La mugre policial Nueva York Sin Salida (21 Bridges, 2019) es una de esas películas que roba de otros films y de series como 24 (2001-2010) pero lo hace bien, compensando la falta de originalidad y la catarata de clichés con una mano firme en materia de la ejecución de la premisa de base, el ritmo narrativo, las actuaciones, las excelentes escenas de acción y el -casi siempre descuidado- apartado ideológico, hoy volcado a denunciar la corrupción enquistada en las fuerzas policiales metropolitanas. El mismo título de la obra, el original y el que recibió en castellano, ya aclara desde el vamos que todo se resume en un bloqueo estatal de los 21 puentes de la Isla de Manhattan con vistas a que el Detective Andre Davis (gran trabajo de Chadwick Boseman) encuentre a los asesinos de siete policías que llegaron a una vinería que estaba siendo asaltada, en realidad una tapadera para un enorme depósito de cocaína. Los guionistas de turno, Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan, y el director Brian Kirk, de amplia experiencia televisiva, no se andan con vueltas y después de unos minutos de desarrollo del personaje de Boseman (fama de dar caza a quien ose matar a oficiales y trauma arrastrado de padre policía fallecido), se lanzan a la investigación de Davis -tiene sólo hasta la cinco de la mañana para encontrar a los culpables- junto a una compañera, la Detective Frankie Burns (Sienna Miller), que le impone su superior, el Capitán McKenna (J.K. Simmons). En paralelo tenemos la historia de los dos fugitivos, Michael Trujillo (Stephan James) y Ray Jackson (Taylor Kitsch), quienes tomaron el trabajito pensando que habría mucha menos cocaína, a lo que se suma el dato de que la policía llegó con prisa a la vinería y por el volumen de agentes parecía más que interesada en que no se llevasen nada. Cualquiera que tenga dos dedos de frente y haya visto un puñado de exponentes del film noir de cualquier período sabrá rápido que los uniformados están metidos en el asunto y por ello sólo resta chequear cuándo el protagonista descubrirá la narcoconspiración y bajo qué términos, ahora vía un par de pendrives que eventualmente caen en manos de Trujillo, un afroamericano como el propio Andre. Llama mucho la atención que en el contexto del Hollywood lavado y conservador actual se muestre semejante nivel de violencia contra la gente de azul, se retome el viejo motivo de la mugre policial, se pase a humanizar a los dos fugitivos como en este caso y hasta se enfatice la idea de que la reputación de cazador y verdugo de “cop killers” de Davis no se condice con el hombre real, siendo mucho menos loquito de derecha que lo que se podría esperar a priori (el susodicho no es un calco de Harry Callahan ni tampoco un ejemplo del ala progresista del departamento, sino apenas otro de esos limpiadores compulsivos de manchas varias sobre la “gloriosa” institución). Más allá de todo lo anterior, donde Kirk en verdad brilla es en el realismo sucio y ajustado de las secuencias de tiroteos y en el manejo del suspenso durante los momentos previos y posteriores, ya que sinceramente los diálogos dejan mucho que desear, las “sorpresas” no son tales y los estereotipos del género en alguna que otra ocasión pueden llegar a ser un tanto molestos. Como decíamos al principio, por suerte la velocidad retórica y el muy buen desempeño del elenco constituyen otros factores que rescatan a la propuesta de la medianía y la transforman en un producto disfrutable y aguerrido como pocos de nuestros días, capaz de sostenerse de manera adicional en personajes sencillos aunque interesantes y en un despliegue muy bienvenido de esa economía de recursos al momento de la tensión que el realizador aprendió del ámbito televisivo. Si bien estamos lejos del nihilismo exacerbado de los policiales de la década del 70, se agradece la cruzada del protagonista en pos de decir la verdad en voz alta y sin aceptar la censura de los cómplices internos y la mafia de fondo…
Olvidable producción cinematográfica que supuestamente se apoya en la experiencia de sus productores, los hermanos Russo, para actualizar el género “robo en gran ciudad con consecuencias inexplicables” y en el que la corrupción y el racismo se trabajan como adicionales para un producto que no encuentra nunca un camino digno para avanzar y en donde nadie en apariencia es tan bueno ni tan malo, y tampoco importa, ya que sólo algunos destellos de bondad en el protagonista intentan suplir una carencia de sentido que podría haberse solventado con buenas interpretaciones y un guion sólido, el que nunca encuentra una salida, como el título local.
Una propuesta poco innovadora pero eficiente. ¿Qué provecho le pueden sacar los Hermanos Anthony y Joe Russo al haber dirigido la película más taquillera de la historia? Al parecer, la respuesta es ser productores. El primer paso es unir fuerzas con uno de los intérpretes que supieron dirigir en las huestes Marvelitas, en un policial intitulado Nueva York Sin Salida. Ya se esparcen las noticias… Nueva York Sin Salida es un sencillo y eficiente título de acción, no pocas veces consciente de que no está innovando en nada y que está relatando una historia que ya se ha visto sendas veces. El espectador podrá intuir con mucha facilidad la estructura: ladrones matan policías, al principio el bien parece prevalecer y los ladrones tienen los minutos contados, solo para que todo sea más complicado de lo que parece en el entorno del detective que investiga el caso. Sin embargo, lo que la hace diferente (apenas un poco) es el desarrollo de sus personajes. Desde el vamos conocemos a fondo el sentido de justicia con que creció el detective protagonista y su extremo sentido de la honestidad. Por extremo queremos decir algunas balas de más. También atrae su inteligencia, eficacia y la manera en que conoce la ciudad de Nueva York como su propia mano. Por otro lado, tenemos a los ladrones: ambos con un lazo de hermandad fuerte que data del ejército, pero opuestos en su proceder; uno de gatillo fácil y el otro más sensible. La empatía con todos los personajes está ahí, y es prácticamente lo que consigue contrarrestar su falta de innovación. A ambos lados de la ecuación se le presentan complicaciones ascendentes y consiguen en lo indispensable que te preocupe si van a lograr sus cometidos. No es tanto una cuestión de si la policía va a arrestar a los maleantes, sino de quién consigue primero su objetivo. A nivel técnico Nueva York Sin Salidaes prolija, con fotografía y montaje respondiendo a las eficientes escenas de acción, sin ninguna búsqueda o simbolismo que se pueda percibir a simple vista. Hay quienes podrían decir que bordea en lo televisivo, y no se van a equivocar. En el apartado actoral, Chadwick Boseman se lleva prolijamente al hombro al detective protagonista. Esta reseña no los va a engañar: la primera vez que lo vean van a seguir viendo al Rey de Wakanda, pero pasado cierto tiempo de metraje el actor consigue convencer (de nuevo, en lo mínimo indispensable) como un personaje distinto. Taylor Kitsch y Stephan James son prolijos como sus contrincantes del otro lado de la ley, aunque cabe destacar que hay ocasiones donde James destaca por su sensibilidad. A ellos los acompaña J.K. Simmonscomo un determinado capitán de policía, quien ve a los oficiales a su mando como su familia más que como subordinados. La pasión y convicción que le mete Simmons a un rol genérico y poco trascendental, es un testimonio a su sólido nivel interpretativo.
