Rara He defendido el cine de Caetano bajo toda circunstancia. Desde Pizza, Birra, Faso hasta Francia, pasando por Bolivia y las soberbias Un Oso Rojo y Crónica de una Fuga, Israel Adrián Caetano ha demostrado un gran talento para narrar, combinar géneros, armar personajes rebeldes, duros, generar discusión sobre el trabajo en grupo, mezclando costumbrismo con marginalidad, western con thriller, romance con pasión y sexo más alá de los estereotipos, representando una realidad posiblemente, un retrato de violencia urbana, pero influenciado por los cómics, el clase B, el cine mainstream. Por eso, uno comprende perfectamente qué es lo que lo llevó a filmar Mala, una película de sicarias, de venganza, violencia y rencores varios. Una película que a nivel temático logra encuadrarse – aunque no tiene la figura del grupo como fuerza motora – dentro de la filmografía de su director. Lo que no queda claro es por qué la hizo como la hizo, porque Mala bordea el ridículo y lo bizarro, pero no desde una perspectiva positiva, divertida, entretenida, sino con una seriedad y solemnidad, que hace dudar sobre las intenciones que tuvo su director con esta obra. Se trata de un trabajo muy personal y postergado. Durante bastante tiempo, Caetano estaba esperando que Natalia Oreiro aceptara el rol protagónico y de hecho, estuvo muy cerca de cumplirlo. Pero no la consiguió. De repente, decide contratar cuatro actrices para que tomen el rol de Rosario. La principal es Florencia Raggi, quién además es la que mejor ejecuta este rol, con más verosimilitud. Las otras actrices son imágenes que tienen las víctimas de Rosario impuestas por la misma Rosario. Acá no hay bipolaridad ni esquizofrenia. Tampoco hay capricho como el de Buñuel en Ese Oscuro Objeto del Deseo. Acá la justificación impera por una cuestiones de roles que asume el personaje frente a otros, en un tono similar al de Terry Gilliam en El Increíble Mundo del Dr. Parnassus (solo que GIlliam usó este recurso por que Heath Ledger falleció en la mitad del rodaje). El efecto le imprime a la película un clima extraño, casi onírico que funciona a la par de una estética muy cuidada y de una fotografía de contrastes, bellísima puesta de Diego Poleri. Ahora bien, lo que realmente deja afuera al espectador, o por lo menos a mí, es el salto de géneros que se van atravesando. La historia nos muestra a Rosario, una sicaria que tras ser salvada de la prisión se compromete a asesinar al ex esposo de una campeona de tiro paralítica. Esto lleva a Rosario a infiltrarse en el campo y la vida rutinaria de este hombre – Rafael Ferro – y en la vida de su esposa embarazada – Juana Viale. En principio uno creería que se va a encontrar con una suerte de thriller estilo La Mano que Mece la Cuna de Curtis Hanson, con un juego de seducción en el medio, pero en cambio el guión dispara para otro lado y deriva hacia un melodrama romántico que incluye un Torino Rojo muy parecido al Playmouth de Christine, y una subtrama telenovelesca que extiende terriblemente el argumento, y termina aburriendo con textos densos y mal escritos. Sin embargo, lo peor no es simplemente lo narrativo, la falta de profundidad en los personajes, que son banalizados y carecen de un cuerpo, son caricaturas manipulables, sino las fallas básicas de la dirección, una falta de coherencia en el montaje, errores de estudiantes – no veía a un director veterano cometer tantas falencias desde que Coppola dirigió Tetro – incongruencias narrativas, además visualmente la película desconcierta: por sus efectos visuales, por encuadres y movimientos de cámara desprolijos. Pero una desprolijidad que no pretende ser intencional, sino que termina por desconcertar más aún. Si hubiese habido crítica a la burguesía, sería más directa posiblemente y no con tantas vueltas. El elenco es desparejo – a excepción de Raggi y Celentano que se guarda un interesante duelo – y se van sucediendo situaciones que de tan patéticas que son, terminan siendo bizarras, pero sin provocar risa, sino algo parecido a la repulsión. Caetano comienza proveyendo un personaje feminista, pero al final, casi parece tomar una posición misógina, dejando al personaje masculino como un santo, y al femenino como sádico. Es difícil definir hasta que punto Caetano es autoconsciente del absurdo que hizo, del pastiche, de ese tono extraño, raro… La última escena parece un gran chiste, donde queda claro que al director poco le importan los personajes, el contexto o la historia. En ese sentido, con esa ironía final, el film podría leerse como una gran sátira clase B, pero como todo lo que vimos minutos es inclasificable, dicha afirmación podría ser errada. Mala es rara. Difícil de interpretar, con situaciones muy risibles. Confío que se trata de un paso en falso. En serio.
1. Leonas. La similitud entre los afiches de Mala (Caetano) y los de Kill Bill (Tarantino) no es fortuita. Tampoco lo son las escenas de la primera que ineludiblemente la vinculan a la segunda. La película de Adrián Israel Caetano bebe de la de Tarantino mucho más allá de su espíritu clase B exploitation y trash, aunque una sea de verdadera baja producción y la otra un homenaje a ese tipo de cinematografía, con un andamiaje mucho más fuerte detrás. La raíz que da pie a la sangrienta ola de asesinatos, en una y otra, es la misma: una madre ante la pérdida de su hijo. Caetano utiliza cuatro actrices para interpretar a Rosario, bastante distintas entre sí. La principal está representada por Florencia Raggi, la más hembrona de todas, morocha de una sensualidad amazónica, avatar encargado de perpetrar los actos violentos que requieran una fuerza física mayor. María Duplaá y Liz Solari, bellezas mucho más plácidas, figuran el perfil intelectual y estratégico de Rosario (una es veterinaria, la otra policía), y cada una de estas características es concordante con el trabajo que deben realizar. Brenda Gandini es la madre original, la fuerza emocional, de quien se desprenden las otras personalidades, como si de un trastorno de identidad disociativo se tratara, cuadro manifestado en la escena de masturbación espejada y tripartita, y en el caleidoscopio que encierra su imagen íntegra: la familia, el hijo vivo...
El cine puede sorprender para bien y para mal. Y en este caso en particular sorprende al ver cómo alguien de la talla de Israel Adrian Caetano haya hecho una película tan mala (y no nos estamos refiriendo al título). Es increíble como el mismo director de Un oso rojo (2002) y Crónica de una fuga (2006) pueda brindar un largometraje que esté a la altura de un alumno que haya reprobado todas sus materias en una universidad de cine. Si hablamos de los aspectos técnicos no solo hay que detallar que la fotografía deja bastante que desear sino también que los encuadres y los planos están mal hechos, tanto que parece que es así a propósito pero lamentablemente queda claro que esa no fue la intención. Y en cuento a la historia, si la misma estuviese en clave de película bizarra o cine clase B (o en este caso clase Z) podríamos justificar muchas cosas pero desde un principio el argumento esboza tal solemnidad que es imposible analizarla por el lado del absurdo. Caetano ha demostrado tanto en cine como en televisión que sabe muy bien mezclar los géneros y sacarle el jugo a cada uno de los ingredientes que estos pueden aportar, pero aquí hizo lo contrario. Lo que parece ser un thriller psicológico de la mano de un mismo personaje interpretado por varias actrices diferentes no conduce a ningún lado más que a mostrar un pretencioso y pobre guión muy mal actuado por un elenco que tuvo que recurrir a la teatralidad extrema para darle sentido a algo que no lo tenía. Y en ese interin de tratar de demostrar habilidades es cuando las actrices quedan muy mal paradas. Salvo por Florencia Raggi que logra salir con dignidad de esta producción, la labor de Liz Solari, Brenda Gandini, Ana Calentano, María Dupláa y Rafael Ferro es verdaderamente paupérrimo. Mención aparte merece Juana Viale a quien no se le cree ni cuando dice “hola”. Volviendo a la trama, muchos aducirán un elemento sobrenatural que no es tal e incluso hablarán de que el director se quiso meter con temáticas de esquizofrenia y bipolaridad pero no fue el caso y cuando esas pequeñas dudas son aclaradas no queda otra respuesta más que la realidad: una grave inconsistencia en la historia. Mala es una seguidilla de fotogramas mal logrados que intentan ser una película pero cuyo resultado es una de los peores largometrajes que ha brindado el cine nacional en los últimos años y que venga de parte de alguien como Caetano es muy llamativo. Esperemos que su próximo film esté a la altura del talento que ha demostrado en el pasado.
Venganza de mujer La nueva película Adrián Israel Caetano (Crónica de una fuga, 2006) propone un estilo narrativo que requiere de un espectador que no busque verosimilitud en lo que está viendo y, a la vez, se deje llevar por un relato en el que el cruce de géneros y el delirio se apoderan de un film hibrido dentro de su especie. Mala (2013) puede gustar o no, uno puede comprar o no lo que vende pero, jugando con las palabras, no se puede decir que sea mala. Rosario (Florencia Raggi, María Duplaá, Brenda Gandini y Liz Solari) es una asesina a sueldo que sólo mata a hombres que le hayan hecho daño a las mujeres. Tras el asesinato de su hijo, Rosario se ha convertido en una heroína de las mujeres arrastradas por el dolor físico y psicológico. Pero Rosario es una esquizofrénica con graves problemas de personalidad que mutará en diferentes personas a la hora de llevar adelante cada trabajo (de ahí que el personaje sea interpretado por cuatro actrices). Será uno de esos encargos lo que hará que su desestabilización mental llegue a límites inimaginables, donde todo raciocinio sea anulado por la visceralidad de sus impulsos. Adrián Israel Caetano es un gran conocedor del cine género y un experto a la hora de tomar diferentes elementos de cada uno y con eso armar una película única. Mala no es la excepción a la regla. Presentada como una fábula moderna sobre la venganza, el relato mezcla el thriller con el suspenso, el melodrama con el terror y la denuncia social con la acción. Desde su inicio todo está propuesto desde la inverosimilitud y buscar un verosímil a partir del momento en que Liz Solari muta en Florencia Raggi sería un error tan grave como ver el resto de la película como si se tratase de una historia “seria”. En Mala todo es extremo, desde el registro actoral (Ana Celentano y Juana Viale son dos claros ejemplos), la violencia de lo que muestra (no sólo sanguinariamente sino también por lo que son capaces de hacer cada uno de sus personajes), la forma de encarar la historia y llevar adelante una puesta en escena con reminiscencias a una telenovela centroamericana pero con sentido cinematográfico en su forma. Desde Pizza, birra, faso (1998), hasta Francia (2009), su último film estrenado hasta la fecha, Caetano ha asumido riesgos estéticos y narrativos en toda su obra. Por eso quienes busquen referencias seguro que no las encontrarán, aunque en un punto parezca cercana a Un oso rojo (2002) es tan lejana como podría ser la cercanía que tiene con Francia. Es cierto de que Mala no es una película fácil, no porque no se entienda sino por el código diferente que hay que utilizar a la hora de leer el film. Si de entrada uno se toma lo que va a ver como el delirio sanguinario que es seguramente la va a pasar bien, sino está en el lugar equivocado. Una película para divertirse, pese a que priori parezca todo lo contrario.
