiene un final bien acorde a lo que le gusta plantear a la directora. Porque alguien ya dijo que fuerte es la que se levanta, no la que no se cae.
Perderse y reencontrarse. El último film de la cineasta argentina Natalia Smirnoff se podría describir como honesto; a su vez, esconde una búsqueda íntima y profesional: la de la protagonista y de la cineasta que realmente conmueve. Captura nuestra atención ya desde el nombre, lo cual es un gran auspicio. Cuando salís del cine con más energía de la que tenías antes de ingresar, eso significa que el film está pensado para generar algo positivo en el espectador, lo que considero, un gran acto de amor, completamente desinteresado y un aporte al ser humano. La afinadora de árboles (2019) último y esperado film de Natalia Smirnoff, nos relata un momento de crisis de Clara (Paola Barrientos), una prestigiosa ilustradora y autora de libros infantiles que hace años viene publicando su material con éxito. Es elegida para recibir el premio internacional más importante de literatura infantil en México. Sin embargo, el contexto de Clara pareciera no acompañar este momento tan importante. Se muda a una casa de campo aislada del ruido y movimiento de la ciudad, en el barrio de su niñez, junto a su marido Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos Violeta (Violeta Postolski) y Lisandro (Oliverio Acosta). Allí se reencuentra con un antiguo novio Ariel (Diego Cremonesi) y su familia. Esto provoca un cambio sustancial en demanda de tiempo y compromisos externos para Clara, además del interés y presión de una importante editorial a nivel mundial para editar su próximo libro. Tendrá como desafío conectarse con su lado lúdico que parece haber perdido y nosotros también. El estilo de Smirnoff es muy personal, ya en Rompecabezas (2009) y El cerrajero (2014) podemos vislumbrar su estilo sincero e idea de dejarle al espectador mensajes universales, un cine para sentir, más que para pensar. Conoce los tópicos que quiere explorar, realizándolos desde un lugar auténtico y dejándose llevar por lo que siente a medida que suceden los hechos, las escenas y secuencias, como si la historia la buscara a ella. Es de admirar la simplicidad y libertad que transmite, traspasando la pantalla e increpando al espectador con suavidad. En este film tan personal, se destaca el guion que cuenta con una estructura dramática “desestructurada” y sin buscar un resultado seguro. Haciendo un paralelismo con la protagonista de la historia que, de manera impredecible, busca su camino dejándose llevar por señales e impulsos, casi sin pensar. Algo casi imposible de conseguir que funcione la directora lo logró y la historia simplemente fluye. La música, los sonidos, su manejo particular de cámara y fotografía se constituyen en un cine de autor con un registro personal, que elije qué contar y cuándo. Raro de verse en la pantalla nacional, alejándose de lo comercial. Acompañamos a la protagonista en su recorrido, empatizamos con ella desde la primera escena hasta el final. Cabe destacar la excelente interpretación de Paola Barrientos en este personaje que parece hecho para ella y el reparto importante que responde de manera correcta logrando una película armoniosa. La actitud “burguesa” o dormida con la que convivimos desde el momento en que abrimos los ojos, puede desorientarnos y para un artista en especial, esto se torna hasta peligroso. Perderse en el camino, perder la inspiración, es muy desalentador. Esta bella película nos deja un mensaje maravilloso y es que todos nos perdemos en el camino de transitar la vida; sin embargo, depende de nosotros el continuar buscando, buscándonos y al parecer, cuánto más nos perdamos, cuánto más miedo sintamos, tanto mejor, ya que el reencuentro con nosotros mismos será como enamorarnos por primera vez, el enfrentarse ese miedo e incertidumbre total, irremediablemente nos llevará hacia un solo camino. Y sin pensar, dejándonos llevar nos encontraremos, sentiremos una explosión interna con certeza como motor para continuar de manera natural, por siempre buscándonos y reencontrándonos.
La nueva película escrita y dirigida por Natalia Smirnoff plantea la vida de una ilustradora llamada Clara Maines (Paola Barrientos) , quien acaba de ser multipremiada por su obra de literatura infantil y se encuentra abrumada por tantos agasajos, notas y periodismo a su alrededor. En un viaje a México junto a su familia decide que quiere parar y se muda al lugar donde se crió, Ingeniero Maschwitz, un lugar lleno de árboles, verde y tranquilidad. Casada con Francisco (Marcelo Subiotto) con quien tiene acercamientos y distancias, busca un colegio diferente para sus dos hijos Violeta (Violeta Postolski) y Lisandro (Oliverio Acosta), cada uno con problemáticas acorde a las distintas edades. Allí comienza a pasar otras cosas; sufre el abandono de su mano derecha y se encuentra casualmente con un antiguo amor, Ariel (Diego Cremonesi) cuando va a comprar a su carnicería y con su familia, su madre (la gran Cristina Maresca) y el hermano de Ariel, Carlos (Matías Scarvaci) ahora sacerdote. Todo ésto moviliza a Clara de una manera que la modifica, siente la necesidad de ayudar en el comedor de la Iglesia donde está Carlos y tener contacto con esos chicos necesitados. Al principio, aunque ella siempre escribió y dibujó para niños le cuesta acercarse, pero todo es aprendizaje. Un film que plantea una crisis en la mitad de la vida de una mujer con su profesión, su matrimonio, su relación con sus hijos y el pasado en el amor. Lo que nunca falta y lo que siempre le trae paz es dibujar. Excelente trabajo de Paola Barrientos, acompañada por un eficaz elenco. https://www.youtube.com/watch?v=Jmnak9iJG_E DIRECCIÓN: Natalia Smirnoff. ACTORES: Paola Barrientos, Marcelo Subiotto, Diego Cremonesi. GUION: Natalia Smirnoff. FOTOGRAFIA: Fernando Lockett. MÚSICA: Alejandro Franov. GENERO: Drama . ORIGEN: Argentina. DURACION: 101 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda DISTRIBUIDORA: Primer plano FORMATOS: 2D. ESTRENO: 22 de Agosto de 2019
Clara (Paola Barrientos) es una exitosa ilustradora y escritora de libros infantiles. En los primeros minutos, la vemos viajar a México para recibir uno de los premios más prestigiosos del rubro. La acompañan su marido, Francisco (Marcelo Subiotto), un abogado que es también su representante, y sus hijos, Lisandro (Oliverio Acosta) y Violeta (Violeta Postolski). De regreso, la familia se muda a una hermosa casona suburbana con la idea de que ella pueda llevar una vida más tranquila y recuperar su energía creativa. La súbita partida de una veterana mujer que trabajaba para ellos y el sorpresivo reencuentro con Ariel (Diego Cremonesi), un carnicero del lugar que fue su gran amor de juventud, empiezan a poner en jaque el universo íntimo hasta ese momento aparentemente sólido e incluso previsible de la impulsiva y conflictuada protagonista. La Directora de Rompecabezas y El cerrajero apela a múltiples recursos (incluidos pasajes de animación) y a bruscos cambios en el personaje de Clara (empieza a frecuentar un comedor para chicos carenciados, mientras se siente cada vez más tentada de aceptar los juegos de seducción que le propone Ariel) para moldear un film por momentos inquietante y fascinante, aunque no siempre del todo sutil, sobre las crisis y los replanteos en la madurez, las segundas oportunidades, la necesidad de mayor libertad, y la búsqueda de nuevos desafíos y caminos ya no tan intelectuales, sino del orden de lo espiritual.