Con el espíritu de los policiales clásicos de la década del setenta, Nueva York sin salida propone una historia de acción a la que le falta espectacularidad y coloca el foco de atención en una conspiración. El policía Andre Davis -Chadwick Boseman, el actor de Pantera Negra- es un policía de Nueva York al que le encargan la investigación de la matanza de varios policías luego de un feroz tiroteo en una vinería que esconde cocaína. Durante la búsqueda de los delincuentes se cierran por primera vez en la historia de Manhattan todos los puentes que acceden a ella para localizar a los culpables. En su espinosa investigación Davis está acompañado por la Detective Frankie Burns -Sienna Miller-, que le impone su superior, el Capitán McKenna -J.K. Simmons- y también se despliega la historia de los fugitivos, Michael Trujillo -Stephan James- y Ray Jackson -Taylor Kitsch- en esta trama sombría que juega en medio de escenarios nocturnos mientras se encamina hacia un falso desenlace. En Nueva York sin salida todo se adivina rápidamente y el peso recae en el convincente protagonista que arrastra la muerte de su padre mientras comienza a sospechar de todo su entorno. Si bien las escenas de acción son vertiginosas y eficaces, el clima de suspenso se debilita aún en su secuencia final desarrollada en el subte. No hay espectacularidad en cuanto al cierre de la ciudad y ese atractivo argumental queda relegado simplemente a una persecución entre el gato y el ratón, el hombre que busca redención y que es policía por ADN. Su prometedor comienzo se contrapone con un desenlace deslucido que deja sabor a poco.
Dirigido por Brian Kirk, llega una película que cuenta con el aval de tener atrás a los directores de Avengers: Endgame, los hermanos Anthony y Joe Russo, como productores. El film es de súper acción y comienza con la muerte del padre de Andre Davis (Chadwick Boseman, quien adquirió fama mundial por interpretar a Black Panther) quien era un policía que fue abatido cuando cumplía sus funciones. Deja una mujer, un hijo muy chico, un legado de decencia y buenos ejemplos para su hijo. Por supuesto, el niño crece y sigue sus pasos en el Departamento de Policía de Nueva York y es respetado como alguien inteligente y sagaz. El caso que nos ocupa comienza con un robo en un restaurante cuando Michael Trujillo (Stephan James) y Ray Jackson (Taylor Kitsch) entran sabiendo que en la caja fuerte del mismo se esconden cantidades enormes de cocaína (no imaginaron que tanta) y la policía se hace presente sin que ellos sepan que ésto iba a suceder, desatándose un tiroteo que involucra la muerte de ocho policías y el escape de los ladrones. Sin poder dar con ellos debido a la rapidez del escape el Detective Davis arremete con una gran idea que da origen al título en inglés del film (“21 Bridges”), que son la cantidad de puentes de la Isla de Manhattan que la conectan con la ciudad de New York y los hace cerrar a todos por una noche, para que los maleantes no puedan escapar. A Davis le asignan una compañera de narcóticos, Frankie Burns (Sienna Miller) a quien me gustó ver y sería bueno que la convoquen más seguido. Suma J.K. Simmons como el Captain McKenna, siempre correctísimo. El guión de Adam Mervis y Matthew Carnahan es interesante, la acción no decae jamás, las persecuciones tampoco, por lo que no se van a aburrir, pero...el final, es previsible. Una lástima. De todas formas, entretiene. ---> https://www.youtube.com/watch?v=f0xRLWr-o34 ---> TITULO ORIGINAL: 21 Bridges ACTORES: Sienna Miller, Taylor Kitsch, Chadwick Boseman. J.K. Simmons, Keith David. GENERO: Policial , Drama . DIRECCION: Brian Kirk. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 99 Minutos FECHA DE ESTRENO: 02 de Enero de 2020 FORMATOS: 2D.
Seagal sin Seagal En un momento de Nueva York sin salida (21 Bridges, 2019) un personaje desestima Nueva Jersey como un posible antro criminal. Su única explicación es que “Los Soprano sólo era un show de TV”. Brian Kirk, quien debuta en cine con la dirección de esta película, no debería estar arrojando piedras en esa dirección, considerando que sale de la televisión y que cada segundo de Nueva York sin salida sugiere que ahí debería haberse quedado. Cualquier escena de Los Soprano posee más verosimilitud que este mediocre thriller policíaco. La forma más económica de describir la película es comparándola al tipo de proyecto que hubiera interesado a Steven Seagal durante la cuestionable cumbre de su éxito. Hasta su protagonista, Chadwick Boseman, afecta la misma vocecita asmática. Interpreta un famoso gatillo fácil de la NYPD encargado con hallar a los asesinos de ocho policías antes de que salga el sol. Su brillante plan es acorralar a los criminales en los casi 60 kilómetros cuadrados de Manhattan, cerrando sus 21 puentes. En realidad la isla sólo tiene 17, pero para el caso la película se ha filmado en Filadelfia. Lo único que tiene de Nueva York son las docenas de panorámicas aéreas que, a falta de creatividad, adornan o separan una escena de la otra. El thriller policíaco no es física cuántica pero el guión de Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan es como la tabla del cero: repetitivo, predecible y totalmente inútil. Depende de la falta de memoria del espectador y de la estupidez de personajes supuestamente inteligentes. Lo peor de todo es que hay cierta pretensión, más desde la dirección que del guión, de plantear con seriedad temas como el racismo sistemático y la corrupción policíaca, pero el material no está para nada a la altura. El diálogo es pretencioso, los giros son obvios y la lógica de varias escenas es falaz o directamente inexistente. La única regla que obedecen los personajes es la conveniencia de sus guionistas, lo cual desinfla cualquier intento de interés o tensión. La premisa (interesante aún si ridícula) de aislar Manhattan pronto queda olvidada en el trasfondo del monótono poliladron entre Boseman y los criminales interpretados por Taylor Kitsch y Stephan James. La rutina es que los buenos deducen lo obvio y los malos escapan lo inescapable, así hasta que la película tiene que terminar. Todo tiene tan poca consecuencia que hasta el último plano es una panorámica indiferente de la ciudad, como tantas otras. El año pasado se estrenó Milla 22: El escape (Mile 22), una película similar en tono y pretensión que era imposible de ver en el sentido más literal del acto, dado que el montaje imitaba una trituradora de basura. Nueva York sin salida le saca ventaja: se deja ver y oír en toda su evidente estupidez.
