Esta remake encubierta de “Duro de Matar” tiene a The Rock en el epicentro de la escena como un ex FBI que deberá proteger a su familia a punto de morir en el rascacielo más grande del mundo. Lugares comunes, trazos gruesos, sensiblería, inverosímil, clichés, convenciones de un género que ha dejado hitos en la pantalla, pero también fracasos. La fuerza del actor, sumado a la lograda interpretación de Neve Campbell como la mujer, hacen que esta película se disfrute a pesar del placer culposo que genera.
La Roca no se cansa de hacer películas de acción o de aventura o de lo que sea con tal de seguir apareciendo en la pantalla grande. Este año ya habíamos visto la participación de Dwayne Johnson como protagonista en “Rampage: Devastación” y ahora interpreta al personaje principal en “Rascacielos”. La cinta, dirigida por Rawson M. Thurber, que ya había trabajado con Dwayne en “Un Espía y Medio”, se centra en William Swayer (Johnson), un antiguo líder del Equipo de Rescate de Rehenes del FBI y veterano de guerra del ejército de Estados Unidos, y que ahora se encarga de evaluar la seguridad de los rascacielos. Durante un viaje de trabajo en China, se ve incriminado en el incendio del edificio más alto y seguro del mundo. Huyendo de quienes lo buscan, Will deberá encontrar a los que le han tendido la trampa, limpiar su nombre y rescatar a su familia, atrapada en el interior del rascacielos… sin sucumbir a las llamas. En cuanto a los personajes, podemos ver que es más de lo mismo: la típica familia del protagonista que siempre está en peligro y que Dwayne salva haciendo cosas surrealistas (como en “La Falla de San Andrés”), y los villanos que aparentan ser amigos del principal, pero luego lo traicionan y se ponen en su contra. Además, estos antagonistas son musculosos especializados en combate y armas, etc, etc. En este sentido vemos que es todo cliché. Con respecto a la historia propiamente dicha, observamos que es simple, que no se complica al momento de narrar y conectar los sucesos y hechos que van pasando en la película. Destacamos que es bastante dinámica, aunque a veces se apaga y se pone muy lenta cuando los personajes interactúan entre ellos, haciéndonos sentir que pasan horas hasta que hay un cambio de escena. También queremos destacar que el film tiene mucha acción bien coreografiada y escenas pasables de alto riesgo, ya que no es algo que no hayamos visto y mucho más viniendo de las últimas películas de La Roca. De todas maneras, debemos admitir que le quedan bien esos papeles. La cinta cumple hasta ahí con la función de entretener, que dentro de todo eso es lo importante, lo demás no es tan interesante, ya que tenemos mucha acción de por medio. Y con respecto a los aspectos técnicos, la banda sonora no destaca tanto, es más de lo mismo, hablando de la música épica en momentos gloriosos. La ambientación y la fotografía son aceptables, al igual que los efectos visuales, que en algunos momentos faltó pulir el CGI. En síntesis, “Rascacielos: Peligro en las Alturas” es una película con mucha acción, explosiones y peleas que a cualquier fanático de este género le puede agradar y entretener, pero lamentablemente la cinta se destaca hasta ahí.
El director Rawson Marshall Thurber, quien viene de las comedia ¿Quiénes son los Miller?y Un espía y medio, arremete con este blockbuster de acción en las alturas protagonizado por el gigantesco y carismático Dayne Johnson, el actor recientemente visto en Jumanji y Proyecto Rampage. Mezcla de Duro de matar y del clásico de cine catástrofe, Infierno en la torre, Rascacielos coloca todos su potencial servido para el lucimiento del héroe de turno, Will Sawyer -Johnson-, el ex líder del Equipo de Rescate de Rehenes del FBI que ha perdido su pierna en una misión, y que ahora se traslada a Hong Kong junto a su mujer Sarah -Neve Campbell, que no gana para sustos después de Scream- y sus hijos, para supervisar la seguridad de un impresionante rascacielos con lo último de la tecnología. Y un ataque terrorista pondrá en jaque al edificio y a su familia. La película resulta tan entretenida como inverosímil -con sus escenas desarrolladas en las alturas y una pierna ortopédica que salva al héroe en más de una oportunidad- abordando el tema de la recomposición familiar en situaciones de peligro extremo. Lo bueno es que no disimula la influencias de títulos populares en su combinación de acción disparatada -como la escena de la grúa- y catástrofe que tantos buenos réditos dejó en épocas pasadas. Con un edificio inteligente, una tablet que controla todo y un desenlace -tecnológico con pantallas de última generación- que recuerda al juego de espejos de Operación Dragón, el resultado se impone más por el dinamismo de las escenas que por la eficacia de los diálogos y de los villanos de turno. Dwayne Johnson está listo para la acción, es un actor todoterreno, al que vemos en dos o tres películas por año. La suerte está definitivamente de su lado.
Infierno en la torre No hay mejor crítica a Rascacielos: Rescate en las alturas (Skyscraper, 2018) que la que hace el propio protagonista a mitad de la película: “Esto es estúpido”. Si hay una constante en común que ninguno de los imitadores de Duro de matar (Die Hard, 1988) jamás ha comprendido - incluyendo el propio Bruce Willis - es que por más sencilla que sea la trama debe acatar las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar, y el héroe debe ser circunstancial. Condiciones que Rascacielos: Rescate en las alturas ignora al complicar la historia de una torre en llamas y designar como héroe al jefe de seguridad, interpretado ni más ni menos por Dwayne Johnson. La trama involucra el ataque terrorista a un imponente rascacielos en Hong Kong. Esto sería más excitante si hubiera alguien dentro. Los únicos ocupantes son el arquitecto, atrincherado en un suntuoso pent-house junto al MacGuffin que los terroristas buscan, y la familia de Sawyer (Johnson), atrapada en medio de un incendio a la espera del rescate. Para cuando Sawyer hace su entrada triunfal al rascacielos ya se ha enfrentado a medio Hong Kong y ha violado tantas leyes de la física que el resto parece pan comido. Algo comprende “La Roca” del mito de John McClane así que se da una desventaja: una pierna prostética. Pero la pierna falsa termina salvando el día más veces de las que lo complica. El mensaje es simpático pero tendría más impacto si hubiera un arco de superación y el discapacitado no fuera alguien acostumbrado a estelarizar unas 50 películas de acción por año. Rascacielos: Rescate en las alturas es más película de desastres que acción y la acción se resume en sortear diferentes tipos de obstáculos: llamaradas, explosiones, un ascensor en caída libre, una turbina a máxima velocidad. Dado que no hay carne de cañón y las secuencias de acción carecen de creatividad o lógica, la historia jamás se presta al asombro, suspenso o tensión. Ejemplo: Sawyer puede saltar un precipicio de veinte metros pero no uno de cinco así que decide crear un estrafalario puente para que su esposa lo atraviese ida y vuelta en vez de que su hijo lo cruce una sola vez. La película es tan monótona que inyecta no una sino dos traiciones, ambas tan obvias que el director y guionista Rawson Marshall Thurber no pierde tiempo en descubrirlas y desperdiciar sus consecuencias. Como la mayoría de los elementos de la película, podrían no estar ahí y no haría diferencia. Hay algo del cine más prolífico y patético de Gerard Butler en Rascacielos: Rescate en las alturas aunque Johnson tiene la ventaja de su inefable carisma, mezcla de tipo rudo y Boy Scout. Hace una buena pareja junto a Neve Campbell, quien tiene el deleite de sumar sus propios actos de heroísmo a la cinta en vez de rendirse a la inutilidad. La parte más inverosímil la tiene dirigiendo a la inepta policía de Hong Kong, la cual queda embobada mirando sus pantallas sin saber bien qué hacer. Dwayne Johnson es un buen héroe de acción y en el espíritu de los más grandes héroes de acción ha llegado a un punto de su carrera en la que él produce sus propias películas, esencialmente vehículos de distintas formas y colores motorizados por su el ícono de su persona. Rascacielos: Rescate en las alturas tiene eso y a Neve Campbell a su favor y prácticamente nada más.
El salvador de su familia Rascacielos: Rescate en las alturas es una película de acción estadounidense dirigida y escrita por Rawson Marshall Thurber (We’re the Millers). El reparto incluye a Dwayne Johnson, Neve Campbell, McKenna Roberts, Noah Cottrell, Chin Han, Byron Mann, Noah Taylor, Pablo Schreiber, Hannah Quinlivan, Roland Møller, entre otros. La historia se centra en Will Sawyer (Johnson), un hombre que diez años atrás fue líder del Equipo de Rescate de Rehenes del FBI. Debido a una misión fallida, Will perdió una de sus piernas, por lo que utiliza una ortopédica. En la actualidad, ya casado y con dos niños, su empleo consiste en asesorar la seguridad de grandes edificios. Gracias al nuevo trabajo, Will viaja a Hong Kong, donde está erigido el rascacielos “La Perla”. La creación de Zhao Long Ji (Han) es la más alta del mundo y el empresario afirma que también resulta impenetrable. Sin embargo, un grupo de criminales comandados por Kores Botha (Møller) ya tiene todo planeado para generar un incendio en los pisos inferiores. Botha hará lo que sea para conseguir un disco duro que esconde Zhao, por lo que Will Sawyer será acusado injustamente aparte de que pondrá en riesgo su vida con tal de salvar a su familia. Aquí la cuestión es simple: si te gustaron los anteriores filmes de “La Roca“, tales como Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), Jumanji: En la selva (Jumanji: Welcome to the Jungle, 2017) o Rampage: Devastación (Rampage, 2018), que hace poco pasó por nuestra cartelera, seguramente disfrutes de este estreno. Ya estamos acostumbrados a ver a Dwayne Johnson en papeles ultra heroicos que demuestran toda su valentía para salvar a los que más quiere, y esta no va a ser la excepción. El actor sabe que el rol de padre/esposo carismático, musculoso e invencible le funciona a la perfección por lo que en Rascacielos veremos más de lo mismo con un plus: ahora continúa teniendo fortaleza incluso sin poseer una pierna, e incluso este aspecto muchas veces lo beneficia. Desde lo visual no existen quejas: el diseño del edificio es súper moderno tanto por fuera como por dentro, donde la tecnología más avanzada se hace presente en cada piso, en especial en el pent house y en la cima, llena de paneles con microcámaras que generan espejismos. Hay un efecto que asombra por su nivel de realismo, que consiste en que sólo apretando un botón, el techo refleja al cielo y el piso muestra las calles de China, por lo que el protagonista parece suspendido en el aire. Si la película hubiese continuado por ese camino interesante que creó en un comienzo, el resultado sería distinto. Sin embargo llega un punto en que son tantas las secuencias inverosímiles que ya sólo queda reírse por la subestimación hacia el espectador. Se sabe de antemano que en un film de “La Roca” las secuencias imposibles son un hecho, por lo que sólo queda disfrutarlas no tomándoselas en serio, no obstante en este caso son demasiadas y a la cinta le terminan sobrando varios minutos. Rascacielos cumple desde lo técnico; su trama extra pochoclera gustará solo a los fanáticos de este tipo de cine o a los que andan buscando algo para divertirse que no tenga mucha lógica.
