La transferencia de identidad Las fábulas cinematográficas de confusión u oposición en torno a los géneros sexuales por lo general suelen mofarse largo y tendido de los estereotipos vinculados al comportamiento, las posturas físicas y los gestos de los hombres y las mujeres de manera aislada y entre sí, pegándole por un lado a la invariabilidad de los mismos y por el otro a la -tristemente habitual- incapacidad de cada uno de identificarse con el otro. El espectro estilístico de este subgénero de la comedia no es muy amplio y va desde el simple travestismo tradicional de La Novia era Él (I Was a Male War Bride, 1949), Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot, 1959) y Víctor/ Victoria (Victor Victoria, 1982) a la vuelta de tuerca fantástica/ religiosa/ sobrenatural de Hay una Chica en mi Cuerpo (All of Me, 1984), Una Rubia Caída del Cielo (Switch, 1991) y la floja Ella es un Diablo en mi Cuerpo (Dr. Jekyll and Ms. Hyde, 1995). Sinceramente resulta una curiosidad que los europeos -y en especial los italianos- adopten la premisa del intercambio de sexo para una de sus propuestas destinadas al mercado mainstream: por suerte el producto en cuestión, Mujer y Marido (Moglie e Marito, 2017), logra sobrevivir a esos manierismos que podemos describir como clichés hiper trabajados del rubro, redondeando una película afable y liviana que evita el humor grasiento de las comedias yanquis de nuestros días. Desde ya que aquí no faltan el ninguneo recíproco entre hombres y mujeres, la “incompatibilidad” al momento de la transferencia de identidad genérica, los detalles vinculados al ridículo social paulatino y finalmente el descubrimiento de la posición simbólica del otro en la comunidad (con sus pros y -sobre todo- con sus contras), no obstante la trama construye un fluir narrativo cargado de gracia y naturalidad. Andrea (Pierfrancesco Favino), un neurólogo, y Sofia (Kasia Smutniak), una aspirante a columnista de TV, conforman un matrimonio con dos hijos, un nene chiquito y un bebé, pero la relación se encuentra en una fase casi terminal por las constantes discusiones por nimiedades. La excusa para el enroque existencial llega de la mano de las investigaciones del hombre acerca de las conexiones entre las neuronas y la posibilidad de enlazar dos cerebros a través de una máquina -con muchas lucecitas y en un maletín- bautizada Charlie. Por supuesto que ocurre un accidente en medio de un test ocasional entre Andrea y Sofia, lo que provoca que la personalidad de uno vaya a parar al cuerpo del otro y viceversa, punta de lanza para que el director debutante Simone Godano, y las guionistas Carmen Roberta Danza y Giulia Louise Steigerwalt, se despachen con una comedia de situaciones clasicista. Como decíamos antes, la propuesta no brilla por su originalidad aunque logra entretener y aprovechar la dinámica de los opuestos que empiezan el relato a pura incomprensión y lo terminan con un nuevo entendimiento mutuo, vía un desarrollo basado especialmente en secuencias algo trilladas pero bien sutiles y en el gran trabajo de Smutniak como un varón atrapado en la anatomía femenina (lo extraño es que Favino, mucho más experimentado en términos actorales que su partenaire, nunca termina de “acertar” con su interpretación, cayendo -quizás un poco demasiado- en esos típicos gestos afectados de las mujeres de generaciones previas, no tanto de las más recientes). Mujer y Marido no sermonea para nada en lo que atañe al rol de las féminas en la sociedad contemporánea, la eterna estupidez de los hombres y blah blah blah, porque lo suyo tiene más que ver con la hegemonía tambaleante de la pareja en general, asignando culpas a ambos por el declive y remarcando que el igualitarismo verdadero implica siempre ponerse en los zapatos del otro, caminar un buen trecho y luego llegar a una solución negociada en la que los derechos y obligaciones sean intercambiables y versátiles en serio para esquivar tanto el abuso como el hastío…
Una comedia italiana que propone algo que no es novedoso en el cine, el cambio de personalidades en el cuerpo del otro. En este caso es un matrimonio de diez años que se lleva mal, que concurre a una sesión de terapia de pareja, pero al salir casi están seguros de que el divorcio es la solución. Ella trabaja en la tele como periodista, es una estrella en ascenso, el es neurólogo, opera cerebros e investiga su funcionamiento. Por hacer un experimento en casa, la personalidad de uno pasa al otro y viceversa. El tendrá el cuerpo de ella, y ella está en el “envase” de su marido. A partir de allí, y aprovechando el histrionismo de los actores, el eficaz Pierfrancesco Fanno y Kasia Smutniak, se construye una comedia reidera, de módico entretenimiento, que busca lo que en algunas terapias se pide: ponerse en el lugar del otro para mejorar una relación. Se pone en juego un mecanismo que pone e evidencia errores, preconceptos, machismo, feminismo, celos, y toda la gama posible de equívocos explotados al máximo buscando lo ridículo. Amable, con cierta simpatía sin mayores pretensiones.