Un grupo de policías llega a una vinería para detener un asalto, pero las cosas no salen según lo esperado: siete uniformados terminan muertos luego de una intensa balacera con los ladrones. El encargado de atraparlos será el detective Andre Davis (Chadwick Boseman), quien -como marca el género- carga con un oscuro pasado sobre sus espaldas. Durante la investigación descubrirá que no todo es lo que parece. La premisa central de Nueva York sin salidapodría reducirse al derrotero nocturno de Davis mientras la ciudad, por primera vez en su historia, está virtualmente aislada debido al cierre de los 21 puentes que la conectan. Con el reloj corriendo (tiene hasta la madrugada para resolver los crímenes), empezará a tirar de la punta de ovillo donde la corrupción, los negociados y el narcotráfico están a la orden del día. Con buenas actuaciones de Boseman, Siena Miller (la compañera de Davis) y J.K. Simmons (el superior de ambos), Nueva York sin salida apela a un ideario urbano sucio y violento para redondear un policial que no depara muchas sorpresas durante sus ajustados 99 minutos, pero que administra con buen pulso la tensión y el suspenso. Se trata, entonces, de una película correcta aunque predecible, hecha por el director Brian Kirk (un veterano de decenas de series como The Tudors, Dexter, Luther, El imperio del contrabando, Game of Thrones y Penny Dreadful) con el oficio técnico y narrativo habitual de Hollywood.
Que nadie vaya a buscar en Nueva York sin salida originalidad, riesgo o innovación. Al contrario: la película no se aparta jamás de los carriles convencionales de los policiales de acción. Pero juega sus cartas marcadas de tal manera que consigue su objetivo: mantenernos pendientes de la historia durante una hora y cuarenta. Por un lado, tenemos a un policía de alma: Andre Davis (Chadwick Boseman, famoso desde su protagónico en Pantera Negra), que heredó la vocación de su padre, un agente asesinado en servicio. Este detective de Nueva York es incorruptible y justo, pero no duda en tirar a matar si las circunstancias lo requieren. Un duro que forma una extraña pareja con la agente que le asignan (la olvidada Sienna Miller). Enfrente hay otra pareja dispareja, pero de delincuentes profesionales. Un inescrupuloso e irresponsable asesino a sangre fría que acostumbra salir a robar junto a un cómplice cerebral y sensible. Tienen el dato de que en cierto restorán de Manhattan hay guardados unos cuantos kilos de cocaína y van por ese botín. Pero algo sale mal y terminan con media policía de la ciudad encima. La cacería humana se desarrolla durante una noche en una isla de la que no hay escapatoria terrestre: el detective Davis consigue que durante un par de horas sean clausurados los 17 puentes y los cuatro túneles que unen Manhattan con el continente. El ritmo de la película es frenético, pero sin abusar de persecuciones automovilísticas, tiroteos o explosiones. La acción está sabiamente intercalada con el detalle de las decisiones que toman los asaltantes y las deducciones que va haciendo Davis para seguirles la pista. Claro que nada se aleja demasiado de los parámetros de los manuales de guion hollywoodenses, por lo cual los giros sorpresivos no lo son tanto (más bien lo contrario). Pero quien busque un rato de distracción, puede sumergirse en Nueva York sin salidacon confianza.
En esta nueva receta tenemos como ingredientes a su director, Brian Kirk, quien proviene del mundo de las series y ha dirigido capítulos de importantes producciones como “Game of Thrones” “Penny Dreadful” “Boardwalk Empire” o “Los Tudor” y en este debut en la pantalla grande, trae consigo todas las mañas, los tips, los tics y los lugares comunes de cualquier buen producto televisivo. Pero cualquier espectador con el ojo más o menos entrenado, sabe claramente que no todo tiene ni debe tener el mismo formato. Otro ingrediente indispensable para la receta de una peli pochoclera que intenta ganarse un lugar en la taquilla es un figura convocante al frente del elenco. En este caso aparece Chadwick Boseman, quien enarbola como (único) talento, haber surgido de una de las sagas más convocantes de la pantalla grande de los últimos tiempos habiendo participado de “Capitán América: Civil War” “Avengers: Infinity War” “Avengers: End Game” y fundamentalmente su protagónico en “Pantera Negra” que lo ha posicionado dentro de Hollywood como uno de las estrellas afroamericanas del momento.
