La bruja mala del este Situándose en las antípodas con respecto a la formalmente similar aunque fallida Nunca Digas su Nombre (The Bye Bye Man, 2017), el último trabajo del británico Caradog W. James, el mismo de la interesante The Machine (2013), es un intento exitoso en pos de retomar los engranajes narrativos del terror basado en leyendas urbanas, esa dimensión de la mitología moderna que reclama que algún pobre infeliz haga -o deje de hacer- algo para desatar un vendaval de sucesos extraños, acoso y muerte. No Toques Dos Veces (Don't Knock Twice, 2016) funciona como un nuevo mojón dispuesto a colaborar en la buena salud de un horror contemporáneo que continúa diversificándose de una manera prodigiosa gracias al hecho de que un importante número de realizadores ha decidido empezar a dejar de lado los estereotipos quemados del mainstream y beber de fuentes más añejas y valiosas. La trama gira alrededor de la relación malograda entre Jess (interpretada por la siempre eficaz Katee Sackhoff, una veterana de la televisión y los sustos en general) y su hija Chloe (la también hermosa Lucy Boynton): mientras que la primera es una escultora y adicta en recuperación que está casada con Ben (Richard Mylan), un ejecutivo bancario, y que tuvo que renunciar a su hija hace nueve años por miedo a lastimarla por su enfermedad, Chloe es una joven que se ve obligada a recurrir a su madre cuando ella y su amigo Danny (Jordan Bolger) deciden tentar a la suerte tocando dos veces en una casa supuestamente habitada por una bruja, lo que deriva en la desaparición del muchacho y el hostigamiento a cargo de la susodicha para con Chloe. La leyenda de turno dice que el primer golpe en la puerta despierta a la hechicera devoradora de niños y el segundo la levanta de entre los muertos. Con el fin de no adelantar demasiado sólo diremos que la película coquetea con algunos elementos del J-Horror pero nunca cae en la parafernalia de los fantasmas vengadores y los jump scares cronometrados porque prefiere jugar en simultáneo con un misterio en torno al suicidio de la habitante original de la tétrica morada, Mary Aminov (Ania Marson), una investigación que llevó adelante años atrás el Detective Boardman (Nick Moran) sobre el secuestro de un niño y la posibilidad de que todo tenga que ver con Baba Yaga, una entidad paranormal del este europeo que necesita de esclavos humanos para poder alimentarse de pequeños y demás actividades non sanctas. Dicho de otro modo, No Toques Dos Veces posee la astucia suficiente para vincular el sustrato de base de las leyendas urbanas con una intriga bien desarrollada conectada asimismo con las fábulas macabras de tiempos remotos. ¿Pero exactamente cuál es el secreto del film para redondear una experiencia mínimamente enriquecedora dentro de los parámetros del terror? De hecho, el enigma es muy sencillo de resolver a nivel discursivo y lo que suele faltar es valentía y convicción por parte de los cineastas: el opus de James no pierde tiempo con escenas introductorias larguísimas que trabajan sobre clichés y opta en cambio por adentrarse de inmediato en la invocación del engendro del infierno y sus ataques vía secuencias bien administradas, con momentos de verdadera angustia. Desde ya que hablamos de una especie de “versión popular” -y por demás inferior- de La Bruja (The Witch: A New England Folktale, 2015), no obstante lo realizado por el director y los guionistas Mark Huckerby y Nick Ostler alcanza para que estemos ante una obra cumplidora que aprovecha los resortes e intersecciones del género…
No toques dos veces, cuyo afiche promocional trae al recuerdo el clásico de culto de Steve Miner, House (1986), es una película independiente de terror que revive en el cine a una de las brujas más populares de la mitología europea. Dentro del folclore eslavo la figura de Baba Yaga es tan grande que con el paso de los siglos logró trascender el género de la fantasía rusa para convertirse en un clásico popular que se adapta a todas las culturas. Desde los cómics de Hellboy a los dibujos animados de Dragon Ball, la aterradora bruja que come niños logró consolidarse entre las grandes villanas de la ficción. El film del director Caradog James presenta un decente cuento de terror que se centra en la mitología de este personaje. No es una película memorable ni de visión imprescindible pero al menos consigue ser más llevadera y entretenida que otros estrenos mediocres de horror que pasaron hace poco por la cartelera. James no pierde el tiempo en su narración y establece el conflicto principal en los primeros 10 minutos para luego divertirse con la figura de Baba Yaga. La película tiene una buena construcción de las atmósferas de tensión y horror, donde jugó un papel fundamental la banda sonora de James Edward Barker y Steve Moore. La música remite bastante a los trabajos del compositor Joseph Bisara en los filmes de James Wan (La noche del demonio y El conjuro) y dentro de la narración de No toques dos veces tiene un papel destacado. Las melodías generan muy buenos climas de tensión y le dan el marco perfecto al cuento de terror que presenta el director. Dentro del reparto hay artistas decentes y se destaca la presencia de Katee Sackoff, recordada figura de la remake de Battlestar Galactica. La caracterización de la bruja estuvo muy bien lograda y hay escenas donde logra ser aterradora. La desventaja de esta producción es que el conflicto no tiene ninguna variante interesante que no hayamos visto en otros filmes sobre temáticas sobrenaturales. Sin embargo, los actores y la narración del director logran que el relato sea ameno. Reitero, ante tantas películas de horror malas que llegan todos los meses No toque dos veces al menos se deja ver.
