De Eslovaquia llega esta dura reflexión sobre el poder y la política y de cómo en medio de una transformación algunos optan por ejercer el autoritarismo y sacar rédito del mismo. Una narración espasmódica que va construyéndose a partir de flashbacks y un logrado trabajo actoral por parte de sus protagonistas, hacen de “La Maestra” junto con “La Cordillera”, las dos más acabadas miradas sobre el poder de los últimos tiempos.
Clases muy particulares Basada en hechos reales, La Maestra es una historia sobre el miedo, el oportunismo y la dignidad humana,- que se desarrolla en la ciudad eslovaca de Bratislava en la década de los 80. Dirigida por los checos Petr Jarchovsky, también autor del guion, y Jan Hrebejk (realizador de Divided We Fall 2000, Honeymoon, premio al mejor director en el festival de Karlovy Vary 2013, y de Beauty In Trouble, premio Especial del Jurado en 2006). Reflexión sobre algunos de los dilemas morales y las muchas ambigüedades de los regímenes comunistas en los países que conformaban la galaxia soviética europea, “La profesora” (una auténtica manipuladora de alumnos y padres), que no sólo da clases de secundaria sino que además dirige el partido comunista de la localidad, es una brillante interpretación de la actriz Zuzana Mauréry, en el papel de la “camarada” María Drazdechova, que le ha valido el premio a la mejor actriz protagonista en 2016, en el festival más importante de su país. Esta claustrofóbica y kafkiana película eslovaca nos muestra la insidiosa impunidad del envilecimiento coercitivo de una forma de soborno tan atroz como en apariencia inmune a la justicia, escudado por un ordenamiento político que favorece a los jerarcas del partido dominante (o único) frente a la libertad y autonomía de las personas. Nada nuevo, pero presentado con una rabiosa pertinencia y claridad que nos hiela la sangre y nos revela cómo ciertas personas saben utilizar y manipular los hilos de la nomenclatura en beneficio propio y en detrimento del cabal funcionamiento de las instituciones, socavando la convivencia pacífica y el desarrollo y bienestar de los ciudadanos. En 1983, en un instituto al que acuden alumnos de clase media en Bratislava, la nueva profesora María Drazdechova pide a cada alumno que se levante, diga su nombre y la profesión de sus padres. Poco a poco se hace evidente que las notas de esos chicos tienen que ver menos con sus conocimientos que con las cualidades aleatorias de su situación familiar. Tras el intento de suicidio de un estudiante, se convoca a una reunión urgente de padres en el centro, para intentar denunciar a la profesora; pero, dado que se trata de una alta funcionaria del Partido, solo se atreven a pedir un traslado. En una clase tras el telón de acero, la película nos habla del futuro de unas familias acomodadas, que van a hacer todo lo posible por mantener su situación, incluso mirando hacia otro lado cuando se producen situaciones de abuso de poder. Es una historia estremecedora que, por otra parte, se parece a muchas otras vividas en nuestro país en los años de la posguerra, cuando funcionaba la delación y muchos “rojos” vivían medio escondidos (incluso escondijos del todo, convertidos en “topos”), y sus hijos soportaban en las escuelas el castigo de haber nacido en la familia “equivocada”. El guión se basa en un incidente real que él mismo vivió cuando frecuentaba la escuela primaria y está plagado de situaciones irónicas; no me atrevo a definirlas como de humor, porque nada puede hacer sonreír menos que un niño torturado psicológicamente. Y denuncia sin ambigüedades el enorme vacío moral generado por los comunismos de la estela soviética donde, como en el peor de los capitalismos, florecían los favoritismos, la corrupción, la injusticia, el nepotismo, los regímenes del terror y la obscenidad ética. Una película recomendable, con leves altibajos es cierto pero que gracias a su narración sabe mantener el interés del espectador sobre la evolución de la historia. Estupenda y lograda la ambientación que se hace de la Checoslovaquia comunista del 80, así como la llamativa composición musical de Michal Novinski, que acompaña y quizás edulcora una compleja situación. Película con posibilidades en interpretación femenina y banda sonora.
La profesora Maria Drazdechova es una figura de peso dentro del colegio donde enseña, no tanto por su rol como docente sino por su poder político. Ocurre que en la Checoslovaquia de mediados de los 80 rige el comunismo y Drazdechova mantiene aceitados vínculos con del PC (es viuda de un importante dirigente), influencia que le permitirá ser temida no sólo por sus alumnos, sino también por sus padres.
Esta coproducción checo-eslovaca premiada en los festivales de Karlovy Vary y Gijón es un valioso e inquietante retrato social sobre los finales del comunismo. Corre el año 1983 en los suburbios de la ciudad eslovaca de Bratislava cuando la profesora Maria Drazdechova (una excelente Zuzana Mauréry) empieza a dar clases en una escuela secundaria. Hasta allí llega más interesada en el contexto de los alumnos que en los alumnos en sí, y les pide que, a la hora de presentarse, digan su nombre y la profesión de sus padres. ¿Para qué querría ella saber eso? ¿Qué se esconde detrás de su aparente bondad? Lentamente se hace evidente que las notas están menos relacionadas al rendimiento académico que a la importancia del oficio de los padres, a quienes les pide calculados favores amparándose en su viudez. El intento de suicidio de uno de los chicos obligará a la directora del colegio a convocar a una reunión secreta con los padres para analizar una posible denuncia contra la profesora. Narrada a través de largos flashback desde el “presente” de la reunión, La maestra construye su tensión dramática sin apremios, centrándose en el vínculo de la profesora con tres alumnos y sus respectivos padres, todos ellos ligados directa o indirectamente a las motivaciones de la profesora. Padres cuyas tensiones no tardarán en salir a la luz durante la reunión, en tanto saben el poder que recae sobre Maria y las implicancias que podría tener sobre ellos. Y es justamente sobre el poder que habla este film dirigido por el checo Jan Hrebejk y basado en experiencias personales de la infancia del guionista Petr Jarchovsky. Pero no el poder entendido como enfrentamiento entre el “Bien” y el “Mal”, sino uno mucho más terrenal, humano, cotidiano, en el que las personas se vuelven moneda de intercambio de favores. La maestra es, pues, un retrato social sobre los finales del comunismo que despliega una universalidad que la vuelve profundamente inquietante, aun cuando por momentos coquetee peligrosamente con el lustre visual del cine más académico.