Rascacielos: En llamas pero en pie. The Rock salta a un edificio en llamas para probarle al mundo que puede ser el nuevo Tom Cruise. Rascacielos promete una base más que tentadora: The Rock buscando rescatar a su familia en el edificio más alto del mundo mientras mercenarios invaden y comienzan un incendio. Aunque con una premisa así, e incluso con tan buen protagonista, son muchos incontables los ejemplos de decepciones que año a año le hacen mal al ya baqueteado nombre del género de acción. Lo que hace un tanto particular a Rascacielos, es que se trata de un proyecto de The Rock que no intenta combinarse con una comedia, sino que apunta a exprimir su carisma en el papel de héroe puro de acción que a pesar de estar en aprietos encuentra los momentos para tirar algún que otro one-liner. Aparte de protagonizar, el luchador convertido en actor se encarga de estar muy metido en la producción de la película, y seguramente sea una declaración de su parte para avisarle al mundo de que no solo es la estrella de cine más rentable de la actualidad sino que esta listo para ser el nuevo Tom Cruise. El resultado es una película que entrega estúpida y entretenida acción pero que va más allá no dando el último paso hacia la completa ridiculez, sino que es un honesto intento por entregar una sólida película de acción clásica. El film tiene un arranque incierto, donde se siente lo serio que es comparado con los proyectos de The Rock que agregan comedia sin pudor, pero por suerte la acción no se hace esperar demasiado. Además, Johnson es el único protagonista actual de acción que puede sostener con su carisma un comienzo que intenta verdaderamente establecer personajes. Porque aunque no van mucho más allá, la realidad es que la película logra establecer otros personajes más allá de su protagonista. No llegan a desarrollarse a tal punto, pero ciertamente las escenas sin Johnson igualmente se sienten como su propia película de acción sobre una familia atrapada en una guerra de mercenarios multimillonaria, un mérito gigantesco siendo que es usual en los films del género que el interés baje a cero cuando no esta su protagonista en pantalla. La película juega con las expectativas y tiene en mente satisfacer incluso a los fanáticos del género, afortunadamente Rascacielos cuenta con muy buenas secuencias de acción, bien distribuidas y sobre todo tan entretenidas como inventivas. La decisión de que el personaje de The Rock tenga una prótesis en la pierna podría haber sido algo superficial que no tenga peso real pero prácticamente todas las escenas de acción tienen en mente las dificultades y posibilidades que trae la pierna ortopédica de su protagonista. Mientras trata de salvar a su familia, el personaje principal va a volverse una mezcla entre John McClane, Tom Cruise, algo de Schwarzenegger y hasta McGyver, todo dentro de un The Rock tan carismático y gigantesco como siempre. Comedia o no, el público definitivamente va a encontrarse con unas cuantas risas, algunas por lo ridículas que son las secuencias de acción, pero todas calculadas y buscadas por la mente creativa del director Rawson Marshall Thurber (Pelotas en Juego, con Vince Vaughn y Ben Stiller). Logra mantener en todo momento un tono de seriedad que de todas maneras se sabe irreverente, y no tiene miedo alguno de moverse dentro de esa delicada área entre la tensión y el entretenimiento pochoclero puro. Es una cinta recomendable para cualquiera que se vea tentado por la propuesta de el edificio más alto del mundo como arena para una película de acción pura con un The Rock como protagonista. Si nada de eso te llame la atención seguramente esto no sea para vos, mientras que si uno se encuentra en la duda puede estar tranquilo que Rascacielos se encarga de estar a la altura.
En una reciente entrevista con Collider, Rawson Marshall Thurber se asombraba de que su Rascacielos fuera uno de los pocos tanques “originales” de Hollywood estrenados en las últimas semanas, contrastándola con el mar de secuelas que inunda los cines. El entrecomillado de la palabra “original” sirve tanto para citar al director como para relativizar el término, porque estamos ante una remake no oficial de Duro de matar remixada con Infierno en la torre. Ya no tenemos a Bruce Willis, pero aquí está Dwayne Johnson, el ex luchador que lleva varias temporadas en el podio de los actores mejor pagos de Hollywood. Lejos de la gracia de Willis, La Roca adhiere a la línea Schwarzenegger de los héroes de acción: muchos músculos y un acotadísimo histrionismo, el estrictamente necesario para no pasar papelones y mantener su agenda cinematográfica completa haciendo más o menos siempre lo mismo (a veces, como Arnold, también se anima a la comedia). A tono con la nueva línea inclusiva hollywoodense, aquí su personaje -Will Sawyer- tiene una particularidad: le amputaron media pierna y debe usar una prótesis para caminar. Es un ex agente del FBI devenido consultor de seguridad que ha sido contratado para supervisar La Perla, el rascacielos más alto del mundo, ubicado en Hong Kong. Pero una banda liderada por un villano con acento extranjero -clásico de clásicos- se apodera del edificio y desata un incendio que pone en riesgo a la familia de Sawyer, atrapada en el interior. Además de unas cuantas peleas cuerpo a cuerpo, abundan las escenas no aptas para vertiginosos, con La Roca y compañía bamboleándose sobre el vacío, en una previsible trama que va decayendo y haciéndose más pesada a medida que avanza. Y que cae demasiado seguido en diálogos explicativos. En una venia al floreciente mercado chino, algunos de ellos son en cantonés y también parte del elenco es oriental: de hecho, el mejor personaje es una sicaria china -interpretada por una canadiense- que homenajea al cine de acción de esos pagos. Pero que no tiene el desarrollo que merecía: una lástima, porque tal vez le habría dado algo más de personalidad a Rascacielos.
Rascacielos es un gran recuerdo de lo que fue alguna vez el cine de acción de los años ´90, con todas sus virtudes técnicas y ridiculeces argumentales, que en su momento brindó un gran entretenimiento. La adición especial es que en este caso el film está protagonizado por este auténtico fenómeno hollywoodense que es The Rock. Hace mucho tiempo que no aparecía una figura en este género que despierte el nivel de empatía que este hombre genera en el público. En más de una ocasión lo encontramos en filmes que presentan situaciones delirantes o trilladas y el actor con su carisma levanta por completo el espectáculo y consigue que le tomes cariño a su personaje. Este proyecto representa su sexta colaboración con el productor Beau Flynn, quien en los últimos años fue el responsable de consolidar a The Rock entre las figuras más rentables de Hollywood con filmes como Viaje al centro de a Tierra 2 , Hércules, Terremoto, Baywatch y Rampage, que se estrenó hace unos meses. Flynn supo desarrollar las propuestas adecuadas para el lucimiento del artista y en Rascacielos encontramos en mi opinión la mejor película de ellos. Una particularidad de esta historia es que tiene mucho menos humor que los filmes mencionados y el rol de The Rock presenta un perfil un poco más serio. Por supuesto hay numerosas situaciones graciosas que se generan por el dispararte de la trama, pero el héroe que compone el protagonista no tiene tantos remates chistosos. El argumento es una mezcla entre Duro de matar y La roca, con la diferencia que el tono de la violencia es más liviano que el que tuvieron aquellos clásicos. No obstante, el director Rawson Marshall Thurber, quien no contaba con antecedentes en el género, hizo un gran trabajo con las secuencias de acción y la pirotecnia que uno recuerda de los ´90. Pese a que la trama es extremadamente predecible la película se hace muy llevadera por las constantes situaciones de suspenso. Otro detalle que está muy bien trabajado es el modo en que abordaron la discapacidad física del personaje principal que no tiene tantos antecedentes en el cine de acción. Salvo por el veterano de Vietnam manco que encarnó William Devane en Rolling Thunder (1977) o el samúrai de Rutger Hauer en Furia Ciega (1989) después no hubo numerosos héroes memorables con este perfil. Dentro del reparto sobresale también el trabajo de Neve Campbell, quien nos recuerda que esta es una película del siglo 21. En 1995 su rol se hubiera limitado a ser la bella esposa del protagonista amenazada por los villanos, mientras que en el 2018 el principal rol femenino no sólo tiene más participación en el conflicto sino que además interviene en la acción. Si la idea es matar a Rascacielos en una reseña le podés entrar por varios aspectos en el argumento pero nada de eso opaca el gran entretenimiento que ofrece. Para desconectar la cabeza un rato del caos cotidiano, el nuevo film de The Rock es una sólida película de acción que cumple con lo se podía esperar en una producción de este estilo. Quedan todavía los estrenos de Misión Imposible 6, la continuación de El justiciero (Denzel Washington) y Mile 22, de Peter Berg, pero por ahora la temporada fuerte del género tuvo un buen comienzo.