Mal augurio. Qué arriesgado ponerle ese nombre a una película… Si es buena, tu título dirá todo lo contrario y si es mala; bueno pues agárrate. De todos modos, mi reflexión es muy subjetiva, como lo es la opinión personal de cada miembro del público. Sin desmerecer el esfuerzo de los directores por realizar cine ‘de género’, homenajeando a veces a sus directores predilectos, creo que para hacerlo hay que tener los pies bien enraizados en la tierra. No sirve hacer un collage de escenas de sexo, violencia, sangre, sudor y lágrimas casi sin hilar los acontecimientos, como para completar toda una película que podría ser una interesante apuesta en el cine local, el cual además crece constantemente en lo que a terror, ciencia ficción y demás sucesos paranormales respecta. Eso si obviamos el hecho que su director, Adrián Caetano, es uruguayo. El film trata básicamente sobre una asesina a sueldo que se encarga de los hombres que maltratan a las mujeres. Por ende, la contratan para que haga el trabajo sucio. Ella es una mujer que carga con un duro episodio que marcó su pasado y que ahora cobra venganza haciendo este tipo de ‘proezas’. Aparentemente la asesina (Florencia Raggi) sufre de algún tipo de enfermedad psicológica, pero en ningún momento de la historia queda claro ese detalle. La gravedad del caso empieza a crecer cuando es contratada por una mujer que busca que el hombre que la traicionó, sufra o se enferme antes de morir. El problema es que ninguna de las dos sabe los intereses personales y fuera del plan que tienen la una y la otra. Igualmente acceden a negociar y a partir de allí se desencadenan una serie de situaciones tan bizarras como confusas, plagadas de muy malas actuaciones, muy feos cortes, silencios interminables, exagerados clichés y escenas de relleno sin sentido alguno. Para que quede claro, en ningún momento nos encontramos con una historia coherente. La selección del casting me pareció pésima, con mis disculpas hacia los profesionales del medio. Liz Solari, Brenda Gandini, Juana Viale. No sé a quién elegir para el ‘Razzie’, pero creo que me quedo con la última, ya que sus interpretaciones sólo las festeja su fanática número uno, o sea su abuela. Muchas de las escenas fueron filmadas en el campo… Yo no sé cómo es el campo en Uruguay o cómo se lo ‘interpreta’ en Buenos Aires, pero por nuestras Pampas la gente del campo no es así ni usa esas expresiones forzadas, que presupongo los guionistas seleccionaron en un profundo estudio ‘de campo’, justamente. A ver, Florencia Raggi no es mala actriz, pero no todos los papeles le sientan bien, o al menos necesita estar bien dirigida. No descarto la filmación y la musicalización (aunque la película transcurre prácticamente en silencio), que tienen algún que otro buen momento, sobre todo cuando el suspenso y la acción se apoderan de la película. Si es que se puede decir eso. El director afirmó en una nota algo así como que él cuando filma está en otro mundo. Bueno ya lo creo, porque se olvidó de hacer que el elenco dijera bien sus líneas y de hilar varias cositas. Creo que no soy la única que salió desconforme de la proyección, al parecer el resto del público presente en la sala también se levantó confuso y aburrido. Y es que no hace falta una escena de 3 minutos viendo el horizonte, o incomodando a la gente con excesos ‘de pasión’,o mostrando objetos aparentemente importantes en la trama pero que no sabemos bien de donde salieron. Conclusión, la película no me gustó de principio a fin y hasta me dio vergüenza ajena diría, casi permanentemente y al punto de mirarme con el de al lado a ver si él pensaba lo mismo que yo. Y sí coincidimos… MALA no: malísima. @CinemaFlor
Caetano nos trae esta nueva propuesta, diferente y un tanto, digamos, fuera de lo común ¿Está a la altura de Un Oso Rojo, o tenemos que caer en el chiste fácil de calificarla como su nombre? Lyncheada Criolla Lo primero que vemos al iniciar la película es una introducción a “otro mundo”, el de Mala. “Había una vez en un mundo sin amor”, nos introduce en un mundo paralelo que no es el nuestro, ya que algo de amor le queda. En este mundo sin amor, vive Rosario, quien se dedica a matar hombres maltratadores (bien! una heroína en contra de el abuso y la violencia de genero) por dinero, por mucho dinero (Ok, retiro lo dicho). Cualquier base de heroísmo se ve deshecho por la aceptación y búsqueda del vil metal, pero esta bien, ya que Rosario es mala. Así de simple. Su técnica es un tanto “lyncheana”, Rosario de pronto ES alguna persona cercana a sus victimas, lo que le permite acercaseles con sigilo y ultimarlos. Cabe resaltar que dije “es” y no dije, se disfraza o se pone una mascara como en Misión Imposible, no. Rosario ES estos otros alter egos, y lo es a tal punto que en los créditos, aparece como Rosario 1, Rosario 2 Rosario 3, etc, etc, etc… Hasta acá el concepto es muy interesante (sobre todo para los hombres, ya que las muchachas todas son un festejo a la vista). Lomo Con Papas Todas las “Rosarios”, manejan la sexualidad desde la atracción sutil por momentos y brutal y exuberante en otros, algo necesario para una asesina de esta calaña, para poder acecarsele a los “clientes”. Caetano, conocido por manejar la sexualidad en pantalla con bastante pericia y destreza, demuestra que puede hacerlo con un poker de muchachas mas que atractivas como lo son Florencia Raggi, Brenda Gandini, Liz Solari y Maria Duplaa. Siendo Raggi y Duplaa las mas atractivas a nivel actuación y sex appeal. Es mas es la “Rosario” de Duplaa quien insinúa una estrategia interesante, llena de tensión sexual, que lamentablemente no llega a llevarse a cabo por un giro argumental algo inentendible. Si bien para una peli que a priori se presentaba aburrida, se disfruta (siendo hombre) las varias escenas de duchas, masturbaciones, gemidos con un sonido demasiado arriba de lo esperado, caricias lesbicas y demás yerbas, pero al carecer de sustancia, en realidad terminan por no sumar demasiado mas que a la anécdota de “haber visto desnuda a…” La Trama Florencia Raggi tras ser atrapada en su ultimo trabajo, sera puesta en libertad por una oscura mujer que sera su nueva empleadora, quien le pide no solo que mate a Rodrigo, el ex marido de esta ultima, si no que ademas lo haga sufrir. Rodrigo, a punto de ser padre con Juanita Viale, en un deslucido y lánguido papel mas por guion que por actuación aparenta ser un hombre sin amor, y ser merecedor de la ira de la nueva jefa de Raggi. El tema es que Rodrigo tiene un pasado mas que interesante a la trama. Hasta aquí cuento de la historia, para evitar spoilers. Y hasta acá es mas o menos interesante la película ya que a partir de aquí los personajes empiezan a caer en espiral hacia lugares no planteados en su constitución y presentación inicial. Todo lo que insinuaba esta Rosario compuesta por Raggi comienza a irse al tacho. Esta asesina implacable y justiciera de las mujeres desvalidas, terminara siendo a la postre una herramienta mas a la orden del día del sistema machista de nuestra sociedad. Así es, Rosario defrauda. Y mucho. Hay un elemento que esconde cierta explicación pero no llega ni busca explicar demasiado, un caleidoscopio que es tan misterioso, pero tan misterioso, que termina por ser intrascendente, casi como un secreto que no nos interesa descubrir. Una pena. No solo desde la trama viene la incomodidad de Mala, hubieron cosas que me llamaron poderosamente la atención para un director excelente y experimentado como Caetano; desde equipos técnicos en plano, pasando por sombras de gente de detrás de cámara hasta pies y manos de asistentes en campo. Errores que se antojan de principiante lo sacan a uno de la diegesis. Quizas tambien es un poco la historia que al no ser atrapante lo hace a uno desviar la mirada. Por otro lado si bien la fotografía esta bien, hay una exageración en la utilización de cámara en mano, casi hasta llegar al grado de la desprolijidad. Si bien en un momento parece una elección y como tal es respetable, tiene pasajes que son 100% desprolijos sin ningún tipo de duda. Pero ojo, Mala propone cosas MUY interesantes. La onda Lyncheana de este mundo cuasi normal, pero no tanto, es realmente atractiva. Raggi compone muy bien su personaje, y hace un excelente contrapunto con Calentano, con quien incluso sostiene un interesante duelo en un momento de la película. (Interesante para esta película, no esperen a Beatrix Kiddo en Kill Bill, eh.) CONCLUSIÓN A ver, Mala no es mala, pero tampoco es buena. Realmente quizás la expectativa de ver una nueva película de Caetano me jugo en contra, o quizás el mismo Caetano me jugo en contra a mi. Quizás Mala este adelantada a su época o diga algo de manera critica y difícil de comprender, a tal punto que se le trabe la lengua tratando de decirlo. Con puntos bajos y no tan altos, esta nueva película de un genio indiscutido como Caetano creo que pasará sin pena ni gloria, aunque se podrá jactar por siempre de haber explorado un terreno virgen en el cine argentino, lo cual no es poco. Definitivamente no es lo mejor de Caetano, pero tampoco es algo sin nada que rescatar. Las mujeres que vayan al cine, quizás disfruten su (primera) parte vengativa hacia los hombres y su violencia de genero, los hombres definitivamente disfrutaremos de una Raggi devenida en una Lara Croft/Ethan Hunt sexy, con varios desnudos interesantes, golpes y algo de sangre. Quizás sea todo lo que podemos esperar de ese mundo sin amor.
