Sueño de grandeza derrumbado Más allá de hilvanar su relato con imágenes poderosas y prodigiosas a veces, la particularidad de este documental, que posa la mirada sobre las ruinas y las consecuencias de un pasado esquizofrénico para reproducirse en un presente igual de enfermo y decadente como el actual es el viaje hacia atrás propuesto por Martín M. Oesterheld para hablar de los fantasmas de la historia; los monumentos de la dictadura militar y la deuda interna argentina que cosecha en el campo del debe la justicia social y en el del haber los aglomerados y asentamientos urbanos donde la indigencia duerme despierta y las multitudes de excluidos pasea entre escombros y sueños rotos. Parte de la historia de un país puede reconstruirse solamente con observar su arquitectura o confrontarse con esos esqueletos de hormigón sin corazón ni alma que forman parte del paisaje urbano entre villas, miseria, basura, animales y personas, muchas de ellas provenientes de otras latitudes expulsivas para encontrar consuelo, refugio y un futuro de prosperidad aquí en esta tierra, que se hacen añicos apenas se cruza el Río de la Plata o se toma contacto con el nauseabundo Riachuelo. Sin embargo, ese presente está atado a un pasado dominado por la locura mesiánica y asesina de trasnochados que hipotecaron el progreso de una Nación joven con sueños de grandeza y capacidad de sobra para convertirse en potencia mundial; postal desteñida que hoy resulta imposible de comprender dada la destrucción sistemática del tejido social y el permanente retroceso que hace de la repetición de los procesos históricos un símbolo nacional. Así las cosas, tanto la Ciudad deportiva de La Boca proyectada en los sesenta en pleno régimen militar como Interama cercana a los 80 devenido luego Parque de la ciudad y actualmente un ruinoso predio que conserva esa inmensa torre como parte de la vista privilegiada sobre el entramado urbano vienen a representar en La Multitud la radiografía exacta de casi tres décadas que evoca a un tiempo pasado de diversión y frivolidad que encontraba en un parque de diversiones el júbilo de miles en épocas nefastas con sus montañas rusas y autos chocadores a pleno, aspecto contradictorio que cualquier argentino que haya vivido durante la última etapa de la dictadura y comienzos de la democracia podrá reconocer sin demasiado esfuerzo. No obstante, la unión de estas dos obras yuxtapuestas y escudriñadas no sólo desde el ojo de la cámara lúcida de Oesterheld, sumado a la buena fotografía a cargo de Guillermo Saposnik y el montaje dialéctico de Emiliano Serra y Alejandro Brodershon, sino desde la mirada extraviada de extranjeros ucranianos que desconocen obviamente la historia las vacía de ese valor simbólico e histórico per se para extraer su esencia desde la forma, la silueta, el contorno, lo oculto y lo revelado en un tiempo de urgencia, que se abre en el horizonte y se impone como parte de un enorme cuadro silente y sin movimiento. Estáticos, los personajes, un cafetero y una mujer mayor (llegados aquí en los noventa) que hablan un dialecto parecido al ruso, y a la espera; inmóviles, los monumentos de la decadencia, al igual que los personajes sin pasado, sin presente que deambulan alrededor, elementos de la ficción que se entremezclan en esta deriva a la que el director se expone para mostrar la ausencia desde la presencia.
