Así como las milanesas de berenjena NO pueden considerarse milanesas y la fruta NO es postre, los clásicos del terror (y los clásicos en general) no deberían reversionarse NUNCA porque el gustito no es el mismo. Muy pocas remakes salen airosas de las garras del Hollywood actual tan falto de ideas que debe echar mano a los éxitos del pasado para juntar unos cuantos millones en sus arcas. Los motivos nunca parecen ser artísticos, ni las ganas de presentarles estas historias remozadas a un nuevo público. Cuando se ve el insípido resultado final, no quedan dudas: por la plata baila el mono. “Poltergeist”, el film de Tobe Hooper y Steven Spielberg estrenado en 1982, es la última víctima del vandalismo hollywoodense que se empecina en destruir los sustos de nuestra infancia y reemplazarlos por historias insulsas que cuentan lo mismo y, al mismo tiempo, no cuentan nada. El director Gil Kenan tiene un gran antecedente en su haber, la simpática “Monster House” (2006) que toma elementos de todos los clásicos de casas embrujadas para crear un gran relato cargado de humor, aventura y miedito para chicos y grandes. Pero cuando se trata de llevar esta nueva versión a la pantalla grande, a Gil no le quedan trucos bajo la manga. La historia es la misma, aunque un poquito diferente: los Bowen se mudan a una nueva vivienda porque papá Eric (un inexplicable Sam Rockwell) se quedó sin trabajo y es todo lo que pueden pagar por ahora. Mamá escritora y ama de casa (Rosemarie DeWitt) se quedará cuidando a los hijos mientras el sale a buscar un nuevo empleo, hija adolescente despreocupada, nene del medio con algunos traumitas y miedos (al que no tienen mejor idea que darle la habitación más terrorífica que existe) y nena chiquita, curiosa y simpática que, desde el minuto cero ya está experimentando extraños fenómenos paranormales. Al parecer, no hace falta dar muchas explicaciones ni desarrollar demasiado cada personaje. Apenas papá y mamá se descuidan, la pequeña Madison desaparece en medio de una tormenta y queda atrapada en algún “plano” extrasensorial junto a malévolos espíritus que no piensan soltarla tan fácilmente. Una vez que la familia acepta está realidad, y el hecho de que su casa esta “poseída”, recurren a la ayuda de expertos que harán lo posible para recuperar a la nena. Todo aquel análisis crítico sobre “vivir el sueño americano” y los excesos materialistas de principios de los ochenta que tan bien retrataba la película original, acá ya no importan, no tienen peso ni un traslado a la realidad de este convulsionado siglo XXI, incluso el guión de David Lindsay-Abaire se toma el atrevimiento de “burlarse” de su antecesora que, a pesar de los años a cuestas, sigue teniendo muchísimo más sentido. “Poltergeist” (2015) resuelve todo a las apuradas. No nos da tiempo a relacionarnos con los personajes y mucho menos sufrir por sus problemitas familiares. No hay conexión ni drama, los sustos son de manual, los efectos nada que no hayamos visto antes y si no hay sobreactuación, hay desgano por parte de sus protagonistas. Se la extraña a Carol Anne (Heather O'Rourke), así como las destrezas narrativas y visuales de Hooper. “Poltergeist” no aporta nada nuevo al género y, encima, enoja bastante lo que pretenden hacer con este clásico ochentero. Hace poquito, “Mad Max: Furia en el Camino” demostró que se puede tomar un universo conocido, enriquecerlo y resignificarlo. Lástima que acá ocurra todo lo contrario.
Fantasmas en la casa De la mano de Sam Raimi (trilogía de El Hombre Araña y Evil Dead) en rol de productor, llega otra remake de un clásico del terror de esa década memorable que fueron los ‘80 en materia de cine fantástico. En este caso es el turno de Poltergeist, esa película de 1982 que en los papeles dirigió Tobe Hooper pero, a fines prácticos, estuvo orquestada por Steven Spielberg. Es así como en nuestro año 2015 nos llega Poltergeist: Juegos Diabólicos.
Clásico aggiornado Las sinopsis oficiales aseguran que el director Gil Kenan y el aquí productor Sam Raimi "reimaginan" el clásico de 1982, pero lo cierto es que de "reimaginación" hay poco y nada. O sí, pero sólo a la hora de sumar efectos especiales donde antes no había y mutar el carácter sugerente y aterrador de la original por impacto. Con media hora menos y más abocada al efectismo que a la construcción climática, Poltergeist, juegos diabólicos presenta una historia similar aunque aggiornada a estos tiempos: los Bowen se mudan a una casa baratísima producto de los remates hipotecarios post-2008 sin saber que en las profundidades de esa tierra subyace un viejo cementerio. Esto, que en la original se develada en el último tercio, aquí es puesto en palabras en la primera parte, esfumando así cualquier atisbo de intriga sobre las causas del fenómeno paranormal. El fenómeno paranormal es, claro, la abducción de la hija menor de la familia por parte de los espíritus que anidan en una suerte de limbo a la espera de encontrar un camino definitivo, y que se manifiestan a través del televisor. Del televisor y demás aparatos digitales, todos ellos planos y en su mayoría portátiles, caracterizas que anulan la potencia del tubo catódico como espacio dramático. Poltergeist, juegos diabólicos propondrá una estructura narrativa similar (abducción + presencia de espiritistas + intento de rescate), pero amplificada por las posibilidades digitales de ponerle imágenes al mundo de los espíritus, hasta llegar a un final ruidoso e ilustrativo en exceso, quitándole espacio a la imaginación del espectador y convirtiéndose en una película no necesariamente mala (Kenan tiene algunas ideas visuales interesantes), pero sí demasiado esforzada por encuadrarse en los cánones actuales del género.
Voces del más allá En un momento en el que se sigue debatiendo si se justifican o no las remakes de películas que marcaron a fuego el imaginario de una época, llega Poltergeist (2015) de Gil Kenan (Monster House, City of Ember) para demostrar que aún hay esperanzas en las reversiones del cine de género. Claro que en esta oportunidad no estará la ingenuidad de Heather O'Rourke, ni el oficio de Craig T. Nelson o la maestría de Zelda Rubinstein para componer un personaje de antología, pero está Sam Rockwell como la cabeza de una familia que, en medio de una mudanza, descubre que su nuevo hogar no será el ideal. Cuando la familia Powell se muda a los suburbios para aprovechar una oportunidad inmobiliaria, nada los haría suponer que quizás esa casa sea la última vivienda que habiten. Es que cuando la pequeña Maddy (Kennedi Clemments) comienza a hablar sola con el placard de su habitación o con un televisor sin señal, nada haría pensar que ese mismo clóset la llevaría al más allá manteniéndola entre los vivos y los muertos. Desesperados por encontrar a Maddy contratarán a un grupo de expertos paranormales, encabezados por el exmatrimonio Carrigan (Jared Harris) y la doctora Brooke (Jane Adams), que intentarán dar con el paradero de la niña y poder explicar qué es lo que realmente está sucediendo. Esta nueva versión busca acercarse al original con la repetición de la trama, linealmente, pero se aleja cuando incorpora una definición mucho más rica de sus personajes principales. Si de sus predecesoras nos quedamos con la imagen excluyente de la niña, en esta oportunidad el trabajo de guión permite rescatar no sólo a sus protagonistas, sino que también posibilita una lectura de la vida en los Estado Unidos actual, con la recesión y el desempleo que avanza y obliga a aceptar la primera oportunidad habitacional a pesar de todo. Poltergeist funciona como película de género porque además refuerza el oscuro significado detrás de los espíritus que acechan a los Powell, profundizando en los miedos de cada uno de los miembros de la familia y enfatizando -con logrados recursos y efectos especiales- una pesadilla que nunca termina para mantener la atención en la pantalla. Además, gana al sumar toda una imaginería popular relacionada a los payasos, que si bien ha sido explotada hasta el hartazgo, potencia algunas escenas (sobre todo las iniciales), necesarias para ir sembrando el contexto en el que se desatará la tragedia. ¿Es necesario este nuevo acercamiento al clásico de Tobe Hooper?, muchos podrán decir que no, pero es su afán por agregar detalles que subrayan las características mencionadas, en el generar tensión con una lograda banda sonora, y su fuerte impronta visual; Poltergeist encuentra el tono ideal para contar su tragedia, acercándose a El conjuro (The Conjuring, 2013) y trayendo el terror más clásico para las nuevas generaciones que desconocían la historia.
Poltergeist es uno de los clásicos más queridos de Steven Spielberg. Aunque la historia oficial y los créditos del film indican que la dirección corrió por cuenta de Tobe Hooper, lo cierto es que el verdadero realizador fue Spielberg. Hooper no tuvo ningún tipo de control creativo en este proyecto y se limitó a seguir la órdenes del director de E.T, quien fue el encargado de definir la narración de la historia. Años después del estreno en los cines, actores del reparto como Zelda Rubinstein (la parapsicóloga Tangina) confirmaron esta cuestión en los medios. De hecho, al ver Poltergeist queda claro que la película está más en sintonía con el cine de Spielberg que el estilo de trabajar el género de terror de Hooper. La nueva versión innecesaria de este clásico fue dirigida por un buen director como Gil Kenan, quien brindó en el 2006 esa joya de animación que fue Monster House. Este es su segundo trabajo en el cine live action luego de la fallida adaptación del clásico literario de Jeanne Duprau, La ciudad de Ember, que ni siquiera pasó por los cines argentinos. La película original de Poltergeist se encaminó por el género del thiller con elementos sobrenaturales y hacia el final presentaba algunas escenas aterradoras. Una particularidad que tiene la remake es que se centra más en el cine de horror, algo que queda establecido en la narración del director desde los primeros minutos. Inclusive la paleta de colores que eligió Kenan para la fotografía es más oscura y le otorgó al film una ambientación diferente. Ahí se terminan la novedades de esta nueva versión. Ya sea porque el director no le encontró la vuelta o tal vez no tuvo el control creativo del proyecto, la película de Kenan no le aportó ningún condimento interesante a esta remake. La película parece por momentos una copia clase B de la obra original. Aunque el reparto cuenta con buenos actores como Sam Rockwell, el grupo que conformó en este caso a la familia Bowen no tuvo la misma química que el elenco de 1982. El papel más difícil le tocó a la pequeña Kennedi Clements, quien interpreta el rol que hizo famoso esa gran actriz infantil que fue Heather O´Rourke. La nueva nena está muy correcta en ese personaje pero carece del carisma que tenía O´Rourke, algo que sobresale en el refrito de los momentos más recordados de Poltergeist. Por ejemplo, la famosa escena donde Carol Anne miraba a su familia y decía la icónica frase, "ya están aquí", en la remake resultó un momento completamente insulso. De todo modos es justo destacar también que la película de Gil Kenan tiene algunas escenas de terror que están bien elaboradas. La historia funciona mejor cuando el director intenta emular el estilo narrativo de James Wan (El conjuro). Hay momentos efectivos a la hora de brindar algún susto como la escena con el macabro payaso de juguete que es genial. Es menester destacar que el payaso se ganó con creces el póster individual del Poltergeist que esta semana apareció en las calles. Es más, me atrevo a decir que esta escena del muñeco que elaboró el director Kenan es mucho más efectiva que los 90 minutos que dura el bodrio de Annabelle. Algo que siempre me encantó del film de 1982 es que cuando uno creía que la historia se había terminado y se venían los créditos finales, la casa maldita se tomaba su revancha contra la familia Freeling y brindaba una escena de terror mucho más intensa. En esta remake me resultó completamente decepcionante el trabajo que hizo Kenan con el final de la película. Un momento aterrador con los muertos del cementerio que acechaban a los protagonistas acá se resumió en una escena de dos minutos con los esqueletos realizados por efectos digitales, que encima se ven completamente truchos. Otro problema, que por cierto, tiene este estreno. No se puede entender que una producción de los estudios Fox presente efectos especiales tan pobres como los que se pueden encontrar en los filmes de bajo presupuesto del canal Syfy. Con respecto a la versión 3D en este caso no aporta nada más que incrementar sin sentido el costo de la entrada. En fin, esta búsqueda del Grial en la que se transformó la meta de recomendar una película decente de terror sigue sin novedades. La remake de Poltergeist producida por Sam Raimi, al igual que ocurrió con las nuevas versiones de Evil Dead y Robocop, está condenada a quedar en el olvido.
