Cómo arruinar un clásico Algunas remake no suelen “interpretar” los puntos fuertes de la película original. No es el caso: es clara la intención de la remake de Punto límite (Point Break, 1991) de no “querer” interpretarlos. Todas las decisiones que toma la versión 2015 son en desmedro del espíritu rebelde y crítico para con el sistema que manejaba el film de Kathryn Bigelow. Una desgracia. El primer punto y fundamental es que Punto límite es una película con alma, con espíritu y mística, con lo difícil que es lograr trasmitirlo en pantalla. La película con Patrick Swayze y Keanu Reeves lo hacía con eficacia y sin la necesidad de presupuestos millonarios como maneja la versión actual. Pero para no quedar en la síntesis facilista de “todo tiempo pasado fue mejor” vayamos directo al grano. Punto de quiebre (Point Break, 2015) es una película careta. Toma superficialmente el espíritu libre que maneja Bodhi (el venezolano Édgar Ramírez en la actual, Patrick Swayze en la original), el líder de la banda que roba bancos y hace hazañas de alto riesgo en pos de transgredir normas. Si en la primera se trata de vivir en anarquía, demostrando las falencias del sistema robando bancos con máscaras de ex presidentes de Estados Unidos, en esta película son chicos que practican deportes extremos financiados por un magnate árabe. Asisten a fiestas electrónicas en cruceros en vez de hacer fogones en la playa y filosofar sobre el sentido de la vida. Se cambian playas por montañas y el contexto americano por otro internacional. Cada hazaña de alto riesgo se realiza en un continente diferente, corriendo la crítica interna a los Estados Unidos para hablar de la posición de los americanos en el resto del mundo. Y la metáfora discursiva termina de la peor manera, en Venezuela, donde “Estados Unidos no puede actuar por no tener relaciones diplomáticas” dice el personaje de Ray Winstone, pero termina yendo igual al país bolivariano. Innecesario y triste para la película, con Édgar Ramírez hablando por primera vez español y declarado en ese acto “el malo” del film. Se invierten los roles: en la original el rubio Patrick Swayze era el bandido y el morocho Keanu Reeves el policía infiltrado que intenta detenerlo. Aquí el blondo Luke Bracey será el policía (Utah) y Édgar Ramírez el villano (Bodhi), asociando color de cabello a la clásica idea del bien y el mal. La chica: en la original era la mujer libre de Bodhi que coqueteaba con Keanu Reeves, el policía infiltrado en el grupo. En Punto de quiebre pasa tan desapercibida que podría no haber estado y hubiera sido lo mismo. El fuera de la ley: en la original el espíritu anarquista iba en sintonía con la época, eran los principios de los noventa y el aire fatalista encontraba un sin sentido en los personajes adolescentes que experimentaban nuevas sensaciones decepcionados por un sistema social que los expulsaba. El rol del policía descontracturado de Keanu Reeves cumplía esa función, motivo por el cuál encontraba admiración en la banda de ladrones de bancos surfistas. No sucede eso aquí, con Utah como un policía que aspira a ser reconocido por su superior respetando y acatando todas las normas. La estructura no sólo no se cuestiona sino que se reafirma, como si la nueva versión dirigida por Ericson Core intentara corregir los desacatos de la original. Una pena. Pero lo peor de todo es la narración que se pierde entre tanta acción espectacularizada en 3D (que no es lo mismo que espectacular). El director Ericson Core es genial filmando las escenas de deportes extremos como si se tratase de un programa de ESPN, pero carece de construcción dramática y desarrollo de vínculos entre personajes que le den sentido a la trama, lo cuál convierte al film en entretenido pero completamente olvidable. En fin, una remake residual.
Cuando se estrenó, allá por 1991, Punto Límite se convirtió en más que una película de acción. La historia de Johnny Utah (Keanu Reeves), un agente del FBI infiltrado en una banda de surfers ladrones de bancos, liderados por el carismático Bodhi (Patrick Swayze), presentó una subcultura y, sin abandonar los tiroteos y persecuciones, profundizó en el contenido (la espiritualidad y el compañerismo frente al materialismo) y los personajes, que ya son icónicos. Por supuesto, gran parte del mérito le pertenece a la directora Kathryn Bigelow. ¿Y qué decir de una nutrida banda sonora, compuesta por abundante hard rock del bueno? Un clásico que sigue siendo redescubierto por nuevas generaciones… y que dio pie a Punto de Quiebre, la inevitable remake. La premisa sigue siendo la misma: Utah (ahora Luke Bracey) se mezcla con el grupo de Bodhi (ahora Édgar Ramírez), y aunque estén en distintos lados de la ley, habrá una empatía, o algo así, entre ambos. Pero esta vez los criminales no son surfistas californianos que asaltan con máscaras de ex presidentes de los Estados Unidos (aunque algo de eso hay al principio), sino que todos, incluyendo a Johnny, son especialistas en deportes extremos: surf, snowboard, escaladas y demás. El detective también descubrirá pronto que Bodhi se comporta como un Robin Hood del siglo XXI en relación a ocho peligrosas pruebas que implican desafiar a la naturaleza en todos sus aspectos y parajes. La remake toma los aspectos más superficiales de la original y le suma más acción y más lugares exóticos y riesgosos, al estilo de las aventuras de James Bond. Sin embargo, y aunque el guionista Kurt Wimmer se preocupó en agregar detalles de la historia de los protagonistas, el alma de la película del 91 se perdió en medio de las impactantes proezas físicas. Édgar Ramírez se las ingenia para quedar algo mejor parado que el resto y Luke Bracey es tan inexpresivo como Keanu, pero nunca se produce una química tan sólida como la de Swayze y Reeves en aquella oportunidad. Lo mismo se aplica a los personajes secundarios, empezando por el interés romántico de Johnny (Teresa Palmer, la Kristen Stewart australiana) y Angelo Pappas, inmortalizado por el inefable Gary Busey en el film de los 90 y hoy encarnado por un desaprovechadísimo Ray Winstone. Una película que sí captura lo mejor de Punto Límite, al punto de ser un refrito no oficial (y más logrado), es la primera Rápido y Furioso: los lazos entre los personajes, la adrenalina, la frescura, la onda. De hecho, el director Ericson Core fue director de fotografía de Rápido y Furioso, que tuvo secuelas más en la línea de 007… Todo tiene que ver con todo. Punto de Quiebre se destaca por la espectacularidad y por paisajes bien filmados, pero sacrifica la esencia que hizo único al film de Bigelow y termina siendo un compilado de secuencias de deportes extremos rellenados con clichés. La nueva versión de Punto Límite resultó una copia desabrida y costosa de las recientes andanzas de Toretto y su familia.
Un film basado casi en exclusividad a tomas de deportes extremos en los lugares más impactantes y recónditos del mundo. Lamentablemente el montaje acelerado no le permite encontrar plenitud en las imágenes. Tampoco colaboran los personajes ni la historia. El director, Ericson Core, falló en darse cuenta de que la plenitud se encuentra en las relaciones con los otros.
