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Escarceos amorosos y tedio en medio de lindos paisajes Marco Berger estrena su cuarto film (segundo en el año) mientras comienza el rodaje del quinto, anunciado como un "bromance" que se llamará "Dos elefantes". El cuarto film que ahora nos ocupa tiene una particularidad: incluye unos escarceos heterosexuales. En efecto, como a los 20 minutos aparece una chica con medio cuerpo al aire (y al trasluz) y cada tanto se incluyen besos y toqueteos entre personas de ambos sexos. Una absoluta novedad en el cine de Berger, puntal del cine gay argentino. Más curiosidades. Luego de haberse probado en la comedia asordinada, el thriller con adolescente maldito y el romance lánguido ("Plan B", "Ausente", "Hawai"), ahora el autor se abre al relato medianamente coral e intenta un recurso del cine fantástico, el llamado "efecto mariposa". El comienzo pinta dos opciones: una chica abandona a su bebita y una familia pasa y se hace cargo, o la chica mira con cara de nada una mariposa y vuelve a su casa con la criatura. Años después, ya en edad de merecer, la nena protagoniza dos historias. Una medio dramática, la otra medio risueña. Y algo tendrá que ver un medio hermano. En todo esto cabe anotar una tilinga castaña y otra rubia, ambas de rulos y por la misma intérprete, un flaco de anteojos, otro de barba y otro de barbita, otra flacura, todos con aire delicado haciendo nada y/o arrimándose al fueguito, una madre, un padre, lugares agradables, acá con fondo de montaña. No mucho más. El autor mantiene su estilo. Protagonista, Aileen Salas. Producción, Oh My Gomez y Roberto Me Dejó Films, con apoyo (por primera vez) del Incaa. Primer premio, el Sebastiane Latino, porque, entre otras cosas, en medio de todo ese enredo "es una trama de amor gay la que aporta vivacidad y humor". Si es por eso, más entretenida era "Apariencias", de Alberto Lecchi, donde Adrián Suar juega dos caracteres y Favio Posca termina de la manito con Diego Pérez.
No es novedad que alguien se inspire en el viejo y conocido proverbio chino que justifica la teoría del caos para aplicarlo a alguna obra artística. Marco Berger, joven director argentino que en 2011 ganara el premio a la mejor película con temática gay en el Festival Internacional de cine de Berlín con su film “Ausente”, regresa a los escenarios de la comunidad LGTBIQ con una propuesta particular y compleja en la que plantea un paralelismo entre dos historias con cuatro personajes centrales. Romina (Ailín Salas) es una atractiva chica que, según su guionista y creador, pudo tener dos destinos diferentes, dependiendo de las condiciones dadas apenas por sencillos detalles que se presentan a nuestro alrededor. En una de las realidades posibles, ella es abandonada por su madre en un bosque a la vera de un camino y rescatada por una familia de tres integrantes. Mientras que en el otro universo, la misma niña -aunque ya crecidita- se topa accidentalmente con sus “padres y hermano adoptivos” mientras regresa a casa. En ambas historias, Romina se vincula con las mismas personas, pero en situaciones muy dispares. mariposa_loco_x_el_cine_2 Sin embargo, lo cierto es que la suerte de cada uno tan sólo puede torcerse un poquito, para luego acabar en el mismo final; tal vez con algún que otro efectito especial agregado. Mariposa está muy bien lograda en la ejecución, ya que no es nada fácil contar todo esto sin saltear algún detalle o pasar por alto cuestiones que hacen a la armonía de las escenas. Cada toma tiene un por qué, sobre todo justificado en primeros planos que le dan al film cierta atmósfera de suspenso. Las insinuaciones son constantes; sonrisas, miradas, piernas, manos, palabras… Romanticismo, si se quiere. Lamentablemente, y a mi humilde parecer, lo interesante de la premisa se ve opacado por las actuaciones. Es sencillamente una falta de energía, de poder, de expulsar hacia afuera todo lo bueno que abunda en el interior de Romina, Germán, Bruno y Mariela. Quizás yo me equivoque y la intención del realizador fuese la de exponer ese tipo de emoción en el casting, pero yo me quedé con sabor a nada. Especialmente debido a que el encanto del relato recae sobre los hombros de sus intérpretes, ya que se trata de una película sencilla, sin demasiados sobresaltos ni escenarios particulares. Eso sí, lo predecible es indiscutible en los 103 minutos de rollo cinematográfico. Creo que le falta encanto y aprovechamiento de rostros que en pantalla grande se ven muy bien. La metáfora de la Lepidóptera se hace presente en varias ocasiones, pero no alcanza, pese a la belleza de esta especie tan colorida que tiene el reino animal. mariposa_loco_x_el_cine_3 Algo que sí destaco y mucho -quizás lo que más- es la habilidad con la que está hecho el montaje. El desvanecimiento de una toma para fundirse en otra; misma perspectiva, diferente realidad. Aunque se repite constantemente, funciona. Si la atención se enfocase más en el potencial psicológico de los personajes y no en la picardía de los mismos, seguramente se generarían mejores reacciones desde el lado del espectador. De cualquier modo, está buenísimo sentirse identificado con algo o con alguien y que haya pequeñas piezas con atractivas sinopsis. Después de todo, lo masivo no se condice con el efecto de un aleteo que puede sentirse al otro lado del mundo y provocar un tsunami.
Hay cuatro personajes que en realidad son dos (u ocho que son cuatro). La historia es la de dos parejas: una de hermanos cuyo deseo mutuo crece a pesar del vínculo; otra donde la relación entre ambos es aparentemente más posible. Berger trabaja dos realidades paralelas para narrar las variaciones del amor con sensibilidad y precisión, y refleja la intimidad de sus criaturas con la distancia justa en cada plano.
