Lo admito, no soy un fanático del cine de terror argentino. Me parece que muchas veces se busca el golpe de efecto, se le presta demasiada atención al maquillaje, a impresionar con efectos digitales, pero se le presta poca atención a la historias, los personajes, las actuaciones. Y eso resta. Es verdad, que hacer cine de género acá representa un doble esfuerzo. Llevar gente, recuperar la inversión. Recién en los últimos tres años el INCAA empezó a aprobar guiones que retraten un género maldito que ha dado grandes obras maestras en los años ’50, por ejemplo con Narciso Ibáñez Menta como protagonista (y muchas veces como director)...
Un pacto siniestro Este estreno nacional inscripto dentro del género de terror llega de la mano de Valentín Javier Diment (recientemente participó en el guión de "Diablo") que se arriesga con un producto gore repleto de maldiciones, fantasmas y pasiones ocultas. La memoria del muerto, que paseó con éxito por varios festivales internacionales, no disimula la influencia de títulos como Diabólico, de Sam Raimi o La noche de los muertos vivientes, de George Romero, pero se alimenta también del cine italiano de terror de Lucio Fulci y Darío Argento. Alicia (Lola Berthet) convoca a los amigos de su difunto marido (Gabriel Goity) para leerles una carta dirigida a cada uno de ellos, sin imaginar que un extraño ritual los unirá en una verdadera pesadilla. Encerrados en una casa y sin poder escapar, los invitados vivirán las más aterradoras experiencias...si salen vivos. Con este esquema el director de Parapolicial Negro y El propietario elabora un producto con sobresaltos que seguramente será bien recibido por el público adolescentes y por la acumulación de apariencias fantasmales que atormentan a los protagonistas. Jimena Anganuzi, Rafael Ferro, Matías Marmorato (el amigo más cercano del difunto), Luis Ziembrowski (también visto en Lo siniestro) y Lorena Vega revivirán sus miedos más íntimos. Si bien el relato se resiente por momentos debido a la cantidad de elementos que entran en juego con cada una de las situaciones que espantan a los comensales, el giro que toma la historia sobre el final y la atmósfera claustrofóbica le brindan a la película un buen pasatiempo donde dice presente el "gore", el humor negro y las neblinas del horror.
El terror argentino tiene ya a esta altura una larga tradición de producciones variadas, a lo que fue cierto auge en los años ’50 y ’60 en donde se mezclaba el terror y el suspenso ingeniosamente con algo (mucho) de drama, le siguió un estancamiento con pocas producciones más ligadas al erotismo y posteriormente un resurgimiento en forma de films de culto, clase B, autoconcientes y orgullosos de serlo, convirtiéndose en casi una parodia de clásicos del género, films para un público particular pero muy fiel. Actualmente parece estar viviéndose una transición, un paso de ese cine “marginal” a algo más comercial, llegando a las salas (aunque con suerte en salas diversa), y la prueba de esto es La memoria del muerto, una película respetuosa de sus orígenes de bajo presupuesto, clase B podríamos decir, pero con ambiciones. La protagonista es Alicia (Lola Berteth) viuda reciente, que en connivencia con el mejor amigo de Jorge (su difunto marido interpretado por Gabriel Goity) reunirá a los amigos más cercanos a él con la excusa de leerle una carta que dejó antes de su muerte y la que se refiere a cada uno de ellos. En realidad todo es una excusa para formalizar un ritual en el cual el grupo deberá pasar toda una noche en una casa quinta donde falleció Jorge y sobrevivir rodeado de fantasmas del pasado de cada uno de ellos... claro que no todos sobrevivirán. El argumento lineal es tan simple como efectista, no pareciera otorgar nada nuevo al género, pero tampoco busca hacerlo, La memoria del muerto tiene como fin ser un clásico exponente de terror, ni más ni menos, y eso lo logra. No hay que ser muy hábil para notar reminiscencias a “Haunted Hill”, algo de los films de George Romero, y si me permiten decirlo algo también de un gran film subvalorado, “Flatliners”; pero no suena a copia sino a una suerte de homenaje. Valentín Javier Diment en su rol de director, productor y uno de los guionistas (entre otros figura en este rubro también Nicanor Loretti director y guionista de la sublime “Diablo”) sabe crear el clima necesario para lograr una atmósfera ominosa, fuerte tensión, y algunos giros interesantes. También es logrado el rubro actoral, esto también sirve para elevar el producto, contar con algunos actores de trayectoria como Berteth, Goity (en participación pequeña), Luís Ziembrowsky, Matías Marmorato (un excelente joven conocido para quienes siguen las ficciones televisivas de TDA y la TV Pública haciendo su merecido paso al cine) y otras apariciones de Rafael Ferro, Jimena Anganuzzi y Ana Celentano; todos están a la altura de una producción importante. Hay algo fundamental en “La memoria del muerto”, y es que si bien no deja de lado su espíritu independiente y B (es muy recomendable para sus seguidores), no toma el camino de la burla, es una película seria ante todo, lo cual ayuda a pegar varios sustos. Los más atentos y entendidos también notarán ciertos juegos de cámara y luces similares al primer San Raimi y Stuart Gordon o Brian Yuzna. Tal vez no estemos ante un film perfecto, quizás no rebose en originalidad, pero sí estamos ante un film de transición, La Memoria... es un producto logrado, hecho en serio y con ganas de darle un buen sacudón al público, los guiños a los camaradas ahí están presentes, pero también le abre la puerta al público amplio, esperemos que esta transición se complete del todo.
Risas, miedo y llantos Ya se sabe que el cine de género en la Argentina es un fenómeno que se cocinó a fuego lento durante los últimos diez, quince años. En ese contexto, La memoria del muerto es quizás su exponente más depurado, adosándole a una factura técnica impecable una historia inicialmente irregular que, sin embargo, termina afianzándose con el correr de los minutos. El resultado es un film cuyo centro está en sangre, la comicidad y la creación de atmósferas. Estrenada en el BAFICI del año pasado, la película de Valentín Javier Diment (el mismo de Parapolicial negro), de amplia trayectoria en la pantalla chica, comienza con la muerte de Jorge (Gabriel Goity) en la cama junto a su mujer (Lola Berthet). Cuarenta y nueve días después, ella junta a los amigos más íntimos de su marido para leerles una carta. Ese hecho dará inicio a una sucesión de apariciones fantasmagóricas en la que los invitados verán reflejados sus peores miedos o recuerdos, sin saber que son parte de un plan de la viuda para revivir al difunto. La memoria del muerto va de menos a más, con un inicio confuso y deshilachado –cuesta saber de qué va la película- que adquiere su forma definitiva a medida que avanza el metraje. Así, los primeros minutos muestran a Diment demasiado fascinado por el trabajo visual y sonoro -notables, por cierto- antes que por la construcción de una trama. Pero sobre la mitad el film deja de lado la búsqueda de efectos y creación de atmósferas para volcarse al desarrollo narrativo, al tiempo que empieza a reverberar un vuelco hacia un humor clase B que alcanza su pico máximo en una notable escena final. Escena final que, sí, resignifica todo lo anterior, pero por sobre todo muestra que Diment y compañía saben que lo mejor es no tomarse el asunto demasiado en serio.