Punto de quiebre: Anarquistas en yates La remake de Punto limite -1991-, de la directora Kathryn Bigelow es un espectacular capítulo de los X Games, por ESPN, que toma como pretexto una historia contada mucho mejor en la original que en este despropósito en 3D. La memoria cinéfila –y no tanto- descansará en una serie de elementos de aquella interesante cruza entre la crítica solapada al materialismo encarnada en una banda de delincuentes surfers, que utilizaban máscaras de ex presidentes estadounidenses para sus atracos, con fines sociales detrás y la reivindicación de la amistad y el honor por sobre todas las cosas. Tampoco quedarán olvidados el personaje de Utah, encarnado por Keanu Reeves y el líder de la banda en la que se infiltra, Bodhi en la piel de Patrick Swayze, acompañados de la playa, el sol, las olas y el viento (faltaba Donald, su guitarrita y cartón lleno). La sustancial diferencia entre aquella original y la que hoy pretende alcanzar el status de “remake”, obedece al contexto y a la manera de entender el cine de acción. No tiene nada que ver la espectacularidad y el exceso de la tecnología con el concepto de acción; las malas películas son aquellas que traicionan constantemente al cine y esta no es la excepción a la regla, a pesar de alguna secuencia esmerada y bien resuelta. Los personajes dan pena, no por el aspecto dramático sino por lo vergonzoso. Anarquistas financiados por un magnate árabe despiertan la curiosidad de un muchacho con aspiraciones a purgar su dolor del lado correcto de la ley. Por supuesto, ese contraste es el que se maneja durante todo el film y que no redime el concepto de Robin Hood de estos atletas extremos que roban para el pueblo, pero mezclan su mirada espiritual con el lujo de las fiestas en los yates o realizan proezas que requieren una logística financiera importante. No tiene gollete alguno presentar a esta banda ni tampoco sentido las hazañas que realizan más que el elemento visual que en pantalla grande cobra dimensiones importantes en relación a la pantalla chica de la televisión. Así las cosas, escalar montañas, descender en snowboard o abalanzarse a los cielos emulando el vuelo de un pájaro no alcanzan para conformar una película, la parte y el todo no son compatibles, pero es lo que hay.
Naturaleza extrema Era el año 1991 y se estrenaba a nivel mundial una de esas películas que se convertirían en un clásico moderno de nuestra televisión de fin de semana. Sin ser una maravilla del séptimo arte ni mucho menos, dejó una huella en nuestra memoria que hasta el día de hoy muchos aun seguro conservan. Por nuestras tierras se la conoció como Punto límite (Point Break) y se presentaba como la cuarta película de una prematura Kathryn Bigelow, quien más tarde se convertiría en la primera mujer en alzarse con un Oscar por Mejor Dirección con Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008) y la cual también ganaría la estatuilla como Mejor Película del año. Veinticinco años después de su estreno (hacer la cuenta me dio escalofríos) llega a las salas Punto de quiebre, una nueva versión de este cuasi clásico moderno que seguramente todos hemos visto hasta el hartazgo en su momento, y no solo vuelve con rostros frescos y nuevos, si no que suma esta vez un gran aliciente de espectacularidad con sus escenarios naturales y los maximiza gracias al 3D empleado para su proyección. Parece que la historia quisiera en parte repetirse, dado que su director Ericson Core suma con este su segundo film en ese rol. Un caso mínimamente parecido al de Bigelow en su momento con la diferencia de que Ericson tiene ya toda una carrera hecha en Hollywood como director de fotografía en films como Rápido y furioso (The Fast and the Furious, 2001) y Daredevil (2003). Siendo esta su segunda película termina sorprendiendo satisfactoriamente con los bellos planos de escenarios que recorren sus protagonistas, claro que esto es comprensible debido a que también se desempeña como director de fotografía para no perder la costumbre. Las escenas de acción dejan de lado la violencia humana para dar lugar a la furia de la naturaleza que es finalmente la protagonista más importante y la cual se ve realzada gracias al 3D empleado para su visión, que aunque no es indispensable, consigue funcionar muy bien en las secuencias de deporte extremo. Desde la parte actoral todos cumplen de forma correcta, sin grandes sorpresas ni nada que destacar, excepto un hecho curioso y totalmente anecdótico, y es que uno de sus protagonistas, el actor Luke Bracey luce como un auténtico clon del recordado y ya fallecido Heath Ledger (y si no me creen, vean el trailer por favor). Ahora, la verdadera pregunta que uno se hace al ver esta película es si realmente hacía falta hacer una remake de la cinta estrenada en 1991, y la respuesta es como en la mayoría de los últimos casos es no, no lo hace. Pero hay que destacar que esta nueva versión presenta un gran factor de belleza y hasta de cierta libertad espiritual a través de la ideología que persiguen los ¨delincuentes¨ de turno, la cual trasciende por demás a lo presentado en la versión original del film. Y por otro lado puedo asegurarles a los que disfruten de hacer deportes abiertos o extremos en general, que la película les va a saber llegar a las fibras sensibles que compartan actualmente con ellos.
No va a ser la primera vez que escriba algo así pero es bueno recordarlo: la gran mayoría de las remakes son innecesarias, más aún cuando se vuelve sobre un clásico indiscutido y popular. Es en esta categoría que entra Punto de quiebre. Claramente el film está dirigido a quienes no hayan visto la cinta original de 1991 con aquella dupla sensacional que fue la de Keanu Reeves y Patrick Swayze porque sino no se entiendo que los realizadores no hayan podido canalizar siquiera algo de esa mística del film dirigido por Kathryn Bigelow. Si sos una de esas personas que no vio la película original con seguridad que te van a fascinar las grandes secuencias de deportes extremos y la tensión. Porque incluso los puristas no pueden dejar pasar ello por alto. El film está bien realizado, más teniendo en cuenta todas las idas y vueltas que tuvo a nivel producción y el director Ericson Core hace un trabajo decente en lo que es a ciencia cierta una “película de estudio” sin impronta alguna. Donde se falla feo es en el cast y no por comparación sino porque esta nueva dupla no transmite sentimiento alguno y convierte al largometraje en algo frío cuando tendría que ser todo lo contrario. De manera individual Édgar Ramírez está bien, él es un buen actor y su Bodhi tiene algo de carisma. Pero Jonny Utah es el hielo mismo. La composición que realizó el australiano Luke Bracey es verdaderamente horrible. Amén del personaje de Teresa Palmer, estereotipo total y marca de la misoginia de la cinta. Pese a todos estos contrapuntos, vuelvo a recalcar que quien no haya visto la original encontrará una película divertida para ver y pasar el rato. Pero no más que eso.