La ley del deseo Un bienvenido cambio de rumbo (sin perder la identidad) del director de Ausente, Plan B y Hawaii. Plan B era una comedia romántica hecha y derecha con el concepto “chico conoce chica” subvertido por el de “chico conoce chico”. Ausente se construía sobre las bases de un amor no correspondido entre un docente y uno de sus alumnos, erigiéndose así como una tragedia clásica. Hawaii amalgamó esas dos cuestiones tomando una premisa similar a la primera para narrarla con el tono por momentos solapado que preludiaba una explosión de la segunda, convirtiendo otra vez al deseo en una meta pero también una carga. Las tres películas de Marco Berger habían mantenido una serie de recurrencias temáticas y estéticas que, al menos en los papeles, podían quedar atrás en Mariposa. Al fin y al cabo, la sinopsis de su último film, estrenado en la última Berlinale, permitía suponer una vuelta de tuerca sobre su exploración a las relaciones homosexuales, dividiendo por primera vez el peso narrativo en un hombre y una mujer e incursionando en una suerte de “ciencia ficción metafísica”. Sin embargo, Berger construye una nueva exploración del deseo, la tentación de lo prohibido y la complejidad emocional de las relaciones interpersonales, en este caso a través de dos potenciales realidades para Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro): en la primera, como hermanastros a raíz del abandono de la madre de ella; en la segunda, como dos jóvenes unidos a raíz de una casualidad y su consecuente amistad. Berger recupera la amenidad de su ópera prima apostando a un tono lúdico, algo melancólico y naturalista que remite al mumblecore norteamericano y a Ezequiel Acuña (allí está Salas para materializar los puntos de contacto), al tiempo que se muestra maduro a la hora de crear atmósferas, generar erotismo y delinear a los personajes y sus sentimientos mediante pequeños detalles. Sutil y profundamente honesta, Mariposa es, entonces, el inicio de un nuevo camino para Marco Berger. El primer paso es más que promisorio.
Causa y efecto Mariposa (2015), cuarta película de Marco Berger (Hawaii, 2013), explora el mundo de las realidades paralelas a través de una relación amorosa vivida por los mismos personajes en dos temporalidades y espacios diferentes. La película parte de la idea sobre la teoría del caos y lo que pasaría si las decisiones tomadas fueran otras. Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro), viven una misma historia de amor en dos mundos paralelos. En uno son hermanos y están sometidos a un deseo que deben reprimir. En el otro entablan una extraña amistad, donde cada uno elegirá como pareja al mejor amigo del otro (Julián Infantino y Malena Villa). Berger provoca varias rupturas con respecto a su obra pero siempre dentro de un estilo que ya lo caracteriza. Por primera vez pone una pareja protagónica heterosexual y construye una historia fragmentada, alejada de toda linealidad. A pesar de estos cambios, que lo engrandecen, desde el plano inicial uno puede reconocer el estilo personal y característico que une a toda su filmografía. Tiene una forma de encuadrar, narrar y musicalizar única. También es un gran narrador y si cabía alguna duda bastará con solo ver los quince minutos iniciales y los mecanismos que utiliza para no dejar nada librado al azar. En Mariposa recurre a una misma historia de amor con un tinte de fantasía. Dos personajes en diferentes tiempos y espacios se gustan pero por diferentes motivos deberán reprimir lo que sienten (un punto característico en su filmografía). Ambas realidades no sólo estarán atravesadas por los protagonistas, sino también por el entorno que los rodea y que de la misma manera se duplicarán en ambos mundos. Otra de las características de Berger es la de crear erotismo sin la necesidad de mostrar demasiado. Una cámara que sugiere, que se posa sobre los cuerpos. Roces, poses y palabras serán más erotizantes que la explicités de un cuerpo desnudo. Por supuesto que no estará ausente el ya clásico “plano bulto”, marca registrada dentro su obra. Si bien Mariposa propone una historia heterosexual también juega con el homoerotismo, la ambigüedad y con una historia gay paralela que irá avanzando a lo largo del metraje. Decir que Mariposa es la mejor película de Marco Berger sería contradecir lo ya dicho con anterioridad, y no porque no lo sea, sino porque las otras también lo son. Lo que no resulta contradictorio es decir que sin dudas es un autor que no para de crecer, y lo hace sin traicionarse a sí mismo ni a al público. Tener coherencia estética, ideológica y narrativa no es algo que se le puede atribuir a muchos directores, pero sí a Marco Berger.
Paralelismos Dos realidades en paralelo, unidas en lo conceptual por la fuerza del deseo y las implicancias de esa arrolladora energía que atraviesa a las parejas de este universo planteado bajo la premisa “¿qué pasaría si…?”, trazan el juego lúdico propuesto por Marco Berger en Mariposa, su cuarto opus, que cuenta con la actuación de Ailín Salas en un doble rol y Javier De Pietro en la misma situación. El título alude al magnético efecto mariposa o teoría del caos para tensar, desde lo narrativo, dos historias con el mismo destino trágico -o no- para sus personajes. En una, Salas y De Pietro viven un romance prohibido dado su condición de hermanastros, y en la otra son amigos, quienes se atraen mutuamente, pero por diferentes motivos se ponen de novios con otras personas y así el cruce de triángulos se multiplica entre los personajes en un ambiente donde las miradas cómplices construyen los climas y los cuerpos acompañan el ritmo. La cohesión narrativa de Marco Berger es impecable a la hora de definir el rumbo del film, la sutileza para encuadrar a sus personajes, robarles –por así decirlo- la intimidad y así establecer todos los condimentos del erotismo en su doble faz de mostrar y ocultar, hacen de Mariposa (2014) una película con sensualidad propia y además brillo. Ailín Salas se adapta al cine del realizador argentino y posiblemente comience su relación con el director de Ausente en personajes como el que le toca en esta oportunidad. La economía de gestos define su personalidad y en pantalla se nota su ductilidad para personajes que deben aportar rareza sin demostrar exotismo. Poco importa que aquí las relaciones heterosexuales se impongan a los apuntes homoeróticos que aparecen a lo largo de la trama, porque en realidad Mariposa va mucho más allá de ese tópico y detalle de carácter formal. Es el deseo como causa y efecto el que está en juego en un film rico en climas y atmósferas, que sabe lo que quiere contar y hasta dónde puede llegar sin traicionarse.