Crónica de la Argentina que nunca fue Varios films nacionales de los últimos años se ocuparon, con mejor o peor suerte, de escudriñar audiovisualmente distintos espacios geográficos de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Basta recordar, sin ir más lejos, la notable Hacerme Feriante (sobre la imponente Feria de La Salada), Centro (con eje en ese espacio nodal de Buenos Aires), Un día en Constitución o incluso la polaca Boxeo Constitución para comprobarlo. En esa línea se inscribe La multitud, Estrenada en una de las secciones paralelas del último Bafici, la ópera prima de Martín Oesterheld se propone establecer un diálogo entre la Ciudad Deportiva de La Boca y el Parque de la Ciudad, dos predios que tuvieron sus años de gloria un par de décadas atrás y que hoy lucen un estado deplorable. Siguiendo esa premisa, el nieto del autor de El eternauta comienza ilustrando ambas geografías con una serie de planos fijos, muchos de ellos de indudable potencia visual (el camión humeante es digno de Reto a muerte), en los que establecen las coordenadas geográficas del relato: allí se verán, entre otras cosas, el particular sub-mundo alrededor de Puerto Madero y el abandono crónico de aquel sueño de magnificencia que fue la Torre Interama. El contraste es aún mayor cuando se vean fotos de la felicidad perimida durante los días de esplendor. Sin embargo, Oesterheld redobla la apuesta. Como si no confiara en la observación si se quiere etnográfica, intenta justificar la elección de ambas locaciones con una pareja de hermanos (¿ficticios?) emigrados del este europeo que viven, claro está, en una villa del sur de la Ciudad y Villa Lugano. Decisión que patea a en contra del film, ya que en esos momentos se detiene el procedimiento habitual, dejando al espectador con la sensación de seguir conociendo aquellos emblemas de una Argentina que siempre quiso ser y nunca fue.
Gentío invisible La Multitud (2012) es el documental debut del director de Martín M. Oesterheld que describe la vida actual de los asentamientos que rodean dos de los predios más grandes de la ciudad porteña, otrora destinados al entretenimiento y más tarde devenidos en páramos urbanos y escombros. Realizado bajo el formato de ensayo visual, el film se transforma en una narración poética, y casi de ciencia ficción, que revela a los habitantes invisibilizados de la periferia. En La Multitud se muestra un modo de habitar lateral al resto de la ciudad. Registrado con una cámara en mano que se oculta detrás de escena, un puñado de personajes son acompañados en su transitar cotidiano por los espacios que habitan. Se trata del Barrio Rodrigo Bueno y la Villa 20 que rodean el descampado de la ex Ciudad Deportiva de La Boca y el complejo habitacional de Villa Lugano ubicado en las inmediaciones del Parque de diversiones Interama. Con una arquitectura lujosa y de fantasía construida durante los gobiernos militares del 60 y 70, ambos predios evocan una idea de sociedad y de futuro que, desde entonces a la actualidad, apenas conservan su bello esqueleto. Sobre el cordón sur, el predio de la ex Ciudad Deportiva de La Boca emerge desde las aguas del río como una infraestructura gigantesca y fantasmal. A la altura de un proyecto casi faraónico, el complejo se erigió sobre la base de varios islotes rellenados artificialmente y un tendal de puentes que le servían de acceso. Destinado a un proyecto arquitectónico ambicioso para la época, como la construcción del estadio más grande de América Latina que nunca fue, la duración de su puesta en actividad fue récord. Apenas una década entre la fecha de su construcción hacia 1968 y su cierre definitivo. El otro lugar utilizado en el film es el Parque de diversiones Interama que, edificado en 1982 en Villa Soldati, es reconocible a kilómetros de distancia por su torre espacial de 208 metros de alto. Desde el 2003, permanece inaccesible. La tesis de La Multitud se funda en el extrañamiento y el contrataste que genera el paisaje urbano. Así, la extrañeza de los parques le aporta al film un tono de ciencia ficción, como el escenario pos-apocalíptico por el cual diferentes personas transitan en silencio. En medio de una ausencia casi total de voces, el efecto de distanciamiento se refuerza cuando el único diálogo del film es entre dos inmigrantes rusos. Un hombre que habita el complejo habitacional de Lugano y una mujer de una Villa cercana. El diseñador, pintor y documentalista Martín M. Oesterheld, también nieto del escritor de El Eternauta (Héctor Germán Oesterheld, 1959), logra representar la antinomia social presente en el paisaje arquitectónico de la ciudad. A través de su puesta fotográfica y su estilo narrativo retrata el vacío para producir un efecto de extrañamiento en el espectador. Encuadres que contienen un todo desolador, repleto de pastizales, montañas de cemento amorfo y perros que vagan por comida. Si bien solo quien conozca bien el mapa de Buenos Aires puede reconocer los espacios filmados, la idea de contraste es identificada de inmediato a través de los descampados fantasmagóricos que rodean los asentamientos humildes. A esta multitud de invisibilizados hace referencia el título del film.