Para los amantes de la adrenalina y de los deportes extremos llega esta remake de Punto límite, la película dirigida por Kathryn Bigelow en 1991 y que protagonizaron Keanu Reeves y Patrick Swayze. Pasaron los años pero aún se recuerdan las hazañas de sus protagonistas, y Punto de quiebre cuenta ahora con la dirección de Ericson Core, responsable de Rápido y Furioso -2001-, Daredevil -2003- e Invencible -2006-. Un realizador preparado, sin dudas, para llevar a la pantalla semejante desafío en lo que a términos de producción y escenas de riesgo se refiere, a partir del guión de Kurt Wimmer que expande el universo de la película anterior centrada en el surf, y asume un relato que coloca el tema de la investigación policial y jaquea los códigos de la amistad. El joven agente del FBI, Johnny Utah -Luke Bracey- se infiltra en un grupo de atletas en busca de desafíos comandado por Bodhi -Édgar Ramírez, el actor venezolano de Líbranos del mal-, ya que sospecha que el equipo de deportistas es el responsables de una serie de robos y crímenes que se producen de manera inusual. Con un generoso despliegue de escenarios naturales -la secuencia de las motos saltando y bajando por la montaña en el comienzo del film y el salto del avión son realmente impecables-, la acción no tarda en llegar de la mano de un montaje ágil y crispado cuyas tomas no exceden los tres segundos, potenciando de este modo el vértigo del espectador. El punto más flojo del film es la poca química que tiene la dupla protagónica y la escasa empatía generada en el espectador a diferencia de la que imponían Keanu Reeves y Patrick Swayze en el título original. Con una trama que no deja lugar a demasiadas pausas, el acento está puesto en el vértigo tanto en el mar, en el aire y en un salto impresionante que culmina en la caída Salto Angel. Entre un caso que tiene varios puntos en común y una investigación que se pone en marcha de manera vertiginosa, la intención del director es sólo envolver al público como lo hacen las gigantescas olas sobre los surfistas. Ya no están las máscaras de los expresidentes -sólo aparecen en un video- para cubrir la identidad de los ladrones, pero si unos cascos negros que protegen a los villanos con sueños de "espiritualidad" luego de cumplir sus objetivos criminales. En el medio hay tiroteos, golpes y un agente que colabora con el protagonista, encarnado con convicción por Ray Winstone. El resto lamentablemente pierde fuerza en una historia que no profundiza demasiado en los comportamientos de sus personajes y elige una narración muy propia del videoclip para mostrar enloquecidas destrezas.
La película se vende como inspirada en una del mismo título legendario de 1991, con Patrick Swayze y Keanu Reeves. Pero en realidad, la gran atracción son los deportes extremos que practican sus protagonistas: snowboard, wingsuit, escalada libre, acrobacia con motos de alta velocidad y surf en olas de 21 metros de alto. Realizados por los atletas más famosos del mundo. Esa es su atracción. Y la espectacular manera en que esas escenas están filmadas. El argumento es apenas una excusa para conectar esas escenas. Si le gustan esos deportes la pasa bomba, si le gustan las pelis con argumento vaya a otro opción.
Lo único que queda del film original es el título Los que recuerdan el film original con Keanu Reeves, Patrick Swayze, Gary Busey y Lori Petty dirigido por Kathryn Bigelow, deberían esperar a indignarse cuando pesquen esta remake haciendo zapping en el cable. Salvo que les haga bien indignarse terriblemente peor luego de pagar la entrada para autoflagelarse en 3D con una remake que no sólo nadie necesitaba, sino que directamente no tiene razón de ser, dado que distorsiona la idea original hasta el límite del sabotaje Por otro lado, aquellos que no tengan idea de que esto es una remake de una muy buena película, merecen estar sobre aviso de que en medio de las incesantes escenas de deportes extremos de todo tipo y calibre, en algún momento podrían sentirse perturbados por la aparición de una especie de trama policial. El prólogo muestra a un tipo que, por hacer estupideces motoqueras en precipicios, vio morir un amigo. No se sabe qué efecto podría tener este episodio traumático para que el tipo se inserte en el FBI, ni mucho menos para que los federales lo acepten. Dado que el hombre del FBI ya está familiarizado con las prácticas supuestamente deportivas de los chicos malos (prácticas que no conjugan con eso de "mens san in corpore sano"), ya desde el arranque el argumento pierde todo el interés que provocaba el esforzado trabajo del agente por aprender surf, no sólo como actividad, sino como estilo de vida, para poder ser aceptado por la tribu criminal en la que necesita infiltrarse. La premisa de film original está tan arruinada que no se entiende el interés en ponerle el mismo título. No siendo "Casablanca" ni "Lo que el viento se llevó, sino apenas un film de culto con dos actores no precisamente prestigiosos pero que ayudaron a un buen rendimiento en la taquilla, la verdad es que los productores aunque sea podrían haberse ahorrado el puñado de dólares de los derechos de autor, y poner una pizca de energía neuronal para idear otro título. Es que durante más de media película, el asunto enfatiza tanto las prácticas "extremas" de los malos y su nuevo y traicionero amigo del FBI, que el asunto delictivo queda totalmente desdibujado. Por suerte hacia el final el director y tambien director de fotografía Ericson Core baja a tierra a los parapentistas en una contundente escena violenta digna de la película original. A partir de ese momento, nada es tan flojo como antes, pero tampoco logra mejorar el conjunto, ni siquiera para poder recomendarlo como placer culposo. El villano surfer Edgar Ramirez le va dando algún brillo a su personaje, e incluso por su nacionalidad el guión lo lleva a Venezuela....sin animarse a desarrollar el asunto en serio. En cambio el nuevo Utah, o sea el personaje que hacia Keanu Reeves, es un desabrido e inverosímil Luke Bracey, y si bien Delroy Lindo aporta una sólida actuación como hombre sabio del FBI, al que se extraña en serio es a Gary Busey.
Gags de acción y degradación narrativa Las respuestas pueden ser varias: falta de ideas originales, explotación de un clásico bajo la lógica de las franquicias, comodidad o, más sencilla y directamente, el dinero. Para todas ellas la pregunta es una sola: ¿por qué? Y se refiere a Punto de quiebre, remake de la película Punto límite (1991), que le valiera un lugar en el firmamento de los directores a tener en cuenta a la hasta entonces simplemente prometedora Kathryn Bigelow. La pregunta está justificada, porque a ese clásico de culto en que se convirtió el film de la directora que acabaría por ganarse un Oscar por Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008) no le sobraba ni faltaba nada. En cambio, a esta nueva versión, dirigida por el ignoto Ericson Core, cuyos principales antecedentes se ubican dentro del área de la dirección de fotografía, es difícil encontrarle un motivo para el elogio.Como en la original, en la nueva Point Break (ambas comparten el nombre original, a pesar de tener títulos distintos para sus estrenos en América latina), un joven agente del FBI con un pasado como deportista extremo se infiltra en una banda de ladrones que provienen de ese mismo ambiente deportivo. Pero mientras que el film de Bigelow era narrado con un impecable pulso clásico que no desdeñaba para nada las posibilidades técnicas de la modernidad, esta nueva versión parece construida como montaje de diversas estéticas publicitarias, lo cual desde todos los ángulos posibles representa una degradación en el orden de lo narrativo. Así, Punto de quiebre es una especie de objeto frankensteiniano que por momentos se parece demasiado a una de esas propagandas de cerveza en donde todo pretende ser “cool”, pero en realidad es puro esnobismo ultra “careta”, y por otros a las publicidades de alto impacto de las camaritas deportivas Go Pro, que intentan vender el vértigo filmado con grandes angulares.Asimismo, la película cae en involuntarios momentos cómicos. Como aquel en que la chica del grupo le cuenta al protagonista, en una escena de pegajoso clima íntimo, que sus padres murieron en una avalancha y que desde entonces ella estuvo al cuidado de una especie de gurú zen de los deportes extremos. Escena que, sin proponérselo, recuerda a aquella increíble secuencia de Zoolander (2001), en la que los personajes de Ben Stiller y Owen Wilson le preguntan a Matilda, la periodista interpretada por Cristine Taylor, si ser bulímica significa que tiene el don de leer las mentes. O esa otra sobre el final en la que, sin necesidad, se recuerda el conflicto político que Estados Unidos mantiene actualmente con Venezuela. Aunque Punto de quiebre ofrece varios momentos adrenalínicos legítimos, lo cierto es que nunca consigue ser algo más que una serie de gags de acción anudados con torpeza al esqueleto de lo que alguna vez fue una buena película.