LAS VIDAS POSIBLES El simple batir de alas de una pequeña mariposa puede alterar nuestro mundo de maneras sorprendentes, generando una cadena de eventos que todo lo transforma. En la secuencia inicial, somos testigos de las alteraciones en la vida de una recién nacida Romina (mas tarde interpretada por Ailin Salas), en uno de los universos ella es abandonada por su madre al costado de una ruta, mientras que en el otro, su progenitora decide quedarse con la beba y criarla. Partiendo de esa premisa la película retrata estas dos vidas posibles, estas dos realidades paralelas, donde los protagonistas son los mismos pero todas las relaciones y circunstancias son distintas. Pero hay algo no tangible, algo inalterable, una esencia que trasciende cualquier tiempo y espacio: el deseo, ese leit motiv de toda la filmografía de Marco Berger. En su cuarto largometraje, el director de Plan B, Ausente y Hawaii, continua fiel a su estilo, pero aquí, redobla (literalmente) la apuesta, las relaciones de los cuatro personajes principales, que se convierten en ocho, dan lugar a diversos cruces entre ellos, con el deseo y la tensión sexual siempre como denominador común. De esa forma somos testigos de los encuentros y desencuentros románticos entre un chico y una chica, entre dos chicos del mismo sexo y hasta entre dos hermanos según la realidad que estemos viendo. Mariposa cuenta con una estructura narrativa original con un montaje que conecta las dos realidades y da continuidad a las acciones, logrando así un fascinante juego visual para el espectador que será sorprendido pasando de un mundo a otro dentro de una misma escena. Todo un desafío técnico logrado a la perfección que confirma la maestría de su realizador. Dentro de este sutil mecanismo donde se confunden y entrecruzan realidades, los giros en cada historia tienen distintos tonos, en uno prima la comedia y en el otro la tragedia y es por eso que es esencial el trabajo de todos los actores. Javier Di Pietro y Ailin Salas interpretan sus roles de manera magistral, el primero es quien mejor conoce el método Berger y se mueve en la pantalla con seguridad, conoce los silencios y las miradas necesarias para trasmitir todos sus sentimientos sin exteriorizar, mientras que Ailin hace tiempo se ha convertido en una actriz que uno desea ver todo lo que haga, siempre perfecta y precisa, con una presencia que ilumina y eleva todo plano en el que aparezca. Malena Villa también encuentra momentos para lucirse, el guion y los dos personajes que le tocan a cada uno, siempre es generoso en situaciones para explotar, pero es Julian Infantino el que saca más provecho a su personaje, sus diálogos, confusiones y picardías son las que generan los momentos más divertidos de la película. Mariposa es compleja, ambiciosa y lúdica. Una experiencia única que mezcla elementos de cine fantástico, con una historia romántica que tiene distintas lecturas. Con sus habituales juegos de seducción y deseos desencontrados y sumando un guion arriesgado y original, Berger (que aquí también brilla como ¡montajista!) nos entrega su mejor película hasta la fecha manteniendo el alto nivel al que nos tiene acostumbrados.
MARIPOSA es la más ambiciosa y tal vez la mejor película de la carrera de Marco Berger (PLAN B, AUSENTE, HAWAII), un curioso entramado de dos historias realizado con una pericia narrativa sorprendente, de esas que pasan desapercibidas por lo bien ensambladas que están. Es una película sobre el deseo, básicamente, y cómo se impone de todas formas más allá de las específicas situaciones que los personajes deben atravesar. Para adentrarse en el universo de MARIPOSA hay que prestar –al menos en los primeros quince minutos– mucha atención, ya que Berger dispara allí el mecanismo del relato, que es duplicar las historias que va a contar con el recurso de ¿qué habría pasado sí…? El aleteo de la mariposa y la teoría del caos que viene ligada a ella está usada como una metáfora más juguetona que obvia y es la que parte el relato en dos. La película se inicia con una mujer que va a abandonar a su bebé –una niña– en el medio del bosque, en un escenario digno de un cuento de hadas. Ese bebé es recogido por una familia que pasa por la ruta y que la adopta. Seguidamente, aleteo de mariposa mediante, vemos una posible segunda versión de esta historia: la mujer no deja abandonada a su beba y se queda con ella. Años después, cuando la beba ya es adolescente, es atropellada en ese mismo escenario por el auto de la familia que –en la primera versión de la historia– la adoptó como hija de bebé, de manera que la conexión se realiza igualmente. mariposa2A lo largo del filme, Berger irá pasando continuamente de una a otra versión de la historia de una manera muy ajustada que casi nunca se vuelve confusa, ayudada por un montaje muy preciso (también del propio Berger), y una dirección de arte y vestuario que utiliza los colores y los looks de los personajes de manera tal que no se vuelvan confusos. En la primera versión, Romina (Ailín Salas, morocha) y Germán (Javier de Pietro, sin barba, con pelo corto y anteojos) son hermanos y pese a que cada uno tiene pareja, es evidente que existe una extraña atracción entre ellos. En la otra, Romina (Salas, rubia aquí) y Germán (Di Pietro, con barba y pelo largo) son solamente amigos. En un caso la complicación para concretar su deseo es más que evidente (si bien no son “hermanos de sangre”, la situación es obviamente problemática) mientras que en la otra es cuestión, digamos, de esperar. Romina y Germán se relacionan con otros dos personajes: Bruno (Julian Infantino, con similar cambio de corte de pelo entre ambas historias) es, en las dos historias, novio de Romina y amigo de Germán, a quien secretamente (o no tanto) desea. Germán, por su parte, en ambas historias mantiene una relación con Mariela (Malena Villa, con pelo largo o corto según la historia). Y habrá un quinto personaje, que aparecerá más adelante, y que permitirá en este caso a Bruno ser más fiel a su deseo. Mariposa-702x395Si todo esto parece en extremo complejo de seguir, en realidad no lo es tanto ya que los cruces amorosos en las dos historias son similares entre sí y las situaciones que les tocan vivir a los personajes son también bastante parecidas. El ingenio del montaje es ir manipulando las sutiles diferencias entre una y otra historia –pese a transcurrir en supuestos mundos paralelos, en ambos los personajes hacen casi las mismas actividades, ir a una fiesta, a la playa, a un evento social/familiar y así, pero no siempre en los mismos momentos– para notar que, pese al tan mentado “efecto mariposa”, como decía el poema de Emily Dickinson, “el corazón quiere lo que el corazón quiere”. Berger sigue con su cada vez más estilizada manera de filmar los cuerpos. Es, acaso, el cineasta argentino que más pone en primer plano el deseo sexual entre los protagonistas, en esta caso tanto hétero como homosexuales. Los roces, las cercanías, los primeros planos de partes de cuerpo (su preferencia por filmar tipos en boxers ya es casi una figura de estilo) son ya marcas autorales, a las que agrega aquí un cuidadoso ojo por los colores, y el uso del foco y la profundidad de campo. El final de MARIPOSA es, si se quiere, un tanto menos claro y más confuso, a mitad de camino entre el de una fábula moralista o el de una suerte de broma del destino. Pero, en manos de Berger, el cierre es más abierto de lo que parece, como si no se decidiera del todo a que las alas de la citada mariposa se vuelvan a cerrar o no. De todos modos, esa consciente indecisión no le hace perder valor alguno al filme, que deja en claro que el realizador actualmente es capaz de manejar los resortes y recursos del lenguaje cinematográfico como no muchos lo hacen por aquí. Y sin perder, por eso, su mirada sobre el mundo y sobre los temas que lo apasionan, que siguen siendo la naturaleza y la poderosa inevitabilidad del deseo.
