¿Qué tiene que ver esto con la familia Shazam? La magia que le otorga los poderes a Billy y a sus hermanos y hermanas viene de los dioses griegos, sin dudas este será el disparador de una gran disputa entre ambas familias, que se enfrentarán en una batalla épica por sus superpoderes, sus vidas y el destino de su mundo… Con su tono relajado, bastante cómico y definitivamente familiar, esta segunda entrega de ¡Shazam! nos habla de la relevancia de permanecer junto a la familia y a nuestros seres queridos. En este sentido es un film que nos recuerda la importancia de la confianza mutua para construir vínculos y pone en evidencia que solo es posible luchar contra las adversidades si crecemos juntos/as, puesto que solo así podemos llegar a ser más fuertes. Al mismo tiempo que veremos a la familia Shazam a través de una aventura mágica y épica, notaremos cómo Billy deberá aprender a confiar en sus hermanos/as y cómo ellos/as deberán comprometerse con sus acciones y con la humanidad.
Tras la primera entrega de 2019, ¡Shazam! La furia de los dioses vuelve en muchos sentidos recargada, pero al mismo tiempo repitiendo varias de las fórmulas narrativas, dramáticas y visuales más transitadas del universo superheroico tanto de DC Comics como de Marvel. De hecho, las bromas explícitas a The Avengers no maquillan el hecho de que esta secuela toma unos cuantos elementos del objeto de su burla. La principal pero no demasiado trascendente novedad de ¡Shazam! La furia de los dioses tiene que ver con las antagonistas, las Hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas vengativas que llegan a la Tierra para recuperar la magia que les robaron hace mucho tiempo. Tras una escena inicial con un robo en un museo de Historia, Hespera (Helen Mirren), Kalypso (Lucy Liu) y la joven Anthea (Rachel Zegler, la revelación del musical Amor sin barreras), mantendrán un creciente enfrentamiento con los queribles y algo patéticos superhéores que ya conocimos en la entrega anterior. En efecto, Billy Batson (Asher Angel) es el adolescente de Filadelfia que vive con padres y hermanos adoptivos y se debate entre las típicas problemáticas juveniles (para colmo ahora sufre del síndrome del impostor) y cómo manejar los poderes de sus alter-egos como superhéroes adultos. Cuando Billy se convierte en Shazam (interpretado por un siempre payasesco Zachary Levi) su vida entra en otra dimensión (hay, por supuesto, alguna elemental apelación al multiverso). Entre la comedia torpe (Shazam es como una versión ATP de Deadpool) y la épica romántica (Billy tendrá flirteos con Anthea), esta nueva película de Sandberg terminará optando en su segunda mitad por el apocalíptico “rompan todo”, un festival de CGI con una montaña de secuencias de acción en la que se destruye media Filadelfia tras la aparición de un montón de monstruos mitológicos (dragones, minotauros, grifos, unicornios e inmensos felinos). La sensación final que dejan los 130 minutos de ¡Shazam! La furia de los dioses es que esa acumulación, ese desborde permanente y ese intento por llenar todos los casilleros del cine de superhéroes le termina jugando en contra porque la película quiere ser muchas cosas a la vez, pero no profundiza en ninguna. Un remedo por momentos eficaz y en otros rutinario de muchas otras películas que deja en el camino varios de los hallazgos y características distintivas que había conseguido metido en su propia burbuja el film original. PD: Como en toda película de superhéores, hay dos escenas post-títulos ligadas, en este caso, a la Liga de la Justicia y la Sociedad de la Justicia del Universo DC, y al malvado Thaddeus Sivana de Mark Strong. No adelantaremos, claro, su contenido. Para eso deberán soportar los más de 10 minutos de créditos finales.
Esta nueva entrega de las aventuras de Billy Batson como líder del grupo de herederos de Zeus, dueños de poderes sobrenaturales, se vale del humor y la ironía para construir un relato que tiene mucho de comic y que suma a las grandes Hellen Mirren, Lucy Liu y Rachel Zegler en roles claves para la nueva historia. Muy divertida y entretenida.
La sinopsis del filme nos cuenta que Billy Batson y sus compañeros adoptados han recibido los poderes de los dioses pero aún están aprendiendo a compaginar sus vidas de adolescentes con sus alter - egos superheróicos. Pero cuando las Hijas de Atlas, un vengativo trío de antiguos dioses, llegan a la Tierra en busca de la magia que les robaron hace mucho tiempo, Billy -alias Shazam- y su familia se ven envueltos en una batalla por sus superpoderes, sus vidas y el destino de su mundo. Esta segunda entrega, como siempre y si es que la primera lo tuvo, pierde la sorpresa, por lo cual termina siendo una repetición, cambiando algunos personajes, en términos de construcción narrativa. Sin embargo cuenta en su haber con la presencia de muy buenas actrices como invitadas, Helen Mirren, Lucy Liu y Rachel Zeglerinterpretan a Hespera, Kalypso y Anthea, respectivamente, también conocidas como las Hijas de Atlas. Si bien se nota que Helen no se lo toma demasiado en serio, solo fue cuestión de divertirse, Rachel Zegler se destaca y Lucy Liu cumple, solamente. Mirren esquivo hablar del filme diciendo que la trama de la secuela es “Demasiado complicada”
Hacia la mitad final de la película, el superhéroe de turno le grita a su antagonista: “¡Te engañé, Khaleesi!”. La referencia a Game of Thrones es uno de los muchos guiños a la cultura popular actual que aparecen en las más de dos horas del film. Y a esa altura de la trama el espectador puede empezar a preguntarse si será el último. Alerta de spoiler: no lo es. Ni por asomo. De hecho, prácticamente cada escena de esta secuela de ¡Shazam!, uno de los menos conocidos integrantes del universo de superhéroes de DC, contiene menciones a otros personajes de ese mundo pero también incluye retazos más o menos explícitos de la saga de Harry Potter-otra propiedad intelectual de los estudios Warner-, y hasta de otros tanques cinematográficos como Star Wars. La intención de los guionistas es bastante evidente: aunque la trama de la nueva película no sea muy original o coherente, al menos –suponen– está en el mismo registro de esas historias tan exitosas. Pero no es así. La mezcla de personajes conocidos con una muy libre interpretación de la mitología griega resultan en un pastiche que entretiene solo de a ratos. El resto del tiempo aparece el desconcierto y la sensación de que nada de lo que se está viendo tiene demasiado sentido. En el film ¡Shazam!, estrenado en 2019 se contaba la historia del adolescente Billy Batson, un chico abandonado por sus padres que terminaba recalando en un hogar de acogida donde finalmente encontraba a una pareja dispuesta a que formara parte de su familia. El final más o menos feliz se complicaba cuando Billy se cruzaba con un poderoso hechicero que le otorgaba el poder de los dioses. Un regalo que luego él compartía con sus hermanos. El resumen es necesario porque la secuela no se ocupa de explicar cómo es que un grupo de adolescentes tiene la capacidad de transformarse en superhéroes o por qué el fortachón que interpreta Zachary Levi es tan inmaduro o por qué recurre a un pediatra para atenderse. Más allá de las torpes elipsis de la trama –que incluye a Helen Mirren y Lucy Liu como las vengadoras hijas de Atlas en busca de recuperar sus poderes–, uno de los puntos más desconcertantes del guion es la incapacidad o el desinterés por hacer que las dos encarnaciones de Billy tengan al menos un punto de contacto. En su versión de héroe, encarnado por Levi, Billy no para de hablar, de meter la pata y de comportarse como el adolescente más verborrágico que haya existido nunca, mientras que en su estado original, interpretado por el fotogénico Asher Angel, el personaje sea más bien un taciturno joven que carga con más traumas de los que se puedan contar. En el caso de sus hermanos, las transformaciones respetan las características de los personajes más allá de la forma que asuman, uno de los pocos aciertos de la película que, cuando se centra en Freddy (Jack Dylan Grazer), el hermano menor de Billy, gana algo del interés del que carece el resto del cuento.