El director Martín M. Oesterheld manifestó previo a la proyección que el tema de su película era el tiempo. Si bien es un factor en estos 55', creo que se trata más bien de una película sobre el espacio. Su mirada está puesta en las personas que transitan ambos predios, en aquellos que los habitan, y si bien ambos lugares representan huellas de la historia, es en su condición de espacios y en el modo de filmarlos en donde se revela su verdadera belleza. Entre los personajes que circulan estas zonas se destacan dos inmigrantes rusos, después de todo son los únicos que tienen voz, con los que la mirada cobra una dimensión completamente diferente. Con una atmósfera que no se quiebra, con imágenes muy seductoras de un tono casi lúgubre, se revela el mayor logro de Oesterheld a partir de esos dos sujetos: el filmar Villa Lugano como si se tratara de Europa del Este.
La multitud Por Blanca María Monzón Publicado el 13 febrero, 2013 por Blanca María Monzón Ficha Técnica Dirección: Martín M. Oesterheld Dirección de fotografía: Guillermo Saposnik Dirección de Sonido: Sebastián Gonzalez Montaje: Emiliano Serra/ Alejandro Brodersohn Realizada en: HD Duración: 60 minutos Género: Documental Año de producción: 2012 Producida por Laura Bruno / Los Andes Cine Distribuida por Laura Bruno El paisaje del silencio en este film de Martín Oesterheld que se estrena mañana. Amanece, el humo sale por las chimeneas y parece confundirse con las nubes, como en un juego de manchas sin nombre, preponderando el espacio constructivo y artístico, antes que el decorativo. A su vez la cámara registra no sólo el abandono, sino algo mucho más duro, que es el olvido. Y en ese recorrido por la ciudad deportiva de Boca, Interama, Villa Lugano, la Villa 20. Los espacios dialogan desde los fotogramas y desde una cámara muy lenta, que se mete en los intersticios a través de los paisajes que ofrecen también, el atardecer y la noche. A las multitudes debe imaginarlas el espectador justamente en su ausencia dentro del paisaje. Ya que sólo vemos personajes solitarios, u obreros que trabajan acompañados de los ruidos de las máquinas. Tanto la Ciudad de la Boca, como el parque de diversiones Interama, fueros construidos uno durante el gobierno de Onganía y el otro al final de la dictadura. Lo que era supuestamente resultado del progreso y de la diversión hoy es pasado. Ahora en su periferia hay cada vez más asentamientos de personas en estado de pobreza, como la Villa 20 o la de Rodrigo Bueno. Podemos reconocer, que Martín Oesterheld proviene de las Artes Visuales, y que de este trabajo podría decirse en algún sentido, que se mueve entre el cine y el Video Arte, pero este debate no viene al caso. Ya que además de ser un documental tiene un considerable trabajo de campo. En la actualidad, alrededor de las ruinas de esos dos espacios se desarrollan asentamientos y villas habitadas por miles de familias, muchas migrantes y en estado de indigencia, como la de Rodrigo Bueno o la Villa 20. Solo un hombre, que vende café y una mujer- ambos rusos- dialogan primero por teléfono, para luego encontrarse y ver un video, mientras disfrutan de la vida, a pesar de toda la incertidumbre que los rodea. Oesterheld recurre al silencio como estrategia narrativa y lo aplica en ese registro riguroso, sistemático, donde el relato habita en sus condiciones de producción, y donde el paisaje, -que perdió su función lúdica- es el objeto de la representación y del cruce de las miradas donde se enfrentan el adentro y el afuera. SOBRE EL DIRECTOR Martín M. Oesterheld nació en Buenos Aires en 1974. Es artista visual y actualmente es parte del equipo del Laboratorio de Investigación en Prácticas Artísticas Contemporáneas (LIPAC) UBA/CCROJAS. Entre sus trabajos recientes se encuentran: “Tránsito” (30min video HD), Muestra EME3 / CCCB Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona / Ciudades Paralelas, Galería Pasaje 17, (curada por Stefan Kaegi y Lola Arias) y “Para la defensa” (HD video 20 minutos), junto a Julián D’Angiolillo, Predio Tecnópolis, 3 canales, medidas variables. Recorrido del Film Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) 2012 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, 2012 BIM, Bienal de Imagen en movimiento, 2012 Festival Internacional de Diseño, Bs As, 2012 16 Festival Internacional de Cine de Punta del Este, Uruguay, 2013
