“Pesadilla al amanecer”, conocida por su título “Quiet comes the dawn”, es un filme de horror ruso que viene a cumplir con la cuota de terror en la cartelera semanal. Dirigida por Pavel Sirodov y protagonizada por Alexandra Drozdova, interpretando a la joven Svetlana. Lo mejor y más creativo de esta película son los créditos iniciales, no digo que sea mala, pero tampoco es una prominente joya del cine de terror, es divertida y dentro de lo que se puede pedir coherente. Nuestra protagonista es inteligente a la hora de actuar y salvo contados momentos no cae en la típica actitud de personaje en película de terror, lo cual se agradece mucho. La película es un terror psicológico y suspenso mas que otra cosa y los sueños que posee Sveta son buenos. Pesadilla al amanecer Los sueños que empezara a vivir Sveta están relacionados con la muerte de su madre y hermano y esconden mucho mas de lo que se ve a simple vista. Lo malos es que la historia pierde un poco de potencial a la hora de jugar con los sueños dentro de sueños, uno podria esperar que algo mas interesante que lo que es el resultado final y el resto del cast a veces molesta mas que sumar a la historia, a pesar de que nos cuentan un poco de su historia para tratar de dar sentido a lo que estas viendo. La ambientación de la cinta me gusto mucho al jugar con instalaciones de la vieja URSS, típicos hospitales abandonados y la música que se usa para enfatizar los momentos de tensión esta mas que bien, todo es correctamente aplicado y ayuda a generar el ambiente esperado. Un detalle que me llamo la atencion fue la falta de subtítulos de ciertas cosas, no partes si no cosas, como títulos de libros por ejemplo, es decir todo lo que los personajes ven en escena esta escrito en ruso y por ahi es algo que podría sumar a la trama. La película seguramente pase como una mas dentro del genero pero tiene buenos momentos en los que logra captar la atencion. La película tiene un giro interesante más adelante, así que depende del tipo de espectador puede no ser destacable como si tal vez para alguien que disfruta de las películas del género.
La película rusa dirigida por Pavel Sidorov hereda el estilo del cine de terror norteamericano y sumerge a la joven protagonista en una suerte de sueños oscuros de los cuales no puede escapar. Pesadilla al amanecer comienza en 1999 con una escena prometedora para pasar luego al cumpleaños número veinte de Sveta -Alexandra Drozdova-, la chica que arrastra pesadillas y presencia el suicidio de su hermano. Con esta estructura, la película intenta recorrer luego una serie de obstáculos oníricos que no siempre dan en el blanco. A la inexpresividad de los intérpretes, se suma la mezcla de realidad y mundos aterradores, y la conexión de Sveta con el Instituto de Somnología que la sumerge, junto con otros pacientes, en un sueño colectivo lúcido. Y los problemas comienzan cuando ellos despiertan. A veces, el remedio es peor que la enfermedad. El film acumula algunos sobresaltos a lo largo de una historia que no siempre funciona y pone el acento en el logrado tratamiento visual, entre túneles y un laboratorio. El relato va de manera descendente, hereda lo peor del cine norteamericano de género y no puede remontar la atmósfera plasmada en el prólogo. A lo largo de la trama desfilan personajes amenazantes -nunca falta el martillo- y monstruosidades varias pero el suspenso no aparece, y tampoco contribuye a generar la atmósfera adecuada la vuelta de tuerca final.
Experimentos, sectas y jumpscares coronan la ópera prima del ruso Pavel Sidorov. Si chic@s, estamos ante un nuevo exponente de cine de género que llega desde tierras rusas. Pavel Sidorov debuta con Pesadilla al amanecer, cinta respaldada por los mismos productores de La novia, otra película del mismo origen que también logró distribución internacional. En verdad es gratificante recibir cine de horror de otros lares, aunque el resultado final, salvo por detalles propios de la cultura del lugar, sea bastante genérico. La historia comienza oscura y enrarecida de entrada, como lo indica su nombre se percibe un ambiente pesadillezco, y en una ocasión que es bien terrenal: las fiesta de cumpleaños de Sveta, la joven protagonista. Un festejo que le organizaron sus amigos, con la gran sorpresa final, la llegada de su hermano Anton, a quien ve poco. Ellos son huérfanos, perdieron a su madre en circunstancias extrañas, de niños. Encima la decoración barroca y anticuada del departamento, nos pone en tono para experimentar los peores estados de vigilia. Como el que está atravesando la joven cuando de pronto despierta y ve a su hermano arrojarse por la ventana. Después del trágico hecho sus pesadillas comienzan a ser más recurrentes, hasta se da cuenta que Anton padecía de lo mismo. Tras investigar a su madre y a su hermano, todo la llevará a la clínica del Dr. Vitali, quien se especializa en trastornos del sueño, y en donde Sveta comenzará un tratamiento de sueño inducido con otros tres pacientes. A partir de aquí la cinta transcurre dentro de la institución, exponiendo los peores demonios de cada participante, en un estado alucinatorio absoluto. Tratando de confundirnos con los límites entre la vigilia y la “realidad”, al mejor estilo Inception de Nolan, claro que aquí hay demonios sin rostro, escapes de mortales de gas, incendios macabros y fobias. La cinta comienza con el relato de los hermanos. Todo parece indicar que habrá una especie de investigación de Sveta para descubrir lo que le sucede, y lo que le sucedió a sus seres queridos, cuando de repente hay un giro en la trama y la cosa se centra en el Instituto de Estudios del Sueño, un lugar anclado en el tiempo con reminiscencias a la guerra fría entre los año 70´y 80´. Si no fuera por ciertos indicadores cuesta creer que estamos en la época actual, hasta la vestimenta de los personajes va a tono. Pero no nos desviemos, el relato no nos brinda un monstruo específico, sino que elabora situaciones tensas, con jumpscares , acompañadas todo el tiempo por una música algo recargada, y cuando el argumento parece diluirse, el director trata de redondearlo con otra subtrama apenas desarrollada en la cinta. El resultado: un final algo forzado con imágenes y diálogos redundantes. Las actuaciones son acertadas, se generan buenos climas y el nivel de producción acompaña … ¿pero con eso alcanza?