Rascacielos es lo más parecido a ver una película de acción de los 90s, pero en 2018. De hecho, está planteada de esa manera e hicieron un buen trabajo para conseguirlo. La factoría llamada Dwayne “La Roca” Johnson viene arrasando con todo. Las películas que protagoniza (y produce) giran a su alrededor en todo aspecto. Es una marca en sí mismo y lo hace valer. Aquí se dio el gusto de hacer una pseudo remake apócrifa de Duro de Matar, y consigue un producto exagerado pero redondo en cuanto a puesta y expectativas. La película te entretiene mucho, y si te sentás a disfrutar sin buscar el verosímil ni contar los clichés, la pasás muy bien. El director Rawson Marshall Thurber, quien viene del palo de la comedia, ya había trabajado con Johnson en Central Intelligence (2016), y aquí retoman lo que parece ser una buena dupla. Las secuencias de acción están muy bien, pero ni por asomo tienen los logros de John McTiernan, siendo esa la comparación obligada dada la impronta del film. Lo que me parece un error es disminuir la violencia y así bajar la calificación. Eso resta mucho en las peleas, y no tiene sentido. En cuanto el elenco, La Roca opaca a todos, de tal modo que ni vale hacer menciones. En definitiva, Rascacielos es muy entretenida y pasás un buen rato a puro artificio en el cine pese a su poco valor cinematográfico.
La maquinaria detrás de The Rock está bien aceitada y el hombre es una fuerza de trabajo imparable, con una ética profesional sin igual que lo ha convertido en una de las más grandes superestrellas de Hollywood. Uno todavía puede sorprenderse de que, en apenas un lustro, el antiguo luchador de la WWE se haya forjado un camino de tanto éxito en múltiples plataformas. Al hombre se lo adora en redes sociales, da claves de estilo de vida, tiene su propio programa de televisión, su canal de Youtube, su marca de tequila, su línea de ropa y mucho más. Todo ello, claro, sin contar su incansable labor en la pantalla grande, al punto de que puede estrenar una nueva película cuando la anterior recién llega al formato hogareño, todo mientras filma otra y tiene tantas más en fila a las que abocarse. Pero el sello de Dwayne Johnson no es garantía absoluta de calidad.
Dwayne Johnson es la estrella de acción del momento, por él vimos la nueva de Jumanji, Rampage, nos divirtió que este en “Rápido y furioso” y hasta cae bien cuando hace comedia. Héroe carismático en la tradición de Stallone, Schwarzenegger y especialmente Bruce Willis, porque esta película más que “homenajear” “Infierno en la torre” nueva generación en realidad es una nueva versión de “Duro de matar” en un edifico que es tres veces el Empire State, que se llama “la Perla” que supuestamente esta en Hong Kong, aunque es un “invento” digital, definitivamente bien logrado y por momentos digno de una producción de ciencia ficción. El musculoso y buenazo de Dwayne es un fervoroso padre de familia, que antes fue comando del FBI y en un operativo donde “cometió un error” que todavía lo perturba, perdió una pierna, se retiró de la acción y conoció a una Neve Campbell convertida en su esposa y madre de sus hijos. Nada de lo que ocurre al principio del film escrito y dirigido por Rawson Marshall Thurber esta puesto al azar, la mujer que no sabe de tecnología, el nene con problemas asmáticos, el rito de pedirle a sus hijos que le digan que quieren a papá que los ama ni esa “vulnerabilidad” que muestra el protagonista para conseguir un trabajo como experto de seguridad. Lo primero que le dice a su nuevo jefe es que todo esta perfecto cuando desde el póster sabemos que todo esta por colapsar. Y después sólo de se trata de creer, como si fuera un encantamiento, que Jhonson puede saltar de una grúa aun edificio, ponerse mucha cinta adhesiva en las manos ( su mejor arma) para deslizarse cual hombre araña por una saliente del piso noventa y pico, y otras lindezas de superhéroe. Pero hay que reconocer que el film tiene ritmo, es entretenido y si bien no tiene ninguna lógica ni verosimilitud con las leyes de la física, todo pasa tan rápido que pasamos de la sonrisa a la tensión sin solución de continuidad y nos entretenemos como si de repente nos hubiésemos transformado en nenes de jardín de infantes.
¿Es buena esta película? En realidad estamos en otra dimensión, en la que el ser se transforma en estar. De Rascacielos se puede decir que "esta buena", o que "es un camión". Sepan disculpar, pero esta producción diseñada para vender mucho especialmente en China -transcurre en Hong Kong, en un improbable edificio más alto que ningún otro- pide a los golpes que el espectador entre en un juego de reacciones físicas de asombro y de estupefacción, mientras encara un viaje al pasado del cine de acción de los ochenta. Rascacielos nos transporta a los 80 en primer lugar por su estructura: el héroe que vivirá la situación X en el relato principal, vivirá la situación X como trauma en el prólogo. En segundo lugar, por la veloz tipificación: cada uno con cara de malo será... ¡malo! y Nebe Campbell, madre coraje, es presentada con un alevoso plano de escote. Y hay más, pero nos acosan incendios, peleas, tiros, saltos inconmensurables, vidrios rotos, ascensores incandescentes y mucho más en un Festival de otros códigos de verosimilitud, con bastante inteligibilidad y ninguna preocupación por cualquier pausa. El director y guionista Rawson Marshall Thurber -hasta ahora de comedias- no tiene pruritos a la hora de hacer una Duro de matar anabolizada, y para su especie de triunfo a los cascotazos lo ayuda uno de los actores más carismáticos de la galaxia: Dwayne Johnson.
La adrenalina no pregunta demasiado El film protagonizado por Dwayne Johnson admite similitudes con Duro de matar, aunque con intenciones muy distintas. Un rascacielos convertido en infierno por obra de un psicópata terrorista europeo. Un oficial venido a menos, pero con un profundo sentido de la justicia y pelado como Javier Mascherano, se convierte en héroe para salvar a los miembros de su familia, que se encuentran entre los rehenes que los malos tienen secuestrados en los pisos superiores del edificio. Una película y un guión que aprovechan su locación para poner literalmente en escena la famosa “montaña rusa de emociones”. Si alguien cree que la sinopsis de Rascacielos: Rescate en las alturas, escrita y dirigida por Rawson Marshall Thurber, se parece demasiado a Duro de matar, tiene toda la razón. Es cierto que cuando estelarizó aquel clásico inoxidable de 1988, dirigido por John McTiernan, Bruce Willis todavía no estaba calvo como Dwayne Johnson, protagonista de Rascacielos. Tan real como que ambas películas encaran historias similares pero con intenciones muy distintas. Johnson interpreta a Will Sawyer, un ex agente de elite que ahora, 10 años después de perder una pierna en el fallido rescate de una toma de rehenes doméstica, tiene su propia empresa de seguridad. Casado con la médica que entonces le salvó la vida (Neve Campbell, regresada del olvido) y con dos hijos, Sawyer maneja su propia pyme: una agencia de seguridad privada. Por recomendación de uno de los hombres que pertenecían a su escuadrón, Sawyer consigue su primer trabajo importante: supervisar los sistemas de seguridad del edificio más alto del mundo, construido en Hong Kong por un magnate chino. El cruce de pasado y presente hace que una culpa profunda conviva en el interior del protagonista con una urgente necesidad de redención, ingredientes de un cóctel que el guión se encargará de agitar. El ataque de un grupo de aparentes terroristas hará que la mitad superior del edificio se incendie, con tanta mala suerte que ahí es donde se alojan la mujer y los hijos de Sawyer. Esa es la fórmula que la película encuentra para poner al protagonista en modo heroico, que a partir de ahí, como buen padre y esposo, hará todo lo posible para salvar a los suyos. Como esos ejércitos que avanzan con la consigna de no dejar a nadie vivo a su paso, una vez activado el dispositivo de la acción Rascacielos es una película que va para adelante sin preocuparse demasiado por lo que va dejando atrás. En ese sentido es muy distinta de la de McTiernan, cuyo guión es un mecanismo de precisión en el que los engranajes encajan sin asperezas. Acá en cambio el trauma del comienzo es apenas una doble excusa, que por un lado provee al héroe y a la historia misma de una razón de ser (una familia que rescatar) y por el otro le suma a Sawyer la dificultad extra de una pierna de titanio. Si algo comparten Duro de matar y Rascacielos es la atmósfera de Torre de Babel llevada al extremo, que incluso se cumple en la profusión de idiomas. Si en la de McTiernan el malísimo Hans Gruber hablaba con un rígido acento alemán, en la de Thurber no solo ocurre lo mismo (aunque el acento es más bien nórdico), sino que la idea se ve potenciada por un escenario como Hong Kong, ciudad que es una auténtica Babel en sí misma. Claro que si algo falta en Rascacielos es justamente un villano de la estatura del mencionado Gruber, interpretado bestialmente por el gran Alan Rickman, cuya presencia representaba el verdadero peligro al que McClane debía enfrentarse. Por el contrario la némesis de Sawyer no son los hombres que tienen a su familia sino, y ya desde el título, el propio edificio. Será este el que le proponga una serie de desafíos que deberá ir superando si finalmente quiere salvar a los suyos. Sawyer es entonces una especie de Hércules afrontado los doce trabajos, o bien el Bruce Lee de El juego de la muerte (1978), que deberá ir subiendo niveles para enfrentar en cada uno un nuevo reto mortal. Como buena parte de la filmografía de Johnson, Rascacielos presenta una serie de situaciones inverosímiles, algunas incluso deliberadamente cómicas, que el espectador acepta solo porque es él quien las protagoniza. Y se las acepta de buena gana, porque la película se impone como una grata experiencia física a pesar de su propio trazo grueso. Con esos elementos, a puro vértigo y carisma, Rascacielos dejará satisfechos a los que paguen la entrada buscando unas cuantas dosis de adrenalina bien temperadas.