Las películas de superhéroes perdieron hace tiempo el poder de la sorpresa. A esta altura del partido, cuando Marvel transita la fase cinco de su imperio cinematográfico y DC ya tiene una docena de películas estrenadas, el formato parece agotado. La mayor virtud de ¡Shazam! La furia los dioses aparece en el intento sobrehumano de buscar algunas variantes a las convenciones del género ya repasadas hasta el hartazgo. David F. Sandberg había tratado de diferenciarse en la primera ¡Shazam! con un éxito relativo a fuerza de comedia adolescente, otra fórmula hoy día ya gastada. ¡Shazam! La furia de los dioses se muestra ingeniosa de entrada, cuando el superhéroe repasa el argumento completo de la primera película en menos de 30 segundos, mientras habla desde el diván con un médico, que apenas consigue explicarle al atribulado superhéroe que no es psiquiatra y su especialidad es la pediatría. Y ahí mismo la película hace explícitas las dos ideas que sobrevuelan toda la trama: identidad y familia. La película recurre constantemente a este par de conceptos al estar centrada en la lucha de las hijas de Atlas por recuperar los superpoderes que le fueron arrebatados al titán. Esos mismos atributos son los que poseen el adolescente Billy Batson y sus hermanos, que al mencionar la palabra Shazam se transforman en superhéroes adultos. Alter ego superheroico El protagonista, mientras defiende el planeta de ese par de ninfas dispuestas a todo, deberá además inventarle a su alter ego superheroico un nombre y resolver los traumas de la infancia para encontrar su lugar en el mundo. Zachary Levi vuelve a ponerse, con un candor ajustadísimo a su personaje, el traje de superhéroe y a Jack Dylan Grazer se lo nota otra vez comodísimo en el doble rol de hermano y mejor amigo. Las grandes incorporaciones al elenco aparecen con las deidades griegas, en la despiadada Kalypso de Lucy Liu y la soberana Hespera que interpreta Helen Mirren. La actriz inglesa tal vez sea el gran diferencial de la película a partir del compromiso sobrenatural que demuestra en cada batalla, bien lejos de prestarse a ceder su prestigio en un pequeño rol poco demandante (otra práctica habitual en este tipo de cine). La secuencia de acción inicial de ¡Shazam! La furia de los dioses pone la vara demasiado alta: la ninfa interpretada por Lucy Liu le susurra al oído a un hombre “desata el caos” en un museo y todos los turistas del lugar se transforman en una suerte de zombis salvajes que de golpe terminan petrificados como la escultura de Atlas que enaltece el lugar. Sandberg trata de seguir tirando toda la carne al asador en cada enfrentamiento de los jóvenes superhéroes y, entre enemigos y compinches, aparecen más ninfas, minotauros, troles, mantícoras, arpías, un mago, un dragón “de madera” y lóbregos unicornios fanáticos de las golosinas. El cineasta intenta aumentar la intensidad para la llegada del clímax, pero la pelea final en el campo de un estadio de béisbol entre la despótica Kalypso y Shazam no está a la altura de los presagios. El dilema interno que, al momento de enfrentar su destino, martiriza al superhéroe en busca de su identidad se convierte en una lucha más atractiva que esa última batalla que transcurre en el domo.
"¡Shazam! La furia de los dioses": gigantismo inane La continuación de la primera "¡Shazam!" trata de un grupo de hermanos adoptivos que, al gritar esa palabra, adquieren la fisonomía inflada de los encapotados, pero sin dejar de ser adolescentes. “¡Ábrete, Sésamo!” no es el único término cuya enunciación invoca lo mágico. “Shazam” es la palabra que permite que un adolescente común y corriente se convierta en un superhéroe con poderes que en su vida hubiera esperado tener. Y es también el título de la película que mostró, cuatro años atrás, que el universo cinematográfico de DC Comics era capaz de tomarse un poco menos en serio todo lo que ocurría dentro de la pantalla, una aproximación muy distinta a la que venía ensayando con sus Batmanes y Supermanes hundidos en la oscuridad de sus traumas y asuntos irresueltos. Nuevamente dirigida por David F. Sandberg, un asalariado de Warner que ocupó la silla plegable en los films de terror Annabelle y Nunca apagues la luz, entre otros, ¡Shazam! La furia de los dioses retoma la línea de su predecesora… pero un ratito. Por fuera de eso, se trata de una (otra) historia de superhéroes salvando al mundo de unas mujeres malvadas, todo en medio de una batería de efectos digitales que, lejos de sumar, le quitan puntos a una película con potencial para haber sido, sino mejor, al menos (un poco) distinta. La nunca del todo valorada plataforma Star+ estrenó a principios de este año Soy extraordinaria, una serie británica que transcurre en un mundo igualito al nuestro, con la salvedad de que cuando lxs chicxs llegan a la mayoría de edad se les revela un súper poder. Hay de todo, desde una chica que puede “dejarse poseer” por muertos y utiliza su particularidad para dirimir herencias en un estudio de abogados, hasta un muchacho capaz de convertir todo lo que toca al formato PDF. La serie mezclaba muy bien el universo simbólico de lo heroico con el de las comedias sobre adolescentes en busca de un camino personal propio, una convivencia que también anida en el núcleo interno de ambas ¡Shazam! A fin de cuentas, se trata de un grupo de hermanos adoptivos que, al gritar esa palabra, adquieren la fisonomía inflada de los encapotados, pero sin nunca dejar de ser adolescentes. Es un ejercicio contrafáctico y, como tal, imposible de validar, pero La furia de los dioses hubiera sido una película mucho más refrescante y relajada si hubiera decidido mantenerse en el camino de acompañar a sus protagonistas en las aventuras cotidianas propias de esa franja etaria. Pero no. A cambio, los enfrenta a las hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas vengativas que llegan a la Tierra para recuperar la magia que les robaron hace mucho tiempo. Diosas interpretadas por la jovencita Rachel Zegler, la revelación del musical Amor sin barreras, y las veteranas Helen Mirren y Lucy Liu, que actúan con las mismas ganas con que se hace la cola de un banco para pagar impuestos durante la ola de calor. Si el camino de aquella película imaginaria –que podría ser algún multiverso, algo nada descabellado dado el baño de prestigio que el Oscar a Todo en partes al mismo tiempo le dio a ese concepto– de pibes normales enfrentando la rutina ordinaria con elementos extraordinarios abría las puertas a un film más volcado a lo humorístico, el del gigantismo y la espectacularidad que adopta Sandberg lleva al film hacia la neurosis habitual de este tipo de películas. Es así que pasa de un chiste absurdo a un diálogo grave sobre el mundo y la humanidad, y de allí a una referencia a los primos de Marvel. Una película que, como suele pasar, quiere ser muchas cosas y termina siendo ninguna.
