Muchos suelen decir que los primeros minutos de una película son fundamentales para enganchar al espectador y lograr su atención. Es cierto. Pero muchos géneros suelen ser un cliché y para capturar requieren imaginación, frescura y originalidad. La Casa del fin de los tiempos es la opera prima del director venezolano Alejandro Hidalgo, tuvo una gran taquilla en su país de origen, fue la 6ta película más vista en su país en el 2013 y tuvo una buena recorrida en varios festivales, incluído el BARS 2014, en la cual ganó el el premio a Mejor Largometraje Iberoamericano y estará durante abril en el Festival fantástico de Bruselas. Debo decir que varios prejuicios abordaron mis pensamientos al introducirme en el inicio de las acciones, y no por carencia de dramatismo, sino por una escena con una resolución fantástica que generó dudas. Los primeros momentos de La casa del fin de los tiempos muestran una escena clave para el desarrollo de las acciones, como sospechamos, y luego se produce un flash-forward al presente, Dulce (Ruddy Rodríguez) vuelve a la casa con custodia, después de pasar varios años en la cárcel y empieza a revivir el hecho que la llevó a prisión. Una historia de una casa embrujada más, sí, pero no por ello poco original. A medida que transcurren las acciones la casa y la película saben atrapar al espectador, Dulce fue arrestada por el asesinato de su hijo Leopoldo (Rosmel Bustamante) y su marido Juan José (Gonzalo Cubero), y el film recrea los hechos sucedidos varios meses antes en la familia, incluido su otro hijo Rodrigo (Héctor Mercado). Entre el pasado y el presente va el film y la narración de los hechos empieza a mostrar una historia sobrenatural, que logra conmover y dar un giro interesante al narrar las acciones, un thriller que rompe con las expectativas que uno va intentando anticipar y siempre tiene una vuelta de tuerca más para ofrecer. Un guión excelente que sabe encontrar una explicación a un hecho complicado y muchas veces difícil de justificar, no sólo eso, se sostiene también por las actuaciones que logran la empatía de los espectadores. La frescura invade en todo momento y no solo por el guión, se trata de un film recomendable que logra involucrar al público con lo que ve. El desarrollo de las acciones va claramente de menor a mayor y, si bien el terror es su género, no gana por ese lado, sino por una historia bien fundamentada, a pesar de sus intrincadas vueltas y su desarrollo fantasioso que logra convencer y cautivar con lo difícil que a veces puede ser.
A la hora señalada Por tratarse de una ópera prima, La casa del fin de los tiempos -2015-, del director Alejandro Hidalgo construye un thriller sobrenatural con una ambiciosa historia detrás y ciertos elementos del terror gótico, que conjugados logran generar una interesante propuesta de género que busca evadir los clichés y en gran parte lo logra gracias a la solidez del guión. El principal escollo que deberá superar el espectador obedece a que la primera mitad del film se entronca con muchos otros títulos, que tienen por premisa elementos como: la casa embrujada, fantasmas, pasados tortuosos y vaivenes temporales que hacen del flash forward y el flashback sus principales armas de doble filo. Ese obstáculo genera en principio el odioso pero real juego de las comparaciones, y desde ese punto de vista el film de Alejandro Hidalgo no sale del todo bien parado. No obstante, es justo decirlo, el esmero en la puesta en escena y en el guión modifican rotundamente el panorama cuando se revela un mecanismo, producto de una vuelta de tuerca interesante, donde todo cobra sentido y las comparaciones desaparecen para que el film gane su propia personalidad y peso dramático. Podríamos decir entonces que de menos a más, esta ópera prima sorprende por sus niveles de complejidad narrativa, una vez transcurrida la monotonía de la primera media hora, aunque esa media hora del comienzo esté sembrada de indicios que luego encuentran un cauce en el promedio del largometraje y mucho más cuando se acerca la resolución de un espiral de situaciones truculentas, que saltan de un tiempo a otro. Además, con un elenco sólido que logra adaptarse a la propuesta sin demasiadas especulaciones ni caer en las solemnidades propias de la sobreactuación.
Casa vieja, puertas nuevas ¿Cine de género Latinoamericano, existe eso? Este y muchísimos otros prejuicios convertidos en malos clichés pesan sobre la cabeza de la gente que comprende las producciones de nuestra región –especialmente aquellas encuadradas dentro del Terror y la Fantasía- como obras de inferior calidad a las que ofrece, por ejemplo, la industria Hollywoodense. Afortunadamente los hechos superan al prejuicio. Tal es el caso de La casa del fin de los tiempos (2013) opera prima del venezolano Alejandro Hidalgo, que convirtió a esta película en la más taquillera de la historia del cine en su país, lo que también le valió un interesante recorrido por los festivales de género más importantes del mundo. Todo comienza en el año 1981, con Dulce (Ruddy Rodríguez) tirada en el piso junto a pedazos de un espejo roto y la cara cortada, con su marido muerto a su lado y su hijo desaparecido. La madre es acusada de doble asesinato y condenada a 30 años de prisión. En ese momento saltamos al año 2011, una anciana Dulce recibe el permiso de arresto domiciliario en su antigua casa. Claro que al volver al lugar, los antiguos fantasmas –tanto literales como simbólicos- comenzarán a resurgir y la madre intentará reconstruir las piezas de aquella noche fatídica. Desde lo narrativo el film de Hidalgo hace un muy buen trabajo, enlazando el pasado con el presente y dosificando al extremo los pedazos de información que entrega al espectador conforme avanza la trama. Rodriguez, una ex chica bond de la época de Licencia Para Matar (License To Kill, 1988), carga todo el peso dramático y sorprende como una madre que pierde todo y queda sin ningún motivo para vivir, hasta el momento… Si bien es presentada como una película de Terror, promediando el film nos damos cuenta que tenemos ante nosotros un film con ribetes fantásticos, uno que cerca del tercer acto comienza a mostrarnos cuestiones en un tono similar al de la española Los Cronocrímenes (2007) de Nacho Vigalondo, que juega con la posibilidad de múltiples planos de realidad. Estéticamente es posible que la producción sufra un poco a causa del bajo presupuesto, especialmente en su fotografía e iluminación. Pero a medida que la trama comienza a mostrar el verdadero rostro de la historia, dejamos atrás la pesadez de un primer acto algo falto de ritmo para meternos en un relato que sorprende por su valentía respecto de buscar algo que pocas veces encontramos en la cinematografía de la región.