Buena parte del cine de terror que se filma en la Argentina, y que tiene en el ya tradicional festival Buenos Aires Rojo Sangre un espacio sólido y bien organizado de difusión, suele producirse en condiciones modestas y con actores con poca o nula experiencia. Con La memoria del muerto , Javier Diment se corre de esa lógica: su propuesta es una película más cuidada desde el punto de visto técnico, que busca impactar con un uso sofisticado de recursos visuales y sonoros pero no descuida el nivel de las actuaciones. Los integrantes del elenco del largometraje son actores de reconocida trayectoria en el ámbito del teatro y el cine nacionales, pero trabajando en el marco de un género que los desafía, justamente por su poco desarrollo local. Y resuelven con solvencia una historia de ribetes melodramáticos, cargada de secretos sentimentales inconfesables, pero teñida de sangre: como una telenovela de la tarde virada al rojo más furioso. Diment trabaja sobre el gore y el humor negro para contar la historia de un peligroso ritual al que un grupo de amigos se entrega con el objetivo de regresar de la muerte a un recién fallecido. No se trata de adolescentes, como en la mayor parte de las películas de este tipo que se producen en serie en los Estados Unidos con buenos resultados de taquilla, sino de adultos con problemáticas propias de su edad. La buena performance actoral y la imaginación de Diment para generar imágenes inquietantes son lo mejor de una historia cuyo argumento a veces flaquea. Para el director, que ya había filmado Parapolicial negro , donde cruzaba la ficción con el documental, y un telefilm dedicado al abuso de mujeres cuya exhibición fue finalmente descartada por su crudeza, es un primer paso ambicioso que tuvo repercusión internacional (en los festivales de Sitges y Fantastic Film de Montreal) y que está claramente destinado a, como él mismo ha declarado, "trabajar el cine de género para provocar efectos concretos en lo emocional de los espectadores, al margen de la reflexión".
Un espacio modelado por lo siniestro Primer film argentino de terror plenamente logrado en añares, el de Diment tiene claro lo que quiere y cómo lo quiere, sabe cómo hacerlo y lo hace muy bien. Es ejemplar la decisión con que se tira de cabeza a la pileta del “gore” y el fantástico. Para el cine argentino nunca hubo género más problemático que el de terror. Aproximaciones hubo, loables incluso, como Una luz en la ventana (M. Romero, 1942), El extraño caso del hombre y la bestia (M. Soffici, 1951) o El vampiro negro (R. Viñoly Barreto, 1953). Pero se trató de casos aislados que, además de no tener descendencia, se mostraron algo tímidos a la hora de asumirse como cine de terror, como si el género no fuera del todo honroso. Tras una sequía de décadas, interrumpida apenas por subproductos esporádicos (ésos sí, poco honrosos), de un tiempo a esta parte el prejuicio se perdió y el volumen de producción se acrecentó. Pero salvo alguna alentadora excepción (Penumbra, de A. y H. García Bogliano, 2011), las propias películas todavía no parecen muy convencidas de sí mismas o de contar con lo que se requiere. No es el caso de La memoria del muerto. Primer film argentino de terror plenamente logrado en añares, la película de Valentín Javier Diment tiene claro lo que quiere y cómo lo quiere, sabe cómo hacerlo y lo hace muy bien. Pero si algo hace de ella una película ejemplar es la decisión y consecuencia con que se tira de cabeza a la pileta del terror y el fantástico. Pileta llena de sangre, como corresponde. La memoria del muerto forma parte de una movida que algunos denominan “cine independiente fantástico argentino”. Movida que integrarían desde la adolescentosa Plaga zombie y secuelas (1997, 2001, 2011) hasta Hermanos de sangre (Daniel de la Vega, 2012), pasando por ¡Malditos sean! (F. Forte y D. Rugna, 2010), Fase 7 (N. Goldbart, 2011), Diablo (N. Loreti, 2011) y la mencionada Penumbra y otros films de los hermanos Bogliano. Como si formaran parte de un club del horror, en varias de ellas se cruzan nombres de técnicos, guionistas, actores y realizadores. Valentín Javier Diment, por ejemplo, participó del guión de Diablo, junto con Martín Blousson y Nicanor Loreti. Estos dos, a su vez, hicieron lo propio en Hermanos de sangre y ahora también en La memoria del muerto. Luis Ziembrowski, Jimena Anganuzzi, Sergio Boris y el menos conocido (pero inolvidable) Luis Aranosky tienden a reaparecer, tanto en los films mencionados como en el telefilm El propietario, codirigido por Diment y Ziembrowski y jamás exhibido (por su carga de sexo y violencia, dicen) por la Televisión Pública. Diment, por su parte, participó de los guiones de Adiós querida luna (2004) y Aballay (2010), ambas de Fernando Spiner, dirigió la miniserie Beinase (2006) y la inédita El sentido del miedo (1967, ambas de terror), así como la docuficción Parapolicial negro: apuntes para una historia de la Triple A, estrenada el año pasado. Hechas las presentaciones, la película. Como en House on Haunted Hill, donde el millonario Vincent Price citaba a su castillo alejado de todo a un grupo de personas, Alicia, viuda reciente (Lola Berthet), hace lo propio con amigos y ex parejas de Jorge, su marido recientemente muerto (Gabriel Goity). Secundada por el algo sospechoso Hugo (Luis Ziembrowski), se supone que la convocatoria es para recordar al finado y rendirle homenaje. Pero tanto el hecho de que la viuda esté disfrazada de viuda (vestido negro, toca y velo) como la teatralidad de toda la situación –demasiados actores juntos, en un interior cerrado– le dan al asunto un aire de artificialidad que los encuadres angulados, los espesos filtros de color (gentileza del notable DF Martín Beiza) y algún que otro telón se ocupan de acentuar. De pronto, en el columpio del turbio jardín se hamaca la hija de una de las presentes. Hay un problema: la chica murió hace años. De ahí en más, como en la serie American Horror Story, cada uno de los invitados recibirá puntualmente la visita de sus difuntos más amados. U odiados: un padre abusador, una madre terrible, una hermana muerta, una ex amante que empieza a chorrear sangre. Sangre hay a chorros, baldazos, una fuente entera incluso, atrio de un ritual que se libra a degüello limpio. Hacía tiempo que no se veía –no sólo en el cine argentino– tanto gore, tan bien dosificado. No se trata de épater l’espectateur impressionable con una sucesión de golpes de efecto. Tampoco de asustarlo por asustarlo ni convocarlo al jueguito sadomaso del porno-horror. Se trata de dar forma a un espacio modelado por lo siniestro, lo pesadillesco, lo más temido. Lo fantástico, en una palabra. En medio de eso, la disrupción del detalle porteñísimo (un termo de mate), la guarangada desubicada (“hace seis horas que me estoy meando”), el chiste que desarma (el del final es buenísimo). Lo que La memoria del muerto no se permite nunca es el derrape a la sátira, tan propio de bizarrías adolescentonas. Notables efectos especiales, utilizados con criterio y funcionalidad (chapeau para las desmaterializaciones, sobre todo) y dos altos momentos de gore a lo bestia –una madre que se cose y se descose, una hermana que arma su cara sin rasgos con escasa habilidad– coronan un film que en una cinematografía normal debería ser un hito del género.