Comienza un nuevo año, muchos estrenos en la mira, pero...sin Avengers. Es por eso que "Nueva York sin salida", producida por los hermanos Russo (Avengers: Infinity War / Endgame) y con Chadwick Boseman (Pantera Negra) a la cabeza, se torna un plan más que interesante para estas vacaciones. Un agente policíaco de Nueva York (Chadwick Boseman) ve la oportunidad de redimir su pasado por lo que dará inicio a una persecución sin precedentes en la que, por primera vez en la historia de Manhattan, nadie podrá entrar ni salir de la isla ya que los veintiún puentes de la ciudad (Por eso el titulo original "21 Bridges"), túneles de metro y las salidas de navíos serán bloqueadas. Un thriller policíaco con una premisa interesante pero que falla en la ejecución. El guión de Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan se siente muy repetitivo y predecible. Para quien minimamente tenga un poco de noción del genero es una película sin giros. Desde que se nos presentan los personajes podemos anunciar su final y el comentario por lo bajo a nuestro compañero de butaca no va a fallar. Lo del bloqueo de la ciudad pierde importancia rápidamente y de Nueva York lo único que vemos son panorámicas aéreas que no suman al relato y solo adornan o separan escenas. Si el film a pesar de todo funciona es gracias al reparto, que se encarga de llevar en sus hombros la película entera, y a las secuencias de acción. Aunque claramente no es el gran papel de su carrera, Chadwick hace un gran trabajo como Andre y logramos empatizar con el a pesar de ponernos nerviosos porque no se da cuenta de los grandes giros que vemos a kilómetros de distancia. Una figura como J.K Simmons en el elenco siempre llama la atención y con su oficio resuelve un personaje sin puntas y con muy poca participación. En cuanto a la acción, las escenas de persecución y de tiroteos están muy bien dirigidas siendo quizás lo mejor de la cinta. "Nueva York sin salida" sigue fielmente los parámetros preestablecidos en los guiones hollywoodenses. No se arriesga, cosa que tanto agradecí cuando en "Entre navajas y secretos" (Recomiendo) se rompió con el molde sumando factor sorpresa. Quien solo busque un rato de distracción no dude en sumergirse en esta cacería frenética por las calles de Nueva york y tratar de buscar una salida. Esperemos no sea la del cine. Por Matías Villanueva
Nueva York sin salida es un proyecto independiente de los hermanos Russo que consiguieron producir mientras trabajan en las entregas finales de Avengers. Chadwick Boseman, el protagonista de Pantera Negra, es la figura central del reparto que cuenta también con las participaciones de J.K.Simmons, Sienna Miller y Taylor Kitsch (John Carter). En este caso los Russo delegaron la dirección en Brian Kirk (Game of Thrones), un realizador de televisión, quien brinda un trabajo decente que los seguidores del género policial sabrán apreciar. La película presenta esa clase de conflicto que en la literatura suelen ofrecer a menudo autores como Ed McBain (Precinto 87), James Patterson (Alex Cross) o Lee Child (Jack Reacher). El director establece en las primeras escenas el origen de los códigos morales del protagonista y luego se mete de lleno en la construcción del misterio que se desarrolla a lo largo de un día, motivo por el cual tampoco tenía tanto tiempo para centrarse en un desarrollo profundo de los personajes. Disfruté mucho de este film que no le aporta nada nuevo al género, inclusive es bastante mundano, pero evoca con acierto el cine policial de la vieja escuela. A diferencia de lo que vende el afiche promocional, si bien esta producción tiene buenas secuencias de acción, este no es el fuerte de la propuesta del director Kirk que se centra más en las investigaciones del protagonista. Para que se hagan una idea de lo que pueden encontrar, Nueva York sin salida está más en sintonía con Una noche para sobrevivir (2015), con Liam Neeson, que se desarrollaba por un rumbo opuesto a las entregas de Taken. Boseman lleva adelante el rol principal y está muy bien en un film que tampoco le daba tanto material para destacarse en un rol dramático. Nueva York sin salida brinda un entretenimiento efectivo con este tipo de relatos que hoy llegan con más frecuencia a la plataforma de Netflix, por lo que es una buena opción para disfrutar en una sala de cine si buscan un exponente decente del género.
Andre Davis arrastra un trauma desde su niñez: el asesinato de su padre, un oficial de la policía neoyorquina, en cumplimiento del deber. Ya en el inicio de esta película plagada de conspiraciones, Brian Kirk, curtido como director televisivo, deja claro que el peso de la trama recaerá sobre la espaldas de ese chico afligido convertido con el paso de los años en un héroe de manual que Chadwick Boseman (el Pantera Negra de Marvel) interpreta con aplomo y un enorme despliegue de energía. Kirk exhibe un evidente dominio de recursos para la dirección: la escena que arranca con un funeral cargado de una densa atmósfera y desemboca en un magnífico plano aéreo es efectiva y elocuente (los drones, usualmente vehículos para el exhibicionismo, también sirven para insinuar una idea en una película). Luego desarrollará con pocos titubeos una historia que gana siempre en las electrizantes escenas de acción y pierde sin remedio cuando el pulso baja. Que Manhattan es un gran escenario se sabe de sobra, pero este film que convierte la isla en una zona cercada lo pone de manifiesto con especial claridad, otro mérito de la dirección. Las virtuosas secuencias en el metro son una prueba fehaciente y revelan el magnetismo del cine de acción bien producido.
Texto publicado en edición impresa.
Andre Davis (Chadwick Boseman) es un policía de Nueva york al que le encargan la investigación del asesinato de varios policías. Durante la búsqueda contrarreloj de los responsables, en la que se cierran por primera vez en la historia de Manhattan todos los puentes que acceden a ella, el detective descubre una conspiración en la que tendrá que discernir entre aquellos a los que caza y los sospechosos que están tratando de cazarle a él. Un policial clásico con todos los ingredientes del género. El policía honesto que lleva la memoria de su padre policía, la honestidad total dentro de un cuerpo policial corrupto, la violencia sin vueltas y muchas escenas de acción sin exageraciones. Actores sólidos, suspenso, muchos tiroteos y un héroe que no pueden confiar en nadie, mucho menos dentro de la fuerza para la que el trabaja. Es posible que Nueva York sin salida (21 Bridges) no tenga las características de una obra maestra, pero tampoco tiene falencias ni una duración excesiva por subtramas y escenas de sobra. Un producto de acción que ya no es tan común hoy y que siempre funciona. Un policial hecho y derecho.
Un policial al servicio del protagonista y también productor, el famoso actor Chadwick Boseman, Pantera Negra y Avengers en el universo de Marvel, que quiere ser un tenso film de denuncia y se queda en la superficie. Dirigido por Brian Kirk, el mismo de “Game of Thrones y Luther, es un policial que transcurre en una violenta noche en Manhattan, con un policía que quiere atrapar a los asesinos de colegas esa misma noche y sella los 21 puentes y todos los túneles que comunican a Manhattan con sus alrededores. Se trata de un hombre con problemas con asuntos internos en la fuerza, que tuvo un padre también policía ejemplar, que murió asesinado cumpliendo con su deber. Un hecho que se transformó en mandato para el protagonista. Lo demás es un dúo ultra-eficiente, armado hasta los dientes, violento, que asesina a mansalva, y una trama que incluye a mafiosos, un cargamento de cocaína demasiado grande y la corrupción como única explicación. Pero esta historia, por momentos un poco confusa, es el soporte para la acción constante, bien construida y coreografiada, con toneladas de balas por doquier. Un elenco que suma a Sienna Miller y J.K. Simmons, todos merecedores de un libro con mayor sustento y otros objetivos más allá de entretener con pura acción.