Finalmente se estrenó la secuela de Shazam! después de una exitosa primera parte en 2019. Con dirección de David F. Samberg, y con guion de Henry Gayden y Chris Morgan, la acción se desarrolla en Filadelfia, donde Billy Batson (Asher Angel), de diecisiete años atraviesa problemas de inseguridad con respecto a sus poderes y si es merecedor de ellos.Vive con sus hermanos y padres adoptivos, Víctor Vásquez (Cooper Andrews) y Rosa (Marta Milans). Billy se transforma en un superhéroe (Zachary Levi) gracias a un mago que le dio superpoderes cada vez que dice la palabra mágica (Shazam) y los comparte, actuando en bloque, con sus hermanos. Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer) se convierte en: "Freddy" (Adam Brody), Darla (Faithe Herman)/ "Darla" (Meagan Good), Mary Broomfield/ "Mary"(Grace Caroline Currey), Pedro Pena (Ovan Armand)/ "Pedro" (DJ Cotrona), y Eugene Choi (Ian Chen)/ "Eugene" (Ross Butler). Como en toda película del género, tiene que haber villanos. Aquí las dos mayores hacen su entrada triunfal al robar de un Museo, un mágico bastón de madera que le otorga poder a su poseedor. Hespera (Helen Mirren) puede controlar el clima y Kalypso (Lucy Liu) la mente. La tercera es la adolescente Anthea (Rachel Zegler), con el poder del eje de rotación. Como Ann, la joven asiste al Colegio adonde concurren los Vásquez. El motivo de la llegada de las hijas del Dios griego Atlas es recuperar lo que les fue robado por "Wizard" (Djimon Hounsou), por lo que Shazam se verá envuelto junto a sus hermanos en una lucha para defender a su familia y eventualmente, al mundo entero. Sin ánimo de spoilear, la película intenta buscar el chiste de manera casi permanente, pero esta vez el humor, no está tan logrado. Las escenas de acción son buenas, hay un gran despliegue y visualmente, cumple. El problema es un guion algo desordenado que no ofrece nada más original que lo que ya hemos visto en films de superhéroes. Esperaba un poco más porque la primera me había parecido muy entretenida. De todas maneras, brinda lo que los fanáticos de los personajes de DC cómics van a buscar.
Si hay un universo del que no se tiene certeza alguna de lo que va a pasar en lo inmediato, es el de DC. Con despidos, reinicios y continuaciones viviendo en simultáneo, llega a nuestros cines ¡Shazam!: la furia de los dioses, secuela de la mediocre y regulera Shazam. Veamos si esta segunda parte mejoró en algo. Volvemos a ver a Billy Batson, quien ya convive armónicamente tanto con su nueva familia, como con los poderes que comparte con la misa. Pero un error del pasado tendrá consecuencias ahora, cuando las hijas de Atlas busquen recobrar sus poderes y de paso, vengarse contra la humanidad. Como habrán intuido en el primer párrafo, la primera entrega de Shazam en el cine me gustó muy poco; en especial, por la nula coherencia que había entre el Billy niño con el Billy superhéroe, siendo este último insoportable, y además encarnado por un actor que no me resulta gracioso. Y si a eso le sumamos que como cinta de superhéroes en sí era un poco genérica, mal vamos. Y por desgracia, o por suerte (si les había gustado), esta segunda parte es bastante continuista con su predecesora. Así que otra vez tendremos una película plagada de chistes que, dependiendo del criterio de cada uno, funcionan o no (en mi caso, la sala estaba muerta) y alguna que otra escena de acción que corta con tanta comedia. Pero ahora con el aliciente de que por la mitad, literalmente no pasa nada, al grado de escucharse varios bostezos. Esto es sinónimo de que el ritmo de ¡Shazam!: la furia de los dioses es bastante irregular, con algunos momentos de sopor, y otros de bastante adrenalina. Porque si, esto no se puede negar, en el tramo final, la película levanta bastante, y si bien no presenta nada que no se haya visto antes, no se puede negar que la cosa se pone entretenida, al grado de importarnos si nuestro protagonista muere o no, y eso también es síntoma de que por momentos, hay cosas destacables dentro del mar normalidad que presenciamos. También toca hablar un poco de los efectos especiales, algo casi obligatorio en el subgénero de superhéroes. Por momentos se ve muuuuuuy bien, y el diseño del dragón que se ve en el trailer es espectacular. Pero en otras escenas, tanto las caras o como el “pegado” de los actores con el fondo, nos hace acordar bastante a los peores momentos de la competencia de DC. En conclusión, ¡Shazam!: la furia de los dioses es una película regular. Por momentos aburre bastante, pero cuando se pone buena, lo es. Después dependerá de cada uno si entra en el humor que propone, o que tanto la va a recordar con el paso de los días.
Es fundamentalmente una invitación a la diversión, asi como en el 2019 y con el mismo director, David Sandberg fue una encantadora historia de origen, ahora regresa con su familia extendida, los hermanitos adoptivos que tienen alter-egos sobrehumanos similares. En las secuelas siempre se pierde la frescura del descubrimiento pero aquí los autores Henry Gayden y Chris Morgan se esmeraron. Es que con la carga de aventuras y efectos CGI se inventaron un trío de diosas, que aportan lo mejor y más original a la familia comandada por el querible Zachary Levi. Helllen Mirren, Lucy Liu y Rachel Zegler ( Amor sin barreras de Spielberg) son diosas griegas malvadas, hijas de Atlas, que llegan para reclamar los poderes mágicos que el mago les arrebató. Todavía poseen demasiados pero se ve que son insaciables. Un equipo formidable que permite delirios varios,, monstruos vintage y de los otros y nos dejan con ganas de más. Es un film dedicado a las audiencias más jóvenes con el encanto de las viejas películas del género, simplista, sin pretensiones, pero que brinda deleite y posee corazón. Se abraza al humor revoltoso, un poco tonto pero siempre efectivo. Para encanto de los fans habrá un deleitable cameo. Y para el estreno hay escenas post títulos que no revelan ningún secreto pero que son realmente divertidas.
¡Shazam! La furia de los dioses es una comedia de aventuras adolescentes con muchas sorpresas, buenos y divertidos gags (el del hechicero disfrazado de Wonder Woman; por ej.), con un espectáculo grandilocuente de CGI en el final, donde prima la creatividad en el diseño de las criaturas.
¡Shazam! La furia de los dioses (Shazam! Fury of the Gods, Estados Unidos, 2023) es la secuela de la adaptación cinematográfica del personaje de DC Comics realizada en el año 2019. Tal cual ocurría con aquel film, se trata del acercamiento más ligero y tonto de DC al mundo de los superhéroes. No es un accidente, es así y está buscado. Si la primera película disfrutaba siendo infantil, acá le agregan una posible seriedad que no es tal. Se ha dicho que estas películas son las más parecidas al estilo Marvel dentro del mundo DC y es posible que haya algo de eso, pero el problema es que quiere parecer al estilo ligero de Guardianes de la galaxia y termina siendo fea y aburrida como Eternals. Tal vez es hora de parar un poco y pensar el cine de superhéroes, porque hay señales de agotamiento y una calidad técnica que va en retroceso. La novedad de la secuela está dada por las Hijas de Atlas, unas antiguas diosas que vienen a buscar la magia que les fue robada en el pasado. Ellas son Hespera (Helen Mirren) Kalypso (Lucy Liu) y Anthea (Raquel Zegler), diosas de la diversidad también, para que no haya problemas. En eso la película cumple. Así es el cine actual, si se cumple con la bienvenida diversidad nadie se fija en sí hiciste una buena película. La proeza inesperada de esta secuela es conseguir que Helen Mirren esté, por primera vez, poco creíble en su rol. Si alguien que parecía infalible de pronto está haciendo papelones en la pantalla, algo está realmente mal. Y el superhéroe gracioso que hace el protagonista Zachary Levi, que por ser en un adulto en un cuerpo adolescente es inmaduro e inocente, ya no tiene más gracia ni chistes para decir. Nunca hubo nada interesante acá, ahora hay menos. Pero claro, escenas post créditos y un cameo de primer nivel, en eso se ha convertido el cine actual o al menos eso nos quieren hacer creer.