Sangre y terror argentinos Los primeros minutos de La memoria del muerto ya definen una de las cuerdas que tocará la película en su desarrollo posterior: Jorge, el personaje que interpreta Gabriel Goity, muere más de una vez. De allí en adelante se sabrá que su esposa (Lola Berthet) tiene en sus manos un manifiesto donde la intención del muerto (o no) es reunir a sus amigos y parientes más íntimos en un caserón de lujo. De allí en adelante las cuerdas del inicio, acumulativas y ruidosas, que se expresan a través de voracidad gore, trastocan a otras, donde el suspenso, el miedo al miedo (eje central de las mejores películas del género) y la composición pictórica del plano (herencia del "giallio" –horror– italiano) junto al uso (y abuso) del gran angular de cámara (gracias a Kubrick por El resplandor), articulan un discurso diferente, donde la sutileza se impone al trazo grueso. En ese triple juego entre el terror exhibicionista, el horror fuera de campo y la formulación pictórica de una trama rutinaria, La memoria del muerto navega con resultados más favorables que contraproducentes. Efectivamente, el encierro de los personajes, la asfixia por sobrevivir en un espacio agobiante que resiste al afuera (otra influencia notoria: los mejores films del gran John Carpenter) se impone al uso y exceso de esas cámaras veloces, técnicamente irreprochables, pero también autosuficientes, a las que tanto recurriera San Raimi en sus años '80 con Diabólico y Noche alucinante. Sin embargo, un aspecto curioso del film de Diment es que no es un pastiche más de invocaciones satíricas y paródicas sobre el terror, un género que parece resucitar en los últimos años en Argentina con exponentes atendibles o de inmediato olvido. La película tiene vida propia, aun cuando necesite de la cita y la invocación a determinados referentes. El maravilloso plano donde la sangre se desliza por el vidrio de un auto conformará a los fans del género y a los amantes de la hemoglobina cinematográfica más exigente. Siguiente film de Diment luego de Parapolicial negro, documental-ficción sobre la Triple A, La memoria del muerto es otro tipo de terror, más sanguíneo y directo, con algún brujo pero con muchos fantasmas.
La Nueva Ola del Cine de Género Argentino (NOCGA) En La memoria del muerto (2012) Valentín Javier Diment construye, a través de diferentes recursos estéticos y narrativos, un pintoresco melodrama que se entremezcla con el terror, el suspenso, la fantasía y la comedia, para de esta forma dar origen a un hibrido cinematográfico con un resultado final alentador. Alicia (Lola Berthet) convoca a los amigos de su esposo, recientemente fallecido, para realizar la lectura de una carta que éste dejó para cada uno de sus allegados. Pero no todo será lo que parece y a medida que los minutos avancen, los involucrados se irán dando cuenta que todo es parte de un ritual diabólico para traer de nuevo al difunto a este mundo. O no. El director de la extraordinaria Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A (2010), y uno de los precursores de la Nueva Ola de Cine Género Argentino (NOCGA), se mete con un relato ambicioso de Martín Blousson que tiene la particularidad de cambiar continuamente de registro. Melodrama que vira al terror, comedia de enredos teñida de humor negro y drama pasional con toque de gore se funden en una historia que apunta a capturar a un público amante de las películas de autores como George Romero, Darío Argento o Rob Zombie. La memoria del muerto va creciendo a medida que la historia avanza gracias a los giros dramáticos y al cambio de género. Elementos que pese a desorientar al espectador toman un sentido en la última media hora de metraje, donde el conflicto se resuelve de la manera menos pensada. Tal vez con uno de los mejores desenlaces que el cine argentino haya dado en los últimos tiempos. Con un elenco exprimido al máximo, una puesta en escena jugada desde lo formal y un guión que apela a cuanto recurso sea necesario para hacer creíble lo increíble, La memoria del muerto viene a reconfirmar que la NOCGA está instalada definitivamente dentro de un sistema que quería excluirla. Pese a los "esnobistas" de siempre y a cierto sector de la "crítica" que aún le sigue siendo hostil. Un cine para apoyar.