Decime tu nombre, a qué se dedican tus padres y luego sacá una hoja. Basada en hechos reales la historia nos sitúa en Bratislava (Checoslovaquia) en el año 1983. Al colegio se incorpora una recién llegada maestra de nombre Maria Drazdechova (excelente trabajo de la actriz Zuzana Mauréry) mostrando un costado mezquino, manipulador, corrupto desde el vamos por la forma de manejarse con sus alumnos. Esto hace que se realice con urgencia una reunión extraordinaria de padres y directivos de la institución para tratar el tema. La maestra tiene relación/vinculación directa con el partido comunista, y en esa reunión se decidirá si se la denuncia o piden el traslado de la docente. Ante el temor de algunos padres que se vieron afectados por el manejo inescrupuloso y las injustas malas notas a sus hijos. La dirección -y el guión- es de Jan Hrebejk logrando un interesantísimo film. Con una maravillosa puesta, gran manejo de la cámara y un elenco impecable. La maestra desnuda una cruda realidad, y cómo la mala educación de una miserable docente puede dar vuelta un hogar/familia. Y con un final que no sorprende, pero si deja un sabor amargo.
Basada en hechos reales, la película de Eslovaquia y República Checa funciona como una impresionante muestra de corrupción, sojuzgamiento, abuso de poder y la capacidad de denuncia venciendo al miedo. Una historia local que permite hurgar en los mecanismos de una sociedad, cualquiera, que en este caso esta ubicada en l983, en la ultima década del comunismo, pero es inteligente y suficientemente universal como para juzgar el comportamiento humano frente al exceso de autoritarismo e inmoralidad. Una maestra, formal y educada, se presenta ante su nueva clase. Ya ha investigado a sus alumnos y familias, pero cuando toma lista chequea sus datos, cada uno de ellos debe contar que ocupación tienen sus padres. Y ella se aprovechara de cada uno de ellos, la llevaran en taxi, tendrá servicio de peluquería, arreglos en el hogar, medicamentos gratis, le harán las compras y un largo listado de ventajas. A los alumnos después de clase los obliga a limpiar su casa. A cambio les susurra a los adultos que parte de la lección debe estudiar cada hijo para sacar buenas notas. Quienes no se doblegan a esta corrupta cadena de favores, pagarán con las peores notas para sus chicos. Hasta que un hecho grave, desemboca en una denuncia, aunque los miedos subsisten, la maestra es influyente miembro del partido. Muy bien actuada, ambientada con muchos pequeños detalles, con un suspenso gradual y siempre creciente, el director Jan Hrebejk y el guionista Petr Jarchovsky logran un film que acierta en el clima asfixiante, enrarecido, temeroso que vive esa pequeña comunidad y los mecanismos de una necesaria rebelión que se va gestando.
Auténtico monstruo de delantal blanco. Bajo el disfraz de una comedia, los checos, autores de Lo mejor de nosotros (nominada al Oscar de habla extranjera 2001), proponen una investigación sobre el poder del miedo, incluso en dosis homeopáticas, y de las bondades casi nunca gratuitas del “acomodo”. La dupla creativa compuesta por el realizador Jan Hrebejk y el guionista Petr Jarchovský, ambos praguenses, viene desarrollando una prolífica filmografía en conjunto desde inicios de los años 90, poco tiempo después de la caída del bloque comunista y en plena escisión de Checoslovaquia en dos estados independientes. En nuestro país, sin embargo, solamente Lo mejor de nosotros (nominada al Oscar de habla extranjera durante la temporada 2001) tuvo un estreno comercial limitado. Figuras reconocidas en el ambiente cinematográfico de la República Checa, los realizadores de La maestra marcan una primera vez: a pesar de tratarse legalmente de una coproducción y de contar en muchos rubros técnicos con nombres checos, el largometraje fue rodado en la vecina y ex socia Eslovaquia con un reparto eminentemente de ese país hablando su propio idioma. De atractivo absolutamente universal y aparentemente basada en una anécdota de infancia de Jarchovský, la historia podría transcurrir en cualquier país miembro o satélite de la Unión Soviética durante los años de la Guerra Fría, más allá de algunas de sus particularidades culturales y de un tono humorístico que recuerda, por momentos, a algunos de los más famosos films producidos durante los años pre Primavera de Praga. Narrada en dos tiempos que se alternan y entrelazan –el comienzo de la temporada escolar 1983 y el inicio de la siguiente, esta última durante una populosa y conflictiva reunión de padres–, la historia tiene como protagonista directa e indirecta a una nueva maestra de escuela primaria, Mária (notable Zuzana Mauréry, ganadora del premio a Mejor Actriz en el Festival de Karlovy Vary por este rol), quien ya desde el primer día de clases comienza a evidenciar ciertas actitudes inquietantes delante del curso. Uno de los logros del film deriva, precisamente, de la decisión de partir de un registro amable e ir revelando lentamente la verdadera cara de ese auténtico monstruo de delantal blanco. En retrospectiva, en esa primera escena Mária ya comienza a mostrar algunos de sus afilados