Lo que tienen en común las películas de superhéroes es una clara autoconsciencia. Sus historias son juegos de adolescentes, sueños de niños sublimados en aventuras imposibles. ¡Shazam! La furia de los dioses quizás sea la que mejor lo expresa, ya que ninguna otra película de superhéroes tiene como eje la conversión de un adolescente en su alter ego superpoderoso, como si hiciera realidad la fantasía lúdica de la infancia. Al igual que la película de 2019, esta secuela también está dirigida por David F. Sandberg y protagonizada por Zachary Levi como Shazam, además de continuar con sus protagonistas adolescentes Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer) y Billy Batson (Asher Angel), quienes junto a Pedro (Jovan Armand), Darla (Faithe Herman), Mary (Grace Caroline Currey) y Eugene (Ian Chen) se convierten en Los Campeones para luchar contra las Hijas de Atlas, integradas por Hespera (Helen Mirren), Kalypso (Lucy Liu) y, la más joven, Anthea (Rachel Zegler). En la anterior entrega, la idea de que el niño Billy adquiera los poderes del hechicero Shazam (Djimon Hounsou) y se convierta en el superhéroe del rayo funcionaba en todos los niveles y DC lograba una película efectiva gracias a su espíritu juguetón, una suerte de teen movie superheroica con mucho humor y sentido de la aventura. En esta segunda parte se redobla la apuesta, aunque el guion no tiene mucho para ofrecer y se estanca en situaciones que recurren más a la fórmula ya probada que al ingenio o a la innovación, y los personajes adolescentes (ahora todos con la capacidad para convertirse en superhéroes adultos) pierden el protagonismo y se diluyen en diálogos dispersos y en escenas que priorizan el CGI antes que la acción. Aun así, la película tiene algunos momentos logrados, como cuando Freddy conoce a Anthea en el colegio, o cuando los adolescentes intervienen con alguna acotación humorística en sus momentos de descanso. Es decir, la película cobra fuerza en las escenas laterales, las que están para relajar o para desarrollar las subtramas. Esta vez el problema se presenta cuando las Hijas de Atlas vienen al mundo de los humanos a recuperar el báculo quebrado por Shazam en la anterior película y a recuperar la magia y el poder que les robaron. El personaje de Anthea es la clave de la historia, el más interesante y dubitativo porque es el que va a estar con un pie en este mundo y con el otro en el de las diosas vengativas, sin saber por quién luchar. Es Anthea quien va a intervenir en los momentos más álgidos para salvarles la vida a los del bando opuesto, sobre todo la de Freddy, con quien tiene una historia de amor decisiva. El otro punto favorable es la aparición, en el tramo final, de varios monstruos atractivos y amenazantes, desde dragones y unicornios enormes hasta una especie de orcos peligrosísimos que desatan el caos en las calles de Filadelfia, con escenas en las que se explota al máximo los efectos visuales. Y eso es todo lo que esta segunda parte tiene para ofrecer. ¡Shazam! La furia de los dioses está por debajo de la anterior, pero mantiene cierto ritmo y cuenta con algunos minutos que exudan amor por el cómic, con una secuencia final que sorprende por la aparición de un personaje importante de DC, prometiendo posteriores entregas que, seguramente, los tendrán como protagonistas.
El regreso de uno de los héroes más poderosos del DCEU es inminente y aquí les adelantamos, sin spoilers, con que se encontrarán.
Crítica publicada en Youtube.
¡Shazam! La furia de los dioses: lo primero es la familia Un niño en un mundo de hombres Con la espada de Damocles del reseteo a nivel narrativo de la compañía de DC -luego de lo que será el Flashpoint de Andy Muschietti– en algunos meses, se estrena la segunda parte del(los) superhéroe(s) más conectado con la magia en la actualidad: ¡SHAZAM! ¿De qué va? Dotados con los poderes de los dioses, Billy Batson y sus hermanos adoptivos aún están aprendiendo cómo hacer malabarismos entre la vida adolescente y sus alter-egos como superhéroes adultos. Pero cuando las Hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas vengativas, llegan a la Tierra en busca de la magia que les robaron hace mucho tiempo, Billy, también conocido como Shazam, y su familia se verán envueltos en una batalla por sus superpoderes, sus vidas y el destino de su mundo. El tandem Zachary Levi como protagonista y David F. Sandberg como director habían logrado crear una cinta divertida y fuera del sentimiento medio oscureli que daba vueltas alrededor del universo DC en la era Zack Snyder. La primera parte de Shazam tiñó la pantalla de una ingenuidad y sorpresa, con efectos visuales muy decentes y un villano a la altura (Mark Strong como el Doctor Sivana). Era un momento de mucho caos a nivel estudio, y fue tan buena la recepción entre tanto ruido que automáticamente habilitaron una segunda parte. Hoy las cosas no están diferentes: la llegada de James Gunn y el reinicio que va a tener todo este multiverso cinematográfico vuelve a interponerse en el análisis de la película. Se siente como nacida muerta: todo el tiempo (al ser un ejemplo bastante fresco de rotura de la cuarta pared y bromas al respecto del mismo universo) se hacen chistes con un mundo que a partir de Junio no existe más. Se habla del Superman de Henry Cavill, del Aquaman de Jason Momoa, la Wonder Woman de Gal Gadot… nada del Black Adam de Dwayne Johnson ni del Batman de Ben Affleck. “¿Y por qué no analizás la película en lugar de la coyuntura?” preguntarían con razón. El tema es que toda la narración deja de hablar de sí misma para posicionarse como parte de algo más grande (similar a la Fase 4 de Marvel), y eso mas grande ya se sabe al día de hoy terminado… Entonces, no funciona desde ese lugar. Incluso el Deus Ex Machina del final -totalmente descolgado- responde a la misma dinámica. Hablando de la película en sí: villanas random, hijas de uno de los Dioses que otorgaron el poder de Shazam deciden destruir la Tierra porque en algún momento el mundo de la magia quedó desterrado del nuestro. Shazam, mientras tanto, intenta crear una fuerza de choque con sus nuevos familiares boosteados pero al ser tan distintos todo es complicado. Ahora, a nivel historia nada es sorpresivo, impresionante o disruptivo. Las antagonistas son tres, e intentan crear un halo de misterio con una de ellas pero es tan burdo y mal ejecutado todo que la ves venir al instante y además: SPOILER Sos una diosa de más de 6000 años, conoces a un nene de 15 años e interactuás con él diez / quince minutos y ¿¿¿te enamorás como si no existiese un mañana??? FIN DEL SPOILER Las explicaciones DE TODO las da un lápiz mágico que parece nacido de las filas de Hogwarts, mientras que el protagonista se toma TODO en joda. Se entiende que estamos ante un adolescente de 17 años en el cuerpo de un adulto, que además consigue poderes y -con eso- una responsabilidad. Pero ¿por qué actúa como un nene de 7 años con déficit de atención? Billy Batson y Shazam parecen personajes totalmente diferentes, y eso queda bastante marcado con Darla la hermana más pequeña: ella sí justifica su costado más naive y lo mantiene en ambas formas (la de niña y la de adulta). El protagonista se pasea como bola sin manija todo el tiempo, sin preguntarse demasiado nada (salvo en “o todos juntos o nada”) y no siendo el conductor de la trama, solo un elemento reactivo. Esto quita bastante épica y emoción hacia el tercer acto. El tercer acto sin duda levanta la vara, no sólo a nivel de vfxs (que se ven muy trabajados) sino por una estética en los monstruos que hace recordar a Ray Harryhausen y funciona. Un product placement que da demasiado cringe y una situación que pone al protagonista solo frente a la villanía… dejando de lado todo lo que se buscaba comunicar desde el principio. Hay dos escenas post-créditos (una continuación de la escena post-créditos de la 1, y otra que da a entender quien es el jefe hoy) y un final tiradísimo de los pelos con cameo incluido. ¡Shazam! La furia de los Dioses termina siendo difusa en sus búsquedas: habla de un universo a punto de rebootearse, busca apuntar a un público infantil (que creo que va a encantarle) pero hacia el final busca por otro lado, y al ser pensada para mas peques, el guion cae en un trabajo que toma medio de tonto al espectador con chistes que no funcionan tanto porque se apuntan a los adultos cuando debería ser a los más chicos. Sin embargo, no pretende más que entretener y lo hace a fuerza de buenos efectos visuales y un muy bien trabajado tercer acto.
