El famoso Mr. Kaplan Basada en el libro El salmo de Kaplan, del novelista colombiano Marco Schwartz, este film nos cuenta las aventuras de Jacobo Kaplan, un emigrante judío llegado a Uruguay escapando de la Segunda Guerra Mundial. Mr. Kaplan siente que vive sus últimos días y no ha hecho nada trascendental por lo que se toma de un comentario de su nieta para dar captura a un viejo alemán, dueño de un chiringuito de playa, al que considera un antiguo oficial nazi y junto a Wilson Contreras, un ex policía al que su familia le ha asignado su cuidado, planea secuestrarlo y llevarlo a Israel, y para él ser recordado como un héroe de la comunidad judía. Nominada al Premio Goya como mejor película iberoamericana y con buen boca a boca en el 29° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la película logra atraer al público. El film cuenta con un Héctor Noguera que sabe esconder perfectamente su acento chileno y da vida a un interesante Kaplan, terco, delirante, perseverante y resignado a la vez. Lo acompaña Néstor Guzzini, interpretando al leal, tierno y solitario Wilson. Estos personajes heridos se encuentran y alimentan de la aventura para evadir su soledad y su cobardía al enfrentar la vida. La playa es el escenario principal; los ’90 con sus colores, sus objetos y su moda completan el clima veraniego y lúdico de esta historia. Los toques de comedia para suavizar la tragedia que se narra no sé si alcanzan para categorizar a esta película en comedia dramática. El chiste irónico y a veces burdo necesita de una gran maestría para generar la risa en todo espectador. De Mr. Kaplan rescato algunas lindas escenas y planos destabales sin embargo no es un film que haya colmado mis expectativas, tal vez porque a raíz de lo escuchado, tenía la vara muy alta. Pero bueno, no es tan común que durante todo un año uno escuche tan a menudo el título de un film uruguayo, indudablemente debe por algo, ¿no?
Mr. Kaplan es la comedia dramática de suspenso dirigida por Álvaro Brechner y basada en el libro colombiano El salmo de Kaplan, fue elegida para representar a Uruguay en los Premios Oscar. Wakolda en bermudas Jacobo Kaplan era casi un niño cuando escapó de Polonia durante la guerra y no volvió a ver a sus padres. En Uruguay formó una familia y se construyó una buena vida pero al acercarse a los ochenta años sabe que no le queda mucho tiempo y que aunque nunca olvidó las palabras de su padre augurándole un futuro brillante, aún no ha hecho nada importante por el mundo. Aburrido y enojado con su propia vejez, recupera el entusiasmo cuando en una reunión familiar su nieta le menciona una playa alejada que suele visitar y donde hay un bar manejado por un anciano alemán al que apodan el nazi. Influenciado por las noticias que hablan de casos similares en otras partes de latinoamérica, Jacobo se convence que se trata de un oficial nazi prófugo viviendo de incógnito y se obsesiona con demostrarlo para hacer su aporte a la causa hebrea. Jacobo contra los molinos La necesidad de movilizarse despues de perder su registro de conductor lo convence de contratar en secreto a Wilson, un hombre que fue policía pero abandonó lo fuerza por motivos que prefiere no revelar y desde entonces su vida no tiene rumbo, por lo que necesita del trabajo más de lo que deja ver. Jacobo comienza menospreciando a su fiel y bonachón asistente, al que maltrata con un sarcasmo cruel pero con el que eventualmente desarrolla una amistad profunda que los vuelve inseparables. La dupla de improvisados investigadores comienza por seguir al alemán en sus movimientos diarios pero con el pasar de los días y con métodos poco ortodoxos logran ir averiguando detalles sobre su pasado que logran convencer cada vez más a Jacobo de su teoría. Sin dejar de expresar su escepticismo, el leal asistente lo acompaña a infiltrarse en un funeral o entrevistar gente que conoce al misterioso alemán intentando conseguir alguna evidencia contundente que los lleve a determinar la verdadera identidad del hombre antes de llegar a Uruguay. Esta historia que podría relatarse como un oscuro drama de misterio es en cambio una comedia dramática ágil y entretenida que no usa el gag directo sino que genera situaciones que resultan cómicas o absurdas por sí mismas sin necesitar de un remate. Como no abusa del humor, no se ven fuera de lugar algunos momentos emotivos que nos recuerdan que en el fondo la investigación es un tanto secundaria al lado de las ideas sobre la edad, el éxito y la familia que debe cuestionarse Kaplan para poder hacer las paces consigo mismo. El guión es bastante directo, no se desvía en líneas secundarias y cuando lo hace es porque son importantes para explicar lo que está por suceder en el eje principal. Todo lo que sucede parece ser por algo y pocas cosas podrían quitarse sin afectar al conjunto, dedicando tiempo para profundizar sólo a los personajes que son necesarios dejando al resto como simple apoyo. Visualmente no propone nada espectacular, pero igualmente tiene una calidad de imagen más que aceptable tanto desde la fotografía como del diseño de arte y el montaje que sirven para sostener las actuaciones de los dos protagonistas en una fluidez constante que no se corta antes del final. Conclusión Mr Kaplan no es una película pretenciosa, es sólo lo que quiere ser: una comedia familiar con mezcla de drama que entretiene, divierte y cuenta una historia apta para todo público ideal para llevar al zeide al cine.
