Escrita y dirigida por Fabián Forte, La Corporación resulta una interesante y original película que se debate entre el drama y el thriller (con algunos toques de cine fantástico) para hablar sobre el estado de las relaciones humanas en el mundo actual. La vida soñada Felipe Mentor tiene la vida perfecta. Es un exitoso hombre de negocios, dueño de una empresa en ascenso y casado con Luz, el amor de su vida y varios años menos que el, quien le brinda permanente cariño y le cumple todas sus fantasías. Pero hay algo extraño detrás de todo esto. Cuando Felipe decide que quiere tener un hijo con ella, aparece en escena La Corporación. La empresa se encarga de volver realidad los deseos de la gente (entre ellos la vida perfecta que lleva Felipe). Pero tener una familia con Luz no forma parte del contrato que firmó, y lejos de aceptarlo, esto hará que viejos sentimientos salgan a flote y al mismo tiempo le traerá problemas con esta corporación dueña de su vida perfecta. Una historia bien pensada 1La Corporación es un extraño ejemplar en panorama del cine nacional. Si bien por un lado hay un minucioso estudio de personajes que se desenvuelve primero como un drama y luego entrando en el terreno del thriller, es el contexto fantástico en el que se desarrolla hace del film una propuesta original y a la vez intrigante. Fabián Forte lleva la película con maestría. Maneja perfectamente los tiempos y deja que la cinta evolucione entre género y género de manera muy orgánica, algo que no suele ocurrir en propuestas de este estilo. Aunque el tema está tratado con la mayor seriedad, hay lugar para el humor en pequeñas cuotas y, sobre todo, para la sátira. Al fin y al cabo, La Corporación es casi un estudio crítico sobre las relaciones actuales. Donde la mayoría de nuestras charlas pasan por mensajes de texto y las amistades se cuentan por usuarios en Facebook. La vida que lleva Felipe Mentor no es más que un fiel reflejo de esto, o mejor dicho el resultado. Ya casi no tiene contacto con sus amigos, quienes lentamente dejaron de llamarlo por teléfono, y su fuerte carácter hace que incluso sus empleados no quieran tratar con él. Todas las mañanas Felipe escribe un guión con lo que quiere que su mujer haga o diga una vez que llega a la casa después del trabajo, sin tener que lidiar con peleas o problemas domésticos. Todo esto crea un microcosmos de perfección a su alrededor que lentamente comenzará a desmoronarse y sacará lo peor de su persona. 7Felipe Mentor está interpretado por Osmar Nuñez, quien entrega sin lugar a dudas una de las mejores y más minuciosas actuaciones de los últimos años. Nuñez crea un personaje lleno de matices y sentimientos, con detalles que van más allá de lo que se ve en pantalla. El resto del elenco también hace un gran trabajo dándole vida a esta complicada historia. El guión incluso le da lugar a Moro Anghileri, Karina K, Sergio Boris, Pochi Ducasse y Jorge D’Elía para lucirse. También hay pequeñas grandes participaciones de gente como Juan Palomino y Federico Luppi que no hacen más que sumarle elogios a la ya gran calidad actoral que tiene el film. Conclusión La Corporación es una película que parte de una idea original (en todos los sentidos) para terminar contando una historia actual de gran relevancia. De la mano de un guión inteligente que se pasea por varios géneros de manera efectiva y fantásticas actuaciones de todo su elenco (resaltando la de Osmar Nuñez), el film resulta una interesante propuesta que los seguidores del cine nacional sabrán apreciar, y a la cual sus negadores deberían darle una oportunidad. - See more at: http://altapeli.com/review-la-corporacion/#sthash.GBTu0jxe.dpuf
Vidas de plástico ¿Qué tan lejos nos encontramos del presente oscuro que atraviesa el universo de La corporación?, el nuevo opus del realizador Fabián Forte (Mala carne, 2003) que ya fuera presentado oficialmente en el 27 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La respuesta contempla dos partes porque por un lado la premisa que presupone que el dinero puede comprarlo todo en un mundo ordenado bajo las leyes del capitalismo salvaje y el individualismo a ultranza encajan perfectas en el planteo rector, donde están expuestas sutilmente las aristas negativas que construyen una faceta interesante del protagonista (buena interpretación de Osmar Nuñez), un empresario metódico, seco y pulcro, quien contrata los servicios onerosos de una corporación para así satisfacer todas sus necesidades y deseos, entre los cuales se encuentra la compañía de una misteriosa y sensual mujer (la fotogénica Moro Anghileri) con quien convive bajo el rol de esposa, ama de casa, amante, objeto de deseo y varios etcéteras. Pero por otro lado -y este es el costado singular del film- también se desprenden los conflictos internos causados por la imposibilidad de obtener todo lo que se desea –tener un hijo con ella por ejemplo- cuando se es víctima de un entorno de apariencias y artificio autoconsciente para combatir la tristeza de la soledad. Estos tópicos, a primera vista separados, se conjugan y amalgaman porque la trama, que adopta diversas texturas en función a una mezcla muy interesante de géneros como la comedia, el drama, el thriller y elementos de la ciencia ficción, se encarga de desarrollarlos equilibradamente respetando siempre el punto de vista del personaje, quien además opera como guionista de su propia vida al escribirle a su mujer rentada diálogos completos como si se tratara de una película centrada en una historia de amor devenida triángulo amoroso para culminar en thriller psicológico. En otro orden y ya entrando en el terreno conceptual resulta más que atractivo el artificio de la puesta en escena que expone precisamente ese grado de apariencia constante dado que todo lo que se ve en escena es producto de una construcción previa, cambiante y adaptable que se adosa a la realidad y muestra sus diferentes capas. No puede dejar de relacionarse para quien esté familiarizado con lecturas de ciencia ficción –Fabián Forte ha declarado en varias ocasiones su afición por Ray Bradbury, entre otros escritores- la idea central de este mundo artificioso y confeccionado a medida que por su propia inconsistencia, falsedad, estalla o colapsa