Andrea y Sofía son una pareja constituida hace 10 años con dos niños a cuestas. Pero la relación se viene desgastando hace un tiempo y, tras intentar una terapia de pareja, decidieron comenzar a hablar de divorcio. Mientras Sofía consiguió tener un segmento en televisión, Andrea, neurólogo, se dedica a realizar una investigación para captar los recuerdos de la mente. Luego de pedirle ayuda a su mujer para mejorar la máquina en la que trabaja, Andrea cambia por error los cuerpos de lugar y ahora cada uno deberá ponerse literalmente en la posición del otro. “Mujer y Marido” representa un argumento ya visto anteriormente en otras oportunidades, donde dos personas que se llevan mal cambian de cuerpo por un rato. Deberán trabajar juntos, entenderse y superar sus diferencias para volver a ser ellos mismos. Ejemplo de ello son “Freaky Friday” (1976 – 2003), “Like Father Like Son” (1987), “The Change-Up” (2011), entre otros. Sin embargo, nos encontramos con la particularidad de que los protagonistas son pareja, agregándole un condimento especial de romance y de cambio de sexo, que funciona como una vuelta de tuerca. Esta película italiana propone una historia divertida, que expone a los protagonistas a situaciones hilarantes y entretenidas, mientras tienen que lidiar no solamente con tener un cuerpo con otras características, sino ejercer las actividades de su pareja. De esta manera podemos observar cómo entienden los hombres a las mujeres y las mujeres a los hombres y cómo se modifica esa mirada a lo largo del metraje, dejando un mensaje bastante atinado sobre los roles para con la sociedad y la pareja, los conflictos de la cotidianeidad y la lucha por el amor; vínculo que debe construirse día a día. El film está protagonizado por Pierfrancesco Favino (“Marco Polo”) en el papel de Andrea y Kasia Smutniak (“Perfectos Desconocidos”) como Sofía. Ambos realizan actuaciones logradas, aunque podemos notar una sobreactuación por parte del actor cuando cambia de cuerpo. Asume una actitud exageradamente femenina, cuando ni la mujer era así antes de la mutación. En cambio Smutniak encuentra una justa medida entre la femineidad y masculinidad de su cuerpo y mente. En síntesis, Simone Godano nos entrega una historia divertida, con rasgos italianos dramáticos bien marcados, aunque con un poco de falta de originalidad, ya que es un argumento explorado en varias oportunidades. Las actuaciones están bien logradas en una mejor o peor medida, otorgando una mirada interesante sobre el sexo opuesto. Una comedia entretenida para todo público.
Comedia alla impersonale La comedia italiana actual pasa por un momento de agonía. El reciente éxito de Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciutti, 2016) y de su remake española realizada por Alex de la Iglesia ilustran un descenso al impersonalismo más temido, despojándose la cinematografía italiana de ciertos rasgos propios de sus producciones de otra época. Desde el comienzo, Mujer y marido nos invita con la fórmula de pareja en crisis que necesitará de “algo más” para salvar el matrimonio, pero, al menos en esta presentación, existe una idea visual acompañada de un diálogo pronunciado por una terapeuta en el que metaforiza con un cuadro de doble lectura la actualidad de sus pacientes, quienes no tardan en exteriorizar sus miserias bajo un tono de comedia plagada de clichés que se nos irán agolpando en la pantalla. La historia no es más que una ligera variación de Un viernes alocado (1976), en la que dos personajes intercambian cuerpos y de esa manera pueden vivir la vida del otro. A diferencia de ese film, aquí los que pasan por ese proceso son marido y mujer en vez de madre e hija. Un experimento de transmisión cerebral de pensamientos de Andrea (Pierfranceso Favino), neurólogo e investigador, provoca que en una prueba con su mujer, Sofia (Kasia Smutniak), se efectúe un involuntario cambio de roles. Desde la designación de profesiones (ella es una presentadora de TV en un programa dirigido a un público femenino) hasta la caracterización de los dos intérpretes principales, la película surca todos los clichés posibles sobre lo que entiende acerca de cómo se comportan una mujer y un hombre. Avanzado el siglo XXI, todavía vemos en un film a una actriz hacer de hombre que camina con las piernas abiertas porque se le dificulta caminar con tacos o al revés, un actor que quiebra sus muñecas al gesticular porque interpreta a una mujer. Ni hablar de los pobres intentos de progresismo en el programa de TV, con debates superficiales disfrazados de profundos que se cierran con el pensamiento desarrollado del hombre en el cuerpo de la mujer, como si ella hubiera cubierto esa falencia con la voz masculina. Horror. Más allá de las vetustas líneas ideológicas, la gran falla de la película se halla en la pobre estrategia formal, que es la de quitarle cualquier arraigo posible porque todo sucede en una ciudad que podría ser Roma, Nueva York o Buenos Aires, da lo mismo. Mujer y marido podría ser una comedia de Hollywood, hasta tiene todo su soundtrack compuesto por canciones en inglés, porque no arroja ni una pista de su origen italiano más que por los diálogos, aunque un poco de malicia podría llevar a pensar que no es más que un doblaje. Las cajitas de los géneros son flexibles, permiten variaciones estilísticas, narrativas y hasta incluso algún atisbo de novedad. Es muy probable que en poco tiempo se realice (de hecho) una versión en inglés, en la que seguro solo cambiarán el idioma porque, como es sabido, las remakes de otras cinematografías en Hollywood las hacen porque no les gusta leer subtítulos.