Con guion y dirección de Natalia Smirnoff, su película se interna en el mundo de la creación, con sus crisis, sus dudas, los efectos del éxito, los cuestionamientos que conllevan, el tocar fondo y luego la llegada a la luminosidad por encontrar un camino. Todas esas etapas están marcadas por las sutilezas y los detalles de la vida cotidiana, casi sin atreverse a ponerlas en palabras. La protagonista es una creadora de literatura infantil que llega a lo máximo, el premio más importante en el rubro, la puerta grande de ser publicada en el mundo por la editorial más importante l. Pero con esa sonoridad del éxito llega una crisis creativa y personal. Una mudanza al pueblo de su orígenes, un encuentro con sus recuerdos, un sinceramiento con su marido, el recupero de la creatividad de la mano de los niños. Esa búsqueda interior que experimento la talentosa directora se ve en las imágenes poéticas, tan logradas, en los estados de ánimo tan sutiles pero profundos de la mujer creadora. Un film logrado, con buenas actuaciones de Paola Barrientos, Marcelo Subiotto, Diego Cremonesi y muchos otros muy bien elegidos
Seguramente hubo un momento en que Clara soñó con vivir dibujando y lograr ser reconocida por eso. Hoy, recibiendo un importante premio de ilustración de carácter internacional y con un contrato con una famosa editorial más la posibilidad de ser parte de la feria más importante del mundo para la literatura infantil, se siente casi como si se ahogara. No ayuda que la gente de la editorial le indique cambios que no entiende para su futuro libro o que con sus hijos apenas logre entenderse. Así que junto a su marido, que siempre está dispuesto a apoyarla, se muda a una casa de campo en el pueblo donde pasó su infancia. Es allí donde de a poco y lentamente ella logra conectarse con la parte de sí que tenía un poco olvidada. Dibujar por placer. Dibujar lo que quiera. Pero esto no aparece de la nada y porque sí, más allá de que la idea de mudarse surge como una necesidad de ella de poder relajarse. Ahí hay un fuerte encuentro con su pasado, con quién era y a quién amó. Y, pronto, con su futuro. En la nueva película que escribe y dirige Natalia Smirnoff, Clara comienza su viaje personal a través del reencuentro con una familia que quiso mucho y de la cual se sintió parte. Un amor del pasado, un viejo amigo y una señora que la quería como a una hija. Una reconexión necesaria con una misma. ¿Se puede tenerlo todo y sentirse insatisfecha? Sí, porque una pierde lo esencial de vista. A través de la idea de visitar un comedor infantil de la iglesia donde trabaja un viejo amigo, Clara, primero asustada e incapaz de relacionarse con ellos, hasta que de a poco, a través de una mirada cómplice o una sonrisa encuentra otra vez al dibujo como el gran motor, ya no sólo para ella, sino para ellos. Paola Barrientos lleva adelante la película y es capaz de interpretar a su Clara a través de un registro sutil, un rostro cansado y con ojeras en la primera parte, más relajada cuando logra volver a confiar en sí misma y en lo que hace. La acompaña un elenco no menos sólido, con Diego Cremonesi como el interés amoroso del pasado que regresa y con quien se permite el juego de la seducción, y Marcelo Subiotto como su marido y al mismo tiempo representante, capaz de estar siempre para ella pero a veces incapaz de comprender sus verdaderas necesidades. Volver a ser quién éramos, niños o adolescentes, o jóvenes, o un poco de todas esas personas con la sabiduría que se consigue al haber vivido. No dejarse atrapar, no quedarse encerrada, no poner una misma esa llave desde adentro. “La afinadora de árboles” es una película que en lo simple de su narración consigue profundizar a través de lo complejo que puede ser el universo femenino y lo hace de una manera tan bella como los dibujos (realizados por la ilustradora Yael Frankel) y la animación con la que se permite jugar en ciertos pasajes. Estamos ante algo más que el retrato de una mujer en crisis consigo misma porque sobre todo demuestra que para poder encontrarse primero hay que perderse, y también lo importante que puede ser una salida artística para la vida.
8-5588 JavierErlij@gmail.com.ar facebook twitter Youtube Cine y Teatro Argentino Hoy MenuCineSeriesTeatroMúsicaCriticaEntrevistasDocumentalesFestivalesAcerca de nosotros Barajar y dar de nuevo. Crítica de “La Afinadora de Árboles” de Natalia Smirnoff.InicioEstrenosBarajar y dar de nuevo. Crítica de “La Afinadora de Árboles” de Natalia Smirnoff. 21 agosto, 2019 Bruno Calabrese Luego de recibir el premio más importante de literatura infantil, Clara necesita mudarse al campo con su familia, en busca de paz, cerca del lugar donde nació. Ahí se reencuentra con su viejo novio Ariel y su hermano Carlos, ambos amigos de la infancia. Un replanteo de su vida y de sí misma le resultan inevitables. No todo puede sobrevivir. Por Bruno Calabrese. Varias películas han retratado de manera precisa crisis creativas de un escritor. En todas ellas siempre se ha planteado la temática como una ficción, donde uno no sabe si lo que sucede es real o es producto de la mente del escritor. Pero pocas veces hemos visto desde el lado humano, desde la rutina de la vida del escritor triunfador, en su momento de mayor éxito profesional pero más atento a los requerimientos de editoriales que al goce propio de su actividad. Clara (Paola Barrientos) es una dibujante y autora que hace años viene publicando sus libros para chicos con ascendente repercusión. Este año es elegida para recibir el premio internacional más importante de literatura infantil. Esto provoca un cambio sustancial en demanda de tiempo y compromisos externos, además del interés de una importante editorial a nivel mundial para editar su próximo libro. De manera muy precisa y gracias a la gran labor de Paola Barrientos, Natalia Smirnoff nos sumerge en un viaje interior de transformación. Todo comienza cuando Clara se muda con su pareja, Francisco (Marcelo Subiotto) y sus dos hijos, a una casa en el campo, en el barrio donde ella se crió. Allí ella se reencontrará con un viejo novio (Diego Cremonesi) y su hermano Ariel (Matías Scarvaci) que lo removerá con su pasado lleno de deseos e ilusiones de la niñez y adolescencia. Pero todo tiene un principio y desde el primer plano, cuando encontramos a Clara sentada en el baño, con una copa de vino en mano vemos que algo no está funcionando en su vida. Algo que confirmaremos en una suerte de agasajo donde las imposturas de todo el entorno la desestructuran aún más. Al mudarse al campo y reencontrarse en la soledad con el pretexto de desconectarse para recuperar la inspiración y cumplir con las demandas comerciales, comenzará el alboroto con sus hijos y su pareja. La película fluye a la par de su protagonista, una Paola Barrientos magnìfica, cargando sobre sus espalda el drama personal de Clara en un papel difícil y arriesgado. Un personaje creíble, incluso en los momentos donde se encarga de dibujar las hermosas caricaturas que ilustran los libros, con tanta naturalidad. Secundada por personajes secundarios precisos, que intervienen de manera justa y en situaciones específicas para conducir a Clara hacía el camino que la llevará a encontrarse con sus deseos y motivaciones. “La Afinadora de Árboles” es el relato de una crisis que traspasa las barreras del arte y nos muestra la importancia del vínculo social en el camino de encontrar el goce y la creatividad. Puntaje: 80/100.
