La vida y todo lo demás Siempre ocurre lo mismo cada vez que aparece una nueva adaptación cinematográfica de Mujercitas (Little Women, 1868/ 1869), el clásico de Louisa May Alcott que supo combinar la literatura infantil con los recursos más clásicos del melodrama y de aquellas novelas alegóricas de cadencia cristiana: como el libro se mueve en el terreno del folletín naturalista y no adopta en ningún momento la futura estructura paradigmática del cine, basada en un desarrollo in crescendo alrededor de uno o dos ejes explícitos, lo que siempre tenemos es una colección de viñetas aisladas que retratan el crecimiento de las hermanas March durante el Siglo XIX, planteo que puede exasperar a muchos espectadores -sean masculinos o femeninos- por la evidente sensación de que no ocurre nada particularmente memorable en la historia y sólo se acumulan episodios un tanto prosaicos que hacen a la cotidianidad de aquella época, lo cual por cierto fue en primera instancia el objetivo central de la autora. Si se acepta este carácter familiero cotidiano sin demasiada pompa que recorre el trabajo, también se podrá disfrutar de las distintas películas que intentaron capturarlo dentro de una serie de traslaciones que llega hasta la presente Mujercitas (Little Women, 2019), la segunda obra como directora en solitario de la actriz Greta Gerwig luego de la excelente Lady Bird (2017). Esta séptima adaptación cinematográfica no va mucho más lejos en términos cualitativos que las anteriores, siendo la de 1994 de Gillian Armstrong el mayor punto de referencia, pero consigue un retrato ameno de la cotidianeidad de las adolescentes y su círculo de afectos en un contexto social en el que las féminas no podían trabajar ni votar ni moverse con verdadera independencia en ningún ámbito público si no era con el beneplácito de alguna figura masculina ocasional, un esquema de comportamiento que se filtra en una trama que incluye simplificaciones en cuanto a la identidad de cada muchacha. Jo (Saoirse Ronan) es el álter ego de Alcott/ Gerwig, una chica que quiere ser escritora y tiene un carácter fuerte que la lleva a boicotear los estereotipos de la sumisión femenina, Amy (Florence Pugh) resulta algo narcisista y choca mucho con Jo, Meg (Emma Watson) disfruta de la vida doméstica y es la más conservadora de las cuatro, y finalmente Beth (Eliza Scanlen) es tímida y suele ayudar a los necesitados de Concord, en Massachusetts. Utilizando de telón de fondo a la Guerra Civil Norteamericana, el relato sigue el derrotero amoroso, familiar y hogareño de las adolescentes con una figura paterna ausente y dos matriarcas principales, la progenitora pobre Marmee (Laura Dern) y la tía rica Josephine (Meryl Streep). Si bien la protagonista tácita es Jo, la narración tiene rasgos corales y hasta se podría decir que el personaje de la señorita rebelde termina en ocasiones opacado por Amy a raíz de un triángulo amoroso en diferido entre las dos chicas y el amigo de la familia, Theodore “Laurie” Laurence (Timothée Chalamet), un joven vecino que vive en compañía de su adinerado abuelo, el Señor Laurence (Chris Cooper), y que primero le pide casamiento a Jo -quien pronto lo rechaza- y a posteriori a una Amy que termina aceptando. Más allá del inefable fallecimiento de Beth por escarlatina y de los vaivenes del corazón de las muchachas, los cuales por supuesto incluyen el engendrar a su propia descendencia, el devenir retórico se mantiene relativamente tranquilo porque el guión de Gerwig respeta los acontecimientos de la novela de Alcott, decidiendo mecharlos de manera algo entrecruzada pero sin llegar a una reescritura radical u original. Sin lugar a dudas los dos elementos más interesantes de esta nueva adaptación son el muy buen desempeño del elenco, sobre todo de una Florence Pugh excepcional que ya pudimos ver en Lady Macbeth (2016), Luchando con mi Familia (Fighting with my Family, 2019) y Midsommar (2019), y el final, cuando la realizadora incorpora un poco de sarcasmo metadiscursivo a través de la homologación explícita entre Jo y Alcott con motivo de la negociación de la publicación de la novela entre el personaje de Saoirse Ronan y el editor de turno, el Señor Dashwood (Tracy Letts). A pesar de que ya no hay facetas por descubrir en un trabajo literario tan visitado y de por sí poco proclive a una traslación realmente abarcadora o representativa, el opus de Gerwig es bastante digno en su pantallazo por la vida mundana y todo lo demás que la circunda…
Emociones a flor de piel. Greta Gerwig siempre estuvo ahí. Mucho antes de saltar a la palestra con sus dos nominaciones a los Oscar en 2018, la musa del movimiento mumblecore había enamorado a los seguidores del panorama independiente norteamericano con sus interpretaciones en títulos como Baghead o The House of the Devil (ambas inéditas en la Argentina) y, sobre todo, con su doblete delante y detrás de las cámaras, protagonizando y haciendo las veces de guionista, en la magnífica Frances Ha (otro título no estrenado en tierra argenta) que dirigió Noah Baumbach en 2012. Pero no fue hasta 2017 que la de Sacramento viese recompensada su prolífica carrera indie con Ladybird. Una auténtica maravilla, encantadora y brillante en términos cinematográficos que, con una honesta sencillez —y con la inestimable ayuda de una inmensa Saoirse Ronan—, llevó a límites insospechados las bondades atesoradas por su modesto primer trabajo como realizadora, Nights and Weekends (2008), donde compartió funciones con Joe Swanberg. Cuando se anunció que el próximo paso en la carrera de Gerwig sería adaptar Mujercitas, además de sorprendernos por el, a priori, radical cambio tonal y estilístico, muchos vimos prácticamente imposible que superase lo visto en su delicado retrato adolescente. Unas conclusiones, desde luego, precipitadas, porque su versión del clásico literario de Louisa May Alcott ha resultado ser un prodigio cinematográfico como para inaugurar con todo este 2020. Pese a ser producciones radicalmente opuestas conceptualmente, la Mujercitas de Greta Gerwig triunfa al mantener intacta la esencia que hizo tan especial a su Ladybird. Todo ello sin traicionar en ningún momento las bases y el espíritu que convirtieron la novela de 1868 en el fenómeno trasladado al cine, el teatro, la televisión e incluso la radio en infinidad de ocasiones, pero modificando algunos puntos clave de la historia para llevar el relato a su terreno. De este modo, el largometraje, más que como una nueva adaptación para la gran pantalla, se revela como una suerte de reformulación para las nuevas generaciones de espectadores que fortalece la figura de sus protagonistas de un modo sutil, aunque acorde a los tiempos que corren; combinando un clasicismo inesperadamente puro con un aire renovador en poco más de dos horas repletas de emociones a flor de piel y genio fílmico. No necesitamos más que posar —con tremendo gusto— nuestra mirada sobre la hermosa dirección de fotografía de Yorick Le Saux, su exquisito uso del fotoquímico —está rodada en 35mm— y su cuidada recreación de la Norteamérica rural sumida en plena Guerra Civil, para empaparnos de un academicismo también presente en la forma, el texto e, incluso, en las delicadas partituras de Alexandre Desplat que conforman la banda sonora. Es sobre estos cimientos más tradicionales donde la directora apuntala su sello autoral, visible tanto a nivel de realización —esos planos generales frontales y los seguimientos laterales son inconfundibles— como en lo que respecta a los diálogos y el discurso; tan frescos y dinámicos como las sobresalientes interpretaciones de un reparto estelar en el que, nuevamente, Saoirse Ronan logra robar todos los focos gracias a una calidad y a un talento desbordante para el drama y la comedia. Un manejo de la estructura envidiable y que no teme en avanzar y retroceder en el tiempo sin remarcarlo, un delicioso jugueteo metaficcional, y un tono cálido y hasta cierto punto desenfadado que huye de la gravedad de anteriores traslaciones terminan de redondear una de esas cintas que invitan a celebrar la existencia del séptimo arte. Como decía, Greta Gerwig siempre estuvo ahí; y después de su Mujercitas, uno sólo puede desear que se quede durante mucho, mucho tiempo.
La principal virtud de una película como “Mujercitas” (2019) es la de no transformarse en un panfleto y atravesar la épica de las hermanas March con respeto por cada uno de los personajes desde su adultez y así y todo erigirse como el film más feminista que Hollywood haya producido en los últimos años. Si bien su espíritu reivindicativo ya estaba presente en la obra de Louisa May Alcott, en dos escenas claves de la adaptación, Josephine March (Saoirse Ronan) defendiendo lo suyo (edición de libro) y manifestándose en contra del matrimonio (si los personajes protagónicos de sus relatos van a ser mujeres, que se casen o se mueran) hay más mirada de género y discurso feminista que en miles de horas producidas hasta ahora y que se venden como tales. Gerwig hace otra cosa, toma los personajes, decide ubicarlos en la pantalla ya en su adultez, muestra a cada una de las hermanas March con sus características constitutivas, y las presenta sin juzgarlas nunca, reflexionando, además, sobre el mundo, Shakespeare, vínculos y mucho más. Ahí está su verdad y desde allí se desprende la empatía instantánea de la audiencia. En el arranque de “Mujercitas” de Gerwig, vende su primer cuento a una editorial. Temblorosa, con sólo un plano detalle, mostrar sus manos entintadas, la directora comienza a develar el universo de la película, en donde la pasión, los secretos, los sueños, los mandato y la determinante mirada del otro, serán solo algunos de los disparadores narrativos. A continuación Jo corre por la ciudad, la cámara ralentiza algunos movimientos, se detiene en reubicar a la joven en medio de una multitud que avanza, y ahí está la clave de todo, una línea de tiempo que va hacia adelante, y que si mira para atrás, o retrocede, es para comprender el estado actual desde el pasado de los personajes. En “Mujercitas”, y en contraposición a otras adaptaciones de antaño, el relato tiene memoria. Los personajes van y vienen desde la mirada evocativa de Jo, encargada de plasmar las anécdotas, y desde allí se vigoriza. Ese devenir agiliza la narración, la que, sin perder clasicismo, plantea giros modernos a la típica estructura de tres actos, rompiendo la cuarta pared con escenas como la lectura de cartas mirando a cámara de los personajes diciendo verdades necesarias. Gerwig se nutre de puntos impulsores, presentes, obviamente, en el libro de Louisa May Alcott, como base para una entrañable narración que apela al recuerdo y el sueño como elipsis del relato, logrando, con estos mecanismos, que todo fluya, generando un contrapunto entre momentos y escenas que terminan de configurar un gran puzzle cinematográfico, entrañable, sensible, lúcido. Gerwig ama a sus personajes, Jo (Ronan), Meg (Emma Watson), Amy (Florence Pugh), Beth (Eliza Scanlen), Marmee (Laura Dern), Tía March (Meryl Streep), y también a los hombres del relato, Laurie (Thimothee Chalamet), John (James Norton), Frieddrich (Louis Garrel), Sr. Laurence (Chris Cooper) y el padre de las jóvenes (Bob Odenkrik), y a cada uno le ofrece la posibilidad de destacarse en medio de lo coral de la historia. Todo el elenco, cada uno, ofrece una interpretación potente y sólida acorde al relato. “Las chicas deben salir al mundo y formar sus propias opiniones” dice Marmee en algún momento, y así lo hacen, construyen sus ideales, amplían su horizonte de expectativas, dividen sus tiempos entre el ocio y el trabajo, siempre están haciendo algo, y la que no, es porque la pluma ha querido que se mantenga calma, recuperándose de alguna enfermedad, o a la espera de que se concrete alguno de los miles de planes que tienen. Las mujercitas sueñan con dejar de ser pobres, miden con dinero sus expectativas, con libros, con pianos, aunque siempre falta algo, pero a diferencia de otras adaptaciones, la carencia no es motor de reversa, al contrario, ya que lo poco que tienen siempre se lo destinan a los demás. 50 dólares de seda pueden generar una debacle económica, pero luego se la reivindica como motivo amoroso de Meg y John, los únicos “casados” de la generación más joven. Sin caer en romanticismos absurdos, “Mujercitas”, dosifica ese contrapunto entre las hermanas que aman al mismo hombre, entre la que sueña con casarse como única meta en su vida, y entre el eterno amor de los March como vector de las mujeres del relato. Hay sacrificios (Jo se corta el pelo para poder pagar el pasaje a su madre para que vea a su padre), hay dolor (muertes, pérdidas materiales), hay una mirada sobre la educación interesante, pero sobre todo hay alegría y humor. A diferencia de sus adaptaciones previas, Gerwig decide quedarse con una mirada justa que evita el sentimentalismo e ilumina a los personajes. Los amores se escupen como verdades a los cuatro vientos, y los que no se pueden así se dicen entre lágrimas pensando en cómo el otro tomará la noticia, muchas veces cayendo de sorpresa con algún giro, pero utilizando la complicidad de les espectadores para avanzar. “Mujercitas” de Gerwig es la mejor adaptación hasta el momento de la clásica historia amada por generaciones, porque, principalmente, surge del amor que la propia realizadora posee por ella. “Amé Mujercitas, la historia y los personajes desde que tengo uso de razón, las March fueron como mis hermanas y sus aventuras se sienten como mis memorias”, dijo por ahí, y le creemos, mucho.
Si hay películas que merecen repasar, conocer o considerar el libro adaptado, sin dudas «Mujercitas» es una de ellas. Esta novela fue escrita por Louisa May Alcott en el año 1868. Contando la versión de Greta Gerwig, ya son seis los films basados en aquel libro, siendo el último largometraje del año 1994. Sería un trabajo interesante ver cada adaptación y pensar en las decisiones tomadas por los directores o las directoras correspondientes para apreciar qué se decide contar en cada versión y aquello que es recortado, teniendo presente en todo momento lo escrito por Alcott. En este caso, Gerwig se encargó de escribir el guion y, así, poder encontrar su voz dentro de esta historia familiar. Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh y Eliza Scanlen se ponen en la piel de las hermanas March: Jo, Meg, Amy y Beth, respectivamente. Ellas son una familia pobre, que luchan por subsistir dentro de un mundo regido por los hombres. El trabajo, la guerra, el amor y el dinero serán los elementos principales dentro de su vida, donde cada una deberá pensar qué aspirar en la adultez. Marmee March (Laura Dern) es la madre de las hermanas, quien intentará mantenerlas juntas frente a las adversidades y Theodore Laurence (Timothée Chalamet) será el hombre en disputa en términos de amor y el nexo por el cual la alta sociedad entra en la vida de esta familia humilde. Por un lado, el trabajo realizado por Greta Gerwig es excelente: recrea de una gran forma el contexto histórico en el cual se lleva a cabo la historia. A su vez, el manejo narrativo es ideal ya que busca evitar cualquier estancamiento dentro de la historia cuya premisa, a primera vista, da a entender que el film sería algo paciente. Entonces, el trabajo realizado en ese aspecto por la directora está más que aprobado. Por el otro, uno de los pilares de esta narración es la familia. Por ende, era necesario un elenco cuya química sea alta y definitivamente lo es. La identificación con cada personaje, entonces, es instantánea. A su vez, la presencia de Laura Dern y Meryl Streep aporta la experiencia necesaria dentro de un elenco joven, generando así un buen equilibrio. Greta Gerwig demuestra cómo «Mujercitas» es una historia que, a pesar de haberse escrito en el siglo XIX, hoy se encuentra más que vigente y resalta este aspecto, encarnado en el personaje de Jo March. Es una película más que disfrutable, estéticamente bella y realizada de una forma excelente, cuya musicalización a su vez fue elegida con mucho cuidado para escenas puntuales. ¿Será la mejor adaptación cinematográfica del libro?
por Nahuel Tulian “ Las hermanas sean unidas” Las adaptaciones suelen ser una tarea difícil a la hora de realizar una película, y sobre todo cuando esta adaptación ya se realizó 7 veces en el mundo del cine, la directora norteamericana, Greta Gerwig (Lady bird 2017), se toma cierta libertad a la hora de poder dar un mensaje adaptado a la lucha femenina actual, obteniendo más frescura en el relato y otro tipo de llegada al público. Film con varias nominaciones a diversos premios, destacando las nominaciones a los premios Oscars que incluyen, mejor actriz, mejor guión adaptado y mejor película entre otros. Guionada por la misma Gerwig basándose en el famoso libro Little Women (1868) de Louisa May Alcott. Little Women (2019) nos presenta a Jo (Saoirse Ronan), Amy (Florence Pugh), Beth (Eliza Scanlen) y Meg (Emma Watson), 4 hermanas muy unidas que atravesarán los cambios del crecimiento y la exploración de sus pasiones, así como de sus miedos y sus sueños. Conocerán el amor y la importancia de la familia. La joven directora Greta Gerwig hace un correcto manejo de la historia, y se encarga continuamente de dejar un mensaje claro y contundente de forma continua. Sin embargo, una vez avanzada la película sale de una meseta; su inicio es de ritmo lento, y enrevesada entre flashbacks que no quedan muy claros, ya que no se ven cambios en los personajes en el presente. Lo que nos ayuda levemente a diferenciar las épocas es el buen trabajo de la fotografía de Yorick Le Saux, y se aprovecha para contextualizar las épocas. Otra cosa a destacar es cómo se logra la atmósfera de época, escenarios y vestuario muy elegantes en pantalla. Cuenta con un elenco de gente con futuro en el mundo del cine y junta a otras glorias que hacen muy buena sintonía, destacándose Saoirse Ronan (Lady Bird 2017), nominada a mejor actriz, y, el ya reconocido talento, Timothée Chalamet (Call me by your name 2017), luego tenemos a Laura Dern y Meryl Streep, que se lucen con sus papeles. Mujercitas es una película que gana fuerza a medida que avanza, conocemos la motivación de cada personaje y empatizamos con los mismos. Los mensajes que transmite, tienen mucho valor, pero no es suficiente ya que queda carece de una trama que nos mantenga expectantes y termina siendo solo una historia más.