Una película de terror rusa llega a nuestra cartelera. La ópera prima del director Pavel Sirodov comienza de manera muy prometedora, en 1999, con una madre embarazada y su hijo Antón huyendo de un lugar que no voy a develar, en el medio de una noche tormentosa que termina de manera trágica. Luego, el tiempo pasa, y la historia nos sitúa en el cumpleaños número 20 de la hermana de Antón, la verdadera protagonista de la historia: Svetlana (Alexandra Drozdova). Al festejo llega su hermano, hecho que la llena de felicidad, aunque no durará mucho, porque esa misma noche se suicidará ante sus ojos, lo que cambiará radicalmente su vida. Ante las horrorosas pesadillas que sufría y sigue sufriendo, decide internarse en el Instituto de Somnología junto a una pareja y a un compañero de Facultad para hacer una inducción al sueño colectivo y así, cada uno, librarse de distintos problemas relacionados con el sueño. Cuando despierten,(vale decir que el Hospital es uno de los aciertos del film, además de gigante, resulta tenebroso) no encontrarán a nadie y las cosas ya no serán como antes. Podría haber sido una buena película pero se queda a mitad de camino porque el guión es flojo y no produce miedo en ningún momento. Quizás intriga o suspenso por lo que va a pasar, pero nada más. Si quieren...---> https://www.youtube.com/watch?v=ze3TS1DV3Q4 TITULO ORIGINAL: Rassvet TITULO ALTERNATIVO: Quiet Comes The Dawn DIRECCIÓN: Pavel Sidorov. ACTORES: Oksana Akinshina, Oleg Vasilkov, Anna Slyu. GUION: Evgeny Kolyadintsev. FOTOGRAFIA: Ivan Burlakov. MÚSICA: Garry Judd. GENERO: Terror . ORIGEN: Rusia. DURACION: 98 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 13 de Junio de 2019
Rusia está volcándose al género con cuidadas y estéticas producciones que apelan a un espectador avezado en materia de horror, pero al que luego lo subestima con su reincidencia en lugares comunes, y malos, sin encontrar su propia identidad y sentido.
Un sueño lúcido grupal Pesadilla al Amanecer (Rassvet, 2019) es una película de terror rusa dirigida por Pavel Sidorov y escrita por Evgeny Kolyadintsev. Protagonizada por Alexandra Drozdova, el reparto se completa con Anna Slyu, Aleksandr Molochnikov, Anastasiya Kuimova, Oleg Vasilkov, Kuzma Kotrelev, Oksana Akinshina, entre otros. Luego del festejo de cumpleaños de Sveta (Alexandra Drozdova), ella se levanta por la noche y ve a su hermano Anton (Kuzma Kotrelev) suicidarse tirándose por la ventana. Al parecer, las variadas pesadillas que sufría Anton, las cuales dejó anotadas en un cuaderno, fueron las que determinaron que él quisiera acabar con su vida. Para investigar más a fondo, Sveta se dirige, junto a su mejor amiga Nastya (Anastasiya Kuimova), a una institución de psiquiatría y somnología. Allí la joven se someterá a un sueño colectivo lúcido con tres personas más: la sonámbula Lily (Anna Slyu), el periodista y claustrofóbico Kirill (Aleksandr Molochnikov) y Vitaly (Oleg Vasilkov), señor que sufrió una experiencia traumática y sobrenatural en alta mar. De los productores de La Novia (Nevesta, 2017) nos llega del país ruso otra cinta de terror que, como era de esperarse, no es una buena película. Por empezar, Pesadilla al Amanecer tiene un guión que da pena: en un principio se nos presenta información sobre la madre de la protagonista, la cual murió en 1999 también en el día de cumpleaños de Sveta. Se dice que sufría de esquizofrenia y depresión, motivos por los cuales decidió unirse a una secta donde se venera a un demonio sin cara. Sin embargo estos datos no sirven de nada ya que después, gracias a un pésimo montaje, no se ahonda más en el tema y se pasa a la situación traumática particular de cada personaje que se somete al sueño lúcido. El rol protagónico, así como los demás, están cero desarrollados, haciendo imposible que el espectador pueda generar empatía. A pesar de que la atmósfera sombría está bien construida, la abundancia de jump scares con música alta repentina no permite que la sensación de miedo tenga lugar. Una niebla negra, un perro malvado, la cabeza de una persona muerta y variadas apariciones en la oscuridad son solo algunos de los clichés que terminan haciendo que la duración de la película (98 minutos) se sienta mucho más extensa. Por otro lado, sobre el último efecto se utilizan unos efectos especiales muy poco elaborados que lo que menos consiguen es atemorizar. Además, en el desenlace hay una revelación sacada completamente de la galera ya que en ningún momento anterior se dio una mínima pista de lo que pasaba. Esto no solo hace que el giro sea ridículo, sino que también deja en evidencia lo mal estructurado que está el guión. Pesadilla al Amanecer podría haber construido una historia interesante sobre los sueños y las intenciones de las sectas, sin embargo pasa a ser otra película de terror rusa que resulta una pérdida de tiempo.
Analfabetismo audiovisual como experiencia extrema, y ni siquiera risible. Cine tomado con una desidia alarmante: incapacidad para narrar, encuadrar, montar, actuar, dirigir. Musicalización e imágenes arteras para intentar aterrorizar por unos instantes fugaces, pero ni eso... la impericia se impone. Arbitrariedades cobijadas bajo pesadillas y sueños colectivos -porque la "protagonista" tiene unas tragedias familiares que se relacionan con los sueños, digamos-, todo tratado con un nivel de los que no suelen verse por más que uno se exponga con frecuencia al mal cine de terror. Pesadilla de Wes Craven podría haber sido citada, pero este bodrio ruso es impermeable al conocimiento.