Un pueblo en dos dimensiones La película plantea una realidad con dos versiones diferentes; en la primera, una madre abandona a su beba y esta es adoptada por un matrimonio que tiene un hijo; en la otra, la niña crece junto a su madre, pero con el tiempo volverá a cruzarse con esas tres personas, en otras circunstancias. Ambas historias se desarrollan en el mismo pueblo, con los mismos escenarios e imágenes, y a través de un prolijo montaje las dos se intercalan, juegan y nos muestran a Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier de Pietro), quienes en una realidad crecen como hermanos, y deben lidiar con un deseo que no puede concretarse. Junto a ellos están Bruno (Julian Infantino) y Mariela (Malena Villa), sus amigos o parejas, según en cual realidad se encuentren. Pocas palabras, pero muchas miradas, gestos, manos que se acercan y nos muestran el despertar sexual, la energía, las tensiones y las relaciones entre estos cuatro personajes, que en dos estadíos diferentes experimentan los mismos deseos. La historia está filmada de modo simple, retratando situaciones cotidianas y explotando la naturalidad de los actores, aunque por momentos los silencios son muy largos, y los interpretes no siempre tienen la expresividad suficiente para sostenerlos, por lo que algunas escenas se tornan un tanto monótonas y predecibles. Basada en el concepto de "efecto mariposa" la película nos plantea dos realidades, en una el deseo entre los protagonistas es socialmente aceptado, en la otra no. Cambiando piezas de lugar, la historia muestra una relación desde dos lugares diferentes, juega con las realidades y los tiempos, y de esa forma hace que nos planteemos no solo qué es real y qué no, sino también porque algo puede concretarse, y por qué no.
Mundos paralelos y un mismo deseo, con la sugestiva Ailin Salas. En una historia casi un incesto; en otra, un amor que se encamina con equívocos. Interesante contrapunto con una nota moral discordante.
Las nuevas afinidades electivas Juegos de espejos, dos historias en tránsito paralelo, cuatro personajes que son ocho, relaciones humanas y de parejas y tempos narrativos ajustados a una geometría narrativa que necesita de la atención del espectador, en especial, durante la primera media hora, franja en donde se presentan las múltiples voces y relatos. Juegos de espejos, dos historias en tránsito paralelo, cuatro personajes que son ocho, relaciones humanas y de parejas y tempos narrativos ajustados a una geometría narrativa que necesita de la atención del espectador, en especial, durante la primera media hora, franja en donde se presentan las múltiples voces y relatos. Después de Plan B (2009), Ausente (2011) y Hawaii (estrenada este año) y sin olvidar su participación con un episodio en el film colectivo Cinco (2010), Marco Berger emprendió su proyecto más ambicioso, no sólo por una nueva concreción en imágenes de sus afinidades temáticas, sino por la forma en que se concibe un montaje con objetivo protagónico. La curiosidad por lo prohibido y las emociones sin exteriorizaciones ni declamaciones de sus personajes caracterizan al cine de Berger y en Mariposa, en lugar de repetir un esquema ya hegemonizado con sus films anteriores, duplica la apuesta estética para conformar un corpus narrativo que se sustenta en una compleja estructura. Allí están, por lo tanto, los dos relatos y sus respectivos engranajes internos que buscan hacer eco y reflejarse en dosis similares: por un lado, Romina (Ailín Salas, rubia) y Germán (Javier Di Pietro) interpretando a dos amigos; por el otro, una nueva Romina, en realidad una hipotética versión de aquella, ahora morocha, junto a un nuevo Germán, encarnando a dos hermanos, cada uno con su pareja, que mutuamente sienten una fuerte atracción. En ese juego de ida y vuelta, dialéctico y visual, representado siempre por el deseo ya concretado o aun sin concreción, señalando desde el guión la inestabilidad amorosa de todos los personajes del film, el director Berger se siente a sus anchas para manifestar su propia visión sobre la sexualidad y las relaciones interpersonales. Mecánica por momentos (que hace recordar a algunos films de La Generación del 60) y con invocaciones y referencias sin subrayados a determinados títulos de Ezequiel Acuña (Nadar solo) y Albertina Carri (Géminis), Mariposa es un ecosistema fílmico donde cada espectador encontrará (o no) su propia identificación.
Un pentágono amoroso El aleteo de una mariposa divide dos historias que suceden en el mismo lugar y con mismos protagonistas. Mariposa aborda una temática de por sí atractiva -los primeros amores y el despertar sexual- mediante una estructura narrativa magnética: la de los mundos paralelos. El aleteo de una mariposa divide, de entrada, dos historias que suceden en el mismo lugar y con los mismos protagonistas: en una realidad, Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) son dos hermanos adoptivos que sienten una atracción mutua a pesar de estar en pareja con terceros; en la otra realidad la situación es parecida, pero hay algunas variantes (la mayor es que ellos no tienen parentesco, sino que se conocen por casualidad). Esta forma de contar obliga al espectador a estar muy atento, sobre todo al principio. Las dos historias están intercaladas con gran pericia y los saltos son imperceptibles; el cambio de aspecto de los protagonistas es lo que permite diferenciar a una de la otra. La teoría que parece subyacer es el fatalismo: lo que está destinado a ocurrir, ocurrirá de cualquier modo. Pero el acento no está puesto en la especulación filosófica-temporal, sino en la tensión sexual entre los personajes. Marco Berger ya ha demostrado en anteriores películas (Plan B, Ausente, Hawaii) tener una sensibilidad especial para contar con sutileza juegos de seducción, la "onda" y el rechazo. Aquí vuelve a desplegar esa habilidad para darle vuelo a este pentágono amoroso pueblerino entre adolescentes. Y, más allá de que quizá la historia se extiende demasiado y no tiene un final acorde a su desarrollo, Berger consigue sumergirnos en un excitante e inocente mundo.