Caer en la redundancia de bastardear a la película por su nombre es simplemente un hecho demasiado fácil para calificar a Mala, que dicho sea de paso lo es, pero ¿para qué nos vamos a mentir cuando el resultado está a la vista? Lo que resulta poco plausible es que un director de renombre en el país como lo es Adrián Caetano -lo adoptamos como propio cuando es un hermano uruguayo- quien ha hecho grandes cosas tanto en la pantalla chica (las aclamadas series Tumberos y Disputas) como en la grande (Un oso Rojo, Crónica de una Fuga), ofrezca un producto vacío y carente de alma, en el que las buenas intenciones del realizador se ven plasmadas en escena de manera incoherente y algo trágica, en la que casi nada tiene sentido y el elenco queda a la deriva en una historia a medio camino entre la venganza y la nada misma. Hay que concederle a Caetano el recurso de usar a cuatro bellas actrices para encarnar diferentes etapas de un mismo personaje, que podría o no tener una mente fragmentada que la empuja a sentirse una mujer distinta durante ciertas instancias de su vida. En ese apartado, claramente se destaca la aguerrida Rosario de Florencia Raggi, que se dejó el cuerpo en la película -literalmente- y tiene escenas bastante jugadas, con un desnudo íntegro que la muestra despampanante a sus 40 años de edad. La novata María Dupláa también aporta un poco de candor y misterio a su porción del personaje, pero en contraste hacen aguas tanto el pequeño cameo -podría decirse- de Liz Solari (que tiene que volver a las pasarelas urgente) como el importante rol que Brenda Gandini apenas puede llenar en la recta final del film. Detrás de la gran idea de que varias actrices recreen a la misma mujer, la historia de Caetano no esconde ninguna sorpresa ni aspecto interesante en su transcurrir: estamos presenciando, supuestamente, la venganza de una mujer lisiada (una Ana Celentano a la que se nota muy perdida) contra el amor de su vida (Rafael Ferro, otro desperdiciado) que la abandonó por una joven (Juana Viale a la que le sobran calificativos peyorativos por su actuación). Para llevar a cabo dicha revancha se vale de la reciente atrapada Rosario, a la cual su inestabilidad - tanto mental como la del guión- no le permite discernir entre lo que es la realidad y la ficción. Admiro la idea de Caetano de alejarse del cine argentino convencional y apostar por una historia en la que la línea narrativa es tan caótica como la psiquis de la protagonista, pero detrás del mentado homenaje de género con el que se quiso saldar el director, se esconde una atroz edición y una historia que en escasos noventa minutos de metraje no inspira ningún tipo de sentimiento alguno hacia los diferentes personajes, acartonados y de una teatralidad en sus actos demasiado grandilocuente. Por momentos hilarante (sin quererlo, o eso imagino), en ocasiones interesante, pero decididamente un caos narrativo, Mala es uno de los eslabones más flojos en la filmografía de Israel Adrián Caetano, cuya sola existencia ennegrece la reputación de un director audaz y polémico.
Adrián Caetano se ha ganado un nombre en la industria cinematográfica argentina. Desde su primera película que supo llamar la atención, y consiguió su mayor reconocimiento con "Crónicas de una fuga". Tras una polémica que no viene al caso, el realizador regresa con una película con rostro femenino: "Mala". A simple vista, recuerda bastante al exitoso "Mujeres Asesinas". Sin embargo, hace varios años que Caetano tenía este proyecto en su mente, pero dice que fue Natalia Oreiro quien lo instó a seguir adelante y escribir el guión de un film que incluso iba a ser protagonizado por ella (con quien ya había trabajado en "Francia"). Cuando Natalia Oreiro quedó embarazada y se bajó del proyecto, el personaje que iba a interpretar ella, el de Rosario, la asesina que es contratada para matar a hombres, pasó a estar repartido en cuatro actrices, tomando la delantera Florencia Raggi. Esta decisión parece azarosa, y no sirve más que como excusa para ver mayor variedad de rostros femeninos. Brenda Gandini, Liz Solari y Maria Dupláa son las otras caras de esta asesina. Rafael Ferro es su próxima víctima, a quien Ana Celentano encarga que se lo mate "lentamente", y Juana Viale, es su joven mujer embarazada, una mujer con ilusiones y mucha inocencia. El personaje interpretado por Ana Celentano, una mujer en silla de ruedas y resentida, saca de la cárcel a Rosario (Florencia Raggi, en su mayor parte) para que haga ese trabajo. Si bien muchos de los nombres que acabo de mencionar, en general me provocan mucho miedo a la hora de ver actuar (Gandini, Solari y sobretodo Viale), en esta película debo confesar que me sorprendieron. Aún así, las actuaciones es de lo poco rescatable de un film innecesariamente rebuscado. Cuesta creer que sea una película de Caetano, se percibe más amateur, incluso desde el montaje (con ideas que parten seguramente desde el guión). La película no termina de decidir un tono (¿es un melodrama sangriento, como asegura su director? ¿una película clase B? ¿un drama negro? Por momentos es demasiado seria para considerarla intencionalmente bizarra), ni tampoco una postura (parece ser muy feminista, pero acá las mujeres son "malas" y si uno logra sentir algo de empatía por un personaje es por el masculino). "Había una vez en un mundo sin amor", es lo primero que nos dicen, y al introducirnos un nuevo mundo, se le puede permitir que una misma persona tenga diferentes rostros. El problema es que a grandes rasgos, la película queda en un intento fallido, si bien su director asegura que es su forma de volver a los orígenes, y hacerlo desde una mirada mucho más personal. No termina de construir este mundo, así como tampoco termina de definir a sus personajes, les falta cuerpo. Y más allá de alguna escena interesante (puedo confesar que me gusta la de Liz Solari, casi al comienzo), la película se torna aburrida con un final "gracioso" que nos vuelve a cuestionar qué es lo que estamos viendo.
Violencia de género y justicia por mano propia Cuesta encontrar algún motivo para aceptar que Mala es una película del mismo director de Bolivia, hallar nexos para ligarla, aun con sus altibajos, a Crónica de una fuga o Francia. Pero, en efecto, Mala es la última película de Israel Adrián Caetano. Desde su debut hace 15 años con Pizza, birra, faso, en dupla con Bruno Stagnaro, se hizo evidente que Caetano buscaba hacer pie en los géneros clásicos para fundar sus relatos. Máxima expresión de tal empeño es Un oso rojo, donde con un guión redondo, un Julio Chávez notable y gran elenco, logró un western conurbano no exento de spaghetti. En Mala persiste ese deseo por el género, pero esta vez sus sistemas fallan. La línea argumental puede resumirse diciendo que se trata de la historia de Rosario, mujer que tras una tragedia personal se dedica a matar por encargo a hombres que maltratan a mujeres, forma oportuna y polémica de abordar el tema de la violencia de género, metiendo el dedo justo donde molesta: la justicia por mano propia. Ella finalmente es detenida por la policía, pero una misteriosa mujer inválida intercede para liberarla, con la condición de que haga sufrir a un hombre que le causó dolor. Rosario comenzará el trabajo, pero de a poco irá viendo que no siempre el sufrimiento es producto de un maltrato y que a veces las víctimas también ocultan monstruos. Hay varias referencias cinéfilas detectables en este intento de Caetano por contar su historia violenta, pero parecen unidas por un uso primitivo del cut & paste. La más evidente es el intento de desarrollar una historia al estilo de Quentin Tarantino, en cuya obra la venganza es un tema recurrente. Los hilos que unen Mala con Kill Bill existen, aunque el resultado no alcance a justificarlos más allá de la mención. Es que, a pesar del nexo, Caetano falla en items donde el norteamericano suele ser infalible: el empleo estetizado y lúdico de la violencia; el uso del cuerpo femenino para jugar al exploitation, y por fin, el sentido del humor. Salvo alguna línea de guión que juega a parodiar la telenovela, Mala no deja dudas de que Caetano no ha sabido (o no ha querido) reírse de sí mismo, gran virtud de Tarantino. Ni siquiera en el final, donde realiza una versión sanguinaria de una escena protagonizada por Glenn Close en la adaptación cinematográfica de la novela de John Irving El mundo según Garp. Menos comprensible resulta su decisión de utilizar cuatro actrices para un mismo papel, juego que parece tener algo del manotazo que diera Terry Gilliam en El imaginario mundo del Dr. Parnassus, cuando la muerte de Heath Ledger en pleno rodaje lo obligara a llamar a Johnny Depp, Jude Law y Collin Farrell para completar el trabajo del difunto. Es sabido que Caetano contaba con Natalia Oreiro para protagonizar la película, pero que su aporte se vio frustrado, no importa si por plata o embarazo. El director también creyó que aquí lo mejor era partir al personaje en cuatro, para que se lo alternaran Brenda Gandini, Liz Solari, Florencia Raggi y María Duplaá. A diferencia del film de Gilliam, donde un universo fantástico se prestaba a que el juego fuera verosímil, aquí nada más allá del capricho justifica la decisión, ni siquiera una esquizofrénica escena frente a unos espejos donde se subraya que la cosa viene por el lado de la dualidad placer/dolor. No sólo eso: queda la certeza de que con Raggi sobraba. Incluso todo el elenco parece perdido en medio del caos narrativo, aunque no en todos los casos sea por culpa de un guión excedido en subtramas que son callejones sin salida. Rescatar el correcto uso de los recursos técnicos no alcanza, como de costumbre, para anudar esos cabos sueltos ni para evitar decir, no sin tristeza, que Mala es sin dudas un paso en falso en la carrera de Caetano.
Pura venganza Una asesina con distintas personalidades mata a hombres que maltratan a mujeres. Cuando el director Adrián Caetano definió a su flamante película como un “melodrama sangriento” y no dudó en afirmar que se preparaba para “correr riesgos”, el resultado cinematográfico tenía dos caminos: algo brillante, digno del realizador de Un oso rojo, Crónica de una fuga o Pizza, birra, faso o, un filme desparejo, como Mala. Un paso en falso del uruguayo por querer hacer una película “para él” y olvidarse del público. Con una atractiva idea, que roza a la película colombiana Rosario Tijeras -el de una mujer en el submundo de los sicarios-, Caetano llamó también Rosario a la asesina a sueldo, encarnada por Florencia Raggi, quien hace justicia sin armas de fuego y despacha hacia otra vida -por dinero- a los hombres que maltratan a mujeres. Originalmente, la asesina iba a ser Natalia Oreiro, pero la coterránea del director no fue de la partida. Entonces el guión pasó a tener otra cara visible junto a… polémicos desdoblamientos de personalidad que llevaría a Rosario a montar su espíritu en más de un cuerpo femenino. Los rostros angelicales (y la actuación) de Liz Solari y Brenda Gandini no se condicen con el gesto frío y el gran desempeño físico de la mujer de Nicolás Repetto. La que suma unos porotos es la seductora María Dupláa quien, a pesar de no matar en la película, tiene una dualidad angelical-demoníaca (ver la escena en el establo). Estas combo Rosario buscará acabar con Rodrigo (Rafael Ferro) financiado desde las sombras por María (logrado papel de Ana Celentano), su villana ex mujer, campeona de tiro con ballesta quien motoriza todo su odio y envidia hacia la nueva conquista amorosa de Rodrigo: la inocente Angélica, a cargo de Juanita Viale, lejos de sus mejores trabajos actorales. En esta multiplicidad de caras vengativas es donde el filme pierde fuerza: cuando el espectador se comienza a encariñar con la Rosario “original”... ¡zas!, aparece su copycat que arruina el suspenso de la trama y genera cierta inconexión entre las escenas. El hilo narrativo de Mala varias veces se adapta a la fuerza en situaciones que son inverosímiles y el espectador dudará si se trata de un filme de Caetano o no: lo máximo, la escena en el hospital. Lo rescatable es el papel de Raggi, bien físico. Ella le pone el cuerpo al asunto más allá de su desnudo, fundido con el de la Rosario veterinaria (María Dupláa). En este submundo de violación y venganza, Caetano escapa de la temática marginal de antaño, su sello cinematográfico, que le sirvió para construir personajes inolvidables. No es así en el caso de Mala donde cada actor parece desvanecerse con el correr de los minutos. Si se quiere apelar a lo absurdo y ficticio para asimilar este filme, el callejón no tiene salida porque el realizador presenta con cierta solemnidad las situaciones y después cae en lo inverosímil como la carrera inicial de Rosario intentando huir de la ley. Con un final predecible, flota la pregunta en Mala: ¿estamos frente a un filme donde la justicia está ausente, la denuncia es obsoleta y el camino es buscar justicia por mano ajena?