La Afinadora de Árboles: una propuesta críptica que encuentra con dificultad su camino. La rutina puede ser una prisión; el reconocerla y salir de ella puede ser una tarea ardua. La mayoría de las películas indagan en la segunda etapa, pero podemos decir que La Afinadora de Árboles le da una mirada profunda, de una búsqueda, a la primera. Ese reconocimiento de las rutinas que nos impiden discernir entre aquellas que necesitamos y aquellas que nos detienen, que nos frustran. Perderse para encontrarse El viaje de la protagonista (Paola Barrientos) es una huida de los mandatos comerciales y hacia otro paisaje como representación para salir de la rutina. Salir de la típica rutina laboral. Salir de la típica rutina alimenticia. Salir de la típica rutina amorosa. Sin embargo, no es una salida de la rutina que apunta a algo definitivo, sino a un necesario cambio de aire para que el cuerpo pueda pensar con otra claridad: la de su propia mente y no tanto el mandato de otros. Este arco de cambio es accionado por su antiguo novio, en un romance que más que apuntar a una consumación es el medio para un fin: el de ser agente de ese cambio. De esa separación de la rutina. Los árboles en este film son como una suerte de pulmón, pero no en el sentido universal. Son, en cierto modo, los de la protagonista. Lo que se está afinando es ella misma, que no estaba en sintonía, sino desafinada por obvio que suene. La Afinadora de Árboles, aunque críptica y cansina en su recorrido, es el camino hacia cómo recupera el ritmo y el tono. El libro en el que está trabajando es una tarea sufrida, no pocas veces víctima de cambios procrastinados. Mientras que la propuesta de los chicos del comedor la entusiasma, la hace propia, y este entusiasmo, ese alejamiento absoluto de los mandatos, permite que la protagonista pueda respirar otra vez. En contraste, cuando ella está en el gran evento literario, se la percibe incómoda como si no quisiera estar ahí a pesar de tratarse de su ambiente. No por nada la primera escena de la película es la protagonista encerrada en un baño, encuadrada de una manera prácticamente claustrofóbica; y cuando entra su marido, si bien lo hace con palabras conciliadoras, el espectador puede percibir que esa presencia -por calma que sea su intención- no hace más que volver al encuadre aun más claustrofóbico, contribuyendo a que nos adentremos en su estado mental. Si bien el tono hay que buscarlo para entenderlo, el ritmo es por otro lado más desafiante y lo que le puede jugar más en contra. Es una propuesta contemplativa, introspectiva, y puede ser tan interna que llega a volverse indescifrable. Todo esto partiendo de intenciones claramente nobles como las de mantener al espectador involucrado con las sensaciones de la protagonista: que este no sea pasivo, que utilice a la mente como un nexo entre la película y sus sentimientos. Una intención de dudosos logros, pero de incuestionables nobles intenciones.
El crecimiento interior La Afinadora de Árboles (2019) es una comedia dramática dirigida y escrita por Natalia Smirnoff, siendo ésta su tercera película luego de Rompecabezas (2009) y El Cerrajero (2014). Coproducida entre Argentina y México, el reparto está compuesto por Paola Barrientos (El Peso de la Ley, El Jardín de Bronce), Marcelo Subiotto (La Fragilidad de los Cuerpos, Delfín), Diego Cremonesi (Un Gallo para Esculapio), Matías Scarvaci, Oliverio Acosta, Violeta Postolski y Cristina Maresca. La historia gira en torno a Clara Mains (Paola Barrientos), una autora e ilustradora de libros infantiles que estudió bellas artes y diseño gráfico. Casada con el abogado Francisco (Marcelo Subiotto), el cual también la representa en su labor, Clara acaba de ser galardonada con uno de los premios más relevantes dentro de la literatura infantil. Luego de la celebración, ella decide mudarse junto a su marido y sus hijos de 14 y 10 años a un campo cercano del Dique Luján, lugar donde vivió en su infancia. Al reencontrarse con su ex novio Ariel (Diego Cremonesi), que ahora es el carnicero del pueblo, y con Carlos, el hermano de éste último que en la actualidad es cura, Clara comenzará un proceso interior que la hará replantearse la vida que llevaba hasta ese momento. Intimista, personal y con bastante atención por el detalle, la nueva cinta de Natalia Smirnoff llega a la cartelera para plantearnos interrogantes sobre la idea del éxito y cómo es que se sigue luego de cumplir nuestros más anhelados sueños. El filme tiene una rareza especial ya que durante la mayor parte del metraje cuesta captar qué es lo que se nos quiere transmitir. Los sonidos del bosque junto a los extensos silencios consiguen sumergir a la protagonista en una etapa de su vida mucho más espiritual, conectándola con sus raíces y haciéndola pensar qué hubiera pasado si no se hubiera ido a vivir a Estados Unidos e Italia. Al volver al pueblo que la vio nacer, Clara se inspira para armar sus cuentos desde otro lugar mucho más terrenal y profundo. La película puede tornarse aburrida para gran parte del público porque en muchas secuencias da la sensación de que no va a suceder nada relevante o que lo que está pasando no aporta nada al tópico central. Por ejemplo, que la señora que limpia deje de trabajar y se deba buscar un reemplazo o que la hija de Clara vaya a una fiesta. Situaciones como estas solo parecen estar puestas para que la película llegue a determinada duración. Como protagonista, Clara puede tornarse indescifrable. No obstante su estado se justifica ya que ni ella sabe lo que quiere. Volver a charlar con su ex novio Ariel, reencontrarse con la madre de éste (con la que Clara siempre tuvo muy buena relación) y visitar el comedor de niños que mantiene Carlos, ahora convertido en cura, son momentos que a Clara la terminan transformando. Con sonidos armoniosos de instrumentos de percusión y secuencias animadas que representan la creatividad de la protagonista a la hora de armar un cuento infantil, La Afinadora de Árboles se cocina a fuego lento pero consigue que el espectador también conecte con la naturaleza. Además, la cinta deja pensando en que a veces las acciones más pequeñas (en el caso de Clara incentivar el arte en un comedor de chicos) dan mayor felicidad.
El orden exterior, los sonidos serenos de la naturaleza, la superficie de los días teñida de un aura pacífica, se tornan insuficientes cuando el paisaje interno se encuentra inundado de inestabilidad. Esto es justamente lo que le sucede a Clara Mains (Paola Barrientos), ilustradora y narradora de cuentos para niños. La protagonista, quien ya ha alcanzado el éxito con sus producciones, no puede tolerar más las presiones de los editores y del micro mundo del arte, en el cual no solo debe aparentar la abundancia de ideas permanente, dar entrevistas y aceptar galardones, sino también soportar que otros intenten manipular su expresión. Para salir de este atolladero, que además afecta su faceta inventiva, decide mudarse junto a su esposo Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos Violeta (Violeta Postolski) y Lisandro (Oliverio Costa) a una casa en las afueras de la ciudad. Allí descubrirá que no solamente se encuentra en una situación conflictiva con su entorno, sino también con ella misma.
Luego de recibir un importante premio de literatura infantil, Clara necesita mudarse al campo con su familia, en busca de paz, cerca del lugar donde nació. Ahí se reencuentra con su viejo novio Ariel y su hermano Carlos, ambos amigos de la infancia. Esta historia de persona de éxito que vuelve a sus orígenes para encontrarse a sí misma es un punto de partida que ha sido utilizado muchas veces. Es un buen comienzo, un arranque que puede dar grandes resultados. La directora elige un tono sin estridencias, tal vez demasiado apagado. Pero el problema es una protagonista carente de cualquiera carisma, imposibilitada de transmitir la más mínima emoción o expresión que ayude a entender que tiene algún conflicto. Las películas pueden caer por muchos motivos, en este está claro que la gran culpa de que las cosas nunca terminen de encuentra un rumbo es la actriz.