La Casa del Fin de los Tiempos es la ópera prima del venezolano Alejandro Hidalgo y llega a las pantallas argentinas con más de dos años de demora, después de una recorrida por festivales de cine fantástico de todo el mundo, incluido el Buenos Aires Rojo Sangre donde fue premiada como mejor largometraje y mejor actuación en la competencia Iberoamericana. Mira mi rostro, escucha mi voz Dulce encuentra a su marido apuñalado apenas momentos antes de ver a su hijo desaparecer arrastrado a la oscuridad de un pasillo. Ella se sabe inocente pero sus huellas están en el cuchillo que mató al hombre y aunque nunca encontraron al niño sí pudieron hallar rastros de su sangre, por lo que pasa treinta años en la cárcel acusada de ambos crímenes. Cuando es enviada de regreso para completar su condena en prisión domiciliaria podrá comprobar que las presencias a las que acusa de su tragedia aún rondan la casa y alentada por el sacerdote del barrio intentará reconstruir los últimos días de su familia. Durante los primeros años que vivieron en esa misteriosa casa, nada fue extraño. Llevaban una vida pobre pero tranquila hasta una noche en que tanto ella como sus hijos oyen como alguien recorre los pasillos de la casa intentando entrar en las habitaciones, pero cuando finalmente se atreve a salir no encuentra a nadie. Sus hijos, en cambio, han visto más de lo que admiten pero continúan con su rutina sin adivinar la tragedia que se avecina. El trailer de La Casa del Fin de los Tiempos es un tanto engañoso al mostrar lo que parece ser una clásica película de fantasmas y sobresaltos, cuando en realidad es un poco más que eso. El suspenso y la tensión no se limita a las gastadas apariciones sorpresivas reforzadas con efectos sonoros que generen sobresalto, aunque existen y son quizás la parte menos interesante de la película. A diferencia del cine de terror estándar donde la historia suele ser irrelevante, los personajes de esta historia tienen profundidad y motivaciones para enfrentar su miedo que van más allá que la simple supervivencia. Están presentes esas oscuras escenas de tensión esperando que algo horrible suceda en cada esquina, pero gran parte de la historia sucede de día mientras en dos épocas diferentes, la joven Dulce y el sacerdote que visita a su versión anciana intentan descubrir los secretos de esa antigua casa de la que muchos años antes ya desapareció una familia sin dejar rastros. Si el punto más alto de La Casa del Fin de los Tiempos descansa en un sólido guión y más que correctas interpretaciones incluso de los niños, un punto que suele ser extremadamente difícil de lograr y donde muchas películas fallan, es en la imagen donde se hacen notar las limitaciones de presupuesto y técnica. Reconociendo que trabajar con niveles bajos de iluminación nunca es fácil, no se puede ignorar que hay velas que parecen reflectores, paredes que se ven de papel pintado y en el envejecimiento de Dulce suele notarse la peluca y el maquillaje, pero lo que llama la atención es que sólo sucede en algunas escenas mientras que en otras con una iluminación o una paleta de colores mas apropiada el efecto es mucho mejor. Da la impresión que fuera preparado pensando sólo en esas escenas nocturnas, sin posibilidad de corrección cuando el sol tiñe todo de amarillo. Conclusión La Casa del Fin de los Tiempos es una película interesante, pero no para esperar apariciones fantasmales y sobresaltos a cada minuto. El suspenso y el misterio está bien logrado, brindando sólo la información necesaria para mantener al público interesado sin revelar lo que está sucediendo hasta el momento indicado. Empieza un poco lenta, pero cuando las piezas del enigma comienzan a caer en su posición correcta todo lo que estuvo sucediendo en la primera hora de la película cobra sentido casi sin dejar cabos sueltos y aunque pueda llegar a volverse esperable el desenlace un rato antes de que ocurra, dan ganas de seguir viendo para saber cómo se llegará hasta ese lugar.