Una remake esquemática y forzada En 1991 la talentosa Kathryn Bigelow dirigió Punto límite, con Patrick Swayze y Keanu Reeves. Ese thriller sobre un agente del FBI que se infiltra en una banda de ladrones de bancos adictos al surf se convirtió con el tiempo en una película de culto para más de una generación de cinéfilos. Quince años más tarde llega la remake y el resultado es casi el opuesto: todo lo que en el film original funcionaba aquí resulta esquemático, inverosímil, forzado. Tras un trágico prólogo, Johnny Utah (Luke Bracey) se une al FBI y la primera misión de prueba es investigar a un grupo de activistas anarco-ecologistas y amantes de los deportes extremos liderado por Bodhi (el galán venezolano Edgar Ramírez). No importa muy bien cómo ni por qué, pero lo concreto es que Utah acompañará al clan en expediciones por mar, aire y tierra, surfeando, escalando a o saltando desde alturas insólitas en locaciones de Francia, Italia, Austria, Suiza, Venezuela, Canadá y Estados Unidos. De justificaciones dramáticas o psicología de los personajes, poco y nada. Reconocido director de fotografía y realizador de Invencible, Ericson Core ofrece unas cuantas imágenes impactantes con la ayuda de múltiples efectos visuales (el uso del 3D esta vez está más que justificado), pero el resultado es una suerte de Rápidos y furiosos de segunda categoría (no casualmente Core iluminó la primera entrega de la saga). La misma adrenalina, el mismo vértigo, pero mucha menos diversión. Así, Punto de quiebre resulta más digna de la pantalla de una señal deportiva como ESPN que de una de cine.
Una remake innecesaria En esta nueva versión de la película de 1991, la trama es una excusa para mostrar destrezas en deportes extremos. Durante años estuvo dando vueltas por los grandes estudios un proyecto de secuela de Punto límite, aquel clásico de acción de 1991 protagonizado por Keanu Reeves y Patrick Swayze, que en su momento fue novedoso por entrecruzar el mundo del surf con el de los ladrones de bancos. Pero esa segunda parte terminó quedando en la nada, y lo que tomó fuerza fue esta remake dirigida por Ericson Core (Invencible), que hace que revaloricemos la original de Kathryn Bigelow. El argumento es parecido en lo básico (un agente del FBI infiltrado en una banda de delincuentes deportistas), pero tiene unas cuantas diferencias con su modelo. Una de ellas es que aquí, antes de convertirse en agente del FBI, Johnny Utah era un poliatleta de deportes extremos que abandonó la actividad y se volcó a las fuerzas de seguridad abrumado por el sentimiento de culpa que le dejó el accidente fatal de un amigo. Justo cuando está tratando de ganarse la confianza de su jefe, ocurre una serie de audaces robos que involucran acrobacias de todo tipo y que son de lo más extraños: los ladrones no se quedan el botín, sino que lo reparten entre la gente común. Utah elabora la teoría de que los responsables pertenecen al ambiente de los deportes extremos, y desempolva sus viejas habilidades para infiltrarse entre los delincuentes. Lo que sigue es una porno, pero con deportes extremos en lugar de sexo. Desde la primera toma hasta la última, la trama es una excusa -bastante débil, por cierto- para llegar a las espectaculares escenas de pruebas imposibles. Hay para todos los gustos: motocross sobre cornisas montañosas; surf en olas gigantes; paracaidismo sobre la selva y dentro de una caverna natural; snowboard en pendientes peligrosísimas; vuelo con trajes aéreos; escalada sin protección alguna. Las destrezas son asombrosas y los escenarios naturales, increíbles: las montañas de Utah, los Alpes suizos, la selva mexicana, el Salto Angel de Venezuela. Se nota que Core hizo la mayor parte de su carrera como director de fotografía: hay que reconocerle que gran parte de las tomas son fabulosas -si no tienen más remedio que ir a verla, véanla en 3D-, pero no alcanzan para compensar el resto. ¿Qué es el resto? Personajes unidimensionales, de cartón pintado; actuaciones pésimas, al punto de que Keanu Reeves y Patrick Swayze son Laurence Olivier y Robert De Niro al lado de Luke Bracey y Edgar Ramírez; un tibio planteo sobre ecología y ecoterrorismo; una trama policial forzada, confusa, inverosímil. La conclusión es la misma que se aplica a todas las remakes fallidas: mejor quedarse en casa viendo la vieja Punto límite, y no arruinar el recuerdo con esta sacrílega actualización.
El concepto de remake en crisis Habrá muchas remakes intrascendentes, pero también unas cuantas sumamente interesantes y hasta excelentes -Temple de acero y Los infiltrados pueden ser ejemplos recientes-, con lo que seguir plantándose en esa posición de que “los originales son intocables” ya tiene poco sentido: lo que importan son las películas en sí y cómo establecen un diálogo de mayor o menor profundidad con los originales, sin dejar de ser películas de su tiempo. En eso, es llamativo el camino que ha recorrido el relato de Punto límite (film que se estrenó hace 24 años, lo que implica que se acabaron las excusas sobre la cercanía en el tiempo): tuvo una especie de remake no oficial en Rápido y furioso -que repetía la trama sobre un policía infiltrado en una banda de ladrones que terminaba identificándose demasiado con los criminales- y ahora su remake oficial toma muy en cuenta todo el concepto estético, narrativo y temático en que ha ido derivando la saga de Rápidos y furiosos. En sí, la apuesta de Punto de quiebre podía llegar a tener factores de interés: consiste en ampliar el espectro, pasando del foco en Los Angeles a una escala global tanto de las acciones como del conflicto, pero repitiendo la historia del agente del FBI infiltrado en un grupo de criminales, sólo que ahora los robos son multimillonarios y las secuencias de riesgo no son sólo de surfismo y paracaidismo, incluyendo otro tipo de pruebas. El problema es que el director Ericson Core y el guionista Kurt Wimmer parecieran no tener en cuenta que para que las escenas de riesgo generen tensión, al espectador le tiene que importar lo que les sucede a los personajes. Y eso nunca sucede, básicamente porque todos, absolutamente todos los personajes son, con suerte, unidimensionales (algunos son directamente la nada misma). Realmente nunca interesa el dilema moral del Johnny Utah interpretado por Luke Bracey (un actor que entre El aprendiz y esta película viene demostrando consistentemente que es de madera terciada), ni las casi permanentes bajadas de líneas sobre el contacto del ser con la naturaleza y el abandonar la culpa por las decisiones de otros del Bohdi encarnado por un inexpresivo Edgar Ramírez. Menos aún lo que tienen para aportar personajes secundarios como los de Delroy Lindo -quien desde 60 segundos parece condenado a hacer de policías inverosímiles-, Ray Winstone -el único sólido en su desempeño, a pesar de ser totalmente superfluo en la historia- y Teresa Palmer -su papel femenino es directamente imposible-. Todo está demasiado puesto en función de las secuencias de acción -que ni siquiera tienen el nervio esperable- y lo que hay en el medio son transiciones insoportablemente aburridas, donde ningún diálogo funciona, prácticamente todas las actuaciones están a contramano de lo requerido y los conflictos desarrollados están lejísimo de alcanzar peso dramático. Pero si ya de por sí Punto de quiebre es un film pobrísimo, un sub-Rápidos y furiosos (lo cual es decir mucho) que busca conectar con el público joven pero carece del vigor requerido para hacerlo y está invadida por el cálculo, cuando se entabla la inevitable comparación con Punto límite queda aún peor parada. El film de Kathryn Bigelow era un policial esencialmente urbano, con una dosificada pero impactante violencia, que a partir de hacerse cargo del materialismo de su premisa -la banda de los Ex Presidentes realizaban asaltos bancarios para bancarse los viajes a distintos puntos de surfeo- y del machismo de los personajes, conseguía establecer un diálogo fluido con lo que implicaba el contacto con la naturaleza y lo espiritual, hilvanar una lectura homoerótica