Una atractiva aunque algo subrayada biopic sobre la primera gran estrella negra del circo francés de principios del siglo XX. Esta ambiciosa biopic histórica de 20 millones de dólares de presupuesto y dos millones de espectadores en los cines franceses reconstruye (con las lógicas libertades artísticas) la historia real de Rafael Padilla, más conocido como Chocolat, el primer artista negro que se convirtió en estrella de circo en plena Belle Epoque de París, a principios del siglo XX. Nacido en Cuba y con pasado como esclavo, Padilla encontró en el payaso Foottit (James Thierrée), el compañero para un dúo que hizo historia. Pero, más allá de sus momentos cómicos, Monsieur Chocolat es sobre todo un drama con un toque de denuncia y moraleja aleccionadora en sintonía con estos momentos de corrección política. Es que, si bien se convirtió en una figura de inmensa popularidad, Padilla/Chocolat (convincente actuación de Omar Sy) también fue víctima del racismo de la época y esa acumulación de humillaciones, resentimientos y sumisiones sobre y fuera del escenario lo llevaron a un final trágico. La película -que tiene una notable reconstrucción de época a partir de un impecable trabajo de arte- apuesta a la típica estructura de surgimiento, apogeo y caída con un protagonista manteniendo una sociedad de amor-odio con su compañero de rutas Footit (James Thierrée en plan chaplinesco), el blanco que le pegaba cachetazos y patadas al negro para delicias de la burguesía de la época; algunos encuentros íntimos con una enfermera viuda y madre de niños pequeños (Clotilde Hesme) en tiempos en que las relaciones interraciales eran más que una rareza; y sucumbiendo a las tentaciones de las drogas, el alcohol y el juego que evaporaban rápidamente sus suculentas ganancias como artista. Monsieur Chocolat es una película que se sigue con interés (está concebida en todos los rubros con indudable solvencia), pero cede a la tentación de hacer demasiado explícitas sus bajadas de línea que caen en la caricatura y el estereotipo. Siempre es valioso cuando el cine popular apuesta a la crítica y a la denuncia, pero cuando esa búsqueda resulta tan subrayada como en este caso el efecto es contraproducente. El espectador, en ese sentido, se merece más sutileza y respeto. En el resto de los aspectos (el drama íntimo del protagonista, la eficacia de la narración) el balance es bastante más satisfactorio.
La Comedia es un genero complejo, pero no exento de sus mecanismos y, desde luego, de sus sombras. Monsieur Chocolat nos entrega una historia como tantas otras sobre la vida y obra de un artista, pero con el plus de animarse a ofrecernos una mirada a los funcionamientos internos de la comedia, y como estos son más antiguos de lo que solemos dar crédito. Feliz por fuera, pero por dentro… Monsieur Chocolat cuenta la historia de vida de Rafael Padilla, un inmigrante cubano ilegal, que busca hacerse un lugar en el mundo del espectáculo francés. La oportunidad le llega cuando Georges Footit, un payaso que quedó lejos de sus momentos de gloria, le ofrece conformar una dupla cómica (sentando el precedente de unir por primera vez al número del payaso blanco, de un humor sofisticado, con el número del augusto, que era de un humor más grotesco). El experimento rinde frutos y progresivamente pasa de los olvidados circos en el Norte de Francia a los mejores teatros de París, trayéndole la consagración. La película es una historia estándar de ascenso y caída en el mundo del espectáculo, con el choque de egos, así como de los excesos y vicios que son moneda corriente en dichas historias. Si bien se toma sus licencias con respecto de los hechos reales, dramática y narrativamente hablando posee un desarrollo sobrio, prolijo, directo y sin pretensiones. Es, dentro de todo, una narración que encuentra un balance adecuado entre las luces y las sombras del personaje en cuestión. Esta moderación es la que le permite al espectador acceder a la historia humana del personaje. Si bien Monsieur Chocolat abarca cuestiones como las de la raza, hace énfasis en el tema de la fama como instrumento para solidificar una formación contra la fama como excusa para dormirse en los laureles. Del mismo modo también abarca la vieja cuestión de la popularidad incuestionable de la comedia contra el prestigio del drama. Tenemos una minuciosa recreación de época, en la que particularmente destacan las calles de París durante el siglo 19. Estos detalles están complementados por un vestuario detallado y una fotografía de colores cálidos, pero con un considerable contraste, particularmente en las escenas circenses. En el apartado actoral, Omar Sy lleva la película en sus hombros dignamente. No es uno de esos roles que lo va a hacer trascender como sí lo hizo Amigos Intocables, pero está bien abarcado con el abanico justo de emociones sin llegar a exagerar. No obstante, cabe destacar la labor de su partenaire, James Thierrée, que tiene un gran manejo tanto de las escenas dramáticas como circenses. Lo que no sorprende tratándose de un descendiente de Charles Chaplin. Conclusión: Monsieur Chocolat funciona como drama. Valida de un guion prolijamente estructurado, actuaciones a la altura de las circunstancias y un prolijo apartado técnico, el resultado es un título disfrutable que invita al espectador a investigar y apreciar la historia de la comedia.
Una encantadora y melancólica comedia que habla del ascenso a la fama, el derroche de una época que se sueña eterna, el racismo, la crueldad y el olvido. La historia del primer artista negro que trabajo en el circo francés con su compañero el payaso Foottit. Tanto Omar Sy como el protagonista como James Thierrée (que compone rutinas como una suerte de Charles Chaplin joven, con el que logra un gran parecido físico) se lucen con sus criaturas. Y el film dirigido Roschdy Zem, también coguionista junto a Cyril Gely y Oliver Gorce sobre la novela de Gerard Noiriel muestra momentos de una recreación encantadora, con la Paris de la Belle Epoque pero también la extrema crueldad de un racismo a flor del piel que se ensaña con este payaso talentoso. Una historia con muchos ecos en tantos personajes famosos, nada más que aquí el racismo le agrega una cuota de cinismo de una sociedad que le permite crecer mientras sea siempre el victimario de un blanco. Melodiosa, triste, emotiva.