Al filo de un abismo personal Clara no está bien pero no sabe por qué. Y el reencuentro con un exnovio abre nuevas posibilidades en su vida. “¿Me ayudás a parar un poco?”, le dice, casi le suplica Clara (Paola Barrientos) a su marido Francisco (Marcelo Subiotto) en vísperas del que será uno de los momentos más importantes de su vida. O al menos de su carrera profesional, en tanto está a punto de recibir un prestigioso premio en Centroamérica por sus trabajos como ilustradora y cuentista infantil, todo mientras ultima detalles para su primera publicación con una editorial trasnacional. Que enuncie la pregunta encerrada en el baño, descalza, bufando y visiblemente inquieta, habla de que algo no anda muy bien con ella. Pero de allí a que logre identificar los motivos de su malestar, hay un largo trecho. Tercer largometraje como directora y guionista de Natalia Smirnoff luego de Rompecabezas y El cerrajero, La afinadora de árboles prefiere mostrar los intentos de su protagonista por acortar esa brecha que servirle las soluciones en bandeja, a fuerza de golpes de guión. De allí, entonces, un relato por momentos derivativo, acorde al cauce interno de esa mujer que no sabe qué le pasa pero quiere que no le pase más. Tal como ocurría con la protagonista de su ópera prima, que encontraba en el armado de rompecabezas un recreo de sus obligaciones, Smirnoff empieza con Clara al filo de un abismo personal al que llegó sin darse cuenta, empujada por la fuerza de un contexto fuera de su esfera de control. La diferencia es que si antes el vacío era consecuencia del tedio, la monotonía y, por qué no, la frustración, ahora proviene de haber alcanzado una meta. La gran pregunta, tal como afirma la realizadora en las notas de prensa, es qué sigue después para esa mujer encumbrada en su oficio y con el casillero de la familia completo, dónde encontrar la motivación cuando aquello que la satisfacía ya no lo hace. Está claro que esa motivación no llega con la mudanza a una hermosa casa en un barrio de las afueras de la ciudad, el mismo donde vivió durante su adolescencia. Ese entorno agreste, que una buena porción de la clase media-alta a la que pertenece asociaría con tranquilidad y libertad, es para ella una cárcel, un terreno de disputa con sus recuerdos. Y como suele con ocurrir en el cine, los recuerdos se materializan con la forma de una expareja. El ex en cuestión es Ariel (Diego Cremonesi) y trabaja en una carnicería, un contraste no precisamente sutil pero funcional para puntear la bonhomía campechana de quien se quedó y la pulcritud citadina de quien se fue. Desde ya que Ariel nunca se casó, por lo que rápidamente inicia un juego de seducción entre churrascos y matambres que culminará con algunos encuentros a escondidas de su familia. No hay culpa ni autoflagelación en ella, sí una sensación de falta de rumbo, de avanzar para luego retroceder, como si se moviera a ciegas con su brújula interna desnorteada. Como el gobierno de Macri, Clara es prueba y error, decir para luego desdecirse. Tiene sentido, entonces, la ausencia de grandes quiebres emocionales. A la película de Smirnoff le interesa la épica íntima y cotidiana, los pequeños raptos libertarios en medio de la rutina. El reencuentro con Ariel implica un segundo reencuentro, en este caso con su madre y su hermano Carlos (Matías Scarvaci), que para sorpresa de Clara aparece vistiendo un alzacuello de cura. ¿La afinadora de árboles como un relato de redención? Nada más alejado. La aparición de ese personaje abre otro posible camino para que Clara encuentre un segundo envión para su vida. Smirnoff es de esas directoras de guerrilla que pone la cámara al servicio de sus personajes acompañándolos siempre de cerca, alejándose diametralmente de cualquier registro banal, superfluo y torpe que pudiera hacerse de los actos cotidianos. Actos que, encadenados, moldean los pliegues de una persona. La afinadora de árboles, entonces, como el recorte de una vida.
También el personaje de Paola Barrientos en “La afinadora de árboles” se muestra fastidiada con los reclamos de la fama y la carrera como ilustradora de cuentos infantiles de nivel internacional. Con un marido que le banca todo (¿será que algo oculta?), la mujer se instala con toda su familia en una regia casona de amplios ventanales, rodeada de vegetación. Pero no la envuelve la inspiración, sino la cargosa insistencia de un novio de juventud, y la paciencia del cura del lugar, que la acepta como torpe colaboradora del comedor para chicos necesitados de estímulos. Cuando ella, después de una serie de antojos e incertidumbres, brinde a esos chicos la posibilidad de expresarse artísticamente, la película cobrará bríos y terminará de forma encantadora. Lástima que esto suceda recién en los últimos minutos de proyección. Autora, Natalia Smirnoff, la misma de “Rompecabezas” y “El cerrajero”.
El tercer largometraje de Natalia Smirnoff, "La afinadora de árboles", devuelve a su directora a un micromundo femenino que intenta quebrar las barreras de su entorno. La delicadeza del trato, y la enorme labor de Paola Barrientos elevan este film de una profunda belleza. Esta semana encuentra a la cartelera de estrenos con tres films nacionales que curiosamente comparten miradas hacia el universo femenino... ¿Cambio de paradigmas? ¿Signos de coyuntura? Las mujeres no sólo son las protagonistas de las tres películas, sino que son mujeres que, por una circunstancia u otra, toman las riendas de la situación, hacen un quiebre y se deciden a manejar su propio panorama sin esperar una ayuda externa. De las tres (las otras dos son "Baldío" y "La sequía", también muy recomendables), La afinadora de árboles probablemente sea la que consiga una empatía o identificación más inmediata entre las espectadoras. Probablemente porque las circunstancias que atraviesa Clara, su protagonista, son las más universales respecto a los “traumas” habituales de una mujer de mediana edad en plano Siglo XXI. Clara está agotada. En su excelente primera escena queda claro que es una malabarista que hace rato perdió el eje, y está salvando el momento, mientras pueda, hasta que todo se le derrumbe… o ella misma baje los brazos. Clara (Paola Barrientos) pertenece a una clase alta, o media acomodada, es una narradora e ilustradora infantil, y está casada con Francisco (Marcelo Subiotto) un abogado que hace las veces de representante, y con quien tiene dos hijos pre y adolescente, Lisandro (Oliverio Acosta), y Violeta (Violeta Potolski). ¿Sabe Clara lo que quiere? Viajaron hasta México para recibir un galardón por su obra, pero al momento de la ceremonia no quiere ir. Las exigencias y menciones se le juntan en el plano laboral y familiar, y claramente está perdida. Al regreso, los cuatro se mudan de la ciudad a un pueblo (aunque más bien es el conurbano profundo) en el que nació Clara, para habitar una vivienda rural. Allí, los problemas se agrandan. Francisco se ausenta aún más, y cuando la mujer que hace las cosas de la casa los abandona, Clara entra en crisis interna, entre otras cosas, por la incomunicación con sus hijos. Un encuentro fortuito con un novio de su adolescencia, Ariel (Diego Cremonessi), actual carnicero (ella es vegetariana), y el reconocer viejos lugares y momentos, irán despertando en ella la flor de una nueva Clara; una Clara que quiere expandir sus ramas hacia otros horizontes. Luego de una extensa carrera como asistente de dirección, Natalia Smirnoff se hizo conocida por la galardonada "Rompecabezas", en la cual María Onetto componía a una sumisa mujer que se libera del ahogo de la rutina conyugal mediante el armado de rompecabezas y los concursos afines. La afinadora de árboles tiene mucho de aquella película, pero se diferencia en varios aspectos fundamentales. María del Carmen, la protagonista de "Rompecabezas", se hacía cargo de cada aspecto de su hogar, su pasar económico era más reducido, y su liberación tenía que ver casi exclusivamente con un marido que se recostaba en ella y ya no la valoraba si bien no había dejado de quererla. Clara se desespera cuando pierde a la mujer que hace las tareas del hogar; pero ella cumple otros roles como profesional, esposa, y