Nunca es tarde para... cazar nazis Un patético anciano judío encuentra una nueva motivación en su vida cuando se entera de que un jerarca nazi está en Uruguay y sale en su búsqueda. Esta nueva película del director de Mal día para pescar fue una de las favoritas del circuito de festivales del año pasado y ha sido celebrada por el público con risas y aplausos. Sin embargo, más allá de la solidez y el ingenio con que está realizada, a mí su propuesta de humor absurdo, demasiado al borde del patetismo, su idea de tomarse a la ligera ciertos temas y de reírse más DEL que CON el personaje me resultó un poco molesta. El protagonista es Jacobo Kaplan (el chileno Héctor Noguer), un inmigrante de 76 años que huyó del horror de la Segunda Guerra Mundial (la acción transcurre un par de décadas atrás) y está en crisis en todos las aspectos y en todos los niveles de su vida. Cuando trasciende la noticia de que habría un jerarca nazi suelto en una playa uruguaya, se convierte en un émulo de Simon Wiesenthal y sale a cazarlo con la ayuda de un (también patético, pero algo más querible) ex policía con no menos problemas familiares. Este improbable dúo vivirá todo tipo de enredos mientras vigila y enfrenta al viejo alemán. Lo dicho: el film es muy comprador, pero mientras casi todos disfrutaban de la propuesta de Brechner, a mí me incomodó y, por momentos, me irritó. Igual, no se trata de una película del todo desdeñable. Para ver y, claro, discutir. Mucho.
La vida de Jacobo Kaplan parecía estar destinada a la grandeza, a un destino excepcional, a inspirar. O al menos eso creía. “Eres muy especial. Ahora ve y demuéstralo”, le dijeron de pequeño. Pero si hay algo que difícilmente resulte del modo en que uno espera, eso es la vida. Y la de Kaplan se torna muy distinta. Ahora ya es un hombre mayor, de más de 80 y no puede evitar hacerse preguntas. ¿Qué hice de memorable? ¿Es el mundo mejor gracias a mí? ¿Cuán útil fue mi existencia? Y las respuestas que encuentra no le son de su agrado. Kaplan no busca a su edad redimirse de una vida aparentemente inútil hasta que se encuentra, o eso cree, con un propósito en su vida. Un viejo nazi que es asiduo de una playa cercana. De repente este personaje comienza a obsesionarlo hasta el punto de decidir que va a ser él mismo quien lo capture y lo lleve a Israel para el juicio que se merece. La película uruguaya que su país decidió enviar a los Oscars es muchas películas en una. O mejor dicho, a eso aspira. Es así que lo que empieza como una comedia dramática sobre la vejez y lo que esto arrastra, se convierte luego en un retrato sobre la amistad, junto a un joven aparentemente fracasado cuyo mayor virtud y defecto es su lealtad (y casi el único que le sigue el juego cuando la familia comienza a aceptar antes que él mismo las cosas que el paso del tiempo van cambiando en uno), en el que rápidamente se cuela una investigación policial, para derivar luego en un drama con contenido más político y abandonando cada vez más ese humor que hacía que su primera mitad resultara entrañable. El film recuerda bastante por momentos a “Remember” de Atom Egoyan, especialmente cuando éste se va tornando más oscuro (allí Christopher Plummer, en medio de un alzheimer que lo hace olvidarse de las cosas cada vez que se duerme, emprende la caza de un nazi que asesinó a su familia). “Lo que no puedo entender es que alguien aún quiera vengarse”. Ese “aún” tiene que ver con lo que sobrevuela en el film constantemente: la vejez. Con ésta, la pérdida de facultades, desde la vista hasta en algún momento la cabeza. ¿Cuánto de la historia que hay en su cabeza es verídica y cuánta paranoia producto de su senilidad? Es en esa segunda mitad de la película en la que el film toma tintes más serios cuando comienza a decaer. “No se puede escapar del pasado”, nos subrayan y ése mismo lema podría aplicarse a la película de Egoyan anteriormente mencionada. Al final descubriremos si era ése el propósito de la vida de Kaplan, pero la revelación más importante es la de que al final de nuestras vidas, sólo nos queda reír. Bien realizada y haciendo que Uruguay se resalte en una industria en la que a veces pasa desapercibida, no sorprende con su temática que haya sido ésta la película elegida para la posibilidad de competir en los Oscars. No obstante, más allá de las buenas intenciones, el film se pierde cuando más oscarizable se pone y deja de lado esa película chiquita pero honesta que al principio promete ser. No por eso deja de ser una propuesta interesante.
En determinado momento de su vida Jacobo Kaplan (Héctor Noguera), el protagonista de “Mr. Kaplan” (Uruguay, 2014), entiende que su vida está por llegar al fin. Esto es algo que él siente profundamente, algo que no sabe cómo compartirlo con su mujer Raquel (Nidia Telles), y mucho menos con sus hijos, quienes viven reclamándole por cada paso que da sin consultarles. Pero no pasará mucho tiempo hasta que ellos se den cuenta de lo mal que se siente Jacobo y también de ciertas “anomalías” en su comportamiento y “olvidos” que los alertan y preocupan sobre su estado de salud. Caprichoso, e insistente sobre cómo manejarse en la rutina diaria, deciden asignarles un conductor llamado Wilson (Néstor Guzzini), un personaje bastante particular que pasa sus días tomando cerveza y jugando a un viejo flipper, para así tener cierta tranquilidad. Enojado, Jacobo acepta el compañero y con éste generará un vínculo particular a partir de un descubrimiento fortuito sobre la verdadera identidad de un vecino, quien podría ser un ex jerarca Nazi y a quien querrán desenmascarar a toda costa. Si en una primera etapa el filme bucea sobre la ancianidad y sus implicaciones, en una segunda “Mr. Kaplan” (Uruguay, 2014) toca en clave de comedia el siniestro plan nazi de reubicación en el tercer mundo para evitar ser apresados. Alvaro Brechner dirige la película con un tono que prefiere destacar el humor ante las situaciones complicadas que se van a ir presentando y en las que el ridículo y el grotesco son puestos a la hora del día para profundizar en una buddy movie, porque en eso se convierte, que sintetizará en poco menos de dos horas la tragedia latinoamericana y sus vínculos con el régimen Alemán. Noguera compone su personaje con una precisión y un respeto por su labor increíble, y es secundado por los notables Guzzini y Telles, quienes se dejan atrapar por la historia, que sin llegar a tomar totalmente características de policial asume y rescata varios puntos de los tradicionales filmes de investigación. Pero como sabemos que estamos ante una comedia, el director brinda momentos de gag únicos, con el punchline a flor de piel y con la certeza que éste es el mejor camino para poder construir un filme que habla de la épica de dos personas sin rumbo y su obsesión por sentirse útiles al menos en parte. “Mr. Kaplan” posee una cuidada producción y puesta en escena en la que predomina una reconstrucción de época particular (fines de los ochenta/principios de los noventa), primando una paleta de colores primarios estridentes y únicos (con prevalencia del amarillo y azul). Ese contexto es en el que Brechner ubica a los personajes y así logra también una atmósfera propicia para que el trazo grueso, y algunos excesos en los lineamientos de los personajes, pasen a un segundo plano. Si en su anterior filme “Mal día para pescar” (2009) el director lograba una empatía inmediata con sus personajes (Orsini y Van Oppen) en medio del contexto de la lucha libre, aquí la ancianidad y el nazismo pueden ser tamizados en tono de comedia por su buen manejo de la narración y la exploración de los conflictos para incluir la historia. “Mr. Kaplan” es una agradable sorpresa que merece una oportunidad en medio de tanto tanque y blockbuster que llega para arrasar con la taquilla de fin de año.