Texto publicado en edición impresa.
El cine ruso de terror y suspenso se está transformando en una marca registrada. A partir del éxito de”La novia”, primero record en su lugar de origen y luego con un éxito global en 30 países, se comenzó a hablar de una movida particular. A eso se le suma que en la Unión soviética no se podían hacer este tipo de películas prohibidas por el poder, pero las que entraban de contrabando fueron el germen de este fenómeno actual. Los mismos productores de ese éxito globalizado son los responsables de este film, dirigido por Pavel Sidorov, con un guión de Evgeny Lolyadintsev, ambos pertenecientes a esta movida de terror. La fórmula se repite, abrevar en el folklore eslavo, lleno de supersticiones, seres del más allá que torturan a los de más acá con amenazas que pasan a distintos miembros de la familia. La formula en este caso tiene que ver con sueños y maldiciones que comienzan con una mujer embarazada y su pequeño hijo y que se prolongan hacia la nena que nacerá justo cuando su madre muere en terroríficas circunstancias. A eso se le suma todos los efectos y situaciones que nos dieron su cuota de sustos desde antaño: Cuartos con paredes corredizas que se achican, mujeres celosas enloquecidas con hacha en mano, perros negros amenazantes, fantasmas sin rostros, edificios en ruinas, sótanos sin salida, muertos vivientes, cabezas sangrantes…. Pero lo que resalta es lo bien que esta filmado, con una técnica impecable que logra efectos inmediatos. El argumento muy simple, enrula el sueño dentro del sueño, en una pesadilla sin fin y con un hilo de lógica. Pero lo que parece realmente importante para los realizadores es el efecto y su acumulación. Si nos conformamos con eso vamos a verla.
Pesadilla de ver Pesadilla al amanecer (Ressvet su título original) es la ópera prima de Pavel Sidorov. Cuenta la traumática vida de Sveta (Alexandra Drozdova), una niña que al nacer pierde a su madre, quedando a cargo su tía y hermano mayor. El film recorre diferentes capas de tramas y líneas temporales a través de los sueños, lo cual se vuelve un recurso interesante pero agotable. La película cuenta con recursos formales de primera, con una fotografía imponente que llama la atención al ser un producto de bajo presupuesto. El sonido y el montaje se entrelazan de muy buena manera en la primera media hora pero luego decaen como todo el argumento. Por ejemplo, la repetición de inserts que relentizan el film y lo vuelven hasta absurdo. El problema de Pesadilla al amanecer parece recaer en el guion, el cual queda sin ideas, agrega diferentes personajes que no son trascendentes para la narración y juega con los sueños de manera que pueda resolver todo de un sopetón. Muchas historias y situaciones que se dan para abrir la trama quedan inconclusas, como también las resoluciones que no fueron advertidas en ningún momento y se las presentan como falsas revelaciones. Las actuaciones van en el mismo curso que el libreto, terminando de cerrar un producto fallido. El director abrió tantas puertas que se le hizo imposible cerrarlas en 90 minutos, deja la sensación de que faltaran escenas, por la inconexión de las que se encuentran en la totalidad de Ressvet.
Rassvet es un nuevo exponente del cine de terror ruso que esporádicamente llega a nuestra pantalla, uno que no puede escapar a cierta lógica mercantil, más propia de lo que se hace en Estados Unidos, y que acaba por disminuir su evidente calidad en pos de un confort no solicitado.
Cada tanto llegan a las pantallas Argentinas películas de Europa del Este, y Rusia es un país con propuestas interesantes. Rassvet llega a nuestros cines para contarnos una historia de pesadilla.
Nuevo exponente del cine de terror ruso, "Pesadilla al amanecer", de Pavel Sidorov, tiene mejores ideas que pericia para concretarlas felizmente. Sigilosamente, se viene instalando dentro del mercado interno una moda para los estrenos de terror en salas. El cine de terror ruso viene pisando fuerte. Algo que no sería llamativo, de no ser porque durante muchísimo tiempo fue ignorado, y en el último tiempo ya contamos con tres estrenos que, como plus, comparten productores; y la cosa no parece terminar acá. Es probable que esta moda sen deba a un síntoma tradicional de las épocas de crisis. Traer películas de países remotos es más económico, y el terror generalmente resulta rentable y efectivo en cuanto a la ecuación inversión de distribución/resultado en taquilla. Lo que en la etapa del 2000 y siguiente fue el cine de terror nórdico y el asiático; hoy puede ser el ruso. "La novia", "La sirena", y "Pesadilla al amanecer", tres películas que comparten productor, y poco más. Hay algo remarcado en la estética, es verdad, algo usual en el cine ruso desde siempre, y en cualquier género. A diferencia de las dos anteriores, "Pesadilla al amanecer" no se conforma con presentar un espectro funcional, y crear una historia efectiva que ubique a los peones en contexto. No, quiere ser más, quizás demasiado más, y ahí es cuando comienzan sus problemas. Sveta (Alexandra Drozdova) es una joven cuya madre falleció pariéndola en un hecho muy extraño (presentado en el pre créditos). Actualmente le quedó su hermano mayor y un puñado de buenos amigos. A los pocos minutos, el hermano muere en circunstancias muy similares a las de su madre; y a Sveta comienzan a acecharla más frecuentemente sueños oscuros expresados en pesadillas mortales que, entre otras cosas, traen el recuerdo de su madre, su hermano, y un extraño ser sombrío. Para tratar este síntoma, Sveta se interna en un instituto de somniología en el cual se somete a un experimento de sueños colectivos. Tres pacientes más se anotarán junto a ella a esta terapia en la cual, penetrarán todos en los sueños del otro… una idea buenísima siendo que los sueños de Sveta