Sofía (Kasia Smutniak) y Andrea (Pierfrancesco Favino) son un matrimonio que lleva diez años juntos y ya no se soportan. Padres de dos pequeños hijos, su convivencia se ha convertido en un calvario de acusaciones cruzadas y reproches mutuos. En la primera escena, casi como esfuerzo final para salvar la relación del naufragio, concurren a una sesión de terapia de pareja y la psicóloga les dice: “Tienen que ponerse en el lugar del otro”. Pocos minutos después -fruto de un experimento casero que hace Andrea- se producirá el milagro: él pasará a estar en el cuerpo de ella y viceversa. Así, el neurocirujano comenzará a tener todo tipo de reacciones femeninas en el hospital y la columnista televisiva tendrá comportamientos y gestos bien masculinos a cámara en el estudio durante el programa en vivo. Si esta descripción (a-la-Ella en mi cuerpo y él en el mío) puede sonar demasiado obvia, subrayada y ridícula es porque Mujer y marido es exactamente eso: una película sin mayores hallazgos cómicos, con una moraleja torpe, psicología barata y una realización de vuelo demasiado rasante. Lo que podía funcionar bien en las hojas de un guión (comedia romántica con toques fantásticos) en imágenes es una sumatoria de lugares comunes, conflictos elementales, actuaciones mediocres y resoluciones tiradas de los pelos. Escasamente provocadora (lo poco que podía haber de audacia se derrumba con un desenlace tranquilizador y sentimental), la ópera prima de Simone Godano se ubica por debajo del nivel en general no demasiado alto de la comedia comercial italiana contemporánea. Efímera e intrascendente.
Todo empieza en un consultorio, en una sesión de terapia de pareja: Andrea (Pierfrancesco Favino) y Sofía (Kasia Smutniak) están en crisis, y la analista les aconseja que se pongan en el lugar del otro. Eso ocurrirá literalmente: por una falla en un artefacto que inventó Andrea, sus mentes se intercambiarán y cada uno pasará a habitar el cuerpo del otro. Mujer y marido se une a la lista (¿nace un subgénero?) de películas que parten de la idea de intercambio de identidades o de coexistencia de almas en un mismo cuerpo (Hay una chica en mi cuerpo, Este cuerpo no es mío, Un viernes de locos, Si fueras yo). La novedad de la opera prima de Simone Godano es que los dos sujetos involucrados conviven y están unidos en matrimonio. Aunque ya se haya visto, el punto de partida puede sonar divertido, pero la realidad es que el chiste se agota a la media hora. Smutniak es graciosa al momento de hacerse la machona y tiene una escena especialmente divertida en un estudio de televisión (es periodista y justo el día del cambiazo debuta con programa propio en vivo), pero la gracia no va mucho más allá. A Favino le toca la peor parte: hacerse el amanerado, algo que ya estaba perimido incluso cuando lo ponían en práctica por estas pampas Hugo Arana o Fabián Gianola. En tiempos de rebrote del feminismo, la película intenta dar un mensaje de igualdad de oportunidades para ambos sexos. Pero el tiro de corrección política le sale por la culata, porque es necesario que el cuerpo de Sofía esté ocupado por un hombre para que ella ponga las cosas en su lugar y no se deje manosear ni pasar por arriba en el trabajo. En tanto que el cuerpo de Andrea, cuando está poseído por Sofía, no deja de meter la pata. De todos modos, lo peor viene cuando el humor queda de lado y se pasa a una suerte de reflexión seria sobre el rol de cada uno en la pareja y qué sienten al ocupar los zapatos del otro: la historia cae en un bache de tedio y digresiones del que no logra salir más.