madre; sus hijos le preocupan pero ellos están distanciados de ella, probablemente por el estilo de vida que llevan, un estilo de vida que también ahoga a Clara. La liberación de Clara no es sólo de Francisco que le exige más como profesional que como marido, su liberación tiene que ver con ese corset de clase, con vivir una vida de ombliguismo, con descubrir que puede valerse por sí misma en mucho de lo que antes pensaba que debía depender; algo en lo que Ariel y su familia tendrán mucho que ver. Pronto Clara se verá conectándose con una vida mas sencilla, una vida en comunidad, y notará que sus propio hijos también responden a eso ¿En dónde queda la Clara con ocupaciones profesionales y dependiente? "La afinadora de árboles" pareciera por momentos un complemento de "Rompecabezas", como si aquella vez Smirnoff se hubiese quedado con algo para decir, y lo completa en su tercera película; o quizás quiere trazar paralelismos entre mujeres con realidades diferentes pero conflictos universales. No es casualidad que Clara sea una mujer profesional, talentosa y reconocida, pero aún así, no sea alguien que tiene las riendas de su vida. Smirnoff derriba un mito cultural muy potente en esta figura; más si la comparamos con la madre de Ariel. De hecho, películas de mujeres cansadas de sus rutinas hay varias. Lo que destaca en Smirnoff es la delicadeza y humanidad con la que pinta sus retratos. Sabe encontrar poesía en los momentos más simples, en la quietud que permite que cualquier mujer pueda reflejarse. La afinadora de árboles respira poesía en imágenes y sonidos, conjuga planos exteriores amplios, con planos detalle en los interiores. Puede centrarse en un objeto, o en un gesto, y jamás dejar de lado la narración. Ensordece sonido para que captemos un detalle en particular, todo cuenta. Estamos frente a una película que se toma sus tiempos, pero nunca es lenta, ni menos aburrida. Smirnoff se luce como directora de actores, y le ofrece todas las armas para el lucimiento de una Paola Barrientos que vuelve a descollar. A la actriz que se hizo famosa por los comerciales de Banco Galicia, muchos la pueden tener en roles de comedia algo exacerbados. Nada de eso hay en "La afinadora de árboles", Siempre contenida, natural, frágil, plagada de gestos sutiles, y con una fuerza interpretativa, inmensa. Barrientos es una actriz gigante, lo comprueba cada vez que se ubica en el escenario o frente a una cámara, y esta vez para nada es una excepción. Marcelo Subiotto, Diego Cremonessi, y Matías Scarvaci también cumplen sobresalientes roles como los personajes masculinos satélites; en especial Cremonessi, con la capacidad de entregar una figura completamente diferente cada vez que lo vemos actuar. Claro está, "La afinadora de árboles" es una película femenina, y estos tres actores saben que no es una película que posa su mirada principalmente en ellos, nunca tratan de tapar a quien es la protagonista indiscutida. Delicada, poética, natural, profunda, y empática, La afinadora de árboles es una propuesta que se hace grande en los detalles, que retrata a una mujer con la que, más allá de su pertenencia de clase, cualquiera se puede identificar. Es salirse de la rutina, liberarse de la prisión vacía que nos agobia, y mirar hacia el costado, hacia otras realidades. A través de la empatía lo que para nosotros puede parecer una colisión, en otro contexto puede ser sólo un sacudón para despertar.
Clara (Paola Barrientos) es una autora de libros infantiles e ilustradora de sus propios textos, que ya cuenta con una importante trayectoria en la industria editorial. Inclusive, este año ha sido elegida para recibir el premio más importante dentro del mercado de la literatura infantil. Esto significará no sólo un reconocimiento y marcará un hito en su carrera sino que además una importante editorial a nivel mundial está dispuesta a negociar las condiciones para editar su próximo libro. Innegablemente, vista desde afuera, su vida es (casi) perfecta. A este período de éxito profesional puede sumarse una hermosa familia (madre de dos hijos y un marido que la quiere) y la concreción de su proyecto de mudarse a su casa soñada, una casa de campo que le permite el contacto con la naturaleza y esta forma, conectarse con su faceta creativa y poder tener más tiempo disponible para dibujar. Pero sabemos que en el cine de Natalia Smirnoff, lo que aparece en la superficie no es exactamente lo que subyace en el alma de sus protagonistas. Y debajo de toda la apariencia de mundo perfecto, Clara está pasando por un momento de crisis, de esos donde siente que no puede hace pie en ninguna parte. Ni puede avanzar demasiado con su nuevo cuento “El catador de sillas” ni parece tener un vínculo armonioso con su esposo (que parece más un manager exigente sobre su trabajo y su producción, que su pareja en donde contar con el apoyo que ella necesita para sus proyectos) e indudablemente a medida que sus hijos crecen, ella parece perder total contacto con su cotidiano y cualquier pequeña situación hogareña -como la escena donde la empleada doméstica le plantea tomarse unos días- le produce un profundo desequilibrio, la angustia, se siente perdida en su propio laberinto. El cine de Smirnoff es un cine de mujeres en crisis. Pero no son mujeres al borde del ataque de nervios como las de Pedro Almodóvar ni tienen la cuota de violencia urbana de las heroínas de Anahí Berneri o Albertina Carri sino que se parecen más a las protagonistas de Mia Hansen-Løve o, dentro de nuestro cine, a las de Paula Hernández. Sus protagonistas no viven en plena exasperación sino que la crisis se esconde bajo una serena calma, con esa quietud aparente que permite que un lento pero efectivo proceso interior vaya ganando forma hasta que, casi naturalmente, aparezca ese cambio deseado. A partir de esta mudanza, puede recorrer nuevamente el lugar en donde nació y es allí donde vuelve a tomar contacto con lazos de su pasado que se reavivan rápidamente, como si esa historia hubiese quedado en suspenso, y Clara volviese a retomarla para recuperar su propia identidad, su verdadera esencia. Si bien pareciese que Ariel, su novio de la infancia le despierta todo un mundo olvidado, el lazo con la madre de Ariel y con su hermano, es verdaderamente su cable a tierra, su refugio, su vuelta al hogar. A partir de esta serie de encuentros, Clara empieza a sentirse diferente, a percibirse distinta, a reencontrarse, de alguna manera, con su propio deseo. En permanente diálogo con “Rompecabezas”, el primer filme de la directora protagonizado por una excelente María Onetto, “LA AFINADORA DE ARBOLES” parece estar en una perfecta sintonía dentro del universo que describe Smirnoff en sus películas. Su forma de plantear cambios profundos frente a un contexto de crisis, sin necesidad de sobresaltos ni de ningún tipo de estridencias, habla de un despertar de la conciencia y una búsqueda interior tan serena como oportuna. Seguramente la película de Smirnoff no sería la misma si no contara con el protagónico de Paola Barrientos que construye delicadamente a su Clara en cada gesto, en cada mirada y se despoja enteramente de cualquier tic televisivo para demostrar en su gestualidad contenida y en su multiplicidad de recursos, que late en cada rincón de Clara y que entiende a su personaje a la perfección. Actriz de una importante trayectoria teatral (“Las criadas” “Estado de Ira” “Tarascones” por sólo nombrar algunos de sus trabajos más destacados) y protagonista de grandes éxitos televisivos, Barrientos vuelve a deslumbrar con una actuación sobresaliente, tal como fueron sus interpretaciones en “Ciencias Naturales” o “El peso de la ley”, otros de sus grandes trabajos en cine. El elenco masculino, si bien tiene el sentido de acompañar a Clara en su proceso interno, cumple un rol destacado y allí están Marcelo Subiotto (como su esposo) y Diego Cremonesi (como aquel novio de la adolescencia), para completar un elenco sumamente destacado. Como plus, algunas escenas de animación para ilustrar los cuentos de Clara dejan jugar con ese universo de las ilustraciones de Yael Frankel, tan delicadas y creativas, como la película misma.