son cada vez más vívidos y mortales. Por supuesto, el espectador sabe más que los personajes, y ya cuenta con la información de que madre y hermano murieron mediante estas pesadillas. De todos modos, aguardan más vueltas de tuerca. En poco más de hora y media, "Pesadilla al amanecer" plantea un clima sombrío, de encierro, sombras, suciedad, y esa estética neo gótica de la que hablamos se suele valer el cine ruso fantástico. Abundan los golpes de efecto, los jump scares, y los elementos efectistas para agarrarnos desprevenidos cuando “menos lo esperamos”. Recurso válido y provechoso si es utilizado en su justa medida, no en sobreabundancia como es en este caso. Si tenemos un mínimo de conocimiento de terror, ya sabemos cuándo va a venir el susto (si hay un silencio prolongado, ya sabemos qué sucede un segundo después). Para peor, molesta cuando la mayoría de esos sobresaltos resultan en sustos falsos, viento, puertas que necesitan WD-40, un gato, un amigo pavote, etc. "Pesadilla al amanecer", es cierto, quiere abarcar demasiado. Toca demasiados temas, presenta demasiados hechos, y lo que pudo ser un simple slasher sobrenatural, termina incluyendo varios tópicos más que, por un lado confunden, y por otro le quitan peso y concreción. Es imposible no verla y pensar en "Pesadilla en lo profundo de la noche", y sobre todo en la tercera entrega de la saga, y algo quizás de la séptima. Pero todo lo que en aquellas funcionaba, acá se encuentra ausente por acumulación de otros elementos innecesarios. No hay un espectro fuerte como Freddy, las muertes no son tan inventivas. Es más, durante gran parte de la película (un tedioso segundo acto) no sucede prácticamente nada relacionado al terror, solo más y más historia. Los personajes tampoco ayudan, Krueger se enfrentaba a adolescentes carismáticos (por lo menos en las mejores entregas); acá ninguno llega a interesarnos en lo más mínimo, comenzando por Sveta. De los otros tres pacientes, sabremos algo de su historia, pero nunca nos estimulan a pensar si sobrevivirán o no. Pavel Sidorov es un director operaprimista, y pareciera encarar esta película por encargo. NO hay un sello personal, nada que la destaque o nos haga pensar que "Pesadilla al amanecer" puede permanecer en la memoria. Montaje apresurado al inicio y al final, y en el medio un gran bache (en todo sentido, el guion tiene varios agujeros indisimulables) que lleva al aburrimiento y a la pérdida de interés sobre lo que sucede. Hay algo detrás que parece interesante, algo que pudo ser. Ese intento del Freddy ruso, aunque trillado, quizás pudo haber funcionado. Incluso con algunas de sus vueltas de tuerca, pero en el desarrollo todo queda en promesa. Podemos decir que "Pesadilla al amanecer" es de esas películas de las cuales... mejor despertarse rápido.
Pesadilla al Amanecer, cautivantes visuales para una historia que no lo es tanto. Estamos habituados a ver cine de terror de todas las latitudes: Francia, Inglaterra, muchas veces España, pero casi siempre Norteamérica. Sin embargo, desde hace un par de años el terror ruso empezó a decir presente en las salas argentinas con premisas universales y, cuando autóctonas, por lo menos claras en sus intenciones narrativas. Pesadilla al Amanecer es clara en su premisa, pero su desarrollo es otro cantar. Niveles de Sueño Si hay algo que concederle a Pesadilla al Amanecer es que tiene una estética visual cautivante, tanto para sus interiores como para sus exteriores. La fotografía tiene una enorme riqueza de composición de encuadre, mientras que la dirección de arte presenta un rico balance de colores que van de los verdes a los rojos. Hasta me animo a decir que se debe felicitar al encargado de locaciones, porque el descomunal edificio que alberga a la clínica del sueño en la que transcurre la película es fantasmagóricamente intimidador. El empeño puesto en sus visuales sería encomiable si no fuera porque su narrativa no está necesariamente al mismo nivel de detalle. Es una historia con claras bases emocionales (la culpa, particularmente) que no son aprovechadas, a causa de un deseo constante de la narración de parecer más compleja de lo que es. Se entremezcla una sincronía de sueños a lo Inception con historias de sectas y fantasmas. Los obstáculos están presentes para dotar de cierto dinamismo a la acción, pero no necesariamente proveen un avance en lo que al crecimiento de la protagonista refiere. Los personajes secundarios también parecen una cuestión medio puesta al voleo. ¿Tienen actitudes idiosincráticas? Si ¿Su relación de opuestos hace moderadamente interesante lo que se está viendo? Puede ser. Si esta película los tuviera a todos como un grupo, otra podría ser la historia; pero como son secundarios funcionales a una protagonista establecida, se nota que el guion se acuerda de darles una personalidad demasiado tarde, cuando el espectador ya tiene asumido, por cuestiones de género y lo lúgubre de la locación, que son carne de cañón. El cariño u odio por los personajes toma tiempo y se tiene que cosechar de entrada, sino al espectador le va a dar igual su deceso. Cuando eso pasa, no es para nada una buena señal. A esto tenemos que sumarle pequeños detalles de predictibilidad en su primer acto. Una predictibilidad que se activa casi por instinto al oír diálogos que pecan de informativos. Cuando se cuenta y no se muestra, se tiene que ser medido con los riesgos. Está perfecto el tener al espectador al tanto de todo, pero no a costa de la sorpresa. Pesadilla al Amanecer, de Pavel Sidorov, trata de sobrellevar esto aportando actuaciones sobrias: nada que sea trascendental o conmovedor. Se aprecia la sensación de terror, pero no va más allá y no hay mucho que los intérpretes puedan hacer sin claridad de ideas, algo con lo que este guion lucha, pero no consigue ganar.