El venezolano Alejandro Hidalgo estrenó su ópera prima La Casa del Fin de los Tiempos. Y su primer intento como director y guionista ha rendido frutos ya que cuando llegó a los cines de su país natal, el film batió récords como la película venezolana más vista de la historia. Una sencilla sinopsis es la base para esta película de terror. Dulce es una mujer acusada de asesinar a su esposo y hacer desaparecer a su hijo, por lo que es condenada a treinta años de prisión. Ya anciana, la justicia le permite regresar a la casa donde sucedió la tragedia bajo arresto domiciliario. Pero la vivienda parece tener vida propia y seguirá aterrorizando a Dulce, quien dice ser inocente. Una importante protagonista es la misma casa que de por sí es tenebrosa, asfixiante y funciona como un buen ambiente para el desarrollo de la acción. Las actuaciones no son muy buenas, solo se destaca Ruddy Rodríguez como la sufriente Dulce aunque el maquillaje que le ponen para hacerla parecer vieja deja mucho que desear y termina distrayendo al espectador. Más allá de los sustos, el film es un drama familiar en el que están involucrados cada uno de los miembros de la familia: con flashbacks se puede observar la precaria vida diaria que llevaban en la casa, las discordias, los secretos y las tragedias. Cada escena juega un papel importante y es relevante para la historia central, desde los partidos de béisbol hasta los besos furtivos de los niños, demostrando el cuidado que Hidalgo le ha puesto a su guión. Aunque no sea una gran película, ni logre muchos momentos atemorizantes, La Casa del Fin de los Tiempos es un buen punto de partida para Hidalgo. Con esta película el venezolano ha demostrado originalidad al contar una historia interesante y distinta sin depender de baratos sobresaltos ni de vueltas de tuerca ilógicas. Resta esperar qué se trae entre manos este director que ya ha hecho historia en su Venezuela.
No hay nada como la familia unida El módico interés que genera la primera película venezolana de horror es exclusiva cortesía de la falta de miedo al ridículo de una historia que comienza a tomar giros inesperados y que coquetea no sólo con la ciencia-ficción sino también con el culebrón. Más allá del dato geográfico (la campaña publicitaria enfatiza con creces que se trata de la primera película de horror venezolana, y no existen razones para poner en duda esa afirmación), la ópera prima de Alejandro Hidalgo viene precedida de una importante cantidad de participaciones y premios en festivales internacionales especializados –del Fantasporto portugués a nuestro Buenos Aires Rojo Sangre– que no pueden explicarse por la simple curiosidad o simpatía por el lugar de origen. En su propio país, por otro lado, logró encaramarse en el sitial del film local más taquillero de la historia. La sospecha de que hay allí algo interesante, novedoso o, al menos, eficaz, se ve confirmada modestamente por la misma película, deudora en parte de la añeja tradición de las casas embrujadas y los terrores góticos, reelaborados con cierto ingenio a partir de un quiebre narrativo que la acerca más al terreno de la ciencia-ficción estilo Twilight Zone. La novedad y/o lo interesante del film, entonces, surge en gran medida de su carácter de pastiche y de la viveza a la hora de mezclar viejos y probados ingredientes en una cocción ligeramente dispar.La historia es la de un deceso y una desaparición a comienzos de los años ‘80, la muerte de un padre y el cuerpo nunca hallado de un hijo. Y la de una esposa y madre, quien es hallada culpable del probable doble crimen y condenada a la pena máxima de prisión. Que el estado venezolano no se haga cargo de ese inmueble a lo largo de tres décadas es uno de esos pequeños hoyos que la suspensión de la incredulidad debe ayudar a rellenar, pero lo cierto es que Dulce (la actriz y ex modelo Ruddy Rodríguez, muy conocida en su país, aquí convenientemente afeada y avejentada) regresa a esa casa de varios pisos y decenas de puertas y pasillos a enfrentarse nuevamente con los fantasmas del pasado y del presente, tanto los alegóricos como los literales. En los primeros treinta minutos, La casa del fin de los tiempos –en su fase presente y en los flashbacks que van revelando los detalles de la tragedia– acumula todos los golpes de efectos de imagen y sonido que puedan imaginarse, haciendo suponer lo peor. La llegada de un sacerdote del barrio que se interesa por la anciana y su historia de la noche a la mañana, parece otro de esos implantes de guión que nadie se responsabiliza en explicar, hasta que cerca del final...De a poco, a medida que algunos secretos salen a la superficie y la situación del matrimonio de Dulce se resquebraja a velocidad crucero –y sin llegar realmente a brillar en ningún momento–, la situación comienza a tornarse sobriamente atractiva. Ese interés es exclusiva cortesía de la falta de miedo al ridículo de una historia que comienza a tomar giros inesperados, no tanto de un concepto de puesta en escena que comprende el susto como remate de la construcción de microclimas muy cercanos al manual de instrucciones estándar. Con La casa del fin de los tiempos, el cine de terror latinoamericano continúa su derrotero de búsquedas, pequeños grandes logros y estrepitosas caídas. Expresión de deseo: el “latam-horror” sólo será verdaderamente libre el día que rompa definitivamente con las cadenas que lo atan a los clichés como un condenado a una maldición. O cuando logre crear con esos mismos grilletes otro objeto, distinto y reluciente.