Detrás de las risas La superproducción de Roschdy Zem, que obtuvo dos millones de espectadores en Francia, es una biopic sobre Rafael Padilla, un artista circense negro que gozó de mucha popularidad a comienzos del Siglo XX. Aún sin saber que Chocolat existió, cuesta no ver Monsieur Chocolat (2016) sin darse cuenta de que se trata de una biografía cinematográfica. Es decir, son muy identificables las marcas de la consagración artística, la reconstrucción de la época, las consabidas secuencias que aportan una mirada social e histórica sin dejar de graficar el drama personal del sujeto en cuestión. Eso no necesariamente es un defecto, aunque es evidente que todas esas características le dan un esquematismo a la película que, por momentos, la vuelve un poco obvia. Nacido en Cuba y con un origen como esclavo, Padilla (Omar Sy) encarnó a Chocolat, quien en dúo con el payaso Foottit (James Thierrée) conoció el aplauso del público, pero también las paradojas de un espectáculo que aspira a las risas pero tiene mucho de esfuerzo y de sumisión. Hay un punto interesante en este film, y es justamente que muestra con mucha claridad esa contradicción, en donde el núcleo duro está puesto en el esquema del “payaso blanco que maltrata al payaso negro”. La comedia y la tragedia, aunadas en un acto. La película, claramente, se concentra más en Chocolat, y margina un tanto a Foottit; por momentos, demasiado. Decide concentrarse no sólo en el universo circense, con todo su mecanismo mercantil puesto en función del dúo, sino también en el racismo de la época, que hoy se puede conectar con el avance del pensamiento de derecha y la “retórica del odio”. Gana, y mucho, al retratar las ambivalencias del artista, quien fue seducido por el mundo nocturno, el juego y las drogas, sin olvidar que también fue víctima del contexto en donde se gestó su popularidad. Con luces y sombras, Monsieur Chocolat tiene una factura técnica irreprochable, una reconstrucción de época detallista, y una muy buena labor de Omar Sy que se ajusta a la atormentada vida de su criatura. Podrá cautivar a los amantes de las emociones fuertes e interesar, seguramente, a los que aman al circo en particular y a la comicidad en general.
El payaso negro que quería ser Otelo. Importante éxito de público en su Francia natal y reciente ganadora de dos premios César, Monsieur Chocolat abreva en las fuentes de la biopic tradicional, alternando datos y hechos de la realidad histórica con otros imaginados por los guionistas, con el objetivo de darle forma a una mirada contemporánea sobre un personaje ciertamente olvidado. Pero quien, sin embargo, es relativamente sencillo de transformar en ícono cultural y, por extensión, en adalid involuntario de los derechos civiles. La vida y obra del dúo cómico integrado por el británico (aquí reconvertido en francés) George Foottit y el afrocubano Rafael Padilla, alias Chocolat, es una de las tantas que las nieblas de la historia han recubierto con un manto de lógico ostracismo, aunque los especialistas en la cronología del clown los consideren figuras relevantes en la renovación del oficio a fines del siglo XIX. Que la película del realizador Roschdy Zem termine con los cuarenta segundos de una de las seis “vistas” de los artistas reales, registradas por los hermanos Lumière en 1900, es testimonio fiel no sólo de su existencia y popularidad sino de los cambios que se avecinarían en las formas del entretenimiento popular. Monsieur Chocolat elige simplificar los inicios circenses del payaso negro (interpretado por el experimentado Omar Sy) y establecer su descubrimiento por Foottit (James Thierrée, con un aire a Chaplin fuera de personaje) como el punto de partida de un casi instantáneo estrellato. Un par de flashbacks introducen datos de la vida temprana de Padilla como esclavo liberado en territorio español, permitiendo asimismo que el tema de la condición social irrumpa en la narración sin medias tintas. Será el gerente del Nouveau Cirque y creador del Moulin Rouge, Joseph Oller (un Olivier Gourmet en modo “de taquito”) el que transformará su acto en una de las nuevas maravillas de la escena parisina, logrando que la dupla instale un nuevo tipo de payaso augusto que, teniendo en cuenta su raza, no hará más que corresponderse con el estereotipo del negro bueno y sumiso. Sometido, claro está, a los mil y un cachetazos y patadas. De alguna manera, la relación entre ambos no es muy diferente a la de los comediantes de Muertos de risa, de Álex de la Iglesia, aunque aquí el humor sólo ruede dentro del circular escenario circense. Una escena ficcional creada para la ocasión hace las veces de bisagra narrativa: en la cima de su popularidad, aunque aquejado por varias adicciones (al juego, principalmente, pero también al alcohol y a las mujeres) Chocolat es detenido por la policía y sometido a varios vejámenes por el simple hecho de ser dueño de una tez oscura. De allí en más, la película reducirá su personaje a una disyuntiva: seguir el camino del éxito comercial con su popular personaje o dar el salto e intentar una carrera en el teatro “serio” como el primer actor negro en interpretar a Otelo. Nada de eso ocurrió en la vida real, por cierto, aunque aquí lo más relevante no sea la exactitud histórica (pocos films cumplen a rajatabla esa condición) sino la aparente necesidad del guión de reducir en semejante grado la psicología de su atractivo personaje central.