Presencias deseantes reales Mariposa, nuevo y cuarto film del realizador argentino Marco Berger, es una delicia visual de principio a fin, que tal como indica su nombre, se centra en el concepto del efecto mariposa, extraído de la teoría del caos. En otras palabras, esta película juega y se construye a partir de la idea de "¿Qué hubiera pasado si....?" Berger nos presenta inicialmente a un mujer en un bosque que, aleteo de mariposa mediante, abandona a una beba junto a un árbol. Luego volvemos a ver ese aleteo, y la mujer nuevamente se hace presente, pero esta vez no abandona a su hija, sino que decide conservarla, y ambas regresan al hogar. A partir de estas dos historias, se desarrollará el universo narrativo de Mariposa, ya que la niña en cuestión -Romina- será en la primera versión adoptada por una familia y en la segunda, será atropellada por esa misma familia, durante su adolescencia. Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) se gustan, se atraen y se desean, esto ocurre en ambos universos. En el primero son hermanos –si bien no hay vínculo sanguíneo, fueron criados como hermanos- por lo que se trata de un deseo inaceptable. En el segundo, son amigos buscando algo más, pero por timidez y celos, terminan acudiendo a otras parejas (Julián Infantino y Malena Villa) a pesar de lo que sienten. Tal como sucedía en Plan B (2009), Ausente (2011) y Hawaii (2013), films anteriores del director, aquí resurge la cuestión de la tentación, de la atracción y deseo por lo prohibido, de aquello que no se puede decir, que está allí, que se percibe y se siente cada vez más real, pero que a la vez, hay que reprimir. Sin embargo, en Mariposa hay varias diferencias en relación con dichas obras. Por un lado tenemos por primera vez una pareja protagónica heterosexual –si bien habrá una historia homosexual secundaria -, pero además se trata de una trama que escapa a la linealidad, ya que los tiempos y situaciones de ambas realidades van cruzándose una y otra vez, de forma tal, que el espectador jamás se confunde. Más allá de esto, el director mantiene detalles de estilo personal que lo caracterizan, tales como el encuadre, la profundidad de campo y por supuesto, el –ya memorable- primer plano a hombres en boxers. Con un fantástico –en el más amplio sentido de la palabra- montaje, que apela constantemente a la cohesión y claridad narrativa, Mariposa es esencialmente una historia de amor sí, pero también es una historia sobre el deseo, sobre lo incontrolable y sobre las ambigüedades sexuales típicas de la adolescencia o temprana adultez. Con esta nueva película, Marco Berger se afirma –una vez más- como uno de los grandes narradores actuales del cine argentino, uno de los pocos que filma de forma bella, estilizada e intimista los cuerpos humanos, y que entiende al erotismo más allá de la desnudez, ya que es capaz de reflejarlo en miradas, roces y juegos que generan cada vez más tensión y deseo sexual.
“Bearing in mind the chaos theory and its butterfly effect, which means that the flapping of the wings of a butterfly could generate chaos on the other side of the planet, I thought of making a film where I would tell two versions of the same story. In this case, how a woman who’s about to abandon her daughter could change her mind,” Argentine filmmaker Marco Berger says about his latest feature. Mariposa (Butterfly) is the name of the film, and at its very beginning we see a woman abandon her daughter in the forest. Then, in the following scene and because she is distracted by a butterfly, she decides not to abandon her child. This way, the woman’s daughter, Romina (Ailín Salas) sees her universe divided into two parallel and simultaneous realities. In the first one, after being abandoned by her biological mother, Romina is raised by a loving family with a young man, Germán (Javier De Pietro) as her brother. Here fate determines that the two youngsters will build a relationship of love with a strong dose of forbidden sexual desire. In the alternate reality, Romina and German get to know each other as friends and develop an uncommon friendship instead of becoming romantically involved. In these two worlds — one in the realm of comedy and the other in that of drama — new relationships will be formed as other players enter the arena with their own sexual desires, which will result in homoerotic bonds as well as heterosexual ones. Considering this multilayered scenario, it’s easy to see why Mariposa can be engaging almost instantly. The script is well written and detailed, it deftly deals with both worlds, has a right balance between naturalism and fantastique, and is executed quite meticulously. And as it plays out, Berger’s camera closely follows the characters and by focusing on details and small gestures, both in the dialogue and body language, characters are gradually developed and efficiently rendered thanks to correct performances. But only to a certain extent. Because after the maze-like script is unveiled and you pretty much know how upcoming events will unfold, you may feel that most of the film’s appeal starts to vanish. The script is smart,granted, and yet the characters lack substance. They act and react according to the script’s requirements, but they also often come across as chess pieces that follow a pattern dictated by a player’s given logic. It’s hard to picture them as real individuals affected and transformed by their conflicts. It’s hard to relate to them for they are narrative devices more than anything else. Therefore, Mariposa is what you may call an exercise in style, and certainly not a feature with flesh and blood. Plus it lacks tension from beginning to end — no matter how well-filmed it is. Production notes Mariposa (Argentina, 2015) Written and directed by Marco Berger. With Ailín Salas, Javier De Pietro, Julián Infantino, Malena Villa, Justo Calabria, Jorge Diez, María Laura Cali. Cinematography: Tomás Pérez Silva, Jerónimo Torres. Editing: Marco Berger. Running time: 97 minutes.
Por el sólo hecho de proponer una estructura narrativa compleja y diferente es que “Mariposa” (Argentina, 2014) de Marco Berger merece ser tenida en cuenta y analizada. Con muchos puntos en común con aquellos clásicos relatos en los que una caja contiene a otra, y ésta a otra, y así sucesivamente, el guión explota su costado más literario desde este lugar para construir su hilo temático. Hábil constructor de historias plagadas de tensión sexual no resuelta, en esta oportunidad el director decide inmiscuirse en un drama bifaz en el que una simétrica estructura de espejos, tan simétrica como los rostros de sus protagonistas, es tan solo el puntapié de múltiples interpretaciones ante las decisiones que cada uno de sus protagonistas debe tomar. Dos hermanos (Ailin Salas y Javier De Pietro) ven como sus deseos tienen que ser censurados ante la mirada atónita de los otros que los rodean. Por otro lado dos amigos (Ailin Salas y Javier De Pietro) se “histeriquean” mientras los personajes que los acompañan en el camino deciden si la continuidad de sus relaciones favorecerán o no sus destinos. Entre ambos mundos, imperfectos, escurridizos, débiles, es que los jóvenes deambularán entre la apatía y la indiferencia, el enojo y el hastío, hasta que los cuerpos, en estado de ebullición, determinen hacia dónde avanzar, o quedarse en un lugar determinante y caer ante el deseo y la prohibición. Berger se regodea con las suposiciones, porque entiende que en la labilidad de las escenas, con un logrado trabajo actoral por parte del dúo protagónico, pero también del resto de los actores, muchos de ellos recurrentes en su cine, y en la espontaneidad de algunos diálogos (guionados y ensayados milimétricamente) es en donde se fundará el verosímil que estuvo buscando potenciar. “Mariposa” esboza respuestas sobre situaciones cotidianas que se nos plantean ante la pregunta de “qué hubiese pasado sí”, y redobla la apuesta al evitar discernir entre lo que propone para evitar, de esta manera, tomar partido por una u otra historia. ¿O es que lo hace tan sutilmente que no nos damos cuenta? La luminosidad del relato de los amigos, con música, diálogos espontáneos y tomas menos compuestas, se contrapone al lúgubre y sombrío escenario en el que los hermanos se celan, se odian, se gritan y se pelean, ocultando un deseo que crece día a día muy a pesar suyo y por el cual terminan aceptando situaciones imprevistas. Entre ambos lugares es en donde “Mariposa” buscará el equilibrio, casi necesario entre los antagonistas, como el negro que necesita al blanco, el deseo que busca su satisfacción en la propia negación, el roce que dispara una mirada diferente, el cuerpo que busca el contacto más primitivo con el otro para satisfacerse. La estrategia de Berger, más allá del juego de cámaras y de entradas y salidas constantes de los actantes, es también la que se deriva del cambio físico y de aspecto de los protagonistas, quienes aceptaron modificarse para que la narración también pueda fluir sin dudas más que las que se generan sobre los giros del guión. La tragedia clásica, el drama originado con la prohibición del deseo más íntimo de los cuerpos, que saben lo que quieren pero que aún resisten la mirada acusadora de una sociedad que avanza en muchos aspectos, pero que también retrocede en otros, es el motor de la historia de “Mariposa”, un filme que requiere mucha atención por parte del espectador, pero que también, una vez inmersos en su estructura lúdica de reflejos, genera mucho disfrute y goce.