Terror y teoría del tiempo, una casa, una maldición y el pasado se reúne con el presente. Una inteligente trama con todos los elementos de susto del género, no falta ni la tormenta que no permite irse ni las desapariciones
De Venezuela para el mundo Exito de taquilla en su país, se trata de un más que digno exponente del terror psicológico. La casa del fin de los tiempos viene precedida de un largo recorrido por festivales y muestras de cine de género, además de varios récords en su Venezuela natal: la primera película de suspenso y terror, la producción local más vista de la historia (cortó casi 625.000 tickets desde su lanzamiento, en junio de 2013) y uno de las primeras en trascender las fronteras estrenándose comercialmente en varios países, entre ellos la Argentina. La buena noticia es que detrás de todo eso también hay una buena película. Dirigido por Alejandro Hidalgo, el film comienza en 1981, cuando una apacible madre (Ruddy Rodríguez, de amplia experiencia en el ámbito televisivo venezolano) se descubre tirada en el piso junto a su marido asesinado y con su hijo desaparecido. Recibe treinta años de condena en la cárcel y, ni bien sale, vuelve al lugar del crimen, desatando así una ola de recuerdos y apariciones fantasmales que le servirá para reconstruir los detalles de aquella noche. La trama irá desandando los sucesos vividos por la familia alternando y entrecruzando temporalidades con coherencia y claridad. El film también muestra las tensiones entre los protagonistas (habrá un enfrentamiento entre hermanos, la relación amor/odio entre padre y madre), línea argumental que encuentra su principal filiación en los culebrones. Hidalgo tiene mano segura para que esa vertiente no empuje el relato a las redes del melodrama televisivo, convirtiendo a su ópera prima en un más que digno exponente de terror psicólogo.
First, the facts: La casa del fin de los tiempos, written and directed by Alejandro Hidalgo, is not only the first horror film produced in Venezuela, but also the most popular Latin American movie in 2013 — out of a total of 450 features. In Venezuela alone, it reached some 623.500 viewers in 41 weeks, it grossed more than US$45 million, and became the most seen movie in the country’s history — yes, even more than Sixth Sense, The Others, or The Conjuring. Now, despite these impressive facts and although you can clearly see that this is a film that was made with the best intentions, the result is far from accomplished. But don’t get me wrong: it’s not a total mess either. You could say it’s one of those films that have a good premise, a nice set up, and some surprising twists and turns. And yet when it comes to the general execution of its many parts, too many flaws surface. For starters, the horror doesn’t feel that horrific. Which is a must for a ghostly haunted house story. Consider the scenario: Dulce (Ruddy Rodríguez) is a married housewife with two kids, Leopoldo (Rosmel Bustamante) and Rodrigo (Héctor Mercado), who sees some apparitions in her dark, old house, which warn her that her children are about to be killed. She desperately tries to prevent the tragedy — and yet it happens: one of her sons is found dead, the other son is missing, and her husband, (Gonzalo Cubero) is found dead too. And then Dulce is imprisoned for crimes she didn’t commit. Thirty years later and under house arrest, she’s determined to find out the truth about the tragedy that has haunted her so much for so long. The first problem lies in the near total lack of an unsettling atmosphere. Yes, you have the usual tilted camera angles, the spots of bright lights and dark shadows, the distorted visual perspectives, the eerie sound effects, the ominous musical score, and so forth. But they don’t do the trick here. They just look too done-by-the-book, they don’t feel real, they don’t get you on a gut level — for that matter, they don’t strike a chord in an aesthetic level either. Think of a student film done with the best intentions and you’ll have a good idea of what La casa del fin de los tiempos looks like. The fact that the lead performance by Ruddy Rodríguez is almost always somewhat over the top is of not much help either — whereas the rest of the actors are quite inexpressive, so there you have an ill-fated combination. And to have the film’s plot be spelled out by the characters themselves isn’t exactly the best way to deal with cinematic narrative. On the other hand, it’s also true that by the time the film is over and you know what the whole mystery was all about, you can see the premise had good potential, even with a certain degree of originality. Once again: the general outline of the film is good, it works to a limited extent and it may prove rewarding for easygoing viewers. Surely the fact that Venezuela doesn’t have a tradition of horror cinema at all explains its popularity. And yet this haunted house is certainly no Amityville Horror. Production notes La casa del fin de los tiempos (Venezuela, 2013) Written, directed, and produced by Alejandro Hidalgo. With: : Ruddy Rodríguez, Rosmel Bustamante, Héctor Mercado, Gonzalo Cubero. Cinematography: Cezary Jaworski. Editing: Judilam Goncalvez, Miguel Ángel García, Alejandro Hidalgo. Running time: 97 min. @pablsuarez
Más situaciones raras que de auténtico terror Una mujer es acusada de matar a su familia. El hecho sucede en un prólogo que es todo menos contundente. La mujer, llamada Dulce, va presa, y a los 30 es merecedora de una especie de prisión domiciliaria. Ahí empieza el espanto, dado que le dicen que vuelva a la misma casa de los crímenes, dado que por lo menos ahí gozará de "agua y luz eléctrica". Es que los sabios en cuestiones de cine latinoamericano conocen el axioma acerca de que están las peliculas buenas, las películas malas, y las venezolanas. Lo que se aplica a este opus sobrenatural de Alejando Hidalgo, que empieza como una película de terror más bien convencional al menos si se aíslan sus elementos pintorescos- para luego derivar hacia zonas metafísicas más bien inenarrables, pero no por eso sin interés. Tal como indica el título, el asunto tiene que ver más con un "time slip" que con la tradicional historia de mansión embrujada, a pesar de que como en "House of Usher" según la versión de Roger Corman la protagonista asegura que la culpable de todo es la casa en cuestión. La explicación la empieza a esbozar un sacerdote católico que descubre que un inglés, para colmo masón, recorrió el mundo hasta encontrar un sitio específico donde construir una casa como la que da su nombre a esta película. El film no ofrece muchos auténticos momentos de terror, pero sí varias situaciones extrañas, sobre todo a partir de la mitad de la proyección.