El género de terror es uno de los más populares entre los espectadores. Quizás sea por un tema psicológico de querer enfrentarnos ante aquello que nos aterra, a las pulsiones y al deseo de calmar ese estado de tensión constante que nos aqueja por el solo hecho de estar vivos. O tal vez sea por una cuestión de puro divertimento. El asunto es que ante la enorme demanda de este género, casi todas las semanas tenemos al menos un film de horror en la cartelera. “No Toques Dos Veces” (“Don’t Knock Twice”) es una propuesta con un gran sentimiento de familiaridad, al verla nos damos cuenta de que la cinta nos da una sensación de deja vu. La película trata acerca de una madre, Katee Sackhoff (“Battlestar Galactica”), que deberá proteger a su hija de una entidad sobrenatural que la persigue al haberla “despertado” de un aparente letargo. Ella es una escultora y adicta en recuperación que está casada con un banquero. Años atrás, Jess se vio obligada a renunciar a su hija para protegerla de su precaria condición y su lucha contra las adicciones. Chloe es una chica adolescente que no quiere saber nada con su madre pero deberá acudir a su ayuda cuando con su amigo Danny deciden llamar (dos veces) a la puerta de una casa habitada por una supuesta bruja. Todo esto deriva en la desaparición del amigo de la joven y una persecución de la entidad a Chloe. La leyenda urbana del lugar nos relata que con el primer llamado a la puerta despierta a la hechicera devoradora de niños y el segundo la levanta de entre los muertos. El largometraje cuenta con una más que decente dirección de Caradog W. James y unas actuaciones notables de Katee Sackhoff y Lucy Boynton (“Sing Street”). Los problemas vienen por el lado del guion, que presenta varios lugares comunes y algunos giros predecibles que le quitan sorpresa al espectador. Además, algunos diálogos se sienten forzados y ciertos personajes no llegan a despertar interés o tener peso para la historia, haciendo que queden en evidencia ciertos elementos dramáticos a ser utilizados posteriormente. Sin embargo, la película llega a brindar un entretenimiento pasajero y algunos momentos bien logrados, más si la comparamos con otros proyectos que pudimos ver recientemente en el cine, como por ejemplo “Aplicación Siniestra” y “No Digas Su Nombre”. En síntesis, “No Toques Dos Veces” es un film regular que pese a una buena dirección y a unas actuaciones decentes no puede salir adelante debido a un guion genérico, repleto de clichés y situaciones familiares por su presencia en un amplio número de películas pertenecientes al género. Puntaje: 2,5/5
Película que llega de Inglaterra y que narra el misterio tras la desaparición de un joven y un mito urbano acerca de una casa alejada de la ciudad y el llamado a la puerta de la misma. El principal problema de esta propuesta no es su intento por recuperar cierto espíritu nostálgico de films clase B de los años ochenta del siglo pasado, al contrario, eso potencia su esencia. El principal inconveniente es su incapacidad para definirse por un género de todos los que toca (terror, drama, policial, procedimiento, etc.) y justamente, en ese deambular eterno, y en los trazos gruesos con los que se trabaja algunos personajes (el marido de la madre de la protagonista), es en donde todo se desdibuja y genera un tedio apabullante a lo largo de todo el relato.
La madre de todas las maldiciones El director de The Machine (2013) realiza este film británico sobre una madre que debe recuperar a su hija adolescente acosada por una maldición. La película mezcla subgéneros del cine de terror y por momentos parece perder el eje de una narración previsible, aunque sobre el final su aire sobrenatural la convierte en un relato atractivo. Chloe (Lucy Boynton) recurre a su madre ausente tras ser condenada por una extraña maldición: Golpear dos veces en la casa abandonada cerca de la autopista hace que el espíritu de la difunta (que se suicidó por una condena injusta) la persiga hasta matarla. Su madre Jess (Katee Sackhoff) agradece la visita e intenta recuperar a su hija. Esta mujer atormentada y llena de culpa es lo mejor de una película que se apoya en esta subtrama melodramática para dimensionar lo sobrenatural. No toques dos veces (Don't Knock Twice, 2016) comienza como un melodrama de madre atormentada, artista plástica y ex drogadicta que tiene que recuperar a su hija adolescente. Salta bruscamente a la maldición de fantasmas y pasa por el policial de monstruos medievales. En este pastiche cinematográfico el director Caradog W. James logra, contra todo pronóstico, mantener la atención. Después de los desfasajes de tono y estilo iniciáticos, uno se acostumbra como si el film adquiriese un verosímil propio y la intriga funciona. Ayuda por supuesto el estilo británico de la cinta: Una sobre explicación constante que, por más redundante que se torna, articula los desvaríos del argumento y los conducen con eficiencia hasta el final. Y para sorpresa de todos, la película crece en los minutos finales, anclada en el vínculo femenino a fortalecer entre madre e hija, que amplifica las pasionales mortales del relato. Sustos, clichés y una maldición a la vieja usanza para una película que funciona a medias pero supera el difícil objetivo de entretener.
Una madre y su hija adolescente enfrentan la leyenda urbana de una bruja demoníaca en este relato que es un refrito de varios títulos y exagera con su vuelta de tuerca final. Así como recientemente vimos la olvidable No digas su nombre, ahora el terror no consiste en pronunciarlo, sino en tocar dos veces una puerta para despertar la maldición de una antigua bruja vengativa. Este relato del director británico Caradog W. James -The Machine- se inicia como un ingenuo juego adolescente, se interna en el terreno fantástico y une los caminos de la adolescente Chloe -Lucy Boynton- que sale en busca de su madre Jess -Katee Sackhoff, vista en Oculus-, una escultora ex adicta de la que estuvo separada por años, y que ahora vive cómodamente en una mansión de Nueva Inglaterra junto a su marido banquero. Chloe intenta escapar de una ola de misteriosas desapariciones y muertes que inició junto a su amigo y su desgracia también se traslada al nuevo "hogar dulce hogar". El tema de los espíritus vengativos que vuelven para imponer el terror -o guiar a las víctimas a alcanzar la verdad- se vio en infinidad de oportunidades y la estética remite también a famosas películas orientales del género de décadas pasadas. No hay nada nuevo bajo el sol, salvo un intento por contar una historia sobre el tiempo perdido entre madre e hija, inmersas ahora en experiencias paranormales que sacuden sus vidas. No toques dos veces echa mano a los recursos más explotados del género, jugando con el efecto de "figura y fondo" -siempre una puerta entornada-, los sobresaltos y las presencias de forma retorcida. La trama incluye además a un detective que investiga el caso de niños desparecidos, una amiga de Jess, esculturas tapadas con plásticos que adquieren un aspecto amenazante y una puerta abierta que deja entrar a presencias fantasmagóricas milenarias. Sólo algunos escenas acertadas -como el prólogo con los jóvenes frente a la casa abandonada- no alcanzan para mantener la tensión ni el clima asfixiante propuesto con indiscutibles parecidos a Candyman, Oculus, Mamá y La noche del demonio. La forzada y confusa vuelta de tuerca sobre los minutos finales -en una trama plagada de apariencias engañosas y misterios- no suman puntos a la historia que insiste sólo en inquietar al espectador con sus oscuras amenazas, suicidio y niños fagocitados por el horror.
Hay una leyenda urbana que asegura que en una casa embrujada, si tocas el llamador una vez despiertas a bruja, si tocas dos la traes desde la muerte. La protagonista joven se ve que no le presta atención a la advertencia y va con su noviecito a….tocar dos veces. Cuando el adolescente desaparece, ella corre a reunirse con su madre, una ex adicta que no pudo criarla de niña y que ahora, convertida en exitosa escultora, quiere recomponer la relación. Según el argumento nada mejor que el terror para recomponer una relación entre una madre obligadamente ausente y una adolescente que no quiere tener nada que ver con ella hasta que se asusta de su propia imprudencia y de la bruja que la persigue. Lo mejor de la pelicula dirigida por Caradog James, son las protagonistas Katee Sackttoff y Lucy Boynton que hubieran merecido un mejor film, por como riden en los intrincados meandros del argumento: Bruja verdadera, esclava humana, policia corrupto, venganzas y obediencias. Con un poco mas de talento en la trama hubieran logrado mejores resultados. Pero enredos y lugares comunes se alían para desmejorar lo que al principio prometía mejores objetivos.