Como suele ocurrir en las comedias que proponen cambios de roles, la clave está en el uso de los juegos de representación a partir de las apariencias, los comportamientos y las mentalidades. Las madres que se convierten en hijas adolescentes (las dos versiones de Freaky Friday) o los serios ejecutivos que se transforman en jóvenes irresponsables ( De tal palo, tal astilla, Viceversa) dan pie a guiños generacionales y algunas lúcidas miradas sobre lo que significa ser adulto. Los cambios de género (desde la ochentosa Hay una chica en mi cuerpo hasta la reciente The Change-Up) explotan las diferencias en clave sexista dando pie a parodias siempre definidas por los tiempos que corren. Marido y mujer no es una excepción a la regla, pero logra que hombre y mujer trasciendan algunos lugares comunes en relación a posturas y vestimentas, y asume el mundo laboral como decisivo en el intercambio. Ella, presentadora de TV y atada a las exigencias de la imagen; él, médico de hospital y con algo de científico loco; ambos encuentran en el trabajo diario del otro no solo la comprensión de la crisis de pareja que atraviesan sino una forma oblicua de autodescubrimiento. El director Simone Godano condimenta ese tópico universal con algunos tics del grotesco italiano, hace lucir las paródicas interpretaciones (sale más airosa Kasia Smutniak que Pierfrancesco Favino en su afectado amaneramiento) y nunca olvida que son las risas su principal objetivo.
Propuesta agotada Mujer y Marido (Moglie e Marito, 2017) es una comedia romántica con pretensiones de sumergirse en la complejidad de las relaciones de pareja a través del disparate y la reflexión, pero que se agota antes de siquiera empezar. Sofía y Andrea son un matrimonio en una crisis al borde del divorcio. Ella (Kasia Smutniak), una columnista de TV con un extraño compromiso de género. Él (Pierfrancesco Favino), un neurólogo que desarrolla un experimento sobre el cerebro humano. Por un accidente con este experimento, terminan atrapados en el cuerpo del otro y deben tratar de vivir sus días en el mundo del cónyuge hasta encontrar una solución. El “cambio de cuerpos” es una temática ya explorada por las comedias románticas y especialmente las juveniles, en películas como Un viernes de locos (Freaky Friday, 2003) o Ella en mi Cuerpo y Él en el mio (It's a Boy Girl Thing, 2006). Si bien ninguna es demasiado profunda, tampoco pretenden serlo. Cumplen a la perfección su objetivo de ser películas entretenidas, divertidas y altamente funcionales al zapping. La clave de la diferencia está en que Mujer y Marido peca de compleja para luego quedarse en lo básico y ya demasiado visto. La propuesta inicial es que este cambio debe conectarlos con el punto de vista de su pareja y descubrir así cómo dejaron de ser compatibles con la persona que amaban; pero se queda toda la película en el chiste fácil y antiguo de la inversión de géneros de una mujer que no sabe usar tacos ni faldas y un hombre que cruza las piernas y dobla la muñeca. La propuesta que no se explora, la explotación de recursos viejos hasta agotarlos, lo vacío y la falta de innovación hacen a una película por debajo de las ya bajas expectativas del zapping de domingo.
Mujer y marido, de Simone Godano Por Marcela Gamberini En el comienzo, Sofía y Andrea están en crisis después de diez años de matrimonio. ¿Cuántas veces vimos esta escena inicial en cine? ¿Cuántas veces nos resulta atrapante, intrigante, seductora? Solo tal vez un buen director pueda contar esta historia mil veces contada, reorganizar sus materiales, operar sobre las formas y resignificar el contenido. No es el caso de Mujer y marido de Simone Godano que, además de proponer un tema universal sin particularizarlo ni siquiera puede ubicar la película en un género preciso. De la comedia romántica hacia una ciencia ficción extraña, la película no tiene rumbo. La narrativa está a la deriva desde el momento en que esos dos personajes salen de la sesión de terapia de pareja y toman cada uno caminos distintos, la película también. La deriva es notable y no solo afecta al modo en que la película está contada sino a sus personajes, a la historia de cada uno de ellos, a la historia familiar. Tal vez Marido y mujer sea una especie de “metáfora” acerca de la vida en pareja. Conocer la “cabeza” del otro es entenderlo. Nada más a contrapelo que las teorías más actuales, mas interesantes acerca de los hombres y las mujeres y sus probables relaciones. Una maquinita hace que ese marido entre en la cabeza de la mujer y viceversa, todo lo que sigue no solo es vano sino que es absolutamente predecible y trillado, además de atrasar un par de décadas las hipótesis que propone. Una película más que fallida, donde los arquetipos son los protagonistas que bailan al compás de un ritmo anémico, sin encontrar nunca un eje donde hacer pie. MUJER Y MARIDO Moglie e Marito. Italia, 2017.Dirección: Simone Godano. Guión: Carmen Roberta Danza y Giulia Louise Steigerwalt. Intérpretes: Pierfrancesco Favino, Kasia Smutniak, Valerio Aprea, Marta Gastini, Andrea Bruschi, Francesca Agostini, Flavio Furno, Paola Calliari, Gaetano Bruno, Sebastian Dimulescu. Producción: Matteo Rovere y Roberto Sessa. Distribuidora: SBP Worldwide. Duración: 105 minutos.