EL ARTISTA QUE NO PUDO SER Norte de Francia, 1897. La modernidad abre paso al espectáculo y el mercantilismo deteriora todo concepto artístico. La discriminación racial y el colonialismo son formas de dominio y exclusión. En ese contexto, se desarrolla Monsieur Chocolat, del realizador, actor y guionista francés Roschdy Zem (Omar m’a tuer, 2010). Una biopic sobre Rafael Padilla (Omar Sy) apodado “Chocolate”, un esclavo que llegó a hacer el primer hombre negro en debutar en Francia como artista circense de la mano del payaso George Foottit (James Thierrée) con quien formó un dúo exitoso de humoristas. A finales del siglo XIX, el circo, como entretenimiento era un espacio para el asombro. El público blanco se deleitaba ante el desfile de freaks que circulaban frente a ellos: la mujer barbuda, los enanos, el gigante, la contorsionista, un payaso y un negro haciendo de caníbal. Ante las nuevas exigencias de los espectadores sobre algo más espectacular, Foottit debe renovar su show. El potencial de su compañero está desperdiciado y le propone trabajar juntos por un mejor salario y una interpretación más digna. A partir de esa unión, la película hace un recorrido cronológico sobre la historia del protagonista, alternando algunos recuerdos de infancia. La sucesión de imágenes sobreimpresas o fundidas se cargan de contenido para representar la vida de un hombre que va desde el anonimato a la fama, de la esclavitud a la libertad, del éxito al fracaso y del ansia de superación personal limitada por el racismo dominante que padeció. “Chocolat se erigió como precursor de la igualdad de los negros”, explica el director Roschdy Zem (ganador como actor en San Sebastián por Días de gloria), sobre este actor nacido en Cuba y vendido como sirviente a una familia vasca antes de llegar a Francia, donde no consiguió que lo llamaran por su verdadero nombre, Rafael Padilla. En vida, fue simplemente “Chocolat”, el payaso que encajaba los puntapiés de su compañero blanco. Pero también fue un pionero que con su combate propició una evolución en las conciencias”. Con una destacada ambientación se recrea el clima de esplendor de la Belle Epoque, por la que obtuvo el premio César a la mejor escenografía a cargo de Jéremie d. Lignol. Dentro de la misma competencia, fue galardonado el actor James Thierrée (nieto de Charles Chaplin, con un parecido sorprendente) como mejor actor secundario. Su personaje logra meterse en la piel de un payaso que fuera del escenario donde dejaba todo, era un ser ermitaño, antisocial, y que no podía expresar nunca lo que sentía más allá de la amistad incondicional con Chocolat que, a pesar de sus diferencias de carácter, compartió su vida casi hasta el final. Monsieur Chocolat, éxito comercial en la cartelera francesa con casi dos millones de entradas, refleja no sólo la ambivalencia de un artista que no deja de cuestionarse si su éxito se debió a su talento o a la parodia sobre su raza, sino también demuestra la contradicción de una sociedad que se muestra abierta y tolerante frente al mundo cuando, en realidad, perpetúo la concepción colonialista del negro sumiso y explotado que hacía reír a la burguesía. Un mono, como lo dibujaban los afiches publicitarios inspirados en Toulouse-Lautrec. A través de un relato clásico y una narración fluida, la historia nos va conduciendo hacia un final sobrecargado de injusticias cuasi predecible. Sin esquivar el tono dramático y el uso de algunos subrayados en las escenas de violencia o racismo, Zem retrata una época marcada por la desigualdad y la discriminación, a partir de rescatar a un artista que ya nadie recordaba. Como perlita y guiño cinematográfico, se agrega un film de los Hnos. Lumiére de 1909 sobre el dúo de cómicos. MONSIEUR CHOCOLAT Chocolat, Francia, 2016. Direcciuón: Roschdy Zem. Intérpretes: Omar Sy, James Thierrée, Clotilde Hesme, Olivier Gourmet, Frédéric Pierrot, Noémie Lvovsky, Alice de Lencquesaing, Olivier Rabourdin. Guion: Cyril Gely, Roschdy Zem, Olivier Gorce, basados en la novela de Gérard Noiriel. Música: Gabriel Yared/Fotografía: Thomas Letellier.Duración: 110 minutos.
Monsieur Chocolat: de la esclavitud a la fama Con un alias que caricaturizaba su color de piel, Chocolat era un esclavo que llegó a ser uno de los "divertimentos" preferidos de la alta sociedad parisina de fines del siglo XIX. Su historia se convierte aquí en un film emotivo y enternecedor. La trama comienza cuando, en un modesto circo ambulante, ese hombre, en compañía del payaso que ve amenazado su futuro al no contar con el aplauso del público, se convierte en su socio obligado. Tal es su éxito que ambos son contratados para actuar en el Nouveau Cirque de París y en cada función, Chocolat (gran labor de Omar Sy) recibe bofetadas y puntapiés de su compañero, y muy pronto ambos se convertirán en una gran atracción de toda la ciudad, aunque es Chocolat quien llevará las de ganar en esos encuentros en el que él se siente humillado, aunque su fama va alcanzando una cima que no creía hasta entonces posible. Tal fue el suceso de Chocolat, que los hermanos Lumière lo eligieron para que participase en sus primeras películas. Él creía que el circo ya le estaba quedando chico y aspiraba a actuar en teatro. El director Roschdy Zem logró, sobre esta base, construir una historia que habla de la fama, del dinero, de la amistad y del racismo a partir de un personaje que experimentó una profunda e intrigante transformación.
Yo tengo un amigo negro Aunque desbalanceada, la historia gana atención en sus logrados momentos humorísticos. No es una analogía, pero lo que le sucedió a Chocolat, el actor que pasó de payaso de circo a actor dramático, tiene lazos que lo unen a su intérprete, el francés Omar Sy. El coprotagonista de Amigos intocables ofrece sus mejores dotes cuando juega la comedia que cuando salta al drama. Rafael Padilla fue un cubano que emigró primero a España, donde fue esclavo y sirviente, y luego a Francia, donde se ganó monedas en el circo itinerante Delvaux haciendo de salvaje y actuando con un mono. Hasta que el famoso payaso británico Foottit, brillantemente interpretado por James Thierrée, lo convenció de crear un dúo. Fueron los primeros payasos blanco y negro en trabajar juntos, y lo suyo fue tan exitoso que llegaron al Circo de París. Monsieur Chocolat es políticamente más que correcta en retratar el racismo imperante en la época (fines del siglo XIX, comienzos del XX) y, basada en hechos reales (quedarse después de los créditos), le suma otro rasgo de diversidad que no vamos a adelantar. Monsieur Chocolat es una crónica de superación, pero también de bajezas, de escupir para arriba sin ponerse de sombrero un recipiente. Como la historia de Padilla hubo, hay y habrá miles, pero el desbalanceo entre la comicidad y el drama es evidente, y se hace mucho menos tolerable cuando el director Roschdy Zem se acomoda en la desdicha. Porque los momentos humorísticos están efectivamente bien logrados. Claro que el racismo no es ningún chiste, y aquí, al final, se opta por el drama.