A partes un thriller sobrenatural y un drama maternal sobre madre de hija separadas por las circunstancias, Don’t Knock Twice es la película de terror (británica en este caso) de la semana, una donde los sustos sorpresa están a la orden del día, pero su trama es lo que subsana otros momentos regulares de la misma. Jesse (Katee Sackhoff, dándolo todo como siempre) es una pudiente artista plástica con una hija ahora adolescente, Chloe (Lucy Bonyton) con la cual quiere resarcirse por años de abandono infantil debido a abusos diarios. Se le nota en la mirada a Jesse lo mucho que quiere reconectarse, pero la distante Chloe no cederá tan fácil, y el acercamiento entre ambas ocurre a cuentagotas. Lo sobrenatural llega cuando Chloe y un amigo de la infancia revivan una costumbre infantil que desata un infierno en sus vidas. Madraza como es, Jesse intentará solucionar el embrollo de su retoño antes de que sea demasiado tarde. Como drama familiar, Don’t Knock Twice sobresale con momentos muy sentidos entre Sackhoff y Boynton. Hay dolor por el apartamiento temporal, por las situaciones actuales de cada una, por el giro perverso en el que se encuentran, pero es una momento límite que las acerca mucho más de lo que nunca hubiesen deseado. El desarrollo familiar es lo que cimenta que el espectador se preocupe por las protagonistas, y que quiera llegar al desenlace con ansias de develar el misterio. El director Caradog James y sus guionistas Mark Huckerby y Nick Ostler agregan a este drama el mito de Babayaga (que no, no es John Wick y el apodo de la mafia rusa) pero es la arista menos novedosa del film. Reducida a una figura en las sombras delgada y amenazante (pero interpretada por el siempre servicial Javier Botet), la aparición de la bruja del folclor ruso encasilla mucho en el género a una película que podría haberse escapado a ese cliché burdo y carente de emoción. En hora y media de metraje entonces se entrecruzan dos historias en una misma trama, y una ayuda a la otra. Las investigaciones de madre e hija en esta supuesta maldición rusa y el reencuentro entre dos mujeres separadas hace rato. En el camino quedan sustos a granel, ya sea apariciones demoníacas o sonidos amplificados, y una sobreexplicación de eventos que se suceden como si el espectador no prestase la suficiente atención. Don’t Knock Twice no es un mal exponente del género. Tiene sus buenas ideas, ejecución decente, y giros un tanto imprevistos, pero en definitiva no suma nada novedoso u orgánicamente interesante más que para pasar un buen momento.
No toques dos veces, de Caradog W. James Por Mariana Zabaleta Es común asociar las historias catalogadas como “leyendas urbanas” a Estados Unidos. Es cierto que dicho país es un gran productor y distribuidor de estos relatos, en distintos lenguajes siendo el cine uno de los más importantes, pero quizás sea solo una marca de la industria. No toques dos veces nos trae una historia bien conocida por todos, leyendas urbanas que ya son leyendas globales. Lo prohibido suele ser un lugar, que por extraño o abandonado parece esconder un secreto, necesariamente oscuro. La pulsión de adentrarse en él desde muy pequeños esta, ¿Quién no tiene recuerdo de ingresar en un lugar prohibido? Ya sea por aventura, tanto como travesura o provocación. Las leyendas funcionan como precaución, relatos universalmente transmitidos que conectan el presente con lo más antiguo de la civilización. En este caso la lucha entre el bien y el mal se da bajo la insignia de la madre, voluntad protectora que metafísica, y físicamente, batalla contra la oscuridad. Jess (Katee Sackhoff) se sumerge en la aventura de salvar a su maldecida hija Chloe (Lucy Boynton), sumado a que cierta parte de la trama, versa sobre el conflictivo vinculo que puede llegar a tener una madre con su hija. Algo de psicología se cuela a través de la figura de la araña, una madre que supo ser peligrosa busca redención en esta aventura. Más allá de ciertas temáticas, y registros, como pueden ser la presencia de la bruja, el demonio, los momentos de alucinación y sobresaltos, como también el registro semipolicial que hacen de sostén a la trama, es llamativo y cautivador el juego con las figuraciones que la película propone. Jess es artista, creadora de figuras semi-religiosas en arcilla. La vemos acongojarse frente a una madonna irresuelta, en búsqueda del máximo artificio, aquel por el cual el arte engaña a la percepción y entrega la vida a los objetos inanimados. Los planes de la bruja no se alejan de dicho registro, la ilusión como parte de la maldición induce a su víctima-espectador al máximo pavor. Algo de lo que también solemos experimentar en el cine. Todo cierra bajo la red que tiende el diablo, lúdico co-artífice que disfruta pasivamente de ver como los personajes luchan entre la luz y la sombra. NO TOQUES DOS VECES Don’t Knock Twice, Reino Unido, 2016. Dirección: Caradog W. James. Guión: Mark Huckerby y Nick Ostler. Intérpretes: Katee Sackhoff, Lucy Boynton, Richard Mylan, Nick Moran, Jordan Bolger, Ania Marson, Pascale Wilson, Javier Botet, Pooneh Hajimohammadi, Sarah Buckland. Producción: Claire Moorsom y John Giwa-Amu. Duración: 93 minutos.
Una madre y una hija, una casa demoníaca y una bruja sanguinaria son los elementos de esta película de terror, pero quedémonos con “madre e hija”, porque a través de los sustos, el film es un recorrido por las relaciones conflictivas que tal vínculo permite adivinar. Si la película no es mejor se debe a evidentes lagunas en el guión y a un escaso presupuesto, que aparece bien aprovechado cuando se trata de golpes de efecto.
Llamado al demonio Mitos urbanos existen en cada lugar, en lo ancho y largo del planeta. Muchos de ellos suelen ser sólo cuentos para asustar niños. Aunque algunos otros pueden llegar a quitarles la vida. Esto podrán descubrirlo en No toques dos veces. Cuenta la leyenda que si golpeas la puerta de Mary dos veces, ella vendrá por ti. El primer golpe la despierta de su descanso eterno, y el segundo invoca al demonio que te perseguirá hasta obtenerte. La historia de Mary nace con el típico juego de niños, el famoso ring raje en Argentina. Según los narradores, algunos años atrás, el pequeño Michael, un simple niño, golpeó dos veces la puerta de Mary, y por consecuencia el niño desapareció. Años más tarde, toda la cuadra fue derribada, excepto la casa que fomenta el mito, algunos suponen que la señora ha muerto, y pese a que los juegos quedan, todos evitan esa morada, ya que temen su despertar. La película se desarrolla en torno a la vida de Chloe (Lucy Boyton), cuyo pasado familiar es algo turbulento. Pese a una inexistente relación con su madre, ya que ésta la derivó a un orfanato, al ser ella tan solo una pequeña. Ahora, entrada su adolescencia, su progenitora vuelve para gestar un nuevo vínculo e intentar forjar de una vez por todas esa vida familiar. En un contexto de desarraigo emocional, con muchas dudas respecto a su presente y sus nuevas opciones de vida, Chloe se encuentra con su amigo Danny, que a modo de juego la convence de golpear junto con él, la tan famosa puerta maldita. Por supuesto en ese entonces la acción comenzará. Si bien el guion se centra en clichés más que abarcados en el género del Thriller o el Terror convencional, presenta algunos giros y vueltas de tuerca que aplacan un poco ese vacío emocional que significa ver cada semana la misma propuesta. El comienzo de la película es algo prometedor, pero simplemente el desarrollo se vuelve completamente simplista y no parecería buscar más que el típico susto con el monstruo ocasional y la música puesta en el momento exacto. Da pena que el guion podría haber sido aún más trasgresor de las banalidades del género. Y sobre todo que el argumento termina siendo un poco más interesante. Por parte de la dirección de James Caradog, se le puede remarcar el tono lúgubre que acompaña fielmente el estilo del film. Sin embargo hay muchas escenas que dejan la sensación de poder haber sido mejor construidas y que quizás con un mejor trabajo de producción, la realización podría haber ido más allá de otra típica película de terror. No toques dos veces es lisa y llanamente, como ya se ha dicho, otro film más del género. Sin embargo, aquellos que no vayan con altas expectativas, quizás disfruten de la misma.