de los lazos entre los protagonistas, otorgarle un rol decisivo a la única mujer de la historia y reflexionar con precisión sobre las delgadas líneas que separan a las fuerzas del orden de las marginales. Era una película de enorme fisicidad -lo que incluía unos cuantos desnudos para nada culposos- y que avanzaba casi sin permitirse un respiro, embistiendo incluso al espectador. Lo de Punto de quiebre es todo lo contrario: todo está demasiado pensado y cuidado, y ni siquiera termina de establecer una posición precisa respecto al material original, copiando incluso escenas emblemáticas de una manera vergonzosa. Jamás se termina de decidir a crear algo nuevo, y su falta de espontaneidad la lleva a tropezar una y otra vez. Estamos ante una película vacua, inexpresiva, sin alma, muy preocupada por establecer parecidos con los referentes inmediatos y que encima es tan larga, se enreda tanto en sí misma, que termina cansando. De esta forma, se inscribe dentro de la línea de híbridas remakes como las de El vengador del futuro y Robocop, aunque los resultados son mucho peores. Por eso, lo único que queda, para un treintañero como quien escribe, es la nostalgia y melancolía: el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos y ni siquiera nos cuidan esos pequeños clásicos de los ochenta y noventa.
Del director Ericson Core ("Daredevil"), los protagonistas: Édgar Ramírez ("Furia de titanes 2"), Luke Bracey ("El aprendiz") son dos tipos rudos, uno es el bandido y el otro un policía infiltrado. Tiene buenas locaciones, mucha acción, sobre escenarios naturales, todo apoyado por los elementos tecnológicos. Esta es la remake de "Point Break" (1991) de Kathryn Bigelow Protagonizada por: Patrick Swayze y Keanu Reeves. La verdad no se para que filmar algo como esto.
Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. Punto de quiebre podría haber sido concebida como una historia independiente y resistir desde ese lugar, pero pierde en la comparación con la versión original. Sería un ejercicio interesante poder analizar Punto de quiebre sin caer en la comparación con su película matriz, la original Punto límite de 1991. Sus productores aclararon desde el inicio que la nueva versión no sería una remake sino que estaría "inspirada" en aquel clásico de protagonizaron Patrick Swayze y Keanu Reeves bajo el mando de una entonces desconocida Kathryn Bigelow. Aun así, las similitudes en el argumento y las referencias compartidas las hermanan en algún punto y se vuelve casi imposible no hacer el cotejo. En el necesario aggiornamiento del argumento, que en la década de 1990 exhibía a un grupo de surfistas en plan antisistema, hoy se renueva con un conjunto de deportistas extremos devenidos en ecoterroristas en busca de la vanagloria personal, y financiados por un jeque árabe. Aquí no es la causa monetaria la que los mueve sino el hedonismo y el reintegro a la naturaleza. Bodhi, esta vuelta en la piel de Édgar Ramírez, sigue siendo un gurú con mucha predilección en justificar el fin y no los medios que utiliza, mientras que Utah (Luke Bracey) es un personaje más fragmentado que el protagonizado por Keanu Reeves. Mientras que aquél era un policía iniciado en el camino espiritual, el de Bracey es un recuperado, un redimido. Bodhi sigue siendo el redentor en ambos casos.Otra de las grandes diferencias radica en el ligero cambio de género. Esta nueva versión carece del elemento policial que fue fundamental en la original. Por el contrario, se focaliza más en el aspecto deportivo y aventurero, con escenas vertiginosas de alta rigurosidad visual en altura y en agua, rodadas en escenarios naturales. El eje es claro. Hay, incluso, como mimo para amantes de la cultura skater y surfer, cameos de varias personalidades de esos mundos (Xavier De Le Rue y Bob Burnquist se cuelan por ahí). De hecho, Utah es presentado como un natural del motocross que ha desertado hasta que vuelve como policía encubierto para intentar desbaratar a la banda de criminales. El deporte extremo es la estrella: además del surf, los personajes practican snowboard, escalada en roca y wingsuit flying, una variante de paracaidismo. En sí misma, Punto de quiebre no es una película del todo desatinada, pero no logra sobrevivir a la comparación. Si no fuera por el interés de atarla a su predecesora con nombres y homenajes (no falta la icónica escena de Utah descargando su pistola al aire en señal de frustración por no poder detener a Bodhi), hubiera sido más inteligente hacer borrón y cuenta nueva, y pensarla como una nueva historia. En definitiva, casi que lo es.
Un imperdible y gran espectáculo deportivo, pero un thriller de acción pobrísimo y poco atrapante. Todo lo que tiene que ver con las escenas de alto riesgo son para sacarse el sombrero. Los protagonistas no son muy carismáticos, el afiche es muy poco atractivo (además de no lograr...
Con el paso del tiempo la Point Break original se transformó en una película querida por muchos, además de una referencia ineludible de los heist films americanos, un subgénero hermoso que tiene en sus filas a la inoxidable y callejera La Fuga (The Getaway, 1972) de Sam Peckinpah. Por desgracia para todos, la Point Break de Bigelow (también directora de la menos recordada pero muy superior Near Dark) tiene muchos más adeptos que aquella exquisita fuga mugrosa guionada por Walter Hill y protagonizada por Steve McQueen. Unos años después del estreno de la Punto Límite original, Michael Mann sumó al subgénero favorito del hampa su obra maestra Fuego contra Fuego (Heat, 1995), una película que a diferencia de La Fuga ya sufría el cambio de código y época hollywoodense pero que no perdía el espíritu libre y adulto de aquella y de buena parte del Hollywood de los 70. Por el contrario, la película de Bigelow encajaba a la perfección en el cambio de paradigma estético-ideológico del poder dominante de Los Ángeles, y también sumaba una nueva puesta en escena de sus obsesiones; recordemos que ya en Blue Steel, su anterior película, la protagonista era una mujer policía, toda una declaración de (sus) principios y el comienzo de su fascinación por las fuerzas de seguridad. De todos modos, más allá de su obsesión por los defensores del statu quo, en Point Break trataba de generar algo de ambigüedad en su maniqueísmo institucional; no por nada la estrella de la película no era el madera de Keanu Reeves sino Patrick Swayze, seguramente responsable del corte de tickets en el momento de su estreno. El rubio, némesis del agente Utah (Reeves), representaba a un surfista new age que choreaba para bancar su vida de playa. En definitiva, la vieja Point Break, más allá de su potencia narrativa, es una película menor sobrevalorada por el poder de la nostalgia; está lejísimo de grandes películas de robos como las mencionadas más arriba y más cercana a sus hijos blockbusters de la factoría Rápido y Furioso. En la remake, producto de un Hollywood que continúa involucionando década tras década, se invierten los roles y el rubio dorado ahora es el muchacho bonachón agente del FBI que tratará de atrapar a un Robin Hood adepto no sólo al surf sino a todos los deportes extremos, y que por desgracia está más cerca de un activista de Greenpeace que del ladrón de bancos de la original. Al cambio de rubio por morocho se le suma este costado humanista y ya no sólo hedonista del malvado de turno. Seguramente porque los realizadores/productores ya no querían que el bueno de la historia sintiera empatía por un chorro, por lo que le agregaron al personaje de Bodhi un costado filántropo que no hace más que sumar cursilería y banalidad a una película que ya estaba repleta de torpezas; decisión que además corrompe uno de los aciertos de Bigelow y su apuesta por una relación ambigua entre legalidad e ilegalidad. Otra virtud de la ex de Cameron era su pericia narrativa, algo totalmente destrozado en esta versión, donde no hay desarrollo de los personajes y la historia queda a merced de una sucesión de paisajes de postal demodé, con unos nabos con tatuajes feos haciéndose los cool.