Una encantadora película de Álvaro Brechner sobre la angustia existencial y la necesidad de dejar un rastro en la historia de un anciano que se transforma en un cazador de nazis.
Intermitente y con precisión actoral un anciano empieza a vivir realidades y angustias asociadas con su vejez: no puede conducir su auto, sus miedos y hartazgos florecen, su historia como inmigrante judío proveniente de la Europa del nazismo vuelve a la superficie. Las preocupaciones de su familia por su estado general, sus achaques, sus formas malhumoradas y taciturnas. El señor Kaplan necesita compañía, un chofer, un cuidador, alguien: y aparece el nada rutilante Wilson (Néstor Guzzini, tan sufrido y bonachón como en Tanta agua), un personaje al borde de la catástrofe personal. Kaplan se obsesiona con otro anciano que él considera que puede ser un nazi, de los escondidos en América del Sur. Y esto da pie a un seguimiento rocambolesco con algo de misterio. Kaplan y Wilson son una pareja que podría haber hecho de esta película una buddy-movie -lo es parcialmente- atractiva y cabal, porque de su interacción y de su inadecuación al mundo surge lo mejor de Mr. Kaplan, como por ejemplo ese velorio que termina en huida. Pero la película es intermitente: en su ritmo, en su tono, en la precisión actoral (por momentos algunos doblajes y algunas acentuaciones en los diálogos no hacen sistema), en la oscilación de preponderancia entre los protagonistas. También en la fluidez general, que se ve afectada por flashbacks y por algunas explicaciones e informaciones un tanto directas, sobre todo al final, y en la intermitencia en la eficacia de la comicidad. Mr. Kaplan comparte cierto tono con Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll; Norberto apenas tarde, de Daniel Hendler; La perrera, de Manuel Nieto Zas, y la mencionada Tanta agua, de Ana Guevara y Leticia Jorge, películas de diferentes realizadores uruguayos que, aun con sus notables diferencias, perfilan un tipo de humor asordinado que bien puede ser una marca, una señal de denominación de origen.
Cómo cazar a un nazi Dibuja dos buenos personajes y logra plantear preguntas mundanas y universales sin dramatizar. Salvo por el título anglosajón, el caso internacionalista que pretende investigar y porque está basada en un libro de autor colombiano, Mr. Kaplan es un filme bien uruguayo. Elegida por el país rioplatense para pelear por un lugar en los Oscar, la película de Alvaro Brechner entrecruza una curiosa trama de intrigas, drama y comedia. Jacobo Kaplan (Héctor Noguera), el míster aludido, y Rebeca llevan 50 años de casados, viven en Montevideo sin mayor tarea que envejecer casi por inercia. Pero la Historia tira, y el viejo Jacobo, un polaco que huyo de niño a América latina en los albores del nazismo, se propone dar un vuelco a su vida anodina, haciendo honor a su nombre de patriarca bíblico, a quien lo “espera un destino excepcional”. Descontento con su familia, su comunidad, a los 76 años descubre en la tele una historia de nazis escondidos, tema que tiene una amplia filmografía, sobre todo dramática, con títulos como Wakolda o Remember. También por azar, descubre a un posible nazi que timonea un chiringuito en la playa, y junto a Wilson (Néstor Guzzini), un ex policía que lo acompaña en la cruzada, empieza a acosar a este supuesto ex oficial con la idea de llevarlo a Israel para que lo juzguen, siguiendo el mandato de Simon Wiesenthal. “No mires hacia atrás, sólo mira hacia adelante”, le habían dicho sus padres cuando huyó de Europa, y ahora Jacobo decide redimirse con él y su pasado. Las peripecias de la investigación, las internas familiares y su relación con Wilson acompasan la reconversión de Jacobo en esta suerte de Breaking Bad paródico, donde un hombre que se apaga decide reinventarse con un fin. Así va atando cabos en un filme sin revelaciones históricas, con dosis discretas de humor, una investigación sui generis y hasta una teoría sobre la natación. Acompañan los enredos familiares, donde se impone el vínculo entre Wilson y Jacobo, dos tipos perdidos, cuya relación y los caminos que eligen para recomponer su orgullo se convierten en el gran tema volviendo la cacería nazi casi una excusa, un objetivo para justificar el rumbo de la historia. Una aventura leve montada sobre un tema pesado, con algunos baches y obviedades que no afectan el resultado final.