Una (otra) película de terror con los sustos reglamentarios y la fórmula aplicada con el manual del género. La exhibición argentina se ha vuelto una cuestión de precisión suiza que hace que jueves tras jueves llegue a la cartelera una película de terror. El conjunto es amplio tanto en sus propuestas como en sus resultados. No obstante, una importante mayoría cae en una mecanización que las vuelve prácticamente iguales y, por lo tanto, fácilmente olvidables. Tal es el caso de No toques dos veces. La historia es más o menos la de siempre. Una mujer adicta en recuperación se reencuentra con su hija adolescente, a quien renunció una década atrás para alejarla de las consecuencias de su adicción. Ahora vuelve aunque no por amor, sino porque ella y su amigo tentaron al destino tocando dos veces las puertas de una casa habitada por una bruja, algo que según la leyenda significa que su espíritu regresará de entre los muertos para, claro está, no dejar a nadie en paz. La figura siniestra de la bruja esconde un pasado tortuoso que el film de Caradog irá develando a medida que avance el metraje. Típica historia sobre familias desestructuradas y amores frustrados, No toques dos veces entrega los sustos reglamentarios, siempre acompañados con golpes de sonido y un montaje abrupto, signo de una fatiga que no sólo aqueja a esta película, sino también al género casi completo.
No toques dos veces: investigación que no lleva a ninguna parte El afiche de esta película recuerda bastante al de House, éxito del terror de mediados de los 80 que era, sobre todo, una comedia hórrida. En No toques dos veces no hay humor, pero sí pistas de lo que podría haber sido este film si se hubiera jugado más por sostener los climas y las relaciones entre los personajes y menos por encuadrarse de manera anodina en el "terror con investigación", porque no logra profundizar ni fluir con prestancia narrativa en el camino elegido. En esta historia de madre artista que intenta recuperar a su abandonada hija adolescente (amenazada por una bruja), había más y mejores perspectivas por el lado del suspenso psicológico que por el de las vueltas de tuerca con música adocenada.
El fantasma de la confusión La trama es tan enrevesada que, mientras tratamos de entenderla, nos olvidamos del miedo. Cual institutrices, las películas de terror nos están prohibiendo todo: No respires, Nunca digas su nombre, y ahora lo que no debemos hacer es tocar dos veces a la puerta de esa vieja casona abandonada al lado de la autopista. Caso contrario, el espíritu de su antigua moradora, una vieja de origen ruso llamada Mary Aminov, nos perseguirá para llevarnos al inframundo. ¿Y qué hace esta parejita de adolescentes que conoce la leyenda? Sin motivo aparente, va y llama a la puerta. Dos veces. Efectivamente, un fantasma maligno -muy parecido al de La llamada, pero seco- aparecerá e intentará atraparlos. Pero Chloe, la chica, huye a refugiarse en la mansión de su mamá. Y aquí enfrenta otro conflicto, porque esa madre que ahora es millonaria la abandonó cuando Chloe era chica, y ahora quiere recuperar el vínculo con su hija. Al principio, ni ella ni nadie le cree a la joven. Ya tenemos casona tétrica, mansión alejada de todo, monstruo suelto por ahí, rubiecita asustada: tenemos película de terror. O algo así, porque aquí ni los clichés funcionan como deberían. La trama se va enrevesando con elementos forzados, que complican y entorpecen el desarrollo. Hay un intento de explicación (el oscuro pasado de Mary Aminov, los orígenes míticos -bajados de Internet- de la entidad maléfica) tan torpe que nada encaja y no termina de quedar claro qué demonios, justamente, están acechando a esa chica. Hay un par de personajes secundarios que cobran un protagonismo inexplicable y, a fin de cuentas, tampoco se entiende qué tiene que ver la relación madre-hija con el resto de la historia. Conclusión: a río revuelto, pérdida de terror. Mientras tratamos de descifrar el intríngulis y le buscamos cierta lógica a lo que está pasando, nos olvidamos de lo fundamental: sentir miedo.
La mano que golpea la puerta Una amenaza sobrenatural se interpone entre una relación madre-hija ya de por sí muy complicada. Esta es la premisa de una interesante película inglesa de terror que más allá de sus imágenes ominosas maneja mejor lo que tiene que ver con sus dos personajes principales que lo relacionado con las fuerzas oscuras. Este detalle es a la vez un defecto pero también le da un ángulo distinto a "No toques dos veces", un film que abreva en la tradición de leyendas urbanas al estilo de "Candyman", la película escrita por Clive Barker que con el tiempo se ha vuelto más influyente. En "Candyman" había que repetir este nombre varias veces en un espejo a ver si ese ser sobrenatural hacia su aparición. Argumento Aquí el asunto es mas rápido dado que lo que tiene que hacer la protagonista Lucy Boynton es tocar dos veces en la puerta de una casa en ruinas donde supuestamente habita una bruja. Eso sucede justo cuando su madre, que hace diez años dejó a la ahora adolescente con padres sustitutos, quiere recuperar a su hija. La trama no sabe llevar muy bien esta mezcla de rencores pasados con brujas actuales, pero lo cierto es que sí ofrece climas terroríficos eficaces que mantendrán bien entretenidos a los fans del genero. Y lo más interesante es que esta es una de esas raras películas de terror en donde las actuaciones importan más que los efectos especiales.