En 1982, con producción de Spielberg, conocimos la primera de este título y sus dos secuelas. La versión 2015 tiene más de lo mismo, con dos grandes actores, Jared Harris y Sam Rockwell. Efectos, sustitos y hasta humor. Se deja ver.
Contra todo prejuicio Sí, hay muchas remakes. Sí, ya son demasiadas. Y finalmente sí, el cine de terror parece dispuesto a hacer remakes de todos los clásicos de las últimas décadas. El piloto automático del crítico ya está puesto en comentario negativo y no hay manera de detener la inercia. Bueno, hay una manera, y es mirando la película sin prejuicios antes de poner un comentario negativo. Poltergeist es un clásico de los ochenta muy querido. Escrita y producida por Steven Spielberg, la opinión generalizada es que también la dirigió él. Debido a su compromiso con E.T. y por problemas sindicales (no estaba permitido dirigir dos películas al mismo tiempo) Spielberg derivó este film a Tobe Hooper, a quien admiraba por su clásico La masacre de Texas (que sí, tuvo una remake). Éxito de taquilla en su estreno, y éxito en VHS, Poltergeist se transformó en un film clásico al que sus dos olvidables secuelas no le hicieron daño alguno. Muchas escenas inolvidables y otras que merecen una revisión, la convierten en una clásica película amada devenida en una posible horrible remake. Pero no es así, porque Poltergeist 2015 no tapará jamás a la original, pero tiene vida propia. Combina un buen ritmo con un estilo que no imita ni a su predecesora ni a los vicios del cine de terror actual. Posee un gran sentido del humor –la escena de la ardilla es un gran ejemplo- y los actores están muy bien. No solo los actores, sino también sus personajes. Respeta los elementos claves del guión de Spielberg y aporta novedades. No traiciona ni copia. Es un film pequeño pero efectivo. Los efectos especiales son funcionales y tal vez el cambio más grande es que los esqueletos son digitales y no verdaderos. Este último cambio es digno y sano, por cierto. Poltergeist la remake está bien, mal que le pese a los cultores del piloto automático.
Las comparaciones son de terror El enemigo más grande que tiene Poltergeist: Juegos diabólicos, de Gil Kenan, remake del clásico de los ’80, es la comparación. Al contrario de lo que ocurrió la semana pasada con la nueva Mad Max, acá es poco el riesgo que se corre, muy poco lo que logra ser reabsorbido o actualizado con éxito y casi nada lo que la adaptación tiene de novedad. Algo que no sucedía con la original, exponente típico de un gran momento del cine estadounidense, cuando hombres como Steven Spielberg (guionista y dueño de la idea original), George Lucas (creador de la Industrial Light and Magic, empresa a cargo de los revolucionarios efectos especiales de esta y tantas películas de la época) y Tob Hooper (director, especialista en terror y responsable de La masacre de Texas (1974), título ineludible del cine clase B de los ’70 y piedra basal del subgénero slasher) fueron en diferentes medidas responsables de actualizar la narrativa clásica y popular en Hollywood. Esa acumulación de nombres es vital para entender por qué de entrada esta versión lleva las de perder en el terreno de las comparaciones.Pero debe reconocerse que en los papeles el equipo detrás del modelo 2015 de Poltergeist era alentador. Que la conducción estuviera a cargo de Kenan, director del interesante film animado de terror para chicos Monster House, que el casting fuera encabezado por un buen actor como Sam Rockwell y que incluyera al eficiente británico Jared Harris permitían suponer que la película al menos estaba en buenas manos. Y es verdad que consigue mantenerse por encima de la línea de flotación de un género como el terror, donde abundan los productos mediocres, pero no se atreve nunca a ir más allá de los límites que marcan el fin del terreno cómodo de las convenciones.Aunque la gran diferencia entre ambas versiones está dada por la tecnología digital, no es mucho lo que esta aporta y particularmente en lo estético es mucho lo que se pierde. En primer lugar porque la distintiva luz parpadeante del ruido blanco, fenómeno que las transmisiones televisivas de 24 x 24 han llevado casi a la extinción, era fundamental en la construcción climática del relato. Pero también porque parte de la eficacia del juego que proponía la historia imaginada por Spielberg se asentaba en la idea de que ese vacío que el sistema dejaba al entrar en pausa, podía convertirse en un canal de comunicación entre el mundo físico y otro de orden fantasmal. Asimismo, la sutil y crítica metáfora política que la película proponía en medio de la adrenalina exitista de los primeros años de las Reaganomics y donde el horror surgía de un paraíso literalmente construido sobre muertos, no consigue ser traducida. Aunque en esta versión también se intente contactar con la actualidad, haciendo que el pater familias pase de ser en la original un exitoso vendedor inmobiliario (y cómplice involuntario del sistema) a desocupado con una incipiente depresión en la realidad post 11-S (y por lo tanto víctima), en la remake, el impacto simbólico y narrativo de estos diferentes fantasmas reales en dos mundos no tan distintos no es el mismo.
Excelente remake de un clásico de horror de los ochenta. Esta versión producida por SAM RAIMI reaviva todos los momentos y personajes que hicieron popular al film. El siniestro árbol junto a la casa, el inquietante muñeco de un payaso, la tele (ahora un LCD HD) como conductor al más allá, y sobre todo la niña de la familia como involuntaria viajera a otra dimensión, un lugar entre la vida y la muerte. Y todo esto sin oler a naftalina, en una puesta moderna, con los sustos justos y el clima de pesadilla que la historia requiere, Ingresar al mundo de POLTERGEIST es remontarse al universo de los terrores infantiles, el del miedo a la oscuridad, a las tormentas y a los ruidos en los altillos. El filme, entretiene, asusta y nunca se vale de imágenes explícitas o Gore. En un genero cada vez mas incursionado por psicopatas, mutiladores seriales y cámaras "falsamente documentales" el espíritu Naif y clásico de POLTERGEIST resulta una bocanada de aire fresco. Ideal para que las nuevas generaciones de espectadores descubran un verdadero mito de la cinematográfia de horror. Terror clásico en su máxima expresión.
Concisa y perturbadora ¿Una remake de Poltergeist? Y, para peor, con un agregado ridículo, en el título en castellano, como "juegos diabólicos" (el diablo debería reclamar judicialmente cuando se lo menta sin ningún sentido: no hay nada relacionado con el diablo en esta película ni tampoco en la original). Pero más allá de la desconfianza inicial, esta remake de la Poltergeist de 1982 dirigida por Tobe Hooper (una de las primeras películas que produjo Steven Spielberg, y con uno de sus pocos guiones) es una pequeña sorpresa. En un punto no es del todo una sorpresa, porque el director Gil Kenan tenía como antecedentes Monster House - La casa de los sustos y Ember - La ciudad perdida (al pobre hombre le aplican un agregado al título siempre). Pero de todos modos no es tan común encontrar una película de terror actual -y que además se estrene localmente- que respete al género y no intente ir más allá, que construya climas y que, una vez conseguidos, no los destruya al abusar de los efectos de susto con falsas sorpresas, de golpes fuertes de la música artera, etcétera. En esta Poltergeist, hay varios cambios con respecto a la original, pero la idea de base se mantiene: una familia recién mudada sufre un ataque de espíritus enojados que llevan al inframundo a la hija menor. Están también la comunicación con los espíritus mediante el televisor y el pedido de ayuda a un equipo de investigadores paranormales. La Poltergeist siglo XXI es realmente concisa y, en general, resume las acciones sin volverlas confusas. Es una remake que poda narrativamente, incluso al punto de aislar un tanto artificialmente a la familia (¿no hay vecinos?). Pero el ataque central de los espíritus a la casa se muestra de forma extensa, diferenciada entre los tres hijos, con desarrollo visual y macabro, y con ideas de puesta en escena (la subjetiva infantil desde adentro del placard fuera de la física, por ejemplo). Los actores -especialmente Sam Rockwell, Jared Harris y Jane Adams- se suman desde sus performances nada ostentosas, sólidas, curtidas, a la modestia genérica de esta remake, una película en la senda de El conjuro, de James Wan, otro destacado ejemplar del terror contemporáneo.