Una versión adulta de un clásico literario que siempre lucha por todas. Crítica de Mujercitas. La película estadounidense “Little Women” logra mantener la atención en dos horas, gracias a la magistral coherencia que mantuvo la realizadora Greta Gerwing al conducir una gran orquesta de genios. Cada elemento ya sea una trama actualizada donde cada una de las hermanas: Jo, Amy, Meg y Beth dan un contundente manifiesto feminista y lucha de clases sociales. El argumento de la película gira alrededor de cuatro hermanas Amy, Jo, Beth y Meg en etapa de juventud residen en su hogar con su mamá en Norte América que padece a distancia su Guerra Civil. Con sus múltiples oficios artísticos y sueños adolescentes, hallaran el romance y lo relevante de los vínculos parentales. La directora y guionista Greta Gerwig adaptó la novela “Mujercitas”; obra de Louisa May Alcott. Gerwig comienza su relato de la adultez a la infancia. Una vuelta de tuerca que explora una narrativa que emula lo que sintió Greta al leerlo otra vez. En éste momento más maduro halló temas modernos, urgentes y apremiantes. La historia se posiciona desde la vista de Jo March, la escritora del grupo de adolescentes. Ella hizo estallar el texto y logró regresar a sus vidas haciendo un entretejido inteligible. Los diálogos expresan la dificultad por conseguir la autoría intelectual. Greta hizo una amplia observación sobre la escritora e institutriz original Alcott quien fue una de las primeras personas que mostraron las vidas de niñas a mujeres como algo relevante y que vale la pena redactar; y darle a conocer al público. Greta Gerwing se reunió con el equipo técnico y actores para filmar la película. Dentro del primer grupo estuvieron en fotografía el camarógrafo francés Yorick Le Saux quien impregna al filme con claroscuros, filtros que denotan diferentes tiempos en los constantes flashback, iluminación natural y luz del ambiente, hubo un tratamiento detallado en el “antes” con colores cálidos y el “después” fríos. Le Sauk dominó todos los paisajes ya sea un gélido bosque, una opaca mansión colonial, un hogar acogedor, los viajes a otros puntos del mundo sólo con su lente. Controló tiempo y espacio en sus manos. En torno a la música Alexandre Desplat conformó piezas orquestales a base de piano y violín, asimismo editó la banda sonora muy influida por Mozart y David Bowie que le dieron pulso y ritmo. Mozart ya como compositor tenía siempre vivo su niño interior y Bowie era extravagante como lo son las jóvenes de ésta película. El comodín fue la actriz irlandesa ella es Saoirse Ronan que dio vida al personaje Jo March, la revolucionaria escritora. Pasó frete a cámara con sus manos manchadas de tinta, llena de lágrimas, ironía y raptos de furia. Ronan ya había trabajado con Greta en su anterior filme “Lady bird”. “Las mujeres tienen mente, tienen alma, no solo corazón, también ambición también talento no solo belleza. Estoy harta que la gente diga que una mujer únicamente valga para el amor”, opinó Jo; una frase que demuestra una clara denuncia al pensamiento machista de aquella época donde la mujer ejercía su libertad siendo actriz, prostituta, o casada con un hombre. La artista británica Emma Whatson interpretó a Meg March una promesa de actriz siempre inconforme aunque nos provee un mensaje que subyace la lucha por pertenecer a un estatus social que no le pertenece. La actriz inglesa Florence Pugh como Amy March dio la imagen envidiosa y caprichosa que le tocaba ella tenía un talento por las artes plásticas sus cuadros muestran el surgimiento del impresionismo gracias a los nuevos adelantos en la creación de los pomos de pintura que permitían salir con los tubos y el caballete. En éste movimiento se aprecia esa pincelada gestual es decir con gran carga matérica y capturaba el movimiento del pintor, asimismo la sensación de circulación y la luz en diferentes momentos del día. Cada fotograma replica algún cuadro realista y romántico. La australiana Eliza Scalen compuso a Beth March poseía dotes como pianista aunque como se conoce su camino fue trunco. La actriz dio el matiz de una joven inocente tampoco santa, realista y extremadamente rara aunque esa ambivalencia le dio un toque particular. La aclamada actriz estadounidense Meryl Streeep como la Tía March sigue disfrutando de su humor sarcástico y sus comentarios crueles. Dos personajes un poco secundarios Laura Dern en la piel de Marmee March le dio contundencia al poder de cada una de sus hijas Amy, Jo, Beth y Meg. Y el actor franco- estadounidense Timothée Chalamet como Theodore ‘Laurie’ Laurence predominó con su porte con un papel de don juan, quien conquistó el corazón de Amy y la amistad eterna de Jo. Marmee March ayudó en la Guerra de Sección estadounidense a los familiares y los más necesitados. Mientras los hombres estaban luchando. Fue necesaria la asistencia de las mujeres en aquel momento y al mismo tiempo bregaban por sus derechos sufragistas, independencia económica con diversos oficios, la solvencia financiera y la potestad de sus hijos. Éstos lemas los portaba Jo quien dentro de su familia intentaba que sus hermanas tengan esa idea de autonomía frente a las exigencias de una comunidad patriarcal. En la batalla civil se ponía en juego la abolición o permanencia de la esclavitud y Loissa May Alcott fue férrea militante de la corriente que pugnaba por la libertad contra la servidumbre. La película reafirma a Greta Gerwig como una cineasta estratégica en una adaptación monumental que reúne todos los conceptos del texto original; con una innovadora perspectiva temporal y feminista. Un punto focal moderno que abarca una profundización en las líneas de Mujercitas; para encontrar un tono conmovedor y reflexivo sobre las relaciones de propiedad que daba la época a las jóvenes y la sociedad. El personaje de Jo rescribió enfáticamente la experiencia propia como una matrioshka de autoras: Greta, Jo y Loissa ensambladas en una pieza cinematográfica digna y emocionante. Puntaje:90.
La enésima transposición de la mítica novela de Louisa May Alcott encuentra a la guionista y directora de Lady Bird dando otro paso en su consagratorio camino en Hollywood. Con el aporte de un elenco en su mayoría prodigioso y una apuesta que moderniza el relato sin jamás traicionarlo, Gerwig construye una película que se disfruta y se agradece en buena parte de su desarrollo. Con 6 nominaciones al Oscar, es junto a 1917, de Sam Mendes, la última de las 9 candidatas a Mejor Película en alcanzar su estreno comercial en los cines de Argentina. “Hazlo corto y picante. Y si el personaje principal es una muchacha, asegúrese de que al final esté casada. O muerta, da lo mismo”, le dice el señor Dashwood, el editor literario interpretado con hilarante cinismo por el gran Tracy Letts, a Jo (una excepcional Saoirse Ronan), la joven escritora y mayor de las cuatro hermanas March que protagonizan Mujercitas. La novela de Louisa May Alcott publicada en dos partes entre 1868 y 1869 es un clásico de la literatura femenina (y protofeminista) que abuelas y madres suelen compartir con sus nietas e hijas como una suerte de ritual, legado y mandato. Y Mujercitas tuvo ya innumerables versiones para cine y televisión (probablemente las más recordadas sean las de 1933 de George Cukor con Katharine Hepburn y la de 1994 de Gillian Armstrong con Winona Ryder), por lo que inmediatamente cualquiera está habilitado para preguntarse: ¿Por qué y para qué una nueva transposición? La respuesta (contundente) la da la guionista y realizadora Greta Gerwig (en su tercer trabajo detrás de cámara después de la codirección de Nights and Weekends y el consagratorio retrato coming-of-age de Lady Bird). Porque su Mujercitas es clásica y moderna, respetuosa y renovadora a la vez, al punto que se inscribe en la mejor tradición y al mismo tiempo parece hablarle sobre todo a la nueva generación con esta historia que reivindica las búsquedas personales por sobre los condicionamientos sociales. Ambientada a mediados de la década de 1860, en la pequeña ciudad de Concord, Massachusetts, Mujercitas se centra en las penurias de las March mientras el padre (Bob “Saul” Odenkirk) está en el frente de batalla durante la Guerra Civil. Están la madre Marmee (interpretada con dulzura y amargura por Laura Dern) y las cuatro hijas: la heroían Jo, la más pragmática Meg (Emma Watson), Amy (la aspirante a pintora encarnada con suma ductilidad por Florence Pugh) y la pequeña Beth (un prodigio musical a cargo de Eliza Scanlen). Y rondando aparecen la tía (Meryl Streep, lejos de sus mejores trabajos) y varios hombres seductores y seducidos (se luce más el encantador Laurie de Timothée Chalamet que el insípido Friedrich de Louis Garrel). Por momentos las ideas de guión y los diálogos resultan más interesantes que las de puesta en escena y en ciertos pasajes el permanente pendular entre el pasado y el presente luce un poco confuso (sobre todo para quienes no leyeron el libro), pero la vitalidad general de la narración y la potencia de las interpretaciones, más la elegancia de las exquisitas imágenes conseguidas con el aporte del director de fotografía Yorick Le Saux (el músico Alexander Desplat también es francés) hacen de esta Mujercitas modelo 2020 -tan tierna como desoladora- una experiencia casi siempre fascinante y disfrutable.
El clásico de Louisa May Alcott fue, en su momento, revolucionario por cómo la autora presentaba a los personajes femeninos -su propia familia-. La película de Greta Gerwig es en parte innovadora en cuanto a cómo adapta, aggiorna la novela original a los tiempos que corren. Por ejemplo, a Gerwig no le tiembla el pulso al poner en boca de Jo (Saoirse Ronan) palabras que la plantan firme ante el editor de su primera novela. Y se sabe que el que no arriesga, no gana. Y Gerwig gana. La historia sigue siendo la misma. Las “mujercitas”, como las llamaba su padre, ausente porque está en el frente de batalla durante la Guerra de Secesión, son las hermanas March. Las cuatro tienen cualidades artísticas: Jo se destaca escribiendo, Meg, que en apariencia es sumisa, como actriz, Amy, para la pintura, y Beth, para el piano. La novela y el filme siguen a Jo, quien aborrece los estereotipos, y en la mirada de Gerwig mantiene su carácter fuerte. Es independiente, desea mantener su libertad aún a costa de perder el amor. Hasta que… Los personajes no son necios. Saben lo que quieren, apuntan a lograr sus metas y van por ellas. Sean niñas, o adolescentes. Para el espectador que no esté familiarizado con la novela, puede que las idas y vueltas en el tiempo -escaso tiempo- les resulte confuso en un comienzo, pero la película tiene una segunda mitad en la que Gerwig despliega todo su talento. Y le bastan apenas planos para sintetizar acciones. Sin diálogos, pero sí con música -del francés Alexandre Desplat, por duodécima vez nominado al Oscar, que ya ganó en dos oportunidades-: toda una señal de síntesis y aptitud, y alejada del cine de qualité. Adaptada en siete oportunidades al cine, dos durante el período silente, la que tiene aún hoy mayores resonancias es la versión de la australiana Gillian Armstrong (1994), con Winona Ryder, Susan Sarandon y Christian Bale como Laurie, el nieto del vecino adinerado del que Jo y Amy se enamoran. Hoy, ese rol lo cumple Timothée Chalamet (Llámame por tu nombre, Un día lluvioso en Nueva York) quien, como Saoirse, estaba en Lady Bird, el anterior filme de Greta Gerwig, también candidato al Oscar. Pero las mejores actuaciones están en el elenco femenino. Y si Ronan no lleva casi todo el peso del relato es porque “sus hermanas” -en especial Florence Pugh, la inglesa de Midsommar, como Amy, pero también Emma Watson y la australiana Eliza Scanlen- no dejan de lucirse. Laura Dern con Marmee, la madre hacendosa y preocupada por la comunidad, aparece menos encorsetada que Meryl Streep como la tía March, inclusive en esa dualidad o dicotomía de mujer pobre y mujer rica. En los roles masculinos está muy bien Chris Cooper como el Sr. Laurence, pero no así Louis Garrel como el profesor Friedrich Bhaer, y ya resulta imposible despegar a Bob Odenkirk de su personaje de Saul en Breaking Bad, por más que interprete a un sobrio Robert, el padre de las Mujercitas en esta lograda adaptación-bien merece el Oscar en su rubro este año- de un clásico de la literatura.
Una nueva adaptación al cine de un clásico literario tan leído y amado como Mujercitas no podía despertar más que una perfecta mezcla de entusiasmo y exigencia. Sobre todo porque al frente está Greta Gerwig, voz ejemplar de una generación de directoras que asoma con fuerza y personalidad en un escenario todavía dominado por varones. Que después de haber convertido sus recuerdos de adolescencia en una película entrañable como Lady Bird haya decidido releer los de mujeres de todo tiempo y lugar, que desde mediados del siglo XIX se han nutrido del coraje y la inventiva de Louisa May Alcott para afrontar sus penas y alegrías es el gran triunfo que su cine tiene para darnos. Mujercitas es la historia de la familia March, de las cinco mujeres que habitaron en la norteña ciudad de Concord mientras el padre peleaba en la Guerra de Secesión. En el retrato de las cuatro hermanas y la amorosa Marmee -unas temperamentales y audaces, otras pacientes y reflexivas-, Alcott recrea su propia vida con ese halo de imaginación y verdad que solo puede conseguir la gran literatura. Y Greta Gerwig es quien mejor ha entendido esa tensión entre ambos universos, el de la infancia idealizada y el del inicio de una adultez ceñida a deberes económicos y responsabilidades afectivas, iluminando las ideas que la novela insinuaba, mostrando con vital autoconciencia los dilemas de la mujer de entonces, que todavía hoy resuenan. Lo que convierte a esta versión en la definitiva, pese a los buenos recuerdos de la de George Cukor de los 30 y la de Gillian Armstrong de 1994, es la fuerza de su estructura, que desafía la cronología del texto para hacer dialogar a los dos tiempos de las March, quebrados por el crecimiento, guiados en ese vínculo por un montaje lúcido y una puesta en escena precisa e inteligente. Gerwig no solo consigue afirmar a la rebelde Jo (extraordinaria Saoirse Ronan) como alter ego de Alcott, en el descubrimiento y la perfección de su oficio como escritora, sino que engrandece al personaje de Amy (gran mérito de Florence Pugh), a quien eleva de la vanidad infantil a una medida sabiduría que consagra en cada una de sus escenas. Mujercitas demanda a sus espectadores una participación activa con la historia, tanto a los devotos como a los debutantes. Y lo hace con la sutileza de los artistas que son capaces de reinventar un mundo sin traicionarlo, de enraizar una obra de más de 150 años en el presente sin sacrificar el retrato de aquel tiempo, de poner en escena una voz ajena y a la vez encontrar la propia.
Pasaron 152 años desde que Louisa May Alcott publicó “Mujercitas” (Little Women), la novela que marcó un hito en la literatura escrita por mujeres. Ahora, la consagrada historia llega a todos los cines de la mano de Greta Gerwig. No es la primera adaptación a la pantalla grande: existe una gran variedad de versiones. Pero la más reciente, resulta atrapante de principio a fin. Tal es así que el próximo 9 de febrero competirá para llevarse el Premio Oscar 2020 como Mejor Película. Es que la historia de las hermanas Jo (Saoirse Ronan), Amy (Florence Pugh), Meg (Emma Watson) y Beth March (Eliza Scanlen) consigue conmover a cualquiera que, durante dos horas, se deje llevar por las vivencias de estas “mujercitas”. Mientras su padre se encuentra en la Guerra Civil, las adolescentes - acompañadas por su madre (Laura Dern) - atraviesan la etapa que marcará su vida, aquella en la que aprenderán la importancia de los vínculos familiares y tendrán sus primeras experiencias amorosas. El elenco, que se completa con la gran Meryl Streep y el cautivador Timothée Chalamet, ofrece una interpretación impecable de cada uno de sus personajes. De este modo, la historia clásica que ya conocemos, se anima a hacer hincapié en temáticas que hasta el día de hoy permanecen, como es priorizarse a una misma en lugar de seguir mandatos sociales tales como el matrimonio o la maternidad. Sin embargo, más allá de la trama y el acertado guión, “Mujercitas” se destaca sobremanera por la dirección de fotografía a cargo de Yorick Le Saux. La estética del film, los paisajes, el vestuario y hasta el más mínimo detalle de la escenografía son, indiscutiblemente, el fuerte de la película. Finalmente, la novela que tantas madres y abuelas le dejaron a sus hijas, llegó a la pantalla grande en una versión enternecedora, emotiva e imposible de no disfrutar. ---> https://www.youtube.com/watch?v=-AN01Vnmt3U ACTORES: Saoirse Ronan, Timothée Chalamet, Meryl Streep, Emma Watson. Eliza Scanlen, James Norton, Florence Pugh, Laura Dern, Bob Odenkirk, Chris Cooper, Louis Garrel. GENERO: Nominada al Oscar , Drama . DIRECCION: Greta Gerwig. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 134 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda FECHA DE ESTRENO: 30 de Enero de 2020 FORMATOS: 2D.
"Mujercitas": feminismo avant-la-lettre La directora de "Lady Bird" propone una relectura moderna de la clásica novela de Louisa May Alcott en la que se luce Saoirse Ronan, candidata al Oscar a la mejor actriz. A la hora de trasponer este clasicazo de la literatura “para niñas”, la realizadora y guionista Greta Gerwig ejecuta dos maniobras largamente asociadas con la modernidad narrativa. Una es la autorreferencialidad, pudiendo entenderse el relato entero como la visión que de él tiene la protagonista, que es escritora. La otra es la desestructuración temporal, desplazando las piezas que en el original estaban ordenadas en línea. No es que la novela de Louisa M. Alcott pidiera a gritos una refrescada. En contra de lo que se pensó durante un siglo entero, se trata de una obra largamente adelantada a su tiempo (es de 1868), tanto en términos de “contenido” como de forma: la autorreferencialidad ya está presente en ella, y lo que hizo Gerwig fue subrayarla un tono más. En realidad, la idea de una heroína que reivindica su independencia al punto de no involucrarse en relaciones de pareja era un millón de veces más transgresora en el tiempo en que Alcott la concibió que ahora, donde es de rigor que prácticamente toda heroína de toda forma narrativa se comporte como una adalid, a veces mártir, de la independencia femenina. Esa idea era pongámosle que mil veces más transgresora en los comienzos del cine sonoro, cuando la sociedad George Cukor-Katharine Hepburn perpetró su primera herejía feminista, que sobrevivió hasta el día de hoy como la versión cinematográfica canónica de Little Women. La heroína es Jo (la impronunciable Saoirse Ronan) y a su alrededor orbitan, cada una con su propio peso, sus tres hermanas y su mamá (Laura Dern, disfrutando de una segunda vida cinematográfica de Big Little Lies en adelante). La casa March es un gineceo absoluto, con el padre reverendo (Bob Odenkirk) invisible en la distancia, combatiendo y luego malherido, durante la Guerra de Secesión. Las cuatro chicas tienen vocaciones artísticas. Jo, escritora, es la que la tiene más fuerte, pero su hermana mayor Meg (Emma Watson) es actriz, y las dos menores, Beth (Eliza Scanlen) y Amy (Florence Pugh, protagonista de la reciente Midsommar) son, respectivamente, pianista y pintora. Relato de iniciaciones varias, estas vecinas del pueblo imaginario de Concord, Massachusetts, viajan (a Nueva York, a París) y tres de ellas van aceitando los mecanismos del amor y el matrimonio. Entre los galanes, dos que pretenden a la indómita Jo (en la versión 1933, la interpretación de Katharine Hepburn estaba al borde de la histeria): su vecino Laurie (Timothée Chalamet, recordado coprotagonista de Llámame por tu nombre) y su profesor de alemán, el francés Louis Garrel. Josephine March “rebota” a ambos, y la tía avinagrada (Meryl Streep, con ojos hemorrágicos) “rebota” a todos los demás. Lo que antes era narrado de atrás para adelante ahora se cuenta en aparente desorden, como desde el recuerdo, y hay una escena en la que los acontecimientos transcurren en un sueño (o sea, en la imaginación) de Jo. Desorden sólo aparente, ya que en más de una ocasión dos fragmentos se enlazan a base de un sistema de ecos, en el que un determinado motivo genera una nueva escena. La hipótesis de que todo lo que se ve, con excepción del marco narrativo, es parte de la novela que Jo escribe para su editor (Tracy Letts) se ve reforzada por el hecho de que ahora la historia comienza con el encuentro en el que el editor encarga a Jo un relato “en el que la heroína se case o se muera”, única manera de vender el libro según él. Comentario irónico y tal vez revelador, ambas cosas suceden a lo largo del relato, que termina con un happy end que a la luz de la metalingüística presente puede leerse como bitter end. Es una adaptación inteligente la de Gerwig, que ya en su ópera prima Lady Bird(2017) había mostrado su talento. Una de las seis candidaturas al Oscar (las otras son película, guion adaptado, actriz de reparto, vestuario y música), la hija de irlandeses Saoirse Ronan se ratifica como heroína perfecta de la realizadora, mostrando tantos colores de deseo como su cabello los tiene en tonos. Una heroína tan moderna como lo era, hace ciento cincuenta años, la Josephine original.