Las leyendas urbanas brindan un estupendo material para una película de terror. Hasta ahora, la que más aprovecho una premisa de ese estilo es Candyman: El Dominio de la Mente (Candyman, 1992), basada en un cuento de Clive Barker. Justamente de Inglaterra, la patria de Barker, proviene No Toques Dos Veces (Don’t Knock Twice, 2016). Jess (Katee Sackhoff), una exitosa escultora con pasado repleto de adicciones, recupera la tenencia de hija adolescente, Chloe (Lucy Boynton), quien fuera criada en un centro para menores. Pero Chloe viene de tener una experiencia cercana con una oscura leyenda. Quien golpee dos veces a la puerta de Mary Aminov, una supuesta bruja que secuestra niños, está condenado a desparecer. Jess y su hija pronto descubrirán que ese cuento de medianoche es real y que el espectro las acecha con intenciones aun más tenebrosas. En esencia, la película es un correcto drama entre una madre y su hija: el reencuentro de ambas, la reconstrucción de la confianza, el cariño, el resentimiento… Todo esto, contado como una de terror que tampoco se sale demasiado de la norma. De todos modos, el director Caradog W. James sabe crear climas pesadillezcos -los puntos más altos del film- y proporciona sustos tan efectistas como efectivos. La labor de Sackhoff y Boynton -la y inolvidable chica de Sing Street (2016)- es buena, pero quien merece una mención especial es Javier Botet. Este actor e ilustrador español padece el Síndrome de Marfan, motivo por el que luce brazos y dedos largos, además de medir dos metros. Sin embargo, como Rondo Hatton y su acromegalia décadas atrás, le sacó provecho a su problema físico y suele encarnar a monstruos de aspecto quebradizo pero aterrador: fue la Niña Medeiros en la saga de REC, el personaje del título en Mamá (Mama, 2013), uno de los demonios de El Conjuro 2 (The Conjuring 2, 2016) y una de las criaturas de Alien: Covenant (2017). Gracias a Botet y los maquillajes que lo recubren y la manera en que se lo filma, los procedimientos artesanales siguen dando más miedo que cualquier truco digital. No Toques Dos Veces pertenece a la nueva camada de películas de terror inglesas, con nombres como Mike Flanagan entre los exponentes destacados. Films con elementos interesantes, aunque lo mejor de esta camada todavía está por venir. Mientras tanto, tengan cuidado si escuchan que tocan dos veces a la puerta… y, por si acaso, tampoco toquen dos veces a puertas ajenas.
El género de terror sigue en boga, aunque lamentablemente no con la innovación de sus mejores épocas. No Toques Dos Veces llega a las salas argentinas sin la necesidad de revolucionar el género, únicamente interesada en asustarnos durante hora y media. Una intención que no carece de nobleza. Desgraciadamente no consigue siquiera mantener sus estándares. Mejor tocá el Timbre: Jess es una escultora casada con un banquero de buen pasar económico y quiere aprovechar la oportunidad para traer a su hija, Chloe, a vivir con ellos (una hija que ella tuvo cuando era adicta a las drogas y debió entregar al estado). Inicialmente, Chloe no quiere saber nada con su madre. Es una visita a una casa maldita la que cambiará drásticamente estos planes. Ahora, tanto madre como hija deberán hacerle frente a un ente maligno que tiene marcada a Chloe y no se detendrá ante nada hasta efectuar su cometido. Nada nuevo en el horizonte: En materia de guión, en cuanto a género de terror se refiere, No Toques Dos Veces no aporta nada nuevo más allá del repertorio conocido de sobresaltos y alucinaciones turbias que se han visto hasta la saciedad en otras producciones. A medida que progresa la trama, los giros son confusos más que sorpresivos. No obstante, a pesar de estas fallas, todas las escenas que tratan la relación madre-hija de las dos protagonistas poseen un adecuado sentido del drama. Uno de los pocos logros en una propuesta fallida. Por el costado técnico, la fotografía y la dirección de arte son prolijas; con un extenso uso de las sombras y los colores fríos. Si bien crea clima, no queda más que en esa intención, ya que esta producción visual termina volviéndose tan anticipable como su propuesta narrativa. Dichos atributos también se le pueden adjudicar a la banda sonora de la película, con unos violines que más que subrayar el ambiente, parece que tratan de avisarle al espectador “preparate que ahora viene el monstruo”. En el apartado actoral, tanto Katee Sackoff como Lucy Boynton entregan dignos trabajos, sea cuando están juntas como cuando están separadas. Su química es eficiente, ya que puede sentirse en el aire la enorme tensión que predomina en la relación de sus personajes. Sobra decir que ello aplica a los apartados netamente dramáticos: cuando entran en el terreno a donde esta película se inscribe, es otro cantar, ya que las intérpretes caen prisioneras de las debilidades narrativas de la historia. Conclusión: No Toques Dos Veces no es una propuesta que inventa la pólvora y tampoco sabe usarla para entretener. Si bien crea un clima visual y tiene las actuaciones adecuadas para llevar a buen puerto las cuestiones más emocionales de la historia, no asusta ni sorprende como debería, En consecuencia, cae indefectiblemente en todos los clichés del género. Otro título que entiende al terror como una cruza de climas y sobresaltos, cuando el género, en realidad, es capaz de mucho más.