dientes, aunque ninguno de los alumnos puede caer en la cuenta, en esa instancia temprana, del verdadero sentido de la pregunta luego del clásico “diga su nombre”: ¿de qué trabajan tus padres? Libreta en mano, la señorita anota puntillosamente: carnicero, plomero, médico, empleado del aeropuerto. No pasará demasiado tiempo antes de que esas mamás y papás deban rendirle tributo a la docente, mediante el empleo de su tiempo o directamente en especies, si es que desean ver a sus hijos aprobar en tiempo y forma los exámenes. Investigación sobre el poder del miedo, incluso en dosis homeopáticas, y de las bondades casi nunca gratuitas del “acomodo” –ese término tan argentino que, sin embargo, tiene reverberaciones y versiones mundiales–, siempre bajo el engañosamente liviano tono de la comedia costumbrista, La maestra va ganando en profundidad y potencia dramática a medida que el ovillo comienza a desenredarse en el tiempo presente del relato, durante ese conciliábulo a comienzos de 1984 en el cual un grupo de progenitores debe decidir si es lógico (o necesario o conveniente) iniciar un sumario y apartar a la mujer de su cargo. Decisión nada fácil si se le suma a la ecuación un detalle para nada menor: la profesora ostenta, además, un cargo importante en la jerarquía del Partido Comunista local. Así como en Los amores de una rubia Milos Forman retrataba un microcosmos social burocrático y asfixiante con las armas del naturalismo y el humor, en La maestra (y sin que ello implique una comparación directa de desafíos y logros entre ambos films) Hrebejk y Jarchovský logran destilar el miedo a la pérdida de estatus social o la imposibilidad misma de la supervivencia económica sin perder de vista el costado más satírico de todo el asunto. En ese sentido, la figura de un padre astrofísico, recibido con honores, que debe dedicarse a limpiar vidrios desde que su esposa decidió escapar hacia el otro lado de la Cortina de Hierro sirve de recordatorio de las sanciones políticas y sociales impuestas por los estados comunistas durante su apogeo. Que la descripción de Mária incluya usualmente una sonrisa en los labios y los modales más amables (a menos, claro está, que la hagan enojar) y no como un ser inherentemente desagradable es otra de las marcas de inteligencia de la película. El cierre, no tan previsible, reafirma que nada se destruye y todo se reinventa, más allá de los cambios de época. Yerba mala se trasplanta sin problemas.
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Un eficaz cuento moral La llegada de una nueva maestra a una escuela de Bratislava en 1983 -pleno auge del comunismo en Europa- altera primero la vida de un grupo de alumnos y luego, la de sus padres. Maria Drazdechova, la antipática protagonista de la historia, aprovecha sus conexiones con la cúpula del PC checoslovaco para extorsionar a todo aquel que se cruce con ella. Petr Jarchovsky, el guionista de este film de importante recorrido en festivales y muy celebrado por la crítica internacional, partió de sus recuerdos personales para elaborar un cuento moral que detalla con eficacia los sofisticados mecanismos de acoso de un personaje siniestro que funciona como síntesis individual de las miserias de todo un sistema. El humor negro y corrosivo que sobrevuela la película morigera un poco su aliento moralizante, quizá su principal defecto. Cineasta desconocido en nuestro país, Jan Hrebejk ya dirigió una decena de largometrajes y parece moverse más cómodo en el terreno de la farsa que en el de la gravedad. Su cuidado trabajo de puesta en escena y su capacidad para alinear a un elenco numeroso en un mismo registro son evidentes fortalezas. La idea de volver sobre las mezquindades y los abusos del régimen -en este caso en la época en la que tímidamente empezaba a fermentar la famosa Revolución del Terciopelo-, en cambio, recicla una vez más y sin demasiados matices novedosos una crítica ya suficientemente difundida.
El “socialismo real” en aguda comedia checa y eslovaca El film de Jan Hrebejk significó para su protagonista Zuzana Maurery el primer premio como actriz en Karlovy Vary. Bratislava, 1983. Reunión casi clandestina de padres para elevar un pedido contra la profesora de sus hijos. ¿Pero quién se anima a firmar el pedido? Ella es miembro activo del Partido Comunista Eslovaco en el gobierno, viuda de un militar soviético, y encima está bien relacionada con gente del poder. Prácticamente, es una comisaria política de rostro amable. Chusmea datos de cada familia, exige favores personales, califica luego a su antojo, impone un ambiente de resquemor y obsecuencia. En tono de comedia satírica, esta película describe los ecos cotidianos del llamado "socialismo real". Recuerda aquellos tiempos, pero también recuerda que ciertos vicios, temores y acomodos no son exclusivos de un único regimen y conviene estar atentos. Guionista, Per Jarchovsky, sobre recuerdos de su adolescencia. Intérprete, Zuzana Maurery, Mejor Actriz en el Festival de Karlovy Vary. Director, Jan Hrebejk, de quien acá se estrenó una emotiva candidata al Oscar 2001, "Lo mejor de nosotros" (gestos humanos en la época nazi).