Ruinas de una Argentina faraónica Documental de observación, se limita a mostrar la actualidad que circunda a dos predios marcados por una frustrada manía de grandeza: la Ciudad Deportiva de La Boca e Interama. Lo hace de manera cruda, sin excesos visuales ni narrativos. Hay dos clases de documentales de observación: están los que parecen producto de la fiaca (“aprieto play y dejo la cámara, a ver si pasa algo”) y los que mueven a observar, a partir de una observación previa. El realizador encuentra algo que le llama la atención, lo investiga durante un tiempo y luego pone al espectador en la misma situación en la que él estuvo antes. En situación de campo, frente al hecho en crudo y sin proveer los datos que la propia situación no provee. Si quiere tener el cuadro completo, el espectador deberá hacer lo que el realizador hizo antes: investigar, por otros medios, las razones, condiciones y contexto de ese hecho, usando el documental como disparador, como choque con lo real que despierta interrogantes. En el estricto rigor con que aplica estos principios (a veces excesivo, quizás), La multitud puede ser tomada como ejemplo modélico de esta clase de documentales. Documentales como éste hallan su forma a partir de la exclusión. Exclusión de toda clase de intervención que no se reduzca a la gramática cinematográfica básica: encuadres mudos, duración y sentido del plano, fotografía encarada en términos dramáticos, montaje que apunte a un sentido. Todo hiperconcentrado: La multitud dura sólo una hora. Su objeto son dos construcciones abandonadas, dos espacios distantes que el film vincula. Uno, la Ciudad Deportiva de La Boca, que nunca estuvo en La Boca, sino en la Costanera Sur. El crítico tiene la edad suficiente para recordar cuando, allá por mediados de los años ’60, el mítico Alberto J. Armando, el presidente más famoso en la historia entera de Boca Juniors, anunciaba, con bombos y platillos, la construcción de un centro deportivo llamado a eclipsar todos los centros deportivos. La Ciudad Deportiva, que debía inaugurarse el 25 de mayo de 1975, comenzó a construirse diez años antes de esa fecha y quedó inconclusa años después, consecuencia de manejos y negociados que, por supuesto, jamás se investigaron como correspondía. Otro monumento nacional a la inconclusión, el incumplimiento y el abandono es el Parque de la Ciudad, ubicado en Villa Soldati, inaugurado en 1982 bajo el nombre de Interama y cerrado, clausurado y reabierto varias veces desde entonces. La gestión Macri lo cerró alegando fallas de seguridad que no se comprobaron, y actualmente rige una intimación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad para su reapertura. Intimación que la gestión actual ignora olímpicamente. Toda esta información es la que La multitud no da. Con formación en artes visuales, Martín Oesterheld, nieto de Héctor, se limita a mostrar esos espacios, sus aledaños y algunos de sus habitantes o vecinos, tal como se hallan en el presente. Esto es: ruinas, restos, arbustos, pajonales, pero también barrios vecinos en plena eclosión constructiva (el Rodrigo Bueno y la Villa 20), la Reserva Ecológica de la Costanera y, al fondo del cuadro, dos clases de torres bien distintas. Las de vidrio y acero que la riqueza levanta en Puerto Madero y la llamada Torre Espacial del Parque de la Ciudad, cuyas tenues lucecitas se encienden a la noche, por más que la torre esté cerrada al público. Con una fotografía exquisita –gentileza del DF Guillermo Saposnik–, no es caprichoso que abunden atardeceres y sombras en La multitud: el documental de Oesterheld muestra el interminable crepúsculo de una Argentina faraónica. No es del todo cierto, como dice la gacetilla, que ambos sean proyectos de dictaduras. Interama sí: se inauguró en septiembre de 1982. Pero no la Ciudad Deportiva, que empezó a levantarse en 1965, un año antes del golpe de Onganía y en pleno gobierno de Illia. Por otra parte, la pregunta que el documental deja flotando es qué se hizo después con ellos, qué se hace ahora. Los restos que muestra La multitud son los de la manía de grandezas, la venta de humo, los sueños truchos, el operismo de opereta, las ruinas que tienden a pervivir. Espacios urbanos en los que la torre futurista convive con el pajonal, un ingeniero revisa viejos planos en una gigantesca oficina semiabandonada y un inexpresivo gigante de piedra, que vaya a saber qué clase de ídolo habrá querido representar, toma sol para siempre sobre el cemento cuarteado.