En Mujercitas (Little Woman, 2019), Greta Gerwig (Lady Bird, 2017) reinterpreta la historia de las hermanas Jo, Meg, Amy y Beth a las que dan vida Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh y Eliza Scanlen desde su propio punto de vista sin necesidad de cambiar las palabras, pero sí revelando algunos de sus significados menos obvios, y actualizando su discurso feminista. De la novela de Louisa May Alcott, publicada en dos partes entre 1868 y 1869, existen al menos tres versiones anteriores en cine. La primera data 1933 y estuvo dirigida por George Cukor y protagonizada por Katherine Hepburn en el rol de Jo March; el clásico en Technicolor de 1949, dirigido por Mervin LeRoy, con June Allyson en el papel principal y Elizabeth Taylor, Janet Leight y Margaret O’Brien en el de sus hermanas; y la de 1994 de la directora australiana Gillian Armstrong, con Winona Ryder y Susan Sarandon. La diferencia de la Mujercitas de Greta Gerwigcon sus antecesoras es que la historia comienza donde las demás terminan. La nueva versión de Mujercitas comienza con Josephine "Jo" March ya adulta ingresando a la oficina de un editor para ofrecerle una novela autobiográfica. Así, Gerwig incide por un lado en la identificación entre la autora de la novela y su protagonista principal. Por el otro, explicita de esta manera las concesiones que tuvo que hacer la escritora para que su manuscrito fuera aceptado por una editorial. La película se concentra en una: el editor le recuerda a la autora que en la ficción una protagonista mujer solo puede tener dos finales: matrimonio o muerte. Todo lo que tiene de metalingüística la novela se traslada a la película a la perfección. Al punto de que, en un momento dado, escuchamos la voz de cuatro creadoras: Louisa May Alcott(autora) / Jo March (personaje ficticio/alter ego de la autora) / Saoirse Ronan (intérprete) / Greta Gerwig (guionista) sin poder distinguir quién habla. Su mensaje es idéntico en todos los niveles, a pesar del tiempo que media entre la primera y las últimas porque es transversal. Lo que defienden es exactamente lo mismo. Gerwig es fiel a la voz original de Alcott pero reconstruye la novela liberándola de su linealidad y transformando muchas situaciones en recuerdos y material de inspiración. El entramado metanarrativo que estructura el film le permite romper con esa linealidad cronológica de la novela. La estética, basada en los cuadros de la época, desde los impresionistas europeos al maestro americano Winslow Homer, captura la épica que hay en los actos más cotidianos. A la vez que la atraviesa una energía joven y fresca con una cámara dando vueltas alrededor de los personajes como si fuera un torbellino. Con una narración ágil y contemporánea, filmada en celuloide para crear una conexión con el proceso fotoquímico de 1861 y en escenarios naturales, en locaciones de Concord, Massachusetts, un lugar que albergó a escritores y pensadores como Henry David Thoreau o Nathaniel Hawthorne, Mujercitas es un buen ejemplo de adaptación hollywoodiense de un clásico literario que se presenta con renovada energía sin traicionar sus esencias.
Las hermanas March viven con su madre en Concord, Estados Unidos, esperando el regreso de su padre del frente de combate. Sus vidas tranquilas y con una posición económica estable, aunque sin grandes lujos, va cambiando a medida que la enfermedad de Beth avanza, los deseos de Jo de convertirse en escritora la lleven a Nueva York, Amy decida dejar de estar a la sombra de sus hermanas y Meg opte por casarse en lugar de perseguir su sueño de ser actriz. Con el correr de los años somos testigos de cómo esas mujercitas, como las llamaba su padre, van dejando atrás la niñez y se convierten en las mujeres que su madre crió con tanto amor.
Es inevitable preguntarse, cada vez que aparece una remake o una adaptación de un gran clásico, si era realmente necesaria, más que eso –porque necesario puede sonar algo pretencioso-, si esta nueva mirada trae un aporte que permita revisitar la historia, de una forma diferente. “MUJERCITAS”, la famosísima novela de Louise May Alcott, éxito absoluto desde que se publicase en 1868 puede encuadrarse como una de las primeras “coming of age” que ha dado la literatura –género ahora tan de moda- y que ha tenido versiones muy variadas, tanto para el cine como para la televisión (que incluye una miniserie del año 2017, con Maya Hawke y Emily Watson al frente del elenco), cada una con su estilo propio. Greta Gerwig (importante actriz del cine independiente con trabajos como “Frances Ha” “Mistress America” “Maggie´s plan” o “Mujeres del Siglo XX” y que impactó con su trabajo de dirección por el que logró una nominación al Oscar con “Ladybird”) se ha revelado como una absoluta fanática de la novela, libro de cabecera de su juventud y en diversos reportajes ha confesado que cuando habla de las hermanas March las define como que “son parte de quien soy” y es así como se comprende su necesidad de llevar a la pantalla, una nueva versión de este clásico de la literatura. Con apenas algunos apuntes de la Guerra Civil de fondo, la novela hace hincapié en las vivencias de las cuatro hermanas March junto a su madre –por cierto hay un fuerte peso del matriarcado que recorre toda la novela y por ende, toda la pelicula- en donde cada una de ellas tendrá diferentes vivencias relacionadas con la construcción de su femineidad y su propia salida al mundo. Así encontramos a la hermana mayor Meg (Emma Watson) que es la primera en casarse y tener hijos, a la más ambiciosa del clan: Amy (Florence Pugh), la tímida Beth (Eliza Scanlen) y en el centro de la escena Jo (Saoirse Ronan), personaje que tiene como estandarte una fuerte libertad de pensamientos y que hace foco en sus aspiraciones profesionales: dos situaciones absolutamente modernas, que han sido revolucionarias para el momento en que la novela fue publicada. La nueva mirada de Gerwig sobre el clásico tiene muchos aciertos aunque algunas imprecisiones. Por el lado de los aciertos podemos apuntar que el guion que ella misma ha escrito para esta adaptación rompe por completo con la línea cronológica y rígida con la que se solía contar esta historia. Gerwig juega, por el contrario, con un relato permanentemente contado en dos tiempos en los que los saltos temporales requieren de un espectador más activo y más atento a los detalles, logrando que la historia se presente de una forma más dinámica y que, de esta forma, pueda ir dialogando con sus propios acontecimientos en estos saltos temporales que propone esta nueva puesta. Sin embargo hay ciertos momentos en lo que pareciese que ha querido ajustarse fielmente al original y no se permitió jugar con una interpelación a sus propios personajes. Sus mujercitas, en algún punto, terminan consolidando una idea del mundo femenino algo anacrónico, donde aparecen temas como el casamiento por mandato o por conveniencia, la maternidad vs la autorealización y el dinero como un condicionante para la toma de decisiones; que se muestran de una manera que si bien no atenta totalmente, torna algo confusa esa sororidad que pretende ejercer el relato, cayendo en la autocomplacencia. Como otro de los grandes puntos a favor de esta nueva puesta, cabe señalar la puntillosidad y la exquisitez en el diseño de arte, el vestuario y la fotografía y una hermosa banda sonora de Alexandre Desplat que acompaña el relato, logrando que el producto de Gerwig sea sumamente sólido en todos los rubros técnicos. En cuanto a las actuaciones, lamentablemente las cuatro hermanas no han logrado el mismo nivel. Laura Dern compone a una madre bonachona y contenedora, más cerca de Caroline Ingalls que de una mujer de carácter para sacar adelante a la familia, mientras que Scanlen como Beth, no tiene demasiado lucimiento en esta adaptación de la historia. Emma Watson como Meg, parece no haber entendido nada de su personaje y se pasea por sus escenas con caritas sonrientes y mohines completamente impropios para esa composición, y tampoco la ayuda un physique du rol que hace difícil verla como la hermana mayor. Florence Pugh construye una Amy con matices, que va madurando a medida que avanza la historia y que la hizo merecedora de una nominación al Oscar como Mejor Actriz de Reparto, luego de sus consagrados trabajos en “Midsommar” y una arrolladora “Lady Macbeth” en la versión de William Oldroy. Para el final, Saoirse Ronan se pone en la piel de Jo y aunque Hollywood se enamora y sobrevalora algunas de sus actrices –éste es uno de esos casos, logrando una nominación al Oscar como Mejor Actriz-, sabe de todos modos compenetrarse con una heroína moderna y sacar adelante, aunque sin demasiadas diferencias respecto de otros de sus trabajos, un protagónico que implica ciertas exigencias. Si bien algunos tramos del relato pueden presentarse como demasiado morosos y con una estructura de “vivencias” que no tienen demasiada ilación o continuidad –la trama se basa en momentos o “polaroids” familiares- que hacen que el relato pueda sentirse como demasiado disperso, Gerwig toma las riendas y luce todo su talento en un brillante tramo final. Plantea de forma clara, sencilla y muy bien filmada, esa elipsis que une las primeras escenas con este último tramo, en donde esa Jo escritora (que es el alter ego de Alcott y su vez el de la propia Gerwig como guionista de este filme) sintetiza el mensaje a través del placer y la felicidad de una obra terminada, contra viento y marea, más allá de los obstáculos y de las concesiones. Esa novela dentro de la novela dentro de la película misma, que nos envuelve con esa metatextualidad sorprendente y nos llena de cine, en un tramo final realmente impecable. POR QUE SI: «La historia se presenta de una forma más dinámica dialogando con sus propios acontecimientos en saltos temporales que propone esta nueva puesta»
Qué tienen hoy las Mujercitas por decir? “La moral no vende en tiempos de post-guerra” le reprocha el editor a “la mensajera”. La muerte o el matrimonio son los destinos disponibles que la escritora aventurera deberá elegir. El guiño metadiscursivo permite a Gerwig guionar y dirigir la historia que nos ha contado a todas una “amiga”. Alcott autora se mezcla con Gerwig actriz y directora, la búsqueda de una voz propia suele darse en el juego fraternal. Entrañables, afectuosas, intimas, muchas son las palabras que describen esta vinculación, pero la fraternidad se da entre hermanos. Entre hermanas y amigas hay tanto más. Quizás por eso Mujercitas tiene mucho para decir y tensionar hoy en día. Podemos ver la portada tan conocida, clásico de la educación sentimental, que nostálgicos podemos llegar a asegurar se extingue lánguidamente junto con la vieja moral. El guión de Gerwig respeta los acontecimientos de la novela de Alcott, una relectura lúdica de gran pompa que saca a la luz cuestiones olvidadas de la historia ya sabida. El impresionismo, como una plaga desbocada, comienza a pulsar por las abarrotadas calles, futuros bulevares. Mujercitas de vocación artística, el pulso vertiginoso de la época pujante corre por sus venas. Animales políticos, las mujercitas se abren paso en el mundo de los grandes pensadores con un relato de historia sencilla cargada de humanidad y sentimentalismo. Jo y sus hermanas comparten las alegrías y penurias propias de la juventud, el mundo como un abanico abierto de posibilidades y expectativas. Siempre la voz del capital, la tía March (Meryl Steep) les recuerda que la familia es una empresa que debe mantenerse a la caza de maridos-inversores. Todo eso poco importa ya que las chicas solo quieren divertirse y sin dudar agradecemos a todos los editores que piden por romance (o muerte) para finalizar esta hermosa historia. El beso final (al mejor estilo Hollywood clásico) corona y consagra a una de las más interesantes directoras contemporáneas. MUJERCITAS Little Women. Estados Unidos, 2019. Dirección y Guión: Greta Gerwig. Intérpretes: Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson, Eliza Scanlen, Laura Dern, Timothée Chalamet, Meryl Streep, Chris Cooper, Louis Garrel, Tracy Letts. Duración: 135 minutos.
[REVIEW] Mujercitas. Llegó a los cines argentinos la nueva adaptación del clásico literario estadounidense nominado a seis premios de la academia, dirigido por Greta Gerwig y protagonizado por un formidable elenco. «Que sea breve y picante y si la protagonista es una chica asegúrate de que se case antes del final.» es el consejo del editor Mr. Dashwood (Tracy Letts) a una joven Jo March cuando esta le presenta un escrito. Y me ha quedado rondando en la cabeza, porque el folletín, parte de la cultura popular literaria del entonces siglo XIX, parecía ser la única posibilidad para la escritora principiante, un género menor que cabalgaba los movimientos literarios de entonces y generaba rápidas ventas e interesantes ganancias; y porque cuando ella decide realmente dedicarse a una búsqueda seria de su expresión, toma el realismo – género literario iniciado a finales de los 1860s – como concepto, ese naturalismo como base a un relato que suponía su historia y la de sus hermanas, un paso determinante en su maduración, tanto de escritora como mujer. La enésima adaptación del clásico literario americano publicado en 1868 y escrito por Louisa May Alcott es, a mi parecer, como la misma novela: una metalectura sobre el devenir literario universal, el paso de generaciones y conceptos de cómo contar una historia. La misma Greta Gerwig, guionista y directora del film, toma muy en cuenta esto, elaborando la narrativa sin caer en el artificio vulgar y maquineo de los personajes – folletín-. Decide que el relato será, aunque coral, introspectivo y sobre el desarrollo de personajes. Coming of age, historia de maduración, de sostificación del caracter. La niña que solo quería un buen matrimonio pasa a entender en mayor profundidad lo que esto es y, por supuesto, Jo y su revolución liberadora, pequeña y personal, pero de alcance universal. La ruptura con lo establecido, la posibilidad de algo más, propone un juego tanto dentro de la literatura que la ficticia Jo compone y madura, como la creada por la misma directora. Solaz al que sigue apostando cuando la versión lineal da paso a un ir y venir en el tiempo, porque el relato es un recuerdo, en el maduro estado de una autora que ha trascendido. Eso claro, para nosotros, es el verdadero galardón de esta puesta, más allá de un elenco que parece haber entendido el concepto y adoptar el naturalismo como expresión última de sus personajes. Es esta Mujercitas, una muestra cabal de su generación, de la búsqueda actual que proponen los movimientos feministas, de los diferentes conceptos que contiene; como la conservadora Meg March puede madurar su concepto de mujer sin abandonar su sueño de casarse y formar una familia, de cómo Amy March descifra el negocio del mismo, y lo asume desde la madurez de entender los riesgos. Será para Beth (Eliza Scanlen) la historia más romántica de todas, entendida desde el concepto literario, que armonizará el total de la propuesta, la heroína trágica y nudo aglutinador de un final que versa sobre la muerte de la infancia. Entretenida y enternecedora, lo es, pero también un lúdico homenaje al escritor y su maduración, al paso del tiempo y madurez desde lo espiritual, desde la forma de entender y asumir la vida, de cómo expresarla.
Mujercitas es uno de esos clásicos de la literatura que cada tanto vuelve al cine, como los Tres Mosqueteros de Dumas, con el objetivo de acercar estos personajes a una nueva generación de espectadores. Con las vivencias de la familia March, inspirada en las experiencias personales de la autora Louise May Alcott, se hizo de todo hasta una recordada serie de animación japonesa en los años ´80. La mayor virtud de esta nueva versión, además de ser una película impecable en todos los rubros técnicos, se centra en la habilidad de la directora Greta Gerwig para tomar una novela que tiene 150 años e intentar hacerla relevante para el público de la actualidad. Como era de esperarse en esta oportunidad se expandió la retórica feminista, que ya tenía la obra original, con un mayor foco en el personaje de Jo March, la chica que deseaba haber nacido hombre y buscaba convertirse en una autora profesional. En este película Jo tiene el upgrade de empoderamiento que demanda la cultura de estos días con la idea de retratarla como una heroína que no perdió vigencia. Pese a todo, como adaptación de la novela original, el casting seleccionado y representación de los personajes, la obra de Gerwig pierde por paliza con la versión de 1994 dirigida por Gillian Armstrong. Esto se puede resumir con un ejemplo muy sencillo. Winona Ryder en la versión del ´94 era la encarnación viviente de Jo. Saoirse Ronan en el mismo rol es una actriz profesional que brinda una buena interpretación. Uno recuerda lo que hizo Christian Bale con el rol de Laurie en la película de Anderson y después lo ves en ese papel al sobrevaluado Timothy Chalamet y cuesta muchísimo comprar los elogios exagerados de la crítica. Lo mismo ocurre con el resto del elenco, donde Florence Pugh tiene sus buenos momentos en la versión adulta de Amy pero pierde toda credibilidad cuando la interpreta a los 12 años. Otra cuestión que trabajó mejor el film de 1994 al desarrollar el personaje con dos actrices; Kirsten Dunst en la pre-adolescencia y Samanta Mathis en la madurez. Dentro del nuevo elenco una Emma Watson completamente desdibujada nunca encuentra un espacio para destacarse y Laura Dern como la matriarca de los March resulta olvidable. Meryl Streep en uno de sus roles sobreactuados tiene el mismo destino. Por consiguiente, este ensamble de artistas nunca llega a transmitir de un modo genuino la idea que conforman una familia unida, un elemento clave de esta propuesta. Otra debilidad notable es la elección de la directora por desarrollar la historia a través de una narración no lineal que salta permanentemente en el tiempo. Un concepto que destruyó el desarrollo orgánico de los personajes y genera que las situaciones trágicas o emotivas queden relegadas a viñetas anecdóticas. De ese modo, el momento más dramático de la familia March no tiene el impacto emocional esperado porque la narración enseguida salta a otra situación en un tiempo diferente. Entre las cuestiones positivas, para no matar la película, se puede resaltar sus méritos en los aspectos visuales y la reconstrucción del período histórico que es impecable. Hay muy buenos detalles como el hecho que cada personaje aparece permanente vestido con un color que retrata su personalidad y es una idea que está muy bien lograda. En la parte técnica no se le puede objetar nada y cuenta además con la música de Alexander Desplat que nunca pasa desapercibida. Ahora como tratamiento de la obra de Alcott carece de la espontaneidad que tuvieron las versiones previas, pese a su cuidada puesta en escena.
Una de esas películas de las cuales te enamoras. Una de esas películas que no querés que termine nunca. Eso es Mujercitas. Por más que conozcamos la historia y por más que hayamos visto otras adaptaciones, la frescura que se consigue aquí es una joya que brilla mucho. Lo que hace Greta Gerwig es impresionante en todo sentido y es una injusticia el ninguneo por parte de la Academia. Su mayor logro es darle total relevancia y frescura a una historia que puede llegar a quedar vieja. No sólo le pone perspectiva de género y marca una realidad muy actual con ciertas ironías y monólogos, sino que también revitaliza personajes muy fuertes para las nuevas generaciones. La dirección actoral es para aplaudir. Quedás maravillado por la dinámica entre las actrices y en todo momento creés que son hermanas reales. Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen y Laura Dern hacen magia como la familia March. Estará en la sensibilidad y conexión de cada espectador qué personaje conecta más con uno mismo. O sea, a quién se prefiere dado que la historia te divide en dos tipos de empatías. Jo March (Ronan) por un lado y Amy March (Pugh) por otro. Aunque obvio podés amar a ambas. Lo mismo sucede con Meg March (Watson). Es el triángulo entre las dos primeras y Laurie (Timotheé Chalamet) es lo que atraviesa la historia y, sin embargo, no es lo más importante. Lo que prima siempre es la relación entre todas ellas y las explosiones de los diferentes vínculos. Teniendo en cuenta esto, hay algo muy piola que hizo Gerwig que fue alterar la linealidad de la historia y narrar en dos líneas de tiempo bien marcadas con un ida y vuelta a cada rato. La versión de 1995 dirigida por Gillian Armstrog y protagonizada por Winona Ryder tenía algo de esto, pero no del mismo modo. Ese film fue bueno en su momento pero si comparamos no le hace sombra. Aquí hay una merecidísima nominación a Mejor Película y aire de nuevo clásico moderno. La película es excelente en todo sentido. Traten de verla en el cine.