en el peor de los sentidos, pero tampoco, y ya desde lo cinematográfico, se puede obviar por ejemplo el film de David Fincher Al filo de la muerte (1997) o la serie televisiva -y no muy conocida- Dollhouse (2009-2010) sin dejar por supuesto de mencionar Las mujeres perfectas (2004) protagonizada por Nicole Kidman. De estas referencias tanto literarias como cinematográficas el puente intertextual con La corporación resulta más que adecuado porque todas ellas de cierta forma anteponen la dialéctica del automatismo frente al impredecible comportamiento humano y mucho más si se trata de relaciones amorosas en conflicto, algo que ya el propio Forte en su largometraje Celo (2008) exploraba y también desde un relato de obsesión como el que configura este sugestivo y más que bienvenido film argentino, que sabe dosificar el suspenso, habilitar el drama sin forzar situaciones y sobre todas las cosas unir elementos que en apariencia parecen incompatibles pero que con inteligencia y una sensibilidad acorde calzan maravillosamente
Apariencias que engañan En competencia argentina en el 27 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, La Corporación (2012) de Fabián Forte presenta un guión ingenioso, acerca de la relación de consumo adquirida por la clase alta con los sentimientos, pero no a través del drama sino de un atractivo thriller fantástico. Felipe (Osmar Núñez) es un empresario obsesivo y meticuloso tanto en su vida profesional como privada. El tipo cuida su apariencia con un nivel de perfección extremo. Su mujer (Moro Anghileri) tiene que repetir textos que él anhela escuchar de boca de ella. Tal individualismo llevado al límite, plantea la existencia de una “corporación” encargada de brindarle a las clases sociales altas, el “servicio” de relaciones sentimentales perfectas. Pero llegará un punto en el que Felipe no pueda controlar sus impulsos y querrá atravesar esa relación de apariencias que mantiene con su esposa, metiéndose en más de un problema. Forte construye un film cuya trama funciona de metáfora: la aparente felicidad de la clase alta digitada por una compañía. Una idea magistralmente representada por un guión fantástico que funciona a la perfección. La parte ficticia (la empresa que concede deseos por contrato) genera la reflexión acerca de las consecuencias de lo deseado, y a quien sometemos con nuestros anhelos. Un tema interesante muy bien planteado por la película. Para que el cine trasmita una idea, primero tiene que estar bien realizado, pensado y desarrollado. Y La Corporación es uno de ésos casos. De impecable factura técnica, en donde entra el diseño de cámara, sonido, fotografía, escenografía, y también las actuaciones: Osmar Núñez da a la perfección con ese hombre insensiblemente obsesivo de apariencia exitosa aunque depresivo e infeliz que representa. Sus gestos son medidos y su expresión va mutando con el transcurso de la trama. Y si de representación hablamos, la película también aporta un juego al respecto. Si un film es en sí mismo una representación de la realidad, La Corporación temática y formalmente expone dicha apariencia al representar sobre el escenario de un teatro la puesta en escena de la vida cotidiana del empresario para que él –consumidor- adquiera o deseche una esposa más adecuada a sus gustos. Del mismo modo, en el espacio cotidiano de su hogar, se representa la vida feliz que el cliente contrató y guionó para que su mujer reproduzca. Una película conceptualmente sugestiva en su crítica profunda a las formas de manipulación social de las que todos, de una u otra, formamos parte.
La vida feliz Un mundo seguro y placentero se puede desmoronar en cuestión de segundos en esta película nacional de Fabián Forte (Malditos Sean!) que muestra dos realidades contrapuestas y peligrosas. La vida le sonríe a Felipe Mentor (Osmar Nuñez), un empresario exitoso, casado con Luz (Moro Anghileri), una mujer más joven que él y capaz de cumplir sus sueños y fantasías. Pero no todo es color de rosa, porque Felipe firma un oscuro contrato con una firma que le posibilita su bienestar, pero que también le mostrará el lado opuesto de la moneda en una suerte de "realidad paralela comprada". La corporación se desarrolla de manera lenta pero efectiva en las situaciones que presenta, con buenas actuaciones y sólidos rubros técnicos. Un poco más de ritmo y suspenso no le hubiese venido mal. La temática que aborda resulta interesante a partir de los extraños personajes que acosan al protagonista y de la aparición de otra mujer que asegura ser Luz, una suerte de sustituta que parece salida de un programa de computadora. Un mundo donde las emociones quedan en segundo plano y lo esquemático es ejecutado a la perfección, como regla a seguir para mantener la felicidad aparente.
Escribir su propio guión… Alguna vez nos dijeron que hay cosas que el dinero no puede comprar. Se referían precisamente a que, además de los bienes materiales, hay otros que son inmateriales, todo aquello que el ser humano anhela en pos de una vida perfecta: amor, compañía, felicidad, hijos, etc., por sólo mencionar algunos ejemplos. Se puede decir que La Corporación de Fabián Forte explora la psiquis de un hombre que no está en sus cabales, planteando todas estas cuestiones antes mencionadas a partir de un relato basado en la superficialidad y los vínculos. Felipe Mentor (Osmar Núñez) es un empresario detallista y un poco obsesivo con gran parte de los aspectos de su vida. Si bien le gusta tener el control de absolutamente todo, de a poco irá descubriendo que su existencia no tiene el orden que él predica, en especial en lo referido a determinadas situaciones que “se le van de las manos” con su encantadora mujer Luz (Moro Anghilieri), quien presta sus servicios para cumplir los deseos de un marido exigente. En el relato encontraremos infinidad de conceptos que apuntan a la frivolidad. Justamente la palabra “servicio” está a la orden del día y tiene que ver con una gran y antigua corporación que le brinda a sus clientes variadas prestaciones para que puedan hacer realidad sus anhelos. Sólo hay un pequeño detalle: esos servicios se traducen en personas bien pagas cuya profesión es la de aparentar todo el tiempo para satisfacer a otros.