Las ruinas de aquel pasado El Parque de la Ciudad y la Ciudad Deportiva de Boca, dos espacios arrasados por el tiempo que fueron construidos bajo dos dictaduras. Dos espacios concretos de divertimento y dispersión concebidos en épocas faraónicas, de una arquitectura fascista para el goce de la gente. La multitud es una documental que mira hacia aquel pasado de características monumentales, el de los sueños despedazados de dos gobiernos signados por la muerte. Martín Oesterheld, nieto del creador de El eternauta, elige planos fijos al inicio, como si se tratara de fotografías de un pasado sumergido en el tiempo del olvido. Ese estatismo del principio se equilibra con los movimientos parsimoniosos de los habitantes en la actualidad: bolsones marginales y de pobreza, asentamientos que contrastan con esos edificios del pasado, sobrevivientes de un mundo globalizado conviviendo con las ruinas edilicias de las dictaduras de Onganía y Bignone. Artista visual antes que cinéfilo documentalista (participó en Tecnópolis), sin embargo, a su director se lo puede relacionar con otros cineastas del género como el sesentista Lionel Rogosin y los contemporáneos James Benning y Jia Zhang-ke, entre otros, en cuanto a la captación de un paisaje determinado sin necesidad de recurrir a la voz en off explicativa y a la mirada didáctica que a veces caracteriza al documental. La mirada de Oesterheld estimula al espectador, proponiéndole la convivencia entre ese pasado intimidatorio y este presente poco feliz. Pero, cerca del final, cuando algunos de los habitantes extranjeros de ese viejo-nuevo paisaje toman la palabra, al momento en que invocan a una película soviética de los años '70 como Moscú no cree en lágrimas, el film pega una vuelta de tuerca y cobra un sentido diferente. En ese punto, el documental de Oesterheld recuerda a algunas escenas de la extraordinaria En construcción de José Luis Guerín, otra película sobre espacios que desaparecen y que son renovados por el triunfo del consumo.
Martin Oesterheld y una película alegato, sensible, bien realizada. Una reflexión sobre la ciudad y su gente, los grandes emprendimientos abandonados (ciudad deportiva de la Boca, el parque de la ciudad) mientras otras zonas son favorecidas por grandes negocios Ruinas, indigencia, sobrevivientes. Una mirada inteligente.
Lo que oculta nuestra ciudad "La multitud" es un documental que intenta ubicarse como testigo de hechos que dan cuenta de las inquietudes, o negaciones, de quienes han gobernado la Argentina en las últimas décadas. El siempre cambiante paisaje urbano de Buenos Aires, esconde innumerables zonas, sectores, o predios, que hoy están abandonados y otros que sorprenden al mostrar un vertiginoso cambio en su superficie, como sucede con el pujante Puerto Madero, o la deteriorada Costanera Sur. "La multitud" es un documental que intenta ubicarse como testigo de hechos que dan cuenta de las inquietudes, o negaciones, de quienes han gobernado la Argentina en las últimas décadas. LOS CONTRASTES El director Martín M. Oesterheld ofrece una propuesta curiosa. Su filme prácticamente es mudo, salvo al final cuando, mediante traducción con subtítulos, se ve dialogar a dos inmigrantes rusos, un hombre y una mujer, en uno de los departamentos de los monoblocks, de Villa Lugano. Película de contrastes, el director muestra el estado de destrucción que hoy presenta la ex Ciudad deportiva de Boca, en la Costanera Sur, diseñada en la década de 1960: y al costado de ese predio, a la actual Villa Rodrigo Bueno, que cada vez se ha extendido más y en la que habita mayoritariamente gente del interior, o inmigrantes. Poco después el cineasta establece otro paralelo, entre el ayer y el hoy, al filmar el derruído Parque de la Ciudad y su gigantesca "torre espacial", de doscientos metros de alto. Inaugurado en 1982 en el barrio de Villa Soldati y clausurado y vuelto a reabrir y cerrar en distintas oportunidades. Este espacio también es parte de un agresivo contraste con el paisaje, conformado por un gigantesco depósito de autos apilados como si fueran chatarra, ubicado a pocos metros de la Villa 20, en la zona de Villa Lugano. ARQUITECTURA VIVA Exhibida en la edición 2012, del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), en la sección Cine y arquitectura, el documental de Oesterheld, que es artista plástico y cineasta, es una propuesta que, en apariencia, debe mirarse como si fuera un cuadro en movimiento, cuyas formas, perspectivas, diagonales y paralelas se van modificando de acuerdo al ángulo en el que se ubica la cámara. "La multitud" provoca cierta extrañeza en el que observa y la ausencia de una narración en off, o de escritura gráfica, que ubique al espectador, en el lugar en el que se encuentra lo que se muestra, la vuelve algo hermética para quien no conoce la ciudad.