El precio del éxito El mundo es un lugar cruel para todos aquellos que son diferentes, o al menos, aquellos que la sociedad percibe como tal. Monsieur Chocolat es el retrato puro y duro de un comediante circense de raza negra que conocerá las alegrías y tristezas que conllevan el reconocimiento del público en la Belle Epoque. La historia nos lleva a la Francia de comienzos del siglo XX, una época donde las monedas eran contadas y la risa era escasa. El circo, un espectáculo muy concurrido para ese entonces, buscaba renovarse constantemente llevando nuevas atracciones para que el público se maravillara con los fenómenos que aparecían ante sus ojos. Georges Footit (James Thierrée), un payaso que se encuentra en plena caída de su carrera, conoce a una de las atracciones principales del circo donde trabaja: un negro (Omar Sy) que se hace pasar por caníbal para que el público se asuste. Footit ve potencial en él, por lo que logra convencerlo de que los dos formen un dúo de payasos y así proponer algo nuevo para el circo. Los dos triunfan como dupla payasesca, salen de gira y pareciera que nada podría ser mejor…hasta que Chocolat (su nuevo nombre artístico) decide cambiar su rumbo como artista, algo impensado para la sociedad de ese momento. Resulta muy fácil empatizar con el protagonista, ya que todas sus penurias y sus logros -casi podría decirse- son sentimientos compartidos por el espectador. Omar Sy logra una conexión muy intensa, tanto con su compañero de pantomima como con el público que lo rodea (dentro y fuera de la pantalla), su Chocolat es un digno reflejo de las injusticias y opresiones que sufrían los negros en ese entonces, por lo que su historia no es algo que pase desapercibido, ni aún hoy en pleno siglo XXI. Todo en la película está montado de manera tal que ninguna pieza quede fuera del rompecabezas. La historia del legendario payaso empieza y termina dentro del circo, lo cual es una pequeña falla para señalar, ya que en muy pocas oportunidades podemos adentrarnos en el pasado del personaje. Si bien aparecen un par de flashbacks en el medio del film, no alcanzan para justificar el por qué de las acciones del protagonista, así como el resto del elenco (incluso su compañero circense) aparece en escena casi como por obligación, no hay motivo, razón o circunstancia que pueda darle sentido a sus intenciones dentro de la historia. El guión es fluido, conciso y claro, pero aun así pareciera que en las casi dos horas que dura la película, todo pasara muy rápido, sin dejar lugar a que los hechos se desarrollen con normalidad, sin dar tiempo a que los personajes puedan darse a conocer de forma más profunda y por eso la historia queda a medio camino. A pesar de esto, es un film más que disfrutable, con muy buenas actuaciones, escenarios bien confeccionados para retratar los comienzos del siglo XX en Francia, vestuario y banda sonora acorde. Además de contar con una gran fotografía. Monsieur Chocolat pertenece a esas películas que se ven por casualidad pero que no dejan al espectador indiferente de ciertas cuestiones. Ha pasado un siglo desde la muerte de este talentoso artista, y al día de hoy sus pantomimas evolucionaron en los grandes circos, sin perder ni por un segundo un gramo de la misma alegría.
Había una vez… ¡ un circo! Una vez más, el director, productor y actor frances Roschdy Zem utiliza el cine como herramienta para reflejar su ideología política en detrimento a los nulos avances socio-culturales de su país de origen, Francia. Para él, su nación pareciera no aplicar la frase “Todo pasado fue mejor” ni “El pasado, pisado”; por eso en sus películas apela a conmover al espectador a través de historias basadas en hechos reales que dejan en evidencia los nulos avances de los gobiernos de turno frente a causas sociales que requieren urgentes acciones y están pendientes y tapadas. Así lo hizo en Omar M’a Tuer (2011), un policial de tinte dramático que abordaba a la perfección el femicidio y fue nominado como Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar de 2011. Seis años después, Monsieur Chocolat (Chocolat, 2016) sirve de motor para repensar la lucha por abolir la esclavitud y la discriminación racial que parece no tener fin. En términos narrativos, el guión no va más allá de la biografía de Rafael Padilla, más conocido como Chocolate (Omar Sy), el primer artista negro que trabajó en un circo francés durante el siglo XIX. El eje pivotea en la relación que construye con el payaso Foottit (James Thierrée) y las andanzas de esta dupla por el universo circense hasta alcanzar la fama parisina, a tal punto de que son elegidos por los hermanos Lumière para sus primeras películas. Y es aquí, en este preciso punto ascendente, donde Zem se mete de lleno con el terreno psicológico de sus personajes y da rienda suelta a la vida de Rafael y cómo pasa de amateur nacido del anonimato a profesional admirado, mientras en él aparece una duda constante sobre la génesis de su fama: duda de si es producto de su don actoral o de su propia condición racial, de la que él también -inconscientemente- realiza una parodia al aceptar que Foottit (el payaso de raza blanca) le patee el trasero todas las noches para que el público estalle en carcajadas. Este quiebre de la trama logra conmover al espectador. Zem entremezcla sentimientos antagónicos como amor, odio, alegría, tristeza, para remarcar cómo afecta, o no, la mirada del otro la propia sobre la raza. Aquí hay escenas que es imposible pasar por alto, como la que Chocolate es golpeado por la policía: aquí el prejuicio por partes de las fuerzas armadas es protagonista junto con el abuso frente al indefenso Rafael. En contrapartida, mientras la sociedad parisina flamea el cliché colonialista del negro sumiso, se mezclan en lo narrativo –causalmente- elementos claves del circo: alegría, emoción, ilusión, que pueden interpretarse como parodia de la misma sociedad. En tanto, los elementos mutan al son del amor que vive Chocolate con su esposa. Así, la película combina este trasfondo dramático con la comedia de los payasos y sus actos en el escenario; cuadros que son acompañados con una artística acorde tanto en lo musical, a cargo de Gabriel Yared, como desde la dirección de fotografía, por parte de Thomas Letellier. La dupla Sy-Thierrée contagia la magia del circo al espectador y sus sonrisas sobrepasan la pantalla grande, generando climas de tensión y alegría. Si bien aquí el mérito principal corre por cuenta del actor y comediante, Omar Sy -visto en Amigos Intocables (Intouchables, 2011)-, que explota sus roles y los lleva al extremo, Thierrée también aporta lo suyo como personaje secundario. La combinación de ambos le da impronta al film y logra desapegarse de las clásicas películas que rozan lo chavacano por los elementos que utilizan para abordar la temática de la discriminación racial, como 12 años de Esclavitud (Twelve Years A Slave, 2013), dirigida por Steve McQueen. A grandes rasgos, Monsieur Chocolat es una historia atrapante con un desenlace estremecedor; amargo y simultáneamente dulce como el verdadero sabor del chocolate. Como el sabor de la vida misma del pionero del entretenimiento cirquense que, tras su muerte, en 1917, fue olvidado. La película logra su cometido: deleitar a su público con un banquete de emociones a flor de piel a través de un drama ficcionado que se luce gracias a su elenco. Zem entendió que en los tiempos que corren es posible desde cualquier marco, inclusive aquel que se nutre de la comicidad -o una comicidad “aparente”-, socavar historias y causas emergentes para a partir de allí crear un cambio, positivo.