La nueva versión de “Punto Límite” (Point Break), film del año 1991 que estuvo dirigido por Kathryn Bigelow (ganadora de un Oscar por “Vivir al Límite”) y protagonizado por Keanu Reeves y Patrick Swayze, no era necesaria. Por lo menos, no con esta historia que, a propósito, se aleja mucho, por no decir demasiado, de la temática original y lo que representaba. La premisa de un joven agente del FBI que se infiltra en un extraordinario grupo de surfistas que roban bancos sigue siendo la misma, aunque con muchas diferencias. Esta remake dirigida por Ericson Core (“Invencible”), presenta una visión propia que no sólo se enfoca en el surf -como la original-, sino en toda la cultura de los deportes extremos, empujando así el límite físico mucho más allá de lo que podemos imaginar. Para empezar, la trama no toma lugar en California sino en Europa (Biarritz en Francia, los Alpes Suizos y los Alpes Italianos, entre otros lugares). El papel de Johnny Utah ahora lo interpreta el joven australiano Luke Bracey (“Lo Mejor de Mí”), quien aquí solía ser un experto en deportes extremos muy famoso dentro de la comunidad por sus videos en YouTube. Por su parte, el venezolano Édgar Ramírez interpreta el papel de Bodhi, el líder de la banda -que en este caso no es la de “los Ex-Presidentes” (aunque se muestra algo similar en una de las primeras escenas). En realidad son personas que practican deportes extremos financiados por un magnate árabe, Pascal Al Fariq (Nikolai Kinski) para que completen “Los 8 de Ozaki”, una serie de ocho pruebas/lecciones que realizan en diferentes continentes para honrar las fuerzas de la naturaleza y aprovecharlas en pos de alcanzar grandes logros físicos que desafían los límites (claramente el “Punto de Quiebre” en la original y en ésta, representa dos cosas totalmente distintas). Entre prueba y prueba (a eso se resume toda la película, que ni siquiera tiene un argumento sólido), el grupo filosofa sobre el sentido de la vida, la espiritualidad y la interacción que el ser humano tiene con la naturaleza. Además, hablan sobre el dar y el recibir. No hay que ser injustos y destacar el increíble despliegue visual cuando los protagonistas, que en realidad son renombrados deportistas de distintas especialidades, realizan pruebas de snowboard, wingsuit flying, escalada libre, acrobacia con motos de alta velocidad y surf en olas de 21 metros. Sin dudas, es entretenido verlo y en 3D. En cuanto al reparto, se completa con la australiana Teresa Palmer (“Soy el Número 4”, “Mi Novio es un Zombie”), quien dice dos palabras en toda la película y supuestamente representa un interés romántico para Utah, el cual no llega a desarrollarse del todo porque ni siquiera hay conflicto. Ni entre ellos ni entre los demás. Delroy Lindo y Ray Winstone, hacen lo suyo con sus respectivos personajes dentro de un arco argumental que no capta para nada la esencia de un clásico que, como escribí al inicio de esta review, nunca debería haberse adaptado.
“CRÓNICA DE UN ESTRENO” Basado en hechos reales Un minuto antes del comienzo de la película. P1: ¿Qué venimos a ver? P2: “Punto de Quiebre”. Es una remake de la maravillosa dirigida por Kathryn Bigelow en 1991 con Patrick Swayze. P1: ¿La de los ladrones de bancos con máscaras de ex presidentes de los E.E.U.U.? P2: Esa misma. Quería verla. Veamos qué hicieron. Tres minutos de comenzada la proyección. P1: Te digo una cosa, extraño a Keanu Reeves. P2: ¿No será a Patrick Swayze? P1: Es tan burdo todo, tan previsible, que extraño a Keanu. Es como ver una de box y extrañar a Stallone. P2: Esto recién empieza y dura casi dos horas. P1: ¿Vos cobrás por trabajo insalubre? P2: ¿No somos argentinos? Veinte minutos después. P1: ¿Me parece a mi o los travellings aéreos son de mala factura? P2: No sólo eso, es increíble como los personajes se quedan estáticos esperando que termine el movimiento de la cámara para actuar. P1: En una película de acción, supuestamente. P2: ¿Por qué supuestamente? P1: ¿No dijiste que era trágico estar viendo esto? P2: No, lo pensé, pero no lo dije. P1: Ok, entonces es tan poco lo que me engancha esto que leo tus pensamientos y no el subtitulado. P2: No hay subtitulado permanente porque eso supone un guionista y éste se mató en la moto, creo. (Aclaración necesaria: la película comienza con una escena de motos) Pasaron otros 20 minutos. P1: No hay construcción de personajes siquiera. P2: En realidad hay deconstrucción de los personajes. O mejor dicho, destrucción. Pues ya estaban escritos, delineados, desarrollados, y aquí todo eso desapareció. P1: ¿Entonces es una película sobre magia? P2: Sos un hijo… P3: ¡Shhhhh, dejen dormir! Digo escuchar, ver… Bah, lo que sea. A una hora de comenzada la proyección. P2: ¿Me parece a mí o nos estamos aburriendo todos? P1: ¿Por qué lo decís? P2: Acá al lado tengo un concierto de ronquidos en sol sostenido. P1: A mi me parece que es la primer hora más aburrida que vi en los últimos años. P2: Como vos decís… para colmo en una película de acción. P1: ¿No había cierta mística sobre conquistar las olas en la original? P2: ¿Mística? ¿Acá? Primero, los personajes son tampones OB, sirven para todos los deportes, y segundo, pseudo filosofía demasiado barata. Ni el Gauchito Gil llega esto. Son todas frases de sobrecitos de azúcar. Un par de minutos después P1: Linda chica. P2: Si. Es linda. ¿Pero por qué insisten en hacerla hablar? P1: Bueno… ¿Para!!! qué la ponen bien delante de la cámara, aunque a esta hora perdí las esperanzas que la desnuden? P2: Estamos en el siglo XXI, por ahí te aparece un plano detalle de algún culo…. masculino… P1: Exactamente, a eso también le tengo miedo, es tan políticamente vacua y estúpida . Faltan 23 minutos para el final. P2: (Bostezando) Pensé que me había quedado dormido porque desapareció el personaje de Pappas. Pero no, el director al no tener guionista se olvidó de él. P1: El único interpretado por un buen actor. P2: Si, Ray Winstone, Igual, ese va y viene en el relato, peor es lo que hizo el director con otro. Un secuaz. Como no sabía cómo resolverlo lo suicidó al tipo, que se tira al vacío P1: Lo que pasa es que la escena transcurre en “EL salto del Ángel”, en Venezuela P2; Ah! Claro, tenés razón, se caía de maduro. P1: Una duda… ¿los nombres de los personajes principales son los mismos? P2: Sí. Una falta de respeto, un atropello a la razón. P1: ¡Chan, Chan! Final, final. P1: ¿No te quedás a ver los créditos? P2: ¿Estás loco? Pedí cambio de medicación pibe, yo todavía tengo que darle tiempo a escribir sobre esto. ¿Se te ocurre alguna idea de por dónde empezar? P1: Silencio absoluto. P2: ¡Cobarde! Aunque sea decime que le ponga regular P1: El cobarde sos vos, ponele mala.