Figurita repetida Partiendo desde la naturaleza sobre-explicativa del título, No toques dos veces es otra muestra más de una tendencia que ya comienza a ser repetitiva dentro del género de terror: la vertiente sobrenatural folclórica. Esa que mediante sucesos inexplicables y una larga lista de leyendas urbanas plantea que nunca hay que molestar a los demonios, espíritus rencorosos y brujas de turno, si no se quiere afrontar un destino trágico. Sin embargo, una tradición que produjo obras de culto como Candyman (1992), y que se traslada hasta hoy con referentes como Insidious (2010), Oculus (2013) y The Babadook (2014), le queda grande al nuevo film del director galés Caradog James. La historia se sitúa en el reencuentro de Jess (Katee Sackhoff), una ex drogadicta en recuperación, y su hija adolescente Chloe (Lucy Boynton) con la intención de recuperar su relación. En un primer momento, las emociones encontradas y algunos resentimientos del abandono hacen que la reunión de ambas quede trunca. No obstante, cuando la joven desata la furia de un espectro vengativo (casualmente tocando dos veces la puerta de la casa que alguna vez habitó) y acontecimientos extraños comienzan a suceder a su alrededor, será el pánico de Chloe lo que la obligará a regresar a la casa de su madre en busca de ayuda y hacer frente a la entidad siniestra que la persigue. El principal problema por el que No toques dos veces no llega a brillar como se esperaría, no se relaciona con una potencial mala representación de la estética lúgubre y supersticiosa, imprescindible en una producción de este tipo de sub-género. Es más, su atmósfera oxidada y claustrofóbica favorecen el sobresalto por encima de cualquier sonido estridente. Tampoco la existencia de personajes olvidables dispuestos únicamente para morir en manos de la presencia demoníaca, ya que precisamente la mecánica madre/hija de Jess y Chloe lidiando con su pasado es uno de los pocos puntos fuertes de la película. Incluso la mitología eslava en la que está basado el film es lo suficientemente interesante para querer conocer aún más, a medida que se van descubriendo más detalles de la leyenda del demonio Baba Yaga. Ninguno de estos factores. Su verdadero problema radica en la pobre conjunción de una historia confusa (con varias vueltas de tuerca innecesarias) y el descuido de mostrar mucho durante la construcción del suspenso y demasiado poco durante el esperado climax. Este desbarajuste genera que la intensidad decaiga en determinados momentos y que inevitablemente derive en que el film se haga redundante hacia su final, intentando sorprender de cualquier manera al espectador. Algo que, sumado a la falta de resolución en ninguna de sus dos subtramas (la relación problemática de Jess y Chloe y la venganza sobrenatural), planteadas como dos pasajes sin casi relación entre sí, hace que el argumento cese repentinamente sin responder ninguna de las incógnitas propuestas, imponiendo otras nuevas como si fuera el primer capítulo de una miniserie más que una película. Poco es lo que se puede rescatar de esta fórmula genérica dentro del género del terror, en aspectos como su ambientación y algunas ráfagas de creatividad en su premisa, cuando solo quedan las buenas intenciones. No toques dos veces termina siendo otra película del montón a pesar de las claras intenciones de los productores para dar pie a una secuela. Por Nicolás Feldmann Cambours
La película de Caradog James es un catálogo de lo que ya se ha usado en infinidad de ocasioens para provocar miedo. La intención de hacer una película de terror de calidad es obvia desde las primeras imágenes de No toques dos veces. La fotografía, la iluminación, la escenografía tienen ese lustre satinado que suele indicar que el presupuesto no era escaso y que el director podía permitirse ciertos lujos. Pero ese concepto más o menos clásico de calidad hace tiempo que fue saboteado por este género popular que suele ser más creativo y diruptivo cuando es desprolijo que cuando hace bien los deberes. Y además, se supone que hacer bien lo deberes implica no copiar de forma abusiva. En ese sentido, la película de Caradog James es un catálogo de lo que ya se ha usado una y mil veces para provocar miedo. Puertas que se abren solas, luces que titilan, sombras desenfocadas que se delizan, llantos inexplicables, etcétera. Todo enmarcado por una escenografía gótica: una casa vieja donde supuestamente vivió una bruja y una casa enorme donde habitan las protagonistas. Una artista y su hija adolescente vuelven a encontrarse después de varios años en que estuvieron separadas debido a la adicción de la madre. Es un encuentro tenso, definido por la horrorosa experiencia paranormal que tuvo la chica y que le hace aceptar un amor y un cuidado maternos que había rechazado poco antes. Por supuesto, la psicología sólo sirve de excusa temporal para entender las cosas desde el parámetro de los traumas o los shocks emocionales y no desde el punto de vista sobrenatural. Son las dos opciones básicas del cine de terror: todo lo explica la mente o todo lo explica el mal. No toques dos veces elige la segunda opción y propone la típica conexión entre el mundo real y el mundo infernal como un pasaje de ida y vuelta. En vez de mostrarlo de forma más o menos abstracta, como el túnel de Poltergeist o el limbo brumoso de Oculus, aquí Caradog James rinde tributo a la tradición inglesa del misterio de los bosques. Pero cuando llega a ese verde laberinto, ya ha agotado la paciencia con la infinita repetición de fórmulas mediante las cuales trata de mantener la expectativa a fuerza de sustos. Más allá de que plantee una trama compleja, con dos vueltas de tuerca incluidas, nunca consigue elevar la simple intriga rocambolesca al grado de suspenso. Cuanto más quiere esconder más previsible se vuelve, porque en vez de ocultar los fantasmas y los demonios, esos que las buenas películas de terror se cuidan de exhibir, lo que pretende es engañar o jugar al truco exagerando las señas.
Leyendas urbanas, brujas demoníacas y terrores efectivos El reencuentro entre una hija y su madre años después de que ésta la abandonara, y los problemas de comunicación entre ambas, funcionan como marco para una historia de horror con una bruja vengativa como protagonista. Siguiendo la premisa de "leyenda urbana" que se convierte en realidad, al estilo de la gran Candyman o la más cercana y muy floja Nunca digas su nombre, el filme tiene un muy buen arranque y excelentes sustos, aunque la propuesta se va diluyendo en un guión con altibajos y algunos lugares comunes. El prólogo, con una atmósfera gótica que rememora las cintas clásicas de brujería e inquisición predisponen de muy buena manera a los espectadores. Pero rápidamente el filme deja de lado este camino y se centra en sendas más visitadas por el género en la actualidad. Eso sí, apelando a la fusión de dos géneros tan disímiles como el drama familiar y el horror juvenil, el director Caradog W. James responsable de la interesante The Machine, logra transmitir tensión, a base de buenos planos, una fotografía sórdida (con excelentes e inquietantes utilización de sombras y haces de luces) y una puesta en escena muy cuidada. Katee Sackhoff y Lucy Boynton (madre e hija en la ficción) son muy buenas actrices y superan la media de actuación que solemos encontrar en este tipo de productos fílmicos. No toques dos veces, es un filme ideal para adolescentes en busca de sustos rápidos y efectivos (algunas secuencias claramente inspiradas en el horror asiático resultan muy aterradoras) y el giro argumental final levanta una historia que por momentos parece extrañar un hilo conductor más realista.