INFIERNO EN LA TORRE The Rock contra un edificio en llamas. Esto hay que verlo... o no. Si algo le faltaba a Dwayne Johnson, después de enfrentarse con todo tipo de villanos y criaturas, era el desafío de un edificio en llamas. De entrada, la premisa de “Rascacielos: Rescate en las Alturas (Skyscraper, 2018) se puede arrimar a la de “Duro de Matar” (Die Hard, 1988) meets “Infierno en la Torre” (The Towering Inferno, 1974), dos títulos que le quedan grandísimos a la aventura de Rawson Marshall Thurber, un realizador más acostumbrado a la comedia sarpadita como “¿Quién *&$%! son los Miller?” (We're the Millers, 2013). Ojo, sí sólo quieren ir a l cine a comer pochoclo y ver como The Rock salva el día, esta esta es su mejor elección. Ahora, si buscan un poquito de racionalidad y una trama con un mínimo de contenido y coherencia, ya saben para dónde NO apuntar. Claro que tampoco es el objetivo de la película, que solo busca entretener a fuerza de efectos especiales y las hazañas de este héroe que, de común, no tiene nada. William Swayer (Johnson) es un ex veterano de guerra que ahora forma parte del equipo de rescate de rehenes del FBI. Una de sus misiones no sale como lo esperado y Swayer y su gente pagan las consecuencias. Diez años después, y con las cicatrices de aquel rescate fallido a cuestas –incluyendo la amputación de una pierna-, William intenta llevar una vida más tranquila rodeado del cariño de su esposa Sarah (Neve Campbell) y sus mellizos Georgia y Henry, dedicado a evaluar la seguridad de diferentes edificios. En Hong Kong le llega la oportunidad de su vida, de la mano del rascacielos más alto del mundo. “La Perla” está por ser inaugurado y necesita de la aprobación de Swayer para dar el paso definitivo, tarea asignada por el mismo dueño y constructor Zhao Long Ji (Chin Han). Hasta ahí se dirige el buen Will y su familia, pero no saben que hay una conspiración a la vuelta de la esquina. El edificio, súper moderno y tecnológico, cumple con todos los requerimientos y para hacerla redonda, Zhao le entrega a Swayer el control total de los sistemas de seguridad. Claro que hay malhechores esperando para echar mano a esos accesos, y así el buen William termina como principal sospechoso cuando el edificio empieza a sucumbir bajo las llamas de un incendio intencional y nadie logra activar los procedimientos de emergencia. Pero el equipo comando responsable del ataque, bajo las órdenes del mercenario Kores Botha (Roland Møller), no contaba con la presencia de la familia de Will en el edificio…, ni con la voluntad de este buen hombre que, a pesar de sus “limitaciones” y de estar marcado por la policía, hace todo lo posible para volver al rascacielos y rescatar a sus seres queridos. A partir de este punto, “Rascacielos: Rescate en las Alturas” se deshace de cualquier lógica (porque ni Superman saldría tan bien parado de semejante quilombo) y de sus motivaciones, ya que las razones del ataque no parecen justificar tamaña destrucción… ni argumento. Al menos, Hans Gruber la tenía clara y sólo le importaba la guita resguardada en las entrañas de la Nakatomi Tower. La excusa de Thurber –también responsable del guión- es un tanto flojita y refuerza esta noción de que sólo le interesa destacar los efectos, que no están mal pero tampoco impresionan, y las eternas destrezas de The Rock como héroe de súper acción, sin importar la historia que se cruce en su camino. El realizador cae en todos los lugares comunes de este tipo de aventuras, incluyendo a las autoridades que no hacen absolutamente nada (acá, ni hay policías o bomberos que entren al edificio para asegurase de que no haya gente atrapada); protagonistas femeninas incapaces de prender y apagar un celular por su cuenta (¿?), aunque tengan experiencia en combate y hablen una cantidad obscena de idiomas; y una pantalla gigante, estratégicamente ubicada en la ciudad, para que todo Hong Kong pueda presenciar las proezas de Swayer, sin importarles que enfrente tiene un rascacielos que se está cayendo a pedazos. O sea, hablamos de un edificio de 240 pisos de altura y este muchacho se mueve por las cornisas con una pata menos, y apenas sostenido por una soguita. Really? Nada es creíble cuando se trata de esta película, pero Thurber insiste en tomárselo en serio y, de paso, atraparnos con el drama familiar. Para alguien con tanta experiencia en la comedia, se le nota la incomodidad con “Rascacielos”, como un pez fuera del agua que trata de respirar a toda costa y meter un chiste al vuelo en los momentos más bizarros de la historia. Legendary Pictures desembolsó más de 125 millones para esta aventura, y a nadie le cabe la menor duda que va a romper taquillas en el mercado asiático. Ese es el público principal al cual está dirigido esta película, y se nota, por algo la ambientación en Hong Kong, la figura de Johnson (no olvidemos que “Rampage” fue un fracaso en los Estados Unidos) y el cine catástrofe/acción como primer incentivo. Si así funciona, ¿para qué molestarse con un guión mínimamente coherente? Sabemos que es posible, solo alcanza con ver los ejemplos que se dieron más arriba que, a pesar del paso del tiempo, siguen manteniendo la calidad y resonando en las cabecitas de los espectadores. Acá gana el pochoclo, las acrobacias más rebuscadas, la pantalla verde y las explosiones. Y claro, perdemos nosotros, incapaces de decirle que no a tantos espejitos de colores. LO MEJOR: - Qué bueno volver a ver a Neve Campbell en la pantalla grande. - Al menos invirtieron en algunos buenos efectos. - Ante la duda, siempre llamen a The Rock. O no. LO PEOR: - Basta de villanos de segunda categoría. - Basta de películas de The Rock, en serio.
Ridícula, algo tonta incluso, pero irresistible. Y encima con Dwayne Johnson. Así podría definirse Rascacielos: Rescate en las alturas, película que remite claramente a un cine a esta altura old-fashioned como el de las décadas de 1980 y 1990, más precisamente a las Duro de matar de John McTiernan y Renny Harlin. En este caso, Rawson Marshall Thurber (director de Pelotas en juego, The Mysteries of Pittsburgh y Un espía y medio) escribió y filmó un drama familiar con estructura de thriller y elementos de cine-catástrofe a partir del personaje de Will Sawyer (Johnson), un agente del FBI que pierde una pierna tras una explosión en un fallido operativo de rescate de unos secuestrados. Tras ese prólogo, la acción salta diez años hasta Hong Kong. Sawyer se ha casado con Sarah (Neve Campbell), tiene dos hijos pequeños y es un pequeño empresario de una compañía que asesora en temas de seguridad ante la gran oportunidad de su vida: ser el consultor de un multimillonario (Chin Han) que está por inaugurar allí la torre más alta y más moderna del mundo. Claro que a los pocos minutos se desata una confabulación interna y externa con mercenarios dispuestos a incendiar la aparentemente inviolable construcción. Y al bueno de Sawyer no le quedará otra que ir hasta la torre en llamas para salvar a su familia. Ese es el planteo de un film que tiene un argumento entre básico y torpe, pero está sólidamente narrado, tiene unos buenos recursos humorísticos (la pata de palo del protagonista será multiuso) y ese as en la manga que para cualquier película (ya sea comedia o de acción) es Johnson, probablemente la estrella más carismática de las últimas décadas. Quienes esperen un film lleno de matices, sorpresas y audacias hay que advertirles que Rascacielos: Rescate en las alturas no es la elección ideal. Se trata de una película clásica (más allá del uso de los efectos visuales y de algún regodeo con las nuevas tecnologías), algo elemental, pero en definitiva eficaz. No es un plato gourmet, sino más bien un combo de fast-food que deja una satisfacción efímera, pero cumple exactamente con lo que promete. Están advertidos.