Desde el título, aquí hay algo que altera el orden habitual. El tradicional consejo de ponerse en el lugar del otro se junta con un experimento científico para captar pensamientos ajenos, que entra en cortocircuito por el mal humor de una mujer cansada del marido. El resultado es que ahora él está dentro del cuerpo de ella, y viceversa. Grave problema: ella está dentro de un neurocirujano de barba crecida pero no tiene idea de neurocirugía, y él está dentro de una muy femenina presentadora de televisión pero no sabe ni caminar con tacos altos. Y cada uno debe ir sin falta al trabajo. ¿Podrán ahora entenderse mutuamente? Tal es el esquema inicial de esta comedia italiana donde la mutación de cuerpos no surge de un modo mágico, estilo norteamericano, sino de un modo "tutto scientifico", mediante un aparato casero con bujías. Esto, además de resolver teóricamente el agotamiento de la vida conyugal, agrega una intriga más, porque a cierta altura alguien se apodera del proyecto y nuestros personajes podrían quedar para siempre en la calle y con los cuerpos cambiados. Nombres a tener en cuenta, las libretistas Giulia Steigerwalt y Carmen Danza, el director debutante Simone Godano, la atractiva Kasia Smutniak, que hace un gran trabajo, y Pierfrancesco Favino (el general Glozelle de "El príncipe Caspian"). Se pasa el rato, y se aprecian unas certeras observaciones sobre la meneada diferencia entre hombres y mujeres, los secretos de cada quien y otras cuestiones de género que hacen la vida más entretenida.
En su primer largometraje, el cineasta italiano Simone Godano presenta Mujer y marido, otra comedia que propone el cambio de cuerpos entre los protagonistas. La película se centra en el matrimonio de Sofia (Kasia Smutniak), una columnista de televisión. y Andrea (Pierfrancesco Favino), un médico neurólogo. Luego de más de 10 años de matrimonio, y dos hijos de por medio, comienzan a aceptar que la relación no va hacia ningún lugar. Cuando todo parece encaminarse al divorcio, Andrea decide probar a Charlie -una máquina que permite conectar los pensamientos de dos personas- con su esposa. Como era de esperarse, un accidente ocurre en ese test, lo que decanta en que la personalidad de uno vaya a parar al cuerpo del otro y viceversa. La propuesta que plantea Mujer y marido no es nueva, ya se vio en otras oportunidades a lo largo de la historia del cine. Aun así, el film del director italiano Simone Godano le da una impronta renovadora: aplicarlo a una pareja que está a un paso de divorciarse. De esta manera, luego del cambio de cuerpos, veremos cómo ellos, a lo largo del metraje, comienzan a entender qué es lo que siente el otro y por qué reaccionan de determinadas maneras. Si bien ambos actores se desenvuelven bien en sus respectivos papeles, Kasia Smutniak logra un equilibro a la hora de interpretar los diferentes personajes. Cuando se pone en la piel de Andrea, convence por completo con su interpretación. Genera simpatía y complicidad. Por su parte, Pierfrancesco Favino sobreactúa bastante sus escenas a la hora de interpretar a Sofía. Muestra una feminidad exagerada que ella nunca realiza a la hora de interpretar a dicho personaje. La mayoría de los gestos que hace caen en los típicos clisés con respecto a la mujer y lo femenino. La película deja en evidencia ciertas miradas que existen sobre ambos sexos en la sociedad. Si bien la feminidad que adopta Favino a la hora de interpretar a Sofía es exagerada, no se aleja de la mirada global que existe con respecto a las mujeres y sus maneras de actuar. Situaciones como la del tampón, muestran otro tabú muy típico en cuanto a los géneros. El hombre parece estar completamente excluido de entender por lo que atraviesa una mujer en esos días -algo un poco trillado en este caso, ya que él es médico y debería saber cómo se coloca un tampón más allá de su género-. A pesar de caer en varios lugares comunes en su trama -sobre todo en lo que a una comedia romántica respecta-, Mujer y marido logra ser una comedia ligera y entretenida. Las situaciones, sin ser novedosas, se generan de una manera natural. Si bien la trama pasa por el cambio de cuerpos, la película deja un claro mensaje de que las parejas necesitan ponerse en el lugar del otro para poder construir y mantener una relación.