Con el retrato singular de una docente y sus abusos de poder, Jan Hrebejk expone la situación general de un país en La maestra. La maestra Mária Drazdechová llega para ocupar un puesto en un grado de una escuela primaria en la antigua república de Checoslovaquia. Y con ella llega un nuevo estilo de poder. Padres y alumnos van aprendiendo a ganarse sus favores y odios. La comunidad reunida va a sentarse a deliberar sobre la posibilidad de separar a la docente de su cargo, y ahí cada padre mostrará la verdadera naturaleza de su relación de conveniencia con ella. Las relaciones de poder encuentran en este simpático e interesante film una nueva forma de ser abordadas. Zuzana Mauréry en el papel de la controversial docente es a la vez perversa y carismática, un personaje que se sabe cautivante y que utiliza sus encantos para engatusar a sus posibles ayudantes, hasta lograr tenerlos bajo su red de influencia. La película se estructura alrededor de la reunión de padres, y en ella vemos como los que ven beneficiados a sus hijos con los tratos obtenidos se enfrentan duramente a aquellos padres que, firmes en sus principios, defienden su libertad de acción. El director logra a través de ellos mostrar lo que el régimen soviético provocó en el país: todos los beneficios logrados en la pérdida de algunas libertades y los castigos de quienes se negaron a doblegarse ante el sistema. Una muy interesante propuesta de montaje le da el toque final a esta película que va armando el crescendo emocional sin sofocar al espectador, sin recurrir a golpes bajos y sólo mostrando la desesperación de estos padres sumidos en un sistema injusto que castiga a sus hijos.
Una lección de moralidad Ambientada en la Checoslovaquia de los años '80, la película muestra el abuso de poder durante el comunismo. “Buenos días, soy Mária Drazdechová, su nueva maestra. Para conocernos, leeré sus nombres y cada uno se levantará para que pueda verlos y me dirán en qué trabajan sus padres”. El extraño pedido que la protagonista de La maestra hacía a sus alumnos en el primer día de clase tenía una explicación: durante el ciclo lectivo la mujer extorsionaría a los padres, pidiéndoles favores a cambio de aprobar a sus hijos, aprovechando el poder y la impunidad que le garantizaban sus conexiones con el Partido Comunista (la historia transcurre en la Checoslovaquia de los años ’80). A partir de este curioso caso -basado en una vivencia real del guionista, Petr Jarchovsky-, Jan Hrebejk reflexiona sobre el miedo, el tráfico de influencias y el abuso de poder en la época comunista. La docente hace que tanto los chicos como sus padres la ayuden con sus tareas domésticas, que pueden ir desde limpiar la casa o hacerle las compras hasta arreglarle un lavarropas o una lámpara. Pero si este comportamiento es inadmisible, también lo es la reacción de los damnificados: la lección es que el temor lleva al ser humano a tocar sus límites morales más bajos. Y que el engranaje de la corrupción no está fogoneado solamente por los corruptos: hay todo un sistema -se trate, o no, de una sociedad autoritaria- que favorece ese comportamiento. El humor aparece para salvar a la película de un didacticismo que puede volverse exasperante. Porque el mensaje queda claro enseguida, y Hrebejk se dedica a machacar una y otra vez sobre lo mismo, haciéndolo cada vez más obvio. Por suerte, al final queda claro que la venalidad no es privativa del comunismo.
Todo por una nota. Desde 1948 hasta 1989, Checoslovaquia fue gobernada por el Partido Comunista, apoyado fuertemente por el sistema de la Unión Soviética. Con una sociedad dividida y un férreo control de actividades, las libertades sociales fueron cortadas, entre ellas la de una libre elección partidaria. En este contexto se desarrolla La maestra, nuevo opus de Jan Hrebejk, conocido en nuestro país por Lo mejor de nosotros. De inmediato entramos en clima, un aspecto gris, atrasado en el tiempo, un aura triste. Estamos en 1983 pero parece, desde la mirada occidental, que fuesen varias décadas más atrás. El comunismo controla cada aspecto de la vida de los ciudadanos de ese país, y en las esferas de poder prima la corrupción, aunque pocos lo puedan expresar. Hrebejk hilvana un relato simple en varios planos, con hechos que suceden en paralelo y flashbacks que otorgan dinamismo a algo que, de otro modo, se asemejaría más a una obra teatral. Una reunión escolar, organizada por la directora y vicedirectora de un colegio de educación primaria, convoca a todos los padres del grado para debatir sobre el futuro de una maestra, Mária Drazdechová (Zuzana Mauréry). ¿Cuál es el problema con la camarada Drazdechová? La mujer toma lista de los nombres de todos sus alumnos, pero también de la profesión de los padres de cada uno. Luego mantiene encuentros con ellos en los que, básicamente, intenta sacar ventaja de esas profesiones a cambio de “darles una ayuda” con las notas a sus hijos. También se aprovecha directamente de los chicos haciéndoles cumplir quehaceres en su casa, tales como mandados o limpiar los pisos. Ante esto, decir que es capaz de gritar y hasta levantarle la mano a algún alumno, ya suena a obviedad. ¿Cómo es capaz María de hacer eso? Es viuda de un soldado, y presidenta del Partido Comunista de la comuna; lo que la convierte en alguien intocable, inamovible. Si hasta la directora y vice le temen. Micromundo corrompido: En la reunión escolar, los padres deben firmar una nota de queja que obligaría a Drazdechová a abandonar su cargo. Pero no todos están de acuerdo. Algunos por temor, otros por conveniencia. Hay un hecho sucedido con una alumna, a la que hostigó por demás, que llevó el asunto al límite. Pero aun así no será fácil alcanzar la mayoría para que la maestra termine con su régimen. A través de una serie de flashback iremos viendo cómo María actuó con cada uno de ellos. Hrebejk utiliza el tono de comedia satírica para darle marco a un relato en el que no costará hallar analogías. Esta maestra simboliza mucho más que una autoridad escolar, al igual que ese variopinto grupo de padres. Hablamos de un país gobernado por autoridades corruptas y un pueblo que debe decidir si se une para ponerle un fin, o sigue mirando su propia ventaja individual. Hace unos cuantos años existió una explosión del cine checo, reconocido por sus temas sociales y su mirada aguda. La maestra responde cómodamente a esa tradición. Su estructura es dinámica, jamás aburre, y se mira permanentemente con una sonrisa y una exclamación de asombro. Sin embargo, habrá que saber que Hrebejk no creó un film que se abre a la polémica. Su postura es clara y no da lugar a medias tintas ni dobles interpretaciones. Están los tiranos y los sometidos, los corruptos y los que soportan aunque aguardan la revolución en silencio. Esta postura tan marcada, por lo menos desde el afuera, no le permite crecer más de lo que pudo con los logros formales alcanzados. La fotografía y la ambientación de época son sumamente detallistas y elevan al film a un nivel de categoría, más allá de su sencillez. La brillante interpretación de Mauréry, acompañada por sólidos trabajos tanto de los adultos como de los niños, completan un cuadro más que digno. Conclusión: La maestra toma el caso puntual, la anécdota, por el todo. Es mordaz, inteligente, y se estructura detrás de un guion sin fisuras. No obstante, su falta de apertura hacia otras opiniones, o un abanico más grande de posiciones intermedias, enfrían parcialmente el contundente mensaje que trata de enviar.