Del otro lado... La falta de riesgo de esta remake se compensa con un ritmo, suspenso y actuaciones bien trabajadas. Pasaron 33 años desde la primera versión de Poltergeist, juegos diabólicos, que ahora llega actualizada de la mano de Gil Kenan. Versión contemporánea de aquel éxito comercial, lo primero que motiva es la eterna discusión sobre las razones extracomerciales de toda remake. Otro tema. Vayamos a la película. Los Bowen, una familia tipo del siglo XXI, se mudan a los suburbios acorralados por la crisis. Eric está desempleado y Amy, su mujer, es una escritora frustrada que trabaja en casa. Tienen tres chicos, Kendra, la adolescente conectada al mundo a través de su telefonito, Griffin, un niño temeroso pero perceptivo, y Madison, la temeraria y extrovertida pequeñita de la casa. Esta Poltergeist podría ser un drama típico de la familia venida a menos por el desempleo, o las dificultades de comunicación entre padres e hijos, pero aquí el drama de la vida cotidiana es sepultado por otro mayor, la aparición de fuerzas sobrenaturales. Conocemos la historia, conocemos la casa, e igual nos vamos a asustar. Pero la agresividad sobrenatural pierde impacto frente a la naturalización de la agresión real, con otras raíces. Kenan, y casi todos los directores del género, salvan el problema a través de la identificación con la vulnerabilidad de sus protagonistas. Adolescentes o niños, abiertos a nuevas experiencias, con padres enceguecidos hasta que arranca la tragedia: la más pequeña de la casa es secuestrada y la familia, junto a un equipo de parapsicólogos y un presentador de TV deberán urdir un plan para rescatarla. Un placar claustrofóbico y tenebroso, un ático infernal y pantallas que transmiten el más allá diseñan este mapa hogareño del terror. Cambia la tele por el plasma, el tubo por el celular. Allí esta la niña de espaldas al TV con sus palmas sobre la pantalla charlando con los espíritus. Profesionalización del suspenso. Médiums, y cierta redención para espíritus olvidados.
Una remake correcta pero con muy pocas cosas que envidiarle a la original. En 1982, Steven Spielberg dirigió extraoficialmente (ya que en los papeles estaba Tobe Hooper) un film intitulado Poltergeist, que contaba la historia de una familia, cuya hija menor es capturada por espíritus malignos, y deben confrontar las evidentes circunstancias sobrenaturales que rodean la situación. Como todo lo que sacó Don Spielbergo por aquella época, la película fue un éxito, y con el tiempo se convirtió en un clásico de culto. 33 años después, este título se volvió la más reciente incursión en una larga oleada de remakes de grandes clásicos ochenteros. Por supuesto la pregunta que se cuece acá es ¿Cuánto --y si-- se la banca por sus propios meritos mas allá de su asociación con la película original? Están aquí Esta iteración de Poltergeist cuenta la historia de la familia Bowen (Mamá, Papá, Hija adolescente histérica, hijo del medio cag*n, hija menor que repite las p*teadas como loro de prostíbulo) que se muda a una nueva casa tratando de empezar de nuevo tras un repentino desempleo del padre. Al poco tiempo de mudarse, empiezan a ocurrir cosas raras con los aparatos eléctricos de la casa, y el armario de la nena parece que tiene algo mas que camperas y gamulánes, ya que aparentemente es el portal a otro plano de la existencia, del cual deben sacar a la nena a como dé lugar. Pasándoselos en limpio, la historia es un calco, más conciso, pero calco al fin de la película original, con sutiles diferencias… y un drone (Para los que se estén preguntando: No, chicos, no tenía colgando el fantasma de la B) que usan para meterse en el mundo de los espíritus (omitido del título original). Las tres diferencias más importantes son un protagonismo mayor de otro de los hijos, una presencia más marcada de sobresaltos (baratos y con muchos más payasos) de terror, y el reemplazo de Tangina Barrons por un típico parapsicólogo cuasi-trucho de la televisión. No obstante la narración, como un todo, fluye y avanza a buen paso, pero hasta ahí y las situaciones dramáticas que muestran las fallas (principalmente los miedos y el escepticismo) a superar de los personajes están adecuadamente esparcidas. Otro plano de existencia Esta nueva versión cuenta con un estilo visual propio, muy sobrio, pero que no puede evitar adquirir un dejo Spielbergiano recién para el tercer acto de la película. La utilización del 3D está bien realizada, y utiliza con mucho ingenio la profundidad de campo. Por el costado actoral, Sam Rockwell y Rosemarie DeWitt dan apropiada vida a las cabezas de esta familia. Lo mismo puede decirse de los tres jovencitos que dan vida a sus hijos, en particular Kyle Catlett, en cuyos jóvenes hombros descansa una considerable parte del protagonismo de esta película. No obstante, párrafo aparte merece Jared Harris, que se come la película con su carismática interpretación del parapsicólogo que ayuda a su familia con sus problemas espiritistas. Conclusión ¿Esta nueva Poltergeist aburre? No, fluye bastante bien. ¿Es recomendable? No exageremos. Pero podemos decir que es uno de esos títulos decentes que podes ver tranquilamente un sábado a la tarde/noche cuando estas al p*do en tu casa para pasar el rato. Si la elegís, podés pasarla bien; Si no, no te perdés de nada.
No lo supera, pero asusta tanto o más que el primer film Las nuevas tecnologías favorecen para que esta nueva versión de "Poltergeist" tenga algo con qué competir con la versión original dirigida por Tobe Hooper bajo una fuerte supervisión del productor Steven Spielberg. El uso de celulares, gps, o un dron que muestra en magnífico 3D esa zona fantasmal donde queda atrapada la hija menor de una familia suburbana logran que los espectros de "Poltergeist" traigan nuevos sustos que literalmente pueden hacer saltar al espectador de su butaca. La situación básica sigue tomando prestado un célebre episodio de la serie "Dimensión desconocida", "Little Girl Lost", con una nena desapareciendo en una especie de limbo o tercera dimensión ubicada en su propia casa, con el agregado de los espiíitus de un viejo cementerio supuestamente reubicado antes de construir un nuevo barrio suburbano, aunque queda claro que los constructores sólo cambiaron de lugar las lápidas, provocando la ira de los difuntos. Esta nueva película también cuenta con un nuevo productor, nada menos que Sam Raimi, y su estilo se deja sentir desde la primera aparición de los fantasmas que se comunican con la nena desde un televisor, que de golpe, se llena de manos espectrales apoyadas desde "el otro lado". Esta vez los acontecimientos suceden sin paz ni pausa desde el mismo momento en que la familia de Sam Rockwell se muda a la casa en cuestión, y hay un crescendo que no se detiene hasta el final del film. Sobre todo en la parte en que un equipo de expertos en lo paranormal buscan a la nena, esta nueva versión ofrece más acción sobrenatural que el film original, y también detalles más siniestros, algunos verdaderamente horripilantes. Y un personaje de la producción de Spielberg que era muy difícil de reemplazar, el de la vidente Zelda Rubinstein, está muy bien sustituido por un experto en casas embrujadas que tiene un programa de TV interpreado por Jared Harris, que se roba cada escena en la que aparece. Sin superar un clásico como el "Poltergeist" de Tobe Hooper, esta película ofrece variantes astutamente diseñadas para asustar al espectador con todo tipo de recursos, y ningún fan del género se la debería perder.
LA TV ATACA Escrita, producida y, nos atrevemos a decirlo, codirigida por Steven Spielberg (aunque el director oficial haya sido Tobe Hooper, conocido por la original The Texas Chain Saw Massacre, toda la película huele a Spielberg), la Poltergeist de 1982 reunía varios elementos que hicieron de ella una de las grandes películas de terror de los ochenta. El típico argumento de la casa embrujada se teñía de un muy buen desarrollo de personajes (algunos hasta disfrutaban de los fenómenos telekinéticos que ocurrían en la cocina o el comedor), cierta tonalidad satírica y también fragmentos de una lograda emoción, como la primera comunicación que Diane tiene con su hija Carol Anne desde “el más allá”. Elementos, todos, que se han debilitado fuertemente y que hacen de la nueva Poltergeist un título para seguir engrosando la lista de remakes innecesarias. En la tercera cinta de Gil Kenan (director de la aceptable Monster House) aparecen varios guiños a la original: el árbol, el placard, la tele con estática, las alucinaciones hardcore con el sello hooperiano, pero el espíritu festivo de la familia original solo se deja ver de a ratos en el personaje de Sam Rockwell. La parapsicóloga Lesh y la médium Tangina, personajes memorables de la original interpretados con maestría por Beatrice Straight y la pequeñísima Zelda Rubinstein (dispuesta a hacerle frente al mismo demonio desde su metro treinta de altura) han sido reemplazados por Jane Adams (Happiness) y Jared Harris (nuestro querido Lane Pryce de Mad Men) que hacen lo suyo de manera aceptable pero sin un atisbo de la mística de sus predecesoras. Lo mismo puede decirse de la madre de la familia (Rosemarie DeWitt, otra ex Mad Men) y de Kennedi Clements que procura ser una versión morocha de la incomparable Carol Anne. La razón más interesante para acercarse a la nueva Poltergeist se encuentra en la escena donde los investigadores se sirven de un… ¡drone! que aporta el niño de la familia para salvar a su hermana pequeña, secuestrada por los espíritus malignos. Vía drone, el cine digital nos permite adentrarnos en lo que quedaba fuera de campo en la Poltergeist original. La jugada es efectiva a medias, pues no logra compensar los aciertos de la original, pero sirve para pensar el cine hoy. Hace rato que repetimos que más no es mejor, y la posibilidad de experimentar el “más allá”, con anteojos 3D y todo, deja gusto a poco. Por suerte, el final gana en fidelidad al film de Hooper/Spielberg. Así y todo, quien desee explorar el subgénero de las casas embrujadas haría bien en revisar la filmografía reciente de James Wan o considerar otros títulos de los ochenta como The Changeling, de Peter Medak. La remake de Poltergeist es una prueba más de que con algunas películas, al igual que con algunos espíritus, es mejor no meterse.//?z
Inanición espectral Esa moda de hablar mal de las remakes de horror argumentando que en Hollywood a nadie se la cae una idea, por suerte, ya fue (o al menos quedó en los círculos que menos nos importan). Ese argumento falaz que ignora la heterogeneidad de los cineastas y productores que trabajan para las majors, tomó fuerza hace unos años con la invasión de los fantasmas japoneses. Sin embargo, y aunque para muchos sea una obviedad, corresponde aclarar que las remakes nos acompañaron a través de casi toda la historia del cine (aunque en los últimos quince años hubo más que en otras épocas), y también desde siempre se realizaron buenas y profundas reinterpretaciones tanto como pésimas. En este último grupo podemos ubicar a esta película menor que llega con la venia del héroe Sam Raimi; un tipo que a priori tenía la credencial más grandota para poder impulsar una historia que mezcla, como a él le gusta, cine fantástico –un poco con esa etiqueta horrible de “para toda la familia”- con elementos de cine de horror.