Narrar una historia sobre un personaje cuyo leit motiv es la tarea creativa, en este caso la de su protagonista Clara (Paola Barrientos) que es escritora de cuentos infantiles, se presenta aquí como un camino directo al tema de la creación y sus significaciones como un alimento, para el cuerpo y el alma. Clara comienza la película harta de las cuestiones sociales que implican el sostén de su profesión, premios, negociaciones, y otros asuntos similares. Tarea en la cual la acompaña su marido (Marcelo Subiotto), abogado y representante. De este inicio en un ámbito social que se presenta incómodo para la protagonista pasamos a la mudanza en Ingeniero Maschwitz para arribar con sus dos hijos a una casa pletórica de naturaleza, que los rodea de lado a lado. Parece el paraíso de la calma y la fuente sagrada de la creatividad, pero veremos que Clara y porque no decir también su familia, de lo que carecen es de otra cosa, aquella que no está en la belleza serena del contexto. En este relato de emociones internas y de trazos sutiles, también circulan algunos conflictos más explícitos, uno de ellos es la seguidilla de mails que Clara recibe de parte de su editora pidiéndole que cambie el final de su cuento en ciernes de ser publicado “El recolector de sillas”. ¿Qué tiene ese final de simbólico en este filme? En el final que defiende Clara su protagonista le dice a otro personaje que no quiere una silla “sino una rueda” cosa que para la autora significa el alimento de la libertad, mientras que la editora propone que el personaje pida “un alimento” para comer, crecer, un nutriente tangible. Clara se ríe y murmura ”Qué sabés vos lo que alimenta”… pero valga la paradoja Clara tampoco parece hallarlo en este momento de su vida. Pareciera un simple debate autor/editor de esos donde empatizamos por default con quien ha creado la historia, pero acá realmente se esconde el tema de la película: la función de alguien como dadora de lo nutritivo, y la comida como símbolo histórico de la nutrición va a estar en juego en todo el filme, a la par de su fantasma complementario “que lo que nutre es lo que transforma el alma”. Este objeto dramático circula zizagueando por toda la trama, de manera directa o indirecta se juega todo lo que tiene que ver con la nutrición y sus derivaciones físicas y emocionales. Clara regresa a su origen nutritivo, si podemos pensar así a la infancia, y ese es el espacio de Ingeniero Maschwitz, hogar de historias primeras. No es azaroso que aparezca entonces el primer amor (Diego Cremonesi) que no es ni más ni menos que carnicero para una Clara que ahora es vegetariana, valga el chiste, es claro que ese no puede ser su objeto de deseo hoy pero si reminiscencia de otros deseos pasados. Así es que el tema central cuando él la lleva a ver su madre que la recuerda como “la mejor de todas las novias” la acción que desarrollan es la preparación de la comida y los detalles sobre ese ritual. Pero este paisaje de alimento como objeto descriptivo de un mundo o mero plano contextual pasa a ser la piedra nítida del conflicto cuando descubrimos que Clara no puede resolver algo que define su función maternal: su hijo menor, el varón, no come. Y un médico aparece en escena para esclarecer que el pibe no está en riesgo, claro, no es un tema de vida o muerte, es un tema de aceptar el rol de nutricia de su madre, la reina del alimento espiritual de otros niños a través de sus cuentos. Por eso en una escena nada menor, cuando su hijo se niega a comer y Clara lo increpa su hija le replica “no seas hipócrita, si lo usás para escribir tus cuentos”. Pero Clara no va a lograr resolver sus temas de figura en el cuadro familiar, ni con su hijo, ni con su marido, ni con su hija. Estará más cerca de lograr alcanzar ese elixir en el plano de la sublimación a través del vínculo con otros niños. El hermano de su ex novio es párroco y Clara comienza a frecuentar el comedor de la parroquia, encontrando justamente en el espacio de encuentro de los niños con su alimento de subsistencia otra puerta por la cual conectarse con la savia vital de la creación. Hay algo de salir del universo ombliguista de la clase media, y a eso se suma la posibilidad de ver en otros seres de mundos más lejanos aquello de lo que uno carece. Hay en esos chicos un espejo de otra forma de alimentarse y alimentar ese alma que necesita transformarse. Salir de la preocupación del libro editado en Europa, del premio como meta final, para encontrar algo transformador en el otro y no en uno mismo. Paola Barrientos contiene la magia, la ductilidad y hasta la antipatía que por momentos nos genera su incapacidad de tomar las riendas, pero su hacer y su decir es tan humano como femenino y nada hay que poner en duda sobre su fuerza expresiva. Este filme constituye una serie de retratos de figuras femeninas sin panfletos ideológicos, pero llenas de preocupaciones que construyen ese universo casi inatrapable que se dispara a partir de la pregunta sobre qué es ser una mujer en este mundo, ayer, hoy y mañana. Por Victoria Leven @LevenVictoria
AFINAR LOS SENTIDOS Encontrar una película como La afinadora de árboles en la vasta producción nacional que arroja nuestro cine por estos años y que encima, obedezca al parámetro calidad/producto que es lo que menos ahonda por estos días, es un diamante en bruto entre tanto barro comercial. Natalia Smirnoff no es una novata en la materia y su cine carga con un sello autoral inconmensurable e intimista. Con un estilo delicado, feminista y simple, expone la historia de una exitosa ilustradora de libros infantiles (una Paola Barrientos soberbia, en un papel que parecer ser creado para su persona) que comienza a cuestionarse sus espacios de confort y aburguesados, alejados de creatividad alguna. Aclamada en el ambiente editorial por el público y la prensa, la protagonista comenzará a vislumbrar que esa gloria no se ve trasladada a su círculo íntimo: un ama de llaves de su confianza que no se adapta y la abandona a su suerte en el nuevo hogar de campo del pueblito donde el personaje de Barrientos atravesó su infancia; una hija preadolescente en pleno desarrollo; un niño desmotivado hasta en sus hábitos alimenticios; una editorial que presiona en plazos y estilismo; y un marido abogado que funciona más como un excelente socio que como un hombre romántico capaz de despertar pasiones. A todo eso se suma la aparición de un antiguo amor de adolescencia que pone en jaque su realidad actual. Son todas las aristas a sortear en medio de una crisis de artista/mujer de edad adulta joven. La afinadora de árboles, con su título tan sofisticado y que sabe hacer bandera de tal porte, es un drama que busca conectar con el espectador desde la honestidad y el sentimiento de una forma desestructurada, sin tanta moralidad o carácter solemne. Solo una historia que fluye por impulsos y señales, como los que también atraviesa su protagonista en pos de conectar con sus verdaderos lectores -que parecía haber perdido- a través de la experimentación de otros caminos posibles. Un público infantil que le pide ser auténtica con ellos, lejos de tanta postura acartonada de editoriales manejadas por adultos fríos y distantes de toda calidez ingeniosa y sana que ofrecen los niños. Algo aparentemente tácito que, sin embargo, en un pasaje queda más explícito cuando la hija de la ilustradora acusa de tamaña falsedad a su madre como profesional que no se juega por lo que pregona. Smirnoff nos hace “vivir” toda esa aventura y el desafío a los convencionalismos a través de su musa principal con recursos sonoros naturales y oníricos que conectan directamente con nuestros sentidos. A la vez, presenta recursos narrativos de un potente carácter visual, con vínculo directo a ese juego de animación plana que traspasa la mente de la ilustradora para volverlo algo palpable, algo de extrema ternura simplista. Algo para compartir y hacer cómplice al espectador intimista, una intervención fotográfica plausible. Esta activación a los sentidos de una forma armoniosa y para nada brusca explora en el orden de lo espiritual al vivir experiencias y contextos diferentes pocos frecuentados por el personaje principal. Una conexión sincera y olvidada, como cuando la protagonista vuelve a la casa de quien fue su segunda mamá o sortea los prejuicios de ayudar en un comedor de niños carenciados de una Iglesia, quienes le regalan más de lo que ella les ofrece. Por todo esto, La afinadora de árboles es de esas pequeñas joyitas que tanto se agradecen y que pasan injustamente desapercibidas a lo largo del año ante tanta oferta de tanques internacionales o algunos desaciertos locales promocionados solo por algún actor en boga. Un film sencillo y directo que refresca el alma y los sentidos.