El abuso de poder se viste de blanco La maestra (Ucitelka, 2016) recrea los hechos reales que tuvieron lugar en la ciudad eslovaca de Bratislava, en 1983, cuando una maestra muy singular llegó a una escuela primaria. Maria Drazdechova (Zuzana Mauréry) llega por primera vez al aula. Libreta en mano, toma presente y anota la profesión o el oficio de los padres de sus alumnos. ¿Por qué lo hace? La respuesta se advertirá pronto; a Drazdechova le importa más saber qué provecho podrá sacar de cada uno de ellos que los contenidos que les pueda enseñar. Basada en el caso real del que formó parte su guionista, Petr Jarchovsky, la película de Jan Hrebejk compendia –flashbacks mediante- una serie de situaciones abusivas mientras, en el presente del relato, un grupo de padres debate el traslado de la maestra hacia otra institución. Con una notable capacidad de trabajar una zona del humor asordinado, que empatiza con el patetismo y la crítica social, la película se concentra en un puñado de situaciones que sirven para dar cuenta sobre cómo el poder altera la vida del alumnado. La situación es más compleja de lo que inicialmente parece, dado que la “seño” ocupa un cargo en el comunismo, régimen de gobierno de aquel entonces. Una adscripción que le garantiza un mayor margen de impunidad, haciendo de su alejamiento un paso difícil de dar. Pero tanto padres como autoridades escolares (que poco pueden hacer) tendrán que actuar cuanto antes, sobre todo luego de que uno de los niños haya intentado suicidarse. Es destacable la excelente composición de Zuzana Mauréry, a la que se suma un grupo de actores entre los que se destacan los más jóvenes, quienes condensan el temor pero también la sensación de incomprensión frente a tan ambigua situación. En cuanto a los roles técnicos, la película cumple sin pintoresquismos con lo que en definitiva es: una película de época. La maestra tiene un marco bien definido, pero eso no le quita espesor universal. El abuso asume diversas aristas en la película, que van desde las necesidades cotidianas, la búsqueda de complicidad, la lenta pero progresiva lista de beneficios que hacen del personaje protagónico una metáfora de la “gula del poder”. La estructura de guión dosifica la dosis de repugnancia y empatía hacia unos y otros, y de este modo hace que se produzca un in crescendo, al que en paralelo se le adosa una sub-trama vinculada a qué se hace cuando parece que poco se puede hacer.
La historia oficial El filme impone desde su inicio una sana trampa para el espectador, si bien la historia que narra se ubica temporalmente en 1983. en el espacio de una escuela secundaria, las primeras imágenes dan cuenta del paso del tiempo, de un tiempo, puede ser un año o más. Las estaciones se van sucediendo rápidamente en las imágenes a cámara casi fija en el exterior del inmueble. Luego, en montaje paralelo, en un mismo espacio, otra vez con diferencias de tiempo, en este caso horas, no años, vemos a quienes serán los protagonistas de la historia, los alumnos y quienes terminan siendo sus padres. El tema que desarrolla es el abuso de poder, casi implicando al texto de Umberto Eco “Apocalípticos e Integrados” (editorial . Tusquets) en un análisis socio-político del texto. No sólo como metonimia de la corrupción en el sistema comunista, sino. y simultáneamente, como metáfora del sistema capitalista. De hecho el final de la realización da cuenta clara de esto último. También puede verse como otra representación de acceso que tiene en la actualidad, y en forma de revisionismo histórico de ese periodo de tiempo. Las sinopsis, todas mayormente demasiado livianas, sólo para funcionar como medida para ser vendida, en este caso reza que la historia se sitúa en el año 1983, en plena época comunista, es verdad, pero no comienza ahí. El lugar de las acciones es Checoslovaquia. Maria Drazdechova (Zuzana Mauréry) es la nueva profesora, en realidad no lo es, los nuevos son los alumnos que acaban de pasar de un año a otro superior, lo cual no es un dato menor ya que es parte del discurso que parece querer instalar el director. Para ellos, ella es nueva, para ella, ellos son nuevos. Un colegio situado en un suburbio de Bratislava, bajo una apariencia cándida, la profesora va a poner en práctica un curioso, cuestionable, y perverso al fin, método que nada tiene de pedagógico. La cuestión temporal instalaría aquí la duda sobre si es la primera vez que hace lo que muestra el filme, a la postre basado en hechos reales contados por uno de esos alumnos. Tras pasar lista y anotar en un cuaderno la profesión de los padres de cada uno de sus alumnos, la profesora empezará a solicitar pequeños favores a estas familias apelando a la amabilidad hacia una “viuda desamparada” como ella, con importantes conexiones en el partido comunista. Eso sí, los menos dispuestos a colaborar con la profesora sufrirán las consecuencias con despiadados castigos a sus hijos, hasta que la tragedia se hace presente en formato de una niña. Todo se va de control. Para detener este creciente abuso de poder los padres de familia son citados por la dirección del colegio. Claro que las fuertes relaciones de Drazdechova con el Partido Comunista harán que sean los perjudicados por los actos de la profesora, y aquellos que tengan condescendencia con ellos los que acaben sintiéndose amenazados. Con idas y vueltas todo se desarrolla en una noche, en una reunión con las directoras del establecimiento, mostrando