No es casualidad que el director de este magnífico documental sea Martín Oesterheld, decir esto suena a una obviedad. Hablamos del nieto de Héctor Germán Oesterheld, guionista de historietas (la más célebre "El Eternauta" aunque ciertamente no la única) desaparecido durante la última dictadura militar del ’76 al ’83. Es que La Multitud habla de eso, de dos períodos de gobiernos militares (aunque no específicamente el nombrado), de la megalomanía que tuvieron y las ruinas a la que llevaron. Y ahí encontramos otra veta de su director, las artes visuales, la construcción artística. El Parque de la Ciudad y La Ciudad Deportiva de La Boca fueron dos megaconstrucciones desarrolladas durante sendos gobiernos de ipso, el de Ongania y el de Bignone, y su estructura original denota una idea de pensamiento desarrollista, pensando en un futuro de gran ciudad que avanza... y también claro está, pensando en el mero divertimento de la población. De costado, el actuar de los gobiernos que no imitaba el desarrollismo, muerte y destrucción, y más aún lo que dejaron para generaciones futuras, ruinas y despojos. Actualmente ambos predios son ocupados por asentamientos, familias enteras a los márgenes de todo y en la total indigencia, frutos de esos gobiernos y los próximos que vendrían. "La Multitud" viene a demostrar una vez más, las mil y un maneras que un tema tan profundo y delicado como el de los gobiernos militares puede ser llevado a la pantalla. Oesterheld básicamente contrapone momentos, escenarios, los anteriores y los actuales; en donde antes se vivía un mentiroso sueño de sociedad feliz y avanzada, ahora hay una dura realidad que muchos deciden no ver, y menos reconocer como consecuencia de aquello. Por momentos didáctico, por otros profundo, a veces patético (no en un mal sentido, sino a fuerza de imágenes difíciles); paulatinamente irá haciendo uso de testimonios, hablarán “los nuevos habitantes”, y el golpe será aún más duro. No es "La Multitud" un documental complaciente ni pretende serlo, en cierto punto es incómodo, y hasta lleva a replantearse cierta complicidad en el allí y ahora de la sociedad. Con un uso inteligente de la cámara, de imágenes viejas contrapuestas, de ciertos recuerdos horrendos, es más que lograda la labor del director. De escasos 60 minutos, "La Multitud" debería tener una trascendencia casi obligatoria para todos, es el hecho de no olvidar y confundirnos, recordar lo que fuimos, en los errores en los que caímos, las mentiras en las que nos dejamos caer, y ver también lo que somos ahora; como un " La fiesta de todos", pero con un costado de realidad. Todo eso, logrado con unas simples contraposiciones antiguas y actuales de dos lugares, no es poco el mérito de Martín Oesterheld.