"La corporación", de Fabián Forte, y "De martes a martes", de Gustavo Triviño, responden a un cine de ficción fuertemente sostenido en las formulaciones del drama de suspenso, con eficacia narrativa y el atractivo de actores conocidos. La película de Forte, sobre un empresario con una vida artificial (como "The Truman Show" pero con aceptación del protagonista), aunque formalmente rasa, presenta un guión muy sólido y una vuelta de tuerca final nada complaciente. El molde es "Nueve reinas" (2000, Fabián Bielinsky), aunque aquí no es dinero lo que se busca sino compañía y afecto.
La chica de tus sueños El director de Mala carne, Celo y ¡Malditos sean! abandona aquí el género de terror y parte de un guión más que interesante (con múltiples ideas, derivaciones y alcances inquietantes), aunque el resultado final -sin ser decepcionante- no alcanza a explotar todas las posibilidades de esta historia que incursiona con suerte dispar en el drama romántico y familiar, el thriller financiero y hasta en algunos elementos que coquetean con el cine fantástico, el noir y la ciencia ficción. El protagonista del film es Felipe (Osmar Núñez, buen actor pero que probablemente no haya sido la mejor elección para el papel), un exitoso, despiadado y cínico empresario que contrata a una misteriosa corporación los servicios de Luz (la irresistible Moro Anghileri), una joven que convive con él y hace las veces de su esposa. Ella, en verdad, está casada con otro hombre (Sergio Boris) y el cliente no cumple con el contrato cuando la presiona con tener un hijo con ella. Allí arranca la faceta más tensa y enfermiza de un estudio sobre el poder, la dominación, la obsesión, el control, el deseo y la paternidad. Se trata de un buen film, sin dudas, con no pocos hallazgos (y el plus de participaciones especiales de intérpretes de la talla de Federico Luppi y Juan Palomino, entre otros), pero también deja la sensación de que daba para algo más. En Hollywood, con una propuesta así, se hacen un verdadero festín...
Cuando uno sale del cine tras ver “La corporación” (Argentina, 2012) se queda con una sensación extraña. Sin ser una obra maestra del género, Fabián Forte construye un discurso sobre las relaciones y los vínculos en el siglo XXI, sin eufemismos ni medias tintas, que atrapa desde el primer momento. Su planteo es el siguiente: en un futuro no tan lejano (¿o ya estamos en él?) hay una misteriosa CORPORACION que ofrece un sinfín de servicios dentro de los que se encuentra el de “simular” una vida posible, siempre y cuando uno posea el dinero para solventar tamaña empresa. Corriéndose del cine de terror por un instante, Forte profundiza sobre la condición humana y la negación de la realidad frente a la construcción ficcionalizada de las relaciones actuales. Hay un empresario exitoso llamado Felipe Mentor (un inmenso y equilibrado Osmar Nuñez) que increíblemente debe acudir a los servicios de la corporación para poder aparentar, principalmente en eventos sociales, algo que nunca pudo conseguir por sí solo: EL AMOR. Sin entrar en detalles, lo interesante de la propuesta de “La corporación” es su capacidad para crear climas opresivos que contrastan con los deseos reales de Mentor, es decir, de poder amar una vez en la vida y tener un hijo. Pero en esos deseos también se esconde otra cosa, la imposibilidad de seguir las reglas impuestas por la corporación, porque más allá de aceptar el contrato con una estricta normativa, el regocijo que le trae la previsibilidad de las acciones. Mentor es un ser manipulador y autoritario, exigente por demás y que evita el contacto directo y espontáneo con sus allegados. En la soledad de su vacua y efímera existencia además carga con el peso de acompañar a su madre tras un fatal accidente. Para ella también tiene planeado un destino a través de la corporación, tan o más oscuro que el de su propia existencia. El comprarse una vida no garantiza que eso permita la continuidad en el tiempo de la acción. El dinero compra todo, eso lo sabemos, pero en el caso de Mentor hay algo que no puede cristalizar. Por más dinero que tenga y contratos que lo avalen, su relación guionada con Luz/Clara (Moro Anghileri) avanza sólo en los diálogos que extrae de cursis películas románticas (todo lo contrario a él). “La corporación” funciona porque Forte puede crear la atmósfera propicia para la lúgubre historia de un ser despiadado que intenta comprar amor. Con primeros planos, una cuidada producción y escenarios naturales, todo apoya el discurso del advenimiento de un nuevo tipo de vínculo (pronto en “Her” de Spike Jonze, también veremos cómo trata el tema). Osmar Nuñez es el actor ideal para esta película. Adusto, estoico, reservado, en la dureza de los gestos con los que compone a Felipe es en donde está la integridad del filme. También poseen tanto Anghileri como Karina K (que interpreta a un ex amor de Mentor) grandes momentos en los que pueden desarrollar sus personajes. “La corporación” tiene la ventaja de explorar áreas en las que el cine argentino pocas veces ha trabajado. Para ir con el convencimiento de presenciar una puesta original en un tema interesante, el de manipular vidas a conciencia para conseguir un objetivo.