lo narrado por todos los involucrados mediante el montaje paralelo, trabajados desde el recurso del punto de vista instituyendo, para eso, la analepsis como mecanismo de identificación de las historias de cada uno, como una progresiva construcción que deriva en la urgencia de la reunión. Este filme con supuesto trasfondo histórico y presencia actual está dirigido por el checo Jan Hrebejk, quien termina eligiendo una estética austera, sin casi utilización de banda de sonido en tanto música, si un muy buen diseño sonoro de alto contenido narrativo. Dirección de arte impecable en su reconstrucción de época y utilizar la fotografía pastel, por momentos fría, desde la iluminación y una cámara que pone la distancia necesaria para que no quede en el relato de uno o dos, sino en una historia de todos (*) Realizada en 1983 por Luis Puenzo
Cuenta con un buen guión, sus colores expresan mucho, una gran ambientación, refleja los hechos de corrupción, políticos y sociales, en Bratislava en 1983, bajo un ambiente autoritario, opresivo, dominante, asfixiante y con miedo, el que paraliza. Cuenta con la magnífica actuación de Zuzana Mauréry notable, y un buen ritmo narrativo que logra atrapar al espectador y se apoya bien en el flashback. Una película ideal para los amantes del cine europeo que quieran deleitarse y además hay que destacar que se encuentra inspirada en un hecho real.
Estar cerca del poder siempre es ventajoso. No hace falta ir al cine para saberlo. “La maestra”, nuevo aporte de los checos Jan Hrebejk y Petr Jarchovský, cuenta con aire liviano un suceso terrible y escandaloso: una maestra temible y corrupta cambiaba favores de los padres a cambio de buenas notas en el boletín de los hijos. La seño en cuestión –con cargo importante en el partido comunista del lugar y viuda de militar- jugaba con el miedo imperante para sacar tajadas. Se hacía pintar la casa o tenía a los chicos haciendo la limpieza. Pero cada día pedía más, como hacen los corruptos. Y si un padre se negaba, la ligaban los chicos. En el aula su aberrante conducta dejaba víctimas. Al final los padres se reunirán. ¿Qué hacer? Los directivos de la escuela saben que es una maestra con poder y la cosa no está para andar desafiando al régimen. Algunos padres hacen como que no ven, otros temen, la mayoría prefiere bajar la cabeza. Y entra en escena el verdadero protagonista: el miedo, que condiciona y define posturas. Deben resolver si se la sanciona o no. Hasta los neutrales temen enfrentar un sistema que castiga duramente a quienes lo desafían. Unos la atacan, algunos las defienden y otros no se atreven a tomar posición, aunque esa actitud sea una forma de asumirla. La historia, inspirada en un hecho real, recuerda cómo se vivía allí en plena Guerra Fría. Era un riesgo desafiar, aunque sea en una escuelita, un modelo que se sentía dueño absoluto de la verdad. Estamos a mediados de los 80 antes del muro y la cosa no estaba para andar discutiendo orden o autoridad. La obediencia y el temor también se expresaban en la intimidad de esos hogares que no se ponían de acuerdo a la hora de pararse frente a un régimen que seguía de cerca, muy de cerca, todo. La denuncia importa, pero el film apela tanto al trazo grueso y a la moraleja, que a ratos suena candoroso y rutinario. No hay matices. Un exceso de énfasis le quita fuerza al retrato de una mujer con poder que sabía usar el chantaje para obtener ventajas materiales. Nada nuevo. El miedo aniquila la solidaridad y la justicia. Y el poder los necesita obedientes y asustados.
Una coproduccion checo eslovaca que se estructura alrededor de una reunión de padres de un colegio secundario a principios de los ochenta. Con la maestra del título ausente, se discuten las consecuencias del suicidio de uno de los alumnos y va saliendo a la luz la red de vínculos e intereses que la maestra fue tejiendo entre chicos y padres. Podría haber sido más entretenida y menos prolija en su desarrollo, pero La maestra es un perturbador relado de un tema en boga, el de la política cuando se mete en el aula.
El miedo atraviesa a los personajes de "La maestra", película basada en una historia real que el director checo Jan Hrebejk usó para hablar de su país durante la ocupación soviética. La historia transcurre en 1983, en una escuela primaria de Bratislava, seis años antes de la Revolución de Terciopelo que acabaría con el comunismo. La protagonista asume todo el poder que le da estar al frente de un aula con adolescentes. Y lo hace como un dictador: "Nosotros gobernamos", dice ella para justificar su impunidad, porque además de autoritaria es corrupta. Usa su parte de poder para extorsionar a los alumnos y a sus padres: si los hijos quieren conservar o mejorar sus notas todos tienen que trabajar para ella limpiándole la casa o haciéndole los mandados. El conflicto aparece en las primeras escenas, pero gracias a la estructura del relato, un montaje ágil y muy buenos actores, se tarda en descubrir qué pasó con uno de los chicos. El episodio llevó a que su padre pida una reunión con la directora y los otros padres para hablar sobre el comportamiento de la maestra. Hrebejk y su guionista trataron la trama sin subrayar una situación que claramente fue dramática. Al contrario, le aportaron la acidez que mostró su compatriota Milan Kundera en sus primeros trabajos como "La broma" o "El libro de los amores ridículos", en los que hizo universales situaciones personales.