El sueño dentro del sueño La máquina de escupir productos de terror en serie no conoce fronteras geopolíticas ni mucho menos barreras idiomáticas. Desde Rusia, pero sin amor, llega esta película igual a tantas otras de Hollywood que se estrenan semana tras semana en la cartelera comercial argentina, con la única salvedad que aquí se habla la lengua de Lenin en lugar de la Washington. Si hasta el título local es fácilmente intercambiable con cualquiera de ellas, acentuando desde el vamos el carácter genérico y despersonalizado de una propuesta que gira alrededor de la suerte una chica que, para variar, es perseguida por los traumas del pasado y una de esas criaturas mitológicas digitales que se han vuelto en las villanas por excelencia del género en el siglo XXI. Esa chica se llama Svetlana y es hija de una mujer fallecida -del papá no se sabe, ni se sabrá, nada de nada- en dudosas circunstancias el día de su nacimiento, exactamente veinte años antes del inicio de las acciones. La misma noche que sopla las dos decenas de velitas, su hermano no tiene mejor idea que tirarse de cabeza por la ventana del departamento con ella como testigo: linda manera de arrancar la década. Con una serenidad inédita para quien queda sin familia en la adolescencia, Svetlana empieza a hurgar en los cuadernos con anotaciones personales de su hermano, a quien se ve que le encantaba escribir. En esas hojas encuentra descripciones pormenorizadas de varios trastornos que no lo dejaban dormir en paz. Trastornos causados menos por el stress que por un diablo sin rostro que habita el terreno de los sueños y tiene la capacidad de controlar el cuerpo de quien lo invoque. De allí que, tal como le dice un somnólogo, ese diablo sea idolatrado por varios cultos satánicos y sectas. La propuesta del especialista para superar las pérdidas es someterse a un sueño lúcido cooperativo: algo así como soñar despierto, y con conciencia de estar haciéndolo, junto a otras personas que a su vez pueden intervenir tanto en el sueño propio como en los ajenos. El acto central de Pesadilla al amanecer transcurre íntegramente dentro del hospital donde ella, otra mujer y dos hombres se prestan a la experiencia colectiva. Una experiencia que, lejos de aplacarlos, aumentará los problemas, en tanto cuando despierten les resultará imposible disociar realidad de imaginación, lo consiente de lo inconsciente. Lentamente cada uno irá perdiendo la cordura mientras se enfrentan a situaciones relacionadas con el pasado, lo que le permite al realizador Pavel Sidorov abrazar el terror psicológico y entregar varios sustos de rigor, construidos a puro golpe de sonido. No conforme con abrazar esos facilismos, el ruso intenta dar vuelta como una media todo lo anterior recurriendo al viejo truco del sueño dentro del sueño. Un truco elevado a la enésima potencia, tal como demuestra la sucesión de media decena de “despertares” de Svetlana de los últimos minutos. Y es muy probable que siga despertando: la última escena deja abierta la puerta para una secuela.
A través de la historia del cine, el lenguaje de los sueños ha sabido ocupar un lugar destacado. Ya sea como realidad paralela o como método para simbolizar los temores y anhelos de los personajes , la oniria suele ser representada frecuentemente dentro de esta gran máquina de sueños que constituye el cine. En esta ocasión, la pantalla grande nos introduce en las fantasías lúcidas de Pesadilla al Amanecer(Quiet Comes the Dawn, 2019), una nueva película de terror rusa que no hace más que hacerle honor a su nombre, presentando una historia desprolija y sosa que sin duda se convertirá en una tortuosa pesadilla para los espectadores despistados que la hayan elegido sin mucha información. La ópera prima de Pavel Sidorov sigue a Sveta (Alexandra Drozdova), una joven atormentada por vívidas pesadillas que en su cumpleaños número 20 descubre que su hermano se ha suicidado. Con el apoyo de su mejor amiga, la adolescente comienza a investigar las posibles razones que llevaron a Anton a tomar terrible decisión, topándose con una misteriosa obsesión por el mundo de los sueños. En busca de respuestas, Sveta asiste a un instituto de somnología donde junto a otros tres pacientes se somete a un experimento de sueño lúcido colectivo. Pronto, los temores más profundos de cada integrante del grupo comienzan a salir a la luz. El filme de terror ruso no solo arrastra todos los clichés del género habidos y por haber, sino que resulta amorfo y vago en elementos esenciales de la obra cinematográfica, como la construcción de un guion inteligente y una dirección que se atreva a hallar un estilo propio, más allá de “cumplir” con cierta fórmula. El cineasta principiante intenta compensar la falta de creatividad con alguna que otra escena onírica tétrica y un diseño de producción aceptable que por momentos nos trae a la memoria los años ’80 y las historias surgidas a partir de los diversos estudios sobre el comportamiento del sueño que tuvieron lugar en aquella década. Sin embargo, es imposible tapar el sol con las manos: Pesadilla al Amanecer no tiene una estructura sólida en donde apoyarse. La exploración del universo de los sueños, sus usos e interpretaciones según las diferentes épocas, culturas y religiones, es un tema fascinante que Sidorov no hace más que desperdiciar a cada paso en esta trama redundante y predecible. Podemos decir sin temor a exagerar que Pesadilla al Amanecer se alza como una de las peores películas de terror de los últimos años. Está claro que este ejemplar no se corresponde con el buen momento que se encuentra atravesando género a nivel internacional, tanto en la escena mainstream como independiente, con filmes que evitan ajustarse a la norma. Una pérdida de tiempo que no hará más que provocar el disgusto y el hartazgo de todos aquellos amantes del cine de terror, surrealista y del séptimo arte en general.