APRENDIZAJE COMPLETO Si Shazam! se planteaba, con relativo éxito, como una pequeña comedia de aventuras adolescente en una línea ochentosa y contemporánea a la vez, su secuela no pretende innovar en demasía. Ese gesto, donde la repetición convive con la profundización y expansión, le termina jugando a favor y la coloca en un lugar distintivo dentro del universo de DC, que está a punto de entrar en otra etapa de reformulación. ¡Shazam!: la furia de los dioses es honesta y consistente con su predecesora y consigo misma, incluso en sus defectos. Hoy que decir que, en su vocación por consolidar un tono juvenil y despreocupado, el film de David F. Sandberg (nuevamente a cargo de la dirección) va de menor a mayor. El relato parte desde un momento de crisis para Billy Batson/Shazam: le cuesta erigirse como líder de su grupo de héroes (que a su vez es cuestionado por los habitantes de la ciudad donde viven), no consigue consolidar su propia identidad dentro de su familia adoptiva y su autoestima está en baja. Para colmo, la entrada a la adultez se aproxima rápidamente e indudablemente no se siente preparado para eso. En ese contexto, irrumpen las Hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas que arriban a la Tierra buscando la magia que les fue robada hace un largo tiempo. A partir de ahí, se desatará una batalla por los poderes de los protagonistas, pero también por sus vidas y hasta por la supervivencia del planeta. A la película le cuesta plantear su conflicto central, en buena medida porque la abundancia de personajes lleva a un despliegue de subtramas a las que les lleva un tiempo amoldarse entre sí. Pero pasado el primer tercio, se hace cargo de lo que debe contar y avanza sin culpa ni solemnidad, priorizando un sentido donde lo lúdico y la comicidad van de la mano. De hecho, la cantidad de idas y vueltas que hay con el argumento solo podrían sostenerse desde una apuesta constante al disparate, y la puesta en escena de Sandberg se muestra plenamente consciente de ello, aunque sin caer en una canchereada cínica. Y eso sucede porque el relato transmite un cariño innegable por los distintos personajes, que son cabalmente el centro de todo lo que vemos: por más que haya referencias a otras figuras de DC, lo que importa es lo que les pasa a Billy y sus amigos, a esa pequeña familia ensamblada desde la amistad y un heroísmo casi involuntario, pero aún así sincero. Ese acto de aferrarse a sus jóvenes protagonistas, a sus amoríos, dudas, deseos, dramas y gestos heroicos, conducen a que, al momento de arribar a las resoluciones, ¡Shazam!: la furia de los dioses alcance un cierto nivel épico y hasta conmueva un poco. Sin ser una maravilla, a pesar de sus baches y arbitrariedades narrativas, esta secuela mejora a su predecesora y redondea apropiadamente el recorrido de aprendizaje de sus personajes principales e incorpora a otros relativamente atractivos. Es difícil que, con los nuevos planes de DC Studios, la saga de Shazam siga adelante, como bien lo indica esta nota, pero quizás eso no deje de ser una buena noticia: al fin y al cabo, Billy Batson y sus compañeros de aventuras alcanzaron la madurez justo a tiempo.
El universo DC en el cine también se ha expandido mucho en los últimos años. En uno de sus varios intentos por dejar la solemnidad y oscuridad de muchas de sus películas apareció Shazam! Una película hecha para toda la familia, con una premisa ganchera que le permitía encontrar el humor en la idea del niño en el cuerpo de un adulto sumado a la de convertirse con la sola mención de una palabra en un superhéroe. Cuatro años después nos llega su secuela, bajo la dirección una vez más de David F. Sandberg. En esta oportunidad, el superhéroe interpretado por Zachary Levi debe enfrentarse a las poderosas hijas del Dios Atlanta. La película nos sitúa en principio en Atenas, cuando dos mujeres irrumpen en un museo para hacerse con las dos mitades del básculo partido que le dio los poderes a Billy Batson y sumergen el escenario en una masacre. A su vez, Billy continúa en la casa con su familia numerosa, con el temor de que al cumplir los 18 años todo eso se termine. Su lema es siempre hacer todos juntos en equipo siempre y es así que a escondidas de sus padres salen cuando la ciudad los requiere en sus trajes de superhéroes adultos. Pero la ciudad de Filadelfia no los tiene muy bien vistos y siempre se enfocan y difunden lo peor de sus actos, por lo que no tienen una buena fama no importa cuánto lo intenten. En resumen, siguen siendo un grupo de inadaptados y Billy todavía ni siquiera consigue encontrar su propio nombre de superhéroe. David F. Sandberg vuelve a hacer acopio de la cultura pop para sembrar citas, algunas más explícitas que otras, a cómics, películas y series. Recordemos que el director viene del cine del terror y en los primeros minutos ya nos regala un par de referencias desde el nombre de un doctor y los muñecos en un consultorio. Pero también consigue seguir explorando la edad de estos muchachos, que empiezan a despertar sexualmente ya sea a través de una compañera nueva que les gusta o de las fantasías continuas con la Mujer Maravilla, que se enfrentan porque sus gustos y sus caminos parecen querer empezar a bifurcarse, y a eso se le suma el enfrentamiento con poderosas e implacables diosas interpretadas por Helen Mirren y Lucy Liu, actrices que se entregan al juego que la película propone. El guion es simple en esencia pero recargado en cuestiones de humor y en espectacularidades. Siempre hay tiempo para un chiste más y la historia con seres de otro mundo abre las puertas en un momento a una infinidad de criaturas mitológicas y destrucciones de manzanas enteras. Esta segunda entrega es una digna secuela de aquella. Sabe a lo que aspira, al espectador al que se dirige. Como mencioné, es una película familiar por lo que tanto el humor como las temáticas (la familia como núcleo siempre) siguen muy presentes. A Levi incluso se lo ve más cómodo en su papel aunque sigue sin poder evitar un registro demasiado diferente al de Asher Angel quien interpreta a su mismo personaje en adolescente, y la presencia de las nuevas figuras femeninas (además de las mencionadas tenemos a Rachel Zegler de West Side Story) le aporta mucho. Sin dudas los mejores momentos de las películas son aquellos con problemáticas y situaciones más cotidianas. De todos modos, aunque algo aparatoso, el enfrentamiento final es un rejunte de momentos de acción bien dirigidos, que se entienden más que en muchas otras películas del género. Hay momentos, o chistes, menos logrados, como cuando se parece más a un comercial que a una película, pero en general los personajes a esta altura ya tienen su dimensión y sus idas y vueltas resultan creíbles y naturales. Como es de esperar, hay un par de escenas post-créditos, una más en plan chiste y otra que abre posibles futuras líneas narrativas. También cuenta con un importante cameo del mundo cinematográfico de DC. Shazam! La furia de los Dioses es una película entretenida y con personajes carismáticos. Helen Mirren se roba cada escena y Lucy Liu no decepciona como la implacable diosa. Cae en mucha fórmula repetida pero el corazón y su modestia en comparación con otras del mismo universo le juegan a favor. Un escalón por encima de su predecesora aunque no termine de explotar todo su potencial, en especial teniendo en cuenta que detrás se encuentra un director joven pero que ya demostró ser capaz de utilizar la oscuridad a su favor.