Un muerto vivo Poco tiene de novedosa esta propuesta de terror nacional, aunque sí es destacable en algunos aspectos de su producción, y lo más valorable es que está hecha "en serio"; es decir, sin intenciones "bizarras" o burlonas. La decisión de encarar la película con respeto al género y al espectador no es que sume, ya que es como debe ser, pero al menos la hace merecedora de cierta atención. Los amigos de Jorge (Gabriel Goity) -fallecido hace poco más de un mes- son convocados por su viuda, Alicia (Lola Berthet), para leerles una carta que dejó el difunto. Ignoran los asistentes que formarán parte de un ritual siniestro, cuya finalidad es revivir a Jorge. Uno a uno se enfrentarán a situaciones horrorosas y hasta a la muerte misma, ante la impiadosa mirada de Alicia. Una buena parte del relato se sostiene gracias a las actuaciones, especialmente la de Berthet, actriz ideal para el rubro, quien está bien secundada por el siempre eficaz Luis Ziembrowsky. En lo que respecta al maquillaje y los efectos especiales, vale decir que están bien logrados y consiguen su cometido de aterrorizar y sobresaltar al espectador. El punto flojo está en la narración y el guión en sí, poco original y previsible, en tiempos en que el género demanda actualizarse y ofrecer nuevas ideas.
Misterio de la casa embrujada Con un guión cuyos diálogos resultan poco convincentes, el filme tiene acertadas actuaciones de Lola Berthet, Luis Ziembrowski y Jimena Anganuzzi. Jorge (Gabriel Goity) vive con su mujer Alicia (Lola Berthet) en las afueras de Buenos Aires. Mientras caminan por una calle cerca de su casa, él le dice a ella que va a hacer un viaje y Alicia le responde que tiene miedo. Alicia (Lola Berthet) presiente que va a suceder algo. Al regresar a la casa, en el jardín tiene la sensación de ver a dos chicas con la boca ensangrentada y varias horas después, mientras está acostada al lado de su marido, sufre una pesadilla y se despierta sobresaltada. Intenta despertarlo a Jorge y al hacerlo descubre que el hombre respira con dificultad y de su boca sale sangre. Poco después él muere. "La memoria del muerto" de Valentín Javier Diment parte de éstas primeras escenas para ir desarrollando un argumento sobre el género de terror, que a lo largo de la historia, va a involucrar a varios hombres y mujeres de distintas edades. LOS INVITADOS Apoyándose en la clásica idea de "la casa embrujada", los guionistas concretan un filme, en el que a medida que van apareciendo los distintos personajes, se van sucediendo una serie de sorpresas. La historia continúa cuando Alicia, convoca a una reunión a los amigos de su marido, con la excusa de leerles el testamento que dejó el difunto, en el que habla de cada uno de ellos. Luego de leerles esa especie de carta que dejó Jorge, Alicia le dice a los convocados que los invitó a pasar la noche con ella y recordar al muerto, porque de esa manera está convencida que Jorge, al que considera el amor de su vida va a resucitar. El resto de los invitados hace silencio y se miran unos a otros, pensando que la ausencia, hizo que Susana entrara en cierto estado demencial. Pero a medida que pasan los minutos, se suceden una serie de hechos bastante aterradores, que obliga a cada uno a enfrentarse a sus conflictos más temidos. LOS FANTASMAS En complicidad con Hugo (Luis Ziembrowski), Susana intentará tenderles una trampa a cada uno. La primera es hacerle creer a Ivana (Lorena Vega), que su hija muerta se encuentra en el jardín; o reprocharle a Mauro (Rafael Ferro), el haber iniciado a Jorge en la droga y en negocios oscuros. Así se van sucediendo los conflictos, los que al final arrinconan a cada uno a un callejón sin salida, en el que terminarán perdiendo la vida, sin poder saber si el muerto finalmente resucitó o no. "La memoria del muerto" tiene algunos impactantes efectos especiales, como es la aparición de fantasmas que entran y salen de las habitaciones, o cuando de la cara de uno de los invitados comienza a brotar sangre de sus ojos y de su boca. Con un guión cuyos diálogos resultan poco convincentes, el filme tiene acertadas actuaciones de Lola Berthet, Luis Ziembrowski y Jimena Anganuzzi.
Desde hace un tiempo, el cine de horror vernáculo nos está deparando gratas sorpresas, cintas originales, arriesgadas y con un sentido del genero que hacen pensar en un futuro promisorio para el cine fantástico nacional. Esto ocurre con este filme, que sin ser súper original, apuesta a un cuidado manejo de los climas, el maquillaje y los efectos, con momentos de logrado horror y un final que incluye un interesante giro dramático. Una clase B hecha, derecha y efectiva.
Valentin Javier Diment y una de terror, truculenta, con todos los elementos del género, apariciones, fantasmas, un ritual sangriento, horror y sangre. Estilo, con elementos gore. Algo inusual en el cine argentino, que llamará la atención de los fanáticos del género. Lola Berthet, con todo lo que necesita su protagónico, con un final sorprendente.
Jorge (el Puma Goity) tiene una muerte algo repentina y luego de un mes y medio, su mujer: Alicia (Lola Berthet), junta a los amigos que más lo quisieron para leerles una carta que Jorge dejó antes de fallecer. Los invitados no tienen idea de lo que preparan Alicia y Hugo (Luis Ziembrowski) para ellos, con el fin de revivir al difunto. Nos encontramos frente a una película nacional jugada, desde el vamos. Supongo sabrás que al cine son contadas las películas nacionales que llegan, las trabas impuestas desde arriba son varias y dentro de lo que se puede ver, predomina el drama, polulan usualmente los mismos actores gancheros (el clásico ejemplo: Ricardo Darín), etc. Conseguir meter una película de terror con toques de humor negro y chispazos de gore en cartelera, no es joda. La Memoria del Muerto entra en la camada de Cine de Género Argento, que tan bien nos hace. La película tiene dirección de Valentín Javier Diment, responsable de El Sentido del Miedo (2007) y Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la Triple A (2010), y guión de Martín Blousson (quien también trabajó en las mencionadas) quienes nos llevan por un constante salto de disco sorpresivo y mantienen pendientes hasta el final. Se puede ver cine de género; enredos sangrientos, melodrama pasional y escenas impactantes jodidas, fuertes. Los seguidores de la mejores épocas de Sam Raimi y Darío Argento la van a disfrutar el doble. Tiene ese rico aire a cine de terror italiano. Encerrar a los protagonistas para que sufran es un clásico truco que hemos visto muchas veces, pero esta vez se enfrentan a sus propios miedos y verdades. Hay un manejo de climas muy interesante, sobredosis de opresión logrando transmitirla y contagiarla al espectador. El ambiente va creando una atmósfera tensa, donde nos desorientamos e intrigamos hasta llegar a la media hora final donde explota la resolución de manera impensada. Un magnífico desenlace que no tiene nada que envidiarle al cine de afuera. A destacar: La música de Pablo Borghi es certera y te empapa de suspenso, los efectos especiales están muy bien logrados y abunda lo clásico: el látex, las réplicas, tiene pc/cgi pero no recae todo el tiempo en eso, algo que es un plus altísimo. Lola Berthet se muestra como una actriz versátil y la descose, pasa por todas las facetas, dá cátedra. Querían películas nacionales distintas en los cines? esta es su oportunidad para ir a ver algo jugado, de género y con sintonía fina. Aprovechen este fin de semana largo y vayan a ver La Memoria del Muerto, que no se van a arrepentir.