Una historia contada bajo dos realidades paralelas y el pasaje a este doble relato estará dado por la vida de Romina. El camino pivotea y donde termina una escena con un tema musical o un episodio determinado, allí mismo saltamos a la otra mano con otras caras y los mismos nombres. Romina y Germán son los personajes de relaciones que se entremezclan entre lo posible y lo prohibido. En uno de los mundos, Romina y Germán son medio hermanos ya que Romina es abandonada por su mamá cuando era bebé y es criada por los padres de Germán. El comienzo de esta historia ya de por sí tiene su dósis de dramatismo. Ambos parecen pelearse constantemente, como hace la mayoría de los hermanos y al mismo tiempo, lo atípico: el deseo y la tensión sexual aumenta entre ellos. Lo que parecen escenas de celos y además sospechas de que la pareja de Romina es homosexual, son la excusa para quedarse cerca de ella en una vigilia que lo consume y lo sumerge en una confusión que lo ensimisma y lo enoja. El otro universo, tiene casi los mismos componentes en cuanto a relaciones, pero el encuentro se produce con un Germán y una Romina, dos amigos en su edad actual, sus idas y venidas, otras personas que se cruzan pero que en cada mirada y en cada palabra esconden que ellos están destinados para amarse. El encuentro se produce más gentilmente y de a poco sin ese componente del drama del abandono. La dirección de Marco Berger ("Hawaii", "Plan B", "Ausente"), nos lleva a estos mundos íntimos tratando de captar los sentimientos de estos jóvenes en búsqueda de su lugar y creciendo. Es un acierto la elección de la locación: el paisaje de la ciudad de Tandil y sus alrededores que sirven de escenario a esta última realización que ganó el Premio Sebastiane (2015) en el Festival de San Sebastián, equivalente al Teddy que se entrega en la Berlinale; es decir, el premio al filme que mejor refleja realidades de vida de personas gay, lesbianas, trans o bisexuales. De todas maneras, si bien en la película se plantean conflictos desde esta perspectiva, no creo que sea lo principal, ya que como decía antes, el eje del argumento tiene su mayor peso en una relación heterosexual. Puede confundir en el principio el seguir a los personajes en sus dos derroteros paralelos y por la rápida concatenación de hechos; a medida que avanzamos, el ritmo parece ralentizarse para darnos más información y ser cómplices de atracciones y desencantos. El elenco es fresco y sobre todo bello para la cámara, compuesto por Ailín Salas ("XXY", "En Terapia", "Abrir Puertas y Ventanas"), Javier De Pietro ("Ausente"), Julián Infantino, Malena Villa y la experiencia de una actriz como María Laura Cali ("La Extranjera"), entre otros. La banda sonora es muy buena, algunos temas interpretados por los actores. Una propuesta diferente del joven cine argentino.
Historia marcada por la sexualidad Hay que estar muy atento para no perderse en la enmarañada trama de Mariposa, la película más arriesgada y estilizada hasta la fecha de Marco Berger, una vuelta de tuerca interesante dentro de una filmografía que se va consolidando y es muy apreciada en el circuito de festivales internacionales (la película fue exhibida en el Festival de Berlín, donde el director había sido premiado por Ausente, largo de 2011). Berger usa como punto de partida la famosa teoría del caos (la que dice que el aleteo de una mariposa puede generar un caos en el otro extremo del planeta) para elaborar una historia marcada por el sinuoso deseo sexual de sus protagonistas y los imprevistos del azar. Hay un inicio que se bifurca, con una beba que su madre conserva en una línea del relato y abandona en el otro. La escena se desarrolla en un bosque, algo que ayuda a cargarla de un misterio que la película sostendrá hasta el final. A partir de ese comienzo ambiguo, trazado con la lógica del doppelgänger (el doble fantasmal de alguien, una figura común en las historias fantásticas), Mariposa se enfocará en el destino de esa misma chica, pero en dos versiones que se entrecruzan y de algún modo se complementan, gracias a un mecanismo de relojería que Berger trabaja a la perfección apoyado en un riguroso montaje. Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier de Pietro) son hermanos y tienen pareja, pero es evidente que existe algo más entre ellos. Al mismo tiempo, la otra Romina (otra vez Salas, pero teñida de rubia) y Germán (de nuevo Di Pietro, pero con barba y pelo más largo) son amigos, pero también la tensión sexual flota en el ambiente cuando están juntos. Los otros personajes que participan en la historia son Bruno (Julián Infantino), novio de Romina que coquetea abiertamente con Germán y finalmente tendrá un romance con otro chico, y Mariela (Malena Villa), pareja de Germán en las dos historias. Los vericuetos de la trama son muchos (Berger ha citado a otras películas laberínticas -Los amantes del círculo polar, Reencarnación y La doble vida de Verónica- como influencia), pero la clave del film quizás esté en otro lugar: en los dilemas morales que plantea la historia y el omnipresente clima erótico que la tiñe, una auténtica especialidad del autor.