¡SHAZWASSSSSSPPUFF! En esas competencias en las que gana quien permanece más tiempo sumergido en el agua conteniendo la respiración, no sólo el ganar trae satisfacción sino adrenalina en los milisegundos en que uno se apura para alcanzar la superficie y dar así una bocanada de aire fresco. Algo similar a esto último resultó ser la primera de ¡Shazam!, en gran parte por aquello de tomar la premisa de que un adolescente de manera fantástica adquiera la contextura física de un mayor sin dejar de ser un menor -como el Tom Hanks de Quisiera ser grande– y darle la vuelta de tuerca de ya no importar realmente cuál es la misión o qué hay que hacer para concretarla sino la de contar con un personaje por demás gracioso en cada momento de aparición en pantalla, el interpretado por Zachary Levi, hasta ese momento un ignoto para mí. También se sumaba una incorporación que resultó ser aquello que se denomina “newcomer”. Me refiero al actor Jack Dylan Grazer, quien si bien no personifica al jóven que pronuncia y se convierte en el protagonista, fue de lo mejor que tuvo el film. Esto último se reitera en ¡Shazam! La furia de los dioses, no así lo primero. ¿Qué pasó entre ambas ¡Shazam!? El aluvión de películas de superhéroes se hace sentir; sean de DC o Marvel, mucho no importa. Se acentúa un desgaste, una fatiga. No obstante, en algún momento llega una que revitaliza el género como fue el caso de Guardianes de la Galaxia y el ciclo se reinicia una vez más. ¡Shazam! 2 quedó patas para arriba en esta afirmación: lo que en la primera era gracioso, ya en esta nueva no lo es. El que sea convocada una actriz como Helen Mirren es lo análogo al Anthony Hopkins en Thor, o digamos Michael Douglas, Robin Wright o Annette Bening, etc.; no es más que pagar una presencia desganada. Mirren interpreta a Hespera, quien junto a Kalypso (Lucy Liu) y Anthea (Rachel Zegler, revelación de la nueva West Side Story), son las Hijas de Atlas que vienen a la Tierra a recuperar la magia robada. En una primera escena, el grupo de adolescentes camina en banda antes de decir la palabra que los convertiría en esos superhéroes mayores. Uno de ellos viste una remera con el logo de los Goonies, algo que quizás el director David F. Sandberg haya querido evocar al reunir al grupo conformado por distintas fisonomías y estereotipos. En momentos como el actual, todo atisbo de corrección política y progresismo se resalta con un trazado grueso por el cual es de esperar que un personaje salga del closet, y las tres hermanas sean mezcla de distintas etnias y nacionalidades. ¡Shazam! 2 deconstruye en gran parte lo logrado en el primer film. Esencialmente, ¡Shazam! 2 es aburrido, no entretiene, algo pecaminoso en lo que justamente se define como cine de entretenimiento. Llegamos a un punto de cine de superhéroes en el que por fin se cae la premisa de elogiar un efecto especial, porque ya ni eso impacta. Nace una noción del “efecto de bajo presupuesto” en las que encima son películas de presupuestos millonarios. Algo que sí está bien en esta era de reversiones, universos paralelos y guerras de franquicias es la burla de Shazam hacia otros personajes de DC e inclusive Marvel. Algo que si bien no es novedoso, al menos quiebra todo tipo de solemnidad entre franquicias. ¡Shazam!, la primera, fue esa bocanada de apenas un poco de aire fresco. El resto es seguir estando sumergidos y aguantando la respiración.
¿Por qué la saña con Shazam: La Furia de los Dioses?. Hay un montón de cosas que hace bien y, la más importante, tiene el corazón en el lugar correcto. Por supuesto es inferior a la original – la que rozaba la perfección, era cómica y conmovedora, y tenía el heroísmo admirable y puro que tenía el Superman de Chris Reeve -, pero no merece la lapidación, desidia y/o cinismo generalizado del grueso de la crítica estadounidense. Lo que ocurre es que los críticos yanquis son como los tiburones: huelen sangre y salen a hacerse el festín sin importar la víctima. Es cierto que hay cosas que saltan a la vista – obvia interferencia del estudio (el reclutamiento del final, ausencia del archivillano mas conocido de la saga, etc), inconsistencia con las expectativas del original (¿a dónde fue a parar Sivana y Mr. Mind?), cierta disparidad del libreto que reduce a Asher Angel a un cameo en su propio filme -, pero tiene sus momentos cómicos, sus momentos emotivos y sus momentos de gran heroísmo. Y también su cuota de Deus Ex Machina pero, sino, no sería un filme del DCEU. Pasemos a la previa. Como todos ya saben a esta altura del partido, Dwayne “La Roca” Johnson metió un montón de presión para hacer su película de Black Adam en solitario e intentó construir una nueva etapa en el DCEU girando exclusivamente alrededor de él. La hizo retrasar durante años hasta tener el hueco adecuado en su agenda – y ni aún así el producto final fue decente -, descartó a Zachary Levi por no estar a la altura de su estrellato y prefirió resucitar brevemente a Henry Cavill como Superman para que la nueva etapa terminara en un brutal enfrentamiento entre él y el Hombre de Acero. La idea de la Roca no es nueva – Vin Diesel hizo lo mismo con Rápido y Furioso construyendo la franquicia alrededor de su persona y le dio enormes dividendos – pero falló miserablemente y terminó expulsado amén de prometer secuelas que no se concretarán jamás (algo que se ha convertido en una marca de fábrica del DCEU). Pero, además de todo ese daño, la Roca impidió que los miembros de la Sociedad de la Justicia (¿remember Hombre Halcón, Atom Smasher, el fenecido Doctor Fate, etc?) reclutaran a Shazam en la secuencia post créditos de este filme, mandando a dos miembros de tercera línea del escuadrón de Amanda Waller a enrolar al superhéroe del rayito. Mas tóxico no podía ser. Es por todo eso que el DCEU debe terminar de una vez y James Gunn / Peter Safran (que también es productor de este filme) deben resetear sí o sí el universo de superhéroes de DC si aún están a tiempo de hacer unos dólares antes que el género se sature y se agote. Entre las últimas entregas mediocres de DC y el desborde de series a medio cocinar y malos filmes de Marvel (que también se cobró una víctima con el despido de Victoria Alonso, pieza importante del staff de Kevin Feige, luego del escándalo por trabajo esclavo de todas las agencias de efectos especiales al servicio del sello rojo), el género de superhéroes cruje mal y se precisa un gran título (¿la última de Flash?) para restaurar la fe del gran público en él. Es por todo eso que una parte de Shazam: la Furia de los Dioses se siente boicoteada. La verdad es ésta: la primera no recaudó una locura – solo 367 millones de dólares contra un presupuesto de 100 millones – pero prometía ser el inicio de una saga en crecimiento – algo como ocurrió con John Wick, que empezó tibia en taquilla pero alabada por la crítica en todas partes, y puede despedirse en la cuarta entrega con el taquillazo que siempre mereció (debutó con 73 palos verdes este fin de semana!) -. Este segundo capítulo, algo mas dispar, puede que recaude menos pero Shazam nunca va a estar en el club del billón de dólares. Aún así, es una franquicia que James Gunn debería retener porque tiene méritos, corazón y es mas consistente en su lógica interna que un montón de otros