La vuelta de la casa arriba del cementerio A más de tres décadas de la versión original, el director Gil Kenan (el de Monster House) encaró una remake. La pregunta es obvia, pero no por eso necesaria para comprender a cierto sector inerte de la producción estadounidense: ¿Cuál es el propósito de hacer una remake de Poltergeist a más de tres décadas de la original? ¿Convencer a un nuevo espectador adicto al género desde la truculencia del gore y el fanatismo por las actividades paranormales de bajo presupuesto? ¿Recuperar a aquel público de los años '80 para que vea la nueva versión y la compare con aquel éxito perpetrado por Tobe Hooper, George Lucas y el productor Steven Spielberg? En primera instancia, sugerir que aquella inducción vía televisor y señal de ajuste que padecía la niña Carol Anne representa un título esencial de esa década, parece casi un despropósito. En todo caso, el Poltergeist del "sí, como usted diga jefe" Hooper y de sus millonarios inversores (y discretos realizadores) es una buena película y punto, con una lectura subliminal relacionada al auge de la política de Reagan y al conservadurismo económico de un matrimonio con tres hijos, un perro con mucho pelaje que nunca falta y un cementerio oculto bajo la nueva casa familiar. Pero menos interesante aun es el film de Gil Kenan, un director que a los adultos fanáticos de la animación de terror para chicos satisfizo con Monster House. Las nuevas imágenes traen pocas novedades salvo la inestabilidad económica del clan Bowen, razón por la que se mudan a una casa de menores dimensiones pero a sabiendas construida encima de aquello que fue un cementerio. Primer error de la nueva versión: se informa demasiado sobre aquello que en la original se sugería, restándole tensión y suspenso a la historia. Acá no hay señal de ajuste ni tampoco esas luces blancas que titilaban a propósito del cierre de transmisión de la televisión diaria (al respecto, el cine asiático de terror construyó un ideal genérico con sólo estos elementos). Por lo tanto, el misterio ya se ausenta en los primeros minutos, descartando un lugar a una nueva interpretación del original (no todos poseen el talento de George Miller y su remake de Mad Max, estreno de la semana pasada) ni aun cuando se recurra a efectos especiales sin el afán de convertirse en protagonistas. Ocurre que la nueva Poltergeist profundiza los momentos erráticos y sin interés del original (la aparición del grupo de espiritistas y su accionar sigue siendo un punto débil y flaco de la historia), haciendo descansar la trama en una serie de golpes de efecto que no deberían asustar a nadie. Ya se arruinaron títulos esenciales como La niebla, Halloween, Asalto al precinto 13 y tantos más. ¿Cuál será el próximo?
¿Para qué están aquí? Quienes hayan visto la versión original de 1982 no van a encontrar acá nada mejor. Todo lo que aquel inquietante filme sugería y provocaba por pericia de sus realizador, en esta nueva versión es presentado con la velocidad que los tiempos actuales mandan, sin estilo que elogiar. Los que no vieron la original conocerán a la familia Bowen, recién llegada a un vecindario de los suburbios, lejos del buen nivel de vida que solían tener y perdieron debido a que el padre de familia fue despedido de su trabajo. Apenas llegado a la casa, el pequeño Griffin no oculta su malestar e incomodidad, en tanto la más pequeña Madison se hace amiga de seres ¿imaginarios? Pronto la casa comienza a manifestarse, ¿o algo más se manifiesta a través de ella?. Objetos que se mueven solos, luces que se encienden y apagan, el televisor prendido pero sin señal... Lo desconocido, aquello que es ajeno a nuestra comprensión se apodera del lugar y modifica la vida de los Bowen. Drones, móviles y notebooks nos ubican en esta época, y es lo único que es actualizado en el relato, por lo demás, y ante nuevas formas de horror exploradas en los últimos años, esta nueva "Poltergeist" funciona más como una visita nostálgica -innecesaria- a la versión más clásica del género.
Ya estan aquí, sin sangre ni sustos Fiel al relato original, pero a jornada a la actualidad en cuanto a dispositivos de comunicación y efectos especiales, esta remake del icono de terror de los 80 creado por Steven Spielberg no asusta ni sorprende, solo confirma la genialidad de su antecesora. Tres décadas después Poltergeist - la película de terror de 1982 creada por Steven Spielberg y dirigida por Tobe Hooper, que se transformo en todo un icono de los 80 y creció a la par de la leyenda negra sobre el fatídico destino de algunos de sus miembros - tiene su remake para una nueva generación de público que siempre se actualiza. Manteniendo la historia de una familia que se ve obligada a mudarse a una casa más barata, en la cual comienzan a darse una serie de fenómenos paranormales que se vuelven agresivos dando lugar a un espiral de terror que termina con la desaparición de la hija pequeña, esta remake pone el acento en los efectos visuales y actuales dispositivos de comunicación, sacrificando el suspenso, el terror y la sorpresa de la original. Lo que en 1982 era novedoso ahora ya se ha visto de infinidad de maneras y si sumamos que es una remake, sabemos lo que va a suceder y cómo termina.Sin embargo, esta versión agrega o destaca algunos aspectos que la diferencian de la original –como los muñecos payasos con cara siniestra, los cómics que se colocan solos formando una perfecta torre o la escena del taladro-, con efectos visuales más sofisticados y con una puesta en escena que aprovecha los teléfonos celulares, tablets, pantallas y hasta un dron que nos guiara por el infierno tras la puerta. Aquella Poltergeist de los 80 escondía en su relato una interesante crítica a la televisión: ese aparato en la cocina, siempre encendido para hacer compañía como una radio con imágenes, que era un miembro más de la familia y frente al que el matrimonio protagonista y sus dos hijos se quedaban dormidos. Y cómo ese aparato comenzaba a escaparse del control de los adultos para transformarse en una especie de niñeros para sus hijos. La Poltergeist del siglo XXI juega con la multitud de aparatos electrónicos que nos inundan y le hace un guiño a los reality shows, creando un personaje nuevo con respecto al original -un presentador que “limpia” casas poseídas de fenómenos paranormales llamado Carrigan Burke-. Sin preámbulos, tras la historia conocida, y con un estilo narrativo que toma varios elementos de El conjuro, esta remake de Poltergeist entretiene y respeta la original sin sangre, en todos los sentidos, engrandeciendo aún más la película original.
Antes de la proyección de Poltergeist en cine, predeciblemente el espectador presenciará una serie de avances de otras películas de terror. Todas ellas (Insidious 3 es un buen ejemplo) harán uno de una serie de lugares comunes que, al final del día, parecen siempre redundar en el golpe de sonido efectista que no asusta sino que apenas superficialmente sorprende. Ese es el cine de terror que hoy abunda e irónicamente también es uno que, hace ya bastante tiempo, dejó de funcionar. Uno de los últimos exponentes que supo aprovechar los clichés y sustos casi ATP fue Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), una sencilla historia de fantasmas ya para la época algo trillada, que se valió de situaciones conocidas (la casa embrujada, el placard oscuro, las voces en el pasillo, el cementerio debajo de la casa, etc) para construir un relato fantástico más cerca del universo spielbergiano (productor manipulador de resultados) que de los mejores exponentes del género. La fórmula, sin embargo, funcionaba por la estilización y lo novedoso de los efectos especiales. Hoy, año 2015, lamentablemente el género no se puede decir que ha avanzado mucho sino más bien redundado, y lo ha hecho sobre esas bases endebles: la sorpresa efímera, la caracterización simplificada y el grito fácil. Por eso resulta interesante el caso de esta desabrida remake de Poltergeist: en sí, es casi la misma película que la original, con los mismos elementos y la misma prolijidad técnica, y sin embargo, no funciona. O, lo que es peor para el cine de género, no asusta y casi no entretiene. Todas las puntas de la original están ahí: la familia que se muda a una casa maldita y experimenta situaciones paranormales, y la integrante más joven del clan que puede comunicarse con los entes malvados porque es "inocente y pura de espíritu". Todo está ahí, pero ya lo está desde hace por lo menos treinta años y por eso ha agotado la fórmula. La nueva versión de esta historia de fantasmas remite a recientes exponentes como El Conjuro, que a la vez remitían a la versión original de esta remake. El ciclo se completa, la historia se repite, y por eso todo resulta tan aburrido y predecible.
Regresa al cine un clásico de los ochenta, llena de efectos especiales y con algunos cambios. Muchos espectadores que tuvieron la posibilidad de ver esta historia en 1982, dirigida por Tobe Hooper, producida por Steven Spielberg quien coescribió el guion junto a Michael Grais y Mark Victor. El film fue el primer gran éxito de Spielberg como productor. Su desarrollo resulto ser escalofriante y los protagonistas de la cinta se encontraron envueltos en una serie de situaciones extrañas en la vida real e incluso varios integrantes del elenco murieron, incluyendo a la pequeña Heather O’Rourke (12 años), cuyo personaje en este remake es interpretado por la bella pelirroja de la misma edad, la canadiense Kennedi Clements (serie en televisión “Rogue”). Esta remake de la película de 1982 es la misma historia con algunos cambios. Una familia se ve obligada a mudarse por problemas económicos. La misma está integrada por: Eric Bowen (Sam Rockwell, “Iron Man 2”) que se ha quedado sin trabajo, Amy Bowen (Rosemarie DeWitt, "La extraña vida de Timothy Green") es escritora y ama de casa, ambos tienen tres hijos: Kendra Bowen (Saxon Sharbino, “Escupiré sobre tu tumba") una adolescente despreocupada de todo, vive pendiente de su celular y comunicaciones on line; Griffin Bowen (Kyle Catlett "The Young and Prodigious T.S. Spivet") viene con algunos traumas y la nueva casa le resulta extraña y para colmo le dan una habitación que le resulta algo terrorífica y la más chica de la familia Madison Bowen (Kennedi Clements, "Jingle All the Way 2") inquieta y simpática rápidamente comienza a dialogar con amigos imaginarios. Durante la estadía de esta familia en esa enorme casa, que tiene algunos recovecos irán sucediendo una serie de fenómenos paranormales, momentos espeluznante y luego algunas explicaciones. Justo durante la primera salida de la pareja comienzan a suceder una serie de situaciones extrañas en la casa en la cual los chicos quedan solos. La pequeña Madison desaparece en medio de una terrible tormenta, mientras el resto de la familia es atacada por seres insólitos. La niña queda en un plano extrasensorial con malévolos espíritus. La casa esta poseíday como suele suceder en estos casos a la misma llega un grupo de parapsicólogos. El resto habrá que develarlo concurriendo al cine. Esta nueva versión del clásico contiene veinte minutos menos que su antecesora, contiene algunos sobresaltos a los que ayuda la tecnología que ofrece en estos tiempos el 3 D. Es ideal para las nuevas generaciones y para aquellos que no vieron la de 1982.