TIZA SIN CORAZÓN ¿Quién no ha sufrido alguna vez que una maestra en el colegio haga diferencia entre alumnos o abuse de su poder para beneficio propio sin ética profesional alguna? Por esa línea va la reciente propuesta del director checo Jan Hrebejk, que nos sitúa en 1983 durante lo que supo ser el período final del comunismo. En el film observamos cómo una magistral Zuzana Mauréry, que encarna a una maestra de secundario un poco anticuada y muy autoritaria al estilo sketch de Antonio Gasalla, detenta poder -aprovechando su afiliación al partido político del momento- explotando a sus alumnos y abusando de los oficios y la “cortesía” que ejercen sus padres. Lo que parecía ser una persona en apariencia agradable resulta ser toda una harpía que hostiga a los menores y castiga a aquellos adultos que no le cumplen sus favores caprichosos. Y eso comienza a notarse en un grupo de niños que siempre reciben bajas calificaciones por no ceder a sus manipulaciones. Como una araña que entreteje mentiras y castigos injustificables en la que es capaz de volver situaciones a su favor y con una viveza deslumbrante tenemos una mujer dispuesta a todo. Muy lejos de la educadora “invisible” del thriller surcoreano Confessions donde la docente era pisoteada por su clase. Aquí reinan estudiantes prolijos dispuestos a aprender en un clima de tranquilidad para sólo resultar víctimas de manipulaciones adultas. Todas esas situaciones puestas en tela de juicio en la película son producto de distintos flashbacks testimoniales de los inicios de esta maestra. Actualmente, la docente está siendo juzgada en una reunión secreta de padres y directivos del colegio. Padres que exponen en ausencia de la profesional sus tensos y cruzados testimonios dentro de cuatro paredes como Carnage de Roman Polasnki. En esta ocasión, testimonios que llegaron al límite del conflicto interno dentro de la intimidad cotidiana de las familias de esos niños afectados. Hrebejk maneja con singular destreza espacios cerrados y asfixiantes dentro de un contexto invernal de mucho frío y nieve. Además expone las miserias y rivalidades entre los padres en defensa o detracción de la docente según los intereses o realidades circundantes. En sí, el rol de educar que ha sabido adaptarse a los tiempos cambiantes resulta ser la temática principal del film. Y aquí ya comienzan a vislumbrarse los derechos estudiantiles ganados que equivalen a ser tratados con respeto e igualdad sin la implementación de violencia psíquica/física que en tiempos atrás eran un suceso naturalizado. Sin dudas, La maestra sobresale como relato moral e histórico de gran valor basado en las experiencias de Petr Jarchovsky, guionista principal. Estamos ante una pieza sencilla, contundente y efectiva que cosechó premios en distintos festivales de cine europeo.
Si la educación está vinculada al poder, acaso lo que queda es el humor para desestabilizar las posibilidades hegemónicas en cada proceso educativo. O esto parece plantear La Maestra (Ucitelka, 2016). El filme retrata el conflicto en una escuela en Checoslovaquia, durante 1983, donde María Drazdechova (Zuzana Mauréry), una nueva maestra, supedita la educación a favores que le hacen los padres de los alumnos. Poco a poco, esta actitud de imponer colaboraciones a costas de educar genera desgaste en los padres y humillaciones directas por parte de la maestra a sus alumnos. Lo curioso de la película es que, a través de la música compuesta por Michal Novinski y de algunas actuaciones, caricaturiza con ciertos matices la situación manipuladora para generar risas detrás de la grave actitud de la maestra. Así, se genera cierto suspenso tras la decisión de cada personaje y seguimos con atención la trama narrada en saltos temporales entre una reunión de la directora del colegio con los padres para hablar sobre el asunto, las clases con la maestra y la dinámica familiar de tres alumnos. La gravedad de una de las acciones de María ponen a prueba la complicidad entre estos tres alumnos. Sabemos, o creemos saber, que la educación no se trata nada más de una lección bien aprendida. Ni siquiera depende nada más de la relación entre la maestra con el alumno. También tiene su efecto la relación de los alumnos como conjunto. Y es aquí donde la complicidad, no precisamente entre el Partido Comunista y la maestra, sino entre los tres alumnos, mueve la película al terreno del drama. Si el peinado encopetado y el vestuario de María Drazdechova remarcan sus costumbres anticuadas, la actuación de Zuzana Mauréry enriquece el personaje a ratos cuando no lo envilece con su gestualidad exagerada. Hay momentos donde ella hace creer a los padres de su soledad indefensa, en vez de burlarse con su actuación de una maestra así de abusiva. Al final, cabe la pregunta de si la formación de una persona depende de los favores de quienes la rodean, de la constancia con la que responde a su motivación, o de una conjugación de ambas. La película opta por matizar la posible respuesta con humor negro que, si bien aligera la seriedad, aplanan las decisiones en las que se ven (so)metidos los personajes.