La hora de los altibajos Basado en la novela de Marco Schwartz, El salmo de Kaplan y sumándole recuerdos de su abuelo que emigró desde Europa en tiempos del nazismo, el uruguayo Álvaro Brechner (Mal día para pescar) escribió y dirigió Mr. Kaplan, una agridulce comedia que aborda el tema del la vejez, el legado y la proximidad de la muerte. El comienzo ubica a Jacobo Kaplan, un hombre de 76 años en una fiesta de casamiento, en una actitud que mezcla el patético y desesperado intento del protagonista por llamar la atención y la tristeza de un hombre que repasa a los 76 años que llega a la conclusión de que su existencia fue gris, sin nada para destacar. El anciano conecta este balance con el deseo-mandato de su padre, que en su Bat Mitzvá le dijo que su nombre le deparaba un destino excepcional. Ahora jubilado, con sus hijos que lo tratan como un niño y hasta privado del registro de conducir, Jacobo sabe que su vida no fue para nada notable. Sin embargo, de de manera fortuita se entera de la existencia de un alemán misterioso, dueño de un parador en la playa al que el anciano -influenciado por la historia de la captura en la Argentina de Adolf Eichmann- enseguida relaciona con los criminales nazis escondidos en Sudamérica. De ahí a planear la detención del alemán para su juzgamiento en Israel hay un paso y para cumplir con su plan, Jacobo va a contar con la colaboración de Wilson, un ex policía buenazo abandonado por su esposa, que pasa sus días tomando cerveza y jugando al setentoso flipper. Con un objetivo claro que le asegura un lugar en la Historia, que sin lugar a dudas lo pone a la altura del mítico cazador de nazis Simon Wiesenthal, Jacobo empieza la pesquisa y el relato va mostrando sus progresos junto a Wilson, una improbable pareja de detectives, algo así como una buddy movie de personajes sin gloria en busca de una revancha tardía. Sin dudas Mr. Kaplan tiene momentos interesantes y constituye una reflexión válida sobre la identidad, el sentido de una vida y la necesidad de trascender, pero en su ambición, la película va desde la comedia hasta el drama, pasando por el costumbrismo y hasta la sátira, dando como resultado un relato desflecado, con demasiados altibajos.
Comedia de humor judeo-rioplatense con notable actor "¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Es el mundo mejor gracias a mi?" Si esto se lo pregunta un joven idealista, suena bien. Si se lo pregunta un jubilado, vamos mal. Pero quizás aún estamos a tiempo. Don Jacobo, desplazado al rincón por su propia familia, está a punto de justificar su vida entera, honrar a los suyos y rendir un enorme servicio a la tierra de sus mayores y a la humanidad. Visto desde otro ángulo, está a punto de hacer un papelonazo. La humillante sensación de decrepitud puede aparecer en una reunión social donde ya no figura como invitado, en las restricciones para conducir, o en la vigilancia que toman sus familiares para que no se pierda. La sensación de plenitud, en cambio, le aparece en la playa, cuando descubre que el dueño de un tranquilo negocio es, qué duda cabe, un evidente criminal nazi refugiado en el Uruguay. Habrá que vigilarlo, juntar pruebas, secuestrarlo y enviarlo a Israel. Toda una aventura, un desafío digno de ser vivido. Además el viejo estará medio gagá pero capaz que tiene razón. Hay motivos para sospechar que tiene razón. Por ahí van los enredos de esta comedia ácida de Alvaro Brechner, de humor judeo-rioplatense, que nos mantiene en la duda hasta la anteúltima escena. El asunto se inspira libremente en "El salmo de Kaplan", novela del colombiano Marco Schwartz inspirada a su vez en hechos reales, especulaciones infantiles y maldades cervantinas. Anda el Quijote en todo esto, no por lo noble y altivo, sino por lo ridículo. Para mayor similitud, don Jacobo Kaplan también tiene su Sancho Panza, un panzón de nombre muy adecuado: Wilson Contreras. El Caballero de la Triste Figura enfrentará al gigante, que quizás a su modo sea un verdadero gigante, y el gordo, policía obligado al retiro, gobernará malamente su ínsula, si la mujer lo deja. ¿Y al final volverá el maravilloso loco a la cordura? En esto, Brechner resulta más cruel que Cervantes. Más cruel, realista y gracioso que Cervantes. Y pega igual (y mejor que en su primera película, "Mal día para pescar", basada en un cuento de Onetti). Intérpretes principales, el maestro chileno Héctor Noguera, Néstor Guzzini, Rolf Becker, Nidia Telles (doña Rebeca), Leonor Svarcas, la flaquita Nuria Flo, Gustavo Saffores (el sufrido Isaac).
Hoy llega el estreno del film uruguayo, Mr. Kaplan de Álvaro Brechner, con excelentes actuaciones de Héctor Noguera y Néstor Guzzini. A los 76, tras una vida en la que no ha pasado nada extraordinario desde su escape en soledad de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Jacobo Kaplan decide que es el momento de dejar una huella en este mundo. Enojado con sus frívolos colegas de la diáspora montevideana, cansado de una familia a la que parece no importarle su propio pasado y sintiéndose “gracias a Dios, cada día un poquito peor”, cree encontrar su pasaporte a la inmortalidad encarnado en el veterano alemán que regentea un bar playero. Autoconvencido de su pasado nazi, Kaplan reclutará a su propio Sancho Panza –un ex policía llamado Wilson Contreras, con problemas familiares, de bebida y de peso, pero tan leal como el compañero del Quijote– para la aventura de emular a Simon Wiesenthal Mr. Kaplan no sería lo que es sin su protagonista Hector Noguera, quién construye de manera excelente la interpretación de un anciano qué busca hacer algo de su vida antes de morir y que cree haber encontrado un fugitivo nazi., con cinismo en cada una de sus frases y buena química con su compañero de viajes Tomando ciertos puntos particulares del humor de Woody Allen o los hermanos Coen, (e incluso escenas del género western) Álvaro Brechnerel deja qué su protagonista emprenda su camino sin tomar partido de sus acciones. En ningún momento se nos pone en duda la cordura de este hombre y de esta manera mantiene el suspenso y y la simpatía hacia su protagonista.