Cómo lograr la empatía en el matrimonio La crisis matrimonial, ese pozo insondable y materia prima fecunda para las artes narrativas, es también el punto de partida de Mujer y marido, cuya inversión del orden clásico (y por cierto machista) en la presentación de los partenaires es no tanto un indicio de las prioridades de la historia como un rasgo de corrección política. Afortunadamente, la película del italiano Simone Godano nunca termina de resbalar en el terreno del cuidado extremo de las formas, aunque tampoco logra escapar a las decenas de lugares comunes sobre los roles de la mujer y el hombre contemporáneos, más allá de algún apunte acertado aquí y allá. Y si gran parte de la comicidad es el resultado de un intercambio de mentes y cuerpos (suerte de Hay una chica en mi cuerpo con pasajes cruzados, con un representante del sexo masculino ocupando también un envase biológico femenino), la mayoría de las reflexiones que el film intenta transmitirle al espectador no logra ir mucho más allá de ideales obvios: igualdad, fraternidad, comprensión. Y amor, desde luego, esa gran abstracción. Lo de “chica” es un decir: Sofia (la polaco-italiana Kasia Smutniak, vista recientemente en la versión original de Perfectos desconocidos) y Andrea (Pierfrancesco Favino, figura popular en Italia por derecho propio) hace rato que dejaron atrás los primeros veinte abriles. Matrimonio con dos hijos pequeños que ha atravesado recientemente la barrera de los cuarenta, la película los presenta en plena sesión de una típica terapia de pareja. Tan típica como las quejas que la terapeuta escucha con algo de fastidio: “no me escuchás”, “estás todo el tiempo enojada”, “no te ocupás de tus hijos”, “casi no tenemos sexo”, etcétera. El hecho es que Andrea, neurólogo para más datos, además de atender a sus pacientes en el hospital, está abocado al desarrollo de una tecnología que podría permitir leer la mente de pacientes que han perdido el habla. Típico artilugio cinematográfico, lucecitas intermitentes incluidas, el malfuncionamiento del cachivache es lo que, inesperadamente, habilita la transferencia de uno en el cuerpo de la otra y viceversa, permitiendo a su vez la posibilidad de llevar a un extremo ese término de origen griego que la psicóloga había utilizado durante la sesión: la empatía. Que justamente ese cruce de ánimas se produzca la noche anterior al debut frente a las cámaras de tevé de Sofia no es tanto una casualidad como la luz verde del guion para el primer gag físico recurrente de Moglie e marito: la incomodidad de Andrea para hacer uso de su nuevo cuerpo. Ni que hablar de su falta de elegancia a la hora de vestir minifalda y tacos altos. La película no insistirá demasiado (o demasiado seguido) con esas ocurrencias, intentando en cambio posicionar el concepto fantástico como plataforma para poner en crisis los lugares establecidos y las dificultades y facilidades de ser hombre o mujer. Relato jocoso con evidentes ambiciones populares, no hay demasiado jugo más allá del humor ligero y los conceptos voluntaristas, pero al menos tanto los guionistas como el director se animaron a imaginar y poner en pantalla el momento en el cual la pareja vuelve a tener un encuentro íntimo. Claro que ahora con los cuerpos intercambiados. Interesante momento de incomodidad, primero, y de experimentación sexual después, que acerca un condimento ligeramente queer a un film pensado para el gran público.
Cuando pensábamos que la fórmula de películas inspiradas en “cambio de cuerpos” entre diferentes estaba agotada totalmente, llega desde Italia “Mujer y Marido” (2017), que, con aire renovado, permite una mirada distinta a este tipo de propuestas. La comedia del debutante Simone Godano suma algunos tópicos de actualidad como el empoderamiento femenino y revierte algunos lugares comunes de este subgénero, potenciando su aparente liviandad. Protagonizada por Pierfrancesco Favino (La confesión, Una noche en el museo, Angeles y demonios) y Kasia Smutniak (Perfectos desconocidos), en la simple transferencia de mentes se disparará una serie de equívocos entre los personajes, quienes, además, deberán lidiar no solo con la vida diaria de cada uno, sino con las responsabilidades que conlleva el cuerpo en el que habitan momentáneamente. Sofia (Smutniak) es la columnista de uno de los programas más importantes de la televisión en donde, a pesar de su belleza, reniega del lugar que en los medios y en la sociedad la mujer ha ido construyendo un camino. Por otro lado Andrea (Favino) es un neurólogo que ha desarrollado una profunda investigación sobre el cerebro humano y la posibilidad de traspaso de información. Cuando, apresurado por la posibilidad de cierre de su investigación, Andrea le propone a Sofia, que lo ayude con su descubrimiento, nada los haría suponer que esa “transferencia” de ideas terminaría en un experimento fallido que los dejará encerrados en el cuerpo del otro hasta encontrar una solución. A pesar de contar algo ya visto en infinidad de oportunidades, en miles y miles de películas de diferentes nacionalidades y calidad, “Mujer y Marido” potencia su idea ya probada con éxito al sumar la idiosincrasia italiana a un relato clásico. Así, si Sofía ahora Andrea, debe lidiar con la menstruación, el gag no sólo vendrá por la imposibilidad de comprender qué es lo que realmente le está pasando, sino que, básicamente, se desencadenará una serie de situaciones adversas para que ese tópico termine por construir un arsenal de chistes y situaciones físicas que evitan regodearse con el lugar común. La principal virtud de “Mujer y Marido” radica en la habilidad de los protagonistas de potenciar cada una de las situaciones que el guion les propone, dotarlas de entidad y personalidad, y, además, reforzar un plano que acerca la propuesta a comedias francesas en las que los personajes son más grandes que la anécdota. Godano avanza con el relato a paso firme, y si bien la duración por momentos le juega en contra, las interpretaciones de ambos eluden el trazo grueso y fijan un nuevo estilo dentro del subgénero cambio de cuerpo.