Israel Adrián Caetano es uno de los directores argentinos que mejor han incursionado en el cine de género(s) durante la última década con títulos como Un oso rojo o Crónica de una fuga . Por eso, la concreción de un viejo proyecto como Mala -en principio pensado para Natalia Oreiro como protagonista- generaba bastante expectativa. Sin embargo, esta historia sobre una asesina a sueldo que sólo acepta matar a hombres que abusan de las mujeres se queda a mitad de camino y deja un sabor agridulce, sobre todo viniendo de un realizador del talento, la inspiración, el profesionalismo y la formación cinéfila del creador de Pizza, birra, faso y Bolivia . El principal problema de Mala es su ambigüedad, su contradicción interna, su "esquizofrenia". Es que Caetano parece no decidirse nunca por el tono que quiere darle a su relato. Resulta demasiado serio -por momentos solemne- para ser un tributo al cine bizarro, a esa clase B que apuesta por la ironía, el desenfado y la autoparodia; pero al mismo tiempo es demasiado transgresor, extremo y un poco caótico como para redondear un exponente del thriller formalmente sólido y del todo convincente. A pesar de esa doble personalidad, Mala es una película con varias apuestas interesantes y momentos logrados que asume múltiples riesgos narrativos (y a veces trastabilla con ellos) y estéticos. Rosario (Florencia Raggi) es una mujer treintañera -una profesional fría e implacable en su rubro- que no tiene más remedio que aceptar el encargo de María (Ana Celentano), una influyente mujer que la ha salvado y que quiere vengarse de su ex marido, Rodrigo (Rafael Ferro), ahora casado y a punto de tener un hijo con Angélica (Juanita Viale). Lo que sigue es un thriller psicológico (el papel principal es interpretado por cuatro actrices distintas, que vendrían a ser algo así como proyecciones, distintas facetas o diversas imágenes que los hombres tienen de la misma persona) en el que Caetano ofrecerá una mirada bastante desencantada y no exenta de negrura ni de brotes de violencia sádica. El resultado es provocador, inquietante, por momentos seductor, pero Mala deja la sensación de que podría haber sido mucho más eficaz y convincente de lo que finalmente es. Con Caetano al mando hay pinceladas de gran cine, pero a un director de su calibre es justo exigirle más que eso.
Vengadora x 4 Rosario es una asesina, mata a hombres, específicamente a hombres que lastiman mujeres. Esta particularidad tiene una razón, algo le pasó que la llevó a convertirse en una especie de vengadora femenina. Así mutó de víctima a mercenaria, ya que lo hace por dinero. Rosario es una asesina fuerte, meticulosa, y con unos cuantos recursos para llevar a cabo su tarea. En uno de sus trabajos, termina detenida y la pasa bastante mal. Hasta que una extraña mujer (Ana Celentano) compra su libertad a cambio de un nuevo encargo. El objetivo esta vez es un criador de caballos (Rafael Ferro) que ahora tiene una joven y nueva esposa (Juana Viale). El encargo tiene una pequeña particularidad, a Rosario esta vez no le han pedido que mate al hombre en cuestión, sino que lo haga sufrir, que lo destruya de a poco. Por lo que el trabajo termina llevando mas tiempo que el que llevaría un simple asesinato. Las cosas no terminan siendo tan claras como al principio, tal vez no se trate de un simple maltratador de mujeres. Pero Rosario tiene que cumplir con su trabajo a cambio de su libertad y de un pequeño objeto que le pertenece, pero que su misteriosa cliente mantiene en su poder. No sabemos por qué, pero Rosario tiene varias caras, de hecho son cuatro las actrices que la interpretan (Florencia Raggi, Brenda Gandini, María Duplaá, y Liz Solari), de manera que la protagonista cambia de forma, aparentemente de modo aleatorio, ya que su metamorfosis no parece responder a algo en particular. La película no tiene nada en común con ningún otro trabajo de Caetano, esta es una de las primeras cosas que llaman la atención. Obviamente esto no tiene nada de malo, lo que sí es poco entendible por qué un director que ha realizado tan buenos trabajos (como "Un Oso Rojo" o "Crónica de una Fuga") hizo esta película. Mas allá de que es un género en el que nunca había incursionado, ni siquiera podemos tildar a la película de experimental. La película es bizarra, por momentos ridícula, y esa no parece haber sido la intención. La historia se plantea de forma bastante realista en un principio, pero a medida que avanza hay cosas que no se comprenden, y ni siquiera parecen estar planteadas en un plano onírico o sobrenatural. Si la idea es plantear la duda, sobre si el personaje masculino es un victimario o una victima, tampoco termina quedando claro. La historia se extiende en demasiados detalles, y el espectador solo puede quedar perdido sin saber hacia donde lo quieren llevar. No queda claro si estamos en un plano real, donde podemos reflexionar sobre las diferentes formas de violencia hacia la mujer, o si estamos en el medio de una bizarreada, donde la protagonista cambia de cara, y una malvada paralítica dispara flechas. En cuanto a las actuaciones, Florencia Raggi y Maria Duplaá son quienes mejor interpretan a Rosario. Ana Celentano hace un muy buen trabajo, a pesar de tener que interpretar un personaje tan extraño.
Una propuesta osada, original que fusiona el espíritu de las cintas clase B con los climas de las historias experimentales o de autor. Bizarra, con secuencias sangrientas, eróticas, violentas, no resulta un filme fácil de mirar, sus climas herméticos, oníricos, necesitan de un espectador atento y de mente abierta. Pese a lo entreverado del asunto, la historia es sencilla y elemental. Aquí no hay grandes giros argumentales, por el contrario, la fuerza del relato se da en los nexos que unen a cuatro personalidades tan distintas, conviviendo en una sola mujer. Distinto a los anteriores trabajos fílmicos del director, resulta una interesante propuesta para aquellos que buscan nuevas emociones fílmicas.
Cuatro caras de una vengadora A partir de una vertiente esquizofrénica de distintas lineas para enmarcar a su protagonista, la trama adquiere matices fantásticos, a los que se incorpora el horror y el suspenso, sin olvidar el melodrama y una suerte de telenovela televisiva. Esta es la historia de una tal Rosario (Florencia Raggi) algo así como una chica superpoderosa que hace justicia por mano propia y a sueldo. Sus preferencias pasan por los abusadores, los pegadores de mujeres y afines. Joven, decidida, metódica, oculta un pasado violento, más que el actual y nada limpio por cierto, pero con una razón innominable. Rosario (Florencia Raggi) es requerida por muchas mujeres y es perseguida por la policía, que finalmente logra apresarla. Aunque lo que la mujer no sabe es que un día, su vida dará un vuelco y alguien que no esperaba intervendrá, cambiando su destino hacia un rumbo que terminará por enloquecerla. ROJO SANGRE El filme está dirigido por Adrián Caetano, el mismo de "Un oso rojo", "Crónica de una fuga" y "Bolivia", él que esta vez elige diferentes líneas para enmarcar a su protagonista, Rosario, a la que desdobla en cuatro personajes: Rosario 1 (Liz Solari), Rosario 2 (Florencia Raggi), Rosario 3 (María Dupláa) y Rosario 4 (Brenda Gandini). A partir de esta vertiente esquizofrénica, la trama adquiere matices fantásticos, a los que se incorpora el horror y el suspenso, sin olvidar el melodrama y una suerte de telenovela televisiva. También incorpora personajes poco creíbles, aunque la credibilidad no es un concepto que importe demasiado dentro de esta suerte de híbrido cinematográfico. "Mala" es un policial con tintes folletinescos, enmarcado en una atmósfera fantástica con seres un tanto delirantes, que desfilan sin definir exactamente sus variantes psicológicas, lo que da como resultado un testimonio distinto dentro de la filmografía de un director como Adrián Caetano. ANIMO VENGADOR "Mala" rezuma en su contenido oleadas de situaciones que recuerdan a filmes de Quentin Tarantino y John Carpenter, elementos de historieta y cine clase B, con algunos toques freudianos y cine rojo sangre, de ánimo vengador, matizados por fogonazos absurdos y desbordados, a los que acompañan Florencia Raggi (Rosario) y Ana Celentano, en el papel de María, las que consiguen las mejores caracterizaciones. Adrián Caetano cuenta bien cinematográficamente, pero los caracteres de los personajes, en este caso, no alcanzan definiciones generales que los independicen de cierta condición cercana a la machieta. Varias de sus escenas quedan como en el aire, sin resolver, igual que algunos personajes casuales. El humor a veces asume toques bizarros, dando origen a una suerte de camino abierto de imprevisibles resultados.
Israel Adrián Caetano abandonó las temáticas sociales donde sus películas brillaron y avanza en un camino de riesgo y experimentación. Como que su personaje sea interpretada por cuatro actrices distintas, una asesina de hombres abusadores y maltratadores. Un laberinto de pasiones, de buen enunciado y resolución por momentos confusa. Se lucen en las escenas de acción.