experimentos de DC. Incluso es superior a la última de Ant-Man, aunque le pese a Marvel. Aquí las tres hijas de Atlas – ¿por qué son una anciana (Helen Mirren, criminalmente desperdiciada), una madura asiática y una pendex latina, en primer lugar? – van a recuperar a la Tierra el báculo que le dio el poder a Shazam y cuya energía proviene de su padre. La idea es utilizar el báculo para reestablecer el Árbol de la Vida y revivir el Olimpo. Ok, no es el plan más malévolo y brillante del mundo, es solo una premisa simple. Mientras tanto la familia Marvel… digo, Shazam y hermanos se dedican a hacer actos super heroicos en Filadelfia. Claro, son todos pibes y son torpes y advenedizos así que es mas lo que destruyen que lo que salvan – razón por la cual se ganan el apodo de los Fiascos de Filadelfia -. Mientras los hermanos convirtieron a la Roca de la Eternidad (¿Hogwarts?) en una cueva adolescente llena de golosinas, videojuegos y televisores gigantes, al toque llegan las diosas hermanas a la ciudad y comienzan a sembrar el caos. Y, como son una familia, los hermanos superpoderosos van a hacerles frente. Es curioso ver como el libreto le saca casi toda la atención a Billy Batson humano (Asher Angel) y se la dedica a Jack Dylan Grazer. Ok, el chico del bastón es más empático por muchas razones – es un nerd adorable, es un lisiado que va de frente contra los bullys aunque lleve todas las de perder – y tiene gran química con la nueva estudiante que resulta ser Rachel Zegler, una de las diosas que va de incógnito a la escuela. Prácticamente el filme se divide entre Grazer y Zachary Levi haciendo de las suyas, y Angel queda reducido a menos de cinco minutos en pantalla, lo que es una injusticia total. Es posible que los guionistas entiendan que la pareja natural de Billy Batson es Mary, su hermana adoptiva, y que el romance de Grazer y Zegler se vea mas natural. Grazer se luce en gran forma, hay que decirlo, pero podían haber hecho la presencia de Angel mas importante o extendida. A Grazer le tocan los momentos más heroicos y emotivos en su versión humana, y es allí cuando Shazam: la Furia de los Dioses brilla. Este pibe no puede aguantar ni dos segundos en una pelea pero va de frente contra todo y contra todos. En contrapartida Levy sigue siendo tan genial como siempre, mostrando que tiene mas sangre de Superman (el clásico de los años 40, no el badass moderno) en sus venas que lo que Zack Snyder haya engendrado. Es elegante en la lucha, es decidido y heroico, es simpático y bromea con lo obvio, y no tiene dudas a la hora en que debe decidir si el sacrificio es la única solución viable a todo el bardo que hay en pantalla. Hay un puñado de momentos muy emotivos en el filme que no cualquier cinta de superhéroes es capaz de lograr, una razón más por la cual David F. Sandberg, Zachary Levi y toda su pandilla deben sobrevivir la purga de Gunn & Safran. Lo que ocurre es que Shazam: la Furia de los Dioses no tiene más aspiraciones que ser tonta, divertida y pasatista. No hay oscuridad en ella, no hay villanos siniestros ni memorables, no hay elaborados planes maléficos que pasen a la historia. La mala prensa, la saña de los críticos, el escándalo de la interferencia de la Roca, el boicot de los talibanes de Snyder, la resistencia a lo que puedan ofrecer Gunn & Safran le juegan en contra… que es una cosa demasiado radicalizada para un entretenimiento tan simple y bastante sólido como éste. Es una película recomendable que no llega a la altura del primer filme, pero tampoco decepciona o aburre. Tiene una cuota de cameos – comenzando por el Billy Batson de la serie televisiva de 1974 y siguiendo por alguien a quien todo el mundo daba por “despedida” – que va de los respetuoso a lo salido de la galera a último momento… pero no me desagrada en absoluto. Pero Shazam: la Furia de los Dioses llega en mal momento para el género y la ensombrece la mala prensa. No me parece justo, no es ni por asomo un filme que se merezca semejante desprecio. Simplemente hágame caso y vaya a verla porque la va a pasar bien, y ése es el propósito básico de cualquier película: ser un buen pasatiempo.
La continuación de Shazam probablemente será disfrutada por el público que quedó satisfecho con la entrega previa. Especialmente el segmento de chicos entre cuatro y once años que tal vez la encuentre más divertida. Aquellos que la detestaron no van a cambiar de opinión con la nueva propuesta ya que todos aquellos elementos que la convirtieron en una experiencia insufrible ahora se potenciaron. Zachary Levi sigue empecinado en interpretar al superhéroe como un imbécil que genera vergüenza ajena con la particularidad que en este episodio su rol deja la impresión que padece algún problemita de salud mental. Ese desfasaje que se percibía entre las personalidades de Billy Batson y Shazam se siente más pronunciado y no tiene el menor sentido, sobre todo cuando el argumento intenta retratar una madurez en las responsabilidades del protagonista. Si bien la nueva trama ya no depende tanto de la comedia juvenil y abre un poco el juego al contexto de mitología y fantasía que rodea el mundo del héroe el espectáculo resulta decepcionante. En esta ocasión hubo una intención de acercarse al universo del cómic pero la película termina siendo penosamente genérica debido a la horrenda dirección de David Sandberg. Un realizador que nunca llegó a explotar el potencial que ofrecía esta propuesta en materia de fantasía. El nuevo episodio incorpora más elementos mitológicos que en manos del realizador terminan siendo insulsos. Shazam lidia en esta oportunidad con diversos tipos de criaturas y monstruos que resultan objetos artificiales de utilería carentes de magia y emoción. Algo que se aplica también a las villanas acartonadas que encarnan Helen Mirren y Lucy Liu, quienes dejan la impresión de haberse escapado de algún episodio de los Power Rangers de los ´90. Otro enorme desperdicio del director quien no encuentra el espacio en el relato para hacer algo más interesante con esta dupla de actrices. Gal Gadot en una breve participación simpática le pone onda a la película como Wonder Woman , mientras que Jake Dylan Glazer en el rol de Freddy Freeman y Grace Fullon como Mary Marvel le aportan a los héroes la dignidad que brilla por su ausencia en la actuación de Levi. Rachel Zegler (West Side Story) también sale bien parada pese a contar con una intervención limitada. En cierta manera la película se desarrolla por el terreno de mediocridad de la última Ant-Man con la diferencia que la obra de Marvel estaba mucho más cuidada en los aspectos visuales. Shazam tiene algunas secuencias de acción que parecen material de archivo del año 2000. Hay dos escenas post-créditos que tienen la intención de continuar las aventuras del personaje, sin embargo el futuro de la saga dependerá de cómo le vaya al film en la taquilla este fin de semana. Si los fans de Levi y esta peculiar representación del superhéroe no salen a bancarla en las salas va a estar complicado que se concreten más entregas. Una pena porque es una propuesta que tenía material para aportarle algo diferente al género a través de la mitología, sin embargo los realizadores escogieron un perfil más tonto cuyo atractivo se desvaneció enseguida con la segunda película.