Sorpresas como La Corporación son menos frecuentes de lo que deberían en nuestra cartelera y menos aún en nuestro cine. Una película que parte de una idea simple de cine de género para ir más allá, tocar varias aristas y lograr un entramado complejo, y a su vez disfrutable. Su director y guionista Fabián Forte proviene de ese mundo que hace rato la viene peleando desde abajo en el cine de género argentino, su trabajo más conocido hasta la fecha es haber co-dirigido Malditos Sean, ese film episódico que en cierta manera marcó la llegada del terror clase B nacional al terreno del estreno comercial fuerte de modo independiente de las grandes empresas cinematográficas. Ahora Forte da otro paso más que importante en su carrera ampliando sus espectros, y lo hace para contar la historia de Felipe Mentor (el excelente Osmar Núñez) un hombre encerrado en la vida soñada. Todo es perfecto, si bien pareciera venir de orígenes humildes, hoy día es un empresario exitoso, está a punto de cerrar otro contrato millonario, y cuando llega a su casa lo espera Luz (Moro Angheleri en el mismo nivel sobresaliente de Núñez), su joven esposa modelo; una ama de casa abnegada pero que no descuida para nada el aspecto físico, de seducción, y de atención en todos los sentidos para con Felipe. Todo marcha sobre ruedas... o no ¿qué son esas señales que ve por la calle, esos hombres que parecen seguirlo, esos mensajes enigmáticos que recibe? El guión nos depara unas cuantas sorpresas ya desde poco iniciado el metraje, pero claro, acá no adelantaremos ninguna. La corporación maneja el humor negro, el suspenso, y un cierto clima cercano al terror; pero pese a lo que se podría suponer, nada hay de sobrenatural en ella, todo parece extrañamente posible por más disparatado que suene, y ese es su gran acierto. Con una fuerte crítica (no muy) enmascarada hacia el estilo de vida que la sociedad nos impone; La Corporación gana en personajes interesantes, con carnadura, en situaciones tan insólitas como atrapantes, y en una historia que nos va atrapando y de la que queremos saber más y más. En roles pequeños podremos encontrarnos a Sergio Boris, Juan Palomino y una participación antológica de Federico Luppi, todos más que correctos en lo suyo. Pero La Corporación es Núñez y Angheleri, otro sería el film sin ellos, entre ellos se teje un juego que se va convirtiendo en otra cosa, que muta hacia zonas inesperadas, y los dos intérpretes acompañan esos giros con variaciones complejas en sus tonos. La Corporación es del tipo de films que verdaderamente vienen a renovar nuestro cine, a entregarnos un aire nuevo, un fresco que nada tiene que envidiarle a producciones mucho mayores, aún extranjeras. Ideas tan gratas como las que presentan este film hacen que el espectador quede reflexionando una vez abandonada la proyección, hay mucho más detrás de lo que parece, una postura ideológica mucho más interesante y digna de análisis que lo que pareciera por su “disparatada” premisa. Bienvenidas sean estas nuevas opciones.
El amor como una fachada El mundo parece sonreírle a Felipe Mentor. Su empresa está pasando por un muy buen momento y está felizmente casado. Sin embargo, la realidad de su vida es muy distinta de lo que aparenta. ¿Cuál es el secreto de este hombre serio, impávido frente a los problemas de sus empleados y siempre dispuesto a hacerse respetar a fuerza de rigor? El secreto es que su mujer, a la que ama apasionadamente, es una prostituta que, a través de una misteriosa corporación, aceptó compartir con él los placeres conyugales. Felipe desea tener un hijo, pero el contrato que lo liga a ella no lo permite; por ello los jefes de esa corporación lo intiman a dejarla y cambiarla por otra. El director y guionista Fabián Forte supo entretejer con astucia esta maraña plena de secretos, amores frustrados y cotidianos peligros. El personaje central (un excelente trabajo de Osmar Núñez) intentará romper el extraño convenio, pero es vigilado por los responsables de la corporación. La vida de Felipe se va desmoronando, enfrentado a una realidad violenta y miserable, que desembocará en un insólito final. El realizador contó para dar la fuerza requerida a su obra con un equipo técnico de gran calidad y de un elenco en el que, además de Núñez, logran lucirse Moro Anghilleri, Sergio Boris, Karina K y, en papeles menores, pero no exentos de importancia, Federico Luppi y Juan Palomino. La corporación queda, pues, como una pequeña perla en la cinematografía local, tan necesitada de buenos guiones y de ideas originales.