No Toques Dos Veces: Relegando espanto a un injusto segundo plano. “Terror es el sentimiento que paraliza el ánimo en presencia de todo lo que hay de grave y constante en los sufrimientos humanos y lo une con la causa secreta”. James Joyce El terror siempre ha sido la metáfora de nuestra oscuridad, en él guardamos las frustraciones, los anhelos, el desconocido accionar de nuestros sentimientos en los violentos límites. El terror se expande en la medida en que no somos capaces de enfrentarlo por lo que es y no por lo que representa. Abandonarlos es terror, desposeer al otro y convertirlo en una sombra que nos persigue. Mark Huckerby y Nick Ostler, los guionistas de Don’t Knock Twice, intentaron utilizar el horror sobrenatural como metáfora de los errores humanos, de la cobardía y casi logran un producto más que decente, pero la mixtura se antoja por momentos tan rebuscada que cae en la fatalidad de lo obvio. La joven vive en un orfanato, está porque su madre la abandonó cuando creyó que era lo mejor para la niña ante su inestable vida. Una joven que se crió con esa relegación y que cuando parece aprender a convivir con ella, esta madre regresa a buscarla. A su vez, de trasfondo está la historia de la señora Aminov, acusada de secuestro y desaparición de niños, que termina quitándose la vida cuando ya no soporta la presión de tamaña culpa. Guardiana de una entidad sobrenatural, que al morir, suponen, la ha dejado libre. ¿Por Qué no toques dos veces? Una leyenda urbana que nace tras ese fatídico incidente. Una vieja casa, una puerta, el llamador. Chloe, la abandonada, toma el desafío y toca. Luego vendrá lo ya sabido, una alegoría, la sombra de esa mujer que toma y quita sin importarle cuánto dolor o terror causa, una criatura que envuelta en un egoísmo insano, si vale tal afirmación, buscará su provecho más allá de los sentimientos que pueda generar y luego está el monstruo o bien podríamos decir los monstruos. Una es la criatura que se mueve en el límite de los mundos y que lo cruza a fuerza de sangre y muerte y el otro aquel traiciona, una constante en el film, la confianza de los niños para arrebatarlos a esa oscuridad que es el desaparecido, la fotografía en el cartón de leche. Ambas mujeres, en la vida Chloe, son eso; un terror del pasado que regresa, un abandono y una captura. Baba Yagá y la madre son la misma entidad que disocia el guión, de manera bastante burda y que ante tal trato se pierde en ese terror de manual. “Cuando era niña, había esta extraña mujer…” Dice la joven al comienzo. Tal vez si hubiera sido un drama sin esos sustos, habría significado un horror más estremecedor y viceversa, pero la mezcla que realizan, por más esfuerzo que las actrices hagan, queda a mitad de camino entre un drama familiar y una cinta de miedo sin ser ninguna. Más allá de una excelente performance de las protagonistas, Katee Sackhoff (la recordarán de la remake de Battlestar Galactica – 2004/09) como la madre; Jess y Lucy Boynton (que podremos ver en Murder on the Orient Express – 2017) como la adolescente Chloe, son esos diálogos acartonados los que no permiten una completa credibilidad de la historia y eso que ella encierra en esa sombra, el abandono, el abuso y la redención. Como conclusión, es un film que no asustara a nadie, que ya testeamos con Mamá (2013) de Andrés Muschietti y que aunque dispone de una esmerada dirección, por parte de Caradog W. James, y con un elenco solvente, es en el guión donde cae en lo trillado del género, descuidando una interesante historia en pos de un susto, relegando el verdadero espanto a un injusto segundo plano.
Como ya es costumbre en nuestras salas cinematográficas todas, o casi todas, las semanas aparece en cartelera un estreno del género de terror, y la que nos ocupa hoy es: “No toques dos veces”, de Caradog W.James. La película se inicia como un melodrama (madre/hija). Jess (Katee Sackhloff), escultora, casada con un banquero, y en buena situación económica, que en su juventud por sus problemas de drogadicción entrega en custodia al Estado a su hija Chloe (Lucy Boyton). Ahora regresa convertida en una exitosa profesional, atormentada, llena de culpas, y tratar de recuperar a esa hija, pero las cosas no se solucionan tan fácil, pues Chloe no parece perdonarle aquél abandono. Hasta aquí la historia madre/hija, la que se desvía hacia el género de terror, Chloe golpea dos veces el aldabón de una casa abandonada, al borde de la autopista, y logra que el espíritu de la suicida de origen ruso, llamada Mary Aminov (al parecer parte de una leyenda), la persiga para llevarla a su mundo de terror, lo que hace que Chloe huya buscando refugio y ayuda en la mansión de su madre. En este momento se inicia el camino al terror, y la verdad es que la narración se va enredando con situaciones forzadas y poco creíbles, por lo tanto las cosas se complican y van llevando el relato a la confusión, El guión, que funciona en la relación madre/hija, al ingresar al género del terror no aporta nada nuevo, sólo lograr sobresaltos y alucinaciones ya visto en todas las producciones de terror con giros que son más confusos que sorpresivos. Característica banda sonora que trata de acentuar el ambiente previniendo al espectador a prepararse para lo que se viene, respecto de la que siempre he tenido la duda si será para prevenir a los de corazón débil y no sentirse culpables de alguna desgracia, pero en verdad no lo sé. La fotografía y la dirección de arte están debidamente cuidadas, con extenso uso de las sombras y los colores fríos que ayudan a tratar de crear un clima, pero solamente se queda en buenas intenciones con la producción visual que va anticipando lo que vendrá, sin embargo logra crear ese clima visual. En cuanto a las actuaciones, buenas y logradas por parte de la pareja protagónica en la parte melodramática, en tanto que al entrar en la del terror la marcación del realizador recurre a todos los clichés utilizados por el género, pero sólo eso, lo cual no es gran cosa. Estimo que el público joven será, el que más guste de esta propuesta fílmica- Eso sí, quedó abierto para realizar una secuela, lo que con seguridad dependerá de lo que recaude en boletería.
Don't Knock Twice (nombre en inglés) es una película que reúne componentes de otros films de terror. La película trata de sorprender al público con situaciones carentes de interés y presentando personajes absolutamente dispensables. El director del proyecto Caradog W. James, los guionistas Mark Huckerby y Nick Ostler recurren a escenas de terror básicas, predecibles y aburridas. Para dar un ejemplo de esto nos encontramos con la clásica “abducción” en plena video llamada de Skype que demuestra el "gran poder" del villano, pero ese poder más el ambiente y hasta las palabras empleadas por los protagonistas es algo que ya se vio en tres mil películas anteriormente como en Unfriended, Paranormal activity y sus secuelas (por dar ejemplos). W. James y sus guionistas reciclan momentos durante toda la película suponiendo que el espectador es estúpido y no se va a dar cuenta del desastre que está presenciando. ¿Se acuerdan de la típica escena de la comida que se transforma en algo asqueroso para darle al protagonista un motivo para no dormir ese dia? Bueno, también tenemos esa gastada situación en Don't Knock Twice. Katee Sackhoff y Lucy Boynton (madre e hija en la ficción) intentan mantener el ritmo de la película ofreciendo actuaciones que son desafortunadas - culpa del guión de Huckerby y Osler - básicas y desinteresadas. En el caso de Sackhoff la situación de "buena o mala actuación" es un tiro a ciegas, hay veces que Katee se mantiene en línea con el nivel de la película como por ejemplo en The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia (un bodrio entretenido) pero en ciertas ocasiones ella hace brillar la pantalla/tv con su presencia, dos gratos ejemplares son Nip/Tuck y Battlestar Galactica. Katee Sackhoff es una actriz pura y exclusivamente del género acción o ciencia ficción y no es para nada placentero verla desperdiciar su descomunal presencia haciendo de una madre afligida- no se lo puede creer ni ella-. Puede ser que el departamento de arte y la banda sonora a cargo de James Edward Barker y Steve Moore ayuden en ciertos momentos pero a no engañarse, Don't Knock Twice es un film estándar y obsoleto que no sorprende, no se arriesga a innovar y no logra mantener al público interesado en esos cortos 93 minutos. Sin dudas es un film para olvidar.