Cualquier espectador un poco entrenado en el cine de acción de los últimos treinta años sentirá que el prólogo de Rascacielos: Rescate en las alturas -y probablemente también todo lo que viene después- le resulta familiar. El film comienza con un traumático operativo en una toma de rehenes que falla y le destroza media pierna a su protagonista, Will Sawyer (interpretado por el exitosísimo y omnipresente Dwayne Johnson), además de alejarlo para siempre de su trabajo en el FBI. Diez años después lo encontramos en Hong Kong, casado con una ex colega (interpretada por la noventosa Neve Campbell, quizás en camino a reconvertirse en heroína de acción), dos hijos, una pierna ortopédica y una pequeña empresa consultora en seguridad, a punto de intentar el negocio de su vida: asesorar al dueño de La Perla, el edificio más grande del mundo, una mole tecnológica autosustentable que está a punto de inaugurarse y de la cual los Sawyer son los primeros, experimentales habitantes. Por supuesto, pronto todo saldrá mal: un ataque terrorista de motivos misteriosos provocará un incendio en medio del edificio, la familia de Sawyer quedará atrapada en él y nuestro musculoso protagonista empezará una carrera descontrolada -con el fuego, las balas de un grupo de malos malísimos, su pierna y la fuerza de gravedad en su contra- para rescatarlos y, de paso, descubrir qué está pasando. Este es el punto de partida de la película y, con esta introducción, es obvio que nadie debería ir a verla esperando realismo. Esto no implica, por supuesto, nada malo: en el corazón del film, como en el de tantos otros, late un verosímil un poco absurdo, que no conoce de sutilezas, y que una vez puesto en marcha nos pide, como en cualquier ficción, que aceptemos sus reglas y sigamos adelante; en este caso, para concentrarnos en lo que verdaderamente importa: la acción. Y es ahí donde, incluso con sus lugares comunes, sus obviedades y su trama un poco delirante, Rascacielos: Rescate en las alturas funciona para el espectador que esté dispuesto a entrar en su lógica: en su colección de escenas vertiginosas -en el sentido más literal de la palabra “vértigo”-, de acrobacias imposibles y de efectos especiales puestos en función de la trama y sobre todo de la construcción de su coprotagonista: el edificio. Por la escalada incesante y los desafíos cada vez más extremos que le propone al personaje de Johnson, el film parece por momentos un viejo videojuego de plataformas. Pero uno de los buenos: uno de esos en los que hacemos fuerza cada vez que presionamos el botón de saltar, en los que sin darnos cuenta nos levantamos del sillón para darle un empujón extra al joystick y a nuestro personaje. Es fácil reconocer, incluso antes de verla, a qué familia de películas pertenece la de Rawson Marshall Thurber. Es muy probable que los títulos Duro de matar e Infierno en la torre se lean en todas las críticas habidas y por haber. Sin embargo, si hay algo que hay que reconocerle a este relato, es que lo suyo no es el pastiche irónico: Rascacielos: Rescate en las alturas abraza de corazón cierta tradición del cine de acción de los 80-90 y acepta su filiación sin necesidad de teñirla de esa pose posmo cool que mira de reojo a los géneros de los que se nutre y cree estar un par de escalones por encima de ello. Acá no interesa cuántas películas vio su director ni cuántos guiños puede reconocer el espectador: lo que importa es pegar el salto y entregarse a la ficción, por delirante que sea. Quizás el único momento de autoconciencia subrayada sea aquel en que el personaje de Johnson, ante el enésimo desafío que se le presenta, murmura: “Esto es estúpido”. Ese chiste y tal vez también la presencia constante de la masa de espectadores que, a los pies del edificio, siguen atentos sus saltos y caídas y le festejan absolutamente todo. Y quizás ambas cosas sean ciertas: es probable que el personaje de Johnson tenga un poco de razón, pero en algunos casos, insistimos, eso no tiene nada de malo.
A 30 años de la grandiosa Duro de matar (John McTiernan, 1988), el estreno de Rascacielos: Rescate en las alturas funciona como la triste prueba de que el cine de acción de Hollywood ha desmejorado. La película protagonizada por Dwayne “The Rock” Johnson no está a la altura de la protagonizada por Bruce Willis. En vez de homenajearla, se vuelve una falta de respeto idiota. Lo increíble es que la película escrita y dirigida por Rawson Marshall Thurber tiene momentos de adrenalina que logran mantener tenso y expectante al espectador, aunque ya sepa lo que va a pasar. Y algunas tomas provocan vértigo gracias a la convicción inquebrantable de esa mole que es Johnson. Pero unas pocas escenas no salvan la atrocidad general. Will Sawyer (Dwayne Johnson) es un exrescatista de rehenes del FBI. Después del incidente que lo deja sin una pierna, se dedica a la seguridad de rascacielos. Hasta que llega el momento de viajar a China para cuidar la torre más alta y segura del mundo. Will se aloja junto a su esposa Sarah (Neve Campbell) y sus hijos en uno de los pisos del rascacielos construido por Zhao Long Ji (Chin Han). Allí surge el conflicto: una banda de ladrones le roba a Will una especie de tablet, donde tiene todos los accesos al edificio, con la intención de ingresar al lugar y hacerlo estallar. La torpeza del filme se puede sintetizar con esto: inicialmente se explaya en un prólogo explicativo para justificar la pérdida de una pierna del protagonista, clave en la trama. Pero la película no continúa con ese rigor y se transforma en el cachivache de efectos especiales que tanto le gusta al Hollywood más descerebrado. Es decir, intenta que un detalle como el de la pierna de Will no quede como un capricho del guion. Sin embargo, para cada detalle disparatado que viene después no hay coherencia lógica. El de Rascacielos: Rescate en las alturas es un guion licencioso que confunde libertad y humor con fórmulas trilladas. Que el personaje de Johnson saque una soga de la nada para colgarse de la ventana y hacer acrobacias imposibles o que arregle todo con cinta adhesiva son chistes autoconscientes que no hacen gracia. Las cosas que Will hace con la pierna ortopédica son irrisorias y las peleas son ridículas. Sus automatismos son bobos, su previsibilidad aburre. Para peor, el héroe está al servicio de un empresario millonario, a quien defiende a muerte. Rascacielos: Rescate en las alturas es una comedia de acción de trazo grueso y reaccionaria como pocas. O como muchas que hay que combatir.
El personaje principal es Will Sawyer (Dwayne Johnson), un ex agente del FBI quien tiempo atrás en una misión tuvo un terrible accidente, como consecuencia le amputaron media pierna y usa una prótesis para moverse. En la actualidad trabaja como asesor de seguridad en el rascacielos más alto del mundo, ubicado en Hong Kong. Una banda de brutales terroristas se apoderan de este edificio y tiene planes especiales, el lugar donde se encuentra la familia de Will, Sara Sawyer (Neve Campbell, actriz de la saga “Scream”), quien trabajó en los servicios y en Afganistán, es muy valiente y protege sus hijos (como una leona): Georgia Sawyer (McKenna Roberts) y Henry Sawyer (Noah Cottrell), los acecha un lugar que queda envuelto en llamas. Will huye de las autoridades que lo buscan, tiempo atrás le tendieron una trampa, debe limpiar su nombre y librar a su familia. Los que sigue son luchas cuerpo a cuerpo, tiros, persecuciones, estallidos, momento a punto de caer al vacío, escenas increíbles, varios personajes temibles entre ellos una mujer sanguinaria que lo compone muy bien Hannah Quinlivan. Este es un thriller de acción, entretenido, la tensión es constante, a pura adrenalina, te mantiene pegado a la butaca, a los espectadores que se dejen llevar, no les da respiro, en un edificio inteligente con una tablet se controla todo, de todas maneras nadie se salvará, un protagonista que lucha contra distintos obstáculos, también le pone su cuota de humor con la pierna ortopédica que usa, en parte acordemos que el actor y luchador profesional estadounidense, conocido como The Rock, ya no tiene la misma movilidad para ciertas escenas. Cuenta con un buen elenco, efectos especiales y secuencias fascinantes, incluye todos los elementos técnicos que necesita, una buena fotografía del ganador del oscar Robert Elswit (“Petróleo sangriento”), la banda sonora de Steve Jablonsky, en una trama previsible, que tiene un poco de “Duro de matar”, “Infierno en la torre” y “El fugitivo” y sobre todo un público cautivo que le dará los réditos necesarios.