Utah (Luke Bracey) es un motociclista dedicado a los deportes de riesgo que en una vertiginosa picada, bordeando un desfiladero, pierde a su mejor amigo. Varios años después, el muchacho trabaja para el FBI y se le asigna el caso de unos delincuentes que hacen robos espectaculares, capturando cajas blindadas en vuelo y largando sus pilas de billetes sobre sembradíos del Tercer Mundo. Utah reconoce el modus operandi; entiende que el objetivo de la banda no es enriquecerse, sino sabotear a quienes atentan contra la naturaleza, siguiendo el camino de un ecologista y deportista de riesgo que sentó ocho proezas para ser una suerte de semidiós: el vengador que la madre natura estaba necesitando. Luego, Utah se infiltra en el grupo liderado por Bodhi (Edgar Ramírez) y se dejará tentar por la utopía de los deportistas justicieros. Con guión de Kurt Wimmer (El caso Thomas Crown), la película es una remake del clásico homónimo de 1991, dirigido por Kathryn Bigelow, aquel que interpretaron Keanu Reeves, como Utah, y Patrick Swayze, como Bodhi. Las nuevas tecnologías permiten capturas imposibles 25 años atrás, como surfistas bajo el rulo de olas gigantes o impactantes escenas subacuáticas. Pero fuera de eso, este nuevo Punto de quiebre se siente algo hecho a la fuerza, un compromiso laboral. Siempre es mejor volver a los clásicos.
Es difícil de olvidarse de la película en la que está basada este film, olvidarse de Patrick Swayze o Keanu Reeves, pero vamos a tratar de no comparar. Porque si no viste la original quizás puedas ver esta versión de “Punto de quiebre” sin enojarte. Primero quiero destacar algo, los paisajes y las escenas de deportes extremos generan todo el vértigo que quieren generar. Además no creo que el problema general de la película sean Édgar Ramírez (“Joy”) como Bodhi o Luke Bracey como Utah, sino que tienen un montón de inconvenientes a la hora de contar la historia. Utah es un ex corredor de motos que por un problema en el pasado deja y se dedica a estudiar para poder formar parte del FBI. Hay un grupo de ladrones que ponen en riesgo sus vidas realizando robos en lugares que son imposibles. Entonces él se infiltra para parar esta banda que deja de robar.
En una industria actualmente plagada de secuelas y remakes, ya no sorprende ninguno de los nombres que vuelven a reinterpretarse. "Punto límite", película de 1991 dirigida por Kathryn Bigelow y protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze, contaba la historia de un policía novato que se ve infiltrado en un grupo de surfers sospechosos de ser una pandilla de ladrones de banco. Pero más allá de la trama principal, el film representa ideas sobre la anarquía como modo de vida, o más bien, resalta la importancia de tomar las decisiones que queremos y arriesgarnos, y a la vez está filmado de manera tan cool como auténtica, al igual que como están retratados los personajes, con los cuales uno siente empatía con facilidad. En esta nueva versión del 2015 todo resulta demasiado artificial y superficial. Si bien la trama tiene muchas diferencias, éste no es uno de los problemas. Todos los demás sí lo son. Primero, la actualización se da desde detalles sin mucha importancia, como la idea de ser famoso a través de youtube, por ejemplo. El mensaje, la idea de vivir de manera libre, pretende ser el mismo pero se siente totalmente forzado. Este grupo comandado por Budhi (Swayze en su versión original, Edgar Ramírez ahora) se caracteriza por ser libre, bohemio, casi hippie en su estilo de vida... a excepción de que viven de un excéntrico magnate árabe y se la pasan en fiestas lujosas y tienen todos los medios para viajar alrededor del mundo con todo el equipo. Buscan completar el camino de Ozaki, compuesto por ocho pruebas alrededor del mundo una más peligrosa que la otra. A la vez, intentan devolverle algo a la naturaleza en cada una de ellas. Por otro lado, la construcción de personajes es muy pobre, cayendo en lugares comunes, en líneas de diálogos entre cursis y sobre explicativas. No sólo no sentimos nunca ese "bromance" que se genera entre Reeves y Swayze, sino que incluso el único personaje femenino es totalmente innecesario. Incluso su protagonista, Utah (Luke Bracey), que acá se convierte en policía tras sufrir una pérdida practicando deportes extremos, buscando quizás estabilidad en su vida, tiene tanta poca coherencia que si bien hace eso para alejarse de ese mundo que quiere dejar atrás, no duda un segundo en volver a él junto a Budhi. Es cierto que esta película, estrenada en 3D, parece más preocupada por lo visual. Es así que se aprovecha el principal cambio en la trama con respecto a la original, el hecho de que ya no son sólo surfers sino deportistas de alto riesgo, para mostrar interminables escenas que están enmarcadas desde altísimas montañas nevadas hasta cataratas dispuestas a ser escaladas. Su utilizó gran parte del presupuesto allí y deciden aprovecharlo pero lo cierto es que al rato ya cansan y termina pareciendo que estamos viendo algún programa de cable y no mucho más. A la larga, "Point Break" 2015 no falla simplemente como remake, sino como película sola. Incluso el montaje se siente improvisado, amateur. La película está dirigida por Ericson Core, quien fue director de fotografía de "Rápido y furioso", película que a simple vista comparte elementos de la trama. Superficial y vacía, totalmente olvidable.