He tenido muchos problemas, así que escribo cuentos alegres”- Louisa May Alcott Con esa frase empieza la proyección de “Mujercitas” (Little women, 2019). Esta nueva adaptación es película de drama y romance, escrita y dirigida por Greta Gerwig (Lady Bird). Basada en ,el ya clásico, de la novela homónima de Louisa May Alcott. Protagonizada por Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson, Eliza Scanlen , Laura Dern, Timothée Chalamet, James Norton y Meryl Streep, entre otros. La cinta se centra en un ida y vuelta de pasado y presente, superponiendo el relato entre el invierno de 1861 en Concord, Massachusetts y el presente en el otoño de 1868, como espectador iremos conociendo a la familia March, pero de futuro a presente. Compuesta por Marmee (Laura Dern) y sus hijas Josephine/Jo (Saoirse Ronan), Amy (Florence Pugh), Meg (Emma Watson) y Beth (Eliza Scanlen), aparte de la adinerada y soltera tía March (Meryl Streep). Con su padre en la guerra, las chicas deberán abrirse paso ante una sociedad que no da lugar a lo que una mujer piense o quiera para su futuro. Siendo la séptima adaptación, sin dudas es la mejor. ¿Por qué? La respuesta es fácil, tenemos a Greta Gerwig y nada puede salir mal. Es increíble cómo la directora supo aplicar su toque sin faltarle el respeto a la historia, absolutamente nada queda demás ni fuera de lugar. La marca registrada que nos ubica muy fácilmente en pasado y presente, hace que el espectador se ubique rápidamente dentro de la historia sin necesidad de marearlo ni confundirlo. Gerwig ya había trabajado con Saoirse Ronan y Timothée Chalamet en Lady Bird (2017),así que no es sorpresa la química de la dupla de oro. Saoirse Ronan demuestra una vez más que es más que un nombre difícil de pronunciar y nos regala una versión de Jo March lo más genuina y querible posible, sin exagerar ,estamos ante una de los mejores papeles de la actriz. Ahora, si vamos a hablar de la actriz del momento tenemos que decir que Florence Pugh se lleva todos los aplausos. El dinamismo, sarcasmo y simpatía que le aplica a Amy, es para mirarla mil veces. Los momentos más divertidos de la película los protagoniza Pugh, aunque Amy cumple la función de ser la hermana egoísta y envidiosa, en este caso, no lo es tanto y sabe estar a la altura de la circunstancia. Con seis nominaciones al Oscar, “Mujercitas” es una adaptación que no creía necesaria hasta que arrancó la proyección. Rebalsa de valores y sensibilidad sin empalagar al público y nos demuestra ,una vez más, el talento de Greta Gerwig. Calificación 9.5/10
La icónica novela de Louise Mary Alcott tiene a la fecha innumerables transposiciones hechas para el cine y para la televisión. Desde George Cukor en 1933 hasta la recordada versión melodramática de 1994 dirigida por Gillian Armstrong, hoy nos volvemos a encontrar con que el texto original que no deja de ser literatura tradicional (con intereses sobre lo femenino y sobre la función social de la mujer) aún hoy parece convocar a la relectura en pos de hallar un abordaje nuevo, o al menos de hacer el intento. Hoy las lectoras de Mujercitas son posiblemente solo mujeres de mediana edad que en su juventud han alcanzado este texto en una biblioteca de la colección Billiken o similares. Pero una joven veinteañera de hoy difícilmente encuentre en su haber literario la lectura de este texto, por lo tanto la pregunta es como pensaba Greta Gerwing llegar a ambas a la vez, si era esa como imagino, su meta final. Esta versión está lejos de los tintes telenovelescos, por lo que se narra de manera liviana, más emparentada con la comedia que con el territorio de lo dramático en cuanto a género se refiere, abriéndose camino muy lejos del melodrama. Lo que le da fluidez y movimientos ágiles en lo narrativo, pero también una notoria blandura y poco espesor en general. Esta historia de la vida de cuatro hermanas allá por 1860 y tanto en un pueblo de Estados Unidos (siempre más pacato que Europa al menos para lo que el relato propone) Jo, Amy, Beth y Meg viven con su madre mientras su padre está en la Guerra de Secesión. Ahí se crían y crecen y vemos sus avatares a la hora de transformarse en lo que describe el título: Mujercitas. Más de la primera mitad del filme evoca esos ires y venires de algunas adaptaciones que se han hecho de comedias Shakespearianas o de algunos textos de Jane Austen que discurrían ligeros pero son un subtexto fino como mar de fondo. Acá, en la primera parte del filme, el subtexto no está presente, por lo que el devenir de los sucesos es bastante disperso y poco atractivo, todo está puesto afuera como si viéramos un bonito cartón pintado. Solo el proceso de “transformación” más nítida de los personajes, que se da en la segunda mitad del filme, podrá poner en la mesa otras cartas que Greta Gerwig estaba guardando bajo la manga. Intuyo que el primer riesgo que hace peligrar la solidez de la nueva propuesta de Mujercitas, es que el leit motiv moral de los personajes está escrito con “el diario del lunes”. Y eso se hace a veces demasiado notorio generando un desbalance entre algunos personajes más hechos a “la antigua” y otros con pensamientos extrañamente actualizados. Mujercitas es un relato que trata de volver a reflexionar sobre los estereotipos y categorías sociales que circundan el rol de la mujer en la sociedad de esa época, pero como ya enuncié no evita para nada la mirada actualizada desde del “aquí y ahora del género” contrastando con ese pasado algo remoto. La reiterada preocupación sobre la categoría de la mujer es la clave, ya que el filme es un coming of age de cuatro hermanas que van de la infancia hacia la juventud, aquella etapa de la vida que las hace dejar de ser niñas y estar – ante todo – en el mercado social del matrimonio. Las proyecciones de futuro se presentan como casada en buenas nupcias o solterona para siempre. Y es en este status de “solterona” agria pero astuta que la Tía March (Meryl Streep) se ocupa de poner en escena, donde baja línea con soltura y eficiencia en su rol de tía rica y sin marido acerca de lo que debe hacer o no una mujer para considerarse exitosa en ese contexto social y burgués. Una clara apuesta de March es “casarse bien”, con un hombre adinerado que tenga todas las condiciones materiales dadas para una vida de holgura y comodidades. Muchos hoy se reirán pensando que eso es vetusto y desactualizado, pero, deberían anoticiarse que desgraciadamente sigue siendo un parámetro de “felicidad asegurada” para muchos y muchas que eligen el pacto social y económico por sobre la idea riesgosa que es el amor. Por supuesto el tono y literalidad de los textos no son de nuestra coyuntura, pero los trasfondos siguen teniendo su vigencia solo que camuflados en otros escenarios más modernos. ¿Qué separa o aleja al filme de esa única pregunta sobre la identidad femenina? La idea de que Jo, la joven hermana con dotes de escritora se pregunte sobre si misma más allá de la definición de sujeto como “esposa de” quien sea. Este personaje también intenta de alguna manera preguntarse sobre el trazado que hay entre la idea de amor y matrimonio, ¿acaso son la misma cosa? La respuesta no llega explícita pero queda flotando en el aire. Cada hermana encarna una suerte de estereotipo social: la quiere ser madre y esposa de un simple trabajador, Meg la esposa humilde y abnegada; la que quiere ser parte de la burguesía y toma el amor abandonado por su hermana, esta es Amy la aburguesada; Jo que se rebela con los patrones y da vueltas buscando su lugar en el mundo y Beth que como un ángel pasa por la vida y se va, es pura ausencia. Jo, la protagonista que puja por un deseo contradictorio (amar a un hombre y cumplir el mandato matrimonial o amar su vocación y cumplir su propio deseo) y eso es lo que va a darle mayor movimiento al final de la historia. Los puntos más jugosos del personaje pasan por su identidad como escritora y por ende por su potencial como narradora, por lo tanto como fantaseadora de la vida no vivida. Jo, que comienza el filme escribiendo historias de guerra para un diario local, imitando los temas y la escritura de los varones, al final del filme se arriesga a narrar esas pequeñas historias femeninas y cotidianas que la constituyen, las de la vida doméstica de esas cuatro mujercitas. Y allí no encuentra el ideal de una felicidad perfecta, pero se encuentra a sí misma. El final juega con ambos planos de un mismo relato, la narración idílica de la novela dentro del filme y la narración de la vida “ficcionalmente real” de Jo en la película. Sin duda el final es lo más disfrutable de la propuesta. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Seguir adelante a pesar de las dificultades “Mujercitas” (Little women, 2019) es una película coming of age de drama y romance dirigida y escrita por Greta Gerwig (Lady Bird). Basada en la novela homónima de Louisa May Alcott, la cinta constituye la séptima adaptación cinematográfica de esta historia. Protagonizada por Saoirse Ronan, el reparto se completa con Florence Pugh, Emma Watson, Eliza Scanlen (Sharp objects), Laura Dern, Timothée Chalamet, James Norton, Louis Garrel, Meryl Streep, Chris Cooper, Tracy Letts, Bob Odenkirk, Dash Barber, entre otros. El filme cuenta con seis nominaciones a los próximos premios Óscar, entre ellas “Mejor Película”, “Mejor Actriz” (Ronan) y “Mejor Guión Adaptado”. A través de escenas que se entremezclan entre el pasado invierno de 1861 en Concord, Massachusetts y el presente en el otoño de 1868, como espectador iremos conociendo a la familia March, la cual está compuesta por la madre Marmee (Laura Dern) y sus hijas Josephine (Saoirse Ronan), Amy (Florence Pugh), Meg (Emma Watson) y Beth (Eliza Scanlen), aparte de la seria tía March (Meryl Streep). Con su padre en la guerra civil, y sin contar con una buena posición económica, las jóvenes de grandes sueños (todos distintos entre sí) se irán abriendo al mundo a pesar de las inexistentes posibilidades laborales que tenía una mujer en ese entonces. Muy pocas películas logran mantenernos absortos desde que empiezan hasta que acaban, haciéndonos pasar por casi todas las emociones a medida que avanza el metraje gracias a un guión donde se nota el gran amor y respeto que la directora tiene con respecto a cada personaje de una novela que desde siempre adoró. Esto pasa con “Mujercitas”, filme al que uno puede cuestionar sin haberlo visto expresando “¿Era necesaria otra versión?” pero que ni bien arranca no quedan dudas: cada generación debería contar con una adaptación al cine llena de valores como lo que aquí transmite Greta Gerwig. Con una estructura narrativa no lineal muy fácil de seguir gracias al trabajo de fotografía (las escenas del presente no tienen la viva luminosidad del pasado), la película es un canto a la importancia de la unión familiar, la hermandad (con sus caprichos, celos y peleas incluidos), el fin de la infancia, la ambición (en el buen sentido), el desaliento ante una sociedad que no da las mismas oportunidades a un hombre que a una mujer, el amor no correspondido y, por sobre todo, al arte como pasión y forma de ganarse la vida por más complicado que sea. A través de un dinamismo sin igual, Gerwig se atiene a las situaciones que plantea la novela pero consigue darle su propia impronta, creando así una obra que por fin sirve como buena representación de lo que es el feminismo. Junto a la maravillosa música del reconocido compositor francés Alexandre Desplat y un diseño de vestuario muy acorde a la época, el reparto resulta de ensueño. Ya habiendo trabajado con Saoirse Ronan y Timothée Chalamet en Lady Bird (2017), Gerwig sabe que está ante los mejores actores jóvenes de Hollywood por lo que aquí los vuelve a dirigir fenomenalmente. Con una química que traspasa la pantalla, la dupla nos va a hacer reír como emocionar en partes iguales. Saoirse Ronan sorprende no solo por la expresividad a la que nos tiene acostumbrados en cada papel que realiza, sino porque también construye a una Jo March tan compleja como genuina. Inteligente, de carácter fuerte y determinada en no querer contraer matrimonio ya que sostiene firmemente que la mujer no vino al mundo con el único objetivo de amar, es imposible no empatizar con la perspicaz Jo, una joven que se permite a sí misma sentir, valorando muchísimo su libertad como para renunciar a ella. Por otro lado, la australiana Eliza Scanlen como la tímida Beth brilla en esta nueva adaptación gracias a que, a pesar de contar con menor tiempo en pantalla, tiene las escenas suficientes para que la empatía se produzca naturalmente. El lazo entre Beth y Jo, así como la relación de padre e hija que se genera entre el vecino Laurence (Chris Cooper) y la adolescente están tan bien confeccionados que nos reafirman, luego de ser una revelación en la serie Sharp Objects, que Scanlen tiene un largo camino como actriz. Laura Dern como la amorosa madre Marmee es un mimo al alma; Emma Watson como Meg demuestra que querer casarse y tener hijos es tan válido como decidir estar sola. Meryl Streep en el rol de la tía March se encarga de hacer caer a las hermanas en la realidad de la época: casarse con alguien de la alta sociedad es primordial para obtener un buen futuro. No obstante, la que más sorprende es Florence Pugh haciendo de Amy, personaje que en las versiones anteriores no había tenido un buen traspaso de las hojas de la novela al cine. En esta oportunidad, Greta Gerwig dota a Amy de impulsividad, arrepentimiento, frustración al no ser reconocida por sus pinturas, tristeza y decepción plena al sentirse siempre a la sombra de su hermana mayor. Con una sensibilidad preciosa impregnada en cada fotograma, “Mujercitas” cuenta con unos valores tan bien retratados que se alza como una película ideal para ser revisitada una y otra vez. Un clásico que nunca va a pasar de moda.
“Mujercitas” sigue la vida de las hermanas March, Meg, Jo, Beth y Amy en la década de 1860 en Estados unidos durante la época de la Guerra Civil. Esta adaptación se centra más en la vida adulta de las hermanas, después de que Meg, Jo y Amy abandonan su hogar familiar. La película es excelente. A pesar de durar más de dos horas se pasa volando. Me podría haber quedado cinco horas más viéndola y no me hubiese aburrido. La fotografía, el vestuario y la música están combinadas de una manera increíble. La directora Greta Gerwig decidió mezclar la vida de Jo March con la vida de la autora de la novela, Louisa May Alcott. Esto me pareció una buena idea ya que como muchos sabemos la vida de las hermanas March está basada en la vida de las hermanas Alcott. La misma Gerwig escribió el libreto de “Mujercitas”. Se nota que hizo un trabajo de investigación muy exhaustivo. También le agregó un tono humorístico a la complicada vida de los March. A diferencia de la novela, la directora eligió que haya muchos saltos temporales. Esto puede hacer que ciertas personas se pierdan, especialmente si no leyeron la novela. Igualmente esto no es algo grave ya que después de unos minutos es más fácil identificar en qué espacio temporal están los personajes. Personalmente me gustó mucho el personaje de Theodore Laurence, “Laurie”. Le agrega un toque masculino a la historia. Quiero destacar las actuaciones de Saoirse Ronan, Timothée Chalamet, Florence Pugh, Laura Dern y Meryl Streep. Interpretan a sus personajes a la perfección. No podrían haber elegido a un cast mejor que este. El film transmite muchas emociones al espectador y nos hace recordar esa amada novela que fue y seguirá siendo parte de la infancia de muchos a lo largo y ancho del mundo. La adaptación está nominada a seis premios Oscar en las categorías mejor actriz, mejor película, mejor actriz de reparto, mejor banda sonora, mejor guión adaptado y mejor diseño de vestuario. Mujercitas es una excelente película para ver en familia y rememorar una de las grandes novelas de nuestra infancia, la cual ha sobrevivido a todas las distintas generaciones desde su publicación en 1868.
Greta Gerwig otra vez con Saoirse Ronan como en Lady Bird, hace una valiosa, inteligente, actualizada y llena de sentimiento, adaptación del texto clásico de Luisa May Alcott, estableciendo aun más el paralelo entre el rol principal y la propia escritora de avanzada para su tiempo. Gerwig altera los tiempos tradicionales de otras versiones, le insufla vida, brío y verdad a lo que les ocurre a las cuatro hermanas y su madre, mientras su padre está en la guerra civil. Y hace de sus heroínas en el siglo XIX una proyección de mujeres que sueñan, viven y se rebelan aunque con una realidad que las destina a un casamiento por dinero, a un acomodarse a las reglas impuestas. Jo será la rebelde, la que lleva sus deseos adelante, la que sufre por el tiempo que le toco vivir, interpretada con todo su talento por Ronan. Las demás actrices, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen y Laura Dern se lucen en esta familia de mujeres sororas y únicas, que sacan fuerza de cualquier reserva, que tienen estallidos y alegrías y se ven más vitales que nunca. Con una inteligente manera de solucionar los pasos de tiempo, con una fotografía de inspiración pictórica, bien ambientada, y un ritmo enérgico, el film entretiene y seduce. También está perfecto en su rol Timothée Chalamet y Meryl Strep necesita poco tiempo para demostrar sus recursos. No se entiende porque los miembros de la Academia de Hollywood no nominaron a Gerwig como mejor directora, un verdadero pecado.
Con mentes y almas La historia de las hermanas March las encuentra, en un principio, como mujeres que acaban de entrar en la adultez o están en camino a hacerlo. Jo (Saoirse Ronan) intenta ganarse la vida en Nueva York escribiendo cuentos sensacionalistas; Meg (Emma Watson) se esfuerza en mantener su decisión de casarse por amor con un hombre de pocos recursos; y Amy (Florence Pugh) refina su talento como artista en París, mientras la corteja un joven rico que sería un marido apropiado para garantizar el bienestar de su familia. Solo Beth (Eliza Scanlen) permanece a la fuerza en el hogar donde se criaron de niñas, porque las secuelas de una enfermedad la han dejado debilitada. Dividiendo la narración en dos líneas temporales que corren paralelas, Greta Gerwing va construyendo a sus personajes con flashbacks que bien podrían ser capítulos del libro que escribe Jo, basado en sus propias experiencias de niña. Hay allí algunos indicios para sospechar que las cosas pudieron no haber sucedido exactamente como se nos muestran, sino que podría tratarse de una versión escrita dentro de la misma ficción, editada por una protagonista y narradora que parece tomar más explícitamente que otras veces algunos rasgos de la Alcott real. Aunque hay una narradora principal, la historia de Mujercitas hace malabares con varios personajes que desarrolla de forma relativamente pareja. Cada una de las hermanas habla con su historia de algún tema en particular, o plantea diferentes posturas frente a un mismo problema central a todas ellas, como por ejemplo las dificultades de encontrar el propio sustento en un mundo que no les deja muchas opciones viables solo por su género. El trabajo actoral es muy importante para sostener una estructura narrativa clásica, sin un gran conflicto ni antagonista, dejando poco margen para la sorpresa, salvo cuando rompe brevemente los límites entre ficción y realidad para convertir a Mujercitas en una historia dentro de otra. En ese sentido, el foco está mayormente puesto en el trabajo de Ronan (Lady Bird, Brooklyn) y Pugh (Luchando con mi familia, Midsommar). El resto del elenco no siempre tiene oportunidad de brillar, pero hasta en las pequeñas participaciones están siempre -como mínimo- correctos en sus roles, resultando fundamentales apuntalando al grupo principal para que puedan hacer su parte. } Tal piso de corrección es, al mismo tiempo, el techo que alcanzan la mayor parte del tiempo. Descontando que todas las “niñas” requieren de una suspensión de la incredulidadbastante benevolente para hacer de cuenta que tienen una década menos de lo que dicen tener, pocas veces alguien se roba una escena o emociona solo con su interpretación, dejando todo en una secuencia de escenas sucesivas con poco crecimiento. La propuesta visual es naturalista y a la vez cálida, despojada de la crudeza que debieron tener los tiempos de la guerra civil incluso en territorios alejados del frente. Aunque se hace alusión frecuente a la pobreza o el hambre, pocas veces sucede de forma realmente explícita y siempre fuera del hogar de la familia March. Para ellas, la falta de dinero tiene más que ver con la pérdida de status que con la carencia real de recursos básicos que ponga en peligro su subsistencia. Este manejo de la imagen y de la propuesta general colabora para que -a primera vista- todo pueda parecer un simple melodrama de época como tantos otros, donde varios personajes femeninos se desviven por encontrar un marido, sea por amor, dinero o costumbre. La sutileza de Gerwing en su visión de Mujercitas está justamente en lograr actualizar algunas de las ideas feministas de Alcott (reconocida abolicionista y sufragista en su tiempo), haciéndolas viables 150 años más tarde sin romper del todo con el texto original o volverlas demasiado anacrónicas. No es para nada una tarea sencilla. Si bien el resultado final del producto puede ser bastante tibio, tampoco alcanza para ser considerado fallido: cumple con entregar una historia con momentos emotivos y bastante humor, incorporando además algunas críticas sociales.