En los zapatos del otro. Moglie e Marito es la ópera prima del director Simone Godano, quien se vale de las brillantes actuaciones de Kasia Smutniak (Perfectos Desconocidos) y Pierfrancesco Favino (Rush, Guerra Mundial Z, Ángeles y Demonios) para proponer una comedia romántica muy actual, con grandes ejercicios de empatía y un toque de ciencia ficción con ribetes fantásticos bastante original. Andrea (Favino) y Sofía (Smutniak) llevan diez años de casados en un matrimonio que, a pesar del esfuerzo que vienen haciendo por sostenerlo dada la corta edad de sus dos hijos, parece destinado a seguir el camino del divorcio. Y justo la noche en que a Sofía se le ocurre plantearle a su esposo la posibilidad de la separación definitiva, este no tiene mejor idea que pedirle a su mujer que lo ayude con el experimento que está realizando. Andrea es médico y ha dedicado los últimos años de su carrera a desarrollar una máquina capaz de leer, interpretar y expresar los pensamientos de la gente con el fin de ayudar a personas que padecen distintas discapacidades a poder comunicarse. Pero lo que parecía un gran avance en su investigación termina en desastre cuando el improvisado experimento final que involucra a su esposa no sale del todo bien. Y “no sale del todo bien” es quedarse corto. Porque la falla en la máquina durante el experimento termina con los pensamientos, recuerdos y personalidades de Andrea y Sofía trasladados de uno a la otra. Sofía sigue siendo Sofía, pero en el cuerpo de Andrea. Y Andrea sigue siendo… bueno, ya me entendieron. Si bien la premisa del cambio de cuerpos ya la hemos visto antes, el análisis de la obra de Simone Godano genera interés a partir del enfoque actual que el director le imprime a su obra. Obra que si bien puede resultar algo densa y predecible luego de ese primer punto de giro que supone el cambio de conciencias entre la pareja protagónica, paulatinamente va generando interés conforme su tono va adquiriendo seriedad. Primero ligeramente cómica con todos los chistes habidos y por haber que se nos puedan ocurrir en el campo del hombre en el cuerpo de una mujer y viceversa para luego ir desarrollando ese mensaje de empatía que Andrea y Sofía están obligados a dar mientras experimentan ya en forma adulta y no tan graciosa el hecho de estar en los zapatos del género opuesto. Una mirada igualitaria que reivindica todos esos valores por los que lucha el feminismo en la actualidad a nivel mundial quedan bien expresados por esta película gracias a una sensibilidad final que pocos esperarían dado su comienzo banal y burlón. Mujer y Marido puede aparentar ser una comedia ligera cuyo mayor atractivo parecería consistir en la forma –brillante, por cierto– en la que Kasia Smutniak y Pierfrancesco Favino interpretan personajes que no se condicen con su propio género pero es bastante más que eso. Probablemente sus frases no estarán citadas en las pancartas de las marchas feministas ni sus personajes se erigirán como símbolos de esta revolución pero su mirada mundana y terrenal logra, en algún punto, captar la esencia de un fenómeno que hace tiempo ha pasado a ser una realidad.
Sofía y Andrea forman un matrimonio en crisis que en su primera y última sesión de terapia de pareja, la psicoanalista les sugiere que siempre se pongan en el lugar del otro, que miren la problemática desde ahí. Ella es una periodista que está haciendo sus primeras armas en la TV; él es un neurocirujano que tiene un proyecto científico sobre el cerebro humano entre manos y cree que eso lo va a salvar. Están decididos a divorciarse, pero una noche él le pide a ella que lo ayude en una prueba de su experimento y va a pasar, literalmente, lo que la terapista les pidió que hicieran: experimentar qué se siente al ocupar los zapatos del otro. La escena es un click que transforma abruptamente el incipiente drama matrimonial en una graciosa comedia italiana. Lamentablemente, el chiste de suplantar al otro se vuelve demasiado largo y así pierde interés, y la película se agota rápidamente. Los enredos que al comienzo provocaban la carcajada con el paso de los minutos se vuelven anodinos y sin gracia, con el agravante de las actuaciones mediocres. Encima, la película incluye moraleja. Filmes como "Ella en mi cuerpo y él en el mío" o "Este cuerpo no es mío" ya agotaron este tipo de camino hace más de una década.
Es un matrimonio que se encuentra desgastado por: las ocupaciones, las responsabilidades, los egoísmos y un escaso diálogo que los lleva al divorcio aunque hacen terapia de pareja. Pero una noche tras un experimento algo sale mal y él pasará a estar en el cuerpo de ella y viceversa, sucede casi lo que les pidió su psicóloga, porque este cambio de roles les servirá para conocerse mejor. Es un tema muy trillado, ya se vio en: Un viernes de locos, Si fueras yo y Hay una chica en mi cuerpo, entre otras, tiene escenas divertidas, situaciones locas, pero se agotan a los cuarenta minutos, absolutamente predecible y termina aburriendo.