Grotesco sangriento para fans del gore Varios personajes encerrados en una casona durante una noche, en homenaje a un ser querido recién fallecido. se convierte en una pesadilla cuando queda claro que la reunión es, en realidad, para realizar un sangriento ritual con sacrificios humanos para revivirlo. La premisa sería más adecuada para un relato en formato más corto, tipo "Historias de la cripta", sobre todo por su costado de comedia negra con diálogos irónicos y mucho humor negro. O más bien humor rojo, porque algo que no se le puede negar al director y coguionista Valentin Javier Diment es su extrema generosidad con la truculencia y el gore que abundan a lo largo del film ya desde el siniestro prólogo onírico. Por eso, pese a que las alegrías hemoglobínicas ayudan a que la película nunca resulte aburrida, por supuesto si se es fan del genero fantástico, lo cierto es que el realizador tiene que estirar las situaciones a su máxima expresión para llegar de alguna manera razonable a la duración de un largometraje. Esto se nota en las distitnas apariciones de ultratumba que van experimentando los personajes, algunas casi teatrales en un intento de psicodrama terrorífico que, por fortuna (para los fans), siempre culminan con chorros de sangre y otras cosas aún más horripilantes como para olvidar que pase lo que pase, ésta es una de terror hecha y derecha. El hecho de que toda la acción transcurra en el mismo lugar recuerda a muchos films clase B, y hay algunos homenajes a clásicos, por ejemplo "The Evil Dead" de Sam Raimi, que también aportan un poco de diversión (y algunas tomas técnicamente bien construidas).. Por otro lado hay efectos especiales sangrientos de todo tipo, algunos bien resueltos (por ejemplo la espantosa reconstrucción de la hermana muerta es una de las más eficaces escenas del film). Igual que los efectos, hay algunas buenas actuaciones en medio de un tono grotesco que da el pie a la comedia negrísima. En este sentido, Gabriel Goity aparece poco, pero a veces logra una fuerza siniestra digna de un émulo criollo de Vincent Price, especialmente cuando se lo ve en un cuadro que provoca la sensación de que su personaje domina a los vivos desde ultratumba.
Aquí también podemos hacerlo La Memoria del Muerto es esa clase de cine que despierta adhesiones inmediatas entre los degustadores del cine de género. Después la película puede ser buena, regular o mala pero la empatía se la gana ya desde el siniestro, bellísimo póster. “Una de terror”, diría alguien y no se estaría equivocando. En la Argentina existe una cantidad impresionante de seguidores de este género, así como del fantástico en cualquiera de sus infinitas posibilidades. La revista La Cosa, los muchachos de Farsa, el Festival BARS, los hermanos García Bogliano, son sólo algunos nombres que surgen casi naturalmente. Y puedo asegurar que se trata apenas de la punta del iceberg. El cine comercial argentino ha demorado demasiado en dejar entrar a esta generación de sangre nueva que desespera de ganas por dejar su impronta. En tiempos más o menos recientes se han conocido algunos exponentes pero en verdad nada demasiado valioso hasta el momento. Visitante de Invierno (2006), Sudor Frío (2010) o Malditos sean! (2011) fueron propuestas que incursionaron en el terror con más o menos suerte. La más reciente, ya vendrán otras de a poco, es La Memoria del Muerto, segunda obra de Valentín Javier Diment luego de Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA (2010). Técnica y estéticamente hablando, es la producción nacional más destacada de este género que yo haya visto jamás. Pero el guión dista de ser bueno. Sí la idea. El problema es cómo la ejecutan… Me genera un auténtico placer encontrar a un compatriota que ha sabido expresar en su película todas las influencias típicas (Carpenter, Romero, Raimi) sin caer en el mimetismo burdo. Hay mucho de Diabólico (The Evil Dead, 1981) en algunos aspectos pero nadie osaría acusar a Diment de plagiar nada. Lo importante pasa por la muy cuidada puesta en escena y el trabajo excepcional que se llevó a cabo en los rubros de fotografía, arte y efectos especiales para narrar la historia. La música de Pablo Borghi es excelente aunque el director se equivoca al dejar que atraviese el relato de punta a punta casi sin descanso. A veces es preferible que el score no interfiera con la escena. Se gana en suspenso sin necesidad de caer en el artificio. Lo más destacado en general es el clima pesadillesco que le imprime Diment a un guión con problemas entre los cuales no pueden faltar los diálogos, eterno dilema del cine argentino. Las imágenes logradas por el DF Claudio Beiza con la colaboración del resto del equipo técnico son increíblemente fuertes y por demás convincentes. El dramatismo de las escenas es extremo y cuando las actuaciones acompañan, que no sucede siempre, el impacto es fulminante. Los toques de humor ayudan a descomprimir algunos pasajes brutales pero el verosímil de a poco se va perdiendo hasta derrapar por completo en el final. Aunque esté buscado no es un final memorable para una de las escasas películas del género que se ha dignado a subvencionar el INCAA. Y es una pena que así sea. Los actores se prenden de buen grado en los juegos del director: Lola Berthet, Luis Ziembrowski, Matías Marmorato, Jimena Anganuzzi y Lorena Vega no escatiman sangre, sudor, lágrimas… y unos cuantos alaridos estereofónicos. Con una premisa que parece sacada de una novela de Agatha Christie (siete personajes encerrados en una casa que empiezan a morir uno por uno) para luego adosarle un esqueleto fantástico, Diment entrega un surtido de horrores que el amante del terror clase B sabrá apreciar como se debe. Y espero que en su sala de cine favorita…
Engalanada por un elenco de figuras, raro para un film nacional de terror clase B, y con un encomiable trabajo visual y estético, La memoria del muerto es un exponente interesante y diferente dentro de las producciones de este tipo que se producen en el país. El realizador Valentín Javier Diment cambia de género y de estilo narrativo luego de su ópera prima testimonial Parapolicial negro, que abordó el espinoso tema de la Triple A. Se pueden vincular ambas películas en el terreno de lo sangriento, ya que las recreaciones actorales de ese docudrama tenían toques violentos al borde de lo gore, tónica que abunda en La memoria del muerto. Pero en este caso con cierto contenido; una trama atractiva, un par de buenas vueltas de tuerca y algunos trasfondos argumentales que van más allá de lo habitual en el género. Con la excusa de homenajear a su difunto esposo, una mujer convoca a sus amigos más cercanos a una casa en las afueras para leerles una entrañable carta suya. Pero los desprevenidos –o no tanto– invitados ignoran que están formando parte de un macabro ritual. Alternando escenas notables, de gran impacto para los habituales seguidores de lo terrorífico, con otras no tan logradas, el film alcanza buenas atmósferas, incluyendo un final que sorprende genuinamente. Formidables actuaciones de Lola Berthet y Luis Ziembrowski, y una breve pero contundente participación de Gabriel Goity.