Mujercitas de Greta Gerwig está destinada a ser un clásico inmediato. En esta peli todo funciona, desde su reconocido elenco hasta su puesta en escena. Un film que no le dan ganas al espectador de levantarse de su butaca. Mujercitas o Little Women es una historia americana que ya lleva más de 150 años siendo parte de las novelas más preponderantes de la literatura mundial. Una de las razones de que ésta sea un éxito son los temas que trata el libro y que va más allá de lo que tenga que ver con la guerra civil estadounidense. La búsqueda de la identidad, los sueños, las aspiraciones y las relaciones de un grupo de mujeres que tienen que hacerse grandes de golpe atravesando situaciones poco propias de su edad, son los detalles que hacen que la novela haya sido un clásico desde su primera publicación hasta la actualidad. Claro que tal fue el éxito que su adaptación al cine fue algo que se tenía que dar más temprano que tarde y es por eso que Mujercitas ya tiene cuatro adaptaciones, contando ésta, en la gran pantalla (1933, 1949, 1994, 2019) y dos adaptaciones en formato serie (1978, 2017). Todas tienen en común algo y lejos tiene que ver con respecto a su calidad, algunas peores otras mejores, y es que siempre han servido de motivación para que diferentes generaciones de mujeres pudieran verse reflejadas en las pantallas, luego de haber leído la novela. Ahora, 26 años después de la última adaptación del libro le llegó la hora a Greta Gerwig (Lady Bird, 2017) la oportunidad para brindarle al mundo su visión de Mujercitas y es gracias a ella que una nueva generación de mujeres tendrá en la gran pantalla una versión más fresca y novedosa de la ya clásica novela con las actrices del momento e imprimiendo su estilo propio. En ésta película, que tiene como contexto político histórico la guerra civil norteamericana, la trama se centra en las hermanas March: Jo (Saoirse Ronan), Meg (Emma Watson), Amy (Florence Pugh) y Beth (Eliza Scanlen). Todas y cada una de ellas son diferentes entre sí en cuanto a lo que a aspiraciones se refiere y es por eso que la historia gira en torno a los planes que van pensando con respecto a su futuro. En un ida y vuelta constante entre presente y pasado se podrá ver, más generalmente desde el punto de vista de Jo, cómo su familia fue creciendo a través del tiempo y cómo cada una de las hermanas fue haciendo su propio camino. Mujercitas es una de esas historias en las que muchas veces se ha predominado por profundizar el qué por ante el cómo (sin quitarle ningún tipo de mérito a la historia). Pero ésta nueva versión escrita y dirigida por Greta Gerwig logra elevar muchísimo más que otras versiones de la misma novela por el estilo tan particular de su directora. Como primer gran acierto, la película utiliza constantemente el recurso de los flashbacks utilizando a las mismas actrices en ambas líneas temporales utilizando a un 100% la calidad de cada una de sus actrices protagonistas. Partiendo desde allí y sumado a este recurso narrativo, que al principio se lo nota algo engorroso y prematuro, una utilización de la fotografía que aclimata cada uno de los espacios temporales con una paleta de colores diferentes como para despejar cualquier duda que pueda llegar a darse con respecto a en qué momento está pasando cada situación. Estos elementos puramente artísticos hacen que la película sea un disfrute completo desde que empieza hasta que termina e incluso le dan ganas al espectador de saber qué más pasó, que haya más para contar y para mostrar y eso es enormemente valorable. Sumados a la maravillosa fotografía que tiene la película, otro de los aspectos artísticos que sobresalen es el de la banda sonora compuesta en su totalidad por Alexandre Desplat de forma exclusiva para ésta cinta y que viene a ser la frutilla del postre para este maravilloso relato que termina siendo hermoso de ver y de escuchar a tal punto que uno puede sentir perfectamente lo que la película ofrece. Si bien el género de la cinta está considerada como dramática, Gerwig se encarga de imprimir un sentido del humor muy característico de ella, que ya supo transmitir en Lady Bird y que lo hace de igual manera cuando se encarga de actuar. Esa conjunción de géneros y los momentos en donde cada uno toma una preponderancia en el guion están perfectamente ejecutados, no hay ningún momento en que los discursos de los personajes se vean contradictorios entre sí y mucho menos fuera de lugar. De hecho la película logra pasar por todas las emociones posibles y ninguno de esos segmentos son forzados y todos tienen su sustento en el guion. Otra cosa que funciona a la perfección es el discurso que tiene la película para con el espectador, sin ningún tipo de vueltas y yendo al hueso directamente la directora toma la premisa original de la novela y la profundiza de una manera directa pero sutil sin caer en golpes bajos o en una bajada de línea que poco tenga que ver con la trama de la película, es más hace todo lo contrario porque para aquellos que no quieran “captar” el mensaje desde el primer momento el guion está compuesto para que ese discurso termine llegando de igual manera. Siguiendo con la cadena interminable de aciertos de Gerwig para con la película, la elección de las actrices y actores que tienen lugar en la cinta parecería no poder haber sido mejor. Dentro de las cuatro actrices protagonistas -Ronan, Watson, Pugh y Scanlen- es muy difícil determinar cuál fue la que estuvo mejor porque todas realizan una soberbia interpretación de sus personajes, cumpliendo sus respectivos roles y aprovechando cada uno de los minutos que están en pantalla. Tan bien están todas que sus actuaciones parecieran complementarse cuando interactúan juntas y allí se ve la mejor versión de cada una. Pero completando el elenco hay intérpretes de un nombre demasiado rutilante como para ser totalmente complementarios y todos logran adaptarse de la mejor manera; Laura Dern, Timothée Chalamet, Meryl Streep y Bob Odenkirk son los nombres que en cualquier otra producción hubiesen estado a la cabeza del poster o marquesina, pero que con buen tino supieron adaptarse y otorgarle el protagonismo necesario a las ya mencionadas actrices. La nueva versión de Mujercitas tiene todos los condimentos necesarios como para convertirse en un clásico inmediato. Su directora supo de manera exacta y precisa los elementos que retocar como para que la historia clásica tuviera una renovación que no le jugara en contra y logre convertirse en, por ahora, la mejor adaptación del clásico literario. Un guion sin fisuras, un despliegue artístico de gran desenvolvimiento y un elenco de actrices que funcionan en todo momento le dan a Mujercitas el salto necesario como para pelear de lleno en los ya inminentes premios de la Academia.
Clásica y moderna Una de las cuestiones compartidas con los lectores de Cinergia en el artículo de Walter Pulero, además de la temática de la película, es si los hombres verían (o, en un caso hipotético) leerían, eventualmente, un libro como Mujercitas; y es interesante tomar el guante y partir de dicho planteo para hablar de esta nueva adaptación. Por suerte por la época casi cercana al pleistoceno en que, por poner un ejemplo, saludarse con un beso entre hombres era considerado lo menos poco hombre que podía existir, y cualquier cercanía con cualquier aspecto de lo femenino era motivo de burla, realmente yo me preocupaba por ello bastante poco y, ávido lector como era, arrasaba con cualquier libro que hubiera en la biblioteca familiar, la colegial, o la de mi hermana, sin pensar en esas nimiedades dignas de lo más básico del ser humano que me hubieran impedido, además disfrutar grandes jornadas y larguísimos veranos de lectura. Así que pasaba de Salgari a Poe a Dickens a Asimov a García Márquez a L. M. Alcott sin ningún tipo de pudor intelectualoide o temor a ser juzgado duramente por el amplio interés respecto de las obras literarias. Un poco de eso me permite hoy en día poder ver con buenos ojos todo tipo de géneros respecto de producciones audiovisuales y encontrar en cada una de ellas elementos e ideas que se rescatan. Es con esos ojos (y con la memoria de la muy buena versión de 1994, cuyo recuerdo más fuerte es, al menos para mí, Winona Ryder en el papel de Jo) que me acerqué a ver Mujercitas (2019) de Greta Gerwig. Si bien es muy difícil arruinar una historia como la que el libro original cuenta, y si tuviera que pensar en una analogía proveniente de otras actividades menos elevadas, podría decir que hacerlo sería como chocar una Ferrari, claro que eso podría suceder; y sería una posibilidad si la directora no fuera Gerwig, que pone magia en todo lo que toca. Desde el elenco excelentemente elegido: pocas actrices pueden hacer cualquier papel, y no creo que hubiera sido posible una mejor tía March que Meryl Streep. Laura Dern es, tal vez, el papel menos logrado, o llamativo, de los femeninos, pero bueno, te bancamos Laura, por estos buenos tiempos, y por Jurassic Park. Las comparaciones nunca son buenas pero la novela adaptada varias veces a la pantalla grande, en propuestas y épocas diferentes, tuvo protagonistas de excelencia. Tomen nota porque les voy a nombrar actrices increíbles y se les va a caer la mandíbula: Además de la versión muda de 1917, contamos con la entrega de 1933 en que Katharine Hepburn cumple con el papel de Jo y Joan Bennett (en su última etapa como actriz compartió créditos con Humprey Bogart y Peter Ustinov en la comedia de Michael Curtiz No somos ángeles (1955), y muchas décadas después intervino en Suspiria de Darío Argento) como Amy; en 1949 Janet Leigh (Psicosis) es Meg, Elizabeth Taylor (entiendo que no necesita presentación), Amy, y Peter Lawford (Ocean’s Eleven, uno de los fieles miembros del famoso Rat Pack) participa en el rol de Laurie. Como mencioné arriba, en 1994 una nueva entrega permitió ver a Ryder, en esta ocasión junto a Gabriel Byrne, Kirsten Dunst, Susan Sarandon, Claire Danes, Christian Bale y finalmente a Eric “ex Marty McFly” Stoltz. Es posible ver cómo cada nueva adaptación contaba con la base de “elencazos”para contar la historia de las cuatro hermanas March. Hay extremo cuidado en la selección de la música, del vestuario, la ambientación y el elenco de este nuevo encuentro con las mujercitas versión 2019. Por ello debe ser que cuenta con seis nominaciones: Mejor película, Mejor actriz para Saoirse Ronan, Mejor actriz secundaria para Florence Pugh, Mejor banda sonora para Alexander Desplat, Mejor guion adaptado para Greta Gerwig y Mejor diseño de vestuario para Jacqueline Duran. Timothee Chalamet repite bajo la dirección de Gerwig, tal como Ronan hizo junto a él en Lady Bird, y es evidente la química entre ellos. Suele pasar que uno lamente, sobre todo como espectador, que algunas películas justo encuentren en competencia otros títulos excelentes y de muy buena factura, como los que estarán enfrentados en la competencia por los premios Oscars a la película que nos trae aquí hoy. Pero en fin, no se puede todo, y supongo (o me gusta creer) que ganará el mejor, o el que lo merezca, y no el viejo y conocido lobby.
Mujercitas es una de las novelas más populares de la literatura universal. Desde su publicación en 1868 ha sido un libro fundamental para generaciones y generaciones de lectores en todo el mundo. A pesar de ser una novela revolucionaria en su mirada sobre los personajes femeninos, con los años fue encasillada como una lectura para niñas y adolescentes, tratando de imponerle justamente lo contrario a lo que propone. Mientras que Louisa May Alcott cambia la representación de la mujer en la literatura juvenil, la literatura juvenil responde diciendo que es una novela para mujeres y punto. Un número incalculable de jóvenes se criaron soñando con estos personajes que se convirtieron en un modelo de conducta. La respuesta a cuales fueron las consecuencias de la novela en la cultura se puede percibir claramente en la primera adaptación sonora que el cine hizo. Mujercitas (1933) de George Cukor tuvo en el papel de Jo nada menos que a Katharine Hepburn. La actriz comenzaba en ese momento su extensa carrera que quedaría para siempre asociada con mujeres del estilo que escribió Alcott. Hepburn se había criado en una casa moderna. Su madre, Katharine Martha Houghton Hepburn, fue una sufragista de enorme importancia en su momento, una persona que trabajó toda su vida no solo por el voto femenino, sino también por todas las causas feministas. El padre era médico abocado a la educación sexual. En esta familia se forjó esta Jo del siglo XX, cosa que demostró en todas sus películas, desde la década del 30 hasta el final del siglo. La película refleja perfectamente eso. Hasta la ambigüedad del final con una Jo no muy enamorada cumple con Alcott y le permite a Hepburn una nota rebelde final. En la versión 2019 la realizadora Greta Gerwig intenta lo que cualquier cineasta con inquietudes haría: Darle al clásico su impronta personal, respetando y traicionando el texto en beneficio de su propia obra y agenda. Contrario a lo que se ha dicho, esta versión no es la primera dirigida por una mujer, ya la de 1994 había sido filmada por la australiana Gillian Armstrong y protagonizada por Winona Ryder, quien estaba en el mejor momento de su carrera en aquellos años. Gerwig decide construir un relato en diferentes tiempos, yendo y viniendo a lo largo de la historia, generando así varios golpes emotivos completamente innecesarios. Como en la versión de 1994, la directora cree necesario explicar cosas, subrayar, bajar línea, decir con palabras y no con imágenes. Basta comparar estas limitaciones con la versión de 1949. Esta adaptación, lujosa y en espectacular Technicolor, parece a primera vista una versión más liviana y optimista, producto del año en que se hizo también. Pero en una escena la madre, interpretada por Mary Astor, llega a la casa, cierra la puerta y en su rostro y su actitud se ve, de manera emocionante y profunda, todo el peso que ha cargado sobre sus hombros a lo largo de los años. En la versión del 2019 la madre debe sentarse y contarle todo eso a su hija. Gerwig tiene cero confianza en la sutileza, en la ambigüedad. No cree en la inteligencia de los espectadores. Con virtudes y defectos, se trata de una película entretenida, emocionante por momentos, con un elenco descomunal y comprometido con la historia. El agregado es que la vida de Jo como escritora cobra protagonismo y centralidad. Desde el comienzo y hasta el final, se muestra el proceso creativo y la negociación para publicar el libro. Es una idea muy usada en las últimas décadas y está bastante bien logrado. Para mi gusto lo que no queda tan bien es la ironía de mostrar las diferencias entre la ficción y realidad. Esta burla a las concesiones del mercado coloca a esta versión de Mujercitas es un lugar moderno bien al gusto de los tiempos que corren. El feminismo no nació en el 2019, mal que le pese a la directora de esta película. Noventa años atrás se podían tratar los mismos temas y darle un ritmo y un estilo cinematográfico tan complejo o igual de interesante. Pero como mirada novedosa sobre un clásico vale la pena y es interesante.
Basada en la novela clásica de Louisa May Alcott y dirigida por Greta Gerwig (nominada al Oscar por Lady Bird en 2018) “Little Woman” cuenta la historia de cuatro chicas determinadas a vivir la vida en sus propios términos, mientras descubren el amor y la importancia de los lazos familiares. Manteniendo su esencia, Greta Gerwig trae consigo su versión del famoso clásico de 1868 en esta nueva adaptación, innovando en algunos aspectos y respetando otros, logrando que el relato no pierda la marca característica de la directora que logra imponer rasgos del feminismo en una obra que se originó hace más de cien años. Entre mis aspectos favoritos a destacar del film está la dirección de arte, fotografía y la banda sonora del inigualable Alexandre Desplat. La película es visualmente hermosa. Se puede sentir el ambiente con los detalles de la escenografía y sus colores. La forma en la que decidieron narrar el paralelismo entre pasado/presente conectando la representación de ambos momentos es algo notable. Otra cosa que también me gusta es que Greta haya decidido mantener a Saoirse Ronan y Timothée Chalamet, quienes se roban todos los focos con su calidad de interpretación mezclando drama y comedia con dulzura, como los actores predeterminados que la acompañen en su carrera que va en completo ascenso. Es una lastima que no hayan tenido en cuenta a la directora para los Oscars, siendo la construcción de sus personajes junto al resto de estos otro aspecto a destacar. Logras conocerlos, te involucras con ellos, queres continuar viendo sus historias. Es irónico que la misma Jo March comenta no podia entender como al público podía interesarle la vida de ella y sus hermanas, porque es justamente lo que funciona durante todas generaciones, lo que lleva a la historia a volver a aparecer siempre. Con una excelente elenco, entre ellos Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, Timothée Chalamet, Laura Dern y Meryl Streep, Little Woman vuelve en un momento oportuno, otorgando a las nuevas generaciones esta versión inteligente, emocionante y visualmente hermosa de la icónica obra que seguirá perdurando y creciendo en el tiempo, al igual que Greta Gerwig. Por Estefanía Da Fonseca
Greta Gerwig dirige una nueva versión de la historia escrita por Louisa May Alcott junto a un elenco multiestelar. Una versión fresca y actualizada de un clásico atemporal. Después de una exitosa y sólida ópera prima como lo fue Lady Bird, Greta Gerwig apostó a un proyecto más ambicioso: una película de época basada en una de sus historias favoritas, Mujercitas. Una novela que ya fue llevada al cine (y a la tv) varias veces. ¿Qué podía aportar entonces Gerwig con su versión? Quizás, primero, dejar en evidencia lo vigente de una obra que en su momento proporcionó una mirada adelantada sobre el lugar de la mujer en el mundo y, segundo, demostrar que si sigue presente es porque todavía hay cosas que resuenan. Pero además de ser una adaptación de la novela de Alcott es sobre todo un homenaje a ella, a la mujer que escribe. En esta Mujercitas, a las hermanas March las vemos un poco más grandes de lo que estamos acostumbrados. Es que si bien la película empieza in media res y avanzada y luego irá retrocediendo a través de diferentes flashbacks que terminan de contar la historia, las actrices son las mismas en ambas líneas temporales. Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson y Elizan Scalen dan vida a Jo, Amy, Meg y Beth respectivamente. Jo escribe y comienza la película intentando vender un relato a un diario. No reniega de ser mujer pero le molesta que su destino esté marcado por su género, no poder llevar la vida que desea porque se supone que no es para una mujer, que sólo un hombre puede hacerlo. “No me acostumbro a no ser un chico”, decía Jo en el libro. Ella es el centro de la película, enfrascada muchas veces en atuendos andróginos, desenfadada, la mujer que quiere escribir su propia historia pero para publicarla quizás tenga que ceder a las imposiciones del mundo editorial: si su protagonista es mujer tiene que terminar casada o muerta, no hay otro destino digno. A medida que la película se sucede se va conociendo al resto de la familia March y cada uno de sus deseos. Amy que quiere ser artista plástica pero como mujer está relegada a un lugar menor en el mundo del arte así que deposita sus esperanzas en casarse con un hombre rico porque entiende al matrimonio como un acuerdo económico. A Meg también le hubiese gustado casarse con un hombre rico pero, y aunque juegue a ser actriz, su deseo de ser esposa y madre de una adorada familia se da junto a un hombre al que ama pero que no puede proveer la vida que soñaba. Beth es callada, disfruta de tocar el piano y tiene un corazón generoso y sin proponérselo será una parte central del relato. Allí también está Marmee (Laura Dern), la sacrificada madre de estas hermanas, y una insoportable tía millonaria (Meryl Streep). Timothée Chalamet es esta vez el encargado de interpretar a Laurie, el vecino que vive con su abuelo millonario y forja una amistad con las hermanas que pronto toma tintes amorosos. El joven actor le imprime su encanto al personaje que se convierte en su compañero de juego casi al punto de, a veces, ser una más de las hermanas. Y Louis Garrel es el pretendiente de Jo en su vida de mujer adulta. Un elenco tan atractivo como eficaz pero en el que los hombres quedan por detrás de las mujeres. Gerwig va y viene entre líneas temporales de manera fluida y con logrados momentos de paralelismo entre ellas, están muy bien conectadas. Porque la historia está compuesta de todo eso: de sus juegos como niñas, de las peleas, de momentos agrupadas junto al fuego escuchando a la madre leer la carta de su padre, de bailes, de sacrificios. Y aunque el eje sea Jo la película funciona mayormente como un retrato coral, con un buen equilibrio entre tantos personajes. Un equilibrio también presente en las interpretaciones, donde cada una resalta en sus propios momentos y consolidan a Saoirse Ronan como una de las jóvenes actrices más talentosas y le permite a Florence Pugh (Lady Macbeth, Midsommar) seguir creciendo. Estamos ante un relato de época tradicional desde lo estético pero con una impronta moderna desde lo narrativo. Es un film hecho con amor hacia la obra, hacia los personajes y sobre todo a la mujer que los creó: la propia Louisa May Alcott. La ambientación y los vestuarios de época están muy cuidados y prolijos y la música de Alexandre Desplat termina de acentuar el tono elegante. “¿No estaría bien que todos los castillos en el aire que hacemos se hiciesen realidad y llegásemos a vivir en ellos?”, se pregunta Jo en la novela. Y tanto ella como Alcott los escriben en un afán por lograrlo.