"Nueva York sin salida": pantera negra El actor de la primera película protagonizada por un superhéroe negro encabeza ahora un policial alejado de los maniqueísmos al uso. Dicen que hay vida más allá de los superhéroes y la carrera del ahora popular Chadwick Boseman se parece mucho a una prueba fáctica que confirma la veracidad de tal suposición.Famoso por su rol en ese sorpresivo golpe de efecto que resultó Pantera Negra, primera película protagonizada por un superhéroe negro, este actor nacido al sur de los Estados Unidos venía construyendo desde hace más de diez años una carrera comprometida con historias representativas de su comunidad. Así fue parte del elenco de The Express(2008), basada en la vida del primer estudiante negro en ganar el premio al mejor jugador de la liga universitaria de fútbol americano en 1961. O interpretó personajes icónicos como Jackie Robinson, primer negro en jugar en la liga profesional de baseball (42, 2013), o a Thurgood Marshall, primer juez afroamericano en integrar la Corte Suprema estadounidense en 1967 (Marshall, 2017). Nueva York sin salida es su primer trabajo luego de haber pasado por el ubicuo Universo Cinematográfico de Marvel. Se trata de un policial en apariencia alejado de todo maniqueísmo en el que el bien y el mal en principio no son reducidos a fuerzas autónomas, sino elementos que se contaminan de forma mutua. Dicho mestizaje da lugar a una gama de matices en la que los delincuentes tienen la posibilidad de hallar una instancia de redención, del mismo modo en que los agentes del orden no están exentos de quebrar los límites éticos y morales que rigen su oficio. En ese contexto, el protagonista André Davis (Boseman) se constituye como un héroe impuro. Él es un detective de la policía neoyorquina sobre quien pesa la sospecha de ser un asiduo practicante de la doctrina Chocobar, uno de esos que primero dispara y después pregunta “¿quién va?”. Cuestionado por sus pares, Davis queda a cargo de un caso confuso en el que una media docena de oficiales fue abatida cuando intervenía en un aparente robo de cocaína entre bandas narco. Apurado por los agentes del FBI por cuestiones de jurisdicción, Davis debe atrapar a sus sospechosos antes de que amanezca y la investigación pase a manos de la fuerza federal. Tanto el título original (21 Bridges) como su versión local hacen referencia a la orden de cerrar durante toda la noche los 21 puentes que permiten salir de la isla de Manhattan, con el fin de cortar la retirada de los criminales. Desde lo cinematográfico esta decisión convierte al escenario en el que transcurren los hechos en un espacio hermético, generando cierta sensación de claustrofobia narrativa a la que solo por momentos el director Brian Kirk consigue aprovechar a fondo. Pero es esa misma estructura sofocante la que sobre el final del relato también irá dejando sin opciones a sus personajes, volviendo a reducir la ecuación narrativa a los términos usuales de lo bueno y de lo malo. Y aun con los roles invertidos, este mismo giro empujará a la historia a resolverse sobre esas ideas más conservadoras que en principio la propia película parecía querer evitar.
Atrapados en la isla. Nueva York sin salida es una película policial protagonizada por la estrella en ascenso Chadwick Boseman, en la que interpreta a un detective que hace cerrar todos los accesos a la isla de Manhattan para capturar a dos delincuentes. La dirección está a cargo de Brian Kirk, de larga trayectoria televisiva, y completan el elenco Sienna Miller, Stephan James, Taylor Kitsch y el ganador del Oscar J.K. Simmons. Con un guion a cargo de Brian Mervis y Matthew Michael Carnahan, Nueva York sin salida utiliza todos los tópicos del cine policial clásico para contar esta atrapante historia en la que dos delincuentes se ocultan en la isla de Manhattan después de asesinar a siete policías durante un asalto. Y Andre Davis, el oficial a cargo del caso, los encierra bloqueando sus 21 puentes de acceso, dando así inicio a una cacería en la que termina descubriendo que las cosas no son como parecen. Lo primero que vale la pena destacar de esta película es su búsqueda de realismo similar a Contacto en Francia, ya que en ambos casos la verosimilitud está por encima de lo espectacular. Esto puede apreciarse especialmente en el excelente trabajo de sonido, con la detonación de los disparos y sus respectivos impactos que sorprenden a los espectadores. A esto hay que sumarle un muy buen trabajo de montaje, a cargo de Tim Murrell, que maneja muy bien los tiempos generando suspenso en momentos de tensión cuyo remate llega de forma sorpresiva con una violencia brutal y efectiva. Todos estos aciertos técnicos hacen que esta película funcione neutralizando su punto más débil: la construcción de su protagonista. Porque Chadwick Boseman se limita a cumplir con las acciones escritas en el guion, pero falla al no profundizar la contradicción interna de este personaje -similar al Nick Conklin que interpretaba Michael Douglas en Lluvia negra– porque es acusado de gatillo fácil y debe atrapar a estos delincuentes sin abusar de su autoridad. El resto del elenco, en cambio, se luce más con estos personajes que también tienen que luchar contra sus contradicciones internas, razón por la que no son lo que parecen ser a simple vista. En conclusión, Nueva York sin salida es una película que hace un buen uso de las reglas del genero policial, contando una historia que resulta atractiva para el espectador gracias al buen manejo del suspenso y el uso efectivo de la violencia. Se trata de una propuesta sumamente interesante que no defraudará tanto a los amantes del género como a los que quieran disfrutar de una buena salida al cine.