Tercera película de Dwayne “La Roca” Johnson en el año, "Rascacielos", de Rawson Marshall Thurber, es un entretenimiento de acción pura que cumple con lo que promete. Se podrán escribir muchas líneas sobre ella, pero nada la definirá mejor que una sola frase, “Es una película de La Roca”. El actor que ha iniciado su carrera como luchador de lucha libre en la famosa WWF se consolidó como uno de los héroes de acción más populares e indiscutidos de la actualidad. Tanto que este año nos regaló tres tanques protagonizados por él; y dos de ellos hasta la fecha han sido exitazos de taquilla con buena respuesta de críticas. ¿Cómo será este tercer Dwayne Johnson 2018? Dwayne aquí es Will Sawyer, un ex marine que sufre una accidente durante una misión en la primera escena de la película. Gracias a ese accidente, por un lado pierde una pierna (por lo que debe retirarse de su función); por el otro, gana a su esposa, la enfermera militar que lo atiende durante el hecho, Sarah (Neve Campbell, que sigue teniendo dificultades con los teléfonos a veintidós años de la primera "Scream"). Will ahora se desempeña como seguridad en un mega rascacielos de Hong Kong, no solo el más alto, sino con una altísima tecnología. El edificio está a punto de inaugurarse, por eso se mantiene una reunión de empresarios, y la familia de Will (Sarah con los dos hijos) se hospedan en el mismo como prueba. ¿Qué podría salir mal? ¿Dijimos que estamos en una película de acción, no? ¡Terroristas! Un grupo comando terrorista pretende hacerse con una tablet que sirve como control de seguridad de edificio en el que se halla toda su tecnología de avanzada. El arquitecto que posee ese control se encuentra dentro del edificio, Sarah e hijos también. Los terroristas deciden iniciar fuego (con un material ignífugo al agua, atenti) en uno de los pisos superiores de la torre para obligar a evacuar, y justo la familia Sawyer se encuentra en los pisos superiores al incendio (como siempre, hay un contratiempo, y se suponía que no iban a estar). Obviamente, Will deberá penetrar al edificio para salvar a los suyos; y de paso, cargarse a los terroristas. Rawson Marshall Thurber, que dirige y escribe, es más conocido en el mundo de la comedia con títulos como "Pelotas en juego", y "¿Quién *&$%! son los Miller?". Vuelve a trabajar con La Roca luego de la fallida "Un espía y medio", y esta vez debuta en el mundo de la acción con un guion de manual. Todos los lugares comunes de las películas de rescates, catástrofe, y hasta algo de héroe solitario, los podemos encontrar en "Rascacielos". Sin embargo, esos puntos, se vuelven a favor. Desde que la misma publicidad se encargó de mostrarnos afiches promocionales parodiando a "Duro de Matar" e "Infierno en la torre", sabemos que "Rascacielos", lejos de esconder, se vanagloria en “homenajear” a estos clásicos. Pero hay otra película, no tan conocida como estas dos, aún más parecida a la propuesta de este film. Justamente una con la que comparte título "Skyscraper/Rascacielos" del terror, película directo a video, de la mítica productora PM, que si por algo es recordada es por el protagónico de la conejita Anna Nicole Smith como una agente de seguridad que debía salvar un torre de la mano de unos terroristas. En ambas hay helicópteros, edificios en llamas, y agentes de seguridad ex oficiales. Pero en lo que más se asemeja "Skyscraper 2018" a "Skyscraper 1996" es en su estilo Clase B deliberado, eso sí, esta vez con presupuesto. "Rascacielos" no pretende tomarse en serio en ningún momento, su idea y su guion es básico, los malos son malos y los buenos son buenos (más allá de algún traidor, obvio). Hay inverosimilitudes, y escenas de acción que se burlan de la física y la lógica. Pero la película es consciente de ello y va hacia adelante, asumiéndolo, y utilizándolo a favor del entretenimiento. Si nos reímos, nos reímos juntos. Will Sawyer puede pasar como un MacGyver, hasta llegará a utilizar su pierna ortopédica (aunque no como nos hubiese gustado desafiando a la corrección política); y su as bajo la manga es el actor que lo interpreta. Dwayne Johnson es un ejemplo de perseverancia, luego de que su carrera en el futbol americano se truncara rápido, se reinventó y triunfó como luchador, triunfado y pasando al cine, como muchos otros. Pero lo que lo diferencia, además del éxito indiscutido, es su “necesidad” de probar distintos roles. Todos son héroes de acción, pero con características diferentes. No es lo mismo "Hércules", "Jumanji: En la Selva", "Rampage", o "The Rundown"; a cada uno le da características diferentes, con el carisma como marca registrada. Algo que lo acerca mucho a Arnold Schwarzenegger. "Rascacielos" puede parecerse mucho a "San Andreas", hasta podría ser una secuela; pero Will Sawyer es un tipo de héroe diferente. Él protege a su familia, y “viaja” hasta el lugar del peligro para hacerlo, pero no se pone en el lugar de mando. Los chicos, y sobre todo Sarah, también tendrán su participación y su cuota de intervención y acción. Los Sawyer son una familia del Siglo XXI con los roles en pleno cambio asumidos. Sarah no es la típica mujer en peligro que se limitaba a gritar para que la vengan a salvar, no es Bonnie Bedelia en "Duro de Matar". Acepta la ayuda externa de su esposo, pero ella se hace cargo mientras tanto. Que la interprete Neve “la aguerrida Sidney Prescott” Campbell ayuda perfectamente. Mucho vértigo, más acción de escenario que cuerpo a cuerpo (lo cual nos recuerda a la grandiosa "Riesgo Total"), personajes que cumplen lo que tienen que hacer, y héroes y colaboradores que aportan mucha empatía. Todo eso, sumado a la capacidad de burlarse de sus limitaciones, ubican a "Rascacielos" de Rawson Marshall Thurber por encima de la media. La Roca suma otro poroto este año y ya se ganó nuestros corazones.
Como habrán adivinado por el trailer o el póster promocional, Rascacielos guiña Duro de Matar. Aunque ahora es un ex militar el que no sólo se ocupa de la seguridad, sino que vive, con su familia (la noventosa Neve Campbell e hijos) en el edificio de marras, un monstruoso conglomerado hongkonés propiedad de un rico oriental. El combo incluye al héroe de acción del momento, el gran Dwayne "La Roca" Johnson, que siempre está bien. Y la catarata de fx vertiginosos esperable. Si la fórmula no funciona es, quizá, por los villanos poco memorables y un guión que va y viene del piloto automático hasta que Rascacielos termine por aburrir.
Para disfrutar mínimamente de "Rascacielos", la nueva película de Dwayne "The Rock" Johnson, hay que pactar con las convenciones básicas del cine de acción de los 80: desde el "Duro de matar" de Bruce Willis, en el mejor de los casos, hasta las películas más pálidas de Stallone de esa década. Ahí está The Rock, una encarnación algo devaluada de Schwarzenegger, solo contra el mundo para salvar a su familia, que está atrapada en el edificio más alto del mundo. Acá no hay vueltas de tuerca (apenas unas traiciones) ni giros forzados para generar misterio. No. Los villanos tienen cara de malos y quedan expuestos desde el principio. Y el personaje de The Rock tiene un pasado y un trauma que lo justifica, algo que es harto evidente en su pierna ortopédica. Es cierto que a "Rascacielos" se le notan mucho las costuras: de hecho la acción transcurre en Hong Kong y suma varios personajes orientales con la clara intención de vender en China. Pero también tiene todos los ingredientes para entretener y empatizar con el protagonista, desde peleas cuerpo a cuerpo hasta saltos imposibles, pasando por demostraciones de coraje y chicos en peligro. Basta con decir que al final de la película la gente aplaude en el cine, un gesto ciertamente extraño en estos tiempos, pero que era muy común en los años 80.
Sostenida por una pierna ortopédica. Es muy poco probable que todo aquel que se jacte de conocer algo de cine de acción no haya visto las hazañas de Bruce Willis en un clásico instantáneo como Duro de matar y más atrás en el tiempo si la cosa va por el cine catástrofe antes de Trump (una catástrofe en sí misma) el nombre indicado será Infierno en la torre, y todas sus relecturas y versiones posteriores donde el lugar es por lo general un edificio en peligro -sin olvidar claro medios de transporte, aeropuertos, submarinos, barcos, bondis- con gente en peligro y un héroe circunstancial a su rescate, sin quitarle protagonismo -claro está- al fenómeno de la catástrofe en sí mismo traducido en llamas kilométricas, explosiones, andamios que se desploman, ascensores que descienden en picada y cuanto elemento pase por la cabeza de un guionista con algo de sentido más que de inteligencia o cine encima. Efectivamente, por ese camino llegamos a lo que hoy se reconfigura como cine de acción, es decir, algo de los ’80, mucho inverosímil, gigantismo y una figurita perfecta para vender pochoclo hasta en China. El caso de Dwayne Johnson ‘La Roca’ es el más rentable dentro del espectro de la acción anabolizante por el momento y con mucho ensayo y error en otras aventuras dirigidas a distintos nichos de público para sacarle un poco de carisma o lustre a ese físico imponente y a esa mirada matadora que pondría colorado al mismísimo Derek Zoolander, creado por Ben Stiller. Así las cosas, la película dirigida por Rawson Marshall Thurber nos sitúa en Hong Kong, allí un edificio moderno, lujoso, ultra protegido y puesto a prueba para casos de emergencia necesita un supervisor de seguridad. Y en este caso no podría ser otro que Dwayne Johnson en modo padre de familia, con complejo de culpa por pasado traumático en el que casi no cuenta el cuento y cuyas secuelas le regalaron entre otras cosas una impresionante prótesis ortopédica en uno de sus miembros inferiores y una enfermera militar (Neve Campbell) para realizarse como familia con dos hemosas mozalbetas. La vuelta de tuerca no tardará en aparecer cuando el primer traidor detona el cataclismo, algo netamente predecible al minuto y medio de película, y entonces oualá: “la acción comienza porque la familia está en problemas y pese a la minusvalía del gran héroe americano nada será lo suficientemente importante para que deje de correr, saltar, trepar, reventar a trompadas a cuanto ojo rasgado se le cruce y someterse a terribles pruebas de destreza que únicamente una mente fría y sin drogas, con un corazón de piedra pueden superar”. Como dice el dibujito del chanchito Porky para los nostálgicos o vintage que están de moda: “¡Eso es to-to-todo amigos!”
Dwayne Johnson es un ex agente del FBI que deberá rescatar a su familia atrapada en un edificio en llamas. La película no se llama ni Duro de Matar, ni Infierno en la torre, ni Volcano ni tampoco es Comando. Lo que sí es cierto es que comparte con ellas por lo menos algún punto, llevándolas al extremo en más de una escena. “La Roca” es hoy el actor mejor pago de Hollywood y, es vox populi, que cuida mucho su imagen en todas sus películas, siendo el bueno, el familiero, el que tiene honor, no usa drogas y rescata animalitos en peligro. En los últimos años lo viste en diferentes películas luchando con narcotraficantes, contra Vin Diesel “mano a mano”, contra el mismísimo mar y más recientemente “a puño limpio” contra cocodrilos y gorilas de más 10 metros. Para emparejar las cosas en Rascacielos: Rescate en las alturas decidieron que en el comienzo de la película pierda una pierna, pero esto no será un impedimento para todo lo que tendrá que hacer (saltar de edificio a edificio, luchar contra tres hombres a la vez o salvar a su familia de un rascacielos con más de 200 pisos en llamas). Como nos tienen acostumbrados este tipo de películas podemos decir que los malos son muy malos y los buenos son buenos. Se los ve, se les nota y no existe tal cosa como la “redención”. China y Estados Unidos (representados por el multimillonario que construye el rascacielos La Perla y “La Roca” el héroe que todo lo puede y tratará de salvar a su familia) serán nuestros buenos, pero siempre hay algún sociópata, preferentemente de un país de Europa del Este, que tratará de que las cosas no salgan bien y que nadie sobreviva. Con esto dicho, pareciera que les estoy pidiendo que no se acerquen al cine a ver Rascacielos: Rescate en las alturas. Pero no es así, por el contrario, acérquense porque aburrir no aburre, las escenas de vértigo funcionan tanto como las escenas de acción cuerpo a cuerpo. También, deberé admitir que “la Roca” tiene su carisma, tiene su energía en la pantalla y pocas son las cosas que uno pueda llamar malas o desastrosas de su parte. O quizás yo no pueda llamarlas así.