ABRAZANDO LAS CONTRADICCIONES Si las declaraciones públicas de Greta Gerwig suelen caer en las obviedades de la corrección política que predomina en el Hollywood actual, su cine demuestra mucha mayor profundidad en las ideas que despliega. Cuando tiene que construir historias, es capaz de trazar mundos con potencialidades y límites que interpelan al espectador más allá de los discursos de barricada, en los que las imágenes y acciones de los personajes dicen mucho más que las palabras, que en cierto modo son puestas en crisis. Eso quizás explique que su adaptación de Mujercitas encuentre los espacios más complejos y atractivos para brindar una mirada actual sin resignar o desperdiciar el espíritu de la novela de Louisa May Alcott. La clave posiblemente esté en el montaje, injustamente dejado de lado a la hora de las nominaciones al Oscar, a pesar de que era una categoría ciertamente competitiva. El estilo de edición que aplica Gerwig (con la indispensable ayuda de Nick Houy, con quien ya había trabajado en Lady Bird) es enriquecedor más allá de los saltos temporales, con idas y vueltas entre el pasado y el presente: es también una herramienta para delinear los espacios que habitan no solo las Hermanas March, sino también otros personajes que las rodean o con los que interactúan. Desde ahí, la película traza límites, potencialidades, choques y, especialmente, contradicciones, que es quizás el gran subtexto del relato de la novela y que emparenta la obra de Alcott con las de otras autoras como Emily Brontë, Jean Webster o Jane Austen. Lo que entiende Gerwig muy bien es que el gran atractivo de Mujercitas pasa por las luchas más internas que externas que afrontan las protagonistas y cómo esa conflictividad está alimentada por la interacción con otros que muchas veces son hombres. En muchos pasajes ellas mismas, con sus acciones, reacciones, vacilaciones o silencios son sus principales antagonistas, y la puesta en escena de la película trabaja principalmente ese factor desde lo espacial y corporal, desde pequeñas gestualidades o momentos puntuales que implican puntos de quiebre. Lo hace incluso a través del punto de vista, como en una secuencia donde debe informar una muerte. En ese posicionamiento, el foco principal vuelve a llevárselo Jo March (magnífica Saoirse Ronan) pero también hay un peso muy grande de Amy March (excelente performance de Florence Pugh), cuyo accionar cobra mucho más volumen que, por ejemplo, en la adaptación de 1994. En el medio, ese eje de tensiones que es Laurie (Timothée Chalamet), que encarna la mirada masculina pero también la construcción de la visión femenina sobre lo masculino. Es cierto que en el rompecabezas que monta Gerwig, armando de a retazos el camino de las Hermanas March, conectando tiempos y espacios, hay piezas que no terminan de encajar: por caso, el recorrido de Meg March (Emma Watson) como esposa es abordado superficialmente y el trasfondo que implica la Guerra Civil estadounidense no alcanza a tener el suficiente espesor. Pero a cambio, la cineasta halla la dosis justa de autoconsciencia narrativa para dialogar con la novela y los matices, esos pequeños intersticios donde interpela el presente. Desarrollándolos sutilmente desde las tensiones corporales y gestuales –en eso se parece mucho a la adaptación más reciente de Orgullo y prejuicio, de Joe Wright-, Gerwig encuentra eventualmente el camino para ponerlo en palabras, y ahí tenemos un momento donde Jo admite que desea su independencia como mujer pero que también se siente sola, deseando tener a alguien que la acompañe. Abrazando ese debate interno entre el deseo, el deber, los ideales y hasta lo instintivo, Mujercitas deja en claro que hay luchas que cargan con siglos de historia y que siguen peleándose porque la oposición no está solo en el exterior social, sino también en el fuero íntimo y personal.
Historia clásica, relato moderno La joven actriz y directora Greta Gerwig nos ha demostrado que es una de las grandes cineastas de la nueva época. Uno podría pensar que no sería sencillo para ella adaptar un clásico monumental de la literatura, pero tengamos en cuenta su trayectoria: codirigió y escribió “Nights and Weekend” con Joe Swanberg, coescribió y protagonizó “Frances Ha” junto a su pareja Noah Baumbach, y tuvo su debut como directora con “Lady Bird” -la cual también escribió- donde cosechó varios premios y nominaciones. En esta oportunidad, Gerwig nos trae una adaptación de “Mujercitas”, la historia de vida de cuatro hermanas que transitan su paso de la adolescencia a la adultez con la Guerra Civil estadounidense como fondo, escrita por Luisa May Alcott en 1868. Esta historia fue llevada al cine en siete oportunidades: dos en mudo y cinco en sonoro, siendo quizás las más recordadas las versiones de 1933, con George Cukor como director y Katharine Hepburn como la protagonista “Jo” March, y la de 1994, dirigida por Gillian Armstrong y protagonizada por Winona Ryder. Entonces, ¿Por qué una nueva adaptación? Porque el relato de “Jo” March contiene temas que siguen muy presentes en la actualidad, y representan un clásico de la literatura feminista, replantéandose y cuestionando el rol de la mujer y los mandatos sociales. La película de Gerwig le hace justicia a esta historia, respeta el material original, y le da una vuelta de tuerca en la manera de contralo, muy moderna. En lugar de seguir una estructura narrativa lineal, compromete al espectador a estar atento, yendo y viniendo en el tiempo con flashbacks, a través de un montaje en apariencia desordenado, pero totalmente efectivo. Además, la directora juega con la paleta de colores como un elemento más que ayuda a ubicarnos en el tiempo de la historia que se está contando. El diseño de producción de la cinta es un deleite, ambientando la época en que se desenvuelve el relato. Todo acompañado por la banda sonora de Alexandre Desplat, que hace que te enamores aún más de la película. Pero nada de esto podría haber llegado a buen puerto sin un elenco comprometido que brindara actuaciones excelentes. Saoirse Ronan es una perfecta “Jo” March y Timothée Chalamet le da un estilo más moderno a “Laurie”. Laura Dern da una interpretación, en mi opinión, mejor que la de “Historia de un matrimonio” y Meryl Streep es estupendamente antipática. Por su parte, las presencias de Eliza Scanlen y Emma Watson son agradables, aunque no se destaquen tanto. Pero es Florence Pugh (La Dani de “Midsommar”) la que realiza la interpretación más memorable del elenco dando vida a Amy March. En definitiva, una adaptación moderna y fresca de un clásico que sigue siendo tan transgresor como hace 150 años atrás, con una directora sumamente talentosa que sabe como honrar el material original; que se realza con la potencia de las actuaciones y la belleza de las imágenes. Por Federico Perez Vecchio Puntaje: 8/10
El libro “Mujercitas” de Louisa May Alcott fue parte de la adolescencia de varios. Tuvo su primer adaptación al cine en 1917, en total tuvo seis de ellas y ahora se le suma otra más, la definitiva. Esta vez fue el turno de dirigir fue de Greta Gerwig, quien ya nos deleitó con “Ladybird” (2017) con 5 nominaciones en los premios Oscar. De allí saco a sus dos protagonistas para formar parte de este nuevo trabajo. Marmee March (Laura Dern) es madre de cuatro mujercitas. Jo (Saoirse Ronan) sueña con ser escritora y que el mundo la conozca, Meg (Emma Watson) quiere encontrar al hombre ideal y casarse, Amy (Florence Pugh) busca perfeccionarse en el arte y Beth (Eliza Scanlen) contagia su amor por tocar el piano. Cada una tiene su carácter y sueños distintos, pero su madre les inculcó una filosofía de vida hermosa en la que hay momentos que les cuesta mantener. Los años van pasando, ellas crecen y deben pensar en su futuro y enfrentarse a él a pesar de varios momentos difíciles y barreras que se les cruzan. El cast es extraordinario. Volvemos a ver en la pantalla grande a Emma Watson y también tenemos a Meryl Streep en el papel de la tía de estas chicas, el cual le queda genial porque tiene momentos muy pícaros. Además, hay un dúo que nos encanta ver otra vez: Ronan y Chalamet. Con el grandioso trabajo que hicieron, nos aseguran que pronto volveremos a verlos juntos. El guión y sonido es excelente, se nota que hay un muy buen trabajo detrás y por eso lograron estar nominados en 4 categorías en los premios Oscar: mejor película, mejor guión adaptado, mejor diseño de vestuario y mejor actriz secundaria por Florence Pugh. “Mujercitas” es una muy linda película que no hay que perderse. No es deslumbrante, pero es acertada la manera en que está contada y de esta manera te atrapa desde el primer minuto.
Mujercitas es la quinta adaptación cinematográfica del clásico literario de Luisa May Alcott y una de las máximas candidatas de los premios Oscar, de la mano de su directora y guionista Greta Gerwig.
En 2017, Greta Gerwig estrenó su ópera prima "Lady Bird", un coming of age que retrata las vivencias de una adolescente a punto de terminar la secundaria en Sacramento (California). Ahora, en su segundo largometraje (nominado a seis premios Oscar), la directora vuelve a incursionar en ese género y lo hace con "Mujercitas", basado en la clásica novela de Louisa May Alcott. A partir del bildungsroman -género literario que nace con "Los años de aprendizaje de Wilhem Meister", de Johann Wolfgang von Goethe y que, dentro del canon clásico, describe el rito de pasaje de un varón- narra la vida de las hermanas March durante la Guerra Civil en los Estados Unidos. En la transposición de Gerwig, Saoirse Ronan -la misma protagonista de "Lady Bird"- encarna a Jo, la segunda de cuatro hermanas, quien aspira a ser escritora. "Tengo la intención de hacer mi propio camino en el mundo", le responde a la tía March (Meryl Streep). Jo es idealista y no le interesa llevar adelante una vida tradicional según los mandatos de la época. Meg (Emma Watson), la mayor de todas, en cambio, sueña con formar una familia. Amy (una excelente Florence Pugh) es la menor de las March. Siempre representada como la más vanidosa y consentida, en esta versión comparte características con Jo. Ambas son ambiciosas y obstinadas, Jo quiere escribir; Amy, pintar. Ella entiende cómo funcionan las reglas de esa sociedad y sabe usarlas a favor de sus intereses. Beth (Eliza Scanlen), la otra hermana, con una personalidad tímida y solidaria, se destaca por sus dotes con el piano y por enfrentar un destino trágico. Por otro lado, Laura Dern se pone en la piel de Marmee; Timothée Chalamet hace de Laurie, vecino de las March y enamorado de Jo; y el francés Louis Garrel compone una versión más joven del profesor Bhaer. VERSION ACTUALIZADA Hubo seis adaptaciones del clásico literario del siglo XIX que llegaron a la pantalla grande. Las principales son la de 1933, dirigida por George Cukor, con Katharine Hepburn; la del 1949, de Mervyn LeRoy con Elizabeth Taylor, June Allyson y Janet Leigh; y la de 1994, realizada por Gillian Armstrong con Winona Ryder, Kirsten Dunst y Claire Danes. A diferencia de sus antecesoras, que inician con un plano general de la casa nevada de las March, la "Mujercitas" de Gerwig comienza en una oficina con la negociación entre Jo y el editor para publicar un cuento. El, después de hacerle algunas modificaciones al relato y aclararle que si la protagonista es mujer, para el final de la historia tiene que estar casada o morirse, le dice que los cuentos los paga 25, 30 dólares, pero a ella le dará sólo 20. Esta escena tiene sentido dentro de ese contexto histórico, pero también lo tiene ahora al tocar un tema vigente: la brecha salarial entre hombres y mujeres. Porque lo que hace la directora, además de reestructurar el relato, que va y viene en el tiempo, es actualizar el clásico literario. Que lo modernice no hace que pierda uno de los aspectos más sensibles: el vínculo entre las hermanas. Gerwig crea una intimidad genuina en esas escenas de ámbito doméstico donde las chicas arman una obra teatral, se pelean cuerpo a cuerpo y comparten ritos femeninos. "ALTER EGO" Ese mundo de chicas tan bien descripto por Gerwig es parte del homenaje que hace la realizadora a la autora. Desde abrir el filme con una cita de May Alcott hasta reforzar el personaje de Jo como alter ego de la escritora, son algunos de los elementos que acentúan su admiración por la literata. Aunque sólo haya realizado dos películas, Greta Gerwig es, sin duda, una de las directoras necesarias de esta nueva década.
La propuesta cinematográfica muestra las vivencias de cuatro hermanas desde la adultez, cada una con su carácter bien marcado, sus gustos y sus deseos profesionales. Dos personajes se lucen bastante casualmente y son las nominadas a los premios Oscar Soairse Ronan es Jo March, en la categoría mejor actriz y Florence Pugh interpreta a Amy March, en el rubro mejor actriz de reparto. Su desarrollo no se da de manera cronológica, muchas situaciones y momentos se muestran a través del flashbacks. Ellas viven en una zona rural en Los Estados Unidos en 1860, el padre de familia (Bob Odenkirk) se ha marchado al frente donde se desarrolla la guerra civil y quien quedó a cargo de todo es una dulce esposa, dedicada a la casa y al bienestar de quienes la necesitan (Laura Dern; “Historia de un matrimonio”), intentando brindarle enseñanzas a sus hijas. A lo largo del film aparecen varios personajes secundarios y cuenta con la sensacional actuación de Meryl Streep (“El regreso de Mary Poppins”) que personifica a la tía de las chicas. Una vez más excelente, como la madre de las jóvenes Laura Dern, que traspasa la pantalla; ambas tienen escenas breves pero deslumbrantes. También aparecen una serie personajes masculinos, entre ellos el actor franco-estadounidense Timothée Chalamet, un seductor encantador y lleno de matices. Contiene diálogos inteligentes, hay alegrías, amor, compañerismo, egoísmo, camaradería, humor y cierto toque Shakesperiano. Una muy buena dirección artística que incluye un vestuario deslumbrante y la destacada banda sonora que se encuentra a cargo de Alexandre Desplat (“La forma del agua”, “Isla de perros”) y es una garantía tenerlo, además todos los elementos técnicos están logrados. Esta es una de esas historias que atraen mucho más a la platea femenina, romántica, emotiva y en definitiva termina dejando como mensaje lo importante que es tener valores. Este es el segundo largometraje dirigido y escrito por Greta Gerwig (“Lady Bird”), como protagonistas cuenta con: Saoirse Ronan (“Las dos reinas”, “Lady Bird”), Emma Watson (“La bella y la bestia”), Florence Pugh (“Midsommar”, “Lady Macbeth”), Eliza Scanlen (“Grace”) y Timothée Chalamet (“Llámame por tu nombre”). Esta es la octava adaptación del libro de Louisa May Alcott. Un dato para destacar es que la película recibió 6 nominaciones a los Oscar 2020 incluyendo: Mejor película, actriz (Saoirse Ronan), actriz de reparto (Florence Pugh), guión adaptado, diseño de vestuario y banda sonora.
Tenía nuevo o diez años cuando un familiar me regaló Mujercitas. Perdí la cuenta de cuantas veces leí ese libro, e incluso hoy, guardo los restos de ese libro ya amarillento, arrugado y gastado. Pasaron más de quince años desde la última vez que leí el libro, pero siempre sentí la misma fascinación por la obra. Fascinación tal que hoy regresa al ver esta nueva adaptación dirigida por Greta Gerwig (Lady Bird), en la que nuevamente volvemos a adentrarnos en las aventuras, pasiones y miedos de las hermanas March: Jo (Saoirse Ronan) , Meg (Emma Watson), Amy (Florencie Pugh)y Beth (Eliza Scanlen), junto a su madre (Laura Dern) mientras esperan el regreso del padre (Bob Odenkirk), en sus labores durante la guerra. Completan el elenco los jóvenes que con mayores o menores intenciones amorosas, anhelan estar cerca de las March: Laurie ( Timothée Chalamet ) y Frederich (Louis Garrel). El film de Greta Gerwig mantiene el estilo clásico del relato de Alcott, y sus preguntas por la femenidad o la identidad femenina, pero lo moderniza en cuanto a como éste se va presentando. Sin dudas parte del éxito de Mujercitas tiene que ver con haber sido -y aún hoy ser- una mirada revolucionaria en cuanto a las mujeres, sus futuros, metas y deseos, y como todo eso puede o no, como bien muestra Jo, ser influenciado por la mirada de los otros. Recordemos que tal como expresa la madre de las March (Laura Dern), “Las chicas deben salir al mundo y formar sus propias opiniones”, y tal vez una de las mayores virtudes del film, es que Greta plasma todo esto de manera sensible pero sin caer en el melodrama o sentimentalismo fácil – como algunas de las adaptaciones anteriores- y en cambio elije abordarlo con frescura, honestidad y pasión por la obra literaria original y por la sororidad y eso se nota en la pantalla y en la química de los personajes.