La máxima virtud de Poltergeist, juegos diabólicos consiste en resaltar cuán avanzada era la versión original. Todas las películas de terror pueden dividirse en dos partes bien definidas. La parte de los indicios y la parte de las manifestaciones. Por lo general, los indicios preceden a las manifestaciones, pero a veces aparecen mezclados o equilibrados de distintas maneras. El caso es que en Poltegeist, juegos diabólicos, la parte de los indicios está mucho más lograda, desde un punto de vista dramático, que la parte de las manifestaciones. Es decir que toda la tensión acumulada durante los minutos iniciales no explota de la forma adecuada cuando llega la hora del verdadero terror. Tal vez no tenga sentido comparar esta remake con la versión original, dirigida y guionada por dos grandes: Tobe Hooper y Steven Spielberg. Y es que en los 33 años que pasaron entre una y otra, el género ha sufrido varias mutaciones, la más sensible no involucra tanto a los efectos especiales como a la constitución y a la demanda del público y al modo en que la industria lo satisface. Mientras que desde finales de la década de 1960 hasta principios de la de 1980 el terror trataba de conquistar un espacio en el cine de primera calidad (con títulos como El Bebé de Rosemary, El exorcista o El resplandor), desde mediados de la década de 1990 hasta el presente, lo que importa es seguir abasteciendo a un nicho de mercado insaciable: los adolescentes en busca de experiencias de autoafirmación. Así antes que una remake, esta nueva versión dirigida por Gil Kenan es una adaptación de la historia a las condiciones contemporáneas. Su máxima virtud, no obstante, consiste en resaltar lo avanzada que era la original (que ya planteaba una fuerte relación entre el mal y la tecnología y que exhibía unos efectos especiales impresionantes para la época). Salvo por detalles menores, la historia es la misma: una familia compuesta por la madre, el padre, una hija adolescente, un hijo de 8 años y otra nena de 6 llegan a su nueva casa en un suburbio. Todo parece feliz, pero pronto nos enteramos de que el padre (Sam Rockwell) ha perdido el trabajo y nos les ha quedado otra opción que mudarse a ese barrio. Si hubiera que trazar un línea entre los indicios y las manifestaciones, sería la noche en que los niños se quedan solos y se desata un tormenta en la que la furia de la naturaleza se confunde con las fuerzas sobrenaturales. Curiosamente, lo más notable en términos visuales de ese inframundo conectado a la casa resulta anacrónico, ya que es una obvia réplica digital del infierno imaginado por Gustave Doré en el siglo XIX para ilustrar la Divina Comedia. Si bien el drama se libera en una secuencia de acción vertiginosa, el ritmo creciente es entorpecido por una especie de comedia instalada en medio del horror, cuyos protagonistas son los investigadores de fenómenos paranormales a los que recurre la familia. Ahí la película pierde definitivamente el rumbo y tropieza varias veces antes de llegar agotada al final.
VideoComentario (ver link).
Maybe you just can’t remake Poltergeist. See what happened with Carrie (1976) when Kimberly Pierce tried to reboot Stephen King’s and Brian De Palma’s classic: the result was a film that wanted to closely mimic the original and yet ended up being a lousy copy. Maybe Steven Spielberg’s and Tobe Hooper’s Poltergeist (1982) — the former produced it, the latter directed it, or so is credited even though some say Spielberg took charge of it all — is another case in point. Like Carrie, Poltergeist belongs to the time it was made. Its naiveté, the affectionate nature of its characters, the wholesome family, and its fable-like story is pretty much 1980s stuff. Even the poltergeist phenomenon itself was a typical topic back then. So if you are to remake it, then you’d better go for a new version inhabited by new personalities with a different tone in different times. That would be one way to go. The only other possible way to go would be to preserve both the essence (as regards the contents) and the spirit (as regards the style) of the original, and make sort of an update, if you will. The first huge problem with Poltergeist (2015), directed by Gil Kenan (Monster House, Ember City) is that it is neither a new version with new twists nor a worthy update that preserves the original. In fact, it’s nothing much of anything. The storyline is somewhat the same: a loving all-American family whose suburban home is haunted by evil forces, that is to say poltergeist, must join forces in every possible way to rescue their youngest daughter from wherever it is the mysterious apparitions on the TV set had taken her to. And then get the hell out of the house. Let’s not bother with the arbitrary changes — the characters’ names, the gender of the top medium, the family’s economics, no dog, no canary, no swimming pool — and instead focus on the major flaws. For starters, the main and supporting characters are neither likeable nor dislikeable for they lack the minimum development to turn them into beings we can care for. These characters don’t suffer, don’t yell at the top of their lungs, don’t get desperate, and don’t freak out. So once again, why are we supposed to worry about them? Furthermore, the tangible suspense and intrigue of the original film is never found in this remake. Things just happen out of the blue with no proper dramatic build-up, and even worse, they happen all at once. That is to say, you get to see a house with no haunting signals and then, overnight, all hell breaks loose. Whatever happened to the sense of mystery? Why not lead viewers into a dark scenario little by little, just like the characters are meant to be introduced to it, and then slowly reveal what the scenario is all about? Tobe Hooper’s Poltergeist was not about shocking audiences, it was about surprising them with style and then dazzling them with state of the art F/X administered in the right doses. Gil Kendan’s Poltergeist is about CGI being shown as soon as possible so that more CGI effects can come up afterwards. Tobe Hooper’s magical feature had a contagious sense of humour, both domestic and authentic. Gil Kendan’s mechanic movie has no sense of humour at all, and when it tries to be funny, it rings false. And there’s one unnecessary change, which is, you get to see the other side of the TV screen, the other plane where the little girl has been taken. Leaving the fact it is one more chance to display more F/X, nothing really happens there. It’s not explored as a dramatic space, you just get to see it and that’s it. They are set pieces made with a big budget that have no weight whatsoever as regards the script. So there’s no character development, no tension, no magic, and no humour. What’s left then? Well, there’s a different ending too. It’s so farfetched and trite — and also whimsical — that it can only prove that you’ve been wasting your time watching yet another lame remake. In turn, you also understand a simple truth you may have known before you entered the movie theatre: you just can’t remake Poltergeist and get away with it. Production notes Poltergeist, US, 2015. Directed by: Gil Kenan. Music: Marc Steritenfeld. With: Sam Rockwell, Rosemarie DeWitt, Kennedy Clements. Distributed by: Fox Films Argentina. NC13. @pablsuarez
Poltergeists eran los de antes Los Bowen eligieron la peor de las casas para iniciar una nueva vida. El lugar está colmado de presencias inquietantes, que se manifiestan desde el primer momento. La pequeña Madison parece ser el objetivo de estos espíritus, que lucen más malévolos que juguetones. Otra remake y ya perdimos la cuenta. ¿Cuántas van? Y las que vienen... Bien, no todas son un fiasco. Ahí está la flamante “Mad Max”, sólida y desafiante. Pero la vara de “Poltergeist” estaba muy alta y esta película ni siquiera despegó del pavimento. Hablamos de un clásico popular ochentoso, alumbrado por la dupla Steven Spielberg-Tobe Hooper; imaginativo, inquietante y divertido. ¿Por qué no dejar las historias donde estaban si está claro que el nuevo intento carece de esos atributos? ¿Por qué, Fox? Madison, la menor de la prole del matrimonio Bowen, fue abducida por unos seres malísimos. No son fantasmas, que podrán asustar pero no dejan de ser etéreos. Acá hay poltergeists de por medio, espíritus inquietos, ruidosos, a veces juguetones. Pero en este caso están enojadísimos. Decíamos que se llevaron a Madison. ¿Qué hace la familia? ¿Se angustia al extremo? ¿Desespera? Para nada. Acude a un equipo de especialistas en fenómenos paranormales, los instala en su casa y se toma tiempo hasta para bromear con ellos. ¿Y la nena? En fin. En aquella “Poltergeist” sobraban los hallazgos visuales. Las sillas sobre la mesa de la cocina constituyen una viñeta de la época. Y asustaba, al punto de que se creó la leyenda sobre la maldición que persiguió a los actores (la niña que interpretaba a Madison, Heather O’Rourke, murió durante el rodaje de la secuela). Este reboot, un festival de clichés del género, ni siquiera es capaz de apropiarse de ese legado.
El film de 1982 dirigido por Tobe Hooper y Steven Spielberg era perfecto. No es ilegal hacer una remake, siempre y cuando agregue algo nuevo, un punto de vista distinto, una idea. Nada de eso: aquí es lo mismo solo que técnicamente “mejorado” y con alusiones a mil otras películas que, abrevando en la Poltergeist original, nos vienen llenando de casas con fantasmas crueles y corridas en los últimos diez o quince años. La pregunta que nos queda hacernos cuando salimos del cine es ¿para qué? La original aún funciona perfecto.