Que Venezuela le regale al mundo una película de horror es toda una novedad, y que esa película tenga una calidad técnica formidable y esté a la altura de las grandes producciones del género es más sorprendente aún. La Casa del Fin de los Tiempos se estrenó en el 2013 en su país autoproclamándose como la primera película de horror venezolana. Claro que eso no lo podemos confirmar, seguramente algún pionero que no la pegó nunca se haya mandado alguna en Súper 8; de todos modos, seguramente sí sea la primera de horror en conseguir dinero estatal, en tener una producción importante y en estrenarse como se debe: en cines. Y la recepción del público fue muy buena, metió cincuenta mil espectadores en su primera semana y recibió elogios en todos los festivales por los que pasó; de hecho se llevó el premio a mejor película en el Screamfest de Los Ángeles y el premio a mejor película Iberoamericana en nuestro Rojo Sangre. Otra particularidad es su locación: la quinta Castillete, un caserón que perteneció a Pedro Estrada, director de seguridad nacional en los 50 y mano derecha del dictador Pérez Jiménez; una casa en la que se encontraron huesos humanos enterrados y posiblemente haya sido sede de torturas a militantes comunistas de aquella época. En la película no hay mención explícita a ese pasado de terrorismo de estado pero que trabaje con un tema como la repetición de la maldad como un eco infernal, la acerca más a la coherencia histórica que al negacionismo. Según contó parte del equipo a un medio venezolano, sintieron la mala vibra de la casa y su pasado oscuro desde el comienzo de la filmación y el miedo los hizo decidir que haya siempre al menos tres personas juntas trabajando en la locación; una medida tan eficiente en la seguridad personal como taparse la cabeza con las sábanas. La trama en la superficie es parecida a la de viejas glorias como The Amityville Horror y Burnt Offerings, donde la casa es objeto central y escenario de la pesadilla de una familia tradicional. Pero acá, su director y guionista Alejandro Hidalgo, además de representar el poder de la locura y de lo inexplicable, le imprime un dramatismo no tan común en el género transnacional; por suerte, a pesar de intentar racionalizar la trama a través de un drama familiar, no subestima lo sobrenatural y no cae en el abandono total de los elementos fantásticos. A Hidalgo todo el pasado fuerte de su país en telenovelas le dio inspiración y referencias para el dramón íntimo/ familiar (tengamos en cuenta también la elección de la “telenovelista” Ruddy Rodríguez como protagonista), pero sin embargo fue capaz de encontrar un punto de equilibrio con lo lúgubre y lo fantástico. Hay varios golpes de efecto bien ejecutados técnicamente, funcionales a la trama y no como meras demostraciones técnicas para goce irónico o estético del espectador (aclaremos que a veces funcionan bien aunque sean pequeñas escenas autónomas, y algunas películas se articulan alrededor de ellas y salen airosas como, por ejemplo, La Dama en el Agua); no hay acá un uso humorístico ni un exagerado horror autorreferencial, en este caso el director nunca avanza hacia al chascarrillo descompresor sino que imprime seriedad (por momentos solemnidad) a su historia de fantasmas y ecos del tiempo. Una puesta que se ajusta a los parámetros que Hidalgo buscaba (hay referencias a Los Otros, de Amenábar) y que a su vez tiene una impronta personal que la hace diferenciarse del género apátrida más perezoso.
Con bastantes pergaminos y premios bajo el brazo llega “La casa del fin de los tiempos”, la película de terror de origen venezolano que se estrena esta semana. Así son los avatares de la distribución mundial, porque más allá de la muestra anual del cine de ese país que se realiza aquí, el último antecedente proveniente de ese país fue la notable “Pelo malo” (2013), otrora candidata al Oscar en su momento. En la primera escena Dulce (Ruddy Rodríguez) despierta en el piso junto a algunos vidrios e iniciará, bastante asustada por cierto, un recorrido por el caserón donde vive para descubrir con horror a su marido asesinado y a su hijo “chupado” puertas adentro por una fuerza que desconocemos. Sabemos que la policía nunca cree en fantasmas, así que la señora se come treinta años en prisión, para volver luego de esa condena al mismo lugar en donde tuvo comienzo semejante pesadilla. El esquema narrativo de Alejandro Hidalgo es el de flashbacks que irán ampliando la información de lo sucedido en una serie de ellos, pese a que Dulce diga “la casa se lo llevó” en referencia a su hijo, cuyo cadáver nunca fue encontrado. Con una interesante dosis de suspenso apoyada en el manejo de travellings cerrados y el fuera de campo, la historia de fantasmas y entes misteriosos va transcurriendo por los carriles naturales del género, y hasta se podría hablar de un buen manejo de la dirección de actores que se escapan a los cánones declamatorios y gestualmente ampulosos de la televisión venezolana, cuestión que a este género no le queda para nada bien. También está claro que el dominio cultural de las películas de terror está en manos del cine norteamericano que, salvo por algunas excepciones, viene bastante mal en esta materia. “La casa del fin de los tiempos” sufre alguna contaminación de ese cine que abusa exageradamente de la banda sonora y de los “violinazos” para provocar el sobresalto, recurso que éste director no pareciera necesitar dada la pericia para generar climas desde los encuadres que mencionábamos al principio. Así y todo, estamos frente a una buena propuesta que decide deliberadamente entretener antes que funcionar como metáfora para la lectura de los turbulentos tiempos políticos que se viven por allí, cosa que el espectador agradecerá, pues en este caso, la historia se cuenta y termina cerrando una producción entretenida y bien contada.