Sororidad Hay libros que son una salvación; libros que rescatan, libros que resguardan. Eso fue para mí Mujercitas. Fue el libro que nos leía mi mamá a mi hermana y a mí antes de dormir, a razón de un capítulo por noche. Fue el libro que me impulsó a aprender a leer aún antes de empezar la primaria para poder devorar sola, sin ayuda, a él y a todas sus secuelas: Las mujercitas se casan (en la edición de la Biblioteca Billiken, la roja, la segunda parte del libro venía separada en otro tomo bajo este título), Hombrecitos y Los muchachos de Jo. Fue el libro que me salvó del aburrimiento de las largas siestas de verano en un pueblo demasiado pequeño para su propio bien y de las invernales y mudas noches en las que la antena del televisor no lograba captar señal alguna. De su vanguardismo y de su perspectiva feminista, poco sabía en aquella época, pero su sudor revolucionario transpiraba de sus páginas y se dejaba adivinar, aunque solo fuera inconscientemente. Todas queríamos ser Jo; todas queríamos esa libertad y esa rebeldía profundas, auténticas, esas que no se consiguen con declaraciones rimbombantes. No hay nada original en mi vínculo con Louisa May Alcott y sus creaciones; en esto imposible es pretender exclusividad alguna porque se trata de una obra, como no tantas otras, que ha estrechado fuertes lazos con sus lectores desde su primera publicación allá, en 1868. Bien sabe al respecto Greta Gerwig, responsable de la nueva adaptación cinematográfica, quien ha comentado su conexión desde la infancia con Mujercitas y la necesidad de reivindicarla como una pieza fundamental en la construcción del feminismo contemporáneo. Para contar una vez más la historia de las cuatro hermanas March, la directora de Lady Bird (2017) no tuvo remilgos a la hora de manipular el material y tomó un par de decisiones que hicieron de esta una transposición de la novela, aunque no sin defectos, memorable. El primer acierto consiste en que el casting posee una gran solidez. Saoirse Ronan en la piel de la escritora en ciernes, Josephine March, –a quien Gerwig aquí decidió mostrarla abiertamente como la doble de Alcott– tiene la frescura y el dinamismo necesarios para ese personaje y está a la altura de algunas de sus predecesoras más notables: Katharine Hepburn, en la película de Cuckor, y Winona Ryder, en la de Gillian Armstrong (y quizás también Maya Hawke, la hija de Uma y Ethan, a pesar del nivel pobrísimo de la miniserie de 2017). Sin embargo, en esta versión quien refulge es Florence Pugh pues logró sacar el máximo provecho de un rol muchas veces desaprovechado. Su Amy, la menor de las hermanas, la más vanidosa pero también la más realista, es un personaje complejo, agudo, que en esta oportunidad esgrime los mejores parlamentos. Si bien su voz grave no se ajustó del todo a la Amy niña, Pugh (hay que seguir de cerca el futuro de esta actriz) pudo sacar a relucir todo el potencial del personaje que aparece en los libros pero que en versiones anteriores había sido desperdiciado, favoreciendo casi únicamente el perfil “bello” de Amy. De los demás actores, Laura Dern como la icónica madre nunca desentona y Louis Garrel es menos fiel al profesor Bhaer de la novela pero mucho, mucho, más atractivo. Por su parte, Timothée Chalamet como Teddy, el vecino y hermano putativo, tiene en contra el buen recuerdo que dejó Christian Bale en ese papel. A pesar de ello, su interpretación es verosímil aunque, por momentos, un poco arriba del justo medio. Lo contrario sucede con Emma Watson en su rol de Meg, la hermana mayor, medida y conciliadora: la antigua Hermione Granger tiene más fama que oficio y aquí, aunque discreta, parece un poco abajo del justo medio en comparación con el resto del elenco. Para no hablar del hermoso vestuario, de un colorido otoñal, –que se merece el Oscar al que está nominado–, otro acierto de Gerwig fue no reverenciar la fuente y tratar de darle su propia impronta a la versión. Para ello no respetó fielmente el texto original y buceó entre la correspondencia y demás escritos de Alcott para subrayar la veta feminista de la autora. No recuerdo en el libro el parlamento de Amy sobre el matrimonio como transacción financiera para la mujer pero, en todo caso, si no está escrito tal como se representa en la película tampoco traiciona el espíritu de la novela. El problema (si en realidad es un problema) es que algunas veces ciertos diálogos suenan a bajada de línea, a un subrayado innecesario. Un ejemplo de esto resulta la escena en la que Jo le comenta a su madre que está cansada de que le digan que solo sirve para ser esposa. Se trata de una escena que desde su puesta y desde la marcación de las actrices está volcada a estresar el dramatismo mientras que el tono general del film lejos se encuentra del melodrama. No sé, hay algo allí de tufillo oportunista, de didactismo molesto. El libro de por sí es profundamente feminista, no necesita ser resaltado, y cuando uno intenta ser explicativo por demás, la que pierde es la sutileza. Entre los aciertos también se halla la autoconsciencia narrativa que, presente ya en la novela de Alcott, toma aquí derivas interesantes. La primera parte del libro –o el primer libro, según la edición que se tenga– finaliza dirigiéndose directamente al lector, marcándole que dependerá del beneplácito de él si la historia de las cuatro hermanas continúa. En Mujercitas, la película, la directora nos muestra en las primeras imágenes del film a la Josephine March autora, a punto de entrar al despacho del editor literario. Momentos más tarde, vemos la portada del libro y luego, otra vez, a Jo, pero esta vez como personaje de su propio libro. Entonces, la metatextualidad se desplaza de la ficción a la ficción dentro de la ficción, de la Jo personaje de la película a Jo personaje del libro dentro de la película. Entonces, el film se vuelve, al mismo tiempo, un comentario del libro y de sus condiciones de producción al momento la primera publicación en el siglo XIX, y también un comentario sobre la película misma y sobre las condiciones de producción actuales. En este sentido es paradigmática en su autoconsciencia fílmica la secuencia de comedia romántica, con todos sus rasgos retóricos exacerbados, que recrea el capítulo titulado “Bajo el paraguas”. Por último, y quizás la más importante, la decisión de no respetar el desarrollo cronológico de la novela y, en cambio, planificar toda la película como un vaivén temporal distingue esta adaptación de todas las demás. La historia se empieza a narrar desde la segunda parte del libro, con Jo en Nueva York y Amy en Europa, ambas lejos del hogar familiar. Situado allí, el relato tanto progresa en la historia de las cuatro hermanas como vuelve atrás, flashbacks mediantes, para contar Mujercitas desde su inicio. Como si fuese una gran ola que avanza y retrocede sobre la playa, así el relato viaja del presente al pasado y, en su marcha, en la disposición de los acontecimientos, pone en estrecha relación secuencias de distintos tiempos cronológicos pero que comparten muchas características. Con este movimiento también se logra que ciertos momentos se plasmen con una mayor carga emotiva (para la platea hay más de un lagrimeo en el camino). Al inicio de esta danza, sin confiar plenamente en las capacidades de los espectadores, debieron poner leyendas explicativas del tipo “aquí tal año”, “aquí tantos años antes”; señalamientos que, a decir verdad, no aclaraban nada que no se pudiera deducir con facilidad por el contexto, la escenografía, el vestuario y los peinados. Luego, esta voluntad explicativa fue menguando y el relato comenzó así a fluir, diáfano, entre los diferentes tiempos, lo que redundó en una película dinámica, rítmica. El gran logro de la película es sin dudas este montaje. Tal vez, las cuestiones que molestan del film no sean más que nimiedades y, en comparación, sus puntos fuertes son muchos. Greta Gerwig logró filmar una historia que habla tanto de Alcott como de ella misma. Y no solo esto. Tanto libro como película son las obras de mujeres, que hablan de otras mujeres para otras mujeres. Si usted quiere saber lo que es la verdadera sororidad, vea –y lea– Mujercitas.
Mujercitas es mucho más que una nueva versión de la novela homónima de Louisa May Alcott y resulta insólita la ausencia de Greta Gerwig en la lista de nominados a mejor director en los próximos premios Oscar ya que éste, su segundo largometraje detrás de cámara, es un filme absolutamente contemporáneo, en el que nada falta y nada sobra. Llena de matices y sutilezas, la película trabaja desde las mira das y los encuadres para construir una intimidad que, una vez que empieza a conmover, no deja de hacerlo hasta el final. En el apabullante elenco sobresale Saoirse Ronan, quien encarna a Josephine March, uno de los personajes más queridos en la historia del cine. Gerwig inicia la historia cuando Josephine ya vive sola en Nueva York y vende sus relatos de ficción policial a un periódico de la ciudad. De ahí en adelante, la historia avanza mediante flashbacks que nos llevan a la adolescencia de estas cuatro hermanas en la casa materna, en el interior de los Estados Unidos. Recuerdos, fragmentos de conversaciones, momentos en los que cambia la vida. En este ir y venir, una duda se instala: quizás lo que vemos (a excepción del marco narrativo) es una ficción, una versión de la novela que Jo escribe a lo largo de la película. Pero ¿no son eso, acaso, los recuerdos? ¿Una versión de los hechos, una ficción? ¿No es la nostalgia la fuerza más creativa a la hora de reescribir nuestras memorias? Gerwig no usa el contexto histórico para enfatizar lo mucho que ha cambiado la situación de las mujeres sino que reivindica las preguntas que siempre nos hemos hecho sobre la injusticia que implican los roles de género. Ese parece ser el verdadero trabajo de adaptación sobre esta novela escrita hace 150 años: situar históricamente esas preguntas, quitarles la novedad y, asimismo, reivindicar las libertades que sí disfrutamos las mujeres. ¿Por ejemplo? La libertad para expresar la alegría y la admiración que esto genera en los varones, en este caso, el vecino Laurie (Timothée Chalamet) y su tío, que son testigos del alborotado ritmo cotidiano de la casa de las hermanas March. En esas preguntas que se hacen a ellas mismas y, sobre todo, entre ellas, en ese tomar conciencia de las limitaciones socio-históricas de género, cada una encuentra su espacio de libertad, placer y goce. Sin acomodarse o conformarse, sino como un verdadero acto revolucionario.
No avergonzarse del propio deseo. Quizás la verdadera transgresión de Louise May Alcott fue plantear las posibilidades para la vida de las mujeres a través de una disyuntiva que se lea como reclamo y que en el film se presentan como las únicas dos opciones de final que el editor (Tracy Letts) le ofrece a Jo para recibir sus escritos sobre una “historia para niñas”: casarse o morir. En esa dirección, Greta Gerwig , la aclamada directora de Lady Bird, vuelve a elegir a Saoirse Ronan para interpretar a la “salvaje” Jo en la nueva adaptación del clásico literario. Esa pequeñez, que para la época en la que fue escrita Mujercitas implicaba una condición de minoridad de las mujeres respecto a los varones, es puesta en escena y en diálogo con el presente en el film, de manera que vuelve a plantear el asunto de la adolescencia como categoría social con perspectiva de género, a la vez que atravesada por una economía que cercena las posibilidades de autonomía y despliegue de las mujeres en el mundo de las letras y las artes. Las hermanas Meg (Emma Watson), Jo (Saoirse Ronan), Amy (Florence Pugh) y Beth (Eliza Scanlen) encarnan las dificultades de aspirar a algo diferente a conseguir un marido, hasta un matrimonio con amor aparece como una utopía o un exceso de romanticismo, aunque claramente se está criticando la educación sentimental opresiva e infeliz que les deparaba a las pequeñas. En cuanto a las actuaciones, muchos esperaban a Emma Watson en el papel de Josephine March por sus antecedentes rebeldes potterianos, pero Saoirse Ronan realmente se luce como Jo. Sin embargo, es la Amy de Florence Pugh (nominada a mejor actriz de reparto) la que deslumbra sin ser la protagonista y rompe las escenas con líneas como “no avergonzarse de los propios deseos”. Timothée Chalamet en el rol de Laurie, único varón que accede al club de las mujercitas, le sienta perfecto el estilo de época y el desenfado que lo atan a Jo. Laura Dern encarna a la señora March o Marmee, abnegada y quién confiesa en una escena íntima la renuncia que implica criar a una conflictuada Jo que quiere ser libre pero no estar sola, mientras que Meryl Streep, la tía, representa cierto espíritu puritano a la vez que advierte amargamente las desgracias de “quedar soltera” o un matrimonio pobre. Película recibida por la Academia con 6 nominaciones para los Oscar a mejor película, mejor actriz, mejor actriz de reparto, mejor guion adaptado, mejor vestuario, mejor banda sonora, aunque ninguna para su directora lo que generó polémicas entre la crítica, incluyendo algunas voces en contra de la elección del manejo temporal del guion. Tampoco fue nominada la dirección de fotografía en manos de Yorick Le Saux, que hace de las escenas en la playa verdaderas pinturas. El asunto no es cuán conservadora o cuán feminista pueda ser esta remake, sino la invitación a mirar y a leer de nuevo un clásico para encontrar los motivos de su calidad, disfrutando de una bellísima y entrañable adaptación de esta coming of age inmortal.
La clásica novela de Louisa May Alcott, “Little Women” (publicada en 1868) se ha transformado con los años en un estandarte de la literatura feminista, un libro que pudo sobrevivir al paso del tiempo para ser reflotado una y otra vez en cada sentimiento de ‘renovación social’. Grandes cineastas se encargaron de trasladarla al cine: George Cukor y Mervyn LeRoy en los años 33’ y 49’, pero también hubo una directora, Gillian Armstrong, que filmó en 1994 la tercera y última adaptación de “Little Women”. ¿Qué puede justificar entonces una nueva adaptación al cine? ¿Por qué Greta Gerwig es la elección perfecta? “Little Women” se trata de un libro altamente universal y aplicable a cualquier época, que refleja los valores y la unión de unas hermanas enfrentadas a un mundo machista (si, esto en 1868). Cuando las mujeres no tenían lugar en los estudios de Hollywood (al menos como directoras), los fantásticos Cukor y LeRoy moldearon los modelos de feminidad de las primeras dos adaptaciones. Las películas llegaban en un momento de quiebre, la construcción de una ‘nueva mujer’. En épocas de empoderamiento femenino e igualdad de condiciones, Greta Gerwig elige “Little Women” (su novela favorita) como el segundo largometraje en solitario de su carrera. La decisión de optar por un trabajo clásico, no original, de época, con una producción mucho más grande y alejada de lo que fue esa primera experiencia con “Lady Bird” (film minúsculo en despliegue) puede parecer sorpresiva, pero no lo es tanto. Gerwig se mete en un proyecto ambicioso, afrontado con coraje, personalidad y mucha decisión. Un film que calza perfectamente en el contexto social, y una clara demostración de Gerwig como narradora lúcida, capaz de hacer propia una historia ajena, escrita hace ya más de 150 años. ¿Cómo reinventar una trama tantas veces filmada? No es que Greta Gerwig recurra a fórmulas extrañas o disruptivas (de hecho “Little Women” es bien clásica), pero la vuelta de tuerca está por el lado de la temporalidad propuesta. El guión de Gerwig y el montaje de Nick Houy, descomponen la historia en diferentes tiempos. Y esto demanda a un espectador activo, que se involucre en la historia. Pero lejos de excluir al público, Gerwig mantiene una cohesión narrativa, y hace de la fotografía de Yorick Le Saux, otra herramienta central para poder ordenar el film. Cada tiempo tiene su propia colorimetría. Un detalle tan ínfimo como vital, que le da a la obra mayor complejidad. Los saltos de tiempo se introducen para hacernos comprender la personalidad de los personajes, así como acontecimientos del pasado que influyen en esos presentes. Y de a poco “Little Women” va tomando el camino del coming of age (como “Lady Bird”), donde a través de la cronología las vemos crecer, madurar, enfrentarse al mundo y enamorarse. Gerwig hace de Jo (Saoirse Ronan) su propio alter ego y visión del mundo. Ser escritora en el Estados Unidos del siglo XIX, y ser cineasta en una industria machista. Dos paralelismos: arte-sociedad. Allí se ve el compromiso de la directora por la obra. El elenco brilla con –sobretodo- una Saoirse Ronan inmensa, y una Florence Pugh extraordinaria en sus dos caras (niña y adulta). Gran segunda película de Greta Gerwig, quien fue capaz de reinventar y apropiarse de la novela de Alcott. Pudo haber sido otra típica producción de época, pero hay detrás de este proyecto autoría y seguridad en lo que se narra.
Es curioso cómo las mismas historias representan cosas diferentes con el paso del tiempo. No se puede decir que Mujercitas no sea un libro feminista, aunque ese término resultaría ancrónico en la segunda mitad del siglo XIX. Todas las versiones cinematográficas siempre han destacado la independencia de las hermanas March, especialmente de Jo, y el conflicto entre un lugar prestablecido en la sociedad y la vocación que puede ir en sentido opuesto. La puesta de Greta Gerwig deja de lado la cronología de la novela y juega un sistema de espejo para mostrar el cambio en el tiempo, pero eso significa quitar del telón de fondo la Guerra de Secesión. El efecto consiste en hacernos creer que siempre las mujeres fueron conscientes de vivir en una sociedad que las encorsetaba y oprimía, y no que un hecho histórico traumático permite -u obliga- al cambio de perspectiva. El film es elegante y moderno (la corrida de Jo al principio remite a la Nouvelle Vague vereda Truffaut) como cabe esperar de un cineasta de hoy y joven. Pero su lectura de la novela es utilitaria y superficial. Eso último, Beth la perdone, no deja de ser cruel.