Fama agridulce Monsieur Chocolat, film dirigido por Roschdy Zem, además de ser un relato sobre la discriminación dentro del mundo del espectáculo, es una biopic sobre Rafael Padilla (aquí interpretado por el genial Omar Sy), payaso de ascendencia afro-cubana que actúo en circos de París a principios del siglo XX. Tal como el relato cinematográfico exhibe, Padilla -cuyo nombre artístico fuera Chocolat- realizó actuaciones de pantomima, y luego conoció a quien sería su socio por veinte años, el payaso George Foottit (James Thierrée) junto al que estableció el modelo cómico del dúo de payasos, uno sofisticado y uno más bien tonto o grotesco. En el film se relata como, a partir del éxito del circo como espectáculo, el artista circense Foottit debe buscar algo innovador para su acto cómico, para así mantener la atención del público. A partir de eso, al conocer a Chocolat, que hasta ese momento realiza un acto en solitario, con la sola compañía de un mono, Foottit le propone una sociedad. Sin embargo, no todo fue genial, ya que Chocolat, en su camino a la fama, resultó víctima de racismo y discriminación, además de padecer innumerables humillaciones tanto sobre como fuera del escenario – cabe recordarse que en uno de sus sketchs, Chocolat era golpeado y burlado por Foottit, para regocijo de las más privilegiadas clases que observaban el espectáculo-. Por otro lado, Monsieur Chocolat, además de mostrar el ascenso del payaso, exhibe el recorrido y transformación de esclavo a artista en el marco de la Belle Epoque, y de las tentaciones que este cambio trajo consigo, tales como alcohol, drogas y apuestas. En cuanto a los aspectos técnicos, el film es visualmente impactante ya que su puesta en escena y dirección de arte es magnífica. La dupla cómica protagónica (Sy-Thierrée) funciona a la perfección, generando empatía y credibilidad para con el espectador. El único aspecto negativo de este film, recae en el reiterativo guión, que apunta a la bajada de línea constante, en relación a la segregación y racismo, tanto en el circo, como en la sociedad en general y Francia en particular. En síntesis, Monsieur Chocolat resulta una historia, que con recursos de la comedia, brinda un relato melancólico y altamente emotivo que invita a reflexionar sobre el racismo en el mundo de la fama y el espectáculo, dentro de una sociedad desbordada de cinismo.
El actor-guionista Roschdy Zem dirige esta su cuarta película, en esta ocasión con la adaptación libre de la novela “Chocolat clown négre” de Gérard Noiriel. El nombre de este personaje era Rafael Padilla, su nacimiento fue en la Capitanía General de Cuba, España, en 1868 y por ser esclavo probablemente no fue registrado. El film se inicia en 1897 al Norte de Francia, con el protagonista ya adulto (Omar Sy de muy buena actuación), trabaja en el circo Delvaux y no tarda en conocer a su compañero de trabajo y después su amigo George Foottit (el suizo James Thierrée, artista de circo, violinista, actor, director y descendiente de Charles Chaplin y bisnieto del dramaturgo Eugene O'Neill de muy destacada actuación). Nos vamos metiendo en los momentos vividos por Rafael más conocido como “Chocolat”, una persona que desde pequeño fue humillada él y toda su familia, pero fue un luchador frente a la adversidad de muchos, quien pese al sufrimiento buscó que se lo respete, aunque sumergido en su tristezas mal gastaba su dinero en algunos vicios. Están presentes los egos del artista, el éxito, el fracaso, las envidias, el razonamiento y la meditación. Su relato es sencillo, nos hace reír, emocionar e indignar. Tiene muy buen vestuario, diseño de producción y recreación de época. Se encuentra incluida música de Gabriel Yared (."Regreso a Cold Mountain"). Dentro de los créditos finales tenes para disfrutar imágenes reales de los personajes de esta historia.
Logrado retrato del payaso que recibe las bofetadas "MONSIEUR CHOCOLAT" RECREA LA HISTORIA DEL CLOWN CUBANO EN PARÍS QUE CREÓ LA RUTINA DE CIRCO - Evocado por Jean Cocteau en sus memorias del siglo, el payaso cubano Rafael Padilla, más famoso como Rafael Chocolate, no pasó a la historia por su nombre aunque sí por su actuación en el circo. Recordando su infancia, decía Jean Cocteau, "Lo hermoso era el circo. Ahí estaban Footit, como una duquesa loca, y Chocolat, el negro que recibía las bofetadas". La rutina era esa: el payaso carablanca, engreído, sobrador, y el payaso augusto, que no acierta una y siempre paga el pato. Ellos desarrollaron el juego y fueron estrellas de su época. Pero detrás hubo otra historia. Un negrito cubano, sin padres, llevado a Bilbao como sirviente, fugado de la casa del patrón por malos tratos, buscavidas, es amparado por el famoso payaso Tony Grice, que le enseña el oficio y le da nombre artístico. Más tarde se acerca otro payaso, Georges Footit: "¿Quieres recibir bofetadas falsas y abrazos sinceros?". Los ve un buen empresario y los hace triunfar en París. El Cirque Nouveau, el Follies Bergére, auto, pilchas, 20 años de gloria en plena Belle Époque. El negro se llama Rafael Padilla (apellido de la mujer de su ex patrón). Le dicen Rafael Chocolat, o simplemente Chocolat. Le va bien, hace publicidades, alegra a los niños internados en hospitales infantiles, una mujer deja a su marido por él, forma familia. Pero, como decía Minguito, "no todas son rosas en el camino de la vida. También están las espinas y el piojillo". Y en esa época, las espinas se clavaban hondo, y no todas las bofetadas eran falsas. En 2012 Gérard Noiriel, historiador de inmigrantes y clase obrera en Francia, publicó su vida. Sobre ese libro, pero simplificando bastante las peripecias, Roschdy Zem hizo esta película. Zem es actor ("Días de gloria", Mejor Actor en Cannes, "Tres hermanos, tres destinos", etc.) y director de peso. Sabe contar las cosas, y se reúne con buena gente: su coguionista Olivier Gorce y el dramaturgo Cyril Gely ("Diplomacia"), el músico Gabriel Yared, Jéremy Duchier para la minuciosa reconstrucción de época, y, frente a las cámaras, dos actorazos: Omar Sy, el morocho de "Amigos intocables", y el suizo James Thierrée, que del arte clownesco sabe un montón, como que creció en Le Cirque Invisible de sus padres, Jean-Baptiste Thierrée y Victoria Chaplin. Su abuelo era Carlitos Chaplin. La cara, la mirada, y la forma de darse porrazos con toda elegancia lo certifican. Buena película, puede hacer combo con dos cortos de los hermanos Lumière, 1897, que registran a la auténtica dupla Footit y Chocolat, y el documental "Chocolat, une histoire du rire" (Judith Sibony, 2016) que profundiza en la visión humorística, no siempre amable, de los negros en Francia, desde Chocolat y Josephine Baker hasta el presente. El libro de Noiriel, "Chocolat, clown négre", no está traducido.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