El terror es un género que siempre rinde en la taquilla, de modo que el estreno de una película de terror rusa habla más de una estrategia comercial de las distribuidoras que de una decisión que fomente la inclusión de cinematografías de distintas nacionalidades. Sin embargo, a Pesadilla al amanecer hay que ponerle una ficha, ya que es un digno e interesante exponente de lo que se podría denominar "subgénero de pesadillas o sueños mortales". En la película dirigida por Pavel Sidorov tenemos a una madre embarazada que muere tras intentar escapar con su hijo de algo o alguien que la amenaza. Esto ocurre en los primeros minutos, ambientados en 1999. Luego, el filme pasa a la actualidad para mostrar a Sveta (Alexandra Drozdova), la protagonista, que cumple 20 años y lo festeja con sus mejores amigos. A la fiesta llega el hermano mayor de la joven, Anton (Kuzma Kotrelev), el niño ya grande que aparece al comienzo. Esa misma noche, Anton muere en circunstancias misteriosas. Después del triste hecho, Sveta empieza a tener pesadillas recurrentes y decide acudir al Instituto de Somnología Experimental para someterse a una terapia que ayuda a las personas a deshacerse de sus miedos. Es así que Sveta es inducida, junto con otros tres pacientes, a un "sueño lúcido colectivo", en el que la realidad del sueño es complementada por las realidades del sueño de los que están en la misma sesión. El otro elemento que se agrega a la trama es el de una secta que adora al demonio de los sueños llamado "el sin rostro", que sale de la oscuridad en forma de una criatura malvada con un rostro en llamas. Es cierto que la película tiene la lógica del terror norteamericano de fórmula y que cuenta con los efectos y los giros típicos de las películas basadas en pesadillas. Pero a su favor hay que decir que Pesadilla al amanecer está bastante bien pensada y cuenta con un par de sustos que hacen saltar de la butaca hasta al más compadrito. La clave de la película está en la puesta en escena, con lentos travellings hacia adelante y una cámara que sigue a los personajes por pasillos escalofriantes. También recurre a un montaje que salta de una escena a otra anterior, lo que hace que el filme no sea tan lineal y se parezca a los sueños. Al final, todo cierra perfectamente.
Los sueños, sueños son Apenas unas horas después de cumplir 20 años, Sveta ve cómo su hermano, Anton, se arroja desde la ventana de su departamento. ¿Qué misterios hay detrás de esta decisión? En Pesadilla al amanecer, la protagonista buscará respuestas en los sueños, un tema que obsesionaba a su hermano y también a su madre, quien murió al nacer ella. Pesadilla al amanecer es irregular como el sueño ligero. La película comienza mal, perezosa: las escenas son rígidas en su ritmo e inapetentes en su contenido. Tras la muerte de Anton el interés florece luego de una escena extraordinaria, contada con rigor y con el objetivo de tensionar los músculos desde el sonido y el montaje. Es una porción de cine en medio de un film hecho por personas que nunca tuvieron un sueño asombroso en el cual inspirarse. Con el fin de entender qué pasaba con su hermano, Sveta se somete a un tratamiento de sueño lúcido junto con otros tres pacientes en un hospital. El lugar merece un párrafo aparte. Antes de esto volvamos a la trama. Entonces, Sveta acepta una práctica compartida; es decir, todos viven el mismo sueño supervisado por el doctor Laberin (sí, este es el nivel de sutileza que maneja el realizador Pavel Sidorov). Sveta, Kirill, Lily y Vitaliy despiertan y no hay nadie a la vista: ¿se fueron todos a casa o siguen inmersos en el experimento? Ah, ¿y qué pasa con estos Kirill, Lily y Vitaliy? Como si los conociésemos de toda la vida, el director los presenta con una ligereza inexplicable. No hay empatía con estos personajes, pero eso no es lo más molesto. Cuando la trama principal comienza a deshilacharse (ya poco importa el planteo inicial, perdido en sus pretensiones), Sidorov y el guionista especializado en el género Evgeny Kolyadintsev exploran las subtramas de los demás soñadores. El problema es que ninguno de ellos es demasiado interesante y su contribución al film –al menos en dos casos puntuales– es fantasmal. Volvamos a Sveta. La culpa es uno de los peores sentimientos, en especial en un personaje que se cuestiona el hecho de existir porque si ella no hubiese nacido su madre aún viviría; pero Sidorov hace un esfuerzo muy pobre para generar al menos una recepción natural en el espectador. Todo transcurre con la somnolencia que invita al chiste fácil. Y si de sueños hablamos, ¿hay algo más irritante que ver una película desperdiciar las alternativas extravagantes que permite el campo de lo onírico? Pesadilla al amanecer nos refriega los pasillos de siempre, las puertas que salvan a los personajes en el momento justo, las computadoras que devuelven pistas fáciles, las alcantarillas ordinarias como métodos de escape y un monstruo que se asustaría con solo visitar por algo más de una hora el mundo que habitamos. ¡Pero al menos queda ese hospital! El lugar es inmenso e estrafalario en el exterior: la arquitectura es decididamente moderna; sin embargo, por dentro la decoración es prolija pero obsoleta, como la fotografía inalterable de la resaca comunista. Los personajes atraviesan un vestíbulo iluminado sin fuerzas, con sillones que con cansancio soportan el paso del tiempo y las políticas. Las paredes de madera ensombrecen el lugar y un televisor de tubo anuncia imágenes que pretenden ser relajadas pero solo consiguen inquietar. Es una pena que Sidorov crea que las pesadillas están asociadas únicamente a los clichés cuando los componentes más asépticos de la realidad demuestran ser más aterradores.