El patio trasero porteño Documental de observación que hace eje en dos proyectos monumentales inconclusos: la Ciudad Deportiva e Interama. La multitud, riguroso documental de observación de Martín Oesterheld, prescinde casi por completo de diálogos. Incluso de palabras, de narración, de explicación, de relato. Y sin embargo, interpela enfáticamente al espectador a través de imágenes que hacen foco en dos obras monumentales, inconclusas, abandonadas o semiabandonadas: la Ciudad Deportiva de La Boca e Interama. Y así, a partir de una bella y melancólica inducción visual, pero también desde la necesaria subjetividad del que observa, genera un relato no verbal , introspectivo. Oesterheld, que proviene de las artes visuales, se “limita” a recorrer territorios que debieron ser populosos y felices, para mostrarnos el crecimiento de barriadas pobres, de cementerios de autos, de pastizales y miseria: lo que avanza ya sin organización, sin proyecto, sin ayuda del Estado, sin esperanza. A través de planos fijos, la cámara nos ofrece panorámicas que resaltan contrastes urbanos e inequidades; a través de travellings, nos hace deslizarnos, minuciosamente, por espacios que aprendimos a ignorar, pero que están ahí: el patio trasero de la soberbia porteña. Ruinas faraónicas y deprimentes monoblocks, humo de fábricas y bruma de villas. Fantasmas humanos y edilicios. El desolador resultado de la megalomanía dictatorial más la indolencia democrática. Con agudo laconismo, el realizador ensaya una precoz arqueología de cierta ciudad que no llegó a ser, desaparecida. Cuatro personajes, apenas esbozados, funcionan como guías que conducen por este paisaje distópico, en una suerte de futurismo ominoso registrado por el nieto de Héctor Germán Oesterheld, creador de El Eternauta. No es raro que dos inmigrantes ucranianos mantengan la única charla del filme: el contexto parece remitir, en su opulenta decadencia y en sus edificios grises, a la ex URSS. Por último, ¿hay algo más triste que un parque de diversiones? Sí: un parque de diversiones construido por la última dictadura. O peor: un parque de diversiones, construido por la última dictadura, abandonado, en ruinas. Oesterheld captura sus imágenes y no agrega nada. Conoce, mejor que nosotros, el lado siniestro de la falsa alegría.
Mirar la ciudad Se habla mucho y desde hace años del desbarajuste edilicio de la ciudad de Buenos Aires. Faltan políticas oficiales, faltan iniciativas privadas que consideren algo más que el puro negocio y falta conciencia en la ciudadanía, quizás el aspecto más problemático. Si la sociedad porteña estuviera interesada en serio en esa discusión, probablemente las cosas serían diferentes. La multitud es un buen aporte en ese sentido. Con las herramientas del documental de observación que nunca supone neutralidad, aunque a veces la simule, Martín Oesterheld mueve una ficha en un tablero que está demasiado quieto. Montando con un ritmo pausado planos generalmente fijos de dos obras faraónicas que quedaron truncas la Ciudad Deportiva de Boca que soñó Alberto J. Armando y la gigantesca torre espacial del parque Interama, Oesterheld va sugiriendo un orden posible para un rompecabezas que el espectador debe completar con la información previa que tiene de esos proyecto o con la que se vea impulsado a conseguir con posterioridad. Los planos son de una belleza notable excelente el trabajo de fotografía de Guillermo Saposnik, pero evitan el esteticisimo: no son bellas fotografías de un paisaje urbano, sino planos con una inquebrantable potencia dramática, planos que cuentan y estimulan la imaginación. Como condimento de esa apuesta cinematográfica rigurosa aparece el esbozo de una historia de inmigrantes rusos. Es apenas un matiz que ayuda a reconstruir la historia reciente de una ciudad que está viva, aún con todas sus cuentas pendientes. La simple contraposición de las torres de Puerto Madero con las del populoso barrio de Lugano dice más que mil discursos encendidos. Con La multitud , Oesterheld ha filmado su propio resumen porteño, se ha anotado con esta película concisa, efectiva y emocionante en una tradición muy rica que, con distintos puntos de vista y diferentes poéticas, han transitado el Flaco Spinetta, Hugo Santiago y su propio abuelo Héctor, el inolvidable creador de El Eternauta .