SIN VÉRTIGO Treinta años han pasado desde el estreno de Duro de matar y la obra maestra del tándem Bruce Willis-John McTiernan sigue entregando copias o derivaciones con mínimas variantes. Eso no está mal, al contrario: indudablemente se pudo encontrar ahí un molde narrativo y estético que aplicado de manera pertinente da enormes frutos. Ahí tenemos películas como Riesgo total, Máxima velocidad o El ataque que funcionan como rendidores entretenimientos aún desde sus instancias más ridículas. Pero no es una fórmula mágica, que arroje resultados de manera instantánea, y un film como Rascacielos: rescate en las alturas es un ejemplo de cómo varias tuercas pueden quedar sueltas. O demasiado ajustadas. No es por pereza que falla la película de Rawson Marshall Thurber, que reúne a priori todos los elementos que corresponden para este tipo de tramas de acción: un edificio ultra-tecnológico y supuestamente impenetrable; un grupo de terroristas que logra infiltrarse con fines muy específicos; el héroe improbable (en este caso, un ex veterano que perdió una pierna) que debe rescatar a su familia y limpiar su nombre; y las probabilidades casi imposibles, que incluyen un incendio que va escalando y devorando cada vez más pisos. Y que encima suma un enorme despliegue de pirotecnia, acrobacias y efectos especiales, más la presencia de Dwayne Johnson, un actor que siempre aporta fisicidad y humanidad en dosis equilibradas. Pero también sobra cálculo y diseño, como si el relato no pudiera ocultar el proceso por el cual encastra todas sus piezas. Quizás uno de los problemas principales sea, paradójicamente, la estampa de Johnson, cuya centralidad casi absoluta termina devorándose el film, en detrimento de todos sus demás componentes. En un punto ese foco extremo es comprensible, porque estamos claramente ante una película que se construye como un vehículo para su estrella. Pero a cambio, tenemos un villano sin carisma, cuyos motivos son irrelevantes; un núcleo familiar que es supuestamente el impulso para las acciones del protagonista pero que está lejos de generar empatía. Todo en verdad pasa por lo que puede hacer Johnson, lo cual explica que los roles secundarios sean ocupados por estrellas asiáticas –Byron Mann, Tzi Ma, Chin Han, Hannah Quinlivan- en pos de llevar más público de esas latitudes pero sin darles entidad a sus personajes. En parte Rascacielos: rescate en las alturas parece hacerse cargo de que detrás de toda su parafernalia lo único relevante es la figura de Johnson, por lo que está repleta de guiños y chistes autoconscientes, más un trabajo casi obsesivo en la imagen del héroe –que incluye la mediación por parte de dispositivos como celulares o filmaciones de los noticieros- y hasta una puesta en crisis de sus capacidades físicas por la falta de una pierna. Sin embargo, esa autoconsciencia no sirve para acercar al espectador al relato, sino que tiene un efecto contraproducente: la distancia frente a los hechos narrados es sideral, lo cual lleva al peor escenario para este films, que es la total previsibilidad. Cuando hablamos de previsibilidad, no nos referimos a que no se pueda intuir cuál va a ser el resultado final (los buenos siempre ganan en este sub-género), sino a que se ven venir todos los giros, dilemas o momentos supuestamente ingeniosos. La única excepción es el último enfrentamiento, donde la película parece liberarse un poco de sus ataduras y juega de manera perspicaz con los espejos y apariencias. El resto de Rascacielos: rescate en las alturas carece de sorpresa y vértigo, un film que se erige como una estructura tan gigantesca como vacía.
El cine de acción trabaja para volver creíbles las proezas de sus protagonistas siempre enfrentados a ejércitos de enemigos o a situaciones con peligros imposibles. Rascacielos hace lo opuesto: Rawson Marshall Thurber tiene que conseguir que el personaje interpretado por The Rock parezca vulnerable, tarea nada sencilla si se sigue un poco la filmografía del tipo, sobre todo de sus últimas películas, donde puede vérselo midiéndose con amenazas cada vez más espectaculares (en Rampage, por ejemplo, el hombre participa de una pelea entre monstruos gigantes que diezman una ciudad entera). Para que la fórmula de cine catástrofe funcione, el director tiene que despojar a The Rock de su aura de héroe indestructible y humanizarlo. La solución llega desde el guion y consiste en incapacitarlo y en secuestrar a su familia: tras una operación con rehenes fallida del FBI, Will Sawyer pierde una pierna y debe cambiar de vida. Años después, la historia lo encuentra en Hong-Kong trabajando como asesor de seguridad para un magnate que está por inaugurar la torre más alta del mundo. Ni bien se inicia el ataque, el protagonista es traicionado por un amigo, su familia queda cautiva en el edificio y Will debe volver al lugar para rescatarlos (en toda la premisa se sienten ecos de otras películas de Dwayne Johnson: de Terremoto: La falla de San Andres, donde hacía a un rescatista que se movía entre derrumbes; y de El infiltrado, donde era sometido a un conjunto de restricciones realistas –no realizaba hazañas, no disparaba, no le pegaba a nadie– y terminaba herido y con muletas). No es que eso alcance para contener la personalidad expansiva de Dwayne Johnson, pero al menos se lo transforma en un héroe más cotidiano, de este mundo, que no anda por ahí aplicando llaves de sueño en plan autoconsciente y diciendo: “That’s a big arm, don’t fight it”. Lo que sigue, entonces, es el despliegue habitual de hazañas físicas a lo largo de una torre de doscientos veinticinco pisos tomada por terroristas: una Duro de matar tamaño XL, digamos. La película levanta el relato en torno a The Rock y a su familia (comandada por la madre cuarentona que hace Neve Campbell, que sigue igual de linda que hace años), con ocasionales momentos delegados en los villanos; imagino a los últimos directores que tuvieron que trabajar con The Rock como a esos jugadores poco agraciados que solo tienen que darle la pelota al 10 del equipo, que es el que queda a cargo las gambetas y los lujos. Rawson Marshall Thurber es un poco eso: le da pases a su protagonista, devuelve paredes y a lo sumo manda centros, pero no arriesga ninguna jugada, ningún brillo propio. En parte, el asunto es perfectamente comprensible: en algún momento de los últimos años, The Rock pasó misteriosamente de ser un actor efectivo aunque un poco tosco a construirse una presencia cinematográfica como pocos otros. Se trata del raro (y despreciado) talento de los actores que solo podrían trabajar en cine como Tom Cruise o Bruce Willis, personalidades que fulguran en las imágenes con una técnica poco vistosa pero contundente, lo contrario de lo que pasa con las actuaciones impostadas que reciben elogios inmediatos. Hoy en día es difícil que un plano que contiene a The Rock no se concentre totalmente en torno a su figura, a su cuerpo inverosímil: el hombre le roba protagonismo a cualquier compañero u objeto, incluso al espectáculo visual de una torre que se consume en llamas. Esto reverbera en los villanos, contraparte fundamental del género, que acá parece que no estuvieran: uno es un mercenario despiadado que busca venganza, otra una asiática que asesina a sangre fría y otro un falso business man que se infiltra en la torre y permite la entrada de los terroristas. Ninguno es un verdadero desastre, pero tampoco logran hacer algo por fuera de lo que dicta el estereotipo mínimo, como si lo que viéramos fuera apenas el grado cero del mal. La película descarga todos sus esfuerzos en el escape de Will y de su familia de las trampas, los derrumbes y el fuego que devoran la torre. The Rock sale del edificio y tiene que volver a entrar burlando el cordón policial: se le ocurre hacerlo trepando durante varios metros por una grúa (con una pierna menos), revolear su gancho hacia uno de los pisos elevados y desde ahí descender por un cable. Puro Dwaybe Johnson, piensa uno, mientras se dispone a disfrutar de la escena: después de sortear complicaciones, pelearse con policías y de lidiar con imprevistos relacionados con la física y la gravedad, The Rock salta, cae pesadamente, se agarra justito del borde, se corta las manos y los brazos y trepa al edificio. Acto seguido, se protege las heridas con cinta aislante. En apenas una escena, el hombre se llevó puesto entero el dispositivo narrativo que la película había construido hasta el momento: el marco de realismo que el comienzo trató de insuflarle a la película es barrido con la trayectoria de un salto imposible. Como todos los actores bigger than life, Johnson se impone a loa designios del relato y consigue que la película trabaje para él.