21 Bridges puede no ser coherente y tener errores por doquier, pero gracias al buen ritmo que le imprime el montaje logra crear un entretenimiento efectivo. Vacío completamente e inmediatamente olvidable, pero efectivo. Andre Davis (Chadwick Boseman) es un detective de la ciudad de Nueva York que tiene la reputación de ser un policía con gatillo fácil frente a los maleantes, por ese motivo tan particular el resto de la fuerza lo ha marginado de cualquier tipo de grupo y es por eso que mayoritariamente realiza sus investigaciones de manera solitaria. Pero una noche deberá aliarse a como de lugar con la forense e investigadora Frankie Burns (Sienna Miller) porque en un atraco fallido a una “casa de drogas” dos incipientes ladrones terminan asesinando a un par de policías que inesperadamente estaban allí y ahora será trabajo de Andre y Frankie atraparlos con la particularidad de que deberán hacerlo en sólo un par de horas, antes de que amanezca, y para acelerar su captura el detective dará la orden de levantar los puentes de que conectan Nueva York con Manhattan para que los ladrones queden atrapados. Nueva York Sin Salida (21 Bridges, 2019) es la última película dirigida por Brian Kirk (My Boy Jack, 2007), tiene un guion escrito por Adam Mervis y Matthew Michael y tiene la “bendición” de los hermanos Joe y Anthony Russo en su producción. A lo largo de sus 99 minutos de metraje la cinta cuenta con problemas específicos y marcados que hacen de este vertiginoso film detectivesco una película muy poco creíble y que desperdicia todo su potencial en un crescendo notorio. El guion, siendo la base fundamental de toda obra, ahonda todo el tiempo en poner en ridículo a los personajes cuando se encuentran en situaciones limites, esto tiene un fiel reflejo cuando, con movimientos de cámara mediante, los protagonistas utilizan el dialogo para remarcar lo obvio o hacer algún comentario que los haga parecer héroes de manera instantánea. De esas que en la carrera de Stallone abundan, por ejemplo, pero utilizados de una manera dudosa. Más allá de ese aspecto, la cinta muestra incongruencias permanentemente en detalles que son notorios a simple vista. Se entiende que un película cómo ésta en donde los tiroteos se dan todo el tiempo, los que interceden en ellos en algún momento las balas deben acabarse y recargar sus armas pero aquí parece que no. La mezcla y la edición del sonido es otro de los puntos flojos ya que más que sonido de balas o persecuciones, sólo se escucha ruido estruendoso. Otra de las cuestiones flojas que se desprende del guion es el poco efecto sorpresa que mantiene y debido a eso el giro argumental que debería funcionar como clímax pasa sin pena ni gloria. Un punto a favor, si es que se lo puede considerar así, es que gracias al vértigo del montaje los minutos pasan de manera veloz y el espectador puede tranquilamente sentarse en su butaca y en ningún momento distraerse con la trama. En cuanto a actuaciones poco puede reclamarse ya que todos los actores están de forma correcta pero no hay alguno que de destaque por demás o que por el contrario esté en una sintonía diferente. Con un elenco que a demás de Boseman y Miller cuenta con JK Simmons, Stephan James y Taylor Kitsch, todos intentan llegar al máximo de sus capacidades y eso se ve, está reflejado en la intensidad que le imprimen a sus diálogos o a cómo se mueven en sus escenas. Nueva York Sin Salida es la típica película de acción que por su vertiginoso montaje y sus actores conocidos logra entretener al espectador de manera inmediata. Ahora para quienes busquen una cinta en donde la acción vaya de la mano con una historia bien planteada, narrada y resuelta le encontrará errores por todos lados y hacer foco allí le puede jugar en contra.
La película nos relata cómo el detective André Davis (Chadwick Boseman) tuvo la idea creativa de evitar que dos delincuentes escapen de Manhattan cerrando los 21 puentes que dan acceso a la isla y su maratón para resolver el caso. Hijo de un oficial asesinado durante el servicio, cuando tenía 13 años decidió que iba a seguir los pasos de su padre, manteniendo un aristotélico código moral aprendido durante la adolescencia. El niño crece, se convierte en un oficial y luego pasa a trabajar como detective. La participación de Davis en la resolución de este caso es una gran oportunidad para «hacer lo correcto». La historia está basada en un robo y el asesinato de siete agentes que estaban de servicio pero, al mismo tiempo, habla sobre la participación de otras organizaciones que hacen posible continuar con el crimen en las calles de las grandes ciudades. Durante su búsqueda se cerrarán por primera vez en la historia de Manhattan todos los puentes que acceden a ella y André descubrirá una conspiración de grandes proporciones oculta a primera vista.
Sería caer en un facilismo decir que éste estreno es una más del montón, porque ese “montón” está plagado de basura y obras mediocres. En todo caso, ya que el argumento no inventa la pólvora, podemos decir que “Nueva York, sin salida” tiene con qué sobresalir de todo ese rejunte, y hasta se da un pequeño lugar para instalar alguna que otra sutil crítica a la falsa prédica institucional de la policía. El comienzo, que incluye una toma aérea que sí funciona dramáticamente, muestra a un niño en el velorio de su padre, masacrado en cumplimiento del deber. Ese discurso de despedida que se escucha en off se impregna en la vida del muchacho que 20 años después ya es todo policía con todas las de la ley. Davis (Chadwick Boseman) ha crecido con la sombra y la imagen de su padre para convertirse en un oficial de investigación respetado. Menuda noche la que le toca. Dos ladrones se agarran a tiros en una entrega de cocaína y terminan matando a siete uniformados. Se les fue de las manos la cosa, y ahora hay sangre en la calle por la cual el alcalde tiene que dar explicaciones. A riesgo de que se escapen rápido de la isla de Manhattan y. con alto costo mediático y político, Davis propone cerrar los 21 puentes que la conectan con el continente. Una carrera contra reloj para resolver un caso en donde parece ser que hay algo más que un negocio de drogas. Sobre este personaje recae toda la narrativa de la película, y el director Brian Kirk cuenta para esto con los tres elementos centrales para no caer en el abismo de las remandas fórmulas del género: Pulso narrativo, buena dirección de actores, y sobre todo un guión, decentemente escrito por Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan, que astutamente construye un ramillete de acciones arraigadas en la construcción del protagonista (cuando elige disparar, hacer las cosas amparado en la ley, su olfato para descubrir cuando hay gato encerrado, etc.) Sólida técnicamente, tanto en montaje como diseño sonoro y fotografía (sobran algunos pasajes de la banda sonora). y descansando en el buen desempeño de Chadwick Boseman que trabaja muy bien el estado de calma dentro de la tormenta, pero también cuando hay que correr o apuntar con cuidado de no usar la fuerza hasta que no hay otra alternativa. Boseman nunca abandona esa marca de la niñez de Davis que signó su carrera como policía, en especial cuando el relato lo apuntala como una potencial especie de Sérpico. Hay elipsis cortas, subrayadas por el cambio de hora cuando el ritmo aumenta de velocidad y si bien el recurso funciona, a lo mejor se apura un poco en resolver algunas escenas porque no hay aquí vueltas de tuerca o desvíos argumentales, es decir, “Nueva York, sin salida” no pretende salirse de su esquema. ni ser otra cosa que un entretenido relato apoyado en la tensión efectiva del juego del gato y el ratón.