CARICATURAS POLITICAS La corrección política garpa bien y es universal. No es que sea privativa de la industria, pero sí es cierto que se potencia cuando la inversión del presupuesto es proporcional a la cantidad de espectadores a la que se aspira. En este sentido, Monsieur Chocolat es una enorme producción que hace valer el dinero invertido con creces: impactante recreación de época, muy buenas actuaciones y una factura técnica impecable. Para quienes se conformen con ello, el film francés los hará sentir satisfechos. Y está bien. La historia gira en torno a Rafael Padilla, un esclavo cubano que termina siendo estrella de circo en Francia a partir del momento en que decide ser compañero de Foottit (James Thierrée), un clown que transformó su período crepuscular en un dúo exitoso. Como todo biopic convencional, se abusa aquí también del tobogán de ascenso y caída estrepitosa. En un mundo, en el que el cambio de siglo inaugura un mapa de incertidumbres sociales, culturales y científicas, los artistas se acomodan como pueden. Aquí es el circo el que debe lidiar con la aparición de los primeros espectáculos de feria y con el inminente arribo del cine (por allí aparecen los Lumiere y al final un corto consagrado a la pareja de cómicos), hecho que obliga a los protagonistas a reinventarse. Sin embargo, hay otra lucha interna que cada uno sostiene desde su interioridad. Foottit es homosexual y esconder el asunto se transforma en un martirio. Además, su talento no se corresponde con la mediocridad que adquiere progresivamente el gusto de la gente, más preocupada por encontrar freaks que por simpatizar con el arte circense. Esto se lo hacen saber los dueños de la parada, ya sea en la carpa ambulante en la que comienzan como en París. En el caso de Chocolat, la adicción al juego y la necesidad por pertenecer a la alta sociedad determinan su martirio. Pero fundamentalmente, su condición racial y su procedencia como esclavo, hechos que se muestran a partir de dudosos flashbacks que poco contribuyen en el orden de la historia y subestiman la capacidad del espectador. No se puede cuestionar el ritmo atractivo del film ni su solidez narrativa. Se agradecen también algunos atisbos torpes de diálogos donde la lucha de clases se hace presente en reclamos salariales, pero es muy poco dentro de un engranaje en el que factor ideológico no puede disimular uno de los males contemporáneos que apestan y se difuminan discursivamente por todo el mundo: la corrección política. Todo en el film de Zem está subrayado de manera tal que la imagen que nos quede es la de reivindicar la causa negra pero con los parámetros estéticos digeribles de la raza blanca, noble y conservadora del buen gusto. ¿Cómo se entiende sino el dolor del personaje encuadrado en medio de la lluvia, llorando mientras esa música empalagosa suena insistentemente? La principal contradicción de estos films, que no escatiman en mecanismos reparadores y sentimentales, es que manejan un subtexto moralmente sospechoso. Creen que mostrarnos cómo un blanco patea en el culo a un negro para el deleite burgués, ya alcanza para transmitir una denuncia de lo mal que se ha portado Occidente, sin embargo, esa necesidad por subrayar encubre aquello que desde el plano estético se filtra: dejar conformes a todos con la engañosa ternura de unas imágenes edulcoradas. Más de lo mismo. Sobre todo viniendo de un país que aún no se desprende de su mirada colonialista.
La película de Roschdy Zem rescata la historia de Rafael Padilla, el primer artista negro que trabajó en un circo francés, apodado el payaso Chocolat. La vida de Rafael Padilla sirve como pocas para ilustrar lo que se conoce como la dialéctica del amo y del esclavo. Nacido en Cuba, cuando aún era una colonia española, en la segunda mitad del siglo XIX, este descendiente de africanos llegó a convertirse en uno de los artistas de variedades más famoso de Francia bajo el nombre del payaso Chocolat. La película de Roschdy Zem no es una biografía en sentido estricto, no se subordina a los hechos documentados, sino que ensambla un conjunto de episodios reales con otros tergiversados o ficticios, precisamente para ilustrar, como si se tratara de un teorema, esa tensión entre un negro oprimido y sus opresores blancos, algunos brutales y otros condescendientes, pero todos atravesados por un mismo sentido de superioridad racial. Esa marcada decisión ideológica del director y los guionistas provoca un divorcio entre el plano concreto y el abstracto de Monsieur Chocolat. Por un lado, es una bella y melancólica reconstrucción de época, con dos actores magníficos como protagonistas (Omar Sy, en el papel de Chocolat, y James Thierrée, en el de Footit). Por otro, es una prueba más de que una fábula filosófica (extraída de los seminarios de Alexandre Kojeve sobre Hegel) raramente funciona como materia cinematográfica. Por ese motivo, la primera mitad de la película, cuando la intención alegórica no es tan expresa, alcanza un estado de gracia o de realidad suspendida que tiene mucho que ver con el mundo del circo, donde no sólo la fuerza de la gravedad queda entre paréntesis sino también la monstruosidad y la animalidad, redimidas en puro espectáculo. Ni el relato episódico ni los flashbacks innecesarios afectan esa gracia, la cual pertenece tanto a la cámara de Roschdy Zem (que se mueve al ritmo de las emociones de los personajes), como a la historia de ascenso y caída que está contando. Pero una vez más las buenas intenciones pavimentan el camino del infierno, porque alcanzan un tono de declamación cuando Chocolat se ve enfrentado a los poderes reales y conoce a un providencial sabio haitiano que le explica lo que la película venía mostrando tan bien. Así lo obvio se vuelve demasiado obvio. Y, en vez de progresiva conciencia, lo que resulta es un sermón progresista, indigno de alguien que hizo reír a dos generaciones en Francia.
Al payaso Footit (James Thierrée) se le aguachentaron todos los trucos. Pese a su destreza e ingenio, el circo de provincia que solía darle un mendrugo lo desecha como un trasto viejo y apuesta todo a un africano (Omar Sy) recién bajado del barco, que con un hueso grande de utilería, un taparrabos y un chimpancé aterroriza al auditorio. Footit ve el potencial del africano; le ofrece armar un dúo de payasos, uno blanco y otro negro, y la fórmula resulta un éxito; tanto, que el director del Noveaux Cirque de París, presente en una de las funciones, les ofrece estadía y una buena remuneración para ir a trabajar con él en la capital gala. Rebautizados Footit y Chocolat, en París el éxito del dúo tiene impacto exponencial; son tapa de diarios y hasta merecen un afiche al estilo del (entonces trendy) Toulouse Lautrec. Footit es el cerebro; da las patadas y las cachetadas e inventa nuevos gags; es el Moe del equipo. Chocolat, todo negro, estilizado y con una enorme sonrisa blanca, es la principal atracción. Y entre la lógica del estrellato, su adicción al juego y a las mujeres, y un amigo haitiano con conciencia racial (“no te da vergüenza dejar que un blanco te patee el trasero”, le enrostra), a Chocolat se le van los humos a la cabeza y se arriesga a abandonar el circo para ser un actor serio y arrancar, ni más ni menos, haciendo Otelo de Shakespeare. La película está inspirada en la verdadera historia del payaso Chocolat, que a fines del siglo XIX asombró a París y hasta mereció la atención de los hermanos Lumière, pero hay cosas que hacen ruido en la película. Si la primera mitad gana por la candidez de sus personajes y por la empatía que generan, la segunda presenta a un Chocolat desaforado, una mezcla del Mono Gatica con Ringo Bonavena y los Black Panthers, al tiempo que los personajes son o muy buenos o muy malos (y los muy buenos tienen un grado de desprejuicio inverosímil para la París decimonónica o de principios del siglo XX). Con esos reparos, la película funciona como una buena pintura de la época, con escenas bien retratadas y una gran actuación de Omar Sy.