Respirar nuevos aires Natalia Smirnoff retrata la necesaria tormenta después de tanta calma en la vida. En este caso, una artista, aburrida de su propia existencia, en búsqueda de una transformación interna para lograr ser feliz. Algo de lo que nadie está exento. La crisis del escritor es una situación típica en el cine, casi cliché. Esta película trata este tópico, pero desde un costado distinto, la creadora de historias gráficas infantiles que no logra conectarse con sus lectores, ni con sus propios hijos. El camino será sinuoso, pero con grandes enseñanzas. Cuenta la historia de Clara (Paola Barrientos), ilustradora y autora de libros para chicos, que recibe el premio más importante de literatura infantil, lo que trae aparejado una repercusión mediática y compromisos no deseados, que la hacen sentir completamente abatida. Así, decide mudarse al pueblo donde se crío, junto a su marido Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos, con la excusa de poder desconectarse para recuperar la inspiración que demanda su profesión. Aunque esto acarrea otro tipo de situaciones que desestabilizan emocionalmente a la protagonista. Paola Barrientos sumerge a su personaje, y al propio espectador, en un profundo viaje interno de transformación. Mientras toda la familia se acostumbra a la nueva forma de vida, Clara se reencuentra con amigos de la infancia, entre ellos un antiguo novio (Diego Cremonesi), quien despertará algunos planteos y deseos que harán revisar su vida. Paola Barrientos está excelente. La confusión, la incertidumbre, la falta de pasión, y la concentración ante la hoja en blanco, está definida por una actriz que interpreta con naturalidad todo lo que vive. Se destaca ampliamente la energía de Barrientos en los distintos estadíos por los que va pasando a lo largo de la historia. La afinadora de árboles es un relato sensible, intimista, con una narrativa fresca y una protagonista que impacta con su energía. La excelsa dirección de Natalia Smirnoff muestra las crisis emocionales de las personas, más allá de lo artístico u profesional, haciendo un tratamiento holístico sobre cómo sanando vínculos, uno se sana también, reencontrando el goce en las pequeñas cosas. Todo por lo que pasa su personaje principal se transmite al espectador. Es una película completamente emocional sobre el universo de una artista, pero principalmente de una mujer en crisis. Así que cualquier persona que le dedique un tiempo a esta historia, se sentirá identificada con algunos de los protagonistas. Disfrutable desde la primer escena con una Paola Barrientos llorando en el baño.
Tercer largometraje como directora y guionista de Natalia Smirnoff (“Rompecabezas” 2009, “Cerrajero” 2013), ”La afinadora de árboles”, todo un logro en nuestro alicaído cine, y con una trayectoria interesante en el medio cinematográfico, trabajando con nombres conocidos: Lucrecia Martel, Alejandro Agresti, Marcos Bechi, entre otros. Su nueva realización tiene como protagonista a Paola Barrientos (Clara), que se hiciera conocida del público argentino por la publicidad de un banco, quien anima a una ilustradora y escritora de cuentos infantiles a punto de recibir el premio más importante de la literatura infantil, y de su carrera. Desde su regreso al país logra concretar su necesidad de mudarse al cono urbano, próximo al lugar de su nacimiento, con su familia integrada por: Francisco (Marcelo Subiotto) esposo, abogado, y representante de Clara, sus hijos Violeta (Violeta Postolski), en su etapa adolescente), y Lisandro (Oliverio Acosta), lo que significa su reencuentra con viejos conocidos, entre ellos un antiguo novio, actualmente carnicero. Ariel (Diego Cremonesi) y su hermano cura, Carlos (Matías Scarvaci), todo lo cual significará un replanteo de su vida, de sí misma, lo que parece inevitable. Clara se muda, pero no sabemos si es para llevar una vida más tranquila para ella, para el desarrollo de su profesión, o algo más. Allí se reencuentra con antiguos conocidos y eso la lleva a conectarse con una nueva vida, más sencilla, y conectarse con una comunidad en la cual ella y sus hijos se sienten mejor. Es una película que se toma sus tiempos, ojo, no quiere decir que sea lenta y aburra, todo lo contrario, es una historia que cierra perfectamente en todos sus aspectos, lo que nos habla de un buen guion y una realización en la cual Natalia bSmirnoff sale airosa como directora de actores, todos con un muy buen nivel, parejo y bien logrado, con lucimiento personal de Paola Barrientos, bien contenida, plagada de gestos sutiles, logrando una interpretación excelente. “La afinadora de árboles” es una mirada femenina, poética, natural, y profunda, que se hace grande en los detalles, que su responsable acentúa cuando pone la cámara al servicio de los personajes siguiéndolos de cerca, logrando que el espectador se sienta parte e involucrado en lo que está viendo, difícil para el público en general, pero no para aquellos ávidos de propuestas diferentes
Con dirección y guion de Natalia Smirnoff, se estrena La afinadora de árboles, una película argentina donde a la cabeza del reparto tenemos a la actriz Paola Barrientos. La historia trata sobre Clara Mains, una mujer casada, con dos hijos. Una famosa escritora e ilustradora argentina de cuentos infantiles, la cual ha sido premiada en México por sus últimos trabajos. La cámara muestra a una mujer agotada – ella aduce que la fatiga se debe a tanta exposición en los últimos tiempos por las entrevistas que ha tenido que dar a diferentes medios de prensa. Siente la presión, porque no le queda mucho tiempo, pero tiene el compromiso profesional de presentarse en el certamen de Bolonia con un nuevo libro, y es muy importante que gane por ser uno de los certámenes más prestigiosos en materia de ilustración. Inicia la película cuando Clara regresa con su marido y sus hijos a una hermosa cabaña, en una zona tranquila, por Ingeniero Maschwitz. Es muy interesante cómo la cámara es testigo de esta mujer, donde todo aparenta estar bien, pero Barrientos le ha dado a la protagonista un carácter enigmático, donde estamos esperando que esa mujer estalle en cualquier momento, porque a pesar de tener todo lo material, se percibe que le pasan cosas. Lo maravilloso que tiene el film es cómo esa mujer se va reencontrando con su pasado y lo va adecuando a su presente; se reencuentra con su primer novio, con la parroquia y vuelve a tomar contacto con los chicos, yendo ayudar al comedor, donde recupera su sensibilidad, porque comparte momentos con chicos reales. Despierta del letargo y siente que escribir e ilustrar cuentos para niños deja de ser una exigencia editorial para reencontrarse con el dibujo. Y a su vez, los chicos de la parroquia compartirán con ella la creatividad natural de un niño. Ese quiebre que le permite volver a crear, a reencontrarse con su sensibilidad, disfrutar de momentos con sus hijos, atenta a sus necesidades, con una hija pre adolescente y el hermano de diez años, adaptándose. El desafío diario y una relación marital que también quedará bajo la lupa. En esta película acompañan a la actriz protagonista, los actores Marcelo Subiotto y Diego Cremonesi. Todo el elenco ha sabido darle el sentido que esta historia necesita tener y además, la dirección de Natalia Smirnoff es excelente. En ningún momento decae la trama – el espectador se siente parte de esta búsqueda, la de una mujer que se hace planteos y que bracea, a su manera, para salir a flote.