La ciencia del sueño macabro Allá por 2017 emergió de las entrañas del cine de terror soviético una cinta bastante sorprendente llamada La novia (Nevesta, 2017) que se apoyaba en la base de ciertos elementos del folclore ruso para dar forma a una historia que, a pesar de sus limitaciones, cumplía con el objetivo de entretener al espectador avezado del género terrorífico. Esos mismos productores vuelven a probar suerte con Pesadilla al amanecer (Rassvet, 2019), un relato que cambia el ámbito rural por la ciudad gris para dar forma a un universo de sectas, malos sueños y teorías conspirativas... si, todo eso. Todo comienza con el cumpleaños número 20 de Sveta, una joven cuya madre murió dándola a luz en circunstancias poco claras. Su hermano la visita para el festejo y al terminar la fiesta se quita su propia vida saltando desde la ventana del departamento. Los días posteriores Sveta intenta reconstruir los motivos por los cuales su hermano habría decidido quitarse la vida, y descubre que sufría unas extrañas pesadillas, motivo por el cuál estaba tratándose en una clínica especializada. La joven se hace pasar por uno de los pacientes y experimenta en primera persona el calvario fantasmagórico y por momentos metafísico que se cobró la vida de su hermano, momento en que la raya que divide lo real de lo imaginario comienza a desdibujarse. Claro que para llegar a este punto, la trama de Pesadilla al amanecer toma caminos confusos, atajos incoherentes y un número de agujeros argumentales que cuanto menos los pensemos, mejor. Hay un interesante trabajo de arte, que aprovecha ciertos espacios que rememoran la última etapa de la Unión Soviética, con esas edificaciones monstruosas y el concreto gris acaparándolo todo, y los vuelve propios, utilizándolos a su favor para agregar una pátina “tenebrosa” al mundo creado. Desde lo narrativo la cuestión empieza a descarrilar a medida que nos acercamos a un harto demorado tercer acto, donde empieza a tomar forma mucho de lo sugerido previamente. Es una lástima que a esta altura del partido la lógica interna se encuentra más que tambaleante y el guión se encapricha en meter un giro dramático tras otro, en un intento de evitar el naufragio, pero socavando su propia lógica interna y entregándonos una verdadera ensalada rusa... mejor suerte para la próxima!
No me quiero ir a dormir. Pesadilla al amanecer es una película de terror rusa dirigida por Pavel Sivorov, en el que una joven llamada Sveta comienza a investigar la muerte de su hermano, obsesionado con las pesadillas. Su protagonista se llama Alexandra Drozdova, y la acompaña un elenco de actores de ese país, entre los que se encuentran Aleksandr Molochnikov, Anna Slyu, Oksana Akinshina y Oleg Valiskov, entre otros. El guion escrito por Evgeny Kolianditsev, especialista en cine de género, nos cuenta la historia de Sveta, una joven que luego de presenciar el misterioso suicidio de su hermano, descubre su investigación sobre las pesadillas, algo de lo que también sufre. Esto la lleva a acudir a un Instituto de Somnología, y participar de un tratamiento llamado sueño colectivo lúcido, en el que tiene que dormir junto con otras tres personas desconocidas. Esto la llevará a despertar en una realidad donde lo ordinario se convierte en aterrador, tal como pasaba en Pesadilla en lo profundo de la noche. Lo primero que vale la pena destacar es que Pesadilla al amanecer es la opera prima de este director ruso, y es además el debut cinematográfico de su actriz protagónica. Pero esta falta de experiencia actoral no supone un impedimento para que la película funcione, sino que por el contrario aporta la inocencia necesaria para generar mayor tensión en el espectador frente al peligro que la acecha. Porque es desde el punto de vista de ella que se nos cuenta la historia, y es a través suyo que se nos va revelando la información generándonos intrigas y sorpresas, especialmente con la inesperada vuelta de tuerca final. Otro aspecto que vale la pena destacar es el diseño de producción, con este Instituto de Somnología un laboratorio con una arquitectura soviética y una tecnología anticuada similar a la base antártica donde transcurre El enigma de otro mundo. Porque es el escenario ideal para el desarrollo de esta trama de terror surrealista, donde también juega un papel clave el uso del fuera de campo para la creación de climas de suspenso que son rematadas de forma eficaz con la violencia justa. En conclusión, Pesadilla al amanecer es una película de terror que maneja con oficio las reglas del género, logrando atrapar y entretener a los espectadores. Por eso no va a defraudar a los seguidores de este tipo de películas, y les va a ofrecer una historia diferente contada de manera efectiva.
Desde Rusia llega una historia de terror que trata de sorprendernos mezclando el mundo de los sueños comaprtidos y algunos entes malévolos. Spoiler alert: no lo logra. El terror ruso quiere encontrar su lugarcito en las pantallas del globo, con historias y ambientaciones muy diferentes. Svyatoslav Podgaevskiy trató de hacer lo propio con “La Novia” (Nevesta, 2017), una propuesta que se quedó en el camino con algunos sustos malogrados. Ahora, los productores de este fallido relato redoblan la apuesta con “Pesadilla al Amanecer” (Rassvet, 2019), debut del realizador Pavel Sidorov que mezcla sectas, demonios sin rostro y el mundo de los sueños dentro una producción con aristas interesantes, pero mucha incoherencia narrativa. Se nota el entusiasmo de Sidorov en cada una de las imágenes y climas que va construyendo casi, casi desde el comienzo, rescatando esa austera y fría arquitectura soviética tan característica; pero los planteos e intenciones del guión de Evgeny Kolyadintsev no siempre están claros y pasan del facilismo y los lugares comunes, a la preguntas sin respuesta del final. Todo arranca durante el cumpleaños número veinte de Svetlana (Alexandra Drozdova), día un tanto agridulce ya que también conmemora el fallecimiento de su mamá, quien murió dándole a luz. La chica festeja con amigos recientes porque se mudó a su nuevo departamento compartido unos seis meses atrás, pero recibe la inesperada visita de su hermano mayor Anton (Kuzma Kotrelev), que trae regalitos y recuerdos de la infancia para compartir. Después de la celebración, Anton decide quedarse a pasar la noche, pero algo extraño sucede y termina quitándose la vida. El suceso conmueve a Sveta, quien comienza a experimentar pesadillas bastante terroríficas y vívidas. Revisando las pertenencias de su hermano, empieza a descubrir el oscuro pasado de su mamá, quien fue parte de una secta adoradora de una entidad maligna relacionada con los sueños. Al