El segundo sexo “Mala”, la nueva película de Adrián Caetano, tiene poco que ver con la obra previa del director argentino, que ahora irrumpe con este cuento de mujeres violentas en el que corre mucha sangre y hay muchos tiros. La reputación se puede perder de un día para otro. Adrián Caetano tiene un par de películas notables y una trayectoria envidiable: pasó por Cannes, Venecia, Rotterdam, Toronto. Es un cineasta popular y sofisticado, uno de los mejores de los nuestros y de nuestro tiempo. Un coro de indignados viene vociferando: “Mala es mala”. No se trata de una tautología sino de una reacción veloz frente a un objeto inclasificable. ¿Dónde está el realismo social? ¿El western criollo? Ni un rastro de Bolivia, ni una pizca de Un oso rojo, la nueva de Caetano es una rara avis. Por lo pronto, una declaración: Mala es buena, y hubiera podido ser genial si Caetano se hubiera desatado del todo. Si bien Caetano manifestó que quiere trabajar y adaptar el melodrama televisivo a la pantalla grande, es un director demasiado cinéfilo y el cine se (le) impone. El cine clase B no cuenta con muchos acólitos y este cuento de mujeres violentas puede ocasionar distancia. Corre mucha sangre, y hay tiros, cuchillazos y flechas. Una mujer se dedica a matar hombres que maltratan mujeres. Lo hace por dinero, pero no se trata de un mero negocio cínico. Rosario demuestra convicción. En una de sus misiones, la atrapan. Tras un interrogatorio “policial”, una mujer paralítica paga por la libertad de la asesina y la contrata. Un nuevo trabajo: hacer sufrir al exmarido, que espera un hijo de otra mujer, y después de un tiempo matarlo. Caetano decidió que su asesina modelo esté interpretada por cuatro actrices (Florencia Raggi, Liz Solari, María Dupláa y Brenda Gandini). En el relato se suceden sin aviso alguno. La prestancia y la dureza de Raggi en su papel son una revelación, y esto no se debe a los contrastes ostensibles con algunos miembros del elenco. Al inicio se lee: “Montaje, encuadre y dirección de Adrián Caetano”, y a esto hay que prestarle especial atención. A los pocos minutos habrá una persecución; el trabajo de registro y el montaje son formidables: Raggi corre por los techos de edificios de Buenos Aires escapando de la policía. La fuerza visual de la escena es indudable y es así porque responde a una inteligencia formal que transforma el espacio en una extensión dramática. Como en Francia y Mujeres elefante, el universo femenino vuelve a capturar el interés del director, ahora menos psicologista. El primitivismo feminista de Mala puede ser elemental, pero es muy preciso respecto del imaginario popular donde las mujeres representan al sexo débil. Inversión y subversión de un rol heredado: la rebelión empieza por desobedecer el mandato de la ternura. Después de todo, se nos advierte, “estamos en un mundo sin amor”, y las relaciones de poder son el principio de todas las cosas.
Florencia Raggi, una asesina convincente Roger Corman decía un poco exageradamente que lo que importa de una película es el principio y el final, y lo que pasa en el medio no le interesa a nadie. Si nos basamos en esta idea, entonces «Mala» sería una película buenísima, ya que empieza con una masacre contundente seguida por una escena a toda superacción (todo infrecuente para una película argentina) y tiene un desenlace realmente salvaje con niveles de sexo y violencia que toman al espectador totalmente desprevenido. Claro que en el medio la película, luego de plantear una trama no sólo muy original sino también interesante, el argumento no encuentra el tono adecuado ni la fluidez necesaria para continuar la historia con la misma fuerza. Aunque a lo largo de la historia hay varias opciones, en principio se podria decir que la mala del título es una mujer dedicada a matar, a cambio de dinero, hombres que maltratan a las mujeres. Florencia Raggi es más que convincente como esta curiosa asesina por encargo superprofesional, fría y letal como una verdadera ninja. Sin embargo a esta killer la detienen y luego de ser torturada por la policía (en otra escena brillante y llena del más fuerte humor negro), va presa y es liberada por una mujer paralítica que quiere mucho más que la simple muerte de su marido (Rafael Ferro) que le quitó todas las riquezas y campos y la dejó por una mujer más joven (Juanita Viale). Dado que la nueva mujer de la víctima está embarazada, el espectador supone lo peor, pero el guión no sólo no se atreve a ir en la dirección más cruenta que indica este ejercicio de cine de la crueldad, sino que tampoco se las arregla demasiado bien para manejar los distintos elementos narrativos, lo que además incluye varias incongruencias en la historia, empezando por el hecho de que semejante criminal pueda salir libre bajo fianza sin mayores expli A lo largo del film hay situaciones interesantes y momentos de suspenso latente, pero en síntesis, si se puede recomendar «Mala» es por su principio y su desenlace, además de por lo innovador del tema y el estilo que Caetano aborda con su habitual buen pulso de director, a pesar de que el asunto daba para más.
Traspié de Israel Adrián Caetano, uno de los realizadores que mejor puede filmar el policial y la acción en la Argentina. Aquí tiene una buena historia -la de una especie de asesina justiciera que ayuda a las mujeres- y que gira hacia el melodrama y el suspenso. Pero algo falla: el deseo de contar demasiado o la necesidad de dejar clarísimo la intención “feminista” de la historia le juegan en contra. Como si fuera un borrador de lo que podría haber sido un gran film.
El primer traspié de un creador La nueva película de Israel Adrián Caetano cuenta con un elenco integrado por figuras femeninas como Florencia Raggi, Brenda Gandini, Liz Solari y Juana Viale. Varias de ellas interpretan distintas facetas de una disociación. La última película de Israel Adrián Caetano es un ejercicio visceral y ciertamente arriesgado de fusionar varios géneros, con una puesta en donde lo que más sobresale es la decisión del director de desdoblar el protagónico entre Florencia Raggi, Brenda Gandini, Liz Solari y María Duplaá, cuatro actrices para un personaje complejo –un recurso no del todo original, vale como ejemplo recordar la cercana I'm not there, de Todd Haynes– una disociación que se supone, da cuenta de los problemas de personalidad del personaje o si se quiere, cuál es la imagen que proyecta sobre sus víctimas. Porque Rosario es una asesina a sueldo, enfocada exclusivamente en hombres que maltratan a sus mujeres, con una justificación de génesis: la pérdida de un hijo. Entonces la asesina se convierte en el último recurso de las que sufren en silencio, las golpeadas y humilladas, las que no tienen a quién recurrir. Pero Rosario no es infalible y finalmente la detiene la policía. Después de una brutal sesión de tortura, es rescatada por María (Ana Celentano), una mujer que quiere convertir en un infierno la vida de su ex esposo Rodrigo (Rafael Ferro), que la abandonó por la joven y hermosa Angélica (Juana Viale), con la que espera un hijo. Difícil tarea la de dar cuenta de la trama de Mala, un culebrón consciente que se nutre de otros géneros para contar una historia de venganza –un tópico bastante presente en la filmografía de Caetano–, un experimento fallido que se deshilacha a medida que avanza, entre la violencia, la reivindicación de las mujeres, la necesidad de salvar el género masculino y una puesta confusa que no termina de ser coherente ni convincente. La mayoría de los creadores que realmente importan en algún momento de su carrera tuvieron un traspié y Caetano, uno de los directores más interesantes que surgieron en los últimos años en esta parte del mundo, acaba de tener el suyo.
El caleidoscopio Pocas veces me costó tanto escribir una crítica como en esta ocasión, las razones son varias, me gusta mucho el cine de Caetano en general, el argumento a priori me parecía interesante y me agrada la idea de que cada vez sean más las propuestas del cine nacional en cuanto a cine de género, todos estos factores me complican en realidad porque Mala defrauda y lo hace en grande. Mala narra la historia de Rosario, una sicaria que se encarga de asesinar hombres que maltratan a sus parejas, esto por una nada módica suma de dinero. En este universo que al principio parece que va a adentrarse en la problemática de la violencia de género sin embargo todo roza lo bizarro. Intentar descubrir qué quiso hacer el director de Un Oso Rojo en este film puede ser una tarea que necesite de un arduo análisis sobre su filmografía y sus influencias, esta tarea de todas formas resulta a esta altura irrelevante ya que lo que interesa es el film resultante, el peor de su carrera. Mala es un film desprolijo y torpe en varios de sus aspectos formales, el guión es un colador (perdón por la informalidad pero no hay manera más gráfica de explicarlo), los diálogos son de lo peor que he visto en cine, tiene grandes problemas de sonido (referentes sobre todo al doblaje), encuadres que exceden lo que puede considerarse desprolijo cinematográficamente hablando y cuenta con un montaje al que simplemente le falta coherencia. En este último punto es donde más se sienten las falencias ya que los malos "cortes" la dotan de un aire de inexperiencia en donde abundan errores en cosas tan básicas como hacer un corte en movimiento prolijo y un raccord de dirección que no nos haga perdernos en el espacio sin saber en qué lugar está el protagonista o hacia donde va. Que cada secuencia termine con un fundido a negro (situación de la cual el film esta sobredosificado) es un claro ejemplo de no saber cómo empalmar dos situaciones orgánicamente. En cuanto a las actuaciones, las de Forencia Raggi (Rosario) y Ana Celentano son las que destacan, y justo en el extremo opuesto se encuentra Juana Viale quien brinda una actuación floja que pone en riesgo constante el verosímil del relato. Las otras Rosario, Brenda Gandini, María Duplaá y Liz Solari se desempeñan bien en sus respectivos personajes a pesar de que estos resulten bastante monodimensionales, esta condición de estereotipo está de todas formas justificada por la trama. Todos estos puntos pueden esperarse de un cineasta que presenta su ópera prima (de todas formas no debería ser aceptable) pero sorprenden de un director de la talla de Adrián Caetano, el que aún en este film muestra conceptos muy interesantes que se utilizan para revelar niveles psicológicos y sociales con claridad, esa es otra de las razones que vuelven al film algo difícil de comprender ya que cuenta con escenas interesantes y muy bien logradas pero es en la unidad de las mismas, en el todo, en donde se pierde el sentido. El film podría ser una buena cinta explotation o un homenaje al cine B (está lleno de referencias hacia films de culto como Kill Bill, Christine, Psicosis y Carrie) , sin embargo desde el comienzo plantea una solemnidad que lo aleja de esta propuesta y lo deja en un lugar inclasificable, algo que también le juega en contra en cuanto a la idea sobre las mujeres que termina quedando plasmada. Mala es una propuesta interesante que falló en sus aspectos formales, un confuso caleidoscopio que al igual que el usado por su protagonista representa la presencia de una ausencia, en este film se extraña a Adrián Caetano.