LA VOLUNTAD DE PODER …“Cuéntanos Branko, cuéntanos! Les has hecho algo?/ Dicen que soy culpable, pero los culpables son ellos / Antes la vida valía la pena, los eslovacos somos un pueblo orgulloso/ Ay! Sus vidas eran tan libres, como un pez en el riachuelo”… Estas estrofas del poema Brankho (1864), del escritor romántico eslovaco Samo Chalupka, son pronunciadas por los alumnos de una clase de primaria, allí por 1983 en Checoslovaquia. Este grupo de niños, junto a la profesora Mária Drazdechová, sus padres y los directivos de la escuela, protagonizarán el filme La profesora. El poema habla de un país en el que aún el Partido Comunista no ocupaba el poder absoluto. Es un poema épico romántico, que habla de un hombre luchando contra otros más poderosos que lo acusan de ser un “culpable de…”, no importa qué. Versos que refieren a la lucha personal de Chalupka contra Rusia como soldado polaco en 1830, de donde regresa herido y vencido. Esta introducción parece una forma muy indirecta de entrar a la película, en cambio es todo lo contrario, ya que el filme del que hablaré se dedica a poner en duda algunos de los tópicos claves que aparecen en el poema: “el poder, la ideología, el individuo, sus valores y la libertad”. La historia de la película se instala en una escuela estatal de Checoslovaquia allá por septiembre de 1983, en pleno poder del partido comunista. Pero en esa época, este modelo que nació lleno de utopías, estaba en plena curva decadente. Cuando se enfrentó con los fantasmas del poder absoluto se enfermó de rigidez, de ciega ideología en vez de auténticos ideales, de abuso de poder en vez de voluntad de poder, y el individuo con su necesidad de libre albedrío quedó en el pantano de los sueños fallidos. No olvidemos que 8 años más tarde, en 1991 caerán el sistema en la URSS y el Muro de Berlín. Esta aula de colegio primario refleja el modelo del sistema, como toda institución es ideal para poner en espejo como discurre el poder y la ideología de un país. Así es que allí nuestros personajes centrales son el grupo de alumnos en general, y al mando la maestra Mária Drazdechová que además ejerce en la institución otro rol nada menor: es la jefa del Partido Comunista. Una dosis contundente de poder para una sola persona. “Cuando nombre a cada uno se para y me dice a que se dedican sus padres”, la frase que parece integradora y pedagógica, tiene finalmente otras especulativas intenciones. La respuesta de cada niño es anotada con precisión, “mi madre trabaja en una tienda y mi padre es carpintero”, “mi padre trabaja en una obra y madre era peluquera, pero ahora está en casa con mi hermana menor y atiende solo a sus clientas de toda la vida”. Mária se presenta como una pobre mujer viuda de un militar comunista, necesitada de la solidaridad de los otros: “Somos seres humanos, debemos ayudarnos los unos a los otros”, esa frase como un latiguillo recae en el filme cada vez que Mária justifica su manera de proceder con el alumnado y sus padres. Se dedica a “pedir” con aparente desinterés y humildad, distintos “favores” a los padres de los niños, que se deben ofrecer de manera totalmente gratuita y subtextualmente obligatoria. “La que le hace la peluquería, el que le arregla el lavarropas, el padre que se dedica a hacerle las compras del hogar, los alumnos que van a limpiarle la alfombra, lavar los paltos y ordenar la casa” y así la lista se extiende y se complejiza. Un día que el padre de una alumna, Kucera, contador en el aeropuerto, se niega a realizar un pedido que percibe extorsivo: enviarle una torta a su hermana que vive en Rusia (cosa totalmente prohibida por el régimen), el conflicto estalla. La negativa funciona como disparador de una tensión creciente y la revelación progresiva de la forma de manejar el poder por parte de “la profesora”. A partir de ese momento la hija del contador será aplazada una y otra vez de manera humillante. Mientras que la hija de la que le hace todos los “favores incondicionalmente” lleva las notas más altas y el mejor trato en la clase. No quiero spoilear los detalles de todo este mecanismo de abuso, ya que tiñe la vida de todos los personajes que la rodean, en cada caso con matices diferentes pero siempre frente al mismo imperativo: “quien no se entrega incondicionalmente pagará su castigo”. El filme funciona como un retrato social que dirige una mirada crítica sobre el uso del poder, habla obviamente sobre el comunismo y esa recta final donde los valores están en decadencia, pero si observan el relato con atención hasta la última escena, verán que también la crítica excede al régimen y habla de la problemática del abuso de poder y sus implicancias éticas y morales en todos los sistemas políticos. En cuanto a lo netamente cinematográfico vale destacar algunos hallazgos importantes: la estructura no lineal de la narración, que funciona como un doble abanico conectando el presente y el pasado unidos a través de los disparadores de lo que acontece en el presente del filme. El presente describe una conflictiva reunión de padres donde se debate el caso de la familia Kucera, lo que implica definir por votación el futuro de la profesora Mária en la institución. Otro elemento a destacar es la dirección de arte, que reconstruye una época, los años 80 en un país comunista, algo muy específico y logrado con gran verosímil. La cámara es austera, clásica y efectiva. El montaje es de una factura impecable, con precisión en los cortes y un fluido manejo de la estructura narrativa. Para cerrar, sin duda alguna las actuaciones brillan en varios casos. Especialmente Zuzana Mauréry en el rol de Mária Drazdechová, logra esa equilibrada sinergia entre perversión y seducción, entre verdad y falacia, y construye una maravillosa metáfora a través un personaje tan simple y tan complejo a la vez, que vive enceguecido por una ideología distorsionada y que se ha transformado en un monstruo sin saberlo. “Camarada, ¿qué ha quedado de ti?..” Por Victoria Leven @victorialeven