Y el terror festeja a los gritos El combo que conforman los elementos sangre, miedo y cine argentino se continúa renovando con esta película. Dos mundos, uno interior, teatral, asfixiante por momentos; y otro exterior, con espíritus, estética de cómic, vibrante. En La memoria del muerto conviven dos universos donde el carácter ritualístico se enlaza con el sacrificio y un pacto siniestro, el de Jorge (Gabriel Goity), que muere en forma misteriosa mientras duerme. Su viuda Alicia (Lola Berthet) convocará -a pedido del difunto- a sus seres queridos para leer una emotiva carta escrita por él, que pinta de un trazo las cualidades y defectos de cada uno. Con un fino trabajo artístico y sin caer en lo bizarro del gore (aunque tiene escenas fuertes), el director Javier Diment recrea el ambiente opresivo en una mansión de la cual no se debe (ni puede) escapar. Las velas, cuchillos, vasos y -siempre- la sangre ambienta el inframundo de la película, un sótano que esconde los secretos de la trama hilvanados en un relato sólido, con suspenso. Las locaciones reducidas sirven para poner la lupa en los actores. Y no distraerse. Con vistosos planos angulares (Jorge que contempla desde el más allá), una inquietante pintura del fallecido y entidades que se corporizan y desmaterializan llevando un mensaje, los protagonistas tarde o temprano harán eje en la viuda. Es destacable la caracterización artística de Nicanor (Matías Marmorato) junto al desempeño de Hugo (Luis Ziembrowski). El silencio del abuso (simplificado con una madre que se cose y descose ojos y boca, mientras su hija es sometida), hipnotizantes cajitas musicales, una logradísima extracción de ojos y algunos guiños de películas históricas: el avance de la entidad a la altura del suelo (símil Evil Dead) o el estiramiento de una lengua (recuerden a la enfermera de Pesadilla en lo profundo de la noche) retratan a este melodrama que tiene una interesante vuelta de tuerca final a base de traición y engaño. Luego de Malditos sean!, Diablo y Making off sangriento: masacre en el set de filmación (Diment trabajó en estas dos últimas producciones), el combo sangre/miedo/cine argentino se continúa renovando con La memoria del muerto. Y así, el género de terror festeja a los gritos.
Otro filme argentino en el que la vedette son los rubros técnicos, de muy buena factura por cierto, inclusive teniendo en cuenta la decisión de arriesgarse con un género como el del terror-fantástico, infrecuente en la producción cinematográfica vernácula, al menos no de manera industrializada. Pero, valga la aclaración, los avances tecnológicos y la posibilidad de hacer empleo de los mismos es cada vez más usual. Lo que sigue demandando la apropiada conclusión de un texto fílmico es un buen guión, y este no lo es. Como decía el gran director japonés Akira Kurosawa: “Es posible hacer una mala película de un buen guión, pero es imposible hacer una buena de uno malo”. La historia se centra en Alicia (Lola Berthet), una viuda que convoca a un grupo de amigos al cumplirse un mes del fallecimiento de Jorge (Gabriel Goity), su marido, para honrarlo, pero guarda en su interior motivos secretos. De pronto comienzan a ocurrir hechos casi sobrenaturales. En el jardín de la casa hay una niña que se columpia en una hamaca, el problema es que está muerta, y sólo la madre la puede ver. A partir de ese momento lo que era una reunión en homenaje al finado se trastoca en una sesión de espiritismos y conjuros varios. Cada uno de los participantes tendrá sus cinco minutos de protagonismo, o de fama, según usted prefiera, en el que un pariente u amigo fallecido vendrá a pedirle, o rendirle, cuentas, eso sí, todos de manera sangrienta. Esto es lo mejor de la producción. Respeta y promueve todos los elementos del género al que adscribe, cuanta más sangre mejor, con un gran cuidado de la estética, del manejo de la luz, de los encuadres y también del vestuario, no es casual que Alicia esté vestida de luto, todo negro su atuendo, con velo negro casi transparente. Hasta las actuaciones son convincentes, comenzando por Lola Berthet, continuando por Gabriel Goity, hasta el personaje de Hugo a cargo del siempre eficaz y creíble Luis Ziembrowski, encarnando al más siniestro de todos los invitados, de quien no se dan a conocer los motivos de su presencia, aportando cierto aire de misterio su sola representación. Bien secundados por Ana Celentano y Rafael Ferro, como la madre y Mauro, respectivamente Pero todo está construido de manera muy confusa, sin solución de continuidad, todo aparece como aislado, nada justifica el encadenamiento de cada una de las escenas y, a la postre, de las secuencias. Sobre el final termina por realizar un giro doble, ambos inesperados, es verdad; uno creíble, a partir de una lectura actual de lo políticamente correcto, el otro no, ni que lo expliquen.