La afinadora de arboles de Natalia Smirnoff, que se estrenó hace unos días en Buenos Aires, tiene muchas en cosas en común con Rompecabezas, su ópera prima. Casi 10 años distan entre ambas, (entre ambas películas y entre ambas mujeres). Rompecabezas me siguen pareciendo una de las grandes películas del cine argentino de la segunda década del siglo. Muchas cosas pasaron para las mujeres en este tiempo, y aún cuando en el comentario que hicimos de la película que protagonizaba la estupenda María Onetto hablábamos de una preocupación de otros tiempos, en estos, de empoderamiento femenino Paola Barrientos (en bella actuación) ya no es la ama de casa que se somete a esa cotidianidad fatigosa de la que es difícil escapar, sino su Clara, es una mujer escritora-ilustradora exitosa de literatura infantil alrededor de la que gira el funcionamiento familiar. No es esa familia o ese hogar lo que ahoga a Clara sino su propio trabajo, repleto de obligaciones que no tiene ganas de enfrentar o de exigencias editoriales que no entiende y cortan su creatividad. Smirnoff, como la directora de sutilezas que es, hace de Clara una triunfadora a la que no le alcanza la cáscara hueca del éxito, sino como toda mujer de estos tiempos quiere siempre más. La vuelta al barrio y la historia de adolescente, fuera de la ciudad, implica a esta altura un esfuerzo de toda la familia pero un regreso a cosas prístinas, privadas, sencillas. También, igual que en Rompecabezas , Smirnoff descansa en una omnipresencia de su protagonista, haciendo suya una enunciación interna a través de la cual el espectador irá construyendo su propia opinión sobre Clara, esta mujer por momentos caprichosa y extremadamente cómoda que está más con ella misma que con los que lo rodean y que termina transformándose por una decisión más interna que externa. En esa decisión hay una nueva idea de arte, no el que se hace dentro de cuatro paredes y en solitario sino el que se hace en colectivo y con la gente. La afinadora de árboles es una película madura que asimila los tiempos que vivimos, que cumple con lo personal y lo social, y que no se desenfrena ni se colapsa, sino que elige la calma y la felicidad por encima de todo.
Paola Barrientos protagoniza la nueva película de Natalia Smirnoff. La afinadora de árboles es una comedia dramática sobre los sueños y qué queda luego de cumplirlos. Tras recibir el premio más importante a la literatura infantil, Clara (Paola Barrientos) decide mudarse con su familia al barrio de su infancia: un lugar tranquilo, alejado del caos de la ciudad, con la excusa de redescubrirse a sí misma y contactarse más con su trabajo. Allí se reencontrará con Ariel, su novio de la adolescencia, y Carlos, el hermano de éste. La protagonista comenzará a cuestionarse su actualidad, tanto en lo laboral como en lo emocional. La relación con su marido no parece estar en su mejor momento. Cada día se los ve más alejados y la mudanza parece haber acrecentado esta mala racha. A esto se le suma el encuentro de Carla con Ariel y Carlos, hecho que parece reabrir un capítulo en su vida que creía cerrado. La relación con sus hijos tampoco es de las mejores: su hijo no obedece nada de lo que le ordena y la comunicación con su hija es escasa. Su vínculo con la editorial tampoco atraviesa un buen momento. Pese a sus reconocimientos en materia laboral, todo parece estar en una especie de «cuerda floja» en su vida personal. Es así que Natalia Smirnoff nos introducirá en el viaje interno de la protagonista (cabe destacar que todo está contado desde su perspectiva). La cineasta nos planteará qué queda luego de cumplir el sueño de nuestras vidas, especialmente cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse. Carla no parece estar segura de qué es lo que realmente quiere y sus incertidumbres generan un clima de tensión e incomodidad que se hacen latentes desde un comienzo. Con un clima donde predomina la tensión y la incomodidad entre los personajes (cuestión realzada por el uso del sonido ambiente en todo momento), Smirnoff nos prepara para algo que nunca llega: la película finalmente nunca logra alcanzar el clímax. Si bien Clara logra concretar el recorrido para reencontrarse a sí misma y aquello que parecía haber perdido, la película deja sabor a poco. La afinadora de árboles resulta atrapante en un comienzo, pero se va desdibujando con el correr de los minutos. Mención aparte para la actuación de Paola Barrientos, quien no necesita palabras para expresar todo lo que le pasa por la cabeza a Carla.
La trama muestra a Clara (Paola Barrientos, “El peso de la ley”) madre, esposa y profesional que tiene un buen pasar económico, está casada hace 15 años con Francisco (Marcelo Subiotto, “Delfín”, “Familia sumergida”) un abogado que la quiere y la sigue. Pero a pesar de todo ella se siente incompleta, con cierto vacío en su interior y para poder escribir nuevos libros necesita volver a sus raíces, al lugar donde se crió. Conectándose con el pasado puede buscar en su interior y liberar un presente más creativo. La cámara recorre el paisaje, a cada uno de los personajes y en especial a la protagonista, tiene imágenes ilustrativas con una buena paleta de colores, se van creando climas, es intimista, hay miradas, silencios, pero tiene momentos taciturnos, apagados, monótonos y algunos espectadores tal vez puedan aburrirse.