Debería empezar esta reseña con el típico disclaimer que suelo poner: "que las siguientes palabras están escritas por un fan total de DC y que por lo tanto podría no ser del todo parcial". Pero no siento que tenga que hacerlo aquí, veo un gran consenso con lo que trae este film. Es una muy buena secuela. Más grande y más resonante, pero con el mismo corazón. Un personaje como Shazam no pretende ser otra cosa. Y en estas adaptaciones se decidió apuntar hacia la familia y la aventura. Así que nos volvemos a encontrar con eso pero con un conocimiento previo de los personajes, lo que permite ahora profundizar tanto en sus problemas como en su lado heroico. Ahí es clave el elenco, tanto Zachary Levi que le pone todo al héroe como los más chicos, quienes dan ternura y emoción. La historia se encuentra tan bien balanceada entre los dos aspectos (las dobles identidades) que como espectador disfrutás ambas y querés ver más de la otra cuando ocupa la pantalla los alteregos. En cuanto al trío de villanas, la que más disfruté fue a Rachel Zegler pese a la impronta de Helen Mirren y lo colorido de Lucy Liu. David F. Sandberg sigue con un magistral laburo en la dirección, pero ahora con un poco más de presupuesto. Y se nota, aunque los VFX tampoco descollan. No hay absolutamente nada en este film que no hayamos visto antes en una película de superhéroes. Aunque la trama se encuentra menos contenida y apunta a lo épico. A lo mejor algunas decisiones fueron obvias y tal vez el clímax está cantado, pero bueno, tendríamos que entrar en terreno del spoiler para explicar. Pero vuelvo a resaltar que tiene un gran corazón y eso no es tan fácil de generar. Ahora bien, paso a abordar otro tema muy comentado en redes sociales: en mi caso particular, poco importa si esta iteración del personaje entra en los planes de James Gunn para el futuro (ojalá lo haga), disfruté la película como tal más allá de si hay continuación y más allá de sus escenas post créditos (hay dos). Durante mucho tiempo a los films se los juzgaba en sí mismos y ahora hacerlo por cómo encajan o no en un universo me parece un absurdo. La película es buena, mala o regular. Punto. No importa su interconexión para ello. Queda claro que es un debate para profundizar y que estaría bueno que los fans más nuevos (y el público en general) pudiese llegar a entender/apreciar. Más allá de eso y de las otras cuestiones aquí esgrimidas, Shazam: La Furia de los dioses (aunque tendría que ser diosas en español) es una muy buena película, muy disfrutable y por encima de muchas del género estrenadas recientemente.
Reseña emitida al aire en la radio.
En 2019 se estrenó «Shazam!», una película basada en este adolescente que de la noche a la mañana obtiene poderes y se convierte en un superhéroe en su forma adulta, teniendo que aprender no solo a controlar sus nuevas habilidades sino también adaptarse a la adultez. A pesar de no ser una figura tan elemental dentro de DC, los resultados del estreno fueron bastante logrados, tanto a nivel venta de entradas como desde las críticas, ya que nos propuso una historia divertida, llena de humor (algo que en su momento se alejaba un poco de lo que proponía la compañía de tramas más oscuras y serias) y con personajes entrañables en sus dos versiones. Este año se estrenó su secuela, «¡Shazam!: La furia de los dioses», donde Billy y sus hermanos adoptivos todavía están aprendiendo a manejar sus poderes y equilibrarlos con sus vidas de adolescentes. Pero cuando las Hijas de Atlas, un vengativo trío de antiguos dioses, llegan a la Tierra en busca de la magia que les robaron hace mucho tiempo, se van a ver envueltos en una batalla por sus poderes, sus vidas y el destino de su mundo. En esta oportunidad nos encontramos con un film a mayor escala, principalmente en cuanto a sus escenas de acción y enfrentamiento entre héroes y villanos, que se puede apreciar en su mayoría hacia el final de la historia, con un gran uso del CGI, con la incorporación de animales mitológicos y la destrucción del lugar, que está bastante bien realizado y un logrado despliegue de producción. Sin embargo, la historia no nos ofrece nada demasiado novedoso o creativo. Más allá de que tenemos un buen trío de villanas conformado por Helen Mirren, Lucy Liu y Rachel Zegler («Amor sin barreras»), dos pesos pesados de la industria y una figura en ascenso, que ponen en peligro al protagonista, siempre se caen en las mismas justificaciones o tramas de base. A pesar de eso, el carisma del elenco, el humor inocente y las escenas de acción logran atraparnos lo suficiente como para hacernos pasar un momento grato. Además, mientras que en la primera entrega el protagonista aprende a usar sus poderes y hallarse en su nuevo cuerpo, ahora tiene una crisis de identidad, donde se siente un impostor y no encuentra su lugar en el mundo. Es así como ahonda un poco en la identidad, la importancia de la familia y en cómo nuestras acciones repercuten en los demás y en el mundo en el que vivimos. Zachary Levi hace un buen trabajo y se sigue asentando en su rol, pero también Jack Dylan Grazer como Freddy Freeman, su mejor amigo, continúa siendo uno de los mejores personajes de la historia, conservando su lugar en el film y teniendo un gran espacio para desarrollarse, incluso por momentos puede llegar a tener más protagonismo que el propio Shazam. En síntesis, «¡Shazam!: La furia de los dioses» es una película que cumple con lo que se propone pero que no nos brinda mucho más que entretenimiento. En un momento en el cual el cine de superhéroes está completamente estancado, que muchas obras ya nos ofrecen más de lo mismo y la fórmula está más que agotada, este film no viene a ser la excepción. Los personajes son carismáticos y las escenas de acción están bien resueltas, pero no propone nada nuevo. Para los que la vean, sepan que tiene dos escenas post-créditos que no se pueden perder.
Menos mal que todavía hay gente que considera a los superhéroes como lo que son, fantasías épicas luminosas, no pocas veces con sátira incluida. Eso era la primera Shazam!, que tomaba el principio de Quisiera ser grande (un adolescente que se convierte en superhéroe “adulto” en este caso) y hablaba de lo que significa formar una familia, sin evitar toda clase de momentos fantásticos y cómicos (y algunos muy tristes). En este caso volvemos a la matriz y hay unas vengativas diosas (qué bien sabe divertirse Helen Mirren) que amenazan el mundo, etcétera. Lo interesante es que lo que vemos en pantalla respeta mucho del humor, la ternura y el elemento ostensiblemente “cuento de hadas” de la historieta original. Dragones y unicornios, poderes mágicos y, como en todo cuento de hadas, algunos huérfanos que logran crear su propia familia, su propia sociedad. El aspecto visual es todo lo espectacular que debe ser, pero son los diálogos y el tono que utiliza Zachari Levy (un gran comediante) para ser un “adolescente en cuerpo de adulto” lo que le otorga un sabor especial a esta película que es infantil en el sentido más noble y perfecto de un término que suele utilizarse demasiado mal