El caso de "La casa del fin de los tiempos"(Venezuela, 2013), ópera prima de Alejandro Hidalgo, es un ejemplo que cuando se quiere plasmar una historia, a pesar de las limitaciones presupuestarias y de realización, y, principalmente, cuando se tiene en claro qué se quiere contar, todo es posible. Años estuvo Hidalgo para poder conseguir la financiación de "La casa...", siendo el motivo principal la inexistente producción de género en Venezuela y la reticencia de los pocos productores cinematográficos de avalar su proyecto. Cuando finalmente tuvo el presupuesto debió acotar su historia, porque el primer guión era muy ambicioso ya que juega entre dos tiempos narrativos diferentes, pasado y presente de una mujer que no sabe realmente qué le pasa. Dulce (Ruddy Rodriguez), la protagonista, es una condenada a vivir amenazada por los propios fantasmas que la muerte de su marido y su hijo le generan a diario, ya que nunca pudo cerrar del todo los hechos que otros le han comentado. En el arranque Dulce aparece en escena luego de un asesinato. En el piso, ensangrentada, cobra conocimiento y reconoce a su familia muerta a su lado. Años después, anciana, regresa a la casa del crimen, beneficiada por la posibilidad de continuar su condena allí, y será esa misma casona la que nuevamente le dicte sentencia. Y en ese regreso a la inmensa casa, llena de sombras y de misterios, y de recovecos que ni siquiera ella sabía que existían, Dulce deberá enfrentar sus propios miedos, aquellos que Hidalgo, con habilidad y sutileza, terminará por entremezclar con una trama que evoca momentos oscuros de la historia de Venezuela. "La casa del fin de los tiempos" juega con el terror, pero termina enmarcándose en el realismo mágico como posibilidad expresiva para poder profundizar en la historia de una mujer que de un momento para otro vio cómo su historia cambió sin comprender correctamente por qué fue que eso pasó. Así, en la búsqueda del sobresalto como efecto narrativo, o en la utilización de una banda sonora estridente que potencia las escenas de ensoñación y misterio, Hidalgo reafirma su necesidad expresiva y la supera, apoyándose en una correcta interpretación de Rodriguez, que acepta el desafío y se entrega de lleno al personaje. Hace un tiempo tuve la posibilidad de dialogar con Hidalgo, y en esa entrevista me comentaba su idea de no circunscribirse a un solo género, será por eso que "La casa del fin de los tiempos" no sólo puede verse como un filme de terror, sino que además puede disfrutarse como una una película de suspenso, un filme sobre el drama de una familia, y también sobre cómo la historia pesará en el relato, algo que se revela en un momento clave de la película, y que va generando ciertas repeticiones que permiten que la narración avance y supere cualquier laguna u olvido de este director novel.
Con algo de retraso llega a nuestra cartelera este film de género fantástico del ópera primista Alejandro Hidalgo; y no son pocos los elementos para destacar. Si de por sí es extraño que llegue a la cartelera mundial un producto de la filmografía venezolana, más aún lo es que sea un film de género, y grata es la sorpresa al enterarnos que se trató de un taquillazo en su país, y recorrió varios festivales acumulando una parva de premios (Incluido el BARS a Mejor Film Iberoamericano) . La conclusión es rápida, es gratificante ver el crecimiento del cine fantástico en la región latinoamericana. La protagonista indiscutida es Dulce (Ruddy Rodriguez, ex chica Bond en Su Nombres es Peligro) una mujer que en 1981 es condenada a treinta años de prisión luego de aparecer en el piso, ensangrentada, con un espejo roto, su marido muerto y uno de sus hijos desaparecido. Transcurren esos treinta años y Dulce, ya anciana logra la prisión domiciliaria regresando al hogar donde todo ocurrió. Si dos más dos son cuatro, no hay que ser muy lúcidos para adivinar que los ecos del pasado comenzaran a hacerse presentes, y que nada será lo que parecía en un inicio. La mayor virtud de Hidalgo es el manejo de los diferentes planos temporales, a lo largo de hora cuarenta minutos, La Casa... fluctuará más de una vez, pero nunca resulta confusa, jamás se le pierde el hilo. Esos cambios permanentes, entre el pasado y el presente, los giros argumentales constantes, también se sentirán en el tono y el ritmo del relato. Lo que en un principio se avecina como una de terror con pinceladas de suspenso, pronto irá virando al misterio, a las resoluciones fantásticas, nunca abandonando cierto halo de tensión. De cocción lenta, la historia no se deglute desde el primer momento, va in crescendo, con los datos apropiados y un ritmo que más de una vez puede parecer lento o estancado para luego retomar con fuerza. De este modo, el director se despega del típico film de casas embrujadas y fantasmas (que sí, en el fondo es eso) entregando una carga dramática similar a films como El Orfanato, en medio de una línea argumental que conjuga varios elementos dispares todos bien resueltos. Si el film se reciente en algo es en cierta precariedad técnica, propia de provenir de una filmografía no muy fructífera, aún menos en lo que a cine de género se trata. Una fotografía algo oscura, algunos problemas altisonantes de sonido, nada que una mano correcta como la de Hidalgo y su equipo no pueda “tapar” en base a oficio y sentido de las propias limitaciones. La Casa del Fin de los Tiempos no es un film ambicioso, y quizás sea su mejor arma. Crea un gran clima, permite el lucimiento de protagonista, y viaja por diferentes estilos sin perderse en el camino. Para una ópera prima, proveniente de un país y una región naciente en cine de género, y con elementos acotados, es más que suficiente para llenarnos el pecho de orgullo.