Homero Simpson a la uruguaya “¿Usted conoce al señor Beckenbuaer, no?”, pregunta Wilson a la copera, mostrándole la foto de un hombre viejo. “Estamos buscando a su nieta y heredera”, tira el anzuelo y la chica, no precisamente ingenua, pica. Wilson al principio pensaba que Jacobo Kaplan estaba loco o chocho, con la idea esa de secuestrar a un presunto ex criminal de guerra nazi, vendedor de pescado fresco en una playita de la costa uruguaya. Pero total Wilson no tiene mucho que perder (tampoco que ganar, a decir verdad), así que decidió seguirle la corriente al viejo y lanzarse a esta pequeña aventura, falseando identidades e inventando personajes inexistentes, en busca de develar la verdad sobre Julius Reich, el octogenario de la playita. Simpática comedia de perdedores, Mr. Kaplan tiene algo que decir en relación con la gris realidad y el deseo de tener una vida peligrosa. Un alcance algo limitado y cierta tendencia al happy end apresurado no impiden que el opus 2 del montevideano Alvaro Brechner sea un film estimable.Ya la ópera prima de Brechner (Mal día para pescar, 2009) era, como ésta, una buddy movie de losers. Aunque había en ella cierto miserabilismo que aquí, por suerte, no es de lamentar. Que Jacobo Kaplan (Héctor Noguera) está harto de una vida larga y sin sorpresas queda claro en la escena inicial, en la que durante una fiesta de casamiento va a parar, entre lágrimas, a un trampolín, aunque no sabe nadar. Por suerte cuenta con la fiel Rebeca (Nidia Trelles), que lo rescata del agua. Pero lo siguiente que hace es confundir primera y marcha atrás, dejando sin guardabarros a uno de sus “amigos” (las comillas corren para todas sus relaciones), por lo cual sus hijos, preocupados, deciden ponerle un chofer. Quién mejor que Wilson, ex policía retirado (o echado) de la fuerza (el inmejorable Néstor Guzzoni, visto en Tanta agua), que pasa sus noches dejando que la cerveza le haga crecer la panza, mientras juega con los flippers del boliche vecino. Ahí es donde la nieta de Jacobo le habla de cierto alemán a quien ella y sus amigos llaman El Nazi. Y donde el buen hombre corre a leer el libro en el que Simon Wiesenthal cuenta el secuestro y traslado de Adolf Eichmann, casi medio siglo atrás (para que las fechas calcen, Mr. Kaplan transcurre en 1997).Para que una comedia funcione, los personajes protagónicos tienen que tener una lógica y los secundarios, un color. Para que una comedia de perdedores funcione, además de eso se requiere que el guión y la puesta en escena los miren desde la misma altura. Ambas cosas están en su lugar en Mr. Kaplan. Basta que unos choferes impacientes le digan “viejo boludo” a don Jacobo para que se entienda el estado de angustia en que vive y que lo hará “colgarse” de la ilusión de gloria que sus mayores depositaron en él, al bautizarlo con un nombre bíblico. A Wilson alcanza con verle la panza asomando debajo de la trajinada camisa hawaiana, para comprender que es un Homero Simpson yorugua, al que su Marge echó de casa. Secundarios: los hijos como perro y gato, el cuñado corrupto de Wilson, el temible hijo de un ¿camarada de armas? de Reich, la hastiada nieta adolescente, el propio Reich (Rolf Becker, alemán “auténtico”, se parece enormemente al jerarca e intelectual nazi Ernst Jünger).¿Por qué, entonces, Mr. Kaplan no llega al 7 que indica un aprobado? Porque a la peripecia le falta tensión, algo más de negrura. Todo transcurre con demasiada calma, como si todos supiéramos que la persecución de Reich (¡qué apellido!) no es más que un jueguito. Allí se rompe el pacto tácito entre espectador y protagonista, porque Kaplan sí está convencido de que el viejo bronceado es un Eichmann de las playas uruguayas. La decisión de cerrar la película con un par de finales esperanzadores –cuando el remate previo iba para el lado de la desilusión– es otro punto en contra. En términos estrictos de puesta en escena, Brechner evidentemente sabe lo que hace. Así lo demuestran sobre todo la serie de barridos con que Wilson presenta a su socio el plan de secuestro, y un notable tema de créditos, pop francés cuya letra, compuesta especialmente para la ocasión, presenta festivamente a quien canta como “un SS en Uruguay, tomando jugo de papaya”.
Uruguayan Quixote embarks on justice quest Héctor Noguera and Néstor Guzzini in a scene from Álvaro Brechner’s Mr. Kaplan. Mr. Kaplan is an intimate journey with traits of local road movie unwinding leisurely “I’ve always been particularly attracted to characters with quixotic traits; I mean characters whose longing for epic adventures turn them firmly against the absurd circumstances of their reality. Men who use their fertile imagination as a survival tool in their everyday boring existence, and in so doing, they find a way to avenge death and oblivion,” says Uruguayan filmmaker Alvaro Brechner (Mal día para pescar) about his recently-released sophomore film Mr. Kaplan. Nominated for Best Ibero-American film at the Goya Awards and submitted as the Uruguayan entry for Best Foreign Film at the 2014 Academy Awards, Mr. Kaplan won Best Latin American Feature Film at last year’s Mar del Plata festival. In addition, it won seven major prizes, including Best Film and Best Screenplay, by the Uruguayan Film Critics Association. Now, is this much ado about nothing? No, it’s not. However, Mr. Kaplan is not an avant-garde feature that will dazzle you with cinematic flourishes or an out-of-this-world narrative. It doesn’t have to be one and it doesn’t want to be one. Which is just fine. What you have, instead, is a film that fmost of the time works just as it should, if not better; it’s deftly directed with an alluring mise-en-scene and impeccable cinematography, and it has two leads that infuse their roles with as much humanity and credibility as required to render them true personas with sound dilemmas. The Quixote-like character that Brechner refers to is Jacobo Kaplan (Héctor Noguera) a 75-year-old Jewish man struggling with an acute existential crisis. He arrived in Uruguay long ago fleeing the Holocaust during WWII. As a child, he thought that being named after a biblical patriarch meant he was surely destined for great things. Yet life itself