La segunda mirada ¿Qué se mira? ¿Cómo se mira? Son preguntas que el cine siempre ha propuesto y que cada espectador puede asumir o no como propias. Particularmente, estoy convencido de que las mejores películas son aquellas capaces de conjugar esos dos niveles sin la necesidad de explicarme nada. Mariposa es formalmente ambiciosa, al menos, en apariencia. Si uno se atiene exclusivamente a la propuesta narrativa, hallará una maquinaria audaz de historias paralelas, de mundos posibles con diferentes opciones de roles y destinos. Sin embargo, la fragmentación es una ilusión, dado el hábil montaje que propone Berger en el encadenamiento de las situaciones a partir de cambios imperceptibles, sutiles, para nada invasivos -recuerdo la espantosa voz en off de Historias extraordinarias (Mariano Llinás) o El muerto y ser feliz (Javier Rebollo) como recurso intrusivo y condicionante-. Pese a incluir variantes duales (hermanos, novios, deseantes, deseados, etcétera) en las historias que transcurren, nunca el trabajo de montaje impide que el efecto lineal se pierda, y ese horizonte de llegada funciona en la mente del espectador sin que este se vea obligado a armar piezas de rompecabezas innecesarios o a participar de un modus operandi que involucre el intelecto por sobre la emoción. Se trata de un logro, por cierto. De todos modos, sería injusto restringir el análisis del film al efecto mariposa o esbozar elucubraciones propias de reflexiones en torno a ficciones futuristas. En todo caso, puede considerarse como una auspiciosa excusa para promover la pregunta más relevante si se toma en cuenta que el cine (como dispositivo en sí) moviliza canales perceptivos: ¿cómo se mira? Berger no sólo pone a los cuerpos de sus personajes en situación de mirada y de deseo sino que a través de cada plano trasmite esa experiencia al espectador. Lo suyo es el despojamiento psicológico, la desdramatización verbal. La escenografía que monta en torno a la espera se sustenta en el manejo de la distancia de la cámara para marcar el pulso del deseo y es algo que excede netamente el plano del contenido así como habla de la sensibilidad que trasunta el director para ofrecer un metadiscurso acerca de lo erótico. No es casual la forma en que se encuadra como tampoco son arbitrarias las direcciones que siguen las miradas. Caer en la trampa de la premisa narrativa es aferrarse al artilugio e ignorar que descubrir una película es también sentir, imbuirse en el tiempo, participar de un cúmulo de sensaciones que sólo una sala oscura puede lograr. La mirada que propone Berger (y la de sus personajes) es escrutadora. En términos de Proust: “exploro el cuerpo del otro como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso (soy parecido a esos chiquillos que desmontan un despertador para saber qué es el tiempo)”. Hay una bellísima escena con dos personajes de espaldas, abiertos al paisaje, musicalizada excepcionalmente, bajo el signo de un minimalismo recurrente. Solo, ese plano, respira en la materialidad de la imagen, único en el instante que propone. Es la prueba de que una película puede vivir al margen de la ley (narrativa) y dilatar el presente como ningún otro arte.
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ALETEO DETONANTE Sólo es suficiente un aleteo de mariposa para modificar el destino; sin embargo, éste siempre se las ingenia para relacionar a las mismas personas de alguna forma. Marco Berger parece saberlo bien y por eso no sólo toma estas premisas como base de su última película, sino que las modela y dispone para un juego de realidades paralelas hacia el espectador y, por qué no, hacia los mismos personajes. Ya la primera escena anuncia la dualidad inmanente: un plano general y con profundidad de campo, donde en la parte más lejana se encuentra una joven con una beba en brazos. El bosque, como cierto lugar atemporal y de ensueño, enmarca ese instante perdido y difícil de ubicar mientras que el primer plano está ocupado por una mariposa posada en una rama. La muchacha mece en sus brazos a la beba y las alas de la mariposa empiezan a batirse en destellos de colores y brillos. Ella, dolorida, sale de aquel sitio para abandonar a su hija en la ruta. Un matrimonio la encuentra y, enseguida, el niño de la pareja se encariña con ella. Entonces, se retoma la escena anterior pero esta vez el aleteo exhibe el cambio: la joven decide quedarse con su bebé. Estas dos realidades son las que conforman el universo de Mariposa: por un lado, Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) son hermanastros que se pelean pero también se cuidan. Ambos tienen pareja: Germán está de novio con Mariela (Malena Villa) mientras que Romina sale con Bruno (Julián Infantino). Más allá de los lazos familiares y sus propios impedimentos– aunque el director jamás aclara si los protagonistas conocen el origen real de Romina –, entre ambos se genera una tensión sexual difícil de apaciguar y que pareciera provocar sentimientos más profundos como el amor. Por el otro, ambos se conocen por casualidad, cuando su padre choca por accidente a Romina en el mismo lugar donde habría sido recogida. Germán queda prendado de ella enseguida, como ese niño que fue antes y le dio muestras de cariño. Entre excusas e invitaciones, ambos se vuelven amigos y comienzan a salir de a cuatro (junto a Mariela y Bruno). Las parejas se repiten puesto que ninguno de los dos demuestra o se juega por lo que siente por el otro. De esta forma, los universos conviven, se atraviesan y se superponen de manera constante puesto que no sólo conforman un discurso narrativo, sino también de simbologías. Hay ciertos objetos compartidos como la moto o la música pero otros diferentes que permiten crear los rasgos de individuación de cada historia ya sea desde la decoración de los cuartos de Romina –como determinantes de su personalidad –o de sus dos casas –entendidas como forma social o de status –como también las vinculaciones entre los mismos protagonistas según las realidades. Por tal motivo, el desdoblamiento requiere, por un lado, de un espectador ávido y dinámico para complementar las elipsis y el entrecruzamiento permanente entre las realidades – aunque el director lo ayude gracias a los cambios de aspecto de los protagonistas según el caso –y para analizar las simbologías. Por otro, evidencia las complejidades de los personajes no sólo entre ambas realidades paralelas, sino también dentro de cada historia. Los cuatro se valen del mismo cuerpo como objeto contenedor de sus identidades y que, a su vez, comparte la raíz en ambos mundos. De hecho, no es casual que mantengan las mismas parejas incluso cuando son libres para estar juntos. Pero, al mismo tiempo, algunos deben combatir contra sus propios deseos y, por ende, contra su identidad dentro de una u otra realidad. Tal es el caso de una latente homosexualidad de Bruno o de la lucha interna de Germán hacia el deseo de estar con Romina en tanto incesto. “Me interesaba jugar con las posibilidades de la vida y cómo, con un cambio, se modifican las cosas”, asegura Berger y su compleja e interesante construcción del discurso pone más que en evidencia esa dinámica. Como aquel aleteo del comienzo tan sutil pero vigoroso, en esa multiplicidad de colores y brillos que no sólo cautiva, sino que busca detonar su energía en cualquier punto del planeta. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Un bebé aparece en el medio del campo. La imagen vibra. Luego otro bebé aparece en el campo y vemos una mariposa. Una de las bebas, al parecer, es adoptada por un matrimonio que tiene un hijo; en la otra versión, la niña crece junto a su madre. La mariposa del título de la película aparece aquí como señal de una transformación que llevará a Romina, Mariela, Germán y Bruno a conocerse en dos tiempos, siendo siempre los mismos actores los que protagonizan estos encuentros en clave doble. Mariposa es el cuarto largometraje de Marco Berger, el cual -armado alrededor de la temática del primer amor y los primeros ardores- nos encontrará en un juego de simetrías y paralelismos que se repetirán todo el tiempo, marcando el tempo y la originalidad de la obra y funcionando a veces como un déjà vu. En el film Berger se arriesga, cambia como la mariposa lo indica, y la lineal secuencia de amor se convierte en otra cosa: hablamos de una película sobre vidas paralelas donde los vínculos más íntimos y la homosexualidad de sus personajes son moneda corriente. Las relaciones son tratadas, además, desde una sensibilidad única que -a base de planos detalles y primeros planos- resuelve todo el problema del erotismo. La película lleva prendida cierta nostalgia: en la historia paralela Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) pueden finalmente concretar su amor. En la otra vida son hermanos pero esto tampoco parece producir el menor efecto en ellos. Lo que está destinado a producirse, finalmente se produce. El fatalismo está dado. Estos personajes de pueblo que recuerdan a La Ciénaga (2001) comparten la misma forma de paralelismo de algunas obras de horror como La Habitación del Niño (2006), de Alex de la Iglesia (pero sin el terror, por supuesto). ¿Qué sucede con los caminos que no tomamos? ¿Qué haríamos si fuéramos otros? La historia se abrirá, como las alas de una mariposa, y desplegará en total seis parejas que irán encontrándose y desencontrándose en el tiempo… algo le debe a El Efecto Mariposa (2004), tal vez más bien el nombre y el “efecto”, y no tanto la trama o moraleja. El guión apunta a extremar la atracción sexual de los personajes como forma de ir incrementando el suspenso. Es la mariposa la que logra, en una hora y 43 minutos, tener a los espectadores al filo de lo que pasará, tejiendo una dramatización compleja que habla de un buen trabajo de Berger, de los actores y del cine argentino.
Una propuesta narrativamente compleja y visualmente deslumbrante sobre el deseo, el amor y el destino. El efecto mariposa Mariposa es el cuarto largometraje del director Marco Berger, segundo en llegar a las pantallas este años debido al retraso en el lanzamiento de su anterior film Hawaii. Pero a pesar de las pocas semanas que distancian a una de otra, ambas cintas no podrían ser más diferentes. Berger ya había demostrado una gran facilidad para moverse de un género a otro, de la comedia al thriller y de allí al drama intimista. Esta vez la propuesta viene por el lado de la ciencia ficción, o al menos su gestación, para luego derivar en dos tramas que si bien comparten los mismos personajes, cada una tendrá su propio tono. Basada en concepto conocido como efecto mariposa, en el que una mínima discrepancia dispara o abre una linea de tiempo alterna o paralela, el realizador de Plan B y Ausente lo toma como base para contar en dos realidades la historia de amor entre Romina (Ailin Salas) y Germán (Javier Di Pietro). La película es, sin dudas, la más compleja y ambiciosa de Marco Berger hasta hoy. No solo porque busca retratar dos historias, cada una con un registro distinto y todo al mismo tiempo. También por la forma en que se decidió contarla, moviéndose entre una trama y otra simplemente con un truco de cámara o de montaje. Todo comienza cuando justamente el aleteo de una mariposa divide los dos relatos. En uno de ellos Romina es abandonada por su madre y criada por una familia que la encuentra al costado de la ruta. Allí crece junto a su hermano Germán, con quien a pesar de tener un vinculo estrictamente postizo hay un mutuo deseo y la tensión sexual entre ellos se siente en el aire. En la otra historia Romina se cría con su verdadera familia y el vínculo que la une con Germán es de amistad, o ni siquiera. Romina es la novia de su mejor amigo y, a la vez, Germán es novio de la mejor amiga de Romina, por lo que nuevamente se dará un juego entre ellos, aunque esta vez es más inocente, casi con momentos salidos de una comedia de enredos. En Mariposa Berger vuelve sobre los temas que marcaron toda su filmografía: la propia represión, el deseo, la identidad sexual y, en definitiva, la búsqueda del verdadero amor. Búsqueda que una vez más no será sencilla y será el motor detrás de todos y cada uno de los personajes. Pero la complejidad de narrativa de Mariposa -aparte de los enormes trabajos de Salas y Di Pietro- es donde reside gran parte de su encanto. Principalmente porque nos llega como una propuesta diferente, que no debe ser tomada a la ligera y que exige atención por parte de los espectadores. Al mismo tiempo es visualmente hermosa, con una paleta de colores que dota de belleza cada uno de los planos -que parecieran estar tan pensados como su preciso montaje- y transformando a la ciudad de Tandil en un espacio casi onírico que la vuelve desconocida incluso para los que la visitamos, y que resulta el lugar perfecto para situar esta historia. Conclusión Mariposa es una nueva conquista en la filmografía de Marco Berger. Quien logra con este film su trabajo más complejo y hermoso hasta hoy, tanto desde lo narrativo como desde lo visual. Aunque nace como una propuesta de ciencia ficción, rápidamente se transforma en cuento sobre el destino de Romina y Germán que camina sin inconvenientes por la fina linea que divide al drama de la comedia. Y es en los momentos agridulces, cuando esa linea comienza a desaparecer frente a nuestros ojos, donde Mariposa logra transformarse en una propuesta diferente que va mucho más allá de sus logros técnicos.
Porque los documentales, a veces, sirven para tomar conciencia, es que quiero recomendarte que veas "Mariposas Negras", de Lorena Riposati, quien sabe, a medida que pasan los minutos, como contar una historia - real - que si la miras con la responsabilidad que hay que hacerlo, te va a poner los pelos de punta. Dato importante: se proyecta únicamente en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635). "Mariposas..." es un documental con todas las herramientas que debe tener el género y que espero no quede en el olvido. Si no sos de ver documentales, dale una chance y disfrutá de esta peli.