Venganza de género rioplatense Los cinéfilos que recuerden la escena del cineclub en El mismo Amor la misma Lluvia, el injustamente olvidado filme de Juan José Campanella, podrían formularle al realizador Israel Adrián Caetano la misma frase desencajada que un espectador, en esa ficción, le espetaba al responsable de un cortometraje recién proyectado: “Flaco… ¿qué quisiste decir?”. Y ahí se armaba la bronca porque si hay algo que no les gusta a los cineastas es tener que explicar su obra, ese viejo lugar común de que el “arte” no se explica. No obstante un caso como Mala, el último opus de Caetano, habría que reconsiderarlo y exigirle al hombre unas palabras que justifiquen semejante desatino. Es tan poco lo que se saca en limpio tras visionar los noventa minutos de puro desconcierto que brinda el uruguayo con su versión sui géneris de un subgénero tan típico de la clase B como “La mujer y la venganza”, que dan ganas de confrontarlo y aclarar los tantos. Porque Mala, el violento derrotero de una sicaria de nombre Rosario a la que insólitamente interpretan cuatro actrices diferentes, se nutre de la reconocida cinefilia de Caetano para construir un relato al que se le pretendió dotar de algunas características más propias del cine de autor. Y me refiero al peor cine de autor, a aquél que deja afuera al público alevosamente para regocijo de cuatro locos sueltos entre los cuales seguramente se encuentran los familiares y amigos del director. Mala fusiona el esqueleto de un exploitation con unas ideas supuestamente avant garde que la desnaturalizan por completo hasta convertirla en un producto híbrido, desabrido. La película no fluye ni interesa, presenta tiempos muertos inexplicables en una historia de este tipo y sólo será recordada por la bizarrísima escena final. Un Caetano pretencioso como pocas veces se lo ha visto en su carrera parece haber olvidado que la simbología debe estar al servicio de la historia y no al revés. Al menos si pretende que la gente acompañe lo que hace. En un punto es entendible querer escapar de las limitaciones del subgénero pero considero harto difícil que esto suceda. Los filmes de clase B que se aferran a esta temática son al cine lo que el blues es a la música: indefectiblemente debes tocar ciertas notas y escalas y el atractivo se basa más en la ejecución que en las diferencias que puedas encontrar en las canciones. La calidad fílmica del creador de Un Oso Rojo está desconocida en Mala pero los problemas ya vienen desde el desastroso guión que firma conjuntamente con Bruno Hernández y su asistente de dirección Luciana Piantanida. No hay nada que funcione: las escenas de acción casi no existen, el suspenso no llega ni a esbozarse, los diálogos dan vergüenza ajena y la línea argumental es de una chatura imperdonable. La audaz jugada de sumar a Liz Solari, María Dupláa y Brenda Gandini como proyecciones que se hacen los personajes de la asesina interpretada con convicción y garra por Florencia Raggi (la única actuación rescatable, dicho sea de paso) provocan un distanciamiento enorme en el receptor que debe ponerse a elucubrar el significado de cada transformación en lugar de apreciar la escena por lo que es en términos dramáticos. La trama es tan caprichosa como deshilachada. En un confuso prólogo se supone que Rosario ve cómo un hombre (¿su hombre?) estrangula a su pequeño hijo. Atropelladamente nos enteramos que con el paso del tiempo Rosario se convirtió en una extraña “defensora” de las mujeres golpeadas o abusadas psicológicamente por sus parejas. Por un precio justo Rosario ajusticia sin miramientos a estos machos alfas aunque se juegue la piel en la misión. Y esto es lo que sucede apenas iniciada la proyección: tras asesinar a un político prominente Rosario se da a la fuga (ridícula por las decisiones de Caetano en materia de puesta en escena y montaje) pero es capturada, retenida en una casa segura y golpeada por la policía. De esta tensa situación es rescatada por María (Ana Celentano), personaje con zonas oscuras que debido a un accidente ha quedado incapacitada para caminar. Esta ex competidora de lanzamiento con ballesta quiere vengarse de su ex marido Rodrigo (Rafael Ferro), a quien culpa de su infortunio, que se ha vuelto a casar y espera un hijo con la pusilánime Angélica (Juana Viale). El pedido de María obliga a Rosario a modificar su forma de trabajo porque la asignación requiere específicamente hacer de la vida de Rodrigo una pesadilla pero no la autoriza a matarlo. Evidentemente esta idea le sirve a Caetano para desarrollar una especie de vínculo entre Rodrigo y Rosario (su alter ego aquí es la veterinaria a la que le presta el cuerpo María Dupláa). Para Rosario quizás no sea exactamente una conexión amorosa sino más bien un replanteo de su visión unívoca sobre los hombres. Sin embargo el extremo clímax de Mala vuelve a arrojar un manto de dudas con respecto a lo que le pasa a este personaje cuya humanidad fue aniquilada en su juventud debida a una pérdida irreparable. Que Caetano conoce su oficio es una obviedad sabida por todo el ambiente desde sus primeras obras. ¿Será posible que las atroces incoherencias argumentales, el humor (involuntario) y las desprolijidades técnicas estén ahí como algo ex profeso? El realizador de Crónica de una Fuga declaró que Mala no debía ser juzgada con solemnidad pero para eso le faltó dar con el tono “festivo” y la sabrosa complicidad con la audiencia que sí logró Quentin Tarantino, por ejemplo, con Kill Bill, Vol. 1 y 2. En mi opinión el experimento de Caetano no salió bien y viendo el escaso público que está llevando a las salas su película deberá analizar detenidamente en dónde se equivocó. Pese al traspié sigue teniendo carta blanca… por ahora.
Anexo de crítica: -No alcanza para eximir del aplazo a Mala con justificar que su director Caetano buscaba filmar un culebrón violento absolutamente despojado de todo contexto social o de corte realista para jugar con el lenguaje de las imágenes y narrar un melodrama nihilista e irónico donde incluso uno de los personajes se llama Carlos Javier como cualquier personaje de telenovela. Ni siquiera como ejercicio de estilo, este sexto opus convence en su viraje hacia el género o coqueteo meta discursivo con el cine clase B utilizando el tópico de la venganza por amor como base de esta premisa, en que a la idea de la mirada ajena sobre el mismo personaje el director de Bolivia la subraya poniendo a cuatro actrices -que por cierto actúan pésimo- en el mismo personaje de una asesina que sólo mata hombres que hacen sufrir a mujeres. Nada se resuelve de manera razonable dentro de los márgenes de lo aceptable para este tipo de propuestas: no hay violencia en exceso; no hay sexo en exceso ni osadía alguna en mostrar cuerpos desnudos o un poco de sangre. Tampoco la simbología o la segunda lectura pretenciosa sobre la imagen que se proyecta y se bifurca en diferentes tipos de mujeres, supera lo predecible, por no decir lo obvio. Mala es mala, no hay otra explicación.-
Este es un thriller de amor y suspenso, relacionado su relato con el tema de la violencia de género, lo que siente una mujer, cuanto estas sufren, más aun si está relacionado con el amor, y algunas mujeres pueden transformarse en vengadoras y hasta asesinas a causa de los hombres. Entra en acción Rosario (Florencia Raggi) tiene treinta años, es una asesina a sueldo, mata a hombres que maltratan a o abusan de mujeres, no le interesa su clase social, ninguna razón le impide hacer su trabajo, es fría, perfeccionista e inteligente y por cada caso recibe una muy buena remuneración. Su fama crece, la prensa sigue sus pasos y comienza a ser buscada por la policía. Un día algo sucede y Rosario es perseguida por varios policías, este seguimiento es intenso, una gran persecución, una escena muy jugada ella cae en un lugar rompiendo varios vidrios, luego de eso es atrapada y torturada por varios policías. Pero alguien la sacara de allí, y tiene que aceptar su próxima misión María (Ana Celentano), quiere vengarse de su ex marido Rodrigo (Rafael Ferro), ahora casado y a punto de tener un hijo con Angélica (Juanita Viale). Todo cada vez se va tornando más misterioso e irracional, parecía esto sencillo pero todo esconde un plan enfermizo, un laberinto de pasiones, traiciones, confusiones y complejidades. Este es uno de esos films del que no se pueden dar demasiados detalles, este se va transformando en un thriller psicológico, se esconden oscuras situaciones, se va armando un clima extraño, entre mujeres como los personajes de Florencia Raggi, Ana Celentano, Liz Solari, Brenda Gandini y María Duplaá y un juego de personalidades y de emociones. Contiene una buena fotografía (Diego Poleri- “El árbol”, “Judíos por elección”), y música (Sebastián Escofet), plagada de mensajes, extremada violencia, sangre, sexo, llena de secretos y misterios, el director se mete en un cine bizarro y de clase B. El problema surge cuando termina siendo algo confuso, enredado, actores poco aprovechados, hay una escena como otras que podría haberse aprovechado muy bien cuando la actriz María Dupláa entra y sale del establo (quienes vayan al cine me entenderán mejor); flojo el montaje y cuando uno analiza toda la historia le queda cierto sabor amargo. Cuando finalice permanezca unos minutos en su butaca porque hay algo más.
MUJERES VENGATIVAS Insólito traspié de Caetano (“El oso rojo”, “Pizza, birra y faso”), un crudo retratista de personajes sofocados en escenarios tensos y descontrolados. Aquí imagina una parábola redentora desde la apariencia de un “melodrama sangriento” (definición del autor) y retorcido que, sin embargo, más que impacto causa una involuntaria risa. Todo falla. Los actores parecen actuar en un acto escolar (la excepción es la vivaz María Dupláa); los diálogos son de una pobreza alarmante; la trama no da para mucho. Poco más se puede decir sobre las andanzas de una asesina a sueldo que, para poder pagar una deuda de la infancia, hace justicia por mano propia y se dedica a eliminar hombres maltratadores. Anda a los saltos, se desdobla en varios personajes, no usa armas y a falta de buenos compinches, se consuela solita. Alrededor hay violencia, perversiones, malos recuerdos, sexo enfermo, venganzas. Pero no convence. Desgano y descuidos le agregan más pesares a este filme inexplicable. ¿Usted se imagina a Lis Solari haciendo de policía? Bueno, así es todo. Solo el nombre está bien puesto.