proved otherwise. He feels he’s done very little with his life, and of top of that he’s overridden with questions such as: “What’s the meaning of my life?” “Is the world a better place thanks to me?” “Did I make a difference?” Growing old is difficult for everybody, and considering the circumstances, it’s even more so for good old Jacobo. So, pretty much out of the blue, he sets himself on a mission: after watching a news report about a Nazi hierarch likely living at large and in peace on nearby beaches, he decides it’s high time he embarked on a venture to capture and expose him. Together with his friend Wilson Contreras (Néstor Guzzini), his own Sancho Panza, so to speak, he begins his wild chase for justice and meaning. Mr. Kaplan, the film, is neither a comedy nor a drama, and it’s not your conventional dramatic comedy either. It’s something very personal, somewhere in between those two genres, with a strong dose of deadpan humour and unexpected moments of emotional resonance with no humour at all. And this pretty-difficult-to-achieve tone is what keeps it breathing new air from the first frame to the last, at an assured pace thanks to a leisured editing. And just like words make their own rhythm, so do expressive silences and powerful pauses here and there. In a more profound sense, Mr. Kaplan is an intimate journey with traits of a local road movie that reveals its own shape as it goes along. When you thought you knew where it was going, a new path will be revealed. Just like life itself. Production notes Mr. Kaplan (Uruguay, 2014) Produced, written and directed by Álvaro Brechner. With Néstor Guzzini, Rolf Becker, Nidia Telles, Nuria Fló, Gustavo Saffores, Hugo Piccinini. Cinematography: Álvaro Gutiérrez. Editing: Nacho Ruiz Capillas. Running time: 98 minutes. @pablsuarez
Un hombres que se enfrenta a nuevos desafios de la vida y la posibilidad de encontarse con nuevas situaciones entre su pasado y presente con toques de comedia pero también puntos dramaticos, con una estupeda fotografia que le da al film una mayor profundidad a los personajes. Tiene un mal manejo del ritmo porque por momentos resulta algo monótona.
La última aventura Jacobo Kaplan tiene 76 años y está en crisis. Es un inmigrante judío que huyó de la Segunda Guerra Mundial y vive en Montevideo, con su familia. Está en crisis porque se enfrenta a sus primeros achaques, porque ya no puede manejar y porque tiene la sensación de haber fracasado, de no haber hecho nunca nada trascendente. Su realidad gris da un giro cuando su nieta le cuenta que en una playa uruguaya vive un viejo alemán al que llaman “el nazi”. Kaplan se autoconvence de que se trata de un criminal de guerra suelto (la película transcurre en los años 90) y sale a cazarlo con la ayuda de un ex policía loser que pasa sus días jugando al flipper y tomando cerveza. “Mr. Kaplan” pasó con éxito por el circuito de festivales y tiene varios elementos como para enganchar al público. El director Alvaro Brechner (que debutó en 2009 con “Mal día para pescar”) construyó una especie de “buddy movie” con esta pareja que busca una aventura que cambie su vida y —en última instancia— una porción de redención. La interacción entre los protagonistas funciona entre la ironía y el humor absurdo, sobre todo a través del personaje de Wilson (el notable Néstor Guzzini), que por momentos se lleva puesto al propio Kaplan (el chileno Héctor Noguera). El problema de la película es que se queda a medio camino y no encuentra el tono que potencie sus virtudes. Brechner no se juega plenamente por la comedia negra, entonces pierde eficacia a la hora de hacer reír. Y al desenlace le falta tensión, porque se convierte en un juego demasiado largo. Lo que no pierde nunca la película es su “uruguayés” inconfundible, esa calma de mate en mano que a veces es difícil de comprender desde este lado del río de la Plata.
La vida es un juego Mr. Kaplan es un film 100 por ciento uruguayo, que malogra una buena idea en base a decidir tomar un rumbo lúdico cuando la espesura de la temática y la relación de los personajes, tal vez ameritaba otra dirección. El segundo opus de Álvaro Brechner se concentra en la rutinaria y aplastante vida de Jacobo Kaplan –el chileno Héctor Noguera-, un anciano malhumorado y algo parco que no encuentra aventura alguna en su vejez. Parte de eso se sobre entiende al conocer los achaques de su cuerpo, y sobre todas las cosas, su pérdida de visión de un ojo que lo obliga a desistir por pedido de su familia del manejo de su viejo vehículo. El costumbrismo encuentra rápidamente un aspecto leve y algunos chistes inofensivos para de inmediato abrir las puertas a un elemento extraordinario que sacará a Jacobo de su rutina y para el que necesita imperiosamente de la ayuda de Wilson, hijo de uno de los amigos de Jacobo, quien al estar desocupado acepta ser su chofer. Para Jacobo, la compañía de Wilson implica el único recurso para llevar a cabo una misión que se impone como parte de una deuda moral, al enterarse que un jerarca nazi apellidado Reich –muy subrayado el chiste- anda suelto por las playas de Uruguay y Jacobo quiere cazarlo para que reciba el juicio justo al mismo estilo que el jerarca Adolf Eichmann, secuestrado en Argentina. Sin embargo, el film no se adapta al cambio de registro y toma esta anécdota casi como un juego, de ahí lo lúdico como recurso para no solemnizar o dramatizar demasiado aunque el desarrollo del drama se concentra en los personajes y sobre todo en este dúo desparejo, donde Wilson juega las de perder. El actor Néstor Guzzini es ideal para el rol de perdedor con acento melancólico como ya lo demostró en el film Tanta agua -2013-, película de un tono similar y un humor asordinado que ya parece sello de la nueva camada uruguaya. Las condiciones de una buddy-movie estaban servidas pero desaprovechadas a la hora de acentuar determinadas peripecias. No obstante, el racimo de personajes secundarios aporta buenas dosis de humor y subtramas que suman en lugar de restar, pero el tercer acto es realmente flojo en términos narrativos y mucho más como remate de la propuesta integral con un evidente desequilibrio entre la historia, las ideas y los personajes.