parecer, Anton estaba siguiendo varias pistas con la ayuda del profesor Stepan Laberin (Valery Kukhareshin) y sus clases, pero nada muy conclusivo. Con esta nueva información entre sus manos y la imposibilidad de dormir sin pasarla mal, Svetlana decide someterse a las terapias del profesor en el Instituto de Somnología, donde se llevan a cabo experimentos que inducen a los pacientes dentro de un sueño lúcido compartido que puede curar sus males, ya sean fobias o miedos varios. A la chica le toca compartir la experiencia con Kirill (Aleksandr Molochnikov), un periodista con claustrofobia; la sonámbula Lilya (Anna Slyu) y Vitaly (Oleg Vasilkov), ex técnico de submarino que sobrevivió a una tragedia. La prueba comienza, pero al rato los pacientes despiertan suponiendo que algo salió mal. De pronto se encuentran solos en las instalaciones del instituto sin nadie a la vista, pero perseguidos por sus recuerdos y sus culpas de forma bastante vívida y terrorífica. Queda claro que nunca despertaron y siguen compartiendo la pesadilla en la que están inmersos, pero acá es donde la historia empieza a desbarrancar, sumando lugares comunes, jump scares gratuitos, actuaciones MUY malas y situaciones que no siempre encuentran una explicación, más o menos, coherente con el resto del relato. Nunca un sueño tranquilo, ¿no? Director y guionista meten tantos elementos dentro de la narración que, al final, no les queda otra que cerrar a las apuradas, dejando demasiadas inconsistencias y cabos sueltos por el camino. No siempre nos queda claro si estamos viviendo la realidad o la pesadilla de los protagonistas, un recurso interesante para la narración, hasta que se convierte en algo confuso y sin sentido. El problema principal es que mezcla el mundo de los sueños compartidos y el surrealismo que esto trae aparejado, con una trama de terror que mete sectas y demonios a los ponchazos, creando un poco más de desconcierto en el espectador. Ojo, la historia de Sveta, su hermano y su mamá, viene bastante bien encaminada desde las imágenes y los indicios dosificados, hasta que los realizadores introducen este nuevo grupo de personajes, cuya función no queda tan clara. Todo lo que Sidorov logra crear desde la puesta en escena, sus planos cinematográficos y la atmósfera terrorífica, se borra de un plumazo cuando estos cuatro personajes interactúan, entregando algunas de las peores actuaciones que hayamos visto en la pantalla. Así se borran los últimos atisbos de esperanza para este relato con buenas intenciones y planteos, pero poca experiencia para llevarlos a buen puerto sin caer en lugares comunes o resoluciones a medias. Lamentablemente, “Pesadilla al Amanecer” no es la película de terror que va a poner a Rusia en el candelero, pero seguro va a generar un mínimo de interés en el público local, siempre dispuesto a darle una oportunidad a cualquier historia que los haga saltar en la butaca.
CUANDO LA REALIDAD NO DISTA TANTO DE LA PESADILLA Pesadilla al amanecer, ópera prima de Pavel Sidorov, propone elementos destacables, entre ellos algunas imágenes y el trabajo de los traumas en los sueños. Pero decae al momento de presentar los monstruos-demonios que acechan. El film tiene un comienzo muy bueno. En él vemos imágenes del pasado y algunas premonitorias, creándose crea una ambientación prometedora. Vemos seguido a esto a Svetlana, la protagonista, quien es sorprendida por sus amigos con una fiesta de cumpleaños. Aquí aparece su hermano, quien se queda a pasar la noche en el departamento, pero en la madrugada decide quitarse la vida. Este hecho lleva a que la joven, que además era huérfana, empiece a tener pesadillas que se expresan de una manera muy real, por lo que recurre a un hospital para tratar su problema. Y es ahí donde ingresa a un sueño colectivo. Al despertar, parece seguir en una gran pesadilla, pero acompañada. El film realiza todo el tiempo ese juego entre el sueño y la vigilia. En este contexto, los pacientes empiezan a recorrer el hospital encontrándose con sus peores miedos. Las fobias, los traumas, los diálogos que no existieron pero que remuerden aparecen ahí como si estuvieran recorriendo su inconsciente. Con este juego de sueño-realidad, la película explora diferentes tipos de monstruos. El recurso da lugar para pensar tanto los demonios que acechan de forma interna, como las personas que se comportan como tales o bien como entidad que irrumpe en la realidad. El hospital provee una ambientación que propicia el terror y los momentos más logrados son los que apelan a la persecución, justamente porque el espectador puede empatizar más con la sorpresa de la aparición. Pero una vez que empiezan a mostrarse concretamente los acechadores, dejan de generar terror y el film va decayendo en su potencia. Pero si hay un aspecto destacable en el film es el trabajo con el dolor desde la fotografía. Cuando el hermano de Svetlana fallece el film realiza un juego en el que la vemos a ella recostada en un sillón llorando. Luego ese mismo sillón se ve desde la tierra como si ella estuviera en el ataúd, en vez de su hermano. Las imágenes que maneja ese momento plantean un buen recurso para mostrar el desborde emocional de la protagonista, aunque no lleguen a potenciar el conflicto central de la película.
La trama comienza en 1999, luego pasan 20 años, la protagonista es la joven Sveta (Alexandra Drozdova) que tras una dura experiencia familiar vive atormentada y con momentos asfixiantes, varios secretos debe descubrir, finalmente decide concurrir a un Instituto de Somnología buscando que la contengan, la protejan y participa con otros pacientes de un tratamiento, pero en cada amanecer hechos terribles le suceden, el lema sería algo así como «Tranquilo llega el alba”. La trama de la película gira en torno al terror psicológico, al suspenso y posee toques de tensión, cada situación que atraviesa esta joven es terrorífica. El film se encuentra lleno de fantasmas, junto a distintos personajes se van generando diferentes climas y se va mezclando con locaciones de la vieja URSS, además va encontrando algunos giros interesantes y no faltan los sobresaltos. Pero como sucede con la mayoría de las películas de terror, es previsible y para aquellos espectadores que ya tienen sus ojos entrenados pueden imaginarse su final.
El primer largometraje del ruso Pavel Sidorov tiene como protagonista a Svetlana (encarnada por Aleksandra Drozdova), una joven que en pleno festejo de sus veinte años de edad debe lidiar con las circunstancias del aparente suicidio de su hermano mayor Anton (Kuzma Kotrelev), las cuales pronto se vinculan con la muerte de la madre de ambos y su implicación con la secta conocida como “El Amanecer”.