RITUALES FALLIDOS El cine de terror crece poco a poco en Argentina, pero con películas como esta queda claro que aun está lejos de conseguir un nivel aceptable. Ya podemos dejar de decir que el cine argentino nunca ha incursionado en el cine de terror. De un tiempo a esta parte, y desde los márgenes hasta el centro, nuestra cinematografía ha buscado acercarse cada vez más a este género. Esas búsquedas no son loables en sí mismas, simplemente son búsquedas. El arte, mal que le pese a muchos, no se mide por las intenciones sino por los resultados. Con poco parecen conformarse muchos que han elogiado de forma desmedida esta película. Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A fue el film anterior del director y tal vez de los méritos de aquel film surja el paternalismo indulgente con el cual ha sido observada y criticada La memoria del muerto. Pero es ya una costumbre saludar con excesiva benevolencia las películas de terror locales. Sin embargo, y aun con la mayor buena voluntad, no hay prácticamente nada que se pueda rescatar de esta película. Qué el producto sea vernáculo es anecdótico, esta película fallaría en cualquier cinematografía del mundo. Los primeros minutos del metraje muestra ya ciertas debilidades, arbitrariedades y falta de pulso. Aun así, y como suele ocurrir, un par de golpes de efecto nos hace esperar un poco más. Cuando todo el elenco esté reunido en la casa donde ocurrirán las acciones, ahí queda en claro que las actuaciones no son el fuerte del título, aun con actores que han sabido brillar en títulos anteriores. Los diálogos y la forman en que se dicen son un escollo difícil de pasar. La viuda del muerto que da título al film reúne a aquellos que más lo quisieron en una rara ceremonia en su casa. Cuarenta y nueve días después de muerto –según el budismo tibetano el tiempo entre la muerte y el renacimiento- la esposa planea algo que los demás no saben. La excusa es una carta que el difunto ha dejado para leerle a sus seres queridos, pero hay un plan secreto con la intención que traerlo nuevamente a la vida. Es más interesante dicho que visto, porque de esta idea no se desprende nada interesante en las escenas posteriores. Cada personaje se enfrentará a sus propios muertos y traumas, cada uno tendrá su momento de terror mientras transcurre la noche. Sin embargo esto ocurre con tan poco criterio narrativo y con escenas tan carentes de terror que transforman en un tedio, casi en un trámite eterno, el llegar a la otra punta de la película. La memoria del muerto no termina de optar por el terror puro y se concentra en momentos dramáticos que producen vergüenza ajena y donde nos explican todos y cada uno de los conflictos de los personajes. Ni la música, ni la fotografía, ni el sonido consiguen plasmar climas o situaciones que movilicen al espectador. Posiblemente las limitaciones de guión y puesta en escena sean el problema principal y de ahí derive todo lo demás. De este paquete tan poco atractivo tan solo se puede rescatar un muy interesante y efectivo trabajo de maquillaje y algunos efectos especiales vinculados al mismo. Pero a no resignarnos, porque con tan poco no alcanza. La película aburre y se pierde, aun para los flexibles de verosimilitud del género las cosas no tienen sentido. La memoria del muerto no es un producto aceptable o digno, falla de punta a punta y no hay manera de rescatarla. Me gusta mucho el cine de terror, sea del país que sea, y no me molestaría que hubiera grandes exponentes de esa clase de cine en nuestro país, pero no se puede festejar cuando las cosas, como en este caso, no salen bien.
Surrealismo siniestro Si mezclamos el espíritu gótico de las producciones que resultaron de la unión entre Roger Corman y Vincent Price con la iluminación y colores predominantes en el cine de la Hammer Productions, le agregamos un uso de las aberraciones del lente y movimientos de cámara cercanos a The Evil Dead obtenemos La Memoria del Muerto, film nacional que se estrenó este Jueves. Vencer la muerte. Tópico que desveló a la humanidad desde que existen sus registros y tema recurrente en el arte de todos los tiempos. Este deseo de superar aquello que es inherente a la vida misma contiene en sí un patetismo trágico. El film de Javier Diment tiene como atmósfera ese patetismo, pero también tiene otras cosas. Al comienzo del film y con recursos muy bien logrados se nos revela el carácter onírico que tendrá el film y la dificultad misma de lograr la meta propuesta ya que uno de los personajes morirá tres veces. Luego, en los créditos iniciales y mediante algunos diálogos conocemos a los personajes y sobre todo ingresamos mediante el tono actoral a un clima casi Lyncheano que nos permitirá sumergirnos en el film y sus particularidades. La empresa imposible de evitar lo inevitable será llevada a cabo por una mujer que perdió a su esposo abruptamente y desea recuperarlo. Las cinco personas que más lo querían en vida serán víctimas de un ritual pactado por el difunto con anterioridad. El sacrificio de cinco idiotas sentimentales será el módico precio por volver a la vida a su esposo. En este film la muerte se vuelve tan tangible como en los films de terror gótico realizados por Vincent Price o por Narciso Ibañez Menta. Es una fuerza, es acecho en los personajes y opresión en el espectador. Otro protagonista es el pasado. Un pasado que se despierta por quien sabe qué tipo de magia y que vuelve corporizado para torturar la psiquis de sus víctimas y eliminarlas finalmente. Los miedos de cada personaje nos contarán más sobre ellos mismos que cualquier diálogo y eso hace fortalecer la historia y ganar en ritmo al mismo tiempo. Cabe mencionar como dato que en cuanto a estos fantasmas del pasado en el caso de cada personaje es lo femenino en diversas variables lo que afecta, lastima y causa temor. La Maternidad o La Madre, La Novia, La Hermana, La Abuela, La Hija, arquetipos que simbolizan niveles traumatizantes en el film. Diment sabe perfectamente cómo inquietar al espectador, eso queda claro, pero además sabe luego de sacarlo de su lugar de seguridad cómo volver a mimarlo mediante el humor para que vuelva a pegarse al relato, cómo usar el gore para obtener diferentes efectos, cómo usar el sexo, cómo combinar estilos dentro del género sin morir en el intento y sobre todo cómo cerrar un relato ya que cuenta con un final brillante. La Memoria del Muerto es un film perturbador, tiene imágenes que no pueden olvidarse fácilmente y eso tiene que ver con que se nos sumerge en un surrealismo desde los aspectos técnicos que deja la mente del espectador indefensa y por ende permeable. Una experiencia más que recomendable.