Buscar la verdad (y una mirada propia) El cine latinoamericano sigue buscando su propio camino dentro del género de terror y hay varios realizadores conscientes de que una alternativa no es buscar la originalidad absoluta sino nutrirse de elementos de creaciones previas para ir construyendo algo propio. Uno de ellos es el venezolano Alejandro Hidalgo, quien con La casa del fin de los tiempos fusiona tópicos y formas ya conocidos para entregar un film que se evidencia como un punto de partida para algo que debe seguir completándose a futuro. Desde un principio, se nota que La casa del fin de los tiempos tiene limitaciones de presupuesto y logística, pero busca compensarlas en base a sus ambiciones, sabiendo a la vez cuáles son sus límites. A partir de ahí, va hilvanando la historia de Dulce, una mujer que en 1981 es protagonista de una tragedia y enviada a prisión, acusada erróneamente de haber matado a su marido y sus hijos. Treinta años después, regresa para cumplir arresto domiciliario a la misma casa donde ocurrieron los hechos, tratando de desentrañar el misterio sobre lo que sucedió, aunque en el medio deberá enfrentarse a una serie de terroríficas apariciones. Hidalgo, ya desde la secuencia inicial -que arranca in media res, en el medio de la acción, obligando al espectador a acomodarse a la sucesión de hechos-, aprovecha el espacio claustrofóbico y cerrado de la casa donde transcurren la mayoría de los eventos, mediante planos cerrados y un seguimiento casi obsesivo de los movimientos de los personajes, para ir trazando un film por momentos agobiante en sus climas, donde el fuera de campo pasa a ser un personaje más. Aunque claro, lo que importa más que nada es el camino emprendido de Dulce, el de una madre y esposa que busca la verdad sobre lo que le pasó a su familia, sobre ese lugar que debía ser un hogar, pero que terminó siendo una trampa. De ahí que poco a poco La casa del fin de los tiempos vaya progresando hasta derivar en un drama personal y familiar, donde también intervienen conceptos puestos en duda y debate, y a la vez complementándose, como la fe religiosa, la mirada racional de la ciencia, lo maternal y lo espiritual. En eso se nota que Hidalgo ha mirado el cine de referentes actuales como Guillermo del Toro y Alejandro Amenábar en cómo piensa y analiza lo fantasmal, pero que también sigue los preceptos de realizadores emblemáticos como Alfred Hitchcock, William Friedkin y Stanley Kubrick en lo que se refiere a la creación progresiva de climas, la narración pausada y hasta la contemplación de lo femenino. Pero el objetivo no deja de ser el crear un relato que pueda desarrollarse por sí mismo, que no sea un mero conjunto de citas y guiños. Y aunque La casa del fin de los tiempos entre en unos cuantos pozos narrativos -particularmente cuando deriva su trama hacia otros espacios por fuera de la residencia del título-, no llegue a desarrollar sus diversos temas con la misma fluidez y padezca de una banda sonora que remarca en exceso determinados hechos, se nota detrás a un realizador preocupado por crear personajes atractivos y por interpelar a un espectador que privilegie lo climático y atmosférico. Todavía Hidalgo tiene un largo camino por recorrer rumbo a lo que podría ser una gran película, pero este inicio lo muestra con una potencialidad más que interesante.
Otro ejemplo de terror latino Aunque el cine latinoamericano pareció durante décadas restringido al cine de denuncia social o el drama, el siglo XXI ha encontrado que varios países del continente se le han animado cada vez al cine de género. México, Chile, Brasil, Colombia y Uruguay han dado exponentes del cine de terror dignos de atención. En Argentina, por ejemplo, el género ha tenido en estos quince años casi más películas que en los cien previos. Sin duda el cambio generacional tiene que ver con eso, pero también con que los medios de producción y consumo del cine han cambiado. La casa del fin de los tiempos es un film de terror proveniente de Venezuela. Esta película de gran éxito comercial en su país cuenta la historia de una mujer que pena treinta años de condena al ser acusada de asesinar a su esposo y su hijo. Cuando la mujer, anciana, vuelve a la casa a cumplir arresto domiciliario, las piezas incompletas del rompecabezas empezarán a cobrar sentido, a la vez que empezamos a entender que en la casa hay algo mucho que va mucho más allá del crimen que desató el drama inicial. El film no es tímido y se arriesga en todos los sentidos, aun cuando no siempre alcance sus ambiciosas metas. Tal vez al género todavía le falta un poco para crear obras maestras, aunque este año Argentina sorprendió con la muy buena Resurrección, una verdadera joya del terror gótico. La casa del fin de los tiempos adolece de las limitaciones que se han visto en otros títulos latinoamericanos de terror y sería caer en un paternalismo innecesario e imprudente pasar por alto esas limitaciones. Todavía hoy el ritmo de los relatos no logra tener la tensión necesaria para el cine de terror, aunque cuando sí se ha mejorado mucho en la creación de climas. La música, el sonido, la fotografía, todo tiene calidad y sin duda eso suma, pero las actuaciones y la puesta en escena en general aun no logran la fluidez necesaria para que el espectador se meta por completo dentro de la historia. La casa del fin de los tiempos proporciona buenos momentos y algunos sustos genuinos. Peca de cierto exceso en los golpes de efecto sonoros, pero nada que no practiquen otros films en todo el mundo. Para el amante del cine de terror que ve con atención el crecimiento del género en el continente, sin duda tendrá elementos de interés extra. Mientras tanto aconsejo al lector que empiece a explorar el tema, ya que la multiplicación de películas de horror parece anuncia que el género ha llegado para