Bastardos sin tiempo. ¿Hacer algo para que nos recuerden? ¿O irnos por la puerta chica con la cabeza gacha y los sueños destrozados? La última opción también es tentadora, al menos implica poco trabajo. Pero Jacobo quiere hacer algo; le cae la última ficha de la vejez y no quiere dejar el planeta Tierra sin su pequeña marca. Claro que cuando estemos largando olor tapados por tierra húmeda o seamos humo, haber trascendido o no mucho no nos va a importar, pero el romántico Jacobo quiere despedirse por la puerta grande. Su última opción para la redención de las almas lentas es cazar a un supuesto nazi que se exilió en una playa uruguaya, a unos pocos kilómetros de su casa. Mr. Kaplan comparte premisa con Remember -la última película de Atom Egoyan, que enervó a varios sionistas de la vieja guardia y que también trata sobre un vejete cazador de nazis- pero a diferencia de aquella, el director Álvaro Brechner nos involucra en una historia que se articula desde la comedia, para luego dar paso a elementos de thriller, de drama familiar e incluso de western. Queda claro que el director maneja bien los géneros, los va saltando y salteando, en algunos casos con pequeños gestos, logrando que Mr. Kaplan sea una película que no se rija completamente por los preceptos de ningún género puro, pero que posee un sentido lúdico y cambiante desde lo formal con la comedia como columna vertebral. La aventura del anciano vigoroso se inicia clandestinamente: Jacobo sólo le pide ayuda a Wilson (Néstor Guzzini), un ex-cana a lo Torrente que se la pasa ebrio jugando a un pinball hasta la madrugada. Juntos buscarán a un supuesto nazi que disfruta sus últimos años en la linda costa uruguaya, todo con una impronta entre road y buddy movie, además de los géneros mencionados más arriba. Así como el paso del tiempo es uno de los puntos centrales de la tesis que propone Mr. Kaplan, la relación entre Jacobo y Wilson se puede entender como un nexo entre padre e hijo al estilo Eastwood. Los lazos fuertes que se pueden generar a través del cariño de un familiar que no es tal, y la lucha por no perder la familia sanguínea, son dos claves de una película que impone una seguridad narrativa no tan común en tierras uruguayas… o argentinas.
Búsquedas y espejismos El realizador uruguayo Alvaro Brechner confirma con Mr. Kaplan, su segundo film, que se trata de una de las voces más frescas del panorama cinematográfico actual en Latinoamérica. No es por completo extraño por tierras marplatenses ya que participó de la competencia oficial en 2009 con su ópera prima, Mal día para pescar, film que resultó una revelación no sólo por transmitir el espíritu de los relatos de Juan Carlos Onetti -recordemos que estaba basado en el cuento Jacob y el otro- sino también por la astucia con la cual se movía entre géneros disimiles sin perder personajes queribles y un relato contundente que cerraba de forma épica. Con esta segunda película confirma que no se trata ya de una revelación, sino que sus condiciones están probadas con un estilo que demuestra un enorme amor por los géneros clásicos sin resultar anacrónico. En Mr. Kaplan el protagonista que da título al film sobrelleva una vejez sin mayores sobresaltos tras escapar los horrores de la Segunda Guerra Mundial en su juventud. Octogenario y amargado por creer que en su vida no ha dejado un legado significativo, de repente intuye encontrar en un viejo alemán que vive cerca de la playa un motivo para justificar su existencia: la caza de un nazi que habría permanecido viviendo de incógnito hasta el día de hoy. Ofuscado por la poca importancia que le dan sus compañeros de la diáspora, decide emprender la misión de atrapar al nazi junto a un ex policía algo tosco y con problemas de bebida, que tiene un pasado del cual busca redimirse desesperadamente. La búsqueda del sentido une a estos dos personajes en una caza quijotesca donde se repiten elementos de budddy movie que ya habíamos visto en Mal día para pescar. En sus tramas desfilan improbables antihéroes con una fuerte impronta dramática, contando también con trazos del western y la épica sin perder en ningún momento el sentido del humor. Sin que logre fluir con la misma fuerza que su ópera prima y permitirse caer en el cliché ocasionalmente (uno no puede dejar de advertir el artificio sensiblero de secuencias como, por ejemplo, cuando Wilson observa a su familia desde la calle, lluvia incluida), el timing, la calidad actoral -que tiene en el gran Héctor Noguera su punto más alto- y su capacidad para mezclar géneros y salir airoso la hacen una pieza agridulce hasta su plano final, que confirma la habilidad de Brechner en la dirección.
El nazi que no estuvo ahí Mr. Kaplan (2014) cuenta la cómica fábula de un viejito judío que en plena crisis existencial, temiendo no haber dejado una impronta trascendental en sus 76 años de vida, decide salir a cazar al viejito alemán que merodea por las playas de Montevideo, convencido de que es un antiguo nazi. La evidencia es escueta y circunstancial, pero Jacobo Kaplan (Héctor Noguera) no se deja intimidar por cosas como la lógica, así como el Quijote no dejó de cargar contra los gigantes porque parecieran molinos. La misión de Kaplan es quijotesca, y cuenta con la servidumbre de un Sancho Panza: Wilson Contreras (Néstor Guzzini), un ex policía caído en desgracia a quien la familia de Kaplan ha contratado como su chofer y cuidador. Kaplan suma a Wilson a su misión sin mucho esfuerzo. Separado de su familia y prendido la mayor parte del día del alcohol, Wilson se deja tentar por la débil posibilidad de recuperar su honra. Ávido estudiante del arresto de Adolf Eichmann en Argentina, Kaplan entretiene la fantasía de ser el próximo Wiesenthal y capturar al viejito alemán (apellidado, desafortunadamente, “Reich”) para luego transportarlo personalmente a Israel para ser juzgado. La fantasía es ridícula, y los mete a Kaplan y a Wilson en situaciones ridículas, las cuales ponen a prueba su falta de ingenio. Todo esto es gracioso. Que la propia película termine poniéndose ridícula ya es quizás demasiado para el verosímil de la historia, la cual es bastante jocosa pero no tanto como para justificar el extraordinario desenlace. Escrita y dirigida por Álvaro Brechner, Mr. Kaplan es un film más carismático que hilarante, con una gran actuación matizada de Noguera y la caracterización entrañable de Guzzini como el compinche que potencia su locura con falacias lógicas. La historia, con todos sus absurdos e impases cómicos, funciona porque comprendemos perfectamente de dónde salen las compulsiones de estos personajes, y qué vienen a sanar en sus vidas. Debajo de lo que parece al principio ser una comedia costumbrista (con escenas, un poco flojas, en las que la burguesa familia de Kaplan sufre su senilidad) hay un drama tierno e introspectivo.