Vueltas de tuerca “La corporación ofrece una mirada al mundo plástico de hoy y nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestras vidas y sobre los valores, hoy muchas veces perdidos en la vorágine consumista en la que todos vivimos.” Con su retórica cercana a la proclama, la descripción de la gacetilla de prensa hace temer lo peor. Afortunadamente, el nuevo largometraje de Fabián Forte (reconocido entre los fans del terror nac&pop por títulos como Mala carne y ¡Malditos sean!) no sigue al pie de la letra esas consignas y dispone sus argumentos de manera tangencial, resultado de un relato que cruza el suspenso, el thriller corporativo y la ciencia ficción social. Felipe Mentor (Osmar Núñez) es uno de esos tipos de mediana edad que parecen haber logrado con creces sus objetivos en la vida: dueño de una empresa exitosa, disfruta de un buen pasar y tiene a su lado a una bella y joven esposa. Claro que el caso de Felipe y Luz (Moro Anghileri) es de esos que hacen a mucha gente preguntarse, maliciosamente, si “la mina no estará con el tipo por la guita”. A los quince minutos de proyección el film deja en claro que sí. Y de una manera mucho más literal de lo imaginable. Con reminiscencias de películas como Al filo de la muerte, de David Fincher –aunque jugada a un tono más reposado e intimista–, La corporación encuentra a su protagonista en el vórtice de un conflicto emocional que hace erupción al tiempo que su organizada vida comienza a desmoronarse. Que Luz se llame en realidad Carla es anecdótico, un detalle más en el entramado que la corporación del título ha armado alrededor de Felipe, como un gran set cuyas bambalinas y tramoyas comienzan a ser visibles. Hay algo interesante en la construcción de ese personaje y es la imposibilidad del espectador de identificarse plenamente con él. Lejos del héroe clásico, Felipe es un tipo bastante desagradable, dueño de un carácter fastidioso, obsesivamente controlador, alguien capaz de despedir a un empleado porque no le gusta su facha, siempre en pose de patrón de estancia con la fusta en la mano. Todo ello hará que su caída resulte más patética, aunque el film nunca hará de su odisea un castigo moralizante. Bienvenida incursión local en el cine de género de baja intensidad, La corporación logra mantener el interés gracias a la dosificación de la información y las vueltas de tuerca, usualmente justificadas por la lógica de la historia. Pero si el film levanta vuelo, nunca termina de alcanzar altura de crucero: paradójicamente, es el mismo guión el que constriñe la puesta en escena y termina asfixiando, en más de un momento, la narración. Cerca del final, se plantea la posibilidad de que la felicidad (si tal cosa existe) no descanse en la onerosa perfección de Luz sino en la reaparición de una mujer del pasado, trocando vestidos de diseño y stilettos por unas mucho más prosaicas calzas y ojotas. Pero a no asustarse, Forte es bastante consecuente con su descripción del mundo y no se abandona al lugar común de “la belleza de las cosas simples” o similares eslóganes para la tribuna.
La ciencia ficción en el cine argentino no tiene muchos cultores y el guion y la dirección de Fabián Forte son bienvenidos en una historia donde la alienación de este mundo se calma con mujeres y hombres hechos a la medida por una organización que se ocupa de todo para satisfacer al consumidor. Y aunque hacia el final la historia se enreda, vale la pena.
Un mundo infeliz La corporación gira en torno de una buena idea, aunque su ejecución es despareja: alterna hallazgos y obviedades. Por momentos, la película inquieta y genera suspenso; por otros, subraya sus alegorías sociales y deja la sensación de que podría haber sido más sutil, más confiada en la perspicacia del espectador, mejor. Fabián Forte (Mala carn e, Celo, ¡Malditos sean!) pasa del terror de bajo presupuesto a un filme ambicioso. En este punto tal vez se encuentre la clave de varios aciertos y deficiencias. La corporación combina géneros. Pero predomina una atmósfera de pesadilla futurista muy actual, de distopía que ya estamos viviendo. El protagonista, Felipe Mentor (Osmar Núñez), es un empresario frío, rapaz, obsesivo, que le delega su vida íntima a una misteriosa empresa. Digamos, sin revelar detalles, que se trata de una corporación que actúa sobre la vida sentimental de las personas -de clase alta, de las que pueden pagar sus servicios- con la misma lógica con la que sus clientes manejan dinero y mercancía. Ah, Mentor está casado con Alma (Moro Anghileri): hermosa, servicial, mucho más joven que él. Una chica plástica que, más que amarlo, parece repetir un libreto. La vida de Mentor se complicará cuando pretenda algo más -o algo menos- que lo que le ofrece su paraíso artificial; cuando pase de manipulador a manipulado. Las actuaciones -en algunos casos, deliberadamente mecánicas- son buenas; también la fotografía, que juega con los contrastes entre el mundo gélido del empresario y el real. Algunos giros inesperados funcionan; otros, no. La música, que remarca sensaciones, molesta. Como también ciertas moralejas demasiado obvias.
Una vida a medida Una fábula ¿futurista? inquietante es la que narra La corporación, sólida hora y media de cine que expresa una particular mirada sobre el mundo. La historia es la de Felipe Mentor (Osmar Nuñez), empresario de éxito y con una seductora mujer más joven junto a él, que conforman a un tipo rígido y concreto en sus decisiones laborales. Pero Mentor le debe bastante a una corporación y a respetar un contrato de por vida que se relaciona con su feliz vida privada junto a Luz (Moro Anghileri) por medio de un devenir cotidiano que trasluce guionado por otros. La corporación presenta un conflicto y lo desarrolla con suma elegancia sin necesidad de aferrarse a subrayados innecesarios. Mentor es un triunfador en su vida laboral y afectiva pero solo se trata de un simulacro, una engañosa apariencia que depende de un poder mayor al que le resulta imposible manejar. Los personajes secundarios, que oscilan entre el film de oficina naturalista y el fantástico realista como género, rodean a Mentor con su aire misterioso, sugiriendo y recomendando los pasos a seguir del personaje. Desde allí, las logradas y breves apariciones como secundarios de Federico Luppi y Juan Palomino, y más adelante de ese buen actor que es Sergio Boris, quienes convergen a desentrañar el conflicto que padece el atribulado Mentor. Ocurre que el áspero empresario desea tener un hijo con Luz y desde ese punto la película vuelve a confrontar los dos mundos en permanente colisión: el perfecto y aparente que señala el éxito y el más terrenal y deseado que desea alcanzar el personaje central. Película asfixiante y de bienvenidos climas que agobian la privacidad, La corporación profundiza las posibilidades de un mundo futuro que resultará imposible modificarlo. Un mundo que está muy cerca, tal vez demasiado, acaso a la vuelta de la esquina.