Espíritus Atención: se cuentan detalles de la resolución del argumento. Siempre que se escribe sobre una remake se suele recurrir a los mismos lugares comunes. Que es innecesaria, que refleja la falta de ideas del Hollywood de hoy, que nunca va a captar la esencia del original, que dicho original es intocable y, por lo tanto, reimaginarla vendría a ser algo así como un sacrilegio y etcéteras varios. Y no, ninguna película es “intocable” ni resulta tan terrible que se hagan remakes (durante toda la historia del cine se hicieron remakes; algunas de las mejores películas de la historia son remakes). Si una remake resulta ser una porquería, nos la olvidamos y ya. Y es verdad que hay muchas que lo son, más que nada en los últimos años y más que nada en lo que respecta al cine de terror. Pero considerar una remake mala como “un sacrilegio” ya es demasiado. Tal vez el caso más emblemático de remake detestada por el universo entero fue aquella reversión plano por plano que Gus Van Sant hizo de Psicosis en 1998. Recuerdo el escándalo que se armó en ámbitos cinéfilos porque el señorito osó meterse con semejante clásico. Y casi todos tomaron esa Psicosis de Van Sant de la forma más literal posible: se la trató de plagio y barrabasadas por el estilo y casi nadie se tomó el trabajo de advertir que estábamos frente a un extrañísimo caso de película experimental bancada por una major. El de la Psicosis de Van Sant fue un caso único: el de una película que establecía un diálogo con su original como ninguna otra remake en la historia. Era una película que pedía a gritos ser comparada con la película que le dio origen, ser diseccionada y reproducida a la par del clásico de Hitchcock. Pero, en general, la remake standard no pide realizar semejante trabajo, sino que suele funcionar más bien como funcionan las adaptaciones literarias. Igualmente, la Poltergeist de Gil Kenan tiene un poco de ambos mundos. La opera prima de Kenan fue Monster House, una encantadora película de animación de 2006 (escrita por Dan Harmon, el creador de la extraordinaria serie Community) que captaba a la perfección y recuperaba el espíritu de las películas de aventuras de comienzos de los 80. La película estaba producida por Spielberg y Zemeckis, y el amor de Kenan por aquellas películas se hacía notar en todo momento, como sucedería unos años después con J.J. Abrams y su gran Súper 8. Es extraño, pero el sentido de lo maravilloso de la Poltergeist de Spielberg-Hooper pareciera estar más presente en Monster House que en la versión 2015 de Poltergeist: tanto en Poltergeist ’82 como en Monster House hay toda una cuestión festiva en el encuentro con lo sobrenatural. Si bien en ambos casos los personajes le temen a lo desconocido, también los apasiona. Hay una escena muy bella en Poltergeist ’82 en la que JoBeth Williams, la madre de la familia, le hace una demostración a Craig T. Nelson, el padre, de cómo una silla se mueve por sí sola. Pone la silla en un punto específico y espera. De repente, la silla empieza a deslizarse, y ella se pone a saltar de alegría ante semejante espectáculo que después se volverá algo más lúgubre, pero igualmente apasionante. Poltergeist 2015 es bastante diferente en este sentido: lo que en Poltergeist 82 (y en Monster House) es maravilloso, aquí está jugado en serio. La película tiene varios momentos de comedia muy logrados, especialmente en todo lo que rodea a aquel ex matrimonio de investigadores de lo paranormal que forman Jane Adams y Jared Harris y que parece salido de una screwball comedy de los años 40, pero el tono de esta nueva versión de Poltergeist es más grave y oscuro: aquí, Kenan crea una atmósfera aterradora, y no hay nada demasiado feliz en lo que a lo sobrenatural se refiere. Incluso, la frase icónica de “they’re here” del original, que la niña Heather O’Rourke entonaba en tono juguetón, aquí no tiene nada de juguetón. Y Kenan sabe poner sustos en escena, sabe crear climas y sabe rematarlos bien, sin tener que recurrir a los trucos baratos de siempre. Hay dos momentos especialmente logrados en este sentido, que son una secuencia en la que los tres hijos del matrimonio son atacados por los poltergeists mientras sus padres están en una cena (que incluye una reproducción de la inolvidable escena del ataque del árbol al hijo varón de la familia) y otra en la que a la niña, ya secuestrada por los poltergeists, se la ve corriendo por la casa mediante sombras. En Poltergeist 2015, el cambio de tono al que recurre Kenan pareciera ser más bien consciente. Parece como si Kenan jugara con las expectativas de los que vieron el original y decidiera actuar en consecuencia. Hay varias escenas en esta nueva Poltergeist que también aparecen en el original, pero Kenan decide ponerlas en contextos diferentes; cambiarles el tono e incluso los personajes que las protagonizan. También compacta mucho el relato (la película dura poco más de 90 minutos contra las casi dos horas de Poltergeist ’82) y utiliza los adelantos tecnológicos a su favor (en un momento se hace un uso brillante de un dron de juguete, al que le ponen una cámara y utilizan para entrar al mundo de los muertos). Pero en un momento, a Kenan (o a su guionista) se le ocurre hacer un pequeño cambio de enormes implicancias: en lugar de enviar a la madre al mundo de los muertos a buscar a su hija, como ocurría en la original, aquí quien va a rescatarla es su hermano. Y el hecho de que sea un niño, tan miedoso como es, quien decida arriesgarse e ir en busca de su hermana, termina convirtiendo a esta nueva Poltergeist en algo más spielbergueano que el propio Spielberg. Outspielberguea a Spielberg, si se me permite el anglicismo.
Todo igual, nada parecido Analizada en retrospectiva la Poltergeist: juegos diabólicos de Tobe Hooper (Poltergeist, 1982) no sólo cumplió con todos los requisitos que se le pueden exigir a un relato sobrenatural de fantasmas sino que además la potenció con: una producción de clase A, gentileza de Steven Spielberg y compañía; un guión muy bien pensado del que participó el mismo creador de Tiburón; un nivel superlativo en el área técnica –con efectos especiales que fueron revolucionarios en su día-; la maravillosa música del querido Jerry Goldsmith y un compromiso total por parte de los actores entre los que estaban Craig T. Nelson, JoBeth Williams y la carismática (todo un personaje ella) Zelda Rubinstein en el rol clave de Tangina, la médium que ayuda a la familia cuando las papas queman. Ajeno a su valor fílmico intrínseco otro elemento clave que contribuyó a la fama de la película es la tan sonada “maldición” que un poco con fines comerciales y otro poco con cierta innegable objetividad se abatió sobre parte del elenco tras concluir el rodaje. Recordemos que Dominique Dunne, la actriz que interpretaba a la hija mayor del matrimonio Freeling, fue asesinada por su exnovio en un instante de locura poco antes del estreno. Ese halo trágico no terminó ahí sino que se replicó en la segunda y tercera parte de la saga, de la peor manera. En Poltergeist II: la otra dimensión (Poltergeist II: The Other Side; Brian Gibson, 1986), les tocó el turno a los actores Will Samson (el indio que se fugaba en el final de Atrapado sin salida) y Julian Beck, quienes fallecieron de cáncer (Samson tiempo después de finalizar su parte, Beck durante la filmación). Finalmente, Heather O’Rourke la niña que encarnaba a Carol Anne, la hija menor, sucumbió a una rara enfermedad intestinal mal diagnosticada por los médicos que la atendieron no logrando dar término a sus escenas en la muy pobre Poltergeist III (Idem; Gary A. Sherman, 1988). Utilizando dobles y efectos de cámara se cubrió esa terrible ausencia para que la película pueda llegar a su público. Un documental que se ocupó exhaustivamente de esta cuestión fue un especial de The E! True Hollywood Story: Curse of Poltergeist que se conoció en el 2002. Con el antecedente de la leyenda negra de El Exorcista (1973) no es posible dejar de lado situaciones tan siniestras que implican la desaparición física de varios de sus responsables directos. Es como una sombra ominosa que siempre estará ahí alimentando el morbo de los cinéfilos o cultores de lo esotérico (que los hay, los hay). La original Poltergeist: juegos diabólicos por todos estos motivos es una producción inigualable. Claro que pese a la tan mentada “maldición” tarde o temprano Hollywood volvería sobre sus pasos con la intención de recrear aquella historia tan bien pergeñada por Spielberg junto a Michael Grais y Mark Victor que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva de quienes pudimos disfrutarla en su momento. No muchos saben que Spielberg, en su primer proyecto como productor, quería también dirigirlo pero por una cláusula de su contrato con la Universal debió delegar la función en Hooper. No obstante, en el ambiente siempre se lo situó a Spielberg como el verdadero artífice de la obra. Tanto el tono del filme como varios testimonios de quienes participaron de la filmación dan cuenta de que el director en efecto fue el viejo Steven y no Tobe Hooper que venía haciendo películas de terror de muy bajo presupuesto, con El loco de la motosierra (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) como pináculo artístico, totalmente diferentes a la propuesta de Poltergeist. La gente es mala y comenta… pero al parecer es así nomás. La nueva Poltergeist: juegos diabólicos no innova en nada… a menos que la proyección en 3D pueda calificar como novedad. Básicamente es la misma premisa: un matrimonio joven, Eric y Amy Bowen, con tres chicos se muda a una casa donde rápidamente quedan en evidencia la existencia de fuerzas paranormales que afectan la vida cotidiana de todos. El punto de giro es, como en la primigenia, la desaparición de la hija más chica para desesperación de sus padres y hermanos. En un principio son asistidos por supuestos expertos en parapsicología que llenan el lugar de cámaras y gadgets varios que en concreto no solucionan nada. Mas luego, tras ser superados por los eventos extremos que allí se desatan, se convoca a un dudoso médium estrella de un reality televisivo con el que el actor Jared Harris se hace un festín. Es, creo yo, el único detalle significativo que le aporta al guión el autor David Lindsay-Abaire, más interesado por copiar al carbónico las escenas más recordadas que en crear algo original. Un indicio inquietante es que la película a duras penas alcanza la hora y media de metraje. Si bien se ha respetado el ADN de la historia por otro lado se han acelerado los tiempos. Como si el público no pudiera tolerar un ritmo más lento o un desarrollo más completo y exhaustivo de los personajes. Esta decisión genera una concentración dramática intensa pero carente del nervio que surgiría naturalmente si nos preocuparan más sus personajes. En el mejor de los casos se trata de un filme competente ya que no deslumbrante, ni técnica ni narrativamente, dado que el realizador Gil Kenan conoce el género (fue director de Monster House: la casa de los sustos, filme animado con no pocos méritos) pero tampoco hace milagros. Es algo parecido a lo que ocurrió con Noche de miedo (2011), la remake de La hora del espanto (Fright Night, 1985): por querer enganchar rápido al público se toman atajos argumentales inconvenientes. Las películas son entretenidas pero en el camino han perdido peso específico y sólo sobreviven los conflictos y la estructura que les dan sentido. Los actores han probado su eficacia en muchos títulos previos, en particular Sam Rockwell (a quien da gusto volver a ver) y Rosemarie DeWitt como los padres. Los chicos aportan su frescura y en verdad la nueva Carol Anne –renombrada aquí Madison- está muy bien escogida: la niña Kennedi Clements es encantadora. Por lo demás es mejor quedarse con la Poltergeist: juegos diabólicos de los ochenta que por estos días estuvo emitiendo TCM por el cable. Para aquellos detractores que nunca se tragaron la fantasía desbordante del guión ya saben con qué se van a encontrar: en psicología le llaman déjà vu…