Una periodista al salir de ver esta película dijo que se la autodefine desde el titulo, pero a mi entender no me resulta demasiado comprensible la elección del mismo una vez que trato de formular algún tipo de análisis sobre el texto fílmico. Claramente, y ya desde las primeras escenas, el director da cuenta, o nos muestra, que el personaje sufre algún tipo de alteración psíquica, el que podría encuadrarse dentro de lo que se conoce popularmente como psicosis esquizofrénica. Digo claramente del personaje y no especifico sobre el protagonismo del mismo, ya que Rosario, que es el que más aparece en pantalla, está jugado por varias actrices, y la que ocupa más tiempo en pantalla es Florencia Raggi, pero sobre el final guionistas y realizador hacen un giro sobre el mismo y da por tierra con lo anteriormente estipulado. Rosario es una asesina a sueldo que sólo se ocupa de matar a hombres que maltratan a las mujeres, pero la primera que lo encarna es Liz Solari y su transformación en Florencia Maggi está jugado por efecto. Luego, todas y cada una de las que ponen el cuerpo para animarlo repite algún detalle de la anterior. La historia comienza cuando Rosario, en el cuerpo de Raggi, es perseguida por un sinfín de policías tras el asesinato de uno de esos maridos. Finalmente capturada, para luego ser liberada de la cárcel meced a la fianza depositada por una mujer perteneciente a la clase económica dominante, personificado por Ana Celentano, ex campeona de tiro con ballesta, postrada en un sillón de ruedas, quien la contrata para que mate a su ex marido al que culpa de su parálisis. El ex marido esta a punto de ser padre con su joven pareja, interpretada por Juana Viale, pero quien se acerca con el fin de concretar lo encomendado por la ex es otra actriz. Sólo un detalle de actitud demuestra que todas están dentro del mismo personaje. El problema principal de esta producción no es tanto lo confuso que se determina desde la estructura narrativa, demasiado descuidada en cuanto al montaje, sino lo pretencioso del mismo sin demostrar algún tipo de asesoramiento sobre la construcción de un ser tan complejo como éste. Hace un tiempo se estreno en Argentina una producción de similares características, “Identidad” (2003), del realizador James Mangold, que si bien no era un dechado de virtudes tenia una apertura que desplegaba la trama de manera coherente y el final no se tornaba abrupto e incomprensible. Situación que si se presenta en la ultima producción de Israel Adrián Caetano, de quien viéramos otras realizaciones mucho mejores, más sencillas pero mejor construidas, como “Pizza, birra, faso” (1998) y “Bolivia”. En este caso no sólo desde lo narrativo, sino que también la puesta en escena, presenta fallas incomprensibles en un director que ya demostró ampliamente que sabe tratar el audiovisual, igual que en las decisiones de cómo contar la historia, con un manejo de la cámara que en esta oportunidad parece deambular sin un orden ni una progresión definida, en parte debido al hecho de que los personajes no están bien construidos. ¿Será que todos parten del delirio psicótico de uno solo? No aparece esta idea en el transcurso de la narración, sólo al final y con muy pocos datos, o con detalles mínimos, trata de ponerlo al descubierto, pero ya es tarde para el espectador. Posiblemente lo mejor de este producto este dado por la actuación de Ana Celentano, quien hace creíble el personaje hasta el final, y de Florencia Raggi, la única de las que la interpreta a Rosario que salva a la asesina de ser una caricatura. Todo esto no quita que estemos a la espera del próximo proyecto de Caetano.
Flechas, dinero, silla de ruedas "Érase una vez..." dice la pantalla, pero el cuento de hadas ya no es lo que era. Aún cuando la imagen devuelva un primer trazo infantil, idílico, de familia. Rápidamente el viraje. Y la acción desplazada al arenero de plaza, con una mujer -otra madre- en vínculo telefónico, con órdenes precisas, para dejar el paquete con dinero, y formalizar el trato con la misteriosa Rosario. Rosario mata hombres que maltratan mujeres. Algo que no se sabrá formalmente hasta dejar que la película avance. Porque, nada mejor, dejar que el personaje se construya de a poco, en interacción con lo que ocurre, desde la participación del espectador. Lo mismo, en este sentido, ante la pluralidad femenina de Rosario; a saber: Florencia Raggi, Brenda Gandini, María Dupláa, Liz Solari. Cuatro intérpretes para un mismo personaje, pero no para un mismo rol. Cada una, en este sentido, desde un aparecer puntual, que antes que sugerir un fácil "trastorno de identidad" es espejo deforme con el cual interactúan los demás. Así, Rosario será una u otra en función de quién la mire. El abanico de la situación se despliega, argumentalmente, desde María (Ana Celentano), mujer de dinero y en silla de ruedas, que paga la fianza de Rosario para cumplir a través de ella su cometido: matar de a poco a su ex?marido (Rafael Ferro). Rosario se inmiscuye, a partir de allí, en la vida de Rodrigo, de su nueva esposa (Juana Viale), en su amor por los caballos, y el secreto de un Torino bañado de tierra. Como siempre, nada es lo que parece y nada mejor que dejar que el juego de espejos refracte de maneras imprevistas. El delineado del mundo femenino que Mala propone es duro, inasible, fluctuante; cercano casi al que solía proponer Daniel Tinayre, con la cita que parece significar la María de Ana Celentano respecto de Tita Merello en Deshonra (1952). Son mujeres calcinadas de dolor, imparables, con ánimo sanguinario, pasión sexual perversa. Pero, como melodrama histérico, de cadencia noir, en Mala nadie es tan cristalino, nada es tan fácil de suponer, y ninguna familia o sus partes integrantes significan promesa de bienaventuranza. Todo ángel está, por eso, siempre a punto de caer.
Idem Que el director de películas como Un oso rojo o Crónica de una fuga haya logrado un resultado tan decepcionante es, al menos, llamativo. Con una clara apuesta al denominado cine de “género” desde el primer tráiler, había sobrados motivos para emocionarse. Pero aquí hay una película que parece apenas esbozada, como si aún se encontrara en preproducción y la hubieran terminado sin ningún tipo de supervisión. Uno advierte los temas, la película los grita sin ningún tipo de sutileza, pero el móvil en el que se desplazan es tan frágil que cuando llega el final uno ya ha olvidado si hay, existe o se cuestiona algún mensaje. Pero vamos por partes. La película cuenta cómo tras una tragedia Rosario decide vengarse de los hombres tomando trabajos en los que debe deshacerse de hombres maltratadores. Hasta aquí tenemos el perfil del personaje y un móvil, pero es en esta introducción donde comienzan a aparecer los problemas. Rosario parece ser un personaje plano, de comic, en un mundo que no es en absoluto un comic. No hay nada de malo en avanzar desde los estereotipos para luego buscar el relieve en el contexto de las acciones que definen al personaje pero, ¿qué hacer cuando el estereotipo habita un contexto donde las acciones aparecen confusas y el resto de los personajes tampoco tienen relieve? Pues, básicamente sucede la película que tenemos entre manos. A esto sumemos el hecho de que Rosario está interpretada no por una sino por cuatro actrices: Liz Solari, Brenda Gandini, Florencia Raggi y María Duplaa. Uno intenta pensar en alguna cuestión de proyección psicológica pergeñada en el punto de vista de cada hombre, mujer o lo que sea. Incluso se puede pensar que quizá el tipo de acción define el aspecto en el que aparece el personaje, pero no. En ningún momento se entiende el tipo de búsqueda al que se intenta llegar con este recurso, porque en cualquier lógica que se busque hay un quiebre que hace caer cualquier tipo de especulación. La mayor parte de Mala privilegia el suspenso por sobre la acción, razón por la cual se resiente la construcción de los personajes a pesar de que Caetano demuestra que sabe generar climas aprovechando el trabajo de fotografía y sonido. Por esto no hay forma de entender por qué la apuesta al barroquismo en la construcción de los personajes, cuando la película parece suplicar un cable a tierra, un espacio más lúdico donde aplicar todo lo que promete la introducción. Pero no, el desarrollo se embarra en la intriga y en personajes que estancan la película para tratar de reorganizar las partes hacia el final. Pero ya para el final es demasiado tarde e incluso se desperdicia cierta calidad interpretativa de Gandini que es elogiable, de la misma forma que es malogrado lo hecho por Raggi. Mala es un experimento raro que se me ocurre que parte de alguien que al menos tiene una búsqueda, el problema es que esa búsqueda y ese riesgo ha llevado a la que es sin lugar a dudas la peor película de Caetano, a pesar de que el director dé sobradas muestras de su oficio de forma aislada.
Cuesta creer que Mala pertenezca a un cineasta de fuste como Adrián Caetano. Inconexa, tediosa y hasta insustancial, la película parece hacer juego con un título acaso deliberado. Aún con ideas y escenas sugerentes, las decisiones expresivas y estéticas resultan antojadizas, cercanas a un cine experimental o iniciático. Está claro que el film propone búsquedas anticonvencionales o poco transitadas, pero esas lícitas motivaciones se desdibujan entre tantos desaciertos. Girando alrededor de un sicario femenino que sólo elije ajusticiar a hombres que sojuzgan a mujeres, el ecléctico elenco, paradójicamente, se ve sometido. Rafael Ferro parece un puching ball a expensas de los caprichos del guión, el notable Arturo Goetz actúa sólo un instante al ser asesinado –peculiarmente, eso sí- en el arranque del film, y Florencia Raggi, muy ajustada a su rol, es “reemplazada” a lo largo de la trama por tres chicas que abordan distintas facetas del personaje, alguna –Liz Solari- de manera insostenible ¿No confió Caetano en la Raggi como protagonista absoluta del film? Por otra parte el estilo o género del relato no se define nunca, deambulando entre el thriller tarantinesco, la denuncia dramática, lo contemplativo y lo psicológico, hasta desembocar en un final de tono fantástico (Los usurpadores de cuerpos?). Mala parece ser sólo un mal sueño del director de Un oso rojo, con sobrado tiempo y talento para recuperarse.