Una intriga que se vuelve obvia Una sociedad probablemente futura se rige por contratos corporativos que rigen las relaciones afectivas por contratos que deben ser cumplidos rigurosamente. Este es el planteo de "La corporación" y, si bien la idea no deja de tener originalidad, su desarrollo se queda corto para un largometraje. Es el típico caso de una historia que podria desarrollarse para un formato de serie fantástica tipo "Dimensión desconocida" pero que en una hora y media difícilmente pueda interesar mucho una vez que el guión rompe el hermetismo y el espectador ya entiende de qué va el asunto. Por eso ya antes de la mitad del film las cosas se vuelven un tanto obvias y repetitivas, e incluso más de una situación luce estirada. En lo formal, hay correccion técnica y algunas puestas imaginativas, pero tal como está planteada la historia tampoco hay mucho lugar para el vuelo visual. El que realmente sostiene la película es el protagonista casi absoluto, Osmar Núñez, que está prácticamente en todas las escenas y logra volver convincente su personaje de hombre importante, agobiado por la insatisfacción que le provoca el yugo de la Corporación. Moro Anghileri se luce en algunas escenas, aunque los dos papeles que interpreta están más desdibujados en el guión. Hay una escena que devuelve a Federico Luppi al cine, en un papel que curiosamente es opuesto al que solia interpretar en las producciones de Aries o en los films de Adolfo Aristarain. En el futuro, cuando la pasen por el cable, quizá alguien se confunda esta película con una obra maestra de Costa-Gavras que lleva el mismo título, lo que probablemente sea toda una decepción.
Un thriller corporativo Finalmente se estrena comercialmente La corporación, muy interesante película de Fabián Forte que se mete en el universo de un hombre que lleva una vida feliz y cuya existencia tiene total conexión con la de una oscura y misteriosa empresa. En la línea de los thrillers sobre corporaciones que controlan las vidas de seres grises, esta obra permite vislumbrar un promisorio futuro para este director, que desde hace un tiempo viene trabajando en la vertiente independiente y genérica del cine nacional. Es verdad que La corporación tiene uno de sus puntos fuertes en las actuaciones, fundamentalmente en la Osmar Núñez, enorme como el protagonista al que caracteriza con pequeñas sutilezas y al que progresivamente se le van descubriendo otras dimensiones. En esa línea podemos agregar también Moro Anghileri, de una sensualidad increíble, Sergio Boris, Vicky Almeida y Federico Luppi, en pequeños roles que suman para el clima de intensidad que propone el guión. Película que se construye de a poco, en La corporación Forte edifica un thriller con elementos de la escuela de su tocayo Bielinsky y con un humor irónico que funciona casi siempre. También andan dando vueltas por ahí ecos a The Truman show de Peter Weir, en una película que va creciendo a medida que se van descubriendo sus vueltas de guión. NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.
Corpo a la medida Una verdadera y estimulante sorpresa representa este nuevo film de Fabián Forte, que antes había incursionado en el género de terror, especialmente en su último y desbordado título, ¡Malditos sean! Con toques de ciencia ficción integrados a una trama disfrazada de un engañoso costumbrismo, La corporación habla de una misteriosa organización o compañía –que nada tiene que ver con grupos empresariales reales vinculados a la realidad política del país, o sí– que recrea un mundo artificioso confeccionado a la medida de cada cliente. El recuerdo de la genial Al filo de la muerte (The Game), de David Fincher, resulta inevitable y tampoco se puede dejar de mencionar a The Truman Show de Peter Weir, cuya parábola roza las ideas y el espíritu expresivo aquí expuesto. Pero más allá de inspiraciones, La corporación está dotada de sus propios valores y originalidad, dentro de una trama que se va hilvanando inteligente y sustanciosamente, gracias a una puntillosa realización y un grupo de personajes bien delineados. Este último elemento suele escasear en nuestro cine, y aquí se ve afianzado por un Osmar Núñez impecable como ese empresario metódico y estructurado pero acosado por un enorme vacío interior, acompañado por un consustanciado elenco en el que también aportan su oficio figuras como Juan Palomino y Federico Luppi. Como para terminar de redondear una notable pieza del cine nacional.
Life is not what it used to be La corporación (The Corporation), the new film by Argentine filmmaker Fabián Forte (Malditos sean, Celo, Carnal), invites viewers to first be convinced of a lie, then shows them what’s really going on, and finally allows them to join the making of another lie. It’s meant to be a game of representation and deception, and to a certain extent it’s well played out. But when it becomes predictable and unsubstantial, the game is soon over. Felipe Mentor (Osmar Núñez) is a businessman in his late fifties married to Luz (Moro Anghileri), who is a younger, beautiful and most loving wife. Everybody says they make a perfect couple and it certainly looks like it. Adding to that, Felipe’s company benefits from successful business deals, one after the other. Such a splendid life surely is a dream come true. If it only were real... The truth is that Felipe has signed a contract with La corporación, a company that provides you with the sentimental partner (and other things) you want in exchange for a large sum of money. So Felipe has rented a wife exactly like the one he had always wanted and never had. Of course she plays a role (there’s even a script she has to learn for their everyday life together) but that doesn’t make her less attractive. It’s all make-believe. There are two problems, though: the fact that Luz is not only Luz, but also Carla, implies that she has another life to live in her spare time — as long as it’s in secrecy. She has a very ill husband and needs the money she earns as a tailored-made wife to support him. Felipe knows this, which doesn’t mean he can always accept it. Secondly, once a contract is signed, there are certain conditions than cannot be changed. For instance, Luz/Carla has said from the very beginning that having a child is out of the question. After all, it’s a paid service, not the real deal. La corporación can be seen as an urban thriller, or perhaps a drama, or a crossover of these two genres. Its viewers follow certain clues to understand what’s happening, and this builds a somewhat seductive mystery, a good dose of suspense and surprise to keep it going along the way. However, the suspense doesn’t last for long, nor do the surprises. Once the façade has been unveiled for viewers — which occurs early in the film — you can see the rest of the story coming from a mile away. Granted, it’s executed efficiently, step by step, but there’s not much of a pulse. And for being a drama, La corporación lacks a strong foundation, considering that little is known about what prompted Felipe to make up a life for himself, how his life had been until then, what his motivations were. Let alone those of Luz/Carla. Therefore, the unfolding of the story never gets to be gripping enough. It’s hard to care about characters who are little else than the repetitive actions they perform. Sooner rather than later, this diminished background makes the dramatic side vanish. On the plus side, it’s well shot as regards technique, it’s properly narrated, and it features a very convincing performance from Osmar Núñez, one of the finest local actors around. In fact, it’s a film that comes alive in some of the personal, intimate moments Felipe saves for himself. These are the times when you can feel some of his anguish and desperation — and also when the underlying tension is somewhat tangible. In fact, this is when you get a glimpse of what a decent character study La corporación could have been had it been less obvious.