Dos personajes en busca de sentido “Mr. Kaplan”, escrita y dirigida por el uruguayo Álvaro Brechner, está registrada como comedia dramática de suspenso y se basa en una novela de un escritor colombiano: “El salmo de Kaplan”, de Marco Schwartz. El personaje protagónico, Jacobo Kaplan, es un hombre que, a fines del siglo XX, ha cumplido 76 años de vida y atraviesa por una crisis finisecular de características complejas. Es judío y llegó a Uruguay siendo un niño. En un racconto, el espectador se entera de que el pequeño Jacobo huyó de Europa por orden de sus padres, quienes lo obligaron a emigrar solo, prometiéndole que se reunirían con él más adelante. Algo que al parecer, nunca ocurrió. Jacobo integra la comunidad judía instalada en algún lugar de la costa uruguaya sobre el Atlántico. Hace 50 años que está casado con Rebeca, con quien ha tenido dos hijos. En su fuero íntimo, el anciano recuerda aquel episodio de su infancia en que se tuvo que separar de sus padres y se pregunta qué ha hecho de su vida. Se siente en deuda con sus orígenes y mirando televisión, se entera de que en el Amazonas brasileño han encontrado a un ex nazi que era buscado por Israel para someterlo a juicio por los crímenes de la Segunda Guerra Mundial. En el noticiero también se hace referencia a un acuerdo entre los presidentes de Estados Unidos y de Rusia, Bill Clinton y Boris Yeltsin, respectivamente. Hecho que da indicios de la época en que está ambientada la película. También casualmente, se entera de que en una playa cercana a la ciudad donde vive, hay un hombre solitario que explota un chiringuito, al que le llaman “El Alemán”. Jacobo asocia la noticia del nazi hallado en Brasil con este otro dato y se propone investigar. En su fantasía, cree haber encontrado la punta del ovillo que lo puede llevar a descubrir a otro nazi, que quizás haya llegado en el mismo barco que aquél. El anciano mantiene en secreto su inquietud y se busca un ayudante, un ex policía borrachín y desempleado, con quien emprende una seguidilla de acciones disparatadas en su plan para desenmascarar a “El Alemán” y hacer que lo trasladen a Israel para ser juzgado. Paralelamente, Brechner va trazando una pintura costumbrista de la comunidad judía en ese lugar recóndito de la costa uruguaya, con sus prejuicios, vicios y virtudes. También describe la idiosincrasia de la familia que han formado Jacobo y Rebeca, una familia de clase media ubicada un escalón más abajo que el resto de los judíos de la comunidad. Y además, se detiene con especial dedicación en la figura del ex policía y su propio contexto familiar, mostrando una especie de parodia que por momentos recuerda al personaje de Torrente, creación del español Santiago Segura, aunque no tan sórdido. La propuesta de Brechner está impregnada del humor sutil y melancólico típico de los uruguayos, mostrando a los personajes con sus defectos y miserias, pero también con su costado humano y noble. Una fórmula que da como resultado un producto entrañable y querible, no exento de emoción genuina y profunda humanidad. El dúo protagónico está a cargo de los actores Héctor Noguera (Jacobo Kaplan) y Néstor Guzzini (el ex policía Contreras), quienes logran una buena química entre ellos, alcanzando momentos verdaderamente graciosos que no eluden la sensibilidad, potenciando cada personaje el delirio del otro y metiéndose siempre en problemas disparatados. El final deja un sabor agridulce en el espectador, porque volver a la realidad tiene un costo que tanto Jacobo como Contreras tendrán que asumir.
La vida vista desde lo alto de la edad puede tener muchas aristas en todos. Hay un gran camino recorrido a lo largo de los años. Algunos reciben el “click” de “estoy viejo” de distinta manera. Con cierta depresión por ejemplo, y como se muestra en éste estreno sólo hace falta ver la mirada desganada, o escuchar la voz resignada, de Jacobo Kaplan (Héctor Noguera). Descansando en el nombre y en la historia bíblica que indicaba una vida destinada a hacer y ser algo extraordinaria, Jacobo siente que su vida pasó sin pena ni gloria. Así vive éste uruguayo que no se mata porque una noticia (el punto de giro de la trama, por otra parte) le despierta una curiosidad detectivesca. Allí va, junto a un casi involuntario ayudante Wilson (Néstor Guzzini), a investigar la pista de un supuesto nazi viviendo ahí nomás y escondido en la impunidad del anonimato. “Mr. Kaplan” es ante todo una comedia reflexiva que no por plantear este asunto como excusa para darle un sentido a la vida del personaje central en el último tramo de su presencia en el planeta, deja de lado momentos de humor muy logrados. Esos gags y situaciones funcionan porque el guión se arma desde la construcción del personaje y por ende es lo que le sucede en sus intentos, lo más logrado de toda la producción. Tal vez la decisión de Alvaro Brechner de no abandonar la idea de que, en cualquier edad, todo depende de uno, solidifica la estructura dramática y le da consistencia al relato. “Mr. Kaplan” es una película que se disfruta de principio a fin, apoyada en los buenos trabajos actorales de la dupla y de una edición que se toma el tiempo para contar todo lo que puede, lo mejor que puede. En el último tramo del año, una que vale la pena buscar.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.