Hay géneros extremadamente difíciles de encarar por encontrarse usualmente tan atrapados en lo que construyeron sus pares: las comedias románticas, el cine de terror o los thrillers policiales como este. Todavía peor, este último ya está completamente asociado con la TV gracias a éxitos omnipresentes como «CSI» o «La Ley y el Orden». Afortunadamente, eso es todavía más dulce cuando aparece una película que logra acomodarse con las expectativas y los vicios que resultan ya inevitables en su género. En «Nueva York Sin Salida» («21 Bridges») tenemos a un detective siendo investigado por asuntos internos por ser un tanto ‘gatillo fácil’, al mismo tiempo que se da una ¿desafortunada? balacera en un robo entre vendedores de droga que sale mal y deja a casi diez oficiales muertos. El resultado va a ser un desesperado y sumamente ficcional intento por capturar a los criminales al cerrar por completo la isla de Manhattan para evitar su fuga. Una tan brillante como hilarante premisa que de todas maneras se lleva adelante con total seriedad y sirve para plantear muy interesantes encrucijadas: los criminales que seguimos casi como otros protagonistas se encuentran atrapados en una isla en donde cada polícia los busca con sed de sangrienta venganza por sus pares caídos. La trama va a tener sus giros, bastante tensión y un par de escenas para satisfacer a aquellos que esperan algo de acción. Pero en el entretenimiento superficial del film no van a encontrarse demasiadas sorpresas. Más bien va a poder apreciarse una producción impecable que realiza de forma casi ideal un guion con la voluntad no sólo de hacerle honor a sus inspiraciones sino también explorar dinámicas de clases y las estructuras tanto de la justicia como lo militar. La cinta puede entenderse un poco mejor cuando se la piensa como un tributo a esas aventuras cuasi episódicas de detectives demasiado endurecidos por una vida de crimen, o incluso como una suerte de «Dirty Harry» que en lugar de ser resultado del anarquismo cínico y sangriento de los 70s es su equivalente socialmente empático y con sed de retribución de los tiempos que corren. Mantiene exitosamente el equilibrio entre darle voz a quienes luchan por hacer cumplir la ley y estar completamente del lado de la sociedad que está cansada del exceso de poder, males endémicos de las estructuras de poder (como Black Lives Matter en EEUU) o la violencia policial en general que nos es tan familiar en nuestro país, o sudamérica en general. El proyecto se encarga de hacer comparaciones incómodas de forma casual pero no menos punzante. Por ejemplo haciendo que sus criminales de turno no sean ex-convictos como sería usual en cualquier otro exponente del género, sino que sean jóvenes veteranos de guerra que quedaron con las mismas limitaciones y cargas sociales con las que Hollywood suele cargar a los criminales salidos de la cárcel. Pero está lejos de sentirse como sentimentalismo o lecciones de programación infantil de sábado a la mañana: es una cinta en la que todos constantemente se persiguen para disparar primero y preguntar después. Chadwick Boseman tiene su primer protagónico luego de que «Black Panther» lo haya expuesto a la mirada del mundo entero, y logra ejecutar de buena manera un rol para el que fue muy bien casteado. Esa es una constante en todo el elenco. Son en estos proyectos independientes que ya son tan raros en Hollywood donde más impacto tiene el elegir un elenco tan efectivo sin tener que atarse a grandes nombres para llenar las salas. Aunque tampoco es que le falten, con Siena Miller, J.K. Simmons y Taylor Kitsch complementando al cascarrabias de Boseman. Pero más allá de que sea un proyecto que satisface y alienta la lectura más allá de lo superficial, lo importante es que también está envuelto en un paquete audiovisual excepcional. Con una destacable dirección por parte de Brian Kirk, experimentado director de TV haciendo su debut en la gran pantalla, que consigue fortalecerse gracias a un muy bien logrado guion y a una banda sonora que potencia todo momento. Mientras uno no espere demasiada acción y sepa sacarle jugo a una historia que tiene mucho más que ofrecer a pesar de no tener demasiadas sorpresas narrativas, «Nueva York Sin Salida» es un pequeño proyecto original e independiente que vale bastante la pena apoyar en este mar de capas y adaptaciones.
Clásico policial duro a la manera de las novelas de Chandler, aquellas con un Philip Marlowe nada sofisticado, pero de puños listos y salidas rápidas, "Nueva York sin salida" rezuma en violencia, persecuciones y personajes característicos del hampa. Andre Davis, como su padre, policía muerto en su ley (flashback de infancia con sermón y presión de un progenitor modelo que se sacrificó por todos) va a defender con uñas y dientes lo que él le enseñó. Ahora es nada menos que la muerte de ocho policías con unos pequeños ladrones detrás que con su inconsciencia provocaron la masacre envuelta en un halo de droga y adicciones. Habrá decisiones impactantes para que ellos no se disuelvan en el aire. Los 21 puentes cerrados dentro y fuera de la isla de Manhattan, tres ríos con acceso nulo, cuatro túneles bloqueados, trenes detenidos y subtes dados vueltas de arriba abajo como un guante para que nadie escape. Todo entre las dudas de un jefe que desconfía de la audacia de este Andre Davis que, como él mismo dice, "prefiere mirar el diablo a los ojos". Clásica persecución, con compañeros de comisaría metidos en masacres impensadas, nada nuevo bajo el sol, pero realizada con la solvencia de un director profesional y productores hábiles que dominan el oficio (los Russo de "Capitán América" y tantas otras). Un actor que parece haber nacido para este tipo de papeles (Chadwick Boseman) y una detective modelo y diseñadora de modas en la vida real (Sienna Miller), que se las trae. Entretenida, violenta, una más del género, pero hecha con profesionalidad.