Yo lo soy todo. El mundo es sólo el escenario en el que obtener -utilizando a los demás – el propio placer. Piero Rocchini. Felipe (Osmar Nuñez) es un empresario exitoso, de posición acomodada. En apariencia su vida es perfecta, posee una casa lujosa y su mujer Luz (Moro Anghileri) es una joven preciosa, como salida de la tapa de Vogue. Todo parece resplandecer en la vida del empresario, hasta que comete su primera transgresión. Felipe mantiene una relación estrecha con una corporación que se dedica a satisfacer los deseos o caprichos de personas adineradas. Su mujer es alquilada, es una actriz que cumple un rol, hasta el punto que las conversaciones de la pareja están guionadas. Pero a Felipe esta vida pagada no le alcanza. Quiere un hijo y con su Luz, no con otra mujer. Los límites de la realidad se tornan difusos y se obsesiona con su esposa, la quiere tiempo completo. Cuando descubre que Luz, en realidad se llama Carla y tiene otra pareja, este se desequilibra emocionalmente e incumple todas las clausulas pactadas en el contrato. Felipe como Narciso (el del mito) presenta empatía nula e incapacidad para captar los sentimientos ajenos; también es orgulloso y soberbio, destruye sus vínculos con los demás. Cree que está enamorado sin embargo no puede dirigirse a un ser real porque posee discapacidad para manifestar afecto. Por esto cuando Felipe logra un contacto auténtico con otro, en este caso su antigua novia, recién allí comienza su verdadero proceso de personalización, comienza a rehacer una vida supuestamente ajena a La Corporación. La película tiene un guión muy bien desarrollado, el ritmo narrativo va in crescendo hasta detonar en pura persecución. Todo encaja perfectamente en esta trama que atraviesa géneros como el drama, lo paródico, lo fantástico y el thriller corporativo. Bajo esta fachada Forte reflexiona sobre los vínculos en una era de capitalismo feroz, donde la “egocracia” prima y los desordenes narcisistas están a la orden del día… donde el autoerotismo excesivo conlleva a la ausencia de interacción social y esta ausencia al vacío emocional. Por María Paula Rios redacción@cineramaplus.com.ar
La película argentina La corporación es un drama escrito con tinta de ciencia ficción que coquetea con momentos surrealistas. Hay montones de frases hechas respecto a la relación entre dinero y la felicidad: que el primero no hace a la segunda (¡pero que cómo ayuda!), que hay cosas que no se pueden comprar, que si el billete va adelante todos los caminos se abren, etcétera. El nuevo filme de Fabián Forte aborda ese vínculo desde una trama sólida y compleja. Sólida porque se arriesga a plantar una empresa en el terreno de la ciencia ficción y compleja porque la historia penetra en zonas oscuras de la conciencia. El actor Oscar Núñez encarna con eficiencia y parquedad a Mentor, un empresario autoritario y exitoso que está acostumbrado a digitar las conductas y los deseos de los otros. Hasta allí pareciera que el director se propuso mostrar una historia realista sobre el ejercicio caprichoso del poder. Pero la cinta se desplaza sin demoras a la ciencia ficción y deja al descubierto la otra corporación, la que asegura y planifica la felicidad del magnate solitario. Felipe Mentor vive en pareja con Luz, una esposa rentada que actúa de acuerdo al guión que su esposo confecciona a diario para ella. En el parque capitalista es el boletero quien decide cuándo y cómo se ponen a funcionar las maquinitas, pero algo puede fallar en esa sistemática regulación de la emoción artificial. El amor es una cláusula no contemplada en el contrato entre las partes y no hay cheque en blanco que sea capaz de comprarlo. En la dialéctica entre la insistencia del protagonista y las contraofertas de la corporación se negocian grandes caudales de perversión. El filme desciende así a un abismo psicológico y existencial similar, por ejemplo, al de La piel que habito o The Truman show (aunque sin alcanzar el suspenso hipnótico de ninguna de las dos). Los pasajes surreales, el teatro mágico que se esconde en las entrañas de La Corporación (con un fugaz pero contundente Federico Luppi como anfitrión) exigen que el espectador también forme parte del contrato, aceptando ese universo marionetesco y paralelo en el que no se sabe a ciencia cierta quiénes son los amos y quiénes los esclavos.