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Una casa antigua, una maldición, una profecía. Una madre con sus dos hijos y su esposo. Una tragedia familiar, un crimen violento. Hechos inexplicables y un misterio por resolver… Estas breves líneas podrían darnos una idea de que va este film venezolano que llega a las salas de cine comercial esta semana pero en realidad es mucho más que eso. Comienza como un relato policial: una noche, Dulce despierta tirada en el suelo con una herida en la mejilla y un trozo de espejo roto a su lado, sin saber que sucedió, confundida y asustada va recorriendo la vieja casa hasta encontrar a su esposo Juan José muerto de un cuchillazo y ver como a su hijo Leopoldo se lo llevan hacia un sótano que esta vacío. Por haberse encontrado sus huellas en el arma homicida, por haber sangre del niño por todo el lugar y por ser la única persona en la casa, Dulce es considerada culpable de ambos crímenes y condenada a la pena máxima de prisión. Treinta años después, en noviembre de 2011 Dulce convertida en una anciana regresa a su casa debido al privilegio otorgado por la ley a personas de su edad, pero sin posibilidad de salir de allí y con dos oficiales de policía afuera vigilando la entrada. Ese mismo día un joven sacerdote visita a Dulce convencido de su inocencia para pedirle que le diga quien fue el culpable de tan terribles crímenes, a lo cual ella responde: fue la casa! Dulce entonces comienza a relatar lo sucedido treinta años atrás, pero el sacerdote intrigado por semejante afirmación y preocupado por la salud mental de la señora decide investigar el origen de la misteriosa casona. A partir de acá el film va a ir y venir entre el presente y el pasado mediante flashbacks, pero a la vez se verán extrañas coincidencias entre ambos tiempos, aterradoras apariciones, mensajes del más allá, y una inquietante profecía, formando un cóctel de elementos que provocarán más de un sobresalto al espectador a lo largo de una película plagada de giros, con muy buen suspenso y algunos toques de terror oportunos sin sangre y sin quedarse en la mera intensión de asustar, para desembocar en un final inesperado. Otro punto a favor es que como se trata de una historia muy humana no le falta el toque dramático y el impacto emocional, ya que hay un matrimonio en crisis y un fuerte lazo entre la madre y sus hijos. Se trata de un relato bien construído desde el guión escrito por su director Alejandro Hidalgo, siendo esta su ópera prima, cuya producción también estuvo a su cargo y a pesar de ser un film de bajo presupuesto se nota que cada peso fue bien invertido. A eso se suma la banda sonora compuesta por Yoncarlos Medina, el excelente trabajo de maquillaje de Alex Mathews, quien había trabajado en los efectos visuales en “El secreto de sus Ojos” de Juan José Campanella; en “La casa del fin los tiempos” fue el encargado de convertir en una anciana a Rudy Rodriguez quien personifica a Dulce y se destaca por su actuación sólida y convincente al transmitir dolor, alegría, ternura, ira y miedo. También se destacan los dos niños: Rosmel Bustamante y Héctor Mercado en los papeles de Leopoldo y Rodrigo respectivamente, los hijos de Dulce y Juan José, quienes tienen un magnífico desempeño en la pantalla a pesar de su corta edad. Y cabe destacar otro elemento que juega un rol fundamental en esta historia: la casa, que en la realidad está emplazada en la ciudad de Caracas, en ese espacio físico transcurre la mayor parte de la película siendo casi un personaje más. Es muy antigua y se dice que está maldita, que tiene voluntad propia y encierra un extraño misterio… uno que el espectador deberá develar.
Terror latino de alta calidad El cineasta Alejandro Hidalgo ofrece en La casa del fin de los tiempos un interesante cuento en capas. Alejandro Hidalgo es un joven cineasta venezolano, que debutó en largometraje con La casa del fin de los tiempos, un libro de propia autoría y el primero de terror realizado en su país. En 1981, Dulce, una madre de familia que habita en una casa tan señorial como derruida, es condenada a prisión perpetua por el homicidio de su marido Juan José, y del mayor de sus hijos, Leopoldo. El hecho sucede durante el duelo por la muerte de Rodrigo, su hijo menor. Treinta años más tarde, cuando es beneficiada por la prisión domiciliaria, ella sigue sosteniendo su inocencia y la presencia de extraños que acechan en las habitaciones. La película fue estrenada en junio de 2013 con más de 623.500 mil espectadores y una recaudación que supera los 4.5 millones de dólares. La sexta más taquillera de ese año y más vista de todos los tiempos -ambas en su país de origen-, fue premiada en algunos de los festivales de cine fantástico más reconocidos, como el de en Buenos Aires, Los Ángeles, Puebla y Mérida. Tanto fue el interés que despertó, que fue vendida a unos 30 países y que próximamente tendrá una versión hollywoodense, bajo las órdenes del mismo director. No es para menos, dado que Hidalgo se reveló como un excelente narrador de cuentos de suspenso, a partir de un suceso que transcurre en un espacio fragmentado en distintos tiempos. Desde el prólogo previo a los títulos iniciales, el escritor introduce a su receptor en un mundo en suspenso que lo mantiene expectante, ante un cuento construido en capas superpuestas que sólo en conjunto y sobre el final le dan un sentido total. La labor actoral es destacable, en especial las de la Ruddy Rodríguez y la del niño Rosmel Bustamante, como Leopoldo.