Monsieur Chocolat: El agridulce sabor de la fama. Omar Sy y James Thierrée nos ofrecen grandes actuaciones en un drama francés con toques de comedia que sufre las consecuencias de algunas inconsistencias que presenta el guion. La película se sitúa a fines del siglo XIX, durante la Belle Epoque francesa. Una época caracterizada por un cambio profundo en la sociedad europea. Surgían nuevos valores y tenían lugar varias transformaciones económicas y culturales influyendo en todos los sectores sociales de la población. En medio de este contexto, tenemos a Footit (Thierrée) un famoso payaso que en cierto momento tuvo su época de fama y reconocimiento pero actualmente sus patrones en el circo lo tienen relegado porque alegan que ya no le resulta gracioso al público. Por otro lado, tenemos a Chocolat (Omar Sy), un artista negro al cual los dueños del circo siempre le dan el papel de “Caníbal” donde su objetivo es asustar a los niños y al público en general. Footit, un artista inquieto en búsqueda del constante reconocimiento, busca generar un dúo de payasos con Chocolat, ya que podría ser algo novedoso que guste al espectador. Es así como comienzan su ascenso en el mundo del espectáculo circense. El film busca adaptar, muy libremente, la historia real de Rafael Padilla, quien nació en Cuba hacia 1865 y, siendo un niño, se trasladó a Europa. En España trabajó como sirviente, limpiabotas y minero. El destino lo llevó a Francia a trabajar en el circo. Pasó de ser esclavo a ser un hombre libre, del circo al teatro, y del anonimato a la fama. El payaso Chocolat, fue el primer negro que trabajó en un circo francés, tuvo un enorme éxito a finales del siglo XIX. Fue también el primero en hacer publicidad, el que inspiró a otros artistas de la época como Toulouse Lautrec o a los hermanos Lumière participando en varias de sus primeras películas. Él y el payaso Foottit fueron pioneros en la creación de un dúo entre un payaso “Carablanca” y un payaso “Augusto” negro. La película funciona por momentos, y es que el director, Roschdy Zem (Dias de Gloria) pareciera no terminar de decidir que cuestiones o acontecimientos poner en un primer plano. El foco esta puesto en el dúo de Footit y Chocolat, en una suerte de típica historia de ascenso y desmoronamiento. El tema es que por momentos el relato se olvida de Footit y se hace énfasis en Chocolat y en sus excesos y vicios (apuestas, drogas) y en el condicionamiento que sufre el personaje por el entorno histórico extremadamente racista que rodeaba a nuestro protagonista. Por otro lado, el relato nos ofrece varios flashbacks de Chocolat que nos muestran parte de su duro pasado pero salvo uno que nos revela las humillaciones que sufria su padre al servir a una familia acaudalada, el resto de estos vistazos a su pasado no llegan a resultar del todo convincentes. Más allá de estas cuestiones que terminan debilitando el desarrollo de la historia, el film se ve salvado por el tremendo trabajo actoral de sus protagonistas, James Thierrée (nieto de Charles Chaplin, con el que guarda un gran parecido) que se destaca en el humor físico y en los momentos dramáticos más duros, y Omar Sy quien viene ratificando lo que se pudo ver en Intouchables, que es un gran interprete con posibilidades de pasar de la comedia al drama de forma natural. Otros trabajos a destacar son el de la Música y el de la Dirección de Arte. Gabriel Yared (1408 y El Talentoso Sr. Ripley) compone una banda sonora delicada y totalmente empática con lo que se muestra. En la otra esquina tenemos una excelentísima reconstrucción de época de parte de Jérémy Duchier que nos sumerge en una de las épocas más influyentes para la cultura francesa. Monsieur Chocolat es un film que trata un gran abanico de temas como la superación personal, el racismo, la injusticia, la lucha de egos entre artistas, entre otros. Una película dispareja y desbalanceada que logra muchos momentos cómicos bien logrados mezclados con otros momentos dramáticos (bien logrados) que no logran amalgamarse de manera coherente. También puede que las bajadas de línea sean bastante explicitas y eso le resta seriedad. Sin embargo, nos encontramos con un film disfrutable gracias a la extraordinaria química de sus protagonistas.
Este film de época que narra la vida del primer payaso negro famoso de Francia sí, claro, tiene el oportunismo de un tema de hoy (la discriminación) pero también la voluntad de contarnos un buen cuento, lo que es en realidad el verdadero sostén de esta película. Aunque algunos actores se pasan de enfáticos, en general el espectador cree en todo lo que ve y se siente llevado a ese mundo pasado que no tiene pocos contactos con este presente.