Cuando en 1991 la novel directora Kathryn Bigelow traía al cine su historia de "Point Break", muchos celebraron la lograda narrativa y estructura dramática del filme de acción que, contando cómo un agente del FBI se inmiscuía en una banda de ladrones afines a deportes extremos tenía muchas más ambiciones que en la superficie aparentaba. Convirtiéndose casi automáticamente en un clásico y en una película que nunca pasa de moda, era curioso que a alguien se le ocurriera una adaptación a los tiempos que corren o siquiera una remake. Pero en Hollywood todo sucede, y es como hoy finalmente nos encontramos con "Punto de quiebre" (USA, 2015) de Ericson Core, una frenética cinta que apela a la majestuosidad de la naturaleza en la que esa banda de asaltantes intenta lograr una gran hazaña (que será revelada casi al inicio del filme) y a la exploración, con el apoyo del 3D, de las aventuras en las que el protagonista, Jeff/Utah (Luke Bracey) se verá envuelto para lograr llegar a esa banda que aparentemente está detrás de todos los últimos robos que viene sufriendo el gobierno norteamericano en diferentes lugares del mundo. La acción en "Punto de quiebre" comienza en la primera escena, y Core sigue con su cámara a Jeff y un amigo en una inmensa cadena montañosa en la que, arriba de una moto, su compañero perderá la vida. Ese hecho dramático (como sucedía con "Cliffhanger") disparará la lógica y la psicología del personaje de Bracey, quien decidirá dejar de lado su vida de youtuber fanático de los deportes extremos para enrolarse en el FBI y prestar ayuda en situaciones complicadas relacionadas a bandas que operan de manera diferente. Cuando una empresa de tratamiento de diamantes es robada en altura, Jeff detecta un patrón relacionado a los últimos hechos delictivos que poseen, principalmente por la inmensa puesta en escena que termina revelando quiénes están detrás: un grupo de amantes de los deportes extremos. Decidido a descubrirlos, y con el apoyo de su jefe (Delroy Lindo), viajará a Francia, lugar en el que cree que la banda dará su nuevo golpe. Allí se encontrará con el agente Pappas (Ray Winstone), un duro miembro del FBI, que lo ayudará a llegar al medio del océano para introducirse, a través del deporte, en el grupo. Rápidamente Jeff es reconocido por éstos, principalmente por su pasado de youtuber, y con el mérito de tener varias hazañas logradas, comenzará a interactuar con el jefe, Bodhi (Edgar Ramirez), a quien luego de ganarle su confianza intentará de anular en más de una ocasión. Pero Bodhi no está solo, lo siguen muy de cerca un séquito de jóvenes que también dudan si vale la pena sumar o no otro miembro al equipo, por lo que no le harán en un primer momento todo tan fácil a Jeff para que se sume. "Punto de quiebre" narrará cómo este joven intentará no sólo sumarse, sino también luchar con sus propios principios para evitar "encariñarse" con el grupo y desviar la atención hacia otro lugar que no sea el de resolver el caso. Y en esto de evitar terminar involucrado de otra manera habrá algunos aditamentos, como su relación con Samsara (Teresa Palmer), una joven mujer que funciona como objeto de deseo evidente en el filme, más allá que la pulsión homoerótica entre todos los miembros del grupo juegue en contra para la credibilidad de esa relación dentro del filme originando uno de los filmes "masculinos" más controvertidos desde "Top Gun". La naturaleza dictaminará la narración en tanto que al avanzar en la historia, Core le otorga una función a la misma, casi tan o más importante que cada uno de los personajes que se presentarán en esta aggiornada y vertiginosa puesta al día del clásico de Bigelow, que sin funcionar del todo (principalmente por las acartonadas actuaciones protagónicas) termina por ofrecer un espectáculo visual que sorprende e impacta y que dinamiza su propuesta.
Alguna vez Tom Cruise explicó cómo ideaba tan magníficas escenas de acción para cada entrega deMisión: Imposible: Durante sus viajes alrededor del mundo, se imaginaba secuencias de acción que pudiesen tomar lugar en las raras arquitecturas de cada ciudad, y así, poco a poco, una nueva trama se iba armando. En Point Break (que sí, es un remake de aquella noventera dupla de Keanu Reeves y Patrick Swayze), es bastante evidente que primero pensaron en las acrobacias y escenas de acción, pero al momento de sentarse a pensar en una historia, el guión fue prematuramente producido.Point Break nos presenta a un joven motociclista extremo que decide retirarse de su pasión para ingresar a las filas de FBI, una organización que lo forzará a ocupar sus habilidades para infiltrarse a un grupo de criminales que está dedicandose a robar importantes sumas de dinero para después huir siempre de manera impresionante, llámese a través de paracaídas o motocross.Point Break es una cinta de ésas que debes entrar y disfrutar en formatos como IMAX, que explotará al máximo las impresionantes tomas que inevitablemente, sí generan una sensación de adrenalina y está auxiliada por un empocinante soundtrack. Pero debo ser claro, no es una historia compleja y la trama en sí, no ofrece nada nuevo al género ni personajes dignos de estudiar o recordar. Ni Edgar Ramírez o Luke Bracey logran actuaciones convincentes, lo que genera una rara sensación de estar viendo una película sin protagonista, provocando que el espectador promedio vuelva a poner atención a partir del inicio de una nueva secuencia de acción.Si bien a nivel narrativo la película resulta ser una decepción, debemos dejar en claro que en el aspecto técnico, Point Break está magistralmente lograda y sin duda supuso todo un reto para los realizadores, pero eso no nos quita la sensación de que el trailer fue mejor que el prioducto final.
Otra remake con poca fuerza "Point Break" es la remake de aquel clásico de los 90s con el mismo nombre dirigida por Kathryn Bigelow y protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze. Si bien la versión original no era la octava maravilla, gustó mucho y se convirtió en un clásico de culto. No diría que es una película fundamental, pero la verdad es que fue un buen policial, que combinó de manera muy atractiva la ideología ecologista con los deportes extremos y la amistad. ¿Era necesaria esta remake? Creo que no, pero quejarme de esto es inútil ya que es una tendencia que llegó para quedarse, aún cuando la balanza indica que la gran mayoría de remakes modernas han sido peores que sus originales. Este es un caso que se suma a ese listado negro. Debo admitir que le tenía menos fe al resultado final de lo que realmente terminó siendo. Si bien no es una buena película en general, tiene algunos elementos que resultan interesantes. Para comenzar diría que se acentuaron tanto la temática ecologista como la de los deportes extremos. La primera fue manejada de manera torpe a mi entender, con demasiadas bajadas de línea y subrayados. Creo que una mejor escritura de guión habría ayudado a que no pareciera una ideología vana y superficial como terminó siendo. La segunda temática sí estuvo bien puesta en pantalla con escenas de acción vertiginosas en el aire, el agua, la montaña. Hay algunas verdaderamente buenas como el vuelo con wingsuits. En términos generales tiene muy buenos efectos especiales y lindas locaciones. En cuanto a la parte del crimen y la camaradería, creo que se quedaron cortos. Es una lástima porque es justamente en estos dos factores donde se debió poner más cabeza, no tanto en lo visual. Nunca llegamos a comprar el lazo que se forma entre los protagonistas, Utah y Bodhi. Tampoco nos llegamos a involucrar demasiado con los socios de crimen y aventuras de Bodhi, por lo cual cuando les pasa algo no nos mueve un pelo. Con uno de ellos sorprende un poco una escena, pero está manejada de tal manera que no logra el impacto que requería. Otra cuestión que me pareció es que la película quedó un tanto inmadura e infantil, lo que por supuesto le hace perder llegada demográfica. Al espectador de 40 años para arriba probablemente le parezca un poco boba. Una propuesta que puede llegar a gustar al grupo adolescente por el despliegue visual de deportes extremos y locaciones exóticas, pero que se queda a mitad del camino en el planteo de una historia que podría haberse recuperado con más compromiso en la construcción de la trama. Poco recomendable.