Los manipuladores de sentimientos Felipe Mentor, un ejecutivo cincuentón (interpretado por Osmar Núñez) parece haber logrado con creces sus objetivos en la vida, al ser dueño de una empresa en ascenso y un buen pasar económico, además de contar con una bella y joven esposa (Moro Anghileri). Sin embargo, dista de ser un tipo feliz y mucho menos agradable. Todo lo contrario, necesita controlar hasta el menor detalle de su entorno, desde el perfume que usa su secretaria, hasta la forma de vestirse de sus empleados. Ese rol de manipulador sobre la vida de los demás, también se repite en la vida privada con su elogiable esposa, que memoriza frases escritas por él mismo, para que ella se las diga en momentos de intimidad, cumpliendo con sus fantasías afectivas y sexuales. Muy pronto sabremos que esta conducta inusual es producto de un oscuro contrato con una corporación dedicada a brindarles a las altas clases sociales un servicio de relaciones sentimentales a la medida de sus deseos. Pero existen límites en las cláusulas de esos vínculos pagos, y esto originará el drama del protagonista, desmoronando su organizada vida. Hallazgos y obviedades La película gira en torno de una buena idea, aunque su ejecución es despareja: alterna hallazgos y obviedades. Por momentos, inquieta y genera suspenso; por otros, subraya alegorías sociales pero siempre deja la sensación de que podría haber sido más sutil, particularmente en la puesta en escena, que oscila entre momentos de alto refinamiento y otros condicionados por un presupuesto insuficiente. En este punto, tal vez se encuentre la clave de varios aciertos y deficiencias. En lo formal, la fotografía juega con los contrastes entre el mundo ficticio y el real. Algunos giros inesperados funcionan; otros, no. La música incidental, que siempre quiere potenciar lo visual resulta invasiva y redundante, como también ciertas moralejas demasiado explícitas. Metáforas y críticas El director, que cuenta con antecedentes como realizador de películas en el género del terror, aquí parte de un guión ambicioso, de alcances inquietantes, que lo acerca a una radiografía sobre el poder, la dominación y el deseo, aunque el resultado final no alcanza a desplegar todas las posibilidades de una historia que incursiona en forma dispar por el drama romántico y familiar, el thriller negro y hasta con el cine fantástico y la ciencia ficción. Un film cuya trama funciona como una gran metáfora que incluye la aparente felicidad de una clase privilegiada con ingresos que le permiten acceder al cumplimiento de sus fantasías. Una idea representada muy bien por momentos y en otros no. Altibajos que se comprenden en el marco de una producción acotada por estrictos presupuestos de realización, que a veces no están a la altura de la fábula narrada. Los ribetes fantásticos y simbólicos de la historia funcionan por momentos mejor que otros, como en el juego de representaciones que ocurren sobre el escenario de un teatro privado, propiedad de la corporación, donde se reproducen escenas de la vida cotidiana para que los clientes de la misteriosa empresa puedan elegir una pareja ficticia de acuerdo a sus gustos. “La Corporación” ofrece una mirada sobre el mundo banal que hace un culto de las apariencias, criticando las formas de manipulación que cosifican a las personas volviéndolas un producto de consumo, con un precio y contrato de por medio.
Ecos de género “La corporación” se sabe y se asume de género, y de género clásico. Su encanto en principio está en no definir qué genero, sino más una atmósfera que envuelve a los géneros cinematográficos; un clima, una conciencia de los arquetipos que definen personajes y resoluciones. De hecho, son esos lugares los que sostienen esta película de Fabián Forte que navega en un terreno de imprecisión. ¿Qué tipo de empresa tiene Mentor, el protagonista? ¿Qué hacen los que trabajan allí? ¿Qué negocio están por concretar? ¿Y Luz? ¿Por qué hace eso de su vida? Podrá parecer que el film se encarga de atar algunos de estos cabos sueltos, pero es lo otro –los géneros- lo que la película trabaja con dominio. Allí emerge el misterio que envuelve a la historia: una pequeña dosis de ciencia y un componente romántico de lo más particular. Incluso en ciertas escenas la película cobra aires de thriller. Hay referentes directos, sí. “The Game” (David Fincher), algo de Andrew Niccol. Eso es lo que se necesita para contar esta historia, para justificar sus ocurrencias más extremas y mantener el interés hasta el final. El comienzo es una secuencia de títulos tipo “Crímenes de Oxford” (Alex de la Iglesia). La película se pone en la atmósfera de género y allí se afianza. Forte tampoco precisa de la oscuridad o la noche para desarrollar el misterio; se agarra de su otra fuerza madre que son sus protagonistas de lujo. Si hay justicia en los premios Cóndor de Plata y Sur, y si no le hacen la vista gorda al cine de género, Moro Anghileri y Osmar Nuñez son números puestos. Ellos imprimen el misterio a plena luz del día. Él, menos solemne que de costumbre y con una ambigüedad entre lo recto/forro y lo tierno/romántico que es todo un logro. Ella, la dama que siempre fue –que es-, con la sonrisa perfecta que esconde un sufrimiento inalterable. Estos son los personajes de “La Corporación”: fuerzas que sacuden todo a su paso porque su mundo se tambalea. Ese es el clima de desesperación y la manera de interpretarlo. Y ya que el cine nacional -y cómo se da cuenta de ese elemento, al menos en mi opinión- es siempre una discusión, hay que destacar que más allá de los referentes y del género que rige (y articula un guión clásico que recorro la transformación de un personaje principal), que pueden hacer pensar en un producto desentendido de su origen, Forte se planta a dirigir con un gen argentino que le sienta muy bien a la idiosincrasia de los personajes y al lugar que hace la historia para algo de humor.