En “Mujer y Marido” los experimentos pueden traer consecuencias inesperadas para los que no están preparados. Pregúntele sino a Andrea (Pierfrancesco Favino), un médico que inventa un aparato para conectarse con la mente de Sofía (Kasia Smutniak) luego de que en una sesión de terapia de pareja la sugerencia pasase por tratar de ponerse en el lugar del otro. El experimento sale mal y los cuerpos de cada uno pasan a ser habitados por la personalidad del otro. Esta fórmula de intercambio para ver qué hace una mujer dentro del cuerpo de un hombre o un padre dentro del cuerpo de un hijo, etc vienen con un índice de popularidad neta desde que en 1981 Carl Reiner dirigiera “Hay una chica en mi cuerpo”, con Steve Martin y Lili Tomlin, por lejos, la mejor de todas, aunque hubo algunas pinceladas en “De tal padre, tal hijo” (Rod Daniel 1987) con Dudley Moore, o cierto desparpajo de Jamie Lee Curtis en “Un viernes de locos” (Mark Waters, 2003). Lo cierto es que la fórmula ya no es original y a lo único que apunta es a un recambio generacional de público que ya haya olvidado las anteriores porque, por lo demás, es un argumento que precisa apoyarse de sobre manera en la calidad de las actuaciones para poder sobrevivir el tedio de lo predecible. “Mujer y Marido” cuenta con dos buenos actores que ya tienen demasiado trabajo lidiando con la obviedad de los diálogos escritos por Carmen Danza y Giulia Steigerwalt, y aun así se las arreglan con una parva de sutilezas gestuales y corporales para no caer en el cliché de las formas. Si se hubiese apostado por el verdadero grotesco o incluso por el melodrama consciente a lo mejor estaríamos hablando de otra cosa, pero el tratamiento tibio denuncia el tipo de público al cual apunta y la poca inventiva que queda por explotar en este estilo de puesta. Incluso en términos del discurso del texto cinematográfico se podría ponderar aquella idea del guión de “Lo que ellas quieren” (Nancy Meyer, 2000) poniendo a un paradigma de macho alfa como Mel Gibson a tener que entender a las mujeres siendo una de ellas. Es más, en tiempos de “ni una menos” y la lucha por lograr la igualdad de género, que el personaje femenino de esta película pueda arreglar sus asuntos gracias a usar la mente del hombre es, como mínimo, subestimar el pensamiento contemporáneo.
REVELAR EL ENCANTO “El punto es comprender dónde se rompió la unión”, asegura la psicóloga y en pocos minutos se establece la problemática del primer largometraje de Simone Godano. Porque si bien se remarca la necesidad de comprender al otro, ponerse en su lugar y escucharlo, el eje de la disfuncionalidad del matrimonio radica en que ambos desconocen cómo llegaron a esa situación, en qué momento se focalizaron tanto en sí mismos que desatendieron el lazo de pareja o cuándo dejaron de ver lo bueno del compañero. No es casual que los flashes esporádicos que Andrea y Sofi perciben contrapongan noticias alegres de uno y el desinterés del otro. Con algunas reminiscencias a Hay una chica en mi cuerpo o Un viernes de locos, Mujer y Marido retoma la idea de transferencia pero con un leve giro: no se trata del intercambio de personalidades, sino del pasaje de determinados recuerdos y el bloqueo de otros haciéndoles creer que se encuentran en el cuerpo del otro. Esto no quita que se vuelva bastante predecible y se utilicen demasiados clichés como los movimientos de manos o las posturas para personificar al sexo contrario, aunque también incluye aspectos como la sorpresa del padre/madre por el poco peso del hijo a la hora de alzarlo o la escena íntima de ambos redescubriéndose en el cuerpo y sensaciones del otro. Además, la película juega con las dos vías posibles por las que podría ocurrir este suceso: el componente mágico enmarcado en el hijo haciendo un truco con la varita y el científico, gracias al proyecto de investigación de Andrea que permite registrar y decodificar las ondas cerebrales para ver los pensamientos de los pacientes con dificultades en la comunicación verbal. De hecho, esta premisa funciona como metáfora del vínculo marital y esa no-comunicación (luego excesiva por las protestas para terminar la prueba doméstica) es la que lleva a Charlie, la máquina, a explotar. En una contemporaneidad donde se prioriza lo individual por sobre lo colectivo, Godano intenta volver a la esencia de uno mismo para revitalizar el nexo con el otro y, de esa forma, reencontrarse con aquello que los atrajo por primera vez con ayuda de la ciencia y, por qué no, de un poco de fantasía. Por Brenda Caletti @117Brenn