Año 1982 (meses más, meses menos). Mientras Steven Spielberg disfrutaba el mega éxito de de “E.T. El extraterrestre” (1982) se estrenaba (con pocas semanas de diferencia), uno de los proyectos que luego serían tanques absolutos de la historia del cine. Impresionado por la dirección de “El loco de la motosierra: La masacre de Texas” (1974), el entonces niño mimado de Hollywood (hoy él, ES Hollywood), se abocó a la escritura de “Poltergeist” para darle a Tobe Hooper la responsabilidad de dirigirla. Claramente fue un taquillazo la historia de una familia que se mudaba a una casa poseída por fantasmas tan juguetones como mortales. Sin dudas el afiche de la nena frente a un televisor prendido y ya sin programación, se convirtió en una figura emblemática del terror en los ‘80. Hubo dos más. Misma fórmula, con guiones altamente deteriorados. En tiempos de franquicias y secuelas se ha cambiado el nombre de remake por reboot (entiéndase relanzamiento) con resultados dispares. Están más del lado de la mala copia o mal calco, por lo general de pésimo gusto; que de una producción fresca y renovadora a partir de elementos dramáticos de ésta época que aporten una nueva mirada al asunto (todavía no nos recuperamos de la remake de “Carrie” del año pasado). ¿Dónde ubicar esta Potergeist? La historia es igual (con pequeños, derivados en grandes detalles). La familia es la misma (¿había necesidad de cambiar el apellido?, salvo por una cuestión de derechos de autor no se entiende mucho) En vez de los Freeling son los Bowen: Papá Eric (Sam Rockwell), mamá Amy (Rosemarie DeWitt), hija mayor Kendra (Saxon Sharbino), pibe del medio Griffin (Kyle Catlett) y, por supuesto, la adorable nenita menor Maddy (Kennedi Clements). Los miedos de los chicos (esos que los poltergeist interpretan leyendo las mentes) son los mismos que los de Steven Spielberg, o sea, miedo a los payasos, los placares y los árboles cerca de las ventanas. Por ser casi nulas las diferencias con aquella de 1982, las diferencias están en las sutilezas. Por ejemplo: la forma furtiva en la cual al principio se comunicaban estos Entes con la menor cuando nos podíamos quedar dormidos con la tele sin programación. Hoy, en la era del cable 24 horas, eso es impensable, luego, son los Entes los que tienen que interrumpir (supongamos) la venta de Sprayette. Asímismo intervenían todos los artefactos eléctricos, en ese entonces los “de moda”, podían ser una tostadora eléctrica o un lavarropas automático. En el 2015 hay que resolver eso con los celulares (el de Kendra aparece fundido -¿¡Y?!-). En este particular, los de 1982 jugaban, casi que bromeaban, con los objetos (recuerden la sorpresa de las sillas apiladas, ahora tristemente reemplazadas por un mazo de cartas), dándoles nueva disposición y violando a voluntad las leyes de Newton. En la de hoy juegan un rato con el pelo de los chicos como si fuera un cambalache de estática. Estas pequeñas diferencias parecen fútiles de subrayar pero, en realidad, como pasaba con “E.T.”, marcan una significativa diferencia. Spielberg (desde el guión) armaba un juego ambiguo para el espectador que iba entre lo lúdico y lo mortal, para luego definirse por éste último. Este no saber bien, salvo por indicios de la banda de sonido del gran Jerry Goldsmith, si los Entes podían ser amigos o enemigos, instalaba en el espectador una efectiva incertidumbre hasta que la información se completaba y se dirigía hacia los tres últimos actos. “Poltergeist: Juegos diabólicos” cumple con ser una historia correcta, sin fisuras desde lo narrativo, pero con altas probabilidades de no hacer mella en ningún espectador devoto del género que conozca la original. Es más, si hilamos bien fino, el elenco adulto en su totalidad resta, más que suma, y es en los chicos dónde reside el mejor potencial interpretativo. Probablemente deje en los recién ingresados a este mundillo la sensación de haber visto un producto que, en función de algunos sobresaltos y determinados juegos fotográficos (la escena en el ático con Griffin y el payaso, por ejemplo), tiene algunos sustos genuinos además de una notable factura técnica.
Con el tiempo, no va a haber clásico que logre salvarse de la moda de las remakes (a la que se le podría sumar la de las secuelas, precuelas y ahora hasta creación de series, es decir, la moda de la falta de ideas). Y si bien hay películas que a simple vista no parecerían poder funcionar ambientadas en la actualidad, los productores no opinan igual y siguen lanzándose a aggiornar clásicos. Esta vez le tocó a "Poltergeist". Aquella película realizada entre Tobe Hooper y Steven Spielberg (según los créditos, el primero director y el segundo productor y originario de la historia) apostaba a un terror sobrenatural hoy bastante recurrente en el cine tras los éxitos especialmente de películas como "El Conjuro" y "La noche del demonio". Ante la idea de una remake de "Poltergeist", mis expectativas para con esta eran las peores. No obstante, la película me presentó algunas aceptables escenas de un terror de otro tiempo (lástima que me dejaron con ganas de algo más). El problema, son los otros aspectos en esta cinta. Para que la película se sienta más como una revisión de aquella, lo primero que vamos a percibir es el forzado intento de situarla en esta época. Forzado, porque en sólo unos minutos aparece todo tipo de gadgets (celulares, iPods, gps, sistema de alarma, televisores lcds…), incluso habiendo varios que terminan aportando poco o nada a la historia (como el sistema de alarma que viene incluido en la casa). La picardía de los personajes, especialmente de la madre, una mujer que tuvo a su primera hija de adolescente, y que ahora junto a su marido se permite fumar un porro en el dormitorio antes de irse a dormir, acá se pierde por completo. Rosemarie Dewitt y un muy desperdiciado Sam Rockwell son los encargados de dar vida a estos padres, desempleados, en bancarrota, prácticamente forzados a mudarse. Aunque no lo parezca, odio comparar tanto estas películas, la original con su remake, pero a veces es imposible no hacerlo. Especialmente cuando, más allá de que la historia sea la misma (quizás el cambio más notable sea el de la médium acá por un hombre, una especie de exorcista famoso por su reality de televisión), el guión está construido de una manera tan pobre que convierte a los personajes en simples marionetas. La creación de climas de suspenso no termina de funcionar. Acá todo se sucede de manera más rápida (y no se debe solamente a que la película dure media hora menos) y explícita, incluso a través de imágenes gracias a la cantidad de aparatos tecnológicos. Sí se genera terror, hay imágenes interesantes como con el payaso que ilustra los pósters, o el famoso árbol, pero lo genera más que nada gracias a los impactos sonoros. Resumiendo, una película poco auténtica, demasiado preocupada por encajar en el género de una manera “moderna”, olvidando que no todo son efectos especiales (porque para el colmo, la película es en 3d y éste apenas está aprovechado en unas pocas escenas), que el miedo se genera también por lo que no se ve, y acá hay como una obsesión por verlo todo, si al fin y al cabo, los gadgets para que esto sea posible los tienen a todos.
Poltergeist 2015, juegos diabolicos, es una muy buena película como para no dejar escapar la oportunidad de verla en pantalla grande. Todos aquellos que gustan sobresaltarse con historias sobre fantasmas, pero sin ver escenas asquerosamente sangrientas, mutilaciones o cualquier otra...
"Es una película que está llena de efectos especiales, pero que el porcentaje de conversión de esos efectos especiales en emoción y en miedo, es muy bajo; lamentablemente. Si ese porcentaje de conversión fuera mayor, y semejante cantidad de efectos se convirtieran en miedo, sería una obra maestra del terror; ese no es el caso". Escuchá la crítica en el link.
Remakes: un cine con dinero y sin ideas No es una novedad que la más importante productora cinematográfica del mundo base gran porcentaje de sus producciones, sino la mayoría, en remakes de otros lugares y otras épocas. Hoy en día la moda es recrear las películas que en los 80’ fueron un éxito esperando que la historia vuelva a repetirse. Carrie, Robocop, Fame, Viernes 13, The Thing, Los Gremlins y un dilatado etcétera forman parte de la lista que ilustra sin ambivalencias una sola cosa: la falta de imaginación de Hollywood. Optar por un remake es optar por el camino fácil. El mercantilismo de los productores, que están más interesados en recaudar dinero que en crear algo de calidad, se transformó en el superyó de los directores. Éstos, confiscados a un segundo plano, prefieren acatar las exigencias de una corroída demanda y desligarse de la tarea de asumir riesgos. Los síntomas se repiten: escasez de guiones, tramas endebles, actores malos, argumentos trillados. El resultado: un cine sin contenido para un público sin contenido; un cine a imagen y semejanza del Último Hombre nietzscheano, aquel bípedo que transita resignado y apático por la vida, que no quiere sobresaltos ni sorpresas. En este marco de acérrimo pesimismo es que voy a hacer referencia a uno de los tantos hijos mal paridos de Hollywood: Poltergeist, Juegos diabólicos (2015). Si en Wikipedia buscamos la definición de la palabra “Poltergeist”, nos encontraremos con lo siguiente: “… (del alemán Poltern, hacer ruido, y Geist, espíritu) es un fenómeno paranormal que engloba cualquier hecho perceptible, de naturaleza violenta e inexplicable inicialmente por la física, producido por una entidad o energía imperceptible.” Esta definición le queda muy grande a una película que en ningún momento indaga en la ontología de los fenómenos paranormales. Las explicaciones son chatas y se resumen en frases insustanciales como “espíritus intranquilos que acechan la casa”. Poltergeist, Juegos diabólicos es el remake de su homónima de 1982, dirigida por Tobe Hooper y producida por Steven Spilberg; aquella que tanta polémica suscitó debido a las trágicas muertes que rodearon al reparto. La nueva entrega conforma una muestra más de que Hollywood no solo no tiene el coraje de crear un terror nuevo, sino que es incapaz de recrear de forma atinada el preexistente. Poltergeist carece de peso propio, es inexpresiva e insulsa. Perece a los diez minutos de comenzada por el desinterés en el armado de una trama y personajes consistentes; aquello que dio solidez a la película original fue omitido, todo es sencillo en el peor sentido de la palabra. Es odioso, pero también inevitable, caer en la comparación con la Poltergeist de 1982. La nueva no se desvía, salvo en detalles insignificantes, de la obra primera. Se aferra de tal manera a ella que el único terror que se percibe en la película es el de su director, Gil Kenan, a salirse de la trama original. La picardía de la primer Poltergeist desaparece ante un producto copiado -no recreado- y anacrónico. Las malas actuaciones terminan por dar el cierre a una película para el olvido. Para ser más benevolente, creo que las falencias de Poltergeist no tienen sólo que ver con desatinos intrínsecos sino con un fenómeno que excede a la película misma: la crisis del género de terror norteamericano. Una narrativa en decadencia cuyos exponentes carecen de originalidad y están estereotipados al extremo. Varias veces he sentido más miedo con una película de drama que con una de terror. Sucede que la gran mayoría apela a los mismos recursos formales para generar miedo -sólo guiándonos por los sonidos podremos predecir lo que va a pasar-. Y aquí yace el problema: sin sorpresa, sin sobresaltos, sin lo impredecible no existe el terror. De modo que hacer un remake de una película de terror y no innovar en la puesta en escena es fallar doblemente. El Exorcista (1973), Hellraiser (1987), El resplandor (1980), son películas que tuvieron sentido en su contexto, no fuera de él. Si hoy vemos Psicosis (1960) difícilmente nos asombre, pero si la pensamos en su contexto no podremos negar la ruptura que generó en la cinematografía mundial. Actualmente pareciera que el cine de terror de los 70’ y los 80’ se volvió arquetípico y fuese una herejía salirse de su impronta. El hecho de que los vacíos argumentales de Poltergeist intenten ser llenados con efectos especiales me hizo pensar que el terror y los abultados presupuestos no deben ir de la mano; al mezclarlos se puede dar origen a híbridos extraños que tienen más que ver con el cine fantástico o bizarro que con el terror. En definitiva, Poltergeist es una película que pasa con mucha más pena que gloria. Al espectador que le interese la temática de un placard o un televisor como puerta hacia otra dimensión le recomiendo que directamente vea la Poltergeist original. La nueva es manifiesto del conformismo enterrando a la osadía, fiel a la ideología de la no ideología. Una vez más, la banalización que gana la pulseada.