En esta nueva adaptación del clásico literario de Louisa May Alcott, la directora de «Lady Bird» logra, a la vez, ser fiel al texto original y modernizar sus temas e ideas tanto narrativa como cinematográficamente. En función de las películas en las que ha actuado y en su única experiencia previa como directora (la excelente LADY BIRD) uno podía pensar que Greta Gerwig no iba rápidamente a pasar a la categoría de «cineasta que adapta un clásico literario». Es tal su impronta, si se quiere, independiente, que tomar un texto consagrado suena como un paso seguro, conservador, cuidadoso. Pero, al ver la película, a uno le queda bastante claro qué fue lo que llevó a la actriz y co-guionista de FRANCES HA a trabajar sobre este texto. Por un lado está la razón más sencilla de todas, algo que ella misma contó en varias entrevistas: el libro de Louisa May Alcott es un favorito suyo de toda la vida, de esos que se releen una y otra vez hasta saberse partes de memoria. Y, por otro, quizás el motivo más importante: tomarlo como punto de partida para dar una visión distinta, políticamente actualizada, de una historia que toca muchos de los temas de género que hoy son moneda corriente en el discurso y debate social. En cierto modo, MUJERCITAS –en especial si se lo considera en relación a la vida y obra de Alcott, que está incluida de algún modo en la adaptación– es un texto proto-feminista escrito 150 años de las actuales discusiones. Nada más obvio que el personaje de Jo, la segunda de las cuatro hermanas y la evidente alter-ego de la autora, una chica que rechaza las tradiciones sociales de la época ya que no le interesa la idea de conocer chicos, ni participar del «circo social» de bailes y presentaciones, y no tiene ningún apuro por casarse. Lo que más le preocupa es escribir historias y su prioridad es poder venderlas como sea y así ayudar a su familia a superar sus dificultades económicas. Florence Pugh, Saoirse Ronan y Emma Watson En la película de Gerwig, Jo (encarnada por Saoirse Ronan) es una versión más intensa e independiente que la interpretada por Wynona Rider en la adaptación de la novela que se hizo en 1994. En la referencia más directa que la realizadora hace a la hora de borrar las distancias entre la escritora y su alter-ego ficcional, en algunos momentos de la película da la impresión que ni Ronan ni Gerwig esconden que la actriz está en realidad interpretando a la propia Alcott en todo momento. Ya verán cómo esto se implementa narrativamente en el film, pero es claro que la historia que aquí se cuenta está «enmarcada», literal y literariamente, en la propia historia de la escritora con su obra, con esta novela en particular, con su carrera y hasta con su vida. Las otras hermanas de MUJERCITAS retienen, en mayor o menor medida, las características tradicionales de la novela original. Meg, la mayor (Emma Watson) sigue siendo la más convencional de las chicas y la que quiere más que nada casarse y formar una familia. Beth, la tercera en edad aunque aquí en apariencia la más pequeña (Eliza Scanlen), es la tímida y enfermiza, que toca el piano y prefiere quedarse gran parte del tiempo en su casa. La que gana protagonismo en esta adaptación es la menor, Amy (una excelente Florence Pugh), que en otras versiones es más que nada pedante y caprichosa mientras que aquí se trata de una chica con conciencia de que puede tomar las riendas de su propia vida y hace uso muchas veces de ese poder. Saoirse Ronan y Timothèe Chalamet La historia, como muchos sabrán, incluye pretendientes (un Timothée Chalamet que, a mi entender, da demasiado moderno para el contexto), la famosa Marmee, sufrida pero ejemplar madre de las niñas (Laura Dern, mejor aún para mí que en HISTORIA DE UN MATRIMONIO), la fastidiosa tía millonaria (Meryl Streep), el gran parte del tiempo ausente padre (Bob «Saul Goodman» Odenkirk) y un profesor de filosofía que, en esta adaptación, pasó de ser un aburrido alemán cuarentón a un hipster francés treintañero (Louis Garrel) en la que tal vez sea la decisión más ilógica e inconsistente de la película, no por el actor sino por lo que ese cambio implica en el desarrollo de los acontecimientos. Hay un par de decisiones de puesta en escena y edición que, seguramente, sorprenderán a los que quieran una adaptación más tradicional. Por un lado Gerwig va y viene cronológicamente en el relato, que en todas sus versiones previas arrancaba en la niñez/adolescencia de las niñas y saltaba varios años para retomarlas ya más grandes. Aquí el relato pivotea entre los dos tiempos creando nuevos nudos dramáticos y ecos diferentes a los del texto original en una elección que puede llegar a ser un poco confusa para los que no tengan más o menos en claro los principales giros narrativos de la historia. De todos modos Gerwig hace todo lo posible –desde el uso del color, los planos, la música, etc– para que todo fluya lo mejor posible. Las otras decisiones las descubrirán al ver la película y, como dije antes, tienen que ver con la intención de modernizar y actualizar el relato por la vía de algo que podríamos llamar una ruptura del pacto ficcional. Emma Watson, Florence Pugh, Saoirse Ronan y Eliza Scanlen Pero estos cambios, si bien ponen en evidencia algunos temas inherentes a la novela, no alteran del todo el producto final. No se encontrarán aquí con una película de época rara que tira por la borda los parámetros de representación tradicionales del género (como podría ser, para usar un ejemplo con algunos puntos en común, la MARIA ANTONIETA de Sofía Coppola) sino con una adaptación que respeta bastante, quizás hasta demasiado, las convenciones de este tipo de relatos. Da la impresión que Gerwig quiere jugar los dos juegos a la vez y ganarlos ambos: que la película sea la MUJERCITAS que la mayoría de los espectadores conoce e imagina y, a la vez, que los que buscan una relectura/actualización de sus temas y de sus modos puedan encontrar eso también. Solo es cuestión de elegir cómo mirar.
Cómplices, complejas, eternas A diferencia de otras adaptaciones, la versión de “Mujercitas” de Greta Gerwig pone el foco en la individualidad de cada una de las hermanas March. “Te vas a aburrir de ese hombre en dos años. Nosotras seremos interesantes para siempre”, le dice Jo (Saoirse Ronan) a Meg (Emma Watson), en una escena de Mujercitas, intentando convencerla de que no se case. Trata de evitar una traición. En gran parte, Jo tiene razón: 152 años después de que la escritora estadounidense Louisa May Alcott presentara en sociedad a las cuatro hermanas March, el paso del tiempo solo ha provocado que el amor por ellas sea cada día más grande. Sin importar la edad, todas soñamos con ser la quinta hermana y ser parte de esa complicidad al menos por un rato. La novela se ha adaptado al cine incontables veces: desde las versiones mudas de 1917 y 1918, pasando por la de 1933 en blanco y negro dirigida por George Cukor con Katherine Hepburn interpretando a Jo, hasta la Mujercitas que crió a la generación millennial en 1994. Donde la escritora rebelde tiene el rostro de Winona Ryder y, por fin, la película es dirigida por una mujer, Gillian Armstrong. En 1949 Mervyn LeRoy nos hizo conocer a los vestidos y sombreros de las hermanas March en Technicolor, y a Elizabeth Taylor en la piel de la caprichosa Amy. Pero también hubo dibujos animados: el animé de 1980 dirigido por Yugo Serikawa y la serie de 1987 que resumía parte de la historia en 48 episodios. Ningún autor se alejó demasiado de la novela original. Hasta que llegó Greta Gerwig: su adaptación es, seguramente, la que hubiera querido ver en el cine May Alcott, quien, a diferencia de su personaje Jo, fue soltera toda su vida, de lo que se deduce que el final no es el que la autora quería, sino el que le fue impuesto por el editor. ¿Es un gesto de empatía de Greta hacia la creadora? Tal vez, pero ante todo es un acto de justicia, de tomar al paso del tiempo como una oportunidad para enmendar errores del pasado. Greta Gerwig sacó a la luz el desenlace tan deseado por la escritora, logrando al mismo tiempo hacer propia una obra ajena. Zurcir medias rotas No existió una Jo más salvaje y chispeante que la interpretada por Katherine Hepburn. Aquella que silbaba para parecer un chico y prometía llevar suelto su cabello hasta los cien años para nunca convertirse en una señorita. Era mandona, gritaba con gracia y no sabía cómo manipular su cuerpo de mujer. Por eso cuando jugaba a las espadas con el joven Laurie terminaba cayéndose para atrás, con la falda del vestido dada vuelta. La Jo de Saoirse Ronan tiene mucho de ese peso físico, una especie de torbellino que no es posible detener. Sus hermanas aprecian esta particularidad del personaje, llamándola, entre risas no exentas de admiración, “hermano”. Esa Jo que ayuda a moldear -que conduce- Greta Gerwig es una que lanza puñetazos, da empujones y baila como si estuviera en medio de un pogo en un recital punk. La directora ya había visto en ella ese espíritu indomesticable: en Lady Bird (2017) la actriz, en la piel de Christine, abre la puerta de un auto andando y se lanza a la ruta por estar en desacuerdo con lo que le dice su madre. La secuencia es sorprendente y finaliza con un yeso pintado de fucsia decorando su brazo roto. Ambas películas, Lady Bird y Mujercitas, tienen muchos puntos de contacto. Sus jóvenes protagonistas buscan su lugar en el mundo y ser fieles a sus deseos en medio de un contexto de limitaciones económicas. Christine no tiene hermanas pero tiene a su mejor amiga, Julie, con quien entabla el mismo vínculo: tanto de alegría como de dolor. Jo y Christine atraviesan etapas similares: una adolescencia donde se es demasiado niña para algunas cosas y por demás adulta para otras. Al igual que Christine, Jo sueña con irse a vivir a Nueva York. Jo se enfrenta a los mandatos sociales que la obligan a contraer matrimonio; Christine a las enseñanzas cristianas de las monjas que adoctrinan en su colegio. En ambas películas los bailes se hacen presentes: en una escena de Lady Bird, cuando llegan los esperados lentos Christine esquiva a los chicos y saca a bailar a su mejor amiga, Julie. Cosen sus cuerpos, como las hermanas March arreglan sus medias, rompiendo las expectativas de los ojos ajenos. Pisoteando la lista de lo que deben hacer la noche de su graduación. Jo bailaría toda la noche con Meg, si no fuera porque su hermana mayor no quiere lo mismo que ella. “Porque mis sueños sean diferentes a los tuyos no los hace menos importantes”, le dice a Jo. Jo no comprende por qué alguien elige casarse antes de gozar de libertad. Es una incomprendida, pero tampoco comprende a nadie. Esa es su mayor soledad. Acaso la diferencia más importante entre Lady Bird y Mujercitas sea que mientras la primera relata el doloroso proceso de la adolescencia, la segunda narra una época en la que no había paso intermedio entre niñez y adultez. Christine sufre su adolescencia. Jo y sus hermanas, en cambio, viven en un tiempo en el que el traspaso entre ser hija y ser esposa se atraviesa sin transición. Una de las grandes diferencias con otras versiones es que la Mujercitas de Gerwig, nominada al Oscar como mejor película, no está narrada en dos tiempos ordenados sino con saltos temporales permanentes. De esa forma la directora rompe con ciertos esquemas: ver cómo empeora la salud de Beth de manera paulatina (ya conociendo el crudo desenlace) o mostrar el paso de la niñez a la adultez como una progresión. La narración va y vuelve, rebota como una pelota de ping pong, tal vez porque el crecimiento nunca es ordenado. Como las hermanas March, Gerwig sabe encontrar riqueza donde otros no la ven. No hubo antes una versión que le diera tanto protagonismo al Sr.Laurence (Chris Cooper). Una de las escenas más potentes sucede cuando Beth (Eliza Scanlen) visita la enorme casa porque le prometió al dueño que tocaría el piano para evitar que se desafine. Asomado desde la escalera, el Sr. Laurence escucha al instrumento y vibra con él, como si una parte de su hija resucitara en cada tecla que hace sonar con intensidad la tímida Beth, invisible para todos, menos para el Sr. Laurence. Su hija ya no va a volver, pero la llegada de Beth le demuestra al Sr. Laurence que aún tiene mucho amor para dar. Cuidar de los otros A diferencia de versiones anteriores, Gerwig elige poner el foco en las cuatro hermanas, no solo en Jo. Resalta la individualidad de cada una, aquello que las distingue. Tampoco las juzga: ni a Beth por ser poco ambiciosa, ni a Meg por serlo demasiado. Tampoco se ensaña con las envidias de Amy (Florence Pugh) o el egoísmo reiterado de Jo. Gerwig no solo hace brillar el encanto de las cuatro, sino que las comprende como si fuera su propia madre. O, mucho mejor, como si ella misma las hubiera creado. “Las chicas deben salir al mundo y formar sus propias opiniones”, dice en voz alta esa conmovedora madre interpretada por Laura Dern. Una mujer que cría a sus hijas como puede porque siempre hay alguien afuera de casa a quien socorrer. "No puedo creer que la infancia haya terminado”, expresa Jo como si viera avecinarse el apocalipsis. Podría ser una frase de cualquier película coming of age ambientada en el presente, pero Gerwig modifica el significado de la adultez de una forma más considerada. Para ella, y para esta Mujercitas, la adultez reside, más que en casarse, en hacerse cargo del otro. Por eso la Tía March (Meryl Streep) le dice a Amy que ella es la única que puede salvar a su familia casándose con un hombre de fortuna. Y así poder mantener a sus padres cuando sean viejos. “Jo es una causa perdida”, asegura. Sin embargo, ella se ve reflejada en esa chica que promete no casarse nunca. Tal es así que al morir le hereda su casa. Parte de la hermosura de “Mujercitas” reside en que los buenos gestos llegan de las personas que uno menos espera. Publicar una novela ¿Cómo cambiar un final sin modificar su impronta? Lo que parecía imposible Gerwig lo consiguió. La versión más feminista de Mujercitas muestra a Jo discutir sobre el porcentaje de sus regalías por la publicación de su primera novela. Hasta que, con su masculino sombrero hongo, se planta y decide no cederle los derechos de autor de su obra a la editorial. “Si voy a casar a mi heroína por dinero más vale que valga la pena”, le dice a su poco confiable editor. Una escena que jamás formó parte de las adaptaciones al cine. Porque en esta Mujercitas Jo es también Alcott, un sistema de espejos que mezcla la ficción con la historia real. Mientras otras versiones cerraban con el profesor Friedrich Bhaer ofreciéndole sus manos vacías a Jo, en ese reencuentro donde la escritora rebelde rompe su promesa de no casarse, la película de Gerwig propone un desenlace con otra historia de amor: la de Jo/Alcott con su novela. En una reveladora secuencia Jo pegada al vidrio, como si de una nurserie se tratara, contempla cómo prensan, cortan, cosen, pegan, doran y encuadernan el primer ejemplar de su primera novela. Jo observa el proceso con ojos de madre. Cuando recibe el libro, lo apoya en su vientre. Gerwig deja en claro con esta poderosa escena cuáles son las prioridades de Jo, y también cuáles son las suyas como mujer y autora. La película no habla solamente de niñas madurando en mujeres, sino también de una amateur convirtiéndose en artista profesional. Si eso es mucho y difícil hoy, lo que habrá sido en 1868.
LAS HERMANAS SEAN UNIDAS Greta Gerwig moderniza un clásico de la literatura Llega una nueva versión del clásico literario de Louisa May Alcott y, aunque nos transporte nuevamente al siglo XIX, la historia de las hermanas March se siente más moderna que nunca. La novela más famosa de Louisa May Alcott tuvo más de una adaptación desde que Alexander Butler se despachó con la primera versión muda en 1917. Seguramente, las más recordadas por el público sean las protagonizadas por Katharine Hepburn (en 1933), Elizabeth Taylor (en 1949) y la más cercana a nuestro tiempo, la de Winona Ryder en 1994, curiosamente la primera que contó con una directora -Gillian Armstrong- detrás de las cámaras. La historia de las hermanas March se paseó por el cine, la TV y los teatros, tuvo traslaciones ambientadas en la actualidad, pero incluso aquellas que nos remontan a mediados del siglo XIX conservan esa visión moderna que siempre caracterizó a su autora, reflejada en la actitud desafiante e independiente de Josephine ‘Jo’ March. Greta Gerwig, que ya exploró su propia rebeldía adolescente a través de “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017), encara su segundo proyecto como realizadora en solitario de la mano del clásico de Alcott, y aunque nunca se aleja de la esencia original, logra dotar a su obra de un modernismo y una vitalidad pocas veces vistas en la pantalla cuando se trata de este tipo de adaptaciones. Gerwig -nominada en la categoría de Mejor Dirección y Mejor Guión Original por “Lady Bird”- vuelve a irrumpir en la temporada de premios con su “Mujercitas” (Little Women, 2019) sin nada que envidiarles a sus contendientes masculinos. Igual, los votantes de la Academia no creyeron relevante destacar el trabajo de Greta detrás de las cámaras, como si un film que aspira a seis estatuillas -incluyendo Mejor Película y Mejor Guión Adaptado-, se dirigiera por sí solo. Dejando estas injusticias de lado, la directora y guionista decide tomar varios riesgos con su versión y arrancar su relato en el año 1868 cuando Jo (Saoirse Ronan) ya está instalada en Nueva York dando clases, al mismo tiempo que intenta convencer a un editor para que publique algunas de sus historias. De esta manera, la joven aspirante a escritora empieza a entender el despiadado mundo editorial, y a ceder ante los cambios de su obra cuando ya no tiene más opción. La más rebelde de las March necesita el dinero para ayudar a su familia, y tras conocer (y coquetear) con Friedrich Bhaer (Louis Garrel), resuelve volver a su hogar en Concord, Massachusetts, al enterarse de que la frágil salud de su hermana Beth (Eliza Scanlen) está empeorando. Esta es la excusa para remover los recuerdos y saltar al pasado, siete años atrás, cuando las cuatro hermanas estaban más unidas que nunca, papá March (Bob Odenkirk) seguía peleando en la Guerra Civil, y mamá ‘Marmee’ (Laura Dern) educaba a sus hijas con los mejores valores. Siendo las mayores, a Meg (Emma Watson) y a Jo les toca asistir a las reuniones sociales, puntos de encuentro donde, se espera, puedan conocer a esos futuros esposos que aseguraran su bienestar. Una alternativa que no entra en los planes de Josephine, pero sí en los de su enamoradiza hermana, cuyos anhelos son muy diferentes. Siempre juntas, en las buenas y en las malas Entre las miserias de un país en guerra, las chicas conocen a Theodore ‘Laurie’ Laurence (Timothée Chalamet), nieto de su acaudalado vecino, un jovencito de espíritu libre que poco acata los modales y las reglas que se esperan de un hombre de su clase. La actitud de Teddy encaja perfecto con la de las hermanas, forjando de esta manera un vínculo que se extenderá a lo largo del tiempo, más precisamente con Jo y la pequeña Amy (Florence Pugh), la más vanidosa y caprichosa del conjunto. “Mujercitas” va y viene en el tiempo, reforzando y resignificando cada momento de importancia en la vida de las March y su madurez, siempre desde la mirada de Jo (por supuesto), pero también la de la autora. De manera magistral, Gerwig logra fundir estos dos personajes y hasta sumar sus propias experiencias en un mundo que le resulta tan diferente como conocido. Las costumbres de 1868 serán distintas, pero el lugar de la mujer dentro de la sociedad sigue siendo un tema de discusión y lucha. Greta consigue que los, muchas veces, acartonados y pomposos diálogos de Alcott se sientan auténticos y sinceros en boca de sus protagonistas, sobre todo en Ronan y Pugh, que se roba cada escena en la que aparece y tiene la tarea más complicada encarnando al personaje que más se modifica a lo largo de esta historia. Laurie, la quinta "hermana" March Queda claro que Gerwig no está tan interesada en las desventuras amorosas de estas Mujercitas, sino en la fuerza de su relación fraternal. A cada una le otorga una personalidad distintiva (desde el guión y la puesta en escena, como el vestuario y la iluminación) y les da su momento para brillar, aunque Jo y Amy queden en el centro de la escena. Al final, es indiscutible que cada una de ellas tiene sus pequeños sueños y anhelos, y logran cumplirnos en la medida de sus ambiciones. Ninguna se muestra conformista, aunque deba ceder terreno, pintando diferentes retratos del lugar de la mujer, no sólo en el siglo XIX, sino en la actualidad, demostrando que Alcott era una avanzada para su tiempo, allá de que escribía para un público meramente juvenil. “Mujercitas” tienen un humor inusual (que encaja a la perfección) y una emotividad a flor de piel que nos salpica gracias a las actuaciones de un grandísimo elenco (no nos olvidemos de Tracy Letts, James Norton, Chris Cooper y Meryl Streep), pero también de las destrezas artísticas de Greta detrás de las cámaras que elige cada plano y ángulo con sabiduría, y no sólo para adornar una “historia romántica”.
Greta Gerwig nuevamente aborda un melodrama adolescente atravesado por su intelecto feminista. La embajadora del mumblecore consolida su talento como realizadora mientras le saca provecho a un elenco magistral.