Un documental sobre dos espacios emblemáticos y, hoy, cadavéricos: la Ciudad deportiva de Boca y el Parque de la Ciudad. Martín Oesterheld ensaya el recorrido y la historia como una manera también de llegar a la relación política entre el espacio físico y el espacio social. Lo logra con solo sesenta minutos, en un gran ejercicio de concentración donde las imágenes hacen mucho más por la comprensión del espectador que cualquier texto. El recorrido es ejemplar y la realización, especialmente precisa.
Al término de la proyección de “La multitud” terminé confirmándolo: No es un documental. Pero la simple oposición no lo transforma en una ficción. El término “docu-ficción”, además de no existir no define absolutamente nada. Es increíble la utilización de esta palabra en nuestro medio. Debe ser de las pocas que no sirven ni para definir ni para clasificar. Al contrario. “Docu-ficción” deja todo indefinido para el espectador. ¿Qué es, entonces, “La multitud”? Martín Oesterheld realizó una película cuyas imágenes ponen una mirada sobre dos rincones de la ciudad que alguna vez tuvieron algo de faraónico en su concepción: la ciudad deportiva de Boca y el parque Interama, ambos proyectos impulsados durante dos dictaduras en la Argentina. En efecto, la sucesión de imágenes muy bien filmadas y encuadradas en medio de un silencio, por momentos reflexivo y atronador, tienen el poder de funcionar en la mente del espectador para que éste se haga preguntas y construya su propia idea sobre lo que pasó. Como si el paso del tiempo hubiera impactado cual bomba en el espacio. Explota, pero no suena. Así apreciamos estas obras arquitectónicas. Proyectos con pretensiones de emblemáticos para gobiernos que hasta en esto dejaron una huella difícil de pisar. Las zonas aledañas a estos lugares también revisten características parecidas. Aquí es donde entran dos o tres personajes enigmáticos, ucranianos (o serbios, no me acuerdo) que para su quehacer diario deben pasar por allí, luego se encuentran para hablar de televisión, o de lo que fuere (no parecen necesarios en realidad). Sin embargo, el gran logro es el de transmitir la dejadez; lo implacable del tiempo (con planos detalle de óxido, vigas desnudas y escombros), la ausencia de proyectos de Estado para con esos espacios gigantes no se produce a través de estas personas, ni de sus ojos. Simplemente son extraños, en una tierra extraña que alberga monumentos destinados a no ser. Es parte de la historia de una ciudadanía (justamente, la multitud ausente de algo que estuvo pensado para albergar a miles) determinada a olvidar e ignorar su existencia. El espectador deberá saber que esto es una reflexión personal sobre “La multitud” (siempre lo es sobre cualquier obra de arte), pero en este caso es importante aclararlo porque esta producción responde poco a estructuras convencionales. Es una propuesta para mirar con atención aquello que pretendemos olvidar, y en esto el tiempo (la duración de cada mirada/plano) también puede ser tirano.
A la orilla de la ciudad Documental contemplativo y bien fuerte sobre los contrastes que surgen cuando uno observa a las torres modernas emerger con sus lujos y comodidades al lado de los grandes fracasos olvidados como la ciudad deportiva de La Boca o el parque de la ciudad. Una película casi política que habla sobre el abandono y su deterioro a través del paso del tiempo. "La multitud" se construye en base a dejar que la ciudad o el espacio hable por si solo donde con una atractiva y penetrante mirada se expresan los fracasos de la ciudad. Males que en su mayoría se observan en objetos, construcciones o incluso en maneras más abstractas como el humo salido de caminos o desperdicios de industrias; pero que también se personifican en diversos habitantes o trabajadores cuyo andar por estos lugares le otorgan más sentimiento a la película. Una película detallista de una narración tan riesgosa como atrapante, que lamentablemente presentas sus fallas y hacen de un documental posiblemente nostálgico, en el recuerdo de viejos lugares concurridos, o preocupante, en el sistemático abandono y posterior construcción de asentamientos precarios, en un relato caótico cuyas conexiones entre secuencias se vuelven cada vez más difíciles de apreciar y empujan al espectador afuera del relato. Un documental hermético que exige de un espectador dispuesto a romper ciertas barreras para poder disfrutar de una propuesta diferente e igualmente interesante.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.