LA BRUJA SIN PORTERO ELÉCTRICO A estas alturas, que una película de maldiciones, brujas y víctimas que vuelven a vengarse de daños que les han hecho en vida sea sólo entretenida y no caiga en un sinnúmero de lugares comunes es, paradójicamente, una bendición. No es que sea el caso puntual de esta realización del director de The machine -interesante thriller de ciencia ficción con Caity Lotz y Toby Stephens- pero al menos se acerca al cine de autor que se diferencia apenas de las mediocres piezas que se están haciendo en el género y se estrenan mes a mes como si fuesen largamente esperadas y aclamadas. No toques dos veces comienza planteando el drama en la relación de la joven Chloe (Lucy Boynton) y su madre (Katee Sackhoff), quien regresa a verla luego de nueve años en los que la dejó a cargo de autoridades de asistencia social ya que por desórdenes propios en su vida que tuvieron que ver con el abuso de drogas, no podía hacerse cargo de ella. En la actualidad, ya establecida y viviendo del arte de la escultura con su esposo, un vendedor de seguros, intenta reconciliar su vida con la de su hija sin tener éxito en ese primer intento que se nos presenta. Pero Chloe sufre de una experiencia traumática y paranormal en la que pierde a su amigo a manos de una presunta bruja, luego de desatar una maldición por la cual, si golpean dos veces en la puerta de cierta casa abandonada, se materializa y despliega el consabido castigo. La chica pide auxilio a su madre que aprovecha para reintentar la vinculación y la recibe en el seno de su hogar, hasta que comienzan a suceder eventos sobrenaturales que hacen dudar del origen del mal y de sus alcances. A partir de allí la historia se irá construyendo de dos formas: a modo de un puzzle en el que cada pieza que se revela debe encajar para responder las preguntas que se plantean desde el principio, y luego a fuerza de vueltas de tuerca que al menos en tres ocasiones voltean la trama y convierten a buenos en malos y a malos en víctimas de una presencia siniestra superior. Se destacan la dirección de cámaras del británico Caradog W. James, cuyo uso del encuadre, movimientos y un atinado uso de la dirección de fotografía hacen que el suspenso reine y no parezca un cúmulo de recursos trillados. También su dirección de actores es más que atinada, con un buen trabajo de Sackhoff (Battlestar Galactica) y la joven Boynton (Sing Street) como los pilares dramáticos que le dan sustento a todo para que no sea un despropósito. Puede objetarse que la historia dista de ser original y que el guión tenga más de una vuelta de tuerca de las necesarias al punto de falsearse, pero el mérito en la dirección es el de que no sea una más consiguiendo cierta identidad y logre, aunque sea apenas y por poco, destacarse del resto. Y esto, como ya dijimos, en medio de la saturación de films por el estilo que nos tapa mes a mes en las salas sin que se puedan conseguir títulos que perduren más allá de lo que duren en nuestra memoria mientras permanecemos en la sala. No toques dos veces es una sana advertencia que, traduciéndola en una recomendación, podría ser: no la dejen pasar.
Crítica emitida por radio.
Directo desde Inglaterra, No toques dos veces es un producto que intenta mezclar el terror con el drama; pero sus bajos estándares no permiten que levante demasiado vuelo. El cine de terror ha sido siempre un exitoso modo de “tapar baches” dentro de la cartelera. Parece no importar la distancia entre su estreno original y el local, la calidad del producto, o el destino con el que fue pensada. Probaron repetidas veces rendir como mínimo moderadamente bien en nuestras salas, más de una vez relegando a títulos locales más promisorios. Repetidas veces, como las veces que hay que golpear la puerta en No toques dos veces, otro de esos títulos que no justifican del todo con su resultado el arribo en nuestras pantallas. Dirigida por Caradog James (¿?), No toques dos veces no es necesariamente un mal film. Es una película que en la mayor parte del mundo se estrenó a principios de año directo a video hogareño o en plataformas online On demand, y ese detalle se nota a la hora de hacer un análisis, aunque sea superficial. Katee Sackhoff – cara recurrente en roles secundarios del género, por ejemplo, como la madre de Oculus, una de las víctimas en Halloween Resurección, o en la TV dentro de Battlestar Galactica – es Jess, una madre que intenta reconectar con su hija a la que abandonó hace muchos años siendo una criatura, haciendo que esta se criara en un orfanato y en varios hogares sustitutos. Chloe (Lucy Boynton, de Sing Street) no está del todo feliz con este lazo que su madre biológica quiere reconstruir después de tantos años, reclamando su custodia y llevándola a vivir con ella. Obviamente, la relación entre ellas no es la mejor, y los intentos de Jess por crear un vínculo rebotan uno tras otro ante la irascible Chloe. Claro, nos vendieron una película de terror, entonces tenemos que hay una leyenda entre los amigos del orfanato de Chloe que habla de una casa abandonada, y de una ¿bruja?, Mary Aminov, Que habita dentro de ella, y que sí, adivinaron, se hace presente cuando tocan dos veces a la puerta. El mito cuenta que la bruja se cobró la vida de uno de los chicos hace muchos años, que desapareció y nunca más se lo vio. Se inventaron todo tipo de excusas para justificar esa ausencia, pero Chloe y los suyos conocen la leyenda ¿y qué pueden hacer si no probar por ellos mismos si es real? Porque sí, Chole y su novio Danny se meten con Aminov, que atrapa a Danny, y perseguirá a Chloe aun cuando esta cree haberse librado. Sí, No toques a la puerta no reboza en originalidad. Todo es una excusa para repasar clichés de una madre que deberá resurgir de sus errores para salvar a su hija del mal que la acosa. En el mientras tanto, vamos repasando ítems conocidos como el hecho de que su pareja (que no está muy feliz con la llegada de Chloe) justo tenga que irse de viaje y deje a las dos mujeres solas; que Jess sea escultora y tenga como modelo a una mujer que presiente la oscuridad; que aparezca un detective y los responsables del orfanato sospechando de Jess y que esta tenga que averiguar la historia detrás de Mary; etcétera y etcétera. Podríamos decir que el cine inglés, a diferencia de Hollywood, tiene una tradición más cercana al drama con elementos sobrenaturales que van creciendo (como la reciente y más lograda A Dark Song) que al puro ritmo frenético de montaje. No toques dos veces responde a esto. En gran parte se enfoca en los intentos de conexión entre Jess y Chloe, y el elemento sobrenatural actúa como una metáfora, algo obvia, de las dificultades que deberán atravesar. El problema es que el guion no genera gran emoción, por lo que el drama impuesto nunca levanta demasiado vuelo, todo puede adivinarse aun antes de ver la película con tan solo revisar su premisa. En cuanto al terror, es escaso, hay algunos golpes de efecto, aquí y allá, algunos ruidos aturdidores, y se busca alcanzar un climax que sí, llega, y hace que lo visto hasta entonces repunte algo. Sackford tiene experiencia en el género y acá la vamos a ver sufriendo, mucho, pero aunque no tiene mucho con lo que trabajar, pero convence dentro de la propuesta. No esperen grandes efectos, ni enormes momentos de suspenso, No toques dos veces es una propuesta consciente de ser barata, de haber sido creada para un ámbito hogareño; que entretiene el rato que se la ve, pero deja gusto a poco, aún más habiendo pagado la entrada a una sala.