Era necesaria una remake? Es necesario reflotar aquellos clásicos del terror? Son contados los casos en los que una remake de ese estilo logra tener éxito y aportar algo nuevo a la creación. Poltergeist no era necesaria, no agrega nada sino que entorpece las cosas. El legendario cineasta Sam Raimi (“Spiderman”, “Evil Dead”, “The Grudge”) y director Gil Kenan (“Monster House”) contemporiza el cuento clásico sobre una familia cuya casa suburbana es perseguida por las fuerzas del mal. Cuando las apariciones terroríficas intensifican sus ataques y mantienen cautivo a la hija menor, la familia debe unirse para rescatarla antes de que desaparezca para siempre. Aquella película original de 1982, dirigida por Tobe Hooper, contaba con escenas y tomas que generaban buena tensión. Los planos y efectos acompañaban al ritmo de la película y lograba que saltemos de los asientos o estemos pendientes de la puerta del placard o de ese maldito payaso que tanto nos asustó. Hoy no pasa lo mismo, esta remake tiró por la borda ese efecto. Si bien la remake de Carrie (2013) tuvo muchas críticas y puso en discusión este mismo aspecto de la necesidad de volver a hacer clásicos del cine, aportó nuevas dosis y fue mucho más fiel al libro de Stephen King. Poltergeist no hizo nada de esto. Si, ya sé, la estoy matando. Pero esa fue mi sensación. Volver a ver una película con efectos innecesarios, agregados que no aportaban ni un susto y actuaciones poco creíbles.
Poltergeist es una película "de culto" de 1982, dirigida por Tobe Hooper. Y decimos "de culto" por que a últimas fechas se considera que todo lo antigüo es mejor que lo novedoso. Pero la verdad es que, salvo los fines de semana de octubre donde pasan esta película en TV abierta, nadie se acuerda de ella por que, en general, es bastante aburrida. Lo novedoso era el terror plasmado en una pantalla de TV y el "secuestro" de una pequeña por unos espíritus. Ahora, el nuevo remake, dirigido por Gil Kenan, nos presenta exactamente la misma historia pero con los componentes modernos necesarios: una familia se muda a un barrio nuevo y descubre secretos del pasado que no los dejarán vivir en paz. Con los gadgets actualizados como celulares y TV de plasma, muchos de los planos usados son exactamente iguales a los de hace 20 años, salvo la novedad de presentar el portal en donde la niña se encuentra atrapada. El verdadero problema surge cuando la película no se preocupa por presentar nada intrigante, de miedo u original. Sabemos que una película de terror siempre estará llena de clichés, pero la manera de manejar la intriga, de presentar a los "espíritus" y de presentar las situaciones de miedo es lo que hace disfrutable una película de terror. Acá ni el árbol tenebroso da miedo y todo resulta en una secuencia de efectos especiales al más puro estilo de Michael Bay (explosiones incluidas) donde la historia es lo de menos, pues el morbo de ver a un muñeco de payaso tenebroso en el póster principal y la icónica escena de unas manos pegadas del otro lado del televisor, sean suficientes para vender. En este caso siempre aplica la de "no todo lo que brilla es oro" o en su defecto, no todo lo viejito es de culto. Si la nueva no da para más que pasar una tarde de zapping dominical, la nueva no vale la pena ni siquiera para intentar asustar a la pareja en el cine. Simplemente olvidable
Hay mucha gente que considera a la original Poltergeist (1982) todo un clásico, cosa que discrepo. Era divertida, tenía sus momentos, y dejaba su impacto en nuestra memoria, pero era demasiado aséptica y tendía a enviciarse con los efectos especiales. 30 años después llega esta remake, la cual exacerba todos los defectos de la original: sigue sin haber sangre y los FX se multiplicaron por mil, con la diferencia de que la historia es recontraconocida y, ante la carencia de sorpresa, sólo nos queda por ver de qué manera han regurgitado - con mayor lujo y prolijidad - las escenas mas conocidas de la película. No soy enemigo de las remakes; yo creo que hay un error de criterio en cómo las están haciendo. Yo creo que vale la pena tomar un filme viejo - uno mal hecho pero pleno de potencial -, y relanzarlo en una versión mas prolija, solvente e inteligente; pero aquí lo único que hacen es tomar algo ultraconocido, clásico y venerado, y regurgitarlo con mejores efectos de computadora. Es imposible mejorar algo que es perfecto de por sí, y lo único que hacen es incurrir en herejía, pensando que nadie va a ver lo viejo porque se notan los hilitos a la hora de los FX, o porque no está rodado en HD y con sonido THX. Es el mismo criterio erróneo que aplicó la Turner un par de décadas atrás cuando comenzó a colorear clásicos, pensando que el público joven nunca iba a ver títulos viejos rodados en blanco y negro (¿para eso pagué el plasma de 50 pulgadas?). Con semejante punto de vista (bastante corto, por cierto) habría que rehacer La Gioconda o La Ultima Cena, ya que son pinturas viejas, descoloridas y agrietadas, y carecen de colores flúo que peguen con las camisetas de moda. No hay nada memorable en la versión 2015 de Poltergeist. El cast es realmente muy bueno, pero la historia y los diálogos son una copia casi textual del original. Se agregaron drones y teléfonos celulares, los parasicólogos usan notebooks, y el medium de turno resulta ser estrella de un reality de lo paranormal; pero, con un par de excepciones, las mismas escenas del original de 1982 siguen estando pero en versiones bastante mas opacas. El ataque del árbol no impresiona, el asalto del payaso de juguete no da cuiqui, la explicación del medium (Jared Harris!; el cual es correcto pero es un flaco reemplazo de la enana Zelda Rubinstein) es demasiado elaborada y, a excepción de una incursión al inframundo hecha con un drone, el resto va de lo respetuoso y correcto a lo previsible y fallido. El final, por ejemplo, es demasiado artificial y no impresiona a nadie. Poltergeist 2015 no es un mal filme, pero precisaba mas salero. Es correcta pero no impresiona y, mucho peor, no asusta. Y si la sopa está tibia y es sosa, entonces ¿qué razón tendríamos para recomendarla?.
Una remake sin alma Es realmente una lástima cuando se largan a hacer remakes de grandes películas sin un trabajo previo serio, porque bastardean títulos clásicos como este de Tobe Hooper ("The Texas Chainsaw Massacre"). Lo peor es que la dan la razón a los tremendistas que apenas se enteran de que habrá una nueva remake empiezan a despotricar a diestra y siniestra. Como ya lo he dicho en otras reseñas, no estoy en contra de rehacer una película, siempre y cuando tenga al menos 15 años de diferencia con la primera entrega, algo que este proyecto respetó; el problema es cuando la remake es sólo una mera excusa para ganar unos billetes extras aprovechando la fama de la película original y no se le pone nada de ganas al guión. Es simplemente muy decepcionante. La "Poltergeist" de Gil Kenan ("Monster House", "City of Ember") es bastante floja. Le falta el alma aventurera y terrorífica que tenía la versión original. Todo está muy cuidado estéticamente, como suele pasar con estas remakes, pero cuando nos ponemos a analizar un poco el guión, la peli se va para abajo estrepitosamente. Eligieron desestimar los detalles que hacían especial a la primera para darle paso lo más rápido posible a las secuencias de "terror", las cuales surtieron muy poco efecto finalmente. Se le quiso incluir más humor y terminó siendo menos divertida que su antecesora. Por otro lado el grupo de actores también le jugó en contra. ¿A quién se le ocurrió poner a Sam Rockwell como el padre de familia? Lo banco a Sam, pero acá estaba totalmente fuera de su elemento, en piloto automático. La nueva nenita que tenía el clásico rol que originalmente interpretó Heather O'Rourke no logra convencer tampoco. Es mucho mejor la labor y la presencia del nene que hace de su hermano, Kyle Catlett. Técnicamente también le faltó cancha. Más allá de los buenos efectos audiovisuales, Kenan está lejos del manejo de planos y la anticipación de los momentos de terror que tenía Hooper. Tampoco logra los ambientes espectrales que tenia la "Poltergeist" de 1982. Basta con buscar en YouTube alguna escena famosa de la original para notar la diferencia de calidad entre un trabajo y otro, entre el verdadero entretenimiento y un mero producto comercial. Un ejemplo claro de esto, es la secuencia del niño y el payaso. La de Hooper hipnotiza y da miedo, la de Kenan busca impactar con saltos y golpes de sonidos que son totalmente inútiles. Una decepción más para sumar al conjunto de remakes fallidas de los últimos años.