Cualquier espectador por más distraído que entre al cine, con sólo visualizar el afiche del filme, sabe qué va a ver y a qué atenerse. Es por eso que la idea primaria es ver la realización sin demasiadas pretensiones, desde el orden de la correcta construcción tanto de los personajes como narrativamente, para luego pasar los efectos especiales y el montaje pertinente al género al que anexa. Para, por último, entregarse, siempre y cuando estas premisas se cumplan, al simple placer del entretenimiento tan liso y llano como ingenuo. La idea promocional de la película se sustenta en una equiparación a dos exitosos filmes del siglo pasado, “Duro de Matar” (1988) “Infierno en la torre” (1974). Los cambios entre las nombradas y el actual, pueden ser sutiles en cuanto a presentación y desarrollo de los personajes, mientras John McClane no perdía oportunidad de generar empatia a través de su heroicidad utilizando el humor, Will Sawyer (Dwayne Johnson) no sólo no hace una sola broma sino que es meloso en los momentos menos oportunos. Por otro lado encontramos el cambio que se produjo en las mujeres, de la intencionalidad de independencia ejercida por Holly McClane (Bonnie Bedelia), todavía como la dama en peligro que necesita ser rescatada, a Sarah Sawyer (Neve Campbell) que no sólo puede hacerlo por su cuenta sino que hasta tiene el “don”, o la habilidad, de ayudar a su ser amado cuando éste lo requiere, y sin demandarlo. Así es que, desde ya digamos, que es de tonto todo, plagado de diálogos del mismo orden, mientras desde un relato en si mismo todo es previsible al extremo. Sin embargo no termina por aburrir, será el carisma de su protagonista, será que cada vez que aparece Neve Campbell sube un escalón el producto (haciendo un paréntesis, la actriz de la saga Scream, parece un vino añejado en roble, en todo sentido se puso mejor con los años). Uno de los tantos problemas de la producciñon es que se toma todo en serio, entonces, por ejemplo, incluye una traición, tipo “Mision imposible” (1996) de Brian De Palma, que se resuelve en menos de tres minutos, aunque en realidad, a como se la presenta, ya se la intuye. O la confusión del bueno considerado como el verdadero peligro, se podría poner varias veces la abreviatura etc. para expresar el catalogo de lugares comunes que posee el guión, pero como en medio de tanta catarsis hay alguna que otra laguna, no vale la pena. Uno sabe que va a suceder de un momento a otro sin embargo marcha, hasta funcionan, a medias, claro. Los elementos expuestos que no hacen al desarrollo especifico del filme, digamos la pierna ortopédica del héroe, una habitación que se asemeja a un laberinto de espejos, el asma de un personaje o la profesión de medico de la “semidiosa” esposa, un destino van a cumplir, y lo consuman. Hasta los malos, y mala (también presente), están así constituidos desde las miradas hasta la posturas corporales y el diseño de vestuario incluido, sólo les faltaría el sombrero negro para ser un western de los ‘50. Will Sawyer, el protagonista, es un veterano de los marines de los EEUU, antiguo miembro de las fuerzas de rescate de rehenes del FBI, que en la actualidad es dueño de una compañía asesora de seguridad. Es llamado como encargado de verificar los sistemas de seguridad de uno de los edificios más valiosamente tecnificado del mundo, uno de los más altos, uno de los mas costosos, y uno de los tantos en que la mafia “mundial” ha lavado dinero. (Si me olvido de algún detalle pido disculpas, pero, a quien le importa) Para ello deberá viajar a China, lo hace con su mujer y sus dos hijos, pero no cuenta con que el edificio de repente ha comenzado a arder, justo debajo del piso en que se haya alojado su familia. Lo dicho, si va con espíritu de entretenimiento el producto cumple, si empieza a analizarla se desarma como un castillo de naipes, bueno, un edificio.
La hipótesis consiste en que Dwayne Johnson está haciendo las remakes de los grandes films-catástrofe de los setenta con todo lo que puede incluirse en este siglo. Y lo hace con humor (en este caso, el realizador Marshall Thurber es especialista en comedias) y con un grado de invención absurda notable. Aquí es un ex experto en rescate de rehenes que perdió una pierna, se reconvirtió en consultor de seguridad y va a parar con su familia al más alto y moderno y lujoso edificio del mundo. Pero a) toman el edificio, b) aparece un incendio, c) su familia está arriba de las llamas, c) lo buscan como culpable. Infierno en la torre más Duro de matar más toda posibilidad de que la gente corra el riesgo de caerse de cientos de metros más el carisma de don Dwayne más imágenes que impactan. Otra de esas películas generosas que comparten su diversión (absurda, que se muestra como tal) con el espectador. Un cine que cree en que, sin personajes -y sin gente amable interpretándolos a gusto- no hay efecto especial que valga la pena.
Se puede considerar buena o mala según lo que estés buscando: El punto clave como para definirlo está en el contraste que hay entre la acción que es constante,y el punto flojo de la historia que es la...
Crítica emitida por radio.
Si mezclamos a Infierno en la Torre con Duro de Matar obtenemos Rascacielos: Rescate en las Alturas. Para los memoriosos y los cinéfilos de alma, el olor a reciclado es tan fuerte que uno puede decir de cual de las dos películas citadas pertenece tal o cual escena. Tenemos otro rescate ridiculo con tablita puesta sobre un voraz incendio, en donde dos miedosos deben cruzarla antes que el borde donde se apoya se desplome; hay tipos colgando de cuerditas y flotando por el borde de un gigantesco rascacielos de 220 pisos antes que la soga se acabe o se cercene. Hay un villano buscando un tesoro (no una fortuna en títulos del tesoro a lo Hans Gruber, sino un disco duro con un software que puede (y lo ha hecho) rastrear todas las cuentas fantasmas de las principales organizaciones criminales del mundo), y hay un tipo desesperado por salvar a su familia. Lo único que le falta al final, cuando a Dwayne Johnson lo cubren con mantas los socorristas, es que empiece a gritar “Holly, Holly!” y pongan a Vaughn Monroe cantando Let It Snow, Let It Snow, Let It Snow. Rascacielos no es una película mala; es bastante entretenida y está plagada de proezas imposibles y agujeros de lógica enormes, pero uno disfruta esas locuras porque Dwayne Johnson está en el medio. Como al moreno le falta una pierna, no es todo lo ágil que debiera así que debe ingeniárselas para acercarse a sus enemigos ya que en corto rango puede ser letal. La trama traída de los pelos es que se trata de un ex agente de las fuerzas especiales, lisiado durante una de sus operaciones y que ahora posee una pequeña empresa de seguridad… razón super estúpida por la cual un súper millonario chino lo contrata para testear la seguridad de su súper rascacielos de 220 pisos, dotado de parque temático y turbina eólica propia. Están los traidores de turno, y están los mercenarios de turno, que quieren hacerse con el disco duro del millonario y para ello no se les ocurre una idea mas discreta que prenderle fuego a medio edificio y cancelar los sistemas anti incendios. No sólo es un espectáculo dantesco que puede verse desde miles de kilómetros de distancia sino que atrae a millones de espectadores y policías al lugar. Obviamente la sutileza no está a la orden del día. Mientras tanto Johnson renguea pero es capaz de dar saltos que Usain Bolt sería incapaz de hacer – desde una grúa cercana hasta el edificio ubicado a casi 20 metros de distancia y a cientos de pisos de altura -, mamporrea a medio mundo con su pierna de titanio y arregla todo con cinta de embalaje. Si hay una sorpresa en medio de todo este estofado, es ver a Neve Campbell en el rol de ex doctora militar badass. La Campbell era preciosa de adolescente y daba ideal para papeles románticos y lloricosos (por eso funcionaba bien en Scream) pero, cuando crecés, tenés que demostrar que tenés algún talento adicional aparte de poner los ojos rojos y moquear con facilidad. Acá opera como una especie de ayuda externa del sufrido Johnson, colabora con la policía y termina por darle la biaba a un par de villanos. Nada mal para la ex Party of Five. Rascacielos: Rescate en las Alturas se deja ver. Johnson siempre es simpático, la acción no da respiro y la trama está traída de los pelos – ¿en serio un americano con una firma chiquita de seguridad revisa un super rascacielos?¿no hay nadie mas que pueda hacer lo mismo en toda la China, donde hay miles de millones de personas?; tan solo una vil excusa para poner un astro americano en una coproducción que debería seducir al gigantesco mercado chino y obtener una buena box office -, pero el calco de escenas de películas mas famosas y mas conocidas es demasiado fuerte y predecible. Eso sin contar con la idiotez de la Perla, cuyo único uso útil es crear un palacio de espejos (al estilo del final de El Hombre del Revolver de Oro o, si quiere, de La Dama de Shanghai de Orson Welles) para confundir a los malos que son mayoría. Quizás la idea de los productores de Hollywood sea que, en algún momento, la generación de cuarentones / cicuentones como nosotros se muera, y la taquilla esté compuesta únicamente por millenials, tipos superficiales que no saben lo que pasó hace 20 años y odian las películas antiguas porque no vienen en alta definición o traen actores desconocidos (¿Steve McQueen? ¿Paul Newman? ¿Quiénes son esos? ¡Qué efectos especiales mas patéticos!), olvidándose que fue la era de los grandes directores y las grandes ideas y que, sin ellas, no existiría el actual cine norteamericano.
Luego de varios años retirado, Will Sawyer, ex-líder de un equipo de rescate de rehénes del FBI, trabaja como encargado de evaluación de sistemas de seguridad. En un viaje de trabajo a China, se le encarga evaluar la seguridad de “La Perla”, el rascacielos más alto en la historia y declarado como el más seguro en impenetrable. Sin embargo, esta fama esta apunto de ser puesta aprueba. De la mano de Dwayne Johnson y el director Rawson Thurber, quienes ya trabajaron juntos en “Un Espía y Medio”(Central Intelligence), llega “Rascacielos: Rescate en las Alturas”, otra película de “La Roca siendo La Roca mientras salva al mundo”, muy inspirada en recordadas películas del género como “Infierno en Llamas” y “Duro de Matar”. Siguiendo la línea antes mencionada “Rascacielos” sigue los patrones clásicos, héroe solo contra el mundo, hordas de villanos y variopintos desafíos a resolver a base de astucia y grandes cuotas de suerte (también conocida por algunos como “Plot-Armor”). La Roca y sus dotes actorales La historia no pretende sorprender con giros alocados ni subvertir expectativas. El guión es consciente de que esto es una historia donde lo que premia es la acción y el suspenso y, salvando algunas conveniencias argumentales, lo logra sin problemas y sin dejar ningún detalle al aire. Sin restarle mérito a la acción, la cual cumple con lo esperado en una cinta de estas características, el punto más alto son las escenas de escalamiento. El buen manejo del suspenso, sumado a la perspectiva de las tomas, a más de una le provocaran una intensa sensación de vértigo. La vista desde el Rascacielos Carente pretensiones y completamente auto-consciente, “Rascacielos” no anda con vueltas y ofrece lo que promete. A los fans de La Roca y sus películas los dejará satisfechos. Si buscan “profundidad”, solo van a encontrarla en las tomas aéreas.