Roschdy Zem, prolífico actor francés devenido en cineasta en los últimos años, nos vuelve a traer al consagrado Omar Sy ("Amigos inseparables") en otra película donde los vínculos interraciales dominan el cuadro de situación. "Monsieur Chocolat" es la historia del primer payaso negro de circo, allá por principios del siglo XX en territorio galo. Y si bien entra de lleno en el estereotipo de biopic al que estamos acostumbrados (vida en el llano, ascenso, gloria, dinero, malas decisiones y...) en los últimos tiempos, la altura como actor de Sy, le aporta bastante colorido a esta megaproducción francesa. El cubano Rafael Padilla (Sy) abre el film buscando trabajo en un circo donde nada parece ser de primera línea. Parece dispuesto a hacer de todo, dada su precaria situación económica. Es allí donde encuetra a quien será su compañero de aventuras durante toda la cinta, el payaso Foottit (James Thierrée), un hombre que también busca generar un acto nuevo y que ve rápidamente en Padilla, la oportunidad de hacer un dúo de payasos distinto. Y vaya que lo era. Para la época, eran dos comediantes de avanzada a pesar de que ahora no luzcan asi. Luego de arribar a París y ponerse al público en el bolsillo (cahetada va, cachetada viene), todo parece encaminarse para los dos colegas... Pero el color de Chocolat le trae muchas complicaciones para desarrollar su vida diaria. Hay racismo, persecusiones, violencia...No se lo respeta como artista, a pesar del éxito que obtiene haciendo dúo con Foottit... Ahi es cuando Zem comienza a bucear un poco en la manera en que Sy se vincula con la mayoría blanca parisina. Las relaciones personales también tienen su lugar aquí, siendo que Padilla es un hombre carismático que atrae la mirada femenina y en particular la de una mujer, con la que intentará desarrollar una especie de relación, de alguna forma posible enfrentando las connvenciones de la época. El problema mayor de "Monsieur Chocolat" es que desde el inicio, sabemos hacia donde nos dirigimos. La película está bien actuada, cuenta con un talentoso Sy, que es el centro de las miradas todo el tiempo y posee además una cuidada reconstrucción de época. Pero no tiene sorpresa. No logra un voltaje que nos arrastre hacia ese drama personal. Por momentos coquetea con el estilo biopic de tevé y si no fuera por algunas escenas violentas (el encarcelamiento de Chccolat seguido de la tortura que deja marcas en su espalda), seguramente podría ir en una grilla de sábado a la tarde. Está bien, es políticamente correcta (destila enojo y moral a cada fotograma) y sigue sumando a la carrera de Omar Sy, cada día un actor de mayor relieve internacional.
Superproducción francesa, de enorme éxito taquillero en su país, con un despliegue técnico dispuesto a impactar desde lo visual; Monsieur Chocolat recae en algunos subrayados típicos de las biopics más esquemáticas, otorgando así un resultado, como mínimo, parcial. Rafael Padilla fue un artista circense de “esplendor” durante las últimas décadas del siglo XIX y principios del Siglo XX. Esclavo cubano, logró huir de su opresor español, y el destino lo llevó a cruzarse con la compañía del Circo Nuevo en el que, con el tiempo, adquiriría el apodo de Monsieur Chocolat. Formando un dúo con el clown George Foottit, Chocolat se convirtió en el primer artista negro de su especie, y gozó de una fama que lo llevaría por caminos no tan virtuosos. Omar Sy encarna al Chocolat de la ficción y su interpretación es correcta. A Sy, que últimamente lo estamos viendo hasta en la sopa, no le cuesta demasiado esfuerzo adentrarse en este rol que, como en toda biopic, se dedicará a resaltar las peculiaridades de su homenajeado. James Thiérrée como Foottit es un buen partenaire, pero como la mayoría de ellos, uno se queda con las ganas de saber un poco más de él. Si bien el espectáculo es e un dúo, la película deja en claro que el foco es Padilla. El ecléctico director RoschdyZem(Bodybuilder) realiza un correcto trabajo con los tonos visuales del film. Desde el montaje, la iluminación, el uso de determinados planos fotográficos; todo se ve enorme, de gran despliegue, como si accediéramos a uno de esos espectáculos de la edad de oro del circo, pero con cierto dejo de nostalgia antiguo, o hasta algo decadente. Por momento pareciéramos acceder a un videoclip esplendoroso, por los ritmos e imágenes que maneja. El problema que acarrea Monsieur Chocolat es su falta de riesgos, acrecentada por un guion de CyrilGely de lo más rudimentario. Con solo leer su premisa, podemos adivinar (casi) todo lo que ocurrirá a Padilla, aún sin conocer al personaje real. Podría decirse que intenta apegarse a los hechos verídicos (aunque se toma alguna licencia en pos del show) y, por lo tanto, no puede innovarse más allá de lo que sucedió; pero en el transcurso de la vida de un artista, un biógrafo elige que remarcar y qué dejar pasar. Sí, Monsieur Chocolat es la historia de alguien que nace el barro, prueba las mieles deléxito, se empalaga, y ese mismo éxito lo tira abajo otra vez. Sí, Chocolat es un payaso triste. Sí, Foottit es blanco y Chocolat es negro y el espectáculo consiste en el blanco maltratando graciosamente al negro bufón; y así… La búsqueda permanente de la emoción con todos los recursos que ya conocemos, menos el de un guion que lleve a un progreso natural, y una duración que trepa a las dos horas quedando holgada para lo que se cuenta; conforman un cuadro en el que más rápido que tarde se cae en cierto desinterés. "Monsieur Chocolat" hubiese causado otro impacto algunas décadas atrás, cuando este tipo de historias reales sobre la marginación dentro del éxito estaban en auge y tenían con qué sorprender. En la época actual, en el que la mayoría de las nominadas al Premio Oscar son historias sobre la segregación afroamericana, y en el que las biopics son producidas hasta por los canales de TV, surgen el mismo efecto que los espectáculos de circo actuales, entra por los ojos, pero deja muy poca huella.
Biopic de homenaje a una estrella olvidada Monsieur Chocolat es una adaptación libre de la obra “Chocolat Clown Nègre” de Gerard Noiriel. Esta superproducción, con un gran éxito de taquilla en Francia, narra la vida de Rafael Padilla, quien junto a Georges Footit revolucionara el universo de los payasos, instituyendo para siempre el dúo del augusto y el payaso cariblanco. Padilla, más conocido como Chocolat, fue el primer artista negro que se consagró como estrella de circo en el París de principios del XX, en plena Belle Epoque. El film rescata tanto su vida como su obra con la idea de hacer un Biopic con compromiso intelectual y emotivo, con un tema como es el racismo, que va adquiriendo excesiva prominencia a medida que avanza el relato. Aunque mediado por la retórica de la objetividad representada por la historia artística de este dúo. Por lo que los códigos cinematográficos crean una mirada dirigida hacia la historia real, que resulta tanto ética, como política e ideológica. Pero que deviene demasiado pedagógica. Y este es su punto más débil. Ya que -como la superproducción que es – cumple más que satisfactoriamente con todos sus rubros, comenzando por la actuación de James Thièrree, un Footit chaplinesco, que tiene al final del film una de sus mejores escenas. Una reconstrucción de época impecable, y una excelente fotografía que por momentos intenta devenir metafórica. No hay que olvidar que la fuerza productiva reside más en las imágenes que en las palabras, si bien estas son importantes a la hora de ver la evolución psicológica del personaje de Chocolat. Monsieur Chocolat es un film que homenajea a esta gran estrella olvidada, que tuvo una vida trágica y que fue una víctima del racismo de la época.