Un mundo sin amor Nunca se puede saber con certeza con qué se descolgará Caetano. De lo único que se puede estar bastante seguro es de que el director siempre será capaz de aparecer con alguna película fuera de lo común bajo el brazo. En Caetano lo heterogéneo es la regla: el cine que hace es un terreno sinuoso e inasible, no un espectáculo que converge con mansedumbre sobre nuestras expectativas para amoldarse a los deseos que nos suelen constituir como espectadores, esa pasión que insiste en encontrar rastros de lo anterior, en leer cada fragmento bajo una misma luz y hacer de una parte el todo. Ver “una de Caetano”, en definitiva, es ver una película que se parece a otra de Caetano acaso solo en la diferencia. Lo que equivale a decir que Caetano es autor básicamente porque hace lo que se le canta. Mientras nos quedamos con las ganas de saber lo que el director hizo con Néstor, esa película que no fue –desde ahora, Néstor es la película fantasma de Caetano–, aparece Mala para decirnos, de nuevo, que siempre es posible el sueño de un cine sin concesiones. Mala es una historia de venganza, de trauma y de condena. Una mujer sufre el asesinato de su hijo y se transforma en una súper asesina a sueldo llamada Rosario que tiene por víctimas solo a hombres maltratadores. El carácter profesional de la mujer incluye una dosis necesaria de crueldad y un rigor en la ejecución de su tarea lindante con el absurdo. La mujer es maestra en disfraces, en caracterización y en camuflaje. Quizá para acentuar la compenetración obsesiva de la asesina con cada trabajo que le toca, el director dispone cuatro actrices diferentes para un mismo personaje: el procedimiento no es del todo nuevo pero siempre resulta de un riesgo considerable. Florencia Raggi es la que está más tiempo en pantalla (de hecho se podría decir que es el personaje madre del cual se derivan las otras versiones) y luce un cuerpo atlético y una tristeza infinita que recorre transversalmente la película. Desde el vamos, Mala se encarga otra vez de despistar a los seguidores más conspicuos del cine de Caetano, rechazando los rasgos realistas más celebrados de algunas de sus películas anteriores y acentuando el costado más autónomo y desprejuiciado que asomaba por momentos en sus trabajos para la televisión argentina. Si todos sospechamos que Francia era una película política pero no acertamos del todo a explicarnos el modo o la dirección exactos en que lo era, Mala recurre a los géneros con una ambigüedad deliberada que es en parte lo que la hace tan extraña y estimulante. El director trabaja con materiales que podrían servir de base a una telenovela, a una historieta o a algún ejemplar de película de explotación de los años setentas. Después del breve prólogo, donde de manera puramente visual se establecen los motivos del accionar de la protagonista, tiene lugar una escena de comedia tensa en la que asistimos a una entrega de dinero en pago por un encargo. Inmediatamente después, la mujer que se arrepiente y la casa que se llena de policías esperando a la asesina. La chica (en esta oportunidad en la piel de la luminosa y leve Liz Solari) hace su aparición, finalmente, produce un estropicio de cadáveres –Mala postula la violencia como una fuerza que no consigue ser precisa– , es perseguida por la ley y torturada. En la siguiente secuencia, una mujer misteriosa con mucho poder la ha sacado de su situación para encargarle un trabajo especial que constituye el grueso de la película. En esa primera parte Caetano opera por sustracción y excluye las deliberaciones para producir violentos parpadeos de emoción física, de color y de sonido. La sangre estalla alrededor de los cuerpos o tiñe de humanidad y sufrimiento la cara de Raggi, golpeada por los policías. Pero más tarde la película se vuelve extrañamente reposada, como si se deslizara por una zona de ensueño y extrañeza incluso para los protagonistas. Ahora Rosario se hace pasar por veterinaria y aterriza en medio del campo con una misión diferente a las anteriores. Esta vez el blanco es un hombre que también sufre. El dolor es una corriente eléctrica que envuelve a los personajes y una constatación de su existencia. María Duplaá encarna magníficamente a la protagonista con una mezcla de desparpajo vehemente y de ensimismamiento que contrastan con la fiereza gélida de Brenda Gandini, la invitada de honor restante en esta danza de cuerpos desdoblados, que se luce montada bajo la lluvia sobre el hombre, los dos bañados de sangre. Caetano parece embarcado en una suerte de culebrón absurdo que incluye una historia de celos y abandono y una mujer despechada en silla de ruedas experta en tiro con ballesta. Los planos tiemblan levemente, como si la cámara flotara; los soberbios fundidos encadenados que muestran a la protagonista entrando a la mansión de su nueva empleadora recuerdan a los de Fantasmas de Marte, de John Carpenter, pero Caetano no hace citas cinéfilas sino elecciones precisas de ritmo y tono que se integran con discreción y oportunidad al conjunto. El director no pone jamás entre paréntesis la película, toma en serio su arsenal de materiales disparatados, sin ironizar ni convertirlos en materia antropológica de la historia del cine. Caetano se afianza como un director esencialmente moderno, que desconcierta al espectador en cada plano, acaso animado por la convicción de que el placer del cine es un secreto al que solo acceden los que están a favor de la imaginación, de la originalidad y de la frescura. La verdad es que a esta altura todos se dedican a ensayar variaciones del mismo chiste, pero la tentación es grande y la conclusión se impone. Allí vamos, entonces: Mala es buena; incluso muy buena. La película de Caetano no es divertida, no es graciosa ni canchera, no hace realismo social en ninguna de sus variantes, en realidad no hace realismo, ni se entrega tampoco a alguna forma amable de pasatiempo con mensaje. Mala desafía a sus detractores porque ni siquiera acepta sus términos. Cuando se difunde la creencia de que lo mejor que le puede pasar el cine es abrazar con unción el género, su director solo ofrece referirse a los géneros por la tangente, montarse sobre sus restos visibles, atacarlos con un picahielo y exhibir las astillas sin una pizca de ironía. En Mala el género no sirve para permitirnos ordenar de algún modo lo que nos rodea, ni siquiera con el objeto de señalar sus fallas –como cuando en el film noir se hace el inventario detallado de las taras del mundo–, más que nada porque la película ensaya una forma de organización del relato que parece fundirse con el extravío y la desesperación que describe. Mala es lo que queda del mundo cuando la única emoción reconocible que prevalece es el dolor.
Un thriller desgarbado Controversial es este nuevo trabajo del director Israel Adrián Caetano, responsable de grandes films como "Un oso rojo", "Pizza, birra, faso" y "Bolivia". La propuesta presenta varios problemas, entre los principales, la expectativa generada por tratarse de una trabajo con su firma, y por otro lado las improlijidades que son evidentes en la realización. Cuando hablamos de un film de Caetano se vienen determinadas imágenes a la cabeza, pensamos en un tipo de cine bien adulto y cuidado, tenemos ciertas expectativas que han sido moldeadas por experiencias pasadas con realizaciones anteriores. "Mala" no es nada parecido a algo que ya hayamos visto de este director, ni en la temática, ni en la dinámica y definitivamente tampoco en el cuidado interpretativo. La trama de base no me pareció para nada pobre, de hecho plantea una historia que ejercita la atención del espectador y lo obliga a estar atento, arma de doble filo si se tiene en cuenta que el estar más alerta agudiza el ojo clínico del público que no le perdonará la vida a una Juana Viale haciendo muecas artificiales y parloteando como si estuviera pensando palabra por palabra antes de decirlas. La realización no estuvo a la altura de la historia que se planteaba, una historia de desgracias, venganzas, con una vuelta de tuerca que presentaba 4 personajes en 1, con secuencias de acción de alto vuelo que no siempre estuvieron bien elaboradas. Se sintió muy desordenada, por momentos bizarra (en el mal sentido de la palabra), desprolija y con grandes diferencias interpretativas entre los protagonistas. Positiva Florencia Raggi, positivo Rafael Ferro, positiva Ana Calentano, maso Brenda Gandini, negativa Liz Solari, negativa María Dupláa y muy negativa Juana Viale. Hay una mezcla de conceptualización y estupidez bastante grosera en este último trabajo de Caetano, como si luego de haberse iluminado con una idea espectacular se hubiera recontra mil emborrachado para festejar y se hubiera ido derechito a hacer un casting en el que evidentemente no tuvo filtro para las contrataciones, y encima después con toda la resaca, se hubiera puesto a filmar la historia. Algunos destellos de su talento natural están presentes, pero es como si la resaca lo hubiera perjudicado durante el proceso de filmación. Aclaro que todo esto es solo un ejemplo para darle forma a sensaciones. En fin, un trabajo que no está a la altura de un realizador que nos ha dado en el pasado muchísimo más que actuaciones flojas en un thriller desgarbado.
Un policial extravagante En el último thriller de Caetano hay que abandonar toda esperanza de encontrar algo que recuerde la filmografía de su director, autor de títulos como “Un oso rojo” o “Crónica de una fuga”. Aquí se advierte la explícita voluntad de apartarse de todo clasicismo y de los temas presentes en sus primeras películas, como “Pizza, birra, faso” (1997), que marcó un hito para el cine argentino de esos años. La búsqueda de otros lenguajes lo lleva esta vez a experimentar con la violencia al estilo de los cómics que circulan lejos de lo verosímil, entre lo extraño y lo maravilloso. Con aparente espíritu de reivindicación femenina el thriller gira alrededor de Rosario, una atlética y hermética justiciera que mata por dinero a hombres golpeadores y abusadores. En Florencia Raggi, desconocida con look de heroína hábil para correr y pelear al estilo de Uma Thurman en Kill Bill recae el papel principal. La compleja novedad consiste en que su personaje (Rosario) tiene una personalidad esquizoide que es interpretada por las actrices Liz Solari, María Dupláa y Brenda Gandini en distintas secuencias donde el espectador deberá prestar atención a los indicios conectores del relato si quiere ver de qué va cada uno de los alter ego. La venganza es el tema excluyente, como un subproducto del amor en su cara más oscura: posesión, traiciones, celos que van dibujando algo así como un policial psicológico melodramático, meloso y cruel que habla de amores retorcidos y truncos. Cuerpos en riesgo El principal problema de la película son sus propias contradicciones en el tono del relato que no acaba de definirse nunca. Resulta demasiado serio para enmarcarse en el desprolijo cine clase B pero sus buenas secuencias de género se pierden en un caos desconcertante y lleno de riesgos literales y reales. La película abunda en violencia, sexo, acción, melodrama subrayado con efectos especiales. El mayor, la exigencia extrema de los cuerpos que se exponen y se lastiman: hay choques en la ruta, peleas con cuchillos, disparos, corridas por tejados, caídas y patadas voladoras al mejor estilo de las luchas orientales. Es notable el esfuerzo de las protagonistas en escenas muy exigidas físicamente que demandaron entrenamiento para no lastimarse en la filmación. Mucha sangre, poca alma El amor “fou”, desquiciado, ciego, es la constante que se traduce en una mirada desencantada no exenta de negrura ni violencia. Luego de una media hora interesante el relato se va deshilachando de la mano de un guión tan sinuoso como confuso que depara momentos de absurdo y hasta risibles, con personajes maldecidos para el amor, siempre efímero, en contraposición al largo aliento del odio. Con innegable oficio y muchísimos condimentos, el resultado es provocador, inquietante, por momentos seductor, como la escena de fuerte erotismo donde la protagonista se enfrenta a espejos que no reflejan exactamente lo mismo. Sin embargo, “Mala” deja la sensación de que podría haber sido mucho más. “Prefiero películas que no sean éxitos de taquilla pero que tengan alma”, afirmó el director en un reportaje. Aquí no se ahorró ni una gota de sangre artificial. Hay sangre y sudor... pero el alma, ¿dónde quedó el alma?
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Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
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Publicada en la edición digital #248 de la revista.