Tan bestial como sorprendente Diment sabe lo que hace porque lo disfruta. Esto es así: cuando se va al cine y se sale satisfecho, es porque el deseo ha sido --por el momento- colmado. Con el cine de terror sucede esto y de una manera más clara. Porque para ver cine de terror hay que quererlo. Querer dejarse llevar hacia el interior de lápidas, disfrutar con algún miembro revoleado, degustar maldiciones, invocar las sombras, esperar gustoso la noche, preferir las brumas, adorar los borbotones de sangre, tener simpatía por los monstruos, amar el cine B. Al ver La memoria del muerto aparece la sintonía. Entre (este) espectador y la película, así como entre ella y su realizador. Porque tales encuadres, tales diálogos, tales situaciones, tales imaginerías, sólo podían suceder desde el disfrute. Que ha reconocido el propio Diment desde la palabra: Argento, Fulci, Raimi, Carpenter; pero que, en verdad, valida la película por sí misma, en tanto manera privilegiada desde la que todo cineasta, en última instancia, piensa el cine. Ahora bien, tal regurgitación requiere de una reelaboración suficiente, que logre ser verosímil, no en tanto película con ecos de ultratumba italiana o española, sino --aquí el riesgo- argentina. Y lo cierto es que, cada vez más, el género de terror construye un espacio propio, que ha abierto el juego para una proliferación mayor. Con una marca distintiva que encuentra en el film de Diment una búsqueda formal que es en absoluto gratuita. En este sentido, habrá que pensar muy finamente cuáles películas más podrían decir de una manera tan bestial como sorprendente sobre el recuerdo tortuoso que acompaña a Pamela Rementería, víctima de un padre abusador. Su escenificación da cuenta de lo terrible, lo magistral, que el cine de género puede ser. Y que vuelve innecesario el parlamento siguiente de la actriz, quien explica lo sucedido para, dado el caso, dar pie a otra resolución. Lo dicho, apenas, como una de las varias piezas del juego mayor, contenido por la casona de noche, con la memoria de un muerto (Gabriel Goity) a quien se busca recordar, evocar, llorar, resucitar. Pero, como siempre, engaños de por medio y enfrentamientos cruciales, personales, violentos, de todos contra todos porque, de lo que se trata, es de enfrentar cada uno sus propios fantasmas. Cuando todo se resuelva, podrá ocurrir la previsible vuelta de tuerca. Pero, se sabe, lo difícil es saber cómo utilizar los lugares comunes. Y lo que hacen Diment y guionistas (entre quienes destaca Nicanor Loreti, responsable de Diablo) es sorprender para retrucar y señalar que un abordaje inteligente no depende de cine "serio" alguno o que, en todo caso, el género es una de las maneras más serias de entender el cine.
Truculencia a la criolla Valentín Javier Diment dirige esta peli y anteriormente había sido uno de los guionistas de la estupenda "Diablo", digamos que estamos aquí frente a un filme de género terrorífico, acentuado en el "gore". Una mujer viuda reúne a los amigos y gente más próxima a su marido recientemente muerto en circunstancias extrañas para leerles una carta que él dejó, curioso es que el finadito (Puma Goity) no pasa ninguna factura, ya que la misiva es de genuino afecto.Pero a su vez esta mujer está haciendo una suerte de ritual macabro para traerlo (otra vez) a la vida.Se sucederán pues apariciones fantasmales, regreso de (otros) muertos vinculados al grupo, momentos chocantes y cubiertos de espanto, en lo cual el director no escatima en nada, poniendo toda la carne a la parrilla. Si algo es preponderante en esta propuesta es la absoluta calidad de los efectos, los cuales nada deben envidiarle a muchos otros que actualmente se observan en el cine del género truculento. Efectos de primera, lo cual da notable calificación de calidad al filme. Sus recursos estéticos hacen que la propuesta no sea fallida, la platea o el espectador habitual a este cine, lo descubrirá con cierto estado placentero, la dirección de arte es también meritoria. Pero no sabemos si decir igual de su final, qué si bien no es para nada traído de los pelos (cosa que si sucede en otro estreno de la semana: "911 Llamada mortal"), puede resultar de impacto hasta cómico, haciendo nacer un nuevo "género" para incluir en el cine de horror. Por el resto se deja ver.
Cinco víctimas en busca de un autor Suena en muchos lugares. Las nuevas películas de terror argentinas son cada vez más y, lo que es todavía más promisorio, todas demuestran algún grado de pasión, creatividad, talento, sensibilidad, ingenio, astucia y profesionalismo. Son organismos vivos, diría un biólogo, y están evolucionando. Nadie, felizmente, sabe hasta dónde pueden llegar. O quizá sí. El que más lejos lo hizo por ahora es Andrés Muschietti, un chico de Buenos Aires que con el gran productor mejicano Guillermo del Toro como padrino y Universal Pictures como compañía, rompió este año el mercado con su opera prima Mamá, que aquí en Córdoba hizo muy buenos números, y que globalmente multiplicó sus 15 millones de dólares de costo hasta convertirlos en más de 135 millones en recaudación. Yendo a La memoria del muerto, es un largometraje dirigido y coescrito por Javier Valentín Diment, ambientado en el interior de una casa y su parque, donde un grupo de personas debe elegir si participar o escapar de un ritual planeado por la viuda de un amigo, ritual destinado a volverlo a la vida a través de un sacrificio múltiple. Para empezar, La memoria del muerto no es un filme que juegue en las mismas ligas de Mamá, ni lo pretende. En cambio, como aquel filme, está conectado de modo subterráneo con toda la tremenda imaginación de terror, gore y cine de clase B que bajo el suelo nacional está haciendo brotar hacia el sol (o hacia una noche de luna llena) cosas cada vez más sorprendentes. Diego Curubeto, eminencia en el estudio de este y otros géneros similares, da un muy buen punto cuando resuelve que la película es entretenida gracias a las escenas de abundantes sangre que aparecen en todo su recorrido. Por fortuna, estas escenas no sólo son muchas, sino que además están muy bien resueltas en algunas ocasiones, en las que se lucen los aspectos técnicos como los efectos especiales, el maquillaje, o los distintos y a veces originales puntos de vista que puede adoptar el espectador. También hay que hablar de los actores. Qué bien elegidos que están. Al primer vistazo, el espectador se percata de que el armazón sobre el que está montado el elenco son un puñado de caras conocidas de muy buenos actores de la televisión, como Gabriel Goity, Luis Ziembroski, Lola Berthet y Rafael Ferro. Oficio, claramente, no va a faltar, y los intérpretes formados en tiras o unitarios tienen otra característica distintiva. No llenan el espacio, o la pantalla, como un actor de teatro, pero tienen consigo el gen del realismo, ese colectivo detrás del cual la pantalla chica argentina casi siempre está corriendo. En síntesis, una película que los fans del terror y el gore no querrán perderse, y que el resto del público, sabiendo más o meno lo que verá, puede elegir ver o no.