ÉTICAS DEL DEBER De vez en cuando, la maquinaria invencible que es Hollywood procura inventar estrellas a las que les da un respaldo un tanto desmedido: ahí tenemos por ejemplo a Jai Courtney, actor que ha tenido protagónicos inmerecidos (Terminator Génesis, Duro de matar: un buen día para morir) y que a lo sumo es efectivo en roles de reparto (Jack Reacher: bajo la mira). Algo parecido se puede decir de Chadwick Boseman, que ha tenido bastante suerte a partir del protagónico de ese inmenso éxito que fue Pantera Negra –y que es también una de las películas más sobrevaloradas de la última década-, pero que es un intérprete con recursos limitados, como ya quedó claro en 42 – la historia de una leyenda o Dioses de Egipto. Pero en Nueva York sin salida Boseman encuentra un vehículo que quizás esté a la altura de lo que su presencia puede aportar: un policial limitado, sin muchas ambiciones, pero ciertamente efectivo. La película de Brian Kirk -un realizador proveniente de la televisión, que trabajó en series tan disímiles como Los Tudor, Luther, Boardwalk Empire, Game of thrones, Luck y Penny Dreadful- es una de premisa sostenida con alambres: dos criminales (Stephan James y Taylor Kitsch) asaltan un negocio y roban un cargamento de cocaína, matando a varios policías en el proceso; y el detective encargado de atraparlos (Boseman) decide cerrar todas las vías de entrada y salida (incluyendo puentes, trenes y subtes), en una cacería que no solo es contra el tiempo sino también contra diversas que buscan tapar un entramado de corrupción. Si el arranque del film parece presagiar lo peor, con una discursividad moralista excesiva en pos de justificar el rígido profesionalismo del protagonista, en cuanto queda planteado el conflicto, el relato rápidamente encuentra las tonalidades adecuadas. Durante poco más de una hora, Nueva York sin salida funciona casi como un relojito, imponiéndose a los cabos sueltos de la historia con una fisicidad que ya queda clara en el guión de Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan, pero que Kirk traslada a una puesta en escena que aprovecha muy bien el ecléctico paisaje urbano de la isla de Manhattan. Los dilemas sobre los negocios sucios que se ocultan tras ese robo inicial conviven con las persecuciones, los tiroteos y las peleas, reflejando el profesionalismo desde la pura acción, como si el realizador hubiera aprendido un par de buenas lecciones de cineastas como Michael Mann, Paul Greengrass o Peter Berg. Ahí es donde también se nota el rol que cumplen como productores Joe y Anthony Russo, que vienen de dirigir las últimas entregas de Avengers y Capitán América, que están entre lo más físico que dio el Universo Cinemático de Marvel. Y si con eso no basta, también hacen su aporte Sienna Miller, Keith David y especialmente J.K. Simmons para darle un aura de sequedad y equilibrio a todo lo que se ve. Claro que en los últimos minutos, cuando Nueva York sin salida tiene que reunir toda la información –que en buena medida se va intuyendo previamente- y resolver las pugnas entre los personajes, vuelve a caer en unos cuantos diálogos demasiado explícitos sobre los distintos niveles éticos del deber policial. Toda esa maraña discursiva ya se intuía en buena medida desde el dinamismo previo, lo cual resta sorpresa e impacto, además de insertar un tono excesivamente sentencioso. Película despareja, pero aun así interesante, Nueva York sin salida se expresa mucho mejor desde los cuerpos, las piñas y las balas antes que desde los simbolismos y las palabras.
Un detective en desgracia de la policía de Nueva York emprende una cacería para agarrar a un asesino de policías. Producida por los hermanos Russo (Avengers), NY Sin Salida ofrece muy pocas novedades para un género trillado. Buscando una oportunidad de redimirse, el protagonista (Chadwick Boseman), encubre una conspiración masiva en la que criminales y agentes de la ley están involucrados. Pero durante la persecución agotadora, Manhattan se cierra por primera vez en su historia. No se puede entrar ni salir de la isla, por ningunos de sus puentes ni recovecos.
Los hermanos Russo vuelven a la pantalla grande este 2020, pero no con un film del mundo Marvel sino produciendo un clásico de acción, ésta vez agregándole esos componentes que sólo ellos saben que el público ama. Todas las ciudades son víctimas del delito y en Nueva York está Andre Davis (Chadwick Boseman) para revertirlo. Es un joven policía con una vocación marcada por un hecho ocurrido en su niñez. Ocurre un robo en dOnde varios policías resultaron muertos y esto sacude a todos, hasta las autoridades de alto rango. Davis tiene que encargarse de encontrar a los culpables utilizando esa intuición tan peculiar que lo diferencia de sus colegas. Allí conoce a Frankie Burns (Sienna Miller), quién lo ayudará en esta interminable búsqueda porque hay más culpables que inocentes en todos los escenarios. Y tal es así que cerrarán todos los puentes que acceden a Manhattan para que nadie se les escape. “Nueva York sin salida”, dirigida por Brian Kirk, cuenta con un cast excelente en el que se encuentra el gran J.K. Simmons – sabemos que él siempre participa de films que valen la pena. Por su parte, luego de romperla en “Black Panther”, Boseman vuelve en un rol distinto que le sienta bien y que hace querer verlo más en la pantalla grande. Tal como dije al principio, los Russo ya son expertos en como atrapar al público y más allá de que no sean los directores, dejaron una huella notable. El sonido y los efectos especiales hicieron que este film se luzca más allá de que la trama no sea intrigante y menos obvia. Consiguieron darle un giro distinto para que no se convierta en una clásica película de policías, especialmente por el personaje de Andre.
El título original es “21 puentes” y se encuentra relacionado con su narración. Aquí conocemos a un joven que sigue la carrera de su padre, un detective de Manhattan llamado Andre Davis (Chadwick Boseman, «Pantera negra») quien entre otros, persigue a unos delincuentes: Michael (Stephan James) y Ray (Taylor Kitsch) que se escapan con un botín importante. Para ellos la acción transcurre por esos puentes y se transforma en una intensa cacería humana, tienen pocas horas para encontrar a los culpables, entre mentiras y hechos de corrupción. El film cuenta con mucha acción, la búsqueda es intensa, tienen buen ritmo y un elenco sólido. Dentro de los personajes secundarios se encuentran: Siena Miller (“Z, la ciudad perdida”) y J.K. Simmons («Whiplash») que se lucen. Pero llegando al final comienza a decaer y se transforma en superficial, convencional, con algunas incoherencias y un final predecible. No alcanzó a pesar que se encuentra producida por: Anthony Russo y Joe Russo («Vengadores: Endgame», «Vengadores: Infinity War»).
Crítica emitida al aire en Zensitve Radio Nordelta